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En esta parte...
En el cerebro residen tanto las capacidades intelectuales como las
emocionales.
En el capítulo 7 te explicaré qué son y de qué se ocupan las funciones
ejecutivas; el siguiente lo dedico a las emociones desde la perspectiva
neurobiológica y con esta introducción llegarás al capítulo 9, en el que te
contaré qué ocurre en el cerebro cuando se toman decisiones y cómo puedes
mejorar estos procesos.

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Capítulo 7

Las funciones ejecutivas del cerebro

En este capítulo
Descubrirás qué son las funciones ejecutivas, de qué se ocupan y por qué son tan
importantes
Verás cómo afecta en tu vida cotidiana un mal funcionamiento de estas funciones
Te explicaré cómo puedes mejorarlas y optimizarlas

Las funciones ejecutivas son uno de los pilares de la actividad cotidiana de una
persona, no sólo cuando se le exige productividad, como ocurre en el mundo laboral,
sino también en la vida social y afectiva.
Por ejemplo, cada vez que preparas tu agenda utilizas tus funciones ejecutivas,
igual que cuando te centras en un tema, razonas, estudias, tomas una decisión, das tu
opinión, te relacionas con tus vecinos o vas a comprar un regalo. En todas las
actividades que solemos definir como intelectuales, afectivas y sociales, están
presentes las funciones ejecutivas.
Como son esenciales para resolver problemas, su funcionamiento suele asociarse
a la inteligencia necesaria para establecer rápidamente las relaciones entre los hechos,
comprenderlos y tomar decisiones acertadas. Sin embargo, las funciones ejecutivas
tienen una participación clave en aspectos como la autonomía, el libre pensamiento,
la motivación y las emociones.

Qué son las funciones ejecutivas del cerebro

Las funciones ejecutivas se definen como procesos cognitivos que organizan


pensamientos, ideas y acciones con un fin. Sustentan el intelecto, la personalidad, la
conciencia, la sensibilidad, la conducta social y la empatía.
Parece complicado o demasiado amplio, ¿verdad? No te preocupes. Si has leído
los primeros capítulos de esta obra, ya sabes ¡que tu cerebro no para! Se ocupa
constantemente de lo que piensas, lo que sientes, lo que amas y lo que detestas, lo que
haces bien y lo que haces mal. Por ello, y para abrir este tema tan importante, he
seleccionado definiciones de otros especialistas, a saber:

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En palabras de Muriel Deutsch Lezak, a quien se atribuye el término que se
utiliza para conceptualizarlas, “las funciones ejecutivas son las capacidades
necesarias para tener una conducta eficaz, creativa y socialmente aceptada”.

Saver y Damásio, tras analizar los casos de pacientes con trauma en la zona
frontal (de la que dependen estas funciones), llegaron a esta conclusión: “Las
funciones ejecutivas son un conjunto de habilidades relacionadas con la
planificación, la formación de conceptos, el pensamiento abstracto, la toma
de decisiones, la flexibilidad cognitiva, el uso de la retroalimentación, la
organización temporal de eventos, la inteligencia general o fluida, el
seguimiento de las acciones y, especialmente, el ajuste entre el conocimiento
de las normas sociales y su cumplimiento contextual”.
Zelazo y Müller definen las funciones ejecutivas como “una estructura
jerárquica que contiene subfunciones y, a su vez, una organización específica
para cada una de ellas”. Esto es lo que permite que alguien elabore un plan y
guíe sus pensamientos y acciones hacia la meta.

Como ves, todos coincidimos en que de estas funciones dependen habilidades


sumamente importantes en la vida, como la elección de objetivos y el establecimiento
de planes, la determinación de los cursos de acción (conducta) y la selección de los
medios para alcanzar las metas. También coincidimos en que la construcción de
relaciones sociales y afectivas está controlada por este sistema.

Si bien las funciones ejecutivas se ocupan de grandes planes, como


los que puede hacer una persona cuando elige e inicia una carrera universitaria, abre
su propio negocio o decide alejarse de una gran ciudad para vivir en el campo,
también intervienen en lo que se hace minuto a minuto, segundo a segundo. Por
ejemplo, desde que suena el despertador y comienza el día existe una secuencia de
pensamientos y acciones, como ducharse, vestirse, desayunar, leer el diario, tomar el
metro y dirigirse hacia un lugar que requieren un correcto funcionamiento de este
sistema, aunque sean comportamientos rutinarios. Si hay errores o deficiencias en las
funciones ejecutivas, pueden producirse problemas como los siguientes:

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Distracción, dificultades para focalizar la atención y concentrarse.
Dispersión: inconvenientes para iniciar y finalizar una tarea.
Errores de memoria.
Inconvenientes en la formulación de metas, planificación y ejecución.
Impulsividad.
Carencias en la construcción de relaciones afectivas y sociales.
Dificultades para manejar secuencias de información.
Poca habilidad para establecer el orden temporal y organizar el tiempo.
Reducción de la fluidez verbal.
Comportamientos que provocan rechazo social debido a una falta de control
de los impulsos.

Aunque intervienen en la vida afectiva, las funciones ejecutivas se consideran


cognitivas por excelencia, ya que desempeñan una especie de liderazgo. Por ejemplo,
para comentar que te has comprado un coche, debes tener habilidad lingüística para
elaborar tu relato, memoria para recordar la marca, el color y sus características
técnicas, capacidad visoespacial para orientarte y conducirlo sin chocar, etcétera. Si
tu cerebro no tuviera una función que coordinase y controlase a las otras, difícilmente
podrías orientar tu comportamiento hacia una meta.
De hecho, cuando las funciones ejecutivas se alteran debido a una lesión
provocada por un daño físico o una enfermedad, la persona afectada tiene dificultades
en su vida cotidiana porque no puede concentrarse, su comportamiento pasa a ser
errático, incluso puede cambiar su personalidad (normalmente se vuelve irascible).
Los malos hábitos también pueden afectar el ejercicio de las funciones ejecutivas,
por ejemplo, dormir mal y poco, eludir la actividad física, engordar sin medida,
consumir drogas y alcohol, vivir estresado y no hacer nada para evitarlo.

El papel de los lóbulos frontales en el ejercicio de las funciones


ejecutivas

Anatómicamente, las funciones ejecutivas dependen de los lóbulos frontales, que


ocupan un tercio de la corteza cerebral y son fundamentales para planificar acciones,
regularlas, cambiarlas e inhibirlas. Esto puede incluir decisiones muy importantes,
como aceptar un traslado y mudarse a otro país, o muy simples, como optar por una

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actividad al aire libre cuando previamente se había decidido ir al cine. La corteza
prefrontal (la zona más evolucionada del cerebro) funciona como una especie de red
con múltiples conexiones, integrada por tres grandes sistemas funcionales ejecutivos:
dorsolateral, orbital y medial.

Como resultado del trabajo de los lóbulos frontales y de sus extensas


conexiones con otras zonas, entre las cuales está el núcleo amigdalino, el diencéfalo y
el cerebelo, se forman las imágenes que crean pensamientos y permiten controlar la
información que guía la conducta.
Por ejemplo, en los procesos de toma de decisiones, la corteza prefrontal tiene
una función integradora: además de generar respuestas relacionadas con áreas
motrices y sensoriales, recibe información del sistema límbico, lo cual le permite
articular datos cognitivos y emocionales. Cabe destacar que, si bien los lóbulos
frontales se ocupan de conductas dirigidas a metas —que incluye la creación y
secuenciación de planes a corto y largo plazo—, también tienen una participación
importante en la vida afectiva y artística.
Por ejemplo, hay una zona de la corteza prefrontal que es esencial en la
regulación de las emociones, y hace poco se descubrió que participa en la
improvisación musical.

Al escanear el cerebro de 12 cantantes de rap mientras improvisaban la letra,


se observó un aumento en la actividad neuronal de la corteza prefrontal
medial. También se descubrió que el cerebro utiliza una red neuronal
específica durante las improvisaciones líricas, y que dicha red participa en
mecanismos cerebrales vinculados al lenguaje, la motivación, la acción y el
buen humor. (Esta investigación se hizo en el National Institute on Deafness
and Other Communication Disorders [NIDCD], Estados Unidos.)
La neurociencia ha demostrado en repetidas ocasiones la participación de la
zona prefrontal en mecanismos ejecutivos relacionados con la coordinación.
Por ejemplo, recientemente se ha descubierto que el cerebro de los
adolescentes es menos eficiente que el de los adultos a causa de sus
dificultades para no distraerse mientras realizan tareas que les exigen
concentración. Lo revelaron los escáneres cerebrales, que detectaron una

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enorme activación de la corteza prefrontal. (Este experimento fue realizado
en el Institute of Cognitive Neuroscience del University College London
[UCL] en 2010.)
Durante una investigación llevada a cabo en la Universidad de Harvard, se
descubrió que la honestidad es un fenómeno natural, es decir, que las
personas honestas no se esfuerzan por serlo. ¿Sabes cómo lo descubrieron?
Es simple: la actividad cerebral en las zonas del cerebro relacionadas con el
control y la atención (la corteza prefrontal dorsolateral y la corteza cingulada
anterior) de los individuos honestos no aumentó, mientras que la de los que
actuaron de forma desho-nesta sí lo hizo.

En síntesis, las analogías con el liderazgo para explicar cómo operan estas
funciones está clara: los lóbulos frontales, como sustrato anatómico principal de las
funciones ejecutivas, actúan como una especie de director que se ocupa de recibir
información de varias estructuras cerebrales y luego las coordina para generar una
conducta que tiene un fin concreto.

Crecimiento y maduración de las funciones ejecutivas

Evolutivamente, las funciones ejecutivas comienzan a emerger durante el primer año de vida y se desarrollan a
lo largo de nuestra existencia, aunque tienen un importante pico entre los seis y los ocho años, período durante
el cual los niños aprenden a regular su conducta y pueden fijarse pequeñas metas, por ejemplo, hacer caer
varios bolos con una bola al jugar a los bolos.
A los doce años ya existe una organización similar a la de los adultos, aunque se calcula que el desarrollo de
estas funciones se completa hacia los dieciséis años. Ahora bien, que las funciones ejecutivas alcancen su
punto de maduración a nivel neurobiológico no significa que estén funcionando a pleno rendimiento. Por ello,
siempre es necesario agilizar y mejorar su funcionamiento. Esto se logra mediante juegos y estímulos diversos
(principalmente en el caso de los niños), ejercicios físicos y una alimentación adecuada. En la vida adulta, son
muy importantes las técnicas de entrenamiento neurocognitivo y emocional.

Atención y memoria ¿funciones integrantes o colaboradoras?

Para un buen rendimiento, las funciones ejecutivas necesitan de la


atención, la memoria y la flexibilidad cognitiva, es decir, de la capacidad para
considerar múltiples aspectos de forma simultánea, por ejemplo, cuando una persona
imagina, relaciona, crea y resuelve un problema integrando el conocimiento existente

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con nuevas situaciones para hallar una solución. La flexibilidad cognitiva la estudia la
neuroeducación y los programas dirigidos a la creatividad, ya que focalizar en un
único aspecto de la realidad provoca un pensamiento rígido y estructurado, uno de los
peores enemigos del cerebro.

Al hablar de funciones ejecutivas no nos referimos a una función


específica del cerebro, sino a un conjunto de capacidades que nos permiten pensar,
tomar decisiones, realizar actividades y relacionarnos armónicamente con los demás.
Por ejemplo, necesitamos de las funciones ejecutivas para realizar actividades como
las siguientes:

Generar y jerarquizar ideas.


Aprender y memorizar.
Planificar.
Crear.
Tomar decisiones.
Organizar, administrar y realizar tareas y actividades.
Organizar y distribuir el tiempo.
Regular el comportamiento (además de inhibir las actitudes socialmente
inaceptadas).

Respecto a la atención y la memoria, algunos autores las denominan funciones


colaboradoras, mientras que otros las conceptualizan como funciones ejecutivas.
Retomando la analogía con el liderazgo que he hecho anteriormente, me inclino por
la primera conceptualización: las funciones ejecutivas ejercen el liderazgo y, para
llevarlo a cabo, necesitan colaboradores, como la atención y la memoria.
Esto tiene su correlato en la neurobiología, ya que la corteza prefrontal recibe
información que proviene de procesos internos (emocionales, motivacionales y
somatosensoriales) y se vale de mecanismos como la atención y la memoria para
integrarlos y, así, guiar la toma de decisiones y la conducta.
Dado que la autoevaluación y el autocontrol también dependen de un correcto
funcionamiento de este sistema, suele definirse como “el cerebro del cerebro”. Queda
claro, entonces, que para que el cerebro pueda desempeñar sus funciones ejecutivas
necesita determinadas “materias primas”, entre ellas, la atención, la memoria, la
motivación y el control emocional.

Atención

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La atención puede definirse como una cualidad de la percepción. Es una especie
de llave hacia la memoria y funciona como un filtro de los estímulos que una persona
recibe del medio ambiente: selecciona los más relevantes y establece prioridades.
Hay dos grandes determinantes de la atención: los internos (propios de cada
individuo; tienen que ver con sus intereses y aspiraciones, con lo que le gusta y lo que
no, con lo que le sirve y lo que no) y los externos, originados en el medio ambiente.
También existen diferentes tipos de atención:

Selectiva o focalizada: Nos permite concentrarnos en uno o dos estímulos,


ignorando los que no son relevantes. Por ejemplo, en este momento tu
cerebro ha decidido enfocarse en la información que está recibiendo de este
apartado y seguramente no registra, a no ser que yo te lo diga, la sensación
que te produce el contacto de la ropa con tu cuerpo.
Sostenida: Se utiliza al centrarse en una actividad o tarea durante períodos
prolongados, por ejemplo, para relatar un partido de fútbol por radio o
resolver un problema matemático.
Dividida: Permite hacer dos o más cosas a la vez. En la vida cotidiana, este
sistema se utiliza permanentemente. Por ejemplo, cuando conducimos y
hablamos con nuestro acompañante mientras prestamos atención a los
semáforos, transeúntes y demás coches.

Si disminuye la atención, las funciones ejecutivas pueden verse afectadas. Por


eso, entrenarse para lograr densidad de atención es fundamental.

Densidad de atención es la mayor cantidad de atención que una


persona es capaz de focalizar sobre un evento concreto. A mayor concentración,
mayor densidad de atención.

Estudios recientes han demostrado que una adecuada densidad de


atención modela el cerebro en un sentido literal, ya que refuerza circuitos neurales
específicos que forman parte de diferentes estructuras de la corteza prefrontal.
Cuando la densidad de atención es baja, pueden darse situaciones que
comprometen seriamente el rendimiento de las funciones ejecutivas, como
dificultades de memoria, lentitud en el procesamiento de la información, problemas
de organización, pérdidas de tiempo y toma de decisiones lenta o errónea. Como ves,

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es importante que “prestes atención a tu atención” y, fundamentalmente, que la
entrenes. En el capítulo 19 te ofrezco varios consejos para que lo consigas.

Memoria

Comprende el registro de la información a través de diferentes canales sensoriales


(como la vista y el oído) y su almacenamiento para evocarla en un futuro. Todos los
tipos de memoria que presento en el capítulo 14 están implicados en la actividad de
las funciones ejecutivas, principalmente la de trabajo, que es una memoria temporal,
de tipo “en línea”, que utilizamos para razonar y resolver problemas.

El sueño reparador

Los trastornos del sueño, con independencia de su origen, afectan negativamente a las funciones ejecutivas.
Diversas investigaciones realizadas con la moderna tecnología de las neurociencias revelan que el sueño
cumple un papel fundamental en la concentración, la memoria y el aprendizaje.
Si alguien no duerme bien, ya sea por decisión propia (hay quienes consideran que dormir es una pérdida de
tiempo) o por un trastorno físico, tendrá dificultades a la hora de realizar funciones ejecutivas no sólo porque
el cansancio afectará a su funcionamiento, sino también porque los procesos cognitivos no se detienen cuando
dormimos.

Etapas del sueño

El sueño está formado por una sucesión ordenada de etapas que se repiten durante cuatro o cinco ciclos: la fase
NO REM, que comprende el sueño ligero y que avanza gradualmente hacia un sueño profundo, y la fase REM
(del inglés, rapid eye movement), caracterizada por movimientos oculares rápidos tras los párpados. La
información que registra el cerebro durante la vigilia se transfiere durante el sueño desde el hipocampo hasta la
corteza cerebral. Estas estructuras poseen un rol determinante en aspectos cognitivos (como la consolidación
de recuerdos).
Durante la etapa REM, el cerebro está muy activo, aunque si prácticamente no nos movemos es porque el
tronco cerebral bloquea el trabajo de las neuronas motoras. Se calcula que el 85% de los sueños intensos se
producen durante esta etapa.

Las funciones cognitivas más afectadas por la escasez, ausencia o


interrupción de las horas de sueño son la atención y la memoria. Por eso, además de
disminuir las capacidades para comprender, analizar, planificar y tomar decisiones, el
sueño de mala calidad altera el estado de alerta que un individuo necesita no sólo para
realizar sus actividades, sino también para cuidar de sí mismo.

Motivación

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