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Florencia Moragas
Dixie, Washington, USA
© 2006 by Dixie Press
All rights reserved.
ISBN 978-8-4612-1809-7
LCCN
Capítulo 1 Sofía 1
Capítulo 2 Decisiones 11
Capítulo 3 Acontecimientos 13
Capítulo 4 Mauricio 15
Capítulo 5 Infidelidades 19
Capítulo 6 Coraje 23
Capítulo 7 El reencuentro 27
Capítulo 8 Destino 29
Capítulo 9 Introspección 33
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nético de cualquier relación, superado una crisis renace una nueva
forma de relación.
Un ejemplo claro de esta teoría la vemos reflejada en la naturaleza.
De un bosque por diversos motivos (prístino o antropomórfico) se
degrada en desierto. Esto sucede porque el frondoso e impenetrable
bosque alberga un talón de Aquiles, una gran debilidad: Su suelo es
frágil y la tala de sus árboles protectores lo hacen sucumbir. Pero en
ese desierto resurge el oasis, la vida nuevamente expresada de otra
forma. Así se desarrolla la existencia de Sofía, comprende el idioma
de la biología, lo codifica en un lenguaje corporal.
Cuando ella está mal lo asume, lo reconoce y lo verbaliza. Un bos-
que incendiado o talado no se puede ocultar. Para Sofía estar mal
también representa estar vivo y es doblemente fuerte una persona
cuando muta como el oasis en el desierto, como la crisálida en mari-
posa.
Sofía todo lo interrelaciona hacia una complejidad redundantemente
más compleja. Cuestiona hasta lo incuestionable, busca una res-
puesta a todo lo que la rodea para amar con fidelidad y
convencimiento y odiar con el mismo razonamiento. Utiliza la hipóte-
sis y las conclusiones. ¡Necesita argumentos!
Sus pensamientos a veces la agobian y su forma de aquietarlos es
tomándose un baño de esencias relajantes ó a través de la descar-
ga que le proporciona el estar en contacto con la tierra por medio de
su afición a la jardinería, también escribiendo para exteriorizar sus
emociones.
Si es verano FLOTANDO en el mar. Sintiendo como su cuerpo deja
de tener peso y su mente se libera de cualquier atadura, experimen-
tar como el agua la energiza de la misma manera que el césped le
quita toda su estática cuando camina descalza. Le encanta bajar al
parque con su perra y quitarse el calzado para sentir en sus pies el
frescor y la cosquilla de la hierba, más aún cuando está recién corta-
do o luego de una noche de Rocío. Todo esto es extasiante para sus
sentidos.
De las montañas lo que más le maravilla es que a más altura más
silencio, puede hasta llegar a escuchar el aleteo de un ave rapaz en
las alturas. Todo es un mundo de sensaciones para ella, tanto el re-
galo de la naturaleza como la admiración a las creaciones del
hombre: el arte, la necesidad de expresión que representa para el
ser humano. La música y lo que genera, desde la más simple emo-
ción hasta su poder curativo como el de la músico terapia. Le
maravilla la evolución del hombre (antropología) como la historia y la
política (sociología).
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Es muy Darviniana, lo admira profundamente. Sofía se entiende
animal, sabe que tiene un cerebro primitivo y otro racional. Respeta
la naturaleza porque se considera parte.
Ser mujer
Sofía siempre creyó manejar su vida a la perfección, todo lo que se
proponía superaba sus expectativas y vivía con una intensidad, una
pasión, libertad y desenfreno equilibradamente armónico. Nunca pa-
saba desapercibida, no porque fuera guapa sino porque su
personalidad dejaba una estela, generando admiración, grandes
amistades y amores.
Una chica menudita, pero con agallas para enfrentar un dragón. En
esa gran fortaleza escondía a una nena asustadiza.
Nunca se había destacado en deporte, ni en los estudios. Pero hasta
desde la mediocridad aparente, brillaba.
Una chica con viajes e inmigraciones a cuesta, con un esposo atrac-
tivo, compañero, fiel que la apoyaba en cada proyecto o meta que
se planteaba, también su relación de pareja no pasaba desapercibi-
da.
Estaba hechos el uno para el otro, eran atemporales, tal vez adelan-
tados a su época, desafiaban las estructuras y los estereotipos de
familia y sociedad. Pero a pesar de ello formaban o aspiraban for-
mar una familia tradicional, pero basada en el respeto y la libertad,
en la comunicación. En realidad era ella quien soñaba con una fami-
lia con hijos y era lo único que no alcanzaba.
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Sofía buscaba la plenitud como persona, el equilibrio en este mundo
perturbado. Deseaba construirse como una mujer completa, sin
haber dejado nada en el tintero en cuanto a experiencias de vida,
criando a sus hijos (en un futuro cercano) con su pareja, compagi-
nando el ser mujer profesional y ama de casa con la madre
educadora, compañera y no ausente.
Sofía no quería tener un hijo porque era lo que tocaba a su edad o
demandaba la sociedad, ella tenía muchos proyectos personales y
de pareja, consideraba que los hijos no debían convertirse en el ob-
jeto de unión de un matrimonio, el pegamento artificial.
Tampoco un hijo debía convertirse en el reemplazante de las caren-
cias o necesidades personales.
No implicaba una frustración no tenerlos. No vivía para afuera, ni
aceptaban las demandas que exigía la sociedad hipócrita que para
ella no era modelo a seguir.
Sofía cuestionaba, era un torbellino de emociones, viajaba-
estudiaba-cambiaba de trabajo-cuidaba de su cuerpo y su mente-
asumía retos y desafíos-leía-amaba el arte, la historia y era una es-
ponja deseosa de absorber la mayor cantidad de emociones,
experiencias, aprendizajes y vivencias. Eterna aventurera, autoexi-
gente, resolutiva, decidida, directa, espontánea, solidaria,
apasionada, comprometida, terriblemente optimista y de fuertes
creencias de seguir lo que su corazón dictaba (como decía Paulo
Coelho en el libro el alquimista).... “de estar atenta a los símbolos
que se te presentan a modo de revelación en cuanto a tu desti-
no”, de la causalidad, de vivir el día sin dejar de preocuparse por el
futuro, de buscar la llave de la felicidad como prioridad vital.
En definitivas Sofía buscaba la plenitud, el equilibrio emocional y
espiritual que no poseía por naturaleza. Sofía se partía la cabeza en
busca de la felicidad.
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Sofía cada vez estaba más y más deprimida y era prisionera de sus
propios pensamientos.
Mientras el mundo sabía lo que perseguía porque era un camino tra-
zado e in cuestionado, Sofía se quedó sin horizonte. ¡Estaba a la
deriva!.
Sofía se despertaba y aunque tenía una rutina de trabajo, se permi-
tía disfrutar de pequeños estímulos que le regalaba el cotidiano. Un
rayo del sol en una terracita de un bar desayunando o comiendo con
su marido cualquier día de la semana. Un corte en el trabajo para
acercarse a la playa si le apetecía, una salida espontánea u organi-
zada con sus amigas para hablar de temas trascendentales y
filosofar.
No había nada que celebrar en casa de Sofía para usar la vajilla
bonita, era las que usaban a diario. Vivían en un exquisito cotidiano,
luminoso, cálido, acogedor, sereno.
A ella le alegraba el día que sus plantas le regalaran flores,
Salía de su casa con una sonrisa y un saludo amable en la boca. Se
llevaba muy bien con el mundo, a veces no tanto en sus relaciones
personales, era demasiado directa y no siempre sé bien interpreta-
ban sus mensajes. Había que conocerla mucho a Sofía para
aceptarla y que te aceptara, pero una vez que esa mágica unión se
llevaba a cabo, era para toda la vida o por lo menos no había pasado
por tu lado sin haberte dejado algo para que la recuerdes.
El matrimonio de Sofía
Su compañero, confidente y fiel esposo, se había interiorizado tan
bien con la independencia y la libertad que promulgaban y acordaron
desde el principio de su relación, que pasaba bastante de ella y era
una persona felizmente solitaria.
Él era exitoso en lo que se proponía, muy legal. Todo lo mucho que
había logrado en la vida era mérito propio y apoyo incondicional de
Sofía.
Era un hombre moreno, alto y de ojos negros, se cuidaba mucho en
su aspecto. Mantenía una perfecta combinación entre desaliño y or-
den. Hasta lo que parecía un deje informal y lo era, estaba allí
perfectamente alineado.
Sofía era muy sociable y además de amigos y compañeros de traba-
jo, tenía a sus padres a los cuales amaba, no tenía hermanos y
aspiraba en estos momentos de su vida (a pesar de su rebeldía),
formar una familia conformada por papá, mamá, las mascotas y los
abuelos. Su marido en cambio guardaba una relación de despego
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con su familia y las estructuras familiares no lo emocionaban y lo
agobiaban. Una persona poca expresiva y de grandes sentimientos,
una terrible paradoja que lo mantenía en un injusto segundo plano
en cuanto a la paternidad.
Entre Sofía y su marido Santiago (almas gemelas por cierto), co-
menzó un irreversible deterioro y agrietamiento en su relación desde
el momento que empezaron a perseguir objetivos diferentes.
Sin dudas era culpa de Sofía, ella se había enamorado del rebelde,
bohemio, poco convencional, de pensamiento libre, jovial, creativo.
Así era Santiago y ella lo había amado, lo amaba.
Esa elección de pareja nada ortodoxa le regaló años de genuina feli-
cidad, tan auténtica como pocas personas pudieran experimentar en
esta vida. Momentos de verdadera alegría y gozo, de popularidad,
de éxitos, de estar al límite, de experimentar y amar al otro con una
incondicionalidad poco común como su propia pareja.
Mientras los demás vivían una vida sosa, lineal, aburrida. Ellos tení-
an todo lo que un mortal podía soñar o desear para esta vida y sin
postergaciones, era vivir a pleno cada emoción. Una pareja sociable,
solidaria, abierta, anfitriona. Donde estaban ellos estaba la movida,
donde ellos ponían el ojo la oportunidad, lo que ellos decidían poseer
terminaba siendo lo que el resto consumía tarde o temprano. Tenían
seguidores en sus discursos y tertulias, se rodeaban de personas
exquisitamente elegidas por su riqueza espiritual, sus ideas y pen-
samientos eran siempre revolucionarios desde la paz y la tolerancia.
HACIAN UNA PAREJA DE MUERTE!!!.
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Adoraban el mar, el sol en su piel, el salitre en su cuerpo, el roce del
agua. Flotar y dejarse llevar contemplando el cielo azul mediterrá-
neo. Perderse en algún pueblito de la costa, sumergirse en un
pintoresco cuadro de casitas blancas y pequeñas callecitas. Coger el
coche sin destino e ir descubriendo parajes naturales increíbles, ciu-
dades amuralladas, castillos en la montaña. Vivían en un cuento de
hadas.
Sus noches siempre tenían glamour, solos o acompañados. Les fas-
cinaba moverse entre velas y antorchas, gente y lugares surrealistas.
Eran tremendamente felices como personas y pareja. Hacían una
simbiosis perfecta.
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Su amante Pedro
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Empezó a soñar con llevarle el desayuno a la cama, hacer el amor
entre dormidos con la energía de las mañanas, desear verlo en sue-
ño profundo y abrazarlo.
Se entregó tanto, que olvidó que toda persona convencional jamás
se deja llevar por sus emociones y que al igual que con su marido no
formaría nunca una familia, porque él ya tenía la suya y por nada del
mundo iba a dejar a su esposa e hijos y Sofía tampoco lo pretendía.
¿Pero entonces que buscaba en él?.
Tendemos a mirar siempre el futuro y a no permitirnos disfrutar del
momento sin importar sus consecuencias. Eso le sucedía a Sofía,
pero por otro lado no es nada fácil querer algo y no poder tenerlo. A
ella le pasaba con la maternidad y ahora con Pedro. De encontrar
nuevamente la felicidad, puesta equivocadamente en esta persona
(porque le regalaba romanticismo, le endulzaba el oído), volvió a
caer en la tristeza al despertar del idilio.
Se sabía desde un principio que no iba a durar esta relación, estaba
augurado y él siempre había sido muy claro con ella. Pero mientras
su auto engaño funcionaba ella era feliz y no lo iba a dejar.
Ella admiraba su madurez y como despertaba a su vez a un niño
grande en su interior, como podía desmelenar en la intimidad a una
persona seria, le fascinaba ser la única que conocía esa faceta de él.
Compartían pocos momentos juntos pero cuando lo hacían eran in-
tensos y no podían despegarse uno del otro. A él le fascinaba de ella
su poca convencionalidad, su juventud, sus pensamientos pocos li-
neales, su filosofía de vida. Con ella se sentía 10 años más joven y
soñaba con otra vida más alocada y desestructurada, pero de inme-
diato ponía remedio a esa situación volviendo a la más estricta
normalidad y convenciéndose nuevamente de la imagen que él mis-
mo había creado de sí.
Ella siempre lo esperaba con un abrazo y se trepaba hasta su cuello
saltando sobre él, lo besaba y le susurraba al oído que le iba a ser
perder la cabeza y él se dejaba llevar durante sus encuentros como
una marioneta. Ella sentía poder durante esos momentos y luego el
poder recaía en él y sus estrictas reglas de hombre casado y res-
ponsable. Él la quería y deseaba, pero le ponía unos límites
impenetrables, excepto en la cama donde la dejaba moverse libre-
mente y lo extasiaba. A él le encantaba sus besos en el cuello,
mentón, que le acariciara la cabeza, que se le sentara encima y se le
enrollara en su cuerpo. Le volvía loco su olor, su desenfreno, su falta
de vergüenza y su gran espontaneidad. Deliraba con sus caricias,
sus labios. Ronroneaba cuando estaba con ella.
Era su paraíso y también su infierno. Ella era Su ángel y su demonio,
la perdición y la perfección.
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Decisiones
Sofía se encontraba cada vez más confundida. Tenía dos hombres
en su vida tan opuestos y no tan diferentes. Con ambos se sentía
igual de desprotegida.
Se planteó vivir sola como tantas amigas suyas y se reveló en co-
ntra de todo y todos. Pero no pudo llevar a cabo el plan porque sabía
perfectamente que no desea envejecer sola y sin amor, ella es un
ser amoroso, apasionado y si ese sentimiento carece en su vida,
también el sentido de la misma.
Ella estaba acostumbrada a ser amada. En su infancia y a lo largo
de su vida sus padres la habían cuidado con amor y esmero, con
libertad, con valores, con enseñanzas profundas, con apoyo y respe-
to frente a sus decisiones.
Su marido también la ama, aunque sintiese que todo había termina-
do. De alguna forma extraña también era amada por su amante.
Pero sentía que ninguno de estos dos hombres se comprometían
con ella, que eran egoístas y terminaba culpándose a sí misma de
las emociones que no despertaba. Ambos tenían como común de-
nominador la poca capacidad de tomar decisiones para hacer feliz a
Sofía.
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Acontecimientos inesperados
Una mañana de abril, sin esperarlo, a Sofía le surge una oportuni-
dad laboral que podía compaginar perfectamente con sus otras
actividades profesionales.
Ella era profesora y la llamaron de un instituto de formación profe-
sional para dar clases allí. Sin pensarlo acepta y siente que el
destino le tenía preparado algunas sorpresas.
Comienza sus clases con devoción y vocación, es lo que a ella más
le gusta hacer en la vida, pone todo de sí, saca recursos como por
arte de magia, aplica su creatividad al máximo, explora todos sus
potenciales.
Sus clases eran una obra de teatro, un poema. Los alumnos queda-
ban anonadados, no faltaban nunca a sus horas y se generaban
unos debates increíbles en el que todos participaban.
Su asignatura era nutrición y dietética, sus clases estaban siempre
condimentadas de temas actuales, sobre bienestar, estilo de vida
cosmopolita, los dictámenes de la moda en cuanto a la alimentación
y la estética, lo que nos manipulan con las publicidades para fomen-
tar el consumo, la cantidad de cosas que ignoramos sobre nuestra
alimentación y salud. Las enfermedades y trastornos que genera el
sedentarismo (obesidad, colesterol). Comida rápida vs. Dieta medite-
rránea. Obesidad infantil y como contrapartida anorexia vs.
Desnutrición.
Por momentos le interrumpían la clase otros profesores para pedirle
que bajaran la voz.
Se sentaban en semicírculo en la clase y ella más de una vez sobre
el escritorio.
Nunca le llamaron la atención como docente porque el alumnado
estaba fascinado con su profesora y el nivel académico era excelen-
te, en especial porque ella evaluaba al alumno en su conjunto y no
como una nota o un número. Su lema era: No hay educación sin mo-
tivación. Creía en los potenciales personales de cada educando. En
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que el aprendizaje de conceptos debía ir de la mano de las necesi-
dades y el contexto.
En su clase el perfil de su alumnado era heterogéneo y compuesto
en su mayoría por adultos, personas que por mejora laboral o deseo
de aprender asistían al Instituto a la tarde-noche luego de trabajar
con el objetivo de sacarse un diploma ó bien adquirir un nuevo cono-
cimiento o destreza.
Al principio ella no percibió la mirada de Mauricio, uno de sus alum-
nos. Él era alto, tímido, no muy atractivo, delgado, de unos 40 años o
más, de perfil bajo y tal vez por ello no reparó en su presencia como
hombre. Él la admiraba por como se movía con tanta soltura por la
clase, por la energía que emanaba, por el destello de sus ojos, por la
dulzura de sus palabras y el tono de su voz: seguro y suave. Él no-
taba que ella vestía y tenía una apariencia de mujer fuerte y segura
de sí misma (cosa que era por cierto), pero que en el fondo era una
niña con necesidad de contención, que en su interior albergaba tanto
amor para dar y recibía tan poco a cambio. Pero Sofía lo disimulaba
muy bien, ella se conformaba con sus clases, con las caricias de su
amante y la compañía de su marido. Eso Mauricio no lo sabía, pero
percibía que no era del todo feliz y estaba en lo cierto, su intuición no
lo engañaba.
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La vida de Mauricio
Mauricio asistía al Instituto donde trabajaba Sofía para enriquecerse
en el ámbito personal y profesional. Económicamente estaba bien
posicionado. Era soltero porque viajaba mucho por razones de traba-
jo y en la actualidad había decidido trabajar menos y disfrutar más
de la vida.
Tenía una hija que había adoptado cuando vivía en India por razo-
nes laborales. La niña llamada Archisha (rayo de luz en indio)
cambió radicalmente su vida.
La conoció apenas se instaló en Nueva Delhi. Archi iba todos los
días al hotel donde él trabajaba bajo el cargo de gerente. Iba en
busca de comida y vender cosas baratas era su medio de vida. La
niña tenía entonces tan solo 4 años, estaba repleta de picardía y
ostentaba unos ojazos negros intensos y una sonrisa encantadora.
Emanaba simpatía para poder hechizar a los turistas y ganarse su
sustento, una característica propia de la naturaleza de los pequeños
que viven de la supervivencia, de la hostilidad de la calle y de la ne-
cesidad de adaptarse al medio y circunstancias para sobrevivir.
Mauricio desde su oficina la observaba, él era una persona de pocas
palabras y decisiones asertivas, era justamente eso: decidido y aser-
tivo.
Miraba como Archi (acompañada de dos niñas un poco mayores que
ella), todas las noches hasta las de lluvia intensa, cumplían su jornal
con asistencia perfecta. Alguna que otra vez pudo comprobar como
timaban a algún turista crédulo.
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Pasado unos meses Mauricio pudo comprobar al fin, como su propio
día a día se desarrollaba con felicidad en los momentos que miraba
a Archi por la ventana. En ese instante es cuando decidió conocerla
en persona y ordenó al personal del hotel que dejara pasar a las
niñas y le dieran de cenar. Las niñas muy astutas desconfiaron y se
hicieron envolver la comida para llevarle al resto de su familia.
Cuando Mauricio bajó al comedor de los empleados, donde estarían
comiendo las niñas, notó la ausencia.
No volvió a invitarlas, porque no quiso asustarlas, ni menospreciar-
las, para Archi vender flores mustias por la calle no era malo, pero
recibir de una persona demasiada caridad carecía de lógica y con
sus 4 añitos sabía que nadie daba nada sin recibir algo a cambio.
Poco a poco Mauricio se fue animando y acercando a ella tratando
de entender los códigos de la calle, se ganó su confianza solamente
saludándola cada día.
Poco a poco comenzó a hablar con ella, le hacia hacer pequeños
recados para poder justificar las cosas que le fue regalando, no que-
ría ofenderla con limosnas.
Mauricio jamás le pagaba con dinero, sino con ropa, calzado, comi-
da, algún juguete y clases de lectura que a ella mucho no le
gustaban, pero soportaba porque le encantaban los cuentos que le
leía, le daban felicidad e ilusión y recibía lo más parecido al calor de
un hogar, aunque fuese un simple hotel y solo durante un momento
de su largo jornal.
Un día de calor sofocante Archi había desaparecido, era muy extra-
ño porque parecía feliz cuando Olga la gobernanta la bañaba y la
perfumaba, cuando la gente le sonreía por lo guapa que estaba, por
las cosas que aprendía y lo bien que comía. Principalmente por el
cariño de Mauricio y todas sus atenciones.
Mauricio hizo que todo el hotel y hasta algunos pasajeros se involu-
craran en la búsqueda de su paradero. Hasta que Manolo del
economato comentó que un día de lluvia desvío su trayecto con la
furgoneta para llevar a la niña donde vivía.
Mauricio inmediatamente se hizo llevar por Manolo hasta su casa.
Vivían evidentemente en una vivienda muy precaria y llena de gente,
había sido relevada de su destino de trabajo porque no traía dinero a
la casa y a cambio un montón de fantasías en la cabeza, las niñas
que la acompañaban eran sus primas y le contaron a sus padres
como Archi estaba actuando últimamente.
Mauricio les preguntó allí mismo a sus tíos (que eran quienes se
ocupaban de la niña) y a la niña misma, sin tapujos ni vueltas, si
aceptaban la adopción de Archi. La familia duda en un momento pe-
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ro enseguida y a pesar de su ignorancia, comprendieron que era lo
mejor que le podía pasar a su sobrina y dieron su consentimiento y
bendición.
Los trámites fueron muy lentos y por ello se quedaron en India
bastante tiempo, cuando logró la adopción plena de Archi pidió el
traslado a España. Pero Mauricio no solo adoptó a la niña sino que
hasta la actualidad y desde España sigue proporcionando calidad
de vida a la familia de Archi en India, a sus tíos y primos.
Archi con Mauricio era muy feliz, él era un padrazo protector y diver-
tido. Si bien su despego de la familia biológica y la adaptación,
(primero a Mauricio y luego a España), las costumbres, comida, in-
cluyendo la escolarización, había sido todo un proceso. Superaba
ampliamente las expectativas de la niña.
Archi vivía en un cuento de hadas, se había convertido en una prin-
cesa, tenía amigos, iba al cole como otros niños de su edad, tenía
una habitación sola para ella, juguetes, ropa guapa y una nevera lle-
na de comida. Al principio le costó comprender que no debía
esconder los yogures o las frutas bajo la almohada, que ya no le fal-
taría nada.
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Infidelidades
Santiago y Francesca
A todo esto Santiago conoce a Francesca, una chica muy bohemia e
independiente. Ella era italiana y estaba en España trabajando y
aprendiendo el idioma mientras viajaba, la conoció en un bar del
centro histórico y lo deslumbró tanto que se atrevió a pedirle su telé-
fono mientras se reían de los efectos de la barrera idiomática.
Empezaron a verse con más frecuencia y a Sofía cada vez la igno-
raba más, pero a ella no le importaba porque había decidido hace
tiempo convivir con su pareja de forma amable y a no esperar más
nada de él. Convivía con total armonía, era una especie de buenos
compañeros de piso y amigos.
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Te aterra mi libertad, te atrae, pero a su vez te escandaliza, porque
soy el reflejo de lo que a ti te gustaría ser: ¡Más osado!.
Es tan grande tu miedo que te impide abrirte a tus emociones.
Como un señor formal sostiene la imagen y la postura acertada,
pero no asertiva.
Yo te espero hasta que me canse.
Me he arriesgado, me he involucrado y sabes que puedes confiar en
mi: te lo he demostrado.
Aún no sabes lo que quieres simplemente porque lo niegas.
Pero Gracias igual por quererme. Te voy a amar, entender y respe-
tar, pase lo que pase.
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Coraje
El acercamiento de Mauricio
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jaba llevar, era espontánea y junto a él el mundo parecía menos in-
justo, amargo.
Sentían tantas emociones que lo único que temía era que ese prín-
cipe azul destiñera, pero lejos de eso Mauricio le guardaba con celo
una hermosa sorpresa.
El destino estaba confabulando para que por primera vez en la vida
Sofía no debiera decidir nada, las piezas se iban acomodando de
una forma increíble y ella sentía esa energía, la intuía.
Mauricio no le había hablado aún de su hija porque no quería gene-
rar falsas expectativas en Sofía, sabía que ella sobrellevaba una
maternidad y una adopción frustrada. Quería que ella lo eligiera a él
como hombre y no por su condición de padre.
La familia de Mauricio se estaba formando a la inversa, primero su
hija y luego la mujer de sus sueños y quería confirmar que Sofía lo
aceptaría, sin que Archi influyera en los sentimientos que él debía
despertar en ella. Por otro lado sabía a ciencia cierta que Sofía
aceptaría a Archi y amaría desde el primer momento y eso lo tranqui-
lizaba mucho.
En el piso de Francesca
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La separación de Santiago y Sofía
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El reencuentro con Mauricio
Mauricio estaba allí, con flores que a ella tanto le gustaban. Supo de
su separación y entendió que ella necesitaba hacer un duelo y dejó
pasar un tiempo antes de volver a verla
La esperó a la salida del instituto el primer día de clases y le dijo que
haberla perdido durante esos meses le hizo dar cuenta de lo impor-
tante que sus vibraciones eran para su vida, que estaba enamorado
de ella y que aunque pareciese una locura deseaba darle todo lo que
ella soñaba y que no quería volver a sentir su ausencia jamás.
El verdaderamente era una persona generosa y dulce. Sofía no po-
día rechazarlo, era tan cortés y educado. Esa actitud de él, junto con
otras lo convertían en un hombre increíble, único.
No temía al ridículo, era romántico y punto, no temía al rechazo
porque era seguro de sí mismo. No era apuesto, pero se había es-
capado de un cuento y buscaba a su princesa. La había encontrado.
Sabía que a Sofía le fascinaba París, que era la ciudad más románti-
ca del mundo para ella. Apostó todas sus cartas y junto a las flores
había dos pasajes para la ciudad luz para pasar el fin de semana.
Ella aceptó la invitación sin titubear.
Preparó su maleta y esperó a que su príncipe escapado de sus sue-
ños pasara a buscarla.
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Y allí estaban, en la ciudad de los enamorados. Donde el amor se
respira en el aire.
Pasearon por el Sena, caminaron por Montmartre, el barrio latino,
visitaron Notredamme, Saint Germain, se sentaron en el café de la
paz para descansar y poder contemplar la ópera y recrearon su vis-
ta con los impresionistas, la glamour y boheme. Pasearon por los
jardines de la tullerría hasta la plaza de la concordia y comieron ba-
guettes sentados en el campo de marte apreciando la torre Eiffel.
Se dejaron envolver por la cultura, la arquitectura, la historia de una
ciudad única, viva. ¡Por la ciudad luz!.
Pero a Sofía hubo algo que la enamoró profundamente y que por
primera vez sintió hacia él: química.
Logró Mauricio no solo llegarle al corazón como lo había hecho a
través de su personalidad y cortesía. Si no que despertó el erotismo
de Sofía, él era una caja de sorpresas y eso a ella le fascinaba, pero
en el momento que se dirigió a ella en francés, Sofía sintió el flecha-
zo que necesitaba.
Mauricio se le insinuó con una frase: ¿Voulez- vous coucher avec
moi?
Ella le rogó todo el fin de semana que no dejara de susurrarle al oí-
do en francés y hacían el amor en cualquier sitio que encontraban.
No solo Mauricio a través del Francés había tocada una fibra íntima
en Sofía y despertado a la bestia, sino que encima descubrió que
Mauricio era un amante increíble, que verdaderamente sabía hacer
gozar a una mujer. Que en la cama era tal cual en el resto de los as-
pectos de su vida: agasajaba, sorprendía, tenía intuición, delicadeza,
sensibilidad. Era un hombre perfecto. ¡¡¡Existe!!!. ¿Cómo había tar-
dado tanto en darse cuenta?. A veces la felicidad la tenemos delante
de los ojos y no alcanzamos a percibirla. Buscamos y buscamos en
lugares equivocados y lo que soñamos y creemos que es una utopía,
está ahí. Expectante a que lo descubras de una vez.
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Las sorpresas del destino
Al volver de París. Él la invita por primera vez a su casa, ella se
arregla como para tener una comida romántica.
Cuando ella llega al piso de Mauricio queda impactada, se lo imagi-
naba convencional como él aparentaba ser y se encontró con un
piso moderno, luminoso, con una decoración exquisita, perfectamen-
te ordenado, con muchos libros y espacio. Para ser el piso de un
empresario soltero, demasiado cálido.
Él, había dispuesto todo para cenar a la luz de las velas, en la te-
rraza de su ático con unas vistas inmejorables.
Sofía y Archi
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diendo lo mismo. Estaba pasando de ser juez a verdugo en un mis-
mo acto.
Al aparecer estos pensamientos tan contradictorios es cuando notó
que el destino influye, que nos das alternativas siempre, pero que la
inteligencia radica en decidir con el corazón y no la razón, palabras
que utilizaba inútilmente para aconsejar a Pedro y en estos mo-
mentos se le venían a la mente.
Ella estaba cansada de Santiago, de su supuesta inmadurez, pero
al fin y al cabo él había tomado el camino más arriesgado, optó por
vivir sin miedos, tabúes, hipocresías. Era él, genuino.
Pedro también decidió. Escogió el camino trazado y ella lo cuestionó
en su momento, aunque lo perdonó y guardaba un buen recuerdo de
él, porque supo comprenderlo y respetar su decisión.
Mauricio era el más equilibrado, pero Sofía no estaba enamorada de
él.
Definitivamente Sofía estaba hecha un lío y ni los consejos de sus
queridas amigas, más expertas que ella en cuestiones del corazón,
le servían de consuelo. Cuando salía con ellas había optado por ce-
nar, filosofar, pasarla bien y no volverlas locas con sus planteos,
cada cual con su cruz que bastante pesada es como para estar dan-
do el coñazo.
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Introspección
Sofía disponía de una licencia de unas semanas en el instituto en el
que daba clases a la tarde y a la mañana trabajaba de forma autó-
noma asesorando una escuela infantil, también dictaba cursos de
reciclaje profesional. Podía disponer de un break en sus actividades
si lo deseaba.
Se eligió un lindo hotel en la playa con Spa y se regaló una semana
de relax alejada de toda influencia humana. Solo se dejaba llevar por
la brisa del mar, las cálidas manos de un reconfortante masaje con
esencias o chocolate y se llenaba de energía con el agua del circuito
termal que disfrutaba cada mañana después de desayunar. Tomaba
el sol y se mimaba.
En esos días se dedicó a leer libros que había dejado a la mitad, a
caminar por la playa en busca de paz y a encerrarse en su habita-
ción para dormir cuanto le apeteciera.
Un par de despertares se sorprendió que durante la noche había
soñado con Santiago, el olor al salitre, la humedad en la piel lo
transportaba a su lado. Cuando abría el cortinado de su habitación y
miraba el mar, la playa le recordaba la cantidad de momentos es-
pectaculares que habían vivido juntos. De cómo disfrutaban hacer
Snorkel y como él se desvivía por fotografiarla bajo el agua nadando
entre los peces. Los atardeceres, los baños nocturnos y la luna como
testigo.
Se empezó a preguntar: ¡¡Tantos años juntos!!. ¿Qué nos pasó?.
¿Cuándo nos dejamos de querer?.
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Santiago vuelve a Valencia
Harto de viajar, de trasnochar y principalmente cansado de estar ro-
deado de gente que no le aporta nada. Santiago decide volver a
Valencia.
El inmigrante se acostumbra tanto al vértigo que confunde bienestar
y calidad de vida con rutina.
Al comprender esa diferencia vuelve a intentar recuperar lo que
había dejado a medias. Sea cual sea el resultado de su búsqueda,
tenía claro lo que buscaba. Había subido al cielo y bajado al infierno.
Había crecido y capitalizado cada acierto y desacierto.
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Desenlace
Sofía y Mauricio
Cuando Sofía vuelve de sus vacaciones terapéuticas tiene las ideas
más claras.
Con el dolor de su alma y tal vez dejando pasar una gran oportuni-
dad no aceptaría continuar con Mauricio, no lo amaba y no le parecía
justo para ninguno de los dos. Ella sabía lo que era el amor, lo había
vivenciado durante largos años en compañía de Santiago y ese sen-
timiento no se acercaba en nada a lo que sentía por Mauricio.
Mauricio toma sus palabras y decisión con mucha comprensión y
agradece la sinceridad y valentía de Sofía, aunque sabe que pierde
a una buena mujer.
Sofía descubre ante esta decisión que su necesidad de ser madre no
es una obsesión y que no quería una familia a la fuerza, uniendo ca-
da miembro con pegamento y sin pasión.
Él lamentaba no despertar en ella esa pasión pero se quedaba tran-
quilo de saber que lo había intentado todo y se conformaba con
tenerla a su lado como amiga. No tenían porque separarse porque
las cosas estaban claras y en su lugar. Archi adoraba a Sofía y Sofía
a Archi, que su pareja no funcionara no debía decantar en la separa-
ción de los tres, había un sentimiento más profundo que los
mantenía unidos y él aprendería a vivir sin sus caricias, con otro tipo
de amor.
Sofía y Santiago
Al cabo de unos meses todo empieza a normalizarse en la vida de
Sofía, pasada la tormenta emocional en la que había vivido estos
últimos tiempos.
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Continuaba trabajando, expresando sus emociones a través de su
profesión y vocación de enseñar. Disfrutando de la soledad de su
casa, a la que tanto temía en un pasado no muy lejano. Compar-
tiendo momentos cálidos y divertidos con sus amigas,
retroalimentándose de ellas y de su compañía.
Retoma sus clases de pilates, se reencuentra consigo misma y re-
cuerda con mucho amor, pero sin pesar, los momentos que
compartió con Santiago. Lo mucho que él le aportó a nivel personal.
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Sofía a su vez sabía que él iba a la boda y por eso se puso más
guapa que nunca.
Ambos sentían mariposas en es estómago de pensar en encontrar-
se, como si no se conocieran de nada.
En la boda
Al entrar en la iglesia hacen su primer contacto de intercambio de
miradas como si fueran adolescentes. No hay edad para el amor y
siempre los enamorados se comportan como niños.
Ella estaba fina pero infartante, con un vestido largo y un escote dis-
creto. Ella contaba con una carta importante: sabía lo que a él le
gustaba y seducía en una mujer y utilizó toda su artillería como la
primera vez, cuando se enamoraron con 19 años.
Él estaba elegante, sin perder su toque de personalidad y bohemia
que a Sofía tanto la impactaba, sal asonado con un alo de misticismo
que le daba ese año sabático recorriendo Europa.
Santiago se acerca a Sofía en el momento del baile, se habían salu-
dado pero no habían hablado. Ya estaban todos los invitados de la
boda bastante alegres y era un buen momento, copa de por medio
como cuando adolescentes, para invitarla a conversar. Él sabía que
a ella la música de las bodas no le gustaba y se escaparon a la te-
rraza, bajo la complicidad de la luna de Valencia.
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nal. También dictan unas horas de clases en un pequeño colegio de
la sierra.
Tienen una hermosa casa, comodidades y pocos lujos. Lo impres-
cindible para que nada les falte, alejados del consumo y el egoísmo
de la gente, solo se rodean de sus fieles amigos, entre ellos Mauricio
y Archi que suelen pasarse largas temporadas en casa de Santiago
y Sofía.
Mauricio se había convertido en un buen y fiel amigo de ambos y
gracias a esa amistad conoció a su futura esposa, una amiga de So-
fía con la cual comenzó una hermosa y sana relación.
SHAKESPEARE
Fin
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