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Inciso A

El impacto que tiene la operabilidad del estilo directo, es el de la autodescalificación por parte del
“sujeto” indio, puesto que al ficcionalizar la lengua del mismo en español, se lo posiciona como
inferior (con respecto a la mirada eurocentrista).

Inciso B

Para comenzar, es importante tener en cuenta que una lectura del contenido, regulada por ciertas
formas de producir sentido (mediante la lógica occidental), deja ver un carácter denunciante del
texto, desembocando en una aparente reivindicación. De esta forma, el lector adopta la mirada
binaria de dominante, el victimario, y dominado, la víctima (es decir, los indios), donde el segundo
es apreciado bajo una mirada de empatía, a partir de ciertos procedimientos que veremos en breve.
Veamos un ejemplo:

“Como los personajes del estado mayor de la obra y los de la junta patriótica se pasaban los días dando órdenes y la
noche bajo tiendas de campaña, jugando a la baraja o bebiendo aguardiente y haciendo el amor a las cholas solteras,
no fueron presa ni del cansancio, ni del aburrimiento. Tampoco los indios podían darse ese lujo. Ellos sabían -sangre
de su taimada resignación- que el patrón, el teniente político mandaban en su destino, y que al final todo el trabajo y
todo el sacrificio quedaría en sus manos” (Icaza 1953: 90)

En contraste, solo a partir de la forma es posible des-leer aquella apariencia de reivindicación,


puesto que la gramática enunciativa nos permite leer un refuerzo del locus de enunciación
eurocéntrico. Es decir que, a diferencia de lo que el texto busca (la reivindicación del indio), quien
en verdad se reivindica es el “yo” que enuncia (por brindar una mirada empática), y el indio
(reivindicado) permanece en la misma posición del discurso (es decir, como sujeto de enunciado),
pero consolidado.

Entonces, si bien se adopta una mirada de empatía para con el indio, dentro del programa narrativo,
desde el programa ideológico podemos ver la re-edición de los procesos de inferiorización que
tiene la puesta en acto de una axiología ya instaurada. Es decir, que el efecto de la mirada
compasiva solo es la reafirmación de la axiología.
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Con respecto a la re-edición de la lógica fundante, es imperativo observar el nombramiento de


“indios” en el texto, puesto que, desde la invención del término, se produce el borramiento de todo
tipo de diversidad cultural, que da cuenta de un nuevo orden.

“La caravana de amos e indios pasó sin dar mayor importancia a las palabras del cholo” (Icaza 1934: 21)

“La india requerida, con temor y humildad de quien ha sufrido atropellos traicioneros, alzó una esquina de la bayeta
que le cubría” (1953: 33)1

Ahora bien, a partir de una lectura desde la forma, podemos observar que es el estilo directo el
principio constructivo del texto. Dicho procedimiento funciona como artificio de la retórica
verosimilizante que genera una ilusión de oralidad, por tanto, ilusión de voz (desembocando, a su
vez, en ilusión de cuerpo), denotada a partir de la ficcionalización de la lengua del indio en español,
creando la ilusión de que aquél enuncia (de que posee voz propia). Pero el indio, como hemos visto,
pertenece a una posición de inferioridad en el discurso -como sujeto de enunciado-, por lo tanto, se
trata de un “otro” que nunca podrá configurar la instancia de enunciación, sino que es una
construcción de esta última.

“Cuando todo estuvo a gusto y sabor del tuerto -el indio medio desnudo, amarrado al tronco-, el acial silbó como una
víbora varias veces sobre el enfermo, el cual gritó:

-Taiticuuu

-Veamos si hay soroche que resista, carajo.

-taiticuuu

-Toma. Toma.

-¡Ayayay, pes! Nu más. Ya está buenu.

-Veamos- murmuró el cholo Rodríguez dejando de flagelar. Luego examinó a la víctima.

-Ya…Ya, taiticu…

-Sudando estás, carajo ¿Te sientes mejor?

-Arí, taiticu.” (1953: 98)

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Los subrayados son nuestros
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Como podemos ver en el ejemplo, el efecto de lengua indígena hablada en español genera una
autodescalificación del “sujeto” indio, puesto que los procedimientos, tales como expresiones y
diminutivos, determinan la inferioridad del indio en relación al civilizado (esto quiere decir,
nuevamente, que se re-editan las lógicas coloniales donde el nivel jerárquico siempre posiciona al
civilizado por sobre lo no civilizado, en este caso, el indio)

Además, se refuerza la posición del indio a partir de adjetivos descalificativos en casos como el
siguiente:

“Sintiéndose cada vez más acorralado, perdido, con las amenazas del sotanudo sobre las narices, el futuro prioste
reaccionó resbalando por su incipiente pero altanera embriaguez:

-¡Qué me importa, caraju!

-¿Qué? ¿Qué has dicho, rosca animal? (1953: 122)

A modo de síntesis, una lectura desde el contenido habilita la mirada empática para con la víctima
-indio-. Un enfoque posicionado en la forma, demuestra que tal mirada posiciona al indio en un
estatus de inferioridad, que es, a su vez, autoimpuesto por el indio al -aparentar- hablar.

De esta forma, la intención de reivindicar al indio se desvanece al heredar las lógicas coloniales,
vistas a partir de la gramática enunciativa.
Por tanto, es en la forma que el imaginario actúa, reafirmando la jerarquía, la naturalización de la
asimetría.

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