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ENRIQUE LYNCH
5 AGO 2006
Tras un largo periodo de malas ediciones de la obra del filósofo y teólogo danés,
coinciden este verano tres títulos esenciales de su pensamiento: Diario del
seductor, que es el trasiego íntimo de un amor no correspondido; Las obras del
amor, donde expresa su implicación cristiana a través de reflexiones sobre el
significado del amor al prójimo, y el primer tomo de O lo uno o lo otro, primera
traducción íntegra y anotada de este gran clásico.
Al hilo de una tradición iniciada tras la intensa influencia que tuvo la lectura de
Kierkegaard en Unamuno, la obra del gran filósofo danés ha sido editada en España
de forma tan profusa como irregular. Entre las muchas ediciones de que ha sido
objeto Kierkegaard se encuentran algunas chapuzas y versiones idiosincrásicas, y
bastantes traducciones ilegibles. Tras décadas de versiones pergeñadas de otras
lenguas y ediciones fragmentadas, censuradas o mutiladas, parece que empieza a
reconducirse el rumbo, con lo que se hace justicia al inmenso valor que tiene esta
obra para el pensamiento y la cultura contemporáneos.
Se pueden citar algunas de estas chapuzas. Por ejemplo, yo poseo una versión -por
supuesto incompleta- del Diario íntimo de Kierkegaard editada por Planeta en 1993
con una traducción (¡del francés!) firmada por la novelista argentina María Angélica
Bosco y no obstante prologada por el profesor José Luis López Aranguren. Tengo
también varias versiones abominables del Diario del seductor y una cosa aberrante
publicada en la editorial porteña Leviatán: un pequeño volumen titulado Estética del
matrimonio: carta a un joven esteta, obra del Kierkegaard más puritano, también
traducido del francés por el periodista argentino Osiris Troiani, en 1991. La excusa
que se suele esgrimir para justificar estas y muchas otras tropelías editoriales es la
dificultad de encontrar buenos traductores del danés al español, pero la verdad es
que el maltrato de Kierkegaard se debe a la pereza y la ignorancia inveterada de sus
editores de todas las épocas y tiempos, y a la incuria de la crítica y los lectores, que a
menudo suelen tener las ediciones que se merecen. A lo que se añade, en el caso de
las ediciones realizadas en Buenos Aires, el marasmo de una industria editorial
antaño respetable y una buena dosis de inescrupulosidad: como si en esa ciudad,
donde hace tiempo que la iniciativa en materia cultural y editorial autoriza cualquier
vesania y atropello, se hubiesen perdido irremisiblemente los criterios de la
santísima trinidad platónica de lo bueno, lo bello y lo verdadero.
Como ocurre siempre que Kierkegaard escribe con nombre supuesto, es decir,
cuando es más literario y recursivo, sus observaciones parecen aún más espléndidas
y sugestivas y, paradójicamente, más autobiográficas también. Tanto da. Hay quien
piensa -y con alguna razón- que toda escritura es, en el fondo, autobiográfica.
Søren Kierkegaard
https://elpais.com/diario/2006/08/05/babelia/1154733429_850215.html