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Índice

Introducción necesaria
Este cuerpo mío
Orgasmo femenino
Fantasías sexuales
Autoerotismo
Mitos sobre la sexualidad femenina
Sexualidad después de los 35
Posiciones para el amor
Sexualidad y discapacidad
Violencia sexual y su prevención

Introducción necesaria
La sexualidad femenina ha naufragado
o salido a flote, como cáscara de nuez,
según las circunstancias de cada época.
Hubo un tiempo, siglos atrás, que el
placer de las mujeres era estimulado y
alabado porque se consideraba
imprescindible para la procreación.

Cuando se descubrió con el avance de la


ciencia médica, que nada tenía que ver
una cosa con la otra, aparecieron las
censuras, los límites para la satisfacción
femenina, y el asunto se acomodó de tal
manera que, en nuestra cultura occidental,
terminó por definirse a las mujeres como
seres que no sentían placer sexual y que
por naturaleza eran frígidas.

La falta de cultura sobre el sentir sexual


del propio cuerpo femenino unido a
maridos que buscaban en la intimidad su
exclusiva satisfacción, hicieron el resto.
Dos de cada tres mujeres, terminaron no
sintiendo nada y prestándose para el sexo
como “un deber de esposa” que,
generalmente, aceptaban cuando el
objetivo era la procreación.

A mediados del siglo pasado, las cosas


empezaron a cambiar para nosotras con la
llamada revolución sexual, el uso masivo
de anticonceptivos y los avances de la
sexología. A partir de entonces y cada vez
más, las investigaciones científicas han
probado que las mujeres no somos
eróticamente mutiladas, que tenemos los
mismos deseos y necesidades.
Biológicamente, estamos capacitadas para
vivir, a plenitud, todas las etapas de la
relación sexual –deseo, placer, orgasmo–
en forma equivalente a los hombres.

Desde la ciencia, las cuentas se saldaron.


Sin embargo, desde lo sociocultural, aún
hoy, quedan mitos, tabúes, prejuicios a los
cuales hay que enfrentarse como una
lucha contra los demonios.

Eso intenta este tabloide que pone en tus


manos la Editorial de la Mujer. Escogimos
este bloque de temas por ser universales y
consuetudinarios. En cualquier parte de
este mundo, las mujeres tienen
inquietudes, confusiones y problemas
sexuales.

El texto está al alcance de todas las


mujeres. Nada de complejos análisis,
academicismos o erudiciones. Más bien es
una larga conversación entre nosotras
–como si estuviéramos sentadas en la sala
de la casa ante una taza de humeante
café– sobre asuntos que nos incumben e
interesa a las mujeres y a los hombres
también, por supuesto, quienes sin dudas
están urgidos de estos saberes aunque, en
ocasiones, parezca que “se las saben
todas”.

Agradeceríamos muchísimo a lectoras y


lectores las reflexiones que este texto le
sugieren y las propuestas para próximas
ediciones. Pueden hacerlo a:

Revista “Mujeres”
Apartado 2120
Ciudad de La Habana
Correo-e: mujeres@teleda.get.tur.cu
La autora

Este cuerpo mío


El cuerpo siempre es un cuerpo sexual.
Lo es en la bebita recién nacida, en los
ancianos y ancianas, en el hombre y la
mujer. Somos seres sexuados y no
podemos desprendernos de esta
condición a lo largo de toda la vida, lo
que ocurre es que cambia en la medida
que vamos creciendo, madurando,
envejeciendo.

Toda comunicación con las demás


personas se realiza mediante el cuerpo.
Desde la infancia, mantenemos un diálogo
permanente que se establece por medio
del lenguaje corporal. Sólo de ver la cara
a una persona, se sabe si está disgustada al
mantener el ceño fruncido, si está feliz
debido a su relajada sonrisa y ese brillo
especial en los ojos...Abrimos los brazos
para expresar cariño, gesticulamos cuando
la ira nos invade, nos acercamos a alguien
para demostrar necesidad de compañía. Y
todo esto sucede apenas sin darnos cuenta
que está sucediendo.

El lenguaje corporal nunca miente, a no


ser cuando ciertos procesos –que no
llamaremos educativos– nos enseñan a
controlar ese lenguaje que se vuelve
insano e hipócrita: entonces la persona
demuestra alegría cuando realmente le
invade una honda tristeza o manifiesta
amistad y cariño cuando en verdad es
antipatía lo que está sintiendo...aunque, a
algunas y algunos, no obstante, los ojos
los delaten.

El cuerpo representa a la persona, no sólo


ante sí misma, de manera individual e
íntima, sino que además es la frontera, el
límite entre el YO y el afuera. Nuestro
cuerpo, es lo primero que ven los otros y
las otras.

Ver y ser vistos


El cuerpo y el modo de cubrirlo han
tenido variados significados de acuerdo
a la cultura de cada época. Los griegos,
digamos, exaltaban al máximo el
cuidado corpóreo como elemento
estético.

Utilizaban las túnicas, no para ocultar


sino para realzar y delinear las formas y
siluetas. En otros tiempos, como en el
medioevo, se cubrió de grueso tejido para
que nada se pudiera adivinar. Con estos
ejemplos pretendo llegar a un punto
interesante de este asunto: las formas de
percibir y tratar el cuerpo propio no son
totalmente nuestras sino que están
influidas por las otras personas, la
sociedad y la cultura.

La gente nos mira y eso funciona como un


espejo que nos devuelve la imagen del
propio cuerpo. Así, los halagos o críticas
actúan como saetas ante un: “Qué gordura
la tuya” o como reforzadores de
autoimagen ante la frase: “Qué bien te
mantienes”.

El comportamiento corporal que se tiene


como algo natural es, en verdad,
socialmente construido. Ninguna chica se
contonea por intuición, sino por imitación.
Así sucede con las poses, las expresiones
y el modo de actuar: los hombres colocan
generalmente el tobillo sobre la rodilla
cuando están sentados; las mujeres cruzan
las piernas.

De la misma manera, el cuerpo nos


vincula o nos aísla. Hay que saber de los
caminos del cuerpo, sobre todo, aceptarlo
todas y cada una de sus partes, aprender a
amarlo y a cuidarlo. Olvidarse de esos
cuerpos que transmiten las propagandas.
En la vida real, todas contamos con
imperfecciones que hay que asimilar
porque somos humanas.

Si no llegamos a un entendimiento y
aceptación de nuestro cuerpo, no va a
existir la necesaria soltura para el
encuentro con “otro”. La relación sexual
implica desnudarse, mostrarse a la pareja
tal y como venimos al mundo. De acuerdo
al rechazo o agrado de lo que somos, se
montará una vivencia erótica llena de
pudores y complicaciones o una sana
manera de favorecer la posibilidad de
recrear el goce compartido.
En este punto, no se puede dejar de
mencionar la autoestima, uno de los
valores humanos que más imbricado está
con la sexualidad.

La autoestima son las opiniones, juicios,


sentimientos y valoraciones que tenemos
de nosotras mismas. Se va desarrollando
gradualmente desde niñas, a partir de los
comentarios y experiencias que recibimos
de los demás y de las vivencias propias. Si
hemos tenido una familia cálida que ha
sabido fomentar en nosotras seguridad,
independencia y bríos, es muy probable
que la autoestima esté en buena posición;
sin embargo, si provenimos de una familia
que a menudo te dice: ¡Todo lo haces mal!
Es muy probable que la estima esté
dañada.

Pero siempre hay tiempo para aprender. Y


con ese propósito es necesario saber que
la autoestima es importante en cada
minuto de la vida. Cuando una se levanta
en la mañana, se mira al espejo, sonríe y
se dice: “Soy capaz, me tengo confianza,
me agrado, me quiero. Todo está bien”. Se
está produciendo una fortaleza interior
que permite, en el caso que nos ocupa de
la sexualidad, ser mujeres más altivas
(entiéndase no manejables al antojo de un
hombre) y una enorme protección para
evitar caer en situaciones humillantes o
elaborar el duelo por la pérdida de la
pareja con más recursos intelectuales y
emocionales.

El amor hacia una misma fomenta una


buena estima. Y es una verdad de
Perogrullo que primero hay que quererse a
sí para poder querer a los demás. Quien se
entrega a su pareja, asumiendo que
primero está él y después ella misma,
conocerá más temprano que tarde que
tales sacrificios no logran el objetivo
deseado. Si una misma no se valora, nadie
lo hará. Si una se deja pisotear, serás
pisoteada irremediablemente.

Tener una buena autoestima, una imagen


positiva de una misma, es condición
indispensable en estos tiempos en los
cuales la sumisión y dependencia a un
“otro”, se va desdibujando para bien de la
humanidad.

Pasemos entonces a otro tema donde la


autoestima y la autoimagen tienen gran
valor.

Ponerse en sintonía con el propio cuerpo


es algo que debía enseñarse como las
matemáticas y aprenderse como parte de
la educación integral. Es tan necesario un
diálogo que facilite la comprensión de
esos patrones impuestos desde la cultura,
de la relatividad de los gustos, así como la
importante necesidad de valorar y tener en
cuenta los múltiples contrastes entre los
seres humanos.

Aceptar el cuerpo es vital para cuidarlo y


conocer sus necesidades. “El cuerpo
avisa” es una frase que utilizan quienes
valoran los mensajes corporales, no
solamente aquellos tan apremiantes de
hambre o sed, sino otros envíos más
sutiles como la necesidad de un descanso
repentino o la atención inmediata a ciertos
malestares
Orgasmo femenino
Una buena relación sexual que culmina
con el orgasmo, desencadena en las
mujeres una gran sensación de goce,
placidez y relajación; también
promueve tónicos saludables: ejercita
los músculos de la vagina y la actividad
muscular en general, así como las
articulaciones.

Aumenta la circulación sanguínea,


incrementa la actividad de la glándula
pituitaria, estimula la tiroides y origina la
secreciones de los ovarios y las glándulas
adrenales, además de ser una bendita
manera para bajar de peso.

En nuestros archivos de la revista


“Mujeres”, se guarda un gran paquete de
cartas relacionadas con una de las
dificultades sexuales más comunes en
nosotras: la anorgasmia, es decir, la
ausencia, fallas frecuentes o por etapas del
orgasmo.

Antes de la década del 70, a quienes


tenían tales trastornos, se les llamaba
frígidas. Este término sólo se utiliza
actualmente para referirse a aquellas
mujeres –casos realmente raros– que no
tienen apetito sexual alguno, no sienten en
lo absoluto deseos de contactos sexuales
con nadie ni logran excitación ante los
estímulos eróticos.

Lo cotidiano es que un número no


despreciable de mujeres gusten de la
compañía amorosa de su pareja, disfruten
de las caricias y juegos sexuales, pero
que, durante el coito, no alcancen el
clímax de la sensación placentera del
orgasmo.

Entrando en detalles, es importante


diferenciar entre anorgasmia primaria y
secundaria. La primera, se refiere a las
mujeres que nunca ha logrado el orgasmo,
con ninguna de las parejas sexuales,
mientras que la segunda, abarca a aquellas
que los han tenido pero que, por etapas o
con frecuencia, no logran alcanzarlo.

Mucho ha avanzado la ciencia en este


campo y existen técnicas eficaces que
permiten resolver una gran parte de estos
conflictos. En todas las provincias del
país, existen consultas especializadas que
atienden tales disfunciones sexuales. No
siempre es una terapia fácil y sencilla,
sobre todo en el caso de la anorgasmia
primaria, pero las posibilidades de
recuperación son altas y vale la pena
intentarlo ya que, generalmente, este es
uno de los problemas sexuales que la
pareja no puede resolver por sí misma.

Quejas femeninas
La anorgasmia puede deberse a
innumerables circunstancias, que van
desde el empeoramiento de la situación
con el compañero, las pocas habilidades
masculinas para excitar a la mujer
hasta el estrés mantenido o las
depresiones.

Hace tiempo se sabe, por múltiples


estudios, que la inmensa mayoría de las
disfunciones orgásmicas femeninas son de
tipo sicógeno. Esto quiere decir que en
sólo pocos casos, la falta de orgasmo se
debe a causas físicas. Pongo un caso
sencillo como ejemplo: algunas mujeres,
después del parto, demuestran un marcado
desinterés sexual, rechazan las alusiones
del compañero para intimar, y esto nada
tiene que ver con el proceso del embarazo
y alumbramiento pues, al cabo de un
breve tiempo, todas nos recuperamos y
nuestro organismo vuelve a la normalidad.
Lo que sucede en ellas es que se entregan
de manera absoluta a su nueva función de
madres.

Existen otras situaciones más comunes


que cuentan las propias mujeres y es la
queja que apunta directamente a los
hombres. El encuentro íntimo es un dar y
recibir caricias, ternuras, de ambas partes
y deseadas por ambos. Pero esto solo no
basta. Es necesario, tanto para él como
para ella, superar algunas actitudes
erróneas de la sexualidad como es el
hecho de conversar sobre lo que nos gusta
o no, lo que nos excita o no. Conducirlo
con delicadeza y amor.

Muchas mujeres tenemos la falsa fantasía


de que el hombre cubano lo sabe todo, es
como una especie de adivino que conoce
los vericuetos del placer y los provoca a
borbotones. Está en la imaginería popular
que, en materia amorosa, es un campeón.
Sin embargo, desnudos sobre la cama, no
se le puede dejar todo el entusiasmo y la
excitación al lenguaje de los cuerpos. Se
pueden susurrar muchas cosas que
indiquen mejores excitaciones y el
máximo placer.

Quizás las tantas películas que vemos


donde se muestran escenas eróticas, han
falseado la realidad de algunas personas.
Se muestran mujeres hirvientes de deseos
desde el primer beso; escenas arrebatadas
de pasión, orgasmos como terremotos...
Después que un matrimonio de sexólogos
norteamericanos, Virginia Johnson y
William Masters, estudiaron las Respuesta
Sexual Humana y comprobaron en
laboratorio que el nivel de excitación, en
condiciones óptimas, se desarrolla en
nosotras de una manera más lenta, los
hombres han tenido que aprender a
esperar a sus compañeras sexuales y darle
el tiempo que ellas necesitan para alcanzar
el clímax, si verdaderamente quieren
llegar a un buen acople.

Una vez oí decirle a una mujer –sin


conocimientos técnicos sobre el sexo pero
sí con la suficiente práctica– que el
orgasmo femenino pende siempre de un
hilo. Y es cierto. Se sabe, por múltiples
estudios, que nuestra reacción orgásmica
es más compleja y susceptible a trastornos
que la de los hombres.

Muchas mujeres se han dado cuenta de


todas estas cosas que venimos hablando,
por su propia experiencia. Se han
percatado de que los hombres, apenas con
la visión desnuda de una mujer que le
agrada, pueden lograr gran excitación; sin
embargo, nosotras, generalmente
alcanzamos esos niveles mediante las
caricias y ternuras. Otras mujeres pueden
referirse a que logran una adecuada
excitación exclusivamente mediante
caricias en el clítoris.

El hecho de que esta sea la única forma de


asegurar el desencadenamiento del
orgasmo, preocupa a algunas mujeres al
pensar que están muy limitadas o que eso
causa un tedioso aburrimiento al
compañero. En aras de barrer inquietudes,
es oportuno subrayar que el clítoris es un
órgano situado unos centímetros por
encima de la entrada de la vagina, que
está en nuestra fisonomía con el don
exclusivo de darnos placer sexual. Las
cuentas son sencillas: ¿ Cuál es el sentido
de desaprovechar tal órgano de excitación
si lo tenemos precisamente para eso?

Según una encuesta realizada en Alemania


por el sexólogo S. Schnabl, y son cifras
más o menos coincidentes en muchos
países, el 50% de las mujeres declaró que
su mayor satisfacción se manifestaba en el
clítoris y sólo el 20% en el interior de la
vagina. Explica el Dr. Schnabl que el
clítoris, debido a lo delicado de sus tejidos
y a su inervación sensitiva, es un órgano
especializado en la recepción de estímulos
sexuales capaces de provocar el orgasmo,
mientras que la vagina, con su doble papel
de órgano de apareamiento y de conducto
para el parto, si bien presenta a su entrada
terminaciones nerviosas que provocan
excitación, no alcanza la sensibilidad
erótica del clítoris. Comenta, además, que
por ello el hombre no debe cohibirse de
continuar con las caricias que más excitan
a la mujer, hasta que ella haya alcanzado
el clímax, y como es ella quien mejor
conoce sus propias reacciones y la
localización de las sensaciones más
fuertes, debe indicarle al compañero qué
es lo que desea y como. Por último
–agrega el especialista– durante el coito se
pueden encontrar ciertas posiciones
mediante las cuales se logra un buen
contacto con el clítoris.
Otras causas de la anorgasmia
Hay mujeres que con nivel de
información, que gustan del sexo con su
pareja amorosa y hábil –a pesar de un
buen preludio sin prisas– no logran el
orgasmo debido a que asumen el “papel
de espectadoras”, o sea, están excitadas
pero intentan de manera conciente
hacer esfuerzos prolongados por llegar
al clímax.

Como afirman expertos en la materia,


estos procesos no se pueden imponer.

El arranque desesperado por provocar el


orgasmo, ya sea por propia voluntad, ya
sea porque el compañero, de alguna
manera, está presionando o manifestando
su interés por concluir, es uno de los
trastornos que afectan con particular
frecuencia la vida íntima de las mujeres.

Por tales razones, se recomienda disfrutar


simplemente de las sensaciones que se
van presentando, única manera de que
vayan en aumento hasta la culminación
orgásmica, que puede ser de uno o de
varios para la mujer, si se continúa una
estimulación apropiada. En el sexo, como
en tantas cosas de la vida, una no se puede
poner metas. Disfrutar, sólo disfrutar
desde el principio como un acto de amor,
que enriquece sumamente también nuestra
espiritualidad, y no encasquillarse en que
vale solamente por el “final feliz”.

Quiero aclarar, por si acaso, que no existe


en mis reflexiones ningún desliz de
emprenderla con los hombres o minimizar
su fama de buenos amantes. Pretendo,
más bien, hacer unas necesarias
consideraciones acerca de los roles de
hombres y mujeres en la relación sexual.
Los estereotipos que aún existen y la
necesidad de romper con ellos.

Son muchos los poquitos, es la verdad.


Incluso, la hora y el día. Un hombre le
insinúa a su pareja hacer el amor en la
noche. Decir si, por complacerlo, es correr
el riesgo de ser únicamente objeto de
placer. Así no vale. Es un mito que
hombres y mujeres siempre estamos
dispuestas a tener sexo con un amante
cariñoso. Si bien es cierto que el sexo es
una delicia, también resulta una actividad
física a la cual hay que ir descansada y
muy especialmente con la disposición de
pasarla bien. Lo demás, es jugársela a cara
o cruz.

La terapeuta sexual Laura Caldiz, quien


ha escrito varios libros de gran éxito en
América Latina, afirma que las parejas
que conviven muchos años, ven apagarse
los fuegos de los primeros tiempos, y
asisten, un poco desconcertadas, a una
sucesión de relaciones sexuales algo
insípidas. Esto no tiene nada que ver con
el amor que puede seguir desarrollándose
y ser más intenso de lo que era en los
comienzos. Es sólo que pasa el tiempo y
lo que era novedad, ya no lo es, y así se le
suman las rutinas del trabajo, los hijos y el
mantenimiento de la casa. No hay
romanticismo ni pasión que resista tanta
presión y tanta familiaridad. Es ahí donde
la aparición y mantenimiento de las
fantasías sexuales pueden ser una
interesante manera de recuperar el
erotismo. Pasemos, pues, a ellas.

ABCsexología.com, comenta:
· Aproximadamente, un 10% de las
mujeres nunca alcanza el orgasmo,
independientemente de la estimulación
o situación.

· La mayoría de las mujeres pueden


alcanzar el orgasmo con la estimulación
del clítoris, y cerca del 50% llegan al
mismo, de forma regular, durante el coito.
· Una vez que la mujer aprende a
alcanzar el orgasmo, generalmente no
pierde esta capacidad, a menos que exista
una muy pobre comunicación sexual, un
conflicto en la relación, una experiencia
traumática, una alteración del ánimo o una
enfermedad física.

Fantasías sexuales
Siempre se ha pensado que los hombres
tienen más fantasías sexuales que las
mujeres, al igual que se ha “acuñado”
por la creencia popular que ellos tienen
más necesidades sexuales.

Pero quienes han estudiado el tema desde


la sexología, afirman que existen muchas
similitudes entre las fantasías de unos y
otras.

Las fantasías de carácter erótico aparecen


con mucha fuerza en la adolescencia.
Recuerdo la carta de una chica que estaba
locamente enamorada de un actor de la
televisión y contaba que tenía el cuarto
repleto de sus fotografías, soñaba
despierta con demasiada frecuencia con
ese amor idílico y a su mente acudían
escenas de gran pasión erótica. Terminaba
por preguntar: ¿Esto es malo?

Las fantasías sexuales son el salvavidas de


muchas mujeres sin pareja. Pero todo el
mundo vivencia, en mayor o menor
medida, esas imágenes y pensamientos
sobre temas sexuales que nos llevan a
sensaciones muy placenteras. Por medio
de las fantasías, podemos hacer todo lo
que nos gusta, no hay límites y la
imaginación y la creatividad se desbordan.
Es un terreno donde nada está prohibido y
todo puede ser posible, aunque a veces
nos asuste.

Comúnmente fantaseamos para hacer todo


aquello que no nos atrevemos o no
queremos hacer. Alguna gente, lucha
contra esas imágenes al considerar que es
algo impropio. Sin embargo, los
pensamientos y figuraciones no son actos.
Se puede, por ejemplo, fantasear con
personajes de ficción y eso no quiere decir
que hemos sido infieles.

Según Al-Garaia, una página web


española sobre sexualidad, los miedos
más comunes que aparecen mientras
fantaseamos son:

· A perder el control con nuestra


imaginación y fantasear cosas surrealistas
y que pueden estar en contradicción con
nuestro sistema de valores.
· A querer llevar a la práctica, a la
realidad todo lo que fantaseamos. Por el
simple hecho de utilizar una fantasía, no
significa necesariamente que queremos o
debemos llevarla a la práctica. Cuando la
fantasía se intenta llevar a la realidad, deja
de ser fantasía para pasar a ser acto y,
además, la mayoría de las veces pierde su
poder erótico.
· Sentir que estamos fantaseando
cosas inadecuadas y que si alguien puede
leer nuestros pensamientos, pensará mal.

Algunas mujeres comparten sus fantasías


con la pareja mientras que otras, las
guardan celosamente como algo íntimo o
ante el temor de no ser comprendidas y se
les intente buscar otras connotaciones que
no tienen.

Siempre se ha pensado que los hombres


tienen más fantasías sexuales que las
mujeres, al igual que se ha “acuñado” por
la creencia popular que ellos tienen más
necesidades sexuales. Pero quienes han
estudiado el tema desde la sexología,
afirman que existen muchas similitudes
entre las fantasías de unos y otras. No
obstante, de todo esto se habla bien poco.
Se evita el tema porque en realidad a la
gente le da vergüenza que otros u otras
conozcan de sus pensamientos eróticos y
puedan creer que tiene, en su fuero
interno, una conducta inmoral. Sin
embargo, aconsejan los expertos en
sexualidad, no hay que asustarse tanto por
inventar historias de principio a fin, con
todos los atributos que queramos. A nadie
hacemos daño con esto ni a nosotras
mismas. Al contrario, las fantasías
sexuales pueden ser una fuente de
crecimiento personal, de
autoconocimiento de placer, de juego, de
creatividad. A partir de ellas, podemos
entender muchas de nuestras actitudes
relacionadas con la sexualidad.

El sexólogo colombiano Germán Ortiz


señala que acompañan a muchas
actividades pero muy especialmente a la
masturbación. Algunas investigaciones
han arrojado que más del 90% de los
adolescentes, hombres y mujeres, tienen
fantasías eróticas durante esa práctica.

Argumenta el Dr. Ortiz que, por lo común,


las funciones de las fantasías son:

· Originan excitación y pueden


provocar excepcionalmente el orgasmo.
· Sustituyen experiencias
inalcanzables.
· Aumentan el placer durante la
actividad sexual.
· Facilitan la respuesta sexual previa a
una experiencia.
· Constituyen una forma de ensayo de
experiencias posteriores que producen
mayor seguridad a sí misma/o sin
exponerse a ningún riesgo y con total
control.

Comenta el sexólogo colombiano que se


tiende a calificarlas como morbosas, es
decir, enfermizas, con el fin de hacer
sentir anormal a quien las tiene. Sin
embargo –afirma– será más lógico pensar
que quien no las tiene, puede estar
mostrando un altísimo grado de represión
sexual interior, que le dificulta el
aprendizaje y el desarrollo de la seguridad
en si misma/o , base fundamental para la
relación con los demás.

Son, por tanto, mecanismos de


adiestramiento que disipan muchos
miedos de la inexperiencia y por ello, más
que sentir temores ante ellas, debemos
reconciliarnos con una variante que puede
darnos seguridad en nosotras mismas. Es
una forma de autoerotismo que facilita las
actividades sociosexuales. Las fantasías
repercuten decididamente en las futuras
experiencias sexuales. Y pueden servir,
además, para evitar la rutina, ese
monstruo que –al decir de Balzac– todo
matrimonio tiene que combatir.

Como las fantasías sexuales son la


compañía habitual del autoerotismo,
pasemos entonces a tratar ese tema.

Autoerotismo
Existe aún un sentimiento de culpa y
vergüenza tan grandes que el tema es
casi vedado entre las mujeres.

Ello explica porqué en las encuestas


realizadas sobre el asunto, el porcentaje
de mujeres que dice masturbarse es
bastante inferior con relación a los
hombres. Ante tales resultados, queda una
interrogante cimbrando en el aire que
nunca podremos saber: ¿Nosotras,
realmente realizamos menos esta práctica
o nos cuesta más verbalizar que
disfrutamos de tal opción sexual?

Nadie pregunta si un hombre se ha


masturbado alguna vez en la vida. Se da
por hecho. No ocurre igual con las
mujeres. Ellas guardan silencio. Es un
tabú. Las mujeres piensan que este asunto
debe permanecer en secreto y si alguien
les pregunta prefieren negarlo. Desde
niñas, entre las amigas, no hay secretos.
Se habla de amores, de odios, de
encuentros y desencuentros e intimidades
de familia...cuando han tenido sus
primeras relaciones sexuales comentan
cada encuentro con lujo de detalles. Pero
lo que no dicen, en general, es que
practican el autoerotismo o tienen deseos
de hacerlo. Este comentario, extraído de la
página Gineweb, de España, relata una
realidad que parece común allá, en el
viejo continente y acá, en nuestra
América.

¿Qué ha motivado tal rechazo? ¿Por qué


tanta condena? ¿A qué se deben nuestros
silencios? Tales respuestas se hallan en la
historia del autoerotismo, práctica que no
ha llegado a nosotras, precisamente, sobre
un lecho de rosas.

Por siglos, fue confinado al mundo de lo


prohibido. Perseguido por la iglesia
judeocristiana como un acto “contra
natura” (el único acto sexual válido era el
coito para la procreación); se le atribuyó
tantas enfermedades y padecimientos que
la suma pasaba de 200. Según las
creencias de entonces, masturbarse
provocaba idiotez, ceguera, caída del pelo,
debilidad mental y muscular, trastornos
intestinales, dolores de cabeza... En no
pocos casos, se decía, los disturbios en la
salud eran tan grandes, que llevaban hasta
la muerte.

En los siglos XVIII y XIX, circulaban una


gran cantidad de manuales y libros
médicos contra este “mal” , llamado
también “vicio nocturno” o “acto
morboso”, que sembraban pánico en la
población. Se inventaron aparatos y se
puso en boga el uso de camisas de fuerza
para impedir que, en las noches, los
jóvenes pudieran realizarla. Todo ese
andamiaje estaba montado especialmente
para evitar la masturbación masculina
pues, en aquel entonces, se pensaba que
las mujeres carecían de deseos sexuales.
Aunque y por si acaso, ellas también
padecieron el peso de aquella persecución
con saña.

En la Inglaterra de la revolución
industrial, se llegó a advertir que los
movimientos de las máquinas de coser a
pedales, podían conducir a excitación
sexual en las muchachas, por lo que se
supervisaba que ellas estuvieran bien
sentadas, según ordenaban los estrictos
manuales. En varios países de Europa y en
Estados Unidos, se llegó a practicar una
operación llamada clitoridectomía
(extirpación del clítoris) que, según los
galenos de la época, servía para aliviar la
epilepsia y otras afectaciones nerviosas
como la histeria.

La masturbación femenina, amen de que


siempre fue menos aceptada que la
masculina, también provocaba un arsenal
de trastornos inevitables, tales como la
leucorrea, hemorragias uterinas, cáncer de
mamas y desórdenes del corazón, entre
otros.

Con esos truenos...


Tiempo costó a la sexología abrirse
espacio en esa maraña de injurias y
calumnias sinfín.

Sólo a principios del siglo pasado,


comenzó a hacerse la luz sobre esta
práctica –una de las más viejas prácticas
sexuales humanas– que llegó a ser incluso
catalogada como “elemento destructor de
la sociedad civilizada”.

Después de aquellos truenos, que duraron


varios siglos, no todo se resuelve ahora
diciendo lo contrario. Asimilar las
ventajas del autoerotismo que enuncian
hoy psicólogos y sexólogos, sobre todo,
en la población femenina, es una labor de
educación sexual y convencimiento que
lleva su tiempo. Especialmente, hay que
hablar del tema, cosa que apenas se hace
todavía.

Entrando entonces en el asunto de las


ventajas, la autosatisfacción es para
muchas adolescentes la primera actividad
sexual. Por medio de ella, se descubren
los sentimientos eróticos y, al acariciarse
en soledad, se aprende la forma que más
nos acomoda para lograr la excitación y el
orgasmo. Conocer el propio cuerpo, sus
reacciones y vivencias eróticas es una
gran ventaja para el encuentro sexual con
la pareja, señalan cada día más expertos
en el tema.

Hay mujeres que se suman a la opinión de


que es el hombre quien tiene que
enseñarlas a sentir placer sexual. Sin
embargo, este criterio podría redefinirse
en aras de lograr un encuentro donde
ambos van con un adiestramiento inicial
que les proporciona mayor confianza,
soltura y una comunicación sin miedos,
ante la seguridad de que somos capaces de
sentir el orgasmo, porque ya lo hemos
vivenciado en nuestras caricias en
soledad.

Otras prerrogativas que sustentan los


sexólogos, son las siguientes:

1. Durante la adolescencia, es parte


importante del desarrollo psicosexual,
ayudando a las personas a identificar los
patrones de la propia respuesta sexual.

2. Proporciona satisfacción sexual a las


mujeres que no tienen pareja o que, por
períodos de tiempo están separadas o
tienen al compañero enfermo.

3. Resulta cien por ciento seguro, ya


que no transmite infecciones de
transmisión sexual y no existe el riesgo de
embarazo.

4. Permite el aprendizaje de la
actividad sexual en un ambiente relajado,
en el cual no hay que estar pendiente de la
pareja y preocupadas por una buena
identificación de la propia activación y
respuesta sexual.

5. Puede servir para aliviar la tensión


sexual, especialmente cuando no se
dispone de otra alternativa.

6. Resulta un ejercicio que puede


practicarse a lo largo de la vida.

7. Resulta efectiva para fortalecer la


musculatura pélvica.

8. Diversos estudios demuestran que


proporciona una vida sexual más larga.

Sin camisa de fuerza...


Hoy es bien reconocido –incluso por la
OMS– que el autoerotismo no causa
daño físico o psicológico alguno. Más
bien es saludable y bueno.

Sin embargo, todavía circulan ciertos


mitos en las mujeres, tales como que
produce “granitos en la cara”, disminuye
en el deseo sexual y hace crecer el clítoris.
Uno de los más escuchados es que las
adolescentes vírgenes, quienes acuden con
frecuencia a esta práctica, después no
pueden sentir con un hombre. Realmente,
ocurre exactamente lo contrario. Otra
falsa creencia muy generalizada es que, en
exceso, resulta dañino. Habría que definir
qué es exactamente excesivo porque debe
reconocerse que lo que es “normal” para
una mujer, puede ser “demasiado” para
otra. Solamente en el caso que exista una
conducta obsesiva y compulsiva, se debe
consultar con un especialista para conocer
las causas de un comportamiento que
interfiere persistentemente la vida
cotidiana o también, cuando sustituye la
actividad sexual con la pareja.

Claro está, tales beneficios y ventajas


citadas no son una camisa de fuerza ni
deben tomarse como recomendaciones
obligadas. Me he remitido a la
información más actual y científica que
existe del tema. Pero quien no está
convencida o siente que es algo que la
incomoda, no tiene porqué violentarse ni
sentir que es “anormal”. Las mujeres
diferimos en cuanto a apetencias sexuales;
practicar el autoerotismo respondiendo a
esas necesidades, se considera tan
correcto como no practicarlo. En el sexo,
como en tantas cosas de la vida, no se
debe hacer nada que no se desee.

Como hemos venido aclarando en textos


anteriores, la sexualidad no es pura
genitalidad. Me gusta mucho la manera
tan hermosa que define la sexualidad el
doctor colombiano Luis Carlos Restrepo:
La sexualidad se encuentra en un punto de
cruce entre la naturaleza y la cultura; a
mitad del camino entre la genética y el
símbolo. En esta ambigüedad reside su
fuerza e innegable importancia para la
aventura humana. Lo que diferencia la
sexualidad humana de la sexualidad de los
animales es haberse liberado de un patrón
genético, fijo, abriéndose por completo a
la influencia de la cultura. Nada mas
predecible y estereotipado que un cortejo
sexual animal, sometido incluso a ciclos
climáticos fácilmente cronometrables.
Nada más variado que las formas como
diversas culturas e individuos expresan
sus búsquedas sexuales.

La sexualidad es por todo esto, uno de los


canteros donde han crecido en abundancia
mitos, prejuicios, tabúes... Dediquemos un
espacio al análisis de algunas de las
creencias más populares.
Mitos sobre la sexualidad femenina
Cuando las mujeres dudamos de
nuestros atractivos, escondemos el
cuerpo, arqueamos los hombros, nos
volvemos rígidas y poco sensuales,
entramos en un terreno que no
debemos pisar nunca: el aniquilamiento
de nuestro propio erotismo.

Tendría yo unos 8 ó 10 años, cuando un


día veo a mi abuela poner la escoba detrás
de la puerta de la calle. Sorprendida, le
pregunto por qué la colocaba ahí si ese no
era su puesto. Caminando, con aquel
balanceo tan típico en ella, me
contesta:”Déjala, no la toques. Hoy no
quiero que venga visita. Tengo la cabeza
mala”.

Un tiempo después, voy a casa de mi tía


Naty, una mujer que entonces me parecía
entrada en años –hoy seguro que no–, y
observo en su cuarto la imagen de San
Antonio, puesto de cabeza. “Tía, pobre
santo”, le digo. Ella, un tanto molesta,
detiene su mirada en aquella imagen de
yeso y arremete:”Así tiene que estar, a ver
si me acaba de conseguir un marido
¡urgente!

Ah... ¡el universo de los mitos! Esas falsas


creencias, transmitidas de boca en boca y
que, asombrosamente, muchas de ellas
siguen sentadas en el trono de las grandes
verdades. A veces, la gente se las apropia
como una especie de consuelo, como es el
caso de mi tía quien se pasó años con el
trajín de San Antonio. Al fin, se vino a
casar cerca de los 40, mucho después que
la vieja imagen se había hecho añicos de
tanto estar colgada.

Cientos de mitos le dan la vuelta al


planeta y, en alguna parte de este mundo,
alguien cree en ellos. Muchos, han caído
en desuso debido, en particular, al avance
de la ciencia y la técnica y al desarrollo
educacional e informativo de las personas.
Pero otros aún encuentran oídos
receptores. Quizás una de las áreas donde
ha existido y existe un fuerte entramado
de mitos es en la esfera de la sexualidad
humana.

Veamos algunos de los que aún hoy


tienen gran público:
— La capacidad y el deseo sexual de
la mujer son menores que las del varón.

Tal errónea creencia se escucha no sólo en


boca de hombres, sino en boca de las
propias mujeres quienes realmente
piensan que ellas tienen menos
necesidades sexuales .

Tan dañino supuesto perjudica,


obviamente, el desarrollo y el disfrute de
la sexualidad, así como una relación de
pareja mucho más enriquecedora.

Como ya dijimos anteriormente, lo único


que resulta distinta es la respuesta sexual
de mujeres y hombres. Pero nada tiene
que ver con el nivel de excitación, la
frecuencia y las necesidades sexuales que
sí son las mismas.

Tener más o menos capacidad erótica


responde a las distintas características
educativas, personales y sociales y no a
diferencias de sexo.

— La mujer debe ser sexualmente


pasiva.

¿Qué quiere decir esto? Años, siglos de


desigualdad y sumisión han metido en las
mentes femeninas que deben esperar por
la iniciativa del varón y asumir en la
relación sexual una actitud pasiva o de
complacencia.

Con la creencia de este injusto mito


muchas mujeres asumen su sexualidad
con resignación. Como decía en una
ocasión una lectora :”Cuando mi marido
tiene deseos, yo tengo que acceder,
aunque no tenga el menor interés en ese
momento. Pero lo hago para que no se me
vaya”.

Las mujeres que asumen su sexualidad sin


mitos, tabúes o prejuicios, llevan una vida
sexual activa e ,indistintamente, uno u
otra ,toman la iniciativa o recrean el
encuentro de manera espontánea, sin crear
en el hombre esa expectativa-presión que
significa que él siempre tiene que llevar la
voz cantante.

— La sexualidad termina con la


menopausia.

La pérdida de la menstruación solamente


marca el fin de la vida fértil. A partir de
entonces, ya no se puede tener hijos, pero
de ninguna manera, marca la terminación
del deseo y necesidades sexuales. En
investigaciones recientes, realizadas en
diversos países, se ha comprobado que
muchas mujeres ,por el contrario,
disfrutan más sus encuentros sexuales que
antes y entre las razones de peso se
encuentra la tranquilidad de saber que ya
no quedará embarazada.

— Sólo en la juventud se goza de una


buena sexualidad.

El gran prejuicio de nuestra cultura


impide aceptar que la mujer madura y
añosa es sexualmente tan aceptable y
deseable como la mujer joven, afirma en
su libro “Hacerse mujer”, María Luisa
Lerer, una especialista del tema. Y agrega
que los medios de comunicación tienen su
porción de responsabilidad en esto, al
presentar siempre a la sexualidad-
genitalidad unida a cuerpos jóvenes y
hermosos. Así van convenciendo a la
mujer que el placer sexual es propiedad de
los físicos privilegiados. Con tales
condicionamientos no es difícil que la
mujer mayor crea que el erotismo, ya para
ella, es algo vergonzante. Que,
sencillamente, pasó su tiempo.

Sin embargo, añade la especialista, lo que


resulta sexualmente atractivo y
estimulante a los varones es aquella mujer
que se mueve con sensualidad y seguridad
dentro de su propia piel. No hay nada más
seductor que la mujer que se ama a sí
misma. Y termina diciendo algo muy
cierto: no existen patrones para medir el
atractivo sexual porque en ese mundo,
para gustos se han hecho colores...

Conectadas con esta línea, vale la pena


extender el tema con ejemplos concretos
de mujeres quienes han descubierto, con
los años, un caudal de nuevas emociones
y sensaciones sexuales.

Sexualidad después de los 35


Una buena química sexual funciona de
maravilla después de los 30, pero
también es fenomenal pasados los 50,
cuando se dejaron atrás los apuros, las
metas y, en su lugar, se desarrolla una
profunda intimidad, tan tierna y
enriquecedora como no se tenía idea.

Entre los mitos que estuvimos analizando


en el tema anterior, me parece oportuno
ahondar en el que sostiene que los
placeres del sexo tiene que ver, sobre
todo, con la gente joven. Sin dudas, contra
esta visión tan prejuiciada, hay que
argumentar lo suficiente para hacer
justicia con aquellas mujeres que no son
jóvenes, pero gozan de buena salud y
tienen muchos deseos de pasarla bien con
una pareja. Pero ellas mismas se limitan
debido a que no es fácil, en nuestro
medio, encontrar una aceptación de este
derecho y esta necesidad. Los propias
hijas e hijos muchas veces, socavan tales
intentos, al manifestar que ya, a la
mediana y avanzada edad, se debe estar
pensando más en otra cosa que en esas
diversiones que no “pegan” con barrigas
prominentes y senos caídos.

Sin embargo, las necesidades sexuales y


emocionales, de cariño, atención e
intimidad, no desaparecen por el hecho
de que exista ese criterio, y una misma
llegue a creer en él a pie juntillas. Los
prejuicios y creencias pueden estar
diciendo que “ya no estás para eso”, pero
el cuerpo, la psiquis, reclama contactos
sexuales que, a veces, se acallan dejando
de pensar en ellos o invirtiendo todas las
energías en otra actividad.

Ocurre, simplemente, porque a todo lo


largo de nuestra vida somos seres
sexuados y el disfrute de la sexualidad
siempre va a enriquecernos y a cubrir una
necesidad básica.

Sexo a los 35
Muchos entendidos en el tema
coinciden en que la mujer alcanza su
clímax de goce sexual, después de los 30
años. Ya conoce bien su cuerpo,
reacciones, gustos y plenitudes.

Es una especie de “experta” que sabe lo


que quiere, cómo, de qué forma y cuándo
lo quiere.

En estos goces, no sólo funciona la


experiencia acumulada, sino también un
factor bien importante: se produce un
cambio en el balance hormonal femenino,
que le da a la testosterona un mayor papel
en la bioquímica orgánica femenina y esto
se traduce en un interés marcado por la
vida sexual.

Es, también, una información conocida


que, de las mujeres, el grupo de
muchachas de 20 años, es el que menos
posibilidades tiene de alcanzar el orgasmo
en una relación coital, mientras que las de
40, son quienes alcanzan las mejores
posibilidades.

“Yo entiendo bien mi propio cuerpo, y


tengo a mi compañero muy bien
entrenado. Hacer el amor ya no es esperar
pacientemente, y en silencio, a que mi
pareja adivine o no, qué es lo que espero
o deseo. Ya no es la motivación principal
la lucha por llegar al orgasmo como la
gran meta. La madurez ofrece, sin dudas,
otros beneficios.” Mujer de 43 años.(1)

Para muchos hombres, esta nueva


actuación femenina resulta agradable y les
imprime un renovado entusiasmo por su
compañera. Para ellos, quienes también
van ganando en edad, el sexo, entonces,
deja de ser una meta o un tejido de
aventuras disímiles donde lo que importa
es el rendimiento.

Sexo a los 45
Numerosas mujeres, después que sus
hijas e hijos son adolescentes o jóvenes,
comienzan a tener mayor oportunidad
para ellas y descubren que sus
experiencias sexuales, ahora, tienen un
toque distinto y son muy gratificantes.

Ya quedaron atrás las tensiones y la


atención tan directa que requieren los
niños pequeños; la época en que, entre el
trabajo y la casa, “no hay tiempo ni de
mirarse en un espejo” y que al sexo se iba
casi de rutina. De nuevo, cuenta con
mayor espacio para sus intereses
personales y para el descanso y, por tanto,
se puede producir un reencuentro erótico,
sin premuras, donde la pareja se dispone a
coparticipar, en una transferencia
recíproca de goces, emociones y ternuras.

“El hecho de que nuestros dos hijos se


hayan ido a la Escuela al Campo, hizo
sentirnos a mi esposo y a mí como, si de
pronto, estuviésemos en nuestros primeros
años de casados, lo que ahora resulta
mucho mejor pues cada cual sabe lo que
al otro le gusta, por lo que hay verdadera
mayor confianza y comunicación. Nos dio
por romper la costumbre y durante ese
tiempo, hicimos el amor de todas las
formas posibles y en todos los lugares de
la casa, menos en el cuarto. La
experiencia fue realmente maravillosa.”
Mujer de 50 años.(2)

Sexo a los 55
Las relaciones sexuales, en esta etapa
de la vida, si bien es cierto que son más
espaciadas, pueden llegar a tener
mucha más calidad que en los años
juveniles porque ya existe un acople
beneficiado por el tiempo de unión.

No sólo conocen bien sus reacciones sino,


también las de la pareja.

Por otra parte, el hombre, a estas alturas


de la vida, ya no tiene las frecuentes e
instantáneas erecciones que se producen
en pocos minutos y requiere de
tocamientos. Ahora necesita de la
colaboración de su compañera pues
precisa de más estímulos para producir los
mismos efectos que antes, lo que provoca
una relación sexual más prolongada, de
contactos corporales y de mayores
afectividades.

“Yo sé muy bien como llegar al orgasmo y


mi compañero ahora necesita mucho más
de mi intervención en el acto sexual. Eso
me gusta porque logramos una
interrelación más íntima. Hemos
aprendido a disfrutar las caricias mutuas,
y tanto nos gusta que dedicamos mucho
tiempo a ese disfrute y hemos descubierto
nuevas y muy estimulantes sensaciones
eróticas. Cada vez, nos preocupamos
menos por alcanzar el orgasmo; es el
placer lo que nos fascina pues sabemos
que el orgasmo vendrá y si no, de todas
formas ha sido algo muy agradable.”
Mujer de 57 años.(3)

Sexo a los 65
Siempre que la pareja goce de buena
salud y no esté tomando medicamentos
que interfieran su respuesta sexual,
resulta muy estimulante para ambos,
aunque sea pocas veces al mes,
continuar una vida íntima activa.

Es muy aconsejado para la salud y


excelente para la psiquis.

Todos los estudios actuales demuestran


que mantener relaciones sexuales hasta
avanzada edad no sólo refuerzan los lazos
afectivos entre el hombre y la mujer, sino
que colabora, de manera muy eficaz, a
mantener la propia estimación y la
confianza en una misma.

“Yo me divorcié y estuve diez años sin


pareja. Tenía 67 años cuando un hombre,
dos años mayor que yo, comenzó a fijarse
en mí seriamente. Es una persona
magnífica y a mí la soledad me estaba
matando, pero no sabía cómo iba a
enfrentar la vida sexual pues estaba
desactivada hacía mucho tiempo. Me dije
un día: “Adelante, si no puedes, al menos
lo intentaste”. Fue muy buena esa
decisión. Creo que las caricias, el sentirse
querido y la intimidad proporcionan una
alegría adicional en la vida.” Mujer de 69
años.(4)

La manera de asumir la vida sexual tiene


mucho que ver con los conocimientos
adquiridos sobre la sexualidad, con la
mirada personal y también con la forma
de ser de cada quien. Echemos un vistazo
a algunos textos célebres que han sentado
pautas en las enseñanzas amatorias.

1 - 4: Confesiones a la psicóloga Lourdes


Florez

Posiciones para el amor


No hay dudas que en todos los tiempos
–desde los más antiguos hasta los que
están por venir– el enriquecimiento del
erotismo resulta una necesidad
humana. Buscar la manera de
encontrar “posiciones” satisfactorias y
estimulantes durante el acto sexual
aviva, en los amantes, una forma muy
placentera de fantasear.

El Kama Sutra, escrito en el siglo II y VII


de nuestra era, por el sabio Vatsyayana, es
el más antiguo de los textos que describen
las muchas maneras de colocarse la mujer
y el hombre para hacer el amor. Luego, el
Ananga Ranga y el Koka Shastra
continúan esa línea al resumir varios
libros sobre el tema. Tales obras aportan
una inestimable información sobre la
sexualidad en el antiguo Oriente.

Refiriéndonos al Kama Sutra, podemos


decir que de esta obra se han realizado
muchísimas versiones, traducciones e
interpretaciones. Escrita, originalmente,
en idioma sánscrito, el nombre del libro
tiene su sentido: Los sutras son una
especie de aforismos, sentencias o
enseñanzas cortas y Kama significa
placer. Así que el Kama Sutra es un
tratado sobre los placeres, Sin embargo,
como apunta Ana Cofiño, periodista
guatemalteca, quien realizó una
interesante búsqueda de todos los aspectos
de este texto, no únicamente relata los
placeres sexuales, sino todo aquello que
excite o provoque reacciones placenteras
a través de nuestros sentidos y
sentimientos. Sin dudas, esta obra
constituye una significante recolección de
tradiciones amorosas que se ha
conservado y transmitido en la cultura de
la India.

El libro contiene recomendaciones sobre


cómo cortejar a una mujer o cómo seducir
a un hombre; meditaciones sobre el placer
y las diferencias entre los sexos. Se habla
del matrimonio, de cómo conducirse,
cómo saber si el amor se ha terminado o
cómo y cuándo dar por terminada una
relación. También se encuentran
referencias a afrodisíacos y la descripción
de muchas posturas amatorias.

Comenta la periodista guatemalteca que


esta obra insiste en que las mujeres,
además de manejar el arte del Kama
Sutra, deben “entender un poco de magia
y hechicería y practicar las artes
culinarias”. Pero, por otra parte, recalca el
texto en la necesidad de que las mujeres
abran su abanico de conocimientos en
otras áreas también necesarias: “Para
poder hablar bien, lee mucho. Aprende a
defenderte (...) Desarrolla tu sentido de la
inferencia, la lógica y el razonamiento.
Has de saber algo sobre minas y canteras,
suelos y jardinería. Asegúrate de saber
sobre el almacenamiento de agua en
acueductos, cisternas y aljibes. Aprende a
ser especialmente hábil con el lenguaje.
Desarrolla tu propia manera de escribir.
En resumen: aprende todo lo que se puede
aprender en el mundo...recibirás todo el
respeto debido y podrás sentarte como
igual en una asamblea de hombres
doctos”.

La otra obra de singular valor erótico es el


Ananga Ranga, de Kalyana Malla. Ante
mí, tengo el libro, una de las tantas
reproducciones, que en su cubierta aclara:
“Enciclopedia del amor sexual”. Escrito
especialmente para instruir en los secretos
amorosos a una chica de la casta de los
poderosos, dentro de una filosofía del
amor místico, resulta su lectura
sumamente instructiva y curiosa.

A pesar de haber cumplido la obra un


montón de siglos, muchos de sus
planteamientos tienen una actualidad
sorprendente. Por ejemplo: “Los goces
externos” son los procedimientos que han
de anteceder siempre al “goce interior” o
coito. Explica el libro que antes de la
penetración, es necesario “ciertos
preliminares, numerosos y variados, tales
como los diversos abrazos y besos. Estas
clases de caricias, despiertan los sentidos
y ponen el ánimo propicio” El texto aclara
que son escaramuzas que preparan a los
amantes a una grata diversión erótica.
En Ananga Ranga alerta que “la
monotonía de la posesión, a veces arroja
al marido en brazos de mujeres extrañas y
a la mujer en los hombres extraños”. Y a
continuación, sentencia: “La monotonía
engendra la saciedad y la saciedad el
disgusto del coito”.

Monotonía de la posición
La posición de la mujer acostada de
espaldas y el hombre tendido encima de
ella, resulta la más difundida de todas,
según encuestas realizadas a numerosas
parejas de diversos países, tanto
occidentales como orientales.

En los filmes aparece con reiterada


frecuencia. Sin embargo, esa manera
habitual de hacer el amor es una de las
posiciones menos favorecedoras para que
las mujeres alcancen el orgasmo. Ella
queda como atrapada, apenas sin la
posibilidad de movimiento, en ocasiones,
incómoda y hasta con asfixia si el amante
tiene unos kilos de más. Esta forma de
amar, además, delinea una superioridad
masculina: ella está debajo y él está
arriba.

¿Por qué es tan frecuente y recurrida esta


posición, amén de ser una de las favoritas
de los hombres? Siglos atrás, cuando los
tiempos que la iglesia católica postulaba
el sexo exclusivamente para la
reproducción –no para el placer– era la
única pose que tal institución no castigaba
como lujuriosa o pérfida. Tenía su sentido
ya que es la que mejor favorece la
fecundación. La “posición del misionero”
como comúnmente se le llama, tiene hoy
día, detractores/as y defensores/as.

Particularmente no coincido con la


opinión de un sexólogo argentino, de cuyo
nombre no quiero acordarme, quien dice
de ella: “El hombre, desde arriba, es el
que impone su deseo y su norma. Uno es
el que enseña y la otra es la que aprende;
uno es el que propone y la otra es la que
acata”.

Versatilidad
Entre las parejas liberadas de
prejuicios, falsas concepciones y
manipulaciones, existe un relevante
gusto por la diversidad de
acoplamientos eróticos.

Generalmente, no se adaptan a una misma


fórmula, sino que dan rienda suelta a la
imaginación y a las fantasías, aspectos
sumamente importantes en el hacer
sexual. Inventan –o al menos creen
inventar, que no es lo mismo pero es
igual– colocaciones, incluso dignas de
acróbatas, que les matizan sus encuentros
amorosos con bello y enriquecedor
colorido erótico.

El Ananga Ranga, imaginas y yo te lo


confirmo, no tiene ocultas en sus páginas,
recetas para quienes están hastiados uno
del otro; para el aburrimiento marital o la
falta de estímulos sentimentales que, en
ocasiones siente la pareja. Ni los más
exóticos y complicados malabares,
pueden resolver el conflicto del tedio y el
desamor.
Este fabuloso libro, que cayó en mis
manos por casualidad, lo he leído con
sumo deleite y nada tiene que envidiar a
los manuales actuales, algunos de ellos,
no hacen más que copiar lo ya impreso o
decir lo ya dicho. Si en esas incursiones
por viejas librerías, te lo tropiezas,
cómpralo que tendrás en tus manos toda la
sabiduría de la gente que sabe amar con
esplendidez y pasión. Que le sabe al
éxtasis sexual, un mundo.

A continuación, abordaré un asunto que


atañe no sólo a un grupo de personas, sino
a todas y todos en general ya que, como
dice un spot televisivo, hay más cosas que
nos unen que las que nos separan.

Sexualidad y discapacidad
La gente común encuentra “normal”
que las personas con discapacidad
releguen, escondan o inhiban sus
intereses y necesidades sexuales.

Que se olviden de ese pedazo de terreno


que es tan vital para todas las humanas.

Una amiga querida, que vive con


discapacidad, me comentaba que siempre
se queda perpleja cuando le preguntan con
cierto aire de asombro: “¿Y usted
trabaja?” Recordando la anécdota, se me
ocurre pensar que mayor será la sorpresa
si mi amiga, por casualidad, menciona que
tiene un esposo colosal y una hija traviesa.

Esto es pensar en cosas excepcionales o


inauditas. Si se hace un breve sondeo al
azar, habrá consenso en afirmar que las
mujeres con discapacidad son asexuales,
especialmente aquéllas con deformidades
o parálisis de una parte de su cuerpo y en
la medida que dependen más de alguien
para poder vivir. Pero el asunto es más
complicado que un criterio generalizado
sin base ni sustento: Todos los individuos
somos seres sexuados,
independientemente de nuestra condición
física. Todas y todas necesitamos del
amor, las caricias, recibir y brindar afecto.

Circulan por ahí otras creencias


desafortunadas, como la de pensar que
una mujer con discapacidad pierde interés
por todo lo erótico o limita sus
aspiraciones sexuales a personas como
ella. También, que es incapaz de atraer a
un hombre que no lo sea, y si ocurre, la
suspicacia se pone en función y se buscan
otros elementos, especialmente
económicos, que sustenten el porqué de la
unión entre un “normal” y una que no lo
es. Estos y otros criterios demuestran lo
incómoda que se siente la sociedad, a
pesar de los esfuerzos de diversas
instituciones, ante la idea de considerar a
las personas con limitaciones físicas o
mentales como sujetos con intereses y
necesidades sexuales, capaces de atraer y
gustar como cualquier ser bajo este cielo.

Si entendemos que la sexualidad va más


allá de la simple genitalidad –aunque haya
quienes la condenen a este reducido
espacio–, comprenderemos que el
contacto íntimo no es sólo penetración,
coito y reproducción. Durante la actividad
sexual todos los sentidos se agudizan y
cobran un valor excepcional: el tacto, el
gusto, el oído, el olfato... La piel toda ella,
ese territorio que cubre nuestro cuerpo, es
una gran fuente de erotismo.

Ocurre que no sólo existen los prejuicios


de los demás; también las propias
personas con discapacidad están ligadas a
diversos tabúes. Y, por supuesto, tiene que
existir por parte de ellas una disposición,
una mirada más abarcadora, distinta, y
mayor apertura en las concepciones al no
tratar de imitar o hacer las cosas como la
gente común. Se trata de lograr emociones
que pueden ser muy vivificantes de otra
manera que no es la tradicional, en el caso
que no sea posible.

El cambio mayor tiene que efectuarse a


nivel de la psique. Abandonar falsos
pudores que perjudican el encuentro
íntimo y aceptar, en primera instancia, la
propia imagen corporal, con todas sus
limitaciones. Es a veces difícil pero se
logra ante el gran estímulo de vivir la
satisfactoria realidad de amar y saberse
amada y de tener intercambios sexuales,
que dan la posibilidad de descendencia en
los casos que sean posibles y no
perjudiciales.

La página web del periódico nicaragüense


“El Nuevo Diario” comenta sobre el tema
que uno de los impactos más grandes que
tienen las personas que sufren de una
lesión medular es la pérdida de la
sensación. Toma tiempo determinar
cuánto funcionamiento sexual se
recuperará. La gran pregunta que las
personas con lesión medular se hacen es:
¿Podré llevar una vida sexual activa? En
el caso de las mujeres, su situación es más
favorable, ya que es posible procrear en
ese estado y tener hijos o hijas sanas y
fuertes.

Empezar por casa


Todos estos comentarios no son para
pintar el asunto de color rosa. Existen
factores prácticos en aquellas mujeres
que han perdido una parte de
sensibilidad corporal, y es que, ante la
ausencia de sensaciones genitales, es
lógico que la libido (deseo sexual)
tienda a deprimirse.

Otros inconvenientes son la falta de


fortaleza, de resistencia, la preocupación
ante lo engorroso del descontrol de
esfínteres.

En los casos de la invidente congénita, así


como en las sordas, las enseñanzas y
educación recibidas en su niñez y
adolescencia son factores determinantes
de cómo asumen las relaciones amorosas
y la sexualidad. En las Escuelas
Especiales de Cuba existen programas
bien trazados en tal sentido, y aunque una
parte importante de padres y madres no se
oponen a tal educación, en la casa tienden
a sobreproteger, tanto a varones como a
mujeres, ignoran sus necesidades sexuales
y de eso no se habla.

Una investigación reciente sobre el


conocimiento en materia de sexualidad
que tienen los y las estudiantes con retraso
mental de la Escuela Especial “Saturnino
Aneiro”, del municipio Céspedes,
Camagüey, realizada por la doctora D.
Ponsn y los doctores M. Cedeño y M.
Rodríguez, arroja que, por lo común, los
conocimientos que poseen son los que les
ha proporcionado la escuela, a través de
diversas asignaturas orientadas hacia la
educación sexual.

Los autores comentan que hay real


escasez de material, tanto en Cuba como
en el extranjero, sobre la sexualidad de las
personas con discapacidades mentales. Se
trata de una cuestión delicada que casi
siempre queda en la intimidad de las casas
y los dramas de las familias.

Este estudio les posibilitó adentrarse en


ese mundo de las y los adolescentes con
retraso mental y sus intereses sexuales, a
veces bien marcados. Sin embargo,
señalan, la percepción social del
disminuido mental es la imagen del niño o
la niña a quien le cuesta mucho el
aprendizaje y no se le pueden conceder
determinadas autonomías, menos en la
esfera de la sexualidad. Comentan,
además, que en estos casos la atención se
dirige constantemente hacia la deficiencia,
las limitaciones del desarrollo mental.

Los especialistas aclaran que,


exceptuando algunos cuadros clínicos, el
resto de las y los alumnos no tiene
asociadas anomalías congénitas de los
órganos genitales. Y los caracteres
biológicos, esto es, anatómico
fisiológicos, que dan soporte a la
sexualidad están presentes y se
desarrollan en las personas con retraso
mental de la misma manera que ocurre en
cualquier adolescente.

Si tenemos en cuenta tales comentarios,


no sorprende que de 27 alumnas, 17 han
tenido relaciones sexuales y de 45
varones, 28 también las practiquen. Esto
es sin conocimiento de los padres, sin
protección adecuada... En fin, toda la
responsabilidad se la están dejando a la
escuela, cuya fundamental tarea es
educarles y prepararles para la vida útil,
cuestión que se realiza con esmero y
dedicación por el personal especializado
preparado para este propósito. Padres y
madres, ajenos a estas realidades, que dan
cuenta las propias alumnas y alumnos al
referir que 17 de 27 chicas no hablan de
sexo con su familia y de 45 varones, 28
tampoco lo hacen. La fuente de
información más cercana sobre temas
sexuales, después de la escuela, son los
amigos y amigas.

Similares hallazgos encontró la Dra.


Mabel Serguera, en la Escuela Especial de
discapacitados mentales de Guantánamo.
Valgan todos estos resultados y
comentarios para tomar conciencia que la
sociedad no sólo tiene que aprender a
respetar y vivenciar a estas personas como
sujetos de derechos sexuales sino,
también, la necesidad expresa de las
madres y los padres de las personas con
discapacidad de educarles sexualmente ya
que, en primera instancia, ésta es una
labor familiar. El hecho de que en el hogar
estén al margen de las intimidades de sus
hijas o hijos con discapacidad no quiere
decir que éstas no se produzcan. Al fin y
al cabo, el deseo sexual involucra a todo
el mundo.

El Tratado de Medicina Sexual aconseja


estas sabias recomendaciones a las
personas con discapacidad:
· Un pene erecto no hace sólida una
relación como tampoco una vagina
húmeda.
· La incontinencia urinaria no
significa incompetencia en la respuesta
sexual.
· La ausencia de sensaciones no
significa ausencia de sentimientos.
· La imposibilidad de moverse no
representa imposibilidad de sentir.
· La presencia de deformidades no
significa ausencia de deseo.
· La dificultad para realizar el coito
no significa incapacidad de disfrutarlo.
· La pérdida de los genitales no
representa la pérdida de la sexualidad.
“Tratado de Medicina Sexual”. Kolodny,
R; Masters, W; Johnson, V.
Editorial Científico Técnica, La Habana,
1985

La sexualidad vivenciada de manera


responsable es fuente de grandes
satisfacciones y enriquecimiento
emocional, pero cuando la asumimos de
forma impensada, sin valorar ni medir las
consecuencias de nuestros actos, puede
convertirse en promotora de angustias,
sufrimientos y equivocaciones
lamentables.

Por su importancia, dejamos para el final


un asunto que necesita prestársele toda la
atención.

Violencia sexual y su prevención


La niña, la adolescente, la joven, la
adulta, en fin, la mujer es, por lo
común, la principal víctima de la
violencia sexual.

La violencia sexual es la acción que


obliga a una persona a mantener contacto
sexualizado, físico o verbal, o a participar
en otras interacciones sexuales con una
persona o que obligue a mantener
relaciones con terceros, mediante el uso
de la fuerza,
la intimidación, la coerción, el chantaje, el
soborno, la amenaza, la manipulación
o cualquier otro mecanismo que anule o
limite la voluntad personal.

María Inés es una mujer de 34 años con


dos hijos varones pequeños. Siente que
odia el sexo por las múltiples veces que su
marido la obliga a tenerlo sin que ella lo
desee. Es más, ya nunca lo desea. Le tiene
una particular aversión a esa actividad que
hace mucho tiempo rechaza. Pero nunca
dice que no. Piensa María Inés que es una
de sus obligaciones como esposa,
impuesta por los márgenes matrimoniales.

Su marido es un hombre violento y ella


teme, con su negativa, arreciar su furia. Se
presta, tranquila y sedosamente, a una
manipulación sexual que, sin chistar,
asume. Si se le explicara a esta mujer ama
de casa, que está siendo víctima de
violencia sexual se quedaría con la mirada
un tanto perdida y dijera ¿quién, yo?

No es conocida, exactamente, la
incidencia de este tipo de violencia dentro
o fuera del matrimonio, debido a que
muchas mujeres no saben que están
actuando con ellas de manera violenta al
obligarlas al acto sexual contra su
voluntad. Es, además, un abuso que queda
silenciado ya que las mujeres, por lo
común, no hablan del asunto.

Maltrato sexual
En entrevista exclusiva, el Dr.
Alejandro Caral, especialista de Primer
Grado de Medicina Legal, aporta
importantes comentarios sobre el
maltrato sexual hacia el sexo femenino.

Muchas personas creen que la violencia


sexual no es la más frecuente con relación
a los demás tipos de violencia, como es la
física o la psicológica, por ejemplo; sin
embargo, los estudios que se realizan en
Cuba y en el resto del mundo demuestran
que puede ser tan común como las otras.
Opina el experto que esta realidad
obedece a que “las mujeres ocultan
celosamente estos sucesos de sus vidas
por tratarse, en primer lugar, de la
intimidad de cada una de ellas y, en
segundo, porque generalmente tienen
temor a la censura social debido al
”sentimiento de culpa” que experimentan
cuando son agredidas. También, tiene
mucho que ver que las víctimas no han
aprendido a reconocer la situación como
violenta y el desconocimiento que existe
de su derecho a la denuncia”.

Según estadísticas de la UNICEF, en


América Latina, sólo uno de cada tres
casos de abusos sexuales son
denunciados, y el 80% de estas denuncias
corresponden a niñas y adolescentes.
El especialista del Instituto de Medicina
Legal, quien también es vicedirector de
los Servicios Médicos Legales, señala que
entre los diversos tipos de maltrato sexual
se encuentra la violación o su intento y
que esta forma de violencia repercute más
allá del propio hecho violento, ya que
atenta contra la libertad y la dignidad de
las personas y genera una compleja gama
de trastornos de la integridad de la víctima
y en su entorno familiar, laboral,
educacional y social.

Leyes que protegen


En Cuba la Ley Penal preserva a la
población de estos tipos de
manifestaciones de violencia y son
varios los delitos que se caracterizan a
partir de la actividad sexual.

El Código Penal en el Título XI: “Delitos


contra el normal desarrollo de las
relaciones sexuales y contra la familia, la
infancia y la juventud”, aparecen
recogidos todos los delitos que pueden
cometerse en esta esfera, donde se
incluyen:

— Capítulo 1: Delitos contra el normal


desarrollo de las relaciones sexuales,
donde están comprendidos la violación, la
pederastia con violencia, los abusos
lascivos, el proxenetismo y trata de
personas y el ultraje sexual.
— Capítulo 2: Delitos contra el normal
desarrollo de la familia.
— Capítulo 3: Delitos contra el normal
desarrollo de la infancia y la juventud.
En el Código Penal aparece, en detalle,
cada uno de los conceptos de estos delitos.
También en la Resolución del Consejo de
Estado que aprueba y pone en vigor el
“Plan de Acción Nacional de Seguimiento
de la Conferencia de Beijing”, se pone de
manifiesto la voluntad política para
eliminar toda forma de opresión por
razones de clase, género y raza.

Frecuencia y características
En su Tesis de Maestría
“Caracterización de la violencia sexual
desde una perspectiva de género”.,
realizada recientemente, el Dr.
Alejandro Caral identifica las
características sociodemográficas de la
víctima y el victimario, según el sexo y
las manifestaciones de violencia sexual
más frecuentes.

El especialista examinó todos los


expedientes judiciales radicados por causa
de violencia sexual en el Tribunal
Provincial Popular de Ciudad de la
Habana. Estudió, en detalle, 206 víctimas,
la mayoría mujeres y 196 victimarios
hombres.

Las niñas fueron víctimas de abuso


lascivo y corrupción de menores, mientras
que las adultas jóvenes, víctimas de
violación o su tentativa, y de
proxenetismo. Las menores eran
estudiantes y las adultas, solteras, de nivel
primario y desocupadas, mientras que los
victimarios fueron hombres jóvenes,
solteros, desocupados, sin antecedentes
penales ni trastornos mentales.
El especialista en el tema pudo constatar,
según las pruebas, que la violación o su
intento ocurren, por lo común, en la vía
pública, de noche o madrugada, por un
desconocido, empleando violencia física,
mientras que el abuso lascivo y la
corrupción de menores suceden
generalmente de día, en domicilio ajeno al
de la víctima, por alguien relacionado con
el entorno interpersonal quien no utiliza la
violencia física.

“Es importante señalar lo encontrado con


relación al estado mental de los
victimarios. Existe la creencia popular que
el individuo que comete este tipo de delito
es un enfermo mental o un loco, o una
persona con trastornos en la esfera
sexual”, señala el Dr. Canal y puntualiza:
“En este estudio sólo el 0.86% del total de
victimarios (un caso) se trataba de un
enajenado mental”.

Otras investigaciones realizadas en


diversos países coinciden que la mayor
proporción de victimarios no tiene
alteraciones en la esfera psíquica.

Otros datos de interés


La Dra. Gliceria Lleó y el Dr. Ernesto
Pérez también especialistas del Instituto
de Medicina Legal, realizaron
igualmente una investigación sobre
maltrato sexual y entre sus conclusiones
señalan que las víctimas adultas de
delito sexual suelen ser, en su mayoría,
solteras, trabajadoras o estudiantes,
menores de 30 años.

El estudio arroja, además, que los


victimarios son hombres jóvenes, con
edades similares a las de ellas, en su
mayoría solteros, con un nivel de
instrucción de enseñanza media,
trabajadores, y los delitos se cometieron el
lugares apartados en horario nocturno o de
madrugada, utilizando métodos cruentos.

Si bien, en nuestro país, la violación o su


intento no es frecuente como en otros
países del área, y nuestras leyes resultan
muy severas para quienes cometen este
tipo de delito, pretendemos que este
artículo sirva como llamada de alerta para
que las mujeres, sobre todo jóvenes,
cuiden de colocarse en situaciones de
riesgo.

Prevención
En un porcentaje de casos, ocurre
también –según estudios en Cuba y
otros países del área– que los
victimarios son individuos conocidos
que comparten, a menudo, con las
niñas y adolescentes abusadas.

Uno de los Cuadernos de Sexualidad, de


Colombia, realizados por el Ministerio de
Educación Nacional, para su proyecto de
educación sexual, ofrece una serie de
recomendaciones para prevenir el abuso
sexual:

— Reforzar en las niñas y las


adolescentes la necesidad y el derecho de
diálogo que tienen consigo mismas y con
las demás personas, es decir, expresar lo
que piensan y sienten y oír lo que la otra
persona piensa y siente. Esto es una
contribución importante para crear un
clima de confianza en la familia y
particularmente en sus padres.

— Inducir en ellas la convicción de que


: “Mi cuerpo es mío y yo decido sobre él”.
“Nadie tiene derecho a decidir sobre lo
que hago con mi cuerpo”. “Mi sexualidad
es valiosa y mía; debo cuidarla y no debo
compartirla si no es por mi propia
voluntad”. “Puedo y debo decir NO
cuando quiero decirlo”. Reforzar el
derecho y la posibilidad de expresarlo,
permite que niñas y adolescentes tengan
cierta capacidad de autodefenderse contra
el abuso sexual.

— Las madres y padres, la familia en


general, deben ofrecerles a las hijas
instrucciones específicas para que no
acepten regalos o invitaciones de
desconocidos o aún de conocidos que
esperan algo como compensación a su
gesto.

— Las niñas y adolescentes tienen que


estar completamente convencidas que
cuentan con sus familiares, maestras y
maestros con quienes pueden hablar al
respecto, antes o después que el abuso
haya tenido lugar. Esto ayudará a prevenir
o superar el trauma.

— El diálogo que se sostenga al


respecto, debe ser llevado con cariño,
respeto y serenidad, evitando aterrorizar a
las menores (hasta el punto de que lleguen
a temer o sospechar de cualquier
expresión física o verbal de cariño o
admiración). Lo importante es reforzar su
derecho y seguridad.
Aclaración – Abuso lascivo: el que abusa
sexualmente de manera deshonesta de una
persona del mismo o del otro sexo,
usando fuerza, intimidación o cuando la
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http://www.mujeres.cubaweb.cu/).

Escribe un programa para la televisión


llamado "Cuando una mujer..." y tiene dos
programas radiofónicos, dramatizados,
sobre -entre otros temas- sexualidad, salud
sexual y reproductiva, sexoafectividad,
familia, incomunicación. Ha publicado
dos libros sobre sexualidad, uno para
adolescentes («Del amor, hablemos
francamente») y otro para jóvenes («Cien
palabras de amor»).
Correo-e: aloyma@infomed.sld.cu

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