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o VI.

Trabajo

Las condiciones laborales de principio de si­ tan nuevamente, sin darse cuenta de que son se­
glo, así como los magros salarios, tanto en el ámbito res vivientes: de cuando en cuando la naturaleza
urbano como el rural, fueron claramente denuncia­ se rebela, el cansancio se hace sentir y se detie­
dos por la prensa: nen a descansar un momento, pero no tarda la voz
del capataz en l/amarlo al orden, y sigue bestia de
carne a alimentar a la de hierro. (...)
37. La salud en las fábricas Nada de eso sería si estos infelices fuesen bien
nutridos, pagados y alojados, pero ninguno de los
"En las fábricas de sombreros, no solamente grandes personajes que visitaron las fábricas se
mujeres y niños respiran el pelo que se desprende han dado cuenta de las viviendas inmundas, de
de las pieles, sino que están expuestos a las las pocilgas hediondas donde se retira a descan­
intoxicaciones mercuriales y arsenicales, ponen sar ese ser humano que se llama peón de ingenio.
los brazos en agua hirviendo y poco a poco, los Cuartos pequeñísimos, sucios hasta la exagera­
desprendimientos ácidos producen la carie maxi­ ción, donde viven hacinados hombres, mujeresy cria­
lar y la caída de los dientes. Padecen de coryza, turas en vergonzosa promiscuidad,{...) esa es la cue­
debilidad muscular, y las numerosas transforma­ va donde se aloja uno de los factores principales de
ciones que deben sufrir las pieles antes de consti­ la fortuna del propietario de ingenios de azúcar.
tuir el elegante sombrero que adornará la vidriera, Las personas que hayan visitado algún esta­
son a cual más peligrosas." blecimiento en estado de cosecha habrán podido
ver el miserable estado de vestimenta de esta po­
La Vanguardia, 1901. bre gente, lo que unido a la mala vivienda y peor
comida dan por resultado enfermedades continuas
que privan al infeliz del sueldo indispensable para
38. Ingenios azucareros su sostenimiento y de su familia si la tiene."

"La caña se cultiva toda con peones criol/os, La Nación, 8 de junio de 1903.
el extranjero no puede resistir el matador gasto de
fuerza constante que exige el trabajo de cultivo,
de pelada y el de zafra. 39. Carta de un obrero inmigrante (1891)
Estos peones mártires, pues es el trabajo más
ímprobo de la zafra, sufren a la intemperie sin chis­ "Aprovecho la ida de un amigo a la ciudad
tar, y como máquinas corren, se bajan, se levan­ para volver a escribirles. (...) Vine al país halagado

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por las grandes promesas que nos hicieron los iGringo de m...! (...) Al fin llegamos al hotel y pudi­
agentes argentinos en Viena. Estos vendedores mos tirarnos sobre el suelo. Nos dieron pan por
de almas humanas sin conciencia hacían descrip­ toda comida. A nadie permitían salir de la puerta
ciones tan brillantes de la riqueza del país y del de calle. Estábamos presos y bien presos. A la
bienestar que esperaba aquí a los trabajadores tarde nos obligaron a subir en unos carros. Iban
que a mí con otros amigos nos halagaron y nos 24 inmigrantes parados en cada carro, apretados
vinimos. Todo había sido mentira y engaño. En B. uno contra el otro de un modo terrible, y así nos
Ayres no he hallado ocupación y en el Hotel de llevaron hasta muy tarde a la chacra. (oo.) iEI otro
Inmigrantes, una inmunda cueva sucia, los em­ día al trabajo! (...) La manutención consiste en
pleados nos treteron como si hubiésemos sido puchero de maíz, y no alcanza para apaciguar el
esclavos. Nos amenazaron con echarnos a la ca­ hambre de un hombre que trabaja. La habitación
lle si no aceptábamos su oferta de ir como jornale­ tiene de techo la grande bóveda del firmamento
ros para el trabajo en plantaciones a Tucumán. con sus millares de astros, una hermosura esplén­
Prometían que se nos daría habitación, manuten­ dida. ¡Ah, qué miseria! (oo.) ¿QUé hacerle? (.oo) Se­
ción y $20 al mes de salario. Ellos se empeñaron ría tonto fugarse, y luego, ¿para dónde? y nos de­
en hacernos creer que $20 equivalen a 100 fran­ ben siempre un mes de salario, para tenernos ata­
cos, y cuando yo les dije que eso no era cierto (oo.) dos. En la pulpería nos fían lo que necesitamos
me insultaron, me decían Gringo de m... y otras indispensablemente a precios sumamente eleva­
abominaciones por el estilo (oo.) Comprendí que dos y el patrón nos descuenta lo que debemos en
no había más que obedecer. (oo.) el día de pago (.oo) Les ruego compañeros que
En fin, resolví irme a Tucumán y con unos se­ publiquen esta carta, para que en Europa la pren­
tenta compañeros de miseria y desgracia me em­ sa proletaria prevenga a los pobres que no vayan
barqué en el tren que salía a las 5 p.m. El viaje a venirse a este país. iAh, si pudiera volver hoy!"
duró 42 horas. Dos nocties y un día y medio. Sen­
tados y apretados como las sardinas en una caja Carta de José Wanza, en El Obrero Nº 36, 26 de sep­
estábamos. A cada uno nos habían dado en el tiembre de 1891.
Hotel de Inmigrantes un kilo de pan y una libra de
carne para el viaje. Hacía mucho frío y soplaba un
aire heladísimo. (.oo) 40. Peones rurales
Molidos a más no poder y muertos de hambre
llegamos al fin a Tucumén. Muchos iban enfermos "(oo.) Hay proveeduría forzosa, libreta y vale.
y fue aquello un toser continuo. (oo.) Nos recibió un Ninguno sabe leer ni escribir. Viven debiendo siem­
empleado de la oficina de inmigración que se daba pre iCómo no! Si fían las bebidas y hay mes que
aires. (.oo) Tuvimos que cargar nuestros equipajes no alcanzan a cubrir los gastos de la proveeduría."
sobre los hombros y de ese modo en larga proce­
sión nos obligaron a caminar al Hotel de Bialet Masse, "Informe sobre el estado de las clases
Inmigrantes. Los buenos tucumanos se apiñaban obreras", en José Panettieri, Los trabajadores, CEAL,
en la calle para vernos pasar. (.oo) iAh, Gringo!, 1982.

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. de mUjeres
Trabajo y niños .

Tra 00 J·0 dom iciliario.

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