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RICARDO A. LATCHAM Blest Gana y la Novela Realista La novela chilena apenas se insinuaba cuando se asomé a su escenario la figura, to- davia romintica, de Alberco Blese Gana. Un antecesor folletinesco, Manuel Bilbao, ins- iré su primera creacién en la truculencia de Eugenio Sue y la antipatfa a los jesuitas que avivé Et judio errante. Asi brot6, edita. do en Lima, en 1852, el libro Bl Inguisidor Mayor 0 Historia de unos Amores, despro- porcionada mezcolanza de obsecvacién di- recta y legendarios episodios coloniales, que hha merecido, desde su aparicién, sucesivas re- impresiones. E] ambiente se halla electrizado ‘por inquietudes paifcicas y sustantivas trans. formaciones sociales, que cuajaban con len- titud en el subsuelo criollo, mientras Blest Gana retorna de Europa, en noviembre de 1851, La estada en el Viejo Mundo fué pro- vechosa para el futuro escritor que dispuso de oportunidades soberbias de estudiar y pe- netrar e] medio francés en un fapso que cul- ming con la revolucién de febrero de 1848 y la abdicacién brusca de Luis Felipe. Es su- gestive detener la mirada en esos dias que dejaron una huclla decisiva en el cardcter del narrador. ‘No tuvo Blest Gana pasta de rebelde y su sensibilidad no se conmovid a fondo con las evidentes resonancias polfticas de tan sans grientas jornadas. Pero hubo algo ms: Honorato de Balzac, el futuro fdolo intelectual de Blest Gana, mu- 16 mientras él permanecia en Francia, y po- siblemente dejé entonces convertirse en algo rutinario la que pudo ser vacacién castrense. Es posible y casi seguro que el creador del realismo en la novela moderna fué lefdo en 0s dias por Blest Gana en su mismo idio- ma, Balzac conocié el triunfo y la precipita- cién vertiginosa que consumié temprana- mente su vida no le impidié gozar de cele- bridad y asombrar a los contempordneos con el titenismo para producir farsas imagina- tivas. La literatura de Balzac condensa aquel mo- mento de la historia de Ja sociedad burguesa en que ésta saltaba de su combate demoledor con el antiguo régimen a la conquista del poder econémico, Un mundo fascinador y miltiple, domi- nado por la codicia y el luero, por el amor y la ambicién, junto con exaltar los ideales de libertad, comenz6 a despleger sus profun- das contradicciones internas. Aunque Balzac tampoco fué un revolucionario, supo cavar cen la realidad que tenfa por delame y se conmovid, como artista y narrador, con las deformidades y el egofsmo del nuevo orden social. Desde el punto de vista literario, se des prendié de los convencionalismos roménti- cos y penetré con paso firme en el territorio de las desproporciones y contrastes. Por eso, junto a su anilisis exkaustivo del amor y las costumbres burguesas, consiguié meter su ¢s- calpelo en el universo del dinero y de Jas finanzas, Blest Gana sabré pronto utilizar lz receta formulada por el gigante de Tours, pero adaptindola a un escenario limitado, donde las fuerzas sociales eran menores y su choque mis reducido y modesto. No olvide- mos lo que dice Mauriac: Balzac es el histo- riador de una sociedad que, salvada de la revolucién, busca ante todo el hartazga Blese 20 —— Busst Gana y La Novena REauista, Gana se va a movilizar en un cuadro psico- légico precario, con gentes y cosas en que todavia se percibe la burda urdimbre colo- nial. Trasladémonos por un instante a San- tiago en el momento en que arriba Blest Ga- na. La sociedad chilena, como ha observado Alberto Edwards, era una de las mis con servadoras y nacionalistas de la América. Una minoria culta pretendia transformar al pats, pero el peso de las tradiciones y los prejui- cios tenfan entonces un soporte formidable que amortiguaba los impulsos renovadores. La revolucién del 20 de abril de 1851 divi- did enconadamente a los sectores politicos criollos y las heridas de la violencia emplea- da entonces no se curaban. Un aire de recelo y de temor rodeaba todavia al gobierno rea- lizador de don Manuel Montt, mientras que se suavizaba el rigor represivo de su primer periodo. Cuando se selajé la tensién de los ‘grupos combatientes volvié a inscitarse una intensa actividad imelectoal coincidente con las primeras tareas literarias de Blest Gana. El no alcanzé a presenciar el motin del 20 de abril de 1851, que describe de segunda mano, o sea, de ofdas, en su ya madura no- vela Martin Rivas, dada a luz en 1862. Al- gunos historiadores consideran que fué, en parce, el impacto producido a remota dis- tancia por los suces0s franceses revoluciona- ios de 1848. En la izquierda social, tocada de romanticismo todavia, actuaban Euscbio Lillo, el idedlogo y economista Santiago Ar- cos y el inflamado orador y libelista Fran- cisco Bilbao. Blest Gana se acomodé en un rincén burocrdtico y abandoné cualquier pos- tura militante, a gesar de que suale intere- sarse por todo lo que lo rodea, y expresa, mis tarde, su desencanto de la nueva seal dad en que se ha instalado. Es sensible que Jos escasos documentos {ntimos existentes so- bre la evolucién del escritor impidan recons- truir cabalmente el proceso creador de su produccién, pero hay huellas en su obra de su admiracién a Balzac, a Stendhal y a Char- les Nodier. Blest Gana era poco amigo de hablar de lo que producta, especialmente en a la etapa postrera de su vida. Sin embargo, a través de su amistad epistolar con el escépti- co cuentista y costumbrista José Antonio Do- nnoso, pueden rescatarse parte de sus impre- siones subjetivas entre 1856 y 1863. Lo de- més se halla vertido en sus libros y en su modo de encarar el escenario chileno desde Engafios y Desengafios (1855) hasta La Flor de la Higuera (1864). Eliodoro Astorquiza expresa con ironfa que el primer esbozo narrativo de Blest Gana es “una especie de ‘aricatura balza- ciana”. En Engaifos y Desengaiios, sin em- bargo, existe el germen de las postesiores realizaciones de Blest Gana, a pesar de su inconsistente y de su modestia en el andlisis de los caracteres. Més interesante nos parece El Primer Amor (1858). Manuela, la protagonista principal, es una adolescent re- servada y que posee los rasgos salientes de la desconfianza que entonces sentfan las mu- jeres por e} sexo comtrario. Quedd huérfana a los catorce afies de padre y madre y buscé amparo en la casa de un tio. El amor secreto de Manuela hacia su primo Fernando se ¢s- trella con Ja actitud de alejamiento del jo- ven poeta. Los desdenes del héroe engendran un complejo psiquico en el cardcter de la re- chazada, Se convierte en una espia que des- cubre la atraccién que siente Fernando por Elena, mujer casada, elegante y de promi- nente posicién social. Manuela se propone separar alos amantes y récurre a procedimien- tos provocados por los celos y el deseo de ven garse. Empieza a surgir también el factor econémico, que tanta importancia asume en fas novelas de Balzac. Bl galén. esti amena- zado por la ruina y lo cercan sus acreedo- res. Entonces Manuela le ofrece su ayuda monetaria, que Fernando no acepta con ges- to olimpico, Esto exacerba a la empefiosa enamorada y se dispone a perturbar las re- laciones entre Elena y su cortejador. Ma- rnucla roba unas cartas de Elena y las entre- ga en manos del marido de su rival. El con- flicto se agudiza y los amantes tienen que romper por Ja fuerza de las circunstancias. 2 La novela queda un poco en el aire y se ad- vierte la impericia de Blest Gana para darle tun remate satisfactorio. Permanecerd siem- pre flotando el enigma del destino fururo de Manuela, tipo tesentido, inflamado de pa- sibn erética, La obra es débil y el dibujo de los caracteres todavia muy inorginico, pero demuestra que Blest Gana posela audacia imaginativa y sabia adentrarse en fos proble- mas psicolégicos de una sociedad que cono- cia como pocos. En el ambiente santiaguino el ensayo del principiante provocé recelos y causé escdndalo el atrevimiento con que en- caraba el peligroso campo emocional de los adulterios y la libertad con que enfocaba un temperamento femenino carente de escriipu- Jos morales. En adelante, Blest Gana va a presentar, a menudo, conilictos en que el di- nero acttia como fuerza social y se vincula a as posibles alianzas matrimoniales en un medio donde se le concede una importancia categética a las suculentas dotes o a las opor- unas herencias. Insensiblemente se va exhibiendo una ga- erfa de caracteres en que la energfa y la in- tensidad del desarrollo individual son de ma- nera inevitable tan inseparables del egoismo y de los instintos derivados del progreso eco- némico. La burguesia chilena no tenia el po- der de atraccién de la francesa, pero, a veces, sabfa asimilar, en sus capas suptriores, a ele- mentos provincianos u a otros encumbrados por su poderio financiero en la mineria, en Ja agricultura y en el comercio. Eso to vere- mos, mas adelante, como nécleo de los con- flictos que aparecen en La aritmética en el amor y Martin Rivas. Blest Gana decia en- tonces a su amigo José Antonio Donoso en una carta muy sugestiva y aludiendo a un trabajo literario del segundo: “El plan me agrada, pues sabes que soy amigo de la sen- cillez en esta materia, y que prefiero las no- yelas de estudio social y coloco la tuya en esta clasificacién”. La idea era balzaciana y se confirma con otra carta del escritor, mis difundida, don- de explica su evolucidn desde el romanticis- ‘Ayaues pe ta Universipap pz CHnie ‘mo juvenil al realismo que le inoculé el autor de La Comedia Humana: “desde un dia que leyendo a Balzac hice un auto de fe en mi chimenea, condenando a fas llamas las im- presiones rimadas de mi adolescencia, juré set novelista, y abandonar el campo literario si las fuerzas no me alcanzaban para hacer algo que no fuesen triviales y pasajeras com- posiciones. Desde entonces he seguido, cansable, como td dices, mi propésito, sin desalentarme por la indiferencia, sin irritar- ime por Ia critica, sin enorgullecerme tampo- co por los aplausos con que el piiblico ha saludado mis iiltimas novelas”, Blest Gana entendia por estudio social el anSlisis minucioso de los caracteres y del am- biente en que situaba sus argumentos. Bal- zac se anticipé bastante al método posterior del naturalismo y a pesar de ciertos residuos rominticos supo demostrar su capacidad de sintesis al estructurar un mundo imaginati- vo sin precedente en la literatura europea de su época, EI realismo significaba tambign una reac- cién contra el énfasis ¢ hinchazén roménti- cas que tuvo su trascendencia en el campo de la pintura a ratz de la aparicién de Cour- bet y de sus epigonos. Uno de los mejores crlticos de Balzac, H. U. Forest en su libro LEsthétique du Roman Balzacien (Paris, 1950), exhibe de la manera siguiente el sig- nificado del mensaje realista: “Si esta con- cepeién no es més precisa, es porque en la €poca en Ja cual él escribié la nocién de la estética estaba en pleno camino de evoluci nar. Desde el principio del siglo XIX se ale- ja de esta definicién abstracta de lo Bello for- mulada por Plat6n, y por lo general bastante aceptada hasta entonces. Por el hecho del desenvolvimiento de las ciencias experimen- tales, de Ja filosofia positiva, las nociones a priori se tornan sospechosas y no van. a tar- dar a cact en descrédito. En todo orden de conocimientos el hecho tiende a substituir a la idea. En lugar de ser un medio, se con- vierte en un fin; los artistas también no se propondrén un Bello ideal sino un Bello re- ‘Burst Gana y tA Noveta Reatista lativo. El placer literario del intelectual va a volverse poco a poco sensible, El principio de la imitacién exacta del modelo practica- do después de comienzos de siglo por los pin- tores, transpondrd en la literatura el punto de partida de 1a evolucién del realismo. “Muchos tratados sobre estética son publi- cados entonces, tas la multiplicidad de opi- iones no hace sino aumentar el desorden, Luego, por lo dems, aunque se aleje de una férmula abstracta y universal, lo Bello se tor- na muy dificil de definir, Raoul Pelmont, re- sumiendo las ideas de Valérie, expresa que lo que hace a una cosa bella queda propiamen- te inexpresable, intransmisible por el len- guaje”. El realismo pronto se convirtié cn un de- seo de libertad y de veracidad que, por enci- ma de etiquetas y de férmulas, constituye la caracteristica general de una época. Algo de eso también Ilegé hacia las playas de Amé- rica, como una resaca de los movimientos Titerarios europeos. Blest Gana tuvo, entre nosotros, una rara conciencia de escritor y la dignidad de su oficio. Si vive en una sociedad con mayores horizontes estéticos su mensaje abria sido distinto y mis positivo, pero te- ania que condicionarse por las circunstancias de su Amabito. El realismo signified, ademis, como lo ha resumido Emile Henriot, recha- zo del lirismo, pesimismo, derecho a decirlo todo y derecho de todo a ser dicho, creencia en el poder infinita de la ciencia, gusto de la observacién exacta y desdén critico frente a cualquier conformismo. Con tan vastas pro- yecciones en el arte narrativo, el realismo ta ‘yo que asimilarse en Hispanoamérica s6lo en Ja medida en que el ambiente permitfa seme- jantes expansiones intelectuales. Pero en Blest Gana hubo, desde el comienzo, una idea nf- tida de lo que requeria Ia profesién del es- critor de costumbres, el dbservador del me- dio, el constructor de episodios o escenas s0- Giales, como decfa él mismo. Aunque Blest Gana todavia se movilizaba con dificultad y el plano estructural de sus libros es de indole reducida no carecia de interés ni de fantasta, Ae 3B 0, como ha dicho Astorquiza, le falta hu- manidad, pero no movimiento, Una nota balzaciana de Blest Gana que ha pasado inadvertida a la mayorsa de los criticos es la siguiente: ambos escritores se asemejan en la técnica ascendente de sus pro- ducciones. Tanto el autor de Le Comedia Humana como el evocador mas representa tivo de nuestra nacionalidad van probando sus fuerzas en sucesivas representaciones de lo que van asimilando en la realidad. Balzac cescribié primero novelas negras 0 de indole terrorifica, inspiradas, a veces, en la Edad Media 0 cultivé los episodios histéricos co- mo en “Les Chouans”. Ah{ demostré por primera vez. que posefa tres facultades que mismo exigfa al narrador: “la invencién”, “cl estilo” y “el sentimiento”. Proponiéndose estudiar las costumbres del pueblo francés si- guiendo una linea cronol6gica, como apunta ‘Maurice Bardéche, Balzac hizo el primer pa- so que debia conducir a fa concepcién de La Comedia Humana: un estudio de las cox tumbres de la sociedad contempornea, en lugar de un estudio de las costumbres de las generaciones precedentes, un corte horizon- cal en al tiempo en lugar de un vistazo ho- rizontal en los siglos hasta configurar las di- ferentes clases por los tipos sélidamente mar- cados, y sobre todo ordenar la masa anali- zada en torno a un pensamiento “nico que serfa una filosoffa del tiempo en vez de ser una politica de la historia. Falté a nuestro novelista la capacidad analitica de Balzac y su seatido total de la sociedad que disecaba. Pero la semilla sembrada por Balzac hizo posible, en un suclo remoto, la apaticién de los tipos més veridicos de una sociedad en pleno desarrollo politico, econémico y cul- tural, al El instinto literario de Blest Gana y su conciencia del oficio se transparentan en di- vversos pasajes de sus escasas cartas. Asi, ha- blindole a su canfidente José Antonio Do- noso, después de la publicacién de Martin Rivas, le expresa lo siguiente: “Tienes razén de esperar en mf constancia en el trabajos i siempre escribo, porque es una necesidad de mi naturaleza. Si tuviese que romper mi plu- ma de novelista, romperia también con Ja poca alegria que me queda en el alma y aca- baria por fastidiar a los que me rodean a fuerza de fastidiarme a m{ mismo. Todo es- to es la verdad por desgracia, y no romanti- cismo: me hallo ya muy lejos de los tiempos cen que el espiritu se forja contrariedades: Ia prucha de esto fa tienes en mis obras que son generalmente alegres, pues no gusto de ins- truir al pablico del desaliento que las demas cosas de la vida me dan con demasiada fre- cuencia. Sélo en ciertas paginas esparcidas en diversas novelas hay algo de mis sentimien- tos intimos y propios: lo demés es arte, estu- dio, imaginaciébn, lo que t& quieras; pero siempre el todo viene a ser un desahogo del alma, la satisfaccién de una man‘a, tal vez Jo que Tlaman cumplir con su destino”. Dijimos més atrds que se sorprende cierto paralelismo entre Balzac y Blest Gana. Exis- te un crescendo en 1a obra de ambos autores que justifica la creencia de que el novelista chileno tomé del ejemplo de Balzac mucho mis de Ip que dejan trascender fos documen- tos manipulados por sus exégetas naciona- les. El tanteo previo, el sondeo de la propia capacidad en empresas menores, el lento, pe- ro seguro estudio de los caracteres y de las escenas sociales permitieron a Blest Gana s2- lir pronto de su etapa todavia inficionada de romanticismo y traspasar la frontera de un realismo decoroso, pero limitado. De los te- mas propicios a esta escuela, Blest Gana uti- lizé dos en que fué maestro: el andlisis de las pasiones amorosas, sobre todo en 08 ti ‘pos femeninos, y el conocimiento que de- ‘mostr6 del mecanismo del dinero actuando entre la burguesfa de su tiempo. Del roman- ticismo juvenil Blest Gana conservé una gran fidelidad a las antitesis, colocando entre tipas antagénicos el acicate psicoldgico de sus en- redos, Desde su temprana novela La Fasci- nacién (1858) existen pruebas de semejante procedimiento. El remedo balzaciano del ar- gumento no lo priva de méritos, especial- 'ANALES DE LA UNIVERSIDAD DE CHILE ‘mente por su importaneia documental acerca de la sugestién parisiense que flota en su at- mésfera. Julia Gualdini, la bailarina que re- cibe la admiracién de un piblico devoto, es tun temperamento refinado, sensual y mate- rialista, que cosecha éxitos y dinero en su carrera artistica. Las metas y directivas de su existencia se hallan condicionadas por esos elementos. El amor, sin embargo, la conquis- ta cuando aparece la figura de Camilo Ven- tour, que suscita en ella emociones nuevas y una ahincada pasion. Aunque es una no- vela de principiamte, consigue insertar en su deseevollo el autor un interés que sin saber disimular el mecanismo de las acciones de sus hérozs basta para descubrir su capacidad imaginativa. Adelaida de Farcy contrasta por su aristocracia espiritual con el fogoso carde- ter de Julia, més espanténeo en sus reaccio- nes y més saturado también por el elemento sexual. Desde muy temprano agradaba a Blest Ga- na colocar en sus historias este contrapunto que, mas adelante, va a ser cause de severas disecciones por sus criticos, La reaccidn sene sual y estremecida de Julia también sirve pa- ra hacer resaltar el ponderado equilibrio y al sefforio de Adelaida de Farcy. Un argu. mento francés y un enredo tipicamente bal- zaciano forman uno de los primeros pivotes de fa vasta construccién imaginativa de Blest Gana. En Blest Gana existen otras influencias: el historicistmo descriptive de Walter Scott y Ia vena poética sajona, impregnada de teraura humana, de Carlos Dickens. A ambos auto- res los leyé en su primera juventud, en las veladas familiares en la casa de su padre, el doctor Blest. Conviene también precisar el alcance del realismo de Blest Gana. No fué ef suyo un método critico que llegar hasta sus tiltimas consecuencias. Lo limitaba cierto pudor del corazén y una especie de timidez tempera- mental. Por esta razén se detenia en el justo limite de lo escabroso. Se ha observado que Ja contribucidn del realismo balzaciano fué a jyxst Gana ¥ La Noveta Reatista cl anilisis de la reducci6n de todo sentimi to y todo deseo a un denominador comin: la codicia de poseer, que invade avasallado- ramente el “ego”, el “yo” hasta esclavizarlo a los instintos y apetitos de un mundo bur- gués y vido, Pero todavia no se descubria el imperativo del sexo y la sutileza corrosiva de su acciéa en los temperamentos humanos, como lo va a intentar Zola més tarde, Blest Gana se mantuvo dentro de la obje- tividad del viejo realismo y no pudo o no quiso nunca sobrepasar sus tradicionales fron- teras. Tuvo, como pocos, el sentido del deta- Ile local, del estudio minucioso del medio tanto de Ja clase alta, entrevista en Martin Rivas y en La aritmética en el amor, como del medio pelo o siutiquerta que ridiculiaé con gracejo e ironia de buena ley. Podrfamos hablar, sin hacer paradeias, del realismo do- miéstico de Blest Gana, con pasividad y mu- dex que suelen desorientar a los eriticos, El realismo de Flaubert, por ejemplo, demostrd as nuevas posibilidades de esa escuela al re- conciliatla con la poesfa descriptiva. Su gran- deza radica en esta potencia de taspasar su condici6n ancilar a la de condicién de sefio- rfo de los abjetos. Nuestro escritor criollo se colocé muchas veces en la postura del que sélo capta un reflejo inmediato, simple, pu- ro, semejante a la impresién de una placa fotogrfica o un daguerrotipo de época. Por eso no ve las contradicciones internas del me dio que juzga o reduce su accién critica a presentar los contrastes de clase, sin resolver los en una sintesis. Tenfa, por esto, las mis- ‘mas reducciones al absurdo de sus contem- pordneos que, con raras diferencias, en His- panoamérica sometieron sus obras al impul- so desenfadado de una tendencia caricatu- rista. Cuando pinta Blest Gana a sus sidticos no deja de advertir que coloca un Angulo di- ferencial entre su persona y el material que dibuja o perfila, Ya lo observé con agudeza uno de sus primeros criticos, Pedro N. Cruz, cuando dijo: “Blest Gana posce en alto gra- do la facultad de inventar; pero no sobresa- Te en el conocimiento de Ia naturaleza hu- 35 ‘mana. Sélo penetra las impresiones y movi- mientos del alma que preceden inmediata- mente a los actos, y, cuando intenta profun- dizar y analizar, cac en esa frascologia vaga y sutil de los pensamientos que se escriben para el lbum de una sefiorita, Percibe bien lo que individualiza a los hombres y los dis- tingue entre sf; pero no aquello més interior que los reine y confunde en una misma es- pecie. Por esto sus personajes no despiertan simpatia: interesan, no tanto por si mismos, como por el papel que desempefian en los lances y sucesos, 0 por singularidades de ca- rdcter que enteetienen”. No hacemos resaltar estas palabras para aminorar la resonancia que tiene Blest Ga- na en la novelistca chilena, sino para cali brar mejor sus resultados. Nunca dejaremos de expresar nuestra admiracién hacia el mag- aifico producto obtenido con elementos rauy simples y en un medio todavia en formacién desde el punto de vista artistico, La reaccién en el ambiente también no fué homogénea y la Revista Catdlica salud6 la aparicién de Un escena social en 1853 como una atrevi- da y audaz muestra de crudeza. Por eso em- prendié su defensa en EY Museo cl escri- tor Guillermo Matta y aducia las siguientes razones para hacer resaltar su calidad huma- na: “La rehabilitacién de la mujer por cl amor, esta religién de los corazones gencro- sos, he alli la grande idea que el autor ha tratado de desenvolver, idea humana y civi- lizadora que ha expresado con entusiasmo y sin la cual toda sociedad bambolea a cada choque. Alabanzas al joven que en sus pri- ‘eros ensayos maneja tan bien la pluma que ha inmortalizado a Balzac”. No siempre fué favorable la impresién que Chile produjo en su principal novelista. En el secreto santuario de sus meditaciones de- bi6 percibir muchas veces la incomprensién o el rencor de ciertos sectores retrdgrados de la nacionalidad. También su realismo criti co lo convirtié en un inconformista, como la mayorfa de sus contempordneos, a pesar de su cautela burocrética y su moderacin ingénita. En una carta a su amigo provin. ciano desnuda su corazén y exhibe un mo- ‘mento de angustia y desencanto: “Te asegu- to que quedo hastiado de los azares de esta epoca, como sien ella hubiera somado una arte muy active, Sifuese hombre rico me irfa de aqui por mucho tiempo. Tantos odios, tan- tos y tan acendrados rencores como he visto desarrollarse en esta lucha, dejan en mi éni- mo una profunda aversién a la politic ‘Afortunadamente semejante desgano nun. ca aleanzs a desorientar su vocacidn de ob- servador ni contribuyé a arrancarle la plu- ma de la mano, con excepcién de sus largos perfodos buracraticos a raiz de su ausencia del pais, en 1866. Con La aritmética en el amor (1860) Blest Gana se desprende de ma- nera lograda de su anterior perfodo de can- teos y vacilaciones. Lo mismo que Balzac se ‘midié primero en los esbozos de algo més vasto y revel6 su temperamento de escudri- fiador de nuestro ambiente social. La accién de Ja obra transcurre en 1858, lo que le da tuna ubicacién vecina a su concepcién, Inte- resan también més los tipos femeninos que Jos masculinos, revestidas, por fo general, de gran mediocridad psicolégica y de instintos vulgares, Afronta con atrevimiento el tema de un marido burlado y sorprende su liber- tad al estudiar los bastidores de una socie- dad rutinera. Todo se mueve con facilidad yy se agudiza la facultad narrativa del escritor, Lo que solia ser poco Aido y confuso se ‘transmuta en materia nitida y transparente, La descripcién y pintura de costumbres con- Vierte a este libro en la primera obra org nica de la literatura chilena en el siglo XIX. Es de las mejor trabajadas o, con un térmi- no grato a Zola, la que exhibe mds prolija carpinterfa en sus detalles y estructura ge- neral. En la primera pégina ya centellea una notal Jocal cuando se expresa Jo siguiente: “Fortunato salia de su casa como salen mu- chos: sumidas ambas manos en el bolsillo del pantalén y con el cigarrillo de hoja de ‘Talca humeante entre los labios”. Julia Val- verde es un curioso tipo de arribista y de "AWALES De LA UNivenstpap pe Cx mujer audaz y sin eserpulos en sus manejos para atrapar (a fortuna de su desintegrado galin, el solterén don Anselmo Rocaleal. Su atrevimiento y sus recursos la sitdan en un plano de mayor dinamismo que el de otros personajes del repertorio, Por eso también es més humana y sobrenada en el conjunto me- diocre, de un realismo casero, de alas cor- tas, pero de un verismo notable para enten- der fos méviles de la fauna burguesa que vi- visecciona el escritor. De modesta condicién social y viuda de un caballero inglés de re- ducida fortuna, vive con su madre en el mar- co inalterable de una existencia econémica y magra en placeres, Dotada de una belleza que puede ser un capital desea tepar a un sitio de honor y de resalte personal, lo que consigue después de seducir al maduro pre- tendiente y confinar a sus posibles herederos a un rincén de absoluta dependencia. Pero sobrevienen las fuchas de intereses en que el amor a lo crematistico moviliza a los prota- gonistas en sordas intrigas ¢ innumerabfes incidencias. Pero Julia, una vez asegurado su destino con un enlace de conveniencia, no descuida los imperativos del corazén y acep- ta con desaprensiva actitud los requerimien- tos apasionados de Carlos Pefialta, El tema del adukterio vuelve a salpimentar el interés de la intriga y complica el argumento. Blest Gana se complace también al derallar los en- cantos de la viudita que se transforma pron- to, debido a sus afortunadas maniobras, en la esposa de Rocaleal, El alegorismo de los nombres de sus héroes empieza a ser obse- sivo en Blest Gana: Fray Ciriaco Ayunales simboliza la gula eclesidstica, don C4ndido Esperanzano, el padre de Fortunate, emble- matiza a cabalidad ef espiritu codicioso de quienes desean asegurar el porvenir de sus hijos por medio de una providencial boda con una opulenta heredera, dofia Barbara Castafios, la sumisién incondicional a su cén- yuge y Natalio Ruiplin, la prepotencia luga- refia y el sefioritismo provinciano, ‘Aparte del niicleo sentimental de Ia accidn sobrenada en fa superficie un ingrediente que ‘Burst Gana v ta Noveta REALista condiciona Ia lucha de los individuos entre siz el poder econémico, el dinero. Todavia ‘fo existfan entre nosotros los grandes bancos 6 las empresas financieras de alto bordo. Bal- zac habia observado y anzlizado a hombres que combatian unos contra otros en un esce- nario gigantesco sin tener més capital que sus energias fisicas 0 espirituales. Biest Gana moviliza todos los resortes de Ih astucia criolla, de la intriga baja, del ape- tito sanchesco por el bienestar o las buenas comida, Sus capitalistas prestaban dinero a interés, explotaban a viudas, atrapaban po- sibles herencias o discurrian negocios de s6r- dida urdimbre. Don Anselmo Rocaleal, abo- gado “de notoria distincién”, no posefa mas horizonte que el de cus operaciones utilita- rias, Blest Gana aprovecha la oportunidad para exponer su filosofia sobre el dinero cuan- do expresa lo siguiente: “Enriqueced a un hombre y afiadiréis un egoista al gran cath logo de ese sinntimero de idélatras que, cre- yendo adorar a Dios, no profesan més culto real que el de los pesos fuertes que entale- gan”. Y més adelante traza este apunte de filosoffa elemental denunciadora de su mo- ralismo: “La civilizacién ha conducido las cosas al punto de hacer que el dinero sea al amor lo que el aire es a la vida animal; una condicin indispensable para su subsistencia”. ‘Ms expresivo es el consejo que le da Anas- tasio Bermiidez a su amigo Fortunato Es- peranzano al estimular sus posibles amores con Ja rica heredera Margarita Mantoverde. El joven estaba enamorado de una muchacha pobre, Amelia Almiro, hija del infortunado negociante don Diego. Al exponer sus es- crtipulos a su cinico camarada, éste le con- testa lo siguiente que da la clave de la situa cidn: “No te sostendré lo contrario, replicé Anastasio, puedes amarla cuanto te dé la ga- ra y casarte, sin embargo, con Margarita. Es preciso. amigo, presentarse las cosas tales como son y no andar embobéndose con ilu- siones, Los chilens no hemos nacido para sustentarnos con esas necedades; somos, gra- cias a Dios, més positives. El hombre que at nace sin fortuna, tiene por misién el buscar- la sobre la tierra, Es el inico medio de lle- gar a ser algo: sin riquezas no puedes ser ni elector, ni diputado, ni hombre de peso. Po- bre, tu sensatez serd necedad; rico, tu nece- dad se convierte en sensatez. Estas son ver- dades de Perogrullo, que sélo te repito por- que me das la idea de no comprender su valor. Ta, ni eres rico, ni tienes esperanza de herencia: tu tfo Anselmo se casaré sin dejarte un centavo; es preciso, pues, que ha- gas valer tu buena cara y te cases con mujer que no baje de cincuenta mil pesos”. La buena cara todavia se cotizaba en el mercado. Ya lo veremos més adelante, en el caso de Martin Rivas. Pero lo interesante de las reflexiones exhibidas por Blest Gans es que ellas demuestran su conocimiento de la idiosincrasia nacional cuando todavia. no abandondbamos las maztillas y crinolinas que escondian los encantos femeninos. El espi- ritu realista de Blest Gana, sin embargo, es fecundo en la presentacién de tipos de mu- jeres que combaten contra los convenciona- lismos sociales y acaban por imponer st vor luntad. Es el trasfondo més valioso de sus cuadros de salones, de sus galerias psicolé- gicas desde Julia Gualdini hasta Mercedes Canalejas, pasando por Leonor Encina, Esto Jo advirtieron los criticos embrionarios de sus primeras novelas, como Guillermo Matta. Biest Gana, sin ser un feminista a la moder- na, rendja culto a los derechos del coraz6n y en el otro sexo abrié camino a la libertad en el arte al analizar rasgos de Ia lucha de las pasiones contra las convenciones. La aritmética en el amor disefia el tipo de una amante roméntica, asi como Violante de Alarcén en Durante la Reconquista, obra de madurez, nos presenta el mejor modelo de coqueta de sus retablos femeninos. Domi- naba a los hombres y sebia sacar a flote sus apetencias. Los envolvia y seducfa con redes sutiles y oportunos gestos. El arte de agradar no tenia secretos para su talento instintivo. Una frase deslizada a tiempo, una palabra ingeniosa o galana y el saludo graduado se- 35 in la categoria de cada cual servian a ma- ravilla a su politica sexual. Estudiémosla en breves rasgos que demuestran Je pertetracién de Blest Gana en sus mejores atisbos: “a Luisa un afectuoso apretén de manos con irresistible zalameria; a Abel, un saludito corto semifamiliar, como casa secundaria, y un relimpago fugaz, casi imperceptible, de sus grandes ojos dominantes”. Ha contado Domingo Arteaga Alemparte, que fué amigo det novelista, algo de st pres- tancia mundana juvenil. Asi lo retrata en una de las escasas siluetas que se conservan del autor de Martin Rivas: “Diecistis 0 die~ ciocho aftos atrés se hacia distinguir, en los salones elegantes de Santiago, un joven de continente seguro y un tanto marcial, de mo- dales correctos y desembarazados, que baile- ba a lz perfeccidn, que sabfa conversar ame- namente con las mujeres y diseretamente con los hombres. Era don Alberto Blest Gana”. El novelista exploraba entonces Jos salones persiguiendo el estudio de sus caracteres y buscando la materia prima de sus futuras realizaciones. Sin embargo, el hombre era timido y concentrado. No se te conocieron pasiones extraconyugales y en su prolongada sencctud buscé el aislamiento, salvo las con- tadas y sclectas personas que asistfan a su tertulia, Cierta impermeable sensibilidad to mantuvo ajeno 2 la bullente vida literaria que animaba al Paris de Zola, Flaubert, Mau- passant, Daudet y los Goncourt, No ¢xisten indicios de que se sintiera sugestionado, des- pués de su temprana inmersién en el realis- mo de Balzac, en la hirviente atméséera del naturalismo, ostensible entre 1870 y 1895, afios en que cesidié en Paris nuestro narra- dor. Tampoco tuvo efusiones intimas y sus epistolas son escasas, Se sumergié en el clreu- Jo de sus recuerdos y a partir de 1897, cusn- do reanudé sus tareas literarias, después de un largo perfado de silencio, tampoco expre- 86 interés o curiosidad por el naturalismo. Como en el realismo hay, por Jo menos cres tapas, sofo podemos inscribirlo en la prime- : la balzaciana. No conocié el impulso poé- ‘Anatus pe La Universipap ne CHut tico de Gustavo Flaubert, ni lo desvelé la preocupacién por el estilo minucioso y refi- nado, El critico Pedro N. Cruz expresa al referirse a Los trasplantados que en el fondo de su trama asoma un espiritu burlén y a veces sarcistica que da a esas escenas un ca- acter satiric, Pero luego afiade esta refle- xién que nos parece desmentida por la ver- dadera realidad de ese renombrado volumen: “En varios pasajes se nota el influjo de la escuela naturalista. Nuestro autor ha tratado de arreglar su obra a la moda; pero sin mo- dificar el concepto que tiene de la novela como género literario. Para él, la novela es una narracién de escenas de la vida humana, animada con la descripcién de costumbres y la pintura de caracteres y pasiones”, Lo def naturalismo en Blest Gana apenas nos parece una superacién de sus métodos anteriores por la mayor amplitud que exige tun escenario como es el de Paris, a fines del sigio XIX y comienzos del XX. La atmésfe- ra reducida del mundo santiaguino estaba limitada por la pobreza material, la rutina de las costumbres y los prejuicios roménti- cos del perfodo captado. En cambio, en Pax ris, Blest Gana supo descubrir un universo rutilante y fascinador con todo el incentivo de la opulencia, del tujo y del refinamiento que deslumbraba a los criollos que perse- guéan el placer en sus salones, pascos y tea- tr0s de moda. Hacia tiempo que Blest Ganz no se referia a s{ mismo, aparte de sus infor- mes diplométicos. En el caso de Los tras- plantados rompe esa consigna y suministra preciosos detalles de su técnica personal. El artista se dirige indirectamente a ciertos cen- sores que encontraron excesiva crudleza en atrevidos cuadros de su historia parisiense. Veamos como les replica y desnuda sur alma: “A una obra de arte, como la que presento al piblico, no era posible darle el colorido de ta verdad sin la pintura franca de los ca- racteres y de las pasiones que engendra la existencia, objeto principal de este estudio psi- colégico. Alguien hallard, tal vez, que hay pinceladas que pecan de atrevidas en el cua- Busst Gana y ta Noveta Reanista deo, si esta especialmente destinado a lee- tores y lectoras de América Latina. Pero wa- die podré decir que hay en esas paginas ni Ia vislumbre de una escena licenciasa, ni que ahi se encuentre una sola frase, ni aim una sola palabra que no sea de la mds escrupu- losa decencia”. Este cant blestganiano, limitacién delibera- da de su cardcter narrativo, lo aleja de toda sospecha de naturalismo, como el que de- nuncié la pluma exageradamente tradiciona- lista de Pedro N. Cruz. La técnica de Blest Gana debié al realismo dos procedimientos: primero, la acumulacién del detalle, con sujecién a veces fotogréfica al mismo; y luego, la concentracién de lo observado en un friso de época. De la misma manera compuso el vasto telar épico de su libro m4s minucioso: Durante la Reconquis- ta, el menos balzaciano, segiin algunos criti- os, pero el mas trabajado de su serie pano- rdmica, el més pulido y el que expresa con sis vigor su facundia creadora. De su juven- tud obruvo una considerable influencia al co- nocer las novelas histéricas de Walter Scott, que también inspiraron al mejor narrador cubano, Cirilo Villaverde, en sv clisica obra Cecilia’ Valdés 0 La loma del angel, cuya primera edicién es de 1839, refundida en 1879, y definitivamente redactada e impresa en Nueva York en 1882. He traido a cola- cién este ejemplo porque es uno de los més sefieros en un aspecto similar al del argu- mento de Durante la Reconquista y a su com- binacién de elementos romanticos y reais tas, También ambas historias tienen una base histérico-ocial y se confunden por el largo perfodo de affos en que transcurre su ges tacin, Es aventurado hacer hipdtesis, pero no ¢s improbable afiadir que la incubacién realista en Blest Gana tuviera una etapa de tanteos. Quizé redacté algunos esquemas de relatos durante su primera estada en Francia 0, por Jo menos, trajo apuntes para sus futuras pro- ducciones narrativas. La observacién de la realidad chilena y la lectura prolongada y 39 atenta de Balzac consolidaron su vocacién de escritor. No cabe aqui el examen de la influencia de Balzac en Hispanoamérica, tema que abor- daremos en otra ocasién. Bastar, por ahora, recordar el interés que tenfa para los lecto- res chilenos, como apunté en su comentario eritico Guillermo Matta, al enjuiciar Una cena social. Domingo Faustino Sarmiento nos informa en su articulo Nuestro pecado de 1os folletines,insertado en El Progreso del 30 de agosto de 1845, lo que reproducimos: “El Alfa de Talca, el segundo y juicioso Alfa, folletin: La Maraiia por Monsieur de Bal- zac. iSabéis lo que es La Marafia? La ma- rafia, la marimorena que han causado en Chile los redactores del Progreso”. En una novela de José Antonio Torres, intitulada Los misterios de Santiago y publicada por la Imprenta del Mercurio en 1858 hay una re- ferencia a Balzac en el curso de la narracién j otras a Eugenio Sue en el prdlogo o adver- tencia, Rastreando la prensa y revistas de la época en que comienza la carrera literaria de Blest Gana descubrimos la huella de la curiosidad despertada entre los chilenos por el autor de La comedia humana. Se ha dicho, por diversos intérpretes del escritor santiaguino, que su libro de mayor influencia balzaciana es Martin Rivas (1862). Es todavia la més popular y lefda de las pro- ducciones de su creador. Asf como Balzac cexhibié a individuos que Iuchaban entre si sin poseer mis elementos de atraccién que sus fuerzas fisicas o espirituales, Blest Gana utiliza semejantes recursos en su penetrante retrato del héroe de la voluntad. En pocas obras suyas abundan més los contrastes y las notas populares, la mezcolanza de caballeros y de siticos, de damas linajudas y de mu- chachas del medio pelo. Martin, hijo de don José Rivas, hombre de origen humilde a quien debe su fortuna don Dmaso Encina, fué sefialado como algo que pertenccié a la auténtica vida contemporanea, “Estamos ha- ciendo historia, dice Alberto Edwards, pode- amos ser algo indiscretos y recordar que don —_ Manuel Recabarren cas6 con la que es hoy su viuda, la venerable matrona dofia Caroli- na Solar, hija de don José Maria Solar y de dofia Mercedes Marin”. Si estampa lo ante- rior Edwards es porque la tradicin de nues- tra ciudad repitié que Martin Rivas era una versién algo desfigurad2 de don Manuel Re- cabarten, aunque el historiador se inclina més a encontrarle aire de familia con Rafael San Luis. En cambio, parece que fué posible que la madre de Matilde, resultara un refle- jo de Ia postisa dofia Mercedes Marin del Solar y don Fidel, su cényuge, una copia al natural de su marido, don José Marfa Solar. Esto lo hemos ofdo muchas veces a persona- lidades del siglo XIX y no lo rechaza tampo- co Alberto Edwards en su ensayo sobre Mar- tin Rivas. Otro tipo vulgar, pero veridico, es dofia Engracia Niiiez, muestrario de las virtudes domésticas y también de las limitaciones de las damas antafionas. Los hijos, Leonor y Agustin, son rouy divergentes en sus carac- teres, Mientras la primera es orgullosa y man- tiene a severa dignidad de su rango, el se- gundo ¢s una auténtica caricatura, algo ast como un caballero asiuticado. Don Démaso posee una hermana, dofia Francisca, casada con don Fidel Elfas, y ambos son los proge- nitores de Matilde, novia de Rafael San Luis. El romanticismo abunda en la simplicidad, sin escorzo violento, de los caracteres, pero el realismo social asoma en la intencién de la obra. Martin Rivas triunfa por su cardcter, por su honestidad y sus virtudes. Més que un arribista tépico, como los de Balzac, es el precursor de una dinastla de escaladores de situaciones sociales y econémicas. Figuran también, muy desdibujadamente, dos tfos de Rafael San Luis, dofia Clara y don Pedro. TLos jévenes Encina y Rivas frecuentan las tertulias de dofia Bernarda Cordero de Mo- lina, que con sus hijos Edelmira, Adelaida y Amador integran ef conjunto de la gente de medio pelo, en el cual hay que incluir, ade- mis, al oficial de policia, Ricardo Castaitos. Leonor Encina pose varios pretendientes, ‘AWaLEs DE tA UNivensipan pe CHILE de los cuales se identifican dos, a pesar de su insignificancia: Emilio Mendoza y Cle mente Valencia. En las tertulias de la casa de don Démaso suele mostrarse don Simén Arenal. Ademés de todos los anteriores, des- filan diversos sirvientes, mucamas, cocheros y tipos populares. Al surgir la jornada del 20 de abril, se entremezclan con la narracién ciertos individuos tomados de la realidad contempordnea, como Urriola y Bilbao, pe- ro Blest Gana no los profundiza en ningiin Angulo. Hay un evidente contraste entre el joven provinciano, “de altivo cardcter y concentra- da imaginacién”, y los matizados componen- tes de la familia Encina, Martin Rivas con- quista en el Instituto Nacional a Rafael San. Luis por la rigidez de su conducta moral, lo que consolida la amistad de los dos prota- ‘gonistas. También se vincula Martin Rivas a la corriente realista. por la oposicién que plantea entre el cardcter y la tenacidad y ol orgullo de linaje o los prejuicios que provo- ca la fortuna y el poder econémico. Se ha comparado a Julién Sorel con Mar- tin Rivas. Blest Gana leyé a Stendhal y lo cita varias veces a partir de Engafios y Des- engaiios. Pero hay un abismo eniee la rigi- dez puritana del héroe criollo y la conquista del mundo por medio de las mujeres que emprende el personaje de Le Rouge et le Noir. “Julian Sorel, dice Albert Thibaudet, es cl representante de Ja energia provincial, de Ia energfa de un montafés, el representante del talento para hacer carrera, de las clases pobres en Ia conquista del mundo. Doble conquista”, La empresa de Martin Rivas corre peligro de transformarse en algo insulso. No hay nin- agin rasgo de audacia que sobrepase los linde- ros de la correccién en el provinciano que lucha con las dificultades opuestas por San- tiago, ciudad que bautizé Arteaga Alempar- te como “ef gran charco”. En manos menos expertas, el relato se habria convertido en algo insulso. En contraste con la mediania Burst Gawa y La Noveta REatista de la mayorla de los retratos psicolégicos, de escasa vida interior, emerge una accidn mo- vida, rica, substanciosa, que deja muy atrés, como lo entrevié Astorquiza, las anteriores divagaciones morales del autor. Desde el pun- to de vista técnico Blest Gana sabe dominarse y domina, también, a los lectores con sit ma- gia descriptiva. El realismo alcanza aqui una de sus més efectivas victorias, aunque el asun- to puede prestarse a interpretaciones sociolé- gicas que han dado pretexto a muchas fanta- sfas criticas. EI dinero tiene también su papel y ou ran- go. Determina y condiciona Jas circunstan- cias en que se agitan los individuos. En otros 4ngulos, la obra refleja admirablemente un periodo de nuestra vida civil y el instante mismo en que una vieja sociedad, algo mo- mificada antes por los prejuicios, recibe savia nueva. Habja expresado Balzac que “el en- greimiento testarudo es el principio de las finanzas”. A su esclavitud inmisericorde se someten hombres como don Dimaso Enci- na, aspiranie eterno a senador, y el oportu- nista y mediocre tio de Rafael San Luis, don Pedro. No conviene tampoco olvidar que en €l periodo en que se inserta la accién de Martin Rivas la sociedad centralista de San- tiago recibié la inyeccién vivificadora de la sangre provinciana de muchos estadistas, po- ticos y hombres de letras, como don Manuel Montt, Antonio Varas, Recabarren, Cifuen- tes, Matta, Gallo y otros. Con razén don Diego Barros Arana salu- 46 la aparicién de Martin Rives como un acontecimiento literario en su articulo publi- cado en El Correo del Domingo, del 17 de agosto de 1862. La limitacién mental del crf tico, dominado por severas y estrechas con- cepciones del arte redujo su anilisis a lo si guiente: “ha estudiado con bastante pulso la vida real, los tipos que vemos cada dia y los hace representar en su novela escenas anima- das, pero llenas de naturalidad y sencillez”. Y més adelante agregaba esto: “El autor de Martin Rivas ha evitado esta dificultad (la de excitar sentimientos vulgares y bajas pa- a 4 siones). Sus cuadros y sus tipos aunque na- turales y verdaderos, no ofenden las leyes morales ni las leyes potas. “Los politicos de Martin Rivas son seres reales que todos conocemos, no en tal o cua persona determinada, sino en una gran por- cidn de nuestra sociedad. Al trazar estos cus- dros, sin embargo, el sefior Blest Gana no se ha complacido en bosquejar las deformida- des, ni en ofrecer alicientes para imitar su ejemplo, Retrata es0s politicos como Lesage pinta a los cortesanos de Gil Blas”. Y con ids acierto sefiala la falta de vibracién que hay en las escenas revolucionarias del argu- mento. Entonces afirma lo que copiamos: “El sefior Blest Gana tuvo ocasién de hacer un cuadro més animado ¢ interesante al des- cribir el combate del 20 de abril en las calles de Santiago, el ataque de la artilleria y la confusién producida por la sublevacién, En su narracién, este suceso tiene més bien el ca- ricter de la historia que el estilo de la nove- la, Sus personajes ficticios tienen poco movi- miento, ¥ apenas avivan el interés del lector por Ia suerte del combate: la antasfa dlel no- velista debi6 aspirar a otro resultado”, En E! Ideal de un Calavera (1863) profun- dizb nds todavia Blest Gana el ambiente en que se preiudiaba una clase media, de ges tes “venidas a menos", segtin Ia atinada defi nicién posterior de Rafael Maluenda, Por lo general, esa clase, todavia amorfa, sin com. prensién de su poder embrionario, permane- cfa como allegada a la aristocracia pelucona, imitaba ridiculamente sus modales @ mane- tas y aspiraba a ser una clientela desmoneti- zada de la segunda. Al concebir su obra Blest Gana seguia pensando en el ambiente social que inspiré a sus anteriores producciones. En una carta a José Victorino Lastarria alude a la mediocridad de los tipos femeninos que traz6 al expresar: “Ninguna de ellas (las mujeres) tiene nada de notable y deben la vulgaridad de su cardcter a una intencién premeditada del autor. Deseando presentar a Manriquez en la escena de nuestra vida casera, en cua- dros esencialmente chilenos, di a propésito, a a casi toda la comparsa, las proporciones mas hhumanas y més reales posible, Asi es como Inés Arboleda representa la educacién, los ‘gustos y las tendencias de nuestra mujer de sociedad y como Candelaria Basquiftuelas es el tipo de la muchacha que Ia seduccién arroja al campo de la vida galante, por cau- sas del medio social en que se encuentra co- locada, Candelaria, querido amigo, anda siempre joven y risuefia, siempre vivaracha por esas calles de Dios, y casi siempre, des- pués de pagar su tributo al vértigo del amor, lo sigue pagando al del lujo y la disipacién en brazos de algiin viejo libertino como Al- cunza”. En El Ideal de un Calavera hay relieve en el estudio del cardcter de Abelardo Mansi- quez. que desemboca en el libertinaje al ver contrariada su pasién por Inés Arboleda, cu- ya fria coqueterfa lo precipita en fos brazos de Candelaria Basquifiuelas. Este tipo es uno de los més sobresalientes que reprodujo Blest Gana en sus incursiones por el medio pelo santiaguino. Tiene dieciocho afios, un cuer- po seductor, pechos relevantes, de formas pun- zadoras, el cuello flexible y redondeado, el évalo del rostro es clasico, la tez bronceada, Jas mefillas lenas y sonrosadas, la frente ter- sa, los ojos negros, fulgurantes de pasién y una cabellera de matorral que desciende en dos trenzas més abajo de la cintura. Ha que- rido aqui el novelista emblematizar la sen- sualidad de la mestiza, fa acariciante y envol- vente atmésfera erética de la criolla de clase media. También corresponde a un aspecto retrasado de nuestra cultura y vida social, cuando la mujer no tenfa més horizonte que el amor legal 0 libre, la marchitez de Ja sol teria sin consuelo o ef encapsulamiento del claustro, El instinto parece saturar los impul- sos y apetencias de Candelaria Basquifiuelas, que procede con irreflexién y obedeciendo al fmpetu de su cilido temperamento. La do- mina también la sed de sensaciones y de aventuras agradables en on medio corrom- pido por la pobreza y acaba por entregarse al joven calavera Manriquez. En este caso emer- "ANALES DE La Univeuspap pe Cxice ‘ge un acierto psicalégico de Blest Gana y tuna de sus mejores caracterizaciones reals. tas, El temperamento de su heroina y sus reacciones primitivas y salvajes siguen un pro- eso evolutivo desde que es una nifia en Ja flor de la edad hasta que se convierte en la amante de un anciano sin escrépulos ¢ idio- tizado por la libido, También es importante 1 matiz, posterior de su amor a Manrfquez, cuando utiliza la coqueteria como medio de venganza. Con excepcién de Jotabeche, ningtin otro chileno alcanza a registrar un repertorio més vasto de tipos y costumbres nacionales que Blest Gana. En exe sentido nadie puede des- conocerle su aporte fundamental a la crea- cidn de caracteres psicolégicos en nuestro re- lato, Blest va exhibiendo, sin la concepcién ciclica de Balzac, pero con una tendencia concreta a realizar una empresa reconstructi- va de la vida nacional entre 1836 y 1851, el mfs vasto friso costumbrista del siglo XIX. Por sus escenas desfila un cosmos de estruc- tura muy diversa, desde cl pije o lechuguino de sociedad, el calavera, el arbitrista, el arri- bista de salén hasta el usurero, el militar que vive modestamente, la nifia de barrio, la bea- ta, el fraile de misa y olla, el oficial de poli- ca, el tenorio decrépito, el viejo amontona- dor de onzas y el caballerete que ha ido a Paris a sacarse el pelo de la dehesa. Es un conjunto verdaderamente monumental por su dimensién, pero menos hondo desde el punto de vista psicoldgico y artistico, Blest Gana no supo 0 pudo remontar las cimas de la perfeccién estilistica, Lo conereto Jo aloan- 26 a reproducir, 2 veces con maestria cuando fo estimula el sentimiento de una epopeya co- lectiva nacional, tal como se percibe en Du- rante la Reconquista. Pero lo concreto tam- bién puede reelaborarse artisticamente, como una estilizacién de lo posible entre la urdim- bre tosca de Io real. De su educacién britinica, de la rafz celta de su sangre, de su primitiva lectura de los novelistas ingleses extrajo cierto don poético, que no siempre prodiga. En sus diltimos afios, Burst Gaya y ta Noveta REauista B a medida que rescataba del olvido los sucesos que vivi6 en su juventud, supo conseguir un delicado esmalte Irico que embellece las pé- ginas de El Loco Estero y derrama una emo- cién superior en ciertos cuadros inolvidables de Durante la Reconquista. En este vasto re- pertorio histrico, el mas perfecto desde el punto de vista de la técnica narrativa en Blest Gana, hay una superacién ins6lita res- pecto a sus creaciones de la primera etapa. “Bl fracaso de una conspiracién de los pa- triotas en la Cfrcel de Santiago —dice el ya citado Pedro N. Cruz—, insidiosamente ur- dida por el capitan San Bruno para aterrar- los con el castigo; la lucha en una carbonera, ala luz de un candil, entre el malvado Juan y su ama de leche que defendia una gruesa suma de dinero enterrada en casa de sus amos para los patriotas, lucha pavorosa que termina con el asesinato de la pobre viejas las circunstancias que provocaron la enfer- medad de Trinidad Malsira y su muerte, son paginas de extraordinaria realidad que no pueden leerse sin honda emocién”. El vigor critico y satfrico de Blest Gana no se amorti- ‘gué en sus postreras jornadas. Le tocé enton- ces ridiculizar la aficién nobiliaria de los crio- Ilos enriquecidos y realizar su mejor novela parisiense: Los trasplantados (1904). Descon- tando su categérica intencién moralizadora y la fauna social que en sus piginas es atra- pada por la visién del novelista, hay otros indicios de que no se marchitaba su facundia creadora. Asi como su contempordneo el me- xicano don José Tomés de Cuéllar, nacido en 1830, lo mismo que Blest Gana, y desapa- recido en 1894, supo caricaturizar al “rico nuevo” de la época porfiriana en su balza- ciana obra La Linterna Mégica, que consta de mis de veinte voliimenes, Blest Gana me- ti6 por vez Gltima su escalpelo crftico en la hirviente materia del rastacuerismo hispano- americano. Antes lo habia antecedido en se- mejante propésito el chileno Alberto del So- lar, quien en Rastaguouere (Buenos Aires, 1890) trazé un cuadro interesante, pero ma- logrado de las peripecias de una familia de procedencia chilena en la capital de Francia. ‘No se ha investigado definitivamente todo el aleance de las sétiras del escritor sant guino. Baste, por ahora, recordar la nueva siGn que significa el libro Criollos en Paris (1933) de Joaquin Edwards Bello, de técni- ca moderna y aire y atmésfera distintas a las que describié Blest Gana treinta afios antes. Aqui surge ya ¢l meteco que irrumpe cn la novela francesa en visperas de la pri- mera guerra mundial. La raiz. es la misma, pero las costumbres han cambiado en innu- merables aspectos. En su argumento se tra- ta, también, de una familia nuestra instala- da en Paris y aparecen, apenas distrazados, varios individuos de diversa categoria: arbi- tristas, tahures, cazadores de sensaciones, as- tutos buscavidas como Duefiitas, que es el Marqués Cuevas, tan renombrado en la ac- tualidad. Hay un tipo femenino agradabl cl de Lisette, una francesita llena de atracti- vo, y un apellido muy chileno, para identifi car a una de las mejores criaturas psicolégi- cas del conjunto: Bascufién, que posce algo del propio narrador. Es notable que Blest Gana, después de muerto, influyera en dos grandes novelas que siguen la linea de su pintoresco fresco parisiense: el ya citado y otro posterior, pero de gran amplitud por su evocacién ambiciosa y la complicada pulula- cién humana que surge en sus episodios. Nos referimos a La vida falsa (1943), del novelis- ta argentino Martin Aldao, imitador de Blest Gana. ‘Aldao usa la palabra “trasplantado” y pin- ta a sus numerosos compatriotas que viven en Paris o en Ja Riviera gastando el dinero que les mandan de Buenos Aires y siguiendo la cotizacién del franco en la bolsa de la capi- tal francesa. La vida falsa es la novela de la postguerra del primer conflicto mundial, en- trevista por los criollos argentinos, que cons tuyen un grupo social numeroso y se disper- san. cuando estalla la revolucién que derribé a Hipélito Irigoyen, el Peludo. Este suceso po- ne fin a la ociosidad elegante y a la frivoli. dad desaprensiva que constituye el material f snacizo de esta singular produccién, Son gen- tes que van y vienen y hablan con el tipico estilo argentino en hoteles elegantes, balnea- ios de lujo y casinos de renombre, El critico Luis Emilio Soto ha dicho de esta obra, de inspiracién blestganiana, lo siguiente: “En la novela de Martin Aldao se agita un mun- do de seres minéisculos psicolégica y moral- mente, casi todos anestesiados por su propia frivolidad y por el cansancio del goce lleva- do al limite”. ‘No cabe duda que Aldao leyé a Blest Gana y posiblemente lo conocié durante su larga residencia en Europa, pues La vida falsa apa- recié cuando su autor tenfa una edad avan- zada, en 1943. Su mejor narracién anterior se dié a luz en Parfs, en 1912, y también es un estudio de caracteres sociales. Su titulo es La novela de Torcuato Méndez. En La vida falsa (pagina 54) se estampan palabras sig- nificativas: “La capital argentina no carece de halagos para nosotros; pero los que ¥i nen de los paises célidos, ¢cémo han de con- cebir el regreso al terrufio? Un escritor y di- plomatico, prototipo del zrasplantado, a quien alguien le clogié la pintoresca entrada de su Guayaquil, contesté muy fresco: “Me gusta més fa salida...” Algiin dia habré que examinar ms a fon- do estas tres creaciones de la fantasia hispa- noamericana y se verd como de stv andlisis surgiré un precioso documento sociolégico de nuestro continente. Desde Los trasplanta- dos (1904), pasando por Criollos en Paris (1933) y La vida falsa (1943) se puede pre- senciar el rumbo palpar los desencantos pa- decidos por tres generaciones sucesivas de hispanoamericanos que se transforman en ‘metecos y se agitan en sus episodios servidos cen su propia tinta, En 1906, el novelista suizo-francés Binet- Valmer dié a luz su relato Los Metecos, aconsejado por su director espiritual literario, Francisco de Curel. Est inspirada en suce- sos de la vida real, Su protoguista dice que como Binet-Valmer, por su matrimonio con una griega de familia distinguida, vivié en Ananes pe 1A Universiap pe Cuice contacto estrecho con una gran parte de la sociedad extranjera que reside en Paris, pu- do “estudiar directamente del natural”, co- mo dicen los pintores, los personajes y los ambientes de dicha produccién. E} suicidio de la mejor heroine femenina es semejante al de Los trasplantados. La novela de Binet-Valmer tiene semejan- zas con la de Blest Gana por su mencién de tipos cosmopolitas que viven artificialmente en Paris. Blest Gana mantuvo el cetro de la maestria narrativa en Chile hasta su desapa- ricién, pera después continué ejerciendo una influencia eficaz en las corrientes novelisticas del siglo. No cabe aqui el examen de toda su accién en los afios que van de 1900 a 1940, cuando se transforman las directivas del relato nacional. Pero antes de coneluir de- bemos revelar someramente la huella que se percibe en su continuador, Luis Orrego Lu- co (1866-1948). Tiene cierta voluntad e{clica, de remoto origen balzaciano, pero su modelo indudable fué Blest Gana. Orrego Luco es- cribia con desalifo y salpieaba galicistaos de mal gusto. Posefa el don de observacién y Ja destreza para armar un argumento 0 sos- tener una trama con flexibilidad e interés humano. Se detenfa en meticulosas descrip- ciones de trajes femeninos y de muebles de lujo. Dominaba la rdnica social de Santia- 0, con sus entedos de alcoba y sus lances ga- antes. En Un idilo nucvo (1908) se remoza la versin de Martin Rivas, a fines del si- glo XIX. Antonio Fernandez es provinciano, como el héroe de Blest Gana. Pero también surge aqui una imitacién de La oritmética en el amor. Antonio Fernandez poses un amigo, algo cinico, Pascual Solis, que hace el papel de consejero que en la famosa no- vela de Blest Gana encarna Anastasio Ber- miidez frente a Fortunato Esperanzano. Vea- mos cudles som esas directivas para rumbear ea el gran mundo santiaguino. ‘As{ habla Pascual Solis con gran desenfa- do: “Hay que ser largo en pagar las aparien- cias, si es preciso no almuerces, pero no de- jes nunca de ponerse corbatas “a Ia derniére”, ‘Burst Gana ¥ ta Novera Reatista que en las exterioridades de traje y en las futilezas morales estriba la mitad del éxito en cl mundo santiaguino”, ‘Mientras Martin Rivas se impore por su voluntad en Santiago, Antonio Fernindez, desengatiadlo y escéptico con los quebrantos padecidos en la capital, vuelve al terrufio y encuentra en la sencilla placidez de su exis- tencia lo que no pudo obtener en el espejis- mo de la gran ciudad. Surge una leccidn en que parcce consolidarse la fe en la vida de provincia, mas sana que la de Santiago, cuya sociedad empieza a padecer la crisis de su desintegeacién moral por el culto del dinero y de las apariencias. En las novelas posieriores de Orrego Luco: Casa grande (1908) y En familia (1912), vuelven a generarse problemas de interés y no observamos fundamentales innovaciones técnicas, a pesar de la huella del realismo francés y espafiol percibida en su autor. Orre- ‘go Luco ley6 bastante a Balzac, a Blest Ga- na, a Valera, al padre Coloma, a Emilia Pardo Bazdn y, posteriormente, a Bourget y @Annunzio, quienes le inspiraron sus direc- tivas espirituales. Le gustaba hacer psicologfa ficil, mezclada con observaciones satiricas y en Casa grande traza un cuadfo certero de un perfodo en que vemos quebrantadas las sélidas virtudes criollas. Orrego Luco emprende grandes frescos realistas, utiliza un tema de adulterio y saca partido de un episodio que conmovié a la aristocracia santiaguina a principios de este siglo. Casa grande, con sus cnormes defectos y su estilo sin arte superior, es una de las excelentes novelas nacionales y pretende re- velar algunas causas dle nuestra crisis moral. E] dinero desempefia un papel fundamental cn el condicionamiento de determinados per- sonajes y se palpa la novedad de la aparici6n de la Bolsa de Comercio y de las especula- ciones financieras. Un. tema similar promo: vi6 el éxito de la novela naturalista argenti- na La Bolsa, de Julién Martel, aparecida en 1891 ¢ inspirada en L’Argent, de Emilio Zola. Angel Heredia encarna algo de los S personajes de Blest Gana, adaptado a tiem- pos mds dindmicos y despreocupados. Es un. simbolo de una raza en decrepitud, de una sociedad que respeta las apariencias, pero que se halla socavada por un mortifero cincer. ‘Su educacién lo habia convertido en un ca- ballero representativo, sin grandes impulsos, derrochador y dominado por el orgullo de su linaje, Su Gnica perspectiva econémica era el Becerro de Oro, escondido en los enredos bursétiles de postergaciones y manejos no siempre escrupulosos en una época en que se inventaban falsas minas de oro y se produ- cian quiebras fraudulentas de bancos mal ad- ministrados. El otro camino era el matrimonio con una muchacha rica, dotada de una sélida heren- cia. Asi Angel Heredia se casa con Gabriela y fracasa en su vida conyugal cuando ve en ella a una mujer distinta de la que habia sofiado, Bastard lo dicho para demostrar que Orre- go Luco prolongé el realismo de Blest Gana hasta su iltima novela Playa Negra, publi- cada poco antes de su muerte, en 1947. Se encuentran todavia indicios de la ma- nera blestganiana en muchos dngulos del en- foque novelistico de Emilio Rodriguez Men- doza y de Fernando Santivin. Ambos ta- zan versiones renovadas de Martin Rivas, la novela mis fecundadora de problemas en la literatura nuestra. Mientras Rodriguez. Men- doza presenta tipos de clase media en pugna psicolégica con los de la oligarquia, Santi- van reproduce el amor de Martin Rivas por Leonor Encina en otra versién. En El Crisol tenemos a Bernabé Robles, tipo de mestizo que se enamora lentamente de Adriana Blume, de una condicién social superior. Mariano Latorre ha visto en la obra de Santivan una tesis en que el amor de Ber- rnabé Robles y Adriana Blume significa la fusién de la fuerza sana con la sensibilidad refinads por \ cultura, Por este camino de andlisis y de critica so- 6 cial se va renovando la novela chilena mu- cho antes de que abandone este mundo Blest Gana. Estudiar y ahondar su accién en fas letras patrias es tarea ya emprendida, pero hemos visto que su eco trascendié las fronteras de Chile. El realismo del escritor santiaguino, que se riostré impasible a la saturacién na- turalista, tuvo suficientes atractivos para ins- pirar a narradores surgidos de la segunda es- cuela, Blest Gana contemplé en su vida gran- des acontecimientos y permanecié fiel a los ideales que cristalizaron en st sensibilidad cuando conocié la obra de Balzac. Estuvo en Francia en el mismo affo en que fallecié el padre de La comedia humana, en 1850. Vi- vid largas jornadas en cl Paris de Napo- leén III, cuya corrupcién politica y social inspiré el ciclo naturalista de Zola en Les Rougon-Macquart, histoire natturelle et s0- ciale dune famille sous le second Empire. Presencié la caida de Napoleén el pequeiio, dl incendio de las Tullerias y el huracdn re- yolucionario de la Comuna, después de la gran crisis provacada por la derrota de Fran- cia en su guerra con Prusia. También el creador de Los trasplantados vié el declinar del sigio XIX, el nacimiento del actual, |a Exposicién de Parls, simbolo de un optimismo que desmoronaria la préxima guerra mundial. Debié estar en las orillas del Sena cuando una multitud, en un dia de gri- salla otofal, en octubre de 1902, acompané los restos de Zola al Cementerio de Mont- martre. Todavia conserv6 aliento para resis ANALES pe tA UNtverstap pe CsiLe tir las penurias y privaciones de la guerra y acariciar las esperanzas que surgieron en el mundo occidental con la Sociedad de las Na- ciones. Tuyo el desconsuelo de comprobar como iban hundiéndose en la tumba todos sus camaradas chilenos de generacién, En- tonces se quedé casi desprovisto de amigos que algo le expresaran a su corazén y Chile no iba siendo més que un recuerdo en su memoria, nunca flagelada por la longevidad prodigiosa que alcanzé, Blest Gana, por fin, murié el 9 de noviem- bre de 1920, después de perder a su esposa ¥ gran compaffera. En su pentiltimo libro, El Loco Estero, reverdece su talento y tiene pinceladas dignas de Dickens, al cual leyé en stt ya esfumada infancia santiaguina, Pot ltimo, en Gladys Fairfiel (1912), su postee- ra contribucién imaginativa, emplea un ar- gumento simple y nada afiade a sus laureles. Con Blest Gana termind un ciclo entero de nuestra novela y su legado a la posteridad de sa suelo asume un carSeter ejemplar que, sal- vadas las proporciones, resulta como el tri butado por Balzac a su pueblo, Su nombre continéa sirviendo de acicate a las gencracio- nes actuales, de materia de meditacién a la critica y a los socidlogos y moralistas que de- sean descrifrar el alma chilena, de adorno ci- mero a nuestras letras, que supicron produ- cir, como indicio de fecundidad maravillosa, a un narrador capitalisimo que acurmulé, pa- ra su raza y para su gente, inagotables im- pulsos espirituales.

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