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Franciscanum.

Revista de las ciencias del


espíritu
ISSN: 0120-1468
franciscanum@usbbog.edu.co
Universidad de San Buenaventura
Colombia

Restrepo González, Publio


El problema del mal en San Agustín
Franciscanum. Revista de las ciencias del espíritu, núm. 146, mayo-agosto, 2007, pp. 97-117
Universidad de San Buenaventura
Bogotá, Colombia

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=343529897006

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gustín
Fray Publio Restrepo González, O.P.M.•

Se propone ofrecer una de las más clásicas interpretaciones, si no la


más clásica, a la cuestión del mal, y que ha sido adoptada por gran parte
de la tradición cristiana, establecida definitivamente por San Agustín. El
mal y Dios causa primera y Providente; el mal y el orden del mundo; el
mal y la libertad, son tres momentos centrales para abordar aspectos que
plantea el problema del mal físico y moral.

Palabras claves

Mal, mal físico, mal moral, perfección, felicidad, orden del mundo,
libertad, maniqueísmo, privación.

Abstract

One of the most classical interpretations - if not the most classical- to


the problem of evil ; the one that has been adopted by the great major-
ity of Christian tradition and definitively established by Saint Augustine,
wiil be given. Evil and God prime and Provident cause; evil and order of
the world; evil and freedom; are three central moments to address certain
aspects that both the physical and moral evil states.

IJcenciado en Filosofía y IJcenciado en Teología de la Universidad de San Buenaventura, Bogotá; IJcencia-


do en Filosofía (1. S. P. Lovaina, Bélgíca). Filosofía, Teología, Americanístíca y IJteratura Hispanoamericana
(Universidad de Bonn, Alemania). Docente de la Facultad de Filosofía de la Universidad de San Buenaventu-
ra, Bogotá. Es autor de La Metafísica en Mar/in Heidegger, Universidad de San Buenaventura, Bogotá: 1997.
Contacto: prestrep@gmail.com
98

Keywords

Evil, physical evil, moral evil, perfection, happiness, arder of the world,
freedom, manicheism, deprivation.

Presentación

El semestre pasado en y con un grupo de estudiantes trabajamos este


palpitante interrogante sobre el mal; y con ese motivo y por apropiada
metodología entramos en contacto conlas fuentes agustinianas.
Pero el escrito que les presento fue hecho hace tiempo 1. Creo que man-
tiene dramática actualidad, y que el intento de dar respuesta al problema
del mal, vale la pena.
Vamos a ofrecer una de las más clásicas interpretaciones, si no la más
clásica, a la cuestión del mal; y que ha sido adoptada por gran parte de la
tradición cristiana, establecida definitivamente por San Agustín.
Con la inquietud ante estas vivencias, experiencias y acuciantes cues-
tionamientos, yo veo otros elementos e hipótesis para mirar la cuestión
realidad del mal.
Pero no es el espacio aquí para plantearlos y desarrollarlos; porque
lo que se trata, es de ofrecer la visión, convicción e interpretación de una
de las mayores lumbreras de Occidente y del cristianismo, San Agustín,
sobre este decisivo interrogante.
En muchos apartes se ha utilizado la argumentación silogística, em-
pleada desde Aristóteles, San Agustín y, con precisión, en la escolástica y
neoescolástica; y hasta se echa de ver mi estilo cuando lo escribí, que es
más suelto y a veces como fenomenológico a partir de entonces.
Os pido, pues, paciencia y atención, a los que no estéis muy familia-
rizados con aquella manera, para poder seguir el decurso analítico que
hago de la cuestión presentada.

Está recogido, en dos entregas, en una revista interna del Estudiantado Franciscano de Filosofía y
de Bogotá, pro manuscrito, y nunca publicado hasta hoy. La Revista se llama Renovación. Volúmenes
XIII. Se encuentra en el Archivo Provincial Franciscano, de la Provincia de la Santa Fe, Bogotá. Calle 16
7-35.

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTURA, D. c., '. FACULTADES DE FILOSOFfA y TEOLOGfA


VI. 99

Existe el problema del mal. Negarlo, sería ir contra la diaria experien-


cia personal y social, o, en nuestro caso, el trágico dolor colombiano; y, en
i, forma más amplia, contra el sentido común, la filosofía y la historia de las
religiones, quienes de consuno han tratado de solucionarlo. Nada nuevo
dijo el filósofo crítico francés postkantiano Renouvier cuando moribun-
do pronunciaba estas palabras: "La vida no puede tener interés para un
pensador, sino a condición de buscar el método de resolver el problema
e del mal"z.
a El solo hablar del problema es ya problema difícil: cuánto más el
resolverlo. Solamente uno hasta aquí, creo, lo ha logrado, como veremos
más adelante.
a El problema se origina en dos verdades inherentes a todo ser y a toda
la humanidad: las de que todo tiende a la unidad y a la armonía; y en que
s el espíritu humano, como personalizando esa tendencia, tiene la inquietud
a irresistible a la posesión del bien,· de la verdad y de la unidad.
Podría verse un tercer aspecto y es el que se plantea el hombre, a saber:
¿cómo se relaciona el problema del mal con la primitiva estructura de las
'{ cosas y con su autor? O sea: ¿qué o cuál intruso se entrometió en la pri-
mitiva armonía del ser y lo desunió para que quedara obligado a estar en
una situación en que -para emplear la expresión de San Pablo- "gime con
dolores de parto"?; ¿qué hizo desunir al hombre en su interna armonía o
:1.
separar a éste de aquél? ¿Qué elemento se introdujo en contra de las cosas
y su finalidad? O ¿quién introdujo la discordia entre las cosas y aquello
que les dio origen? Porque como lo decía el mismo San Pablo: "Sabemos
que la creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto y no sólo
1 ella sino también nosotros que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos
dentro de nosotros mismos .. ." (Romanos 8, 22-23).
Es, pues, todo un misterio el que hay que desentrañar cuando se tra-
ta el problema del mal: el mismo misterio del hombre que siente dentro
y fuera de sí ese dualismo de fuerzas que suspiran por el equilibrio y la
unidad. Por eso los diversos pueblos emparentan el problema del origen
del mal con los orígenes mismos de la Creación y de la humanidad y con
la esencia y naturaleza de su propio ser: "Enfrentarse con el universo y

Citado por SERTILLANGES, O. p.. A. D. El Problema del Mal. Madrid: EPESA, 1951, p. 10.

FlIANCiSCANUI"¡ N.O JLjIj • MAYO - AGOSTO DE 200l


100~'> Fl¿.1l' PUBUO RESTk1.:PO Gf);"';Li.LlfZ O. F. tvL

la vida es gran audacia. llamar a las puertas de la Creación, como dijo


Rimbaud, ¡qué empresa más presuntuosa! Se enjuicia a Dios y al hombre:
a Dios en su Creación y de ahí en su naturaleza; al hombre en su destino
presente y porvenir. Avánzase hasta los confines humano-divinos y cos-
mo-divinos"3.
Pero cada hombre y cada pueblo concebirá y sentirá elproblema como
suyo propio y como único y tratará de darle su propia solución, sin com-
prender quizá que en el fondo es el mismoproblemá de todos los tiempos
y de todos los lugares.
La filosofía cristiana en su acostumbrádatriple división histórica, a
saber: patrística, escolástica y neoescolástica, ha querido dar solución, o
mejor, explicar la solución que Cristo, con su nacimiento, pasión, muerte,
resurrección y doctrina, dio a estos problemas.
Aquí solamente nos ocuparemos de]asolución dada en la época pa-
trística por uno de sus representantes.• Porque, como es sabido, con San
Agustín quedó, puede decirse, definitivamente sistematizada y explicada
la doctrina cristiana sobre el problema del mal. Los autores posteriores,
aun Santo Tomás, no han hecho otra cosa que tomar sus argumentos y
explanarlos, agregando una que otra insinuación propia.
Nos ocuparemos, al final, de la solución originaria de Cristo, expli-
cando de raíz según creemos suficientemente, el problema que ha ator-
mentado y sigue atormentando a los pensadores no cristianos, y aún a los
que, llamándose cristianos, no conocen a fondo la redención efectuada
por Jesucristo.
En especial, la filosofía cristiana, fundamentándose en la teología, ha
dado respuesta a cuatro de los aspectos que el problema del mal presenta:
¿qué es el mal? ¿Cuál es su origen y su causa (eficiente y final)? La reden-
ción del mal. El mal y la Providencia. Algo en la penumbra ha quedado,
lo que nosotros quisiéramos desentrañar: el mal y la libertad.
A la primera cuestión: ¿qué es el mal? respondemos hoy,
doctrina elaborada ya a partir de los santos padres, que se distinguen dos
aspectos en la esencia del mal: mal formal y mal material y que el mal

3 SERTILLANGES, O. P., A. D. opus citatum, p. 15.

UNNERSJDAD DE SAN BUENAVENTURA, D. C., • FACULTADES DE FrLOSOFiA YTEOLOGiA


F. 1'v1.

dijo formal consiste en una "privación" o "carencia": 1) Mal formal: es aquello


bre: por lo que la cosa es mala o se considera como mala; 2) Mal material: es
tino la misma cosa en la que está el mal, o la privación. En ambos males puede
:::os- considerarse otro doble aspecto: físico y moral (llamados también mal de
pena y mal de culpa respectivamente). Según esto tendremos:
)mo Físico formal: es la misma carencia del bien debido a la naturaleza
om- física.
[POS
Físico material: es la misma cosa que porta, si así se puede hablar, la
carencia-física.
a, a
Moral formal: es la misma carencia de rectitud en la acción humana.
n, o
~rte, Moral material: es la acción a la que está inherente la carencia de
rectitud.
pa- Con la tan formalística división anterior creemos que pueda solucionar-
San se el problema presentado precisamente por algunos escolásticos, quienes
:ada sostienen que el mal, sobre todo el mal del pecado o mal moral y el dolor
lres, y el error, son algo positivo yno mera carencia. Puede verse claramente
os y que si se trata del mal físico, como en el caso del dolor, se habla de un
mal físico material: esto es, un algo positivo en el que falta otro algo que
epli- debiera tener y no tiene; y que al no poseerlo como que clama por llenar su
ltor- vacío: clama por una perfección o cosa positiva que debe ser suya, y que
:dos ha perdido o debió y deberá adquirir. El ejemplo traído por Aristóteles nos
lada ilustrará sobre esto: una mujer que se halla ligada a un varón, pero que,
por no satisfacerle (su carencia), siente inclinación hacia otros hombres:
esto es, está en potencia a recibir otras formas según el sentido que le da
t, ha
Aristóteles y en donde el desorden nacería de que la mujer no se unió al
mta:
jen- hombre (que Aristóteles supone, según creo) que estaba destinado para ella.
ado, En otras palabras: existe la materia y la forma y una determinada materia
debe estar preordenada para una forma determinada. Si la unión no se
establece según la mutua exigencia, nacerá el desorden, en nuestro caso,
el dolor es el clamor de la materia por la forma que se le ha arrebatado o
a la que mira como imposible de adquirir.
Cuando ésta llegue, cesará el dolor: cuando la "Medicina de Dios" o
Rafael llegue, cesará la ceguera de Tobías. En este sentido filosófico y no
meramente experimental se han de entender las palabras de San Agustín:

FRANCISCANUIV1 N.O 146 • MAYO - ACiOSTO DE 2007


102)~;,

"... nos hiciste para Vos, Señor, e inquieto estará nuestro corazón mientras
no descanse en VOS"4.
Pero es claro que no se da un dolor subsistente en sí mismo: primero
tengo yo que existir para darme cuenta de que existo como enfermo, o sea,
para ser consciente de que siento dolor; pues siempre será un ser, algo,
que según las palabras del Génesis (1,31), "es bueno", el que experimente
el sufrimiento, o sienta, o quiera o piense: nadie conoce un dolor puro, ni
un sentimiento puro ni un querer o pensamiento pllros 5 • No puede
tendencias, sentimientos, voliciones o pensamientos aislados dada
potencia, así como éstas no pueden separarse de sus respectivos órganos
materiales o espirituales (si puede hablarse de.órganos espirituales) ni
éstos de sus respectivos organismos para los que están ordenados.
Esto, por lo que se refiere al mal materialfísico: igual cosa pueda de-
cirse del mal formal en las acciones: carencia de rectitud.
Yen aquel "ordenados" del penúltimo párrafo hallamos otra palabra
clave para interpretar al problema del dolor: el dolor y el mal sólo pueden
existir en lo finito y lo creado, según aquel axioma presentado por Escoto:
"Quod non est finitum, non est effectum//6 , en donde finitum yeffectum
se entienden como el término de una causa eficiente que per se intenta
una cosa, dependiendo ésta en su contenido ontológico de aquella; y en
ese intentar o dirigir u ordenar puede entenderse todo lo intentado o sólo
una parte. En nuestro caso del dolor se entenderían las partes del todo o
las notas de una naturaleza que están ordenadas al todo esencialmente;
caso en el cual, al perderse o arrebatarse al todo por cualquier agente
externo o interno aquella parte, ese todo quedará clamando por lo que es
elemento esencial de su naturaleza; ya su turno, la parte estará clamando
por el todo.

El mal y Dios, causa primera y providente

Pero de lo que acabamos de decir podría colegirse que el mal viene


por Dios, por la causa primera, según este otro axioma o escolio escotista:

4 Confessiones I, 1, 1. Nota: todas las citas de San Agustín, Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. (Hay va-
rias ediciones y fechas: 1958... 1993... ).
5 "Los bienes pueden existir solos en alguna parte, pero los males en sí solos, nunca". SAN AGUSTÍN. De
Civitate Dei XII, 3.

6 Cl. scoruS. De Primo Principio, Cap. II. In: Opera Omnia. Civitas Vaticana, 1950, p. 12-14.

UNNERSIDAD DE SAN BUJoN/\VE"ínJRA., c., • FACULTADES DE FrLl)SO'FiA Y Tl:OLOGjrA


P.M. ····.·.;¿<.~103
~

ras IIQuod non dependet a priori, nec dependet a posteriori" et ultra: Quod
non est causatum causae prioris, nec posterioris, quia posterior in causan-
ero do dependet a priore causante"7. La dificultad se soluciona teniendo en
ea, cuenta que esta causalidad de la causa primera en la segunda no destruye
go, la libertad de ésta; problema éste del que nos ocuparemos al final. Aquí
o.te sólo digamos que por voluntad de Dios, por la cual fueron hechas todas
, ni las cosas, y más próximamente, por Cristo, las cosas están ordenadas a la
Jer perfección, o sea a la integridad, de su naturaleza tanto física como moral,
su lo que en último término viene a coincidir en la dirección u ordenación
lOS
esencial de todo el ser a su plena perfección posible como criatura. Y si
ni es voluntad de Dios la perfección de sus criaturas y ese fue su deseo ini-
cial, mal puede provenir el mal, de Dios, ya que Dios de ninguna manera
1e- puede contradecirse.
El mayor placer de Dios al haber creado fue contemplar y ver que
lra "todo era bueno" (Génesis 1,31); esto es, que todo gozaba de la aptitud
en para "hacerse conforme a la imagen de su hijo", según las admirables
to: palabras de San Pablo (Romanos 8,29), extendidas por nosotros a toda la
1m
Creación. Pero el máximo placer de Dios, el máximo deleite que pueda
Lta
otorgar el dar y darse, lo tuvo Dios cuando dijo al hombre por boca de
en
>10
Ezequiel: "Juro que no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta
la y viva" Ezequiel 18,23).
te; Porque en el primer caso, Dios estaba satisfecho de hacer su volun-
lte tad, de haber perfeccionado su obra; había experimentado el gozo de la
es sabiduría. Pero en el segundo caso, al haber realizado el hombre una obra
:lo tan única y personal, que con razón pudo llamar "suya", Y que, aunque
indignado, hizo asombrar a Dios, éste experimentaba el gozo inefable de
la misericordia y la generosidad.

El mal y el orden del mundo


le
a:
Es claro, según se desprende de la doctrina de San Agustín, a la que en
este lugar apenas aludimos y enunciamos 8 , que veremos más detenidamen-
te adelante, que el pecado no cambió el orden del mundo o los planes de

7 íDEM, Ibídem.

8 De Natura Bani, XVI; De Civilate Dei XI, 18 Y 23, 1.

FlIANCiSCANUM N. e 1'16' MAYO -AGOSTO DE 200!


104~> FilA), PUELlO RrSTf\El'O GONzALEZ O. F. ¡'vI.

Dios, y que Cristo, como lo ha enseñado la escuela franciscana, se hubiera


encarnado aunque no hubiera habido pecado, ya que la esencia de Dios
y su voluntad le hacen obrar en el hombre y en el mundo la perfección.
y la perfección más radical tanto en Dios como en el hombre, consiste en
su libertad, ya que según ella Dios lo creó "sin él" y por ella "con él", el
mismo hombre cumplirá su fin o se apartará de él; mas aunque el hombre
se aparte de su fin, Dios que no sólo es libre, sino ta.mbién la justicia mis-
ma, libremente justo, cumplirá su fin, o su cometido al crear al hombre
al establecer para su perfección y felicidad las cosas inferiores.
Dios obra y obró al hombre y a esas cosas inferiores a él, según la
condición del-mismo hombre, según su naturaleza y esencia. Ves esencial
al hombre el ser libre, al menos de hecho; luego Dios ordenó el mundo
según la condición del hombre y al modo de aquel para el que se ordenaba,
próximamente (el hombre) o remotarn.ente, (Dios). Con lo que el problema
del mal cae finalmente en la libertad delhombre e indirectamente en la
de Dios.

El mal y la libertad

Con lo dicho queda resuelto el problema de la relación entre el mal y


la Providencia divina. Faltaría por hablar sobre la esencia de la libertad.
Aunque no tratamos ahora exprofeso de la libertad, digamos algo sobre
ella. Creemos que nadie será capaz de definirla satisfactoriamente: los
tomistas en sus tratados 9 cuando nos dicen que es la negación de coacción
externa o de necesidad interna o que es la potencia e indiferencia de la
voluntad, por la cual, puestos todos los requisitos para obrar, el hombre
puede obrar o no obrar, hacer esto, o aquello, hacer el bien o el mal; ni
Escoto diciéndonos que es la autodeterminación; o la escuela franciscana,
en general, cuando afirma que es la "Potestas servandi rectitudinem propter
seipsam"; ni Kant y sus seguidores en la filosofía moderna al definirla como

9 Como es sabido, son numerosos los buenos tratados de la filosofía neoescolástica, en sus dos vertientes
las Escuelas Tomista (a veces Suarizta, en varias tesis) o Franciscana. Me permito remitir a DONAT.
Joseph (Professor in Universitate Oenipontana). Summa philosophiae Christianae. Por ejemplo, Ont,~log.ia.
Editio 4." et 5.° aliquantum immutata. Oeniponte (Innsbruck). Typis et Sumptibus Feliciani Rauch, 1921.
lo referente al mal, p. 121-131; por la Escuela Tomista, en general; ya VAN DE WC)ES,TYINE,
ZACHARIAM. Cursus Philosophicus: in breve collectus (Scholae Franciscanae Aptatus) Tomus 1. Mechliniae,
1921; Tomus n. Mechliniae, 1925; para casi todos los tratados acostumbrados de la Filosofía; por 1<1 L'><:ll"l<1
Franciscana.

UNIVERSIDAD DE SAN BlJENAVENTURA, D. c., • FACULTADES DE FTLOSOFtA YTEOLOGtA


.111. EL PJW2LEMA DEL MAL. EN S/L\' AGUS1iN

~ra "imperativo categórico", nos han dicho qué.es la libertad. Solamente nos
.os la han descrito, pero nadie ha entrado o entrará al fondo del problema de
>ll. la libertad. Aclarar el misterio de la libertad, sería aclarar el de la predes-
en tinación, el de la gracia, el del mérito y el demérito, el de la justicia, de
el los que todos tenemos conciencia, y de los que supieron la mayoría de los
Ire pueblos; pero sin que sepamos a ciencia cierta qué son.
is- Tampoco, entonces, podremos nosotros aquí saber qué es la libertad.
~y
Pero, no obstante, diremos con San Agustín que "el silencio... solamente
se siente no oyendo" y que estas cosas se "las comprende no conociéndo-
la las... "10, porque así como "los delitos ¿quién los conoce?" (Psalmus 18,13),
lal de la misma manera el mérito y una de sus raíces, la libertad, ¿quién los
:lo comprenderá?
Con lo que hasta aquí hemos dicho creemos que queda claramente
la establecido que el mal formalmente considerado, ya sea física o moralmen-
la te, no es algo positivo; que su caUsa no es Dios; la relación entre el mal, y
en último término, la libertad, con láProvidencia; y cómo se relaciona el
pecado con el orden del mundo. También hemos visto, al mismo tiempo,
que Dios por medio del mal cumple sus fines, aunque no intente el mal en
sí sino que lo utilice y permita: o sea, elproblema de la redención del mal
,y
y del dolor. Esta es, en términos generales, la doctrina que hoy tenemos
d. acerca del problema del mal, y que ha sido tomada de los santos padres.
re
)s y con esto llegamos al máximo exponente de la doctrina cristiana
m sobre el mal: San Agustín, quien sistematizó de una manera definitiva,
la podemos decir, tal doctrina.
re Estando aún San Agustín en el maniqueísmo (el que con los persas,
o.i y aumentando el dualismo, admitía dos principios: uno del bien, Ormuz;
a, y otro del mal, Ahrimán) era con frecuencia impresionado por el dilema
que su amigo Ne- bridio solía proponerle l l , y que podemos resumir en
la estos términos:

de
J.,

!F.
10 De Civitate Dei, XII, 7.

11 Cf. Confessiones VII, 2-3.

FIIANCfSCANUlvl N." 146' MAYO -AGOSTO DE 200/


106~>

Si el principio malo puede dañar a Dios, ya Dios no será inmutable, por


su violabilidad y corruptibilidad; y si no le puede dañar, es inútil la lucha,
y en consecuencia no hay ya dos principios ni combate entre ellos.
Este argumento fue una de las causas u ocasiones que contribuyeron
para sacarlo del error maniqueo, y llevarlo al Dios único, fuente de todo y
todo Bondad, verdad Suma y fuente de verdad. Pero quedaba por resolver
el problema del mal: ¿qué es el mal que a todos se impone y atormenta?
Si no hay un Dios del mal ¿cuál es su causa y sllorigen? Inquietaba ahora
al Agustín convertido, la pregunta que se haría más tarde Boecio: "Si hay
Dios, ¿de dónde se originan los males? Y sino lo hay, ¿de dónde proceden
los bienes?"12.
Para resolver estas cuestiones meditará mucho y escribirá entonces
varias obras, directamente contra sus antiguos errores, para probar que el
mal no proviene de Dios, decirnos en qué consiste su realidad o no reali-
dad, su proporción con el bien, y la utilización que Dios hace del mal, una
vez que existe, para sus planes divinos. Tales obras son principalmente
De libero arbitrio, De natura boni, Adversus Manicheos, gran parte de De
civitate Dei y en muchos lugares de las Confesiones.

En el libro De natura boni nos enseña que Dios es el Supremo e .lH.IHll-


table Bien, que las criaturas, ya sean cuerpos o espíritus, de Él proceden
son mudables y buenas esencialmente. Dios, pues, es autor de los bienes,
no de los males. ¿De dónde procede entonces el mal? se pregunta también
en el De Libero Arbitrio 13 • San Agustín responde que de la "Corrupción
del modo, de la belleza y del orden": "Malum est corruptio modi, speciei
aut ordinis 14 • Esa es la naturaleza del mal, o sea: la corrupción de esos
tres bienes generales que encierran todos los otros bienes en las criaturas
tanto espirituales como materiales o corporales.
En otros lugares nos habla del mal como "privación del bien"15: Así
dice en la De Civitate Dei: "Nadie busque, pues la causa eficiente de la

12 BOECIO. De Consolatione Philosophiae. Prólogo y selección de Juan David García Bacca. México: Sec:retal:ía
de Educación Pública, 1945, p. 23.

13 el. De Libero Arbitrio 1, 1.


14 De Natura Roni N.

15 Confessiones XII, 7.

UNIVERSIDAD DE BUEN;\VENnJJM D. C., • F,4CULT,WES DE FILOSOFíA YTEOLOGíA


F. M. ,1. i'i¡¡JilJ.J.{·jA IJEL·MAL E¡'" SAN AGi. SnN
1 07

voluntad; tal causa no es eficiente, sino deficiente (cursiva mía),


porque la mala voluntad no es efección, sino defección"16; y en otra parte:
"El mal no tiene naturaleza alguna, sino que la pérdida del bien tomó el
hombre de mal": "Mali enim nulla natura est; sed amissio boni mali nomen
ron
accepit"17,
ay
En cuanto al mal moral nos enseña que "male facere nihil est, nisi a
disciplina deviare", en donde "disciplina" significa la enseñanza recibida 18 ,
y que todo aprendizaje, por el hecho de ser acción que sigue al ser, es bueno,
Más adelante dice que "c1arum est enim iam nihil aliud quam libidinem
in tato malefaciendi genere dominari"19, Cuando del orden, de la forma (o
belleza) y del modo se dice que son malos, no se habla refriéndose a lo que
son, sino a lo que les falta: esto es, "porque son menos perfectos de lo que
:es
debían ser, o porque no se acomodan a las cosas a las que corresponden,
:el
de suerte que se dicen malos porque son imperfectos o inconvenientes "20,
lli-
y en otro lugar: "La naturaleza aun siendo viciada es un bien" ... "el vicio
na
no puede existir ni en el bien sumo ni en algo que no sea bien"21,
lte
De Pero también las privaciones de1as cosas son empleadas por Dios para
el orden del universo y sus planes 22 : '~sí CO:qlO la oposición de (éstos) con-
trarios da un tono de belleza al lenguaje, así la belleza del universo resulta
de una oposición en cierta elocuencia, no de palabras sino de hechos"23,
Establecido esto, cualquiera podría plantearse todavía otra cuestión:
§n luego el mal físico y el pecado y sus consecuencias ¿son necesarios al
Jn orden del universo?
iei
San Agustín responde diciéndonos que Dios "determinó de una vez
os para siempre cómo ha de desarrollarse el orden universal que estableció y
as

la De Civitate Dei xm, 7.

De Civitate Dei XI, 9.

De Libero Arbitrio I,I, 2.

De Libero Arbitrio I,m, 8.

De Natura Boni XXIII.

De Civitate Dei XII, 3.

Cf. De Natura Boni XVI.

De Civitate Dei XI, 18.

FIIANClSCANLt¡v¡ N.O 146 • )'vlAi'O - AGOSTO DE 2()(J!


nada dispone nunca por un acto nuevo de su voluntad"24. De suerte pues,
que el mal no varía en nada los planes de Dios 25 . N o podríamos imaginar
que una voluntad contingente desbaratara con su acto los planes de la
voluntad divina26 .
En estas palabras de San Agustín podemos ver una base para la afir-
mación de Escoto y de la Escuela Franciscana de que Cristo se hubiera
encarnado aun sin el pecado de Adán, porque mal podría un hombre con-
tingente, y un acto contingente de su libertad,iobligar a Dios a encarnarse
y de esta manera determinar al mismo Dios.
Visto lo anterior, ¿en qué proporciónse encuentran el bien y el mal en
las criaturas? O sea, ¿cuál de los dos prevalece sobre el otro?
El Obispo de Hipona piensa que tanto en los seres celestiales como
en el hombre, el bien prevalece sobre el mal "puesto que el número de
los buenos, mucho mayor en los seres celestiales, conserva el orden de
su naturaleza (es decir, permanecen buenos) y la voluntad mala (en el
hombre) por rehusar guardar el orden dela naturaleza, no pudo esquivar
al Dios justo que ordena (bien) todas las cosas"27.
Es decir, que los seres racionales, ángeles y hombres no pudieron
cambiar el orden establecido por Dios, ni en sí mismos porque el mal
siempre tiene que entenderse como adherido al bien y nunca llegará a
aniquilar totalmente al ser, porque ahí no habría ya ni mal ni bien, no habría
ni ser, ni no-ser28 ; tampoco en el conjunto del universo, que permanece
hermoso y ordenado, no obstante cierta imperfección de algunos de sus
componentes.
Resumiendo: el mal para San Agustín, es "privación" del bien. Esa
privación puede tener por objeto lo físico o lo moral. El mal físico tiene su
explicación en que las criaturas fueron sacadas de la nada y pueden volver

24 De Ubero Arbitrio m,m, 6.


25 De Civitatae Dei XII,5:"...el último grado de corrupción, que aboca las naturalezas mudables y mortales a su
desaparición, no reduce al no ser, lo que era, hasta el punto de que no resulte de allí lógicamente lo que debía
ser" ..·

26 De Civitate Dei XI, 23,1.

27 De Civitate Dei XI,23, 1.

28 Cl. De CMtate Dei XII, 5.

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENTUR/\, D,


;, a ella por no ser necesarias. Si fueran sacadas dé Dios no habría "privación"
.r de un bien conveniente a la naturaleza, porque serían inmutables 29 •
a El mal moral tiene su origen en la voluntad; y existe no porque se
apetezcan cosas malas, ya que "toda criatura de Dios es buena" (I Timoteo
'- 4,4), sino porque se apetece una cosa inferior en lugar de otra más excelen-
a. te 30 , correspondiente moral y ontológicamente al completo ser realizable
y realizado de la criatura.

El mal no consiste, en este caso, ni en el bien inferior ni en el supe-


rior, sino en la desviación de la voluntad de lo superior a lo inferior. Y en
1 muchas ocasiones lo superior lo constituye un mandato, no la cosa en sí,
como en el caso del árbol prohibido en el paraíso terrenal: lo mayor era el
obedecer al mandato de Dios; lo inferior, gustar del fruto del árbol prohi-
)
bido. Hubiera también Dios podido hacer que el comer de tal fruto fuese
el mandato superior. Como es sabido, hay que tener en cuenta aquí que
la maldad puede depender de varias cosas: el objeto, las circunstancias
1
y el fin.
r
Pero esa "privación" física y moraPl, contribuye al orden del universo
y a los planes del Creador, como las sombras o los silencios contribuyen a
la belleza y armonía de la pintura o deja música.
No obstante, digo yo, el mal, no es necesario a ese orden; ni aún
el orden actual parece ser el mejorentre todos los órdenes posibles; no
repugna racionalmente que Dios hubiese hecho otro orden distinto; y si
no es necesario el bien existente,IImcho menos el mal. Además la per-
fección del orden existente, ¿no sería más perfecta si no existiese el mal
en absoluto?
La perfección de los seres no tiene que ser absolutamente igual: ya
no serían muchos seres, sino que serían uno. Sólo se exige que cada cual
sea perfecto en su escala u orden, es decir, según su naturaleza. De aquí
que no exista el mal metafísico, aunque Leibniz sostiene que es esencial

29 Cf. De Natura Bon; X, 7.

3D Cf. De Natura Bon; XXXIV.

31 No hay mal "metafísico", como sostiene Federico Leibniz: éste sería la negación de la criatura, yya sabemos
que toda criatura es buena (1 Timoteo 4,4; Génesis 1,18) Tampoco existe la nada absoluta, que constituiría el
mal metafísico.

nIANCfSCA.NUlv! N.O 146' MAYO -AGOSTO DE 200'!


110~> FnAi' PUvuo RESnH:l'Ü GONl.A!..EZ O. F. lvL

al orden creado, por ser finito. Tampoco parece interpretar muy bien a San
Agustín, Federico Sciacca, cuando le hace establecer un mal metafísic032 ,
por la misma razón aducida de Leibniz. El mal metafísico de Leibniz,
aunque es clara y lógica consecuencia de su sistema de las "mónadas" y
del de la "armonía preestablecida", se basa en una falsa interpretación
de lo creado, si bien se fundamenta en éste y tiene su más íntima raíz en
la tendencia de todo lo creado hacia lo absoluto, según a.quellas palabras
de San Pablo, ya citadas al principio de este escrito: "La creación entera
hasta ahora gime y siente dolores de parto">(Romanos 8,22) o aquellas
otras ya mencionadas de San Agustín "Porque nos hiciste para Vos, Señor,
e inquieto estará nuestro corazón hasta que descanse en VOS"33.
Pero no existe el mal absoluto o metafísico: 10 opuesto a la nada absoluta
es el ser absoluto. O sea: lo opuesto al no-ser absoluto es el ser absoluto.
Pero ¿qué será lo opuesto al no ser relativo, o lo que es lo mismo: al ser
relativo, o sea, a la criatura? ¿Será otro absoluto relativo o lo que se ha
dado en llamar en la filosofía absoluto secundum quid? ¿Esto es, un ser
perfecto en determinada escala y en determinado orden de seres? Parece
que esto fuera lo más razonable y que fuera lo que Dios intenta y quiere
de sus seres creados. Pero entonces, ¿qué sucedería, una vez perfectos los
seres en su respectiva escala? ¿Acaso una quietud absoluta, un "nirvana"
silencioso e inactivo?
Mas, lterminará en eso el constante anhelar de las criaturas? ¿Sus
dolores de parto? Aunque esto sucediera, permanecería el mal metafísico
ya que ningún ser o mónada sería el infinito y todas le entablarían lucha
a ésta y entre ellas mismas. Pero, dejado esto, preguntamos, si ¿no con-
sistirá el culmen de la perfección en el estar, sin perder la individualidad,
constantemente unidos, en el cielo, los sarmientos a la vid? En este estado,
el mundo inferior, asumido en el cuerpo glorioso como en su resumen,
habrá quedado atrás: "Nox praecessit" y ya no habrá "ni clamor, ni luto,
ni dolor" (Apocalipsis 21,4).
Porque el mal no es simple negación. El mal es corrupción; pero sólo
se corrompe lo que existe, y todo lo que existe es bueno, aunque no ab-

32 Cf. SCIACCA, Federico. Historia de la Filosofía. Tradución de Adolfo Muñoz Alonso y Juan José Ruiz
3a. Edición. Barcelona: Luis Miracle, 1959, p. 190-193.

33 Confessiones 1,1,11.

UNiVEf<SJDADDE SAN BUENAVENTURA, D. c., • FACULTADES DE FJL()SO'FiAYT,fIOL.oGiA


).P.M. 11

olutamente. De suerte que lo. bueno no es tampoco absolutamente no


ueno. Se trata entonces, de un mal relativo y de un bien relativo. Y por
miz, esto está sujeto a corrupción: ya que es lo relativo lo corruptible. Lo ab-
s" y soluto es inmutable.
:ión Lo finito y lo creado indican una limitación en el ser: esa limitación es
len la negación del ser absoluto: porque si las criaturas tuvieran el ser absoluto,
se identificarían con Dios y no habría ya creación, sino un solo ser.
El mal metafísico sería entonces la negación del ser o del existir pleno.
Pero ésta no corresponde ni es esencial a la criatura. De lo contrario, todas
las criaturas serían malas por el solo hecho de no poseer el absoluto o por
el solo hecho de ser criaturas. Para evitar el mal en este caso no habría otro
Luta medio que impedir la creación. Y esto es precisamente lo que predica el
LItO.
brahmanismo, y los contemporáneos Schopenhauer y Eduardo Hartmann,
ser para quienes la solución del problema del mal está en el aniquilamiento
~ ha
de toda voluntad o deseo de vivir, con lo que el problema queda en pie y
ser sólo se consigue el darse cuenta deja imposibilidad de su solución.
ece
.ere El mal, pues, de que San. Agustín trata, es el de "privación" física o
los moral, o sea de aquello que los seres debían tener adecuadamente a su
o.a" respectiva naturaleza y que no poseen., por una doble razón, que viene a
resolverse en una sola: El que viniendo de la nada, pueden sin repugnan-
cia racional volver a ella (para el mal físico); y el que por la imperfección
~us
y deficiencia de la voluntad y de la libertad, los seres racionales tienden
ico a un ser inferior en lugar de a uno superior (mal moral): motivos estos
~ha
que vienen a quedar resumidos en esto: ambos, o todo mal, proviene del
:m- pecado, y del pecado la muerte. Ya que, como dice el apóstol Santiago:
ad, ".. .la concupiscencia, cuando ha concebido, pare el pecado; y el pecado,
do, una vez consumado, engendra la muerte" (Santiago 1,15). O la del salmo:
en, "Ecce qui elongant se a Te, peribunt" (Psalmus 72,27). O las de San Pablo:
ltO,
"Stipendia enim peccati, mors" (Romanos 6,23).
Y el mismo San Agustín afirma que la muerte del alma (mal moral),
ólo aunque mortal, sucede cuando Dios abandona al alma (a causa de sus
lb- culpas), y la del cuerpo, cuando el alma abandona a éste (mal físico)34.

34 De Civitate Dei XIII, 2.

FlV\.NCfSC1NUIv! N.o 146 • ¡v[AYO - AGOSTO DE 2007


11

De la doctrina de San Agustín sobre el problema del mal, que como


podrá notarse, es el compendio de la de Cristo, los apóstoles y los primeros
padres de la Iglesia, se infiere que también al mal físico corresponde el
nombre de mal de pena del pecado; y al mal moral que causa aquel, mal
de culpa35 .
De suerte, pues, que los sufrimientos, las penalidades, las enfermeda-
des, las angustias y dolores físicos o morales, no son otra cosa que muertes
parciales y deambulantes en el ser que vive,mientras no muere del todo
para vivir totalmente 36 . Porque Dios hizo cOllel mal un doble oficio: 1.
Consecuencial, no causalmente, aprovecha para bien el mal (No que desde
Dios, o como si Él tuviera un comportamiento Inoral a lo humano, fuera a
echar por tierra de antemano aquel principio de la ética y moral cristianas
desde el Nuevo Testamento: "El fin no justifica los medios"); para todo el
orden del universo. 2.°) yen cuanto al hombre, Dios le concedió "que la
muerte que es contraria a la vida, haya. pasado a ser el puente que lleva a
la vida. Y esto, no porque la muerte que antes fue un mal, se haya tornado
en bien, sino porque Dios concedió esta gracia a la fe"37.
y con esto llegamos a la última parte de este estudio, en donde pro-
metimos dar una más satisfactoria explicación de la libertad.

Conclusión

Los paganos no pudieron hallar una solución al problema del mal,


porque, al menos en una de las interpretaciones, no queriendo glorificar a
Dios, como se los echa en cara San Pablo, "Se entontecieron en sus razo-
namientos, viniendo a oscurecerse su insensato corazón y alardeando de
sabios se hicieron necios, y trocaron la gloria del Dios incorruptible por la
semejanza de la imagen del hombre corruptible, y de aves, cuadrúpedos
y reptiles" (Romanos 1,18-23).
Pero no sólo no quisieron conocer a Dios por sus criaturas, sino que
habiendo conocido las Escrituras de los judíos,. en otra de las interpreta-

35 De Civitate Dei XIII,4.

36 Cl. ÍDEM, Ibídem.

37 ÍDEM, Ibídem.

UNIVERSIDAD DE SAN BUENAVENn!R./\, D.


EL PIWELl:'MA DEL M-!-i.L EN SAN AGusTi¡,,,c 13

ciones por algunos padres de la Iglesia, tampoco quisieron adorar a Dios


como es debido. Este conocimiento de la Escritura lo aseguran varios e
importantes padres de la Iglesia, como San Justino, Tertuliano y el propio
San Agustín38 .
Por esta misma razón de un posible conocimiento y adulteración de las
Escrituras inspiradas por el Espíritu Santo y reveladas, no es de admirar
que en sus sistemas se encuentre mucho de verdad, y que en bastantes
casos su doctrina sea exactamente concorde con la de los judíos y cristianos;
con lo que sólo se prueba el dicho de Tertuliano del "Testimonio del alma
naturalmente cristiana"39. O hablando más humanamente (¿acaso Cristo
no fue humano?), del patrimonio universal de la verdad, no obstante el
oscurecimiento del corazón del hombre como consecuencia del pecado.
Pues sólo en Cristo la humanidad pudo ser redimida plenamente, ya
que si "Por Él fueron hechas todas las cosas" (Johannes Evangelium 1,3)
"del cielo y de la tierra, las visibles y las invisibles, los tronos, las domina-
ciones, los principados, las potestades" y "todo fue creado por Él y para
Él" (Colosenses 1,16), solo Él podíaredimir al universo del mal que le
afectaba, y al hombre del pecado que en él hacía su mella. El hombre, y
con él el universo, que por su desobediencia se había hecho ingrato para
con Dios, por la obediencia de Cristo (Cf. Romanos 5,19), es hecho "grato
" (Cf. Efesios 1,6) a sus divinos ojos; ya que habíamos sido elegidos an-
tes de la constitución del mundo para ser santos e inmaculados ante Él
y predestinados a la adopción de hijos suyos por Jesucristo, conforme al
i beneplácito de su voluntad; por eso ahora en Cristo "tenemos la redención
por la virtud de su sangre, la remisión de los pecados, según las riquezas
de su gracia que superabundantemente derramó sobre nosotros en perfecta
i sabiduría y prudencia" (Cf. Efesios 1,4-9).
5
La Redención de Cristo superó en méritos la maldad del hombre (Cf.
Romanos 5,15) ya lo que ésta pudiera necesitar de su Redentor y Creador.
No podía la imagen del Hijo de Dios permanecer empañada para siempre,
"porque a los que de antes conoció, a éstos los predestinó a ser conformes

Cf. TERTULIANO. El Apologético. Traducción de Gonzalo S. Martín Lastra. Santiago de Chile: Ed. Erci-
l1a, 1938, p. 81 Y 156-157; SAN AGUSTíN. De Civitate Dei XVIII, 14 y 37; SAN JUSTINO. Apologia Prima
XLIv.

Cf. TERTULIANO. Opus Citatum, p. 78.

FRANCTSC/l.NC"I N.".l46· MAYO -AGOSTO DE 2007


FJl.Ai' PUHUO R!3S'iTlEPÜ GO;'\¡ZÁLfZ O. F. 1\1.

con la imagen de su Hijo, para que Éste sea el Primogénito entre muchos
hermanos; ya los que predestinó, a esos también llamó, ya los que llamó,
a esos los justificó; ya los que justificó, a esos también los glorificó" (Ro-
manos 8,29-31; Cf. Coloseses 1,13-20). Es decir, que Dios perfeccionó en
nosotros su obra no obstante nuestras maldades y prevaricaciones pues
"donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia, para que, como reinó
el pecado por la muerte, así también reine lagraciaporJa justicia para la
vida eterna por Jesucristo nuestro Señor" (Romanos 5,20-21).
Si por la libertad había pecado el hombre, Cristo, por quien fue hecho
el mismo hombre, a imagen de Dios,lédevolvió esa libertad. Por la de-
bilidad de la criatura, su voluntad pudo\inclinarse a las cosas inferiores.
Pero si el hombre haciendo su voluntad faltó a la de Dios, Cristo dice a su
Padre por boca del Salmista: "In capite libriscriptum est de me ut facerem
voluntatem team: Deus meus, volui;eUegem team in medio cordis mei"
(Psalmus 39,11).
y el apóstol San Pablo, como ponderando la impotencia, no sólo de
Israel sino también de todo el universo, al comentar estas palabras, dice:
pero en esos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados, por ser im-
posible que la sangre de los toros y de los machos cabríos borre los pecados.
Por lo cual, entrando en este mundo dice: no quisiste sacrificios ni oblaciones,
pero me has preparado un cuerpo. Holocaustos y sacrificios por el pecado no
los recibiste. Entonces yo dije: heme aquí que vengo -en el volumen del libro
está escrito de mí- para hacer, Oh Dios, tu voluntad (Hebreos 10,3-7). Así pues,
'como por la transgresión de uno solo llegó la condenación a todos, también por
la justicia de uno solo llega a todos la justificación de la vida' (Romanos 5,18).

La libertad, pues, del hombre que nos perdió, no tiene solución y ex-
plicación sin la de Cristo que nos salvó. Es más aún, ni el mismo hombre
pudiera explicarse sin el que es prototipo o modelo primero esencial
hombre y del universo y cabeza del Cuerpo Místico de la Iglesia (Cf. Colo-
senses 1,18). Sí, por la venida de Cristo al mundo y después por su muerte
y resurrección, la persona humana reconquistó su valor ante Dios y ante
la historia. Jesucristo, Hijo del Padre "que habita en una luz inaccesible"
(1 Timoteo 6,16) vino a manifestarnos y descubrimos el misterio oculto en
Dios desde el principio, que no es otro que el de las personas y libertades
humanas y divinas fundamental, misteriosa y profundamente encerradas
y comprendidas en Dios, en su inefable arcano delaBeatísimaTrinidad,

UNNERSIDAD [)E SAN BUENAVENTURA D. c., • FACULTADES DE FrLOSOFiA YTEOLOGiA


1.

s en donde sólo puede tener explicación satisfactoria nuestra persona tanto


individual como socialmente considerada40 .
Aparecen antinomias (en la persona). aparentes contradicciones; pero en reali c
1 dad no son otra cosa que resplandor del misterio que envuelve la personalidad
divina ... Si en las tres preguntas que mencioné arriba (escribe S. Agustín) que
S suelen proponerse en cada cuestión: ¿Quién la hizo (a la criatura). por qué
medio y por qué?, yen sus respuestas consiguientes; Dios, por el Verbo, porque
son buenas, se nos intima con profundidad mística (cursiva mía) la Trinidad,
es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: o si hay algo que nos prohíba dar
tal interpretación a este pasaje de la Escritura (Gen. 1). es cuestión de mucho
discutiI-4l.

No se trata de que habiendo sido hechas todas las cosas por el Verbo,
y habiendo el hombre como desnaturalizado su persona, su naturaleza
y su libertad, otra vez se hiciera también por Cristo una completa nueva
creación, como podría pensarse: porque si el pecado es cosecha única y
exclusiva del hombre, pudiera imaginarse que éste desbarató los planes
primeros de Dios que eran hacer todo por el Verbo y para el Verbo. No.
Simplemente "plugo al Padre que en Él (Cristo) habitase toda la plenitud
y por Él reconciliar consigo, pacificando por la Sangre de su Cruz, todas
las cosas, así las de la tierra como las del cielo (Colosenses 1,19-20). Lo
único que hizo el Rey de cielos y tierra fue, pues, pacificar a sus hijos in-
subordinados. De tal suerte, que el hombre que estaba muerto con todas
sus facultades, pudo ahora hacer obras de vida eterna y adquirir méritos
sobrenaturales, no por sí mismo, sinO en cuanto obra e injerta sus meritas
en los de Jesucristo Nuestro Señor.
De aquí que Jesucristo haya reconciliado al hombre con Dios, pero que
éste se reconcilie si voluntariamente quiere, o permanezca en la muerte
también de una manera libre. En esto consiste la verdadera recuperación
y redención del pecado y la auténtica rehabilitación del hombre. Porque
la gracia no destruye sino que perfecciona la libertad; y en este caso
puede permanecer aún la muerte en el mundo y en el hombre, habiendo
ya lucido "esta luz en las tinieblas" ... porque ... "Las tinieblas no la han
recibido" (Johannes Evangelium 1,5-6). Y aunque el Reino de Dios está en
medio de nosotros, muchos siguen preguntando y preguntándose cuándo
llegará (Cf. Lucas Evangelium 17,20-21) porque "desde los días de Juan

40 FELLERMEIER, Jacob. Compendio de Sociologia Católica. Barcelona: Herder, 1960, p. 48.

41 De Civitate Dei XI,23, 2.

FlIANcrSCANUM N. o 146 • MAYO· /\GOSTO DE 2007


116};'> FRAY PUBLIO RESTf?f,PO GON¿.'\LEZ O. F 1\1.

el Bautista hasta ahora es entrado por fuerza el reino de los cielos y (sólo)
los violentos lo arrebatan" (Matheus Evangelium 11,12). "Quien (pues)
no renaciere de arriba, no podrá entrar en el Reino de Dios" (Johannes
Evangelium 3,3).
Por la gracia de Dios, pues, somos lo que somos (Cf. 1 Corintios 15,10).
Los paganos fueron "infelices" porque no llegaron ano quisieron llegar,
según ya hemos probado, al verdadero servicio de Dios y a la esperanza
cierta de la resurrección de los muertos.
Si los cristianos tuviéramos la esperaIlzapuesta en Cristo mirando
a esta vida, seriamos los más infelices delóshornbres (1 Corintios 15,19);
más infelices aún que los paganos, que Ilo se mortificaron a sí mismos por
amor a esta esperanza.
"Pero no: Cristo ha resucitado de entre los muertos, como primicia
de los que mueren ... pues preciso es que Él reine hasta poner a todos
sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo reducido a la nada será
la muerte" (1 Corintios 15,20 y 25-26). y "todos seremos inmutados. En
un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al último toque de la trompeta
-pues tocará la trompeta-, los muertos resucitarán incorruptos y nosotros
seremos inmutados. Porque es preciso que lo corruptible se revista de
corrupción y que este ser mortal se revista de inmortalidad. Y cuando
ser corruptible se revista de incorruptibilidad y este ser mortal se re~Tis1ta
de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito:
La muerte ha sido sorbida por la victoria. "¿Dónde está, oh muerte, tu
victoria? ¿Donde está, oh muerte, tu aguijón? .. " "... Pero gracias sean
a Dios que nos da la victoria por Nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios
15,51-55 y 57).

UNNEJlSIDAD DE SAN BUENAVENTURA" D,


vr.

1) BIBLIOGRAFÍA
:)
s BOECIO. De Consolatione Philosophiae. Prólogo y selección de Juan David
García Bacca. México: Secretaría de Educación Pública, 1945.
l. DONAT, S.J., Joseph. Summa philosophiae Christianae. Oeniponte (Inns-
r, bruck), Typis et Sumptibus Feliciani Rauch, 1921.
FELLERMEIER, Jacob. Compendio de Sociología Católica. Barcelona:
Herder, 1960, p. 48.
SAN AGUSTÍN. Confessiones I,l,1. Madrid: B.A.C. (Hayvarias ediciones
y fechas: 1958... 1993...).
r
SCOTUS. De Primo Principio, Cap. n. In: Opera Omnia. Civitas Vaticana,
1950.
a
s SERTILLANGES, O. P., A. D. ELProblema del Mal. Madrid: EPESA
á 1951.
n SCIACCA, Federico. Historia de ldFilosotía. Tradución de Adolfo Muñoz
a Alonso y Juan José RuizCuevas. 3. a Edición. Barcelona: Luis
Miracle, 1959.
TERTULIANO. El Apologético. Traducción de Gonzalo S. Martín Lastra.
Santiago de Chile: Ed.Ercilla, 1938.
VAN DE WOESTYNE, O.P.M., P.F.ZACHARIAM. Cursus Philosophicus:
in breve collectus (Scholae Franciscanae Aptatus) Tomus 1. Me-
u
chliniae, 1921; TomusII. Mechliniae, 1925.
lS
IS

Recibido: mayo 2007


Arbitrado: junio 2007

FRf\NCISCANU/v¡ N." ]46 • MAYO· AGOSTO DE 2007

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