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Caso Estudio Shig U04 201620
Caso Estudio Shig U04 201620
La práctica más extendida ha sido el suministro de todos los EPIs que se indican en la
Evaluación de Riesgos y la negativa de los trabajadores a utilizarlos porque son incómodos,
dificultan el trabajo, incluso provocan accidentes, generando frustración en ambas partes: la
empresa gasta enormes cantidades de recursos en proteger a sus trabajadores, no obteniendo
ningún resultado positivo en reducción de siniestralidad y el trabajador se siente frustrado al
sentirse obligado a utilizar algo que rechaza. Pues bien, como en casi todas las polémicas, todos
tienen su parcela de razón.
Parece entonces que nos vemos en un callejón sin salida, hay que suministrar EPIs, de coste no
baladí, pero ello va a provocar accidentes y lesiones, por tanto, no puedo evitar accidentes y
daños.
Es evidente que como consultores, no nos podemos quedar en hacer Evaluaciones de Riesgos
“generales”, en las que se aportan listados interminables de EPIs a utilizar, sin especificar de
qué tipo ni en qué momentos, (ni siquiera si son realmente necesarios). Es necesario no perder
la perspectiva a que nos obliga la Ley de Prevención de Riesgos Laborales: anteponer la
protección colectiva a la individual; por lo que ante cualquier riesgo que nos encontremos, en
vez de resolver con uso de EPIs, tendremos que:
1. Estudiar su eliminación o control, empezando con medidas como la adecuación de las
máquinas o de las condiciones de trabajo y, en caso necesario, procedimientos de
trabajo.
2. Si quedan riesgos residuales, entonces será el momento de recurrir a los EPIs; para lo
cual es imprescindible eliminar medidas generales como “usar guantes”; basta con ver
un poco de un capítulo de Napo para reflexionar sobre ello.
3. Una vez decidido que la última opción es usar EPIs, se ha determinar claramente qué
tipo/s de EPI hace falta y en qué trabajos es necesario utilizarlos.
Aunque a primera vista lo pueda parecer, no es algo sencillo, pero tiene una gran ventaja, que
es mucho más rentable. Requiere abandonar viejas inercias como el obligar a los trabajadores a
portar todos los EPIs que se le da en todo momento y, sobre todo, olvidarse de que contando
con los EPIs, está todo hecho.
Pero es innegable que estudiar con detalle el puesto y, por tanto, entre la amplísima gama de
EPIs poder escoger los más adecuados y determinar cuándo es necesario utilizarlo, reduce
sustancialmente los costes de EPIs, que no son pocos y facilita su aceptación y utilización.
Es además una alternativa que en PrevenControl hemos podido ejecutar y con más que notable
éxito en todos los aspectos: La selección profesional de EPIs ha permitido a las empresas
ahorrar grandes costes al evitar comprar EPIs innecesarios o sobredimensionados, justificar con
éxito ante la Inspección de Trabajo la no necesidad de muchos EPIs que, o bien el riesgo es
mínimo o generan riesgos adicionales que los hacen desaconsejable, reducir la siniestralidad
tanto en número de accidentes como en gravedad de los mismos, e incrementar la aceptación
y uso por parte de los trabajadores, al ver que es la última solución posible y que no se les da
por darlos.
Como vemos, todo encaja perfectamente con el fin último de los EPIs, evitar los daños a los
trabajadores sin introducir riesgos nuevos. Para ello es imprescindible seleccionar
adecuadamente tanto el EPI, de forma que proteja lo necesario sin la incomodidad de uno
innecesariamente sobredimensionado y, sobre todo, concienciar al trabajador de la
importancia de utilizarlos como último remedio y que, como último remedio que es, se ha de
utilizar en todo trabajo y momento que resulte necesario sin excepción.