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El buen uso

Durante más de cincuenta años; Célébrer, revista francesa sobre liturgia y sacramento1
publicada por el CNPL (París) y la Editorial Cerf, participan en la formación y en la ay u Centro Nacional de Pastoral Litúrgica
da de los agentes de la pastoral. (Francia)
Con este mismo espíritu, la colección Guides Célébrer ofrece obras destinadas a ayudar
cada agente en su ministerio, como complemento a los libros oficiales de la Iglesia.
Editorial CCS ha traducido algunas de estas obras en su colección CELEBRAR BIEN.

Colección CELEBRAR BIEN

1. Ll buen uso de la liturgia. CNPL (Francia).


1. Proclamar la Palabra. CNPL (Francia) / Claude Duchesneau.
3. la celebración del sacramento de la Reconciliación. CNPL (Francia)
EL BUEN USO
DE LA LITURGIA

EDITORIAL CCS
Título de la obra original: Du bon usage de la Liturgie.

Les Éditiones du Cerf.


29, boulevard LaTour-Maubourg.
75340 París cedex 07.
Traducción: Amparo Guerrero, rscj.

TEXTOS DE REFERENCIA

SC Concilio Vaticano II, Constitución sobre la Sagrada Litur-


gia, Sacrosanctum Concilium (4 de diciembre de 1963).
PGMR Presentación General del Misal Romano, 27 de marzo de 1975,
que se encuentra en el Misal del altar publicado y aproba-
do con la CEE.
OGMR Ordenación General del Misal Romano, tercera edición típi-
ca del Misal Romano, aparecida el año 2002. Versión es-
pañola aprobada por la Congregación del Culto Divino en
2004 y publicada por Coeditores Litúrgicos en 2005.

NOTA DEL EDITOR

En el año 2002 apareció la nueva Ordenación General del Misal Ro-


mano en la edición típica vaticana.
El presente libro es previo a este documento. Siempre que es po-
© 1 9 9 9 . Les Editions du Cerf
sible, utilizamos la versión española de esta última edición.
© 2010. EDITORIAL CCS, Alcalá, 166 / 28028 MADRID
Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pú- Advertimos al lector de nuestra manera de citar:
blica o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con
la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, a) PGRM, n° 25 = Presentación General del Misal Romano, sin
www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmen-
to de esta obra.
coincidencias con la Ordenación del año 2002.
Diagramación editorial: Concepción Hernanz b) [OGMR, n° 53 (31)]= Ordenación General del Misal Romano,
Portada: Olga R. Gambarte n° 53, que corresponde a PGRM, n° 31.
ISBN: 978-84-9842-634-2
Depósito legal: M-20078-2010
Fotocomposición: AHF, Becerril de la Sierra (Madrid)
Imprime: Print House, marca registrada de Copiar S.A.

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índice

Introducción 9
El buen uso de la liturgia 11

PRIMERA PARTE
PRINCIPIOS GENERALES

1. El buen uso de los ritos 17


2. El buen uso de la participación litúrgica 22
3. El buen uso del arte de celebrar 25
4. El buen uso del equipo de liturgia 28
5. El buen uso del servicio de la misa 33
6. El buen uso de las ofrendas de la misa 36

SEGUNDA PARTE
LOS RITOS DE LA MISA

1. El buen uso de los ritos iniciales 41


2. El buen uso del saludo 46
3. El buen uso del acto penitencial 49
4. El buen uso de las oraciones 52
5. El buen uso de la liturgia de la Palabra 55
6. El buen uso del salmo 58
7. El buen uso de la homilía 61
8. El buen uso del Símbolo de la fe 64
9. El buen uso de la oración universal 67
10. El buen uso de la preparación de las ofrendas 70
11. El buen uso del pan ácimo 73

-7-
12. El buen uso de la gota de agua 76
13. El buen uso de la plegaria eucarística 78 lntroducción
14. El buen uso de la anamnesis 81
15. El buen uso del Padrenuestro 84
16. El buen uso de los ritos de comunión 87
17. El buen uso de la comunión a los enfermos 93
18. El buen uso de los ritos de conclusión 98

TERCERA PARTE «Ya no estamos en la misma situación que en 1963... por tanto, no
TIEMPOS, LUGARES Y COSAS se puede seguir hablando de cambios, como cuando se publicó el
documento (Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Concilio Vati-
1. El buen uso del año litúrgico 103 cano II), sino de una profundizarían cada vez más intensa, de la li-
turgia de la Iglesia, celebrada según los libros actuales y vivida an-
2. El buen uso del tema de los domingos 107 te todo como un hecho de orden espiritual.»
3. El buen uso de nuestras iglesias 110
4. El buen uso del altar 113 Así se expresaba Juan Pablo II, en el XXV Aniversario de la Consti-
tución conciliar, en su carta apostólica «La renovación de la liturgia»,
5. El buen uso del ambón 115
a finales de 1988.
6. El buen uso de la credencia 120 Para que esta profundización se pueda realizar, a partir de 1990,
7. El buen uso de las procesiones 123 en la revista lnfo-CNPL, y más tarde en Célébrer en octubre de 1991,
8. El buen uso de las vestiduras litúrgicas 126 apareció una sección titulada: «El buen uso...». Se dirigía especial-
9. El buen uso de los micrófonos 129 mente a los pastores y a todos aquellos que «realizan un verdadero
ministerio litúrgico», al servicio de todos los llamados a una «plena
10. El buen uso del incienso 131
participación consciente y activa».
11. El buen uso del misal de los fieles 134
Pero el tiempo pasa... los actores se renuevan y muchos de los
12. El buen uso de la música litúrgica 137 que hoy están comprometidos en la vida litúrgica no tienen la colec-
13. El buen uso de las flores 140 ción de unos cuarenta artículos aparecidos sobre este tema. Se ha pe-
14. El buen uso del día del Señor 143 dido reiteradamente que se pongan a disposición de todos reunién-
dolos en un solo volumen. Aquí tienen un verdadero libro que
recoge el título que tenía aquella sección, como expresión ya consa-
índice temático 147 grada. Es un instrumento de trabajo al servicio de la liturgia, al ser-
vicio de una «Iglesia que celebra y reza».
El libro, por supuesto, está destinado a todos los cristianos que
quieren saber y comprender mejor, qué es y cómo debe celebrarse la
liturgia a partir del Concilio Vaticano II. Lo encontrarán en la lectura
personal de este trabajo. Pero es conveniente que se haga en grupo,
con los miembros del equipo de liturgia y todos los que principal-
mente participan en las celebraciones: sacerdotes, diáconos, lectores,
sacristanes, animadores, organistas, responsables de la ambientación,
del mantenimiento, de la limpieza...

-8- -9-
Este libro puede leerse seguido, de principio al fin, pero también
se podrían poner de acuerdo los equipos de liturgia para ceñirse a
tal o cual capítulo, según el que les parezca más urgente en cada mo-
mento. La lectura del libro podría ser objeto de reuniones puntuales,
a menos que la preparación dominical presente la ocasión de traba-
EL BUEN USO
jar un capítulo especialmente. El CNPL que publica El buen uso de la DE LA LITURGIA
liturgia invita a los responsables diocesanos de la liturgia a ser sus
propagandistas (difusores). Nuestra atención, reflexión y evaluación
sobre este tema capital de nuestra vida cristiana, deben ser conti-
nuas. «Sobre todo, es en la liturgia donde se anuncia, se aprecia y se
vive el Misterio de la Iglesia».

Algunas preguntas que pueden plantearse en los grupos de Con dicho título comienza este libro que intenta «tomar distancia»
trabajo: de cada uno de los principales elementos de nuestras celebraciones
litúrgicas. Se trata de hacer una reflexión sobre la manera más o me-
— ¿Qué dice el capítulo elegido? ¿Lo sabíamos? ¿Lo hacíamos
nos buena, con la que se aplican y realizan los diversos puntos de la
ya?
reforma litúrgica surgida del Concilio Vaticano II:
— Si ya lo hacíamos, ¿lo hacíamos bien y lo comprendíamos?
— ¿Qué papel desempeñan en nuestra liturgia, la preparación
— Si no lo hacíamos, ¿por qué? ¿Qué es lo que hacíamos y por penitencial, la oración universal, el Símbolo de la fe?
qué? — ¿Cuál es el papel del canto litúrgico?
— ¿Nos parece necesario revisar nuestras actuaciones y poner- — ¿Cómo se reza en nuestras asambleas?
nos a realizar lo que estamos aprendiendo?
Estos temas no son los únicos ni siguen un orden. Solamente su-
— ¿Cómo vamos a informar a todos los feligreses y cómo va- gieren el tipo de propuestas que se van a desarrollar.
mos a hacer para cambiar lo que hacíamos?
— ¿Quién o qué puede ayudarnos a avanzar?
En qué punto estamos

La reforma litúrgica ha traído cambios considerables en nuestro


modo de celebrar: lenguas vivas, mayor libertad de elección, lugar
central de la Palabra de Dios, mayor realce del sacerdote celebran-
te como presidente de la asamblea, etc. ¿Qué animador o qué sa-
cerdote puede pensar que no necesita reflexionar si las prácticas,
que ya son habituales en él, corresponden bien con lo que pide una
liturgia, que no es patrimonio suyo, pues no es obra suya, sino de
la Iglesia?

-10- -11-
En qué punto estamos después de la Presentación General del Mi- Estado que la gestiona. 1 I funcionario no trabaja en nombre propio,
sal Romano1, es querer saber dónde hemos llegado respecto a la me- sino en nombre del Estado y para el servicio del pueblo. Y esto es,
ta prefijada. con la necesaria adaptación, la liturgia cristiana: la función pública,
Ya no estamos en 1964. Desde el año en que comenzaron a apli- que es la liturgia, pertenece a la Iglesia que la gestiona para el bien
carse las primeras reformas, han sucedido muchos acontecimientos, del pueblo. El cristiano, en la liturgia, no «trabaja» en su nombre si-
muchos cambios nos han afectado. Sin contar las esclerosis o los de- no en nombre de la Iglesia-cuerpo de Cristo y al servicio de toda la
sánimos, los nervios o las impaciencias, y sin contar también la ad- humanidad.
miración y las esperanzas. Volvamos a leer la definición que nos da la Constitución sobre la
Esta es la paradoja de nuestra situación: Sagrada Liturgia2 n° 7:
Esta liturgia, de la que no somos dueños, sólo existirá si la prac-
ticamos. La realización de la liturgia se despliega entre los dos lími- «Con razón se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdo-
tes de ese terreno. Este es también el lugar donde nos situamos en la cio de Cristo... y así, el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, la Ca-
beza y sus miembros, ejercen el culto público integral».
verdad. El CNPL (Centro Nacional de Pastoral Litúrgica) no quiere
ser el arbitro, sino más bien, el entrenador. Tal o cual llamada de
¡Ojalá que esta Guía nos ayude a ejercer mejor esa función!
atención sobre la técnica o la práctica, agradará a unos más que a
otros. En todo caso, no tiene otra finalidad que la de servir al desa-
rrollo para mejorarlo.

La función litúrgica

Examinándola de cerca, es sorprendente y altamente revelador, que


esta obra, que creemos es, en primer lugar, obra de Dios y, precisan-
do más, de Cristo, sobre todo en el sacrificio eucarístico, no se llame
«teúrgia» o «cristurgia», sino «liturgia».
Este nombre sorprendente, viene de una buena traducción. La
leiturgia procede de dos palabras griegas: el adjetivo leitos (público) y
el sustantivo ergon (trabajo). Este origen ha hecho que la palabra «li-
turgia» se haya traducido, a menudo, por «acción del pueblo». Pero,
observando lo que fue la liturgia en las ciudades griegas de Antio-
quía, esta traducción no es exacta. Se trata de una «función pública».
Se vuelve a recoger aquí la paradoja de que es una obra que no nos
pertenece, pero que no existirá si nosotros no la realizamos. La fun-
ción pública es evidente que no pertenece a los funcionarios. La
función pública pertenece a toda la comunidad por la mediación del

1
Presentación General del Misal Romano (1969), abreviado PGMR. Este texto se
encuentra al comienzo del Misal de altar actualmente en uso, correspondiente .1 l,i 2
Constitución sobre la Sagrada Liturgia, Documentos del Vaticano II, Madrid, Bi-
segunda edición típica. blioteca de Autores Cristianos, 1970.

-12- -13-
PRIMERA PARTE

PRINCIPIOS GENERALES
1. El buen uso de los ritos
2. El buen uso de la participación litúrgica
3. El buen uso del arte de celebrar
4. El buen uso del equipo de liturgia
5. El buen uso del servicio de la misa
6. El buen uso de las ofrendas de la misa
1
EL BUEN USO
DE LOS RITOS

Hace ya más de cuarenta años, el 4 de diciembre 1963, que Pablo VI


firmó la Constitución conciliar del Vaticano II, sobre la Sagrada Li-
turgia. De ella partió la reforma, especialmente la del Ordo Missae
que tenemos ahora como normativa.
A pesar de algunas oposiciones conocidas, esta reforma fue bien
acogida y, en conjunto, bien aplicada. Podemos hacer aventurar, ha-
ciendo una especie de balance, que hay tres puntos que han entrado
«en las costumbres litúrgicas». Sin embargo hay un cuarto punto que
deja bastante que desear.

Puntos alcanzados

El primer éxito y el más llamativo de la reforma litúrgica es haber


permitido el uso de todas las lenguas vernáculas en el Misal Roma-
no. Tenemos así, un conjunto de oraciones y lecturas bíblicas en el
idioma que hablan los miembros de la asamblea. Las mejoras que se
puedan aportar y las revisiones que queden aún por hacer, forman
parte del trabajo indispensable que reclaman las lenguas vivas. En
cuanto a los textos, queda en pie la cuestión que plantea el gran nú-
mero de cantos propuestos para la celebración, pero es una cuestión
que no se puede abordar en pocas líneas.
El segundo punto de la reforma, que ha tenido una aplicación sa-
tisfactoria, es la vuelta a los ritos y sencillez primitiva. Juan Pablo II,
en su Carta sobre la renovación litúrgica de 1988, con ocasión del

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XXV Aniversario de la firma de la Constitución sobre la Sagrad.i I i- Esto quiere decir que los ritos de la liturgia del Vaticano 11, tal co-
turgia, cita a san Pío X, que, en 1913, en el Motu Proprio «Abliinc (///os mo se practican, no han logrado aún toda su dimensión. Algunas ten-
anuos», decía que el edificio litúrgico debía «limpiarse de la fealdad dencias ritualistas del Misal anterior al Vaticano II, han podido sem-
de los años». San Pío X lo deseaba, pero ha sido necesario esperar brar la sospecha de que el rito es un acto estereotipado del que hay que
hasta el Vaticano II para que sea un hecho. precaverse. El gran impulso misionero que han conocido algunos pa-
El tercer punto tiene también su origen en san Pío X. Se trata de íses de Europa después de la guerra, ha podido desacreditar también
la «participación activa» de los fieles en la acción litúrgica. Se podrí- una forma de culto que parecía no estar en consonancia con la vida.
an dar muchos ejemplos, pero seguramente el más llamativo es que Pero es verdad que el rito es más que una práctica obsoleta o an-
toda la asamblea canta en la misa, incluso en las parroquias urbanas, quilosada. Es el itinerario indispensable de toda relación humana,
algo que generalmente no se hacía. también en la relación con Dios.
Muchos lectores se asombrarán cuando se afirma que los ritos,
lejos de ser tropiezos para la vida, son, por el contrario, vidrieras. Es
Un punto débil decir, que sin los ritos ninguna vida social sería posible. ¡Vamos a ex-
plicarnos!

Abordemos ese punto débil al que se hizo referencia. Es verdad que


la reforma promulgada no ha podido prever todos sus efectos y que
tanto los sacerdotes como los fieles han tenido que pasar de un sis- Un paso
tema en el que el rito funcionaba casi de un modo automático, y bas-
taba con que se realizara, a un sistema donde, para que el rito pro-
duzca todos sus efectos, hay que tener en cuenta cómo se desarrolla. La vida humana está constituida por cuatro grandes pasos: el paso
Se ha pasado del «Dominus vobiscum» a «el Señor esté con vosotros». a la vida, el paso de la infancia a la adolescencia, el paso a la edad
No es sólo un cambio de lengua, es también un cambio en el modo adulta y el paso de la vida al más allá. Y cualquiera que sea el lugar
de saludar a la asamblea. geográfico, la época, el medio cultural donde vive el individuo, la
sociedad civil o religiosa, o las dos, estos pasos se rirualizan para ce-
En otros términos: en liturgia no hay un «decir» sin un «hacer», o, lebrar lo que manifiestan: circuncisión o bautismo, iniciación o pro-
como dice el padre De Clerck, director del Instituto Superior de Litur- fesión de fe...
gia de París: «la primera ley de la liturgia no es la de decir lo que se ha-
Ahora bien, estos pasos claves manifiestan siempre un cambio de
ce, sino la de hacer lo que se dice» (Documents Episcopat, n° 16, noviem-
situación en el individuo en la sociedad: un nuevo ser humano entra
bre de 1989). Y, ¿cómo no recordar aquí, lo que significa la parte «urgia»
en la sociedad, un niño en la pubertad, un hombre y una mujer fun-
de la palabra liturgia, cuya raíz griega quiere decir «trabajo»? El mis-
dan una nueva célula social, un ser humano deja la sociedad. En cada
mo significado ocurre con las palabras cirugía, metalurgia, etc.
uno de estos pasos, el individuo cambia de estatus social y el hecho es
El enorme cambio que ha significado pasar del latín a la lengua lo suficientemente importante como para celebrarlo. Pero, sigamos.
del país, ha monopolizado en cierto modo, todos los esfuerzos del
Esto, que se manifiesta masivamente en esos cuatro pasos, está
«decir», en detrimento del «hacer»; acento en la palabra en detri-
contenido también, de forma más modesta, pero real e indispensa-
mento del gesto ritual; y ha disminuido la atención sobre el com- ble, en muchos actos sociales que jalonan la existencia: fiestas, ani-
portamiento, las actitudes, la ambientación, la disposición del mobi- versarios, asambleas, mítines, manifestaciones políticas o cultura-
liario... en una palabra, no ha disminuido la gracia del sacramento, les... y también en las mil acciones de la vida cotidiana: abrazos,
que felizmente siempre nos la da Dios, pero sí eso que podríamos lla- saludos, presentaciones, encuentros... y hasta en las comunicaciones
mar el esplendor humano de esta gracia que es, precisamente, el don telefónicas. Todo esto significa que cualquier acto social es siempre
que aporta el rito. un paso de una situación a otra.

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dividual al de miembros del cuerpo de Cristo, sin imitar el itinerario
Adormecerse de los hombres, cuya relación con la sociedad cambia? Es decir, pa-
sar al itinerario místico de la Iglesia, tomándolo del fondo común de
El gran pediatra y psicoanalista inglés Winnicott ha estudiado es- la humanidad, cristianizándolo con los sacramentos, donde Dios ac-
pecialmente lo que le ocurre a un bebé cuando le llega la hora de túa dentro del marco de nuestros ritos humano.
dormirse.
Pero, ¿dónde está la dificultad, dónde lo desconocido, para que
Una vez que le llega el momento de esa doble pérdida, la cálida necesite tal camino de aproximación?
presencia de la madre y de la luz, el niño necesita un camino que le
tranquilice, probándole por sus experiencias pasadas, es decir, por «Oh, tú, el más allá de todo...
la repetición programada, de que lo que va a afrontar puede vencer- Sólo tú eres el inconocible.»
lo a pesar de la angustia que le produce lo desconocido de la soledad
y de la oscuridad. Y, ya sabemos todos los recursos delicados, afec- (Gregorio Nancianceno)
tuosos y sorprendentes que se ponen en marcha para que el niño pa-
se de un estado a otro: lo cogen en brazos, lo acarician, le susurran
palabras, lo acunan, suena la cajita de música... hasta el momento de
la «ruptura» en que el niño necesita tener su peluche, su trozo de te-
la... que no se puede olvidar si va de viaje. Winnicott dice que el
adormecerse es el primero de todos los ritos.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con la liturgia?

Una pascua

El término «paso» por el que las ciencias humanas describen los


grandes y los pequeños ritos de nuestra existencia, ¿no es el mismo
que aquél por el que nuestra fe cristiana alcanza su identidad en
Cristo «que pasa» de la muerte a la resurrección en la Pascua (en he-
brero pessah significa «paso») que prefigura el «paso» del mar Rojo
que liberó al pueblo de la esclavitud?
En consecuencia, si la liturgia es humana, ¿cómo podría, desde
el bautismo a la eucaristía, hacernos «pasar» de nuestra muerte a la
vida del Resucitado sin asumir el itinerario de los hombres, cuya si-
tuación, estatus, cambia? Es decir, ¿cómo podrá hacerlo si no es con-
formando el itinerario ritual de la Iglesia con el fondo común de la
humanidad y cristianizándolo, para que sirva a lo específico de sus
objetivos? «Es necesario que pases constantemente», nos dice Cle-
mente de Alejandría.
Por eso, si la liturgia, como acción de la Iglesia, es un acto social,
¿cómo podría cada domingo, hacernos «pasar» de nuesiro estatus in-

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2 k's presentes, la Constitución nos dice: «En las celebraciones litúrgi-
cas, cada cual, ministro o simple fiel, al desempeñar su oficio hará
EL BUEN USO todo y sólo aquello que le corresponde por la naturaleza de la acción
y las normas litúrgicas» (n° 28). Esto significa, por ejemplo, que el
DE LA PARTICIPACIÓN canto del Sanctus corresponde a toda la asamblea y que el sacerdote
LITÚRGICA que celebra no tiene que decirlo él solo, o bien, que corresponde al
presidente introducir y concluir la preparación penitencial o la ora-
ción universal, pero no decir las invocaciones o las intenciones, y ¡a
la inversa!

Participar
no es estar haciendo algo todo el tiempo
«La santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos
los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las La idea de que la asamblea no debe estar ni un momento sin hacer
celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la liturgia mis- nada está presente en algunas celebraciones. Todo el mundo tiene
ma, y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, que cantar todo; es un defecto ya mencionado. Todo el mundo tie-
el pueblo cristiano». ne que leer todo; y se ve en los momentos de la lectura abrir los mi-
sales o revistas, que es precisamente la negación de la liturgia de la
Este texto del n° 14 de la Constitución Sacrosanctum Concilium, sobre Palabra (volveremos sobre esto). El silencio se reduce o se suprime
la sagrada liturgia, es uno de los más conocidos del Vaticano II. No «porque asusta» (sic).
pide algo más que el Motu Proprio «Tra le sollicitudini», del papa Pío
Y es que hay dificultad de captar que la verdad de la participa-
X, en 1903, pero queda la preocupación de saber qué es una partici-
ción litúrgica se sitúa en el acto de fe, que es lo que está en juego. Es-
pación plena.
te acto no puede prescindir de signos, pero esos signos no pueden
prescindir de la fe.

Participar no es hacerlo todo


Para los verdaderos participantes
En un mundo trepidante, existe el serio peligro de juzgar el valor de
las personas según su grado de actividad. Este peligro puede afectar
La Constitución sobre la sagrada liturgia expresa qué participación
también a la liturgia por una especie de contagio activista: es nece-
desea la Iglesia, pero la Constitución sobre la Iglesia es la que revela
sario que todos hagan todo. Así, se ven asambleas que se agotan can-
el fundamento y el contenido: «Participando del sacrificio eucarísti-
tando, porque no hay distinción entre el estribillo, que corresponde
co, fuente y cumbre de toda la vida cristiana, (los fieles) ofrecen a
cantar a todos, y las estrofas que canta un solista o el coro. Otras so-
Dios la víctima divina y se ofrecen a sí mismos juntamente con ella.
lucionan la oración repartiendo a los fíeles un texto para rezar, que Y así, sea por la oblación o por la santa comunión, todos tienen en la
evidentemente no está hecho para recitarse colectivamente. celebración litúrgica una parte propia, no confusamente, sino cada
Con gran sabiduría y rompiendo radicalmente con el Ordo de san uno de un modo distinto» (Lumen gentium, n° 11). Se trata, pues, de
Pío V, que se refería a una misa privada, incluso si había muchos fie- llegar a ser partícipes del cuerpo de Cristo.

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fie aqui el corazón de la participación litúrgica: anima tanto el
canto como el silencio, la lectura como la escucha, la acción de gra- 3
cias como la intercesión; se vive lo mismo sentado que de pie, de ro-
dilla, o en procesión; aprovecha tanto al fiel como al ministro, al can- EL BUEN USO
tor como al que anima el canto; tanto realiza el Kyrie como el Gloria.
Si la asamblea se expresa, es porque tiene algo que decir: que Cristo DEL ARTE DE CELEBRAR
hace de ella su cuerpo. ¿Cómo llegar a conseguirlo?
La participación se expresa y se vuelve a expresar; se anuncia en
la homilía y se estudia en las reuniones... Pero sobre todo, ¡hay que
vivirla! Una oración dicha pausada y lentamente no necesita expli-
carse. Una lectura bien hecha, bien pronunciada, no necesita que se
diga que es la proclamación de la Palabra. Un ramo de flores bien si-
tuado no necesita que nadie explique que es alabanza.
Decididamente, en liturgia, la fe está en acción.
A finales del siglo pasado, con el «cecilianismo» y, sobre todo, con la
impulsión del papa san Pío X, nace una corriente en contra de una
cierta teatralidad de la liturgia. Esta corriente culmina con la aplica-
ción de la reforma litúrgica ordenada por el Concilio Vaticano II.
Buena parte de esta reforma consiste en simplificar los ritos de la mi-
sa, para suprimir todo lo superfluo que los siglos han ido añadien-
do sin mucho discernimiento litúrgico y, sobre todo, sin tener en
cuenta las fuentes litúrgicas, por la sencilla razón de que eran poco
conocidas.
Nos encontramos, pues, con una liturgia «desescombrada», co-
mo lo deseaba san Pío X, que no quiere decir empobrecida; en todo
esto, la expresión «arte de celebrar» va a ayudarnos a reflexionar.

Un arte

La palabra «arte» podría interpretarse mal si sólo se tomara en el sen-


tido de los objetos de arte que se encuentran en museos, exposiciones,
incluso en las iglesias. Este significado es relativamente reciente y no
ha suprimido el que designa «el arte de hacer», de «bien hacer», que se
aplica tanto en el aspecto artesanal como en el artístico. También se di-
ce que alguien tiene «el arte de hacer esto o aquello».
El arte se refiere aquí a la capacidad de realizar algo con orden y
buen gusto y, casi siempre, para un fin (una mesa bien adornada, una
vasija artística, un discurso cuidado, una bonita fiesta, etc.). Si hay

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un arte de celebrar aquí no se tratará sólo de cumplir un rito, es de- no es contar; levantar las manos en la oración no es «manos arriba»;
cir, de hacer sólo lo que hay que hacer, sino de realizarlo dándole una cantar «Señor, ten piedad» no es dar un recital; dar el cuerpo de Cris-
bella expresión en la forma, con una cierta gracia y equilibrio que ar- to no es entregar una moneda; etc.
monicen todos los componentes.
En este capítulo no vamos a repasar todos los puntos. Ya volve-
remos sobre ellos, pero desde ahora, es urgente que nos alertemos
unos a otros de la imperiosa necesidad que tienen nuestras celebra-
Como una partitura ciones de mejorar todo lo que dan a entender y ver. Es incluso una
especie de corriente común a todos los animadores y responsables
de celebraciones, intentar mejorar y ampliar lo que ya existe.
Eso que la Iglesia propone en el Ordo Missae (Ordinario de la Misa) y No, la liturgia no es teatro, pero reclama un mínimo de puesta en
en los rituales, es algo así como una partitura de música. La partitu- escena para que se celebre con arte. O más bien, la liturgia es un gé-
ra nunca será la música, pero es la que permite su existencia, si los nero de teatro en el que todos son actores y, el mismo Señor en pri-
músicos la interpretan. Sucede entonces que los músicos que la in- mer lugar.
terpretan no la han escrito y, sin embargo, esta música no existiría si
no fuese interpretada.
Proporción guardada, esto sucede con la liturgia. Los que la cele-
bran no la han inventado: se la da la Iglesia. Sin embargo, esa liturgia
no existiría si no hubiese hombres y mujeres que la celebrasen.
Se puede decir que, como con la partitura, se trata en primer lu-
gar de respetar lo que está escrito, de ser fiel al deseo del composi-
tor, pero ese respeto y esa fidelidad no se conformarán nunca con só-
lo dar las notas. Harán falta los tiempos, los matices, la ligazón y
también la calidad del sonido que depende de la técnica y de la in-
terpretación personal; todo esto hace que una sinfonía de Beethoven
suene de una manera o de otra según el director de orquesta, aun-
que sea rigurosamente interpretada. ¡En eso está el arte! En eso, tam-
bién, el arte de celebrar.

Una puesta en escena

Esta lucha en contra de la teatralidad de la liturgia, aunque haya si-


do muy legítima, y que aún permanece, va demasiado lejos cuando
suprime toda posibilidad de representación. La liturgia no solamen-
te necesita momentos musicales o actuaciones con la palabra (lectu-
ras, narraciones, oraciones, homilías, etc.), sino que tienen cada uno
su estatus, su «arte de hacer» diferente; reclama comportamientos,
actitudes, posturas, modo de presentarse... que deben ser bien estu-
diados para que se realicen cuidadosamente: leer no es decir; rezar

-26- -27-
se pondrá de acuerdo con el equipo de animación pastoral
4 del sector, y es conveniente que uno de sus miembros repre-
sente a los animadores de la liturgia.
DEL BUEN USO Si se constituyen varios equipos en un mismo sector, convie-
ne que estén formados por fieles de las distintas parroquias o
DEL EQUIPO DE LITURGIA pueblos próximos, mejor que por una sola parroquia o un so-
lo pueblo, pues esto podría disminuir su eficacia.
La composición de los equipos debe responder a dos tipos de
representantes, esto es, los fieles de distintas categorías que
forman la parroquia o el sector: practicantes de distintas eda-
des, de medios diversos, de diferentes actividades tales como
catequistas, movimientos, grupos de oración, etc.; y aquellos
cuya competencia reclama la liturgia: música, canto, anima-
ción, decoración, etc. Todos no pueden estar en cada uno de
Aunque la Constitución sobre la sagrada liturgia del Concilio Vati- los equipos, pero es difícil imaginar que un grupo pueda fun-
cano II no dice nada de los equipos de liturgia, el n" 19 pide que: «Los cionar bien, sin que, por ejemplo, haya en él alguien que es-
pastores fomenten con diligencia y paciencia la educación litúrgica té al corriente del canto de la asamblea y de su repertorio ac-
y la participación activa de los fieles»; y el n° 42 precisa: «La necesi- tual o posible.
dad de fomentar teórica y prácticamente entre los fieles y el clero, la
En muchos casos, el sacerdote no podrá estar presente en to-
vida litúrgica parroquial y su relación con el obispo. Hay que traba-
das las reuniones. Alguno del equipo debe encargarse expre-
jar para que florezca el sentido comunitario parroquial, sobre todo
samente de transmitirle todos los detalles de la reunión y sus
en la celebración común de la misa dominical». ¿Qué mejor organi-
propuestas para la celebración preparada. Esto atañe incluso
zación para esto que los equipos de liturgia?
a las reflexiones que se hayan hecho sobre los textos bíblicos
que, quizá de algún modo, puedan servir para integrarlas en
la homilía.
La constitución del equipo Hay equipos que son abiertos, es decir, en los que los fieles
de un pueblo o de un barrio pueden unirse cuando quieran al
equipo de liturgia si la reunión se hace cerca de su entorno y
La pregunta: ¿quién puede formar parte del equipo de liturgia? Es aunque su asistencia no sea habitual. Por supuesto, en el
evidente que sólo puede responderse en el lugar donde se formule. equipo tiene que haber un cierto número de personas más
Pero algunos principios generales surgen en este terreno y pueden habituadas a traducir en acciones litúrgicas las reflexiones de
ayudar a los que quieren crear o renovar los equipos. los participantes.
— En primer lugar y si se puede, se formarán varios equipos, no
uno sólo. Es preferible así para asegurar variedad de fieles y
para que los equipos no se desgasten con tantas reuniones co-
mo deben tener. La formación litúrgica
— Dada la configuración territorial de la Iglesia en algunos paí-
ses, sería deseable, en muchos casos, que el equipo no sea de
Es necesario decir aquí que los miembros del equipo de liturgia tie-
la parroquia, sino de sectores o de conjuntos parroquiales. En
nen que poseer una indispensable formación litúrgica general para
cualquiera de estos casos, la formación del equipo de liturgia
todos (¿qué es la liturgia?) y especializada para algunos: cómo leer

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-29-
en público, cómo animar el canto de la asamblea, cómo hacer los ra-
mos de flores, etc. — La preparación a medio plazo, concierne especialmente a los
En materia de liturgia, es cada día más evidente que la abnegación grandes tiempos litúrgicos. No es precisamente la víspera del
primer domingo de Adviento el momento para preparar lo
no basta. No existiría nada en la liturgia sin la asamblea que realiza la
que unifique en este tiempo el canto, la decoración, la predi-
celebración y el equipo de liturgia que la prepara y anima. Pero, esta li-
cación, etc.
turgia no pertenece a la asamblea ni al equipo de liturgia, ni siquiera al
sacerdote. Es la liturgia de la Iglesia y no se inventa, se aprende. ¿Qué — La preparación inmediata se dirige a puntualizar con todo
quiere hacer la Iglesia con su actividad litúrgica y cómo quiere que se detalle el próximo domingo o tal fiesta.
haga? El equipo de liturgia se sitúa entre el deseo de la Iglesia y la
realización concreta que hace la comunidad al realizarlo.
4- Tres marcos: Pascua, t i e m p o s litúrgicos, d o m i n g o s
Dos párrafos, el 26 y el 28, de la Constitución conciliar sobre la
sagrada liturgia sirven de base a nuestra reflexión sobre los equipos Los tres marcos, más que añadirse a los tres anteriores, precisan su
litúrgicos. tono o color. Se refieren al desarrollo del año litúrgico y a la manera
de situar una celebración precisa.
«Las acciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebracio-
nes de la Iglesia, que es "sacramento de unidad", es decir, pueblo — El primero y más importante es que la Pascua la celebramos
santo congregado y ordenado bajo la dirección de los obispos» (26). todos los domingos del año, tanto los de Cuaresma, como el
domingo XXV del tiempo ordinario. El domingo es siempre
«En las celebraciones litúrgicas, cada cual, ministro o simplefiel,al el primer día de la semana; los cristianos se reúnen para ce-
desempeñar su oficio hará lodo y sólo aquello que le corresponda lebrar a Cristo resucitado: es el día del Señor.
por la naturaleza de la acción y las normas litúrgicas» (28).
— Pero el domingo pertenece a un tiempo litúrgico que le dará
Así, en la celebración, todos celebran, pero todos no tienen la color (hasta en los ornamentos de la celebración eucaríslica).
Se celebra al Resucitado, pero insistiendo sobre todo en la es-
misma función ni el mismo papel ni la misma tarea. El equipo de li-
pera de su venida, en Adviento por ejemplo.
turgia debe preparar toda la celebración y, también, repartir las dife-
rentes actividades según que correspondan «todo y sólo» a cada uno — En fin, cada domingo es único. El Evangelio dirá qué aspec-
de los principales actores: presidente, animador del canto, organis- to del Resucitado se celebra especialmente ese día.
ta, lectores...
+ Tres d i m e n s i o n e s : palabra, música, espacio

La regla de tres veces tres Aquí se precisa lo que cada uno debe hacer según su función y sus
competencias.
— Las palabras son de diversos grados. La plagaría eucarística es-
Esta regla no está en ningún documento oficial. Sirve sólo para defi- tá ya determinada, pero habrá que escoger, entre todas las ofi-
nir los objetivos que debe perseguir un equipo de liturgia en su tra- ciales, la que mejor convenga. Las palabras de acogida no es-
bajo de preparación. tán determinadas y dependerán de todo lo que se haya dicho
Tres palabras: remota, medio e inmediata. en la reunión de preparación. Están propuestas las palabras del
acto penitencial, pero pueden modificarse según los textos bí-
— La preparación remota no se realizará en todas las reuniones,
blicos o las circunstancias. Y no hay que olvidar que con todas
pero debe hacerse regularmente y, al menos, una vez al año.
las palabras sugeridas hay que realizar una acción litúrgica de
No se cambiará la megafonía o el folleto de canto todos los
oración, de súplica, de acción de gracias, de anuncio...
domingos, pero hay que revisar su buena marcha de vez en
cuando.
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— En relación a todo esto, y teniendo en cuenta las competen-
cias de los participantes (¿hay una coral?, ¿un organista?), se
escogerán los cantos y la música de la celebración.
— El espacio de la celebración no se cambiará cada domingo, EL BUEN USO
pero algún elemento litúrgico podrá «moverse» según los do- DEL SERVICIO DE LA MISA
mingos: cruz, luces, flores, incienso, ornamentos de tal color,
presentación de alguna obra de arte...

Conclusión

Precisando: si el equipo de liturgia debe preparar todo no quiere de-


cir que todo lo haga él. Confiemos en que hay en la comunidad otros
Aunque parezca muy extraño, los documentos oficiales de la Iglesia
fieles capaces de leer, animar el canto, decorar, hacer los ramos de
sobre la liturgia, como la Constitución sobre la sagrada liturgia o la
flores...
Presentación General del Misal Romano, silencian casi totalmente a los
En fin, recordemos que aunque haya algún cristiano que no rea- que ayudan en la misa. La Constitución sólo los menciona una vez,
lice ninguna función especial, no deja de ser por eso un verdadero aunque es verdad que con un toque de relevancia:
actor, porque todos están celebrando. Precisamente, para que todos
puedan celebrar mejor, el equipo de liturgia realiza su servicio. «Incluso los acólitos, los lectores, comentaristas y todos cuantos
pertenecen a la Schola cantorum desempeñan un auténtico minis-
terio litúrgico» (n° 29).

Un ministerio

Esta designación del servicio de la misa como ministerio litúrgico es


rica de sentido y de enseñanzas.
— La palabra «ministerio» viene del latín ministerium que sig-
nifica «servicio». El ministro es, pues, un servidor. En sentido
estricto, el ministro es el que ha recibido oficialmente una
función de Iglesia por medio de la ordenación (obispo, sa-
cerdote, diácono), por institución (acólito, lector) o por dele-
gación especial del obispo (ministro extraordinario de la co-
munión, presidente de los funerales...). Pero en sentido más
amplio —y éste es del que habla la Constitución en el n° 29—
es ministro cualquier persona que cumple una función en la
liturgia.

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•— Esto explica por qué los documentos oficiales antes citados
Se tr.ii.i de iin.i .iiilorización, muir un mandato. Esto signifi-
no dicen nada o muy poco de los acólitos. El Vaticano II no ca que mi es obligatorio y que se mantendrá «la noble tradi-
los ha suprimido, sino que realza sus funciones colocándolos ción couli.ida a los niños». Se comprende fácilmente que al
en la categoría de un ministerio. Así, la Constitución sobre la confiar este servicio a las niñas no se desecha a los niños. Qui-
sagrada liturgia (n° 25, 70, etc.) evidentemente habla de los zá, a través de este servicio, puedan descubrir otro gran ser-
acólitos cuando menciona a «los sacerdotes y los otros minis- vicio eclesial: el ministerio sacerdotal.
tros». Lo mismo en el n° 82 que, enumerando otros ministe-
Los pastores no escatimarán la explicación a los fieles de es-
rios, habla de las funciones que pueden realizar los acólitos:
te servicio que pueden realizar las mujeres, como ya se hace
«El ministro que lleva el incensario, turiferario, los que llevan
desde hace tiempo para las lecturas, el canto y la distribución
las velas, o la cruz...», y si no se emplea la palabra «servidor»
de la comunión.
es porque estas funciones no están reservadas sólo a los mo-
naguillos, sino que puede realizarlas cualquier miembro de la
asamblea, adolescente o adulto, hombre o mujer.
En fin, al considerar como ministerio el servicio o ayuda a la mi-
sa, nace la palabra «servidor», más eclesial y litúrgica que monagui-
llo o acólito. En el mismo sentido, y a pesar del documento para el
Culto divino (del que ya hablaremos), hay buenas razones para ha-
blar del «servicio a la misa» y de los «servidores de la misa», más que
del «servicio al altar» y de los «servidores del altar». Porque si el al-
tar es el lugar del servicio mayor que puedan realizar los servidores,
sin embargo su servicio no se reduce a este lugar y al acto de la cele-
bración eucarística. Sirve también a la asamblea, al sacerdote que la
preside y a la liturgia de la Palabra. No es sólo servidor del altar, si-
no también de todo el conjunto de la misa.

El documento romano de marzo de 1994

Este documento 3 pertenece a la Congregación para el Culto divino y


autoriza para que el servicio de la misa puedan realizarlo tanto hom-
bres como mujeres.
Pone tres condiciones:
— Que la autorización para el servicio de la misa a las mujeres
(niñas, adolescentes, adultas) cuente con el permiso del obis-
po de la diócesis.

3
Instrucción Redemptoris Sncramcnliim, 25 i)o marzo dv 2004. http://www.vati-
can.va/roman_curia/congregatimn;/ccdds/diHiiiiic}il!</rc_coii. inii1s_doc_20040423_re-
demptionis-sacramentum_sp.htm!

-35-
-34-
6 pues en la eucaristía no hay más ofrenda que la del sacrificio de Cris-
to a su Padre, al que se une la ofrenda de toda la Iglesia: «Al celebrar
ahora el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo, te ofrece-
EL BUEN USO DE LAS mos el pan de vida y el cáliz de salvación» (Plegaria eucarística II).
OFRENDAS DE LA MISA
Sentido de estas ofrendas

Desde el tiempo de las primeras comunidades cristianas, se pide a


los fieles una ofrenda para proveer a las necesidades de la Iglesia, co-
mo afirman los Hechos de los Apóstoles (11,29-30) y la Segunda car-
ta de san Pablo a los Corintios (8,1-15). Sabemos que, durante varios
siglos, el pan y el vino de la eucaristía lo aportaban los fieles y tam-
Es un hecho importante 4 en la tradición de la Iglesia, que la misa sea bién otros bienes, como alimentos o dinero para los pobres. El hecho
ofrecida por la Iglesia, para la Iglesia y, también, por intenciones par- de que algunos hombres, sobre todo a partir del siglo iv, dejaran su
ticulares, por los vivos y difuntos. profesión para consagrarse enteramente al ministerio sacerdotal, su-
Es costumbre que, cuando los fieles piden a un sacerdote que ce- ponía que los fieles ayudasen con ofrendas a su mantenimiento. La
lebre la misa por «una intención particular» (por un difunto, para pe- costumbre de celebrar misas por intenciones particulares, sobre to-
dir una gracia, para agradecer al Señor), acompañen la petición con do por los difuntos, y la de dar al sacerdote una ofrenda se ha ido de-
una limosna (estipendio), fijada por el obispo de la diócesis. sarrollando a lo largo de los años y se mantiene aún.
Es necesario que esta costumbre se comprenda bien y no tengan «Es una tradición muy establecida en la Iglesia que los fieles,
los fieles una idea ambigua. A menudo se oye preguntar: ¿cuánto guiados por su espíritu religioso y su sentido de Iglesia, añadan al
cuesta una misa? sacrificio eucarístico algún sacrificio personal, para participar así
más íntimamente. De esta forma, por su parte, contribuyen a las ne-
cesidades de la Iglesia y más especialmente al mantenimiento de sus
ministros» (Pablo VI, Motu proprio «Firma in traditione»).
La misa no tiene precio

Si se acompaña un estipendio al pedir la celebración de la misa por Principios de aplicación


algunas intenciones, no es para pagar, porque una misa no tiene pre-
cio. Mejor dicho, el precio es el que ha pagado Jesucristo con su sa- Los fieles tienen derecho a saber cómo se gestionan las ofrendas de
crificio: «Fuiste inmolado y compraste a Dios, con tu sangre, hom- las misas que encargan; deben estar seguros de que se hace riguro-
bres de toda raza, lengua, pueblo y nación» (Apocalipsis 5,9). Se samente.
habla de una ofrenda. Pero de una ofrenda (estipendio) hecha a un
— Los estipendios son para el sacerdote y éste tiene la obliga-
sacerdote para su mantenimiento, no es una ofrenda por la misa,
ción de celebrar tantas misas como cantidad recibida, en la
fecha que se la haya pedido.
— Si no puede celebrar tantas misas como le hayan pedido, re-
4
Para más precisiones, consultar «Les offrandes de messes», Documcnts-Épisco- mitirá las ofrendas sobrantes a su obispado para que las
pat, n° 6, abril de 1997.
transmita a otros sacerdotes ya jubilados o en misiones.

-36- -37-
— Para evitar cualquier exceso, el sacerdote que dice en el mis-
mo día varias misas (los domingos, por ejemplo) no percibi-
rá más que un estipendio y entregará los sobrantes.
— El sacerdote que concelebra sí puede recibir un estipendio.
— Se pueden anunciar muchas intenciones en la misa pero sólo
se celebra por una intención. Las misas por las demás inten-
ciones se celebran otro día, a ser posible en la semana, por ese
sacerdote o por otro. Lo mismo atañe al párroco que celebra
la misa domingos y fiestas pro populo (por el pueblo del que es
pastor). SEGUNDA PARTE
— En este caso, se hará la oración por los difuntos en la Plegaria
eucarística: «Recuerda a X... por cuya intención se celebra es-
LOS RITOS DE LA MISA
ta misa. Recuerda igualmente a X (el nombre de los difuntos)
por cuya intención se celebrará tal día o semana». En la Ple- 1. El buen uso de los ritos de apertura
garia eucarística III, cuando se dice: «A nuestros hermanos 2. El buen uso del saludo
difuntos N. y también a N. y a cuantos murieron en tu amis-
3. El buen uso de la preparación penitencial
tad...». En la oración universal, eventualmente, se podrá de-
cir: roguemos especialmente por... y roguemos también 4. El buen uso de las oraciones
por... 5. El buen uso de la liturgia de la Palabra
— Por supuesto que un sacerdote dirá la misa aunque no reci- 6. El buen uso del salmo
ba estipendio o lo reciba de un modo simbólico, si se lo pide
7. El buen uso de la homilía
una persona de escasos recursos.
— Cuando una misa se celebra por una intención particular se 8. El buen uso del Símbolo de la fe
orienta con más precisión la oración de intercesión o de ala- 9. El buen uso de la oración universal
banza, pero el sacrificio de Cristo se ofrece «¡por la multitud!». 10. El buen uso de la preparación de las ofrendas
— Los fieles deben saber que las ofrendas por las misas son in- 11. El buen uso del pan ácimo
dispensables para mantener a los sacerdotes. ¡Es un modo de
12. El buen uso de la gota de agua
compartir!
13. El buen uso de la plegaria eucarística
14. El buen uso de la doxología
15. El buen uso del Padrenuestro
16. El buen uso de los ritos de comunión
17. El buen uso de la comunión a los enfermos
18. El buen uso de los ritos de conclusión

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EL BUEN USO DE
LOS RITOS INICIALES

La palabra oficial que designa el comienzo de la misa es «ritos ini-


ciales» y no «entrada», que sólo se emplea referida al canto. Esto
quiere decir que el principio de la celebración es algo más que una
entrada física en un lugar: es la puesta en camino que tiene como fin,
según dice OGMR, n° 46 (24), «hacer que los fieles reunidos consti-
tuyan una comunión y se dispongan a oír como conviene la palabra
de Dios y a celebrar dignamente la eucaristía».

El canto de entrada

Todo comienza con el canto de entrada. La OGMR, n° 47 (25), le con-


fía la misión de «abrir la celebración, fomentar la unión de quienes se
han reunido e introducirles en el misterio del tiempo litúrgico o de
la fiesta y acompañar la procesión del sacerdote y de los ministros».
¡Qué sublime misión! De ella se deduce que:
— Se escogerá en el repertorio local, el canto cuyo texto esté más
próximo al espíritu de la celebración de ese día y no el canto
que parezca más bonito; se tendrá en cuenta que el canto de
entrada debe, sobre todo, introducir al misterio dominical del
Señor muerto y resucitado. No tiene que anunciar solamente
el Evangelio que se va a proclamar, pues cada domingo, es
sobre todo, una fiesta pascua.
— Para favorecer la unión de los fieles, el canto de entrada deben
saberlo todos y, si no, aprenderlo antes de comenzar la misa.

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— Por esta mism.i razón, será un canto que puedan cantarlo lo- l'ucde, sin embargo, hacer alguna alusión discreta, sobre todo si el
dos, o al menos, si hay una coral, que pueda cantar el estribi- Evangelio es muy conocido (el Buen Pastor, el hijo pródigo...). Hay
llo o alguna estrofa la asamblea. que recordar que las palabras de acogida no son para invitar a cele-
— Sin ser necesariamente lento, o muy definidas las estrofas, la brar algo (la salud, la gracia, la curación...), sino para celebrar a Al-
melodía del canto de entrada deberá tener una cierta consis- guien, que reúne a sus discípulos para hablarles y formarles.
tencia y fuerza. Siempre que una categoría de fieles esté presente (padres de los
El valor simbólico del canto de entrada es muy fuerte. Están reu- niños de la catequesis, miembros de algún movimiento o asociación
nidos hombres y mujeres de toda edad, origen, lugar y condición... que celebran su fiesta o la jornada nacional...), o bien, que en la
El canto es el primer acto que manifiesta de un modo sensible la más asamblea haya gente que otras veces no está presente (turistas, prac-
extraordinaria de las realidades invisibles. Por el solo hecho de que ticantes irregulares que acuden el algunas fiestas...), las palabras de
esas personas se reúnan en el nombre del Señor, a pesar de su diver- acogida comenzarán por darles la bienvenida de parte del Señor y
sidad, forman un sólo cuerpo: el Cuerpo de Cristo. de la comunidad que los recibe.
«Porque donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy En fin, la monición inicial se terminará, lógicamente, con la in-
en medio de ellos» (Mateo 18,20). Y porque el canto en común es la troducción a la preparación penitencial.
única realidad sensible capaz de constituir una entidad (la melodía) De esta preparación se hablará en el capítulo 3, p. 49. Recorde-
a partir de varios recursos individuales (las voces de cada uno), es el mos solamente que es la asamblea la que hace el acto penitencial y
elemento humano más significativo de la realidad mística. En senti- el sacerdote sólo lo introduce y concluye. Por eso, en el caso de la ter-
do estricto es «simbólico», pues reúne, integra. cera fórmula, no es el sacerdote el que dice o canta las tres invoca-
ciones, sino alguien de la asamblea: lector, animador del canto... Y,
sea cual sea la fórmula escogida, en muchos casos sería bueno que
todos los que forman el coro, incluido el director, que no tiene que
El saludo dirigir esas invocaciones, miren a la cruz.

Después de venerar el altar, el sacerdote si dirige al sitio de la presi-


dencia (no al ambón ni a otra parte del altar) para realizar el primer
acto de su presidencia: se santigua al mismo tiempo que los asisten- El Gloria a Dios
tes, marcando así su cuerpo con la Pascua de Cristo, y saluda a la
asamblea para manifestar la presencia del Señor en ella.
Lo mismo que la primera parte del Te Deum y del himno Oh Luz go-
En muchos lugares sería posible y deseable que se santiguasen zosa, de la liturgia de las horas, el Gloria a Dios forma parte de los
mirando al crucifijo. En algunas ocasiones, el sacerdote podría ha- himnos de la Iglesia primitiva, es decir, de los primeros textos cris-
cerlo al dirigirse a su sitio de presidencia: entra en la iglesia, se colo- tianos, no bíblicos, inspirados en la Escritura y formados por versos
ca ante el crucifijo, espera que termine el canto de entrada y hace la según el modelo de los salmos.
señal de la cruz, evidentemente sin el micro, aunque la iglesia sea
grande. El saludo lo hará mirando a la asamblea. Proceden de la Iglesia oriental donde era, y sigue siendo, un can-
to de la oración de la mañana y como tal ha pasado a Occidente. Pe-
ro su primera frase se convirtió muy pronto, en Roma, en un canto
de la misa de Navidad y sólo el Papa podía entonarlo. Después se
Monición inicial extendió a los domingos y fiestas, pero se reservaba a los obispos.
Sólo a partir del siglo xi, se incorporó habitualmente a la misa diaria,
exceptuando los tiempos penitenciales.
Su finalidad es la de introducir a los fieles en la misa del día. No es
una pequeña homilía del Evangelio, que aún no está proclamado.

-42- -43-
El Gloria a Dios no se recita en las misas de la semana, excep- A l iluli i de onn11,n ion pastoral, hacemos la siguiente propo-
tuando las solemnidades y las fiestas [OGMR, n° 53 (31)] y lo puede sición: lod.i comunidad cristiana debe tener en su repertorio
entonar el sacerdote y también «los cantores o la asamblea» (PGMR, al menos un canto del Gloria con el texto original. Informaros
n° 87). de las comunidades que lo tienen en su repertorio. Elegid
uno, ensayarlo convenientemente (no sólo con la coral, tam-
bién con la asamblea antes o después de la misa varias veces).
Aprovechad la preparación de una gran fiesta (como Navi-
¿Qué canto? dad) para estrenarlo y ponerlo en el programa. En un primer
tiempo, tenéis el Gloria con su texto para las grandes fiestas
Afrontamos aquí una cuestión delicada. El texto del Gloria a Dios es del año. La asamblea se acostumbrará y bien pronto, con
un texto libre y su traducción en castellano se parece más a prosa. No otros cantos, podrá extender el uso a los domingos del tiem-
hay verso y us versículos no son «isorítmicos». Se dice que un texto po pascual y después al tiempo ordinario.
es isorítmico, cuando, aunque no haya rima, está organizado en es- — La segunda razón es más estructural. Cuando se utiliza una
trofas con el ismo número de líneas, teniendo cada línea, de una es- paráfrasis del Gloria con estribillo y estrofas, se introduce en
trofa a la otra, el igual número de sílabas e igual reparto de sílabas la celebración un canto más del género «estribillo-estrofa»).
fuertes y de sílabas débiles. Este no es el caso del Gloria a Dios ni tam- Ahora bien una celebración no está equilibrada si sólo se uti-
poco el del Credo. liza desde el principio hasta el final cantos del mismo estilo
El canto, en español, a diferencia del latín, se acomoda mal a es- (estribillo-estrofa). Nos detendremos ampliamente más ade-
te tipo de texto, salvo en el género recitativo (salmodia, canto del pre- lante sobre este tema (cfr. tercera parte, capítulo 12).
facio o de las oraciones, como el Padrenuestro). El Gloria no pertene- Por ahora terminemos estas reflexiones diciendo que será bien
ce al género recitativo porque es un himno. Esto explica el éxito de triste que una asamblea no pudiera cantar regularmente una afir-
las paráfrasis que se inspiran en el Gloria pero que construyen el tex- mación de fe tan capital como esta:
to con estribillo y estrofas.
¿Ha que renunciar a cantar el texto oficial? No sería normal por «Porque sólo tú eres santo, sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesu-
cristo».
dos razones:
— En primer lugar un texto tan venerable que encierra la ala-
banza de las asambleas cristianas durante más de dieciocho
siglos, debe permanecer en la memoria de los fieles de hoy y
poder transmitirlo a los más jóvenes que formarán la asam-
blea de mañana. Esta una de las manifestaciones del viejo
adagio cristiano: Lex orandi, lex redendi, imposible de traducir,
pero que significa: «Lo que se ora determina lo que se cree».
Sobre todo esto, el texto del Gloria es de una riqueza tan ad-
mirable que vale la pena dar más explicaciones a los fieles de
lo que parece.
Algunos dicen: «Tomemos algunas paráfrasis cuando canta-
mos el Gloria y el texto original cuando le recitamos». No es-
tá nada mal. Pero el lirismo del texto pide el canto. ¿Se pue-
de decir que es justamente en las grandes fiestas cuando este
lirismo estará excluido de la celebración?

-44- -45-
2 acción simlxilici, l.i lonmil.i en suhjimlivo abre una relaciona otro,
al Otro. Ademas, .quien di* nosotros, .il desear algo a alguien, no em-
plearía el subjuntivo? «¡Que se mejore tu salud!»
EL BUEN USO
DEL SALUDO
Propietario o gerente

Aún hay más; la fórmula en subjuntivo expresa una de las caracte-


rísticas de la presidencia en la liturgia. Por su ordenación, el sacer-
dote representa sacramentalmente a Cristo, cabeza del cuerpo de la
Iglesia (Colosenses 1,18), pero él no es Cristo. Es gerente de los bie-
nes espirituales, no propietario. Con esta fórmula litúrgica abre a la
asamblea la posibilidad de que el Señor venga y se haga más pre-
La fórmula «el Señor esté con vosotros», al comienzo de la celebra- sente. Evidentemente, esta fórmula no contradice la indicativa de la
ción, heredada del judaismo, intenta establecer una relación entre el consagración: «Esto es...» porque aquí se trata de retomar lo que di-
Señor y la asamblea y renovarla antes de la proclamación del Evan- jo el Señor sobre su mandamiento.
gelio, en el diálogo inicial de la plegaria eucarística y antes de la ben-
dición final. Por eso, corresponde ese saludo al presidente de la Resumiendo, el saludo es un acto litúrgico mucho más rico de lo
asamblea. que puede parece su brevedad. ¡Pero, el saludo tiene una respuesta!
El cambio de la fórmula a «el Señor está con vosotros», no es muy
frecuente, pero nos va a ayudar a comprender su sentido y alcance.
Después de todo, ¿por qué emplear el subjuntivo y no el indicativo? «Y con tu espíritu»

¿De que «espíritu» se trata? Narsa'i de Nisibe, teólogo persa del siglo v,
Realidad o deseo dice en su primera homilía: «El pueblo responde con amor a su sa-
cerdote diciendo: "Contigo y con el espíritu sacerdotal que posees".
Llama espíritu, no al alma del sacerdote, sino al Espíritu que ha re-
A favor del indicativo hay que decir que el Señor ya está presente cibido en la imposición de manos. Por ella, el sacerdote recibe el po-
cuando el celebrante pronuncia la fórmula. Desde la Constitución der del Espíritu que le hace capaz de cumplir los Misterios...».
conciliar (n° 7), a la Carta apostólica de Juan Pablo II sobre la reno-
¿Cuál de las próximas homilías citará un texto tan bello y tan ilu-
vación de la liturgia, pasando por la Instrucción de Pablo VI sobre el
minador y quién podrá olvidar ahora que la respuesta: «Y con tu es-
culto del misterio eucarístico (n° 9), todos los textos afirman que el
píritu», contiene tanta riqueza?
Señor está presente en la asamblea, sólo por el hecho de que «dos o
tres están reunidos en su nombre» (Mateo 18,20). El Señor está, pues, En nuestras celebraciones, se lanza este saludo cuatro veces y con
«con vosotros». Sin embargo, la fórmula dice: «El Señor esté...». él, el deseo de una presencia activa del Señor y de la comunión de
los fieles con su venida.
Y es que se trata aquí de un deseo. No se duda de que el Señor
esté aquí, pero el deseo del subjuntivo va más lejos. El indicativo se — Al comienzo de la misa, el deseo concierne, evidentemente,
limita a afirmar una realidad: «El Señor está», mientras que el sub- a toda la celebración.
juntivo se abre a un futuro de presencia cada vez mayor. Como toda

-46- -47-
— Antes del Evangelio, recae sobre la Palabra que van a escu-
char y que realiza la presencia de Dios hablando a su pueblo, 3
pero igualmente recae sobre la homilía, la profesión de fe y
la plegaria universal, que constituirán la respuesta. EL BUEN USO
— En el diálogo inicial de la Plegaria eucarística, refrenda todo
el acto de ofrenda eucarística que el Señor va a presentar al DEL ACTO PENITENCIAL
I'adre, uniendo la nuestra en la suya.
— lín fin, con la bendición y el envío se extiende a toda la se-
i na na que se abre con la celebración del día del Señor.
¡( )j.ilá pueda el Señor estar también con nosotros en cada una de
nuestras eucaristías dominicales y toda la vida!

¡Vamos a ponernos de acuerdo! Hace poco más de treinta años que


comenzó la reforma litúrgica establecida por el Concilio Vaticano II.
Desde entonces, se han creado actitudes y modos de hacer; es indis-
pensable que echemos sobre ellos una mirada crítica. No se trata de
ordenar o censurar, se trata, simplemente, de fidelidad.
Sin duda hará falta, y por todos los medios (boletines diocesanos
y parroquiales, homilías, reuniones litúrgicas, etc.), volver a introducir
en nuestra vida cristiana la antigua práctica de las «catequesis mista-
gógicas», es decir, la explicación detallada del significado de los ritos
litúrgicos que estamos realizando, para penetrar más en el misterio.

Algunas puntualizaciones
sobre la preparación penitencial

1. Contrariamente a lo que se oye a menudo, la preparación pe-


nitencial en sí misma no es un rito penitencial, pero forma
parte de un conjunto ritual que el Ordo Missae (Ordinario de la
Misa) llama «apertura de la celebración». Esto no quiere de-
cir que sea algo secundario, sino que no forma un todo; es
parte de algo más amplio.
2. Aunque pueda parecer extraño, la preparación penitencial
con todo su conjunto es una innovación del Vaticano II. Re-
cordemos que en el Ordo de san Pío X, en la Misa Mayor sólo

-49-
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el celebrante y los acólitos recitaban el Confíteor (Yo confieso) preguntarse qué ha pasado, cómo es posible que en cuarenta años,
antes de subir al altar. Durante ese rato se cantaba el Introito esta invocación al Señor (Señor Jesús... Oh Cristo... Señor...) y un
y luego los Kyries (Señor, ten piedad), que son aclamaciones recordar lo que Él ha hecho para salvarnos, se haya cambiado en una
al Señor misericordioso y no un acto penitencial. El Vaticano especie de examen de conciencia, en el que uno no deja de mirarse
II ha querido que toda la asamblea, al comienzo de la cele- en lugar de mirarle a Él «No hemos hecho... no hemos sabido... he-
bración, confiese ante Dios que está formada por pecadores y mos olvidado...». ¿Y qué más aún?
proclame su misericordia. Todo esto que concierne a la preparación penitencial debe tener-
A juzgar por lo que vemos en nuestras celebraciones, se pen- se en cuenta en cada lugar, en el equipo de liturgia, el sacerdote o el
saría que sólo hay dos fórmulas para la preparación peniten- laico que preparen una celebración. ¿Cómo? Será gracias a vosotros,
cial: el yo confieso y la triple invocación. Sin embargo, hay cua- los que os preocupéis de que nuestra oración litúrgica sea la ley de
tro posibilidades. ¿Qué ha sido de la fórmula corta pero llena nuestra fe: Lex orandi, lex credendi.
de contenido: «Señor, concédenos tu perdón»? ¿En qué ha
quedado la aspersión con agua bendita? Demasiados Asperge
me (lávame) sistemáticos la han desplazado, pero ya es mo-
mento de recuperarla. Es tiempo, sobre todo, de una alternan-
cia de posibilidades según los tiempos litúrgicos o en algunas
ocasiones. La aspersión, por ejemplo en tiempo pascual, tie-
ne un sentido penitencial muy fuerte, ligado al bautismo.
Podemos añadir que, según el Misal Romano, la tercera posi-
bilidad, la de la triple invocación, tiene tres fórmulas, y no só-
lo una, y se pueden escoger otras.
. La preparación penitencial termina con lo que el Ordo (Ordi-
nario de Misa) llama «oración para pedir el perdón», que pro-
nuncia el sacerdote: «Que Dios todopoderoso tenga miseri-
cordia...». No es una fórmula de absolución sacramental en
sentido estricto, pero está claro que el sacerdote no dice eso
por decir, sino que invoca el perdón de Dios a cada miembro
de la asamblea. Esto nos recuerda que, si el sacramento de la
penitencia se requiere para faltas graves, la Iglesia dispone
también de otros medios para comunicar el perdón de Dios,
a los cristianos que se reconocen pecadores. Esa oración es
uno de esos medios y conviene saberlo.

La tercera fórmula

La tercera fórmula es la que emplea las tres invocaciones y, eviden-


temente, es la más utilizada. Es también, la que ofrece más posibili-
dades de adaptación con las lecturas del día. Pero, es el momento de

-51-
-ño-
mada que contiene en sí lo que se va a decir a continuación. Realiza
4 lo que dice: pone en oración.

EL BUEN USO 2. El silencio

DE LAS ORACIONES Se puede decir que este punto de la reforma litúrgica no es el que me-
jor se cumple. Y no es un detalle facultativo sino que está expresa-
mente pedido [OGMR, n° 56 (32)] y que, además, los fieles lo desean,
por eso parece que tendrá que lograr un mayor espacio en las cele-
braciones, como lo ha conseguido el silencio que sigue a la comunión
y que felizmente se ha hecho costumbre. Este silencio tiene dos fun-
ciones: dejar tiempo a los fieles para expresar diversas intenciones y
favorecer esa actitud espiritual de comunión con la presencia de Dios
que la oración va a llevar en seguida a su culminación.

Cuatro veces durante la misa, el sacerdote dice «oremos», en nom-


3. La oración propiamente dicha
bre de la asamblea, y recita una pequeña oración. A la primera ora-
ción se le llama «colecta», según la antigua liturgia. Cada una de es- El cuerpo de la oración se compone a su vez de tres elementos:
tas oraciones tiene la finalidad de reunir la oración de todos como — La mención de Dios acompañada casi sistemáticamente de
conclusión a las principales secuencias rituales de la celebración: varios calificativos: «eterno», «todopoderoso», «misericor-
— la oración al final del rito de apertura; dioso».. . y / o de una consideración: Tú que eres... Tú que has
— la oración que concluye la oración de los fieles, al terminar la hecho... Es como una breve confesión de fe.
liturgia de la Palabra; — La petición, objeto de la oración.
— la oración sobre las ofrendas, al terminar la preparación de — La doxología trinitaria, que concluye la oración significando
los dones; su itinerario: por Cristo, en la unidad del Espíritu Santo.
— la oración después de la comunión, al final de la liturgia eu- Tres observaciones al respecto:
carística. — Excepto en raras excepciones (la oración de apertura en la
fiesta del Corpus Christi, por ejemplo), las oraciones se diri-
gen siempre al Padre por el Hijo y en unión del Espíritu.
Las oraciones — Según una antigua costumbre heredada del judaismo, la de
las bendiciones, una petición a Dios va acompañada de una
pequeña enumeración de las cualidades de aquel a quien se
Están compuestas de cuatro elementos que constituyen un todo y el dirige, porque ni sería correcto empezar pidiendo, y además
tercero reúne en sí cuatro elementos. le sigue una alabanza (la doxología), ni sería correcto termi-
nar reclamando.
1. Invitación a orar — Lejos de ser la doxología una fórmula sin importancia, su to-
no y expresión es la cima a la que tiende toda oración. Es una
Según una costumbre heredada del judaismo, los y,i ¡mdi's momen- especie de tensión lírica, en la que el cuerpo y el espíritu son
tos de la oración de una asamblea litúrgica, van pnvodldos de una uno, las manos se elevan y lo mismo el tono, para celebrar a
invitación. El «oremos, hermanos...» es más que un Nlgno. lis una 11a- Dios Padre, Hijo y Espíritu, a quien se dirigen y suplican to-
dos los fieles reunidos.

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4. Amén
Son dos sílabas sonoras de una palabra hebrea que se añade a lo que
5
se reza. Algo así como un Credo: creo en eso; así sea.
EL BUEN USO DE
LA LITURGIA
Sin prisas DE LA PALABRA
Las oraciones presidenciales, dice el [OGMR, n° 32 (12)], deben pro-
nunciarse «claramente y en voz alta». Si hubiera que escribir este ar-
tículo veinticinco años después de su promulgación, es evidente que
habría que añadir: ¡y despacio!, sin prisas. La oración, en efecto, tie-
ne una recitación propia, que no es ni la de las palabras de acogida,
ni la de una monición. ¿Se puede decir que de diez veces, nueve, la
oración se recita de prisa, sin esas pausas que permiten a la asamblea
rezar verdaderamente, uniéndose a las palabras del presidente? Todo el mundo coincide en que una de las mayores adquisiciones de
En verdad, el tempo justo de la oración sería el mismo de un canto. la reforma litúrgica del Vaticano II, ha sido restablecer la lengua ver-
nácula y repartir las lecturas de la Palabra en ciclos de tres años. Va-
mos a ver algunos puntos que merecen profundizarse o revisarse.

De la lectura a la Palabra

Se puede observar que la Iglesia no dice «liturgia de las Escrituras»,


sino de la «Palabra».
Un exegeta hizo esta audaz comparación: guardando toda pn>
porción, la liturgia de la palabra funciona como la leche en polvo; l.t
leche en polvo procede de un líquido que se hace polvo par.i su coi i
servación, pero que debe volver a ser líquido para su consumo. Asi,
la Escritura procede de la Palabra, pero está hecha para volver .i ser
Palabra. ¿Qué implica esto?
— Lo primero, un acto de fe. Es tal persona la que vemos y es-
cuchamos en las primeras lecturas; es un sacerdote el que lee
el Evangelio... Pero es Dios el que habla. El lector, la lectora,
ceden su voz a Dios: «Cristo, está presente en su Palabra,
pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, quien
habla es Él» (Sacrosanctum Concilium, n° 7). ¡Qué admirable
función la del lector: dejar hablar a Dios; pero, también, ¡qué
gran responsabilidad!

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— Si se llama a este espacio «liturgia de la Palabra», tendrá que 1 l.iy que in onl.ir, sin embargo, que en las misas de niños o con
ser Dios el que habla. Pero, ¿hablará si el lector no ha pre- niños, se puede tener más amplitud, como precisa el Directorio de las
parado la lectura, si no se le oye más allá de la tercera fila, si misas con niños.
no articula bien, si su lectura es muy rápida o su tono mono-
corde o escolar? Es necesario decirlo repetidamente: la lectu-
ra en público tiene sus propias leyes, que no son innatas, ni
siquiera en el que sabe leer en voz baja. Dos exigencias sur- El libro
gen de este principio. En primer lugar, no es respetuoso ni
para Dios que quiere hablarnos, ni para la asamblea que es-
La Palabra que Dios nos dirige está contenida en el Libro (Biblos). Es
cucho, escoger a los lectores unos minutos antes de la misa.
fácil imaginar, entonces, la dignidad que debe tener: una dignidad
En segundo lugar, una parroquia o una comunidad no puede
proporcionada a lo que contiene y a lo que representa. ¿Cómo es po-
[HTinilirse que lectores de todos los domingos, y menos aún
sible que nos contentemos con una hoja de papel, de una revista o de
que los lectores nuevos, no realicen de vez en cuando un ejer-
un misal de bolsillo? Esto es exactamente lo que llamaríamos un con-
i K ID ile lectura en público, dirigido por alguien que conoce
trasigno.
l.is leyes por profesión o adquiridas personalmente. No es un
lujo, es una necesidad. De hecho, muchas diócesis disponen Para convencernos y para resumir la fe que nos anima, volvamos
de formadores capaces de llevar un taller de lectura. a leer este párrafo de la Constitución dogmática sobre la divina Re-
velación del Vaticano II (n° 21): «La Iglesia siempre ha venerado la
— En fin, se trata de una liturgia de la Palabra, es decir, que se Sagrada Escritura como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues
escucha al lector, sin seguir, la lectura en el misal o en una re- sobre todo, en la sagrada liturgia nunca ha cesado de tomar y repar-
vista. Esto es una costumbre que se está tomando y que hay tir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios
que combatir. Era legítima cuando las lecturas se hacían en y del Cuerpo de Cristo».
latín y se seguía la traducción. Ahora no es esa la intención
de la Iglesia. A no ser que el lector lea tan mal que haya que
corregirlo a él, no al auditorio.

La cuestión de la segunda lectura

Se plantea la cuestión de si tres lecturas todos los domingos no son


demasiado. Quizá tengamos que abordar la cuestión en la actuali-
dad. En todo caso, no se trata de desplazar la segunda lectura a la
preparación penitencial, o después del Credo, o a la acción de gracias
de la comunión. Se comprenden los motivos por lo que se realiza es-
to, pero no puede hacerse sistemáticamente todos los domingos. Se-
ría falsear el objetivo de la lectura, que es el de revelar que Dios nos
habla y lo que hace para nuestra salvación. Es posible hacer una alu-
sión en la preparación penitencial o volver a leer un párrafo de las
lecturas del día en la comunión, pero eso es lo que, a menudo hace la
antífona. Se trataría de un uso limitado y no de una lectura propia-
mente dicha.

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— Además, los salmos son la oración de la Iglesia y, en primer lu-
6 gar, la oración de Cristo. Puede suceder que cuando el cristiano
reza el salmo, no tenga ninguna razón para lamentarse, sino al
EL BUEN USO contrario; o ninguna razón para agradecer cuando el salmo es-
tá invitando a alguna de esas actitudes. Sin embargo, el cristia-
DEL SALMO no puede entrar en el salmo o, mejor dicho, dejar que el salmo
entre en él, porque la oración litúrgica no es sólo su oración. No
reza sólo en su nombre, sino como «delegado» de la Iglesia y
como «delegado» de toda la humanidad.
— Finalmente (¡aunque quedan tantas cosas por decir!), los sal-
mos constituyen uno de los medios por los que la asamblea
hace presente al Señor: «Está ahí presente, cuando la Iglesia
reza y canta los salmos, pues Él ha prometido que "cuando dos
o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos"
En la liturgia de la Palabra, llegamos con el salmo a una especie de (Mateo 18,20 y Sacrosanctum Concilium n° 7)». Esto no quiere
prueba de la verdadera animación litúrgica. Se verifica ahora, más decir que esté ausente cuando se canta, sino que entonces su
que en otros momentos, la fidelidad de la comunidad a la liturgia de presencia se manifiesta menos claramente.
la Iglesia, y también, el mayor o menor esfuerzo que realiza para ha-
cer suyo lo que la Iglesia le confía, y que no existiría sin esa apropia-
ción. Con una comparación original, se podrá decir que la partitura
de la liturgia de la Iglesia no llegará a ser música si el intérprete no la ¿Cómo se reza el salmo?
toca y será tanto más música, cuanto mejor se interprete.
El rezo del salmo tiene sus exigencias. La palabra «salmo» vicno dül
griego psalmos, traducción del hebreo mizmor, y significa «canto líri-
;Os decidís a utilizar el salmo? co acompañado por instrumentos de cuerdas»; instrumentos como
la lira, no como el violín. Esto quiere decir que el canto recitativo t'S
propio del salmo, y debe hacerse para que resulte musicali/.ado. Te-
Esta es la primera cuestión y la más radical. En algunos lugares pre- nemos medios para hacerlo desde hace más de cuarenta años, en li-
valece la impresión de que el salmo es algo ya caduco y, sobre todo, bros y revistas. La musicalidad es propia de la identidad del salmo y
de una cultura demasiado alejada para servir todavía a la asamblea también de sus efectos en la memoria del creyente. ¿Quién de noso-
como respuesta auténtica a la Palabra de Dios. Se le ha desplazado, tros se acordaría de algunos cantos si no tuviesen una melodía pe-
casi sistemáticamente, por un canto. gadiza? ¿No es esto mismo lo que sucede cuando repetimos: el señor
¿Se ha medido bien, de qué provecho se priva a los fieles? es mi luz y mi salvación o mi confianza está en el Señor? Aquí se capta
— En primer lugar, los salmos son parte integrante de la Pala- bien la estructura del salmo: alimenta la fe como palabra de Dios es-
bra de Dios. Pero nunca, la Palabra de Dios ha sido hasta tal tructurando, gracias a la musicalidad, todo el ser del creyente, no só-
punto palabra de hombre. En los salmos, no sólo las alaban- lo su inteligencia.
zas y las súplicas del creyente son Palabra de Dios, también Si no se puede cantar el salmo, al menos se podrá cantar una an-
lo son sus gritos, sus rechazos e incluso las imprecaciones. tífona entre las estrofas leídas y leer esas estrofas como un texto poé-
¿Qué autor moderno de cantos se atrevería a hacer lo mismo? tico y como una lectura en prosa. Esto quiere decir también, que un
buen lector de la primera y segunda lectura puede no ser buen lector

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del salmo y que, en todo caso, l.i U vi i ira-recitada del salmo debe pre-
pararse aún más que las otras. 7
Pero no se olvidará que, además de la antífona cantada, el salmo
puede ser recitado por toda la asamblea (procedimiento previsto en EL BUEN USO
[OGMR, n° 61 (36)], y puede dar más intensidad a la expresión de fe.
Quizá no se encuentre una mejor definición del salmo que en el
DE LA HOMILÍA
mismo salmo, que habla a Dios diciendo:

«Oh Dios, Tú eres el Santo que habitas en el santuario, alabanza


de Israel» (Salmos 21,4).

«El primer día de la semana, estando reunidos para partir el pan, Pa-
blo, que debía marchar al día siguiente, conversaba con ellos (aquí
el verbo es dialegomaí, de donde viene el verbo "dialogar") y alargó
la charla (el verbo es omilein, de donde viene "homilía") hasla la me-
dia noche» (Hechos 20,7).
La Constitución sobre la sagrada liIurgia del Vatii.tno II pide (n"
50) que se restablezcan, según las antiguas normas de lo;. S.IIIION Pa-
dres, algunos ritos que se habían suprimido, lalrs como la oirtdón
universal y la homilía.

Sentido, lugar y función

La Presentación general del Misal Romano, precisa así la homilía:

«La parte principal de la liturgia de la Palabra la constituyen las


lecturas, tomadas de la Sagrada Escritura, con los cantos que se in-
tercalan; pero la homilía, la profesión de fe y la oración universal
las desarrollan y concluyen. Porque en las lecturas, comentadas por
la homilía, Dios dirige la palabra a su pueblo, descubre el miste-
rio de la redención y salvación, y presenta un alimento espiritual;
Cristo mismo está ahí presente por su palabra, en medio de los fie-
les» (PGMR, n" 33; cfr. OGMR, n° 65).

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Otra precisión El trabajo de los fieles es el de pasar la Palabra que Dios les diri-
«La homilía conviene que sea una explicación de algún aspecto par- ge a la realización de lo que Dios dice en la acción sacramental que se
ticular de las lecturas de la Sagrada Escritura o de otro texto del or- está celebrando: eucaristía, bautismo..., y a sus vidas. La homilía no
dinario o propio de la misa del día, teniendo siempre presente el mis- es la explicación de un contenido, ni de alguna cosa, es la revelación
de Alguien, la revelación de la acción misteriosa de Dios en la vida de
terio que se celebra y las particulares necesidades de los oyentes»
su pueblo y del mundo, oculta a los sentidos. En este aspecto es
[OGMR, n° 65 (33)].
«mistagógica», es decir, explicación del misterio a partir de lo que se
Por eso, la homilía no es un sermón, que pueda tener cualquier está viviendo en la celebración.
tema, con tal de que sea religioso. La homilía es una explicación de la
Estamos en la sinagoga de Nazaret el día del sabbat. Jesús está
Palabra de Dios dirigida ese día a su pueblo, para hacerle descubrir
allí. El jefe de la sinagoga le entrega el royo de la lectura, un texto de
el misterio de la redención y salvación, y alimentarlo. El n° 41 preci-
Isaías. Jesús lee: «El Espíritu del Señor está sobre Mí...». Ese texto tie-
sa que la homilía debe explicar sólo un aspecto de ese misterio, en
ne más de cinco siglos y, sin embargo, Jesús dice: «Hoy se cumple an-
conexión con el misterio que se celebra o las necesidades particulares
te vosotros esta escritura» (Lucas 4,21).
del auditorio.
Este es el modelo de una homilía.
Esto significa concretamente
1. Que la homilía parte siempre de la Palabra de Dios y de lo que
en ella se anuncia. Dice cómo se revela ahí la Buena Noticia
de Dios y no una mala noticia culpabilizadora.
2. Que la homilía escoge un aspecto del misterio, sin pretender
decirlo todo ni querer hacer un resumen completo de la ex-
posición dogmática de la fe cristiana.
3. Que la homilía debe tener en cuenta las necesidades de los
fieles. No es intemporal, al contrario, se preocupa de leer
tal suceso, tal situación a la luz de la palabra de Dios a su
pueblo.
4. Que la homilía no es una exégesis, aunque a veces la explica-
ción de una palabra o del contexto histórico o religioso pue-
de necesitarlo para que el mensaje se comprenda mejor.

¿Catequesis o mistagogía?

La homilía no es el primer anuncio de la fe, excepto en algunos bau-


tismos, bodas o funerales. Tampoco es una sesión de catecismo, ni si-
quiera para los adultos. Es verdad que lleva en sí una enseñanza o, al
menos, renueva lo que ya se sabe. Pero los fieles no escuchan la ho-
milía para aprender, en el sentido estricto de la palabra.

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8 ¿Por qué el Credo es un símbolo?

EL BUEN USO •— Individualmente ningún creyente puede decir que su fe es


la fe de toda la Iglesia. Es de la Iglesia, pero no es la Iglesia.
DEL SÍMBOLO DE LA FE En el Credo, se une su fe a la de todos los fieles y, en primer
lugar, a la fe de todos los que forman la asamblea-cuerpo de
Cristo, en la que se encuentra.
El Credo es el símbolo de la fe de una asamblea, el medio por
el que la diversidad de fieles expresa su fe común.
— Localmente, una asamblea hace presente a la Iglesia, sobre
todo si está reunida con el obispo pero no es la Iglesia católi-
ca universal. En el Credo, esta asamblea une su fe a la de las
- El Símbolo o profesión de fe en la celebración de la misa, tiende a otras Iglesias.
que todo el pueblo congregado responda a la Palabra de Dios que ha El Credo es el símbolo de la fe católica de todas las Iglesias lo-
sido anunciada en las lecturas de la Sagrada Escritura y expuesta por cales, el medio por el que se expresa la misma fe en las di-
medio de la homilía, y para que pronunciando la regla de la fe, con versas regiones y culturas.
la fórmula aprobada en el uso litúrgico, rememore los grandes mis- — Teologalmente, la fe es un don de Dios. Por el Credo, los fie-
terio de la fe y los confiese antes de comenzar su celebración euca- les se unen con Dios y expresan su fe en Aquel que se la ha
rística» [(OGMR, n°67 (43)]. otorgado.
Antes de hablar del «Símbolo», vamos a preguntarnos por qué Resumiendo, el Credo es un símbolo porque es un acto de comu-
la Iglesia utiliza esa palabra para expresar la más solemne profe- nión.
sión de fe.
En el lenguaje corriente, «símbolo» o «simbolismo» significa algo
que en sí no es real. La presencia simbólica de alguien en una asam-
blea significa que no está o no ha estado muy presente. Entonces, Las dificultades del Símbolo
¿qué se quiere decir con «el Símbolo de los Apóstoles» y el «Símbo-
lo Niceo-constantino»?
Es sabido que el Símbolo Niceno-constatinopolitano no se redactó en
un momento. Es consecuencia de un patrimonio de la Iglesia form.i
do por luchas, serios estudios teológicos y un deseo de ser rigurosos
¿Qué es un símbolo? en la expresión de la fe.
Pero la formulación filosófica-teológica del Símbolo Niceo-cons-
tantinopolitano plantea problemas hoy día, son inevitables, y no po-
La palabra procede del verbo griego sumballein, que significa unir, jun- demos soslayarlos. Se echa de menos que el Vaticano II no redactara
tar, reunir. El sumbolon designaba una pieza de barro cocido que dos un nuevo símbolo, pero ¡no lo ha hecho!
familias o dos ciudades rompían en dos pedazos y cada una guarda-
Es verdad que el Misal Romano de 1975 permite utilizar el Sím-
ba el suyo. Cuando se volvían a juntar esas dos mitades, se significa-
bolo de los Apóstoles, más abordable, y que en la Vigilia pascual y
ba que habría una ayuda mutua al poseedor del otro trozo, con el que
en el ritual del bautismo utilizan la triple confesión de fe. Sin em-
habían hecho un contrato o alianza. El símbolo es siempre como una
bargo, esto no debe excluir el conocimiento del Símbolo de Nicea.
parte de algo que sirve para reconocer la otra mitad que falta.

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Digámoslo con claridad, teniendo un conocimiento de lo que el
el Símbolo de la fe, algunos estribillos intercalados o algunos cantos 9
sustituyéndolo no tienen consistencia. Se podría, en rigor en un mo-
mento o en determinadas circunstancias precisas, cantar un canto EL BUEN USO DE
oportuno, pero sin que esto sirva como para remplazar el Símbolo.
Algunos cantos utilizados pueden ser un disfraz sentimental de la LA ORACIÓN UNIVERSAL
expresión de la fe que no es respetuoso con la Iglesia. ¿Canta el Dios
de Abr.ih.ín, de Moisés, de David, el Dios de Jesucristo? Puede ser...
, I l.iy que cantar a la vida? Ciertamente, pero cada cosa en su sitio.
I .ntonces, ¿hay que estar serio y triste para hacer la profesión de fe?
No, de ningún modo. Pero hay que saber que la fe que confesamos no
procede de nosotros y no vive sólo en nosotros. Tiene que poder unir-
se ii la de los otros creyentes, como un símbolo a su otra mitad.

Al restaurar la liturgia de la Palabra, la reforma litúrgica del Vatica-


no II no se ha limitado a aumentar el número de lecturas y a abrir un
abanico de posibilidades para su elección, ha querido especialmen-
te, que puedan proclamarse en las lenguas vernáculas. Ha restable-
cido también una estructura de diálogo. Así, la asamblea responde a
la palabra que recibe de Dios. La oración universal es la cumbre de
este diálogo que transforma en súplica esa Palabra.

Una función sacerdotal

«En la oración universal u oración de los fieles, el pueblo responde


de alguna manera a la palabra de Dios acogida en la fe y ejerciendo
su sacerdocio bautismal ofrece a Dios sus peticiones por la salvación
de todos» [OGMR, n° 69 (45)]. Esta frase dice mucho sobre la oración
litúrgica y también sobre lo que es la liturgia. Los fieles son aptos pa-
ra dar culto a Dios, culto de súplica, de ofrenda del sacrificio y de ac-
ción de gracias, porque están bautizados y por este sacramento, in-
corporados a Cristo sacerdote. Los fieles no están ahí sólo para ellos,
ni ruegan sólo por ellos, ni agradecen solamente por ellos. Suplican,
ofrecen, agradecen en nombre de toda la Iglesia, que delega en ellos,
para que ejerzan la función sacerdotal que les es propia, al servicio
de la humanidad. ¡Quién hubiera pensado que nuestra oración uni-
versal tiene tanto peso!

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Una función actualizadora que se dice es «por nosotros», «para que nosotros...». Y, ¿cómo pue-
de ser universal el «nosotros»? ¡Es ésta una función que no puede
ser egocéntrica!
Es hoy, y no en otras circunstancias, cuando se proclama esa palabra,
y no otra. Y nos preguntamos cómo incide en una categoría de per-
sonas que viven tal acontecimiento o están en tal situación. «Con-
viene que esta oración se haga normalmente en las misas a las que Una función que debe ejercerse
asiste el pueblo de modo que se eleven súplicas por la santa Iglesia,
por los ^ohernantes, por los que sufren alguna necesidad y por to-
dos los hombres y la salvación del mundo» [OGMR, n° 69 (33)]. ¡Es- Dicho esto, queda todavía mucho por hacer y por redactar. A las re-
!,i i-N un.i luiK'iún que no puede ser de ningún modo intemporal! flexiones precedentes se pueden añadir estas otras:
— No se ruega por ideas, sino por personas. No se pide por la li-
bertad, sino por los que están privados o por los que la quitan.
— Las intenciones cortas son siempre las mejores.
Una función de anuncio — Una sucesión de intenciones puede tener de oración sólo el
nombre.
No se reza nunca por lo que ya ha pasado. Esta evidencia nos re- — Las intenciones que presentan la revistas puedan ayudar, pe-
ciieráa que la Palabra de Dios, por muy alejada que esté de noso- ro siempre habrá que tener en cuenta Jas necesidades con-
tros en el tiempo, tiene siempre en el seno de la Iglesia un sentido cretas, mundiales y locales.
profético: anuncia la venida del Reino, y la homilía precisa dónde y — Orar compromete... aunque no se trate de «nosotros» en esa
cómo llega hoy. Este anuncio y su explicación se transformarán en oración.
oración común. La oración universal no es un examen de concien-
— La introducción a la oración universal y la conclusión las ha-
cia de la comunidad reunida, ni un análisis de los problemas loca-
ce el sacerdote; las intenciones, los fieles y los diáconos.
les o mundiales; es una oración para que el Reino de Dios crezca
allí donde ya está implantado y se implante donde aún no lo está. — La oración universal no se hará sin la preparación y la realiza-
Una oración que atañe a las realidades concretas del mundo que ción que harán el sacerdote y los fieles. Sin embargo, en la ac-
nos rodea. Una función de anuncio, que de ningún modo puede ser ción litúrgica, ya no es su oración, sino la de Aquel que «está
alarmista. siempre vivo para interceder por los hombres» (Hebreos 7,25).

Una función universal

La comunidad está reunida, pero, en primer lugar, no ruega por ella.


Al contrario, la oración universal realiza la función de hacer salir de
sí misma a la comunidad, presentándole otra mayor: la Iglesia uni-
versal, los gobernantes públicos, todos los necesitados [OGMR, n°
70 (46)]. Sólo cuando ha hecho esto, puede mirarse. A esto hay que
añadir que la verdadera oración de la asamblea es la oración euca-
rística: «Imploramos tu bondad sobre todos...». Y muchas veces lo

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inienlo no se realiza en el ofertorio; se expresa y se realiza en
10 la plegaria eucarística.
— Lógicamente, la reforma conciliar ha rehabilitado la plegaria
EL BUEN USO DE eucarística y ha dejado al ofertorio en su papel de «prepara-
ción de las ofrendas».
LA PREPARACIÓN
DE LAS OFRENDAS
Preparar las ofrendas

Es verdad que, a pesar de todo, queda en muchos una cierta nostal-


gia del ofertorio. Esto nos lleva a dos consideraciones y algunas pro-
puestas:
— Primera consideración: sólo pueden tener nostalgia del ofer-
torio los que no han captado la profundidad de la plegaria
¡Qué difícil es perder las costumbres! Hace más de veinte años que el eucarística. No se enriquecerán manteniendo la palabra
Misal Romano de Pablo VI reemplazó «el ofertorio» por «la prepara- «ofertorio», ni cargando su espiritualidad, sino procurando
ción de las ofrendas». Sin embargo, ¿qué decimos que sigue a la ora- ahondar en una catequesis mistagógica de la ofrenda del sa-
ción universal? crificio en la plegaria eucarística.
— Segunda consideración: la misa no es una imitación de la Ce-
na, sino que la actualiza, realizando el memorial del Señor.
Partir la hostia cuando se dicen las palabras de la consagra-
La cuestión del cambio ción, es del orden de la imitación, no del memorial, líl me-
morial reproduce ritualmente los gestos que hizo Cristo:
Si sólo se traíase de un juego de palabras no valdría la pena abor- • toma en sus manos el pan: preparación de las ofrendas;
darlo. Sin emlurgo, con ese cambio de nombre, la reforma litúrgica • da gracias: plegaria eucarística;
busca un cambio radical. • lo parte: fracción del pan;
— Durante los diez siglos que precedieron al Vaticano II, el «ca- • lo entrega: es la comunión.
non» de la misa se rezaba «en secreto»; sólo el prefacio y el fi- Así, la preparación de las ofrendas recobra, en la renovación litúr-
nal, Per omnia, se decían en voz alta. gica, la parte muy relevante del primer gesto de la misa, en respuesta
— Durante esos mismos siglos, el ofertorio se cargaba de ora- al mandato del Señor en la Cena: «Haced esto en memoria mía».
ciones privadas expresando la ofrenda del sacrificio y la in-
dignidad del celebrante.
— De tal modo que en los primeros ensayos de la restauración
litúrgica, para expresar la ofrenda de los fieles, se cargó aún
Algunas propuestas
más el ofertorio con «la muchedumbre inmensa de todos los
hombres...». Son simplemente, la aplicación de la OGMR, n° 73 (49).
— Pero, el único y gran ofrecimiento de la misa es el que hace — Preparar el altar. Un altar «vacío» señala la importancia de lo
Cristo de sí mismo al Padre y nos ofrece con Él. Este ofreci- que va a suceder en él. Se va a preparar dignamente, lo que

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va a recibir: el pan y el vino. Si ya tiene encima muchas co-
sas, puede no parecer «la mesa del banquete del Señor» (1 Co- 11
rintios 11,20).
— Además, la patena, o el copón y el cáliz, no deben estar en el EL BUEN USO
altar desde el comienzo de la misa, pues «se recomienda que
los fieles presenten el pan y el vino» [OGRM, n° 73 (49)]. In-
DEL PAN ÁCIMO
cluso en las iglesias pequeñas, se aconseja que estén a una
cierta distancia del altar para que la presentación por los fie-
les al sacerdote o al diácono que recibe esas ofrendas, tenga
un significado visible.
— Se pueden aportar otras ofrendas (dinero, dones materia-
les,,.), pero sólo deben ponerse sobre el altar el pan y el vino
para la eucaristía.
— Normalmente, las oraciones de la preparación las dice el sa-
cerdote en voz baja, antes de poner el pan y el vino en el altar, Se dice que Jesús tomó el pan, no se dice: el pan ácimo. ¿Por qué las
sobre todo si hay música o canto. Si no, se admite que se di- hostias son de pan ácimo y no con levadura?
gan esas oraciones en voz alta, pero con menos intensidad La práctica de emplear el pan ácimo nos ha llegado del judaismo,
que cuando se proclama la plegaria eucarística. pero su nombre procede del griego dzumé, que significa «levadura»
Estos dones de pan y vino que Dios nos da y le ofrecemos, se con- y, si al nombre precede la a, «privación». En hebreo, el pan sin leva-
vertirán en el cuerpo y sangre de Cristo. Y nosotros con El, le dare- dura se llama matza, que se utiliza casi siempre en plural: matzoth.
mos gracias. En la antigüedad, el pan ácimo formó parte de los ritos de las
fiestas de primavera. Simboliza la renovación completa de la natu-
raleza y su fruto será la cosecha reconocida y anunciada como un
bien que nos da el Creador. Cuando se establece la Pascua judía, es-
ta práctica del pueblo agrícola y sedentario se une a la de los pueblos
nómadas que, en esa misma época del año, ofrecen los corderos re-
cién nacidos para pedir la protección de Dios sobre el rebaño, cuan-
do inician la trashumancia. Por eso, el pan ácimo y el cordero son los
principales componentes de la cena pascual en la que los judíos con-
memoran su salida de Egipto.

La Cena y la Pascua

Surge la pregunta de si la Cena fue la comida de la Pascua. Sí, según


san Lucas (22,14-20), y esto es lo que ha recogido la liturgia y la men-
talidad común. Pero, según san Juan, no parece probable, pues dice
que el Viernes Santo era el día de la preparación de la Pascua (19,14).
Entonces, no hay constancia de que Jesús utilizase el pan ácimo pas-

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cual al instituir la eucaristía. Sea lo que sea, la tradición cristiana li-> I :• i muí h.is circunstancias: comunidades religiosas, asambleas
considerado siempre la eucaristía como alimento pascual; san Pablo parroquiales restringidas, reuniones de grupos o movimientos, el
llega a decir que «Cristo es nuestra Pascua» (1 Corintios 5,7). Esta fe Jueves Santo, etc. se podrá fácilmente elaborar una auténtica galleta
en el carácter pascual de la eucaristía es la que permite a la liturgia de pan ácimo. Damos la receta.
presentar antes de la comunión el pan consagrado y decir: «Este es el
cordero de Dios...», ¡y nosotros creemos que es el cuerpo de Cristo! Receta para unas cuarenta personas
— 150 gramos de harina; 20 gramos de aceite de oliva o de man-
tequilla, 3 gramos de sal.
De la Cena a la Misa — Bien amasado con agua tibia para obtener una pasta firme.
— Estirarla de modo que quede plana y con cierto grosor y se-
No está clara la cuestión de saber qué clase de pan se utilizó en las ñalar los pedazos en que se va a partir.
eucaristías de los primeros siglos. La mención del pan ácimo que ha- — Cocerla de 15 a 20 minutos, y poner al lado un recipiente con
ce Pablo en 1 Corintios, 5,6-9, puede ser la referencia a una práctica agua para que el vapor impida que el pan cocido se seque de-
o tal vez, una figura simbólica. En todo caso, se pasó muy pronto del masiado.
pan sin levadura al pan ordinario y hay constancia de las reclama- Se podría pensar que estos trabajos culinarios son despreciables
ciones que se hicieron en los siglos vm y ix, pidiendo el uso del pan al lado del misterio de la presencia real. Pero fue el mismo Señor el
ácimo. Todo esto dio lugar a una bonita y encendida discusión entre que escogió el pan, no nosotros. Es bueno respetar su voluntad de
cristianos griegos y latinos. dársenos como comida y que el gesto de la fracción del pan y el pan
Dejando aparte el significado pascual del pan ácimo, el hecho de compartido digan y hagan lo que El quiso que hiciésemos como me-
que el pan sin levadura se conserve mejor, que se guarde durante morial suyo.
cierto tiempo y que los cristianos no hagan ya la ofrenda de su pan,
ha dado ocasión para que el uso del pan ácimo se generalice en la
Iglesia latina a partir del siglo xi. Los Orientales conservan el uso del
pan con levadura.

Pan que sea pan

Con todo el respeto que merecen los que fabrican las hostias, hay que
reconocer que su producción mecánica no facilita el reconocimiento
del pan en ellas. Se hará todo lo posible para preferir las que son más
gruesas y doradas, porque las que son muy delgadas cuesta más que
parezcan y sepan a pan. Lo mismo, para que el gesto esencial de la
fracción recobre su sentido, se utilizarán preferentemente las hostias
grandes, que no están reservadas al sacerdote; incluso se pueden uti-
lizar muy grandes (15 cm o más), que parezcan una galleta grande
de pan ácimo.

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12 S.ni ( ipi i.nio de C '.írlago, un siglo después de san Justino, com-
bate a los nósticos que rehusan el vino y da una nueva interpreta-
ción: «Si alguien ofrece sólo el vino, no estamos nosotros en la sangre
EL BUEN USO de Cristo; si sólo se ofrece agua, es el pueblo el que está sin Cristo».
Con san Agustín, otro siglo después, se llegará a la fórmula del
DE LA GOTA DE AGUA «admirable intercambio»; tan bien expresada en la oración actual:
«Por el misterio de esta agua y vino, haznos partícipes de la divini-
dad de Aquel que se dignó participar de nuestra humanidad»; ora-
ción entresacada de la fiesta de Navidad (Oración colecta), es decir,
del misterio de la Encarnación.
Hay que añadir que la interpretación oriental es aún más cristo-
lógica. Pues en la mezcla del agua y el vino ve el símbolo de la unión
de la humanidad con la divinidad en la persona de Cristo Jesús, a no
ser que esto recuerde la «sangre y agua» (Juan 19,34) que brotaron
(¡Merece un capítulo de este libro una simple gota de agua vertida en del costado de Jesús en la cruz, herido por la lanza.
el cáliz, al preparar las ofrendas? El Ordo Missae, [OGMR, n° 75 (103)],
iüce que se acompañe de una fórmula en voz baja.
Tan insignificante como parezca es un gesto; algunos piensan
que podría suprimirse y, sin embargo, tiene un sentido profundo, Nuestra divinización
muy rico de contenido, y pide una reflexión.
Hasta aquí nos ha llevado esa gota de agua. Este gesto nos dice que
los fieles tienen derecho a una catequesis que una su fe con la acción
¿Por qué «un poco de agua»? litúrgica. Falta definir cuándo y cómo.
En las homilías del tiempo de Navidad (mejor que en ese día) se
puede ir haciendo alusión a este gesto de la eucaristía. Si además
En ninguno de los relatos de la institución de la eucaristía se men- se hace, como pide el Ordo Missae (Ordinario de la misa), la ofrenda
ciona el agua en la Cena, excepto para rebajar el efecto del vino, de- de los dones por los fieles —el pan, el vino, el agua—, bastará con re-
masiado fuerte para beberse puro. Jesús y sus discípulos segura- cordar su significado de vez en cuando, para que el sentido de este
mente lo hacían así y desde el año 150, san Justino precisa en su gesto lo comprendan y vivan todos.
primera Apología, en los capítulos 65 y 67, que cuando se terminan
San Atanasio decía de Cristo: «Se hizo hombre para divinizar-
las oraciones (lo que ahora es la oración universal), «los hermanos
nos». Este misterio no lo captaremos con razonamientos. Pero este
llevan al que preside pan y una copa de vino y agua mezclados».
gesto tan simple de una gota de agua en un poco de vino, cala hon-
do en nosotros.

Admirable intercambio

Pero esta costumbre que podríamos decir de origen dietético y de


moderación, muy pronto tendrá un significado místico, el único que
permanece hoy, no el que los vinos estén más rebajados.

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13 Una oración

EL BUEN USO DE LA Este texto de la [llegaría eucarística no es una narración ni una lec-
tura, aunque el sacerdote lo lea. Es una oración, es decir, una pala-
PLEGARIA EUCARÍSTICA bra pública que el sacerdote dirige, no a la asamblea, sino a Dios Pa-
dre en nombre de la asamblea.
El modo cómo el sacerdote proclame la oración y el modo cómo
la asamblea la escucha, deben ser significativos. La entonación for-
ma parte del acto.
El relato de la institución surge en medio de la plegaria eucarís-
tica, pero no para interrumpir la recitación, sino para cambiar el gi-
ro: ahora la recitación es en tercera persona y recuerda el acto fun-
damental del que procede la eucaristía que se está realizando. Con
La plegaria eucarística está en el corazón de la misa. No se va a tra- este cambio de género literario y también de tono, el relato de la ins-
tar aquí de sus orígenes ni de su sentido, sino sólo de los criterios que titución significa que:
han llevado a establecerla.
— La eucaristía no nos pertenece a nosotros ni al sacerdote (la
palabra «cuerpo» no es, evidentemente, el cuerpo del que la
pronuncia).
Una acción — La acción de gracias que incluye este relato es la de Cristo. Se
hace nuestra porque Cristo la une a la suya, haciendo pre-
sente entre nosotros su Cuerpo y su Sangre derramada, en el
La plegaria eucarística es un acto, una acción, más que un texto: eu- pan y el vino consagrados.
caristía significa acción de gracias. Esta acción es uno de los cuatro Por esto, la Iglesia reserva la plegaria eucarística al sacerdote; pe-
actos que Jesús realiza en la Cena, expresados por los cuatro verbos ro el verdadero presidente de la eucaristía no es el sacerdote, es Cristo.
del relato de la Institución: tomó el pan (preparación de dones); dio No obstante es normal que la acción de gracias de Cristo a su Padre
gracias (plegaria eucarística), lo partió (fracción del pan) y lo entre- se proclame en la asamblea por el que está ordenado sacramental-
gó (comunión). La plegaria eucarística y principalmente el relato de mente para representarlo como «cabeza del cuerpo de la Iglesia»
la consagración incluido en ella, no es sólo una acción del sacerdote, (Colosenses 1,18).
aunque como presidente le corresponda en su ministerio, sino tam-
bién de toda la asamblea. Es la asamblea la que da gracias, ofrece, co-
mo lo prueba el hecho de que esta plegaria eucarística esté redacta-
da en primera persona del plural: «Nosotros te presentamos... te Elección del texto
ofrecemos...». La Ordenación General del Misal Romano (n° 79, (62), lo
dice así:
Disponemos de varias plegarias eucarísticas. Cada una tiene sus par-
«La Iglesia pretende que los fieles no sólo ofrezcan la víctima in- ticularidades, las cuales deben ser conocidas por los sacerdotes y
maculada, sino que aprendan a ofrecerse a sí mismos». también por los equipos de liturgia, de modo que al preparar una
misa sepan elegir lo que más conviene. El Misal tiene también un
buen número de prefacios y algunos textos añadidos en ciertas cir-
cunstancias, tales como: «En este primer día de la semana».

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Se comprende que los fieles pueden escoger entre las plegarias
eucarísticas, pero después de haber discernido su elección.
14
EL BUEN USO
Participación de la Asamblea DE LA ANAMNESIS

Es verdad que la participación de la asamblea en la plegaria euca-


rística parece débil si se tiene en cuenta el largo monólogo del sa-
cerdote, siendo la asamblea el sujeto propio de la acción. No olvi-
demos, sin embargo, que gracias al diálogo antes del prefacio, nada
comienza si ella no ha dado su consentimiento: «En verdad es justo
y bueno...», y, gracias al amén del final, la acción de gracias termi-
na con su ratificación. Algunas plegarias eucarísticas incluyen ala-
«Haced esto en memoria mía».
banzas o bendiciones, invocaciones (epíclesis) al Espíritu Santo:
«Ven Espíritu...», o cortas intervenciones contemplativas en la con- Todos los creyentes sienten confusamente que esa palabra, que tie-
sagración: «Cuerpo de Cristo entregado por nosotros», y repeticio- ne más de veinte siglos, es al mismo tiempo muy actual. Es el eje al-
nes de intercesión: «Acuérdate...». rededor del cual giran los componentes de la eucaristía y de toda la
Pero sobre todo, que sea la asamblea la que cante el Sanctus y vida de fe: «¡Es grande el misterio de la fe!».
aclame a Cristo que vino, viene y vendrá. Cada domingo, millones
de mujeres y hombres se sobrecogen ante la inconmensurable ma-
jestad de Dios y lo aclaman cantando «Santo, Santo, Santo...».
En memoria

Esta palabra procede del griego anamnesis, que traduce la del hebreo
zikkaron.
¿Qué significado tenía antes de Jesús? y ¿qué ha querido decir-
nos al emplearla?
Por primera vez aparece en la Biblia a propósito de la revelación
de Dios a Moisés en el episodio de la zarza ardiente: «Este es mi
nombre para siempre; es el memorial (zikkaron) por el que seré invo-
cado de generación en generación» (Éxodo 3,15). Y unos capítulos
más adelante, en la institución de la fiesta de la Pascua: «Este será un
día memorable (zikkaron) para vosotros» (Éxodo 12,14).
Hacer memoria es, pues, un acto cultual que se apoya en un he-
cho pasado (zarza ardiente, salida de Egipto, institución de la euca-
ristía en la Cena), para celebrar su actualidad e incluso su actualiza-
ción en el caso de la Pascua y de la eucaristía, al mismo tiempo que
anuncia su futuro. Sin emplear esa palabra, san Pablo expresa per-

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fectamente su contenido en la primera carta a los Corintios: «Cada encendidas, así como hombres que esperan a su señor...» (Lucas
vez que coméis este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte 12,35-48).
del Señor hasta que venga» (1 Corintios 11,26).
Evidentemente no hay aquí ningún atisbo de debilidad de la fe
en la presencia de Jesús resucitado en la eucaristía. Se trata, por el
contrario, de engrandecerla. En la eucaristía se nos da su presencia
La paradoja de la anamnesis de modo oculto. Contentarse sólo con eso, reduciría el alcance de
nuestra fe, de la promesa del Señor que «volverá en su gloria», y abre
nuestra fe a la plenitud: «Ahora vemos como en un espejo, en enig-
!;.stíi os la paradoja: el Señor acaba de hacerse presente en el pan y el ma, lo que entonces veremos cara a cara» (1 Corintios 13,12).
vino consagrados. Apenas han pasado treinta segundos, y la liturgia
La dinámica de la fe hace de nuestra vida una marcha en pos de
nos hace decir: ¡Ven, Señor Jesús! Si ya está aquí, ¿por qué pedirle
Cristo, y en ella, la eucaristía es siempre el viático. La anamnesis la
que venga?
anuncia y la celebra.
Esta paradoja es tan chocante que viene la tentación de supri-
mirla, y es lo que hacen muchos cantos que, desgraciadamente, sin «¡Maraña tha! Ven, Señor Jesús!» (Apocalipsis 22,20).
pensar, se utilizan en este instante de la misa pero que no tienen na-
da que ver con la anamnesis ni con aquello que ella revela y celebra.
Se piensa que no se trata nada más que de una aclamación o de
un canto de alabanza. Se piensa que no se trata nada más que de re-
cuerdo y de un toque de atención y se canta: «Acuérdate de Jesucris-
to». Sin embargo, eliminando la paradoja, toda la dinámica de la fe se
borra. La anamnesis litúrgica se apoya en el pasado: «Anunciamos tu
muerte», para inmediatamente proclamar el presente: «Proclamamos
tu resurrección». Y evocamos el futuro: «Ven, Señor Jesús».
¿Por qué este canto habla de Cristo en lugar de hablar a Cristo que
está presente? Las tres dimensiones están presentes en él y son vivi-
das en un momento. Hay falsas aclamaciones de anamnesis que no
son nada más que cantos muy laudables, pero que no tienen aquí su
sitio propio.

La dinámica de la fe

«Porque nuestra salvación es en esperanza, y una esperanza que no


se ve, no es esperanza, pues, ¿cómo es posible esperar una cosa que
no se ve? Pero esperar lo que no vemos es aguardar con perseveran-
cia» (Romanos 8,24). Esta es la dinámica de la fe: esperar con una es-
pera activa. San Lucas lo dice con fuerza, recordando las palabras so-
bre la vigilancia: «Estén ceñidos vuestro lomos y vuestras lámparas

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15 La doxología

EL BUEN USO Una de las buenas ideas del Vaticano II ha sido la introducción de la
doxología (palabras para glorificar) «tuyo es el Reino, tuyo el poder
DEL PADRENUESTRO y la gloria...». Esta aclamación procede de las liturgias orientales,
que a su vez la tomaron del himno de los veinticuatro ancianos del
Apocalipsis (4,11). No viene, como algunos pretenden, de la confe-
sión protestante, aunque ellos la utilizaran antes que los católicos.

Recitado o cantado
Inspir.ulo en el Qaddish de la liturgia judía, el Padrenuestro es la ora- Los dos modos están admitidos y cada uno tiene sus ventajas. El Pa-
«ion i nstiiina más venerable e irreemplazable, es la oración del Se- drenuestro recitado puede reforzar la unanimidad de todos los miem-
ñor. No se trata aquí de comentarla, sino de reflexionar sobre el lu- bros de la asamblea, pues los que no cantan o no conocen la melodía,
gar que ocupa en la misa. pueden unirse a todos. Además, no cabe duda de que esta oración, re-
citada por todos, alcanza una expresión y una belleza notables.
Pero cantar comunitariamente el Padrenuestro tiene una fuerza y
El lugar una belleza aún más admirables. Hay en el repertorio musical melo-
días suaves, muy armoniosas, que expresan la asombrosa paradoja
de exteriorizar lo que está interiorizado, y expresan admirablemen-
La plegaria eucarística termina con el Amén de los fieles. Se entra te la contemplación. Existen otras melodías, más rápidas, que le gus-
ahora en los ritos para la comunión y los inicia el Padrenuestro. Poder tan a los niños, con un estilo musical más ligero, pero que no pare-
llamar a Dios «Padre nuestro», es el primer fruto de la acción de gra- cen muy a propósito para el carácter orante y filial de esta oración
cias de Cristo a su Padre y el primer beneficio que nos trae la Nueva del Señor. De todos modos, no se trata de saber si esta melodía gus-
Alianza realizada por el Hijo ya presente entre nosotros bajo las apa- ta más o menos, sino de qué pide la liturgia en esa celebración.
riencias de pan y vino consagrados.
Nos dice el Señor: «Cuando recéis, decid...» (Mateo 6,9). Las pa-
labras del Padrenuestro son ya una comunión teologal que une a los
cristianos de la asamblea con el que por su sacrificio y su Alianza ha El Padrenuestro dicho por todos
hecho de ellos lo que también es Él: hijos de Dios, y pueden llamar-
lo como Él lo llama: Padre. La comunión es el «nuestro», no el de los Es muy conveniente que estas dos palabras, «Padre» y «nuestro»,
fieles entre sí, sino que es «nuestro» con Cristo incorporándonos a sean pronunciadas por toda la asamblea, no sólo por el sacerdote. Des-
Él. graciadamente, muchas veces el sacerdote, al invitar a la asamblea a
rezarlo, las une a la invitación y a la asamblea sólo le queda seguirle.
Hay un modo de invitar y sobre todo de pronunciar las últimas
palabras, «nos atrevemos a decir...», seguidas de una pausa, que in-
vita a la asamblea a decir: Padre nuestro.

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Las manos elevadas
16
Desde el Vaticano II, toda la asamblea, y no sólo el sacerdote, recita el
Padrenuestro, que también se puede acompañar de la elevación de las
EL BUEN USO DE
manos de todos. No está incluido en las rúbricas, pero no está prohibi- LOS RITOS DE COMUNIÓN
do y es un bonito gesto. Incluso el sacerdote puede invitar a la asam-
blea «a decir confiadamente y levantando las manos la oración que..».
Así, la unanimidad de corazones no sólo se manifiesta con la voz, sino
también con la actitud del cuerpo, «el cuerpo de Cristo» orando a su
Padre.

Después de la preparación de los dones y de la plegaria eucarística,


la eucaristía alcanza su cima con los ritos de comunión. Estos ritos
no plantean ninguna dificultad, pero hay algunos puntos que pue-
den ser revisados para mejorar la celebración.

El gesto de la paz

Es un gesto tradicional que acompaña a la eucaristía desde hace si-


glos. Algunos sólo ven en él un saludo de compromiso o un deseo
de paz utópico o superficial. Cuando se piensa así, se olvida que la
paz que nos deseamos no es la que podemos dar nosotros, sino la del
Señor, que nos la ofrece y que nosotros compartimos. Este enfoque
lo ¡cambia todo! Pero, sin duda, será bueno recordarlo de vez en
cuando a los fieles. Tal vez se podría dar la paz con las dos manos,
de un modo diferente al saludo habitual.

La fracción del pan

Este fue uno de los primeros nombres que se le dio a la misa (cfr. el
episodio de los discípulos de Emaús en Lucas 24,30 y la descripción
de la primera comunidad cristiana en Hechos 2,42). Pero, hoy, si la
misa no tuviera nombre, ¿se la llamaría «fracción del pan»? Este ges-

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to, tan carai lerístico de la liturgia familiar judía y de la práctica ilc distribtiye el ( uci | >< u le Cristo a los que están con él en el altar y lue-
Jesús con sus discípulos, este gesto esencial de la Cena y menciona- go a otros líeles. I isla es también la razón por la que, mostrando un
do en todas las plegarias eucarísticas, desgraciadamente ha perdido trozo de pan, y no un cordero, el sacerdote dice a la asamblea: «Este
mucho de su fuerza y sentido, sobre todo con la utilización de hostias es el Cordero de Dios».
pequeñas. Sin embargo, es constitutivo de la eucaristía donde Cris-
«Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado» (1 Corintios 5,7).
to rompe su cuerpo para que compartamos su vida, como fue roto
en la cruz de modo físico y sangrante. ¿Cómo se podrá comprender y vivir este misterio por la asam-
blea, si en alguna ocasión (lectura bíblica, homilía) no se comenta?
¿Cómo volver a darle profundidad a este gesto?
— Utilizando al máximo hostias grandes que necesiten un mí-
nimo de fracciones.
Dichosos los invitados
— No utilizar para la plegaria eucarística más que un solo co-
pón, y repartir las hostias en otros más pequeños, que sirvan No es raro oír la fórmula del Misal: «Dichosos los invitados a la me-
para dar la comunión en varios puntos de la iglesia. sa del Señor», cambiada por: «Dichosos somos por ser invitados...».
— Por parte del sacerdote que preside, sería una mala interpre- Se comprende la preocupación pastoral de acercar más la liturgia a
tación de este gesto partir la hostia grande durante la consa- los fieles. Pero, sin querer, se reduce considerablemente el alcance de
gración al mismo tiempo que dice «lo partió», porque la mi- la frase. Dos textos del Nuevo Testamento están en su origen: «Di-
sa no es un mimo, sino un memorial actual de un sacrificio: el chosos los invitados a la Cena del Cordero» (Apocalipsis 19,9) y la
sacrificio que Cristo no cesa de ofrecer de su vida al Padre. parábola de los invitados reemplazados por gente pobre, en Lucas
14,15-24: «Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios». (La pa-
rábola del festín de bodas, en Mateo 22,1-10, es paralela pero no con-
tiene la frase citada.)
Cordero de Dios En ambos casos, se trata de una invitación muy amplia: «Una
multitud inmensa», dice el Apocalipsis; a «los pobres, los lisiados,
los ciegos y los cojos», alude san Lucas, ya que los verdaderos invi-
Es una expresión que cuestiona. Algunos piensan que no correspon-
tados declinaron la invitación.
de con la cultura contemporánea y reemplazan Cordero de Dios por
un canto. Pero, si se elimina la expresión y la cuestión que plantea, Esto significa que la fórmula del Misal no concierne sólo a la
se elimina también la posibilidad de dar una explicación y, por lo asamblea. Tiene un sentido de fe que va más allá de la asamblea vi-
tanto, la comprehensión del acto por el que Cristo nos da la vida. sible, y también de la invisible, la Iglesia, y revela a los que van a co-
mulgar que no son ellos solos los invitados; también lo son el pobre
Porque su sacrificio cruento en la cruz es único (Hebreos 7,27),
que está a la puerta de la iglesia, el anticlerical que vive en la plaza,
Cristo quiere ofrecer su beneficio en todos los tiempos y reemplaza
los jóvenes, niños, adultos y mayores que asisten a la misa, aunque
el cordero pascual por aquello que se comía con él: pan ácimo y vino. hayan dejado de practicar, toda la humanidad está invitada a parti-
Y, porque ese único sacrificio cruento fue perfecto, ni una sola gota cipar en el festín eterno del Reino.
de sangre ni de hombre ni de animal debe derramarse después.
Cuando las palabras «comunión» y «misión» están precisando
Por esta razón, cuando decimos o cantamos Cordero de Dios, no
las orientaciones pastorales, la fórmula: «Dichosos los invitados a la
inmolando un cordero, sino que se parte el pan consagrado. El sa-
mesa del Señor», tiene un gran contenido y nunca será oportuno re-
cerdote que preside no se detiene: como sucede en el Gloria y en Sanc-
ducir su alcance, aún menos en el día de hoy.
tus, sino al contrario: mientras se dicen esas palabras, él parte la Hos-
tia grande, pone las pequeñas en los copones para la comunión y

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Los ministros extraordinarios de la comunión Conferencias Episcopales el poder pedir permiso para distribuir la Sa-
grada Comunión a los fieles en la mano.La Conferencia Episcopal Es-
pañola elevó la petición el 23 de Enero de 1976. La Congregación para
El sacerdote celebrante puede pedirle a uno o varios laicos que le el Culto Divino otorgó dicha autorización el 12 de Febrero de 1976 con
ayuden a distribuir la comunión. Conviene precisar algunos puntos: esta respuesta: «Concedemos a España la práctica de poner el Pan con-
— Los que van a ayudar deben saberlo de antemano. Repartir sagrado en la mano de los fieles conforme a las normas de la Instruc-
la comunión es tarea normal del sacerdote; para el laico, es ción: Modo de administrar la Santa Comunión (A.A.S. 1969). Esta es la nor-
una acción extraordinaria y que deja huella, incluso cuando ma que adopta la OGMR (n° 161). Los fieles son completamente libres
se hace de vez en cuando, por eso es necesario que se prepa- de elegir. Dicho esto, es bueno recordar de vez en cuando, la legitimi-
re espiritualmente. dad de las dos modalidades, sobre todo para los cristianos de las ge-
— Sin que sea algo sistemático, sería bueno que el lector que ha neraciones posteriores al Vaticano II. Se les puede explicar que la co-
ofrecido el pan de vida que ofrece la mesa de la palabra de munión en la boca no se generalizó en la Iglesia Occidental hasta el
Dios, distribuya también el pan del Cuerpo de Cristo (cfr. Va- siglo x o el XI. Un liturgista decía maliciosamente que «hoy, los verda-
ticano II, Constitución dogmática de la Revelación divina, Dei deros conservadores son los que comulgan en la mano».
Verbum, n° 21).
El Misal Romano dice que los ministros extraordinarios de la co-
munión reciben la bendición del celebrante al terminar la invocación Bajo las dos especies
del Cordero de Dios. Esto quiere decir varias cosas:
— Hay una bendición para los ministros extraordinarios de la
Los principios dogmáticos establecidos por el Concilio de Trento si-
comunión. ¿Por qué casi nunca se da esa bendición? Sería el
guen en pie (especialmente aquellos sobre el pleno valor de la comu-
modo de confirmarle oficialmente en esa función, sea cual sea
nión donde la eucaristía es recibida bajo la especie de pan nada más).
su sentimiento de indignidad. Respecto a la asamblea, mani- La constitución sobre la liturgia, Sacrosanctum Concilium (n° 55) abo-
festaría que no se trata ni de un honor ni de un privilegio, si- gaba por el restablecimiento de la comunión bajo las dos especies. La
no sencillamente de un ministerio, es decir, de un servicio. OGMR (n° 281) reconoce que «la comunión tiene una expresión más
— Si el ministro recibe esta bendición después del Cordero de plena por razón el signo cuando se hace bajo las dos especies».
Dios, es que está cerca del altar, no llega de improviso cuan-
Si es así, ¿por qué ocurre que se lleve a la práctica tan pocas ve-
do el sacerdote deja el altar para distribuir la comunión. El ces? Si algunas razones prácticas impiden su frecuencia, al menos
momento de acercarse al altar se sitúa entre el Amén de la podrían participar de las dos especies los que realizan un ministerio
plegaria eucarística y la monición de introducción del Padre- o una función litúrgica en la misa: lectores, animadores del canto, los
nuestro, cuando va a comenzar el rito de la comunión. que ofrecen los dones, etc.
— En fin, el Misal precisa que sacerdote y ministros comulguen
al mismo tiempo y antes de iniciar la distribución de la co-
munión, a ser posible, bajo las dos especies.
Bebiendo del cáliz o mojando

La comunión por intinción (mojar una parte de la hostia en el cáliz)


Comunión, ¿en la boca o en la mano? es una forma legítima de comunión bajo las dos especies [OGMR,
nn.85,281-287 (200.246.247)].
Según la Instrucción Memoriale Dominum promulgada por la Congre- Si se adopta esta modalidad de la comunión por supuestas razo-
gación para el Culto Divino (del 29 de Mayo de 1969) se concedía a las nes de higiene, habrá que dudar de las consecuencias desagradables

-90- -91-
que podían tener en algunos enfermos pensando que son responsa-
bles de esa práctica. (Esto no concierne a los portadores de sida, pues
no se transmite por la saliva.)
17
Hay que recordar que, sobre todo bebiendo del cáliz en la comu- EL BUEN USO
nión, se realiza más perfectamente la plenitud del signo eucarístico y
la respuesta al mandamiento del Señor: «Tomad y bebed».
DE LA COMUNIÓN
En todo caso, el sacerdote celebrante, debe beber la sangre de A LOS ENFERMOS
Cristo [OC.MR, n° 268 y 284 (116)] y sería deseable que los celebran-
tes hicieran lo mismo.

Recibir o servirse

I •• I reí ucnle que, en la misa con grupos pequeños, los participantes


••<• p.isen unos a oíros el copón con las hostias consagradas y se sirvan San Justino, en el año 150, hace la primera descripción de las misa en
• líos mismos. su primera Apología, n" 67, y señala que «por el ministerio de los diá-
I'ara respetar aún más lo que hizo Jesús en la Cena —tomó el conos, se lleva a los ausentes, su parte» (es decir, una parte de los ali-
pan, lo partió, lo dio—, sería preferible que, incluso en los pequeños mentos consagrados).
grupos, un ministro pasara ante cada uno de los asistentes, dándole El Ritual de los sacramentos para enfermos señala la importancia de
el Cuerpo de Cristo. esta acción:

«Llevar la comunión a un enfermo es un gesto de fe y una ayuda


fraterna de la comunidad eucarística con sus miembros ausentes:
Adoración un miembro de la asamblea eucarística sacerdote o laico, lleva al
que no puede participar, el consuelo de la Palabra y el pan o el vi-
Algunos sacerdotes estiman que la adoración eucarística es escasa no eucarístico compartido en la asamblea. De este modo, el enfer-
en la misa y tienen la costumbre de dejar un tiempo de silencio des- mo queda unido a esa asamblea y sostenido con ese gesto de fra-
pués de la genuflexión que sigue a la elevación. Sin hacer una valo- ternidad cristiana».
ración de conciencia a este respecto, no parece que sea este el mo-
mento de hacer ese silencio. La oración eucarística es un todo que no Muchos cristianos lo han entendido así, especialmente los que se
tiene pausas, ni siquiera piadosas, y que, además, es la más sublime dedican a la pastoral de la salud. Pero hay que reconocer que esa
de las adoraciones pues nos introduce en la acción misma de Cristo práctica no esta tan generalizada como se desearía.
por la que rendimos a Dios gracias por las recibidas de El. La comunión a los enfermos puede llevarla cualquiera y en cual-
No es necesario precisar que no hay acto más verdadero de ado- quier momento. La primera razón de la Reserva eucarística es ésta.
ración que el de la comunión, pues consiste en «llevar en la boca» (ad Aquí vamos a tratar de lo que se deriva de la misa del domingo, ha-
os = adorare) el cuerpo del Verbo hecho carne. Por eso, no puede ha- ciendo alusión:
ber ningún momento más «adorador» que el silencio que sigue a la — al Misal,
comunión, pues se lleva en la boca a Aquel que sólo El merece nues- — al Ritual de los sacramentos para los enfermos,
tra adoración. — al Ritual de la eucaristía fuera de la misa.

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La eucaristía confiada a quien va a llevarla d.irles qur l.i comunión de los enfermos es un acto litúrgico
de l,i comunidad local y que el que se la lleva cumple un mi-
nisterio. Por tanto, no debe dar la primacía a la imagen de la
La persona que llevará la comunión al enfermo, si está participando televisión ni dejarle al enfermo la eucaristía para que él mis-
en la celebración eucarística, cuando se acerca a comulgar puede pe- mo se dé la comunión en ese momento televisivo. Forma par-
dir al que distribuye la comunión una hostia suplementaria. Pero te del signo sacramental de la eucaristía que se entregue y se
hay otra modalidad más comunitaria y más litúrgica: después del reciba.
gesto de la paz, o mejor aún, entre el amén de la plegaria eucarística
y l.i monición del Padrenuestro, el sacerdote que preside invita a subir Todos, visitantes y enfermos, se atendrán al Ritual de la eucaristía
fuera de la misa, que cita la Instrucción sobre el misterio eucarístico
,il aliar a los que van a llevar la eucaristía a los enfermos al finalizar
del papa Pablo VI:
1.1 misa. El Misal da opción a dos fórmulas para bendecir y enviar a
los portadores de la comunión. Por supuesto, pueden comulgar ba- «Se enseñará cuidadosamente a los fieles esto que sigue a conti-
jo las dos especies. nuación: incluso cuando se comulga fuera de la celebración de la
Esta modalidad es preferible, pues se considera como un acto li- misa, se unen íntimamente al sacrificio que perpetúa el de la cruz;
Uirgico que concierne a toda la asamblea y no sólo a uno de los participan en ese banquete sagrado en el que, por la comunión del
miembros que actúa individualmente. Supone que el sacerdote cele- cuerpo y sangre del Señor, todo el pueblo de Dios participa de los
brante esté al tanto y pueda pedir a la asamblea —en la oración uni- beneficios del sacrificio pascual, renueva el sello de la Nueva
versal o en la plegaria eucarística— que rece por los enfermos: «Es- Alianza hecha por Dios con los hombres, una vez por todas, con la
sangre de Cristo. Este banquete eucarístico, en fe y esperanza, pre-
pecialmente por los enfermos de la parroquia...». figura y anticipa el banquete escatológico en el Reino del Padre,
Algunas asambleas, para marcar más el carácter comunitario de es- anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva».
te gesto, han llagado a situarlo entre la bendición y el envío, o, mejor,
entre el Amén de la oración después de la comunión y la bendición. Es útil recordar, ya que muchos no lo conocen, que hay un Ritual
de la eucaristía fuera de la misa compuesto de cuatro capítulos:
1. Rito ordinario de la comunión en una celebración comunita-
ria sin misa.
Algunas puntualizaciones prácticas
2. La comunión y el viático llevados a los enfermos por un mi-
nistro extraordinario (alguien que no es el sacerdote).
— El Ritual de los sacramentos para los enfermos (n° 31) dice que se 3. Diferentes formas de culto a la eucaristía:
llevará la eucaristía en un portaviáticos o de algún otro mo- — exposición del Santísimo Sacramento;
do apropiado. El portaviáticos es el medio más sencillo y más — procesiones eucarísticas;
significativo. Si no lo hay, se puede emplear una cajita sin na- — congresos eucarísticos.
da grabado o un sencillo pañuelo nuevo y bien doblado.
4. Anexo (referencias bíblicas, oraciones, cantos, etc.).
— Si el estado del enfermo le impide tomar algo sólido, se le
Hay folletos y páginas en algunos misales de los fieles que pre-
puede dar la eucaristía sólo bajo la especie de vino. Se tendrá
sentan materiales para el laico que lleva la comunión, con el fin de
aún más cuidado con la dignidad del envase que se utilice.
que pueda hacer de este servicio una acción litúrgica. Pero los ele-
— Las personas que están junto al enfermo (familia, enferme- mentos que se aportan están seleccionados entre otros más, y faltan
ras, etc.) pueden comulgar con él. Pero el que lleva la comu- los textos de presentación y las notas pastorales. Es de suma impor-
nión y la ha recibido ya en la misa, no lo hace otra vez. tancia que todo esto se sepa para que se capte bien el sentido, el con-
— Es normal que algunos enfermos quieran comulgar en el mo- tenido y el modo de realizar cada acción.
mento en que se hace en la misa televisada. Habrá que recor-

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No decimos que cada fiel tenga el Ritual. Es conveniente que el — Se concluye con la bendición: «La bendición de Dios todopo-
capellán del hospital y el de la clínica tenga el Ritual y que las parro- deroso. ..». Se le puede añadir un Avemaria o, si es posible, un
quias puedan ponerlo a disposición del que lo necesite, así como que canto.
organicen encuentros para reflexionar sobre su contenido y los dife-
Señalar que la fórmula de la bendición, como la petición de
rentes modos de realizarlos.
perdón arriba mencionada, es la fórmula oficial. Si es un se-
glar el que la realiza pasa del «vosotros» al «nosotros».

Dentro de casa
El rito breve
Al principio del capítulo se han presentado las reglas generales pa-
ra líi comunión de los enfermos y cómo se actúa en las misas con al- Se compone solamente del saludo, las fórmulas: «Dichosos los lla-
guien que va a llevarles la comunión. mados...», «Señor no soy digno...» y la comunión.
Vamos a ver ahora, cómo se desarrolla este acto en una habita- Tiene lugar:
ción de la casa o del hospital.
— cuando la persona que lleva la comunión lo hace a varios en-
Ante todo, debe haber un mínimo de orden y limpieza. Sobre una fermos;
mesa, cubierta con un mantel, habrá un crucifijo y una vela y, si se pue- — cuando el enfermo está cansado;
de, también unas flores. En esa mesa se deposita el portaviático.
— cuando el entorno, por ejemplo en un hospital, pide discreción.
La celebración (dice el Ritual que se trata de una celebración) se
En fin, sería bueno reunir de vez en cuando a las personas que
realiza del modo siguiente:
realizan el servicio de llevar la comunión a los enfermos, para que com-
— Entrada: saludo afectuoso al enfermo y a los que están con él; partan sus dificultades, sus alegrías, formulen preguntas y comple-
por ejemplo: «Paz a esta casa y a todos los que viven en ella». ten su formación.
— Preparación penitencial compuesta por una invitación a la pe-
nitencia, el elemento penitencial (las tres invocaciones de la mi-
sa: «Tú que has sido enviado...» u otra fórmula inspirada en és-
ta, o el Yo confieso, o un acto de contrición, etc.) y la oración del
perdón: «Dios todopoderoso tenga misericordia...».
— La Palabra de Dios: puede ser la de la liturgia del día o la que
se estime más conveniente para el enfermo, teniendo en
cuenta su situación.
— La oración común: puede ser la oración universal de la litur-
gia del día o la oración inspirada que se acomode a las cir-
cunstancias del enfermo.
— La comunión: se compone de la recitación del Padrenuestro,
la fórmula: «Dichosos los invitados...», el don de la eucaris-
tía al enfermo según el modo que convenga de acuerdo con
su estado de salud (en la mano, en la lengua, bajo la especie
de vino consagrado) y una oración de acción de gracias.

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18 Las bendiciones solemnes

EL BUEN USO DE LOS La preocupación por registrar las páginas del Misal en el último mo-
mento, puede hacer que se olvide que hay distintas fórmulas de ben-
RITOS DE CONCLUSIÓN diciones solemnes, no sólo para las fiestas mayores del año, sino tam-
bién para todos los domingos del Tiempo ordinario, fiestas del
Santoral, funerales y misas rituales con ocasión del bautismo, con-
firmación, bodas y profesión religiosa. Las que se refieren a los sa-
cramentos pueden utilizarse aunque no se celebre el sacramento du-
rante una misa.
Las bendiciones solemnes de las fiestas están incluidas en el for-
mulario de la misa, pero resulta difícil olvidarlas. Pero las del Tiem-
po ordinario y las del Santoral están reunidas en el Misal del altar,
I liui voz realizado todo lo esencial de la misa, sólo queda despedir a después de los prefacios, de manera que corren el riesgo de que se
l.i asamblea. Es costumbre al terminar toda reunión, es ley humana queden ahí, sin emplearse.
y cristiana, dar la despedida. No se dice que haya que utilizarlas todos los domingos, pero sí
En estos ritos se comienza por el saludo y se termina con el en- hay muchas ocasiones en la vida de la comunidad en que se celebra
vío. Entre los dos momentos, se da la bendición. ¿Merece esto todo un acontecimiento notable, que coincide con un domingo del Tiem-
un capítulo? po ordinario (misa de apertura, fiesta parroquial, profesión de fe,
etc.), y merecen solemnizarse.
Se dice que el texto de algunas bendiciones no facilita el Amén de
los fieles. Es verdad, pero no hace falta que cada frase se termine con
Los anuncios «por los siglos de los siglos». Esta dificultad no existe si se cantan, lo
que sería muy acertado. Si el sacerdote es el que proclama, emplea-
No forman parte del rito de conclusión pero la OGMR no los ha ol- rá un tono de voz apropiado al final de cada frase o un pequeño ges-
vidado. Precisa en el n° 90 (123) que se sitúan después de la ora- to con la mano, que invite a la respuesta. La bendición va precedida
ción de la postcomunión. Es una costumbre aceptada en nuestras de una monición, que puede hacerla el diácono y que invita a los fie-
celebraciones y los da el sacerdote o el diácono. He aquí algunas les a inclinar la cabeza. Para una asamblea, es una bonita manera de
precisiones. unirse a la oración no sólo por la fe, sino también con el cuerpo, que
reconoce aquí al Invisible. Dios, «dice bien», bendice a su pueblo an-
— Se procurará no dar los anuncios delante del ambón o desde
tes de que se disperse.
el altar. Es un acto sencillo, típico de una función ministerial.
Si es el sacerdote el que los da, lo hará fuera de la presidencia,
pues no son ni Palabra de Dios ni alabanza eucarística.
— Aunque en primer término atañen al sacerdote o al diácono, Las oraciones sobre el pueblo
no cabe duda de que el anuncio de tal o cual reunión o acti-
vidad tendrá más fuerza si lo exponen los interesados. Es na-
tural que, en una asamblea que quiere mostrar el auténtico En el Misal, después del texto de las bendiciones solemnes, están las
rostro de la Iglesia, la vida de la comunidad local se haga vi- oraciones por el pueblo. No son una oración más, sino algo así como
sible en la responsabilidad de sus distintos miembros.

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una ampliación de la bendición que la ha precedido. Es evidente que,
si se utilizan, no se dará la bendición solemne.
Terminada la misa, todos se van. La asamblea se dispersa hasta el
domingo próximo. Pero hay unas palabras de las que no debería pri-
varse la asamblea y que son las mismas que Dios dice por medio de
su Iglesia:

«Podéis ir en paz».

TERCERA PARTE

TIEMPOS,
LUGARES Y COSAS
1. El buen uso del año litúrgico
2. El buen uso del tema de los domingos
3. El buen uso de nuestras iglesias
4. El buen uso del altar
5. El buen uso del ambón
6. El buen uso de la credencia
7. El buen uso de las procesiones
8. El buen uso de las vestiduras litúrgicas
9. El buen uso de los micrófonos
10. El buen uso del incienso
11. El buen uso del misal de los fieles
12. El buen uso de la música litúrgica
13. El buen uso de las flores
14. El buen uso del día del Señor

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1
EL BUEN USO
DEL AÑO LITÚRGICO

Quizá sea la mejor manera de hablar del año litúrgico, evocando la


imagen de un núcleo alrededor del cual se desarrollan unos frutos.
Hay muchos tipos de años: el civil, el escolar, el laboral... Todos
tienen un comienzo y un fin arbitrario. Este no es el caso del año li-
túrgico. Como los otros, tiene también un comienzo y un final, pero
no son los límites los que condicionan su valor, sino su corazón, su
núcleo: la Pascua.

El núcleo pascual

Después de la muerte y la resurrección de Jesús, y durante más de


un siglo, la Iglesia primitiva no tenía más fiesta que la del domingo,
día del Señor resucitado. Cada domingo era una fiesta de Pascua
(Juan 20,19-26; Hechos 20,7).
Sólo en el siglo n, con el fondo semanal de la fiesta de Pascua, se
resaltaron los días del año que parecían ser el aniversario de la pa-
sión y de la resurrección del Señor. Este día estaría situado en el ple-
nilunio de primavera, el 14 del mes de Nizan, entre el 26 de marzo y
el 23 de abril. Pero, en el Concilio de Nicea (325), se vio conveniente
que la fiesta de la Resurrección debía celebrarse el primer día de la
semana, el domingo. Desde entonces, la Pascua se celebra el primer
domingo que sigue al plenilunio de primavera.
Los judíos celebraban la Pascua (Pessah) como la fiesta de su li-
beración, de su salida de Egipto, y continuaban la fiesta durante cin-

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cuenta días (pcntccostéx, en griego) para celebrar el don de la I ,ey (7¡>- Los latinos adoptaron pronto la fiesta egipcia de la Epifanía el 6
rah) en el Sinaí, el día que seguía a siete semanas después de Pascua de enero, pero dedicándola a la manifestación de Cristo a los paga-
(de ahí el nombre hebreo de esta fiesta: Shavouoth, que significa «las nos, representados por los Magos, pues el nacimiento de Jesús ya es-
semanas»). Muy pronto, imitando a los judíos, los cristianos de fina- taba establecido en el 25 de diciembre.
les del siglo ni empezaron a celebrar el don del Espíritu Santo en Pen-
En el siglo rv, en España y en las Galias, y más tarde en Roma, en
tecostés, cincuenta días después de Pascua. Este período de tiempo
el vi, se organiza un período de preparación litúrgica y ascética para
constituye el llamado Tiempo pascual.
la fiesta de Navidad. Aunque este período es «antes» de Navidad, su
Si la gran importancia de la fiesta de Pascua merecía una prolon- nombre no procede de ese adverbio, sino de la palabra latina adven-
gación, también necesitaba su preparación. Desde los primeros siglos, tus, que significa la llegada al poder de un personaje oficial.
los cristianos observaron un ayuno estricto el Viernes Santo, que luego
Adoptada por los cristianos, esa palabra no expresa la espera del
se extendió a los tres días que precedían la Pascua: al triduo pascual.
nacimiento de Jesús, sino la venida de Cristo en la carne, anuncian-
A esto, se une, a partir de la paz de Constantino, y como conse- do su venida gloriosa al fin de los tiempos, que celebran los últimos
cuencia del gran número de conversiones que provoca, la necesidad domingos del año y cierran el ciclo del año litúrgico.
de preparar a los catecúmenos para su bautizo en la noche pascual,
Nos queda ver ahora, cómo se celebran esos distintos tiempos
preparar a los penitentes para su reconciliación en el Jueves Santo y
del año litúrgico.
a todos los cristianos para la celebración de la fiesta de Pascua. Apo-
yándose en el simbolismo bíblico del número cuarenta (cuarenta días Todos los años reproducen la misma sucesión de tiempos: Ad-
del diluvio, del pueblo hebreo en el desierto hacia la tierra prometi- viento, Navidad, Cuaresma, Pascua, Pentecostés, etc. Sin embargo,
da; de la estancia de Jesús en el desierto donde fue tentado), se or- el año litúrgico no es un eterno comenzar y recomenzar. Hay un ci-
ganiza una «cuarentena» (en latín quadragesima, de donde viene la clo litúrgico, pero el tiempo no es cíclico para los cristianos. No es un
palabra «Cuaresma») de preparación a la Pascua. Comprende las úl- círculo cerrado, sino un círculo en espiral que no vuelve nunca a su
timas etapas del catecumenado y de la penitencia pública, y todos punto de partida.
deben practicar el ayuno, la oración y el compartir. Pero como los do-
mingos, incluso los de Cuaresma, son siempre la celebración de Cris-
to resucitado, no son nunca días de ayuno. Se adelanta la Cuaresma
al miércoles anterior al primer domingo, Miércoles de Ceniza, para
Anamnesis
que se respete la cuarentena.
La anamnesis es el acto por el que los cristianos hacen memoria de
Cristo Salvador, apoyándose en hechos históricos: nacimiento, cru-
cifixión y resurrección, para afirmar su permanente eficacia y anun-
Navidad ciar la plenitud de su resultado.
La anamnesis es el eje alrededor del que gira, avanzando, la es-
Como se ignoraba la fecha exacta del nacimiento de Jesús y para con- piral de la fe. En la eucaristía, los cristianos ponen su fundamento en
trarrestar las fiestas paganas del solsticio de invierno, se estableció la vida y muerte históricas de Jesús; anuncian que, gracias a la Re-
en el año 354, la fiesta de Navidad. En Roma se celebraría Navidad surrección, está ahora vivo y presente en el pan y vino consagrados
(Natale) el 25 de diciembre y en Egipto, el 6 de enero, con el nombre y volverá para reemplazar su presencia oculta por el «cara a cara»
griego de Epifanía, que significa «manifestación». Se cristianizaba la eterno en el Reino de su Padre.
fiesta del sol invictus (cuando el sol recomienza a prolongar los días) Este eje del sacramento es también el de toda la vida cristiana.
con la fiesta de la salida «del Sol que viene a visitarnos», según las Por eso, el año litúrgico tiene asimismo su anamnesis. Los tiempos
palabras de Zacarías en el cántico del Benedictus (Lucas 1,68). de Navidad y Adviento celebran el misterio de Aquel que vino en

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nuestro tiempo, til tiempo pascual celebra el misterio de su presen-
cia en medio de nosotros —su invisible presencia— gracias a su Re-
surrección. Los últimos domingos del año celebran el misterio de
2
Aquel en el que converge toda nuestra existencia.
EL BUEN USO DEL TEMA
La misa, el año litúrgico, la vida tienen el fuerte dinamismo de un
verbo en tres tiempos: el que vino, el que viene (está) y el que vendrá. DE LOS DOMINGOS

Las cuatro estaciones

1 a profundidad de este misterio nos atañe porque está encarnado en


nuestra existencia.
I il año es la sucesión de cuatro estaciones, y no es indiferente a la
sensibilidad humana que el Adviento se celebre en invierno y la Na- La unidad, la paz, las vocaciones... Es muy larga la lista de los do-
vidad en los días que ya comienzan a alargarse; que Pascua se alie mingos que piden a los fieles su solidaridad con una intención par-
con I.) fuerza de la primavera; Pentecostés, con la cosecha; y los últi- ticular: el Papa, la Iglesia o los distintos organismos internacionales,
mos domingos del año, con el otoño. nacionales o locales, presentan las intenciones.
Y nos preguntamos: ¿cómo una trabazón tan evidente entre la En primer lugar, hay que alegrarse de la vitalidad cristiana que re-
naturaleza y el misterio cristiano podría pasar indiferente por las velan esas peticiones. Muchos hombres y mujeres entregan su vida, su
cuatro estaciones del año? Más allá de cualquier teoría, esta relación tiempo, a una obra misionera o caritativa. Y lo menos que se puede pe-
entre la naturaleza y la fe convoca a utilizar colores y sonidos que dir a los cristianos, aunque sea ocasionalmente, es que participen en
también se mezclen entre ellos. esos compromisos y en la misión de Iglesia que ellos ejercen.
La sucesión de los colores de los ornamentos litúrgicos anuncia y
acompaña los tiempos litúrgicos. Lo mismo las melodías y la distri-
bución de los cantos. Celebrar a alguien
La liturgia, si se acepta que no es sólo cerebral, sigue también los
brotes de la primavera y la caída otoñal de las hojas. Nadie será más
cristiano, tampoco el sacerdote que preside, si no es más humano. Ciertamente hay siempre una misa en estas jornadas especiales. Sue-
le ser la misa el tiempo especial de toma de conciencia, de solidari-
La anamnesis hace memoria de Cristo, sin olvidar que se celebra
dad y de oración. Así tenemos la misa del domingo de la unidad de
en un determinado tiempo.
los cristianos, misa del domingo de las vocaciones, etc. Pero la prepa-
Misterio, tiempo y estación, todo se realiza en un único acto. Eso ración y celebración tiene dos riesgos que queremos señalar en be-
es «el arte de celebrar». neficio del domingo y de la celebración.
Tener en cuenta, en primer lugar, que en la misa del domingo, los
cristianos no celebran «algo», sino a Alguien. No celebran la «uni-
dad de...», sino a Cristo resucitado que quiere la unión de los miem-
bros de su cuerpo «hasta que lleguen... a la madurez de la plenitud
de Cristo» (Efesios 4,13). Ño se celebran las vocaciones, sino a Cris-
to Resucitado que llama a los bautizados a trabajar en la edificación

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de su cuerpo según la «diversidad de dones» del Espíritu (1 Corin- cias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la resurrec-
tios 12,4). Precisando más: es legítimo hablar del domingo por la ción de Jesucristo de entre los muertos (1 Pedro 1,3). Por esto, el do-
unión de los cristianos, por las vocaciones, pero en el domingo, siem- mingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse a
pre será central celebrar a Jesús resucitado. la piedad de los fieles de modo que también sea día de alegría y de
La liturgia no hace otra cosa que celebrar a Cristo resucitado, do- liberación del trabajo».
mingo a domingo y de fiesta en fiesta, pero según «el color» que los
I iempos litúrgicos dan al misterio pascual. En Navidad no se celebra Además, los padres conciliares precisaron que el misterio pascual
y las fiestas del Señor priman sobre cualquier otra celebración. Esta
propiamente al niño Jesús, sino a Cristo resucitado que, para llegar
precisión del Vaticano II, unida a los problemas actuales de la prácti-
h.ist.i su Pascua, nació de la Virgen María.
ca dominical, pide que no sólo guardemos la celebración del domingo
I o mismo ocurre en todas las misas de los domingos. Se celebra cristiano como celebración semanal de la resurrección del Señor, sino
a ( lisio resucitado, pero según «el color» del tema del día, la cele- que también reforcemos su carácter pascual para afirmar su especi-
bración del misterio pascual tendrá el matiz de solidaridad, de co- ficidad y anunciar a Aquel que se celebra.
munii ación, de compartir...
Si esto se hace, los temas saldrán ganando, porque estarán ilu-
II riesgo está —es el segundo punto— en insistir tanto en el te- minados con la vida del Resucitado.
ma, que el misterio pascual no tenga relieve o quede como acceso-
«No podemos vivir sin el dominicum (la celebración dominical»,
rio.
decían el 12 de febrero del 304 los mártires de Abitinia, en Túnez.
lisa «coloración» del tema, más que una reforma total de la cele-
bración, desde las oraciones a las lecturas bíblicas, sería una alusión
a ese tema en el canto, en las palabras de acogida, en unas invoca-
ciones a Cristo en la preparación penitencial; una alusión en la ho-
milía, una intención en la oración universal, una monición antes de
la cuestación... No se puede, por preocuparse de la paz o de las co-
municaciones, prescindir por ejemplo del Adviento o de un domin-
go del Tiempo ordinario.

El día del Señor

Estas precisiones sólo tienen como fin volver a tomar conciencia de


lo que el Concilio Vaticano II ha declarado y ha pedido que se refor-
me. Dice así la Constitución Sacrosanctum Concüiutn sobre la sagrada
liturgia (n° 106):

«La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mis-
mo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual ca-
da ocho días, en el día que es llamado con razón "día del Señor" o
domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escu-
chando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, recuer-
den la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gra-

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3 Razones de este hecho

EL BUEN USO Hay muchas razones, muy mezcladas, en el origen de este nombre:
— Los cristianos no quieren llamar «templo» al lugar donde se
DE NUESTRAS IGLESIAS retinen porque hay una diferencia notable, no sólo en volu-
men del edificio, sino sobre todo en la actividad cultual en-
tre la iglesia y el templo. También porque la novedad tan ra-
dical de la fe en Cristo hace caduco el antiguo templo (ver la
Carta a los Hebreos).
— Este rechazo, evidentemente tiene su origen en la teología cris-
tiana del templo que es Cristo: «Hablaba del templo de su
cuerpo» (Juan 2,212). La humanidad de Jesús es el solo y úni-
co lugar de la presencia de Dios. Como consecuencia, la Iglesia
I t> ntiVt .tw nubloso ili1 l.is palabras de Jesús sobre él sabbat, no es que (Ekklesia = asamblea), cuerpo de Cristo, es también templo de
tll|rni t|iic -el mibluil se ha hecho para el hombre» (Marcos 2,27), sino Dios. «¿No sabéis que sois templo de Dios?» (1 Corintios 3,17).
i|iu< noiliji'di que el snbbat se hizo para Dios.
— Pablo le dirá a los atenienses: «Dios no habita en santuarios
l^ii.ilnii'iiti' .¡sombroso es que la Iglesia, al referirse a los actos hechos por manos de hombres» (Hechos 17,24).
i |iii' i vlelmín l.i acción de Cristo Salvador, hable de liturgia —función
— Finalmente, la palabra «asamblea» se generaliza para desig-
del pueblo— y no de «teúrgia» o de «cristurgia», como decíamos en
nar las acciones litúrgicas: «Al reuniros en la asamblea... » (1
el primer capítulo de este libro.
Corintios 11,18).
También llama la atención que se llame «iglesia» y no «templo»,
al edificio donde se realiza la liturgia.

Su sentido en la actualidad
Un hecho
Si decimos que nuestras iglesias son la casa de Dios, no es para re-
ducir el inefable misterio de su presencia que en ella se realiza y se
El hecho de que el lugar donde se celebra la liturgia se llame «igle- manifiesta, sino para evitar la pendiente teísta que busca en todo una
sia», desde tiempo de los primeros cristianos, no ha tenido ninguna referencia a Dios inmediata y emocional. «A Dios, nadie lo ha visto»
necesidad de explicación. Primitivamente se celebraba en alguna ca- (Juan 1,18). «Nadie va al Padre si no por Mí» (Juan 14,6).
sa, como la de María, madre de Marcos (Hechos 12,12), la de Filemón
A esta revelación de Cristo, Pablo añade su doctrina del «cuerpo
(Filemón 2) o las de Aquilas y Prisca (1 Corintios 16,19). Sólo a prin-
de Cristo, que es la Iglesia» (Colosenses 1,18), y el Concilio Vaticano II
cipios del siglo ni, se celebraron las actividades y reuniones de la co-
munidad local en un edificio construido o acondicionado que se lla- dirá al principio de la Constitución dogmática sobre la Iglesia: «La
mó «casa de la asamblea» (oikos tés ékklésias). Iglesia, que por virtud del mismo Cristo es como sacramento de la
unidad del género humano, quiere presentarse a los fieles tal cual es
en su naturaleza y misión universal» (Constitución dogmática sobre
la Iglesia, n° 1).
En el cristianismo no se puede jamás separar a Cristo de la asam-
blea, que es su cuerpo.

-110- -111-
La asamblea es para Dios
4
Si Jesús no ha dicho que el sabbat estaba hecho para Dios, es para que
el hombre actúe con libertad para ofrecérselo a Dios, para devolverle
EL BUEN USO DEL ALTAR
lo que ha recibido de Él. Si nuestros lugares para la celebración no se
llaman casa de Dios, sino lugares de asamblea, es para que la asam-
bolea que se reúne tome como empeño dar gracias a Dios que la ha
univocado y constituido. Esto sucede con la eucaristía, donde el Se-
nor entrega su presencia en el pan y el vino consagrados en su cuer-
|>n y sangre.
I'or eso, la casa de la asamblea ¡es casa de Dios!
Eso que la liturgia de la antigua Alianza llevaba a cabo en dos accio-
nes sucesivas y en dos sitios distintos: el sacrifico en el templo y la
comida del sacrifico de comunión en la casa, la liturgia cristiana lo
realiza en la acción eucarística en un único acto y en el mismo lugar.
Este lugar único lo forman, inseparablemente, el altar y la mesa.
«El altar, en el que se hace presente el sacrificio de la cruz bajo los
signos sacramentales, es además la mesa del Señor para cuya par-
ticipación es convocado en la misa el pueblo de Dios; es también el
centro de acción de gracias que se realiza en la eucaristía» [OGMR,
n° 296 (259)].

El altar es Cristo
Santo Tomás, llevado por la altura teológica hasta el misticismo, lle-
ga a ver en el altar el símbolo del mismo Cristo (ver Suma teológica,
III). Apoyándose en la legislación que exigía altares de piedra, y en la
Vulgata que traducía la palabra roca del Éxodo, por petra, aplica al
altar las palabras de Pablo, en 1 Corintios 10,3-4:
«Y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron
la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que
les seguía, y la roca (petra) era Cristo».

La mesa de la comida
El altar queda, pues, inseparable de la mesa de la comida, pero no de
cualquier comida. Es de la «comida del Señor», según la expresión
de Pablo en 1 Corintios 11,20; y este es el primer nombre que se da a
la misa.

-113-
-112-
Las d iteren les y legítimas tendencias de la espiritualidad y de l.i
piedad, pueden llevar a los cristianos a preferir «altar» o «mesa», pe-
ro ninguna de las dos tendencias excluye totalmente a la otra.
5
Dicho esto, el uso del altar nos permitirá establecer una distinción. EL BUEN USO
Se puede decir que el «mueble» como tal es honrado como altar, pero
nos servimos de él como mesa. En efecto, solamente es místicamente DEL AMBÓN
altar, ya que el sacrificio que allí acontece lo es sacramentalmente y de
manera no cruenta; sí que es mesa en la práctica porque es el lugar
donde se coloca realmente aquello que será comido y bebido en la
«Cena del Señor».

El uso del altar


El altar es uno de los puntos más tratados en la aplicación de la re-
A todo lo que ya se ha dicho sobre la liturgia de la Palabra, conviene
forma del Vaticano II5. Aquí damos algunos consejos para el uso que
añadir algunas reflexiones sobre el ambón.
se le da en la celebración.
1. El altar-mesa puede revelar el admirable sentido que le da la
liturgia con la condición de que sólo se emplee en la celebra-
ción de la misa, es decir, desde la presentación de los dones El lugar
hasta la distribución de la comunión. Si se emplea como lu-
gar desde donde se da la acogida, se dicen oraciones, se pro-
clama el Evangelio, termina por ser un lugar «para todo», lo Ambón, en términos arquitectóni- orientada al Este (no a Jerusalén)

que trivializa su empleo y su sentido. cos, significa saliente de un balcón mesa de


y proviene del verbo anabainein la Eucaristía
Se ve fácilmente la importancia que puede tener para la asam-
(subir). Empieza a instalarse en la
blea el lugar donde sólo se realizan unos actos determinados:
arquitectura cristiana después de
la presentación de las ofrendas, la acción de gracias en la ple-
la paz de Constantino. Entonces se
garia eucarística o la fracción del pan, y desde donde se dis-
edifican «casas para las asamble-
tribuye la comunión y no se hace nada más. atriles para las lecturas

as» (oíkos tés ékklésias) según el mo- O


2. Si esto es así, se comprende que el altar no puede ser un sitio delo de las basílicas imperiales. Su
donde se ponen todos los accesorios de la celebración (el libro estructura alargada situaba el con-
de cantos, el cuaderno de los anuncios, el estuche de las ga- junto del presbiterio (ambón, altar,
fas, la megafonía, etc.). Desde el comienzo de la celebración sede) al fondo del edificio.
hasta la presentación de las ofrendas, el altar debe estar vacío.
Puede tener alguna vela y algún ramo de flores no muy lla- Pero también en ese tiempo, las *=tP
sede del obispo

mativo, pero el altar va a ser la mesa donde el Señor nos invi- iglesias parecidas a las sirias habían Q y de los sacerdotes Q

tará a compartir su Comida. conservado la estructura de las si-


nagogas, instalando en el centro el
lugar de la Palabra, el béma (ver la
5
Para lo concerniente al altar: La problématique de l'autel. Pére Frédéric Debuyst,
cátedra de Moisés, en Mateo 23,4), Iglesia siria oriental, versión cristianizada de la sinagoga.
El acondicionamiento litúrgico muestra la concentración
o.s.b. editado por Chroniques d'art sacre. 4 avenue Vavin - 7500 PARÍS. y reemplazando el arca que conte- de: la sede, el bema (lugar de lectura) y el área.
Plano extraído de Suzanne Robin, Églises modemes,
nía los rollos de la Ley, por el altar. Hermán, 1980, p. 7.

-114- -115-
Y son muchas las comunidades religiosas que han adoptado esta es- Por eso, en la iglesias, el lugar de la Palabra es santo «porque es
tructura cuando han arreglado alguna sala como lugar de culto. Cristo el que está presente en su Palabra, pues cuando se leen en la
iglesia las Escrituras, Él es quien habla» (SC, n° 7).

Significado del ambón


Un lugar especial
Cuando los cristianos tuvieron libertad para tener lugares propios
para el culto, quisieron que esos edificios tuvieran un lugar estable y La primera consecuencia es que las iglesias o capillas deben tener un
específico para la liturgia de la Palabra, es decir, un lugar distinto del lugar digno y estable, preparado especialmente para «favorecer el
altar y de la cátedra de la presidencia. anuncio de la Palabra».
I ,a razón de este deseo hay que buscarla sólo en la voluntad de Esto significa tres cosas:
significar visiblemente el valor intrínseco de la liturgia de la Palabra
— Primero, las lecturas no deben hacerse desde cualquier sitio y
en el conjunto de la celebración. San Hilario decía, en el siglo iv, en
menos desde el altar o la cátedra del celebrante.
esa misma época: «En la mesa del Señor es donde recibimos nuestro
,i I i monto, el pan de vida... Pero en la mesa de las lecturas dominica- — Segundo, el lugar de las lecturas no debe ser un simple pu-
les es donde se nos alimenta con la doctrina del Señor». pitre insignificante. El ambón no es sólo para poner encima
un libro, lo mismo que el altar no es sólo para depositar el
Está aquí afirmada lo que se llamará después la doctrina de las
pan y el vino. Como el altar, el ambón debe mostrar por su
dos mesas que el Concilio Vaticano II recogerá y subrayará en la
consistencia y belleza, la importancia y grandeza de lo que
Constitución dogmática sobre la Revelación divina:
en ellos se hace y se dice.
«La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha — Finalmente, el ambón debe reservarse para el anuncio de la
hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo, en la sagrada li- palabra de Dios y de lo que le sigue: el salmo responsorial, la
turgia nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vi- homilía y la oración de los fieles. La homilía puede decirse
da que ofrece la mesa de la palabra de Dios y el Cuerpo de Cristo» también desde la presidencia cuando es el presidente el que
(Dei Verbum, n° 21). la hace y ha sido el diácono el que ha proclamado el Evange-
La OGMR n° 309 (272) saca la siguiente consecuencia: lio desde el ambón. La oración de los fieles la introduce y ter-
mina el presidente desde el altar; desde el ambón, se leen pe-
«La dignidad de la palabra de Dios, exige que haya en las iglesias ticiones o intenciones por el diácono o por uno o varios fieles.
un lugar adecuado para su proclamación hacia el que, en la litur-
En general, el ambón no debe utilizarse para dirigir el canto y
gia de la Palabra, se vuelva espontáneamente la atención de los fie-
les. Conviene que, en general, este lugar sea un ambón estable, no dar anuncios, aunque a veces hay razones comprensibles para ha-
un facistol portátil». cerlo. La recomendación de la OGMR n° 309 nos lanza a progresar
en este aspecto. De todos modos, será bueno tender a emplearlo só-
No se trata de una exaltación pomposa del ambón ni de sacrali- lo para el uso establecido. Nada será demasiado para rehabilitar en
zarlo. Ante todo y sobre todo en lo que concierne a mobiliario de la Iglesia el lugar de la palabra de Dios, pues se trata de dar a la pro-
nuestras iglesias, y particularmente al lugar de la Palabra, el aconte- clamación de los textos bíblicos la relevancia de un lugar donde
cimiento fundador de nuestro comportamiento de fe y de sus conse- Cristo se hace presente en la asamblea, «porque está ahí presente en
cuencias materiales hay que buscarlo en el episodio de la «zarza ar- su Palabra y cuando se lee en la iglesia la Sagrada Escritura, es El
diente», donde no se trata de un lugar sagrado, sino de una tierra quien habla» (SC, n° 7).
que es santa: «Dios dijo: "No te acerques. Quítate las sandalias pues
el sitio que pisas es una tierra santa"» (Éx 3,5).

-116- -117-
Un buen sitio de Dios ipii' habla a su pueblo. Por eso, hay que cuidar que esos li-
bros, que en la acción litúrgica son símbolo y signos de realidades sa-
gradas, tengan un aspecto digno».
No se puede decir en abstracto cuál es el mejor sitio para el ambón.
Las dimensiones del ambón deberán ser lo suficientemente am-
Corresponde a las personas competentes, especialmente a los miem-
plias para acoger los diversos tipos de leccionarios.
bros de la Comisión diocesana de arte sacro, estudiarlo en el lugar.
Sólo decir aquí, que deben tenerse en cuenta tres principios: Señor, aparta mis ojos de mirar vanidades,
1. En función de la asamblea y de la comunicación que debe por tu palabra vivifícame (Salmo 118,37).
establecerse. La OGMR, n° 309 (272), dice: «El ambón, según
l<) estructura de la iglesia, debe estar de tal modo colocado que
permita al pueblo ver y oír bien a los ministros».
2. En función de las dos mesas. La mesa de la Palabra y la me-
sa del Cuerpo de Cristo deben ser bien distintas. Cada mesa
debe «ser lugar adecuado» a lo que ella implica —palabra de
Dios y cuerpo y sangre de Cristo— ocupando su sitio propio
en el espacio.
3. En función de la unidad de la liturgia. El principio que se
acaba de mencionar pide sin embargo un equilibrio de acuerdo
con la unidad de la celebración tal como la define la OGMR,
n° 28 (8): «La misa tiene dos partes: la liturgia de la Palabra y la
liturgia eucarística, pero están estrechamente ligadas entre sí
de tal modo que forman un sólo acto de culto».
Dos mesas que se equilibran y se completan, que convergen sin
oponerse.

Algunos otros detalles

Las flores tienen su sitio delante o al lado del ambón. No deben ta-
parlo; al contrario, deben realzarlo discretamente.
La luz debe ser adecuada.
El micro podrá moverse para adaptarlo a la estatura de los lecto-
res deberá tener un botón «on-off». Habrá que cuidar el sonido para
evitar ruidos desagradables.
Finalmente, los libros de lectura deberán tener una presentación
acorde con la importancia de lo que contienen. El Leccionario de la mi-
sa, en el n° 35 dice que: «Los libros donde se hacen las lecturas de la
palabra de Dios, suscitan en el auditorio la memoria de la presencia

-118-
-119-
6 estructura de la misa desde Cristo-palabra (Verbo) a Cristo-cuerpo
(pan eucarístico).
El empleo de la lengua vernácula asegura la comprensión del
EL BUEN USO sentido de las palabras; nos queda reformar (dar forma) la liturgia
DE LA CREDENCIA en esta parte de las que celebraciones que atañe a los cinco sentidos,
especialmente a la «vista».
El altar de frente al pueblo ha sido un cambio decisivo, pero de-
bemos tomar conciencia de los cambios de percepción que resultan
de esta orientación nueva. El modo cómo lo ven los fieles no es algo
marginal ni superficial o sin importancia. Forma parte integrante de
la celebración en la que participan hombres y mujeres no sólo con la
fe, la cabeza y el corazón, sino también con los ojos, los oídos... Vea-
mos hasta dónde nos lleva la credencia.
¡One U'in.) tan curioso!, diréis. Pues más curioso aún es el nombre,
del il.ili.ino crcdenza que significa «confianza». La credencia era una
inrs.i pequeña donde se ponía la comida para que la probasen los La preparación de los dones
empleados antes de ponerla en la mesa del señor y así asegurarse de
que podía comerla con toda confianza. Este trámite ha desapareci-
do, pero la credencia permanece. La preparación de los dones es el paso de la liturgia de la Palabra a
la liturgia eucarística. Los fieles designados van al fondo de la igle-
sia a recoger el pan y el vino y los llevan en procesión al altar. «Pe-
ro antes, se ha preparado el altar, la mesa del Señor, que es el centro
Preparación de la misa de toda la liturgia eucarística» [OGMR, n° 73 (49)]. Uno o más fieles
—mejor si son los monaguillos— cogen de la credencia el corporal,
el purificador, etc. y los llevan al altar (además del misal que estaba
El altar es verdaderamente la mesa del sacrificio eucarístico (ver en el atril de la presidencia). El celebrante permanece sentado du-
cap. 4). En el momento de iniciar la liturgia eucarística, es decir, la rante estos momentos. Se acerca a las gradas del altar cuando ya es-
preparación de los dones, es cuando «se pone la mesa». Todo lo que tá preparado, para recibir el pan y el vino que llevan los fieles. Re-
se ponga antes de este acto, disminuirá el peso ritual que debe te- cibe y bendice el pan y lo deposita en la patena o el copón. Lo
ner la progresión teologal de la acción de gracias que realiza mismo, al recibir el vino... Después se hace el lavabo. Las vinajeras,
[OGMR, n° 117 (49)]. el agua, la bandeja están en la credencia y después de utilizarlas se
Por eso, en la credencia y no en el altar, es donde se prepara la llevan donde estaban.
misa: cáliz, patena, copones, el agua y el vino que no deben estar en
el altar, y se recomienda que sean los fieles los que los aporten en la
preparación de los dones [OGMR, n° 118 (80c)].
Incluso en la misa donde el pueblo no esté presente, debe prepa- La purificación
rarse en la credencia y, en último término, sobre el altar (n° 212). La
reforma litúrgica del Vaticano II no se ha contentado con simplificar
Después de la comunión el sacerdote purifica la patena, el cáliz, el
los ritos y aceptar las lenguas vernáculas. Ha querido rehabilitar la
copón en un lado del altar o, «si es posible, mejor en la credencia»
[OGMR, n° 279 (238)].

-120- -121-
La credencia
7
No se trata de «probar los manjares», sino de «gustar y ver qué bue-
no es el Señor» (Salmo 33,9). Este gusto y esta mirada sobrepasan,
EL BUEN USO
evidentemente, todas las realidades materiales. Dar importancia al DE LAS PROCESIONES
«hombre celebrante» nos lleva a cuidar todo para ir más lejos.
Dios ha escogido la vía de nuestra voz para ser Palabra.
Dios ha escogido una mesa en la que se depositen el pan y el vi-
no para dársenos en su Hijo.

Aparte de las procesiones excepcionales del Domingo de Ramos y


de la Vigilia pascual, las misas que reúnen a una asamblea tienen
también su procesión formada por cuatro momentos: la entrada, an-
tes de la proclamación del Evangelio, la aportación de los dones al
altar y la comunión.
Estas pequeñas procesiones no son momentos superfluos; co-
rresponden a indispensables desplazamientos que son procesiones
por la única razón de que en una celebración no se desplaza la gente
como en lo corriente de la vida. La palabra «procesión» procede del
latín procederé, que significa «avanzar» con un matiz de solemnidad.
Se trata no de una acción «ceremoniosa», sino sencillamente de
proceder con serenidad y dignidad que manifiesten su importancia:
ir de la sacristía al santuario no es ir del garaje al apartamento; lle-
var el leccionario al ambón, no es lo mismo que llevar una novela a
un velador (podría ser algo como llevar un regalo a un amigo).

La entrada

Antes que nada, ¡hay que entrar!


Siempre que se pueda, el sacerdote no entrará solo, sino precedido
y mientras se canta el canto de entrada [OGMR, n° 47-48.121 (82-83)].
Procesionalmente lo precederán:
— ministros con ornamentos litúrgicos: diácono, lectores, acóli-
tos si los hay;

-122- -123-
— monaguillos, si los hay,
— miembros de la asamblea que llevan ol incensario, la cruz, las
La comunión
velas, el leccionario...
La finalidad de este acompañamiento al sacerdote, no es hacer La procesión para la comunión debe tener un orden: una o dos filas.
ninguna demostración llamativa, sino manifestar mejor que toda la Algún miembro del equipo de liturgia puede cuidar de que no haya
Iglesia está en marcha al encuentro del Señor. aglomeración. Si el sacerdote da la comunión desplazándose de una
Cuando la puerta de la sacristía está muy cerca del altar, se pue- a otra fila, quizá se pone más de relieve que cada uno de los que co-
de organizar la procesión desde el fondo de la iglesia. Eso facilita mulga recibe la comunión en unión con los demás.
,uogcr a los fieles antes de iniciar la misa.

La salida
Antes del Evangelio
La OGMR no habla de procesión de entrada ni de salida. Sólo cuan-
Si la parroquia tiene un libro sólo con los evangelios, después de las do hay diácono dice que «mientras entra el sacerdote con el diácono
lecturas, se puede llevar solemnemente al lugar donde va a procla- y los ministros» [OGMR, n° 47 (172)]... y al final dice: «se retira en el
mismo orden que había salido» (OGMR, n° 186). Del sacerdote dice
marse. El libro se ha llevado en la procesión de entrada. Durante el
sólo que «se retira» [OGMR, n° 169 (125)], lo que no quiere decir que
canto del aleluya que precede al Evangelio, el que vaya a procla-
lo haga de cualquier manera. A menudo saluda a los fieles. No es una
marlo, toma el libro del altar; en las gradas lo esperan los que en la
procesión, pero sí una bonita manera de concluir la eucaristía.
procesión de entrada llevaban el incensario y las velas. El lector del
Evangelio, llevando el libro en alto, se dirige pausadamente al am-
bón acompañado por ellos. Allí proclama el Evangelio.

La procesión de los dones

No está de acuerdo con las normas de la liturgia que el pan y el vi-


no, es decir: patena, cáliz, copón, corporal, purificador y lavabo), es-
tén sobre el altar desde el comienzo de la celebración. Un mínimo
de distancia entre el sitio donde están y el altar resalta el paso de la
liturgia de la Palabra a la liturgia de la Mesa. «Se recomienda que el
pan y el vino los presenten los fieles» [OGMR, n° 73 (49)]; también
pueden presentar flores, el corporal o las velas. Todo esto da lugar a
una procesión que revela mejor la participación de los fieles en la
acción eucarística.

-124- -125-
8 nnkuy.o, los que detentaban algún poder, la adornaban aún
m.is.
— La casulla venía a ser como un abrigo o capa, hecha de un
EL BUEN USO gran trozo de tela, con una abertura en medio para pasar la
DE LAS VESTIDURAS cabeza (un poco como el poncho americano). Se dice que el
que se la ponía tenía el aspecto de haberse metido en una ca-
LITÚRGICAS sita y de ahí el nombre de casula, casa pequeña, que le dio san
Agustín.
— La dalmática era la vestidura de los esclavos que llegaron a
Roma de Dalmacia, y de ahí su nombre.
Las vestiduras litúrgicas eran, en los primeros tiempos, las mis-
mas que usaba la gente y con ellas celebraban la misa los sacerdotes.
«Progresivamente se han ido transformando en los ornamentos», es-
cribía Walafrid Strabon (muerto en 849).
A pesar de la evolución de los trajes, los ornamentos se han man-
«En la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, no todos los miembros tenido, con sus modificaciones, y se ha desarrollado su carácter sim-
desempeñan un mismo oficio. Esta diversidad de funciones en la bólico. La pregunta que surge es: ¿por qué el sacerdote tiene que re-
celebración de la Eucaristía se manifiesta exteriormente por la di-
versidad de las vestiduras sagradas, que por consiguiente, deben vestirse de los ornamentos?
constituir un distintivo propio del oficio que desempeña cada mi- Por supuesto que no es ni un mandato divino ni lo pide la fe. Es
nistro. Por otro lado, estas vestiduras deben contribuir al decoro de una práctica señalada en la tradición de la Iglesia. Con su sencillez,
la misma acción sagrada.» el alba, la estola y la casulla son signos de que el sacerdote pertene-
ce a una Iglesia muy anterior a él y, sobre todo, que está en la asam-
«Ser signo de la función propia de cada ministerio» y «realzar la ac- blea para significar que quien preside no es él, sino que es el Señor el
ción litúrgica» son las dos características que se atribuyen a los or- que realmente lo hace.
namentos litúrgicos [OGRM, n° 335 (297)]. Esta es la razón por la que el sacerdote celebrante se reviste la ca-
sulla para la celebración de la misa.

Signo de la función
La belleza de la acción litúrgica
Muchos elementos de la liturgia deben su presencia, en primer lu-
gar, a razones materiales, pero se han mantenido, cuando esas razo- A estas razones ministeriales se añade la estética. Uno de los límites
nes han desaparecido, por su valor simbólico. Es el caso de la gota de la aplicación de la reforma litúrgica del Vaticano II, es que ha pri-
de agua en el cáliz, del lavabo y de las vestiduras litúrgicas, que era la vilegiado lo inteligible más que lo sensible. Pero quien celebra es to-
ropa habitual en Roma. do el hombre con sus cinco sentidos y no sólo con la inteligencia. Si
— El alba debe su nombre a su color blanco. Era la túnica interior. la casulla contribuye a la belleza de la acción litúrgica, es porque es
— La estola es lo que queda de la stola, una especie de chai que una vestidura amplia, digna y que sienta bien, pero además, y sobre
se ponían para evitar resfriados. A veces, tenía adornos muy todo, porque el color y la combinación de colores realzan la blancu-
valiosos y era un buen regalo más que un signo de poder. Sin ra neutra y uniforme del alba, especialmente desde el Adviento a la

-126- -127-
fiesta do Cristo Rey. De todos modos, se siguen buscando casullas
más modernas. Los diáconos, con alba y estola cruzada, y los mona-
guillos con alba, marcan la diferencia y lo específico de sus ministe- 9
rios.
Queda en el aire la cuestión de si los lectores, los que presentan EL BUEN USO
las ofrendas, etc. deberían tener una vestimenta especial. Parece que
sería conveniente cuando los laicos se sitúan en la presidencia o di-
DE LOS MICRÓFONOS
rigen la asamblea en algunas celebraciones tales como funerales...

El Ordo de la misa de Pablo VI no dice nada de micrófonos ni de la


acústica. Pero esto no es razón para no reflexionar sobre la utiliza-
ción de esos instrumentos que son los «acompañantes» de casi todas
las celebraciones.

Una ayuda técnica

Los especialistas de la comunicación dicen que la acústica es una


«ayuda técnica para la difusión del sonido», y que «ayuda» y no
«reemplaza» es evidente. Pero la posibilidad de hacerse oír puede
generar la ilusión de creer que se comunica bien lo que se dice por-
que se oye bien. Ahora bien, la técnica sólo amplía lo que se le da.
Una lectura bien hecha dará una buena amplificación de la palabra
de Dios. Pero una mala lectura...
Los altavoces lo amplifican todo, también los defectos. Por eso hay
que estudiar el manejo del micro. No se nace sabiendo utilizarlo.

Solamente si es indispensable

Los medios de comunicación actuales hacen indispensable el uso del


micrófono y la televisión presenta las imágenes. Y esto parece de tal
modo necesario, que las cosas importantes han de pasar por el mi-

-128-
-129-
crófono para llegar a los oídos do los auditores. Si esta ayuda técni-
ca es indispensable o al menos útil en nuestras iglesias de dimensio-
nes considerables, ¿es seguro que también hace falta en las iglesias
10
pequeñas o en las capillas? ¡En cuántas celebraciones se entenderían
mejor las palabras del celebrante o de los lectores, incluso los cantos, EL BUEN USO
si se hicieran sin altavoces!
DEL INCIENSO

Varios micrófonos

Una vez dicho todo esto, si hay sonorización, hay que procurar los
micrófonos necesarios para que las palabras de acogida y la oración
ife apertura no tengan que decirse desde el altar porque no hay un
micrófono en la sede del celebrante, o para que los anuncios no se El abuso del incienso en las grandes ceremonias anteriores al Vati-
liagan desde el ambón porque sólo hay un micrófono. Actualmente cano II es, quizá, lo que ha provocado una disminución de su em-
hay pequeños micros muy útiles para despejar el altar de aparatos y pleo, considerándolo algo ya en desuso. Sin querer rehabilitarlo a
dejar sólo en él «el pan y el vino». cualquier precio, la OGMR, n° 75,276 (51,235) precisa que «se pue-
No es necesario decir que el director del canto no debe usar el mi- de» emplear, que su uso es facultativo. Surge la pregunta de si ha-
cro si no es absolutamente necesario, como puede serlo en un solo o brá que suprimirlo en todas las celebraciones. Dos anécdotas sobre
una melodía que no conoce la asamblea. La acústica puede hacer que esta cuestión.
el animador de la asamblea llene toda la iglesia con su voz; entonces Cuando en 1970 se preparaba el Ritual para los funerales según
la gente no se esfuerza y lo que se oye es la voz del director y no la la reforma litúrgica, se confió el primer texto a un grupo de sacer-
de la asamblea, que es realmente la voz de la Iglesia. dotes. Durante esas reuniones se planteó la posibilidad de supri-
mir la incensación. La mayoría se inclinaba por suprimirla, pero un
capellán de acción católica, vicario de uno de los barrios más po-
pulares de la región parisina, reaccionó violentamente diciendo:
La reforma y sus medios «¡De ninguna manera! Es la única vez en su vida que se incensa a
mi gente!».
La reforma litúrgica y los progresos técnicos de la comunicación dan Algunos años mas tarde, con ocasión de una misa concelebrada
la posibilidad de recibir mejor la palabra de Dios y la oración de la en la que se utilizaba el incienso, un concelebrante socarrón le dice
Iglesia. El micro no es ni un misal ni un leccionario, pero las celebra- al oído al que está a su lado: «Fíjate, hoy mi nariz está de fiesta».
ciones bien cuidadas necesitan que se aprenda a utilizarlo. Inútil decir que estas anécdotas no tienen valor de convicción,
«¡El que tenga oídos para oír, que oiga...!» pero señalan que:
— el incienso es un gesto que honra a los bautizados, indepen-
dientemente de su categoría social o eclesial;
— que el cristiano no celebra sólo con su cerebro, sino también
con sus cinco sentidos.

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El significado del incienso de Todos los Santos o en la presentación del pan cuando se lee el
Evangelio de la multiplicación de los panes o del vino en Cana, etc.
El incensario no es necesario llevarlo en seguida a la sacristía.
«La finalidad del incienso es la de significar que la oblación de la
Puede quedarse delante del ambón o del altar, dejando que perfume
Iglesia y su oración suben como el incienso en presencia de Dios»
el ambiente. Un párroco tuvo la idea de incensar la iglesia media ho-
[(OGMR, n° 75 (51)].
ra antes de la celebración para que los fieles tuvieran una sensación
El texto se apoya en el Salmo 140, verso 2: «Que mi oración se ele- agradable al entrar.
ve ante ti como el incienso y mis manos como la ofrenda de la tar-
de». Y este versículo se apoya en el ritual judío del culto del templo En todo caso, sería una pena que se pasara el año litúrgico sin ha-
que unía el uso del incienso a los sacrificios de holocausto, de los que ber incensado el altar y, sobre todo, sin que la asamblea no se haya
era su símbolo. En efecto, el humo del incienso sube a Dios como el puesto en pie ni una sola vez antes de la plegaria eucarística, para re-
de los animales sacrificados en holocausto (palabra griega que sig- cibir la incensación y, así, la señal de que Cristo la va a ofrecer con Él,
nifica quemar totalmente, «cauterizar») para manifestar visiblemen- al Padre.
te que todo procede de Dios y que todo debe «volver a subir» a El.
Por eso, incensar es más un signo de ofrenda que un signo de ho-
nor, es decir, que el que es incensado, persona o casa, se ofrece, se
consagra a Dios. Este sentido del incienso es el que se ha perdido y
habrá que volver a encontrarlo si se quiere rehabilitar la incensación.
Honrar, sí, pero honrar por ser una ofrenda a Dios. El incienso no es
la ofrenda, pero es el signo y el gesto de ella.

Cuándo y cómo se utiliza el incienso

La OGMR, n° 276 (235), propone cinco momentos:


1. Durante la procesión de entrada.
2. Al comienzo de la misa para incensar la cruz y el altar.
3. En la procesión y proclamación del Evangelio.
4. Cuando ya están colocados sobre el altar el pan y el vino, el
cáliz, para incensar las ofrendas, la cruz y el altar, al sacerdo-
te) y al pueblo.
5. En la ostensión de la hostia y del cáliz después de la consa-
gración.
Pero, como la incensación no es obligatoria, según las fiestas, el
tiempo y los lugares, puede hacerse en los momentos que se juzgue
más conveniente. Por ejemplo: en el Evangelio cuando se lee la pa-
rábola del sembrador o sólo en la procesión de entrada de la fiesta

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-133-
11 Se ha recobrado el valor de la Sagrada Escritura que es palabra
de Dios antes de ser consignada en un Libro, Biblos. El Libro es in-
dispensable para guardarlas, pero está al servicio de un Dios que ha-
EL BUEN USO bla a su pueblo más que de un Dios para ser leído. De aquí se dedu-
DEL MISAL DE LOS FIELES ce que el cristianismo y el judaismo son, antes que nada, religiones
que escuchan, más que religiones de Libro. «Shema, Israel.. Escucha,
Israel»; este verso 4 del capítulo 6 del Deuteronomio es la gran ora-
ción cotidiana de los judíos y Jesús se la recordará al escriba que le
pregunta cuál es el primer mandamiento. En fin, es evidente que la
primera parte de la misa no es la liturgia del Libro, sino de la Palabra.

Una liturgia de la Palabra


HÍH v más de sesenta años, cualquier mañana de domingo, se podía
ver por las calles a hombres y mujeres llevando en sus manos un pe-
Es fácil ver la gran contradicción de abrir un misal de bolsillo o una
qiii'iio libro de cantos dorados: el «misal».
revista, cuando se proclama la palabra desde el ambón. ¿Quién se
En los primeros años del siglo xvn se hicieron traducciones de las atrevería a ir leyendo una obra de teatro al mismo tiempo que se re-
oraciones de la misa. Fueron ediciones muy limitadas, y se acabó por presenta? ¿Piensan que los artistas aguantarían mucho tiempo esa
prohibir esos textos al alcance de los fieles. actitud?
Hubo que esperar hasta que Pío X, en 1903, pidiera «una partici- La escucha de la asamblea es una acción comunitaria. No se in-
pación activa» de los fieles, para dar un nuevo impulso al movi- dividualiza la lectura, sino que se manifiesta que el pueblo de Dios
miento litúrgico que Dom Guéranger, abad de Solesme, había inicia- está abierto al que le habla.
do cincuenta años antes. Este impulso lo promueven dos benedictinos
Es verdad que, a pesar de la televisión, la sociedad es mucho más
belgas, uno de ellos, Dom Lefebvre, célebre por el «misalito Lefebv-
lectora que hace unos años. Es también verdad que muchos piensan
re». Nunca se apreciará bastante la importancia de estas iniciativas
que un texto bíblico se asimila mejor leyendo al par que escuchan-
para revalorar la participación de los fíeles en la liturgia.
do. Pero es verdad que una lectura bien hecha no necesita que se es-
té leyendo al mismo tiempo (a no ser que no se oiga bien). Entonces,
se alargan las orejas (¡y los ojos!). Es prioritario hacer un esfuerzo en
Una religión que sabe escuchar la formación de los fieles y acompañarlo de la petición de no estar
leyendo mientras se hace la lectura litúrgica.
Dice la Constitución sobre la sagrada liturgia (SC) en el n" 7:
Una de las líneas maestras de la reforma del Concilio Vaticano II ha «Cristo está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia
sido dar a los fieles un acceso más directo y amplio a la palabra de la Sagrada Escritura, es Él quien habla». La delicadeza del lector con
Dios. El signo más perceptible es, sin duda, el empleo de las lenguas Dios será la de leer lo mejor posible, para que sea Dios el que verda-
vivas. Esto significa, en primer lugar, que el proyecto iniciado por deramente hable. La delicadeza del auditorio con Dios y con el lector
Dom Lefebvre y otros ya se ha hecho innecesario, porque desde aho- será escuchar qué dice Dios cuando él hace la lectura. Un pueblo w
ra, las oraciones y los textos de la misa pueden no sólo oírse, pues se construye así: a la escucha de un Dios que le habla.
dicen en voz alta, sino también entenderse, porque se proclaman en
la lengua de los participantes.

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¿l'ara qué sirve el misal Je los fieles?
12
Si hubiera que hacer un homenaje a los editores de misales y revistas
sería porque dan la posibilidad de algo que hasta ahora no se había EL BUEN USO
podido hacer así; en la actualidad, cualquiera puede preparar espi-
ritualmente la misa, leyendo con anterioridad las oraciones y lectu- DE LA MÚSICA LITÚRGICA
ras, y seguir, después de la celebración, saboreando el fruto sacado.
También los animadores litúrgicos pueden participar de esas edi-
ciones para preparar las celebraciones. Esto quiere decir que misales
y revistas son de gran utilidad, pero en casa o en el equipo de pre-
paración. No son útiles en la iglesia. No deben llevarse al ambón pa-
ra las lecturas.
«Muchas veces y de muchos modos habló Dios a nuestros padres
por medio de los profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado
por medio de su Hijo...» (Hebreos 1,1-2). El tema de la música y especialmente de los cantos en la liturgia es
para tratarlo en otro lugar más detenidamente. Sólo queremos pre-
sentar aquí algunas reflexiones que nos parecen fundamentales.

El canto de la asamblea

Es la base de todo el edificio musical de la celebración. La liturgia


no se reduce a la música (de órgano u otros instrumentos), el canto
de la asamblea ocupa el primer lugar, pues la voz del cuerpo de
Cristo es la Iglesia (Colosenses 1,18) y sabemos que ekklésia quiere
decir asamblea.
El canto de la asamblea depende de dos variantes: de quienes
forman la asamblea (una parroquia rural no es la catedral de una
gran ciudad; una asamblea de jóvenes no es una asamblea parro-
quial. ..) y de los cantos que se escojan para la celebración. Hay can-
tos muy cortos que son sólo una exclamación (Aleluya; Gloria a ti, Se-
ñor, etc.), o cortas oraciones (Señor, ten piedad, Señor, óyenos; etc.); otros
son estribillos que responden a una recitación (el estribillo del salmo
responsorial, la respuesta al Cordero de Dios, etc.); otros son textos
continuos sin estribillo (el Gloria a Dios, el Santo...); otros, el canto de
entrada y el de comunión o de acción de gracias, tienen un texto más
melódico.
Es importante, al escoger los cantos, que el texto y la melodía se
adapten bien a la liturgia: el Kyrie (Señor, ten piedad) no es el Sanctus

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13 «Todo lo que germina en la tierra»
EL BUEN USO
Lo dice bien el cántico de Daniel: «Todo lo que germina en la tierra,
DE LAS FLORES bendecid al Señor». Esta es la función de las flores y de los ramos
que se hacen con ellas. Las flores hablan por sí mismas y eso es lo que
hay que manejar en la composición de los ramos, y no lo que se
quiere que digan. Y dice la alabanza que esa belleza gratuita de la
naturaleza presenta al Dios creador. «Dígalo con flores» es confiar-
les que, simbólicamente, digan lo que las palabras no saben decir.
Se puede decir de las flores lo que Suárez decía de la música: «Su
mensaje comienza cuando las palabras callan». El ramo de flores en
la fiesta de la madre dirá: «Mamá, te quiero» mucho más que esas
pocas palabras.
I ,.is llores, .idmiradas y apreciadas umversalmente, están especial-
nu'iile .1 propósito para realzar la mesa de la celebración eucarística.
I ,<i ilisli -¡luición de los ramos y centros de flores para los actos litúr-
gicos luí dado lugar a un arte floral, y aquí queremos hacer algunas Un ramo de flores litúrgico
observaciones fundamentales.

La palabra «rito» de origen indoeuropeo evoca la idea de orden y


más especialmente del orden cósmico: la noche y el día, el orden de
¿Homilía o alabanza? las estaciones, el sol y la luna...
La liturgia cristiana está sumergida en ese orden cósmico. La fies-
I lay personas que antes de componer los ramos de flores, leen la li- ta de Pascua, se acomoda a la luna llena; la de Navidad, al solsticio
t u rgia de la fiesta que van a adornar. Es una manera de actuar que de invierno. Pascua es fiesta de primavera (al menos en el hemisfe-
debe conservarse, pero tiene dos riesgos: hacer del ramo una espe- rio Norte); Navidad, celebra el nacimiento de Cristo cuando los días
de de homilía sin palabras, como un comentario del evangelio del comienzan a alargarse, es decir, venciendo a la noche; la fiesta de
d ía. Es un proceder alegórico, pero es forzar a las flores a decir algo Pentecostés corresponde al inicio de la recolección de las cosechas y,
para lo que no han florecido. la fiesta de los difuntos, se celebra en el otoño.
El arte floral tiene un sentido simbólico que, al contrario de la ale- En ese ritual del orden en el cosmos, los floreros y centros pre-
goría, parte del objeto (las flores y su distribución) para expresar una parados con flores escogidas van a jugar un papel relevante en la li-
realidad abstracta. El ramo no demuestra, muestra; no explica, ac- turgia. Los colores de los ornamentos, que cambian según las fiestas,
túa; no ilustra un texto, trabaja la sensibilidad por mediación de la no según el evangelio del día, ponen también de relieve la liturgia.
vista. El ramo no es una homilía, es una alabanza. Hay que dejar a las flores su simbolismo de la naturaleza y no for-
zarlo en alegorías ficticias. Hacer «ramos litúrgicos» no es cristiani-
zar las flores, es servirse cristianamente del símbolo natural, de su
belleza gratuita y de la alabanza que proclaman.

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Algunos detalles
14
— Demasiadas flores, matan las flores.
— Las flores son para decorar, no para tapar. Aquello que se
EL BUEN USO
adorne —altar, ambón— debe verse. Con más razón, un ra- DEL DÍA DEL SEÑOR
mo de flores en el altar no debe tapar al sacerdote o al cáliz.
Debe ser un ramo discreto.
— El presbiterio es evidentemente el lugar privilegiado de la de-
coración floral. Pero el porche de entrada que acoge a los
miembros de la asamblea o el baptisterio que acoge a un nue-
vo cristiano, también podrían estar adornados de vez en
cuando.

La historia del domingo comienza el mismo día que Dios resucita a


Jesús de entre los muertos. Ese día, Jesús se manifiesta a los suyos:
— A las santas mujeres (Mateo 28,9; Marcos 16,9; Juan 20,11).
— A los discípulos de Emaús (Marcos 16,12; Lucas 24,13).
— A los Once (Marcos 16,14; Lucas 24,36; Juan 20,19).
— Jesús explica, por medio de las Escrituras, su muerte y resu-
rrección (Lucas 24,27) a los discípulos de Emaús y a los Once
(Lucas 24,45).
— Jesús comparte la comida con los de Emaús (Lucas 24,30) y
con los Once (Lucas 24,41).
— Jesús envía a sus discípulos en misión «a Galilea» (Mateo
28,10) y «al mundo entero» (Marcos 16,15); «Seréis mis testi-
gos» (Lucas 24,48); «Yo os envío» (Juan 20,21).
Desde el día de la Resurrección, en cada una de nuestras misas,
Cristo sigue haciendo con nosotros lo mismo que hizo en Pascua con
sus discípulos:
— se manifiesta a los discípulos reunidos,
— explica las Escrituras,
— comparte la mesa,
— envía a la misión.
Nuestras asambleas son el lugar donde el Señor Jesús manifies-
ta a los suyos que está vivo.

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El primer día El día del Señor

Los cuatro evangelios precisan —cosa excepcional— que Jesús resu- Las lenguas anglosajonas han conservado la denominación pagana
citó el primer día de la semana. de «día del sol» (sonntag, Sunday) para designar al domingo; las lati-
El hecho de que el emperador Constantino en el año 321, decreta- nas con su domenica, dimanche, domingo, tienen la palabra que proce-
se que el domingo sería el día del descanso semanal, creó la confusión de directamente del latín: Dominicus dies, «día del Señor», y se reco-
haciendo creer que el domingo sustituía al sabbat judío. El sabbat, nues- ge en el Apocalipsis 1,10.
tro sábado, es el séptimo y último día de la semana, cuando «Dios des- Pero más que el nombre, es toda la vida cristiana la que está en
cansó de todo el trabajo que había hecho». Por eso, el día siguiente, juego. El día del Señor es el día que se debe «santificar» dedicándo-
nuestro domingo, es el primer día de la nueva semana. lo a Dios. Por eso, desde los comienzos de la Iglesia, incluso antes de
Surge la confusión cuando se habla del «fin de semana» y la nu- que se estableciese la fiesta de Pascua, los cristianos hicieron de este
meración de los días, pues en la vida profesional de la organización primer día de la semana el día del encuentro para celebrar al Dios
internacional y especialmente en los transportes, se considera el lu- creador que resucitó a Jesús. El primer testimonio que tenemos de
i íes como primer día de la semana. esto se remonta a quince años después de la muerte de Jesús. Es el
Aunque el traslado del descanso del sábado al domingo por de Pablo, que «parte el pan» con los cristianos de la comunidad de
t onstantino, y el fenómeno reciente del «fin de semana» son com- Troada (Hechos 20,7). Se refiere a una eucaristía, un sábado por la
prensibles, la visión cristiana debe seguir considerando al domingo tarde, que según el cómputo de los judíos es ya domingo, el primer
como el primer día de la semana, por estas razones: día de la nueva semana.
1. Como primer día de la semana, el domingo no es el aniversa- El Vaticano II condensa así el significado del domingo cristiano:
rio del día que descansó Dios, sino al contrario, es el aniver-
sario del día que comenzó a crear. Antes que nada, el domin- «La Iglesia, por una tradición apostólica que trae su origen del mis-
mo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio pascual ca-
go es una fiesta del Dios creador.
da ocho días, en el día que es llamado con razón «día del Señor» o
2. La Resurrección de Jesús, ese día, no sucede al azar. Dios re- domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escu-
sucita a su Hijo, es decir, hace pasar la humanidad de Jesús a chando la palabra de Dios y participando en la eucaristía, recuer-
la nueva creación; triunfa de la muerte para entrar en la vida den la pasión, la resurrección y la gloria del Señor Jesús, y den
gloriosa de la eternidad. Por eso, el domingo es la fiesta de gracias a Dios que los hizo renacer a la viva esperanza por la resu-
Dios que, al resucitar a su Hijo Jesús, lleva a la creación del rrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pedro 1,3). Por esto, el
fracaso de la muerte a la victoriosa plenitud de la vida. domingo es la fiesta primordial, que debe presentarse e inculcarse
a la piedad de los fieles de modo que sea también día de alegría y
3. Pero lo que le sucede a Jesús, «primogénito de entre los muer- de liberación del trabajo...» (SC, n° 106).
tos» (Colosenses 1,18), para nosotros es todavía una esperan-
za. Por eso, nuestro primer día de la semana, el domingo, es La vida moderna trae muchos obstáculos a la práctica dominical
también el anuncio de ese primer día futuro en el que Dios, de los cristianos. Urge que los fieles recuperen la conciencia de que el
«recapitulando todo en Cristo» (Efesios 1,10) inaugurará su domingo es un tesoro que, si no lo cuidan, hará que se tambalee to-
Reino. do el edificio de la Iglesia.
¡Verdaderamente el domingo es todo lo contrario que un fin de la Entonces: «¿Buen fin de semana?». Mejor: «¡Feliz domingo!».
semana!

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índice temático

ACCIÓN DE GRACIAS: 78 DALMÁTICA: 127


ACTO DE FE: 23, 55,82 DÍA DEL SEÑOR: 108,143
ACTUALIZACIÓN: 62 DOMINGOS: 108,143
ADORACIÓN: 92 DOXOLOGÍA: 85
ADVIENTO: 105
ALBA: 126 ENFERMOS: 92,93
ALTAR: 113-114,120,124,130,132 ENVÍO: 98,
AMBÓN: 115-118 EPÍCLESIS: 80
AMÉN: 54,80 EÓUIPO LITÚRGICO: 28
ANAMNESIS: 81,105 ESCRITURAS: 55,116
AÑO LITÚRGICO: 103,133 ESTOLA: 126
ARTE DE CELEBRAR: 25,106,127
AVISOS: 98 FIESTA: 99
FLORES: 118,140
BENDICIÓN: 80,99 FORMACIÓN LITÚRGICA: 29
BUENA NUEVA: 62 FRACCIÓN DEL PAN: 87
FUNCIÓN SACERDOTAL: 67, 79
CÁLIZ: 72
CANTO DE ENTRADA: 41,137
GESTO DE LA PAZ: 87
CANTOS: 137
GLORIA: 43,137
CASULLA: 127
GOTA DE AGUA: 76
CENA: 71, 73, 74, 89
COMIDA: 88
HOMILÍA: 48, 61,117
COMUNIÓN: 84, 87, 89, 90, 9 1 ,
125
CONCLUSIÓN: 98 IGLESIA: 110
CORDERO DE DIOS: 88 INCIENSO: 131
CORAL: 138
CREDENCIA: 120 KYRIE: 49
CREDO: 64
CUARESMA: 105 LENGUA VERNÁCULA: 11
CUESTACIÓN: 72 LIBRO: 55,116

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i /\i IMNA: / / , 120

— definición: 11, 12 PENTECOSTÉS: 104


— acción: 18 PLEGARIA EUCARÍST1CA: 78,132
PREPARACIÓN DE LOS DONES:
MEMORIAL: 71, 81,105 70,121,124,132
MICROS: 129 PREPARACIÓN LITÚRGICA: 29
MINISTERIO, MINISTROS: 33, 90, PREPARACIÓN PENITENCIAL: 43,
118,123,127 49
MISAL: 134 PROCESIÓN: 123,132
MISTAGOGÍA: 62 PUESTA EN ESCENA: 26
MONICIÓN DE ENTRADA: 42
RITOS: 17
NAVIDAD: 104 RITOS INICIALES: 41

OFERTORIO: 70 SÁBADO: 110,144


OFRENDA: 70, 78 SALMOS: 58
OFRENDAS DE LA MISA: 36 SALUDO: 42,46
ORACIÓN: 52 SANCTUS: 23,80
ORACIÓN DE ENTRADA: 52 SEDE DEL PRESIDENTE: 117
ORACIÓN POR LOS DIFUNTOS: 37 SENCILLEZ: 17
ORACIÓN SOBRE EL PUEBLO: 99 SERVICIO: 29,33
ORACIÓN UNIVERSAL: 67 SILENCIO: 23,53
ÓRGANO: 139 SÍMBOLO: 65

PALABRA DE DIOS: 55, 116, 124, TIEMPO ORDINARIO: 99,105


135 TEMAS: 107
PADRENUESTRO: 84,94
PAN ÁCIMO: 73 VESTIDOS LITÚRGICOS: 123,126
PARTICIPACIÓN ACTIVA: 18, 22, VINO: 76,91, 96
80
PASCUA: 20,53, 81,103,108,145 Y CON TU ESPÍRITU: 47

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