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La Vida Afectiva
La Vida Afectiva
Los afectos oscilan generalmente entre dos polos opuestos. Según su naturaleza,
pueden moverse entre la alegría y la pena, la atracción y el rechazo, o el placer y el
displacer.
Casi todos los sucesos provocan una respuesta afectiva en los seres humanos. A
diferencia de otras funciones psíquicas que son vividas menos personalmente, los
afectos suelen deja profundas huellas en el psiquismo, puesto que su incidencia
sobre la vida cotidiana es determinante. Así se explica que los afectos positivos
perduren en la memoria, siendo difícil su olvido. En cambio, los que provocaron
frustración en su origen tienden a relegarse al inconsciente o a sufrir grandes
modificaciones por la acción de los mecanismos de defensa.
En suma, y en palabras del psiquiatra J. M. Uncal, el afecto determina la actitud general; ya sea
de rechazo; de aceptación; de huida; de lucha o de indiferencia ante una persona; un acontecimiento o
una idea. En los seres humanos, pues, los afectos condicionan sus relaciones
interpersonales, ya que siguiendo su dictado establecemos relaciones de amistad,
simpatía, desapego u hostilidad con las personas que nos rodean.
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anglosajona es frecuente utilizar como sinónimos los términos emoción y sentimiento.
Sin embargo, la mayoría de psicólogos distingue, aunque a veces no con una precisión
extrema, entre los tres términos.
La palabra emoción proviene del vocablo latino emovere; que significa "sacudir" o
"agitar". Designa un estado afectivo que se caracteriza por ir acompañado de ciertas
alteraciones corporales. Así, la agitación emotiva se sigue de numerosas
manifestaciones físicas que comunican a los demás el estado afectivo del sujeto. Por
ejemplo, ante la emoción de vergüenza, el organismo reacciona con el rubor; ante la
desconfianza, fruncimos el ceño; etc.
LOS GESTOS EMOTIVOS. Casi todas las emociones se acompañan de gestos que las delatan: fruncimos la frente
cuando nos enfadamos, por ejemplo. Para comprobar si estos gestos obedecían a aprendizajes sociales, se
hicieron pruebas con niños ciegos y sordos. Se comprobó que gesticulaban de manera similar a otros niños con sus
sistemas perceptivos completos. Así mismo, los antropólogos han puesto de relieve que en todas las culturas se
repiten los mismos gestos emotivos, independientemente de sus tradiciones y de su desarrollo técnico.
LAS PASIONES Y LAS LEYES. Un sujeto apasionado es incapaz de controlar, en numerosas ocasiones, sus propios
actos puesto que la pasión nubla su mente, como suele decirse en lenguaje coloquial. Esa im posibilidad de
racionalizar su conducta ante la presencia del objeto que provoca en él la pasión es contemplada en los códigos
penales. Por ejemplo, si se comete un asesinato con premeditación y a sangre fría, la pena carcelaria será mayor
que si es ejecutado bajo los efectos del apasionamiento. Se reconoce así la alteración de la realidad y la
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incapacidad de control que sufre un individuo cuando se halla bajo los efectos de una pasión intensa.
Las pasiones se diferencian de los dos estados anteriores por su grado de intensidad y la
dependencia de la voluntad respecto a ellas. Son tendencias afectivas que se viven
desgarradoramente, de tal manera que el individuo se siente arrastrado por ellas aunque
pretenda impedir sus efectos. Por tanto, poseen tan alta intensidad que no pueden ser
controladas racionalmente. En cierta medida, el sujeto que sufre una pasión pierde parte de
su libertad individual, puesto que la voluntad apenas puede modificar los comportamientos
apasionados. Así, por ejemplo, un amor o un odio desmedidos terminan por convertirse en
pasiones si la voluntad no consigue imponer un cierto control racional sobre esas conductas
afectivas.
El PSICÓPATA INDIFERENTE. La psiquiatra María Dueñas describe así la indiferencia emotiva del psicópata: Es el pro-
totipo de la personalidad sin afectos y entra dentro del campo de la patología psiquiátri ca. K. Schneider los define
como personas que sufren y que hacen sufrir, aunque hoy se admite más que hacen sufrir sin inmutarse por las
consecuencias de su conducta. Presentan una pobreza general de reacciones afectivas; los actos que comenten
no les producen nerviosismo, ansiedad, pena, vergüenza, culpabilidad ni ningún otro tipo de sentimiento que la
persona normal experimentaría en las mismas circunstancias. Presentan una carencia de emociones, no están
ansiosos ni tristes, no lloran ni demuestran alegría ni tampoco sufren los correlatos somáticos de esas emociones,
como la palidez, el rubor, el temblor, el sudor...
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autoconfianza y, por regla general, muestra conductas de socialización, integrándose
plenamente en la convivencia grupal. Sin embargo, muchos trastornos conductuales se
hallan relacionados con la vida afectiva. Algunos de los más importantes son:
LOS IK. A. Montagu, en su libro La naturaleza de la agresividad humana, describe un caso peculiar de alteración
afectiva: el de la tribu de los ik, en Uganda. Desde tiempos inmemoriales habían sido cazadores, pero el gobierno
declaró sus tierras reserva de caza y los obligó a convertirse en agricultores. Ese cambio de vida modificó todas las
costumbres ik, provocando de paso una alteración en sus relaciones sociales y en sus vínculos afectivos. Se volvieron
agresivos, peleándose continuamente entre ellos; disolvieron las familias comenzando a vivir individualmente; el amor
dejó de ser algo apreciable y hasta se rompieron los vínculos afectivo s entre las madres y los hijos. Éstos últimos, al
igual que los ancianos, fueron considerados como apéndices inútiles al no poder cuidar de sí mismos
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Desde el punto de vista hereditario, conviene distinguir entre aquellos que son comunes a la
especie humana y aquellos otros que son exclusivos de un individuo. Así, cuando estamos
irritados en grado sumo, fruncimos el ceño y apretamos los dientes; cuando sentimos un
miedo intenso, se nos eriza el vello, etc. Estas reacciones no son exclusivas de una sola
cultura; al contrario, se dan en todos los pueblos de la tierra. Lo mismo sucede con la risa, el
llanto, las manifestaciones de euforia, etc. Estos tipos de conducta son, pues, reflejos. Su
origen debe buscarse en el desarrollo evolutivo del ser humano.
Ahora bien, las características hereditarias de cada individuo concreto también influyen en
su afectividad. Según sean aquellas, tenderá cada uno a emocionarse con mayor o menor
facilidad y a de cantarse hacia unos u otros comportamientos afectivos. Sin embargo, la
carga genética nada podría sin la influencia del medio ambiente. En ese sentido, la
educación recibida juega un importante papel. La historia personal de cada uno influye
notablemente en el conjunto de nuestras reacciones emotivas. Según se hayan reforzado
unas u otras conductas, aumentará o disminuirá su repetición en el futuro. Así, en nuestra
sociedad se educa (o se educaba) a los hombres para que no expresasen sus sentimientos.
Frases como los hombres no lloran han sido habituales hasta nuestros días. En cambio, la
mujer podía explayar libremente sus sentimientos, puesto que esa conducta era considerada
muy femenina.
Como es sabido, el Cociente Intelectual se calcula a partir de baterías de tests que miden
ciertas capacidades y destrezas intelectuales. Las pruebas psicométricas están orientadas
básicamente a la cuantificación de habilidades verbales, lógico-matemáticas, perceptivas y
de rapidez en el procesamiento de la información y en la respuesta emitida. Numerosos
autores han cuestionado este tipo de pruebas, argumentado que sólo poseen utilidad en
cuanto a la medición de capacidades académicas y laborales de un individuo. En cambio, no
tienen en cuenta otros factores relacionados con los procesos intelectuales, ni tampoco
contemplan la posibilidad de otros tipos de inteligencia que no sean los puramente
académicos.
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pruebas a las que fueron sometidos en condiciones de laboratorio revelaron que estos
individuos mostraban grandes capacidades para la adaptación individual y social, llevando a
cabo un adecuado control de situaciones difíciles donde había que tomar decisiones
importantes en un plazo limitado de tiempo, además de improvisar estrategias apropiadas
para la tarea profesional encomendada. Por contra, otros individuos con mejor Cl.
fracasaban (o, cuanto menos, obtenían peores puntuaciones) en este tipo de pruebas.
Los psicólogos comprobaron que los primeros poseían una inteligencia más intuitiva,
estrechamente vinculada con reacciones emotivas, mientras que los segundos tendían a
reprimir sus propias emociones y sentimientos en favor de un análisis exclusivamente
racional de la situación. Las conclusiones de los estudios afirmaron la importancia de la
Inteligencia emocional (término acuñado, en 1990, por P. Salovey y J. Mayer, aunque
otros autores prefieren denominarla Inteligencia práctica) en el conjunto de nuestros
procesos intelectuales.
3. LA MOTIVACIÓN.
3.1. DEFINICIÓN Y CARACTERÍSTICAS GENERALES.
Los motivos son, según la definición tradicional, los impulsos que mueven a un sujeto a la
ejecución de determinada conducta con el fin de satisfacer alguna necesidad fisiológica o
psíquica. Así, cuando actúan sobre un individuo, decimos que su conducta está motivada;
en cambio, si en un momento determinado no ejercen influencia sobre él, o bien el sujeto no
actuará, o, si lo hace, su conducta estará desmotivada y le resultarán indiferentes las conse-
cuencias de su acción. De manera amplia, podemos decir que los motivos se hallan
vinculados al placer (conductas de atracción) o al dolor (actos de huida o repulsión).
En los seres humanos podemos distinguir dos grandes grupos de motivos según su origen:
unos, de carácter innato, que se asocian a las necesidades fisiológicas; y otros, de origen
ambiental, que han sido adquiridos en el proceso de socialización de los individuos.
Es clásica la distinción de Hull entre impulsos primarios (los unidos a las necesidades
esenciales para la supervivencia del individuo) y secundarios (los motivos debidos al
aprendizaje social y cuya insatisfacción no afecta a la supervivencia, aunque sí al estado
emocional del individuo). Dentro de los primeros se encontrarían el hambre, la atracción
sexual, la agresividad como respuesta de supervivencia, etc. Dentro de los segundos, la
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necesidad de autoestima, el deseo de conocimiento, el amor, etc. Por regla general, los
motivos sociales o secundarios no impulsan la conducta de los individuos si antes no se
encuentran cubiertas sus necesidades primarias. Por ejemplo, si una persona no dispone de
alimento para calmar su hambre, dedicará todos sus esfuerzos a ello, abandonando otras
conductas por muy motivadoras que sean socialmente. De todas formas, en los seres
humanos no siempre sucede así, ya que muchas veces sobreponemos una conducta social
a otra instintiva. Así, algunos presos irlandeses del IRA culminaron una huelga de hambre
hasta la muerte para solicitar que se les considerase presos políticos' y no comunes. Otras
muchas personas pasan hambre y penurias materiales por defender ideales humanitarios o
de solidaridad, etc.
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dicha manera, ya que encuentra placer o un incentivo psicológico en esa actitud
no convencional.
Teorías humanistas: consideran que los motivos vienen determinados por las
tendencias a la autorrealización personal que manifiestan los seres humanos.
Abraham Maslow estudió especialmente la motivación humana. Según su teoría,
existe una disposición innata hacia el desarrollo de la maduración personal.
Jerarquizó las motivaciones en seis niveles diferentes. El más bajo está
constituido por las necesidades fisiológicas, mientras que la cúspide es la
autorrealización personal, la cual consiste en haber desarrollado con total plenitud
las potencialidades inherentes a cada ser humano. Gráficamente reflejó esa
jerarquía de motivos mediante su famoso triángulo.
SOCIEDAD DE CONSUMO Y Frustración. La publicidad, el consumo irracional y los medios de comunicación -sobre
todo cuando reflejan el éxito profesional y sexual de los famosos- generan frustración en muchas personas que,
debido a sus carencias económicas, no tienen acceso al nivel de vida que contemplan a su alrededor. En individuos
inestables o marginados esa frustración provoca a menudo reacciones violentas. Numerosos estudios han destacado
la relación existente entre la frustración social y muchas conductas marginales o delictivas
No todos los seres humanos, sin embargo, consiguen alcanzar una vida plena y feliz, ya
que muchos se quedan anclados en niveles inferiores por culpa de la presión social o de la
incapacidad para comprender el sentido último de la existencia. De esa manera, tales
personas interrumpen su maduración y su crecimiento psicológico, llevando una vida
insatisfecha o, cuanto menos, no colmada plenamente.
3.3. LA FRUSTRACIÓN.
Es la insatisfacción provocada por no haber podido culminar un deseo o un impulso. Las
causas pueden ser tanto internas (por ejemplo, la represión personal de nuestros propios
instintos) como externas (obstáculos sociales o físicos que nos impiden alcanzar las metas u
objetivos propuestos). Los psicólogos han señalado la íntima relación existente entre actos
frustrados y agresividad. Según una tesis clásica, la conducta violenta sería el resultado de
situaciones adversas que llevan aparejadas frustraciones personales, de tal manera que el
individuo reacciona violentamente contra sí mismo o contra el medio. Sin embargo, otros
psicólogos han criticado esta tesis, enumerando hechos experimentales que parecen
demostrar el carácter instintivo y reflejo de la agresividad tanto en las especies animales
como en el ser humano. Según ellos, la frustración incrementa la probabilidad de una
conducta agresiva, aunque no es la causa originaria de la misma.
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4. LA SEXUALIDAD como motivación y
como conducta.
4.1. MOTIVACIÓN SEXUAL.
Desde un punto de vista evolutivo, la sexualidad es el mecanismo por el que se asegura la
perpetuación de los genes individuales y de la propia especie. Por eso, el impulso sexual es
instintivo o, cuanto menos, de carácter innato y reflejo. Mientras que casi todas las especies
animales ejecutan automáticamente la conducta sexual, y se aparean siempre que aparece
el impulso si no existen condiciones adversas que lo impidan, el ser humano, debido a que
se halla sometido actualmente a una selección cultural y no puramente natural, puede
controlar y reprimir la satisfacción del instinto sexual aunque todas las condiciones le sean
favorables. Lo que no puede evitar, sin embargo, es el propio impulso sexual, ya que
aparecerá cíclicamente o ante situaciones que actúan como estimulación del mismo.
La conducta sexual de los seres humanos viene determinada por una serie de factores.
Veamos algunos de ellos:
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A) Biológicos
Sexo biológico: se genera a partir del código genético heredado de los progenitores.
Puesto que las mujeres poseen cromosomas XX: y los hombres XY, serán esas
combinaciones las que determinen el sexo biológico de un individuo. Éste es el
resultado de acciones hormonales durante la vida prenatal, ya que originariamente los
fetos son de naturaleza femenina. Si existe una alta secreción de hormonas
masculinizantes, el feto se determinará como varón; si no sucede así, como hembra.
Identidad sexual: no debe confundirse con el sexo biológico, puesto que, aunque
suelen coincidir mayoritariamente, existen numerosos casos donde no se produce tal
correspondencia. La identidad sexual es el papel de masculinidad o femineidad
mediante el que cada persona siente sus tendencias sexuales a lo largo de su vida.
Son corrientes ciertos casos donde personas de sexo masculino viven su sexualidad
como femenina y viceversa. Aunque durante muchos años se ha creído que esa
inversión de papeles era provocada por factores ambientales y educativos, hoy día se
sabe que en ella intervienen ciertos procesos hormonales que condicionan los papeles
subjetivos de la sexualidad, aunque simultáneamente también inciden en ella
aspectos educativos.
B) Educacionales
Influencia familiar: no existe duda sobre la importancia de la educación en los
futuros papeles sexuales de las personas. Muchos comportamientos futuros están
determinados por la diferente educación que reciben los niños y las niñas en el
entorno familiar y social en el que se mueven. Aunque algunas teorías recientes han
señalado una cierta influencia genética en los papeles sexuales de niños y niñas, el
ambiente familiar contribuye a fomentar esas diferencias mediante el refuerzo de
conductas masculinas o femeninas en los juegos, actitudes, relaciones personales…
Desde el punto de vista médico y psicológico, cada día resulta más diáfano que la
sexualidad es un componente esencial para el equilibrio personal. Los seres humanos
deben abordarla sin complejos, aunque acompañada de una información objetiva que les
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permita ejercer libre y responsablemente su conducta sexual, siempre que esa libertad
tenga como límite el respeto a los demás. La reivindicación de una sexualidad como fuente
de placer y equilibrio psíquico, que vaya más allá de la simple reproducción biológica, es
uno de los signos distintivos de las sociedades desarrolladas en las últimas décadas. El
oscurantismo ideológico y moral que rodeó antiguamente a la sexualidad no ha
desaparecido del todo, pero los avances de la ciencia, e incluso de la, propia reflexión ética,
han puesto en entredicho muchos de los tabúes que lastraron la sexualidad humana durante
siglos.
En el desarrollo sexual de una persona tenemos que analizar: la identidad sexual, que es
la conciencia que cada ser tiene de ser hombre o mujer, el papel sexual, que es la forma
de comportarse ante los demás como hombre o mujer, y la orientación sexual, que es el
objeto que nos provoca el deseo sexual (hombres, mujeres, niños, etc.). También hay que
analizar las cuatro fases de la función sexual: el deseo, la excitación ante el objeto del
deseo, el orgasmo o descarga de esa excitación, y la resolución o recuperación del
organismo a la fase previa, a la excitación. La falta de educación sexual adecuada origina
creencias falsas y conflictos internos, que alimentan una mitología sexual que nos empobrece
como personas.
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Siguiendo con la clasificación del los manuales DSM N y CIE 10, definiremos algunos de los
trastornos psico-sexuales más frecuentes.
Travestismo: En el travestismo existe una satisfacción sexual específica por vestirse con
ropas del sexo opuesto (es más frecuente en hombres). Al inicio, el varón suele ser
heterosexual y realiza el travestismo con alguna prenda femenina ocasionalmente o en
privado. Progresivamente empieza a moverse, hablar y comportarse como alguien del sexo
contrario, a la vez que sus relaciones tienden a ser homosexuales. Este desorden se inicia
en la infancia. Algunos travestidos evolucionan hacia el transexualismo.
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sexo opuesto, acompañada de malestar con el sexo anatómico propio y deseos de
someterse a tratamientos quirúrgicos y hormonales para parecerse al sexo deseado. Un
hombre transexual no sería homosexual, ya que si le atraen otros hombres es porque se
considera mujer.
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G) Trastornos sexuales por dolor
Dispareunia: dolor genital recurrente o persistente asociado a la relación sexual, como por
ejemplo en la penetración. Este trastorno puede ser de origen orgánico (inflamación o
infección genital) o sexológico, la causa más común de este dolor genital es debido a una
excitación inadecuada, por lo cual, al no producirse la lubricación, la penetración resulta
dolorosa Vaginismo: se produce por la contracción involuntaria de la musculatura del tercio
externo de la vagina, que impide o perturba el coito.
PATOLOGíA Y NORMALIDAD. Muchos de los llamados desórdenes psicosexuales sólo lo son si alcanzan un nivel pato-
lógico, es decir, si el sujeto los vive como única forma de alcanzar la excitación sexual. Sin embargo, si somos
capaces de controlarlos, pueden ser elementos potenciadores de la relación sexual. Por ejemplo, en cierta medida
casi todas las personas son fetichistas, ya Que determinadas prendas excitan su deseo; en bastantes relaciones
sexuales se dan fenómenos controlados de exhibicionismo; la visión de la persona deseada aumenta las fantasías y
el placer, etc.
Lo cierto es que varios equipos de investigadores (entre los que destacan el de Gorski y
Allen, por un lado, y el de Simon Le Vay, por otro), tras realizar cientos de autopsias a
cerebros, pudieron constatar importantes variaciones estadísticas entre ciertas zonas
cerebrales de hombres y mujeres. Algunas de estas diferencias juegan un importante papel
en muchos comportamientos sexuales. El uso de nuevas técnicas, como la Tomografía
computerizada, ha permitido corroborar las conclusiones obtenidas mediante las autopsias.
Hoy día se acepta que durante la vida prenatal actúan ciertos procesos hormonales que
determinan no sólo el sexo del feto, sino también diversas propiedades del cerebro. Algunas
de estas últimas serán en el futuro las reguladoras de muchas conductas sexuales. A partir
de estas predisposiciones genéticas, actúan las influencias medioambientales a las que
están sometidos los individuos, particularmente los primeros aprendizajes de la infancia,
sobre todo las relaciones que en ella se establecen con" los padres y hermanos. Todos
estos estudios aceptan los influjos educativos en el desarrollo de la conducta sexual, pero
señalan que los datos de las investigaciones en curso confirman la posibilidad de establecer
pronósticos sobre la orientación sexual a partir de ciertas peculiaridades cerebrales y según
la cantidad existente de algunas hormonas en el organismo.
Laura Allen encontró diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos, concretamente
en una zona del hipotálamo que es la responsable de gran parte de la actividad sexual.
Según estudios neurológicos, la conducta sexual típica masculina se regula en ciertos
núcleos intersticiales del hipotálamo anterior. Uno de estos núcleos, el llamado INAH 3, es
significativamente más grande en los hombres que en las mujeres, lo que podría explicar el
diverso comportamiento sexual que muestran ambos. Allen cree que el origen de esa
diferencia debe buscarse en la desigual exposición a las hormonas masculinas que han
sufrido uno y otro sexo.
En un estudio que levantó gran polémica, Simon Le Vay descubrió que los cerebros de los
homosexuales varones mostraban también, por término medio, un INAH 3 menor que el de
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los varones heterosexuales. Rápidamente, la prensa se hizo eco de la noticia, a veces con
claros tintes sensacionalistas. Sin embargo, el propio Simon Le Vay, homosexual confeso,
se vio obligado a situar el descubrimiento en su justa medida. Así, en su libro El cerebro
sexual (pág. 178), escribe: Una y otra vez se han referido a mí como la persona que ha demostrado
que la homosexualidad es gen ética o algo parecido. No es así. Mis observaciones sólo se realizaron en
adultos que habían sido sexualmente activos durante un periodo considerable de tiempo. No es posible,
simplemente sobre la base de mis observaciones, saber si las diferencias estructurales estaban
presentes al nacer e influyeron después en la homosexualidad o heterosexualidad de los hombres, o si
surgieron en la vida adulta, quizá a consecuencia de la conducta sexual de los hombres. Pese a todo,
Le Vay considera más plausible el origen genético que el ambiental. Se basa para ello en
estudios llevados a cabo con gemelos monocigóticos educados en ambientes distintos que,
en un número elevado de casos, mostraron conjuntamente o bien tendencias homosexuales
o bien heterosexuales.
Dentro del mismo ámbito, el investigador español J. A. Muñoz Cueto, en una tesis doctoral
dirigida por A. Ruiz Marcos, Premio Reina Sofía de Investigación, encontró que las neuronas
de ciertas áreas de la corteza cerebral presentaban un número de conexiones dobles mucho
mayor en las hembras que en los machos de las especies estudiadas. La explicación de
ambos investigadores es que las neuronas de las hembras reciben dos mensajes diferentes:
uno, activador, que las impulsa al apareamiento sexual, y otro, inhibidor, gracias al cual
pueden controlar mejor el impulso y seleccionar así al macho con el que habrán de
aparearse. Tal y como puede leerse en el texto de la Actividad 10, el comportamiento sexual
de muchas especies respondería a esta estrategia reproductora, la cual habría sido fijada
por la evolución debido a sus ventajas adaptativas. De esa manera, se explicaría
neurológicamente por qué en numerosas especies animales la hembra es mucho más
selectiva sexualmente que el macho. ¿Sucede lo mismo en la especie humana? Aún es
pronto para saberlo con certeza, pero algunos autores apuntan la cercanía de una
revolución conceptual en los estudios sobre la sexualidad humana cuando se extienda el
uso de las nuevas tecnologías cerebrales. Debemos señalar las limitaciones específicas de
este tipo de trabajos. No podemos olvidar que son resultados estadísticos de los que difieren
numerosos individuos, que la existencia de una diversidad cerebral puede ser genética o
causada por los diferentes tipos de aprendizajes adquiridos, y que, en último término,
aunque se demostrase fehacientemente la influencia genética, eso no significaría que el
ambiente y la educación recibida no influyesen en las futuras conductas; sólo que lo harían
sobre predisposiciones genéticas, reforzadas o debilitadas según los influjos de los
aprendizajes
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