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DE CRIMEA A GROENLANDIA

Por Mario R. Féliz


mfeliz@ciudad.com.ar
www.profefeliz.blogspot.com

“Digo, pues, que ya habían los años de la fructífera Encarnación del Hijo de Dios llegado
al número de mil trescientos cuarenta y ocho cuando a la egregia ciudad de Florencia,
nobilísima entre todas las otras ciudades de Italia, llegó la mortífera peste que o por obra
de los cuerpos superiores o por nuestras acciones inicuas fue enviada sobre los mortales
por la justa ira de Dios para nuestra corrección que había comenzado algunos años antes
en las partes orientales privándolas de gran cantidad de vivientes, y, continuándose sin
descanso de un lugar en otro, se había extendido miserablemente a Occidente.”
Decamerón, de Boccacio

Hacia el 1714 una expedición -mezcla de


negocios y de misión religiosa- al mando de un
misionero luterano noruego, recorre las costas de
Groenlandia sin encontrar rastros de los colonos que
se habían establecido a partir del asentamiento
fundado en el 984 por Erick Thorvaldson, el rojo.
Recientes estudios arqueológicos1 y otros indicios
históricos muestran que las colonias, que llegaron a
tener hasta 5000 habitantes, comenzaron a declinar
hacia mediados del siglo XIV.

La benignidad del clima por alrededor de cuatrocientos años, del período


cálido medieval2, facilitó la navegación de los mares boreales y la vida de
campesinos vikingos en los fiordos de la gran isla. Sin embargo, hacia el 1300 las
temperaturas y la longitud de los veranos comienzan a disminuir iniciándose la
pequeña edad de hielo y haciendo cada vez más difícil la sobrevivencia en esas
regiones. No obstante, es posible que ésta no fuera la única causa de la
misteriosa desaparición de los descendientes de Erick.


 
En el noreste de la provincia China de Hopei, en el año 1334,
aparece una enfermedad nueva muy virulenta
y altamente infecciosa que mata al 90% de la
población de aquella ciudad. A partir de allí, los
mongoles y las ratas negras, que los
acompañaban en sus correrías, la dispersan
por toda Asia.

Poco después, tribus tártaras, aliadas


de los venecianos, sitian la ciudad de Kaffa en
la península de Crimea, donde se asentaba una colonia genovesa. La peste
afecta a los sitiadores y poco después se propaga entre los sitiados. Se cuenta
que los tártaros catapultaban los cadáveres infectos hacia la ciudad.

Finalmente, en 1343, la flota genovesa abandona el sitio e inicia el regreso


tocando -entre otros- el puerto de Constantinopla y llegando, finalmente, a Mesina
(Sicilia) en 1347. Al llegar a este puerto buena parte de la tripulación había muerto.
Se les impide desembarcar pero la peste3 igual lo hace con las ratas que
abandonan las naves. Desde aquí se esparce por Italia y pronto por toda Europa
hasta Escandinavia.

Antiguos anales islandeses dan cuenta de que, en septiembre de 1349, un


barco proveniente de Inglaterra arriba a la ciudad de Bergen, en Noruega. La
peste negra ataca sin misericordia y acaba con más de la mitad de la población
noruega. Poco después ataca Islandia, la tierra de donde había partido Erick, y
termina con las relaciones comerciales y el aprovisionamiento lo cual,
seguramente, contribuyó a sellar definitivamente la suerte de los habitantes
vickingos de Groenlandia.

Aquella gran pandemia de peste bubónica no fue la primera ni sería la


última puesto que “el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, puede

permanecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, espera


pacientemente en las alcobas, en las bodegas, en las maletas, los pañuelos y


 
los papeles, y puede llegar un día en que la peste, para desgracia y enseñanza
de los hombres, despierte a sus ratas y las mande morir en una ciudad
dichosa.”4

                                                            
1
 Arneborg, Jette, National Museum of Denmark. 
2
 Fagan, Brian. La Pequeña Edad de Hielo, Ed.Gedisa. 
3
 Esta epidemia fue de peste bubónica (peste negra) provocada por la bacteria Yersinia  pestis, que enferma 
a las ratas. Las pulgas de estas la trasmiten al hombre. Las ratas mueren, las pulgas las abandonan e infestan 
al hombre. La enfermedad, en alguna de sus formas, también se trasmite entre humanos. 
4
 Camus, Albert. La Peste, ed.Sur.S.A. 


 

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