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Una de las obras paradigmáticas de la arquitectura bizantina es la Basílica de Santa Sofía de

Constantinopla, la actual Estambul, diseñada por los arquitectos Antemio de Tralles e Isidoro
de Mileto, quienes eran a la vez geómetras, matemáticos y científicos.

El diseño no tenía antecedentes próximos, ya que mezcla la planta basilical formada por un
rectángulo de 77 metros de largo por 72 de ancho y la rotonda, combinación que da como
resultado un edificio asentado sobre la cúpula, elemento central del edificio. La cúpula de 31
metros de diámetro, contrarrestaba sus empujes laterales a través de dos bóvedas de cuarto
de esfera cuyos empujes son a su vez recibidos por otras cuatro menores de igual forma y dos
bóvedas de cañón en las naves laterales.

Al centro de la composición se encuentra una gran nave central de 77 metros de largo por 35
metros de ancho entre los cuatro enormes pilares del crucero. Los extremos de la nave fueron
formados por hornacinas cuyas semi-cúpulas se elevan a 30 metros de altura para respaldar,
longitudinalmente, el empuje de la cúpula central, suspendida sobre cuatro gigantescas
pechinas.

Esas semi-cúpulas son respaldadas, a su vez por tres hornacinas menores en cada extremo de
la nave. Las bóvedas cilíndricas de los cuerpos laterales suben a igual altura para prestar la
misma función de equilibrio y soporte.

La altura de la cúpula central es de 55 metros, logro que supera a los 43,20 metros del Panteón
romano y que solo será igualado con la revolución técnica que supuso la arquitectura gótica
seis siglos más tarde. En dos lados opuestos de la cúpula central se sitúan una serie de
semicúpulas y ábsides, que van descendiendo en altura y que actúan soportando y
conduciendo el peso de la central, de forma que se puede prescindir del tambor y crear un
espacio interior diáfano y que parece dilatarse.

El peso también está aligerado por la utilización de materiales no muy pesados: ladrillo y tejas
porosas de Paros. En los otros dos costados se ubican dos tribunas desde donde se puede
observar el ceremonial litúrgico. Delante se ubica un atrio.

En el interior la decoración es muy lujosa (en contraste con el sobrio exterior y a semejanza de
las posteriores construcciones islámicas). Las cuarenta ventanas presentes en la cúpula dotan
al interior de una gran luminosidad que contribuye a la sensación de ligereza -de poca
pesadez- que percibimos.

La decoración a base de mosaicos refuerza esta sensación. La cúpula, por otra parte, tiene un
claro simbolismo: representa al cielo, al Universo; mientras que la sala de oración es una
imagen de la Tierra. El origen de estas construcciones centralizadas las encontramos en los
martyria de Tierra Santa, a los que ya nos hemos referido.

Los grandes espacios, la luz difundida por múltiples ventanas y reflejada por las amplias
superficies de mosaicos y el movimiento repetido y rítmico de las arquerías, se armonizan en
una grandiosa sinfonía. El imponente aspecto exterior del edificio no es sino la expresión
exacta de su estructura; la silueta única en que la imponente cúpula parece suspendida por los
brazos del crucero que sobresalen como potentes contrafuertes.

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