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45103- Lingüística

Autora: Victoria Baigorri

TEMA 13: Análisis del discurso.

1. Introducción:

Si profundizamos y nos empezamos a preguntar cómo es que nosotros,


usuarios del lenguaje, entendemos lo que leemos en los textos, o cómo
entendemos lo que los hablantes quieren decir a pesar de lo que dicen, o cómo
reconocemos un discurso coherente como opuesto a uno confuso o incoherente, o
cómo participamos en esa actividad tan compleja llamada conversación,
entraremos en lo que se conoce como análisis del discurso.

2. Interpretando el discurso:

Cuando nos centramos en la descripción de una lengua determinada, lo más


frecuente es que nos preocupemos de la representación precisa de las formas y
estructuras utilizadas en esa lengua. Sin embargo, como usuarios del lenguaje,
somos capaces de algo más que de reconocer formas y estructuras correctas o
incorrectas.

Antes, por ejemplo, de rechazar un texto por agramatical, intentamos


encontrarle un sentido, es decir, intentamos llegar a una interpretación razonable
de lo que pretendía transmitir quien lo haya escrito. Este esfuerzo por interpretar (y
ser interpretado) y el cómo lo conseguimos son los elementos clave investigados en
el estudio del discurso.

3. Cohesión y coherencia.

3.1.La Función Textual:

El concepto de Función Textual de Michael A.K. Halliday atiende precisamente


a la situación del texto y a la relación sintagmática de sus constituyentes,
estableciendo así, además, el principio de coherencia y cohesión que lo
caracteriza. El lenguaje establece vínculos consigo mismo y con las circunstancias y
caracteres de la situación en que se usa. Un aspecto de la función textual es la
producción de relaciones cohesivas de la frase de un discurso con otras.

Los textos deben tener una cierta estructura que depende de factores
diferentes a los que requiere la estructura de una única oración. Algunos de estos
factores se describen a partir de la noción de cohesión, o enlaces y conexiones
dentro de los textos.

Las conexiones están en el uso de los pronombres, que ya sabemos que se


utilizan para mantener la referencia (anáfora) a las mismas personas y cosas
durante todo el texto: padre - él. También hay conexiones léxicas y algunas
conexiones más generales creadas por varios términos que comparten un elemento
de significado común. También hay conectores, como puede ser “sin embargo”.

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El análisis de estos enlaces de cohesión dentro de un texto nos da algunas
pistas de cómo estructuran los escritores lo que quieren decir convirtiéndose así en
factores cruciales en el momento de juzgar si algo está bien escrito o no.
Sin embargo, la cohesión, por si misma no sería suficiente para hacernos
capaces de darle un sentido a lo que leemos. La coherencia es el factor que nos
lleva a distinguir entre textos que tienen sentido de otros que no lo tienen.

El concepto de coherencia no pertenece al lenguaje mismo, somos nosotros


los que damos un sentido a lo que leemos y oímos, los que intentamos conseguir
una interpretación que cuadre con nuestra percepción de lo que es el mundo. Es
más, nuestra capacidad de dar sentido a lo que leemos es probablemente sólo una
pequeña parte de una capacidad más general que nos permite darle sentido a todo
lo que percibimos o experimentamos en el mundo.

La activación de este proceso se produce siempre que interpretamos un


discurso y en la interpretación de nuestras conversaciones interactivas donde una
gran parte del significado no viene en realidad de lo que se dice. Quizá es la
facilidad con la que solemos anticipar las intenciones de los demás lo que hace que
todo este complejo proceso nos parezca tan poco notable.

3.2.Factores de cohesión textual:

Se estudian aquí los planos organizativos del texto partiendo de los índices de
recurrencia y progresión. El lenguaje se apoya en la retroproyección de sus
unidades, por lo que es, en tal sentido, el correlato fenomenológico de la
retroproyección cognoscitiva. Avanzamos recordando y repitiendo lo ya asimilado,
es decir, trayendo a un presente de la memoria un pasado que nos proyecta hacia
nuevos conocimientos. Cada momento del recuerdo es una retención cuya potencia
avanza un horizonte posible, una progresión de nuevas palabras.

La retención nos proyecta hacia otros posibles de la palabra. Es, entonces,


protención. Los dos crean un horizonte de expectativas, presuposiciones e
implicaciones, también llamadas implicaturas. Así el texto es una condensación
dialéctica de tema y rema, asunto y comentario, foco y perspectiva.

Se reservan los nombres de tema y rema para el asunto del que se habla y lo
hablado de él, respectivamente. Se mueven las dos nociones dentro del contexto y
del cotexto o entorno léxico-semántico de la palabra o frase. El cotexto puede ser
mínimo si el contexto habla por sí solo como una deixis plena.

Se suele introducir la anáfora en el estudio de la pragmática después del tema


y del rema, o del foco y la perspectiva. El camino abierto por la anáfora como fondo
del signo dispone también su dimensión catafórica. Anáfora y catáfora se apoyan
lingüísticamente, desde su fondo sígnico, en la base pronominal del lenguaje.

El foco, definido como lugar real o imaginario en que está como reconcentrado
algo con toda su fuerza y eficacia, y desde el cual se propaga o ejerce influencia,
enfoca lo sucedido según un interés, preferencia múltiple o el contexto.

Resumiendo, decimos que el lenguaje avanza proponiendo. Se trata de ver


cómo avanza, o se detiene, según el caso, la acción lingüística en un texto
determinado; también, cómo se determina: énfasis, foco, y cómo se pronominaliza.

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4. Eventos de habla:

Al explorar qué es lo que sabemos acerca de cómo participar en una


conversación o en cualquier otro evento de habla, nos damos cuenta enseguida de
que se da una gran variación en lo que la gente dice y hace en cada circunstancia.
Para empezar a describir el origen de esta variación, deberíamos tener en cuenta
varios criterios.

Tendríamos, por ejemplo, que especificar los papeles de hablante y oyente u


oyentes y su relación. Deberíamos también describir el tema de la conversación y el
contexto en el que tuvo lugar. Pero incluso cuando hayamos descrito todos estos
factores, aún no habremos analizado la estructura real de la conversación en sí.

Nos adentramos en nociones de Austin, Searle y Wittgenstein: enunciados


preformativos, en los que el decir ya es hacer, constativos, los actos perlocutivos,
elocutivos y locutivos…

Estas y otras nociones resultan también importantes a la hora de analizar un


texto. Nos confirman que el lenguaje es una actividad específica dentro del
conjunto de las acciones humanas. Hablar es actuar en el medio vivo de nuestra
realidad. Su progresión afecta asimismo a la progresión temática del discurso.

En este punto suele considerarse sólo el efecto del oyente, olvidando que el
proceso de habla es recursivo y reflejo.

5. Interacción conversacional:

En términos sencillos, la conversación en castellano puede describirse como


una actividad donde dos o más personas utilizan turnos para hablar. Por lo general,
sólo una persona habla a la vez y se tiende a evitar el silencio entre turnos.
Durante la mayor parte del tiempo, los participantes esperan hasta que el hablante
indica que ha acabado, normalmente señalando un punto final. Otros participantes
pueden indicar entonces, de formas diferentes, que quieren tomar la palabra.

Algunos de los trabajos más interesantes en esta área del discurso han
revelado diferentes expectativas de estilos de conversación y diferentes estrategias
de participación en las interacciones conversacionales. Los participantes que en
algunas ocasiones se pueden calificar de descorteses o tímidos pueden estar,
simplemente, utilizando diferentes convenciones para coger turno.

Este tipo de estrategias diferentes aparecen en el habla conversacional de la


mayoría de las personas y son parte de lo que hace que una conversación funcione.
Nosotros reconocemos estos indicadores sutiles como formas de organizar nuestros
turnos y de negociar el intrincado asunto de la interacción social a través del
lenguaje. De hecho, una de las características más notables del discurso
conversacional en que es muy cooperativo.

6. El principio de la cooperación:

El principio de cooperación fue propuesto por primera vez por Grice (1975) y
dice así: “Haga su contribución a la conversación según sea necesario, en la FESE
en que esto ocurra, a partir del propósito aceptado o dirección que tome el

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intercambio de diálogo en el que uno está participando”. Apoyando este principio
hay cuatro máximas:

 Cantidad: haga su contribución tan informativa como sea necesario, pero no


más ni menos de lo que sea necesario. Bien, para abreviar…

 Calidad: no mencione aquello que crea que es falso o de lo que carezca de


pruebas. Por lo que yo sé, corregidme si me equivoco…

 Relación: sea pertinente.

 Manera: sea claro, breve y ordenado.

Esta descripción general de las expectativas que tenemos en las


conversaciones ayuda a explicar varios rasgos regulares de la forma en que las
personas dicen las cosas.
Dado que operamos según el principio de cooperación, también resulta fácil
apreciar cómo algunas respuestas a preguntas que, superficialmente, no parecen
ser las apropiadas pueden llegar a interpretarse. Si las contestaciones contienen
información pertinente también contienen una implicatura (significado subyacente
adicional). Se ha de remarcar que para describir las implicaturas conversacionales
tenemos que recurrir a un conocimiento adicional que tiene que ser común a todos
los participantes en la conversación.

7. Conocimientos previos:

Un ejemplo particularmente bueno de los procesos implicados al usar


conocimientos previos es el que proporcionan Sanford y Garrod (1981). Su ejemplo
empieza con estas dos oraciones:

Juan iba hacia el colegio el pasado viernes.


Estaba realmente preocupado por la lección de matemáticas.

La mayoría de las personas a las que se les pidiera que leyeran estas frases
dirían que creen que Juan es un estudiante. Como esta pieza de información no
está directamente declarada en el texto, debe ser una inferencia.

Un aspecto interesante de las inferencias es que las tratamos como


interpretaciones probables o posibles, y que los lectores pueden abandonar
fácilmente si no cuadran con alguna información posterior. La siguiente oración del
texto es:

La semana anterior había tenido problemas para controlar la clase.

Al encontrarnos con esta oración, la mayoría de los lectores deciden que Juan
es, de hecho, un profesor y que no está muy contento. Entonces se presenta la
siguiente frase:

Era injusto que el profesor de matemáticas le hubiera nombrado responsable.

De repente, Juan vuelve al estatus de estudiante, y la inferencia “profesor” es


abandonada. La oración final de ese texto contiene una sorpresa:

Después de todo, esto no forma parte de las obligaciones del portero.

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Nosotros creamos lo que contiene el texto, basándonos en nuestras
experiencias sobre lo que sucede normalmente. Muchos estudiosos del tema
utilizan el concepto de esquema para describir este fenómeno.
Un esquema es un término general para la estructura de conocimiento
convencional que existe en la memoria. Tenemos muchos esquemas que utilizamos
en la interpretación de lo que experimentamos y de lo que hemos oído o leído. Si
oímos a alguien describiendo lo que ha sucedido hoy en el supermercado, no
necesitaremos que nos expliquen lo que normalmente hay en él. Ya tenemos un
esquema de supermercado.

Un tipo particular de esquema es lo que se llama un guión o script. Un guión


es un esquema dinámico, en el que ocurren varias acciones convencionales.
Tenemos un guión para “ir al dentista” o “ir al cine”.

También es un buen indicativo del hecho de que nuestra comprensión de lo


que leemos no viene directamente de las palabras que hay en la página, sino de la
interpretación que creamos, en nuestras mentes, de lo que leemos. Además, hay
veces que se omite información importante de textos con instrucciones suponiendo
que todo el mundo conoce el guión.

Estas observaciones sobre la naturaleza de la comprensión del discurso han


tenido un poderoso impacto en el trabajo relacionado con los intentos de utilizar
ordenadores para procesar el lenguaje natural.

8. Del discurso al texto:

La noción de discurso depende en lingüística de la comunicación y del


fundamento del signo, que implica siempre una base alterativa. Discurso es
cualquier enunciado que, al margen de su extensión, evoca o mienta algo a un
intérprete o interlocutor, sin el cual no existe, además, lenguaje propiamente dicho.

La lengua es discursiva: un signo discurre en función de otro. Y en esto


consiste el interpretante, que es cualquier factor sígnico que da sentido, analiza,
explica o interpreta a otro.

Al hablar de discurso pensamos en un texto específico preparado con intención


también precisa. La noción de texto parece entonces más genérica. Hay texto
siempre que enunciamos algo con intención comunicativa, al margen de su
extensión, sea el enunciado verbal o escrito. Al citar la palabra texto,
presuponemos que estamos ante algo ya dicho, efectuado, y que por tanto lo
consideramos con cierta distancia respecto al instante de su producción.

La noción de contexto resulta decisiva al hablar de discurso y de texto en


lingüística. No existe unidad del lenguaje que no esté subsumida en un horizonte de
comprensión, por tanto, en un contexto enunciativo.

Otro asunto es que consideremos unidades textuales sólo a partir de cierta


organización sígnica, sobre todo desde la oración o la frase por considerar que
éstas forman unidades plenas respecto de otras en ella integradas. Evidentemente,
podemos trocear las unidades y originar otros textos, pero, entonces, ya no son el
primero, sino otro, y con parte de aquellos mismos términos.

Al “troceo” del texto lo denominamos segmentación y sus criterios tampoco


son uniformes en todos los autores. Normalmente, al subconjunto de oraciones o

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frases que forman unidad entre sí dentro de un conjunto más global lo
denominamos período. La sucesión de períodos forma un párrafo, que puede
coincidir también con uno sólo de ellos.

Viene luego el capítulo, que agrupa varios párrafos y acostumbra a ir marcado


por un título, un anagrama o abreviatura propia de capítulo -cap.-, incluso por un
subtítulo o sección, etc. De aquí ya pasamos a las unidades superiores de texto
según su extensión. Entre las más conocidas tenemos el artículo, ensayo y libro,
distinciones que se recubren a menudo.

Lo importante de estas divisiones es comprender que existen macrounidades y


que la organización del texto sigue un tipo de macrosintaxis y macrosemántica
específica. Por eso hablamos de Gramática Textual o del Texto. Jean M. Adam
propone una organización mínima de jerarquía textual común a cualquier
configuración suya, partiendo de la proposición y de las secuencias que origina:

(Proposición (macro-proposición (Secuencia (Texto))))

Esta propuesta parte de tres grandes momentos o dominios, el prelingüístico,


el secuencial lingüístico y el enunciativo o propiamente textual. En el primero ya
considera una secuenciación previa del mundo referente en acontecimientos,
estados y conceptos, a los que corresponden en el segundo tres distinciones
también clásicas de organización lingüística de los textos: el relato o narración, la
descripción y la exposición. Las demás clases citadas vienen a ser cruces de estas
tres tipologías o cortes suyos precisos.

Pero el resumen propuesto resulta ilustrativo para diferenciar momentos de


un mismo y único proceso textual, a saber:

Orden temporal: antes-proceso (comienzo, desarrollo, fin)-después.


Orden textual: Prefacio-inicio-nudo (complic-reac.) final-evaluación moral.

Observamos, pues, que las nociones de texto y discurso nos sitúan, además
en la función metalingüística del lenguaje, pues nos convertiremos en analistas de
su estructura: usamos el lenguaje para estudiarlo y entenderlo.

El texto es función del horizonte comunicativo. Pertenece a lo dicho, pues no


podríamos comprender nada de lo dicho por alguien si no asistiera a cada uno de
sus elementos un principio potencial de habla. Estos términos, decir, dicho, asisten
a todo signo como fundamento textual suyo.

A partir de aquí, podemos ver la relación con otras ramas del saber, como la
retórica y la filosofía. De la esencia comunicativa del signo lingüístico deriva la
pragmática. La palabra pragma realza la actividad operativa en función pública y en
tanto negocio u ocupación pública. Sólo podemos independizar la pragmática de la
lingüística si reducimos el alcance de ésta.

Al olvidar que la lengua es, ante todo, acción y producto, energeia y ergon, en
la concepción de W. von Humboldt, resulta posible recuperar como pragmática lo
que es fundamento lingüístico.

9. Presupuestos generales de la pragmática:

La pragmática atiende sobremanera al efecto de la situación lingüística, tanto


al procedente del medio sobre el lenguaje cuanto al producido por el lenguaje sobre

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una situación determinada. Por eso entran aquí factores sociológicos,
etnolingüísticos, filosóficos… La deixis es apartado fundamental, en consecuencia,
de este estudio, pero también la interpretación semántica y referencial de una
palabra según su encuadre en el momento de habla, de la parole.
10.Presuposición e implicación. El Principio de Relevancia:

El lenguaje no avanza sin presuposiciones e implicaciones plurales. La


pragmática es un a priori fundacional del lenguaje. Desde Port-Royal a Hjelmslev,
las presuposiciones lógicas, por ejemplo, son la base combinatoria de las unidades
sintagmáticas y paradigmáticas.

Presuposiciones e implicaciones van incursas asimismo en el organigrama del


discurso y también, son focos del horizonte fórico, de expectativas, creado por el
lenguaje.

La representación conceptual del signo conlleva un proceso o Principio de


Relevancia Abstractiva. El signo supone; nada extraño, pues, que el texto se base
también en presuposiciones.

La relevancia supositiva funciona en cualquier instante del habla. En el fondo,


desarrolla una inferencia hipotética de común acuerdo latente entre los
interlocutores: uno sabe que el otro sabe, aunque no sepa todo. Por eso Saussure
distingue en la lengua los ejes sintagmático y paradigmático, actual uno, latente
otro, presente aquel y ausente éste.

De este trasfondo básico del lenguaje, formularon Sperber y Wilson otro


“Principio de Relevancia”, derivado asimismo del “Principio de Cooperación” de
Greice, ambos subsidiarios del anteriormente citado y de la función apelativa del
lenguaje, así como del concepto de capacidad de campo de una palabra.

Al hablar, siempre silenciamos aspectos, presupuestos, connotaciones, e


inducimos inferencias, conscientes o inconscientes, proyectando supuestos
contextuales y posibles respuestas del receptor, pues damos por sabidas muchas
cosas o no nos fijamos en lo ya aprendido, que funciona como una base implícita
del lenguaje y del conocimiento. Inferimos constantemente supuestos de habla, lo
cual quiere decir que proyectamos hipótesis continuas de interpretación sobre lo
que oímos o leemos.

Seperber y Wilson definen el “Principio de Relevancia” como: Cada acto de


comunicación ostensiva, comunica la presunción de su propia relevancia óptima.
Por comunicación ostensiva entienden el realce intencional que adquiere el texto o
un elemento suyo al relacionar sus proposiciones con el contexto. Lo importante es
que la comunicación sea percibida como relevante, que contenga una marca
intencional precisa, que comunique la presunción de un relieve suyo óptimo.

Todo cuanto estos autores atribuyen al ámbito posible del contexto


comunicativo procede o está en el concepto fenomenológico de horizonte y a veces
incluso como un calco de éste. El lenguaje avanza proyectándose sobre la realidad
de la que parte y significa.

La relevancia implica también una relación progresiva entre el esfuerzo


realizado para comprender o significar algo y el efecto obtenido. Ahora bien, tal
relación se mide desde el efecto conseguido, no desde la potencia que lo posibilita.

Se supone que el efecto logrado es un beneficio real de la comunicación y que


valida el esfuerzo realizado para conseguir aquél. No vale, pues, cualquier esfuerzo,
ni el tiempo invertido, ni la cuantidad o cualidad de la energía empleada, sino sólo

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su optimizad, su logro real, con lo que obtenemos una versión nueva del principio
de economía lingüística.

Esta espera de un resultado óptimo de comunicación efectiva, propia del


horizonte de expectativas de la hermenéutica, y en concreto de la corriente,
también fenomenológica, de la recepción, pretende encontrar así un método
práctico de evaluación textual, una prueba suya empírica. Subyace en ella, no
obstante, un enfoque o foco de lectura con el presupuesto implícito de un intérprete
ideal de un discurso óptimo.

El trasfondo cognitivo de la relevancia, de la ostensión, parte de una


perspectiva fenomenológica cuyo debate aún sigue vivo. La circunstancia real del
habla nos proporciona una serie de indicios que encajan o no en aquel horizonte u
orientación significativa del signo, palabra, frase, texto en general.

Esto otro advenido del contexto o circunstancia del habla va cumpliendo,


llenando, aquella expectativa abierta en el horizonte de sentido de la palabra. Se
crea así una relación comparativa entre lo que la palabra me propone como
significación de algo y este algo en situación concreta.

11.Semiótica textual:

Un texto sometido sólo al análisis usual de la lingüística no encuentra el marco


coherente de todas sus particularidades.

Hemos citado en más de una ocasión el concepto de interpretante tomado de


Peirce, que considera que no hay realidad signo al margen de otro dado previa o
simultáneamente. El simple hecho de considerar un objeto establece una relación
doble entre él y quien lo considera: un sujeto percipiente. Una y otra parte de la
realidad ya se interpretan de algún modo en función de algo tercero que subtiende
esa relación. Eso tercero es la base relacionante.

Quedémonos con la triple relación y con el concepto de que todo signo


semiótico relaciona algún tipo de representación con un objeto, y que esa función
relacionante constituye precisamente el concepto aquí estudiado, el interpretante.

Conviene introducir también el concepto de abducción para entender el


alcance de la semiótica y de la semántica correspondiente. Hay tres tipos de
inferencias para Peirce: los ejes inductivo, deductivo y abductivo.

Una inferencia no confirmada, pero que no encuentra otra explicación y que se


supone confirma el caso a partir de la afirmación general primera, constituye una
abducción. Entran aquí, en la abducción, los vínculos de base social, los hábitos
colectivos de interpretación, etc.… casi todos los considerandos de la pragmática
que no tienen un control científico o no infieren un vínculo de relación interna entre
el caso y la ley o regla y viceversa.

El interpretante abarca las tres inferencias, pero la abductiva atañe a una gran
parte del signo, sobre todo si consideramos arbitraria la relación de los tres
dominios (representante, objeto e interpretante.

La primera categoría semiótica del signo según Peirce, la primeridad, empieza


por el sentimiento o la primera configuración que se conforma en el sistema
sensible de la percepción humana. Podemos pensar, entonces, que el cualisigno,

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icono y rema son las configuraciones iniciales que el sistema cognitivo del hombre
forma como respuesta natural al encontrarse en y con el mundo en que vive.

Quedémonos con este modo diferente de enfocar la interpretación de los


textos partiendo de los métodos básicos del conocimiento, como son el inductivo,
deductivo y abductivo. La Literatura es puramente abductiva, la Historia lo mismo,
aunque usa los otros dos métodos.

La lingüística participa de los tres, como habremos podido observar. Es


inductiva al dividir el texto en unidades y subunidades, etc. Es deductiva al derivar
leyes internas del lenguaje que no se aprecian en la fase inductiva, como por
ejemplo, las morfosintácticas. Pero es abductiva en casi todo su planteamiento,
pues no puede verificar de modo fehaciente el vínculo del signo con la realidad
extralingüística.

En este apartado debiéramos considerar también la semántica semiótica de


Greimas. La aplicación que hace del eje semántico y de la categoría léxica al
modelo actancial del mito nos resultará más familiar teniendo en cuenta lo que ya
sabemos de los papeles o roles temáticos de la semántica.

Destinador (Emisor) ------- Objeto ------- Destinatario (Receptor)

Ayudante  Sujeto <-- Oponente

Entre sujeto y objeto media una relación originaria de deseo, es decir, una
compulsión afectiva de rango existencial que nos sitúa el campo semántico del
decir. El conocimiento y el habla tienen, en esta semántica narrativa, un origen
afectivo y dramático, de querer hablar.

El esquema actancial propone un juego de relaciones opositivas nos permiten


sintetizar el drama interno del discurso y conjuntar bajo un mismo enfoque
semántico la frase y las unidades supraoracionales del texto, hasta llegar al
hipertexto o subtexto.

Se crea un proceso continuo de semiosis en el que cada signo o parte suya se


convierte a su vez en significante o significado de otro signo, con lo que entramos
en la semiótica textual y en el análisis lingüístico de la Literatura.

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