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Juego de simulación.

La ley electoral del año 1912

Seis historias de vida

1. Juan Fernández

Mi nombre es Juan Fernández. Llegamos de España a fines del siglo pasado, mi padre, mi madre y
mis hermanos. Fuimos a vivir a un conventillo en el barrio de La Boca. El mismo en el que hoy seguimos
viviendo. Y fue allí mismo, en el patio del conventillo, donde por primera vez escuché, leído por un vecino
español, un artículo de La Protesta. Pocos sabemos leer. Por eso es común que en las noches nos
reunamos todos, hombres, mujeres y chicos a escuchar y opinar sobre lo que pasa en el país y en el
mundo.

Las concentraciones que se organizan todos los años para conmemorar el 1º de mayo, las huelgas
y las manifestaciones callejeras, casi siempre terminan en represión y violencia, con presos, heridos y
algunas veces también muertos. Por eso en el conventillo esperamos con ansiedad el regreso de todos los
compañeros. Las leyes dictadas esos años, la de Residencia y la de Defensa Social, son una permanente
preocupación para todo aquel inmigrante que se dedica a luchar contra la explotación y la presión capitalista.

Hoy todos discuten la reforma de la Ley Electoral. Los partidos políticos, los ricos y los pobres, los
que pueden votar y los inmigrantes a quienes no les interesa naturalizarse. También las mujeres, que no
votaron nunca y a quienes nadie tiene en cuenta en esta situación.
Sin embargo, yo no creo que estos políticos cínicos, desvergonzados e impostores quieran realmente alguna
reforma. Por eso, los pocos ratos libres que me deja mi trabajo en el puerto, prefiero dedicarlos a repartir La
Protesta entre mis compañeros y a denunciar esta farsa. Los trabajadores no podemos esperar nada bueno
del parlamento burgués.

2. Antonio Víttori

Mi nombre es Antonio Víttori. En 1880 mis padres dejaron Italia aprovechando las facilidades que la
Argentina daba a los inmigrantes. Instalados en el campo, lograron arrendar algunas hectáreas. Allí nací yo
y mis cuatro hermanos.

En 1889, unos matones al servicio del Régimen asesinaron a mi padre al salir de una reunión de la
Sociedad de Socorros Mutuos que había organizado con sus paisanos italianos. Al poco tiempo nos
trasladamos a Buenos Aires con mi madre y mis hermanos esperando encontrar trabajo.

Me empleé primero como mandadero en un almacén vecino al conventillo donde vivíamos y más
tarde, gracias a la recomendación de un vecino, pude entrar de aprendiz a una imprenta. La misma
imprenta en la que aún hoy sigo trabajando, pero ahora como encargado. Con mucho esfuerzo pude
terminar la escuela. Mi máxima aspiración era seguir estudiando para llegar a ser abogado como Alfredo
Palacios. Pero no pudo ser.

Las necesidades no vinieron solas. También viví el fraude y la violencia. Pero, poco a poco fui
comprendiendo cuáles eran mis derechos como trabajador y como ciudadano. Lo aprendí gracias a las
manifestaciones por mejores condiciones de trabajo que organiza el sindicato y a los cursos que se dictan
en la biblioteca del Partido.

Hoy toda la sociedad discute la Reforma Electoral. Yo creo que el Régimen, para evitar un estallido
social, se ve obligado a establecer el voto universal, secreto y obligatorio. Pero, más allá de sus intenciones,
no podemos desaprovechar esta oportunidad histórica de expresar nuestra opinión y hacerla valer a través
del voto. Los trabajadores necesitamos hombres honestos que nos representen en el Congreso para que
dicten leyes que nos protejan frente a los patrones. El Régimen se olvida de que nosotros también somos
ciudadanos.

3. Lautaro Martínez Suviría


Mi nombre es Lautaro Martínez Zuviría. Fui presidente de la Bolsa de Comercio en varios periodos.
Invitado por el presidente de la República, formé parte de muchas comisiones estatales, entre ellas la que
revisó las tarifas aduaneras y la que estudió la organización de las actividades en el puerto de Buenos Aires.
Soy dueño de muchas hectáreas en la Provincia de Buenos Aires, ocupo la vicepresidencia de una
compañía de seguros y la dirección general de un banco. Poseo, además, muchas propiedades en la
Capital Federal.

En este momento se abre en Buenos Aires un gran debate. Todos los diarios le dedican la mayor
parte de sus páginas. Las reuniones sociales se han convertido en discusiones muy acaloradas y
conflictivas: viejos amigos enfrentados, familias enteras peleadas entre si.

Yo creo que en momentos críticos como éstos, más que nunca hay que mantener alejada a la
chusma de la vida política porque no está capacitada para votar. El voto debe ser patrimonio de la gente
culta, es decir, de la gente adinerada. Nadie mejor que nosotros para representar a toda la Nación. No
cualquiera está en condiciones de entrar a la vida política y ser digno de semejante privilegio.

La forma de ejercicio del poder actual no puede estar en discusión. Este Estado, que nos costó
tanto esfuerzo construir, no debe desaparecer ni ser reemplazado por otro: peligrarían nuestros derechos.
A los revoltosos de siempre, a quienes no les interesa la grandeza de nuestra Patria ya que sólo piensan en
sembrar el caos, se le debe da una repuesta dura y aleccionadora.

4. Joaquín Cuello

Mi nombre es Joaquín Cuello. Nací en Buenos Aires y soy empleado público en una oficina de
Correos, trabajo que me consiguió mi padre a través de Rosendo García, el caudillo conservador de nuestro
barrio. Mi padre siempre se muestra agradecido por los muchos favores que recibe de él: un ascenso en el
trabajo, un crédito para arreglar la casa, un lugar en el hospital durante la enfermedad del abuelo. Cuando
le pregunto si García le pide algo a cambio de tantos beneficios, no me contesta, se va por las ramas y sólo
puede decirme que admira su habilidad para hacer política y que le gusta ser invitado a los asados
mensuales que ofrece el caudillo porque se siente parte de la “gente bien“, aunque sólo sea por unas
horas.

En estos días que comenzó el debate por la Reforma Electoral, cerca de nuestra casa se abrió un
comité. Siempre que puedo me hago un tiempo para ir. Sobre todo cuando organizan algún acto porque me
atrae escuchar los discursos de Hipólito Yrigoyen. Nada tienen que ver con el paternalismo de García y con
sus frases vacías que sólo prometen favores a los amigos. Yrigoyen, en cambio, siempre denuncia la
corrupción del Régimen y exige la vigencia del voto secreto.

Los otros días, en la oficina, a propósito de una discusión con algunos compañeros sobre la
Reforma Electoral, recordé las palabras de don Hipólito y se las comenté porque los vi algo confundidos con
el tema: la oligarquía no puede seguir controlando el sistema político a cambio del soborno, el fraude y la
violencia. Es imprescindible ampliar el Estado y sanear el juego político para que todos nosotros también
estemos representados en él. La Argentina no es propiedad de la oligarquía.

5. Lucía Sánchez

Mi nombre es Lucía Sánchez. Nací en Buenos Aires, al igual que el resto de mis hermanos. Somos
hijos de inmigrantes españoles que vinieron a estas tierras con muchas ilusiones y demasiadas
necesidades. Conseguir trabajo para los varones de la familia se hizo muy difícil y por fin cuando lo
conseguían, el salario que recibían no nos alcanzaba. Así fue como me decidí a buscar trabajo para ayudar
a mi familia. Don Manuel, el dueño del taller de camisas de la esquina, me contrató para pegar cuellos en el
turno de la tarde. Tengo que reconocer que estoy un poco cansada ya que por la mañana ayudo a mi madre
en las tares de la casa y cuando vuelvo al taller, después de preparar la cena, me quedo cosiendo hasta
muy tarde para algunas clientas que conseguí en el barrio.
Los otros días, mientras lavaba los platos, escuché que mis hermanos opinaban acerca de las
ventajas que traería la nueva ley electoral ya que, con su aprobación, los trabajadores argentinos podrían
expresar su opinión mediante el voto. Yo me quedé pensando en esto y al día siguiente comenté lo que
había escuchado a mis compañeras del taller, y les pregunté por qué nosotras no podíamos votar si
trabajábamos tanto o más que los hombres. La mayoría se rió diciéndome que estaba loca; otras, muy
asustadas y haciéndose cruces, me acusaban de revolucionaria: pero una, Rosa, me sonrió con mirada
cómplice.

A la salida del trabajo, con Rosa seguimos conversando sobre el tema. Pero ahora decididas a
comenzar a luchar por nuestros derechos de ciudadanas.

6. Román Santamaría

MI nombre es Román Santamaría. La firma Santamaría e Hijos es reconocida como una de las
empresas más poderosas y mejor conceptuadas del país. Nos dedicamos al comercio de exportación de
granos, al negocio inmobiliario de compra y venta de tierras y administramos propiedades rurales en varias
provincias.

Estoy muy interesado en el debate abierto sobre la Reforma Electoral porque hay que encontrar
cuanto antes, alguna solución a las revueltas radicales y a las huelgas obreras que ponen en peligro la
estabilidad del sistema político.

Desde hace ya un tiempo, mis hijos están bien ubicados en puestos importantes del Estado, pero
preocupados como yo por la situación social que vive el país, comenzaron a hacerme ver que una posible
solución podrá ser democratizar las instituciones para así proteger mejor nuestros privilegios y conservarlos
en buena ley.

Ayer, en la cena familiar, mi hijo mayor me contaba que Carlos Pellegrini, en una conversación que
tuvo con él en el Club del Progreso al que concurre habitualmente, había hablado claramente: si
modificamos las reglas del juego político quizás la mayoría elija una posición moderada en un régimen más
abierto y legal. De este modo, a partir del ejercicio del sufragio secreto y obligatorio y del funcionamiento
de los partidos políticos, disminuiría el peligro de una revuelta social sin salirnos del marco de la ley. Sus
argumentos me resultaron sólidos y convincentes. No se puede seguir con la represión indefinidamente
para contener a los revoltosos. Hay que incluirlos en el sistema y así, por la vía electoral, neutralizar sus
demandas.

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