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Libertad o Condena

(Vivir o sobrevivir a la era moderna)

Florencia Moragas
Dixie, Washington, USA
© 2006 by Dixie Press
All rights reserved.

ISBN 978-8-4612-1809-7
LCCN

Printed in the United States of America.


Agradecimientos

Dedicado a mis padres que son mi ejemplo a seguir, la base y el


cimiento de mi construcción como persona. A mi marido que me
apoya en cada proyecto que emprendo, a mis queridos amigos que
me acompañan a lo largo de esta aventura que es vivir y en especial
a nuestro hijo/a que esperamos lleno de ilusiones y con los brazos
abiertos.
Índice

Capítulo 1 Sofía 1

Capítulo 2 Decisiones 11

Capítulo 3 Acontecimientos 13

Capítulo 4 Mauricio 15

Capítulo 5 Infidelidades 19

Capítulo 6 Coraje 23

Capítulo 7 El reencuentro 27

Capítulo 8 Destino 29

Capítulo 9 Introspección 33

Capítulo 10 Desenlace y fin 35


Introducción

Este diario relata la vida de una mujer común. Se parece bastante a


mi historia personal, por ello apelo a la imaginación, deseos y fanta-
sía para darle un toque de color a esta historia, ya que este mundo
está hecho para personas mediáticas ó destacadas.
Sofía no es nada de eso, pero no significa que la persona común no
tenga valor o trascendencia en este mundo, intentando demostrar-
les a los lectores que todos valemos y hacemos grandes aportes
desde el lugar que ocupamos a través de nuestro humilde accionar,
en el intercambio, en las relaciones interpersonales. Con nuestros
aciertos y desaciertos.
Todo esto Siempre y cuando vivamos con pasión nuestra humilde
realidad e intentemos superarnos día a día, siendo fieles y auténti-
cos con nosotros mismos, preocupándonos por ser mejores
personas y como equilibrio, nunca permitiendo que el miedo y los
prejuicios se apoderen de nosotros y no nos dejen volar, llevándonos
a la mediocridad, al conformismo y por ende al resentimiento que
decanta en la no-evolución personal y la infelicidad.
Cuánto más genuinos seamos, más auténticos y críticos con noso-
tros mismos, seremos pasto del Prozac, psicoanálisis y el yoga. Pero
no viviremos pensando en todo lo que no nos atrevimos a experi-
mentar y sentir. Estaremos siempre luchando por alcanzar la
felicidad, por tenerla lo más cerca posible, por no dejarla escapar. La
muerte nos sorprenderá luchando, resistiendo y aprendiendo sobre
la vida hasta la última bocanada de aire.
1
Sofía
Sofía tiene 38 años, está casada con Santiago de 42. Llevan juntos
7 años de matrimonio y él ha sido el único hombre que ha respetado
SU LIBERTAD, independencia y es el responsable absoluto de su
construcción como mujer.
Él es quien le ha enseñado a valorar sus capacidades, le ha aconse-
jado, arropado. Quien le ha ayudado a crear alas para volar, el que
ha insistido para que no renuncie a su personalidad y vocación que
la hacen ser especial.
Se ha casado enamorada, profundamente enamorada de un lucha-
dor, de un soñador e idealista, una persona entrañable y con ganas
de compartir su vida sin que represente para el otro perder su inde-
pendencia e identidad.

Con su marido tiene una relación codificada, estructurada, pero a su


vez libre, aunque esa libertad no es empleada en realidad porque
eligen estar juntos.
Les dan un sentido extra a las cosas, a los momentos y aconteci-
mientos. Valoran la diversidad justamente porque en ella encuentran
aprendizaje. No siguen un modelo, molde o figura. Sé van constru-
yendo a través de los aciertos y los errores.
Saben perdonarse porque se reconocen humanos y con debilida-
des, porque respetan sus diferencias de género, porque dialogan,
acuerdan y comparten.
Cuando alguien entra a casa de Sofía y Santiago lo primero que les
llama la atención, es que cada cual tiene su ordenador, una casa
muy grande para ellos y sin embargo está uno al lado del otro y ca-
da cual en su historia, en una misma habitación y escritorio, están
en su micro mundo personal pero juntos. Una simbiosis perfecta, dos
especies diferentes compartiendo un mismo hábitat en armonía.
Pero si hablamos en el idioma de la naturaleza, también sabemos
que para que llegue el equilibrio en cualquier ecosistema se necesita
haber pasado por el caos. El yin y el yan. Es la clave, el código ge-

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nético de cualquier relación, superado una crisis renace una nueva
forma de relación.
Un ejemplo claro de esta teoría la vemos reflejada en la naturaleza.
De un bosque por diversos motivos (prístino o antropomórfico) se
degrada en desierto. Esto sucede porque el frondoso e impenetrable
bosque alberga un talón de Aquiles, una gran debilidad: Su suelo es
frágil y la tala de sus árboles protectores lo hacen sucumbir. Pero en
ese desierto resurge el oasis, la vida nuevamente expresada de otra
forma. Así se desarrolla la existencia de Sofía, comprende el idioma
de la biología, lo codifica en un lenguaje corporal.
Cuando ella está mal lo asume, lo reconoce y lo verbaliza. Un bos-
que incendiado o talado no se puede ocultar. Para Sofía estar mal
también representa estar vivo y es doblemente fuerte una persona
cuando muta como el oasis en el desierto, como la crisálida en mari-
posa.
Sofía todo lo interrelaciona hacia una complejidad redundantemente
más compleja. Cuestiona hasta lo incuestionable, busca una res-
puesta a todo lo que la rodea para amar con fidelidad y
convencimiento y odiar con el mismo razonamiento. Utiliza la hipóte-
sis y las conclusiones. ¡Necesita argumentos!
Sus pensamientos a veces la agobian y su forma de aquietarlos es
tomándose un baño de esencias relajantes ó a través de la descar-
ga que le proporciona el estar en contacto con la tierra por medio de
su afición a la jardinería, también escribiendo para exteriorizar sus
emociones.
Si es verano FLOTANDO en el mar. Sintiendo como su cuerpo deja
de tener peso y su mente se libera de cualquier atadura, experimen-
tar como el agua la energiza de la misma manera que el césped le
quita toda su estática cuando camina descalza. Le encanta bajar al
parque con su perra y quitarse el calzado para sentir en sus pies el
frescor y la cosquilla de la hierba, más aún cuando está recién corta-
do o luego de una noche de Rocío. Todo esto es extasiante para sus
sentidos.
De las montañas lo que más le maravilla es que a más altura más
silencio, puede hasta llegar a escuchar el aleteo de un ave rapaz en
las alturas. Todo es un mundo de sensaciones para ella, tanto el re-
galo de la naturaleza como la admiración a las creaciones del
hombre: el arte, la necesidad de expresión que representa para el
ser humano. La música y lo que genera, desde la más simple emo-
ción hasta su poder curativo como el de la músico terapia. Le
maravilla la evolución del hombre (antropología) como la historia y la
política (sociología).

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Es muy Darviniana, lo admira profundamente. Sofía se entiende
animal, sabe que tiene un cerebro primitivo y otro racional. Respeta
la naturaleza porque se considera parte.

Ecosistema se define como conjunto en el que las condiciones


físicas y los seres vivos interactúan entre sí en un complejo en-
tramado de relaciones.

Esto para Sofía es la clave de todo, ella no es ecologista porque cree


en la ecología como ciencia y no en el ecologismo. Pero Trata de
observar la naturaleza en cuanto a su comportamiento e intenta in-
teractuar con ella lo menos posible para no modificarla ni
contaminarla. La naturaleza debe estar ahí y Sofía es urbana, adora
lo antropomórfico y sus interrelaciones, preserva lo prístino natural
solo para estudiarlo con el propósito de aplicar su lenguaje como
parte de su identidad y para comprender la sociedad en la que habita
(su hábitat natural). La jungla de cemento, la biodiversidad social.

Ser mujer
Sofía siempre creyó manejar su vida a la perfección, todo lo que se
proponía superaba sus expectativas y vivía con una intensidad, una
pasión, libertad y desenfreno equilibradamente armónico. Nunca pa-
saba desapercibida, no porque fuera guapa sino porque su
personalidad dejaba una estela, generando admiración, grandes
amistades y amores.
Una chica menudita, pero con agallas para enfrentar un dragón. En
esa gran fortaleza escondía a una nena asustadiza.
Nunca se había destacado en deporte, ni en los estudios. Pero hasta
desde la mediocridad aparente, brillaba.
Una chica con viajes e inmigraciones a cuesta, con un esposo atrac-
tivo, compañero, fiel que la apoyaba en cada proyecto o meta que
se planteaba, también su relación de pareja no pasaba desapercibi-
da.
Estaba hechos el uno para el otro, eran atemporales, tal vez adelan-
tados a su época, desafiaban las estructuras y los estereotipos de
familia y sociedad. Pero a pesar de ello formaban o aspiraban for-
mar una familia tradicional, pero basada en el respeto y la libertad,
en la comunicación. En realidad era ella quien soñaba con una fami-
lia con hijos y era lo único que no alcanzaba.
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Sofía buscaba la plenitud como persona, el equilibrio en este mundo
perturbado. Deseaba construirse como una mujer completa, sin
haber dejado nada en el tintero en cuanto a experiencias de vida,
criando a sus hijos (en un futuro cercano) con su pareja, compagi-
nando el ser mujer profesional y ama de casa con la madre
educadora, compañera y no ausente.
Sofía no quería tener un hijo porque era lo que tocaba a su edad o
demandaba la sociedad, ella tenía muchos proyectos personales y
de pareja, consideraba que los hijos no debían convertirse en el ob-
jeto de unión de un matrimonio, el pegamento artificial.
Tampoco un hijo debía convertirse en el reemplazante de las caren-
cias o necesidades personales.
No implicaba una frustración no tenerlos. No vivía para afuera, ni
aceptaban las demandas que exigía la sociedad hipócrita que para
ella no era modelo a seguir.
Sofía cuestionaba, era un torbellino de emociones, viajaba-
estudiaba-cambiaba de trabajo-cuidaba de su cuerpo y su mente-
asumía retos y desafíos-leía-amaba el arte, la historia y era una es-
ponja deseosa de absorber la mayor cantidad de emociones,
experiencias, aprendizajes y vivencias. Eterna aventurera, autoexi-
gente, resolutiva, decidida, directa, espontánea, solidaria,
apasionada, comprometida, terriblemente optimista y de fuertes
creencias de seguir lo que su corazón dictaba (como decía Paulo
Coelho en el libro el alquimista).... “de estar atenta a los símbolos
que se te presentan a modo de revelación en cuanto a tu desti-
no”, de la causalidad, de vivir el día sin dejar de preocuparse por el
futuro, de buscar la llave de la felicidad como prioridad vital.
En definitivas Sofía buscaba la plenitud, el equilibrio emocional y
espiritual que no poseía por naturaleza. Sofía se partía la cabeza en
busca de la felicidad.

Sofía lo tenía todo, lo habían logrado con su pareja Santiago. Un


piso enorme y bonito, decorado con muchos colores como su perso-
nalidad alegre y moderna, con adornos que exhibían su andadura
aventurera, con sus amadas plantas, el atelier de pintura de su mari-
do, sus libros, música y aromas.
Vivían en el perfecto orden, tal vez ese orden que no tenían por de-
ntro. Ambos como pareja tenían tiempo para sus aficiones, amigos,
profesiones, mascotas.
Lo que Sofía promulgaba como fórmula de mujer plena e indepen-
diente se había vuelto en su contra y no sabía como revertir esa
situación.

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Sofía cada vez estaba más y más deprimida y era prisionera de sus
propios pensamientos.
Mientras el mundo sabía lo que perseguía porque era un camino tra-
zado e in cuestionado, Sofía se quedó sin horizonte. ¡Estaba a la
deriva!.
Sofía se despertaba y aunque tenía una rutina de trabajo, se permi-
tía disfrutar de pequeños estímulos que le regalaba el cotidiano. Un
rayo del sol en una terracita de un bar desayunando o comiendo con
su marido cualquier día de la semana. Un corte en el trabajo para
acercarse a la playa si le apetecía, una salida espontánea u organi-
zada con sus amigas para hablar de temas trascendentales y
filosofar.
No había nada que celebrar en casa de Sofía para usar la vajilla
bonita, era las que usaban a diario. Vivían en un exquisito cotidiano,
luminoso, cálido, acogedor, sereno.
A ella le alegraba el día que sus plantas le regalaran flores,
Salía de su casa con una sonrisa y un saludo amable en la boca. Se
llevaba muy bien con el mundo, a veces no tanto en sus relaciones
personales, era demasiado directa y no siempre sé bien interpreta-
ban sus mensajes. Había que conocerla mucho a Sofía para
aceptarla y que te aceptara, pero una vez que esa mágica unión se
llevaba a cabo, era para toda la vida o por lo menos no había pasado
por tu lado sin haberte dejado algo para que la recuerdes.

El matrimonio de Sofía
Su compañero, confidente y fiel esposo, se había interiorizado tan
bien con la independencia y la libertad que promulgaban y acordaron
desde el principio de su relación, que pasaba bastante de ella y era
una persona felizmente solitaria.
Él era exitoso en lo que se proponía, muy legal. Todo lo mucho que
había logrado en la vida era mérito propio y apoyo incondicional de
Sofía.
Era un hombre moreno, alto y de ojos negros, se cuidaba mucho en
su aspecto. Mantenía una perfecta combinación entre desaliño y or-
den. Hasta lo que parecía un deje informal y lo era, estaba allí
perfectamente alineado.
Sofía era muy sociable y además de amigos y compañeros de traba-
jo, tenía a sus padres a los cuales amaba, no tenía hermanos y
aspiraba en estos momentos de su vida (a pesar de su rebeldía),
formar una familia conformada por papá, mamá, las mascotas y los
abuelos. Su marido en cambio guardaba una relación de despego

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con su familia y las estructuras familiares no lo emocionaban y lo
agobiaban. Una persona poca expresiva y de grandes sentimientos,
una terrible paradoja que lo mantenía en un injusto segundo plano
en cuanto a la paternidad.
Entre Sofía y su marido Santiago (almas gemelas por cierto), co-
menzó un irreversible deterioro y agrietamiento en su relación desde
el momento que empezaron a perseguir objetivos diferentes.
Sin dudas era culpa de Sofía, ella se había enamorado del rebelde,
bohemio, poco convencional, de pensamiento libre, jovial, creativo.
Así era Santiago y ella lo había amado, lo amaba.
Esa elección de pareja nada ortodoxa le regaló años de genuina feli-
cidad, tan auténtica como pocas personas pudieran experimentar en
esta vida. Momentos de verdadera alegría y gozo, de popularidad,
de éxitos, de estar al límite, de experimentar y amar al otro con una
incondicionalidad poco común como su propia pareja.
Mientras los demás vivían una vida sosa, lineal, aburrida. Ellos tení-
an todo lo que un mortal podía soñar o desear para esta vida y sin
postergaciones, era vivir a pleno cada emoción. Una pareja sociable,
solidaria, abierta, anfitriona. Donde estaban ellos estaba la movida,
donde ellos ponían el ojo la oportunidad, lo que ellos decidían poseer
terminaba siendo lo que el resto consumía tarde o temprano. Tenían
seguidores en sus discursos y tertulias, se rodeaban de personas
exquisitamente elegidas por su riqueza espiritual, sus ideas y pen-
samientos eran siempre revolucionarios desde la paz y la tolerancia.
HACIAN UNA PAREJA DE MUERTE!!!.

El cotidiano en su casa transcurría de forma armónica, nunca discu-


tían. Su vida estaba siempre amenizada de música, aromas,
momentos de relax, de películas compartidas, de lectura, de grandes
conversaciones que poco a poco se empezaron a tornar aburridas y
monótonas.
La rutina la sabían romper, o bien pasando un día pleno en la tran-
quilidad de su hogar o por el contrario con una noche loca con
amigos, siempre a la luz de las velas y acompañados de buena mú-
sica y condimentos para los sentidos, de diálogos dantescos,
felinescos, almodovarianos. Sus anécdotas eran monumentales.
También amaban salir en la moto a que les diera el aire, les fascina-
ba andar por las callecitas del centro histórico y descubrir un nuevo
balcón con flores, detalle de la construcción medieval o un bar para
descansar la vista de tantas imágenes y fotos mentales.

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Adoraban el mar, el sol en su piel, el salitre en su cuerpo, el roce del
agua. Flotar y dejarse llevar contemplando el cielo azul mediterrá-
neo. Perderse en algún pueblito de la costa, sumergirse en un
pintoresco cuadro de casitas blancas y pequeñas callecitas. Coger el
coche sin destino e ir descubriendo parajes naturales increíbles, ciu-
dades amuralladas, castillos en la montaña. Vivían en un cuento de
hadas.
Sus noches siempre tenían glamour, solos o acompañados. Les fas-
cinaba moverse entre velas y antorchas, gente y lugares surrealistas.
Eran tremendamente felices como personas y pareja. Hacían una
simbiosis perfecta.

El comienzo de la decadencia en su matrimonio


El deterioro de su pareja no fue aceptado por ellos o visible al princi-
pio, tapaban el problema con viajes y constantes nuevas metas
personales y profesionales.
Todo comenzó silenciosamente cuando desearon tener un hijo y
ante la imposibilidad de Sofía por concebirlo y la decisión de ambos
de no acudir al método de fertilización, decidieron emprender el ca-
mino de la adopción.
Trámites, burocracia, asistentes sociales, psicólogos y largos años
de espera socavaron más esa pequeña grieta que apareció en su
pareja perfecta.
La pena que ella llevaba era de alguna forma extraña, sublime y
elegante. Ella verbal izaba y expresaba sus emociones constante-
mente, las compartía al igual que sus proyectos y anhelos puestos
en el deseo de ser madre.
Él comenzó a ser más y más independiente, ella a pensar en ese
hijo que nunca llegaba, el sórdido silencio de la espera le pesaba.
Pasaba el tiempo y Santiago adquiría más independencia y menos
deseos de ser padre y de asumir esa responsabilidad, en definitiva
eran una pareja no convencional.. Tal vez Santiago utilizaba ese dis-
curso para no sufrir y defenderse de la adversidad, una especie de
mecanismo de defensa.
Sofía cada vez más obsesionada con la maternidad, tanto que le
dolía físicamente y la enfermaba emocionalmente, también como
mecanismo de defensa lo negaba y se llenaba de ocupaciones, tra-
bajos, estudio, capacitación, voluntariados. Sé auto exigía estar bien
para no perder su esencia, su equilibrio y optimismo.
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Asumieron bastante bien la infertilidad y la pérdida de su descen-
dencia genética. La adopción fue un recurso para ser padres muy
analizado. Se sentían los elegidos, que mágicamente un Dios todo-
poderoso iba a unir almas que no se formaban de un mismo cuerpo,
sangre, ni siquiera tiempo y espacio.
Daba igual para ellos la edad, el sexo, los rasgos o el color de la piel
de su hijo. Querían ser padres adoptivos y representaba un enorme
desafío serlos y ellos vivían gracias a los desafíos.
Sofía empezó a sentir que nada la llenaba, empezó terapia psicoló-
gica. Él cada vez más independiente e inmerso en su mundo, en su
profesión.
Sofía se sentía cada vez más sola y desamparada. Mientras su pare-
ja se derrumbaba ella soñaba con otra historia, a pesar de que su
vida era el sueño de muchos mortales, para ella ya no tenía atracti-
vo.
Somos eternos inconformistas y deseamos impacientemente en
tiempos mortales lo que no tenemos. En el caso de Sofía peor aún,
porque ella se había propuesto alcanzar objetivos altos en su vida y
uno tan simple y natural (concebir), representaba un fracaso y una
enorme sensación de impotencia para ella.
Su soledad se volvió cada vez más dolorosa y su pena no encontra-
ba remedio o cura. Su optimismo por la vida empezó a desaparecer
con sus ansias de vivir.
No era el hijo que le faltaba lo que la apenaba, sino que sus propias
reglas se le estaban volviendo en contra. Deseaba lo que siempre
había rechazado, un matrimonio convencional, un marido amoroso
que la contuviera, un domingo en familia, la fatiga de la rutina y los
problemas comunes. Luchó tanto en contra de determinados mode-
los y hoy contradictoriamente desearía tenerlos. Sus estructuras se
empezaron a cimentar porque un hijo no le daría un marido diferente
y caería indefectiblemente en convertirse en una madre apegada a
su hijo para huir de su propia soledad.
Sofía pasó de cuestionar y juzgar valores tradicionales a comenzar a
ser juez y verdugo de sí misma.
Todos las acciones que repudiaba y consideraba hipócritas comen-
zaron a ser parte de sus necesidades. Dejó de ser especial, bajó los
brazos frente a sus prejuicios y valores morales, intimó con la culpa y
el engaño. Cambió todo lo que era y había construido como persona
y pareja por sentirse arropada, querida, deseada, amada y valorada
por otro hombre. Justamente por una persona convencional.

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Su amante Pedro

De él le atraía lo que ella misma despertaba en la otra persona, po-


día verse reflejada y notar que aún era atractiva, sensual,
espontánea, divertida. Con él no pasaba desapercibida de sí misma.
Volvía a sentirse muy especial, volvía a sentirse ella y a olvidar cual-
quier pena. Estaba viviendo otra vida y representaba otro papel.
Con Pedro no pensaba en ser madre. Era mujer.
Todo comenzó como un juego, un te veo y no te veo. Encuentros y
desencuentros. Un volver a sentirse como una adolescentes con las
hormonas revolucionadas, con mariposas en el estómago, con ner-
viosismo al verlo, miradas y pensamientos ausentes, suspiros, echar
de menos su olor, su sonrisa.
Era una aventura, un secreto.
Sofía y Pedro pasaron del juego a involucrar sus sentimientos, am-
bos eran seres apasionados y necesitados de afecto. Ella permitió
que entrara Pedro a su vida porque era romántico, dulce. La ena-
moraba con su estilo tan paternal y jovial a la vez.
Él no era guapo, podía pasar desadvertido, porque así lo quería.
Pero con ella era sexy, tierno, suave, encantador e increíblemente
hombre.
Al igual que su marido y desde un estilo completamente opuesto,
era un hombre que se arreglaba y cuidaba mucho. Hacia deporte, se
mantenía en forma, siempre perfumado y bien afeitado. Se conser-
vaba muy bien a pesar de su edad, como un buen vino. Él le llevaba
a Sofía 10 años. Pedro tenía un estilo formal y serio, pero a la vez
jovial.
Se empezaron a enamorar y comenzaron a querer boicotear ese ab-
surdo e ilógico sentimiento.
Personas adultas no podían comportarse como niños, a pesar de
que eso era lo que más les excitaba, el comportamiento desprejui-
ciado y prohibido. También ingenuo y repleto de largos suspiros.
Se cuestionaron, lo dejaron y volvieron. Juzgaron sus acciones, se
llenaron de culpas.
Pero nunca se atrevieron a dejarse definitivamente y a veces se
permitían pensar en ellos juntos, en como sería su vida.
Sofía lo enamoraba por ser una mujer independiente y ella adoraba
de Pedro que era un buen padre de familia con obligaciones.
También comenzó a afectarle y a pesarle esa condición, porque pro-
fundizaba más su sentimiento de soledad y desamparo.

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Empezó a soñar con llevarle el desayuno a la cama, hacer el amor
entre dormidos con la energía de las mañanas, desear verlo en sue-
ño profundo y abrazarlo.
Se entregó tanto, que olvidó que toda persona convencional jamás
se deja llevar por sus emociones y que al igual que con su marido no
formaría nunca una familia, porque él ya tenía la suya y por nada del
mundo iba a dejar a su esposa e hijos y Sofía tampoco lo pretendía.
¿Pero entonces que buscaba en él?.
Tendemos a mirar siempre el futuro y a no permitirnos disfrutar del
momento sin importar sus consecuencias. Eso le sucedía a Sofía,
pero por otro lado no es nada fácil querer algo y no poder tenerlo. A
ella le pasaba con la maternidad y ahora con Pedro. De encontrar
nuevamente la felicidad, puesta equivocadamente en esta persona
(porque le regalaba romanticismo, le endulzaba el oído), volvió a
caer en la tristeza al despertar del idilio.
Se sabía desde un principio que no iba a durar esta relación, estaba
augurado y él siempre había sido muy claro con ella. Pero mientras
su auto engaño funcionaba ella era feliz y no lo iba a dejar.
Ella admiraba su madurez y como despertaba a su vez a un niño
grande en su interior, como podía desmelenar en la intimidad a una
persona seria, le fascinaba ser la única que conocía esa faceta de él.
Compartían pocos momentos juntos pero cuando lo hacían eran in-
tensos y no podían despegarse uno del otro. A él le fascinaba de ella
su poca convencionalidad, su juventud, sus pensamientos pocos li-
neales, su filosofía de vida. Con ella se sentía 10 años más joven y
soñaba con otra vida más alocada y desestructurada, pero de inme-
diato ponía remedio a esa situación volviendo a la más estricta
normalidad y convenciéndose nuevamente de la imagen que él mis-
mo había creado de sí.
Ella siempre lo esperaba con un abrazo y se trepaba hasta su cuello
saltando sobre él, lo besaba y le susurraba al oído que le iba a ser
perder la cabeza y él se dejaba llevar durante sus encuentros como
una marioneta. Ella sentía poder durante esos momentos y luego el
poder recaía en él y sus estrictas reglas de hombre casado y res-
ponsable. Él la quería y deseaba, pero le ponía unos límites
impenetrables, excepto en la cama donde la dejaba moverse libre-
mente y lo extasiaba. A él le encantaba sus besos en el cuello,
mentón, que le acariciara la cabeza, que se le sentara encima y se le
enrollara en su cuerpo. Le volvía loco su olor, su desenfreno, su falta
de vergüenza y su gran espontaneidad. Deliraba con sus caricias,
sus labios. Ronroneaba cuando estaba con ella.
Era su paraíso y también su infierno. Ella era Su ángel y su demonio,
la perdición y la perfección.
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Decisiones
Sofía se encontraba cada vez más confundida. Tenía dos hombres
en su vida tan opuestos y no tan diferentes. Con ambos se sentía
igual de desprotegida.
Se planteó vivir sola como tantas amigas suyas y se reveló en co-
ntra de todo y todos. Pero no pudo llevar a cabo el plan porque sabía
perfectamente que no desea envejecer sola y sin amor, ella es un
ser amoroso, apasionado y si ese sentimiento carece en su vida,
también el sentido de la misma.
Ella estaba acostumbrada a ser amada. En su infancia y a lo largo
de su vida sus padres la habían cuidado con amor y esmero, con
libertad, con valores, con enseñanzas profundas, con apoyo y respe-
to frente a sus decisiones.
Su marido también la ama, aunque sintiese que todo había termina-
do. De alguna forma extraña también era amada por su amante.
Pero sentía que ninguno de estos dos hombres se comprometían
con ella, que eran egoístas y terminaba culpándose a sí misma de
las emociones que no despertaba. Ambos tenían como común de-
nominador la poca capacidad de tomar decisiones para hacer feliz a
Sofía.

Lo que sí tenía en claro es que así no podía seguir. Ni tampoco po-


día escapar o tapar sus emociones.
Las respuestas a todas sus preguntas se guardan en algún lugar de
su corazón y se mantenía inmóvil (siendo muy inquieta) para estar
atenta a su susurro. No se cuestionaba, ni se llena de culpas. Seguía
adelante con su vida hipócrita como media humanidad, con su único
secreto y con su cartel de infiel en la frente rotulado por sus propios
prejuicios.

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Acontecimientos inesperados
Una mañana de abril, sin esperarlo, a Sofía le surge una oportuni-
dad laboral que podía compaginar perfectamente con sus otras
actividades profesionales.
Ella era profesora y la llamaron de un instituto de formación profe-
sional para dar clases allí. Sin pensarlo acepta y siente que el
destino le tenía preparado algunas sorpresas.
Comienza sus clases con devoción y vocación, es lo que a ella más
le gusta hacer en la vida, pone todo de sí, saca recursos como por
arte de magia, aplica su creatividad al máximo, explora todos sus
potenciales.
Sus clases eran una obra de teatro, un poema. Los alumnos queda-
ban anonadados, no faltaban nunca a sus horas y se generaban
unos debates increíbles en el que todos participaban.
Su asignatura era nutrición y dietética, sus clases estaban siempre
condimentadas de temas actuales, sobre bienestar, estilo de vida
cosmopolita, los dictámenes de la moda en cuanto a la alimentación
y la estética, lo que nos manipulan con las publicidades para fomen-
tar el consumo, la cantidad de cosas que ignoramos sobre nuestra
alimentación y salud. Las enfermedades y trastornos que genera el
sedentarismo (obesidad, colesterol). Comida rápida vs. Dieta medite-
rránea. Obesidad infantil y como contrapartida anorexia vs.
Desnutrición.
Por momentos le interrumpían la clase otros profesores para pedirle
que bajaran la voz.
Se sentaban en semicírculo en la clase y ella más de una vez sobre
el escritorio.
Nunca le llamaron la atención como docente porque el alumnado
estaba fascinado con su profesora y el nivel académico era excelen-
te, en especial porque ella evaluaba al alumno en su conjunto y no
como una nota o un número. Su lema era: No hay educación sin mo-
tivación. Creía en los potenciales personales de cada educando. En

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que el aprendizaje de conceptos debía ir de la mano de las necesi-
dades y el contexto.
En su clase el perfil de su alumnado era heterogéneo y compuesto
en su mayoría por adultos, personas que por mejora laboral o deseo
de aprender asistían al Instituto a la tarde-noche luego de trabajar
con el objetivo de sacarse un diploma ó bien adquirir un nuevo cono-
cimiento o destreza.
Al principio ella no percibió la mirada de Mauricio, uno de sus alum-
nos. Él era alto, tímido, no muy atractivo, delgado, de unos 40 años o
más, de perfil bajo y tal vez por ello no reparó en su presencia como
hombre. Él la admiraba por como se movía con tanta soltura por la
clase, por la energía que emanaba, por el destello de sus ojos, por la
dulzura de sus palabras y el tono de su voz: seguro y suave. Él no-
taba que ella vestía y tenía una apariencia de mujer fuerte y segura
de sí misma (cosa que era por cierto), pero que en el fondo era una
niña con necesidad de contención, que en su interior albergaba tanto
amor para dar y recibía tan poco a cambio. Pero Sofía lo disimulaba
muy bien, ella se conformaba con sus clases, con las caricias de su
amante y la compañía de su marido. Eso Mauricio no lo sabía, pero
percibía que no era del todo feliz y estaba en lo cierto, su intuición no
lo engañaba.

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4
La vida de Mauricio
Mauricio asistía al Instituto donde trabajaba Sofía para enriquecerse
en el ámbito personal y profesional. Económicamente estaba bien
posicionado. Era soltero porque viajaba mucho por razones de traba-
jo y en la actualidad había decidido trabajar menos y disfrutar más
de la vida.
Tenía una hija que había adoptado cuando vivía en India por razo-
nes laborales. La niña llamada Archisha (rayo de luz en indio)
cambió radicalmente su vida.
La conoció apenas se instaló en Nueva Delhi. Archi iba todos los
días al hotel donde él trabajaba bajo el cargo de gerente. Iba en
busca de comida y vender cosas baratas era su medio de vida. La
niña tenía entonces tan solo 4 años, estaba repleta de picardía y
ostentaba unos ojazos negros intensos y una sonrisa encantadora.
Emanaba simpatía para poder hechizar a los turistas y ganarse su
sustento, una característica propia de la naturaleza de los pequeños
que viven de la supervivencia, de la hostilidad de la calle y de la ne-
cesidad de adaptarse al medio y circunstancias para sobrevivir.
Mauricio desde su oficina la observaba, él era una persona de pocas
palabras y decisiones asertivas, era justamente eso: decidido y aser-
tivo.
Miraba como Archi (acompañada de dos niñas un poco mayores que
ella), todas las noches hasta las de lluvia intensa, cumplían su jornal
con asistencia perfecta. Alguna que otra vez pudo comprobar como
timaban a algún turista crédulo.

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Pasado unos meses Mauricio pudo comprobar al fin, como su propio
día a día se desarrollaba con felicidad en los momentos que miraba
a Archi por la ventana. En ese instante es cuando decidió conocerla
en persona y ordenó al personal del hotel que dejara pasar a las
niñas y le dieran de cenar. Las niñas muy astutas desconfiaron y se
hicieron envolver la comida para llevarle al resto de su familia.
Cuando Mauricio bajó al comedor de los empleados, donde estarían
comiendo las niñas, notó la ausencia.
No volvió a invitarlas, porque no quiso asustarlas, ni menospreciar-
las, para Archi vender flores mustias por la calle no era malo, pero
recibir de una persona demasiada caridad carecía de lógica y con
sus 4 añitos sabía que nadie daba nada sin recibir algo a cambio.
Poco a poco Mauricio se fue animando y acercando a ella tratando
de entender los códigos de la calle, se ganó su confianza solamente
saludándola cada día.
Poco a poco comenzó a hablar con ella, le hacia hacer pequeños
recados para poder justificar las cosas que le fue regalando, no que-
ría ofenderla con limosnas.
Mauricio jamás le pagaba con dinero, sino con ropa, calzado, comi-
da, algún juguete y clases de lectura que a ella mucho no le
gustaban, pero soportaba porque le encantaban los cuentos que le
leía, le daban felicidad e ilusión y recibía lo más parecido al calor de
un hogar, aunque fuese un simple hotel y solo durante un momento
de su largo jornal.
Un día de calor sofocante Archi había desaparecido, era muy extra-
ño porque parecía feliz cuando Olga la gobernanta la bañaba y la
perfumaba, cuando la gente le sonreía por lo guapa que estaba, por
las cosas que aprendía y lo bien que comía. Principalmente por el
cariño de Mauricio y todas sus atenciones.
Mauricio hizo que todo el hotel y hasta algunos pasajeros se involu-
craran en la búsqueda de su paradero. Hasta que Manolo del
economato comentó que un día de lluvia desvío su trayecto con la
furgoneta para llevar a la niña donde vivía.
Mauricio inmediatamente se hizo llevar por Manolo hasta su casa.
Vivían evidentemente en una vivienda muy precaria y llena de gente,
había sido relevada de su destino de trabajo porque no traía dinero a
la casa y a cambio un montón de fantasías en la cabeza, las niñas
que la acompañaban eran sus primas y le contaron a sus padres
como Archi estaba actuando últimamente.
Mauricio les preguntó allí mismo a sus tíos (que eran quienes se
ocupaban de la niña) y a la niña misma, sin tapujos ni vueltas, si
aceptaban la adopción de Archi. La familia duda en un momento pe-
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ro enseguida y a pesar de su ignorancia, comprendieron que era lo
mejor que le podía pasar a su sobrina y dieron su consentimiento y
bendición.
Los trámites fueron muy lentos y por ello se quedaron en India
bastante tiempo, cuando logró la adopción plena de Archi pidió el
traslado a España. Pero Mauricio no solo adoptó a la niña sino que
hasta la actualidad y desde España sigue proporcionando calidad
de vida a la familia de Archi en India, a sus tíos y primos.
Archi con Mauricio era muy feliz, él era un padrazo protector y diver-
tido. Si bien su despego de la familia biológica y la adaptación,
(primero a Mauricio y luego a España), las costumbres, comida, in-
cluyendo la escolarización, había sido todo un proceso. Superaba
ampliamente las expectativas de la niña.
Archi vivía en un cuento de hadas, se había convertido en una prin-
cesa, tenía amigos, iba al cole como otros niños de su edad, tenía
una habitación sola para ella, juguetes, ropa guapa y una nevera lle-
na de comida. Al principio le costó comprender que no debía
esconder los yogures o las frutas bajo la almohada, que ya no le fal-
taría nada.

Sofía desconocía la vida de Mauricio porque él era muy reservado.


Desconocía que tenía tanto mundo, que era un hombre muy cualifi-
cado a nivel profesional, que era muy estable a nivel emocional, que
era culto y que en su interior albergaba a un intelectual deseoso de
formar una familia con una mujer inteligente y vivaz. No sospechaba
en lo más mínimo que él esperaba deseoso encontrar a alguien co-
mo Sofía.

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Infidelidades
Santiago y Francesca
A todo esto Santiago conoce a Francesca, una chica muy bohemia e
independiente. Ella era italiana y estaba en España trabajando y
aprendiendo el idioma mientras viajaba, la conoció en un bar del
centro histórico y lo deslumbró tanto que se atrevió a pedirle su telé-
fono mientras se reían de los efectos de la barrera idiomática.
Empezaron a verse con más frecuencia y a Sofía cada vez la igno-
raba más, pero a ella no le importaba porque había decidido hace
tiempo convivir con su pareja de forma amable y a no esperar más
nada de él. Convivía con total armonía, era una especie de buenos
compañeros de piso y amigos.

La Doble vida de Pedro

Pedro, el amante de Sofía seguía con su doble vida. Era un padre y


esposo ejemplar. Un hombre muy astuto, cuidaba su apariencia con
esmero y cada detalle de los encuentros con Sofía, no para sor-
prenderla con su romanticismo, sino para pasar inadvertidos.
Sofía lo amaba y era una amante cariñosa, sensual y provocativa.
Despertaba en él un sinfín de sensaciones. Ella era una droga para
él y soñaba con algún día atreverse a dejar su esposa por ella,
RECORRER el mundo y no perderse un solo amanecer más sin So-
fía, pero cuando ella insinuaba estar juntos él automáticamente se
alejaba ante la presión. Sofía se conformaba con sus besos y sus
palabras, se sentía deseada, cosa que con su marido no sucedía, a
pesar de que compartían una vida en común y que dicha vida era
maravillosa en otros sentidos.
Cuando Pedro y Sofía estaban juntos los minutos se congelaban, se
fundían uno con el otro y las despedidas eran sumamente dolorosas.
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Sofía dejaría su vida sin pensarlo por él, pero Pedro amaba a su
esposa y a sus hijos y no se autorizaba a cambiar el curso de su
existencia, no se imaginaba sin su familia, aunque solo la fantasía de
llevarlo a cabo lo mantenía despierto, vivo.
Sofía escribió esta carta a Pedro fechada el día 12 de abril. Pedro
era la primera vez que la dejaba de verdad, definitivamente. Exacta-
mente el 10 de abril no supo más nada de él.
Se despidió como un caballero, argumentando muchos discursos a
la vez, explicándole que no había sido por ella que tomaba esta de-
cisión, sino por su familia y su vida
No soportaba más la culpa. El amor hacia Sofía y las probables
consecuencias lo aterraban. Se estaba saliendo de todos los cauces,
estaba arriesgando su vida por las emociones más intensas que ja-
más hubiera tenido. Dijo que prefería conformarse y se despidió de
ella. Asumió que era un cobarde.
Sofía lo vio partir un día de lluvia, el cielo lloraba como su alma. Ca-
minó sin rumbo y trató de encontrar una explicación. Él se la había
dado pero no podía aceptarla.
Pedro era lo mejor que le estaba pasando, recién empezaban a co-
nocerse y ya lo había perdido. Lloró y se sintió la responsable de
todo: Tal vez era muy inmadura para él, poca cosa, lo había decep-
cionado, no había estado a la altura.
Luego pasó a sentirse una tonta, una crédula que picó en la trampa
más cursi. Ella, una mujer que se creía inteligente había terminado
destrozada por una historia que solo una persona con pocas luces
podía creérsela, si le hubiese pasado a una amiga la hubiese rega-
ñado por ingenua, pero le estaba pasando a ella y le avergonzaba.

CARTA DE SOFÍA A PEDRO


Comprendo la perturbación y confusión que te provoco y por ello te
perdono, pero también te odio por tu nivel de cobardía, por no
apostar por nosotros absolutamente nada, a tal punto que prefieres
perderme a modificar lo más mínimo en tu vida para incluir lo nues-
tro.
Prefieres esconderte, negarlo, conformarte y obligarte a sostener tu
vida a cualquier precio. ¡Pero cuidado!: son tus sentimientos, tu al-
ma, TAL VEZ TU ÚLTIMA OPORTUNIDAD DE SENTIRTE PLENO
lo que rechazas.

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Te aterra mi libertad, te atrae, pero a su vez te escandaliza, porque
soy el reflejo de lo que a ti te gustaría ser: ¡Más osado!.
Es tan grande tu miedo que te impide abrirte a tus emociones.
Como un señor formal sostiene la imagen y la postura acertada,
pero no asertiva.
Yo te espero hasta que me canse.
Me he arriesgado, me he involucrado y sabes que puedes confiar en
mi: te lo he demostrado.
Aún no sabes lo que quieres simplemente porque lo niegas.
Pero Gracias igual por quererme. Te voy a amar, entender y respe-
tar, pase lo que pase.

Nunca alcanzó a darle la carta en mano, ni tuvo la oportunidad de


volver a mirarlo a los ojos o estar frente a frente. Todo lo que había
experimentado y soñado con él había desaparecido, SE HABÍA
ESFUMADO tan rápido como lo había vivido. Nunca supo si había
sido sincero en sus sentimientos ó había utilizado una treta propia de
aquel que busca una aventura. Lo que sí sentía era un profundo
sentimiento de desamparo y dolor, una vez más se sentía una autén-
tica IDIOTA por ir por la vida con el corazón en la mano, la
sensibilidad a flor de piel y la autenticidad como bandera.

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Coraje
El acercamiento de Mauricio

Mauricio con el pasar del tiempo y viendo finalizar las clases, se


atreve a acercarse a Sofía, ella esperaba ese encuentro, pero a pe-
sar de ser una persona decidida, ya estaba demasiado quemada
con los hombres para volver a dar un paso o tomar una decisión en
ese terreno.
Mauricio la invita a comer al finalizar la clase y ella no tiene dema-
siadas expectativas, ya que últimamente los hombres no la
sorprendían para nada, a su vez tampoco tenía nada que perder.
A las 2 de la tarde salieron del instituto y quedaron en encontrarse a
dos calles de allí, él la pasó a buscar con su coche, la llevó a la playa
y ella esperaba la típica paella de menú del día, pero en cambio se
encontró en la entrada de un hermoso hotel con una mesa reservada
a la orilla del mediterráneo. Comieron, se rieron, hablaron y ambos
se sorprendieron uno del otro, más Sofía de él que él de ella, porque
Sofía era muy transparente y poco reservada. Además él la había
estudiado y evaluado con detalle, él la conocía.
Terminaron de comer, pasearon por la playa y él gentilmente la llevó
hasta su casa.
Las salidas se repitieron durante la semana y cada vez fueron más
intensas y divertidas. Hacía rato que Sofía no se reía tanto.
Ella era siempre la que sorprendía, agasajaba, creaba, daba el pri-
mer paso en todas sus relaciones.
Mauricio no dejaba de sorprenderla, de mimarla. Era tan encantador
que no parecía real. Ella no estaba enamorada de él, pero se sentía
cobijada, arropada, valorada. Por primera vez en la vida se sentía
realmente segura, que no debía luchar, decidir, conducir la relación o
empujar al otro a tomar una decisión en su vida. Con Mauricio se de-

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jaba llevar, era espontánea y junto a él el mundo parecía menos in-
justo, amargo.
Sentían tantas emociones que lo único que temía era que ese prín-
cipe azul destiñera, pero lejos de eso Mauricio le guardaba con celo
una hermosa sorpresa.
El destino estaba confabulando para que por primera vez en la vida
Sofía no debiera decidir nada, las piezas se iban acomodando de
una forma increíble y ella sentía esa energía, la intuía.
Mauricio no le había hablado aún de su hija porque no quería gene-
rar falsas expectativas en Sofía, sabía que ella sobrellevaba una
maternidad y una adopción frustrada. Quería que ella lo eligiera a él
como hombre y no por su condición de padre.
La familia de Mauricio se estaba formando a la inversa, primero su
hija y luego la mujer de sus sueños y quería confirmar que Sofía lo
aceptaría, sin que Archi influyera en los sentimientos que él debía
despertar en ella. Por otro lado sabía a ciencia cierta que Sofía
aceptaría a Archi y amaría desde el primer momento y eso lo tranqui-
lizaba mucho.

En el piso de Francesca

Santiago y Francesca la pasaban muy bien juntos, hacían el amor en


el piso que ella compartía con amigas. Ella le cocinaba pasta y le
enseñaba a balbucear el italiano, él se sentía joven con ella y más
atractivo, libre.
Sabía que con Francesca tenía los días contados, porque ella era
un alma libre y como llegó partiría de su lado. Pero decidió jugarse
por los sentimientos, por la pasión, ser impulsivo y vivir el resto de su
vida de forma apasionada.
La eligió a Francesca, durara lo que durara la relación, comprendió
que como Francesca conocería a otras mujeres y principalmente eli-
gió tener menos responsabilidades, no involucrarse afectivamente
para vivir más liviano y sin tanto equipaje. Dejó de temerle a la sole-
dad y se lanzó por lo que soñaba: vive la vida ahora, con lo puesto. Ir
hacia donde el destino lo condujera. En definitivas eligió el mismo
camino que Sofía, el de dejarse llevar por el destino y las emociones.
La única diferencia entre ambos es lo que perseguían, sus proyectos
comunes se vieron bifurcados y es lo que los terminó separando:
uno deseaba la soledad y el otro una familia.

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La separación de Santiago y Sofía

Un domingo a la mañana Santiago le confiesa a Sofía de su roman-


ce con Francesca y le pide que lo comprenda. Sofía no se sorprende
de su sinceridad y al cabo de unas semanas él deja el piso de am-
bos para irse con Francesca a recorrer Europa. Disponía de un año
sabático laboral y decidió jugarse esta carta a mantener una mentira.
Sofía con Mauricio no tenía la suficiente confianza como para pedirle
consuelo (a pesar de que pasaban muchos momentos juntos). Tam-
poco quería sobrecargar a su familia y amigas.
Sofía nunca se había sentido tan desamparada y desdichada. Ella
no solo afrontaba una separación, peor aún, se había esfumado su
última oportunidad de ser madre.
A pesar de todo se alegró por la felicidad de Santiago y sintió un lige-
ro alivio. Seguía sin tener que tomar decisiones y aunque estaba
fatal, una vocecita en su interior la llenaba de esperanza, le decía
que no bajara los brazos, que algo maravillosa la estaba aguardan-
do. Pero la realidad era tan diferente que acallaba esa voz de
inmediato.
Sofía se sintió muy enferma y se dio de baja en su trabajo faltando
pocas semanas para terminar el ciclo lectivo, sus clases era lo que
más amaba y a pesar de ello, era tal su pesar que no podía conti-
nuar, ella se involucraba mucho con sus alumnos y su rol. Su pena le
quitaba su esencia como docente además de como persona.
No volvió a ver a Mauricio, no le cogía el teléfono ni devolvía los
mensajes, no volvió a saber nada de Pedro. De Santiago recibía lla-
madas telefónicas, correos y postales de tanto en tanto, él siempre
iba a estar en su vida. Ellos se querían mucho, pero ya no se ama-
ban.

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7
El reencuentro con Mauricio
Mauricio estaba allí, con flores que a ella tanto le gustaban. Supo de
su separación y entendió que ella necesitaba hacer un duelo y dejó
pasar un tiempo antes de volver a verla
La esperó a la salida del instituto el primer día de clases y le dijo que
haberla perdido durante esos meses le hizo dar cuenta de lo impor-
tante que sus vibraciones eran para su vida, que estaba enamorado
de ella y que aunque pareciese una locura deseaba darle todo lo que
ella soñaba y que no quería volver a sentir su ausencia jamás.
El verdaderamente era una persona generosa y dulce. Sofía no po-
día rechazarlo, era tan cortés y educado. Esa actitud de él, junto con
otras lo convertían en un hombre increíble, único.
No temía al ridículo, era romántico y punto, no temía al rechazo
porque era seguro de sí mismo. No era apuesto, pero se había es-
capado de un cuento y buscaba a su princesa. La había encontrado.

Sabía que a Sofía le fascinaba París, que era la ciudad más románti-
ca del mundo para ella. Apostó todas sus cartas y junto a las flores
había dos pasajes para la ciudad luz para pasar el fin de semana.
Ella aceptó la invitación sin titubear.
Preparó su maleta y esperó a que su príncipe escapado de sus sue-
ños pasara a buscarla.

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Y allí estaban, en la ciudad de los enamorados. Donde el amor se
respira en el aire.
Pasearon por el Sena, caminaron por Montmartre, el barrio latino,
visitaron Notredamme, Saint Germain, se sentaron en el café de la
paz para descansar y poder contemplar la ópera y recrearon su vis-
ta con los impresionistas, la glamour y boheme. Pasearon por los
jardines de la tullerría hasta la plaza de la concordia y comieron ba-
guettes sentados en el campo de marte apreciando la torre Eiffel.
Se dejaron envolver por la cultura, la arquitectura, la historia de una
ciudad única, viva. ¡Por la ciudad luz!.
Pero a Sofía hubo algo que la enamoró profundamente y que por
primera vez sintió hacia él: química.
Logró Mauricio no solo llegarle al corazón como lo había hecho a
través de su personalidad y cortesía. Si no que despertó el erotismo
de Sofía, él era una caja de sorpresas y eso a ella le fascinaba, pero
en el momento que se dirigió a ella en francés, Sofía sintió el flecha-
zo que necesitaba.
Mauricio se le insinuó con una frase: ¿Voulez- vous coucher avec
moi?
Ella le rogó todo el fin de semana que no dejara de susurrarle al oí-
do en francés y hacían el amor en cualquier sitio que encontraban.
No solo Mauricio a través del Francés había tocada una fibra íntima
en Sofía y despertado a la bestia, sino que encima descubrió que
Mauricio era un amante increíble, que verdaderamente sabía hacer
gozar a una mujer. Que en la cama era tal cual en el resto de los as-
pectos de su vida: agasajaba, sorprendía, tenía intuición, delicadeza,
sensibilidad. Era un hombre perfecto. ¡¡¡Existe!!!. ¿Cómo había tar-
dado tanto en darse cuenta?. A veces la felicidad la tenemos delante
de los ojos y no alcanzamos a percibirla. Buscamos y buscamos en
lugares equivocados y lo que soñamos y creemos que es una utopía,
está ahí. Expectante a que lo descubras de una vez.

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8
Las sorpresas del destino
Al volver de París. Él la invita por primera vez a su casa, ella se
arregla como para tener una comida romántica.
Cuando ella llega al piso de Mauricio queda impactada, se lo imagi-
naba convencional como él aparentaba ser y se encontró con un
piso moderno, luminoso, con una decoración exquisita, perfectamen-
te ordenado, con muchos libros y espacio. Para ser el piso de un
empresario soltero, demasiado cálido.
Él, había dispuesto todo para cenar a la luz de las velas, en la te-
rraza de su ático con unas vistas inmejorables.

Empiezan a recorrer el piso de la mano, ella mirándolo todo y expre-


sando absolutamente lo que le venía a la cabeza, era una mujer
muy directa y verborragica

Él caminaba en silencio atento a cada mirada y expresión de su ros-


tro tan picaresco y expresivo como el de su hija.
Sus dos mujeres eran iguales de especiales para él, únicas e irrepe-
tibles. El destino se las había señalado.
Sofía abre una de las tantas puertas del piso de Mauricio y se queda
perpleja al ver un cuarto con decoración infantil.
Fue así como se enteró de la existencia de Archi en la vida de Mau-
ricio. Él le contó con lujo de detalle toda la historia de la adopción
durante la cena. Cena que por cierto no había sido romántica como
esperaba, pero se había convertido en el mejor momento a lo largo
y a lo ancho de toda su vida.

Sofía y Archi

Mauricio las presenta al fin durante un día de campo, Archi y Sofía


estaban encantadas de conocerse. Ambas tenían tanta sed de afec-
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to que no alcanzaron a analizar su espontánea relación. No sabían
muy bien que vínculos las unía y tratar de racionalizarlo era un en-
redo. ¡Pero que natural se las veía JUNTAS!.
Archi era un encanto y estaba fascinada con Sofía. Mauricio era un
hombre tan tierno y la veía a Sofía con tanta necesidad de ser ma-
dre, que la dejaba actuar y moverse con libertad.

Al poco tiempo de conocerse con la niña, Sofía iba a buscar al cole,


la ayudaba en los deberes, la llevaba de compras, al parque, al cine,
le leía cuentos y se inventaba otros. El favorito de Archi era uno in-
ventado por Sofía sobre una perrita llamada Rita.

Los caprichos del destino

Sofía con Mauricio tenía lo que necesitaba, pero ella no lo amaba,


estaba cómoda, era más fácil y menos duro el camino al lado de
Mauricio.
Ella tenía muchas amigas sin pareja y las admiraba por su lucha, su
fortaleza y libertad. A Sofía le aterraba la soledad, pero más aún el
conformismo de estar al lado de alguien por comodidad, porque sa-
bía que el camino fácil te conduce rápidamente a la infelicidad.
Además Sofía pensaba no solo en el daño que le ocasionaba a Mau-
ricio y que no se lo merecía como persona. Si no también a Archi
que demasiado había sufrido en la vida. Era una enorme responsabi-
lidad para ella esta decisión.
Dicen que un buen conservador de joven ha sido un gran revolucio-
nario. Eso era lo que le sucedía a Sofía.
Quería ser conservadora porque necesitaba seguridad
EMOCIONAL, pero no podía dejarse llevar por el destino sin decidir,
en el fondo nunca dejaba de ser una revolucionaria. Su filosofía era:
no caminemos por el camino trazado, construyamos el camino al
andar con nuestras propias sensaciones, emociones y experiencias,
dejemos una oportunidad al destino para que haga su labor.
Pero como todo en la vida necesitamos equilibrio, dejar actuar al
destino en cuanto a no ser inflexibles y dejarnos guiar por el corazón
y las oportunidades que se presenten está bien. Pero hay que tener
los pies en la tierra y no ser egoístas para que nuestros actos no re-
percutan en un daño hacia los demás.
Todos esos pensamientos la ubicaron inevitablemente en los zapa-
tos de Santiago, en su piel, en sus pensamientos y miedos a la hora
de enfrentar la paternidad. En definitivas a Sofía le estaba suce-

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diendo lo mismo. Estaba pasando de ser juez a verdugo en un mis-
mo acto.
Al aparecer estos pensamientos tan contradictorios es cuando notó
que el destino influye, que nos das alternativas siempre, pero que la
inteligencia radica en decidir con el corazón y no la razón, palabras
que utilizaba inútilmente para aconsejar a Pedro y en estos mo-
mentos se le venían a la mente.
Ella estaba cansada de Santiago, de su supuesta inmadurez, pero
al fin y al cabo él había tomado el camino más arriesgado, optó por
vivir sin miedos, tabúes, hipocresías. Era él, genuino.
Pedro también decidió. Escogió el camino trazado y ella lo cuestionó
en su momento, aunque lo perdonó y guardaba un buen recuerdo de
él, porque supo comprenderlo y respetar su decisión.
Mauricio era el más equilibrado, pero Sofía no estaba enamorada de
él.
Definitivamente Sofía estaba hecha un lío y ni los consejos de sus
queridas amigas, más expertas que ella en cuestiones del corazón,
le servían de consuelo. Cuando salía con ellas había optado por ce-
nar, filosofar, pasarla bien y no volverlas locas con sus planteos,
cada cual con su cruz que bastante pesada es como para estar dan-
do el coñazo.

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9
Introspección
Sofía disponía de una licencia de unas semanas en el instituto en el
que daba clases a la tarde y a la mañana trabajaba de forma autó-
noma asesorando una escuela infantil, también dictaba cursos de
reciclaje profesional. Podía disponer de un break en sus actividades
si lo deseaba.
Se eligió un lindo hotel en la playa con Spa y se regaló una semana
de relax alejada de toda influencia humana. Solo se dejaba llevar por
la brisa del mar, las cálidas manos de un reconfortante masaje con
esencias o chocolate y se llenaba de energía con el agua del circuito
termal que disfrutaba cada mañana después de desayunar. Tomaba
el sol y se mimaba.
En esos días se dedicó a leer libros que había dejado a la mitad, a
caminar por la playa en busca de paz y a encerrarse en su habita-
ción para dormir cuanto le apeteciera.
Un par de despertares se sorprendió que durante la noche había
soñado con Santiago, el olor al salitre, la humedad en la piel lo
transportaba a su lado. Cuando abría el cortinado de su habitación y
miraba el mar, la playa le recordaba la cantidad de momentos es-
pectaculares que habían vivido juntos. De cómo disfrutaban hacer
Snorkel y como él se desvivía por fotografiarla bajo el agua nadando
entre los peces. Los atardeceres, los baños nocturnos y la luna como
testigo.
Se empezó a preguntar: ¡¡Tantos años juntos!!. ¿Qué nos pasó?.
¿Cuándo nos dejamos de querer?.

33
Santiago vuelve a Valencia
Harto de viajar, de trasnochar y principalmente cansado de estar ro-
deado de gente que no le aporta nada. Santiago decide volver a
Valencia.
El inmigrante se acostumbra tanto al vértigo que confunde bienestar
y calidad de vida con rutina.
Al comprender esa diferencia vuelve a intentar recuperar lo que
había dejado a medias. Sea cual sea el resultado de su búsqueda,
tenía claro lo que buscaba. Había subido al cielo y bajado al infierno.
Había crecido y capitalizado cada acierto y desacierto.

Por esas coincidencias de la vida o causalidades, Santiago hacia


tiempo que se hacía las mismas preguntas que Sofía. No las
exteriorizaba porque sabía que ella estaba en pareja con un buen
hombre y estaba a punto de cumplir su anhelado y merecido sueño
de ser madre.
Él empezó a sentirse a la deriva, a notar que ninguna mujer lo com-
prendía como Sofía, que no podía mantener las conversaciones que
tenía con ella. Se empezó a cuestionar su cobardía frente a la pater-
nidad y la familia.
Él era un hombre que siempre escuchaba a las mujeres porque las
valoraba y Sofía siempre le hablaba de la inteligencia emocional y de
lo cobarde que eran los hombres frente a los cambios. Él lo sabía,
expresaba abiertamente las virtudes de las mujeres, la fortaleza que
tenían, la valentía y asertividad.
Se sentía solo sin Sofía, con ella la vida tenía otro matiz, se divertía
con su humor irónico, con su espontaneidad y picardía. Ella le ale-
graba la vida.
Al igual que Sofía, no entendía que le había pasado por la cabeza
en el momento que la tenía, como no pudo apreciar todas sus virtu-
des y lo feliz que lo hacía.
Empezó a notar que la clave de la separación radicó en el peso de
los años de pareja y en la actitud que tomaron ambos. Siempre se
comunicaban todo y de golpe dejaron de hacerlo, la pareja se bifurcó
y cada cual perseguía un objetivo diferente. Pero en el fondo era el
mismo que se encontraba camuflado. Ninguno de los dos sopesó la
importancia de la relación que tenían. Ninguno de los dos alcanzó a
valorar la magnitud del privilegio de estar juntos.
Él lamentó no haberle dado ese hijo a Sofía, lamentó su cobardía.

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10
Desenlace
Sofía y Mauricio
Cuando Sofía vuelve de sus vacaciones terapéuticas tiene las ideas
más claras.
Con el dolor de su alma y tal vez dejando pasar una gran oportuni-
dad no aceptaría continuar con Mauricio, no lo amaba y no le parecía
justo para ninguno de los dos. Ella sabía lo que era el amor, lo había
vivenciado durante largos años en compañía de Santiago y ese sen-
timiento no se acercaba en nada a lo que sentía por Mauricio.
Mauricio toma sus palabras y decisión con mucha comprensión y
agradece la sinceridad y valentía de Sofía, aunque sabe que pierde
a una buena mujer.
Sofía descubre ante esta decisión que su necesidad de ser madre no
es una obsesión y que no quería una familia a la fuerza, uniendo ca-
da miembro con pegamento y sin pasión.
Él lamentaba no despertar en ella esa pasión pero se quedaba tran-
quilo de saber que lo había intentado todo y se conformaba con
tenerla a su lado como amiga. No tenían porque separarse porque
las cosas estaban claras y en su lugar. Archi adoraba a Sofía y Sofía
a Archi, que su pareja no funcionara no debía decantar en la separa-
ción de los tres, había un sentimiento más profundo que los
mantenía unidos y él aprendería a vivir sin sus caricias, con otro tipo
de amor.

Sofía y Santiago
Al cabo de unos meses todo empieza a normalizarse en la vida de
Sofía, pasada la tormenta emocional en la que había vivido estos
últimos tiempos.

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Continuaba trabajando, expresando sus emociones a través de su
profesión y vocación de enseñar. Disfrutando de la soledad de su
casa, a la que tanto temía en un pasado no muy lejano. Compar-
tiendo momentos cálidos y divertidos con sus amigas,
retroalimentándose de ellas y de su compañía.
Retoma sus clases de pilates, se reencuentra consigo misma y re-
cuerda con mucho amor, pero sin pesar, los momentos que
compartió con Santiago. Lo mucho que él le aportó a nivel personal.

Mientras a Sofía le sucede todo esto, paralelamente Santiago vuelve


a retomar su profesión y negocios en Valencia después de ese año
sabático que necesitaba, nunca se había podido permitir despojarse
de las responsabilidades, desde muy pequeño le tocó perder la ino-
cencia para hacerse cargo de problemas de adultos por cuestiones
de enfermedad familiar.
Se entera preguntando (de forma casualmente intencionada) a una
amiga de ambos, que Sofía estaba sola, él nunca había dejado de
tener contacto con ella, pero no encontraba la forma de abordar el
tema de su vida sentimental, en definitivas era algo que a él supues-
tamente no le competía.
Esta amiga de Sofía presiente, intuye como buena mujer las inten-
ciones de Santiago y sabe los sentimientos de Sofía hacia él y
aprovecha para tratar de intermediar, porque sabía que el orgullo de
ambos sería un obstáculo a la hora de reencontrarse. Los datos que
le proporcionó a Santiago fueron bastante estratégicos y si no reci-
bía el mensaje era tonto, se lo sirvió en bandeja sin quedar al
descubierto.
Con esas piezas del puzzle a Santiago solo le quedaba armar un
plan para recuperar a Sofía.

Santiago no contaba con la carta del romanticismo, pero lo dejaba


tranquilo el saber que no era un impedimento para reconquistar a
Sofía, ya que a Mauricio no le había dado resultado. Él tenía algo a
favor mucho más poderoso: la química del amor y los años compar-
tidos.

Como buen estratega y hombre juicioso e inteligente, (cuando deci-


día alcanzar sus objetivos, no había nadie que lo parara), decide
dar el gran golpe al corazón de Sofía aprovechando la oportunidad
de la boda de un amigo en común.

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Sofía a su vez sabía que él iba a la boda y por eso se puso más
guapa que nunca.
Ambos sentían mariposas en es estómago de pensar en encontrar-
se, como si no se conocieran de nada.

En la boda
Al entrar en la iglesia hacen su primer contacto de intercambio de
miradas como si fueran adolescentes. No hay edad para el amor y
siempre los enamorados se comportan como niños.
Ella estaba fina pero infartante, con un vestido largo y un escote dis-
creto. Ella contaba con una carta importante: sabía lo que a él le
gustaba y seducía en una mujer y utilizó toda su artillería como la
primera vez, cuando se enamoraron con 19 años.
Él estaba elegante, sin perder su toque de personalidad y bohemia
que a Sofía tanto la impactaba, sal asonado con un alo de misticismo
que le daba ese año sabático recorriendo Europa.
Santiago se acerca a Sofía en el momento del baile, se habían salu-
dado pero no habían hablado. Ya estaban todos los invitados de la
boda bastante alegres y era un buen momento, copa de por medio
como cuando adolescentes, para invitarla a conversar. Él sabía que
a ella la música de las bodas no le gustaba y se escaparon a la te-
rraza, bajo la complicidad de la luna de Valencia.

Y llegó el gran momento


Como en su primer encuentro hablaron, se relajaron, gozaron por
estar juntos. Ambos tenían tanto que contarse, que compartir. Él
había pasado una temporada en Londres con un amigo en común y
fue la excusa para empezar la conversación. Hasta que poco a poco
se fue rompiendo el hielo y empezaron a hablar de sus sentimientos,
emociones, sobre la vida, sobre ellos, su relación y necesidades.
Sobre cuanto se amaban y lo cerca que estuvieron de perderlo todo.
Fuera de cualquier tipo de reproche prevalecieron las sensaciones
de ambos, la química que siempre emanó entre ellos.
Hablaron sin tapujos, con sinceridad, con el corazón en la mano. El
tiempo no había pasado entre ellos, solo se reencontraron y se vol-
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vieron a elegir, se reconquistaron, se volvieron a enamorar con ma-
yor profundidad por el conocimiento uno del otro, pero con la pasión
del enamoramiento.
Era perfecto, el mundo había conspirado a su favor. Estaban juntos y
seguros del camino que querían transitar, la bifurcación se había
vuelto a convertir en un solo trazo y la historia de sus vidas la volve-
rían a escribir juntos a partir de ese mágico momento.

LAS DECISIONES QUE TOMEMOS EN LA VIDA PUEDEN


CAMBIAR MUCHAS COSAS, (PERSONAJES, LUGARES,
MOMENTOS). PERO NUNCA LA ESENCIA DE LO QUE SOMOS Y
PERSEGUIMO. NO EN EL CASO DE SOFÍA Y SANTIAGO.

En la actualidad Sofía y Santiago son padres de una hermosa niña


Colombiana de 3 años de edad y están a la espera de adoptar a dos
hermanitos Españoles.
Su niña es muy vivaz, está muy estimulada por el amor y dedicación
de sus padres. Ha cambiado sus vidas, la ha llenado de pasión y
gozo.
Son felices, unos papás implicados en la educación y crianza de su
hija, dulces y generosos.
Seguramente pasarán por otras crisis personales y de pareja, por-
que la vida está llena de obstáculos que la hacen más interesante.
Pero el que no sufre o padece en algún momento es porque calla.
Todos llevamos una cruz y superar los malos tragos te engrandecen
como persona.
Sofía y Mauricio con errores y virtudes viven tal cual lo habían so-
ñado.

Apenas fueron papás se mudaron de Valencia. Se radicaron en un


pequeño pueblo de la sierra de Cuenca, cerca de la desembocadura
del río Cuervo. Allí viven en una casa rural muy cálida, con su chi-
menea a leña para los inviernos nevados y con varios cuartos
acondicionados para hospedar a sus amigos

Disfrutan de la playa en cuanto pueden, los tres adoran el mar.


Sofía y Santiago continúan con sus respectivas profesiones pero de
una manera diferente, más distendida y utilizando el ordenador como
herramienta para estar en contacto con el mundo laboral y profesio-

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nal. También dictan unas horas de clases en un pequeño colegio de
la sierra.
Tienen una hermosa casa, comodidades y pocos lujos. Lo impres-
cindible para que nada les falte, alejados del consumo y el egoísmo
de la gente, solo se rodean de sus fieles amigos, entre ellos Mauricio
y Archi que suelen pasarse largas temporadas en casa de Santiago
y Sofía.
Mauricio se había convertido en un buen y fiel amigo de ambos y
gracias a esa amistad conoció a su futura esposa, una amiga de So-
fía con la cual comenzó una hermosa y sana relación.

Sofía Y santiago siempre escogieron el camino mas complicado y


buscaron ser diferentes, más libres y genuinos. El destino siempre
les marcaba el paso y ellos se regían por el corazón, la intuición y los
sentimientos.
Ellos sabían lo que perseguían y se habían hecho cómplices de su
destino. Recuperaron su tan ansiada pasión de vivir a través de la
felicidad que le proporciona el amor de su niña y la disfrutan sin re-
nuncias, ni postergaciones con sus más fieles amigos.
Para definirlos a Sofía y Mauricio me quedo con la frase: la vida es
una cuestión de actitud
Hasta que no comprendamos esto, nada va a cambiar y viviremos
justificando nuestros males autoprovocadas por no asumir la culpa
de nuestra infelicidad.
Motivos hay muchos para excusarnos ante la vida o lo demás. Pero
debemos ser sinceros con nosotros mismos para saber identificar lo
que perseguimos. Equivocarnos y arriesgarnos todas las veces que
sea necesario y aprender de esos errores.
Mauricio y Sofía no han tenido suerte, la han buscado.

Para finalizar una frase:


“Nosotros somos hechos de la misma materia que los sueños”.

SHAKESPEARE

Fin

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