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Escuchar música y otros siete propósitos que no se

ha planteado y que le harán más feliz


El gimnasio y el inglés están muy bien. Pero con estos elevará su
espíritu

Los propósitos de año nuevo son siempre motivadores, ilusionantes y, además, motores de frustración por
ser, quizá, excesivamente ambiciosos. Y son también, normalmente, demasiado terrenales; lejos quedan de
pretender elevar el espíritu, como estos, recopilados y propuestos por la compañía experta en seguros de
salud para empresas Cigna. Prevención y promoción del bienestar plasmada en ocho propósitos que jamás
se habrá planteado pero que sí le servirán, seguro, para ser más feliz. Y gratis.

Socializar más

Antídoto contra la tristeza, abatimiento y la depresión. El contacto humano es fundamental, teniendo en


cuenta que somos animales sociales. “Los estudios que miden la felicidad a largo plazo toman como única
variable de peso a las relaciones sociales y su calidad”, explica Jesús Matos, psicólogo experto en desarrollo
personal y en gestión de la tristeza. Investigaciones como la elaborada por la Universidad de Brigham
Young, en Estados Unidos, que determinó que la falta de socialización es igual de dañina que el consumo de
15 cigarros o la ingesta de seis vasos de alcohol al día.

Demostrar más los sentimientos

Porque todo lo que no se expresa, se somatiza. “La demostración de los sentimientos es siempre un signo de
salud mental, psicológica y social, porque lleva a abrirse a los demás, un signo de alta autoestima”, sostiene
Juan Cruz, psicólogo clínico y especialista en ocio responsable. Abrir el corazón de vez en cuando, para lo
bueno y para lo malo, constituye un ejercicio de ‘ventilación emocional’ que regula y propicia el aumento
del bienestar.

Escuchar más música

“La música es un inductor de emociones que nos ayuda a ponernos en contacto con ellas, aunque muchas
veces no le prestamos la atención que merece”, considera Matos. Y basta con pensar en la cantidad de
tratamientos curativos que se basan en ella para solucionar problemas como el insomnio, la hipertensión,
la depresión o la ansiedad.

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Uno de los primeros hábitos constructivos en caer. La falta de tiempo, las agobiantes rutinas y el ritmo
frenético llevan a sacrificar los placenteros momentos de lectura, a pesar de ser este ejercicio “un motor de
la neuroplasticidad que genera nuevas redes neuronales y nuevas conexiones sinápicas, reforzando la
salud del cerebro”, repasa el psicólogo Juan Cruz.

Viajar, viajar, viajar


En la línea de los anteriores, este propósito ayuda a tener una perspectiva más amplia de la vida, a
experimentar un torrente de emociones que también lleva a “segregar neurotrofina, el activador de las
conexiones sinápticas”, según Cruz.

Viajar supone alejar al cuerpo y a la mente de la rutina, del despacho, de nuestras percepciones habituales de
la vida. Incluso reduce el riesgo de padecer infartos, según constatan algunos estudios. Y lleva, al final, a
alcanzar mayores cotas de bienestar, ya sea en el Caribe o en el pequeño pueblo que vive a otro ritmo a tan
sólo 35 kilómetros de casa.

Planificar más

Entendiendo a la planificación no como un losa sino como una herramienta para establecer metas
racionales. “La falta de planificación generará tensión, desconcierto, y podrá provocar bloqueos que nos
confundan”, asegura el experto Juan Cruz. Por eso, no está de más realizar listas con tareas –asumibles,
realizables– para lograr, por un lado, reducir el estrés y, segundo, para gozar de la satisfacción del trabajo
bien hecho conforme las vayamos cumpliendo.

No ser tan perfeccionista

“La autoexigencia elevada tiene un punto adaptativo que nos ayuda a hacer mejor las cosas”, comienza
Matos. Pero añade: “Cuando el afán perfeccionista nos bloquea, conviene aprender a ser más benévolos con
nosotros mismos para evitar la ansiedad y la frustración”. Porque el exceso de rectitud se traduce en un
repunte de cortisol, la hormona del estrés, y aleja la meta de mantener una actitud positiva frente a la
vida.

Asumir responsabilidad sobre otro ser vivo

Una planta, un animal, una persona de nuestro entorno que pueda necesitar nuestro apoyo. “Salir de nuestro
propio espacio y compartir el de otro nos enriquecerá y nos hará sentir más felices y satisfechos”, afirma
Juan Cruz. Saberse responsable del sustento de otro, ya sea una planta que necesita ser regada, un perro que
necesita salir a pasear o una persona que requiere nuestro hombro para compartir sus desvelos, traerá
consigo la autorrealización personal.

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