Está en la página 1de 62

XAVIER RUBERT 'DE VENTÓS

POR QUÉ FILOSOFÍA

lNsnTUTn. !.mR~ O~ fltOSOAA y C1HJClAS,A,C.


~.,
49932

La primera parte de este texto fue original-


mente emitida por el Circuito Catalán de Televi.
sión en 1981 y publicada por Edicions 62 en 1983.
La buena acogida que le dispensaron las escuelas
de enseñanza media nos anima ahora a su publi-
cación en castellano. Para ello el autor ha elabo-
Quedan rigurosamente prohibidas, s~ la auto~ación
rado y ampliado la versión parcial aparecida en
escrita de los titulares del "Copynghb, baJO la~ Filosofía y/o Política y le ha añadido una segunda
sanciones establecidas en las Leyes, la ~eprodu~cIón parte, donde pone de manifiesto el aspecto más
total o parcial de esta obra por cualqUIer medio o personal de su relación con la filosofía, desarro-
rocedimiento, comprendidos l:'l reprograff~ y el llado en De la Modernidad. En ambos casos se
tratimiento informático y la distnbucIón de ,eJc:mplares
de ella mediante alquiler o 'préstam~ pubhcos, trata de una aproximación al tema a partir de si-
así como la exportación e rmportacIón de esos tuaciones cotidianas que todo el mundo podrá re.
ejemplares para su distribución en venta fuera del conocer en su propia experiencia. De ahí que no
ámbito de la Comunidad Económica Europea. se trate de una mera Introducción teórica a la
filosofía, sino de una verdadera y práctica Inicia-
Cubierta de Josep Mir. ción a ella: a sus exigencias, pero también a sus
gratificaciones.
Primera edición: marzo de 1990.
C> Xavier Rubert de Ventós, 1?90..:
C> de esta edición (in,?l';Údo
el dIseno
de lá cubi~): :ijdIuon$62 sla"
Pro'Ven~ 278,08008-Barcelona.
Impreso en Limpergraf s/a.,
Calle del Río 17, Nave 3, Ripollet.
Depósito Legal:.13,.3.~~0-1990.
'ISBN: 84-297·3085-0
El método de afirmar o postular lo que
necesitamos tiene muchas ventajas; las
mismas que tiene el robo en relación con
el trabajo honrado.
1. DE LA IMPOR'I:ANCIA
DE NO VERLO CLARO

A todos nos ha ocurrido oír hablar de un tema


que parece importante -de Arte o de Ciberné-
tica, de Literatura o de Cosmología- sin acabar
de entender o ver claro lo que se dice. La expe-
riencia es frustrante, sin duda, pero puede ~er
también fructífera. Aquí desearía mostrar que este
«no vedo claro» puede incluso ser una meta, un
ideal a conquistar.
Es quan dormo que hi veig cZar,l dice el verso
de Foix, que sin duda podría complementarse con
un «es al estar despierto cuando lo· veo oscuro».
En efecto, ocurre a menudo que las cosas se de·
senfocan y se hacen borrosas cuanto más nos acer-
camos a ellas: como si padeciésemos todos una
especie de hipermetropía teórica. Frente a lo que
nos importa poco, tenemos casi siempre la seno
sación de que ya sabemos «de qué va» y pronto lo
despachamos con el primer tópico que nos viene
a mano: «Sí, claro, es un típico profesor despis-
tado, una niña cursi, un izquierdoso pasado de
rosca, un americano ingenuo, un analfabeto que
va de posmoderno, etc.» Sólo cuando comenza-
mos a querer de verdad a una persona o una cosa
es cuando sentimos los límites de nuestro cono· su lugar en el ámbito de unclar:J.o una estirpe, de
cimiento de ella: «Quien todo lo entiende -de- un grupo espacial o un ciclo temporal. Nada debe
quedar fuera de estos esquemas clasificatorios. Es
\\ da un sabio chino- es que está mal informado.»
Sentencia que podríamos completar aún, como . más: cualquier persona, objeto <> fenómeno que
hicimos antes, con: «Sólo creemos entender per- . no se deja incluir dentro del sistema es conside-
fectamente ... aquello que, en el fondo del fondo, rado como nefasto, como malo o peligroso. Así,
no nos importa.» La clásica discusión de si hay los animales de sangre fría, por lo que tienen de
que conocer algo antes de amado o viceversa que- «atípico»; las ambiguas zonas limítrofes en torno
daría así matizada por nosotros: sólo el amor o a las cabáñas, donde el poblado empieza a con-
interés que por una persona o una cosa tenemos fundirse con la maleza; las épocas intermedias
nos hace sentir el alcance de nuestra ignorancia entre el verano y el invierno, o los días de los que
respecto de ella. Sólo la ternura del corazón nos se tiene una imagen más o menos borrosa ... ¿Y no
da la medida de la dureza y torpeza de nuestro será una necesidad «primitiva» de esta naturaleza
entendimiento. la que expresa también nuestra superstición res-
He aquí, pues, nuestro tema, que estructuro pecto de los martes y los viernes? Domingo es el
en cuatro partes. En la primera (1) explico de día de fiesta; lunes, el primero de trabajo; jueves,
dónde procede esta necesidad que tenemos de ver el día central de la semana. Pero ¿ qué ocurre con
claro, para luego (2) definir el talante o la actitud los martes y los viernes, esos días que no son ni
filosóficos en oposición precisamente a esta ne- chicha ni limoná? Pues ocurre que, como somos
éesidad convulsiva de aclaramos y saber de qué aún algo primitivos, decimos que en estos días
. va todo. (3) Muestro entonces cuándo aparece la ni te cases ni te embarques.
posibilidad de creemos que todo lo tenemos más Los «primitivos» no son sólo los más preocu-
claro que el agua, y (4) cómo la filosofía surge pados en clasificado todo. Son, también, los más
cuando se comienza a desconfiar de esta presunta preocupados en conocer la razón de todo, en en·
claridad. tenderlo todo. Para ellos, el hecho de que una pero
sona muera, que nazca un sietemesino, que se
<.lPorqué necesitamos, en efecto, «vedo todo produzca una inundación o una sequía, no puede
claro»? Creo que se trata de una necesidad más ser de ninguna manera algo «casual». Ha de ser,
vital que propiamente intelectual: una necesidad . por el contrario, estrictamente «causal», es decir,
que me atrevería a calificar de atávica o neuró. resultado de una causa tan importante por lo me-
tica. Veámoslo. - nos como el efecto producido. De ahí que bus-
Los antropólogos nos cuentan que los llamados quen siempre una explicación cuanto más excelsa
pueblos primitivos tienen una auténtica obsesión ytranscendente mejor. De ahí que les parezca más
por explicado y clasificado todo. Cada persona, «lógico» que la muerte de un hombre haya sido
animal, poblado o acontecimiento ha de ocupar producida por un mal de ojo o por un espíritu
enojado, que por un mero virus o por un simple simplemente atender sin necesidad de entender y
accidente. Y nosotros debemos reconocer que, escudriñar el porqué de lo que vemos. Hay una
también en esto, somos aún algo primitivos. No historieta de Mafalda y Susanita que ejemplifica
hace muchos años el padre Ocaña, jesuita, decía perfectamente esta actitud neurótica.
en sus clases de filosofía: Este argumento, como
demostración, es en latín. Hoy nos hace sonreír la
retórica del padre Ocaña, pero muy a menudo ha-
cemos y pensamos como él. La diferencia radica
en que nosotros decimos que este o aquel argu-
mento, como prueba, ha sido cuantificado, o que
tiene una base estadística, o que ha pasado por
los ordenadores, o que se ha comprobado en no
sé qué universidad americana. Los ordenadores
y las cifras, que no entendemos, poseen ahora
aquella mágica fuerza de convencimiento del latín,
que tampoco se entendía. Y es que los hombres
tenemos una rara tendencia a creer que las co-
sas son claras y conclusivas cuando nos las ex-
plican en términos que no acabamos de compren-
der. De ahí proviene, sin duda, el éxito de todas
las escolásticas y cartomancias que en el mundo
han sido y que no tienen trazas de abandonarlo.
De ahí la proliferación todavía de universidades
donde, como decía Gracián, aunque muchos son
sabios en latín, suelen ser grandes necios en ro-
mance.
He apuntado en qué sentido la necesidad de
saberlo y entenderlo todo es una necesidad en
cierta medida «primitiva». Pero decía al principio
que es también una necesidad «neurótica». ¿Por
qué la llamaba neurótica?
Uno de los rasgos más característicos de la
neurosis es precisamente esta necesidad convul-
siva de verlo todo claro: el hecho de no saber
entonces al camino, y los cipreses al viento me
parecerán cseñales» que se hacen unos a otros di·
ciéndose: «Mirad este infeliz que pretendía, tan
ufano, comprarse unos calcetines verdes, ¡verdes
nada menos... !» Para mí ya no habrá nada casual
o aleatorio: todo tendrá un sentido que iré adivi-
nando, descifrando aquí y allí, hasta que me pon-
gan la camisa de fuerza... ¿A qué venía todo eso?
Pues venía a que esta necesidad de interpretar
y calificarlo todo no responde tanto a nuestro de-
seo de conocimiento como a nuestra necesidad de
apaciguamiento. Que no es tanto un producto de
nuestra curiosidad como de nuestra ansiedad. Que
más que expresión de nuestro interés por el mun·
Susanita es ya una neurótica incipiente que do responde al miedo que éste nos produce.
quiere saberlo todo -el cómo, el qué, el quién, Pues bien, hacer filosofía requiere ser lo bas-
etc.-, y una buena candidata a acabar siendo de tante ingenuo -o valiente- para reconocer que
mayor paranoica perdida. El famoso caso para- no vemos las cosas claras. Para aceptar sin reser-
noico estudiado por Freud era precisamente el de vas ni coartadas el desconcierto, la desazón y el
un personaje (el doctor Schroeder) que no podía vértigo que nos produce lo que no entendemos.
aceptar que en el mundo hubiera nada «casual». A menudo se cita como frase inaugural de la filo-
Si el doctor Schroeder, por ejemplo, intentaba ir sofía la sentencia socrática «sólo sé que no sé
dos veces al retrete y lo encontraba ocupado por nada». La filosofía, en efecto, ni sabe mucho ni
otro, inmediatamente se decía: «¡Ab!,esto quiere aporta casi nada. No proporciona, por ejemplo, ni
decir que hay una fuerza oculta que, cada vez que la seguridad que nos ofrece la ciencia, ni el placer
estimula mis intestinos, estimula un poco antes que produce el arte, ni el consuelo que puede dar-
los de mi vecino, con el fin de que, cuando yo vaya nos la religión.
al retrete, lo encuentre siempre ya ocupado.» En vez de buscar una explicación, una fórmu-
La búsqueda obsesiva de un «sentido» para la, un concepto o un exorcismo que suavice nues-
todo acaba así fácilmente en la paranoia. Entra- tro horror al vacío intelectual y nuestro terror
ré, por ejemplo, en una tienda, me encontraré con ante lo desconocido, la actitud filosófica es aque-
que los dependientes están charlando entre sí sin lla que osa demorarse y hurgar en la perplejidad
hacerme caso, y pronto concluiré que existe una misma. De ahí que, por tercera vez ya, debamos
conspiración de los dependientes con el fin de no invertir una sentencia: el clásico noscere audere
atenderme a mí -a mí, precisamente-. &aldré (osar saber) debería suplirse o al menos comple-
mentarse con un nescere audere (osar ignorar). sino que nos conduce directamente a una nueva
pregunta o a una paradoja. Así lo manifestaba
Una osadía que tienen naturalmente los niños,
aquel muchacho a quien le enseñaban un dibujo
y que sólo con los años vamos perdiendo. Como
como éste
se sabe los niños hacen siempre más preguntas de
la cuenta.

-¿Y por qué trabajas todo el día, papá?


-Para que tú puedas ir a la escuela.
-¿ Y para qué he de ir a la escuela?
-Pára estudiar y aprender muchas cosas.
-¿Y para qué he de estudiar y aprender mu-
chas cosas?
-Para que, cuando seas mayor, puedas ganar- al tiempo que le preguntaban: «¿Ves esta casa?»
te la vida. A lo que él respondió:
-¿Y para qué he de ganarme la vida, papá?
-Para casarte, tener hijos ... «¿Y quién me dice que eso es una casa? Tú lo
-¿Y que los hijos vayan a la escuela? Así, yo ves como una casa, pero yo puedo verlo como un
voy a la escuela para que mis hijos vayan a la cuadrado con un triángulo añadido encima o
,.. 1

escuela, para que ... como un rectangulo al que se han cortado los la-
dos superiores, o como un cuadro colgado en la
E.ste es el momento en que los mayores no sa- pared, o como ... »
bemos ya qué contestar y apelamos a la auto-
ridad: Con ~oque, en lugar de aceptar y dar por buena
la cuestIón, el muchacho denunciaba que la pre-
gunta presuponía e imponía ya cierto tipo de res-
puesta.
Pero son precisamente estas preguntas tontas
las que no deja de hacerse el filósofo toda su Pero a menudo no es sólo el interlocutor sino
vida. Y en este sentido tendría razón quien dijera nuestra ~ropia tentación de ver claro, la qu~ nos
que son filósofos las personas que no han sabido lleva a SItuar los problemas, a definir los acon-
asumir ni superar la crisis de la adolescencia. tecimientos y a poner las preguntas allí donde
~Pues hay una cosa que los niños intuyen y que quisiéramos que estuvieran, para no tenemos de
los filósofos saben: que toda pregunta llevada un veras, que cuestionar. Recortamos así elmu~do
poco más allá de la cuenta no tiene respuesta, a la medida de nuestras necesidades, es decir, a
la medida de los compartimientos mentales o cul- grave es el del paro», y al volver a casa comenta
turales que tenemos ya preparados para enten- con su mujer que «hoy no hay manera de encon-
derlo. ¿La inquietud de los adolescentes?: un pro- trar empleadas de hogar». Claro está que estas
blema de identidad o de educación; ¿la crisis eco- dos afirmaciones parecen contradecirse, pero
nómica?: un problema de reconversión industrial nuestro hombre no se inmuta, porque él tiene
o de control monetario; ¿la delincuencia?: un pro- una «mentalidad de oficina» y una «mentalidad
blema policial o judicial ... Pero con eso de pre- doméstica» perfectamente aisladas, claras y dis-
tender que el problema está donde puede solucio- tintas. Es el mismo hombre que puede decir a su
narse o cuando menos entenderse, nos portamos mujer: «Mira, el problema más grave que tene-
un p~co como aquel borracho del chiste que bus- mos hoyes el de la mentalidad autoritaria ... ¡Y no
caba algo bajo un farol: se hable más del asunto!» Lo que este hombre
piensa y lo que le ocurre, o lo que sabe y lo que
«" 'Qué busca usted?", le pregunta un peatón. hace, son compartimientos totalmente estancos.
é
»" Es •
que he perdido cmco d uros,"d' Ice e1b0-
Para él, una cosa es leer y otra recordar; una seno
rracho. tir y otra experimentar. Y así podrá pasarse la
»"¿Y los ha perdido usted aquí?" vida: «teniendo principios», «hablando como un
»"No --contesta-, no los he perdido aquí, pero libro)), «comportándose como un señor», «hacien.
es que sólo aquí hay luz suficiente para buscar- do carrera» o «teniendo ideas al respecto».
los ... "» Filosofar, por el contrario, es llegar a poner
en contacto lo que sabemos con lo que sentimos,
Con frecuencia actuamos todos así, como el bo- lo que pensamos con lo que hacemos; es descon.
rracho, queriendo hacemos la ilusión de que el fiar de las explicaciones que satisfacen; arries-
problema está donde nosotros lo podemos con- garse a menudo a ver más, o menos, de lo que
trolar. Pero lo que la perplejidad filosófica puede quisiéramos ver. Menos, en todo caso, de lo que
enseñamos es que a menudo el problema está podríamos ver si osáramos prescindir de la segu-
donde no se deja captar ni manipular. O que está, ridad y la claridad que nos proporcionan cada
por lo menos, fuera de esos ámbitos de nuestra uno de estos ámbitos de experiencia por separa-
experiencia -la «cuestión» económica, la «cues· do. «Cualquier oficio se vuelve poesía -escribió
tión» sentimental, la «cuestión» profesional, et- Eugeni d'Ors- cuando el trabajador entrega a él
cétera- que nos resistimos a olvidar y, más aún, su vida, cuando no permite que ésta se parta en
a mezclar. dos mitades: una, para el ideal, y la otra, para el
y esto nos ocurre no sólo al teorizar. También menester cotidiano.» También es así cómo cual.
en la vida práctica nos resistimos a mezclar nues- quier pensamiento se vuelve filosofía.
tras experiencias. Es el caso del economista que Hasta aquí hemos tratado de explicar de dón-
llega a su oficina y dice: «El problema actual más de provenía nuestra obsesión por ver más claro
de la cuenta, y cómo la filosofía comenzaba a 2. DESDE LA PERCEPCIÓN
encontrar problemático lo que para los otros era Y LAS IMAGENES
evidente, claro y transparente. Con ello empeza-
mos a descubrir un hecho inesperado: que a me-
,nudo el afán de certeza y la búsqueda de la ver-i
~dad se excluyen. A continuación veremos de qué
medios nos servimos para hacernos esta idea tan
clara de las cosas que nos posibilita no atender
de verdad a ellas mientras nos construimos, ina-
sequibles al desconcierto, una sólida ignorancia Decíamos que la voluntad o la necesidad de
ilustrada. ver claro era una actitud más primitiva o neuró-
tica que intelectual o teórica. Y añadíamos que la
filosofía ha de comenzar por ver un poco más
oscuro aquello que de antemano todo el mundo
ve claro -demasiado claro, de hecho, para que
no sea sospechoso. Hay que reconocer, con todo,
que hoy todos somos algo más filósofos que hace
unos años, y que seguramente las crisis vividas
nos han ayudado u obligado a este cambio.
Desde la crisis cultural de los años sesenta, la
crisis económica de los setenta y la política de
los ochenta, no nos ha quedado otro remedio que
comenzar a hacemos preguntas más radicales. An-
tes nos preguntábamos, por ejemplo, ««cómo»ha-
cer la revolución u ordenar la economía, organi.
zar el Estado o reformar la Universidad. Hoy ya
no nos preguntamos sólo cómo se hacen estas co-
sas (como si supiéramos ya de qué tratan) sino
que, mucho más radicales, nos preguntamos qué
caramba son: «qué» es el Progreso, «qué» es la
Universidad, etc. Cuando menos, la crisis nos ha-
brá servido para subir el techo de nuestras pre-
guntas, para elevar el tono de nuestras perpleji-
dades.
••• Pero no adelantemos acontecimientos. Lo que

INSTITUTO UBRE DE fIl0S0RA y CIENCIAS, A. C.


",;",..• r,u ¡í~
~
f P f'iJ
B:u ~ ';.
"íll"
D
E IF"
~
A
'¡;4
ahora hemos de explicar son los mecanismos psi- teníamos delante, o que era el razonamiento ya
cológicos que nos permiten habérnoslas con las puesto en marcha el que nos impedía encontrar
cosas -entenderlas, manipularlas e, incluso, a ve- una solución mejor. Es corriente el andar buscan·
ces, enseñarlas- sin llegar a sentir la necesidad do sobre una mesa desordenada unas tijeras o
de, simplemente, conocerlas. Todos recordaréis la unas gafas, y no verlas a pesar de haber barrido
respuesta de cierto maestro a quien el director de la mesa con la mirada una y otra vez por encima
la escuela preguntó si sabía inglés: de ellas. Cualquiera puede recordar esta experien-
cia o una similar. Ahora bien, ¿por qué no vis-
«Inglés, lo que se dice inglés, no sé, pero si se teis al principio las gafas? Si reflexionáis una vez
trata sólo de enseñarlo ... » que las hayáis encontrado, os daréis cuenta de
que no disteis con ellas porque buscabais, por
Pues bien, a nosotros nos ocurre a menudo ejemplo, unas tijeras o unas gafas abiertas y, al
tres cuartos de lo mismo. Lo que la cibernética o estar cerradas, no se correspondía el esquema que
la posmodernidad, la informática b los agujeros llevabais en la cabeza con la sensación que os lle.
negros «son» no 10_saJ?~mos,pero lo que «signi- gaba a los ojos. Como teníais ya una imagen de
fican»... -No conocemos Vemlcia, pero sí tenemos lo que buscabais, habéis paseado la vista por los
·una «teoría de Venecia»... y es este significado objetos buscados, pero no los habéis «visto». Y no
promulgado o esta teoría de curso legal los que los habéis visto porque ya os «veíais» dentro de
nos permiten a menudo ver más allá o más acá vosotros; porque ya teníais de ellos una idea tan
de las cosas (desentrañar, por ejemplo, su «géne- precisa que, al no coincidir exactamente con el
sis ontológica» o sus «efectos psicosociales» o estímulo visual, se os habrá literalmente escu-
cualquier lindeza por el estilo) sin el pesado ex- rrido entre los conos y bastoncillos de los ojos o
pediente de atender a ellas mismas ni, por su- entre las neuronas del cerebro.
puesto, de entenderlas.~ste será, pues, nuestro A veces esta expectativa llega a ser tan pode-
próximo asunto: desentrañar el arsenal de capa- rosa, que ella misma transforma el objeto cono-
cidades, virtudes, reflejos, recuerdos o conoci- cido. Seguro que en más de una ocasión os ha-
mientos en que nos apoyamos para hacemos una bréis encontrado con una persona de quien antes
idea clara, elemental y expeditiva de las cosas; ya os habían dicho: este chico es un resentido, o
señalar los mecanismos que permiten traducir un arribista, o un típico catalán, o lo que sea. Al
aquella necesidad de ver claro de que hablábamos cabo de un tiempo de conocerla habréis descubier-
en una efectiva posibilidad de hacerlo sin dema- to, sin duda, que se trata de una personalidad
siados costos. mucho más compleja y matizada. Pero, si pensáis
Todos hemos podido comprobar alguna vez entonces en la primera impresión que tuvisteis
que es precisamente lo que ya buscábamos aque- de ella, seguramente recordaréis hasta qué punto
llo que nos ha impedido reconocer el objeto que ~stuvo ésta dominada por la idea o imagen que
os habían dado, y que fue precisamente contra delante de las narices. De esta manera, se ha com-
esta imagen como pudisteis llegar a conocerla .. probado que, si una persona de mucha autoridad
Otras veces, lo que incidentalmente oímos de- dice «como es obvio, estas siete líneas tienen la
cir configura y deforma la visión de lo que tene- misma longitud»,
mos ante los ojos. En un conocido experimento
de Marshall y Lawnes se cogieron dos grupos de
personas de parecida formación y se les mostra-
ron durante unos segundos las imágenes de la co-
lumna de la izquierda. Pero, mientras que a los
del grupo A se les dio la descripción señalada en
la segunda columna, los del grupoB oyeron la
palabra señalada en la cuarta. Pues bien, veamos
lo que dibujaron luego, unos y otros, cuando se les
pidió que reprodujeran con la mayor exactitud
posible lo que habían visto.

Imagen Imagen
Palabras Palabras
reproducida reproducida
Imagen oMas por el oídas por el
por el grupo por el grupo
grupo A grupo B
A B
Diamante
lQ] Cortinas en
una ventana (Oj en un
rectángulo
@] y si, además, todos los que le escuchan asienten,
el pobre desgraciado que ve que un par de ellas

O Botella {J Estribo
Ó
son más largas acabará pensando que se equivoca
y -adecuando así su percepción misma al .engaño

( Luna
creciente
<L Letra .C.
ee generalizado. ¡Atanto llega el poder de lo con-sen-
tido sobre el mismo buen-sentido!
Hemos apuntado cómo lo que sabemos, espe-
-O Colmena
ti Sombrero t:D:, ramos u oímos puede deformar lo que vemos efec-
tivamente. Pero esta deformación puede proceder
también de nuestra propia estructura psicológica.
Este experimento muestra cómo lo que hemos La psique humana ha desarrollado ciertas Gestal-
oído decir se mezcla inextricablemente con lo que ten o «formas preferenciales», es decir, formas cla-
vemos. Pero otras veces es aun lo que creemos, o ras, precisas y conocidas que resultan «cómodas»
16que queremos ver, aquello que nos impide iden- y-.hacia las cuales tendemos a reconducir las que
tificar o valorar justamente las cosas que tenemos se les parecen:
00
Estas figuras, claro está, no acaban de ser ni
un círculo ni un cuadrado (la redonda no tiene el
mismo radio en todo su perímetro, al cuadrado
, le falta un trozo), pero es más fácil y consistente
verlas como un círculo o como un cuadrado: «pre-
ferimos» verlas así. Lo preferimos, entre otras co-
sas, por razones de estabilidad o, como decía
Freud, de «economía psíquica». Y fue precisamen-
te el olvido de esta «economía» lo que costó mu-
cho tiempo y dinero a la RTF cuando construyó Pues bien, los técnicos en productividad com-
su nueva «Maison de la Radio» en París, y tam- probaron que en estas nuevas oficinas la gente
bién lo que sin duda ha provocado más de un in- trabajaba o rendía mucho menos que antes. Y a
farto a los parlamentarios europeos en el Palacio alguien se le ocurrió que podía deberse a que los
de Europa de Estrasburgo, obra del mismo ar- empleados gastaban buena parte de su energía en
quitecto. El problema en la Casa de la Radio fue «querer ver» aquella habitación como rectangular
el siguiente: puesto que el «original» diseño -ver A como B- para estar en ella más cómodos
del edificio era redondo, las oficinas no podían y seguros.
ser rectangulares, sino que resultaban trapezoi-
dales:

o I
,
I
I

I •
I
I
I

A B

A menudo es también lo que hemos puesto en


mi:lrcha o miciado ya (la solución parcial o pro-
visional alcanzada) aquello que nos impide encon-
trar la auténtica solución de un problema. Una sotros, en nuestros intentos, quienes nos habíamos
muestra tradicional de esto, recogida por De ido encerrando en este callejón sin salida.
Bono, es el rompecabezas en que se nos pide unir
esta serie de nueve puntos con cuatro rectas he-
chas de un solo trazo, sin levantar el lápiz del
papel.

Ni más ni menos, lo que explicaba Sócrates a


.su esclavo en el Menón: que para descubrir en
!nosotros mismos lo que de veras son las cosas es
.,preciso olvidar lo que creemos ya saber. Sócrates
Si no conocemos ya la solución, seguro que lo Je pide que doble sobre el papel la superficie de
intentaremos de modos diversos, lID cuadrado.

D
El esclavo -como en general los interlocuto-
de Sócrates- cree que el problema es sencillo
pero comprobaremos, frustrados, que siempre nos y que lo solucionará en un santiamén. Pero los
queda un punto descolgado. Ahora bien, lo que frustrados se suceden. Seguramente em-
nos estará bloqueando la solución será una y otra por dibujar una forma así
vez el propio planteamiento o el intento de solu-
ción iniciado. Para resolver con éxito el problema,
--------1

0
será preciso reconocer que hemos «entrado» mal
en él: que hemos presupuesto que el trazo no po- "" I
I
día salir del área que cubrían los puntitos. Pero I
11
eso nadie nos lo había exigido; habíamos sido no- --
~
con lo que la superficie es doble, en efecto, pero 'f de buscarla: reculer pour mieux sauter, como di.
no se trata ya de un cuadrado sino de un rectán· cen los franceses, o rezar un padrenuestro, como
gulo. Y luego algo así aconsejaban, más corifesionales pero no menos

r- ------: prácticos, nuestros abuelos.


Una buena muestra de este cambio de estra-

I
I
J
o
-----,.._.1
I
,
I
tegia es la del gorrión de la fábula de Esopo, reto.
maclapor el mismo De Bono. El pajarito, agarrado
al borde de la jarra, quería beber de su conte·
nido. Pero como el nivel del agua era muy bajo,
íel animalito tenía que bajar más y más la cabeza
de manera que es un cuadrado, pero no hay me· ,para alcanzarlo con su pico, y ya estaba a punto
dio de saber si es doble más que midiéndolo. de resbalar y acabar ahogándose en el agua...
Sócrates espera a que el esclavo se sienta pero 1 cuando se le ocurrió la idea de no seguir haciendo

plejo y descorazonado para indicarle entonces que ,más o mejor, lo que ya hacía, sino todo lo con~
la solución la tiene en la propia figura... por poco ~trario. En vez de bajar el pico al agua, voló a bus.
que sepa darle a su visión de la misma un giro 'car piedrecitas que fue arrojando dentro de la
de 90 grados. El cuadrado doble, en efecto, es el ,ljarra, hasta que el nivel del agua subió a la altura
que tiene por lado la diagonal del sencillo. ,de su pico. Este mismo principio es el que sirve
,en los laboratorios de etología para medir la in.
iteligencia de los chimpancés o de las ratas. Se
'trata de comprobar su capacidad para dejar de
:darse con la cabeza contra el cristal que les separa
?de la comida y buscar en cambio un camino o
,l,todeo que, de momento, los aleja del estímulo
;'?~ro que, de hecho, les ha de permitir acceder
;1:i,másfácilmente a él.
'i~¡A'i~'
"
"t;i'"
,:;,:":'1;::':( ,:~
",1,,1, E ~o rat6n

Para solucionar el problema, viene a decimos


Sócrates, debemos empezar por distanciamos de
nuestros atolondrados intentos de solucionarlo. De
la misma manera que, para recordar una palabra
i, " Cristal que
impide acceso
directo

que no nos viene a la cabeza, tenemos que dejar


Hasta aquí los ejemplos y las imágenes, las his- genéticamente programado para salir de la cueva
torias o fábulas. La moraleja de todas ellas, lo cuando se levanta el sol, para seguir su curso como
J! hemos visto, es la misma: a la hora de enfren- un girasol, dándole siempre la cara, y para volver
tarse con problemas nuevo~bilidad y la ~ guarecerse en la cueva cuando llega el ocaso.
libertad de espíritu son tanto o más importan- Pues bien, transportado a un medio tropical, este
tes que la preparación o los conocimientos adqui- animalito no varía su conducta; continúa hacien- .
ridos y~4~ _~!~mano. Cuando alguien no sabe do lo mismo hasta que muere achicharrado. Su+
1Iaiár-con' un prOblema, decimos que va desenca- perfecta y mecánica adaptación al medio de ori-
minado, pero a menudo es todo lo contrario. Lo gen es precisamente lo que le mata cuando el me-
que pasa es que va demasiado encaminado, y lo dio es diferente y él no sabe cambiar de estrategia
que necesita es precisamente perderse un poco, para adaptarse a él. Lo mismo ocurre (si pasamos~-
«cambiar de rollo» como ahora se dice, con el fin ahora del mundo animal al cibernética) cuando
de encontrar un mejor planteamiento del proble- los ordenadores, literalmente, envejecen. Los pro-
ma en cuestión. .gramadores, en efecto, hablan de hardwire para
Pero no hay que exagerar tampoco diciendo referirse a un circuito que no puede ser reprogra-
que todo esto son estorbos o inconvenientes. De mado porque ha quedado como soldado a una
hecho, los mecanismos psicológicos descritos son determinada conexión anterior. Exactamente lo
sumamente útiles en la vida cotidiana. Es una ven- que nos ocurre a los hombres cuando envejecemos
taja «saber» lo que buscamos. Tener ya una «ima- y no podemo~ ya utilizar una facultad para res-
gen» del objeto buscado nos ayuda a menudo a ponder a estímulos nuevos, porque ha acabado
encontrado. Es una suerte que lo que oímos decir soldada a sus pasados estímulos. (Supongo que
y lo que vemos se mezcle, de manera que podamos Sérá un consuelo, para quienes temen que los or-
adivinar o prever lo que físicamente no vemos u denadores acaben dominándonos, el comprobar
oímos. Son sumamente útiles los hábitos percep- que a nuestra arteriosclerosis se corresponde tam-
tivos que nos permiten seleccionar con rapidez lo .bién, en el ámbito de la inteligencia artificial, una
que tiene de relevante un estímulo visual, aquello ,~specie de alambresclerosis.)
precisamente que exige de nosotros una respuesta iJ Generalizando estas observaciones, podríamos
inmediata y eficaz... ,quizá concluir que no es que los hombres tenga-
El único riesgo reside en que estos hábitos o i,I('I1oscompetencias o incompetencias, habilidades
mecanismos, tan prácticos en condiciones norma- ;\p limitaciones, vicios o virtudes. Seguramente se-
,les, llegan a ser fatales -incluso letales- cuan- ji;~:Jíamás justo decir que nuestros vicios son la otra
do las condiciones ambientales cambian y noso- ara de nuestras virtudes, o que nuestras compe-
tros continuamos operando inercialmente, como ncias son la otra cara de nuestras inepcias. El
si nada hubiese sucedido. Es el caso del osezno echo de que seamos «inteligentes», por ejemplo,
polar que describen los etólogos: un animalito has confiere una superioridad clara sobre los ani-
males: podemos asociar ámbitos de experiencia sadismo, como el altruismo, son en todo caso nues-
diversos, responder mejor que aquel pobre osezno tros y bien nuestros. Según Schopenhauer, «el
a situaciones nuevas, etc. Pero esta misma agili- hombre es el único animal que mata sin necesi-
dad o versatilidad de nuestra inteligencia es la dad». En la génesis de sus carnicerías innecesa-
responsable de que, a menudo, nos encontremos rias, como en la de su generosidad y heroísmo
con más posibilidades de las que podemos asu- está igualmente su «excesiva» emotividad e ima-
mir, con demasiadas alternativas o factores entre ginación.
los cuales decidir, de manera que quedamos atur- Ahora bien, sobre todos los sistemas de sim-
didos y nos sentimos de hecho impotentes ... como plificar y «ver claro» el mundo planea uno que
paradójica consecuencia de nuestra «potencia» in- los domina e implica -un sistema que consti-
telectual. En estos casos, más nos valdría ser un tuye el marco de todo lo que vemos, Y que, en
poco más primarios, más simples, más instinti· el límite, no~ permite aclaramos sin necesidad de
vos. O bien, como sugería Bergson, volver a los entender, o entender sin tener que pensar. Este
mitos que nos ofrecen una imagen del mundo sim- sistema no es sino el lenguaje que nos han ense-
plificada, clara y precisa con la que identificamos. ñado de pequeños la lengua materna. El mero
Una imagen que apacigüe la angustia frente a lo hecho de hablar esta lengua supone ya (aunque
demasiado complicado y favorezca un nivel de in- no nos demos cuenta, o quizá precisamente por
tegración social que la pura inteligencia -siem- ello: porque no nos damos cuenta) asumir cierta
pre analítica, crítica e individualista- jamás nos concepción del mundo, una determinada manera
permitirá alcanzar. de ver y entender las cosas, que nos ha sido trans-
y lo que es verdad «teóricamente» lo es tam- mitida por quienes, a lo largo de los siglos, han
bién «moralmente». De igual modo que la inteli- ido configurando esta lengua.
gencia humana nos hace, según los casos, más o Si habéis usado alguna vez la estilográfica o
menos capaces, más o menos eficientes que los los zapatos de otro, recordaréis sin duda la cu-
animales, son también nuestra imaginación y nues- riosa sensación que ello produce: como de estar
tra emotividad las que nos hacen más «buenos» y, utilizando o metiéndose en un cuerpo extraño.
a la vez, más «malos» que aquéllos. No hay animal Pues lo mismo ocurre con el lenguaje. Hablar
alguno capaz de morir por una causa: de dar su ::Unalengua es también algo así como emplear una
vida por un país o de ir voluntariamente' a la cá- "",herramienta o una prenda que ha sido moldea-
mara de gas en el lugar de otro. Para llegar a da por otras manos, que ha adquirido ya sus re-
estos niveles de altruismo les faltan, a los anima- . pliegues en otro cuerpo. Y es también marcarIa
les, tanto las emociones como la imaginación, tan· ;;,con nuestra manera de hacer o de decir, dejar en
to el sentimiento como el entendimiento. Pero Jl;t'éllala huella de nuestro uso. El simple hecho de
gracias también a esta «carencia», no hay ningún J:'t;hablares así, por paradójico que parezca, el acto
animal que mate gratuitamente o por gusto. El \(i!>¡ a Ia vez mas
1 ,. pIad oso y mas' l'b
1 re que po d emos
,~,
;;\1';,·
realizar. Nada menos que hacer propia la expe- 3. ENTRE EL LENGUAJE
riencia de nuestros antepasados al tiempo que, Y LAS FRASES HECHAS
dialogando con ella, le damos nueva vida.
Pero este hablar ideal, que se identifica ya con
la poesía y la filosofía mismas, es un caso-límite
sin duda excepcional. Por eso empezaremos el pró-
ximo epígrafe subrayando aquello que el lenguaje
tiene aún -como todos los automatismos ya des-
critos- de esquemática e inercial pre-visión de
las cosas. Sólo entonces explicaremos de qué modo Hemos visto el conjunto de hábitos mentales v
la filosofía, que ha de utilizar como herramienta esquemas perceptivos, de mecanismos de respue~-
este lenguaje, trata al mismo tiempo de trascen- ta, sistemas de expectativas y usos sociales que
der (o, al menos, de analizar y hacer conscientes) nos permiten rápida y expeditivamente «verlo
las convicciones automáticas e inconscientes que claro» todo. Y acabábamos sugiriendo que todas
en él vienen incrustadas. estas maneras de ver claro no serían posibles si
no se sustentaran o coagulasen en un lenguaje. Un
lenguaje, decíamos, que es ya una manera de ver
el mundo, una teoría que incorporamos, sin dar-
nos cuenta, por el solo hecho de hablar un idioma.
En este apartado vamos a ver cuál es esta teoría
y por qué la filosofía procura conducimos más
allá o más acá, más al fondo o a otro lugar de
donde naturalmente, imperceptiblemente, nos lle-
van el léxico y la sintaxis que empleamos.
Que todo lenguaje comporta una teoría o una
visión de las cosas se hace patente en la serie de
refranes, dichos y frases hechas que utilizamos ya
como «bloques semánticos», y que varían sensi-
blemente de una lengua a otra, de un país a otro.
No es lo mismo decir «el tiempo es oro» que (<time
is money». Se trata de expresiones que suponen
una cierta concepción del mundo -más o me-
pragmática o irónica, más o menos prudente
audaz-, de manera que puede afirmarse, sin
demasiado, que basta con aprender una
lIIlIf
lengua para adquirir algo de su espíritu: del {Ces-
prit» francés, del «humour» inglés, del «seny» ca-
I" mil
'1t~:
ejemplos que podríamos encontrar en cual-
quier idioma nos ayudarán sin duda a entender
talán, etc. .~; que no sólo nos expresamos en una lengua, sino
De ahí también que toda traducción no sea que a menudo la lengua misma se encarga de ha-
mucho más que una aproximación al original. Cla- blar, de expresar y tal vez incluso de pensar por
ro está que siempre podemos traducir al caste- nosotros. Pero eso no es todo.
llano «ploramiques», «primmirat» o «somiatrui- y no lo es todo porque con nuestra lengua nos
tes» por «quejica», «meticuloso» o «fantasioso», viene dado no solamente un «contenido» de léxico
pero pronto vemos que en esta «versión» de una y de refranes (como quien dice los átomos y las
lengua a otra se nos han derramado -literal- moléculas lingilisticas), sino también una cierta
mente «vertido»- muchos matices por el cami- ~forma» (la estructura sintáctica de aquellos áto-
no.2 Esta mañana el taxista, indignado por la len- mos) que pauta nuestra percepción o nuestro pen-
titud del tráfico, me decía: «esa colla de pere- samiento de manera menos evidente, pero no me-
zosos ya se afañan más, ya, a la hora de plegar». nos decisiva. Los indios zuñi de Norteamérica, por
Colla, afañar, plegar ... , palabras para las cuales ejemplo, no tienen modo alguno de decir que «ayer
no hay una correspondencia estricta en castella- llovió». Lo que la estructura sintáctica de su len-
no; como no las hay para patum o lletraferit, esta gua les permite decir es: «ayer me mojé», o bien
manera entre socarrona y envidiosa que tenemos temipadre dice que ayer llovió en el monte», o aun
de referimos en nuestro país a los intelectuales ... «ayer tuve que guarecerme». Todo eso es posible
En el límite, podríamos incluso decir que sólo decirlo en zuñi. Lo que no se puede es afirmar,
en catalán se puede «ser» un «saltataulells», un así, en general, que «ayer llovió». No es posible
{cbocamoll», un «panxa-contenta» o un «poca-sol- allí ha'9lar (¿pensar, quizás?) de una manera abs-
ta». Como sólo en catalán se puede «hacen> «un tracta o neutra. Siempre es preciso hacer explícita
pensament», «fer-la petar», «fer-ne un gra massa» la experiencia o la relación personal de quien ha-
o «fer volar coloms». O aun «tener» cc1ama tren- bla con aquello de que habla (<<memojé», etc.), y
cada», «pa a l'ull», «l'os Bertran». Estos y otros eso, claro está, da o refuerza una visión concreta
y existencial de las cosas, en las cuales el individuo
se ve siempre implicado.
2. Los ejemplos podrían multiplicarse. Es evidente
que aluden a lo mismo, pero no de la misma manera, Pero no es preciso que vayamos tan lejos: bas-
expresiones como «fer la viu-viu» e «ir tirando»; «valer ta fijarse en lo que ocurre con el inglés. Nosotros
teta i sopa» y «querer nadar y guardar la ropa»; «enviar decimos la luna, el sol, el ár1;>ol,la casa: hay cosas
a dida» y «mandar al cuerno»; «estar capficat» y «estar que son masculinas y otras que son femeninas. En
preocupado». El -tiempo, que para nosotros es «oro», para
los anglosajones es «money». El castellano, que ha ex-
inglés no; en inglés todas las «cosas» son neutras:
portado términos como «siesta» o «guerrillero», ha im· ¡;., ni son he ni son she, sino it. Yeso ya nos indica
portado otros como «water» o «embrague». que el habla castellana (o francesa o catalana o
':;':;
:~//
,'&:n
;~~~
alemana) comporta una visión de las cosas más
viva, más animista, más sexual, que la inglesa. Sin
darnos cuenta, pues, al hablar en castellano, ha-
blamos (y pensamos) de una manera más «se-
xuada» que al hablar en inglés.
"
Inernos a filosofar, o simplemente a hablar, esta-
,.,">mos así retomando todo el arsenal y todo el las-
".'.•.
..tre de experiencias de nuestros antepasados. Unos
'; instrumentos que ellos nos dejaron y que noso-
'ktros hemos de empuñar y manipular con el fin
J,.as palabras, decía Nietzsche, son metáforas .,'de hacerIos nuestros y legar10s a nuestros hijos.
que ya se ha olíridado que lo eran. Basta-a- veces
con fijarse en la etimología o en la estructura de Observad que he dicho arsenal y lastre a la vez.
una palabra para descubrir que originariamente El lenguaje es un medio pero también un límite.
no era sino una «imagen» más o menos visual o Ocurre con las palabras lo que vimos ya de los
analógica: ab-solución o di-solución, etéreo o ma- hábitos: que en ellas es uno y lo mismo lo que
sivo, a-terrizar o anti-pático, etc. Lo que compro- nos ayuda y lo que nos ata o limita. Las «pala-
bamos igualmente por poco que decidamos aten- bras de la tribu», en efecto, pocas veces satisfacen
der a las frases mismas que utilizamos. Hablamos, plenamente nuestra necesidad de expresión perso-
por ejemplo, de la cabeza de familia, del cora- nal o intelectual. Como decía la Estan{:a de Caries
zón de un problema, de la base de un argu¡:nento. Riba:
y claro está que una lengua en la que.nose dijera
«el corazón» sino «las entrañas» de un problema Las palabras -bruscos mojones con que la
tendría/ daría una visión distinta de lo que un pro- idea topa.
La voz mortal -a su vuelo pesada losa ...
blema es. Recordemos que Aristóteles, para hablar (
de la íntima textura de una cosa, empleó la pala-
Precisamente porque las palabras traen ya toda
bra «madera» (yle): la «materia» era la «madera»
una carga de significaciones establecidas, al que-
de la que la cosa estaba hecha y en la que resi-
rer expresar un sentimiento o una idea nuevos, es-
dían sus posibilidades o potencias. De ahí que sean
pecíficos, muy nuestros o íntimos, sentimos que
hoy aristotélicos sin saberIo incluso los periódicos
el lenguaje es demasiado basto o genérico; que re-
deportivos cuando dicen de alguien que tiene «ma-
presenta los intereses sociales de la comunidad
dera» de gran jugador. Y también Unamunb insis-
más que los intereses expresivos de nuestra per-
tía en que, para entender el concepto filosófico de sonalidad. Raramente lo que sentimos es exacta-
sustancia, hay que comenzar por pensar en el uso mente envidia, o resentimiento, u odio, o rabia ...
que del término hacemos al hablar de una sopa Pero, al querer comunicarIo, hemos de reducirIo
muy «sustanciosa». Imagen constructiva una (la a una de estas palabras que, de todos modos, sen-
madera) y gastronómica lB. otra (la sopa) que nos timos siempre como demasiado precisas y, a la
muestran cómo también los conceptos filosófi· vez, demasiado convencionales o groseras para ex-
cos se derivan de las metáforas de la tribu. Al po- presar nuestra experiencia. Y tanto más lo senti-
mos, claro está, cuanto más nos va en su expre· '; sible debería poseer más delicadeza y minuciosi·
sión. De ahí que la tentación de violar el lenguaje 'í! dad; el escrupuloso lo querría más unívoco, y el
o de prescindir deéfsea'i;;ultomás-'"füerte'·cuanto trapacero más equívoco.»
mas~potentes'sean 'la idea o el s€nHiñiento que
'quérelllosexpresar. De ahí aun que la tentaCIÓnde Un lenguaje que los científicos-escrupulosos
los neologismos y, en último término, del silencio querrían sustituir por fórmulas más precisas mien-
-del «silencio claro» de que habla también Riba- tras que los científicos-trapaceros, como Einstein,
sea propia de filósofos y de amantes, de artistas piensan que es demasiado rígido para traducir su
y de místicos. De todos aquellos, en definitiva, que pensamiento:
quieren expresar una idea peculiar o una experien·
cia íntima todavía no repertoriadas. «Mi pensamiento ... : un juego más bien con-
fuso y analógico de signos visuales y musculares
«Son tan oscuras de entender estas cosas inte- al que después hay que buscarle laboriosamente
riores -dice santa Teresa de Jesús- que forzoso los términos explicativos.»
habré de decir muchas cosas superfluas y aun desa-
tinadas para decir alguna que acierte.» Pero antes incluso de este lenguaje hablado o
escrito que parece inquietar a nuestros autores,
y lo mismo ocurre si, en lugar de a Dios, se otro «lenguaje» anda ya mediatizando nuestra ex-
dirige uno a la amada. ' periencia. Se trata del lenguaje de los signos y de
'las nomenclatpras que nos envuelven no ya semán-
«Los besos por escrito -dice una carta de Kaf- tica, sino incluso físicamente. Imaginad que os
ka a Milena- no llegan a su destino; se los beben digo mi dirección: calle Carrasco i Formiguera, 21.
por el camino los fantasmas.» Al decíroslo, no solamente os doy mi dirección,
sino que os estoy informando también, sin pro-
Estos fantasmas son ante todo los del propio ponérmelo, de todo un mundo en el que vivo: una
lenguaje. sociedad donde las calles tienen nombre y las ca-
sas tienen número. Y bien, es sabido que damos
«Un lenguaje -escribe Husserl- que al tem- nombre a las cosas que nos parecen significativas,
peramento artístico, ansioso por reflejar todos los cualitativas, mientras que damos un número, en
humores y los impulsos del momento, le parece cambio, a aquellas que nos parecen meramente
como uniforme y rígido; al sensual le parece de- cuantitativas (en la Guardia Civil sus miembros
masiado abstracto; al filósofo, como mudadizo, in- son --o eran- «números»). De aquí que, al deci-
seguro, dulzarrón y demasiado abundante en imá- ros que vivo en Carrasco i Formiguera, 21, ya os
genes. Para el místico, en su éxtasis, el idioma no esté comunicando también que vivo en una so-
es tan profundo como él necesitaría; para el sen- ciedad donde las calles son lo significativo (la
forma) y las casas son lo residual (el fondo). Una mientras las condiciones externas o internas no
sociedad, si hablásemos en términos estilísticos, cambien radicalmente, resulta bastante eficaz.
más barroca que renacentista. De la misma ma- ,; Pero cuando estas condiciones cambian drástica-
nera que, si os dijera que en Nueva York vivo en mente, lo vimos ya, todos aquellos automatismos,
la Calle 46 o, como sucede cada vez más aquí, que :: !reflejos y convicciones ancestrales dejan de ser
vivo en el Edificio «Torres Blancas» o «Acapu1co», ; útiles, y se impone una reflexión sobre los mismos
expresaría todo lo contrario. (pensar sobre el pensar: lógica; hablar sobre el
hablar: gramáti(:a; juzgar sobre el actuar: ética)
Volvamos ahora, una vez más, a la filosofía. y sobre la realidad que hasta entonces habíamos
¿Por qué, si los hábitos perceptivos de que hablá- . dado por explicada a través de ellos.
bamos en la primera parte o el lenguaje de que Hay que reconocer, pues, que hacer filosofía
ahora tratamos nos lo dan todo tan claro y distin- no es una actitud espontánea. Que se hace filosofía
to, por qué complicamos la vida elaborando filo- sólo cuando los reflejos intelectuales, los hábitos
sofías que no hacen sino aumentar nuestra perple- perceptivos o los lingüísticos están averiados o
jidad? ¿Es puro masoquismo? ¿Son ganas de liar- no funcionan. Y ¿cuándo se estropean o no fun-
la? Por una vez todos, desde el poeta hasta el bien- cionan? No funcionan, por ejemplo, cuando nos
pensante y el revolucionario, parecen estar de "enfrentamos a una paradoja -un callejón sin sa-
acuerdo: «no la toquéis, que así es la rosa»; «no lida intelectual o vital. Miro mi entorno, por ejem-
busquéis tres pies al gato»; «hasta hoy los filóso- plo, y me digo: \
fos habían interpretado el mundo, ahora deben
transformarlo». Todos nos vienen a aconsejar lo «No entiendo que exista el mundo si no hay
mismo: no especuléis, más bien mirad, o cantad, Dios.»
o actuad ...
A todos ellos les respondería que hemos de Pero lo vuelvo a mirar una segunda vez, y afir-
teorizar o especular precisamente porque nuestros mo, con la misma convicción que antes:
hábitos sociales, perceptivos o lingüísticos son de-
masiado «especulativos». Porque al no filosofar, al «No entiendo cómo puede existir este mundo
no hacer teoría, estamos de hecho aceptando y si hay Dios.»
dando por buena la teoría que nos envuelve, la es-
peculación ambiental, que tomamos entonces La incomprensión cambia de lugar -se despla-
como descripción neutral y natural de las cosas. za pero no se disuelve.
Una teoría ambiental, preciso es reconocerlo, que
es a menudo útil y siempre cómoda. Los tópicos, El ejemplo clásico de una situación paradójica
los refranes y las fráses hechas vehiculan una vie- toma su nombre de Epiménides. Epiménides era
ja sabiduría incorporada ya con el lenguaje y que, ~ cretense que decía: «Todos los cretenses mien-
ten.» Y bien, ¿miente o dice la verdad Epiménides? a veces por lo menos, no será al revés, es decir,
Si dice la verdad está mintiendo, ya que afirma que que «estamos tristes porque lloramos» (Watson).
los cretenses mienten siempre, y por tanto él mien- El filósofo ha comenzado, pues, por cuestionar lo
te porque no cumple la regla. Y si miente, por el que se le daba como causa (la pena) y lo que se en-
contrario, dice la verdad, ya que entonces sí que tendía por efecto (el llanto). Y continuará tal vez
se atiene al principio por él enunciado, según el preguntándose aún si no será que «lloramos para
cual todos los de su país son mendaces. Ved, pues, dejar de estar tristes»; si no será el llanto la exte-
que si dice mentira dice verdad, y si dice verdad riorización de una pena que, hecha lágrima, con-
dice mentira. Los filósofos modernos han resuelto seguimos en cierta manera expulsar o exorcizar.
esta paradoja hablando de «niveles de lenguaje», lfoda lágrima, entonces, tendría algo de lágrima de
pero no es eso lo que nos importa a nosotros -de cocodrilo, y el llanto, más que la causa' o el efecto
momento al menos. de la pena, sería su cura. «Para creer -decía Pas-
Por ahora sólo nos interesa comprobar que la ca,l-, lo primero es tomar agua bendita.» O sea,
existencia de Dios o la frase de Epiménides son que no tomaremos agua bendita porque creamos,
ejemplos de problemas o situaciones habituales sino que creeremos porque tomamos agua bendita.
que, al mirados más detenidamente, se nos mues- y desde esta misma actitud podemos preguntamos
tran como paradójicos «callejones sin salida» (que todavía si una forma de comportamiento es casti-
eso precisamente quiere decir aporía). X~~~ gada penalmente porque la sociedad la considera
todo en las situaciones-límite de nuestra vida -en inmoral, osi la considera inmoral porque es casti-
erainór iniposiblé,en Iamlrádaaériiliioenfermo, gada penalmente; si Dios quiere y nos exige aque-
en la muerte del amigo- cuando se nos hace pa- llo que es bueno, o si es bueno aquello que Dios
tente esta carª -........
absurda yprobleITIática
...
. ' . .. ".
de
..
tod01O-
.,..---------
. . .. . ."
quiere y nos exige -algo sobre lo cual los más
que sentimos o pens.amos. Es entonces CUi;\ndoto- conspicuos teólogos no han llegado aún a ponerse
dos, y no s6Tarnénté10sdeT«gremio», teIld~II1o§,,ª de acuerdo.
filosofar. Filosofar qt1ier~u.kc::ir entoncesl;>1J.~car la "J¿Loque vemos entonces, cuanto menos, es que
'otra c~Ü':a.
~Jªs, c::osas;1acara n0iriiálmente.es&.QJ1::-" las cosas no están tan claras como nuestros hábi-
"dida en las mismas evidencias. Unas evidencias tos lingüísticos, mentales o profesionales nos de-
qt1e_~C?~.,,~~p:~g.ª~d~~ ~.~ ..!()4ºilq~§~- jaban creer. Y en ciertos casos podemos incluso
~ós TosesqueIlla.~de ros que hemos hablado, pero negar a tener la evidencia empírica de que las co-
que, a partir de"Cierto punt(), ya no nos <::_()E.Yeí!ª~.Íl sas son exactamente al revés de lo que habitual.
ni satisfacen. inente decimos y pensamos. Tomemos al respecto')f'4
. Detengámonos aún en algunos ejemplos, em- otro caso ejemplar. Parece que nadie podría repli-
pezando por los más tópicos. car a quien dijera una cosa tan obvia como la
El filósofo oye decir, por ejemplo, que «llora- siguiente: «Los hombres estamos dispuestos a pa-
mos porque estamos tristes», y él se pregunta si, lar por aquello que nos agrada, o a esforzamos
por aquello que valoramos.» Pero incluso aquí
puede salimos el filósofo argumentando que mu-
-r-
;"!}lan de tener, en efecto, pues si no creen ahora
,;que es muy valioso ser notario o ser catedrático,
chas veces resulta al revés: que no pagamos por . •está claro que fueron unos necios quemándose las
aquello que nos agrada, sino que nos agrada aque- pestañas durante cuatro años para preparar las
llo que hemos pagado. Y para demostrado puede ..•oposiciones...
incluso echar mano de un conocido experimento. ..•.... «Causa» y «efecto» parecen así haber intercam-
En un laboratorio de psicología social de Es- biado sus papeles: no es que la gente se esfuerce
tados Unidos se formaron dos grupos de gente de por aquello que valora, sino que valora o trata de
origen y formación análogos, a quienes se proyectó valorar aquello por lo que se ha esforzado. Al ha-'#-
por separado una misma película: una película cer filosofía hemos de aceptar estos cambios de
pesada, aburrida, malísima. A los del grupo A, sin perspectiva que a menudo ponen en crisis nues-
embargo, se les había convencido (gracias a un tí- tras más arraigadas creencias o convicciones. Pen-,#-
tulo y a una explicación previa muy sugestivos) gemos, por ejemplo, en una convicción hoy gene-
para que pagasen un elevado precio por verla, ,•.ralizada que podría formularse así:
mientras que a los del grupo B se les ofreció gra-
tis. Pues bien, cuando se les hizo luego a unos y a «Todo ha de estar bajo el imperio de una ley
otros una encuesta sobre la calidad de la película, igual para todos, en un mundo donde cada uno ha
el grupo que había pagado por veda respondió, en {.ietener iguales oportunidades para acceder a la
general, mucho más positivamente que el grupo J'iqueza y al poder.»
que no había pagado. Y es lógico: para los compo- y veamos una vez más cómo ahora, cuando
nentes del grupo A, el hecho de aceptar que habían todo el mundo está de acuerdo, llega todavía el
pagado un precio tan caro para ver un bodrio era filósofo a romper el consenso.
confesarse necios y además engañados -tontos y «¿No es una pena -dirá tal vez- eso de poner
apaleados. De ahí que hallasen mejor la película toda la vida bajo la impronta de la ley o de la nor-
precisamente porque habían pagado tanto por ver- ma; que un esquema formal venga a colonizar to-
la: la tenían que defender para, de alguna manera, dos los aspectos de la existencia... ? Seguro que
autodefenderse. Y muy bien conocen este meca- eso comporta unas ganancias, pero tiene también
nismo psicológico los clubs de tenis que cobran su precio.»
inscripciones tan elevadas por hacerse socios, o los ; y en este punto nuestro filósofo puede apelar
cuerpos de catedráticos, de jueces, de notarios. al testimonio de dos autoridades clásicas bien dis-
Entrar en estos clubs o cuerpos cuesta mucho (en tintas. Aristóteles, por un lado, que en la Consti-
dinero, en estudios, en oposiciones) y, precisamen- tución de Atenas defendía una regla -la graphe
te porque ha costado tanto entrar en ellos, quie- paranomon-, según la cual podía acusarse a quien
nes lo han conseguido valoran altamente su perte- presentara a la Asamblea una ley inviable, e insis-
nencia y tienen un gran «espíritu de cuerpo». Lo tía en que había que condenar a una pena especial
a la persona por cuya culpa hubiera sido preciso der, etc.) hacen que los desafortunados sientan que
dictar una ley nueva. Dictar una ley, en efecto, es 10 son, además, por su culpa. De ahí que en Esta-
contaminar el mundo con una regla o norma más, dos Unidos, donde este principio es creído y vivi-
desgracia por la que era preciso, según Aristóteles, do por todos, los individuos que son pobres o que
hacer pagar al responsable. Por otro lado, el filó- no han triunfado se sientan mucho más miserables
sofo podría apelar al legislador de Esparta, Licur- que en los países de tradición cristiana, de tradi-
go, quien castigaba a su gente no por haber come- ción mítica, de tradición incluso marxista.
tido un delito, sino por haber sido sorprendidos La razón es sencilla. Si yo vivo en un país de
en el momento de cometerlo. ¡Los castigaba no por tradición católica, puedo decir: «Yo soy pobre por-
delincuentes, sino por torpes! que Dios o la Providencia así lo ha querido.» Si
En el primer caso, Aristóteles sugiere que es 'soy marxista puedo decir: «Soy pobre porque las
preciso castigar a aquel individuo que nos obliga estructuras capitalistas me oprimen.» Si vivo en
a «legalizar» un trozo más de vida, a hacer el mun- un medio mítico, puedo pensar que «éste es mi
do algo más normalizado y legal de lo que ya es. ,destino». Si vivo, por el contrario, en una sociedad
En el segundo, Licurgo propone un castigo para donde teóricamente la gente es igual ante la ley y
el delincuente ingenuo que, atrapado, obliga a que 'con las mismas oportunidades de tener éxito, al
funcione el aparato legal y judicial. En ambos ca- fracasar no sufro sólo las consecuencias materia-
sos, pues, tanto en Atenas como en Esparta, la les: padezco, además, la consiguiente pérdida de
existencia de la norma o el funcionamiento de la dignidad ante mí mismo o ante mis compañeros o
ley aparecen como un mal menor -nunca como familiares, que toman mi falta de éxito por un
el bien o el ideal que parecía sugerir la afirmación SÚltomade mi minusvalía personal, de mi crónica
que estamos comentando. e íntima inferioridad.
y esto en una época y en un país donde, según Detengámonos aún, para acabar esta tercera
dicen, cumplir la leyera vivido como un imperati- parte, en el análisis crítico de un par de afirmacio-
vo moral y no sólo legal. ¿ Qué no será pues en un nes que parecen también de sentido común: que
tiempo como el nuestro en el que la actitud na- Ma seriedad es más trascendente que la broma; que
tural ante las obligaciones legales o tributarias es "1 contenido importa más que las meras formas.
tratar de escabullirse, y el conseguirlo tiene in- 'Muy a menudo oímos decir críticamente de al-
cluso cierto prestigio social? La única diferencia ¡uien: «todo se lo toma a broma» o «sólo le im-
hoy día es que, mientras los ricos y poderosos con- ,portan las formas». Ahora bien, los estudios antro-
siguen a menudo pasar por encima de la ley, los 'pológicos han mostrado que la broma, el ridículo
menesterosos tratan de pasar por debajo y con un y'la mutua tornadura de pelo tienen una impor-
éxito mucho más relativo. Ahora bien, la teórica 'tancia capital en muchos pueblos y tribus: entre
igualdad frente a la ley o la teórica igualdad de :otras cosas, para sublimar o canalizar simbólica-
oportunidades para conseguirlo todo (riqueza, po- mente la agresividad. Los bozo y los dogon, por
ejemplo, se burlan ritualmente unos de otros (<<tu "¡¿.es el grupo o la especie en cuestión (entre los de-
mujer es jorobada», «la única gacela que conse- .¡':predadores,por ejemplo, más que entre los herbí-
guiste cazar era coja», etc.) dos o tres veces al año, 'voros, o entre señores feudales más que entre sus
y sólo se rompieron abiertamente las hostilidades ¡siervos), o cuanto mayor es la densidad de pobla-
entre ambas tribus el año en que olvidaron cum- :ción y la delimitación espacial. ¿O será pura ca-
~lir esta estricta etiqueta de conflictos litúrgicos. ~lidad que entre los pueblos más «civilizados»
También las novatadas a los nuevos reclutas o es- se encuentren precisamente los de las grandes is-
colares son una manera ritual de canalizar la agre- las, en las que la aglomeración y la falta de espacio
sividad y de advertir a los recién llegados sobre dOndehuir o aislarse potenciaban la agresividad y
cuál es la verdadera jerarquía dentro del grupo. hacían más problemática la convivencia? ¿No son
Claro está que todo esto se puede conseguir, y se acaso Inglaterra y Japón los países que han lleva-
consigue a menudo, sin apelar a la broma y a la do más lejos la etiqueta y los formalismos socia-
toma dura de pelo -pero, sin duda, es ésta la for- les? ¿Y existe acaso algún deporte que no se
ma relativamente menos brutal que conocemos. kaya inventado en uno de estos países? Al borde
No, eso de la broma no es ciertamente ninguna Siempre del conflicto, la cortesía y el deporte les
broma, y seguramente ha ahorrado mucha sangre han permitido durante mucho tiempo proteger a la
a lo largo de la historia. SOCiedadcivil de los hábitos predatorios adquiri-
Tampoco son ninguna broma ni ridiculez las dos y ejercidos en el mercado libre o en la expan-
buenas formas y maneras de la educación: las for- sión colonial. Y la alternativa a esta ritualización
mas del trato y de la cortesía, de la mesa y del le- ~()cial.ocodificación deportiva de la conducta com-
cho, del coqueteo y el regateo. Formas todas ellas petitiva la conocemos demasiado bien: la alterna-
que prestan un suave tinte impersonal civil y es- tiva de la buena educación es el eficaz adoctrina-
tereotipado a nuestras relaciones; que' las dotan, miento, como la alternativa del deporte es la mar-
por decido en una palabra, de «formalidad». Una cmamilitar.
formalidad que nos ayuda a superar, o cuanto me- Rituales y protocolos, liturgias y etiquetas que
nos a aliviar, el miedo y la agresividad latente en a\lIIlentan, pues, en proporción a la ansiedad, agre-
el trato con los demás. No es casualidad, por ejem- $ividad o desazón que se experimenta en las si·
plo, que los hombres hayan formalizado siempre $uaciones-límitede la vida. De ahí que no sea tam-
las en~rucijadas decisivas de la vida individual y 'poco de extrañar que el noviazgo y el matrimonio
colectIva con ritos de iniciación, de pasaje, etc. 'tengan, en todas las épocas y grupos, un fuerte
Todas estas formalidades -aparentemente frívo- contenido convencional... Y me atrevo a insertar
las o gratuitas- tienen también la función de civi- ,~uí lo que al respecto escribí a la vuelta de un
lizar la agresividad. De ahí precisamente que las , viaje a Nueva York, tratando de explicarme la ho-
formas de la cortesía y el cortejo sean tanto más .,.tnofilia generalizada de aquella ciudad.
elaboradas y más sofisticadas cuanto más agresivo
Primero fue el imperativo de la naturalidad e ms personas que entran en un territorio descono-
informalidad, luego la liberación sexual y, por fin, cido, inseguras de su ciencia y competencia en él.
el feminismo. Con ello fueron eliminándose en Formas convencionales de «hacer el hombre» o
nuestro tiempo, una tras otra, las formas más o .hacer la mujer» a las que agarrarse cuando no se
menos protocolarias y ritualizadas que habían re- sabe demasiado bien cómo hay que comportarse.
gido la aproximación entre los sexos. Las formas ¿Que estos formalismos han servido asimismo para
de la cortesía o etiqueta aparecieron primero como reforzar los estereotipos y hacer de cada sexo una
hipocresía, luego como cursilería y por fin como ridícula caricatura de sí mismo? Qué duda cabe.
la sutil estratagema con la que el hombre afirma- Pero aquí, como en tantas otras cuestiones, hemos
ba su superioridad y que la mujer utilizaba para de evitar que con el agua sucia se nos cuele tam-
«obtener» lo que ni el derecho ni la fuerza le ga- bién el niño por el desagüe. ¿Acaso no es esto lo
rantizaban. La deferencia masculina y la reticen- que nos ha ocurrido con los ritos y cele~ra~ione.s
cia femenina formaban así un sistema de «astu- .quemarcaban el ritmo o los momentos sIgmficatI·
cias» cruzadas y complementarias. Ceder el paso vos de nuestra vida: misas y primeras comunio-
a una mujer o respetar su más mínima señal de ..JleS, ceremonias asociadas al matrimonio o a la
rechazo eran «privilegios» del mismo orden que , muerte? Al dejar de creer en el específico conteni-
los otorgados a la mujer por el Derecho Romano do religioso que entre nosotros informaba estos
en razón precisamente de su imbecilitas sexi. actos o situaciones, se ha tendido a prescindir tamo
Todo esto es verdad, pero no es toda la verdad. 'oién de las formalidades que en todo tiempo y lu-
Decir de cualquier manifestación de cortesía o de. gar han marcado las encrucijadas decisivas de la
ferencia que no es sino hipocresía, supone una in- vida individual y colectiva: los ritos de iniciación
completa y simplificada traducción psicológica de O de pasaje. Se trata de momentos en los que se
un fenómeno harto más rico y complicado. Y digo cruzan la biografía y la cronología, los sentimien·
incompleta porque en modo alguno explica cómo tos y las instituciones, y a los que los hombres no
ni por qué los rituales, protocolos y etiquetas tien- han dejado nunca de dar un carácter rígido yes-
den a encarnar precisamente en las conductas mar. tereotipado con el fin, según vimos, de apaciguar
cadas por la angustia o la ansiedad; por la insegu- el vértigo individual y colectivo que se produce en
ridad que inevitablemente acompaña la aproxima- cada uno de estos tránsitos o coyunturas.
ción a un paisaje o personaje extraños -sea del Libres ahora de formas y ceremonias, reduci·
otro mundo, sea del otro sexo. dos estos momentos decisivos a actos convulsa y
Las formalidades que pautan o modelan el tra- compulsivamente «sinceros», «informales» o «es-
to entre hombres y mujeres cumplen así una im- ,ipontáneos», no podía sino surgir un renovado con-
portante función de cojín o amortiguador. No son 'servadurismo psicológico temeroso de todo cam-
sólo formas estereotipadas de poder o sumisión. bio o transformación. Pues si es cierto, como pien-
Son también, y ante todo, expresión del temor de $0, que las formas convencionales son el viático
que nos conforta y acompaña en los momentos de
tránsito difícil, la falta de este apoyo no puede
sino llevamos a una temerosa huida hacia adentro
y atrás. La alternativa parece clara: o formalismo
o narcisismo, o convencionalismo o conservadu-
rismo.

¿Por qué lloramos? ¿Es conveniente una ley


formalmente igual para todos? ¿No son inútiles y
hasta indignantes los convencionalismos sociales? Llegados a este punto, conviene sin duda hacer
jHemos visto cómo, tras una inspección algo más un breve resumen de lo que hemos dicho hasta
atenta, nuestras respuestas automáticas hacían cri- ahora. En la primera parte se pretendía mostrar
sis, y las cosas aparecían algo más complejas y en qué medida la necesidad de ver claro es una
matizadas~En el próximo capítulo acabaremos actitud más neurótica o atávica que propiamente
viendo de qué modo esto es verdad no solamente _Milosóficao científica. En la segunda hemos inten-
por lo que respecta a los fenómenos psicológicos ~do verificar cuáles eran los mecanismos o los ca-
y sociales apuntados hasta aquí, sino incluso refe- nales que nos permitían hacemos la ilusión de que
rido a la Moral y a la misma Filosofía. todo es claro: el lenguaje y las frases hechas, las
convenciones ideológicas, los mitos y los ritos que
nos ofrecen un mundo hecho ya a nuestra guisa y
medida. En la tercera estación de esta via philo-
sophiae nos detuvimos especialmente en el lengua-
je y vimos que el filósofo no acababa de sentirse
satisfecho con las evidencias por aquél manufactu-
radas y promulgadas. De ahí, añadíamos, que a
menudo su lucha no sea tanto contra la opacidad
de los fenómenos como contra la convencional y
pretendida claridad de éstos; que no busque tanto
resolver los problemas cuanto multiplicarlos y
mostrar todo aquello que tiene aún de problemá-
tico lo que más evidente nos parece: lo paradójico
vncrustado en lo más perogrullesco. Pasamos lista
"l'entoncesa algunas «evidencias» psicológicas, po-
líticas o sociales, con el fin de mostrar cómo el
" filósofo tiende también a darles la vuelta para ver
su cara oculta. y ahora, por fin, podemos acercar- estímulo; que ha aceptado perder pie frente al su-
nos a esta otra cara de nuestras más entrañables jeto o la situación a que se enfrenta.
convicciones morales, políticas e incluso filosófi- Oímos decir igualmente que ser moral es tener
cas. Pues conviene no olvidar que si la Filosofía una jerarquía fija y objetiva de valores. Dentro de
ha de empezar mostrando la otra cara de las co- esta escala, los valores más bajos (los sensuales,
sas, no puede acabar, si se quiere realmente críti- vitales, etc.) se realizan precisamente al subordi-
ca, sino mostrando a su vez la otra vertiente de sí 1)8I'sea los más altos (los intelectuales o espiri-
misma. tuales). Pues bien, yo no creo tanto en una escala
cPII10 en una pluralidad de valores, necesidades o
Comencemos de momento por las evidencias tendencias conflictivas que tienen, cada uno en su
morales. Ser moral -oímos decir a menudo- ámbito, un carácter absoluto. ¿ Cuáles son estas
quiere decir ser responsable y de una pieza, tener necesidades o tendencias? En nuestra vida o acti-
una jerarquía de principios clara y firme. vidad intelectual necesitamos una cierta distancia
Pienso que se puede decir -y hasta cierto a fin de poder analizar fría y objetivamente las co-
punto se debe decir- todo lo contrario. ¿ Qué sig- sas. En nuestra vida sensitiva, en cambio, necesi-
nifica, en definitiva, «ser responsable»? Llamamos tpnos la proximidad o la inmediatez respecto al
responsable a una persona cuando podemos saber S,er deseado. La distancia es, pues, un valor inte-
cómo responderá a cierto tipo de estímulo: cuan- ~tual; la proximidad un valor sensual, y ambos
do su respuesta es previsible. Sea cual fuere la ne- son a menudo incompatibles. La lista de polarida-
c~~idad que lo solicite, la mujer que le guste, el <,tespuede continuarse aún: para nuestra vida sen-
mno que le reclame, el ideal que se presente, siem- qwental necesitamos dependencia, mientras que
pre responderá de acuerdo con sus principios. Aho- para la vida política necesitamos poder y poten-
ra bien, quizá ser moral no consista tanto en eso cla; la "ida íntima o personal requiere autentici-
en ser siempre auténtico y fiel a los propios prin~ dp.d y la pública eficacia, etc. Ahora bien, nues-
cipios (lo que en el límite puede transformarse en tn:J.. innata tendencia a la autosatisfacción nos lle-
un narcisismo de la propia integridad), como en va a creer -o a querer creer- que aquella vida
responder efectivamente al objeto o a la persona o profesión por las que nos hemos decidido repre-
concreta que tenemos delante. :esta deja entonces s~tan la suprema síntesis de todas las experien-
de ser un mero «ejemplar-pretexto» (<<un»necesi- cias y todos los valores. De ahí que el casado quie-
tado, «una» mujer), un motivo ocasional para ejer- ra y tienda a pensar que el matrimonio no es una
cer o poner en práctica los propios principios, y opción, con sus ganancias y sus costes, sino la mis-
se transforma en algo real que nos arranca una mísima síntesis de todos los valores y de todas las
respuesta que no teníamos aún preparada ni in- éXperiencias: síntesis de sensualidad y de respon-
ventariada. Moral, en este sentido, sería toda res- sabilidad, de intimidad y de sociabilidad. Igual-
puesta que se ha dejado primero seducir por su mente, el político tenderá a creer que su opción
~ r"'WJ:!' ~ .
supone la síntesis de teoría y praxis, de compro- . se haya acercado a los catalanes hasta permitirnos
miso vital y de experiencia teórica, de sensibilidad por una vez co~siderada como cosa nuestra. ~ero
moral y de sentido de eficacia... esto, que es eVIdente, no nos ha de hacer olVIdar
Ser moral, para mí, es hacer exactamente lo las ventajas que tenía la distinción, en la época
contrario. Es recordar siempre la importancia de franquista, entre lo que era la ideología oficial y
aquellas opciones que no hemos tomado: de aque- Ío que era la ideología de la gente. En catalán o
llos valores que, quizá necesariamente, hemos sa- desde Barcelona hablábamos Nosotros; en caste-
crificado, pero que nunca olvidaremos ni preten- llano o desde Madrid hablaban Ellos. Esta duali-
deremos reducir a subproducto de los inherentes dad estatuía, en cierta manera, dos tipos de poder
a nuestro estado o profesión. Podemos así optar -el poder estatal y el poder de la sociedad civil-
por la vida ascética, pero entonces lo que hace fal- que pocas veces coincidían y. en cuyos m.árgenes
ta es saber y recordar el valor -absoluto en tan- podíamos hacemos nuestra lIbertad partlcular ...
tos sentidos- de la sensualidad. Como podemos Ha sido bueno, quién va a negado, que el poder
optar por la vida intelectual siempre que reconoz- social y el estatal, el familiar y el oficial, dejaran
camos los límites y la crónica parcialidad de todo de coexistir esquizofrénicamente como había suce-
lo que sólo entendemos, así como la importancia dido hasta entonces en Cataluña. Pero también es
de todo lo que pasa por fuera de las ideas. De ahí cierto que, al juntarse y concentrarse, estos dos
que, si somos artistas, debamos trabajar también niveles de coacción se refuerzan peligrosamente y
contra la imaginación, por lo mismo que, si somos se hacen potencialmente mucho más absolutos. Pa-
burócratas, hemos de cuidar de no enamorarnos radójicamente, un poder legítimo y socialmente
del papel timbrado. En definitiva, puede ser mo- reconocido es más «absoluto» que un mero poder
ral haciendo cualquier cosa, siempre, eso sí, que de hecho, pues a la fuerza objetiva se añade enton-
no empecemos por querer colonizar el mundo en- ces la autoridad moral. Por ello quienes ostentan
tero con las virtudes o «valores» del propio queha- ahora esta renovada y reforzada autoridad deben
cer. Frente a esta tendencia a hacer el mundo ser mucho más liberales, delicados y tolerantes
parecido y a la medida de uno, la moralidad con- que cuando simplemente defendían esta libertad
sistiría más bien en hacemos nosotros parecidos contra el franquismo. Pues ahora hay que mante-
al mundo; no en moralizar el mundo, sino en mun- ner desde las mismas instituciones aquel juego y
danizarnos nosotros. pluralismo que antes venía dado por el mero he-
cho de que las fuentes de poder, de control y de
Para ilustrar este talante que denomino a la legitimación eran dos y bien distintas.
vez moral y filosófico,tomaremos ahora unos ejem- Está claro que andar diciendo, aunque sea po-
plos de la realidad política inmediata. A todo el lémicamente que ser moral significa ser irrespon-
mundo le parecerá bien que, gracias al Estatuto sable, o que ~o para todo fue mala la ~epresión de
de Autonomía y a la Generalitat, la administración la cultura y las instituciones democrátIcas, es algo
~s que nuestros vicios son casi siempre la otra
que ~o~pe nuestros háb~tos me?tales y nuestras' ~a de nuestras virtudes. La fuerz~ y ~a potencia
conVICCIOnesmorales mas enralZadas. Algo que de nuestro pensamiento, podemos anadIr ahora, es
acostumbra también a irritar considerablemente menudo la otra cara de nuestra ceguera para lo
a la gente. No es, pues, nada extraño que los fiJó- a ue tenemos delante de la nariz. Un pensamiento
sofos, en la medida en que han desempeñado este J masiado poderoso que todo lo entiende (iba a
papel, a menu~o hayan acab~~o bas!a?te m~l. Pen- d:Cir: que todo 10 engulle) ac~b~ con frecuencia
sad que los filosofos son qUlza los umcos, Junto a nsordecido por su propio estrepIto, deslumbrado
los cristianos, cuyo padre fundador fue ejecutado. ~r su propia luz, embotado con todo lo que ha
y Sócrates fue ejecutado precisamente por impie- tragado. La auténtica experiencia de la realidad,
dad, por falta de respeto a la tradición, incluso por or el contrario, sólo comienza allí donde acaba
perversión de menores. Porque está visto que nada puestra capacidad de hacernos las cosas a nuestra
inquieta tanto ni parece tan subversivo como el ~edida. De ahí que la verdadera experiencia de las
solo hecho de mencionar y sacar a la luz todos cosas no resida en la «comprensión» del antropó-
aquellos aspectos de la realidad censurados por logo en la «erudición» del historiador, en el «aná-
nuestros hábitos o relegados a la oscuridad por los lisis:> del lingüista, en la «interpretación» del psi-
administradores oficiale~ de la verdad. <:ólogo,etc. Esta experiencia surge más bie~ a par-
Aunque tampoco aqUl hay que exagerar. Es po- tir de los fenómenos singulares que se reSIsten ~
sible que a los filósofos les corresponda ser após- ser comprendidos y que, por lo mismo, nos obh-
tatas crónicos, pero es preciso también que sean gan a ampliar el marco teórico desde el que los
(como decía la Inquisició~ de aquel ~obre hon;bre contemplábamos. ,
quemado en Durango) apostatas relaJados, aposta- Ahora bien, para dejar que los fenomenos o la.s
tas no crispados. ¿Y qué quiere decir eso de após- cosas se nos acerquen sin anticiparlos ni neutrah-
tatas relajados? Quiere decir apóstatas conscientes zarlos con un concepto previo, para «responder»
de que, en definitiva, su eficacia no radica tanto efectivamente a ellos, para dejar que se nos acer-
en el poder y la claridad de su pensamiento como quen incluso aquellos que van contra nuestras ~on-
en la debilidad de su convencimiento. y es con la "vicciones básicas, es preciso tener una actItud
glosa de esta última afirmación como quisiera ya \más bien débil que fuerte, más vulnerable que se-
concluir. gura, más hembra que macho, más receptiva que
El punto fuerte de la filosofía es para mí la activa. Los individuos que han aportado. una nue-
vulnerabilidad de su convencimiento. ¿Por qué ha va visión de la realidad, en efecto, han SIdo perso-
de ser el conocimiento filosófico precisamente un nas con una gran personalidad, pero raramente con
conocimiento débil? 3 En el segundo capítulo de-
si6n conocimiento débil se ha generalizado hasta adqui-
rir un valor emblemático.
un carácter fuerte ni con ideas demasiadoprecisas Xn. para saber. como Pitágoras o SherlockHol·
sobre las cosas. No más claras, en todo caso, que mes, atender a aquello que «no importa», es nece-
las del propio Sherlock Holmes. sario tener unos esquemas mentales lo bastante
¿ Cuál es la ventaja que posee siempre Sherlock blandos y borrosos como para que la experiencia
Holmes sobre Watson en sus investigaciones? Su de la realidad pueda estructurarse de una manera
ventaja consiste en que mientras Watson, en cuan- nueva; no tener de antemano una idea demasiado
to llega al escenario del crimen, ve en seguida qué clara de lo que se quiere y de lo que se busca; sa-
es lo importante y significativo-el cuchillo sobre ber atender sin precipitarse a entender. Sólo con
la mesa o el perchero ensangrentado-, Sherlock una mente y con una actitud de esta especie, con-
Holmes se deja atraer por lo más trivial: una ceptos aparentemente tan heterogéneos como
vela, por ejemplo, que, si el asesinato se cometió a cultura y represión (Freud), gravedad y trayecto-
las siete de la tarde, debería estar consumida y tia de los astros (Galileo), filosofía y sistema de
en cambio, aún quema. Y éste es, casi siempre, eÍ producción (Marx), o materia y energía (Einstein)
mecanismo de un descubrimiento o de una visión pueden manifestar una conexión tan profunda
nueva de las cosas: la ruptura de los esquemas cómo insospechada.
convencionales encargados de definir qué es Rele- . Pero hemos dicho también que una actitud fi-
vante y qué es Insustancial, cuál es el Medioy cuál losófica requiere no solamente un conocimiento
es el Fin de un proceso,4cuál es la Estructura y débil, sino, además, un convencimiento débil. De
cuál la Función de un fenómeno, qué es el Mensaje otro modo, y con razón, alguien podría argüir:
y qué es, simplemente, el Ruido o parásito que «Ese Rubert parece que ve muy claro lo de que
acompaña a su transmisión... hemos de verlo todo oscuro; él dice muy fuerte y
Junto a sus amigos, Pitágoras contemplaba convencido eso de que el pensamiento ha de ser
cómo el herrero fabricaba un arado, pero, a dife- débil y tentativo.» Los filósofos, en efecto, pode-
rencia de los demás, que se fijaban en lo que era mos comenzar por ver oscuro el mundo, pero he-
importante -en la forma que tomaba la herra- mos de acabar por ver oscuras y dudosas también
mienta-, Pitágoras supo atender al maldito ruido ..nuestras propias convicciones.De ahí que el filóso-
producido por el artesano. Con ello es posible que .fo no pueda creer que «ahora sí» que va a explica-
se le escapara algún defecto del apero, pero des- J)'Osél lo que «de veras» es el Hombre o el Pensa-
cubrió en cambio la escala de los sonidos... Ahora miento o el Mundo o lo que sea. Él sabe, con Kant,
que «la razón humana tiene el destino particular
4. El descubrimiento del motor eléctrico no consistió de verse acosada por cuestiones que no puede re-
sino en el hecho de que a alguien se le ocurrió invertir chazar, (... ) pero a las que tampoco puede respon-
la relación medio-fin en una dinamo. El desperfecto de Sabe que su tarea no es sino suplir viejos
una máquina textil produjo el género «defectuoso» que
alguien tuvo el genio de reconocer como óptimo para
por nuevos esquemas; por nuevas imágenes
secarse: la toalla. o modelos, tal vez mejores o más adecuados que
Desperté y busqué en torno un acontecimiento
no transformado en noticia, una función no codi-
ficada por una institución, una práctica que no
fuera una profesión, una teoría no apelmazada y
exaltada como ideología. Salí a su encuentro, pero
en todas partes me daban liebre por gato: pedía
un libro y me daban una Obra, necesitaba un mé-
todo y me enseñaban una Metodología, buscaba un
objeto y me ofrecían un Diseño, quería un país y
me encontraba en un Estado, yo deseaba una mu-
jer pero me decían que eso eran cosas de mi Li-
bido.
La política y el sexo, el comercio y la informa-
ción: todo me parecía cada vez más sublime y
cultural; impregnado por su valor, transmutado en
símbolo. Los objetos con los que me iba topando
sólo parecían existir como excipiente del sentido
que debían vehicular. Dondequiera que dirigiera
mis pasos me encontraba con algo adaptado ya de
antemano a mi asimilación, cortado a la medida
de mis sentidos, expectativas o ideales. Y es en-
tonces cuando sentí aquel extraño malestar: algo
así como la basca que produce un alimento licua-
do, una papilla gástrica o un Gerber que se nos es-
curre, tibio y granuloso, por el esófago. Un males- taminado por mis propias fantasías, el entorno me
tar que se confundía con la nostalgia de los pro- aparecía como un inmenso y caricaturesco espejo
ductos de otro tiempo que había aún que mascar de mí mismo.
y digerir. ¿ Cómo romper el hechizo? ¿ Cómo abrir una
Pronto descubrí, sin embargo, el analgésico -brecha -me decía- en este cerco del hombre por
que me ofrecían para aplacar estas desagrada- sus propios productos o imágenes? El único me-
bles sensaciones. La sofisticación del nuevo arte dio, pensaba, sería bajar la guardia para permitir
y la nueva cultura debían servirme ahora para el reflujo de todo aquello que está más allá de no-
ejercer en digest aquel esfuerzo de asimilación y sotros, de nuestra capacidad de entender y organi-
adaptación expulsado de la vida cotidiana: una zar. Pero hasta el momento sólo parecía haberse
cultura intensa y concentrada que compensaba mi intentado superar este aislamiento ampliando más
inactividad intelectual, justo como la gimnasia de- y más el ámbito de lo controlado: tratando de ali-
bía compensar mi trabajo sedentario. Realidad viar los males del control técnico del mundo ...
«explicada» y alta cultura «complicada», mundo mediante su control semántico; perfeccionando el
verosímil y arte abstracto, entorno pompier y es- diseño funcional del entorno con la adición de va-
tética vanguardista formaban así un sistema per- lores malditos o vibraciones gratuitas; ampliando
fectamente equilibrado. En un mundo excesiva- el sistema de producción de ideología o la produc-
mente «facilitado» y previsible, la dificultad se me ción de psicología. Para los «psicólogos radicales»
ofrecía también como un servicio o una mercancía americanos, por ejemplo, se trataría de ir sustitu-
delicadamente diseñada para inquietarme y sor- yendo la producción de objetos por la producción
prenderme; para dar variedad, color o aroma a la de relaciones: el hardware tecnológico por el soft-
papilla; para introducir en mi experiencia los mí- ware social. Diseño y producción de relaciones que
nimos básicos de resistencia que me permitirían daría lugar a una nueva cultura intensa, comunal,
recobrar el equilibrio cuando me sintiera llevado sentida y vivida; una nueva sociabilidad hecha de
por el vértigo del sentido. interacciones, contactos y vibraciones. Grupos de
:Éste fue el primer diagnóstico de mi dolencia. encuentro, juegos comunicativo s, terapia de senti-
El vértigo, con todo, persistía. La realidad se me mientos, desarrollo del potencial humano, concien-
hacía no ya espiritual, sino espirituosa; no ya do- ciación del propio cuerpo, feed-back bioenergético,
tada de significados, sino impregnada de ellos: chequeo interactivo, masaje psíquico, pedagogía
significamentosa. Todo me era familiar, y más aun del contacto ...
que familiar: íntimo. En todas partes me topaba El florilegio de métodos y técnicas parecía in-
conmigo mismo. Mis pasiones y obsesiones per- terminable, pero el mecanismo social detrás de to-
fectamente expresadas en los anuncios de colonia dos ellos parecía uno y el mismo. Se trataba sim-
para hombres. Mis desperdicios psíquicos se me plemente de cuestionar la adecuación entre el sa-
ofrecían ahora en forma física de mercancías. Con- ber de la gente y su empleo, entre su sensación
física y su salud o entre su apetencia y su compe- que vienen a nosotros. El rótulo no indica qué hay
tencia, generando así un nuevo mercado de gadgets en el bote sino para qué es; no describe el objeto
y servicios para el reciclaje del saber o la verifica- sino que anticipa -y prescribe- mi uso del mis-
ción de la salud. Y también un mercado de rela- mo. Las indicaciones de nuestro entorno ya no se
ciones psicológicas que creaba su propia demanda dirigen entonces a nuestra comprensión sino a
mediante el doble mecanismo de: 1) fomentar, por nuestra reacción; no se organizan alrededor de
un lado, la inseguridad de la gente respecto a su nuestra posición sino de nuestra intención. De ahí
capacidad de comunicar o de asumir las propias que para entender estos mensajes debamos ajustar
responsabilidades sociales, y 2) generar, por otro, la retina y acostumbrarnos a no buscar 10 que algo
unos supuestos estándares o patrones objetivos de es sino para qué es. No atender a 10 que queremos
intimidad, satisfacción sexual o integración social, -un alimento, una persona, un país-, sino direc-
a cuya altura la gente trataría de llegar con la tamente a lo que en ello buscamos: el valor o el
ayuda de las técnicas y de los especialistas perti- vigor, la amistad o la sensación nueva. Acostum-
nentes. brarnos, en fin, a vivir en un entorno catafórico,
donde todo está anticipando alguna otra cosa
-anticipando, casi siempre, nuestras propias reac-
ciones.1
El último día en Nueva York había ido a la
Fue en un vuelo Eastern de Nueva York a Mé- tienda «Sam Goodies» para comprar discos de
xico donde primero sentí de un modo claro esta Ruth Etting y Ethel Morgan, dos cantantes de los
desazón ante un entorno cada vez más personal, cuarenta que son el primer recuerdo musical de
estimulante y atento a nuestras intenciones. En la mi infancia -una melodía que llegaba a mi ven-
bandeja del desayuno no encontraba la crema de tana desde la Rosaleda, a través de una Diagonal
leche para mezclar con el café: miraba una y otra silenciosa y húmeda. Le pregunté al vendedor en
vez los rótulos de los sobres y recipientes -man- qué hilera podía encontrar estos discos -¿en «Me-
tequilla, café, sal, etc.-, pero no leía «crema» o lodías de Broadway», en «Vocalistas famosas»?
«leche» en parte alguna. Pregunté por fin a la aza-
fata, la cual, sorprendida y despectiva, me indicó -No, no; busque mejor en la sección «Nos-
un botecito de plástico. Y entonces descubrí por talgia».
qué no había sabido reconocerlo: el bote no anun-
ciaba «leche» sino «para su café».
1. Está claro que, a menudo, este tipo de cambios no
Nuestro entorno está cada vez más constituido es deliberado, sino que simplemente resulta de necesida-
por este tipo de mensajes, que nos cuesta al prin- des técnicas -en este caso de la naturaleza sintética del
cipio descifrar... porque son demasiado fáciles: líquido que se añade al café. El hecho de que no sean
porque no hay que ir a ellos, sino que son ellos los intencionados no los hace, sin embargo, menos sintomá-
ticos.
También las clasificaciones comerciales se ha- dad perentorios. Y un cierto respeto, también, por
bían hecho psicológicas. También para adivinar las cosas y por uno mismo: por un nivel de la rea-
dónde estaba un producto tenía que pensar ante lidad o de la intimidad que no puede exponerse
todo en la presumible intención con que lo bus- sin desnaturalizarse; que como las momias o las
caba. películas, se desintegra o vela a plena luz... Nietz-
Volviendo a mi vuelo de Nueva York - México: sche mismo fue un ferviente defensor de este res-
después de desayunar, ya sobre Texas, empecé a peto, aunque en su afán por desvelar los más se-
charlar con un grupo de jóvenes universitarios, cretos móviles e intenciones pocas veces supiera
aplicados e ilusionados, que me rodearon entu- mantenerlo.
siastas cuando me reconocieron como un nativo «Hoy ya no creemos --escribe- que la verdad
con el cual practicar el castellano. Hacían un viaje siga siendo verdad cuando se revela... El pudor
de estudios -me explicaron- a la provincia de con el que la Naturaleza se ha escondido detrás de
Chiapas. Pregunté qué iban a estudiar: ¿ totzil, cas- velos y enigmas debería ser tenido en gran esti-
tellano, antropología ... ? No; se trataba de dos asig- ma... Hoy consideramos una cuestión de decencia
naturas de la maestría en «Vida Internacional» de el no querer verlo todo desnudo, presenciarlo todo,
la Universidad de Michigan. Las dos asignaturas entender o "saber" todo.»
que iban a cursar a San Cristóbal y Tuxla Gutié- El más conmovedor ejemplo de este pudor es el
rrez se llamaban, literalmente, «Cómo vivir en el del pequeño Rousseau, que reproduzco aquí de me-
extranjero» y «Trabajo de campo en comprensión moria. Jean-Jacques es un niño pobre que durante
de culturas extranjeras» ... meses va reuniendo monedas para poderse com-
...Y volví a sentir el vértigo de un entorno prar uno de esos pasteles con que las madres obse-
siempre ya explícito, formulado y poblado de nues- quian a sus hijos a la salida de la escuela. Se cono-
tras propias imágenes o propósitos. El mismo vér- ce el escaparate de memoria y hace tiempo que tie-
tigo que me había producido el bote de crema ne decidido el pastel que va a pedir. Pero, cuarido
«para mi café», y que se confundía ahora con el entra por fin y la dueña le pregunta qué desea, él
de las depresiones atmosféricas que sacudían el no sabe qué contestar y acaba echándose a llorar.
avión al descender sobre el valle de México.Al sa- ¿Qué ha ocurrido? El niño ha descubierto lo que
lir del aeropuerto había decidido escribir un texto en realidad había estado deseando tanto tiempo:
donde trataría de teorizar este vértigo. Es el que que le dieran un pastel. No ha estado ahorrando
sigue, luego de responder a esta cuestión previa: para pagar un pastel, sino para comprar un don.
¿ Qué hay en el fondo de mi añoranza por lo re- Pero en el mismo momento en que la dueña le pre-
ticente, por lo que existe pero no se anuncia, se gunta qué desea (como preguntan también los pa-
entiende pero no se dice, se supone pero ni se ex- dres con más dinero que tiempo, dispuestos siem-
pone? Ante todo, pienso, el mínimo tacto que exige pre a comprarle al niño lo que él desee, sin enten-
no apabullar a la gente con un mensaje o una ver- der que lo que éste quiere no es un regalo sino que
le regalen), entonces la imposibilidad lógica de 2. LA FILOSOFíA, ENTRE EL HUESO
satisfacer ese deseo se hace demasiado patente ... Y LA PAPILLA
y ello no se debe, como explicarían Lacan o Gi·
rard, a que su deseo sea «el deseo del otro», sino
porque es el deseo de un significado no banaliza-
do y neutralizado por su propio significante; de
una experiencia, una sensación, un don o un sen-
timiento no capturados ni contaminados por el
medio -el dinero, la palabra- que los vehicula.
Thomas Mann lo dice por boca del estafador
Félix Krüll: «Sólo en los polos del contacto hu-
mano, allí donde aún no existe la palabra o bien Queda por aclarar cómo y cuándo una expe-
donde ya no reina la palabra, es decir, en la mi- riencia inquietante o irritante como las descritas
rada y en el abrazo, se halla propiamente la feli~ nos impulsa precisamente a filosofar. ¿Por qué
cidad -pues sólo allí hay libertad incondicional, teorizada y no, simplemente, huir o esquivada?
intimidad y falta absoluta de respeto humano. La teoría, creo, emerge a la vez como producto y
Todo lo que en materia de contactos humanos se como antídoto de esta experiencia o sensación. En
halla entre estos dos polos es débil e insípido; es mi caso por lo menos ha surgido como un intento
algo determinado, condicional y limitado por las de comprender la desazón que me producía este
convenciones sociales. Allí reina la palabra, esa entorno tan solícito y tematizado que experimen-
tremenda representante de lo ordinario y habitual, té agudamente en el vuelo a México.
ese fino y opaco medio en el que se engendró antes Yo nunca pienso o escribo de oficio-y menos
que en ningún otro la sumisa y mediocre mo- por vicio. Lo hago sólo como último recurso:
raL.» cuando las impresiones o sensaciones se hacen
tan poderosas e incómodas que sólo formulándo-
las alcanzo a neutralizarlas. Escritas y formula-
das, las sensaciones o experiencias me aparecen
como realidades objetivas e impersonales que
puedo contemplar ya como algo ajeno a mí. Trans-
formadas en tesis o en textos, dispuestas a con-
vertirse en verdades, aquellas experiencias no pa-
recen ya de fiar, pero tampoco dignas de inquie-
tar? El cariz formulario que adquiere así 10 for-
mulado pronto me ayuda a convencerme de que después de una confesión personal y con derecho
no había para tanto; que la desazón que sentía a una nueva vida».
era tan convencional como el texto mismo en el Estos y otros testimonios parecen confirmar
que lo cuento ahora ... mi impresión de que a menudo narramos para
y así voy conjurando o ahuyentando con la transformar nuestras experiencias en puros «cuen-
teoría los demonios que me asaltan. Una vez des- tos» --como teorizamos para hacer de ellas puras
critos y formulados, estos demonios se transfor- cespeculaciones»-: en cualquier caso, para sacar.
man en productos culturales que circulan y que, les el aguijón de la carne y dotarlas de la ingra-¡
por lo mismo, ya no me inquietan ni creo en videz del espíritu. Y sin embargo, los textos cita.
ellos: he conseguido por fin «nombrarlos» y «pa- dos hablan de un dolor genérico, pero no de su
sarlos». Se trata, como puede verse, de una cura origen ni del proceso específico por el que la es-
catártica o, mejor aún, homeopática: las impre- critura aplaca aquel dolor. De esto quiero hablar
siones demasiado fuertes aplacadas con la escri- aquí.
tura, disueltas en su expresión, evacuadas en su
exaltación. Al princIpIO, como con los estudiantes o la
La pena falsificada por la lágrima, la impre- crema de leche Eastern, algo me pasa: me gusta
sión por la teoría. «La formulación y expresión un sonido, me angustia una frase, un gesto me
inquieta, me atrae una idea o me desagrada una
de los sentimientos -decía Hegel- tiene por
efecto quitarles su importancia.» «Las ideas -in- mirada. Trato entonces de «entender», es decir, de
objetivar y neutralizar esta sensación, y casi siem·
siste Proust- son los sucedáneos de las penas;
pre lo consigo pronto. En el sonido reconocí el
en el momento en que éstas se transforman en timbre o la altura de una melodía querida; la fra·
ideas pierden una parte de su acción nociva so- se sonaba a redicha; el gesto no había surgido de
bre nuestro corazón.» Luego de terminar el Wer- la palabra, sino que parecía incorporado mecáni·
ther, escribe igualmente Goethe, «me sentí como eamente a ella; la idea era a la vez elemental y
radical; la mirada no se detenía en mí, sino que
muestra un aspecto de este proceso psicológico. Se su- me atravesaba y parecía proyectarse al infinito,
giere a los asistentes que piensen en un viejo y profundo a un plano general del que yo era sólo un ele·
secreto de su vida, en algo que no hayan contado nunca JIlento o un contrapunto ... 3 Algunas veces, sin em-
a nadie, y que imaginen cómo reaccionarían los otros al
saberlo. A continuación se les instiga a revelarlo en la
forma más contundente y afirmativa para que descubran 3. Scott Fitzgerald describe a menudo sensaciones de
que, contra lo que habían imaginado, encuentran e? el.lo este tipo. Luego de haber hecho el amor en la vieja casu-
un positivo orgullo y una renovada confianza en SI mIs- cha con Stahr, the last Tycoon, Kateleen observa: "Me
mos: el secreto, verán ahora, no era el efecto sino la pregunto cuándo lo decidimos. Hay un momento en el
causa de su vergüenza. que no lo necesitas, y en el momento siguiente sabes que
nada en el mundo podrá impedir que pase.» A Stahr,
bargo, no encuentro el sentido de lo que he sen- dejan comprender.4 Teorizar es, pues, apartarse
tido -y es entonces cuando pienso. de una experiencia singular e incomprensible para
Pienso, pues, cuando no entiendo lo que me volver a ella armado ya de palabra y de represen-
pasa, cuando no alcanzo a identificar el origen de tación. Nos ponemos a teorizar porque nuestra
la desazón o atracción que siento. La impresión mente no está sintonizada con la realidad que
que no consigo evacuar con una explicación se experimentamos -y lo que así pretendemos es
constituye entonces en punto de referencia de elevarla al nivel de abstracción requerido para
todo lo que en adelante voy viendo o leyendo. que no se nos escurra entre las neuronas. Para
Como aquellas tiras de papel engomado que col- Freud, esta tendencia a homologar nuestra expe-
gaban del techo para cazar las moscas, esta im- riencia, a neutralizar la diferencia entre nosotros
presión va atrayendo y pegando todas las expe- y nuestro mundo, era una manifestación del «ins-
riencias más o menos análogas que tengo luego tinto de muerte», cuya versión generalizada se co-
al leer, charlar o deambular. Incapaz por el mo- noce hoy como «principio de entropía». Es decir,
mento de localizar la causa, busco las analogías de la tendencia tanto física como psíquica a bus-
y voy así apuntando en una libreta los fenómenos car estadios más probables e indiferenciados; a
parecidos ... Hasta que un día, de repente, todas reducir la tensión con el entorno asimilándose
estas notas que he tomado parecen organizarse en plácidamente a él. ¿Quién no ha sentido alguna
una figura general de la que mi primera experien- vez la tentación de devolver a la materia inorgá-
cia no era sino un caso. Ya tengo ahora el sentido nica este sector absurdamente acelerado y palpi-
de lo sentido, ya he alcanzado por fin a neutralizar tante que su cuerpo usurpa; de renunciar a esta
mi experiencia: a explicármela y a explicarme. En- fina película de carne que le conecta -pero tam-
tonces escribo un libro donde la remato -un libro bién le enfrenta- a su entorno?
en el que las observaciones o notas que fui to- Freud tuvo que añadir Tánatos a Eros para
mando a lo largo del camino hacen las veces de explicar la vida inconsciente, y creo que hay que
capítulos o apartados. añadirlo también para explicar los procesos cons-
cientes. Al teorizar, nuestra mente busca igua-
El dispositivo básico desde el que se teoriza larse y equilibrarse plácidamente con el entorno
sería aquí un cierto malestar: el malestar frente de la misma manera que dos superficies de dis-
a las experiencias absolutamente singulares que
se nos resisten: que se hacen sentir pero no se 4. Sería aquí tentador buscar analogías entre la teo-
ría a nivel psicológico y las endorfínas (sustancias secre-
tadas por el propio cuerpo para asegurar que sus ope-
observa entonces Scott Fitzgerald, «la frase de Kateleen raciones se realicen sin dolor) a nivel biológico. De no
le sonó a redicha y, para su propio asombro, ella le gustó mediar, pues, esta autoanestesia, la sola existencia bioló-
todavía más». Son asombros de este tipo los que nos gica sería siempre dolorosa, como lo sería la psicológica
arrojan a menudo a la teoría. sin la anestesia teórica que aquí se apunta.
tinta temperatura puestas en contacto tienden a netrar en ella, ésta debe comunicarles su propia
un estado neutro, a una temperatura media donde forma, debe tratar de reducir la totalidad de
las fuerzas que se movían en ambas direcciones sus contenidos a un solo concepto, significado o
han dejado de operar. Y para ello, al «principio valor.»
de consistencia psíquica», que tiende a asimilar la Ahora bien, este principio de entropía o con-
experiencia pasada organizándola desde el pre- sistencia teórica puede operar en dos sentidos
-los dos caminos que ha seguido desde siempre
sente, se añade ahora el «principio de consistencia
la reflexión filosófica. Bien tratando de desen-
teórica», que trata de asimilar la experiencia ac-
trañar el carácter genérico o universal de lo que
tual a la pretérita, lo visto a lo sabido, lo sentido
se nos da al pronto como experiencia particular
a lo calificado y clasificado.s
(camino «idealista» seguido en este libro al tema-
«La filosofía -escribe Simmel, tratando de sin-
tizar mis sensaciones); bien pretendiendo mostrar
tetizar Aristóteles y Kant- satisface la necesidad el carácter material y contingente de lo que nos
formal de ofrecer un punto de unidad en todo el aparece al principio como universal (el camino
embrollo y las contradicciones del mundo de los «materialista» de Marx o Freud). En la práctica,
fenómenos: un lugar en el que la discontinuidad la reflexión filosófica posthegeliana ha operado
de los elementos cede ante su parentesco. En efec- combinando en proporciones variables ambos ex-
to, cuando las cosas tocan el alma y han de pe- pedientes: «generalizando» las experiencias y
«particularizando» las ideas. Pero, desde donde
5. Entiendo que este bienestar psíquico resulta del sea que se mire, se trata siempre de la misma
haber generalizado activamente nuestra experiencia par-
ticular; nunca del carácter ya general con que pueda ofre-
operación: homologar y hom<:>geneizar en lo po-
cérsenos desde el principio. Cuando, por el contrario, sible lo sensible y lo inteligible para alcanzar, más
esta generalidad se nos da como un punto de partida, allá de su «dualismo aparente», un «monismo
no como conquista, tendemos más bien a rechazarla. De real» donde todas las contradicciones deberían
ahí, según atto Rank, nuestra conflictiva relación con
un instinto sexual que nos aparece al pronto como un
quedar disueltas y resueltas.
impulso genérico e impersonal. «El individuo adolescen-
te depende del instinto sexual biológico que quiere obli- Para Kant, la única experiencia inmediata de
garlo a plegarse aún ante la dominación ajena en el este tipo era la experiencia estética, en la que se
momento preciso en que empieza a sentirse liberado de producía un feliz acuerdo entre lo sensible y lo
la autoridad voluntaria de los padres... En la edad pú·
ber, cuando, por un lado, el individuo se despierta a la inteligible. Yo entiendo, por el contrario, que tan-
autonomía voluntaria y, por otro, se defiende contra el to o más habitual -e incluso fundamental- que
d?minio de la sexualidad conforme a la especie, el indi- esta sensación de lo ajustado o acorde es también
VIduo encuentra poderosos motivos para apropiarse de su contraria. ¿No mostró Popper que, más que
las viejas prohibiciones paternales para utilizarlas contra
esta sexualidad más genérica e infernal aún que las prohi-
alcanzar la verdad, lo que la ciencia puede es de-
biciones que sobre ella recaen.» tectar, identificar y eliminar el error? ¿Y no es
acaso lo que «canta», lo que «no va», lo primero universo ajeno y extraño, s610 podemos recobrar
que salta siempre a la vista de la experiencia co- aquel equilibrio domesticando el mundo: tratan-
tidiana? Lo acorde y ajustado, en cambio, no des- do de recrear te6ricamente en él la transparencia
taca, sino que tiende a desaparecer en el conjunto y consistencia del paraíso perdido. La teoría, pues,
de que forma parte. Sabemos que algo «no va» como terapia del «complejo de Peter Pan». En el
antes incluso de saber de qué se trata: antes de fondo de las teorías filos6ficasque tratan de «com-
descubrir, por ejemplo, que es el exagerado de- prender» la realidad -como en el fondo de las
sorden en la disposición de los objetos sobre la vi- políticas o técnicas que tratan de transformarla-,
trina lo que delata la preocupación con que fueron pienso que hay mucho más de nostalgia y año-
colocados; o que es nuestro excesivo interés por ranza que de voluntad de dominio.
Nada, pues, de gratuito o deportivo en la filo-
una persona lo que nos impide comportamos o
sofía: no se siente uno atraído por, sino expulsado
argumentar con naturalidad frente a ella.
a ella. Como la escritura, de la que no siempre
Primacía, decimos, de la experiencia del desa-
puede distinguirse, la teoría es un dispositivo más
juste, pero, ¿de qué desajuste se trata? Husserl en la serie de las satisfacciones sustitutivas o los
reconocía que el punto de partida de la filosofía narc6ticos con que procuramos compensar el ca-
es precisamente una cierta distancia respecto de rácter doloroso y enigmático de la existencia. Más
los ajustes automáticos de la vida cotidiana y su que de un movimiento por el que pretendemos
Weltanschauung, pero siguiendo el modelo clásico dar sentido a los objetos, se trataría de un intento
definía aún esta distancia como perplejidad teó- de dar objetividad a lo sentido: no tanto de colo-
rica. Creo, sin embargo, que el dispositivo que nizar la realidad como de sintonizamos y reinte-
nos incita a pensar no es tanto una duda te6rica gramos a ella. Pues, si se ha dicho que el arte
o una incertidumbre intelectual, como una desa- es un trozo de mundo visto desde un tempera- .
z6n o desajuste personales. Nos ponemos a ello mento, la filosofía sería más bien un temperamen-
para neutralizar, por medio de la teoría, aquello to visto desde una teoría del mundo. A la diástole
que nos inquieta y que no podemos, no obstante, del arte cuando trata de personalizar lo objetivo
ni desatender ni destruir. Lo que nos mueve no seguiría así la sístole filos6fica tratando de obje-
es tanto el interés por el conocimiento, como la tivar lo personal.
necesidad de anular la distancia o desajuste que
nos impiden vivir reconciliados con el mundo; el
deseo de recuperar ahora, en el mundo público y
adulto, las «certezas naturales» y la tranquila ins-
talación en el entomo que se fueron con nuestra Pero una contradicci6n flagrante parece haber-
infancia. se escurrido en estas pocas páginas. Estamos ha-
Perdido el mundo doméstico, lanzados a un blando de la teoría como búsqueda de una nueva
familiaridad o sintonía con el medio, como un in- sino en la cuna, en el útero incluso: en un en-
tento de homologar nuestro pensamiento y nues- torno tan pensado y preparado por/para noso-
tras sensaciones. Pero, ¿no decía al principio que tros, que no podemos ya ni movernos en él. Sufri-
era el malestar producido por un entorno excesi- mos entonces los efectos de nuestra respuesta ex-
cesiva y acabamos siendo víctimas, como tantas
vamente «personalizado» el que me había expul-
veces (fiebre, competencia interespecífica, síntoma
sado aquí a la teoría? ¿En qué quedamos, pues?
neurótico), de nuestros propios mecanismos de de-
¿Qué es lo que en realidad nos desazona y preten-
demos con la teoría superar? ¿Es la resistencia fensa.
El nuevo desajuste e incomodidad que experi-
o, por el contrario, la excesiva adecuación de la
mentamos -el que sentí en el vuelo a México-
experiencia sensible a nuestra comprensión y ex- resulta ahora de la exquisita funcionalidad y adap-
pectativas? ¿Nos inquietamos cuando sentimos tación del entorno a nosotros mismos. Más que
esta experiencia como un hueso que nuestra men- con objetos o experiencias que debamos compren-
te no puede roer, nombrar ni categorizar, o cuan- der, nos topamos ahora con símbolos o mensajes
do se nos da como una papilla ya predigerida y manufacturados (<<noticias»mundiales, «tenden-
entendida? cias» artísticas, «imágenes» de marca, «ambien-
La verdad es que ambas experiencias nos desa- taciones» musicales) que parecen poseer ya el ni-
zonan -y por el mismo motivo-: porque ni una vel de generalidad óptimo para sernos inocula-
ni otra nos ofrecen la oportunidad de asimilarlas dos. A nada podemos hacemos, pues todo parece
y hacerlas nuestras. Pero falta aún por aclarar en ya hecho para nosotros. Con sólo salir a la calle
qué sentido se trata de dos etapas sucesivas, y o abrir un receptor nos sentimos como imán que
cómo o por qué se pasa de la una a la otra. atrae un mundo de limaduras muy cuidadosa-
De hecho, este segundo malestar que nos pro- mente cargadas con electricidad de signo contra-
duce un mundo excesivamente «familiar» no es rio. Al primer malestar, el malestar de la jungla
sino el resultado objetivo de los esfuerzos desple- donde todo es ajeno, singular y amenazante, sigue,
gados individual o colectivamente para neutralizar pues, este malestar del aeropuerto donde no po-
el primero. Comenzamos a teorizar para defen- demos percibir nada que no sean «orientaciones»,
demos de un mundo extraño: para comprenderlo «indicaciones», «símbolos», «anuncios» o «adver-
y volvemos a sentir en él como nos sentíamos en tencias».
nuestra casa. Pero esta teoría termina por producir y es este segundo malestar el que me ha em-
un mundo tan nuestro, tan definido y explicado, pujado aquí a la teoría: la desazón ante un mun-
que acabamos sintiéndonos prisioneros de él. La do que no puedo experimentar porque está cons-
respuesta ha sido más fuerte que el estímulo, y tituido ya por «experiencias», del que no puedo
de rebote nos hemos encontrado no ya en casa, escapar sin encontrarme a la vez con «curiosida-
des», y en el que en ningún caso puedo intervenir él delatado, un síntoma más de aquello frente a
pues anticipa cada uno de mis pasos o deseos con lo que reacciona, un ejemplo de lo que acusa, una
una imagen o un mensaje que se me escurre di- refutación, en último extremo, de su propia va-
rectamente, imperceptiblemente, alma abajo.6 lidez.

A partir de aquí querría hablar de esta inco-


modidad misma, sin olvidar nunca que es de ella
-y no de las ideas a las que me ha catapultado-
de lo que trato. Describir, pues, más que teorizar,
la inquietud que siento en un medio poblado de
significados que van, vienen, corren a mi encuen-
tro, me envuelven y me llevan. Todo ello sin olvi-
dar tampoco que la descripción de este entorno y
de la incomodidad que me produce es, ella misma,
contradictoria. Contradictoria porque generaliza y
tematiza esta experiencia -con lo que la intro-
duce a su vez en el circuito ideal de las experien-
cias ya explicadas. Se trata de una paradoja aná-
loga a la apuntada por Hume con la frase «toda
afirmación general es falsa; incluida ésta». Toda
descripción de un mundo excesivamente codifica-
do es a su vez codificante. Lo que en este texto se
dice confirma y refuerza así aquello mismo frente
a lo que reacciona. El libro resultante ha de ser,
así, un producto de la misma índole que lo por

6. Como se verá, no pretendo oponer a esta media·


ción una hipotética e idílica «relación inmediata» con
las cosas. Estoy convencido, con Cassirer, de que la reali-
dad sólo nos es accesible desde un código o sistema de
«formas simbólicas» (lenguaje, religión, arte, ciencia,
etc.) que necesariamente mediatizan nuestra experiencia.
Lo que ocurre es que son estas mismas formas simbóli·
cas las que no pueden operar interpretando la realidad
cuando el entorno se transforma en un medio de signi-
ficaciones ya acabadas.
3. LA TEORtA, ENTRE LA CRtTICA y una nueva sensibilidad estético-erótica (Marcu-
y EL CONTAGIO se). Opuesta a la manipulación de la conciencia,
Wla sociedad donde sería posible la formación
cooperativa de la voluntad y la verdad a través de
un lenguaje libre por el que se llegaría a un con-
sensus racional (Habermas). Rompiendo con una
sociedad basada en la dominación técnica y la in-
doctrinación institucional, una sociedad que vol-
vería al clásico modelo de la interiorización de
He comenzado describiendo mi reacción fren- los principios del Padre que, en último extremo,
te a un sistema que tiende a abolir las «figuras» facilita la propia rebeldía contra él (Horkheimer).
singulares de nuestra experiencia y donde las fór- Frente a una sociedad que basa su control en los
mulas sustituyen a las formas, los valores a las servicios que unilateralmente nos ofrece (informa-
cosas, la información a la experiencia y la formu- ción, seguridad, educación, etc.), una sociedad de
lación a la descripción. Ahora bien, los aspectos intercambios donde nada se daría que no pudiera
más evidentes de esta inflación semántica de ser devuelto, etc., etc.
nuestro entorno han sido ya objeto de conocidos En el otro extremo de esta crítica frankfurtia-
diagnósticos y críticas. Veamos un ejemplo de na encontramos el diagnóstico foucaultiano empe-
cada uno. ñado en hacer la «arqueología» de las prácticas y
Es difícil hacer una crítica de lo que existe sin los discursos modernos. Para Foucault no se tra-
apelar a la coartada de una imaginaria alternativa taba ya tanto de denunciar corno de analizar cada
global: criticar el gris cotidiano desde el beige Wlo de estos discursos (el discurso legal, peda-
o el marrón. Mucho más fácil es oponerle un gógico, médico, universitario, político, etc.) desde
Rojo, un Negro o un Verde sin tacha; denunciar la trama de relaciones que lo constituye. Es de-
lo que existe haciéndose el portavoz de la verda- cir: desde la superficie donde cada uno puede
dera Naturaleza, la auténtica Comunidad o la Uto- emerger (familia, colegio, profesión... ), la institu-
pía alternativa. Entonces la crítica no aparece ción que puede legitimarlo (judicatura, universi-
corno mera opción o posición subjetiva sino nada dad, burocracia ... ), los conceptos con los que pre-
menos que corno la hegeliana «confrontación de tende validarse (justicia, eficacia, belleza... ), el
las cosas con su propio concepto». lugar que en él ocupa el sujeto (que lo crea, lo
Así los filósofos de la Escuela de Frankfurt, transmite, lo sanciona... ), la relación que mantie-
que, desde el modelo de la seria y buena cultura ne con otros discursos (exclusión, apoyo, infec-
burguesa (romanticismo, psicoanálisis, humanis- ción... ), etc. Desde esta perspectiva, por ejem-
mo marxista), no dudaban en ofrecemos: frente plo el discurso psiquiátrico no sería sino el «en-
a la cultura de masas, una nueva cultura creativa cue~tro», en un momento y lugar determinados,
de una coyuntura política, una práctica jurídica, tancias de legitimación», sino en reconocer y ana-
cierto desarrollo de las técnicas cuantitativas en lizar nuestra propia relación con el entorno -sus
psicología y una institucionalización universitaria costes y sus encantos.
de la «ciencia del alma». Esta reacción somática a nuestro entorno es
el único dato inmediato y fiable de nuestra expe-
Mi postura, punto de partida e intención di- riencia. Es posible, claro está, que convenga luego
fieren por igual de las dos grandes líneas esboza- generalizar y desteñir algo dicha experiencia a fin
das, es decir, tanto de la «crítica» como de la de alcanzar a comunicarla -llamar a nuestra vaga
«arqueología» cultural. En un caso se denuncia desazón algo así como «anomia» o «alienación».
la pseudocultura, la alienación institucional y la Pero sólo los rasgos y colores vivos que tuvo nues-
manipulación comercial; en el otro se las toma tra experiencia efectiva posibilitarán que estas pa-
como un dato para descubrir su estructura y ar- labras mantengan aún algún contenido y eficacia
ticulación con otros discursos. Pero en ninguna al cabo del proceso. Hay que empezar por aten-
de las dos se adivina ni reconoce que el único der, pues, a lo que ocurre en nuestro medio: a
punto de partida objetivo del análisis o la crítica lo que en él nos disgusta y a lo que nos atrae, a lo
es la experiencia subjetiva de esta realidad: la que nos aburre y a lo que nos estimula, a lo que
fricción o contagio que se produce entre una es- nos seduce y a lo que nos repugna. Y una de las
tructura social y una estructura psíquica indivi- primeras cosas que comprobamos entonces es que
dual. Cierto que esta experiencia individual es, no se trata de dos series de experiencias tan in-
como decía Lacan, «un lugar sin metalenguaje dependientes u opuestas como pensábamos: que,
posible», del que no se puede hablar porque es de verdad, sólo nos irrita terriblemente lo que de
siempre ya él quien está hablando. De ahí preci- algún modo nos atrae y seduce. Este libro expresa
samente que no se trate tanto de formular o ela- así la atracción y repulsión que a la vez siento
borar esta experiencia, como de dejarla decir y de ante un mundo cuyo modelo son los aeropuertos
tomar su palabra como índice o síntoma. Pero no y las oficinas ejecutivas. Y estoy convencido de
ya como síntoma de la estructura interna de un que nada puede entender quien no ha llegado an-
sujeto sino de la coyuntura externa en la que éste tes a sentir toda la poética de estos ámbitos tec-
se encuentra -síntoma socioanalítico, si se quie- nológicos y melosos, diseñados y personalizados.
re, en lugar de psicoanalítico. Decía Vargas Llosa que para saber en qué con-
De nada valen la crítica sociológica o el aná- siste lo melodramático o lo cursi hay que empe-
lisis estructural que hemos visto si no parten de zar por responder espontáneamente -ortodoxa-
una estricta descripción de las figuras de concien- mente- a sus solicitaciones: sentir la fascinación
cia y experiencia suscitadas por nuestro medio. de la hipérbole emocional y de la polarización mo-
Una actitud que no consistirá ya en deplorar la ral (vizconde y huérfana, amor y parálisis). Po-
«alienación consumista» o en clasificar las «ins- dremos quizás acabar calificando el melodrama de
nea nos interesan entonces como una «muestra»
«atentado directo a mis glándulas lacrimales», del contacto entre una estructura social y una es-
pero sólo si hemos empezado por sentir y res- tructura psicológica individual. y este contacto
ponder generosamente a sus efectos -dejándonos (que, como vimos, se manifiesta al pronto en los
contagiar por ellos. De ahí que quienes se apro- desajustes entre ambas estructuras) es precisa-
ximan a la revista «Hola», a los seriales radiofó- mente el objeto de análisis de la crítica de las
nicos, a los chateaux decorados por «Elle» o al figuras sociales de conciencia y experiencia que
salón de sus viejas tías armados ya con los con- aquí propongo. Nada menos «subjetivista», por
ceptos culturales en uso (camp, literatura del co- otra parte, que este análisis en el que el sujeto
razón, retro, kitsch, etc.) no podrán nunca enten- deviene, literalmente, «objeto».
der lo que han empezado por estudiar o analizar, Ahora bien, esta atención a la propia experien-
por juzgar o definir. cia es tanto más pertinente y adecuada cuando se
trata de la experiencia de un medio ya expresa-
La filosofía crítica que aquí propongo no pue- mente diseñado y manufacturado para inducida;
de, pues, empezar siendo ella misma «crítica» u cuando nos las habemos con productos sociales
«objetiva», sino que ha de proceder, como decía que de un modo u otro traen ya incorporadas las
Platón, «por afinidad con la cuestión» -por afi· advertencias sobre la experiencia o uso adecuado
nidad con el medio social en nuestro caso. Y es de los mismos (sobre lo que es relevante o redun-
que la reacción personal o respuesta inmediata dante, sobre lo que debe entenderse como figura
a los estímulos del entorno no es sólo, como se ha o como fondo, como mensaje o como ruido);
sugerido hasta aquí, el punto de partida, sino tam- cuando nos hallamos en un medio donde los libros
bién el objeto mismo de nuestro estudio ..Pues si son siempre obras, donde los cuadros son siempre
resulta, como es notorio, que ni la visión filosó- representantes de un «estilo» y donde las cosas no
fica ni el análisis crítico pueden sustraerse de su funcionan sino que son funcionales, no simboli-
previa inserción en el mundo, lo único razonable Zan sino que son simbólicas.
es tratar de aprovechar al máximo -y no de ne- Igual que el género melodramático al que me
gar inútilmente- esta relación personal y sensi- -refería hace un momento, aquí el «efecto» y el
ble con las cosas: constituirse en lábil detectador, «significado»no son algo añadido a los productos
apuntador y testimonio de las resonancias que tal sino algo inherente a los mismos: no forman par-
referencia produce en nosotros: «No cansarse te de su estilización «retórica» sino de su misma
nunca -como aconsejaba Freud- de volver a
sentir los efectos de los mismos fenómenos.» 7
car bajo nuestra mirada nuestra relación con él» de que
Nuestra experiencia o nuestra reacción espontá- habla Merleau-Ponty,y del consiguiente «fundar en la
'subjetividad -y por ella- la objetividad de todos los
7. Esta disponibilidad al medio es, pues, una condi- \objetos» de M. Heidegger.
ción previa al análisis fenomenológico: previa al «colo-
producción «poética». De ahí que prescindir de la sino respecto de nuestra propia reacción ante él:
respuesta personal que tales productos suscitan una suerte de conciencia reflexiva o autovoyeuris-
suponga el olvido de lo que de más propio tienen. mo. Representado gráficamente, no se trata de:
De ahí también que, para entenderlos, haya que
empezar por responder generosamente a sus es-
tímulos y tomar esta respuesta misma como nues-
tro objeto de estudio: atender a los fenómenos
sociales en la medida en que no sólo aparecen en
formaciones políticas o institucionales (Iglesia,
Derecho, Estado, Partidos, etc.), sino que se mani-
fiestan en la psicología de los individuos: en sus donde lo que tomo como realidad de la que me
más íntimas reacciones y apreciaciones. distancio para observarla es mi propia experien-
cia o reacción al entorno, el «paquete» que for-
¿Hemos de limitamos, pues, a experimentar lo ma mi experiencia y el estímulo que la provoca.
que nos ocurre? ¿Hemos de abandonar toda aspi- Una operación, como veremos en seguida, nada
ración a distanciamos ya explicar objetivamente fácil de realizar y que genera muchas más resis-
esta experiencia? En absoluto. Pero ahora sabe- tencias de las que anticipábamos al principio.
mos cuando menos que nuestro objeto de estudio
no está allí, afuera, sino que es un sistema del que
formamos parte; un sistema que incluye nuestra
propia reacción y del que sólo un personal e ín-
timo desajuste -una distancia respecto de nues-
tro propio papel- nos impide ser perfectos com-
parsas.
La distancia de la que parte este análisis crí-
tico no es, pues, una distancia externa, sino una
distancia interna, dentro de nosotros mismos, en-
tre, por un lado, la respuesta espontánea que da-
mos a las solicitaciones de este medio y, por otro,
un residuo de nuestra personalidad que no se sien-
te cumplido o satisfecho con ella: que se siente,
más bien, frustrado y burlado. A diferencia de la
«científica» o la «sociológica»,no es ésta una dis-
tancia que se pueda tomar, sino en la que hay que
estar. Ni es una distancia respecto del estímulo
4. EL JUEGO, ENTRE LA CRUEI.:.DAD tienen en común y nos proponen. Se trata, como
y EL MASOQUISMO decía Simmel, «de dejar que las cosas se aproxi-
men y se muevan contra nosotros (... ), ya que si
una gran conquista humana fue forzar el mundo
teórico y práctico dentro de un esquema nuestro,
más elevado aún es corregir la predeterminación
de nuestro plan, respetar y reconocer las exigen-
cias propias y cambiantes de las cosas».
Nada tan difícil ni tan escaso, por otra parte,
Existe una dimensión particular de cada cosa, como esta «capacidad negativa» de contar simple-
algo así como su fisonomía, que escapa siempre mente lo que desde uno mismo se ve y experimen-
a su nombre o representación social; un aspecto ta en un momento dado: la capacidad de mostrar
que sólo se manifiesta cuando d~j~~os a !as co~a.s sin explicar, de describir sin definir. Parece, en
proyectarse sobre nuestra sensIbIlIdad sm antIcI- efecto, como si el presente singular no se dejara
pamos a comprenderlas o clasificarlas. Pero l?ara decir: contamos mejor lo pasado que lo presente,
captar esta dimensión es necesario un espacIo o aquello que esto, lo que sabemos que lo que nos
«cojín» interior que distancie nuestro saber de pasa. Lian Hudson mostró exp~rimentalmente .que
nuestra experiencia; que deje a ésta como una su- ya los muchachos de 11 años tIenen ~ayor flUIdez
perficie lábil y desafectada donde los. est~mulos y precisión verbales cuando se les pIde que des-
puedan resonar a su aire. ¿Cómo defimr: sm em- criban lo que hacía o sentía otro que cuando han
bargo, esta actitud tan imprecis~ y eluslVa? ¿-:r:al de contar lo que sentían ellos mismos. Pero ta.m-
vez como la «capacidad negatIva» que, segun poco los filósofos parecen más capaces o mejor
Keats, permite al poeta percibir y expresarse con preparados para ello: apenas saben usar los sen-
relativa independencia de los términos o conceptos tidos más que como palanca o mediación para
que clasifican de antemano la experiencia? ¿Quizá descubrir el sentido profundo y universal de los
sea mejor decir, con Schlegel, que se trata de la fenómenos. De ahí viene precisamente la filosofía
más perfecta expresión de nuestra «vida vegeta- social que criticábamos: una filosofía que ya es
tiva», en la que la imaginación y la visión campan «crítica» antes de haber pasado por la crisis efec-
por sus respetos? ¿O hablar quizá, siguiendo a tiva de la experiencia.
Schiller, del «juego» o «espacio interior» que debe «Observar -decía Pla- es más difícil que pen-
separar las convicciones de las sensaciones, a fin sar.» Más esforzado todavía que penetrar en las
de que éstas «alcancen la máxima pasividad y profundidades es aprender a flotar en la .sup~r-
ofrezcan la mayor superficie a los fenómenos»? ficie de los fenómenos, en su pura expenencIa.
Sea como sea, y más allá de las cuestiones termi- «Nada exige tanto esfuerzo y tensión intelectual
nológicas, es claro lo que todas estas definiciones -insiste Bergson- como permanecer en contacto
con las cosas y con los hombres, no ver sino lo «Hay una disposición innata en cada uno de
que se es y no pensar sino lo que se tiene.» Y ésta nosotros --escribe Sacher-Masoch- para pensar o
es precisamente la tensión que, según Proust, tra- experimentar un aspecto de la realidad que esca.
tamos de aliviar o liberar con nuestros razona- pa a todos los demás; un aspecto que le cautiva y
mientos: «Se razona, es decir, se vagabundea, al que el artista entrega entonces cuerpo y alma.
siempre que no se tiene la fuerza de ceñirse a una El camino inverso, el de la configuración, no es el
impresión y hacerla pasar por las etapas sucesi- artístico.»
vas hasta fijarla en la expresión.» «Esfuerzo de
imaginar el presente -concluía Proust- que exi· Ni artista ni masoquista, la mayoría de la gen·
ge alejarse de las ilusiones más queridas, dejar te tiende a evitar los peligrosos juegos de la «ca-
de lado (... ) lo que han elaborado nuestro amor pacidad negativa» y prefiere el más confortable
propio, nuestra pasión, nuestro espíritu de imita- camino de la teoría. De ahí que se resistan a «ima·
ción, nuestra inteligencia abstracta y nuestros há· ginar su presente», a contarnos lo que hacen, lo
bitos.» que les atrae o repugna, cómo se las apañan.
Pero la mejor indicación de lo difícil y dolo- ¡Qué difícil es que la gente más o menos edu-
roso que resulta esta exposición inmediata a las cada nos relate su experiencia en lugar de soltar-
propias experiencias es que sean precisamente dos nos su «filosofía»I Más que hablarnos del precario
autores asociados con la crueldad y el masoquis- lugar en que son y viven. nos cuentan sus expe-
mo quienes las hayan definido como la esencia de riencias dotadas ya de comentarios, sus ideales
la actividad creadora. hechos imagen, sus dudas transformadas en «pro-
«Mi culto --escribe Artaud- no es el del yo blemáticas» y sus deseos encarnados en la prime-
sino el de la carne; me atañe y me interesa nada ra «libido» que les viene a mano. Un surtido de
más que lo que se dirige a mi carne, y quien dice teorías sumarias con las que el científico o comer-
carne dice aprensión, piel al descubierto y todas ciante, el médico o el empresario a quienes inte·
sus consecuencias en los sentidos (... ) Me importa rrogamos nos escamotean lo único que les pe-
sólo lo que pasa por debajo del pensamiento, más díamos: la posibilidad de ver la realidad desde
abajo de donde llega la lengua, más allá de la sus ojos. Ellos no sospechan que sólo su banali-
mente·traducción y la mente-intimidación-de-to- dad no es banal, que sólo su cotidianidad no es
das·las-cosas. Y para llegar a ello, sin embargo, convencional. Como banales y convencionales son,
para llegar a pensar mi mal, he de hacer increíbles eso sí, sus convicciones e ideales, sus ideas y creen-
esfuerzos de imaginación.» cias. Nunca es trivial la ternura que sienten por
y esta misma es la definición masoquista del su hijo, la maniática dedicación con que se ponen
arte: a analizar un problema o el recuerdo que guardan
de su abuelo -como triviales y ramplones son su
patriotismo o su idealismo, la filosofía o la teoría
que nos sueltan. Y la razón es bien sencilla: sólo
se alcanza a decir algo relevante cuando se busca
y encuentra la palabra que describe la propia si-
tuación, no cuando se teoriza o se hace herme-
néutica de" la del prójimo. «Olvida a tu vecino
-l.decía W. Reich- y escúchate a ti mismo: tam-
bién te lo agradecerá tu vecino.»
Estas imágenes o sentidos que se sobreponen
a la experiencia tienden, por lo demás, a reforzar-
se en períodos de cambio rápido: cuando la gente El yo como posición y composición:
trata de compensar el desconcierto psicológico el sujeto terminal
por medio de la rigidez teórica; cuando respon-
den a su anomia agarrándose a la primera Cos- Al escribir estas páginas me ha vuelto a asal·
mogonía o CienciologíaMoon que les surta de una tar la desazón que experiment~ hace unos años
imagen estable y responsable de sí mismos. al llegar a Berkeley y verme recurriendo a mi
Incapaces de aprender de una ruptura matri· vago marxismo de bolsillo para comprender y «si·
monial, muchos individuos corren a echarse en tuar» lo que me rodeaba. Luego de unos días de
brazos del primer sustituto que les permita tapar andar explicándomelo todo y a todos definiendo,
un hueco que no quieren sentir ni ~investigar. empecé a sentir que también yo, también mi sen-
y también nosotros parece que estamos desapro. sibilidad y mi~ convicciones"depían de ser tan ex-
vechando la ocasión que nos brindaba la disolu- plicables como las del resto.
ción de las ideologías y metodologías que hasta ¿Cómo continuar entonces el ejercicio petulan-
finales de los años sesenta nos habían acompañado te de escribir de ir dictaminando y clasificando,
fielmente. También nosotros nos apresuramos a desde el mo~ento en que adivinaba ya que mis
echamos ,en los brazos del primer Valor o Prin- propias razones y convicciones eran tan convencio-
cipio que"nos promete un. nuevo sentido -una nales, ideológicas y explicables como las que tra-
nueva coartada. TemerosoS de quedamos en la taba de definir o delatar en mis libros? ¿Cómo se-
nuda experiencia y en la: proliferación de apa- guir diciendo que esto era «una típica postura
riencias "sin nombre, corremos entdncesa fomen- idealista» y aquello «un característico reflejo de
tar esta experiencia en grupos de encuentro, de lá ideología tecnocrática» cuando me reconocía a
sensibilización o meditación" La simple posibili- níÍ mismo tan típico y tópico, trivial e ideológico
dad de responder ".a,los estímulos del entorno y de como ellos? Sin duda, ellos pensaban como se
limitarse a dar cuenta·,de:ellos queda, así, una vez piensa en una empresa, en una oficina o en una
más, definitivamenteneu'tralizada. c6muna califomiana, pero ¿acaso no pensaba yo
como se piensa en una Facultad universitaria o
en un piso de la Diagonal? ¿ Cómo justificar toda- contar esta «forma», esa pequeña diferencia, me
vía la crónica pedantería de los intelectuales cuan- pareciera una tarea tan legítima como útil.
do pretendemos poseer el código desde el que los
otros han de entenderse a sí mismos; cuando que- En la serie de ondas o flujos que constituyen
remos situar a los demás desde un punto de vista la realidad, existe una interferencia, un cruce o
tanto más situable o explicable que el suyo? un eco que sólo pasa por mí, que sólo se produ-
¿ Cómo seguir diciendo con los filósofos que «no cen en mí: una sombra china que sólo se dibuja
lo saben pero lo hacen» o con los psicoanalistas en la pantalla de mi conciencia y que sólo puedo
que «lo sienten pero que no son conscientes de reconocer si sé controlar muy precisamente la in-
ello»? tensidad con que enfoco o ilumino las cosas. Si
Si creyera que hay un punto de vista neutral o demasiado débil, el foco no alcanza a perfilar los
contornos y sólo percibo sombras imprecisas; si
privilegiado desde el cual entender a los hombres
demasiado fuerte, sus reflejos me deslumbran.
y las cosas, es claro que yo, convencido como es-
Desde cada posición o intensidad algo se ve, y
toy de no poseerlo, hace tiempo que hubiera de-
algo se deja ver; algo se descubre, y algo se encu-
jado de escribir. Lo único que me animó a con- bre; ciertos aspectos de la realidad se manifiestan,
tinuar fue mi convicción de que no hay más abso- pero se nos esconden otros. Por ello todo «pro-
luto desde el que hablar que el propio lugar y la greso» en el punto de vista de un individuo o una
propia piel. La tarea de cada uno -tarea nada época supera ciertos «puntos ciegos» pero genera
fácil, por otra parte- consiste entonces en ha. otros nuevos. Copérnico sustituyó el viejo antro-
cerse vehículo de la propia posición: dejarla res- pomorfismo de los sentidos de la cosmología c~á-
ponder a su medio y saberla interpretar. No se sica por un nuevo antropomorfismo de la razon,
trata de reivindicar un punto de vista privilegiado ciertamente más «útil» pero no más «verdadero»
-una visión filosófica o metodológica que tras- que el anterior. Algo se gana p.ero también, algo
ciende y comprende las demás-, sino de tradu- se pierde cuando se pasa del mIto a la teona, de
cir fielmente todo lo que pasa, se ve y se siente la techné a la episteme, de la torpeza a la expe-
en el lugar donde estamos -o, mejor, en el lugar riencia, de lo tradicional a lo moderno, del pa-
que somos. Y éste fue el razonamiento que me leocatolicismo del «pecado y el infierno» al cato-
decidió en definitiva a seguir escribiendo: cier- licismo posconciliar de la «comunión de los san·
tamente, ya no esperaba que mis percepciones o tos». En todos estos progresos y superaciones del
juicios trascendieran toda posición, pero sí que pasado perduran, estilizados, gran parte de los
podían al menos reflejar la posición absolutamen. viejos mitos. Hoy existe un academic~smo van-
te única que yo ocupaba. Yo era ciertamente tan guardista, como existe un nuevo morahsmo freu-
previsible, explicable y coherente como cualquiera diano (el moralismo del «a donde el ello estaba, el
-tanto sí, pero no de la misma forma. De ahí que yo debe llegar»), un nuevo puritanismo reichiano
, nuevas religiones del sujeto volvieron a colocar
(el imperativo del placer), una nueva mojigate-
por encima de nosotros mismos.8 El «yo» que
ría (que no atañe ya al ~exosino a la muerte), etc.
ha de fundar la filosofía y la sociología críticas
Lo que en otro lugar he llamado ahora-sí-queís-
nada tiene, pues, que ver con este yo fichteano y
mo no es sino el ingenuo imperialismo del pre-
sente por el que se llega a la convicción teórica soberano que coloniza y da sentido a todas las
de que ahora sí que, por fin, «nos hemos liberado cosas. Se trata, por el contrario, de un yo que no
de las viejas ilusiones» y «hemos tomado clara secreta su entorno sino que forma sistema con
conciencia de... ». O por el que se adquiere el con- él; que no se proyecta sino que detecta los im-
vencimiento, tan característico de la ideología pactos y rasguños de su obligado acoplamiento
americana, de que ahora, gracias a la computa- con el medio. Se trata de un punto o una posición
dor~, a las telecomunicaciones o a lo que sea, aho- única del sistema que, como la mónada leibni-
ra SI que vamos a poder optimizar y compatibili- zeana o el espejo cusano, no es sino el reflejo lo-
zar todos nuestros sentidos, facultades o activi- cal de todo lo demás; la imagen que del conjunto
dades: ahora sí que podremos ser a la vez más se refleja en cada una de sus encrucijadas. Hablo,
universales y más tribales, más civilizados y más pues de un yo «reflejo» o «reflexivo»en el doble
sensuales, más poderosos y más sensibles, más sentido del término, ya que: a) refleja lo que se
fieles y más disponibles... La verdad, sin embargo, presenta en él o ante él, y b) lo hace de un modo
es que no hay ganancias sin costes: al ser más reflejo, es decir, automático. Su actividad podría
fieles somos menos disponibles, como al tener así definirse como una especulación al detalle (de
más información perdemos espontaneidad y al ad- speculum, reflejo, espejo) sustentada a su vez por
quirir automatismos perdemos flexibilidad. No la pasión en el sentido etimológico del té~i~,o,
existe, en definitiva, opción teórica ni práctica que esto es, por una intensa pasividad donde la VISIon
«optimice» todos los rendimientos. Esto es, sin y la imaginación consiguen reflejar el frágil pun-
embargo, lo que predica un idealismo tan gene- to de encuentro de la conciencia y la experiencia.
ralizado y difuso hoy día que ha podido llamarse
incluso empirismo o pragmatismo. Un idealismo «Yo» no viene a ser más que el encuentro de
frente al que voy a dibujar ahora el perfil de este dos sistemas genéticos en una ciudad, una lengua,
y~ que h~ defendido a la vez como punto de par. un sistema social determinado: un lugar donde
tIda y objeto de toda filosofía crítica. se reflejan con un ángulo e intensidad peculiar
los estímulos que a él llegan. Un par de amores,
Creo, como Fichte, que «la primera exigencia
que impone la filosofía es no hablar nunca sino 8. «El individuo -dice Hegel en la Wissenschafts-
de nosotros mismos». Pero creo también que lo lehre- no ha de caer en la ilusión psicológi~a de toma!
el yo puro por su particular persona.» Pues ble?, C:S preCI-
que en .nosotros tiene que hablar no es·el yo, el samente sobre esta «ilusión» que yo fundo aqUl mI teoría.
pensamIento o el hombre -esas esencias que las
una decena de familiares, una veintena de amigos entre ellos se produce- en el «lugar» que yo soy.9
y una cincuentena de libros de los cuales como El aspecto o representación que una cosa toma en
decía Valéry, «no he retenido ni lo mejo; ni lo mí es, como decía Bertrand Russell, «un miembro
peor,.si~o que ha ~uedado lo que ha podido». Mi del conjunto de aspectos en que la cosa consiste».
peculiandad, «gemo» u originalidad no consiste De ahí que sean excelsas todas las expresiones que
sino en la relación altamente improbable entre reflejan fluida y efectivamente una cualquiera de
éstos y otros muchos) sistemas que en mi con- estas coyunturas, y no sólo ni especialmente, como
fluyen --en ser un cruce o precipitado no banal pensaba Fichte, «aquellas en las que la cualidad
de estructuras sumamente banales. ¿Acaso la ori- general de la humanidad logra hacerse preemi.
ginalidad del. azúcar, su sabor dulce, es algo más nente».
que el peculIar modo de agregación de las mo- La esencia particular de cada hombre no es la
léculas de carbono, oxígeno e hidrógeno que lo posesión de un atributo o cualidad especial, sino
componen? su posición en este entramado de sistemas bioló-
Decía Cassirer que siempre y sólo percibimos gicos, sociales, lingüísticos y culturales que le
el mundo a través de una serie de estructuras o
sistemas simbólicos -científicos, lingüísticos, ar- 9. «En el fondo -escribe el perro no fichteano de
tísticos, ideológicos. Pero la cosa es más radical. Kafka-, y a pesar de todas las discrepanc~as, ~o soy
distinto de los demás perros. Tan sólo la dosIficacIón de
No es sólo que percibamos desde estas estruc- los elementos es distinta, diferencia que personalmente
turas: es que estamos literalmente constituidos puede ser muy importante, pero que des~e el punto de
por ellas. Yo no soy más que un peculiar precipi- vista colectivo es mínima. ¿Y cómo es pOSIble que nunca,
tado o resultante del encuentro de estos sistemas ni en el pasado ni el presente, esta dosificación haya sido
parecida a la mía?» (Investigaciones de un perro.)
«una constelación de callejones sin salida cuy~ Lévi-Strauss parece tan poco fichteano como el perro
irradiación viene a parar en mí» (Artaud). De ahí de Kafka cuando en Tristes Tropiques escribe: «Yo no
que yo sólo pueda aportar algo nuevo a los demás soy sino la coyuntura (enjeu), puesta en cuestión en cada
momento de la lucha entre una sociedad formada por
al tratar de entender y comunicar esta irradia- algunos ~illones de célu~as nerviosas esc.ondidas en la
ción, esta «concurrencia de todas las leyes natu- termitera del cráneo, y mI cuerpo, que le sm-:e de rob~t.»
rales que únicamente podía producirse en un in- Desde un punto de vista sociológico, fu~ G. SImmel q~llen
dividuo como yo (... ) y que no puede volver a mostró la correlación entre pertenencIa a grupos dIVer-
producirse» (Fichte). sos y conciencia de la individualidad: «Cu~~to may<;>r. y
más diverso sea el número de grupos (pOlItlcOS,relIgIO-
Los «.ingredientes»de mi cuerpo son tan Gomu- sos, sociales, profesionales, etc.) a los que pertenece el
nes y umversales como los de mi entorno: lo único individuo menos probable será que haya otras perso-
diverso, lo único de lo que puedo realmente infor- nas en qcienes se dé la misma com!>inación d~ grupos
(oo.) Cuanto más variados sean los clrcu.los de mtereses
~ar, es de~ encuentro de estos ingredientes o se- que en nosotros confluyen, más conciencIa tendremos de
nes --el smdrome que forman y la sinergia que la unidad del yo.»
constituyen. Su esencia es, pues, su diferencia:
una diferencia o individualidad que no proviene nClOn de las dos grandes novedades o «despe-
sólo, como sostenía Leibniz, «del modo de ser de gues» sociales: la revolución neolítica y la revo-
las entidades que le componen» sino, ante todo, lución industrial. Ninguno de estos autores, en
de su «modo de agregación». Ahora bien, si supo- efecto, busca la razón del cambio en la aparición
nemos, como la filosofía oriental, que la indivi- de un factor nuevo o externo, sino en la «feliz»
dualidad carece de sustancia real, lo que existe conjunción de factores ya en presencia: de ele-
entonces son sólo los cinco elementos o skandas mentos que estaban allí mucho antes que la inno-
budistas (cuerpos, sensaciones, percepciones, im- vación se produjera. Para Lévi-Strauss, la revolu-
pulsos y conciencia) que fácilmente podríamos ción neolítica no fue sino la sinergia o «reacción
traducir hoy por inconsciente, ego, lenguaje, es- en cadena» que se produjo entre unos estadios de-
tructura económica, etc. Toda la variedad de los terminados de: el avance tecnológico, la concentra-
hombres procederá entonces, simplemente, de la ción demográfica, la evolución glaciar, etc. Para
combinación de estos skandas. Como todos los co- Max Weber, la aparición del capitalismo fue igual-
lores y olores resultan de la combinación de cinco mente el resultado de la concurrencia de: el de-
elementos -O, N, C, H, S. Como los dos millo- sarrollo maquinista, el Estado moderno, el Dere-
nes de especies vivientes surgen de la periodicidad cho racional, la seguridad en los transportes, la
distintiva en la combinación de los cuatro elemen- contabilidad por partida doble, los guarismos ára-
tos de la cadena molecular. bes, etc. Y exactamente del mismo modo, creo yo,
De ahí que la «calidad» del alma no dependa pueden explicarse la originalidad y la creatividad
tanto de la mayor o menor calidad de sus ingre- personal sin necesidad de apelar al mayestático
dientes, como de las sinapsis que entre ellos pUe- Yo fichteano ni nietzscheano: como una improba-
dan surgir y de la capacidad que tenga el individuo ble pero viable y eficaz estructuración de elemen-
de comunicar las distintas configuraciones que de tos o ingredientes dados ya de antemano.
ellos resultan. De ahí también que la «genialidad» Pero ¿para qué puede servimos esta «fenome-
no sea sino la objetivic;lad: la correcta percepción nología de la sensibilidad» que se descubre a sí
y expresión de lo que efectivamente se ve en el misma constituida por una trama de estructuras?
lugar en que estamos ---y no de lo que sabemos, Seguramente tenía razón Foucault cuando argu-
o creemos, o nos han contado, o estamos conven- mentaba que, al remitido todo al sujeto constitu-
cidos que. ahí ·se.ve. ~ora bien, para mejor en- yente, la fenomenología ha representado un obs-
tender la originalidad personal como experiencia táculo para el planteamiento objetivo de las cues-
.y expresión de una relación altamente improba- tiones sociales y políticas. Ahora bien, la feno-
ble entre estructuras, nos servirá sin duda su ana- menología que aquí propongo no parte de aquel
logía con la explicación que autores tan diversos sujeto fichteano, constituyente o trascendental,
como Max Weber y Lévi-Strauss dieron de la apa- sino de un sujeto resultante o terminal desde el
cual, y sólo desde el cual, puede cumplirse real-
mente el propio proyecto foucaultiano de prescin- ¿Por qué «yo»?
dir de los discursos globales y estudiar en de-
talle cómo el poder se ejerce realmente ccon toda En lugar de insistir en el carácter originsrio
la especificidad de sus técnicas y tácticas». Aca- (Schlegel) o creador (Fichte) del yo, he estado ha.
so una auténtica cmicrofísica del poder» puede blan~o de un yo tex:minal y residual, reflejo on.
partir de otra cosa que del impacto y huella que tológlcO ~ gnoseológlco de los sistemas que en él
sobre nuestra sensibilidad ha dejado? se dan CIta. ¿Por qué, luego de haber apuntado
todas las estructuras que lo configuran, seguir ha-
No hay que olvidar, por último, que de este blando de este yo o sujeto de la experiencia? ¿No
locus o coyuntura que soy, Yprecisamente porque han mostrado, desde el psicoanálisis hasta la lin.
lo soy, no puedo hablar direc~en~e: su co~- güística y el marxismo, que se trata de un estrato
prensión y expresión han de s~r mdlrectas, ~bh. histórico, superfici~ e ilusorio, y que, al decir de
cuas, testimoniales. Observatono más que. obJeto los psicólogos estructuralistas, «dirige y ciega la
de observación, de este lugar sólo sé y digo por subjetividad»? ¿Por qué no abandonar, pues, este
los objetos que selecciona, por el enfoque que. les trasnochado lenguaje del yo, de la conciencia o de
aplica, por las secuencias que sigue y l~s conJ~· la experiencia? Bien está decidirse por transfor·
tos que genera por los flujos que detIene e m- mar las estructuras externas o por analizar e in-
te.rcepta... Por ~llo, cuando en este libro (o fuera cluso hacer la poética de las internas, del discurso
de él) yo juzgo, critico, valoro un hecho o a una inconsciente o delirante, pero, ¿a qué seguir insis·
persona, no estoy haciendo más que mostrar el tiendo en este yo que sólo un humanismo trasno-
perfil, relieve y vibración que este hecho o persona chado puede aún creer que tiene un lugar y un
adquieren al proyectarse sobre mi.locus. Y yo, que papel? ¿No ha dicho el mismo Lévi-Strauss que
no me fío demasiado de lo que pIenso, si creo en .le moi n'est pas seulement haissable: il n'a pas
lo que me pasa: en todo aquello de lo que no soy de place entre le nous et le rien»?
emisor sino resonador.lO Para todo ello sólo tengo una respuesta: creo
que puede y debe hablarse de esta experiencia del
10. Esta experiencia de un lugar desde, el que s~ ea- yo, precisament~ porque no tiene su lugar: porque
noce y habla, y, que, por lo mismo, no pu~ ser dir~·
~ente aludido, ha sido formulada en ténnmos .de, di·
versas «filosofías•.,Wittgenstein dirá que el len~aJe des· pre del segundo Heidegger,se dice que «este lugar que
de y con el que digo no puede, a su v~, ser drcho, s~o somos es un lugar sin metalenguaje posible, sin imagen
sOlo mostrado; que no se puede'mencwnar a~uello nus- especular, o dicho de otromodo¡ sin alteridad. Y esto
mo que se usa (Quine). Para, el segundo Heldegger se eS lo que le permite ser la "materia prima" (...) del su-
tratará de que el hombre n~ es ~. que .~onoce, sino el jeto mismo que tomamos por el suje.to de la conciencia.
que pastorea, O conmemora, ,ohabtta el Ser: sólo"«de- :'PUesel sujeto que cree poder acceder a sí mismo para
jando subyacer. al ser puede el hombre vedo y ve~ a ·designarse en el enunciado no es otra cosa que este ob-
sí mismo como su «epifanía».En Lacan, muy cerca Slem· jeto». En mi lenguaje, este lacus.)
mensajes que emergen de mis propias tinieblas,
no es una estructura smo una coyuntura. Una co·
pero que yo no deio entrar en la conciencia.
yuntura que (por lo menos mientras alcanza. a
DlantCmerse flotante y sin identificarse con los m·
_eses de nuestra concienCia o de nuestro incons· ¡Con qué sorprendente facilidad se desemba-
razan de la ambigüedad transformando lo probl~
ciente) nos permite ver las cosas sin identifi~r.
mático en categórico y lo categórico en apodfcti..;
las: conocerlas sin reconocerlas, contemplarlas SIn
col Al lado. de ellos, la pobre «atención flotante.
codificarlas. aparece siempre confusa y tardía, atolondrada y
. En efecto, el sujeto capaz de percibir y detec· renqueante. Pero es sólo esta atención flotante que
tar originalmente un fenómeno rebasa ciertamen·
DO me encierra ni a la «comprensión» diltheyana.
te la conciencia cartesiana, pero no por ello se Dia la «asociación. freudiana la que puede detec-
identifica con la inconsCiencia freudiana. Lacan tar la originalidad y seducción peculiar que tiene
sostiene que .hay que desprenderse de la concien· para mí esta experiencia en la que la continuidad
cia para que el sujeto hable... pues es sólo en el entre dos espacios es a la vez confirmada y bur.
inconsciente donde éste se expresa». Creo, por lada. Confirmada por el reflejo en la ventana de
el contrario, que sólo en la atención conscien~e y mi mesa y de mi propia imagen, que hace del es·
flotante con la que el propio Freud aconsejaba pacio oscuro-externo una continuación del de mi
oír al paciente. podemos movemos ágilmente en estudio. Negada por· la experiencia de que la ma.
este continuum que formamos con nuestro entor· riposa no puede pasar del uno al otro ... Ahora
no. Agilmente y a salvo de la nomenclatura y de bien, pocas veces tenemos a disposició.n U? tér·
los símbolos tanto de nuestras convicciones como mino o un concepto para aludir a experIenCIaS de
de nuestras fijaciones. este tipo a la vez muy precisas y muy complejas.
y no lo 'tenemos porque es sólo y precisamente
Mientras e.scriboestas lfneas una mariposa
de estas experiencias aún ex:táticas de donde puede
nocturna choca, rebota y se debate una y otra vez eventualmente surgir un signo no inscrito ya en
contra el cristal. de mi estudio: una gramática teórica ni delirante: un término o
concepto realmente «crítico».
- Mi consciencia (siempre .teórica. y dis·
puesta a proyectar antes que a detectar) .ve en el Por lo demás. este sujeto flotante y coyuntural
espectáculo «instinto», «esfw.erzo inútil. y cosas DO se nos aparece sólo atrapado entre las estructu-
así. as de la conciencia y del inconsciente; mucho a~·
- Mi inconsciente (igualmente incapaz de co- tes y más inmediatamente se ve cercado por el SIS-
nocer si no es reconociendo) pondrá de manifies· tema que esta estructura inconsciente forma con
to,una vez «interpretado., el valor simbólico de la estructura social. El yo se encuentra· así empa·
este cristal que separa. el mino de la luz y de: las redado entre los automatismos de un entorno so-
tinieblas; o de esta mariposa que representa los
cial sumamente retórico y simbólico, y los de un tructuras, como de adquirir una conciencia extá-
dintorno profundo, que también se expresa en ma- tica o estética de las mismas. Frente a quienes
jestuosas metáforas y metonimias. Vivo así ase- pretenden alcanzar lo esencial o primigenio escar-
diado por retóricas, cruzado de discursos, confi- bando en la estructura social o en la inconsciente,
gurado por estructuras que en mí precipitan y se pienso que esta esencia sólo se muestra a un yo
ajustan. Y lo más significativo es que estos dis- a la vez residual y esencial: el único lugar donde
cursos o estructuras no me callan ni reprimen, puede llegar a producirse una interferencia sig-
sino que son sumamente solícitos -tanto, que en nificativa en la cósmica y reiterativa melodía de
cuanto me descuido están dispuestos a tomarme las estructuras. Un yo que aparece al pronto como
la palabra, a hablar por mí, a interpretarme y, en cifra y medida de un desajuste de estas estruc-
el límite, a prescindir de mí. Pues mis sueños y turas: como la experiencia y conciencia de su di-
fantasías se parecen muy mucho, he de confesarlo, fícil y conflictivo acoplamiento en mí.
a las imágenes de la publicidad. Los dos mundos En efecto, mientras las estructuras genéticas
con que limito, el externo y el interno, parecen así conectan con las familiares, y éstas con las so-
perfectamente sintonizados: tienen las mismas as- ciales, las culturales, etc., mientras el mundo de
piraciones, viven los mismos tópicos y dibujan fuera y el de dentro encajan perfectamente y sin
idénticas figuras retóricas -se entienden, por tan· residuos, este yo no ha emergido aún y vivimos
to, a las mil maravillas. La glamurosa estilización formando cuerpo con nuestro entorno. Es sólo
publicitaria del entorno se me ofrece como una con la experiencia de un desarraigo o un desajus-
continuación natural de mis ensueños, como mi te -la experiencia kierkegaardiana del «peca-
propio detritus psíquico que percibo y consumo do»- como emergeesta peculiar conciencia de
ahora en forma física. Tan bien se complementan la realidad.
mis ensueños privados y los señuelos comerciales, Pero no hay que pensar que es única o especí-
que acaban por conectar y dialogar directamente, ficamente en el ámbito de la «conciencia moral»
por encima de mi cabeza, sin que yo mismo pueda -ni tampoco en el «deseo»- donde se produce
ni tenga ya que intervenir en el juego ... esta efectiva experiencia del entorno. Tanto el Ello
instintivo e impersonal por el que somos arras-
Existe sólo un lugar fuera de estos dos mun- trados, como el Superego moral que trata de cen-
dos que se complementan tan perfectamente, de surar los objetos pertinentes de nuestra pasión,
estas retóricas que se enlazan y dibujan sus figu- tanto uno como otro están programados desde el
ras en nosotros, a través de nosotros, pero nunca principio y no hacen sino repetir los esquemas in-
con nosotros. Este lugar es el yo: el sector más ducidos en nuestra prehistoria colectiva o indivi-
superficial de la persona, localizado, según dicen, dual -y ello con absoluta independencia de los
en el cerebro cortical. Capaz\tanto de reflejar una objetos o situaciones con que se topan, que no
coyuntura y desajuste específicos de aquellas es- operan más que como estímulos o motivos oca·
sionales. Nunca responden ni ct)Uocen,pues, una no por unos segundos, una mirada realmente crí-
situación, sino que se limitan a proyectar sobre tica.
ella un esquema predeterminado, impermeables y
ciegos a todo lo que no sea sus propios impera- Claro que estoy hablando de una conciencia o .
tivos o necesidades. experiencia mucho más material e inmediata que
«Cuando alguien se vuelve ciego -escribe la descrita por Lacan. Para Lacan, en efecto, la
Freud a Grodeck- es solamente porque ha exa- conciencia crea cuna imagen objetiva perfecta-
gerado un poco la tendencia del Ello a no ver la mente ilusoria (...) condicionada y gobernada por
mayor parte de las cosas... ; pues es el Ello quien la imagen del Yo que la ciega y la dirige». Esta
nos prohíbe ver, quien nos impide detectar real- imagen objetiva es entonces, a su vez, «unificada
mente lo que está ante nuestros ojos.» Cierto que por el sistema simbólico que permite pasar del
para Freud el Yo mismo es sólo una parte del Ello, conocimiento al re-conocimiento». Y, como se
como un grano o protuberancia que le hubiera sabe, el primer elemento de este sistema simbó-
salido a éste. Pero se trata precisamente de «una lico que nos permitirá distanciarnos del continuo
parte del Ello surgida de las modificaciones que que formábamos con el cuerpo de la madre es el
éste recibe por influencia directa del mundo exte- Falo: el instrumento que nos libera de aquella
rior y de las percepciones». De ahí que «todo lo subjetividad maternal e inmanente, «inconexa y
que el Ello experimenta, todas las experiencias torpe», dotándola de una imagen o representación
que recibe, las deba a la mediación de este Yo que, universal.
en cada tiempo y lugar particulares, le comunica Es lógico que a partir de una concepción de la
con el mundo exterior». conciencia tan proyectiva y masculina, tan aleja-
De acuerdo. El yo no es más que esta parte da e incluso opuesta a la experiencia, pueda pen-
superficial, esta mediación «en tiempo y lugar» de sarse que «es sólo en el inconsciente donde el su-
la vida psíquica. Pero por eso mismo sólo él co- jeto habla». Pero si creemos que existe una con-
necta y responde realmente a los estímulos; sólo ciencia menos fálica y más oceánica, más estética
él se constituye en una coyuntura o superficie don- y flotante, entonces es en esta conciencia misma
de pueden venir a actuar entre sí las estructuras donde el sujeto empieza ya a expresarse y expe-
perceptivas, instintivas, morales, etc., que de otro rimentar la realidad. Más aún, el efecto o imagen
modo no hacen más que repetir una y otra vez su de esta conciencia es el único lugar donde la rea-
eterna canción y tomar por su entorno sus pro- lidad puede proyectarse o refractarse de un modo
pios ecos. Sólo ese yo más estético que teórico ni convencional ni codificado por el sistema sim-
-un yo capaz de mantener la tensión superficial bólico.
o «sentido de las apariencias» de la que hablaba «La conciencia se produce -reconoce Lacan-
Schiller- nos permite escapar a la sosa sintonía cada vez que se da una superficie tal que puede
con nuestro medio para alcanzar a echarle, si más producir una imagen» -una superficie como el
lago en que se refleja el monte Fuji. Y así es, en ca, residual pero esencial, de la serie de estruc-
efecto la conciencia eestética» a la que yo puedo turas que lo componen. Nada más elusivo, sin em-
llegar' si aprendo a reflejar sólo y efectivamente bargo, nada más difícil de percibir y comunicar
lo que tengo delante, es decir, si no pretendo ni hoy que esta dimensión figurativa de cada cosa:
remover las aguas de mi fondo, que generarán una lo que tiene de fisionómico y no de simbólico, de
superficie lodosa y opaca, ni constituirme en re- peculiar y no de ejemplar. De ahí que ésta sea la
flejo de la Verdad o del Mundo en general, olvi- nueva tarea del arte y de la filosofía.
dando el monte que se levanta a mis pies. El len- cEmpezad con algo individual -decía Seott-
guaje me ofrece ya frases acuñadas para hablar Fitzgerald- y antes de que os deis cuenta habréis
desde donde sea: edesde cualquier punto de vista creado un tipo; empezad ya con un tipo y descu-
que se mire., eyo dé tilt, eyo en tu lugar», etc. Lo briréis que lo que habéis creado es... nada.»
'que nos falta es aprender a decir «yo de mb, eyo El lenguaje y la teoría nunca conocen al indi-
en mi lugar». viduo o el acontecimiento singular. ~stos son
siempre el edios desconocido» con que san Pablo
:Está claro, con todo, que difícilmente podemos escandalizó al mundo culto desde el Areópago.
quedamos en esta pura· experiencia extática que Pues lo desconocido, lo propiamente incognosci-
ble, no es lo abstracto sino lo concreto, el aconte-
a mentido nos aparece como engafiosa y dolorosa.
cimiento singular que rebasa siempre la capacidad
Pero precisamente esta fe en· las propias manías,
de nuestro metabolismo verbal y mental. cLos he-
esta nlleva confianza en la propia coyuntura y ex-
chos -escribía Schopenhauer- se dan siempre
periencia, abre .las puertas a una «terapia» de con exceso (... ) la variedad de sus diferencias es
nt1ev~. o. Frente a la terapia analítica que pre- innombrable, y entre ellas el espíritu se siente
tend • eliminar el error en el lenguaje (análisis presa del vértigo.»
fiios ~cq) o el dolor en la vida (análisis psicoana- ~ste es el vértigo, ya lo vimos (p. 10 Y ss.), que
lítico) desarticulando sus componentes y recons- el hombre primitivo trata de controlar con sus
truyéndolos, se trataría de una nueva terapi~ qu~ nomenclaturas y taxonomías exhaustivas. Pero es
buscaría la C()n$istenc~a. no hacia atrás, sino hacia también el que da luego pie a las categorías filo-
adelante; no analizando sus motivaciones, sino sóficas: la idea platónica, el género aristotélico,
desinhibiendo ydesbloqueando su ejercicio, cons- la dialéctica hegeliana. Gracias a estas categorías,
truyendo e inventando su propia coherencia. Pero el mundo aparece ahora razonablemente poblado
la .descripción de esta terapia es ya un tema para de objetos inteligibles que sólo adquieren carác-
otro momento, y para otro lugar. ter individual por efecto de la materia bruta en
que encarnan, por la alienació? ~ue sufren o P?r
Como cada individuo que conoce, también cada lª, limitación de nuestro conOCImIentode los mIS-
objeto conocido es una forma resultante pero úni· mos. y es entonces cuando lo particular entra defi-
nitivamente en el mundo de lo anómalo, de lo se consigue recuperarlas del caos indiferenciado
arbitrario y de lo innombrable. tal como se ofrece en sociedades arcaicas. De ahí
Pero existe otra tradición filosófica para la que que tanto el arte como el pensamiento busquen
la individualidad de cada cosa no es una mera con· la recurrencia y la redundancia en Zinacantán, la
tingencia sino que entra en su misma definición. tipicidad e idealidad en Grecia, y aun el orden
La quidditas esencial, piensan Duns Scoto y Suá- histórico o taxonómico en una Edad Moderna
rez, sólo culmina con la haecceitas individual. Si que trataba de comprenderse a sí misma. Pero
dos cosas partiCulares estuvieran sólo definidas en un entorno como el nuestro, categorizado por
por el género al que pertenecen serían, observa los múltiples lenguajes (comerciales, políticos,
Leibniz, propiamente indiscernibles. De ahí que académicos) que tienden a ofrecernos la «esen·
la realidad individual sea la prueba de fuego de cia» de cada cosa, en esta eidosfera de valores,
las esencias: sólo las más perfectas salen del mun- mensajes y tendencias que nos envuelve solíci-
do de los posibles y devienen así concretas y rea- ta, sólo podemos alcanzar la experienc~a de una
les.u «L'individualité enveloppe l'infini, había di- realidad singular si aprendemos a de-stgnarla, a
cho Leibniz, y el siglo xx repite en varios tonos quitarle el signo que lleva adherido aunque no sea
la vieja sentencia» (Machado). Este texto no ha más que para cambiarlo por otro: atendiendo a
pretendido sino ser una variación más de la vieja un fenómeno «cultural» científicamente, a un he·
sentencia. Una variación que diera cuenta también cho «psicológico» políticamente, etc. Y, puesto
de las estrategias que tiene que emplear para so- que no poseemos una perspectiva trascendente y
brevivir en este nuevo fin de siecle dispuesto una privilegiada mediante la cual consigamos ver apar-
vez más a acabar con la individualidad. te y con independencia de los sistemas simbólicos
y a acabar con ella de un modo nuevo. En un que constituyen nuestra cultura, sólo desdibujan-
entorno caótico y difícilmente controlable, sólo do las fronteras y cruzando las perspectivas de
asignando un significado o un orden a las cosas estos sistemas podemos llegar a «una sensación
del objeto como visión y no como reconocimient~»
1l.Sste es el principio del argumento de San Ansel· (Sk1ovski)que nos permita, a la manera del Zadlg
mo, que retama sintéticamente Sch1egel: «Dios no es volteriano, «ver millares de diferencias donde los
una simple idea, sino al mismo tiempo una cosa, como demás sólo uniformidad perciben». No poseemos,
todas las ideas que no son simples ilUSIones.»Estas
ideas ilusorias son las que a partir de Hegel y Heidegger ciertamente, un sexto sentido que nos permita
han acabado dominando la ontología moderna. Pero Kant, trascender el «sentido único» que las cosas, como
maestro de todos ellos, había ya anticipado y denunciado las calles, adquieren cada vez más en nue~tro ~n-
a «esos maestros de ontología, q'l1eempiezan por algo o torno. Pero basta haber recorrido en direCCión
nada como lo primero, sin percatarse de que estos tér·
minos son ya miembros de una división, cuyo concepto contraria una calle para «descubrirla» de nuevo
dividido falta, y que no puede ser sino ~l concepto de un y darse cuenta de hasta qué punto ~l sentido y
objeto en general». secuencia que seguíamos cada día hablan acabado
¡~S una.· •.ViíJión sumamente empobreci-
'da' déJalnisma~ COmo'!basta·extraerles a las cosas
~":wrmmoque llevan' adherido para. empezar a
~brir, Dlás·aDá de su' sentido, SU •••
'+JlJicho esto, queda todavía lo más difícil: ~
tentarlo.

l. Nescere audere .
1. De la importancia de no vedo claro
2. Desde la percepción y las imágenes .
3. .Entre el ienpje y las frases hechas .
4. Hacia la mol'al y la filosofía

II. ¿Por 'qué fUos0fi4? •


1. Vértigo del sentido. . . . . ..
2. La filosofiá.. entre el hueso y la papI-
lla • • • . ., . . . .
3. La teo:ría, entre la critica y el conta-
gio ,-'. . . ,.",,:~,::~~¡::,: e,', •

4. El juego, entre la ~~,\~rnaso-


quismo ",+'t' .~
S. Teoría yyo • •

También podría gustarte