El seudónimo Guayaquil está estrechamente ligado a una trascendental historia, reflejada
en la sagacidad de su población ferviente que lucha constantemente conservando su idea de cambio y progreso. Actualmente el acorazado núcleo de nuestra urbe reúne una significativa trayectoria denotando el alcance de la perseverancia de sus pobladores. La gratitud de su población es notoria y la espontaneidad que encierra este pedazo de paraíso muestra nuestra verdadera identidad desde tiempos remotos, caracterizando a sus habitantes por su originalidad, deseo de éxito, y el anhelo de progreso. Originalmente, durante la época colonial, Guayaquil ocupó un lugar preponderante. El comercio y la navegación fueron los pilares de la economía porteña, convirtiéndose en una de las esclusas primordiales, y esenciales para el crecimiento económico del continente y en mayor medida, como sustento local. Sin embargo, la urbe no sólo apalea situaciones de bienandanza, la ciudad ha sobrellevado un sinnúmero de efímeros acontecimientos que marcaron bruscamente a su población, dejando una huella en su libro, una marca en la historia, en la descendencia de los guayaquileños. Durante el fatídico siglo XX, Guayaquil demostró el ahínco que yacía sus conciudadanos, sumidos en una depresión y secuelas bélicas. La población tomó el peso de estos sucesos, lejanos de un progreso económico instantáneo. Comprendieron la idea de que no bastaba ser importadores, convenía creer en su ciudad, invertir en ella y sobre todo dogmatizar sus capacidades, en consecuencia, el puerto principal de nuestra nación se caracteriza por tomar su propia proyección futurista. Hoy las vistosas y esplendidas edificaciones, flamantes urbanizaciones, extensas avenidas han engalanado la ciudad, siendo símbolo de todo el proceso histórico de esta ciudad cosmopolita el Malecón 2000, donde encontramos la Plaza Cívica, la Torre del reloj, la Plaza Olmedo, cuya transcendencia recóndita presenta a cada habitante la oportunidad de conocer el flamante itinerario de Guayaquil. En torno al comercio, la industria, el puerto marítimo la cotidianidad de sus habitantes aunado al anhelante éxito ha permitido su crecimiento, preponderantes y prometedores. Su cálida población la ha convertido en una localidad vigorosa, llena de historia siendo puerto y puerta del Ecuador. Somos nosotros quienes defendemos la altivez de este sublime Guayaquil que no da marcha atrás, nosotros quienes embellecemos cada día más a esta tierra hermosa de las bellas palmeras de cristal y los ríos de su inmenso ideal. Porque nacimos en ella, e incluso si no somos nativos de aquí, la vida debemos darla por no verla sufrir. El abrazo muy estrecho que te brinda regocija lo capacitados que estamos para seguir creciendo junto a ella, porque Guayaquil vive por ti y por mí, vive por nosotros.