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UNIVERSIDAD

EDUCACIÓN SUPERIOR
ACADEMIA
O un conjunto [otro más…] de relaciones sociales y libidinales
de opresión y explotación
de naturaleza hetero-cis-patriarcal
(en condiciones estatales y capitalistas)

Moi Non Plus


© 2017, del texto [pp. 4 a 7] y la edición: Carla Fleur y Martín Jouer (del colectivo audio-visual Moi Non Plus).

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Educación Superior y Universidad y Academia.
O un conjunto [otro más…] de relaciones sociales y libidinales
de opresión y explotación
de naturaleza hetero-cis-patriarcal
(en condiciones estatales y capitalistas)

{MoiNonPlus}

«El patriarcado no es la discriminación de las mujeres, sino la construcción de todas las je-
rarquías sociales superpuestas unas sobre otras, y fundadas en privilegios masculinos, […] la
base donde se sustentan todas las opresiones; es un conjunto complejo de jerarquías sociales
expresadas en relaciones económicas, culturales, religiosas, militares, simbólicas, cotidianas e
históricas. […] El patriarcado resulta algo más un ‘adjetivo’ del sistema: es el eje de la «for-
ma» de organización social, económica, cultural y política de cualquier sociedad; no es una
discusión periférica, ni específica, ni particular, sino que es una discusión central e ineludible.
[Pero] el patriarcado no es un modelo de dominación universal e indiferenciado, general e
idéntico cualquiera sea la sociedad; basta de concebir un patriarcado así. Éste se expresa a
partir de y en estructuras históricas y sociales específicas, y es esa maraña la que hay que
desmantelar, y para hacerlo, hay que detallar cada una de sus capas».

(María Galindo, No se puede Descolonizar sin Despatriarcalizar.


Teoría y propuesta de la despatriarcalización [2013]; pp. 92-94).

«Es necesario erradicar la división sexual [y sexista y de género y racial y étnica y


etaria y capacitista y esteticista y clasista y…] del trabajo para terminar con el dominio
masculino. […] Pero las consecuencias de esta división del trabajo son muy profundas, y lle-
gan al nivel del inconsciente. El inconsciente influye en las pautas de comportamiento, que
constituyen los micro-sostenes (o complementos) de las ‘instituciones’ sociales, y son
a su vez fomentadas por esas instituciones».

(Heidi Hartmann, “Capitalismo, Patriarcado y segregación de los


empleos por sexos” [1976], trad. E. Huerta, en: Zillah Eisenstein
(comp.), Patriarcado capitalista y feminismo socialista [1979]; pp.
219-21. El agregado corre por cuenta nuestra).

«El patriarcado no es simplemente una organización jerárquica, sino una jerarquía en la


que determinadas personas ocupan determinados puestos. [...] Definimos el «patriarcado»
como un conjunto de relaciones sociales que tiene una base material y en el que hay unas
relaciones jerárquicas y una solidaridad entre los hombres que les permiten dominar
a las mujeres. La base material del patriarcado es el control del hombre sobre la fuerza de
trabajo de la mujer. [...] Los elementos cruciales del patriarcado, tal como los experimentamos
habitualmente, son: el matrimonio heterosexual (y la consiguiente homofobia), la crianza de
los hijos y el trabajo doméstico a cargo de la mujer, la dependencia de la mujer con respecto al
hombre (impuesta por los dispositivos del mercado de trabajo), el Estado y numerosas ‘ins-
tituciones’ basadas en las relaciones sociales entre los hombres: clubs, deportes, sindicatos,
profesiones, universidades, iglesias, corporaciones y ejército. Todos estos elementos han de
ser examinados si se quiere comprender el capitalismo patriarcal».

(Heidi Hartmann, The Unhappy Marriage of Marxism and Femi-


nism: Towards a More Progressive Union [1975/1979]; pp. 9; 13-14;
23-24).
Axioma práctico,
organizativo,
político
La transformación (despatriarcalización)
radical
de la sociedad
y la creación de nuevos mundos de posibles
no puede venir
de otro lado
que de nosotrxs mismxs.

La emancipación de lxs productorxs sociales


sólo será obra
de lxs productorxs sociales mismxs.

Nuestra emancipación del hetero-cis-patriarcado


(estatal y capitalista)
será necesariamente una auto-emancipación.

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•••

Lxs compañerxs de viaje nos preguntamos

¿Por qué no habríamos de embrujar, de destruir ya mismo


(aquí y ahora y colectivamente),
la vieja separación entre programa «mínimo» y programa «máximo»?
Separación que nos captura en una relación social y libidinal burocrático-patriarcal
a la vez que nos produce una subjetivación, unos afectos, y unos deseos
burocrático-patriarcales: el maestro, el profesor, el tutor, el director;
líderes, presidentes, dirigentes, vanguardias, representantes
(que hacen uso del 'mansplaining' cotidiano para educar, disciplinar y contrlar
nuestrxs cuerpxs y deseos, nuestra lucha y organización).
¿Por qué no habríamos de introducir ya mismo
(aquí y ahora y colectivamente),
en medio de nuestras reivindicaciones más concretas e inmediatas
(en las Aulas, en la Academia, en el Cine, y en todos lados)
ese horizonte auto-emancipatorio radical que queremos:
a saber, despatriarcalizar permanentemente todas las relaciones sociales y libidinales
productivas y reproductivas estatales y capitalistas?

¿Por qué no producirnos colectivamente una crítica teórica-y-práctica (y organizativa)


que nos sirva para poner en cuestión ya mismo
toda la manera o modo como están organizadas actualmente
las relaciones sociales y libidinales
(en el Aula, en la Cátedra, en la Academia, en el Cine, y en todos lados),
a la vez que criticamos los programas, materias, materiales, métodos, técnicas, etc.?

Es decir: teniendo en cuenta que lo que llamamos ‘la educación’ institucional (estatal y
privada) tiene como finalidad directa la re-producción de trabajadorxs calificadxs
sujetadxs al poder doble del Estado y del mercado de trabajo estatal-capitalista... ¿por
qué no lanzar, además de una crítica a los «contenidos» de la educación, de la
enseñanza y la investigación actuales..., una crítica feminista-despatriarcal radical
(teórico-práctica) a las «formas» mismas de organización que rigen en la producción
y la reproducción y la circulación e intercambio de la enseñanza y en la enseñanza?

Doble Combate feminista des-patriarcal.


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¡El DILUVIO!

Quizá… nos encontremos con que


el actual modo de organizar las relaciones sociales y libidinales
(en la educación, la Universidad, la Academia, en el Cine, etc.)
posibilita y garantiza y justifica
(es decir, realiza)
todas las violencias
explotaciones
y opresiones
—de género, machistas, sexuales, sexistas, racistas,
etarias, esteticistas, capacitistas, clasistas—
del hetero-cis-patriarcado (estatal y capitalista),
y no sólo en el nivel de los contenidos de la enseñanza/aprendizaje
(«qué» vamos a aprender, de «quiénes», y «para qué»)
sino también al nivel mismo de la forma de enseñar/aprender
(«cómo» vamos a educarnos).

Quizá… nos encontremos con que


siempre que organicemos el sistema educativo (o cualquier conjunto)
en función de una separación
disimétrica y jerárquica
entre docentxs/estudiantxs,
trabajadorxs docentxs/trabajadorxs no-docentxs,
no hacemos otra cosa que reproducir una «forma-organización»
de naturaleza irremediablemente hetero-cis-patriarcal.

Quizá… nos encontremos con que


la separación disimétrica y jerárquica
que ocurre al nivel educativo entre «docentxs/estudiantxs»
no hace sino preparar y modular todas las demás
sujeciones y servidumbres que ocurren y ocurrirán al nivel
de las relaciones sociales y libidinales generales y cotidianas:
gobernantes/gobernados,
dirigentes/ejecutantes,
trabajo intelectual/trabajo manual,
trabajo productivo/trabajo reproductivo,
etc.

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Y quizá… nos encontremos con que
todas estas sujeciones y servidumbres cotidianas que ocurren
al nivel de las relaciones sociales y libidinales generales
—gobernantes/gobernados,
representantes/representados,
dirigentes/ejecutantes,
trabajo intelectual/trabajo manual,
trabajo productivo/trabajo reproductivo,
maestros/estudiantes,
vanguardia dirigente/masas,
etc.—
no son otra cosa que la realización y materialización
del hetero-cis-patriarcado (en condiciones estatales y capitalistas).
Puesto que todas ellas están fundadas y se apoyan irremediablemente
en divisiones y separaciones jerárquicas
binómicas y excluyentes, en función del:

género,
sexo,
sexualidad,
raza,
etnia,
edad,
clase,
estética,
capacidad psico-física,
etc.
La opresión y explotación de las mujeres, trans, travestis,
lesbianas, bisexuales, indígenas, y toda clase de devenires
mutantes y minoritarios (LGBTTTIQ+),
es anterior a la opresión 'de clase',
y transversal a todas las clases.
•••
>>> LAS VOCES <<<

Mujeres Creando / María Galindo / Adriana Guzmán /


Christine Delphy / Carla Lonzi / Heidi Hartmann
Adrienne Rich / Kate Millett / Silvia Federici

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Daniel & Gabriel Cohn-Bendit / Claude Lefort
Cornelius Castoriadis

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♦ 2005. Mujeres Creando, La virgen de los deseos;
Ed. Tinta Limón, pp. 14; 182; 187:

«Desde un principio teníamos clara la necesidad de hablar en primera persona y desde nosotras
mismas, conjugando además las varias voces que nos componen. Por eso nos hemos rehusado a ser
objeto de estudio de intelectuales, nos hemos rehusado a ser interpretadas y traducidas y mano-
seadas por la Academia venga de donde venga.

[…] Decidimos fundar ‘Mujeres Creando’ en el momento en que escuchamos los análisis sobre la derrota
de la izquierda elaborados por la propia izquierda. Nosotras teníamos otro análisis de esa derrota, pero
jamás pudimos instalarlo y ser interlocutoras válidas de ningún compañero, ni de arriba, ni de abajo, ni
del intermedio.

Ese es el primer viraje, que nos lleva a decir: autonomía, feminismo, no Partido. Y todos esos elemen-
tos los recuperamos juntos. En ese momento de comienzos, el primer escenario fue la Universidad que
por muy pública que quieras resultó ser una especie de caldo suave, porque la misma izquierda que
habíamos cuestionado estaba metida ahí no haciendo nada, tonteando.

Entonces, el segundo viraje fue el cuestionamiento del pensamiento intelectual, de sus escenarios,
el cuestionamiento a la Academia. No es que si eres universitaria tienes prohibido el ingreso [a Mu-
jeres Creando], pero hay todo un cuestionamiento que implica pensarnos por nosotras mismas. Ade-
más, ese sector no era permeable a articular el trabajo manual y el trabajo intelectual, o sea no deseaba
asumir el trabajo manual o lo asumían muy mal, al estilo de “te hago el favor de barrer un ratito”. […]
Está muy mal visto que si tú ya estás en la Universidad, o realizas un trabajo académico o tienes una
profesión, pues entonces ¿qué haces haciendo un trabajo manual?».

♦ 2014. Adriana Guzmán, El tejido de la rebeldía. ¿Qué es el feminismo


comunitario? [2014]; Ed. Comunidad Mujeres Creando, pp. 4; 47; 59:

«Por supuesto tendremos que enfrentar los problemas, las decepciones, el abuso de colonialismos aca-
démicos, el oportunismo de algunas, los ataque de los patriarcas, la mirada colonialista de entender
nuestra identidad solo desde áreas rurales y comunidades campesinas, como si no tuviéramos derecho
de vivir también en las ciudades y pisar las universidades, sin dejar de ser mujeres indígenas. Enfrentar
los folklorismos, los esencialismos, las mitificaciones. etc.

[…] La institucionalización no se dio solamente en las ONGs, también en las academias, en el campo
jurídico, las organizaciones sociales, en las instancias del Estado: ministerios y direcciones de la mujer,
su estrategia fue espantosa, hicieron de las mujeres un sector, un tema más a tratar por los Estados ¡Y
casi nos creemos el cuento! La tecnocracia de género en complicidad con las financieras y la cooperación
internacional, hicieron del feminismo una mercancía, iniciaron un proceso de despolitización, sectoria-
lización y neo-colonización.

[…] Como todo pensamiento revolucionario, tenemos que enfrentar el colonialismo académico
intelectual, esas formas ya conocidas de clasificarnos y ubicarnos en la mira del fusil para desmenu-
zarnos».

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♦ 1981. Christine Delphy, “El patriarcado, el feminismo, y sus intelectuales” [1981],
en: Por un feminismo materialista, El enemigo principal, y otros textos; trad. Mireia
Bofill, Ángela Cadenas, y Eulàlia Petit; Ed. La Sal, pp. 121-25:

«Nosotras, feministas materialistas, […] en tanto que universitarias, no dejamos de ser miembros (aun-
que miembros inferiores) de la “clase intelectual”. [En la Universidad], la «opresión de las mujeres»
puede convertirse en un ‘objeto de estudio’ entre tantos, sin cuestionar ni el método de las discipli-
nas, ni el papel de la Universidad (y de la Ciencia) como lugares privilegiados de la producción
ideológica y, por tanto, del mantenimiento de la opresión, de todas las opresiones.

[…] En las actuales condiciones, la «producción» de un conocimiento, a menudo útil, es inseparable de


la producción simultanea de un discurso “elevado”, que sólo se define por contraposición al lenguaje
“vulgar”, esto es, el de los dominados. De este modo, cualquier progreso del conocimiento refuerza (apa-
rentemente de manera inexorable) la exclusión de las masas, su separación cada vez más radical de los
instrumentos intelectuales, esto es, de los medios de pensar su opresión.

A nosotras también se nos plantea este problema. Concretamente, ¿qué uso haremos de los instru-
mentos y de los conocimientos que nos ha dado la Universidad? ¿En qué medida nuestro feminis-
mo subvertirá la Universidad? ¿En qué medida será recuperado, por el contrario, por ésta para
sus propios fines? […] ¿Cómo pueden actuar aquellas de entre nosotras que detentan un puesto insti-
tucional en la clase intelectual, para que la Universidad sirva al feminismo y no sea el feminismo el
que sirva a la Universidad?.

[…] Cuando criticamos el sexismo en los trabajos de nuestros colegas varones, por ejemplo, es evi-
dente que lo hacemos con la intención de que ello sirva a la lucha feminista. Pero, ¿cómo lograremos,
cómo podemos lograr, que estas críticas sean utilizables para el conjunto de las feministas? […] Si bien
la crítica al sexismo de las disciplinas científicas es importante, sólo lo es en la medida en que los discur-
sos de estas disciplinas son la versión erudita de la ideología patriarcal dominante. Y ésta es la que
nos interesa, y la que debe verse afectada por nuestras críticas. Lo que debe importarnos no son los
argumentos de nuestros colegas masculinos en sí mismos, sino el hecho de que den un aval “cien-
tífico” a la ideología dominante; estos discursos eruditos deben analizarse porque la mistificación de
la Ciencia refuerza la mistificación de la ideología.

Pero la línea de demarcación es sutil: si las otras mujeres no entienden nuestras críticas, si no pueden
utilizarlas, si no les aportan nada, entonces nos habremos dirigido a nuestros colegas masculinos, ha-
bremos reafirmado nuestra solidaridad con la institución mistificadora [la Universidad], y además no
habremos sido útiles para el combate feminista.

Utilizar la Universidad para el combate feminista desemboca necesariamente en la denuncia de la


Universidad, en la denuncia de la doble mistificación del discurso erudito, que en primer lugar
no hace más que parafrasear, reforzar la ideología dominante, y en segundo lugar, le confiere la
legitimidad del mito de la Ciencia Pura, Neutral, Universal».

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♦ 1970. Carla Lonzi, “Escupamos sobre Hegel” [1970], en: Escupamos sobre Hegel
y otros escritos sobre Liberación Femenina;
trad. Julio Villarroel; Ed. La Pléyade, pág. 52:

«Protejámonos, que los observadores masculinos no nos vayan a convertir en un “tema” de estudio. […]
Para la muchacha la Universidad no es el lugar en el que se produce su liberación gracias a la cultura,
sino el lugar en el que se perfecciona su represión, ya tan excelentemente cultivada en el ámbito fa-
miliar. Su educación consiste en inyectarle lentamente un veneno que la inmoviliza en el umbral de los
gestos más responsables, de las experiencias que dilatan el sentido de uno mismo.

Nuestro trabajo específico consiste en buscar por doquier, en cualquier problema o suceso del pasado
o del presente, la relación con la opresión de la mujer. Sabotearemos todo aspecto de la cultura que
continúe ignorándolo tranquilamente».

♦ 1975. Heidi Hartmann, The Unhappy Marriage of Marxism and Feminism. Towards
a More Progressive Union [1979]; Review Journal, pp. 23-24:

«Los elementos cruciales del Patriarcado, tal como los experimentamos habitualmente, son: el matri-
monio heterosexual; la crianza de los hijos y el trabajo doméstico a cargo de la mujer; la dependencia de
la mujer con respecto al hombre (impuesta por los dispositivos del mercado de trabajo); el ESTADO, y
numerosas ‘instituciones’ basadas en las relaciones sociales entre los hombres: clubs, deportes, sindi-
catos, profesiones, universidades, iglesias, corporaciones y ejército. Todos estos elementos han de ser
examinados si se quiere comprender el capitalismo patriarcal.

[…] Los servicios que la mujer presta al hombre, y que libran al hombre de tener que hacer muchas ta-
reas ingratas (como limpiar retretes), se realizan tanto dentro como fuera del marco familiar. Entre los
ejemplos que se dan fuera de la familia están el acoso [harassment] de trabajadoras y alumnas por
patronos y profesores, y el uso habitual de las secretarias para hacer recados personales, preparar café
y proporcionar un ambiente “sexy”».

♦ 1973. Adrienne Rich, “Hacia una Universidad centrada en las mujeres” [1973],
en: Adrienne Rich, Sobre mentiras, secretos y silencios [1979];
trad. Margarita Dalton; Icaria Editorial, pp. 152; 160-62; 164; 166; 172-73:

«Lo que tenemos en el presente es una Universidad centrada en los hombres, un semillero de los
privilegios masculinos.

A medida que las mujeres, gradualmente y un poco a la fuerza, han sido admitidas en la corriente prin-
cipal de la “educación superior”, han participado en un sistema que prepara a los hombres para asumir
papeles de poder en una sociedad centrada en el hombre, una sociedad que plantea y enseña “hechos’’
generados por una tradición intelectual masculina y que indirecta y directamente confirma a los
hombres como líderes y promotores del destino humano tanto dentro como fuera de la Academia.
Las mujeres excepcionales que han logrado surgir de este sistema y que ocupan posiciones destacadas
dentro del mismo son sólo las excepciones requeridas que cualquier sistema utiliza para justificarse y
mantenerse a sí mismo.

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[…] Pero cuando una mujer es admitida en la “educación superior” —particularmente en la Universi-
dad— a menudo se le hace sentir como si entrase en un mundo sexualmente neutro de “imparcialidad”
y “perspectivas” universales. Se asume que la educación mixta significa una educación “igual”, codo a
codo, entre hombres y mujeres. Nada más alejado de la verdad.

[…] En cualquier disciplina donde se nos considere, las mujeres somos percibidas más como objeto que
como sujetos de la investigación, y ello es así por tratarse de la óptica de los varones y por tratarnos a
nosotras como una categoría ‘especial’. […] Pero el hecho de que la civilización se ha construido en
buena parte sobre los cuerpos y servicios de las mujeres —sin reconocerlas, sin pagarlas— es
una materia aparentemente inadecuada para la dignidad académica.

[…] La Universidad es sobre todo una jerarquía. En la cima hay un pequeño racimo de personas pres-
tigiosas y bien pagadas, principalmente hombres, cuyas carreras perpetúan los servicios de una base
muy amplia de personas mal pagadas o no pagadas, principalmente mujeres: esposas, investigadoras,
secretarias, asistentes de los profesores, mujeres de la limpieza, camareras, auxiliares administrativas
y mujeres estudiantes que son utilizadas de varias formas para gratificar el ego de los profesores y diri-
gentes.

Cada uno de estos grupos de mujeres ve a los otros como distintos del suyo, con diferentes intereses y
diferentes destinos. La estudiante puede volverse una ayudante de investigación, una amante, o incluso
una esposa; la esposa puede actuar como la secretaria o la mecanógrafa personal de su esposo, o bus-
car un trabajo de profesora eventual o de auxiliar administrativa; la estudiante graduada puede, si de-
muestra una inteligencia poco usual y sigue cuidadosamente las reglas, elevarse más alto en la pirámide.
De este modo, ella perderá la identificación con sus otras compañeras profesoras, al igual que la esposa
olvida su identificación con la estudiante o secretaria que ella pudo haber sido una vez. La camarera o
la mujer de la limpieza no tiene tanta movilidad, y es raro que otras mujeres de la universidad (aparte
de algunas pocas politizadas o estudiantes feministas) las apoyen en caso de que hagan una huelga o
sean despedidas injustificadamente.

Cada mujer en la Universidad se define por su relación con los hombres en el poder, en vez de por
su relación con otras mujeres hacia arriba y hacia abajo de la escala social. Ahora bien, esa fragmen-
tación entre mujeres es solamente una réplica de la fragmentación por la que pasamos cada una
de nosotras en la sociedad exterior.

[…] Las suposiciones encubiertas sobre las cuales la Universidad se construye encierran más que un
simple sistema de clases. De forma insidiosa y curiosa el “trabajo” de unos pocos hombres —especial-
mente en las instituciones de más prestigio académico— se vuelve un valor sagrado en cuyo nombre
la explotación económica y emocional de las mujeres se da por supuesto. Todo el mundo es com-
prensivo con el catedrático distinguido a quien le gusta el confort, y cuyo ego requiere no sólo a una es-
posa y secretaria, sino una chica au pair: una asistenta para impartir sus clases, una amante estudiante.

[…] En otras palabras, la estructura de una Universidad centrada en los hombres constantemente
reafirma el uso de las mujeres como medios para el “trabajo” del macho, es decir, a las carreras y
los éxitos de las profesiones de los varones. Profesores de ética kantiana o de crítica marxista no están
más exentos de esta explotación de las mujeres de lo que están los profesores de ciencias militares o de
psicología del comportamiento.

En su estructura misma, la Universidad estimula a las mujeres a continuar concibiéndose a sí mismas


como medios y no como fines, lo mismo que, de hecho, durante toda su socialización anterior había ocu-
rrido.

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Una de las metas de una Universidad centrada en mujeres debería ser desechar la pirámide misma en
tanto que esta se base en el sexo, la edad, el color, la clase, u otras distinciones irrelevantes. […] Es
obvio que el modo subyacente al estilo de enseñanza feminista, es de naturaleza anti-jerárquica.

[…] Cualquier intento genuino de llenar las nuevas necesidades de las mujeres debería convertirse en
una fuerza de des-jerarquización de la Universidad, […] enriqueciéndose colateralmente con la experien-
cia específica de mujeres no académicas, tanto dentro como fuera de la Universidad: las abuelas, las que
colgaron los estudios, las profesionales, las artistas, las mujeres políticas; y todas estarían involucradas
a un nivel orgánico, no como piezas interesantes de exposición o ejemplares de muestra. […] No debería
haber distinciones entre la “comunidad” y la “Universidad”».

♦ 1971. Kate Millett, The Prostitution Papers. A candid dialogue [1971];


trad. Moi Non Plus / Moi Non Plus; Paladin Books, pp. 57; 42-43; 37; 33:

«[Habla Kate Millett:] “J” me decía que en su mejor momento [...] ella ganaba $800 dólares a la sema-
na. En mi caso, con un doctorado [Ph.D.], y después de diez años de experiencia en la docencia, se me
permitía ganar solamente $60 dólares a la semana. Y puesto que ahora tanto “J” como yo somos ambas
“académicas”, esta diferencia nos divertía enormemente. Veíamos en todo esto una más de las tan-
tas formas de prostitución que el mundo académico nos exige: el chupaculismo [sycophancy] que
tenemos que rendir a los Jefes de Departamento, y esas psico-peteadas [psychic blow jobs] que tenemos
que practicar en las llamadas “reuniones académicas”. —Pero también sé lo que todos esos años en la
prostitución sexual le han costado a “J”; puedo verlo en la aflicción en su mirada, en sus momentos de
tristeza, tan muerta como el cristal [their blueness as dead as glass].

[…] [Habla “J”:] No creo haber tenido que tragar más mierda mientras estuve en las calles que la que ten-
go que tragarme ahora, que soy ‘Ayudante de Cátedra’ [teaching assistant]. Y como “ayudante de cátedra”
realmente soy humillada [put-down], y ni de cerca gano el dinero que ganaba antes. Es verdad: supone
un cierto “estatus social” mucho más alto que el de “prostituta”; pero lo pagás, realmente lo pagás caro.
Trabajé largas horas por muy poca plata, y no me llevé una mierda. Lloré, me enfurecí y me enfermé mu-
cho más mientras estaba cursando la carrera. Nunca tuve úlceras mientras fui prostituta; me empezaron
a salir cuando empecé a cursar en la Universidad. Y te digo más, nunca lloré tanto siendo prostituta
como lloré siendo estudiante. Pero sé bien que es diferente, de algún modo; porque cuando era prosti-
tuta yo no era «yo», por decirlo así. No se trata del mismo tipo de humillación. […] Porque la calle es la
calle, y vos no esperás nada de ahí; en cambio del «mundo académico» sí esperaba otras cosas. Con los
“prostituyentes” [johns] siempre estás a la defensiva: nunca ponés en juego tu «Yo» ante ellos. Pero sí lo
hacés en la Universidad: es más, esa va a ser la profesión que elegís para tu vida. La Universidad iba a ser
mi salida de las calles (de «ser» una prostituta). Qué decepción…».

♦ 1978. Adrienne Rich, “Hay que tomar en serio los estudios de la mujer” [1978],
en: Adrienne Rich, Sobre mentiras, secretos y silencios;
trad. Margarita Dalton; Icaria Editorial, pp. 282-85:

«Se dice que si las mujeres y los hombres están sentados en la misma aula, escuchando las mismas con-
ferencias, leyendo los mismos libros, realizando los mismos experimentos en el laboratorio, están reci-
biendo una educación “igualitaria”. Esto no es cierto, porque el contenido mismo de la educación da
validez a los hombres de igual modo que invalida a las mujeres. Los mensajes que reciben son que
los hombres han sido los pensadores y constructores del mundo, y que esto en sí es natural. El sesgo de
la “educación superior”, incluyendo a las llamadas ciencias, es blanco y macho, racista y sexista.

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[…] “El Hombre” prevalece en la gramática a través de la cultura. La gramática sexista introduce
en el cerebro de las niñitas y de las jóvenes el mensaje de que el macho es la norma, lo correcto, la
figura central al lado de la cual nosotras somos las desviadas, las marginales, las variables
dependientes. Pone los cimientos para un pensamiento androcéntrico. […] Los esfuerzos de las
feministas por revelar las profundas implicaciones ontológicas de una gramática sexista son
rutinariamente ridiculizados por académicos y periodistas.

[…] Las mujeres y los hombres no reciben una educación “igual” porque afuera del aula las mujeres son
percibidas no como seres soberanos sino como botín. […] Finalmente hay que hablar de la violación
de la mente. Las estudiantes comentan cada vez más a menudo las insinuaciones sexuales a que las
someten los profesores como una parte más de toda nuestra creciente conciencia de hostigamiento
sexual en el lugar de trabajo. […] La mayoría de las mujeres jóvenes experimentan una profunda mezcla
de humillación e inseguridad intelectual frente a los gestos seductores de hombres que tienen el poder
de dar las calificaciones, de abrir las puertas para las becas o la escuela de graduadas, o de ofrecer una
enseñanza de cierta calidad. Aun cuando parezcan secundarios, tales gestos no dejan de constituir
una violación mental que destruye el ego de las mujeres. Son actos de dominación.

[…] Observemos el interior de un aula y veremos las muchas caras distintas de mujeres, sus posturas,
sus expresiones. Escuchemos las voces de las mujeres y también sus silencios, las preguntas no men-
cionadas y los espacios en blanco. Escuchemos las voces suaves, a veces valerosas tratando de hablar,
voces de mejores a quienes desde muy temprano les enseñaron que los tonos de la confianza, del reto, de
la furia y de la autosuficiencia son chillones y poco femeninos. Escuchemos las voces de esas mujeres y
las voces de los hombres y podremos ver el espacio que se permiten los hombres física y verbalmente,
su presunción de que la gente los oirá. Escuchen a la mujer buscando palabras para expresar lo que está
en su mente, sintiendo que los términos del discurso académico no son suyos, que no es su lenguaje».

♦ 1984. Silvia Federici, “Devolvamos el feminismo al lugar que le corresponde”


[1984] en: Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas femi-
nistas; trad. P.M. Ponz y C.F. Guervós; Traficantes de Sueños, pp. 19; 98-99:

«No hay nada tan asfixiante para la vida como ver transformadas en «trabajo» las actividades y las re-
laciones que satisfacen nuestros deseos.

[...] El movimiento de mujeres debe darse cuenta de que el trabajo no supone una liberación. El trabajo
dentro de un sistema capitalista es explotación y no hay placer, orgullo o creatividad alguna en ser ex-
plotada. Incluso el concepto de «Carrera Profesional» es una ilusión en lo que respecta a la realiza-
ción personal... Lo que pocas veces se reconoce es que la mayor parte de los empleos que se desarrollan
mediante una “carrera profesional” requieren que se ejerza poder sobre otras personas, a menudo sobre
otras mujeres y que esto depende de las divisiones entre nosotras. […] El precio que pagamos por
“progresar” es la distancia que se interpone entre nosotras y otras mujeres.

[...] Ni siquiera poseer un ‘status’ determinado dentro del «mundo académico» es una apuesta
segura para sentirte más realizada o ser más creativa. La ausencia de un movimiento de mujeres
fuerte dentro de las academias puede ser bastante sofocante, puesto que tienes que alcanzar estándares
que no está en tus manos determinar, y rápidamente empiezas a utilizar un lenguaje que no es el tuyo. [...]
Es nuestra relación con el «trabajo intelectual» y el «mundo académico» lo que debe cambiar.

[...] Estoy interesada en construir una sociedad en la que la creatividad sea una condición de las masas
y no un regalo reservado a unos pocos afortunados, incluso aunque la mitad sean mujeres. Nuestra
historia actual es la de miles de mujeres que agonizan sobre los libros, el cuadro o la canción que nunca

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podrán acabar o que ni siquiera pueden comenzar, porque no disponen de tiempo o dinero. También
debemos ampliar nuestra idea de lo que significa ser creativa. Porque en sus mejores momentos, una de
las actividades más creativas se da cuando te encuentras envuelta en una lucha junto con otras,
rompiendo los muros de nuestro aislamiento, comprobando cómo cambian nuestras relaciones
con las otras, descubriendo nuevas dimensiones en nuestras vidas».

♦ 1984. Adrienne Rich, “La invisibilidad en la Universidad” [1984], en: Adrienne


Rich, Sangre, pan, y poesía. Prosa escogida: 1979-1985 [1986]; trad. María Soledad
Sánchez Gómez; Icaria Editorial, pp. 193-94:

«La invisibilidad es una condición peligrosa y dolorosa, y las lesbianas no somos las únicas personas
que la conocen. Siempre que los que tienen el poder de nombrar y de construir socialmente la realidad
eligen no verte u oírte por ser una persona de piel oscura, anciana, discapacitada, una mujer, o alguien
que habla con un acento o en un dialecto diferente al suyo; siempre que alguien con la autoridad de
un profesor habla, describe el mundo en el que tú no estás incluida.

[…] La invisibilidad no es simplemente que te inviten a mantener tu vida privada como algo privado; es
un intento de fragmentarte, de evitar que integres amor y trabajo y sentimientos e ideas.

[…] No me refiero solo a esta comunidad. Hay muchos lugares, incluidos los programas de ‘Estudios de
la Mujer’, donde esta fragmentación continúa. La base para el diálogo y el debate sigue siendo hete-
rosexual, mientras se supone que quizás una sección de una lista de lecturas, o una sola hora de clase
“incluyen” la experiencia y el pensamiento lesbianos. De una manera casi idéntica, la experiencia y el
pensamiento de las mujeres de color se ven relegados a una sección especial, se añaden como una re-
flexión a posteriori, mientras que el discurso central se mantiene inexorablemente blanco y normalmente
de clase media en sus suposiciones y prioridades. El nombre del segundo tipo de vendas para los ojos es
‘racismo’; del primero, ‘heterosexismo’».

•••

♦ 1969. Daniel & Gabriel Cohn-Bendit, El Izquierdismo, remedio a


la enfermedad senil del Comunismo [1969]; trad. Domenech Guanse;
Grijalbo, pp. 46-47; 49; 54:

«El estudiante, escuchando las explicaciones profesorales del catedrático, queda reducido al papel del
auditor; se encuentra allí solamente para anotar, para engullir, y luego “devolver” en la hora del examen
los argumentos del profesor, su manera de plantear los problemas, y a veces de ignorarlos; es donde
radica la autoridad y la jerarquía. [Pero] no se puede comprender la situación del estudiante si no se
comprende la función objetiva, sociológica, que debe cumplir la enseñanza superior en la sociedad.

Esta función es doble y contradictoria. Por una parte, la enseñanza superior tiene que fabricar (y
cada día en mayor número según los sistemas de producción en serie) los trabajadores intelectuales y
los jefes necesarios a toda sociedad burocratizada de capitalismo moderno.

Economía y sociedad burocrática exigen un número creciente de ingenieros, de técnicos, de científicos,


de profesores, de administradores, de sociólogos, de organizadores para incrementar la producción,
para dirigirla “racionalmente”, para administrar la maquinaria tentacular del Estado, “para ajustar”

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la psicología de los individuos y de los grupos y hacerles recobrar el equilibrio necesario que el mismo
funcionamiento de esta sociedad destruye constantemente, y hasta para “organizar” el ocio y la vida
fuera de la producción. Para esto es necesario, y lo será cada día más, seleccionar a los jóvenes “capa-
citados” no sólo de entre los descendientes de la burguesía, que forman tradicionalmente el cupo de la
universidad, sino también de entre la pequeña burguesía y, a no tardar, incluso entre el mismo proleta-
riado y, en un grado menor, de entre los campesinos. La izquierda “juiciosa” se complace en denunciar

el carácter ‘de clase’ de la enseñanza superior, recordando que solamente un 6% de los estudiantes son
hijos de obreros. Pero el carácter ‘de clase’ de la enseñanza superior consiste sobre todo en el contenido
de esta enseñanza y en su función social de taller de fabricación de los cuadros dirigentes. Así, aunque
la burguesía fuera presa de la locura masoquista de elegir a los estudiantes entre los hijos de los
peones, no por esto la enseñanza superior se convertiría en ‘democrática’.

[…] Se deriva de estas consideraciones que la Universidad, en tanto que productora en serie de má-
quinas intelectuales destinadas a una función precisa, debe someterse, se somete y se someterá
cada día más, a una racionalización capitalista. Debe proporcionar, con el mínimo de pérdidas, el
máximo de dirigentes con una adaptación óptima de su utilización ulterior.

[…] La doble y contradictoria función de la enseñanza superior en la sociedad actual no puede, pues,
suprimirse. Al mismo tiempo la universidad debe burocratizarse, fabricar en serie los funcionarios des-
tinados a un trabajo especializado y parcelario, someterse a los imperativos de la demanda en material
humano que poblará los despachos y los laboratorios de las empresas modernas y del Estado».

♦ 1968. Claude Lefort, “El nuevo desorden” [1968], en: Edgar Morin, Claude Lefort,
Cornelius Castoriadis, Mayo del ’68: La Brecha. Seguido de ‘Veinte años después’;
trad. Ricardo Figueira; Nueva Visión, pp. 41-42:

«Es un hecho que, en la Universidad, los hombres y las cosas se presentan detrás de un velo. El Capital
es invisible: los medios de trabajo parecen “naturalmente” montados para permitir la formación más
completa posible del mayor número posible de estudiantes; la gestión de esos medios se halla confiada
a un cuerpo particular de administradores, pero se trata de funcionarios que, cualquiera sea su grado,
parecen no tener otro fin que preparar y habilitar el marco en el que se desarrolla el proceso de ense-
ñanza.

El poder es igualmente invisible; enmascarado, por una parte, bajo reglamentos cuya principal fun-
ción parce consistir en volver iguales para todos las condiciones de la competencia, y proteger a cada
uno de lo que podría agraviarlo, sea como profesor o como estudiante, ambos rigurosamente definidos
como enseñante y enseñado; y, también se halla enmascarado, por otra parte, bajo una autoridad (la del
profesor) que no debe tener otro fundamento que la competencia.

Por último, en lo que concierne al saber mismo, los mecanismos que aseguran su modo de división
y de distribución no son menos invisibles: la compartimentación de las actividades dentro de una facul-
tad, el ordenamiento de los estudios, las sanciones y sus modalidades, la misma delimitación de lo que
hay que conocer, se imponen sin razón manifiesta.

Cuando el estudiante entra al proceso de formación universitaria se ve reducido a no ser sino el sujeto
de una demanda de conocimiento, que precisamente le es circunscripto por la Institución, o, para decir-
lo mejor, reducido a no ser más que el objeto de la demanda que se le hace de volverse adjudicatario de
un saber determinado.

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[…] ¿Vamos a hablar de alienación, de opresión, de explotación en la Universidad? […] La Univer-
sidad trabaja por volver naturales la división entre dirigentes y ejecutantes, entre los que saben
y los que no-saben, la compartimentación de las actividades, la fijación de cada uno en su función,
la estricta separación de lo público y lo privado, de la actividad profesional y de la vida política,
de modo tal que la ley del capitalismo moderno encuentre obediencia en todas partes. […] Además,
no es por azar que la reivindicación de los estudiantes de participar en la gestión de la institu-
ción choque inmediatamente con el poder del Estado».

♦ 1968. Cornelius Castoriadis, “La revolución anticipada” [1968], en: Edgar Morin,
Claude Lefort, Cornelius Castoriadis, Mayo del ’68: La Brecha.
Seguido de ‘Veinte años después’ [1968-1988];
trad. Ricardo Figueira; Nueva Visión, pp. 87-88; 82-84:

«Mientras que, por años, el sindicalismo estudiantil y los partidos “de izquierda” mendigaban centavos
(presalario, locales, etc.), los estudiantes de Nanterre primero, y de todo el país a continuación, plantea-
ron la pregunta: “¿Quién manda en la Universidad, y qué es la Universidad?”.

Ellos la respondieron: “Nosotros queremos mandar para hacer de ella algo diferente de lo que es”. Mien-
tras que durante años hubo lamentos sobre el pequeño porcentaje de hijos de obreros en la Universidad
—¡como si en los países donde ese porcentaje es mucho mayor la Universidad y la sociedad hubieran
cambiado de carácter!—, ellos abrieron la Universidad a la población trabajadora. Mientras que por
años se pedía más maestros, ellos instalaron la cuestión de la relación misma enseñantes-estu-
diantes.

También atacaron las estructuras jerárquico-burocráticas de la sociedad precisamente allí donde pare-
cen hallarse mejor fundadas para el sentido común, allí donde el sofisma “el saber da derecho al poder”
(y el poder posee por definición el saber) parece inatacable. Pero si los estudiantes de Primer Año pue-
den tener voz deliberativa sobre los programas y los métodos de trabajo justo como cualquiera de los
profesores reputados, ¿en nombre de qué sería posible denegar a los trabajadores de una empresa la
gestión de un trabajo (que conocen mejor que nadie), y a los miembros de un sindicato la dirección de
luchas (que sólo ellos les conciernen y sólo a ellos los comprometen)?.

[…] Desde hacía años se proponía tímidamente una “modernización” (en el sentido capitalista burocrá-
tico) de los programas; los estudiantes atacaron la sustancia y el contenido de la enseñanza uni-
versitaria, y denunciaron con actos la mistificación de una ciencia neutra.

A la vez, ese contenido radical no aparece en las ‘palabras’ sino en los actos, en los métodos de lucha
eficaz. Dando la espalda a todos los métodos “tradicionalmente probados” (charlas, negociaciones, pre-
siones, entradas y salidas en los sindicatos y “conquistas” ilusorias de estos), los estudiantes pasaron
a la acción directa y supieron elegir cada vez el terreno más favorable.

[…] En las condiciones del mundo moderno, la supresión de las clases dominantes y explotadoras
exige no sólo la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, sino también la
eliminación de la división dirigentes/ejecutantes como capas sociales. En consecuencia, el movi-
miento combate esa división dondequiera que la encuentre, y no la acepta en su interior. Por la misma
razón combate la jerarquía en todas sus formas.

Lo que debe reemplazar la división social entre dirigentes y ejecutantes, y la jerarquía burocrática don-
de se encarna, es la auto-gestión, es decir, la gestión autónoma y democrática de las diversas acti-

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vidades por las colectividades que las llevan adelante. La auto-gestión exige el ejercicio del poder
efectivo por las colectividades interesadas en su dominio, es decir, la democracia directa lo más
amplia posible; la elección y la revocabilidad permanente de todo delegado a toda responsabili-
dad particular; la coordinación de las actividades por los comités de delegados igualmente elegi-
dos y revocables en cualquier momento.

El ejercicio efectivo de la auto-gestión implica y exige la circulación permanente de la información


y de las ideas. Exige también la supresión de las divisiones entre categorías sociales. Es por último im-
posible sin la pluralidad y la diversidad de las opiniones y tendencias.

[Pero] para combatir la división entre “políticos” y “ejecutantes” no se trata de proceder a una “alfa-
betización política” sobre el modelo burgués (tal y como se aplica en las organizaciones tradicio-
nales), sino de ayudar a los militantes a reflexionar críticamente a partir de su propia experien-
cia con métodos de auto-formación política activa» [*].

•••

[*] Estos tres últimos análisis sobre el acontecimiento revolucionario "estudiantil y obrero" que fue
el Mayo Francés (sus modos de caracterizar el problema de por qué, cómo y para qué revolucionar
radicalmente la Universidad y el entero sistema social y económico) omiten claramente cualquier
referencia y consideración sobre las múltiples y diferenciales formas de opresión y explotación
(transversales a todas las clases sociales) de las mujeres por el hetero-cis-patriarcado, bajo
condiciones estatales y capitalistas; —aún cuando, quizá, ello pueda estar contenido indirectamente
en la necesidad de combatir las jerarquías «en todas sus formas».
Poniendo de manifiesto la presencia de esta ausencia, dejamos anotado que, por lo tanto, las carac-
terizaciones sobre las «formas» y «modos» de las luchas y de la organización colectiva auto-
emancipatorias que Cohn-Bendit, Lefort y Castoriadis nos convidan (del lado del autonomismo
libertario y revolucionario) deben ser también sometidas a una crítica (y un uso) feminista
despatriarcal radical.

•••

Socializamos un Manifiesto:

La máquina hetero-patriarcal
ta(n)bién funciona chirriando

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