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Gérard Pommier La excepcién femenina Ensayo sobre los impases del goce Alianza Estudio / Gérard Pommier Alianza Ensayo La excepcion femenina Ensayo sobre los impases del goce Alianza Editorial ' _ Buenos Aires - Madrid Traducci6n de Silvia Yabkowski Titulo original: _ L’exception feminine. Essai sur les impasses de la jouissance. Esta obra ha sido publicada en francés por Point Hors Ligne (1985). © Gérard Pommier © Ed. cast.: Alianza Editorial $.A,, Buenos Aires, 1986 ISBN: 950-40-0021-5 Hecho el depdsito que marca la Jey 11.723 Inpreso en la Argentina - Printed in Argentina INDICE Identificar a la mujer see 29 ‘Un goce en exceso: volver a ser mujer . . 41 Pasividad femenina, actividad masculina 48 La mistica, verdad del goce femenino . 67 Orgasmo, letra det suefio él - LOS IMPASES DELGOCE ..... 0.00.0. 2000 0000000. 93 Lo abierto, hasta donde las palabras pueden Hevarnos 100 E] obstaculo del goce del cuerpo, su resto»... 0.00... 0008 112 De la angustia a la angustia: advenimiento ético EI Amor, signo de lo imposible . . Goce falico, padreversion .... INTRODUCCION Cuando Freud busca el sentido del sintoma, serdn inicialmente sus pacientes las que le permitiran orientarse. Es el primero en animarse a confiar en sus voces sin temer a los escollos, empezando por aquel amor descabellado pidicamente Hamado transferencia que hard huir a Breuer, su primer compaftero de ruta. La palabra femenina se encuentra en pri mer plano en la talking cure de los L’studios sobre la histeria. £1 psicoand- lisis esta entonces atin en germen. Se terminara de afirmar con el suefio de la inyeccién de Irma en 1a Traumndeutung. Sin embargo, paraddjicamente, el esfuerzo teérico de Freud a propo- sito de las mrujeres, que han guiado sus prinieras investigaciones, durante mucho tiempo no avanza. Lo propio de lo femenino parece no dejarse encuadrar en Jas generalizaciones que él elabora y reformula durante las primeras décadas de su obra. Adn ahora, las fluctuaciones y, las incerti- dumbres que jalonan algunos textos autorizan diferencias de interpreta- cion que no existen cuando se trata del hombre. Es a partir de la excep- cion femenina, pero dejando su especificidad en la sombra, que el desou- brimiento freudiang se ha desarrollado en un movimiento que parece exclir su punto de origen. Sera necesario aguardar los textos de {os ulti- mos afios para que. la inspiradora de la obra encuentre el lugar que le corresponde. Y aun asi es preciso detenerse mucho en sus articulos de 1931 y_ 1932 para darse cuenta de que Freud eleva alli sus incertidum- bres pasadas a la altura de un axioma: es necesario otorgar un estatuto de excepcion a lo femenino, ciéndole un destino no diferente © complementario, sino suplement y contingente. Esta posicién des- 10 La excepeién femenina. Ensayo sobre los imipases det goce completa el hermoso armazon tedrico que podria ser constraido 4 pro- pdsito de Jos hombres. La singularidad femenina resiste a su conjunto. pero lejos de ser indecible o inefable, esclarece en cambio los impasses que encuentra tanto el goce de los hombres como el de las mujeres. Su éxcepeién confirma la regla que rige el universo de lo masculino en ef sintoma y en el malestar. Es preponderante por un motivo histérico puesto que el psicoandlisis ha sido inventado gracias al discurso de la histérica y lo ¢s también por un motivo estructural que es importante delimitar, | Las particularidades propias de la femineidad que parecen haber hecho obstaculo a la generalizacién de la teoria freudiana son conoci- das: se trata del problema que plantea ¢! complejo de castracion, la iden- tidad femenina, la especificidad de su goce, rasgos todos que, en grados diversos, parecen hacer objecién a la primacia del falo. Es curioso constitar que los detractores de Freud han querido ver en dL un nuevo idedlogo del patriarcado, cuando, lejos de negar sus o- teristicas, ha mostrado sus resortes. Es mds, conviene partir de la dificul- tad que éstas representan para situar el falo en la articulacion de los goces, posicion que, mas que desvalorizar lo femenino, le ofrece un lugar dominante. 4Qué mejor manera de comprender la diferencia que existe entre el “-gano peniano y el simbolo falico que partiendo del problema que plan- tea la “‘castracion’’ femenina? Como situar la perversion asociada al deseo de} hombre sin atrapar ala mujer en el fantasma inasible, ew la identidad cambiante en fa que ella se sostiene? En fin, donde va a parar el paraiso mitico del cual el hombre cree acordurse, fa plenitud original que lo impulsa a la caza sin la particulari- dad dei goce femenino? La femineidad ocupa un lugar dominante por su exclusion misma, tan lejos como remonten las reminiscencias, los recuerdos y las construc- ciones de la infancia. Lo femenino no armoniza con ninguno de los mon- tajes que proponen las teorias sexuales infantiles. Su realidad forma un agujero en el saber de esas ficciones. la doctrina de Freud se ha limitado a dar valor de verdad a las creencias de los nifios? ,Acaso persigue doctoralmente un suefio para- disfaco, det cual podriamos librarnos algtin dia? Si cl suefto infantil se organiza alrededor de Ia primacia dei fato, sus teorfas no son sin em- bargo falsas por contradecir la percepcién. Mis bien, lo falso de Ja teo- ria devela lo verdadero de una condicion de la existencia. En relacién ‘a esto, la teorfa del nifio es verdadera: la ausencia de un simbolo del sexo femenino es necesaria a la existencia, « la vida, pues es en el lugar "a la demanda de amor materno. Se identifica asf al Falo e identifi se a él, su madre no podra ser privada del mismo sin que él desaparezca. Introduccién AL mismo de esta ausencia que el nifio responde, con su cuerpo mismo, indo- De este modo, el nifio no puede per sin temer morir. Si acaso la percibe, un tal desprendimiento deja en su lugar un agu- jero, al cual nada corresponde en el orden del saber, a no ser una figura de la muerte. El desconocimiento del sexo femenino no es entonces el resultado de una ignorancia del organo, cuya existencia puede ser reco- nocida muy temprano, El saber busca definir el instramento que el goce exige y el falo viene a prestarle el nombre: el pensamiento ignorara siem- pre su ausencia, y se Joan Rivére es sin duda ta primera en haber valorizado, a fraves a ua ease oi Heo, A femenino. Su analizant ds alld del falo que descubre io Fem Suna Te jer joven brillante, que a pesar de sus éxitos sufce de una angusti inten después de cada una de sus conferencias. En la noche que sigue a sus p) Hentificar a ta mujer 39 sentaciones ptblicas, esté violentamente agitada por el temor de haber cometido una falta o una torpeza. No puede entonces recuperar su calma ¥ tranquilizarse mds que seduciendo a un hombre, en el cual Joan Riviére Feconoce una figura paterna, Para esta mujer, ios juegos de la seduccién rompen totalmente con la actividad intelectual que los precede, Este cambio de actitud es asombroso. Mientras que su trabajo estd continua- mente animado por una rebelion consciente contra un padre que ella des- precia, va a buscar reasegurarse en su imagen en ef momento del éxito, Si estd en rivalidad con ese padre escritor y hombre politico, zpor qué ie demanda consuelo cuando le gana en su propio terreno? ;La intensidad de la vida intelectual muestra un avatar.del pénis-neid, y la depresion an- gustiada que sigue al éxito debe ser ordenada entre las consecuencias de Ja culpa? “La demostraciénen publico —escribe Joan Rivitre~ cidades intelectuales, que, en si, do de una exhibicién que tendia dre después de haberlo castrado”. En este caso la actividad intelectual, del mismo modo que todo lo que responde a “lo activo” —en ef sentido freudiano del término— puede ser ubicado en el campo de lo masculino y el acto significard la poseston del falo. La depresion que sigue al éxito. indicard entonces en efecto que una equivaiencia ha sido establecida entre el falo como simboto de la ac- tividad y el pene paterno. El resultado de esta confusiéa proveca en este inomento particular una inhibicién de toda actividad, sin omitir la que le toca ala vida intelectual, Si tal equivalencia del falo y del pene ha pedido establecerse para esta joven, es Jegitimo pensar que su padre esgrimia su Yirilidad como ua falo universal. La minima actividad de su progenitura significaba, en esta medida, su castraciOn, especialmente cuando Hlegaba la hora del éxito, Tal castracién es inquietante porque abre un camino hacia el incesto, hacia el goce de la madre. En efecto, el padre se ve eliminado Por Un triunfo que finalmente es fuente de angustia. Parece entonces ne cesario buscar en una figura paterna ja prueba de que la castracién no es el resultado del éxito, y que el incesto sigue estando prohibido, Esta primera interpretacién de Joan Riviére merece ser completada Puesto que tal como esté, favorece, también, una confusion entre el falo y el pene: ysu modo de exposicién.no podria acaso hacer pensar que una actividad intelectual es del orden efectivamente de la rivalidad con el padre y de la castracion de este Ultimo? Esta cuestién merece ser precisa- da porque Ja descripcién de Ja actividad, luego de la depresin, podria hacer entender que tal alternancia es especifica de la femineidad, cuando en realidad fa misma interpretacién podria ser pertinente para muchos hombres.“La actividad encuentra siempre la figura del padre, y esta constatacién no permite adn distinguir lo-que es propio de lo femenino, de sus capa- representan un éxito, adduirfa el senti- 4 mostrar que ella poseia el pene del pa- Ag Para conservar su originalidad, el punto de vista de Joan Riviére debe ser articulado con el andlisis del momento de seduccion que le sucede, Es a partir del escenario de un suefio que puede desprenderse lo que es propio de lo femenino: “Una torre situada en fo alto de una colina se desmoronaba e iba a aplastar a los habitantes de un pueblo situado en Io bajo, pero tos habitantes se ponian miéscaras en su cara y escapaban asi a la catéstrofe”. . Joan Riviére ve en este suefio fa consecuencia de fa rivalidad con et padre y de la culpa que acompafia a su castracién, Este momento es se- guido de angustia, luego de la seduccién que es indicada por el Hevar mas- caras cuya funcién es asegurar una proteccién. La paciente se disfraza de “mujer castrada” y lleva entonces la‘“mdscara de la inocencia”. Esta lec- tura sigue siendo sin embargo restrictiva, pues no es solamente proteccién Jo que es buscado gracias a la seduccién, sino también un goce sexual: jel desmoronamiento del falo, que acd esté figurado, no caracteriza al mo- mento en que va a delimitarse lo propio de lo femenino? ;La mascara no viene a cubrir lo que esta mis alld del goce falico? (Donde estarfa sin esto el dleseid del syefio’. Ask, la puesta on juego de Ia mascarada no busca tan- t6 reparar la castracién del padre, que es de todas formas inevitable. Pone ademas en escena al goce femenino que est mis alla del falo. La mascara es entonces esta apariencia que cubre a la nada, forma el soporte de esta vacuidad que es ta causa del deseo. jHay otra consistencia de ta causa det deseo que el disfraz? ,Lo femenino, si soporta ef fantasma del hombre, puede presentar otros rasgos que Jos de la mascarada? Joan Riviére consi- dera que asi sucede: “El lector puede preguntarse como distingo yo la femineidad verdadéra y el disfraz. En realidad yo no mantengo que tal diferencia exista”, © Elarticulo de Joan Riviére despeja por primera vez en el campo freu- diano la inexistencia de un significante de fa mujer. Esta ausencia de iden- tificacion angustiante y problemdtica articula ademds un acceso al goce propio de lo femenino. La maécara recubre un afuera del lenguaje, que sin embargo la produce. La mascarada ofrece su consistencia a un goce que permanece més alld del simbolo. Se despliega en este revés en que un padre muestra sv falta, En este trauma que un hombre encuentra con la castracion, una mujer se sitta en el lugar donde falta y ella es amada por- que ella simboliza esa falta. Dar apariencia a Ja causa del deseo en ese momento en que el falo alcanza su limite no es de ningin modo una “falsa femineida: ”, sino la tinica posibilidad que queda ofrecida en este punto de desfallecimiento. donde el Nombre se muestra y se oculta, ostenta su semblante, descubre la vacuidad que bordea. UN GOCE EN EXCESO: VOLVER A SER MUJER Metamorfoseado en mujer durante siete afios, Tiresias puede compa- tar el goce femenine con ef del hombre. Esta experiencia le procura Ln saber mas grande que-el de los dioses. Consultado por Zeus y Hera, rev : Jat que la mujer encuentra en el amor un placer diez veoes mas grande que ef hombre. Su respuesta le valdrd ser enceguecide por Hera furio ‘ al ver revelado el secreto de su sexo. Es, por el contrario, gratificado con el don de profecia por Zeus. Mis tarde, adivino en Tebas y conociendo al secreto del goce femenino, podrd predecit la suerte reservada a Edi °. Por qué Hera estan celosa de ese seoreto? {Fs novesario verdadera, ne Soe ea ae oie su goce permanezca ignorada, hasta devaluada, ara ave ruc el 2 tener un placer sin medida, comparado al de su consort: Sin dud hay una especie de secreto, de velo echado sobre el gira feet ne, come si su realizacion estuviera ligada a Ja ausencia contenant es inieran. Las palabras faltan para decirlo; aun si lo cemnivlo. 3 quizas por esto que tan pocos testimonios permiten {Sigui i a Tiresi i nen is Si tendo Entonces un instante a Tiresias, se dir que el placer fe- disimil? En fa rivalidad viotenta, episodica, nue spe a ante ronan simi n , opone a este herm: x 3 osu hemmana, 4 este esposo y a esta esposa que son Hera y ‘Zeus, Bie pie wa mayor, ésta habria solamente triunfado. Y no es asi. tingoliony ki Ne oo camearade all vel hombre, del cual debe ser dis- t ido, era estalla, aracid tun si juega en su favor, la priva de una diferencia freductible nee lees 4} 42 La excepeion femenina. Ensaye sobre los impases del goce propia. El goce femenino no estd situado en un registro en que pueda ser comparado al del hombre. . Cuando Freud se interroga por la sexualidad femenina, la compara- cién entre ef varn y la nifia estd en el centro de sus propésitos, y le seré necesario un tiempo bastante largo para percibir lo que parece propio de Jo femenino. Durante toda una época de su claboracién, concebira ala femineidad como uno de los destinos que se encuentra a veces realizado, pero sdlo después de represion de una masculinidad primera. En los Tres Ensayos, escritos en 1905, existe una primacia del falo para el varon como para la nifia, y esta Ultima debe sacrificar este erotismo para acce- der a fa femineidad. . “Si se quiere comprender la evolucién que conduce de la pequefia nifia a la mujer es necesario seguir las diferentes fases por las cuales pasa la excitacion clitorfdea (...) lo que es entonces reprimido es un elemento de sexualidad mascuiina (...) Cuando la transmision de la excitacion erd- gena es hecha del clitoris al orificio de la vagina, un cambio de zona cot ductora se operard en la mujer, del cual dependerd el porvenir de su vida sexual, mientras que el hombre ha conservado la misma zona desde su eae ontramos Jo mismo en ef articulo de 1908 sobre “Teorfas sexua- ntiles”. es anatoina ha considerado que el clitoris, en ei interior de Ja vul- va, era el organo homélogo del pene, la fisiologia de Jos procesos sexuales ha podido agregar que este pequefio pene, que no crece, se comporta en la infancia de ja nifia, como un verdadero pene: esen efecto ta sede de excitaciones que conducen a tocarlo, su excitabilidad confiere a la activi- dad sexual de la nifia un car4cter masculino, y una ola de represiones es ‘necesario en Jos afios de la pubertad para dejar aparecer a fa mujer eva- idad masculina.” ; aa eae son poco regocijantes, Ofrecen de la fernineidad una descripcién que evoca una mutilacién, una sustraccion, una represi6n. Exponen fa idea de que el acceso a la femineidad se hace por un “en ine fos”, y no hay ninguna sospecha de un goce en exceso, evocado por Ti. ea este punto de su doctrina, la femineidad no se le aparece a Freud como un dato natural con el cual bastarfa conformarse. No se nace mu- jer, uno se convierte en. Este “convertirse en mujer”, que parece dibujar- se en la teoria freudiana, reclama una cierta pradencia. Este punto de ‘tis ta requiere ser revisado a partir de las concepciones que apareceran a pués de 1930, cuando los términos de pasividad y de actividad conocer: 2 su elaboracion mas completa. Se los puede resumir asf: ¢l varon come nifia son en un inicio pasivos, son objeto del deseo del Otro materno, lue- Un goce en extremo: volver a ser mujer 43 go son activos y entran en esta medida en el goce falico, Por Gltimo la mujer puede, segin vias que te son propias, volver a la pasividad, La revi- sién de las primeras concepciones se resume entonces en considerar que no es adecuiado hablar de un “convertirse en mujer” sino de un “volver a set mujer”, de un retorno a la feminizacién original que es lo propio del ser humano en su relacién con el lenguaje.' El matiz entre “convertirse en mujer” y “volver a ser mujer” es im- portante. Si el destino femenino se cumpliera solamente en un “conver- tirse en mujer”, este ditimo estarfa enteramente capturado en el comple- Jo de masculinidad. En este esquemua, ser mujer seria el resultado de un cierto deseo de ser como un hombre: porque !a nifla se separa de una ma- dre que no tiene pene, pero ella misma lo demanda, va a reclamarlo a aque! que lo posee, es'decir el padre. Asi, Ia envidia del pene es parte de la femineidad. El anhelo de ser semejante aun hombre aparece como un elemento motor del “convertirse en mujer”, Este esquema es satisfacto- rio en muchos aspectos, sin embargo estd minado de un presupuesto: es necesario que esté precedido por la castracién tal como ella se articula con la diferencia anatémica de los sexos; No siempre sucede asi, pucs esta eventualidad no es sino una de las tres posibilidades del destino femenino previstas por Freud en el final de su obra. Ademds, el esquema que corresponde a Ix envidia del pene no permite captar la especificidad dal goce femenino, que, para ser delimitado, reclama la nocién de “vol- ver a ser mujer’, Solamente el retorno a la pasividad primera permite captar como la mujer es alcanzada por Otro goce, que no le debe nada a Ja envidia del pene. . Cuando Freud escribe en 1931 su articulo sobre la sexualidad feme- nina, sus conceptos no conocerén reformulaciones importantes. El esque- “ma de conjunto que él propone se apoya sistematicamente en el comple- jo de Edipo, y no aporta ningiin elemento nuevo sobre lo que parece »definitivamente establecido del lado del hombre. El var6n esta ligado al padre det sexo opuesto y es hostil-al padre def mismo sexo. Su primer-amor se dirige 2 su madre y permanece fijado en ella, El amor iniciat de Ja nifia est igualmente dirigido a su madre. ;C6- mo va entonces a encontrar un camino hacia su padre? Por otra parte ese « cambio relative a la persona amada se acompafia de modificaciones de las Zonas erdgenas cuyo investimiento pasa del clitoris a fa vagina, ,Cémo es que tal viraje del amor y de fa erogeneidad del cuerpo puede cumplirse, si 8 que se cumple, puesto que, escribe Freud: “Cierto nimero de muje- 1 El anilisis del fantastha “Pegan a un nifio” permite asegurarnos de esta fe- minizaci6n primera, 4a La excepeién femenina, Knsayo sobre tos impases del goce res permanecen ligadas en su vinculo originario a la madre, y no legan_ jamds a desviaflo verdaderamente hacia el hombre” El apego del nifio a su madre es equivalente para los dos sexos, y la erogeneidad que le corresponde es Ja del goce falico, cuyos Organos son. el pene y el clitoris. Sin duda el varén deberd también abandonar ef amor por su madre, o mds exactamente solo guardar de ella el recuerdo de la mujer mitica que lo soporta. Conserva de ella la memoria de la Cosa que ella no es, donde su deseo se apoya. Por el contrario, elegir el amor por el padre y la erogencidad nueva de la vagina parece imponer a la mujer un cambio de sexualidad. Freud invocard, para explicar este devenix la nocidn de bisexualidad. Sin duda este término parece en un primer abordaje sorprendente, porque Freud en esta época habfa, ya desde hacia tiempo, demostrado la prevalencia del falo. ,Tal concepcién corresponde a un resto tardio de su transferencia con Fliess, doctrinario eminente de una doble perte- nencia sexual del ser humano? Esta nocién de bisexualidad es importante, porque no concierne la doble pertenencia sexusl, sino a un doble goce. Freud se aleja en este punto de Fliess desde el inicio de su obra. En 1896 por ejemplo, expon- dr4 una concepcién de bisexualidad que difiere radicalmente de la de su amigo.:En esta época,. asociard por una parte, Jo masculino, la libido, la perversion, el placer, la obsesidn y la actividad, y por otra parte, lo feme- nino, la represion, la neurosis, Ia histeria_y la pasividad. Estas dos series muestran que Freud no concibié jamds fundamentalmente Ja bisexuali- dad en términos organicos, sino segtin un modo de division del sujeto por su propio goce. Considerada en esos términos,-la. bisexualidad es una nocién que no contradice la primacia del fato. Todo ser humano es bisexuado, y sin em- bargo, solamente el falo prevalece. Esta concepcion es igualmente precoz en In obra de Freud. Bs abordada, por ejemplo, en Tres Ensayos: “La libido es, de forma constante y regular, de esencia masculing, . que aparezca en el hombre o en la mujer, y abstraccién hecha de su obje- to, hombre o mujer. Desde que he tenido conocimiento de la teorfa dela bisexualidad, he acordido una importancia decisiva a este factor y creo que no se podria interpretar las manifestaciones sexuales del hombre y de la mujer sin tenerfo en cuenta.” En la medida en que fa “bisexualidad” freudiana es referida al ejerci- cio de un doble goce, escapa a Ja referencia anatémica. Gracias a esta pre- cision, algunas oscuridades aparecen bajo una luz distinta. Por ejemplo, la erogeneidad del cuerpo de la mujer para quien “la vagina no estd, por decirlo asf, presente durante numerosos afios”. Tal afirmacién seria incomprensible si este periodo no fuera aquet durante et cual prevalece el Un goce en extremo: volver a ser mujér 48 . goce falico que acompafia el amor por la madre, Durante ef mismo tiem- po, el primer goce, aquel que depende del deseo del Otro, no ha desapare- cido, y &3 porque su presencia insiste continuamente que un cambio de objeto y de zona erdgena sigue siendo ‘posible para un buen nimero de mujeres. La bisexualidad no es un sexo doble, sino esa articulacién del goce del Otro con el goce filico sin ef cual ef destino propiamente feme- - ino permanece incomprensible. _ Freud ha subrayado que fa bisexualidad estaba mds desarrollada en la mujer. Lo esta, en efecto, no por motivos orgdnicos, sino porque existe una indeterminacién del significante “mujer”. En esta medida, como lo ha escrito Lacan: “la mujer no toda es” en el goce filico. Su bisoxuali- | dad implica Otro goce que el de! Falo, en el cual ef hombre esta entera- _ Mente tomado. Motivo de un goce suplementario, la vagina no reemplaza al clitoris, » Su descubrimiento es. solamente Ja consecvencia de la envidia del pene. il desconocimiento de la vagina, que le valié a Freud tantas crfticas, no concierne tanto su existencia como su erogeneidad. Su presencia puede en efecto, ser reconocida dei mismo modo que la de cualquier otra parte del cuerpo, y, sin embargo, ese drgano permanece sin significacion espe- cial, E] uso erdtico de esta particularidad anatémica no puede ser recono- cido en tanto el goce pase exclusivamente por las vias del falo, # El apego por la madre tiene la significacion de una entrada en el goce ~ filico. El amor que le esta destinado es sélo correlative de una primera identificacion, con el nombre propio y con el padre que to otorga. Tal identificacion se acompafia de la atribucién del falo, que hace del clitoris la primera zona erdgena. La identificacién con et padre, con sv nombre © con a significante que le evoca, es el resorte del apego a la madre, Da su significaci6n al falicisme de Ia nifla como al del vardn, porque el falo esei simbolo que estd articulado a ese nombre. , La entrada en el goce félico da una respuesta al goce primero. frag- mentante, que el nifio de los dos sexos sufre cuando encuentra al Otro del lenguaje, momento en que es gozado en lugar de gozar. Freud evoca ta! vinculo cuando observa que estd aconipafiado por una angustia de ser dévorado o asesinado por la madre, Sucede fo mismo con el fantasma de evisceracion que no es de ningan modo equivalente ala castracion, La angustia de ser destruido, devorado, eviscerado, signa la imposibilidad propia de un goce experimentado originalmente ‘bor el ser humano. El goce que ta relacién con el Otro del lenguaje implica es mortifero, porque el cuerpo mismo es entonces lo que viene a patiar la incompletud del deseo materno. , La identificacion con el padre, el acceso al falicismo ponen un tér- mino a ese tiempo de devastacién. Sin embargo, fa farsa que proponen gxcepeién femenina, Ensayo sobre los impases del goce no sc establece definitivamente. La proteccién que ofrecen, que es tam- bién una prohibicién, puede ser transgredida, y es en su punto de fragili- dad que puede resurgir el goce en exceso, propio de lo femenino. La identificacion con el padre es frigil, porque comporta su propia falla en ese punto en que la pregunta.por fo que es un padre no encuen- tra respuesta y necesita un recurso a lo imuginario. Tétems y religiones se ayocan a cubrir esa ausencia, ofrecen un paliativo a un nombre tan problemitico como. el dela mujer. En ausencia de respuesta, el padre se imagina, st encarna: identificarse con el padre consiste entonces en tomar su lugar, en realizar su asesinato, y una vez realizado este acto fantasmé- tico, ya nada vuelve a separar del goce fragmentante del Otro materno. Existe asi un-circuito en-que el apoyo tomade en el goce filico encuen- tra su falla y cue en otro goce. Cuando se realiza el fantasma, el asesina- to del padre anula la prohibicion que impone, momento de una caida, de una bascula orgistica que es a la vez el punto mas extremo del goce y la significacién de su fin. Asi sucede en el acto amoroso. Del lado del hombre, el orgasmo mas- culing es ese significante de la mortalidad del padre que implica la repro- duccién sexuada, El acto sexual comporta fa reproduccién de la especie: anuncia asi lo que pasa las generaciones y evoca la muerte de un padre, Este poco de realidad basta para alimentar un fantasma de su asesinato, oscuramente imaginady por la devoracion del macho por su amante, Mas o mesos claramente, un hombre puede presentir que va a encontrar una cierta forma de muerte cuando avanza hacia una mujer que ama, Es asi reducido al erotismo de su nombre. Del lado de fa mujer, ese significante de la muerte es necesario aun si no siempre es suficiente, para que se ope- re una bascula entre el goce filico, clitorfdeo, y el Otro goce. El exceso del goce de la mujer no va entonces a reemplazar a su facilismo, se pro- duce en suplemento. Porque desaparece como existencia, un padre puramente fantasmiti- co entrega una mujer al goce. El momento de aniquilamiento que ella experimenta résulta de‘una anulacién de la referencia al falo. El orgasmo que la acompaiia significa una pérdida en el Otro materno. El exceso de goce de la mujer se anuda al asesinato del padre, al desprendimiento de ese nombre que sobrevive al amante. El don dei patronimico que un hombre lega a su esposa en ciertas civilizaciones, muestra esta articula- cién entre la filiacién del nombre,.ligada al goce filico, y el Otro goce. El orgasmo femenino constituye asi el revés del nombre propio, subraya su significacién mortal. Asi, ef goce femenino se conoce en una ensofia- cién mortifera, y le falta que lo acompafia evocard a Jos golpes hasta el punto de reversion en que se pierde en el incesto. Cuando Hera va a plantear su pregunta a Tiresias, ella quiere ser la “Ain goce ca extremo: volver a ser mujer 47 Tiina. Mientras que su goce es diez veces més elevado que el del hom- re, ella prefiere Presentarse como la que es golpeada. Se obstina en ocul- far su superioridad, como si su degradacién fuera una condicién de su placer. ° Se enoja como si el goce de su cuerpo debiera permanecer ignorado y seguir siendo el lugar de un deseo que escapa a Ja mirada, Por eso Hera castiga a Tiresias privindolo de la vista. Permanece de este modo invisi- ble, vestida solamente con el deseo que‘provoca. Es entonces, comenzan- do por elia misma, por su propia apariencia de la cual se separa, el objeto de un fantasma en que st cuerpo se devela como interioridad det cuerpo del Otro, como vacuidad de la causa. Et cuerpo es entonces solamente “receptaculo y una de sus cavidades se vuelve erdtica en esta medida. La erogencidad de una cavidad cualquiera, es del mismo orden que la que puede investir a la vagina. Por eso un hombre que, como una mujer, se deja pasivamente investir por el fantagma puede sin duda alcanzar, tam- nl él, este Otro goce, en exceso, que es propio de la mujer. La nocién freudiana de una “pasividad” femenina responde a este destino. PASIVIDAD FEMENINA, ACTIVIDAD MASCULINA — 4Se acuerda de lo que dijo al principio de esta sesién? wed Se trata en este fragmento de una analizante cuyo sintoma recurret te se reduce a lo que se ha dado en Hamar una ceguera histérica. Cuan ““Pasividad femenina, actividad mascuiina ay no se trata de ceguera, esta persona presenta una dolencia ocular o una njuntivitis. Es notorio que después de haber enunciado su segunda frase, esta _analizante se tope con la imposibilidad completa de acordarse de la prime- ta, de la cual parece sin embargo ser la continuacién. Esta amnesia, este “blanco, da lugar a un fantasma intermedio que se desplicga en un espacio: ncioso. Su contenido podrfa formularse de varios modos, siendo ef is simple y el mas directo éste: “Mi amiga, esa puta, habria podido te- ef Una relacion sexual con usted en ese gran hotel parisino”’. “Como en la totalidad de los hombres a quienes la prostituta se ofre- , conviene contar al padre, ef hombre que ella ha visto salir de ese gran hotel parisino se encuentra investido de un significante paterno. De la amiga Maria, depositaria del misterio de la Mujer del cual se supone cono- ‘ce sus secretos, a un hombre que es paterno en la medida de su anonima- el fantasma que desune las dos frases es el de la escena primitiva. EL hombre... y la amiga de Maria copulan por sus cuidados. La amnesia que cae sobre la primera frase una vez que la segunda fue enunciada, muestra na disyuncion. La torsion que va de una a otra describe el lugar donde la ‘mirada se ausenta. Para construir el fantasma, es necesario evocar causa- i6n, ef lugar en que el deseo se experimenta entre el goce imputado ab hombre y Ia mujer infinitamente prostituible de ta cual ét goza. El sujeto -abolido entre las dos frases, en esta escena donde, con su presencia, su inirada misma est& ausente. El sintoma de la ceguera une las dos frases, y, vstravés de ellas, dos secuencias disjuntas del fantasma. No ver, ocultar la ‘mirada, es hacer copular al hombre y la mujer en la disyuncién de un fan- = tasma imposible de ubicar en términos significantes, El sintoma hace ‘suiura, copula, reemplaza la relacién sexual, y la ausencia de mirada pone - Me parece que lo vi salir el otro dia del bar de ese gran hotel parisino... — Mi amiga Marie me dijo que conoce un modo que permite prostituirse en los hoteles de iujo con los extranjeros de puso... da consistencia al fantasma y hace corte. Por eso es eficaz independien- jemente de toda comprensién relativa a ella. El fendmeno nuevo dei lagri- ‘meo que se desencadena permite constatar el efecto de la pregunta plan- eada antes de captar sus resortes. El corte realizado sobre el fantasma epercute en el sintoma, exterioriza la relacién de la causa del deseo y del jeto de la pulsign. La construccién del fantasma y la interpretacién cha a nivel de éi-permiten al sujeto confrontarse con su propia causa- Sn; que escapa y escapard siempre a la articutacién significante, a la cual ‘std sin embargo coordinada, << Del enceguecimiento de la mirada al fantasma de fa escena primitiva, ‘al sujeto se percibe como actor en su propio decir, en el instante mismo ‘en que alega 1a alienacién. La causa del deseo se desprende asi de su lazo . No me acuerdo, Sé que era cuestion de 34, persona, pero no puedo decir de qué se trotaba. z Algo que me es muy proximo, pero soy incapat: de decir mas... Mis ojos no me dueten como dt costumbre, pero me Llovan... 48 5G La excepeién femenina. I:nsayo sobre los impases del yoce con la-pulsion, con el.goce que ella preserva. Saliendo de la pasividad en que Ia ceguera ta sumerge, Hora sobre el acto que presentan las condicio- nes mismas de este goce. — Ayer, me encontré con ese hombre que usted sabe que yo considero como uno de mis. padres. espirituales, La noche siguiente tuve un suefio que me parece raro, porque lo acompatia-" ba un pensamiento que creo no tiene ninguna relaciéin con la escena que yo vera. Tenia la idea insistente de que este hombre estaba muerto 0. més exactamente, que acababa de suicidarse, Esto me parece sin ningtena ligaz6n con la ima- gen del suefio que recordé con mucha nitidez: estoy en una sala de cine, parada como cuando. uno se levanta o cuando se entra. ~ Es cierto que esta formulacién esté mal. Quise decir: “cuando uno se levanta para entrar: o Yalir”.. cuando uno se levanta o entra, esta... frase mal hecha da una imagen de mi parada Penetrando frente @ un escenario 0 una panta- lia, Esto me hace pensar en dos cosas. Primero esa sensacién horrible que sentt todos estos ulti mos dias antes de dormirme. Una impresion de fener un cuerpo rigidificado, empaquetade, 0” mas bien recubierto por una membrana. Este me da tanto horror que salgo inmediatamenie del suefio. Soy como un gran paquete, un bebé, oun sexo de hombre que no llega a hundirse en el suefio. — Es una imagen opuesta a ta del suefio en que justamente me levanto y entro; sin duda para continuar durmiendo.,. el hecho de levan- tarse frente a una asistencia me hace pensar. ahora ent fa angustia que tenia hace unos aos, cuando iba al teatro o al cine, Me tenta que po- ner cerca de la salida. Inchuso cuando ta luz se; apagaba, tenia miedo de levantarme y de hace lad femenina, actividad muasculina St ne notar. Exo me pasa aun ahora de vez en cuando. Sé que esto parece poca cosa, pero es como si todo el sentido de mi existencia se resu- iniera en e808 instantes, Es ese momento en que no soy mds que una cosa, un paquete como an- tes del suefio, a donde estay enteramente captue tada en la mirada de alguien, no sé quién, en un teatro... no soy nada, sine algo para no sé quién. ~ &n la escuela me ruborizaba cuando de- clan mi apellido. . ~ Mi apellido:es una forma de decir, puesto que ahora me casé y lo cambié. ~ Ks el apellido de mi padre... Es sin duda de alli que viene ta idea separada del suefio, esa idea del padre espiritual suicidedo. Esté muerto en ef momento en que yo soy entregada ast co- mo una cosa... ~ Usted detuvo la tiltima sesion en el mo- mento en que habia encontrado el yinculo en- tre el pensamiento del suefio y la escena que veo. La imagen de mi cuerpo erguido frente a una asistencia esté ligada al pensamiento del sui- cidio de un padre espiritual. Esto se me ocurrié por el rodeo de. ese recuerdo de clase donde todo el mundo me miraba al Namado de un ape- Nido, que es el apellido de mi padre. Compren- do que es eso, aunque no veo todavia qué quie- ro decir, y en particular por qué esas dos as- pettos, el pensamiento y la imagen, se presen- taron separadamente, ;Qué es lo que hace que se superpongan pero que sin embargo sea ilégico? Me acuerdo de otro suetio que se trata- ba de un suicidio. Quizds usted se acuerde. Se -itt om PP? i — PP? La excepeiin femenins Ensayo sobre tos impases del goce Pasividad femenina, actividad masculina 53 trataba de un baile en que estaba con mi aman- te, Tengo ta impresion de que no esté bien ¥ soy la tinica que me preocupo, Se me acurre la idea de que va a mutarse y que debo permane- cera su lado para que viva. Tengo un momento de descuide, 6 sale » alguien me anuncia que ine tento suicidarse. En realidad no estaba muerto, © pero era como si yo fuera culpable de lo que habla pasado. suetio, es reenconirarme en ese placer demasia- do grande. n novelesca de HI] Amor Loco, André Breton en- tueteje el vinculo que hay entre ef espejo, el amor y lo desconocido: “El amor recfproco, tal como yo Io veo --escribe-- es un dispositivo de espe- “jos que me devuelven, desde los mil 4ngulos que puede tomar para mi lo - desconocido, Ja imagen ficl de la que amo, siempre mds sorprendente en adivinacién de mi propio deseo y mds dorada de vida’. La que amo me devuelve de mi reflejo fo que de él me es incompren- sible, la “adivinacién de mi propio deseo”. En este dispositive de espejos donde yo la encuentro, su imagen encierra una incdgnita que me detiene y-con la cual me encamnizo. Es raro que la vision de un ser humano deje indiferente a alguien, provoca casi siempre un juicio. Mas aun cuando se “trata de ia amada, : Su belleza tiende una trampa a aquello de lo cual mi mirada me ex- ‘huye. Fija lo que yo no sé de mi propio fantasma, que busca apresarse ‘en su superficie, y se aprehende en uno de sus rasgos. Asi sucede con aquel detalle fisico, ese pequefio defecto, querido por su rareza, por su felacion a lo no conforme, a lo no conocido: es tanto motivo de amor como pretexto de asco, siempre que las circunstancias se presten a este cambio. No existe belleza bruta. La desnudez de un cuerpo, por mas per- fecto que sea, persiste en una falta de erotismo. El cuerpo estd vestido por su falta, por lo desconocido, y la vestimenta esta alli para dejar supo- “ner la presencia de una extrafieza, a la cual ef fantasma se adhiere. Este se aloja en {a falta del cuerpo del Otro sexo, asi como primero se desplego en Ja falta de un goce primero, el del Otro del lenguaje cuya inaccesibili- dad se rememora en el suefio. ‘ss Lo infinito de la demanda materna, ef conjunto de su cuerpo lexical permanece inaccesible. En cambio, cl cuerpo de la Mujer es accesible. Lo que esta en falta en el Otro encuentra asi su punto de fuga, su espejismo en el encubrimiento del cuerpo a condicién de que se preste al fantasma. Jas imagenes que se presentan cuando las palabras faltan animan un cuer- po.que es el lugar primero de una resistencia al discurso. La pasividad de la imagen encubre una incdgnita que Ja vuelve siempre nueva y atrayente, y ésta s¢ iguala asia la incégnita del goce mismo. > Que el deseo encuentre un punto de anclaje mds alld de las palabras puede parecer extrafio. Es sin embargo asf porque el sujeto del significan- te-debe pasar por Ia imagen del semejante si quiere confrontarse a un goce.del cuerpo que escapa al hablar. El que habla pierde su cuerpo. Lo £8 cierto que usted me dijo que era mi culpa. -— A menos que no sea yo quien lo haya en- contrado... me acuerdo ahora que habia tam- biée una actriz de cine. — Yo preferirta que me dejara hablar... ja nnultitud hablaba de esta actriz en una especie de“algarabia, yo gia su apellido... comprendo bruscamente que ‘la actriz soy yo, ¥ también por qué el apellido esta separada de ese modo, Soy entonces yo. Yo soy la que actia y mi ape’! Hido esta separado de mi, Es el apellido que co- fre riesgo de muerte. . ~ ET suetio y fas asociaciones de la tiltina’ sesin se me aparecen de atro modo ahora, Si Ja idea del asesinato me hubita y debe ser alejac da de mia causa del apellido mismo que lievo, | es a partir del momento en que esta muerte so- breviene que mi cuerpo esid de pie coma en eb suefio... En realidad soy yo la que suicida men-* tabnente a un padre pura reencontrar el placer del gran bebé impotente del cual uno se ocupa,. ~ ET placer de ser un gran bebé perfecta- mente pasivo librado a su madre. El horror del Sa La excepeidn femenina. Ensayo sobre los impases del gow olvida y solo lo recupera gracias a la imagen de aque! a quien se dirige. Esie dltimo es entonces el motivo de su fantasma, de sus ensofiaciones talladas a la medida del silencio de su interlocutor. Las palabras ocultan el goce, ef saber parcial que ellas exponen deja a su sujeto barrado, esein- dido de si mismo por un lenguaje que es sin embargo ef suyo, su abrigo. Tal relacién def sujeto con su goce es primero homosexual, Busca lo idéntico, lo semejante, que es amado y detestado en cuanto se muestra, Porque su apariencia excede todo lo que de ella puede decirse: el impera- tivo del goce no encuentra su solucién del lado def sujeto, y esta imposi- bilidad se le aparece como impotencia. EI reprocha 4 su semejante no suffirla en la misma medida que él, y hasta le pide una reparacion. Lo homosexual, sentimiento extenuante yacente en la raiz de un ser en falta, se vuelve hacia lo desconocido del Otro sexo, vira al heteros por Su impasse mismo, se vuelca alrededor del simbolo ~el falo— que marca su limite, y al volcarse entrega el cuerpo que es el objeto de su fantasma al goce que abandona. « Que una mujer pueda estar para un hombre en el lugar de la causa de su deseo significa que ella esta para é1 mis alld de Jas palabras, oculta- miento de lo que da sentido a su existencia. Para mantenerse en ese Sitio, le basta estar en el lugar de io que sf espera y cuya naturaleza él ignora. La pasividad dela imagen, su chatura, se adecua a la relacién disjunta del sujeto con su propio goce que él encuentra, si no detris de un espejo roto, al menos en fo que ia relacién con el cuerpo tiene de sintomiitico. Lo “pasivo” es una trampa al goce, porque encubre la causa del de- seo de quien lo contempla. Cualquiera que sea visto puede beneficiarse con este en més, con este exceso, con la sala condictin de que se preste al fantasma del otro. Asi sucede en Ia pasividad femenina, tal como Freud intenté definirla. Cuando el hombre busca a la mujer tal como ella se da en su imagen, no aprehenderd de ella mas que lo poco de su propio fantasma, mientras que una nuujer, prestandose a él, se pierde, y perdién- dose, gozu de esta pérdida misma, de fa caida en una alteridad en que st nombre se deshace. La huelln del goce perdido puede ser reencontrada en el exceso, en el goce suplementario de aquelfa que se hace soporte del fantasma, receptaculo de la causa del deseo. Porque ella es amada, simbo- liza el cuerpo det Otro, encarna to que del Otro permanece como su afue- sa incomprensible, el mds alld de las palabras, el mas alld de Ia Cosa. Acti- vo, el que goza del Otro sexo por Jos caminos de su fantasma se designa como hombre, porque plantea su acto de teconquista a partir de esta lie mitaci6ny Ia castracién;-que ef falo le impone. Pasiva, una mujer sélo lo es‘Cuando queda como resto de esta operacién donde ella se pierde y goza. La mujer es asi este mito enearnado, siempre extrafio, marcado : : i : f Pasividad femenina, actividad masculina 58 por la rareza, en el cual todo amor cae. E} acto de amar se dirigira siem- pre a la Mujer, que forma el afuera mds inmediato de la Cosa. Por eso cuando una mujer ama a un hombre, se encuentra en posi- cién masculina, poniendo en escena, més alld de él, a 1a Otra mujer. Sino sé contenta con ser amada, sino que a su vez ama, lo que ella ama se diri- ge ala madre impersonal que el acto de amor busca reconquistar. Cuando un hombre es amado por una mujer, le abre un acceso sesga- do a su madre. El primero conoce la pasividad, lo femenino, en tanto la segunda despliega una actividad que seguird siendo desigual a su objeto. La actividad acompafia al amor. Ser amada, en cambio, no tiene acto y confronta con aquello que de devastador tiene el goce. Et goce suplementario, obtenido gracias al hombre, al falo, requiere la Otra presencia. Este-sumergirse en un placer aniquilador podria evocar a la psicosis, a la locura, No sucede asf porque la pasividad del tercer tiempo estd separada del primero por e] acto mismo que busca alcanzarla: en su encuentro con el Otro, la pasividad del nifio es primera, pero por- que es insostenible, fragmentante, es seguida por esa entrada en la activi- dad que el falicismo representa, En un tercer tiempo, se plantea la even- tualidad de una pasividad propiamente femenina. Cuando Freud habla de la “pasividad” para describir lo propio de la femineidad, parece agregar un rasgo suplementario a un retrato psicoana- litico de la mujer poco exaltante, al menos en tanto no se despoje a esta nocién de su sentido psicologico. Esta pasividad no es el equivalente de una espera, es el resultado de una actividad compleja, y es diferente del masoquismo. La funcién de la “pasividad”’ es cristalizar fa causa det de- seo, Prestarse a ella no significa de ningin modo ser objeto de caprichos. Ademds de que su realizacién reclama tanta energia como ingenio, ésta no implica soportar los antojos de un partenaire al que conviene, por el contrario, mantener distancia, en el lugar adecuado a la proyeccién de su fantasma. Cuando Freud evoca en su articulo de 1932 las modalidades del ter- cer camino tomado por la mujer, plantea la cuestion de los fines sexua les de la nifia respecto de su madre. Ellos son, to resalta, “‘activos y past vos”. Esos fines sexuales determinan su futuro destino, que permanece en el goce falico en la medida de su actividad primera, y continia diti gigndose més alli del hombre a la madre. La bisqueda activa de Ja pasivi- dad abre asi el camino de un retorno al espacio del goce materno. Si en principio hay ana posicién pasiva (goce del Otro), luego una posicién activa (goce filico), el retorno a una posicién pasiva (Otro goce) es ese tercer término que, si bien define en sia la femineidad, no deja de ser contingente. “El comportamiento pasivo ~escribe Freud— es seguido de un com- 56 La portamiento activo destinado a compensarlo...” ... “Esta reversion de ka pasividad en actividad... permite extraer conclusiones sobre Ja fuerza. relativa de masculinidad y femineidad que el nifio manifestard en su sexualidad”’. La bisexualidad que aqué es descrita no tiene tampoco significacion « anatomica. Se refiere @ la conjuncién disjunta de lo activo del goce fali- co, y de esta tercera pasividad que puede recuperarse en el Otro goce. 1a bisexualidad puede ordenarse enteramente alrededor def simbolo fali- co gracias 2 las modalidades activas y pasivas: “El psicoandlisis nos ense- fia a arreglarnos con la existencia de una sola libido, que, por Io demas, conoce fine: contradiccién, y ante todo en Ja existencia de tendencias libidinales de fines pasivos, que reside el resto del problema”, El retorno al Edén de una pasividad primera que busca el goce feme- nino es posible, porque en el primer tiempo de pasaje de lo pasivo a lo activo, no es que un goce reemplazé a otro, sino que s6lo lo transformé: “una parte de la libido del nifio permanece fijada a sus experiencias (pasi- vas), otra parte busca transfprmar esas experiencias en actividad”. El ter cer tiempo que concierne especificamente a la femineidad, esté marcado: Por un retorno al primer plano de la pasividad, y cuando Freud evoca el problema del cambio de lazo amoroso para la mujer, considera que su motivo debe ser encontrado del lado de una “disminucién de 1a sexuali- dad activa y un aumento de Ja sexualidad pasiva’”. Del primero al tercer tiempo esté todo el espesor del deseo y el acto que éste engendra. La’ pasividad propia de la femineidad es buscada activamente. Asi Freud des- cribe “las tendencias activas, masculinas en todos los sentidos del térmi- no, que se encuentran dirigidas en el camino de fa femineidad”’. {Qué es entonces este acto que consiste en entregarse al fantasma? Wor qué una mujer puede comprometerse en una pasividad que, si no puede ser asimilada a la psicosis, no deja de Hevarla a conocer un cierto grado de despersonalizacién cuando su cuerpo teluce como cuerpo del Otro, abrigo de Ia causa de un deseo extrafio? La basqueda de la pasivi- dad provoca un abismamiento, Ei fantasma de ser el objeto de un fantas- mia cubre por este desvio al goce perdido del cuerpo. La femineidad parece reclamar un acto cuyo efecto contradice lo que lo plantea, puesto que su fin es una pasividad cuya presentacion apa- rente es no tener acto. Esta contradiccién agotante parece oponer en el mismo movimiento a lo masculino y lo femenino. Muestra una puesta en = escena condensada de la “bisexualidad”, que ha podido hacer pensar en una ambigtiedad sexual de las mujeres que la presentan, en tanto que se trata de una confrontacién con las aporfas de su goce cuyo tercer fiempo es contingente. El goce suplementario de la mujer no es una nece- excepcién femenina. Ensayo sobre los impases del goce- es deci modos de satisfaccién, activos y pasivos. Es en esta” ividad femenina, sctividad masculina 57 idad de estructura. Puede presentarse regularmente, a veces 0 nunca, No s.lo mismo en el caso del goce falico en el cual las mujeres estén necesa- famente tomadas del mismo modo que los hombres. Estos altimos pue- ‘den por otra parte estar implicados en un goce idéntico, que lo que tiene de pasivo no se resume en la homosexualidad. Lo activo y lo pasivo no son calificativos de lo masculine y lo feme- nino, Esas modalidades dan forma a la diferencia de los sexos para un inconsciente cuyo tinico sintbolo es el falo. Por eso ta histeria o ia neurosis obsesiva estin regidas por fantasmas idénticos independientemente del séxo biolégico. Las palabras son los instrumentos de un goce que no conoce Ia dife- tencia de los sexos y se plantea idénticamente para todos los seres huma- nos. Su pregunta asexuada interroga lo que habria que ser para gustar, y haciéndolo, yerra la respuesta adecuada. Un goce original va as{ a naufra- gar y la pasividad del cuerpo parece permitir recuperarlo, Por eso la apa- rieneia se presenta como un refugio de la causa del deseo, y la pasividad responde, en lo imaginario, por lo imposible del goce para el sujeto del significante. Asi, las modalidades activa y. pasiva corresponden, por un tado, al acto del sujeto que habla, y, por otro, a la consistencia dada ai fantasma por ese mismo sujeto. Lo activo y Jo pasivo, lo masculino y lo femenino estan en una posi- cién de reciprocidad disimétrica. La pasividad primera conforma esta especie de esclavitud cuyo Gnico punto de resistencia es el sintoma. En “elci6n a esta esclavitd que es también goce, el acto de hablar hace “conocer al sujeto fa posicién del amo hegeliano expuesto a la muerte, porque en efecto, la entrada en el lenguaje te hace olvidar su imagen, le ‘quita el soporte de su cuerpo y lo mortifica. La lucha a muerte hegeliana del amo y del esclavo evoca el advenimiento de ese sujeto hablante, cuya esclavitud serd Ja de un primer goce al cual ha debido renunciar. La entra, ‘da en la lengtia es ef resultado de este enfrentamiento sexual, cuya prue- ‘ba es perpetuada por el sintoma, Este amo no posee nada, fuera del nom- bre que ha recibido y el esclavo no es siervo de nada, fuera del goce que espera, Lo femenino ha sido considerado a veces como lo innombrable, tér- mino que evoca con demasiada facilidad el horror a Ja castracién, cuando tiene sobre todo Ja ventaja de dar una indicacién topolgica: “La Mujer” es indecible porque ocupa el lugar de lo que resiste a las palabras en fa ‘palabra. Ocupa ese lugdr vacio que jas palabras desplazan, y no alcanzan, fa-causa misma de un deseo inaccesible, de la cual su cuerpo constituye ei mito, Su apariencia prestada activa el fantasma de un hombre como el de una mujer. Lo femenino ofrece su forma a un deseo que escapa al significante del cual es producto. La mujer-objeto ocupa sus pensamien- 58 tos y es por eso, por mas innombrable que sea, que lejos de estar fuera’ del-campo del psicoandlisis, esta en el corazon de su dispositivo, El cuer= po de la mujer mantiene “de todos modos”, a pesar de todo, et suefio del goce mis alld del signo de la separacién que es el falo. En el momento en que el hombre actila, deja de lado la ensofiacién que la mujer encarna, pri sionera en el medio de sus proyectos. Su presencia excede sus empresas, EI fantasma es femenino ya antes de que una mujer particular le preste su apariencia, lo haga renacer de nada, fénix sobre el cual el deseo. se apoya. Una mujer puede dejarse capturar por el ensuefio de! hombre, pero este ultimo yerra entonces el objeto de su biisqueda, Su deseo va mds alla de esta mujer, que es para él en esta medida un sintoma. Porque una mujer esté capturada en el lugar mismo de la causa del deseo, ella es cl sintoma de un hombre. Reciprocamente, como Lacan lo ha seflalado, el hombre es para la mujer un estrago porque la toma por causa de fo que ella soporta, fénix una vez mis Ilevado a la ceniza. (Cémo puede reencontrarse el goce del cuerpo? {Como el amante y la amada pueden recuperar ese terreno perdido, armado solamente con esos instrumentos de la pérdida que son las palabras, y como Gnicas refe- rencias a esos residuos que constituyen el suefio y el fantasma? La ausencia de relacién entre el hombre y la mujer es uno de los leit? motivs de ta queja neurética. El hombre y la mujer regulan su goce sobre el simbolo filico, segiin caminos que divergen. Lo activo y Io pasivo son fas modalidades de fo masculino y de lo femenino que se aparean en ese malentendido, por el nudo del sintoma. Asi sucede en la pareja del obse- sivo y la histérica que Freud ha descrito en “La herencia y la ettologia de las neurosis”: “La importancia del elemento activo de la vida sexual para Ja causa de Jas obsesiones como Ia pasividad sexual para la’ patogénesis de Ia histeria parece incluso develar la razon de la conexién més inti ma de Ja histeria con el sexo femenino y de ta preferencia de los hom: bres para la heurosis de obsesiones. Se encuentra a veces parejas de enfer- mos neuréticos, que han sido una pareja de enamorados en su temprana juventud, e! hombre sufriendo obsesiones, la mujer histeria”. Tal acoplamiento hace gozar, pero solamente en el conflicto porque el objetivo de cada uno no es [a relacién que podria establecer con el otro, sino fa que lo sittia en relacion al falo. Cémo un cuerpo puede retener un deseo esencialmente huidizo? $i existe un medio de captarlo, ese procedimiento deberd responder por el objeto del fantasma que es incestuoso. Sobre el fondo de tal axioma, en. carnar la causa del deseo se reduce a un mimero de escenarios limitados, cuya perspectiva es ese retorno activo hacia la pasividad que define io propio de ja femineidad. Porque acompafla a la prohibicion que lo constituye, el fantasma no La excepcién femenina. Ensayo sobre los impases del goce’ Pasividad femenina, actividad maseulina so ~-getealiza. El fracaso es su principio, y es por eso que es cambiante, Cada tuna.de sus figuras se encadena con otra segin un movimiento dirigide por el.fracaso en cl cual cada una de ellas desemboca. La oferta femenina es asi inestable. Sin embargo ese cambio de humor, esta labilidad aparente, lejos de ser desordenadas, estin por el contrario estrechamente regulados. El hombre que, por ejemplo, ayer era Gnico, puede ser hoy ocasion de burlas o de desdén, y esta vudlta y vuelta, lejos de ser cf efecto de un capricho, sigue buscando volver a crear ef deseo. Ef fantasma exige un cambio incesante de decorado, reclama una _ pantomima agotadora. La pasividad ofrece una ganancia de goce, pero no “permite instalarse en ef tiempo. Desde que un cierto escenario Hlega a su _término, el siguiente debe ya ser establecido. A la fantasmagorfa del asesi- nato del padre sucederd, por ejemplo, el goce de fa madre, a los dramas de los celos se encadenardn Jos sintomas organicos, Existe asf una puesta en escena activa de la pasividad, Su tecorrido estd jaionado por diferentes Posiciones que permiten cada una a su manera darle cuerpo al fantasma. v Una referencia sistematica al complejo de Edipo permite reducir el nimero de estas posiciones a tres, puesto que ef fantasma resulta del im- pedimento def ternario edipico. En las tres secuencias, una pondra en escena la relacion con el Otro, con ta madre, la segunda muestra el asesi- nato del padre, ta tercera en fin ostents el brillo del falo imaginario, gra- las al cual copulan las dos otras posiciones. El fantasma fundamental de «la histérica (escena de seduccidn), el def obsesivo (escena primitiva) como al de ia fobia (angustia de castracién) pueden ser referidos a estos puntos de estructura. : ~? La puesta en escena del fantasma significa que el goce estd impedido, ¥ lo estd por culpa de un padre. La realizacion del incesto consistir ntonces en descubrir a este perturbador y en suprimirlo, Bastarfa inven- _ {ar tantos padres imaginarios como haga falta para justificar en principio una impotencia de gozar, y luego para poner en escena cl fantasma de un asesinato. Este asesinato mismo autoriza el incesto, que es equivalente a él. La pregnancia de los fantdsmas asesinos no demanda demostracién particular, se extiende en toda fa vida social, y permanece incomprensible _ sino es articulada al incesto. =.’ El fantasma de asesinato del padre puede reducirse a ese momento de enfrentamiento en que un hombre se encuentra simbolicamente des- hecho. Cierta forma de oposicién y de cantradiccién sistemitica es testi- monio de un tal fracaso. Un asesinato fantasmético logrado requiere a menudo mas ingeniosidad y mds riesgo. Sera necesario, por ejemplo, seducir al amigo del partenaire cuyo fantasma se quiere soportar, 0 mas un ponerlo en rivalidad con un tercero, detentador de un signo de po- er. Cuando ef asesinato fantasmdtico del padre se realiza, un instante de 60 La excepcién femenina. Ensayo sobre los impases del goce vacio le sucede, que deja lugar al deseo. Un encadenamiento temporal extrafio aparece de tal modo, puesto que el enfrentamiento que parece ser el signo del odio es seguido de un momento de deseo violento. Asi lo que el amor no obtiene, e} odio permite arrancarlo. EI deseo de asesinato es multiforme, su extension es amplia en la me- dida en que su alcance es evaluado a partir det significante paterno. Asi sucede, por ejemplo, con el fantasma de seduccion de la histérica, cuya presentacién es variable. Puede tratarse solamente de un suefio, 0 a veces del recuerdo de haber sufrido las solicitaciones sexuales de un hombre mis o menos cargado de las insignias de la paternidad. Freud creyé sin embargo durante algtin tiempo en la realidad de este trauma, antes de situarlo en el corazon det fantagma mismo. La relacién de fa seduccién con el goce permanece opaca si se olvida que cl incesto concierne siempre a la-madre, y que la funcién del padre es prohibir su realizacion. Para rea- lizar el incesto, basta hacer caer al padre de esta funcidn, y la seduccién © obtendra su resultado. Lo hard caer de su rango, lo anulard en su pater nidad. Un hombre, a partir del momento en que juega ta seducci6n, sea seductor 0 seducido, no puede pretender imponer la ley. La seduccién es una presentacidn sofisticada det fantasma de asesi- nato del padre y éste puede conformarse con un escenario mids brutal. Ast por ejemplo coniel amor violento, destinado no solamente a los hom. ‘bres que bordean la muerte por eleccion, sino también por ejemplo la pasién que se dirige a la victima en potencia, al hombre presa de una persecucién ya sea social, racial o politica, El amor Jo toma en su pre: cariedad, en la inminencia de su asesinato posible. Esta presentacion del fantasma tiene sus consecuencias sintomiiticas propias. En efecto, matar al padre no es un ensuefio gratuito, puesto que este acto comporta como objetivo ocupar su lugar. Ahora bien, este tilti- mo es el de un muerto. Asi entonces cuando el fantasma parece realizar- ‘se, por ejemplo en él momento de una pérdida o de una separacién, 0 en el juego de la seduccién, una identificacién al muerto fe sucede, fuente de angustia violenta o de letargia, cuando no de la idea de aleanzar este pa- dre en el mds alli en que permancce. El acto suicida realiza entonces ef incesto, entrega a esta madre impersonal de la cual un padre protegia. El brillo del fato, luego, aparece cada vez que los juegos de Ja seduc- cién lo evocan en su ausencia. El rasgo del maquillaje, del vestido, de la joya mantienen la distancia erética, conforman el abrigo detras del cual el cuerpo velado se erige, se encierra en ese misterio en que responde por todo lo que se demanda. La imagen del cuerpo esta entonces en esta in- - terseccién donde ta causa del deseo se superpone al falo. La mujer es fali- ca en la medida en que el deseo le otorga el brillo de lo que falta. La ecuacion planteada por Fenichel, gir/ = falo, evoca tal identidad, que Pasividad femenina, actividad masculina 61 habla en la intuicién mas que en la raz6n, Quizas estarfa ‘mas cerca de lo cierto en la forma miss = falo, por la evocacién de “lo que falta” que -aguélla comportaria. Lo que falta nwestra al falo, que ha sido esa falta on el Otro. Mostrarse realiza el incesto, aunque ningun acto sexual se ha- ya cumplido, E} incesto con la madre ‘esti dispensado de toda relacion ‘gica, y_ porque la efraccién del sexo perturba su ordenamiento, perturba ese ago secreto con una mudre presente detrds del amante, el deseo debe permanecer irrealizado. Provocar ef deseo y dejarlo insatisfecho parece tautolégico y no " desemboca mds que en el reconocimiento del deseo. Ser deseada puede _ parecer de un interés mds grande que una satisfaccién que es en principio la del amante y se asemeja a una especie de fin. El deseo de un deseo mantenide —formulacién menos peyorativa, menos falocritica que jade - “deseo insatisfecho”—es en principio deseo del deseo del Otro, formula- cién que muestra que la “‘pasividad” femenina es un acto, y que !a insatis- iccién es un goce, Mantener un “deseo de no deseo” establece una posicién inestable, en que la huida de la mirada es también su Hamado, en que el oculta- , miento reclama con constancia al deseo del cual hay que ocultarse. Porque tal situacién es insostenible, siempre corre el riesgo de bascular en el sin- foma, que es a la vez este goce y lo que fo limita, La salida del sintoma abre este tercer camino donde el Otro del dominio entra en escena. La puesta en escena gracias a fa cual una mujer se identifica con el tro materno no se reduce a las actividades domésticas. Esta figura es cli- sica y estable, aunque soporifera, porque el neurdtico que se satisface con ella no hace la division entre la Cosa y la madre a Ja cual su demanda es dirigida. Por eso el fantasma de estar en el lugar del Otro se especifica en na relacién mds viclenta, cuya apuesta es asegurar el dominio por dife- teates medios. Ademds del mandato, et sintoma puede permitir mantener tal sumision, y es por eso que esta puesta en escena no retrocederi ni frente a ja enfermedad, ni frente a la muerte. Aun siendo motivo de su- frimiento, la enfermedad o la amenaza de suicidio tienen su eficacia, “anudan un lazo goz0so. Asi se establece un circuito del fantasma cuyo recorrido es agotador. la histérica enearna en principio, smpasse del amor que le es propio, la ‘usa del deseo de un hombre, y porque ese deseo permanece irtealizado ‘a Jos fines del goce, se abre al sintoma. Por ultimo el sintoma a su vez, permite aprisionar al hombre en su deseo mismo. Aunque la haga ama, Otro absoluto, no otorga tal derecho sino mas que al precio de un suffi. miento cuya causa es oscura, _* Cualquiera sea su presentacién, el acceso forzado del fantasma al go- c¢.no toma en cuenta Ja diferencia anatomica de los sexos. Sélo se en- 62 La exe ipcién femenina. Ensayo sobre los impases del gooe cuentran puestas en juego una via pasiva, que consiste en hacerse el obje- to def desco, y una via activa que se resume en buscar al Otro. Estos dos polos oscilan entre una identificacion con el ser del falo, y una identifi- b:. cacion donde se tratard de tenerlo. Por eso las vias pasivas 0 activas pue- den ser asociadas con lo femenino y lo masculino, aunque estos términos no tengan relacién directa con ef sexo anatémico, Esta rareza, que la” prictica psicoanalitica permite verificar, huce del deseo sexual un desco articulada con el significante, en tanto este dltimo no conoce la diferen- cia de Tos sexos ni otro simbolo que el filo, A esta primera dnipasse viene a agregarse una segunda, pues cl goce que el deseo busea alcanzar escapa su registro. El amor que forma la union del deseo y el goce realiza este malentendido del acoplamiento, donde uno desea lo que va a escaparle, y el otro goza de escapar a ese deseo mismo. Mis alld del sexo, el apareamiento, la pareja mantiene abierta fa pri- mera pregunta del goce, que busca su respuesta en la imagen de un cuer- po o la mirada del semejante. No encuentra salida sexual mas que en su impasse misma. En estas tres puestas en escena, la encurnacidn de fa causa del deseo es una apuesta. Su éxito es una proeza, una apuesta abierta cotidianamen- te por la mayorfa de las mujeres y una parte de los hombres. Para ser banal, la basqueda de la posicién pasiva que sostiene al deseo no deja de ser una hazaiia peligrosa y artiesgada pues el deseo no es causa material. EI cuerpo que fe ofrecé un abrigo estd quebrado por su presencia, abierto 2 lo que no es. : La impostura de la que se presta a ello para aquel que cree estd sin duda en el origen de un malentendido constante, su mentira presenta sin embargo la verdad de un deseo violento. EI vodevil, la enfermedad 0 Ja agresién que lo expresa, su incomprensible e interminable comedia pone en escena un goce cuya condicion paradojal no es nada menos que su pro- pia prohibicion. Una figura impersonal y mitica del padre preside la génesis de un deseo estructurado por la prohibicién. Asi, cuando una mujer se rehusa, su ocultamiento invoca un Nombre del padre, y relanza el deseo con tan- ta mds fuerza cuanto que ella se opone a é1. Cuando dice no, una mujer estd habitada por un indice del padre cuyo efecto puede parecer parado- Jal, puesto que provoca el impulso que va a transmitir su mandato. El rechazo precipita el cumplimiento de lo que es rechazado, la negacién estructura el deseo como deseo de transgresién. Los hombres han podido jugar con esta paradoja para volverla irriso- ria, en la medida en que han querido comprender el rechazo femenino como una aceptacién, porque el “no”, han pensado, quiere decir “si”. setmaenemenengietnnrnaintint ec onnvnencnieaanse gern Cmte nieve eccentric ie Pasividad femenina, actividad masculing 63 Pero lo que ellos comprenden asf expres solamente su propio deseo, que se sostiene mds cémodamente en la transgresién sino en ta violacién, El “no” parece abrir la puerta al “si” y no es la “versatilidad” femenina la que permite calificar esta oscilacién. Su paradoja extrafia sitéa a la mujer como el agente de lo que ella soporta, Porque dice no y significa Ia pre- sencia de! padre de la Ley, soporta la causa del deseo en una articulacién ordenada de Jo activo a lo pasivo. El encadenamiento de la ley y de su iransgresion es homogéneo al acto femenino que se abre a la pasividad. El agente y el efecto estén unidos por un movimiento tinico que s6lo es comprensible porque concierne a registros diferentes: el “no” es simbéli- co, y leva su efecto a otro nivel en el fantasma. El agente y el efecto, el Nombre del padre y Ja causa del deseo se enlazan alrededor del mismo topos.' Una palabra y el cuerpo de fs cual proviene forman el punto de origen y el lugar de Hegada, donde la ley provoca la transgresion. La causa det deseo no tiene relacién de contigiidad con la prohibi- cidn sobre Ja cual este deseo se apoya, y esta division que una mujer soporta a los fines de su goce responde a Ja estructura del fantasma del hombre. La torsion que el deseo comporta en él, prohibicion y transgre- sién, Nombre del padre y causa, implica una division entre su agente y su objeto. 4Una misma mujer puede soportar sola estas dos vertientes de este movimiento en que el deseo se anuda? En tanto una mujer pone en esce- na el resorte del deseo —como Nombre del padre— como madre marcada de prohibicion— otra puede extraer beneficio de ello en to que constituye una especie de bigamia fundamental del hombre. Todas las mujeres no es- tin en condiciones de librarse a esta gimnasia agotadora que consiste en ser primero la que rechaza, y luego la que ofrece en ese breve espacio de tiempo, durante el cual el deseo se desplicga a partir de Ja transgresi6n de la Ley.? Este clivaje del deseo es analizado por Freud, en su articulo sobre la “mds generalizada degradaci6n de ta vida amorosa”, En este texto, la vida amorosa det hombre esté clivada entre dos objetos. Esta division puede ser esquematizada por los sentimientos dirigidos a la madre y a la prosti- * La banda de Moebius, superficie unildtera de un borde, permite presentar ke telacion de ta causa del deseo y del Nombre del padre: tal superficie encierra un agujero central que se distingue del exterior con el cual estd en continuidad. El dedo que sigue a} borde interior de Ia banda Neva sin ruptura al exterior de ésta. Asimis- mo el agente y el efecto, lo activo y fo pasivo se engendran en una misma torsion. ‘Una cierta bigamia que puede por otra parte ser soportada por una sola mu- jer, es necesiria al hombre, al menos on pensamiento, en tanto que el goce femenino esti regido por un solo y Unico significante.-Su ideal seguird siendo ta monogamia, od Lu excepeién femenina tuta, Porque hay prohibicin del incesto, la gue es amada es sobreestima da, dice Freud, en tanto que la-que causa el deseo es rebajada. Sobre la madre pesa la prohibicion del incesto, ella est marcada por el Nombre del padre, y cl deseo os ef resultado de la prohibicin que proscribe todo lazo sexual con ella. “La corriente tierna” se encuentra entonces clivada ° de la “cortiente sensual”, y esta tiltima no puede manifestarse sin un ci to grado de degradacion: “En la medida en que es cumplida fa condicion. dic rebajamiento, la sensualidad puede manifestarse libremente y desem- bocar en &xilos sexuales y con un alto grado de placer”. ‘Tal clivaje del amor y del desco parecen necesitar de la bigamia, Dos personas diferentes parecen deber ocupar los dos lugares que ésta implica. Si todo hombre no es bigamo, fa mujer que ama debe jugar los dos roles, al menos para que el desco sexual se agregue al amor. Cuando tal caso se presenta, el hombse expeiimentara por la mujer al mismo tiempo que su deseo un sentimiento violento que se parece al odio, Una mujer estd asi dividida, juega su partida en dos escenas. Para la que quiere retener & aquel que ella cligio como condicién de su goce, una constante oposicién de fascs es necesaria entre dos posiciones. La libido masculina parece exi- gir tal gimnasia si, como escribe Freud: “Abi donde aman, no desean, y ali donde desean, no pueden amar”. £} movimiento giratorio, la espiral del fantasma, se organiza segin este proceso particular: su solucién sintomdtica reside en la conjuncién de fa prohibicién y de la transgresion, su impasse en la disyuncién deseri- ta por Freud, en esa “mas comin de fas degradaciones de la vida amoro:. sa”. Esta degradacién, elevada en este articulo al rango de una “afecci6n universal en el marco de la civitizacién”, impone a la mujer una posicién diffcil de soportar. Despedazada entre causa det deseo y marca de fa pro: hibicién, porta el “rasgo, a veces poco visible, (que) recuerda al objeto a evitar”. Sin embargo tal division funda su goce. No es asf para el hom:” bre: su confort es quizis més grande, Su bigamia le ahorra su propia divi sion, pero, en contrapartida, su goce permanece limitado, En tanto no se encuentre impedido por ningtin sintoma sexual y vaya hasta el final de; Jo que el comercio sexual reclama, la mujer se presenta para él segéin las imagenes alternadas ‘de la madre y de la puta. El goce félico permanece intalterablemente més acd de la realizacin del fantasma que s6lo la mu- jer pucde esperar alcanzar. El fantasma perdura mds alld del Himite que | impone el falo. “Los fantasmas del varén que rebajan a la madre al rango_ de puta... son esfuerzos para ‘tender un puente, al menos fantasmatico, sobre el abismo que separa las dos corrientes de Ja vida amorosa, y para hacer de la mujer, rebajindola, un objeto de sensualidad”. Et lazo entre la madre y la prostituta es oscuro: por qué Ia degrada: cién de Ia primera podria hacer aparecer la figura de una mujer cuya fun- Ensayo sobre los impases del goce £ Pasividad ferenina, actividad masculina : 65 cion es el servicio sexual retribuido de todos los hombres? Ese lazo per- manecerd desapercibido sin el significante paterno. La madre sostiene con ef padre una relacién de {fa cual resultan la prohibicién del incesto y el deseo, La prostituta permanece a disposicién de todos los hombres, y, entre la universatidad de estos tltimos, ef padre puede contarse, Ast el tesorte paterno estd en los dos casos en el principio de una Ley que es también su transgresion, se trate del amor o del deseo. El padre es un rival imbatible cuando es cuestién de seducir a la madre, pero a condi- cién de que su presencia sea desconocida, es igualado, si no superado, en el comercio sostenido con una puta, y mis aun st ella goza. , El goce de Ja mujer cautiva a un hombre mas alli del amor que él pueda tenerle, Ser el instrumento del orgasmo femenino lo concierne sin que experimente ningiin otro sentimiento que esta fascinacién. Lo que el amante espera, lo que reclama esté encadenado a lo que Is ama- da puede alcanzar a través de él. jPor qué experimenta tal interés por el goce del Otro sexo y no por el obstéculo que encuentra et suyo? El gri- to de la mujer une un instante los dos bordes del abismo que “separa las dos corrientes de su vida amorosa...”, Hace signo de la muerte de este padre, que preside su escisién. As{ el hombre se interesa en el goce femenino en lugar del suyo en la medida en que éste signa la presencia abolida del padre. El grito orgdstico toma para é] esta significacién. Et significante paterno se muestra desconocido en lo mds fuerte de su aparicién, es ocultado en Jo que une al deseo de! hombre con el. goce de Ja mujer. Forma este puente entre estas dos corrientes de la vida amorosa, evocada en el sr- ticulo sobre la “mds contin de las degradaciones”. Muy diferente al pa- dre en persona, el desvanecimiento del Nombre del padre es esta condi- clon del deseo alrededor de ta cual el gozur pivotea. Lo que Freud ha podido Hamar “continente negro de la femineidad” se asticula con la pregunta de lo que es un padre, también ella irresuelta. Lo desconocido de lo femenino, de su goce, se plantea en ef lugar mismo en que el padre ya no responde, padre mitico perdido en este goce. La ausencia de tes- puesta paterna y fo infinito del goce fomenino forman este territorio donde el padre poderoso de fa horda goza de todas las mujeres, presencia mistica que en efecto las ocupa. El hombre se interesa en el goce femenino porque pone en escena un fantasma que el goce filico no le permitird jams uleanzar, Persigue su realizacion més allé de su propia persona, que es su instrumento. Lo que él alcanza a través de ese cuerpo extrafio fo deja afvera de su obra, espec- tador de Jo que ha provocado. Asiste a este retorno que su presencia mo- tiva, y sigue estando, si no como Moisés en la orilla de fa Tierra prome- tida, al menos como el obrero de una dbra que sigue siéndole no sélo 68 * Ef cXcopeidn femenina. Ensayo sobre los impases det goce uccesible sino también opaca. Goza devesta opacidad, de este velo aro. jado sobre un fantasma que, si lo conociera, le daria hoor a lar de horror para cernir el fantasma desconocido que sostione a gece no aca nada menos que la extincidn del género humano, que Freud | ata en el fin de la “mds comin de las depradaciones” como consecuencia ¢ Tae je de la vida amorosa. A los ojos del amante, el Fantasma joma cuerpo quizis gracias a él, pero sin 61, ¢ ignora lo que so va gone grito orgistico: significacion de un asésinato, desvanecimiento de la Cosa. LA MISTICA, VERDAD DEL GOCE FEMENINO i | : : y En nuestra era cultural Ja experiencia de los misticos conoce un flo- ~-gecimiento importante a partir del siglo XII. Sus experiencias renuevan el descubrimiento de Jos primeros creyentes, de los cuales forma el dise-- .A veces sospechosos para Ia Iglesia misma, ellos se mantienen en esta cima poco visible donde Ja prueba oscura de la existencia de Dios es dada. Su vida puede servir de ejemplo, de punto de apoyo transhistérico de Ia -verdad de} cristianismo. Gracias a ellos, la Hlegada de Cristo ya no es ese “Sacontecimiento datado que marca el inicio de una era, sino que crea un - lazo carnal que puede repetirse para cada uno. "© La oxpetiencia mistica parece sobre todo concemnir a las mujeres, y luda no solamente porque fa femineidad podria encontrar allf una expresion que en esta época le estaba por otra parte negada. Otras civili- zaciones, otros siglos menos feroces respecto a las mujeres habrin dicho ucho menos que el cristianismo de ese tiempo sobre lo que “‘el amor we une a Dios” devela de un goce propio a lo femenino. ~Manifestaciones andlogas han existido probablemente en todos los tiempos. Sin embargo serin necesarias circunstancias Particulares para “que una sociedad dé tanta importancia a una experiencia que escapa al guaje, que resiste a la transmision. Aunque sea indescriptible, el lazo mistico nunca ha sido separado, ‘sin embargo, de la sociedad de los hombres y de su Iglesia, aun habit: lose mantenido casi siempre marginal, sospechoso y cuestionado. Después de la evangelizacién del imperio romano, la tortura no es ya 67 68 La excepcién femenina. Ensayo sobre los impases del goo infligida mds que excepcionalmente a los creyentes Por Ja wee de ies hombres. Tal prueba ya no es testimonio privilegiado de e com on con Dios, El misticismo viene a renovar ese lazo en que ha fe se exper menta en un cierto sufrimiento: es en adelante en {a relacién oon os mismo, que es también fuente de alegria, que un martir hace su dem: ae Sogn qué vias ef sufrimiento puede renovar la prueba de la exis- “ ao / ee oe aoe solamente el nombre que el hombre ha podide inventar para explicarse el conjunto de los fendmenos que rigen, sin que é1 lo pe 7" su existencia. Ese Dios de fos fildsofos y de los matematicos que pr side el encadenamiento de las causas legé tarde a la escena de la historia. wr tes de él la ignorancia y la creencia que fi engendra develan su vincl oce, ef de las palabras como el del cuerpo. ; : = Bi oxtsi mistico sigue siendo oscuro. Como Lacan lo ha sofalado: “Es claro que el testimonio esencial de los misticos es justament te deci que ellos lo experimentan, pero nada saben de ello + Tal iene rea 85 segin la confesién de los misticos, su bien midis preciado. Ni siq i el demonio puede penetrar en esta morada misicriosa, ni sa er en ql consiste esta Juminacién divina”, escribe San Juan de la Cruz. . ‘te El Namado desprendido del nombre divino resiste a ja azn, rest en una ausencia de referencias transmisibles. E! impulso misticg es int cible porque se apoya sobre un Nombre que pretende escapar a as regs del lenguaje. Todas las palabras se definen por otras palabras, sa la divinidad, que se supone responde por el vacio de todas. ‘ we Dios es asi el nombre prestado de la ausencia del Nombre, recubre el agujero de simbolos lingiifsticos, incapaces de definirse Pot sims ros El impulso mistico es indecible porque se funda en la fal ta de te le bra que diria todo, y frente al Nombre de Dios que ccupa su fuga, fs otros vocablos muestran su pobreza. “Mis palabras —ha escrito ant a An- gela de Foligno~ me provocan el efecto de una nada, ;Qué aig! is pe labras me dan horror, joh, suprema oscuridad! Para Ruys reed ‘ “abismo sin modos de Dios” es esta “desnudez pura”, esta clan’ a ‘s nuda” de la cosa que se da “como en un desierto que no describen, qui i palabras ni pensamientos”. " eee Dios veaurre a los otros nombres cuando onetra 8 Santa Teresa: “*;Oh Dios! jn qué estado se encuentra gntonees os “ma! Ella quisiera sér' convertida toda.en lenguas para alabar al efor. i dice mil santas locuras que van derecho al corazon de Aquel que asi pone fuera de si misma”. El momento extitico, el vacio del Nombre, el. goce en que él atrae al cuerpo se conjugan con el flujo de los vocablos y" con su construccién en un amor razonado. Cuando ef alma se asienta cn La mistica, verdad def. goce femenino 69 -db-lugar que deja Dios, esta en ese sitio de plenitud donde el Otro divino goza. Pero, porque estd en el lugar mismo de esta vacuidad, del Nombre perfecto que falta para que los nombres formen un todo, porque elfa col- ma ese agujero, se aproxima a una nuda. Asf, ta plenitud y la vacuidad, el : todo y la nada, no forman un par de opuestos sine que expresan un.tinico ¥ solo irrepresentable. “No veo nada, veo todo —ha escrito Santa Angela de Foligno~, la certeza es tomada de la tiniebla, Cuanto mas profunda es da tiniebla, tanto mas el bien excede todo; es el misterio reservado”. © El casamiento del cuerpo con la Nada divina hace cesar su oposicion ¢on-el alma; el sufrimiento camal y la desaparicion fisica ya no son temi- dos sino esperados, porque ta nada que el suftimiento anuncia es el otro mbre de Dios. En Zi Adorno de las Bodas Espivituales, Ruysbroeck describe esta alegria, esta ausencia de dominio a la cual es transportado: ‘alma entonces siente la dulzura, y sta que es la iluminacion det amor divino que estrecha el fondo del Alma. Coged todas las voluptuosidades de la tierra, fundidlas en una sola volup- tuosidad y precipitadta entera en un solo hombre, todo esto no serd nada al lado del goce dei que yo hablo. Este goce deshace al hombre y ya no es amo de su alegria”. “Sin embargo, Dios Heva un nombre de amor incomprensibie, parado- [si se olvida qué lugar vacante Ocupa en relacidn al Ienguaje que sujeta hombre. En efecto, cl amor a Dios f puesto siempre en escena un tificio que afecta Jo viviente. La ausencia de saber o mis bien de un sujeto de este saber perfecto que rige fa marcha dei universo, llama a una “Ofrenda donde el cuerpo tiene su parte. Esta mostracién de un cuerpo itirizado descubre el goce que lo anima, En la cristiandad, el mértir.es un misterio fondante, inaugurado por hijo de Dios. Las persecuciones de los primeros creyentes y su santifi- fl proponen, si no una apologia de su suftimiento, al menos una pro- sa del favor divino proporcionada a las crucldades su/tidas, La carne sufre Porque ella estd en el lugar de un vacfo, Nombre de los Nombres, agujero que no es ningtin nombre, Dios eleva a su altura cuerpo quizds martirizado, pero que espera igualarse al lugar vacfo ind en proporcidn a su suftimiento, “La anion con Dios es un sufrimiento, ya sea porque lo extatico se Jo iflige deliberadamente, ya sea porque la enfermedad lo agobia. Hadewijch wWers escribe, por ejemplo: “EL amor vive, lo sé bien, por fas tantas lertes que soporto”, Ningtin padre responde, ni responder jamis, y el iftimiento del cuerpo es ef eco de esta ausencia, El suftimiento es su ‘presencia, goce del puro significante de la ausencia en el fuego del cual ef lerpo sufre la transverberacion. El padre, ef esposo, la madre, el nifio, nada:resiste a la figura del vacio, la tinica en mantenerse. Asi en Santa 7m ina. Ensayo sobre fos impases del goce aes 0 La excepcidn femenina. Ensayo sobre tos imp: a La mistica, verdad del gove femenino a Angela de Foligno por ejemplo, a la cual ef Dios purifica de todes sus rales: _ re. os quiso quitarme a mi madre, que me era, para a éi, un fran impedimento. Mi marido y mis hijos murieron también on pace aie sbi la via mistica, habia rogado a Y porque, habiendo entrado en I | 2 es i 2 6d erte fue para miun gran me-desembarazara de todoselios, su mut ‘ i ce oes i muere a Jos treinta y Asi también en Santa Catalina de Siena, qu los trointa y iti “sa ” azon de su experiencia misti- tres afios repitiendo Ia palabra “sangre”, cor a ax nits ensién horrorosa . bsesién de la sangre tomé en ella una dim ho osa test ada en su correspondencia. En una de sus cartas relata ta ejecucion joven al cual ella acompafié al patibulo: . : * weeAcabo de recibir en mis manos una cabeza que era para m de te dulzura que ningén corazon podria imaginar... Entonces veo al no ee Dios, estaba ahi heridg, y recibia la sangre, y en esa sangre aria to deseo.” . . “ “in otra carta dirigida al hermano Tomds de ja Fonte, Catalina esc . be como si la pulsacin misma de las palabras fuera la de Ja sangre que a os catalina esclava de los servidores de Jesucristo, os eseribo en su preciosa sangre, con el deseo de verlos bafiados en la sangre de Jess crucificado. Esta sangre preciosa... da calor vl Ala. e] Alma es sta sangre se ve iluminada por la Verdad. ; : an ‘sangre es 1D que huye del hijo de Di Lejos oe sere ae a . Atestigua | cuerpo, es la prueba de la comur jon, At bili : “sa cmbrizgada de la sangre de Jesucristo, pierde todo sentimients propio.” La muerte de Dios, cuya sangre hace signe abre un acces 3 goce de un cuerpo despojado de vida, el def puro sient Foam portico Asi, el nombre de Dios es un puro significante ; . irse si j _- sino también porque —pretende no definirse sino en relacion a si mismo a ma ‘remite a nada vivo, a nada animado, ni siquiera a nada que pueda ima, eee matrimonio, la comunién con la inagotable nada de Dies 2 cm : la pérdida del Nombre. funde solamente al cuerpo. Engendra : amen éxdi F de Ja mujer, Ja unién mistica: en esto a la pérdida que requiere el goce , oza de este borrarse particular det cuerpo, que comienza en el pa ‘nisto en que el significante renuncii “Cuando elalma llega ahi oer el pseudo-Denys— pierde su nombre”. Dios es entonces el vocablo a ting 2 rar fa nada. Maese Eckhart subraya este mom! Be eee act «el di dimiento esté tan proximo d tremo cuando escribe que “... el desprenditr ta nada pura que no hay nada suficientemente fino para encontrar ety en ét, fuera de Dios”. . | oo, Porque pierde toda referencia a la excepcién de Dios, el éxtasis mist co escapa al saber, y el Hamado al Nombre divino s6lo evoca el goce o el frimiento, Santa Angela de Foligno no puede sino gritar al oirlo: “Ya no podia hablar dé Dios sin responder con un grito, y cuando hubiera visto en ini cabeza un hacha levantada, yo no hubiera podido retener este grito”. Maese Eckhart describe asi ese punto de Ignorancia: “Slo este conoci- miento que no conoce mantiene al alma en una suspensién y la impulsa Esta. aspiracién por una falta que el-Nombre de Dios designa es de- seo. Unirse a la inmensidad de este vacio esta siempre por encima de To que el ser viviente puede esperar: “El abismo Hama al abismo —escribe Santa Teresa, el abismo de Diosliama a loselegidos de ta unidad... la luz sencial nos atrae, y nosotros fluimos en fa tiniebla inmensa de Dios”. El Nombre de Dios ahonda lo que es para siempre deseo: “El deseo esté ahi, ardiente, eterno; pero Dios estd mds alto que €1, y los brazos levanta- los del deseo jamds alcanzan Ja plenitud adorada”’. "En su espera extitica, se repite la eterna Iegada del deseo mistico, Desaparece desde el momento en que es percibido, puesto que es enton- algo. Llega y no llega, siempre distante y siempre inmévil en su carre- semejante a fa flecha de Zenon. Su legada es perpctuamente repetida, ‘lla se deshace en el instante en que se cumple. . Ia unién con Dios‘es comunidn del cuerpo. Santa Angela de Foligno lescubre el misticismo en su brillo mds carnal: “En este conocimiento de ruz, me fue dado tal fuego que, de pie cerca de la cruz, me despojaba {das mis vestimentas y me ofrecf toda a éP”. La desnudez del alma, ‘alcanzan algunos hombres como Ruysbroeck 0 Maese Eckhart, iguala la del cuerpo: ella va “desnuda a la cruz”, Las representaciones de mis- ficos que han podido proponer los pintores 0 los escultores que han sido Is contemporaneos han subrayado la unién de su sufrimiento al goce, ‘mo io escribiera Sade, frente a la estatua de Santa Teresa tallada por Bernin... “Es necesario solamente dejaise penetrar viendo que es una ‘Santa, pues, frente al aspecto extatico de Teresa, al fuego que ilumina sus gos, seria facil engaflarse”. El texto, escrito en 1559, donde Teresa des- be su transverberacién, y que inspiraria a Le Bernin, jno es acaso el de amante?: “Vi un ngel cerca mio... Tenia en sus manos un largo dar- oro cuya punta de hierro Hevaba, creo, un poco de fuego. Parecia ‘lo sumergia varias veces en mi corazon y Jo hundia hasta mis entra- ~- El dolor era tan vivo que yo gemia y tan excesiva la suavidad de ste dolor que no pude desear que cesara. Dolor espiritual y no corporal, que el cuerpo iio deja de tener su parte, e incluso mucha”, En el Castillo del Alma, Santa Teresa entrega una especie de carto- “de fos caminos, de las diversas etapas que conducen al goce, hacia 72 La exeepeién femenina, Ensayo sobre los impases del go nistiea, verdad del yoce femenino la séptima morada, fa de la beatitud y de la paz, Santa Teresa compara fa 8 primera de estas etapas con cl amor laico, y la alusién al sexo no falta me: taféricamente. La sexta morada no es atin la de la beatitud, continia marcada por angustia y sufrimiento, aun si se trata sin duda de ese éxtasis que Le Bernin ha expresado. Aqui “el alma parece a veces tocar la beat fd y no ser separada de ella wxis que por un velo transpurente”, Cada _ uno de los pasos evocados por Teresa describe una gradacion en un goce: que, hasta el sexto, permanece a merced del angel y de su flecha, Et deseo” insatisfecho és sufriviiento, herida del cuerpo, deseo y atin no goce, toda. via no identidad completa en la nada det nombre divino, nada que requ! ra la muerte para realizarse. “Mucro de no morir” escribe Teresa. En ese sentido, la muerte da la imagen de un bien paradisiaco. la felicidad aguar- da a aquel que miuere: con Ia nada, se une al vacio divino. La s¢plima morada que Santa Teresa describe interesd poco a los comentadores de fa mistica, sin duda, porque no presenta casi analogia visible con el goce femenino. Ef trance ha desaparecido, la angustia, el deseo de un deseo insatisfecho parecen apaciguados. “Ya no hay seque dad, ni trabajos interiores y él alma goza de una verdadera paz en esta sa tan sublime’... Esta serenidad. se extiende, in ruido y en tan gran tranquilidad que me hace a menudo recordar la construccion del templo., que fue erigido por Satomén sin que se oyera dar un solo martillazo”. La s¢ptima morada, aunque preparada por aquellas que la prece den, parece no deberles nada. “Et alma se ve, sin comprender ese miste: | rio... Constata en su interior coms a dos seres distintos...”. Con este tltk mo término, se ha operado un cambio, todo ocurre como si, después de; haber sido tanto tiempo el objeto de amor y de tormento de un Otro: omnipotente, la mistica pasara el limite, se reencontrara identificada con ese mismo Otro, Jlevando en ella, pero escindida de ella, su alma interior femicnina y sufriente. Tal beatitud estd entonces mucho més alld de deseo que sin embargo incluye. Si Santo Toms puede escribit: “Cuand: hayamos Ilegado a fa beatitud perfecta, ya no habrd lugar para el desea” sin duda estd menos cerca de fo cierto que Teresa, cuando expone fa esti sién de su alma: “Eso es lo que me asombra: una vez Hegada alli, ef alm: ya no tiene jiibilos o, si los tiene, lo que es muy raro... esto no le sucede’ nunca en pablico, cosa que antes le era muy comén’’. : Santa Teresa no se explica esta escision de su alma, este punto de. pasaje donde ella abandona e] mundo agitado del deseo para reposar ¢! la serenidad. Lo que ella esctibe permite solamente suponer fa identifica: cidn con el Otro divino del cual ella era antes objeto. En la Subida al Carmelo, San Juan de la Cruz autoriza, por el cor sitrario, una*precisibt mas grande cuando habla de lo que equivale ale séptima morada: “Ella lega a estar totalmente colmada de rayos de la inidad y totalmente transformada en su creador... se podria incluso ¢ iraue, Bor esta Farticipacion, el alma parece ser mas Dios que alma...”, : 4, por ultimo, la beatitud, el goce, se su i n A , Se separa de un deseo su- en. a oe ne ¥ con ese deseo, el testigo terrestre, el hombre es . ermanece en sti desamparo. La mistic: lea a facante que comporta el Otro del 1 ic, mento ain tortie ace 1 P lenguaje, ese funds in ue su aquiescencia deja aparecer. ue ‘samento sin Fondo sgeymomente de comunién en que:el cuerpo gos parece ser el de la ™ me eu frente al deseo otorgado a la divinidad. “No soy yo a ~escribe Santa Angela de Foligno la g 5 is é ~~ la que me embarco en este océa- RO, Yo scy conducida por el Sefior, co: i a . conducida y raptada’’, Sin embar- “BO: lene acta esel resultado de un largo querer. La “pasividad” misti. ra de ser penetrada por la palabra de Di : ¢ P ios, demanda tanta pru- enc como fa que €s necesario tener tespecto de la “pasividad” femen, a a eae nals we i pasividad femenina, sin agregar que se trata . $a este Ultimo, el goce de la mujer se disti im acto. Gs , mujer se distingue del de r , dragmentante y puramente pasivo. El pri a ito que el segundo es aciuado. Primero hace acto en ae fsimismo, lo extdtico continda su camino —pasivo, si se quiere gra- el Seats ue seclainan jest pacione ia. Como Margarita Maria, amante ! razon, escribe: “Todo mi interior es un profunde silenci ra ofr la voz de Aque! que amo” scan ana enponn pate 0”. Tales palabras evocan una i 7 Si. se olvida que se. requieren eso: uno, lavemuncia i s actos que son e} k rh los-placeres de la vi il cs esperada no eo : ida, el celibato. La palabr: Ae a ato, jabra que es esperada no . el es, ook ous, impuest, sino que es la palabra sustancial que puede cen el onde de un silencio largamente preparado. =: ontemplacin mistica, el rechazo de tode saber, no tienen nada cil, smo que son el resultado di i Eno whee naa r lc un esfuerzo prolonga- @ para alcanzar la pasividad i c + ¥ el que esta en bis- yeda de Dios puede ser Yevado a buscar los malos tratos y el desprecio sae ana etn bala ea pn i : ienza, la abyeccién y el despre- gis fete aM ‘ rc la imagen det cuerpo, fee ily Sen tees Peete siqulaniente, » universal de la mistica que conjuga el goce y e] pon a el in pea api ayo sobre los impases del gove 74 La excepcion femenina. mistica, verdad del goce femenino 15 Personificacién de! gran Otro, el nombre de Dios, en su vacuidad, deja eclosionar en el amor que se le profesa, este fantasma de fantasma del o cual ef cuerpo es finalmente objeto. La repeticion de su nombre sin co- $s, se ofrece a él, su cuerpo soporta su vacio, Una mujer abriga la nexin eleva el cuerpo, lo hace Jevitar a Ja altura de la imagen del espejo;, ausa ‘del deseo de un hombre; ella es en cierta medida el hdbito.de su y la incdgnita que comporta esta ttima la confunde con todo to que el fasma, En los dos casos, se trata de hacerse el soporte de lo que es ef Otro demanda. 0, el fantasma de un extrafio, ,pero qué es entonces tal pasividad? En su Epistola a los Corintios, San Pablo evoca esta telacién gntre_ igue siendo ‘un fantasma oftecerse como objeto del fantasma de Otro, cl espejo y lo desconocido: “Hoy, nosotros vemos a través de un espejo”: € acceso va a reservar tal abismamiento? El acto, sin embargo sim- fs la. raduccién oficial de un fatin mds incisivo: “Videmus rune per bélico, que conduce a la pasividad frente a un deseo extranjero, se abre speculum in Aenigmate”. Habria que decir: nos sumergimos en el enig. ‘asi sobre al goce primero, mitico, que deviene por esta via del fantasma wna a través del espejo, Nosotros vemos lo desconocido de lo que somos e ser el objeto del fantasma, goce del cuerpo. para Dios... “Hoy conozco de: forma imperfecta, pero entonces conoceré -EL espejo de Dios yacio en el cual el mistico contempla la beatitud decsu.disolucion carnal no plantea solamente una analogfa con el goce como soy conocido”. Cuando describe tal relacion de conocer a ser cond- cido, San Pablo propone una formulacién de la reciprocidad no simétrica, da mujer, que, perdida en el fantasma de un hombre, encuentra en esta rdida misma el goce de un cuerpo que se le ha vuelto extrafio. que existe entre amar y ser amado en la religion cristiana. (Asi en la Se; gunda Epistola... “y nosotros todos, quienes, la cara descubierta, refle, in efecto, la proximidad de la mistica y del goce femenino es resul io de la insccesibilidad del “Padre””. Para acceder a la femincidad, una jamos como en un espejo la gloria del Sefior”.) San Pablo ve, es visto en Dios como enigma, es este enigma mismo, amujer abandonaré an’ » eS Visto en , ° lonaré su amor por la amari wa oraba vacio y sin embargo cierto, imagen emblemitica a partir de la cual é porque este ultimo significa anaes Y amari 2 mn padre. Sin omar. especula. Cuando evoca el momento de la comunin, describe tam zz, amatlo plntea un ellema insuperable, El desco setual que lee su pérdida: “Si yo estoy en mi cuerpo o fuera de mj cuerpo, no sési ido lo anula en su funcion de padre, ue os Nonibir sl detes e es . » seo. Este: wweyo amor puede ser deseado, pero ese deseo mismo 16 destruye. El Dios lo sabe”. Cuando el mistico acepta soportar humillaciones, sit duda finalmet a es asesinato de! padre. En efecto, si ef deseo es f la al i En ef 2 Si sexual, anula al signi- 15 Gicante de la paternidad. La unién sexual con el padre, 0 con el hombre te es pasivo, aunque esta sipnificacién esté enmascarada por el aspect je. ocupa su lugar, le sustrae su funcin paterna de la prohibicién. El pa- masoquista de su acto. Hablar de masoquismo no basta para dar cuen! del goce en juego en el miartir, Habrfa que evaluar ademés el fazo de esta. ‘dre en tanto tal permanece distante, se desvanece cuand pasividad con la ferineidad. —— a maa dl, Esta inaccesibilidad permite precisar fa artioulacion del gece fe. “El estado de mujer” es el camino mis corto hacia Dios, como lo es: nino y del impulso misti precisar fa articulacion del goce fe- cribe Hildegarde, una las primeras misticas renanas: “Té que no eres mis; P Hstico. que un limdn fragil, el estado de mujer te hace impropin de recibir las ec, ciones de maestros mortales para leer las letras sin la forma de instruir de. 1.08 sabios;-pero tocada por mi luz que te ilumina... th cuentas, escribes esos secretos que.ves...”” . La femineidad esté asi mds acd de las Iecciones de los maestros, pero, lo que alcanza en su relacién con Dios estd mas alla de Io que pueden, esperar alcanzar los hombres. El saber de los maestros estd sobreclasifica- do por el no saber del cual testimonia la comunién divina. Muchos rasgo! hacen pensar en un lazo entre el impulso mistico y la femineidad. El pre mero, como el segundo, requieren esta espera particular, esta pasividad, _ frente a un Otro gue, por precio de esta sumisién, permite acceder au cierto goce. Despejar tal relacidn permite precisar, a través del mas alld def sexo que implica {a relacion con Dios, Jo que ef goce de la mujer debe at ‘significante, al mismo tiempo que él parece alejarse de él. El mistico sirve 4 El primero diviniza al hombre dnico cuyo goce es esperado; el segun- Jo, sin por eso aferrarse mds a Jo terrestre, intenta un didlogo sin medi con ese puro significante que es Dios. El primero, al precio de un lentendido que Je hace plantear la unicidad de un hombre postula, sesgo de esta mentira, la verdad del goce. El segundo libra al amor lenamente logrado. Se trata de un goce de puro significante, liberado, si 0.de su relacién con el falo, al menos de fa encarnacién del falo en el pene. Ne es solamente una analogifa lo que habria que plantear entre la eidad y Ja mistica, pues no es sino gracias ala segunda’ que se ob- Pensindolo bien, se trata por otra part la en el sentido de Freud. Tiene como condi te”, del'cual dixemos que es inhallable y nec: duda de ta Gnica femineidad low nla existencia de un “puro signi- sila Ta invencion de Di

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