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De Jean-Baptiste Fages en esta editorial Para comprender Para comprender a LéiStouss a Lacan Jean-Baptiste Fages Amorrortu editores Biblioteca de pscologiay piconnalisis Directore: Jorge Colapinto y David Maldavsky Comprendre Jacques Lacan, Jean-Baptiste Pages (© Baitions Edouard Privat Primera edicién en eastellane, 1973; primers reimpresin, 1987; segunda reimpresion, 2001 ‘Traduccién, Matilde Horne Revisén tenica, Mario Levin Unica edicisn en castellano euterizada por Bditione Edouard Privat, Toulouse, y debidamente protagida en todos le paises, Queda heeho al depésito que previene la ey n° 11.728. © Todas los derechos de ia een en cateano reservados por Amorrorty ed teres S.A, Paraguay 1225, piso (1057) Buenos Aires, La reproduesin total o parcial de ete libro en forma idéntisa 0 ‘moditicada por cualquier medio meinen o eleetrénio,incluyes- do fracopia,grabacién o cualquier sistema de almacenamiento y recuperacin de informacién, no sutarizada por les editores, vila Aerechos reservados. Cualquierutlizacién debe eer proviamente solicitads. Industria argeatina. Made in Argentina ISBN 950.516-406-9 159.9642 Fages, Jean-Baptiste FAG Para comprender a Lacan. 1a ed, 18 relmp.- Buenos Aires : Amorrort, 200) 170 p.; 18x12 em. (Biblioees de pseslogta y paleoanslise) ‘Freducsin de: Mati Horne ISBN 950.516-405-9 L.Mulo- 1. Picoandlisis Improso en los Tallees Grifcos Calor Bf, Paso 392, Avellaneda, provineia de Buenos Aires, en noviembre de 2001, ‘Trada de esta edicign: 1.500 ejmpleres. Prdlogo Supongamos que un reportero, micréfono en mano y magnetéfono en bandolera, se pasea entre alumnos de ligco de Glkimo aio o que, junto a un quiosco de perié= dicos, interpela a lectores del Express, de Dépeche, Le Monde, Le Figaro o Le Nouvel Observateur: «Ha ofdo hablar usted del doctor Lacan?y. «Ah, sf, el es- tructuralista del psicoandlisis...>. En virtud de un estereotipo comparable, Roger Clamant convoca a Lacan en un opiisculo: Les matinées structuralistes! Eironiza sobre nuestro autor: «A sus anchas en el ciosismo y la galanterfa, se caracteriza por un pesitni ‘mo seereto en cuanto a la trascendencia de su men- saje: Si se solaza en el hermetismo, es en la medida en que esté persuadido de que sus descubrimientos pertenecen a lo fragils? En lo que a nosotros concieme, siempre hemos tinguido los andlisis estructurales, diseiplinas cienti- ficas derivadas de la lingistica moderna, de las ideo logfas estructuralistas, que son por sobre todo crea- ciones de opinién pablica cA titulo de qué podria conferirse el rétulo de estruc- turalista a la bisqueda psicoanalitica de Lacan? ¢Se trata acaso de una prolongacién de la ideologia llamada «estructuralismo> con todas las combinacio- nes que recubre: tanto la etologia de Claude L& 1 Patis: Robert Laffont, 1970, con una eIntroduceidn erties» por Albert K, 2 Tbid, pg. 2. Vi-Strauss, como las filosofias de Michel Foucault y Jacques Derrida, la lingiifstiea moderna y la retéri. ‘ea general, las teorfas literarias de Roland Barthes y Trvetan Todorov? :O seré una nueva rama de la investigaci6n cientiiea donde conflayen los dos ramales del psicoandlisi y la lingiistca? Aqui el i. nico testigo se pronuncia por la negativa: «Es ver- dad —y hay que reconocérselo— que esta ambicin de cientificidad no ¢s tal vez en Lacan més que un truco de ilusionista».* Empero, un problema serio no se resuelve a fuerza de ingenio verbal. Al amparo de tun consumado arte del cilusionismos, Lacan se pro- pone fecundar el psicoandlisis por medio del analisis ‘estructural y predica un eretorno a las fuentes», es decir una relectura del texto freudiano, De ahi que cl problema fundamental no sea ya el de la legitimi- dad de un rétulo, sino el de la validee de un enfoque aque se pretende cientifico. Problema siempre dificil toda vez que sc fecundan dos disciplinas, dos meto- dologias: en este caso, el psicoanilisis y la lingiiistica Las respuestas a estos interrogantes: gciencia o ideo- logia, ciencia del ilusionismo o fragil preciosismo, re- torno a las fuentes del psicoandlisis © proliferaciones bizantinas...?, las pediremos al propio Jacques La- can. ¥ esta serd la primera parte de nucstro estudio: el discurso de Lacan. Se trata del lenguaje, del discur. $0 en acto, en este caso el propio discurso de Lacan, Procuraremos traducirlo sin incurrir en excesivas trai- ciones, Fieles al plan de nuestros primeros estudios so bre ef estructuralismo,* haremos de esta traduccién tuna vulgarizacién, ¢Acaso traducir no es operar uns conversion de un cbdigo 2 otro? Vulgarizar es ante 8 Bid, pig, 6. 4 Comprendre le structuralime, Pais: Privat, 1967, y Le struc furallsme en proces, Pars: Privat, 1968, todo descifrar, decodificar un lenguaje instaurado en- {re miembros de una institucién dada —en nuestro caso la institucién congrega a Lacan, a sus oyentes y 4 lectores habituales— para someterlo luego a un hdigo distinto, eventualmente més amplio: en este {as0, el c6digo del «gran pilbicon, el de los lectores no iniciados que quieren «comprender algo. Este discurso de Lacan —este proceso reconstruido della investigacin lacaniana— id de la intuicién p mera del psicoanalista hasta las nuevas descripeion de las formaciones del inconsciente (segén la metéfo- ray la metonimia) 1. Del espejo al Eaipo, 2) El lenguaje. 3. La necesidad y la demanda 4 La metéfora y la metonimia, Je4 del primer lenguaje de Lacan, de aquel que dice y describe el inconsciente, a su segundo lenguaje, al retalenguaje,* a aquel por el cual Lacan, coronando si propia investigacién, asigna a esta un lugar en la celtura de nuestro tiempo frente: 5. Al psicoanaliss. 6 A la lingiistica A decir verdad, estos dos tiltimos capitulos serén a la ver discurso de Lacan y discurso sobre Lacan. En rea- lidad, ser& dificil separar lo que dice Lacan de lo que 5 Lor lectores de nvestros dos trabajor precedentes podein Aistingur sin dficultad el lenguaje-bjeto, es decir cl lems tomado somo objeto de estudio, del metaleneuaje, e¢ decir fl utllaje terminclégico que permite exte estudko de! lenguaje~ ‘objeto. Por ejemplo, Ia gramstiea es um metalenguaje aplicado al lenguaje hablade, objeto de estudio, 9 al respecto podemos decir nosotros. En estos dos citi ‘mos capftulos seremos nosotros quienes nus encontra, Femos en posicién de coronamiento; Lacan ejecutars la parte esencial del trabajo accionando la cuerda de descenso, pero nosotros debemos sostener la. cuerda gue la asegura. La segunda parte de nuestro estudio seré exclusiva. mente, por nuestra cuenta y riesgo, diseurso sobre Lacan, a saber un andlisis de sus Eeris segin nuestro método, estructural y ret6rico, La idea de proceder de esta forma nos fue inspirada por las miiltiples ext ticas relativas al esoterismo, a las ambigiedades, a1 preciosismo de la escritura Tacaniana, El esoterismo debe ser despejado, las ambigtedades dlsipadas, los reciosismos reducidos. Podemos admitir que Lacan Sea esotérico, pero nos rehusamos a priori a consid. rarlo ininteligible y a lamarlo incomunicable. Ha ha. blado para circulos restringidos, ha escrito sin dda para un pequeiio néimero de lectores, pero ha optade Por romper el silencio y comunicar. Solo la Iocura es affsca en su soledad y solo la experiencia mistica es inefable en su intimidad, Comunicar equivale a situar= se en algin lugar entre estos dos silencios. Y a la vez en algin lugar entre uno mismo y sus interlocutores La comunicacién no suprime necesariamente la dis tancia entre el que habla y el que escucha, el que res onde. La comunieacién es un juego de las diferen. Cias, una individualizacién de esas diferencias: El que toma la iniciativa va a Ta cabeza de sus interlocutores hrasta el lugar en que estos pueden distinguirlo, oftlo, percibir su originalidad, es decir sus diferencias: Guienes miran, escuchan, deben acortar la distancia sin gue ello implique que deban suprimirla. Si el in. terlocutor quiere a toda costa perder su propia dife. rencia, su originalidad, ese interlocutor «choca 0 se compenetray. Y a ese echoque» 0 rancios olores miticos. De aht Jos inventarios impresionistas en el mas alto grado, Por ejemplo esta frase, extraida al azar de los Ecris: «cLes derits em portent au vent les traités en blanc @une cavalerie folle» (Los escitos arrebatan al viento los tratados en blanco de una eaballeria loca)," nos sugie re connotaciones de poesia métrica, hasta ritmiea (vent/blanc), burla de si mismo (eseritos en gene- ral/Ecrits de Lacan), acumulacién impetuosa (trata. dos en blanco, cabalieria loca), arbitrariedad supre. ‘ma del lenguaje (tratados en blanco), esteticismo mis allé del escepticismo, etcétera, Para allanar tales dificultades, para evitar descripcio- nes fantasiosas, intentaremos descubrir las instancias en los «lugares» privilegiados donde normalmente cllas se inseriben: 10s calificativos y los superlatives, os comienzos y las conclusiones. Esta segunda parte, el discurso sobre Lacan, cconst- tuird entonees un proceso al autor? Quiz sucumba- ‘mos a la tentacién, si bien haremos todo lo posible por evitar tal_presuncién, Nuestro estudio tendré. como Sinica aspiracién reconocida ensayar métodos de and. lisis sobre el lenguaje lacaniano, ya que este lenguaje se ha expuesto a la comunicacién piblica, zCudnto més grande que la reducida, o mejor dicho traducida, quedars, al cabo de estos ensayos, de estos proce. ientos, la parte de irreductibilidad del lenguaje exa- minado? 7 Pag, 27 2 1. Discurso de Lacan 1. Elespejo j Marienbad! Los cinéflos se sentirdn tentades de atri- buir a Jacques Lacan el don de la premonicién, 0 el de la adivinacién a Resnais. El hecho es que fue en Marienbad, el 31 de julio de 1936, donde, en opor- tunidad del XIV Congreso Internacional de Psicoana- lisi, el doctor Lacan hizo una sorprendente entrada en Ia escena del movimiento psicoanalitico promuncian- do su conferencia «El estadio del espejon," y el otro hecho ¢s que Alain Resnais, en su enigmético film Lannée demiére @ Marienbad (1961), juega insis- tentemente con el motivo del espejo de infinitas ima genes. « estadio del espejo». Este descubrimiento primor- dial serd también el tema de una segunda comunica- cién de Lacan hecha el 17 de julio de 1949 al XVI Congreso Internacional de Paicoandlisis reunido en Zurich: «Bl estadio del espejo como formador de la 1 Bn evanto a datos biogrficos, puntualicemos simplemente que Jacques Lacan nacio el 13'de abrit de 1901 en Pari, (ue Cursé extudios de medina y més tarde de psiquatra, y {que en 1982 presenté su tess de doctorado: «La psyche par ‘anoiaque dans les rapports avec la personnalité, en la que faminaba unos teinta casos. La comunieacién de sus inves ligaciones Hlega a circulos cada ver mis vasts: clinica de la Facultad en el hospital Sainte-Anne, Seminario de la sexta see- clin de ia Ecole Pratique des Hautes Rtudes y, en 1966, yu Bliacién de los Feris. Rompe ex 1952 con ia Asociacién Ine ‘emacional de Paiconnslsis(fundada por Sigmund Freud en 1912) para fondar, en 1953, la Ecole Freutienne de Pars 13 funcién del yo (je)>2 Imaginemos a un nifo de seis meses de edad a quien se pone frente a su imagen Desde el primer momento le concede privilegiada im- portancia, ensaya en direccién a ella una serie de ges. tos, se entrega a una mimica gjubilante>. Una nifita desnuda llega incluso a indicar, con un gesto, que ca rece de falo. Toda esta actividad puede protongarse hasta la edad de dieciocho meses. Tres ctapas se delinean: 1, En un principio el nifio reaeeiona como sila ima. gen presentaca por un espejo fuese una realidad o al menos la imagen de otr. 2, Més tarde, el nifio cesar de tratar a esa imagen como un objeio real, ya no intentard apoderarse de quel otro que se esconderia detris del espejo. Hasta ahora, las reacciones del bebe no difieren de las del mono, salvo por una mayor... lentitud. 3, Mas he aquf que en una tercera etapa el nifo Nega a reconocer en ese otro su propia imagen. Tritase de tun proceso de identificacién, de una conquista pro gresiva de la identidad del sujet. Esta identificacién primaria del nifio con su imagen «3 algo asi como el origen de todas las demés identi- ficaciones. Es una identificacion «dual», es decir re- @ucida a dos términos (el euerpo del nifio y su ima- gen), y es inmediata, «narcisista» diria Freud. Lacan, ateniéndose lo mas posible a la etimologia del término, Ia ealifica de émaginaria: imaginaria porque el nia se identifica con un doble de sf mismo, con una imma 2 Reoue Frengaite de Psychanalse, vol 4, octubre-dciembre de 1949, pig. 449 y sigs. [eEl estado de} espejo como formaéer fe In funeién del yo tal como se nos revela en Ia experiencia psieoanalitcas, en J. Lacan, Lectura estructuralita de Fre México: Siglo Veintiuno, 1971. (N. del E.)) u“ gen que no es él mismo, pero que le permite recono- cers, ¥ al hacerlo, ha lenado un vate, una esr ap entre los dos términos de la relacién: ef cuerpo y su imagen, Simulténeamente se pone al nifio frente a sus pares en edad. El los agrede 0 Tos imita, intentando dominar- los, Juega a que los decapita, os descuartiza 0 despan- aurra, y a falta de pequetios seres humanos, se ejercita con mufiecos. Pega y dice que le han pegado, ve caer 4 otro y llora. Ahora bien, esta relacién agresiva es homéloga a la del cuerpo frente a la imagen del es. pejo. Es «duals, se caracteriza por la indistincién, la confusién entre si misino y el otro. En definitiva, es alienante, porque el sujeto nifio no tiene ninguna distancia frente a su doble (imagen del espejo 0 ni- fio-otro), y confunde su cuerpo y el de su semejante; «ste tltimo es tratado como un doble. Esta relacién con el espejo' y esta relacién agresiva frente a otros nifios tienen rasgos en comtin con la re- lacién primera frente a a madre. El nifio, al princi- pio, no desea solamente ser acariciado, amamantado, cuidado por la madre. Desea ser su todo 0 més exac, tamente su complemento; desea ccupar el lugar de lo que a su madre le falta: el falo. Se vuelve, por asi de- eirlo, deseo del deseo ce su madre. También aqui hay relacién dual e inmediata, indistinciGn, identificacion narcisista, alienacién, Otros tantos rasgos del orden imaginario, Henos aqui, pues, frente a un primer drama de la existencia, de la constitucién del ayo> (je). Por una parte, el estadio del espejo constituye el advenimien to de una unidad, de una subjetiidad cenestscas, permitiendo una primera experiencia de localizacién del cuerpo. Y por otra, determina una alienai, una 8 Bp términos lacaniance: relacion expecula, 5 sujecion del nifio a su imagen, a sus semejantes, al deseo de su madre. Lo imaginario no es todavia lo sim bético. Pronto veremos la singular importancia que adquiere esta distineién en el discurso de Lacan. Este andlisis del estadio del espejo arroja nueva luz sobre el dificil problema de las psiosisinfantiles. La- an introduce aqui el tema del cuerpo propio. El nfo no distingue realmente su cuerpo del mundo circun- Gante. Pero entre los diecséis y los dieciocho meses tercera etapa del estadio del espejo— al identificar- se con una imagen que no el, termina por reconocer- se, por captar la forma global (la guestalt) de sa cuerpo propio, en el estado de una imagen exterior de su cuerpo. De este modo el sujeto se anticipa a su propia maduracién, Empero, en esta fase de la construccién del sujeto, en este reconocimiento imaginario del cuerpo propio, puede producirse una ruptura. Vernos asi nifios psicé- ticos angustiados ante la vista de su imagen, tratando de huir, o de Io contrario completamente anonada- dos, petrificados. No pueden soportar la mirada de las demas personas en el espejo. Esa impotencia para re- ‘conocer su propio cuerpo, ese rechaz0 de la imagen, constituyen tna fijacién en el estadio anterior a la fa: se del espejo, una regresién al estadio del cuerpo frag- mentado, «Este cuerpo fragmentado (...) se mucstra regularmente en los suefos, cuando la nocién del ané- Iisisalcaniza un cierto nivel de la desintegracién agre siva del individuo. Se presenta entonces en forma de miembros desunidos, de esos érganos fijados en exos- copia que se alfan y se arman para las persecuciones Intestinas que inmortalizb para siempre en la pintura cl visionario Jerénimo Bosch en el ascenso al cenit imaginario del hombre moderno>.* 4 J. Lacan, Berit, 1966, pig. 97 16 Franuear victoriosamente la tercera etapa del esta- dio del espejo, es decir, integrar su imagen a su cuerpo propio, es pues decisivo para la constitucién del sujeto. Empero, todo parece entonces evanescen- te, marginal. La cosa solo se manifiesta en un «inter- cambio de miradas»: «lI nifio se vuelve hacia aquel que de alguna manera lo asiste, aunque no haga otra cosa que asistir a su juego».* ¥ sobre todo nadie po- dria decir absolutamente nada acerca de lo imagina- rio, si este no estuviese referido a la cadena simbélica. Gonviene explicar el sentido de este segundo térmi- no, que Lacan distingue claramente del primero, lo imaginario. Para comprender el acceso al orden simbélico es pre- ciso retomar con Lacan el tema freudiano del Edipo, «decir de la relacién con las diferenciaciones sexua- les, Blestadio del espejo con la relacién de indistincién del nifio respect de la madre era el primer tiempo de Ia relacién edipica: El i deseo de la madre, con el falo. Mas he aqui que en un segundo tiempo interviene el padre, como aguafies- tas, para privar al niffo de esa identificacién, y a la madre del falo: al nifio se le prohibe compartir el le cho de la madre y a la madre, la recuperacién del ni- fio. Este segundo tiempo del Edipo es, por lo tanto, encuentro de la Ley del padre. El tercer tiempo seré la identificacién con el padre. Aqui es precisamente donde se opera el ingreso en el orden simbélieo, el orden det lenguaje. En efecto. el papel principal del Padre no es el de la relacién vivida ni el de la procreacién, sino el de palabra que signifi- ala Ley. «Es en el nombre del padre donde recono- ceremos el fundamento de la funcién simbétiea cue, desde los confines de los tiempos simbélicos, ientifiea 5 Ibid, pig. 70, ” ‘su persona con la figura de la leyo,* Bs preciso en pri- ‘mer término que la madre reconozca al padre como autor de la Ley, mediante lo cual el nfo podra reco- nocer el Nomibre-cel-Padre, Si la madre reniega de Ia funcién patema, y si el nifo rechaza la Ley, lo ima- ginario persiste, ¢s decir la sujecion del nifio @ la ma. dre, Sila madre y el nifio aceptan la Ley paterna, el nifio se identifica con el padre como con quien es po- seedor del falo. El padre, por asi decirlo, vuelve a colo- car en su lugar el falo: como objeto deseado por la madre, como objeto distinto del nif. Esta restaura- cién es una castracién simbélica: el padre castra al nifio diferenciéndolo del falo y separndolo de la ma- dre. El nifio debe aceptar que esa castracién le sea ignificada. Mediante esa aceptacién —esa identifica. cién con la Ley, con el padre— el nifio entra en la constelacién, en la triada familia, y encuentra en ella su justa posicién, Supera Ia relacién «dual» con Ia madre, deviene sajeto distinto de los otros dos, se ha liberado, ha adquirido subjetividad. Bl nifio penetra es en el mundo del lenguaje, de la cultura, de lizacion, El lector puede ahora denotar su sorpresa: ¢Se nos ‘entonces del lenguaje al falo y del falo al len- ? Ocurre que hemos legado precisamente a uno de los puntos originales y fundamentales del anslisis lacaniano. El afalo» no se reduce al sexo biol6gico, ppara el cual Lacan reserva el término epenes. El falo ¢s un significante, un significante metaforico, es meté- fora patema, Toda metifora, segiin Lacan, es una «susti nificante>, una sustitucién de significantes. Para com- prender tal definicién tomemos un ejemplo corriente €l calificativo feén para aludir a un hombre valiente 6 Ibid, pa. 278, 18 Restablezcamos ahora el mecanismo de la sustitucién. Si enunciamos «hombre valiente>, obtenemos la re- Iaci6n: '§ (Significante) Enunciado vocal: hombre valientes 5 (significado) Significado de hombre valiente La metéfora edn introduce un significante nuevo: §. Este segundo significante hace que el primero, S, y, su significado s pasen por debajo de la barra de ignificacién; leén significa el antiguo significant, el enunciado vocal «hombre valiente> y al mismo tiem- po el significado: hombre valiente. Para ser mas pre~ cisos, significa implicitamente el antiguo significante (el enunciado vocal chombre valiente>) aunque ex- pulsindolo (nos vemos forzados a restablecerlo me talmente) y, por asi decirlo, hace descender al signi- ficado més profundamente (para redescubrirlo se re- quiere un segundo ejercicio mental) Volvamos al psicoanilisis: El nifio que desea el con- tacto permanente con la madre, la identificacién con la madre, tendré la experiencia de sus ausencias. La madre est. ausente porque esté con el padre, porque interviene la Ley del padre, porque el padre detenta el falo. De abi, crisis de Ia identificacién con Ia ma- dre, crisis de lo imaginario. El desenlace de esta crisis en el nifio serd la aptitud para nombrar la causa de Jas ausencias de la madre, para nombrar al padre y al nombrarlo integrar su Ley. El Nombre-del-Padre jue- ga el papel de una metéfora: es el nuevo significante que ha expulsado al significante anterior, que ha causado Ia Ausencia de la madre y que, por ast de- cirlo, hace descender hasta una profundidad mayor (lo hace descender hasta el inconsciente, para ser is precisos) el significedo del falo. 19 Podemos ahora tomar con alguna libertad” el esquema propuesto por Lacan (en una reinterpretacién de un caso estudiado anteriormente por Freud: el caso del presidente Schreber) S (significante metaférico) $ (significante primero) § (significante primero) “s (significado) Simplificando ante primero, la operacién de- ja subsistir a 5°, significante metaf6rico, y al signifi. ado 5, este ilimo confinado en el inconsciente (1) Todi esto puede transcribirse mediante la f6rmula fia (t) que traducida a términos psicoanaliticos daz Nombre del Deseo de padre (S') lamadre Nombre /Inconsciente ———— dat (—_ Deseo de Significado Padre Falo Ja madre para (S) el sujeto En el estadio del espejo y en la tercera etapa de este cstadio (identificacién con la imagen, con la madre) el nifio, dijimos, desea ser el Falo, desea por Io tanto ser el objeto del deseo de la madre. Esta tercera etapa del estadio del espejo ¢s asimismo el primer tiempo del 7 Libertad que el propio Lacan astoriza, a jusgar por au toro burlin en el «Prblogo> a jacques Lacan, de A. RiffletLemsite, Bruselas: Dessart, 1970, pigs. 16-17. (Lacan, Barcelona Bahasa, 1971). Cf, la formula exacta en Bert, pig, 587. 20 Rdipo. Interviene el padre con sus prohibiciones (se- tiempo del Edipo): El padre impide la fusién Gel nifio y 1a madre; priva a uno y otra del falo, castra al nifio de su deseo. El nifio ingresa entonces normal- ‘mente en el tercer tiempo del Edipo: renuncia a ser Ia totalidad del deseo de la madre, renuncia a ser om- nipotente; acepta la Ley paterna que lo castra y lo limita y termina por nombrar al Padre; al nombrar ab Padre nombra al objeto de su deseo, el falo, pero nom- bra metaféricamente a ese objeto confinado en el in- consciente. El Nombre-del-Padve es un sustituto me- taférico, un simbolo. Por lo tanto, al término del Edi- po elnifo tiene acceso al orden simbélico. En términos freudianos, la identificacién con la Ley del, padre serfa secundaria, mientras que la identifieacién con Ia imagen, con Ia madre, seria primaria, Podemos pues reconstituir y esquematizar el trayecto desde el Espejo hasta el Edipo: 1P etapa: La imagen real de otro; la smadre-otro Beads a 2 etapa: La imagen no es més que Jmagen; la made ireali- Espejo imag 1 tempo: [8% etapa: Identificscién com ox pro Baacio pia imagen, identification al fon la madre (eidentifiea- Baipo én primarise) 2% tiempo: Prokibicién del padre, casvacién 3 Gempo: Acceso al Nombre-de den simbélico” («identifi 2. El lenguaje En Més allé del principio del placer, Freud descr be ¢ interpreta el juego de un nifio, consistente en hacer desaparecer un objeto mientras gta: Fort! (lo cual quiere decir: jLejos!), y a hacerlo luego reaps. recer, exclamando j Da! (jAgut esta!). Segin Freud, este juego ilustra la compalsién de repeticicn, es de. cir la necesidad insistente, recurrente, cocritiva, aun cuando no sea deliberadamente buseada, de realizar un acto que suele ser contrario a los deseos 0 a la linea consciente del sujeto. En este caso, el nifio que desea. rfa la presencia permanente de la madre se previene contra las ausencias periédicas de esta, remedando, con un objeto cualquiera, la alternancia de sus partic das y retornos. Retomando el caso presentado por Freud, Lacan ve en di ela determinacién que el animal humano recibe del orden simbéticos.” (Fort! ; Da! presentan todas las caracteristicas de una altemnancia estructural: una oposicién binaria articulada de términos acentuados significa y hasta efectia la ausencia o la presencia del objeto deseado, «El momento en que el deseo se hhumaniza es también aquel en que el nifio nace para el lenguaje>. El sujeto hace algo més que dominar su privacién: cleva su deseo a la epotencia segunda» del Tenguaje. «Su accién destruye el objeto que ella hace aparecer y desaparecer en la provocacié anticipato- ria de su ausencia y de su presencia. El nifio empieza 2 eintervenir en el sistema del discurso concreto del ambiente, reproduciendo més 0 menos aproximada- ‘mente en su jFortl y su jDa! los vocablos que de él 8 1910-1922, traduceén francesa por S. Jankélévitch, Eueis de Paychenalyse, Pars: Payot, xf [En Obras competes, Ma. arid: Biblioteca’ Nueva, 3 vole, 1968, vol. 1, pigs 1097-126) 9 Berits, pig, 46. 22 recibe»." Este acceso al lenguaje implica por lo tanto ia integracién de una materia significante (fonemas: vocales y consonantes) ofrecida por el medio social y cultural. Lacan prosigue: «El simbolo se manifiesta al principio como el asesinato de [a cosa y esa muerte constituye en el sujeto la eternizacién de su deseos.!! Qué quiere decir esto? Una doble adquisicién: por tuna parte el signo, el significante —en este caso las dos interjecciones articuladas—, no es la cosa: el he- cho de que el signo de expulién (jFort!) no sea la madre, implica que el del regreso (jDa!) es del mis- mo orden que el primero, y que tampoco sea la madre. Por otra parte, el nfo es remitido a su esoledad>, a la posibilidad de ejercitar por si mismo elementos del lenguaje que ha recibido de sa medio y por ende de repetir, prolongar, . En lo que respecta a la red de los significantes, Lacan ha asim. Jado perfectamente bien Ia leccifn saussuriana: «Cada elemento toma en ella su. empleo exacto por ser dife rente de los demas». La lengua es una distribucién —un sistema— de significantes en todos los niveles, desde las més pequefias oposiciones foneméticas hasta Is elocuciones compuestas» que analiza la lingiistica moderna (frase, discurso, ret6rica...). En cuanto ¢ Ia red det significado, Lacan no es mas explicito que Saussure, pero la coloca en posicién inferior, micn- tras que Saussure la exclufa del campo de sus andliss provisionales.® La red del significado es el conjunto de los «discursos concretamente pronunciados»." Esta de- finicin se ajusta bastante bien a la de habla, que pa- ra Saussure ¢5 una variacién efectiva, personal de la Lengua (o Cédigo). Seatin Lacan, el conjunto de los significados «reactiia histéricamente> sobre la red de Jos significantes, asi como para Saussure el habla reac- tiia sobre el eédigo de la lengua. Pero el significado no tiene en cambio la consistencia que corresponderia una referencia clara a la cosa representada o ima- ginada, Bl significado permanece flotante; el conjun- to, la red a la cual se liga, carece de coherencia. Y, finalmente, solo adquiere coherencia relaciondndose con la red de los significantes. Esta sltima rige el 14 Berits, pig, 414 15 Las contadisimas indicaciones seménticas figuran en el Cours de linguistique générale, Pais: Payot, 1962, pe. 108. (Curso de lingiistica general, Buenos Aires! Losida, 4 ed 1961) 16 Bevits, pig. 414 24 ‘onjunto de los significados; la lengua rige la palabra. Bl anilisis lacaniano conduce, en conclusién, a la su smacia de los significantes. [Qué ocurre con el inconsciente que, segin acaba- jnos de enterarmos —con la ayuda de Saussure—, est& fstructurado como un lenguaje? Antes de proponer tna de sus més claras definiciones, Lacan apela re- sueltamente al descubrimiento freudiano: «En esta asuhcién por parte del sujeto de su propia historia en fa medica en que esta constituida por la palabra di- rigida al otro radica precisamente la raiz del muevo método al que Freud da el nombre de psicoanilisiss.* Profesado de este modo el retomo a las fuentes, Lacan se explica; mas vale citarlo in extenso: «Fl incons- ciente es ese capitulo de mi historia que estA sefialado ‘on un blanco u ocupado por una mentira: es el capi- tulo censurado, Pero la verdad puede ser reencontra- da; las més de las veces se encuentra ya escrita en otra parte. A saber: En Jos monuments: y esto es mi cuerpo, es decir el nicleo histérico de Ia neurosis donde el sintoma his- térico muestra la estructura de un lenguaje y se desci- fra como wna inscripcién que, una vez recogida, s€ puede destruir sin pérdida grave. 9Bn los documentos archivads también: y estos son los recuerdos de mi infancia, tan impenetrables como aquellos cuando su proveniencia me es desconocida. 9En Ia evolucién seméntica: y ello responde al acervo ya las acepciones del vocabulario que me ¢5 propio, asi como a mi estilo de vida y a mi carscter. »También en las tradiciones, hasta en las leyendas que en forma heroificada transmiten mi historia »Por filtimo, en las huellas que inevitablemente con- 7 Bid, pag. 257 25 servan las distorsiones dle la verdad, impuestas por ¢ ajuste del capitulo adulterado con los capitulos que fenmarean y cuyo sentido mi exégesis podré restable Por haber olvidado el descubrimiento freudiano de que la palabra del paciente dirigida al analista era fundamento del tratamiento, el psicoandlisis se ha fal ificado, afirma Lacan, se ha vuelto peligroso a causa precisamente del poder de sus recursos y de sus técn. as, Esnecesario volver a la evidencia primera. «Ya sea que aspire a ser agente de curacién, de formacién » de sondeo, el psicoanAlisis no posee mas que un medio: Ja palabra del paciente (....) Ahora bien, toda pa- labra apela a una respuesta. Nosotros demostraremos que siempre que tenga un oyente, no existe palabra sin respuesta aun cuando no eneuentre otra cosa que el silencio, y que en ello radica la esencia de su fun cién en el andlisiso.* La palabra es la dimensi6n ese cial en el encuentro del paciente y el analista, y sin embargo el anilisis calla, no emite sino una palabra vacia, una palabra «entre, Situacién paradéji Cada’ uno de nosotros ha tenido la experi esa especie de atraccién que ejercen en nosotros cicrtos seres a la ver discretos ¢ impenetrables, pero atentos. Experimentamos el deseo de forzar su retraimiento, de conmoverlos, de convencerles. Multiplicamos los efectos verbales, hasta hacemos intervenir las confi- dencias y, si nos descuidamos, acabaremos por perder el control de nuestras palabras. Esto nos permite com- prender la actitud del analista tal como la preconi- 7a Lacan, El analista es ante todo el que escucha y traduce. Ha- 18 Ibid, pig. 289 19 Wid, pag. 247 26 ce el papel del testigo que garantiza la palabra que tl analizado dirige a otro. No debe atraer sobre si la relacién de identificacin, hacer transferir a su cuen- ta el complejo de Edipo. Debe, por el contratio, poner al analizado en relacién con el Lenguaje, la Cultura, la Sociedad, 1o cual lo coloea en posicién de mediador. Testigo de ia relacién con otro, mediador de la rela~ «in con la Sociedad, el analista asume este papel en la medida en que representa para el analizado todos los interlocutores del pasado de este. Comprendemos mejor entonces el papel de muerto que Lacan asigna al analista. Muerto para todas las falsas certezas, para todos los espejismos del sujeto. Muerte que es un rechazo de toda transferencia a la venta personal del analista. Es expresar con un térmi= 10 radical el papel frustrador del anilisis. El paciente reclama respuestas a sus demandas y el analista se re hhisa a darlas hasta la plena resolucién del contflieto 2* La segunda escena (y su secuencia) est, por lo tanto, cen simetrfa inversa respecto de Ia primera: el minis. ‘to ha sustituido por una falsificacién la carta de la reina; Dupin la recupera sustituyéndola a su vez por tuna falsficaci6n, Pero el segundo desenlace es dife- rente del primero: el ministro ignora que la carta le hha sido escamotcada, mientras que la reina lo sabe. A lo largo de todos estos desplazamientos, cada uno de los personajes, por turno, ha sido burlado: el rey nada ha visto; la reina ha visto pero no ha podido intervenir; Ia policfa, al registrar el palacio del mi nistro, no ha podido hallar una carta que se encon- traba’a la vista de todos; el ministro, por siltimo, no se ha percatado de la maniobra de Dupin. Todos es- tos desplazamientos, todos estos juegos de engatio se han efectuado en tomo de un significante, la carta, cuyo aspecto cada uno conoce pero euyo contenido jgnora. As{ilustra Lacan los poderes, la supremacta 24 Ibid, pig. 14 30 del significante:” Lo que es més, este significante inico —primero y tltimo— cireula al amparo de la ceguera de unos y del mutismo de otros: El rey no ve la reina no puede hablar, el ministro no sabe qué debe hacer, la policia no ve al principio, etc... esto ilustra’el Ingar del inconsciente, a la’ vez muy cercano y escamoteado. Este significante tinico circu- la, efectia un trayecto y es relevado en su recorride por sustitutos: Esto ilustra la cadena del lenguaje hasta en sus aspectos (sus sustitutos) retéricos o ideo légicos. Y cada uno de los personajes, sobre todo, se determina con relacién a Ta carta: Esto iustra la ley, al predominio del significante. Nadie puede escapar a esta ley; si algunas veces se Ia olvida, Ja ley del significante no lo olvida jams. Tal es Ta respuesta del significante més alla de todas las significaciones: «TG crees actuar cuando soy yo quien te agita mer- ced a los lazos con que anudo tus deseos. Asi estos crecen en fuerzas y se multiplican en objetos que te conducen a la fragmentacién de tu infancia desga- rraday.™ En una conferencia promunciada en la Sorbona el 9 de mayo de 1957, La instancia de la letra en el in- consciente 0 la razén desde Freud," Lacan aporta una aclaracién suplementaria a esta teorfa de la ley del significante. La letra* es «la base material que el discurso concreto toma del lenguaje. En efecto, el enguaje, en el sentido més corriente del término, la lengua hablada, «con su estructura, preexiste a la en 25 Se podria incluso agregar: del lenguaje retiico © ideo- gio, ustrado por los sunt de Ta cata, 2 eis, pig. 1. 2 Ibid, pg 498-528 (Ba J Lacan, of. ct, phage 179-216 (. da'B} * Bn francés ntre significa letra» y también cartan (Wid BT) 31 trada que hace en él cada sujeto, a un movimiento de su evolucién mentalp. El sujeto se inscribe ya. en 1 cmovimiento universal» del discurso ebajo la for. ‘ma de sti nombre propio». Fl lenguaje ¢s constitutive de la cultura; distingue las sociedades humanas de las sociedades animales, de modo que la condicién hhumana se estructura segin la triada: «naturaleza, sociedad y cultura». ‘A primera vista, Lacan retoma la férmula saussurea- na cn la cual cada significante recorta el significado Ss correspondiente, —, y ello en una relacién arbitraria, convencional respecto de la realidad representada. Si hubiera relacién necesaria, no habria diversidad de Jenguas humanas. Lacan se refiere una vez més 2 Saussure para establecer : Se trata del falo como signifi- cante fundamental del inconsciente, Lacan se explica al respecto en una conferencia pronunciada el 9 de mayo de 1958 en el Instituto Max Planck de Mu- nich.” Para ello, toma como puntos de partida cua- tio problemas: «El que la nifita se considere, aunque solo sea en cicrto momento, como castrada en cuanto ella misma, quiere decir: privada de falo, y por obra de alguien, alguien que es en primer lugar su madre, panto importante, y Iuego su padres; que «més pri mmordialmente, en los dos sexos, la madre esta provis- 29 eOberturas, en Le Cra et le Cuit, Pars: Plon, 1964, pg. 9 Y sigs (Mitoldgicar. Lo crudo y lo corido, México: Fenda de Gultura Econémics, 1968.) 0 Berts, pigs. 685-85. B ta de falo como madre falica»; que ela significacién de Ia castracién no adquiera de hecho (clinicamente manifestada) su valor eficiente (...) sino a partir de su descubrimiento como castracign de la madres, ¥ que estos tres problemas culminen en la cuestidn de la razén, en el desarrollo de Ia fase félica>."* La. can da cuenta luego de las dificultades y oscuridades de las diversas teorfas pricoanalticas en la elucida. cién de estos problemas. Pasemos por alto las discu- siones de escuela; la argumentacién de Lacan tiende precisamente a una respuesta decisiva al establecer ta funcién del falo: «El Talo es un significante (...) destinado a designar en su conjunto los efectos del significado en cuanto el significante los condiciona por su presencia de significantes.** Volvamos al cstadio del espejo: todo acontece, en ese momento, dentro de una relacién de identifica. ign (narcisista) del nifio con la madre, en Ia que cl padre no tiene todavia un papel distinto del de la madre. Més tarde, durante el segundo tiempo del Edipo, cl papel del padre es el de una palabra ne- gadora que, por asi decirlo, cexplica» las ausencias de la madre. El nifio experimenta que él no es el falo. Todas sus demandes varfan, se multiplican y finalmente se estrellan contra esa falta-de-ser. Claro esté que cuando el Nombre-del-Padre se revela, es la ley del padre Ia que significa al nifio su falta-de-ser (el que el nifio no es el falo). Pero hay mucho més en la clave de esta falta-de-ser; se trata de Ia funcién misma del falo. Este no pertenece al orden de los objetes; emucho menos es el érgano, pene o clitoris, al que simboliza>. Es precisamente de orden simbé- lico, significante, y no puede reducirse a una natu- 31 Ibid, pg. 686. 32 Thid) pag. 680. 3 raleza, a una realidad por primitiva que sea. No sien- do objeto, no siendo realidad, sino en si mismo signo de una ausencia, designa de manera primordial la falta-de-ser. Se abre sobre una multiplicidad de ob- jetos y de demandas de objetos porque é! mismo no ts objeto. Por lo tanto, precisamente a partir de este significante fundamental comienza la larga bisqueda del hombre. 3. De la necesidad a ta demanda Segiin ta acepcién més comin, la necesidad perte- nece al orden de los requerimientos orgénicos: ne cesidad cle agua, necesidad de aire, etc.... Freud no parece cuestionar esta acepcién comin, preocupado como esté por intercalar entre la necesidad y el de- seo su nocién de pulsién. La pulsién introduce en la simple necesidad orgénica un coeficiente —una cali- ficacién —erbtieo. La pulsién se sitia on la vida bio- V6gica, orgénica, y no en la vida psiquica. Es en el organismo una fuerza constante que tiende a supri- mir cualquier estado de tensién. Solo interviene en al psiquismo consciente o inconsciente a través del relé de una representacién, Lacan designa la necesidad en correlacién con lo que analiza en forma més explicita: la falta, La necesi- dad orgénica esté relacionada con esa falta radical que es consecuencia de la salida del seno materno Desde su nacimiento, el nifio no tiene ya complemento anatémico; su falta ¢s un vacio, un hueco. una caber- tura> que, mas acé de la pulsin, suseta la necesidad orgénica, {Qué es en realidad la pulsién? Durante una intervencién en un congreso reunido cn el hos- pital de Bonneval, Lacan propone, no sin humor. tna imagen de los albores de la vida humana e ilus- 35 tra los puntos de partida de la «pulsién». Evoca ef mito del andrégino —ese ser humano primordial an- terior a la diferenciacién de los sexos— descrito por Arist6fanes en el Banguete de Plat6n. Del mismo ‘modo que el andrégino, por mandato de Zeus, se divide en dos seres sexuados, el nifio recién nacido cs arrancado de la placenta, de las membranas in- temas de Ia madre, y se encuentra separado de una parte de sf mismo. Ha perdido, por el hecho de na cer, su complemento anatémico. Y Lacan prosigue, jocosamente, comparando al nifio con un huevo cas- cado que se expande en forma de hommelette.* La pulsién es, por asi decirlo, la presiOn (poussée)** in- vasora del nifio, una presién que traduce la falta del complemento materno. Pero esta presién tropieza con Jos limites Ia clausura— de su cuerpo. La pulsién, para poder difundirse, es entonces canalizada por las onas erégenas>, que son. a su ver vélvulas abiertas hacia el exterior y... (desde ese momento) for el exterior* De esta manera la pulsién es, del mismo modo que para Freud, una calificacién erética de Ia necesidad, pero para Lacan se instala, se localiza en el organis mo de manera més precoz, antes que cualquier re- presentacién en el psiquismo. EI deseo, segiin Freud, pone en movimiento el apa- rato psiquico, lo orienta segiin la percepcién de lo agradable y Io desagradable. De acuerdo con las des- cripciones de Lacan, el deseo aparece como conse- + Juego de palabras intradueible. Hommelete: hombrecllo, hhoimineulo; omelette: tora. (N. del T-) #8 Presi: junto con la fuente, e! fin y el objeto define la pulién freudiana. (W. det R. T°) 55 «Posiciin del inconscientes, congreso del 30 de octubre al 2 de noviembre de 1960, puolicado. en Incontcient, Pass Desciée de Brower, 1966. 36 cuencia de la falta esencial que vivencia el nifio se- parado de su madre. Tiende a colmar la falta —la castracién— que implica esa separacién de la madre. Elnifio desea ser el falo de Ia madre, el deseo del deseo de la mace, el complemento de su falta. Al no poder colmar esa abertura, el deseo ird a volearse en susti- tutos de la madre, 4B deseo se produce en el més allé de 1a demanda (..+)_ pero se constituye en su més acé...2,"* no cesa de repetir Lacan. Se produce més alld de la demanda, puesto que nunca puede satisfacerla; es con respecto a ella algo asi como un torrente frente a un canal (cl lenguaje), 0, para hablar como Lacan, fren- te al cdesfiladero» de la palabra. Se produce mas ac& de la demanda porque esta, aunque remedando su frenesi, le significa su falta-de-ser radical. De ahi la instauracién de una dialéctica ilimitada; la demanda invade y escamotea el deseo, pero, incapaz de satis- facerlo, lo obliga a renacer con creciente frenesi. La demanda «evoca la falta-de-ser con los tres rostros de la nada que constituyen el fondo de la demanda de amor, del odio que va a negar el ser del otro y de lo indecible de lo que se ignora en la peticién>.** «a demanda, nos parece, designa en J. Lacan, con un término genérico, el lugar simbético, significante, donde, se aliena progresivamente el deseo primor- dial. En otros términos, pertenece al orden del Tenguaje y sustituye por To tanto el dato psiquico del placer y el biofisico de la pulsién, La pulsion. pri tiva del sujeto, ser todo para su madre —ya lo diji- mos—, es prohibida por el padre, autor de la Ley; por el padre que priva al sujeto de la identificacién con 34 Boris, he. 629, 35 Tid, pig. 275. 36 A. RifleLemaire, of. eit, pig. 276 37 la madre. Reprimida, desconocida, la pulsién es rele. vada por un simbolo, por lenguaje, més precisamente por la demanda. El sujeto se interna entonces en e} ‘edesfiladero radical de la palabra»: demanda cono- cer, poseer. Las demandas, siempre insatisfechas, re- miten a los deseos siempre reprimidos y estos deseos tejen entre sf un texto sin fin de asociaciones. Un tex- to cada vez més indescifrable a medida que otras demandas y otros deseos vienen a anudarse en dl a Jo largo de la vida. Aqui se inserta una de las raras alusiones que hace Lacan al instinto de muerte: «Cuando pretendemos llegar en el sujeto a lo que era anterior a los juegos seriales de la palabra y 2 lo que ¢s primordial en el nacimiento de los simbolos, lo hallamos en la muerte>."” Un caso puede ilustrar estos puntos de vista: el de anorexia mental 0 rechazo de alimentos de parte de un nifio. El nifo, por ejemplo, pide un caramelo: esa demanda traduce en apariencia una necesidad orgé- nica, pero més profundamente remite a una demanda de amor. El nifio demanda a la madre que le mani- fieste 0 le confirme su amor. Una madre intuitiva puede comprender la verdadera demanda y besar al nifio, rehuséndole el caramelo. Una madre menos atenta puede creer que se trata simplemente de una necesidad y conceder el caramelo 0 un pufiado de caramelos; al hacerlo no ha reconocido la verdadera demanda, Si atiborra al nifio de dulees, si satisface sus necesidades y hasta las anticipa mAs alld o mis acd de sus demandas, terminara por sofocar la de- manda de amor. Entonces, la tinica solucién para el nifio es rechazar los alimentos cuando la madre lo atosiga, a fin de hacer surgir, por una via negativa, su demanda de amor. «El nifo que es alimentado con 37 Eerits, pg. 320, 38 més amor es aquel que rechaza el alimento y utiliza su rechazo como un deseo (anorexia mental). Con- fines donde se advierte mejor que en cualquier otra parte que es el odio el que devuelve la moneda del ‘Amor, pero donde lo que jamés se perdona es la iEtamos ahora en condiciones de comprender una de las afirmaciones repetidas de Lacan: El deseo det hombre es el deseo del Otro. Con referencia a Hegel, Ia {6rmula se hace explicita: «Bl deseo mismo del hombre se constituye bajo el signo de la mediacién, es el deseo de hacer reconocer su deseo. Tiene por objeto un deseo, el deseo de otro, en el sentido de que el hombre no tiene un objeto’ que se constituya para su deseo sin alguna mediacién, lo cual se pone de manifesto en sus necesidades més primitivas por el hecho de que, por ejemplo, hasta sus alimentos de~ ben serle preparados. ..».¥ Lo que el hombre desea es que el otro lo desce: quiere ser lo que le falta al otro, ser la causa del deseo del otro. El amante siente una falta pero ignora qué es lo que le falta; el amado ignora lo que hay de oculto en él y que no obstante atrae al amante. Entre el amante y el amado hay pues inadecuacién, no-coincidencia: lo que falta en el amante no es necesariamente lo que esté oculto en elamado. El deseo esté entonces signado por una im- posibilidad esencial. La adecuacién, es decir Ia per- fecta coincidencia del deseo y del objeto, es un mito, el mito por ejemplo del andrégino, del ser que retine les dos sexos. Cuando Lacan habla de otro, del Otro, el término debe tomarse en su sentido més radical volvemos @ encontrar aqui el tema hegeliano de la alteridad. 38 Ibid, pig. 628. 39 Ibid, pag. 181 39 Entre las frecuentes referencias a Hegel (a las que volveremos en nuestra . Pero una inversion dialéctica se opera: Por un lado el Amo esta eautive de un falso reconocimiento puesto que no tiene ante él sino a un esclavo incapaz de reconocerlo en toda libertad y ver~ dad, Por otra parte, el Esclavo, que vive en la angustia + México: Fondo de Cultura Beonfmiea, 1966 40 yeeltemor del Amo, comprende que no podré ser ver- daderamente reconocido por este; pero por estar en contacto con las cosas en virtud de su trabajo, descu- bre que debe arrancar a las cosas la conciencia de si la autoconciencia; ira a transformar, a subvertir el ‘mundo de manera tal que ya no quede en él sitio alguno para el Amo. Lacan transcribe esta dialéctica de la conciencia de sien la dialéctica del deseo. Se expresa en términos hegelianos, incluso para referirse a Freud: «El desto del hombre halla su sentido en el deseo del otro, no tanto porque el otro pasea las claves del objeto de- seado como por cl hecho de que su primer objeto es ser reconocido por el otro>.** ‘Ahora bien —preguntamos nosotros—, cual es enton- ces ese otro, quién mAs es ese «Otro con una O ma- yliscula? Lacan responde resueltamente: «El lugar de desplazamiento de la palabras. La dialéetica sin fin del deseo: El deseo de ser reconocido por otro ve que Te ha sido impuesta su condicién, es decir el orden del lenguaje; tiene ante él una ruta que lo coacciona, «el desfiladero radical de la palabra. Las afirm: nes de Lacan se hacen tajantes, decisivas: «Si, en efecto, el deseo es en el sujeto esa condicién que le es impuesta por la existencia del discurso, Ia de hac pasar su necesidad por los desfladeros del signi cante; si por otra parte (...) es necesario funda- mentar la nocién del Otro con © maytiscula como el lugar del despliegue de la palabra, es preciso esta- blecer que, en cuanto pertenece a un animal que es presa del Lenguaje, el deseo del hombre es el deseo del Otro». legados 2 esta altura del discurso de Lacan, podemos 40 Rerits, pig. 268. AI Thid, pig. 628. 4 arriesgarnos a esquematizar las descripciones que oft ccimos en los parrafos precedentes: a —e OTRO (orden sbiico) ex Demands Palabras Patfencs- Bxpaaii, omaserépenah ‘ohadeser. Neeidad-> Complemente malsene El deseo, por obra de la demanda, sc despliega en la palabra, y el lugar de este despliegue se denoming el Otro. En su acepeién global, el Otto no es la suma de los interlocutorcs sino el orden mismo del lenguaje. Eso habla» (ga parle), se dice para simplificar ¢ impugnar el pensamicnto de Lacan. Tendremos una idea més justa de este concepto si recordamos a al. ‘Sumas personas que contocemos, quienes para justificar Giertas decisiones, algunas veces heroicas, recurren sen. cillamente a la férmula lapidaria: «No quiero que alguien diga que...» o la atin més impersonal: «No quiero que se diga que...9. Este se implica mucho ‘mis que la opinién de los seres conocidos 6 de los here. deros... Este se adquiere toda Ia amplitud de una Humanidad impersonal, cosa que Kant intent6. per- sonalizar y formalizar al mismo tiempo (toda la Hus manidad en mien un acto moral...). Ese se, cu delgada capa de conciencia encubre profundidades i. sondables, hace pensar también en el Otro de Lacan: €s evocado como perteneciente al orden del lenguaje. En ma acepcign mis restringda —no contadictora con la anterior— el Otro de Lacan designa al incons- tient freudiano:«lnseiamos, de acuerdo con Ficed que el Otro es el lugar de esa memoria que descubrié con el nombre de inconsciente, memoria que Freud ‘considera como el objeto de un interrogante que per- 2 manece abierto por cuanto condiciona la indestructi- bilidad de ciertos deseos>. Dos nociones contribuirén a sustentar esta designa- ibn del inconsciente: las de escisién (fente) y rev ‘isién (refente), en las que Lacan recoge, con res- peto, la nocién freudiana (fica) de Spaltung: ‘eAgui se inscribe esta Spaltung dltima por la que el sujeto se articula en el Logos, y acerca de la cual Freud comenzara a escribir, céndonos en el éltimo pindculo de una obra de las dimensiones del ser la folucién del andlisis (je), nombre propio, indicaciones familiares. Esti sentado pero no est presente. La escisi precisamente en que el sujeto est a la vez represen- tado en el orden simbélico y excluido de él. La esci- si6n tiene como consecuencia un eclipse (fading) del sujeto. El nifio pequefio recibe y soporta el orden simbélico, se inscribe en él en virtud de una especie «EI nifio pequefio soporta la sociedad, su cultura, su organizacién y su lenguaje y sélo tiene 2 su disposi 49 Thid, pig. 642. 8 cién una altemativa trégica: constrefirse a él o nay. fragar en la enfermedad>.* La escisin se instaura y sitha entre la méscara y e reverso de la méscara. La méscara esti del lado del enguaje, del comportamiento social: El Yo (mei) prolifera través de Ios papeles a que se somete ost otorga. Pero estos papeles no son sino fantasmas flejos de sujeto verdadero. Este sujeto verdadero ha de buscarse en el reverso de la méscara, en la parte teprimida, inconsciente: he abi la paciente obra del psicoandliss, Mientras Ia escisién (fente) designa el momento en que se instaura la division, la re-escsién (refente} design Ia eetificacién» en el eta as ceado, en el hecho de que el sujeto no es més que un signifi ante. Se a fijado en sus personajes; puede sin dda reconocer intelectualmente su parte inconsciente, pero al mismo tiempo Ia deniega. El sujeto se construye, se engendra € mismo («paricién>), a partir de su divisibn, de su .** Pro entonces, sila mascara, el papel de cada uno se halla con su parte consciente del lado del lenguaje, cestard el inconsciente del lado vital y misterioso? ¢Habré, bajo la mAscara del lenguaje, una verdad de la vida inconsciente? ¢Quiere decir entonces que todo lo que hasta ahora hemos visto de las reflexiones de Lacan sobre el Ienguaje, sobre el significante pri- mero ¢ inconsciente, se contradice de manera radical? 44 A, RiffletLemsine, op. city pig. 129. 4% Boris, pig. 013, ms 4 Recordemos: Lacan presentaba el acceso a lo sim- piélico, al Ienguaje, como una superacién —y una ma- duracién— de la relacién imaginaria (indistincién en {uc sf mismo y su imagen, entre sf mismo y la madre) Entrecruzando estos dos anlisis comprenderemos el satil y profundo pensamiento de Lacan, Al salir del estadio del espejo —estadio de Ia relacién imagina- ria— el sujeto entra en el orden simbdlico significado por el padre. Hay en ello una progresiOn. Esta ser perfecta, normal, si al sujeto se le revelase el signifi ante primero de su deseo: el Falo, y si siempre tu- viera conciencia de ello (puesto que entraria, con conocimiento de causa, en el orden simbélico; situa cién, claro esta, absolitamente quimérica). Pero el sujeto, en distintos grados, pierde de vista el primer significante, el Falo, clave del lenguaje. Entra en el orden simbélico mediante una serie de confusiones, de alienaciones de tipo imaginario a falta de una lu- cidez suficiente. No se percata de que los nombres de pila, ls titulos, los papeles no hacen més que repre- sentarlo y tiende a identificarse con todas esas més- caras, En suma, se desplaza en lo simbélico en una serie de identificaciones imaginarias. Y nosotros he- mos aprendido con Lacan que la curacién consisia en reencontrar con el enfermo el primer significante: cl Falo, del cual parte todo el orden simbélicos en hacerle descubrir su posicién personal dentro de ese orden. La verdadera linea divisoria pasa en definitiva entre tun lenguaje falso, alienado por estar tejido a partir de una alienacién primitiva, y un lenguaje verdadero, liberado, es decir, tejido a’ partir de un significante primero, Pero ambos, lenguaje alienado y lenguaje 46 Segin Ja forma en que las demandas del nifo han sido ‘omprendidas por nr medio, % Iiherado, se sitfan cara a cara con exe gran Otro que es el orden simbélico global, la Sociedad, Ia Cultura El lenguaje alienado ha perdido sus distancias, el len. guaje liberado mide la distancia personal del sujeto, Para concluir, he aqui el esquema que nos propone Lacan:*" El sujeto se dirige a los objetos (otro, » mindscula)en una relaci6n imaginaria y construye un Yo (moi) (alienado). Al hacerlo, olvida (y debe re. cordar, reencontrar) que quien lo dirige y lo const. tuye es el Otro absoluto del orden simbélico. 4 La metéfora y la metonimia Hemos establecido, siguiendo a Lacan, el inconsciente «.* ‘Todas estas manifestaciones traducen y obliteran al mismo tiempo toda una actividad subterrénea, la de las formaciones del inconsciente. El Yo (Moi) incons- ciente tiende a regular, a moderar pulsiones instin- tivas que no son reconocidlas por la conciencia. Dis taibuye en una medida aceptable energfas instintivas experimentadas como peligrosas (la angustia) 0 pro- hibidas (el sentimiento de culpa). Si no llega a esta ." Una sistematizacin de esta indole habia sido ya rea- lizada por un lingiista como R. Jakobson,"* quien, partiendo de estudios sobre Ia afasia, terminé por hacer extensivas estas categorfas a todo el lenguaje poético, ‘Bl desarrollo de un discurso puede hacerse a lo largo de dos Iineas seménticas diferentes: un tema trae otro tema, sea por similitud o por contigiiidad. Lo mejor seria'sin chida hablar de proceso metaforico en el pri- mer caso y de proceso metonimico-en el segundo, puesto que hallan su expresién més condensada, el uno en la metéfora y el otro en Ia metonimiay." En el Petit Larousse se define 2 la metéfora como sigue: «Nombre femenino (del griego metaphora, traslacién). Procedimiento por el cual se traslada Ia significacién propia de una voz a otra significacién que solo le conviene en virtud de una comparacién tcita (ejemplo: la Juz del espiritu, la flor de los afios, aarder de deseos, etc.)>. Los recientes estudios de lingiistica y de ret6rica ge- neral observan més detenidamente los mecanismos de Ia formacién de una metafora, «La metéfora no es una 49 Les formations de Vinconscients, seminaries del afo 1956- 57, Bulletin de Poychologie, 1956-57. 50) Revit, pig. 689, 51 A quien Lacan se rellee explicitamente; ibid, pig. 506. 152 Bsais de linguistique générale, Pati: Bd. de Minuit, 1988, Pig. 61 9 sustitucién de sentido propiamente dicha, sino la mo- dificacin del contenido seméntico de un térmings = En el caso de «arder de descos», por ejemplo, todos Jos pequefios elementos (semas) ‘de significacién ine cluidos en arder no han sido suprimidos para reempla. zarlos por otros, los encerrados, digamos, en impaction. tarse (de deseos). Algunos de esos pequefios elementos se suprimen, otros permanecen y a ellos se sutan log gue provienen del rio tcto (en este cas los ele mentos significados por impacientarse). Si por otro Indo la figura que consite en tomar ls pare por ¢ todo se denomina sinécdoque, puede decirse que la metifora es el producto de dos singedoques (una parte de los elementos signifieades por arder més una parte de los significados por impacientarse)». De acuerdo con estos andlisis, la metafora seria més una intersec. cién que una sustitucin En cuanto a la metonimia, el Petit Larousse da la siguiente definicién: «.* | En eit texto hemos podido seguir la linea metonimi | ca: saber —> dominar— goce. ‘A. Rfflet- Lemaire™ relacina con este andlisis meto- timo el suefio de Freud en el que este expresa el e- sco de ser un descubridor. La vispera, un amigo, Ké- nigstein, le habfa reprochado el que se abandonara de- Imasiado alas fantasfas, El suefio es una respuesta a ese amigo: Bl ser descubridor esté ya en relacién con la OA. Rilflet-Lemaire, op. cit, pig. $20 65 Bort, pag. 518 | BA RiiferLemaire, op. cit, pig. 822 2 pasién de Freud por los libros. Esta pasion habria na. cdo de una escena en la cual se ve a los cinco aos de edad arrancando —con intenso placer— hoja por hoja de un libro de imagenes en colores. Este recuerdo Ig remite, por asociacién metonimica, por conexién de ideas, a otro recuerdo més tardio: Ia Kimpicza de un herbario Heno de gusanos (Biicherwurm). En este ca. 50 se produce una bifurcacién del sentido: Ia palabra alemana Biicherwurm designa al mismo tiempo el gusano de los libros y la rata de biblioteca. Freud, con su pasién por los libros, se comporta como un gusang que los devora. El recuerdo del herbario conduce a su vez, por rela- cién metontmica, a un suefio con un insecto (wurm) Segunda bifurcacién: la palabra wurm tiene doble sentido: designa al insecto y, en las representaciones del psicoanilisis, simboliza al nifio-falo, Nos lleva al profundo deseo inconsciente: devorar a la madre co- mo quien devora un libro. Por lo demés la asociacién de la madre con el libro se basa en un suceso persotal de Freud, En una oportunidad su padre le habia re- galado lo que més apreciaba: Ia Biblia. En el incons- ciente de Freud este gesto habia sido interpretado como un legado de su madre realizado por el pa. dre a favor del hijo. De este modo, de significante en significante, por medio de nexos metonimicos, por una Ya lo veo —responde Heine rece, esté pasado de edad». + pero este, me pa- 67 Ibid, pag. 333. (68 En retrca se hablarla més bien de una figura a nivel fonolégico (el de los sonidos): a palabra-vaifa 69/A. Rillet- Lemaire, op. it, pig. 396. 59 El desplazamiento del tema de Ia riqueza al de la edad parte del doble sentido del vocablo becerro: el consiste en trasformar el adagio cartesiano: Pienso, luego soy. La revolucién levada a cabo por Freud obliga 2 decir: ‘Pienso donde no soy, por consiguiente soy donde no Erretomo a Freud —en el sentido de eretomo a las fuentes-— esté claramente proclamado, programado. El que habla de retorno recusa las vias habitualmente seguidas hasta él, Acerca de las desviaciones, de lo que podriamos Hamar —en virtud de un juego etimolé- fico al estilo de nuestro autor— las extra-vagancias de las escuelas psicoanaliticas después de Freud, La- can se muestra particularmente intolerante: «Crea pues que aqui Freud logré lo que queria: una conser- vacién puramente formal de su mensaje, visible en dl esplritu de reverente autoridad con que se perpe- tran sus alteraciones més manifiestas. En efecto, no hay una sola patrafia de las proferidas en el insipido farrago de la literatura psicoanalitica que no intente ampararse en una referencia al texto de Freud, de ‘manera tal que en muchos casos, si el autor no fuese, ademis, miembro de la institucién, no se hallaria en su trabajo ningtin otro indicio de la calificacién ana- 10 Berits, pig. 408. 11 Ibid, pig. 317 61 litica».” El posfreudismo es, pues, en opinién de La. ‘ean, una inmensa no-man’s land. Lacan conoce suficientemente la Biblia y ain més Ig cobra de Hegel para saber que el espfritu puede moris bajo una letra que se perpetia. Ha presenciado hasta el cansancio el juego de las ortodoxias, herejias excomuniones en las capillas psicoanaliticas para no sentir cierta connivencia com la idea de una reforma, Si califica de , ya respuesta de Lacan, «Discusién del articulo de S. Leclaire y J. Laplanche: “El inconsciente, un estudio psicoanalitico”»."* Eldebate entre Lacan y sus discipulos puede centrarse en Jas relaciones entre inconsciente y lenguaje: Segiin J. Laplanche y 8. Leclaire, el inconsciente es la con- dicién del lenguaje, posee su secreto, mientras que para Lacan el lenguaje es condicién del inconsciente, tun inconsciente que él crea y provoca. Porque el len- guaje condiciona y constituye el inconseiente, impo- 7 ; Melanic Klein, cu- ya obra es a la vez «sistematica» e ; Karl Abraham, cuya arelacién de objeto» esta demasiado marcada por Ia adicotomfa grosera> de lo «genital» y Jo «pregenitals, ete. Empero, con respecto a los tres ‘iltimos, Lacan dosifica sus reservas y sus referencias aprobatorias. Estas eriticas al pasado se compensan con descos en cuanto al porvenir: 1) la realizacién y publicacién de traducciones mas serias y eriticas de los escritos de Freud, y ello para su obra integra; 2) una nueva leetu- ra de fos cinco psicoandlisis y un estudio més profun- do de Ia clinica freudiana; 3) Ia introduccién de con- ‘eeptos que contribuyan a precisar la teoria de Freud (ya hemos visto, por ejemplo, el de demanda y pronto nos ocuparemos del de preclusién *), y, por fin, 4) Ta apertura de investigaciones psicoanaliticas en ios do- minios cienificos mas variados: mateméticas,élgebra, geometria del espacio, éptica y, sobre todo, retérica y Iinglistica. No necesitamos demostrar la importancia ‘que esta dltima ciencia ha adquirido en la obra y la exploracién de Lacan. Citemos simplemente este di- vertido homenaje al lingiista Ferdinand de Saussure en el momento en que Lacan recuerda que existe un tal Saussure en psicoandlisis: «Si quieren saber més, lean a Saussure, y como un campanario puede ocultar al propio sol, hago la salvedad de que no se trata de Preclusion (Verwerfung en slemin) tradvce el térsino forclusion que Lacan utiliea para dar cuenta del, mecanismo ‘specifica dela psicoss. La expresign proviene del derecho pro- fesil, donde derigns Ia extincién de una facultad de accionar fen determinado sentido por haberse dado por terminada la ttapa del proceso donde eso hubiera sido poble. En psicoani Ts lo pretuido (forelos)retornaré dese lo real. (N. del R.T-) o7 Ia firma que se encuentra en psicoandlisis, sino de Fer. dinand, a quien podemos considerar fundador de Ip lingistica moderna». Para excudrifiar més de cerca la contribucién expect fica de Lacan a la préctica psicoanalitica, tomaremes dos nociones clinicas tradicionales, las de neurosis y pcos y conelativamente las de represin y pre a, La neurosis y la represin Podemos resumir las secciones precedentes diciendo que Ja existencia humana implica una economia, una dosificacién de tres registros: lo real (conjunto de las cosas, de los objetos}, lo imaginario y lo simbélico, La relacion imaginaria, lo hemos visto, es una relaci dual de identificacién (con la imagen, la madre, las cosas). En virtud de su ingreso en el orden simbélico, el sujeto adquiere un tercer registro —registro de me- diacién—: puede nombrar las cosas, tomar distancia respecto de ellas. EI neurético ha pasado sin duda al orden simbélico, pero ha perdido el sentido de las articulaciones entre significantes; no sabe disociar, por ejemplo, las ideas y las construcciones imaginarias. En suma, vive en el nivel imaginario el registro simbélico. Es el caso del istérico que sufte por no haber recibido suficiente amor y se esfuerza por convertirse en un ser ideal para corresponder a lo que presiente del deseo de su ma- dre. Por esta razén, esta condenado a una insatisfac- ién permanente. Y es también, aunque en sentido rerso, cl caso del obsesive, que por haberse sentido demasiado amado por su madre se siente irremedia- 81 Tbid, pg. 414 68 blemente culpable de todas sus tentativas por escapar al dominio materno, Construcciones ideales del hist fo y cavilaciones culpables del obsesivo, unas y otras se desarrollan, claro esta, en el orden simbélico, pero en virtud de las leyes de lo imaginario. En uno y otro ¢aso, como en todos los casos de neurosis, el sentido de Io universal —que es una de las formas mas elaboradas, del simbolisme— est en mayor 0 menor grado au- seote: los pacientes tienen cédigos personales muy di- ferentes ‘Aqu{ se sitja la nocién de represién. La represién es dla prohibicién de que cierto contenido aparezca en laconciencia. Esta prohibicién no lo destruye, de modo que si su catexia es demasiado intensa o las fuerzas instintivas demasiado débiles, se manifestaré bajo un disfraz que constituye el sintoma>.* El neurdtico da entrada en el cireuito del discurso a experiencias rea- les, experiencias que ha estructurado, Mas tarde las rechaza, las reprime en el inconsciente, donde conser- van su ¢structuracién, «La cura se opera mediante la restitucién de las cadenas asociativas que sostienen los smbolos hasta el acceso a la verdad del inconscien- te>.® Se trata pues de revelar al neurético todas las asociaciones (methforas y metonimias) y todas las transformaciones —o més bien deformaciones— que se han producido en su inconsciente a partir del sig- nificante primero, . La psicosis y la preclusion «Si imaginamos la experiencia como un tejido, es de- cir al pie de la letra— como una pieza de tela cons- tituida por hebras entrecruzadas, podriamos decir que 82 Citado por A. Riffle-Lemaire, op. cit, pig. 970. 88 id, pg. 365 Co cn ella la represin estaria representada por algin rasgén o desgarzo, incluso importante, pero siempre susceptible de ser zurcido 0 reparado, mientras que la preclusion estaria representada por una abertura (béance) debida a la trama misma, en una palabra tun agujero originario que jamés podria recuperar sy propia sustancia puesto que nunca habria sido otra cosa que sustancia de agujero y que s6lo podria llenar. se, siempre imperfectamente, con un “remiendo”, para utilizar el término freudiano»." Lacan y sus disefpulos proponen el término «precy. sién> para traducit la Verwerfung freudiana, general. mente tradueida como «rechazo>. El confeso afén de ana leetura exacta de Freud se une aqui al de esclare. cer uno de los problemas ms dificiles de la clinica psicoanalitica, el de las psicosis. Mientras que el neurético que reprime adquiri6 €aso del simbolismo y oculta, relegndolas en el inconscien- te, experiencias ya previamente estructuradas, el pi- cético precluye, rechaza pura y simplemente, tach lo que ha vivido. Un elemento vivido pero precluido nunca més volverd a aparecer, Ello se debe a que el psicético no ha tenido nunca un verdadero acceso 2 la Giferenciacién entre significante y significado. «La preclusion es anterior a toda posibilidad de represin, ya que la represién (...) exige cierto reconocimiento previo del elemento que es preciso reprimir».* §. Leclaire™ imagina este sabroso ejemplo: Dos cot- pafieros de juerga, borrachos perdidos, han sido apo- rreados y conducidos a su domicilio por polieas, que 4S, Lecaire, «A propos de episode psychotique que présenta "Thome au loups"s, La Psjchanabse, Paris: Prestes Uni vessitairer de France, 1959, vol. TV, pig. 97 BB A. RilfletLemaive, op. eit, pig.'372 86 Tbid, pag. 97 y He. 70 enc argot popular francés reciben el nombre de hi- Gndelles (. Este caso puede esquematizarse asi af En Ia formacién de las psicosis, el papel de Ia madre « decisivo. Siesta trata a su hijo como el complemen n to de su falta, como el falo, corresponde demasiada bien al deseo del nifio de ser su todo, lo mantiene en estado de fusin indistinta con ella y le impide disper nner de su individualidad. La primera gran etapa del crecimiento seré el descubrimiento del padre. Esty revelacién (que deberfa ser obra de la madre) ubie x4aal nifio dentro de una constelacién familiar tern que Je permitira disponer de su individualidad. ey en un accidente del registro simb6lico y de lo que en 41 se cumple, a saber la preclusién det Nombre del Padre en el lugar del Otro, y en el fracaso de la me- ‘éfora patema, donde sefialamos la falta que consti tuye su condicién esencial [de la psicosis}»." Pocas paginas més adelante Lacan cita ejemplos posiles «Ya sea que la sitaacin se presente para la mujer que acaba de dar a luz en la persona de su e3p0s0, para Ia penitente en la de su confesor, para la joven enamo. rada en el encuentro con el padre del joven, siempre se hallard bordeando la psicosis»* Freud abordé cl problema de las psicosis con timider ¥ €on cierto escepticismo, pero entrevié las nociones que permitian esclarecerio, Lacan y sus discipulos, releyendo atentamente los textos freudianos, han lle. gado a una notable teorizacién en el analisis de las Psicosis. Bl porvenir nos diré a qué habré de llevar, en el dominio de la clinica, este retomo al espirity ~pero también a la letra— de Freud. 6. Lacan y Ia lingiiistica La seccién anterior sobre las concepciones lacanianas del psicoanélisis nos ha remitido una y otra vez a no 87 Eerits, phe, $75, 88 Ibid, pig. 57. 72 ciones de lingilistica, Hemos visto a lo largo del cami- sno que Lacan reconoce su deuda para con F. de Saus- sare y R. Jakobson, quienes le han dado la posibili- dad de releer a Freud. Conviene entonces que exami- rnemos el uso que da nuestro autor a las categorias desivadas de la lingiistica moderna, estructural. 4, El significante y el significado Segrin las ensefianzas de F. de Saussure, que hoy son dlisicas, todo signo lingiistico se descompone en una cara perceptible, audible: el signficante; y otra in- visible, cconceptual>: el sigificado, Uno y otro re- cortan simultancamente el sentido (como se_puede recortar una hoja de papel en pedazos; el significante seria el folio recto, el significado el folio verso). Res- taba un punto de incertidumbre en cuanto a la nocién de lo arbitrario del lenguaje, os decir de su caricter eonvencional, contractual. E. Benveniste ha propor- cionado a este respecto, si no las rectficaciones, al ‘menos las precisiones necesarias: la arbitrariedad no esté entre el signfieante y el significado sino entre ambos necesariamente ligados y la realidad del mundo, ‘Ahora bien, a lo largo de los Hcrits de Lacan, el sig- nificante parece evolucionar independientemente del significado y esto a espaldas del sujeto. «Por ejemplo, sun acto copulatorio se realiza en presencia de un niffo sin que este tenga la madurez biol6gica necesa- | sia para otorgarle su exacta significaciOn, ir a insri- birse en el inconsciente, pero despojado de toda sig- nificacién: se inscribird en letras, en significantes pu- | 10s." Los significantes son retenidos por una red de | relaciones —de distancias 0 diferencias— que forma 89 Problimes de linguisique générale, Paris: Gallimard, 1966, ig. 83. SO'A. Rifle-Lemaize, op. cit, pig, 90. 73 una cadena articulada, mientras que los signticades, provenientes de la historia personal del sujeto, solg adquieren sa coherencia —su estructuracién— baje Ja determinacién de los significantes, Indudablemente el anslisis lingistico ha evolucionado @espués de F. de Saussure gracias a la descripci separada del orden de los significantes (semiologia) del orden de los significades (seméntica), y esta eve. cin parece confirmar los puntos de vista lacanianoy Pero los seménticos describen relaciones —separacio, nes o diferencias, combinaciones— al nivel mismo del significado y descubren Iuego la estructuraciGn en par- te auténoma de este tiltime, Con ello se alejan de Lacan, para quien no hay estructuracién verdadera sino en el nivel de les signifieantes. En realidad Lacan no confiere a significante y signifi. cado exactamente el mismo sentido que les atribula F. de Saussure. Segiin el precursor de la lingstic, habia varios cortes del hecho lingifstico, bien cite: renciados entre si: significante /y significado —o0. mo ya vimos~; lengua /'y habla, la primera pertene- ciente al orden del Cédigo y la segunda al orden de las variaciones individuales del sujeto hablante; sn. cronia /'y diacronia, la primera de las cuales ¢¢ un corte atemporal dentro del lenguaje, mientras que la segunda (solo vislumbrada) cs la serie pautada de Jas transformaciones en el tiempo, y, finalmente, six temas de las oposiciones (con posterioridad amadas aradigmas») / y sintass de las combinaciones (més tarde los esintagmas>). Para comprender el corte lacaniano, es preciso imagi- nar una doble condensaeién constituida, por equiva. lencias: Por un lado significante equivaldtfa a lengua y sincronia; por el otto, significado se equipararia @ habla y diacronia. En ditima instancia el significante incluiria también al paradigms, y el significado, al 7 sintagma.” Podemos esquematizar en dos columnas las condensaciones operadas por Lacan: Significante Significado Lengua Habla Sincronfa Diacronia Paradigma Sintagma Este cimulo de eategorias atestigua por lo menos que la preocupacién de Lacan no ¢s desarrollar la cien- cia lingiifstica, sino examinar el rendimiento, en el anilisis del sujeto, de las categorias clementales de la lingiistica. Recargando el significante con las eatego- sfas supuestamente fuertes y estables (ebdligo 0 cade- na de la lengua, sincronia, etc.) y reservando para el significado, sino las més débiles, al mencs las fluen- tes” (habla, sincronfa), Lacan instaura la supremacia el significante y acentia la barra de separacién entre significante y significado, Desde el punto de vista strictamente lingiistico, hablar de una supremacia del significante no tiene mayor sentido 0, mas preci- samente, no tiene valor operativo. No acontece lo mismo desde el punto de vista psico- analitico, Suponiendo que en el nivel del discurso consciente los interlocutores puedan captar cierto sig- nificado manifiesto —el sentido de una palabra por ejemplo, las cosas se presentan de otra manera en reconstituye cadenas de significantes —por ejemplo: el texto de un suefio~, pero no puede captar el signi- ficado, siempre escurridizo, desbordante. De regresién en regresin, llega al significante primero (el falo) 91 Bs lo que propone A. RiffletLemaire, did, pég. 91. Sin ‘embargo, més que de una asimlacién corviente de parte de Lacan, ee trataria en este caso de un limite, 92 En la lingifstica de Sausture, naturalmente 75 pero no al punto de anclaje de este significante en lo Imaginario y menos atin al punto de anclaje cn lp biologico. Si tuviésemos que emplear un término que Lacan no ratificarla, hablarfamos del insondable emis, terion del significado. El significado permancce més acé, de exte lado del texto. Es «pre-textov. En el oleaje Gel epre-texto> (del significado), el analista, cual un pescador de cafia, puede atrapar un pez que pica el anmuelo pero su cafia no podré recoger el nadar del pez y menos atin el agua del rio, Lacan traza el des lizamicnto del significado como una especie de elipsi que denomina A—>§ (prefiere tachar Sa indicar directamente 2). Luego traza el recorrido del sign. ficante que viene a atravesar, a enganchar la clipsis del significado; reeorrido que llama SS” (de sig. nificante a significante)." Lacan da el nombre de funtos de capitonado a los puntos de encuentro de la tlipsis del significado y el recorrido del significante, a imagen sin duda de la hebra que engancha al tejido ¥y su guarmicién en el capitonado de un sill6n, 5 Por lo tanto, la escalidad> (punto de anclaje del significado en lo imaginario o en la necesidad orgi- nica) queda siempre relegada. ¢Quiere decir enton- 98 Eerits, pg. 805. %6 ces que en altima instancia el significado se identifica pura y simplemente con la inasible realidad? Si asi fuera, Lacan volveria la espalda a la lingtifstica des- pués de haber recorrido con ella una paste del nino, puesto que por método la lingiistica pone dis- tancia entre el signo (no solo el significante, sino también el significado) y Ia realidad del mundo —o referente—. Si se examina con detenimiento el pro- tedimiento de Lacan, psicoanalista, se vera que el significado huye siempre puesto que se derrama, por- que nada en una realidad orgénica o imaginaria inac- eesible, pero no sc identifica con ella. La diferencia entre Lacan y el lingiista no nace pues de una con- fasién que cl primero estableceria entre significado y realidad. Proviene del hecho de que uno y otro trabajan a partir de un dato diferente: el lingist opera con significados culturales, socialmente insti- tucionalizados, estructurados; Ia idea de una fuga, de tun deslizamiento del significado no le es pertinente, Otra cosa ocurre con el psicoanalista, quien pe: en las profundidades del inconsciente un signi sujeto a incesantes variaciones individuales E. Benveniste, refiriéndose a Freud y marginalmente a Lacan, ha puesto de relieve la diferencia entre las dos pertinencias: la de Ia lingifstica y la del psi coandlisis, «Infra-lingiistica (la simbélica de Freud], tiene su origen en una regién més profunda que aque: Ila donde la educacién instala el mecanistno lingtifs tico, Utiliza signos que no se descomponen y que en- irafian mumerosas variantes individuales (...) Es supra-lingifstica por el hecho de utilizar signos en exiremo condensados, que en el lenguaje organizado corresponderian a grandes unidades del discurso mas que a unidades minimas»."" Y Paul Ricoeur insiste: 9 B, Henvenist, op. ct, pig. 86 7 ‘Se diria que el suefio procede de un corto circuite de lo supra y lo infra-lingiistico, Este embrollo entre lo supra y lo infra-lingiistico es quizés el hecho més sorprendente del inconsciente freudiano>."* Por e30 Benveniste propone al psicoandlisis que bus- que sus modelos més por el lado de la poética: ele ‘que Freud pedia en vano al lenguaje (...) hubierg podido en cierta medida pedirlo al mito 0'a la poesia, Ciertas formas de poesta pueden emparentarse con el suefio y sugerir el mismo modo de estructuracién, introducir en las formas normales del Ienguaje eve suspenso de sentido que el suefio proyecta en nuestras actividades. Pero en ese caso —y paradéjicamente— hhabria sido en el surrealismo poético (que Freud, segiin Breton, no comprendia) dande hubiese podide hallar algo de lo que equivocadamente buscaba en el Ienguaje organizado>.** ‘Veamos la aclaracién, Una linglistica stricto sensu, que trabajase con pequefias unidades de lenguaje (fo. nnemas o monemas, letras o palabras) y hallase en ellas las estructuras de un lenguaje organizado, de- jarfa lugar a otras disciptinas de investigacién desde 1 momento en que Ia segmentacién incidiese sobre tunidades mayores: Ya para un E, Benveniste la frase, mis que un hecho de la lengua, es un hecho det habla Pero también los métodos y téenicas de ciertos and lisis estructurales se encuentran, con respecto al mo- elo estrictamente lingiftico, en una situacién com parable a la del psicoandlisis de Lacan. Tal el caso de Ia antropologfa estructural de C. Lévi-Strauss, que trabaja con grandes unidades miticas (los mitemas), © de un andlisis de relatos o del cine que trabaja con 95 De Finterpretation, sta sur Freud; Pars: Sel, 1965, pigs 393.94 96 E. Benveniste, op. cit, pig. 88. 78 secuencias cuya «extensiOn» supera a la frase. Esta- mos, si se quiere, en un dominio trans-lingifstico, Tal es sobre todo el caso de Ja retérica,"" que trabaja con las figuras del estilo y del discurso. La empresa laca- niana demuestra estar mas préxima a una lingiistica en ¢l sentido amplio y més especialmente a la reté- rica, por cuanto, como lo hemos visto, metéfor ‘metonimia ocupan un lugar central en las desc ciones de Lacan. Y esto no es todo: Ia ret6riea opera con grandes unidades de argumentaciones (por ejem- plo una alegoria), 0 bien con pequefias unidades fo- nolégicas, més pequefias ain que los foncmas (por cjemplo arrastrar Ia 7 en una retérica teatral). T: ign aqui podria hablarse de «supra» y de ainfras linglifsica. Para cerrar esta discusiOn, comprobemos c6imo Lacan, a semejanza de otros investigadores en 1 campo de las ciencias de la significacién, se ha inspirado libremente en el modelo lingiiistico para extenderlo al dominio del inconseiente, b. Metéfora y metonimia El empleo que hace Lacan, siguiendo a R. Jakobson, de las categorfas de metifora y metonimia, repercute en Ia ret6rica. Hemos visto ya'a Lacan proponer una concepcién de la metéfora semejante a las corrientes en los trabajos actuales de retérica. Y hemos visto, sobre todo, eémo hacfa pasar el antiguo significado por debajo de la barra del significamte metaférico presente, Con ello se mantiene sin duda en su linea de analista que persigue en el inconsciente los ordena- micntos superpuestos de significantes, pero bien po- drfa abrir perspectivas para Ia retérica misma, 97 De la que la poética, que trbaja con los signos culturales de In epoesiaa, et una rama, 79 En cambio, hemos dejado en suspenso un problema al denominar metonimia lo que los investigadores lla- man actualmente sinécdoque, parece haber hecho suya una concepeién tradicional y demasiado exten. siva de la metonimia. Dejemos de lado, pues en ti. tima instancia son marginales, las cuestiones de de nnominacin, Segin los actuales investigadores en el campo de la retérica, la diferencia entre metéfora y metonimia depende de la posicién del término inter. mediario: «En la metifora el término intermediario esté englobado mientras que en la metonimia es englo. antes. Por ejemplo en la metafora pascaliana hombre = cafia pensante>, el término intermed serfa el de fragilidad, vilido tanto para cl hombre como para la cafia: Y, en cuanto a la metonimia: Para comprender esta posicién diferente del témino intermediario es necesario hacer intervenir dos cate- gorias de anilisis estructural que todavia no hemos utilizado: Ia denotacién o lenguaje practico corriente 98 Rhétorique générale, op. ct, p&g. 118 80 y la connotacién 0 lenguaje segundo, «miticos.”” Por ejemplo, el enunciado «aparato Marconi» remite por denotacién a las caracteristicas técnicas de tal apa- rato de radio y, por connotacién, a significados ideo- égicos, tales como . La ‘metdfora hace intervenir pequefias unidades de sig- nificacin que estin denotadas, ¢s decir incluidas, en fa significacién del término de partida y del término de llegada (fragilidad en hombre y en cata). La metonimia hace intervenir unidades —las més de las veces convencionales— de connotacién ideol6gica. Hay metonimia en la medida en que la ideologia corriente ha extendido suficientemente el alcance de tun término para conferirle capacidades englobantes la corona, el manto, la espada, el Citroén, el Eliseo, Matignon, el Quai @Orsay, etc... Conscrvemos, si se prefiere, la idea de contigiidad entre los términos de partida y los de legada, pero comprobemos que la connotacién ideolégica viene a englobaria al mismo tiempo al productos y.al producto, y ello a favor de connotaciones ideo. logicas, de usos sociales que consagran un nombre, Ahora bien, zqué resultado arrojaria esta, acepcitn modema de la metonimia aplicada a deseribir cies tas formaciones del inconsciente? No hay ya verda dera superposicién como en la metafora y hay algo mas que contigiidad (segin In antigua aceperin de 1 metonimia). En otros términos, esta nueva acep. cién dice algo més que caclena de significantes, sa. giere desbordamiento y posicién englobante, en vistud de las connotaciones ideolégicas. Sugiere aparentes franqueamientos de la barra, seudo-franqueamientos del significado inconsciente, Esto no es incompatible con el empleo que hacia Lacan de la antigua acep. cién al hablar de no franqueamiento de la barra, pero se presta sin duda a nuevos anilisis: el seudo-tran. queamiento... Aqui solo pretendiamos sugerit que las categorias lacanianas podrfan ser revisadas y ex. plicitadas con la ayuda de los modemos estudios re. trieos. Al hablar de los andlisis freudianos, de las resistencias del sujeto en el discurso, Lacan enumere algunas figuras retéricas para concluir: ¢;Puede no verse en ellas mas que una simple manera de decir, cuando son esas figuras las que actéan en la ret6rica del discurso que el analizado de hecho pronuncia?»."” 100 Eerits, pg. 521 82 ¢ La enunciacién y el enunciado En Ia seccién 3 («De la necesidad a Ja demanda>) ‘evocamos las nociones de escisién (fente) y revescisién (refente) del sujeto. La escisidn es la divisién entre el sujeto individual y el orden del lenguaje. La re-e5- cisién es la petrificacién del sujeto que se adjudica © acepta un papel, un personaje segundo en el seno de Ia sociedad, del lenguaje social. La escisén se en- venta eel punto, de, partda ta resin pro longa y sistematiza el corte inieial. Para una y otra (gue Freud denomina con un solo término: Spal- tung), Lacan emplea las categorias lingiistcas de enunciacién y enunciado: «Se opera como consecuen- cia de toda intervencién del significante entre el su- jeto de ta enunciacién y el sujeto del enunciados.** Elenunciado aparece en el nivel del discurso; la enun- ciacién permanece oculta o se manifesta en otra par- te, no en el eyo> (je), pronombre personal. «Queda abicrta la via para'las trampas y engafios del discur- so. Asi, el enunciado nunca habré de tomarse como tal, sino como enigma, jerogifico donde se oculta el sujetoo.™ Lacan, para ilustrar el «yoo (je) engafioso el enunciado, toma como blanco favorito el «yo pien so» de Descartes; aqui nuestro autor orilla —sin proponérselo, claro esti— las crticas de Jaspers, para quien el «yon cartesiano careceria de peso y seriedad existenciales. Estas dos categorias: enunciacién/enunciado, provie- nen de los estudios lingiisticos de R, Jakobson, quien las emplea principalmente en el estudio de les pro- 101 Tbid, pig, 770, 102 A. Rifiet Lemaire, op. cit, pig. . 103 crits, pigs. 168, 516-17, 809, 831, 835, etter, 104 Descartes ei la philorophia, Paris: Alean, 1956. 83 nombres y Ios verbos. Los pronombres pertenecen ta categoria de esas unidades gramaticales que cone plen funciones de embragues —o shifters del men. saje. Su funcién es doble, a la vez convencional scexistencial>. Pertenecen al cédigo de la lengua y tie nen, por ello, una significacién general: yo = en, s0r5 ti = receptor. Pero remiten obligatoriamente tun mensaje particular (salvo excepcién, digamos dras ‘atingica, es diffcilmente aceptable suspender en] aire yo... 0 ti...). A causa de la dualidad de soy funciones, los embragues y en particular les pronom: bres personales «se cuentan entre las adquisiciones ss tardias del lenguaje infanl y entre las primerss pérdidas de la afasian A causa de su estatuto com, plejo (este es, al mismo tiempo, convencional y cexis tencial>), los pronombres personales estén cn la an Liculacién entre el mensaje comunicado y el ‘acto de Ia comunicacién Llamemos enunciado al mensaje designado por la co- municacién y enunciacién al acto mismo de quien comuniea, En el lenguaje manifiesto, comunicado, todo es enunciado, pero no todo es indice de enumeiacién, El estudio de los verbos en la frase permite identificar mejor aquello que se refiere simplemente al enuncia- do y lo que pone en relacién el emunciado con Ip enunciacién, De este modo, la voz (activa o pasiva) y el némero (singular, dual, plural) se refieren sme plemente al enunciado. En cambio, la persona relac ciona el enunciado y la enunciacién: aqui encontra: ‘mos muevamente los embragues. Lo mismo. puede decirse con respecto al tiempo. El pasado: «Ha ve. nido Roberto», nos informa que el enunciado es an. terior a la emunciacién, por lo cual nos remite a lk 105 R. Jakobson, op. cit, pg. 10, 84 enunciacién.* Para nuestro estudio recordemos sobre todo que los pronombres de primera y segunda per sona son embragues (shifters) que relacionan el enun- ciado y la enunciacién y que por esa razin se sittan en dos niveles. Doble posicién que, como es l6gico,interesa y deleita al psicoanalista. Lacan se refiere en primer lugar a las categorias de enunciacién y enunciado: «La ca- dena de la enunciacién (...) marea el lugar donde al sujeto esté implicito en el puro discurso (...)3 la cadena del enunciado es aquella en que el sujeto ex designado por los shifters>"* (yo, tiempo del verbo) AA principio, Lacan, desde el mero punto de vista lin. gilstico, precisa con felicidad las deseripciones de Ja- obson, Cierto es que en la enunciacién —o acto de comunicacién— el sujeto que enuncia no esta pre. sente como tal en el Ienguaje, en el enunciados su sitio esté indicado por los embragues (shifters). Pero Lacan agrega: «El shifter (...) designa al sujeto de la enunciacién pero no lo significa». Aqui nuestro autor reduce la funcién del embrague respecto de la enunciacién: solo le otorga la de indice y deja de Jado la de simbolizacin del acto del discurso. ¥ ello porque da al término shifter una acepcién thas res- tringida que la de los lingiistas. Noss trata en verdad de un desdén sino de una trans- formacién deliberada. De la lingiistica pasames al psicoansliss. Y ya desde el principio mismo encon- tramos una diferenciacién fundamental entre el Yo (Moi) y el Sujeto: el Yo (Moi) es siempre en el hombre la instancia de lo imaginario, el lugar de las 106 Para una informacién mis precea sobre los problemas de la enunciacién, véase Langager, 17 de marco de 1970, 107 Bent, pag, 664. 108 Toi, pig 00, 5 identificaciones y alienaciones; el Sujeto cs lo que emerge como individualidad, mereed al acceso allen \je, merced, sobre todo, a la configuracién fami- ar de Tos tres personajes: cl padre, la madre, el nifio. Al aceeder al lenguaje, el sujeto puede com. portarse en él segiin el régimen simbélico, To cual equivaldria a dominio, normalidad, verdad. Puede comportarse también segin el régimen de lo imagi- nario, ¢s decir, la confusién entre Yo (Moi) y Sujet. Ta linea divisoria pasa por lo tanto entre el Sujeto verdadero y el Yo (Moi), que es engafioso en cuanto se disfraza de Sujeto. Esto es precisamente lo que da lugar a toda la ambigiiedad del «yo» (je) pro- nombre personal, cuya funcién es representar al suc jeto pero que a menudo lo enmascara. Y el lenguaje hhablado, al conferir al «yo» pronombre personal un estatuto objetivo, acentéia culturalmente su ambiic- dad: «;Quién si no nosotros pondra en tela de juicio cl estatuto objetivo de este ‘yo (je) al que una evo: lucién propia de nuestra cultura tiende a confundir con el sujeto?>..° De ahi que algo asf como una sos- pecha pese sobre el enunciado y sobre el «yo» (je) enunciado, a saber, Ia sospecha de que pudira tra- tarse del lenguaje dominado por lo imaginario, por el Yo (Moi). En cambio, la enunciacién, que siempre cesté implicita, cs el punto de partida de una cadena simbélica que de significante inconsciente en signifi- cante ineonsciente nos conduciria al verdadero Sujet. Alki donde Jakobson y los linglistas efectuaban_ un encuentro de dos funciones, eonvencional y (Je) {que pretende ser universal, el «Nos» mayestético, el ‘aiosotros» que subrepticiamente alude a los oyentes, ttc. Este ser precisamente nuestro primer Angulo de anilisis respecto del discurso mismo de Lacan. a7 2. Discurso sobre Lacan 1, Los indices del emisor 7 del receptor Conocemos ya el papel constituyente que en las teo- rlas de Lacan desempefia el orden simbélico: no solo constituyente del inconsciente sino también del si jeto. Acabamos de ver el empleo de la nocién jakob- toniana de los shifters, 0 embragues, y en especial de los pronombres personales: signos convencionales que intervienen en el enunciado y que son a la vez indi- ces del acto de enunciacién, con la diferencia de que Lacan espesa la barra entre enunciado y enunciacién, es decir entre las representaciones del Ienguaje pro- pio de la persona y los actos expresivos del sujeto que se hace representar. Ha legado el momento de que examinemos cémo funcionaré todo esto en las rela ciones de comunicacién entre Lacan autor y sus terlocutores, oyentes 0 lectores. Partamos para ello del esquema estructural de los pronombres tal como los establece hoy en dia una «retbriea generals.” Todo surge de una especie de caos inicial —el ruido del mundo si se quiere— que po- demos lamar Ia A-persona, Progresivamente el len- guaje conquista el orden de las personas a partir del magma primordial. La utilizacién corriente, denotada, de todos estos in- dices es aquella en la cual el yo (je) designa al e sor singular y solamente a él, el tal receptor singular ¥ asi sucesivamente, La utilizacién ret6rica y conno- tada es aquella en la cual se instauran permataciones 1 Rhdiorigue générale, Part: Larouse, 1970, pig. 166, 38 segtin distancias (écarts) més 0 menos grandes. La distancia menor es el nosotros literario, 0 el Nos ma- yyestatico, es decir el plural aparente en lugar del 0 singular. La distancia méxima se producitfa sila per~ (auto eal)“ Cajon spare) Bet peas thse | Pees, No pnts (rity ~~ [az ish as ———, a Comrciedsy ~~ YS ptilaay Receplor Delfinda = No definite | sing. ¢[¥o Tu EL se] 18a) [Pk | sona del emisor (Lacan) fuese designada por la seu- do-persona en una Tocucién semejante a la de il pleut (llueve), 0 inversamente, si el 90 se diluyese en la seudo-persona. a9 a. El emisor 1, Sucle suceder —zy por qué mo?— que Jacques Lacan se designe en primera persona: «Yo he sea: lado en mis trabajos...» (Eerits, pig. 110];? «Rea. nudo por lo tanto mi explicacién para ustedes des pués de catorce afios y ustedes comprenderin que a este paso —si ustedes no me sacan la antorcha de manos, jpero a ver, t6menla de una vez!— la defini, cién del objeto de la psicologia no se modificard mu. cho hasta tanto yo no abandone a los ingenios que iluminan este mando. Asi por lo menos lo espero (pag. 168]. O también: «Me he alejado durante va. ios afios de todo propésito de expresarme. La hu. millacién de nuestro tiempo, bajo el dominio de los enemigos del género humano (la ocupacién de 1940. 44] me disuadié de hacerlo y me abandoné como Fontenelle a la fantasia de tener Ia mano Ilena de verdades para mejor cerrarla sobre cllas. Confieso que esto es ridfculo porque marca los limites de un ser en. el momento en que ha de prestar testimonio> [pag, 191). ‘A primera vista, en esta mezcla tan lacaniana de co- ‘queteria y sinceridad, de humor y modestia oratoria, Ja barra entre el yo enunciado o representado y el yo de enunciacién es lo més delgada posible. Pero vea- ‘mos ahora un pasaje sorprendente en el que el yo se ha distanciado a tal punto que ha pasado a incor. porarse al régimen de la no-epersona (término em- pleado por los gramiticos 4rabes y adoptado por los lingiistas modernos para referirse a lo que la gra- maitica lamada tradicional denomina «tercera per- sona>). 2 Las bastardillas son nuestras (JB, Fages). Las referencias, talvo inicacién en sentide contrario, pestenccen a lon Bert 90 «De lo que firma Lacan. Bl nombre de equipo esti en blanco respecto de lo que expondremos deberia ser antes de mostrar su economia: es para decirlo empezandlo derechamente, el de Lacan es él, impo- sible de escamotear al programa (...) Lo que este nombre ha hecho para volverse huella imborrable no es obra mia. Yo diré, sin insistir més, s6lo esto: Un desplazamiento de fuerzas se ha producido en torno, en el que yo no cuento salvo en haberlas dejado pa- sar. Sin duda todo ocurre dentro de esa nada en la que 70 me he mantenido respecto de esas fuerzas, por cuanto las mias en este momento me parecen bastar apenas para mantenerme en el puesto (...) Si yo nada he aprovechado, ni siquiera para. mi protec- cidn, de una posicién que por otra parte nadie pen- saba mantener, ha sido por borrarme delante de ella a fin de no verme en ella més que como delegado» (Scilicet, pag. 7]. Este asombroso pasaje se halla integramente presidido por la no-persona, bajo cl signo de esta. Lacan hace de su nombre propio el enunciado de wn «clesplaza- miento de fuerza en el interior de la investigacién y de las instituciones psicoanaliticas. El yo tiende a volverse embrague de puro enunciado, a perder sus- tantividad frente al acto personal de entunciacién. Ese yo ese] titulo representativo de ese desplazamiento de faerzas que lleva el nombre Lacan. Pose un estatuto convencional, por ast decirlo, de signatura notarial, ru- brica un (pag. 68). Em- pero, cuando el nosotros y el se (on) se encuentran el uno frente al otro, la diferenciacién se vuelve si nificativa: El estilo es el hombre, zreharemos nos- otros Ja férmula con solo prolongarla: cl hombre a quien uno se (on) dirige?» (pag. 9]. Pasamos de La- can emisor literario (nosotros) a una suerte de emi sor anénimo y generalizable, el emisor neutro del lenguaje. En lo que atafie al emisor, este juego de las distancias es més bien reducido, sobre todo si pensamos en to- | das las sutilezas ret6ricas de que es capaz el autor. | No hemos encontrado una distancia maxima, a saber, Ja. que media entre la primera persona dicha y la sew do-persona. El ga parle (e50 habla) —que es el pro- totipo de la seudo-persona— no se aplica al discurso de Lacan, del lado del emisor. b. Los receptares 1. Observemos ante todo que el fi no designa a un interlocutor individualizado sino que toma la gene- ralidad de un tipo. «2A quien, empero, se dirige este ti? ZNo eres tt nada mis que Ja apuesta a situar en un tiempo, dnicamente destinada a dar origen 93 a una partida a la que solo le habré faltado el ser jugada? El tiempo es nada pero a ti, Euridice, que subsistes como apuesta, te hace dos veces perdedoray, [Seilicet, pag. 3) 2. El vosotros 0 ustedes directo —el de la funciGn de contacto— juega normalmente: «Quiz haya entre ustedes quienes recuerden...» [pég. 93]. (pag. 10]. Contradictor dis- tante: «Un llamamiento de principio ditigido a la audiencia Iejana de aquellos que not acusan de igno- rar la comunicacién no verbal» (pg. 19]. Los mistnos embragues para designar a los oyentes directos y a Jos interlocutores indirectos: Esto atestigua In neu- walidad del discurso frente a sus destinatarios. 4. Dicha neutralidad se acentia con el empleo del se (on). Eloyente o el lector: «Que aqui se entienda bien nuestro pensamiento» [pig. 93]. Contradictor po- sible: «Se distorsionara pues la presente introduccién si se Ia toma por dificil» (pag. 42]. Hasta ahora el empleo del se no difiere mucho del de la tercera per- sona. Peto he aguf que el se designa el lenguaje im- personal dela opinién, el dictamen, ora favorable, ora desfavorable. Favorable: «El problema que nos plan tea ese nuevo lector que se nos presenta como argu- mento para recopilar nuestros escritos» (pég. 9). Des- favorable: «Sea que al restituir el término a su co- metido comin se conjura Ja sombra del maestro en meditacién» [pég. 10] % 5. ¢Encontraremos al receptor en la scudo-persona (cl il pleut, [pag. 101]. Es ver. dad que en esta diviiin se cxpuka fuera deh, comunidad interlocutora a los contradictores, d. Los otros, el Otro a de Fl Persona, entran en funcionamiento para lesignar len simbélico mismo, el lenguaje so habla. ° eae! gr wpe hana nt, abode mh a era co 277 mnt ilo fi pein te tat name ieee serrate aiming eee pay ers cafece mere rl pe emo den cree cere mes ta fotaperany hc 2g ke ee ia enter n Goon ole 96 en forma invertida» (pag. 9). ¥ ese Otro (con O ma- yiiscula) se encuentra en dependencia reciproca con t30 0 ello (¢a), de del lenguaje,* a cla escritura blanca, o bien Ta subversion del si tema, no solo retérico ‘sino literario, y, por Gltimo, Ja duplicacién refinada capaz. de crear sorpresas de segundo grado: la via de Cocteau, ¢Habré entonces que leer a Lacan como a Cocteau? . Para saberlo hemos aplicado a los Ecrits lacanianos uma guia para lectura de textos en clave, segin la clasificaciéa propuesta por la Rhétorigue générale* que distribuye en cuatro grandes categorfas las guras tradicionales de la ret6rica: 4. Thid, pg, 165, sobre los ejuegos glosldlicors; pigs. 105, 426, 466.67, 660, etc, sobre la figuras y topos de la retérica, 5. Barthes, Le degré séto de Pecriture, Paris: Seuil, 1952. (El grado evo de la etertura, Buenos Aires: Jorge Alvarez, 1967.) 6 Véase esa obra, en particular el cuadso de pig. 49. 99 1, Las figuras que actian sobre la materia f6nica: los rmetaplasmes. 2, Las figuras que actian sobre la tataxis. 5, Las figuras que actian sobre el significado: los me. tasememas. 4, Las figuras que actian sobre la légica del discurso: los metalogismos. taxis: las me. En el interior de cada categoria, cuatro subdivisio. nes derivadas de diversas operaciones: la supresin, la adjunci6n, la supresin-adjuncién, Ia permutacién. ‘a. Juegos fénicos (metaplasmos) Supresiones: ‘Aqui tenemos una supresin al principio del vocablo (aféresis): «Nosct, glleva implicita la figura de una elisin de ignoscit?y (pag. 684]. Esta. supresin se menciona expresamente como figura. Al final del vocablo (apécope) la supresién da un singular preciosista, arcaizante: us, en vez de usage (as0) ; 0 una locucién familiar: bac de philo (bac- calauréat de philosophic). En medio del vocablo (sincopa) la supresién crea el comaitre (co-nacer) claudeliano a partir de «con naire» (conocer) ; el coastement (croar de la rana) a partir del «croassement> (graznido del cuervo), ¥ Ta falsa censura: «V.. ée et cousue la mére interdites [p&g. 790] (E...a y cosida la madre vedada). La supresi6n total de un vocablo (deleacién) es per- ceptible en una frase que tiene que ver con la pre- clusién: «Las consideraciones precedentes no nos de- jan aqui sin verde» [pig. 581]. La eliminacién de feu (luz) antes de vert (verde) imita en cierto modo Ia preclusi6n, 100 ‘Adjunciones: La adjuncién al principio del vocabl efectia segiin un mecanismno de prefijacién: trans- audicién, ortodramatizacién de la subjetividads [pég. 226). La adjuncién al final det vocablo (paragoge) puede ser una simple sufijacién: chamanisant; 0 una sutil invenci6n: moiique (yoico) (pag. 669) La adjuncién en medio del vocablo (eféntesis) da lugar a fantasias del tipo de estocdstico [pAg. 287); 0 a usos téenicos como ex-sistencia [pag. 554). La palabra-valija aparece con autruiche: «la politica de Fautruiche» (pag. 15). El témino del ejemplo juega con autruche (avestruz) y Autriche (Austria) ; autruicherie. . Las paronomasias 0 continuidades fonicas segtin una diferente distribucin de los fonemas son incontables:* une équipe d’egos moins égaux (un equipo de egos me- nos iguales) {p4g. 590]; un méconnaitre essentiel ow ‘me connaitre (un malconocer esencial 0 conocerme) [pfg. 808]; Pon n pas a chosifer, fil @ qui se fier? (ni icar, fi! zen quién confiar?) pig. 867]. Llegamos ast a las aliteraciones: torpille socratique ((orpedo socrético) {pég. 31); la coupure qui fait briller Vobjet partiel de son indicible vacillation (el corte que hace brillar al objeto parcial eon su indeci- ble vacilacién) {pag. 656). Alas asonancias: déménageurs ménagers de la pu- deur (delizantes curantes del pudor) [pag. 715]; dcriture féminine trés fine (escritura femenina muy fina) (pag. 715]. * Las paronomasiasy aliteraciones no se conservan al pasar del feanets al castellano, (N. del T:) tol Supresiones-adjunciones: He aqui una sustitueién de afijos: inharmonique (en ugar de harmoniewx). El lenguaje infantil: yon yon yon de la Metro Gold- wyn [pag 705). Los préstamos de lenguas extranjeras forman legién, Se supone que aquellos que se escriben en caracteres comunes pertenecen al uso: «supporters, «flash»; los que van en bastardilla conservan su carécter de prés- tamos: meaning of meaning (inglés: sentido del sen- tido) ; aufhebung (alemn: dialéetica); goy (he- breo: el no judio), eteétera Los términos del argot resaltan con pintoresca expre- sividad en un contexto preciosista o técnicamente se- Ho: «Le personnalisme a la manque» (Bl persona- lismo de pacotilla) [pag. 687]; «un nouméne qui la ferme» (un notimeno que la encierra) (pig. 869] Los arcaismos centellean: nescience (nesciencia), sa pience (sapiencia), ressources celées (recursos cela dos), attres (forma arcaica de étres, sees) ..- Despuntan los neologismos: propos bacchants (argu- mentos bacantes), Kominternismo, Pululan las invenciones: «il west de mort que four rire (no hay muerte salvo en broma) (pig. 811]; ppense sans rire (piensa fuera de broma) (pig. 547) ‘Juega la sinonimia: Lindustrie lourde et les appareils pésants (pag. 706)* Permutaciones Llegado el momento Lacan sabe, jugando con los fo- nnemas y sus permutaciones, obtener un efecto de iro- rnfa suplementario: «Solo se forma cn la boca (bou- che) {de los ilustres pontifices de la Asociacién Psico- Lourde y pétant,sinénimos en francés, se traducen por un ‘mismo vecablo castellano: epesdon. (WN. del T.) 102 analitica Internacional] esa forma que obtura (bou- he): la O de un Oréculo que solo el apetito de los Bien necesarios [los cuadros medios de dicha socie- dad] puede rebajar hasta convertirla en la U de un Veredicton.? Veamos ahora una sutil metétesis: «Trop souvent la psychanalyse prend cette remorques (Com excesiva, frecuencia el psicoandlisis carga con ese remolque) [pg. 825], cuando el lector esperatia leer «remarque> (reparo).. . . EL presente anagrama prosigue una epéntesis de Jay: merdre (merdear). Lacan propone meirdre (mierdear) 0 sino mairdre (miardar), «anagratna del verbo donde se fusiona lo admirable» [pig, 661]. Ad- mirar solo se sugiere, no se nombra, En cambio nuestro autor no s¢ priva de jugar con ‘arbre (érbol) (ejemplo de lingifstica) y la barre (ba- ra) lacaniana (pag. 503). [Los intercambios de letras o sflabas (contrepets) son innumerables, como es légico en el psicoanilisis, don- de el chiste ocupa un lugar de privilegio en la inves- tigacién: nature/naturel/naturisme /naturalisation (natura /natural /naturismo /naturalizacién) [pag 581]; eit (yace) y gite (quarida, albergue) [pég. 36]; jaculation/ joculatoire (eyaculacién /jaculatoria); sta- fique [statue /statut (estatica /estatua /estatuto) [p&g. 2511. Y este, desarrollado antes de ser interpreta- do: «A sa femme ou d son maitre cest dun tu es... (Pune ow bien Pautre) qu'il les invoque sans déclarer ce quil est lui, autrement qua murmurer contre I méme un ordre de meurtre que Péquivoque du frax- ¢ais porte a Vorelle™ (pig, 6341. 17 Bevis, pig. 481 + Bn este cago el juogo fonemético es intraducibl, Dice: «A si mujer y a sa amo los inveca con un teres (.-.) (a una o 103 Veamos ahora algo que se acerca al palindromo (Io. cucién que puede lecrse en los dos sentidos): «eeu 4 Poeil» [pag. 669].* No cabe duda de que Lacan se divierte y regocija al lector. No es necesario invocar el estilo oral de la ma- yor parte de estos juegos fénicos. ¢ Juegos gratuitos? Sin duda, si gratuidad implica chanza verbal. Lay mis de las veces no, si por gratuidad se entendiera inutilidad de lujo. No hay ninguna de estas figuras fénicas que no sea cjercida ostensiblemente, interpre. tada expresa o alusivamente. El lenguaje comin 5 desbaratado por la retérica y esta es a su vez desba. ratada por su demostracién, Si hay humor, no es por cierto el que Kierkegaard caracterizaba como lo in. cégnito. El humor de Lacan es la distancia que el autor establece frente a su verbo en virtud de un ejer- cicio que es a la vex humoristico y téenico. En este acto ilustra Lacan la clasticidad indefinida de Ia ca. dena significante y, por su intermedio, todos los bor. dados de que el inconsciente puede ser capaz, La ex- hibicién quiere ser tanto més probatoria desde el momento en que se refiere a la materia f6nica en si es decir, a aquetlo que, en el lenguaje, se encuentra is préximo a Ja naturaleza, a la necesidad. En boca de Lacan, en su pluma, los metaplasmos nos alejan de Ja naturaleza y dan cuenta, por su proliferacién, de lo arbitratio del significante. Esa proliferacin desborda la actistica 0 la ortogra- fia, desemboca en el grafismo de las imégenes. ‘No al oto) sin declarar lo que él, exando no murmurando eon tra si mismo una orden de asesinato que el equivoco del fran c& sugiere al oldes. Tu et suena casio ter, matars de ahi el equiveco. (W. del T:) + No eel cao del equivalente castellano: . (del T:) Jot solo es horizontal, también es vertical y termina sien- o polifénica. Jizguese si no: «Asi, pues, para vol ver a nuestra palabra arbre (érbol), no ya en su ais- Jamiento nominal sino al término de una de estas pun- tuaciones, veremos que no solo en virtud del hecho de que el vocablo barre (barra) es su anegrama tras- pone la del algoritmo saussuriano,* Porque desglosado en el doble espectro de sus vocales y sus consonantes, evoca con el roble y cl plitano los sentidos de que se carga en nuestra flora, de fuerza y majestad, Dre- nando todos los contextos simbélicos con que esté to- mado en el hebreo de la Biblia, alza en una colina Sin fonda la sombra de a eu, Se reduce luego la ¥ mayéscula del signo de la dicotomfa que, sin la fnages que hitoriafaberlic, nada deri a bol por muy genealégico que se diga>.” b, Juegos sintacticos La doble retérica lacaniana ha trabajado con conoci- miento —y afectacién— de causa sobre las pequefias tunidades f6nicas del lenguaje. Qué nos reserva en cl plano de las formas sintacticas? Supresiones: He aqui algunos ejemplos de crasis 0 contraccién de dos vocablos: phallocentrisme, fauphilosophe, flouso- hie, Algunos se complacen en la pedanterfa, otros en el argot. . El empleo de un mismo término con dos funciones 4 algorimo satsrano es Ie slain: Significant fade: Sp Lgtan propone mostrar Ios dsbordamiento, sia puede Azcine, del satiate en dvenoe dominios fablados 0 no fade, poetic S Barty pes. 30308 105 dlistintas (Zeugma): ell faudra licher la vie aprér Ia bourse (pag. 841]. «L’or de ses paroles ne coule que pour Duplin et ne Sarréte de couler qu’d cones rence de cinquante mille francs» [pag. 34) in aie En tigen empl guia see cida y ala ver analizada por Lacan: «Bl signifi cante por su naturaleza siempre anticipa el sentido esplegando ante él en cierto modo su dimensién, Como puede verse al nivel de la frase cuando esta se interrumpe antes del término significative: Yo jac iis... Siempre es... Tal ver incluso... 0 por ello tiene menos sentido y este es tanto mis opresivo por. que le basta con hacerse esperar» (pig. 502]. La supresién de los signos de coordinacién (parata- sis): «Es precisamente porque remedia ese momento de falta que una imagen se pone en la situacién de soportar todo el precio del deseo: proyecci6n, funcién de lo imaginario» [pég. 655] La supresién de los votablos de enlace (aiindeton) «No es por placer que exponemos extas desviaciones sino mas bien para con sus escollos hacer las balizas de muestra ruta» [pég. 588} Adjunciones: Entre las miiltiples incidentales, veamos una suma- mente divertida: «Ce quan y trouve c'est le paradis des amours enfantines, ott baudelaire de Dieu! il en ‘passe de vertes». (Lo que alli se encuentra es el paraf- so de los amores infantiles, donde jbaudelaire de Dios! ipasan cosas verdes!) [pag. 548). + La primera oracién peda traducine: «Send preciso sltar Ja vida después de la ‘bolts, donde ldcher puede signficar soli», arelajars, eabandonars, En la segunda, or puede si sificar €oro» o «ahoras: eBl oro de sus palabras no corre mis que para Duplin y séio dejar de corzer cuando se suministren los eineuente mil rancor. (N. del 7) 106 Veamos ahora un paréntesis de socarrona_ironia: «Peto nuestros psicoanalistas insisten: ese objeto in diferente es la sustancia del objeto: comed de mi cuer- po, bebed de mi sangre (la evocacién sacrilega es de su pluma)> [ pag. 639] El desarrollo de la frase por concatenacién es una figura corriente en la pluma de Lacan: «Je consille- rais d mes éléves Waller sexposer dla recontre @une tapisserie du XVI" sigcle qu’ds verront simposer & leur regard dans Pentrée du Mobilier National ot elle les attend, déployée pour un ou deux mois encore> (Yo aconsejaria a mis alumnos que fueran a exponerse al encuentro con un tapiz del siglo xvt que verdn impo- nerse a sus miradas en Ia entrada del Mobilier Natio- | nal donde los espera, desplegado durante uno 0 dos meses todavia) (pag. 873. También es moneda corriente el ehacer valer> un vocablo (explecién). En el ejemplo presente la figura beneficia a Ia ver al término metaférico (saumon = salmén) y al término que apunta a la metéfora (de- sir =deseo): «Mais il arrive que le désir ne Sesca- mote pas si facilement, planté au beau milieu de la scene sur la table des agapes comme ici, sous Paspect un saumon, joli poisson par fortune, et quil suffit de présenter, contme il se fait au restaurant sur une toile fine .. 2» (Pero ocurre que ¢l deseo no se escamotea tan fécilmente, plantado en el mismo centro de la es- cena sobre la mesa de los banquetes como aqui, con la apariencia de un salm6n, bonito pez por fortuna y que basta presentar, como se hace en el restaurante, sobre un lienzo fino...) (pags. 626: La enumeracién: «Le dit premier décréte, légifére, aphorise est oracle, il conféve & Pautre réel son obscure autorité» (El dicho primero decreta, legisla, aforiza, ¢s ordculo, confiere al otro real su oscura autoridad)) (pg. 808} 107 La siguiente acumulacién se revela por si misma como procedimiemto: «Rien ne fut épargné des métaphores du compact: Pafject, le vécu, Pattitude, la décharge et le verrou de la défense, lassons le gobelet ct passons la muscade...» (Nada’se escatié de las metifo. ras de lo compacto: a afectividad, la vivencia, la actitud, la descarga y el cerrojo de Ta defensy de- jemos la galera y hagamos el pase de la prestidigita: ibn...) [pag. 463}. La repeticién de las marcas de coordinacién (potisin. deton) goza, al parecer, mucho més de los favores de Lacan que la figura opuesta: «Elles n'ont entre elles de rapports que Phomonymien [pag. 850).* La reprise (iteracién): La siguiente se entiquece al pasar con un retruéeano: «Es bastante asombroso que tuna dimensién que se hace sentir como la de Otra-cosa en tantas experiencias que los hombres viven no del todo sin pensar en ellas sino més bien pensindolas, pero sin pensar que piensan, y como Telémaco pen: sando en la des-pensa, no haya sido pensada munea hhasta ser expresada coherentemente por aquellos a quienes la idea del pensar asegura el pensar» [pig. 547), Abundan las simetrias: «Emunciacién que se denun- cia, enunciado que se renuncia> [pAg. 801]. «A me- nudo vale més no comprender para pensar y se pue- de galopar para comprender durante varias leguas sin llegar a pensar» [pag. 615]. Lo mismo que las simetrfas invertidas: «EI hilo tenue de sa verdad no puede impedir que cosa ya un tejido de mentirass [pég. 633) ‘Veamos ahora esa forma de duplicacién que es la po- Hptote: «La verdad sobre la verdad> (pag. 867). «Ser * La repeticiin se pierde en ta versién eastellana: «Solo te- nen entre sf relaciones de homonimiss, (§. del T-) 108 suficiente para la suficiencia» [pa pensar lo més pensable» [pig, 548) 476), «Piensa en Supresiones-adjunciones: ‘Tenemos ahora la silepsis, o ruptura de las reglas de concordancia: «Lé seul peut apparattre sans ambigui- 4 leur fonction» [pag, 550)* La ruptura de las reglas de construccién © anacoluto: «Mais Petre qui, a nous opérant du champ de la pe- role et du langage, de Ven deca de Pentrée de la ca- verne répond, quel ext-il% [pag. 844] °* El endlage de tiempo: «ll ne savait pas... Un pew (plus il savait, a! que jamais ceci rarrive, Plutdt qui ‘ache que je meure. Oui, cest ainsi que je viens 1, ld oi cétait: qui donc savait que Fétais mort (El no sbia ... Un poco més y sabia, jah! jque esto jamas ‘ccurral Antes que él sepa que yo muera, Sf, es asf co- ‘mo yo Hlego alli, alli donde era: quién sabta entonces ue yo estaba muerto) (pig. 802). Observemos «ue cen este caso el enilage entre el pretérito imperfecto Yel presente optativo se ejerce después de haber sido comentado en la pagina anterior. Elendlage de géneros: «dus boys le phalle> (phalle, feminizacién de phallus = falo) [pag. 555], El endlage de personas: aJe m'engage aussi d ne pas intervenir sur le texte de ce qui y sera admis pour Sarticuler du propos de Lacan» (También me com- prometo a no intervenir en el texto respecto de lo que se admitird en €l para articularse con los arguments * All, solo, puede aparecer sin ambigiedad su funciSns ‘Seul,adjetivo masculino, no concuerda con fonction, nombre femenino, (N, del T.) #* Aventuramos esta traduccién: «Pero el ser que, a nosotros, ‘operando en el campo de la palabra y del lenguaje desce mis acide la entrada de la Caverns, responde, geil ess, (det 7.) 109 | de Lacan) [Scilicet, pg. 8]. Aqui el juego se da en- tue la primera persona y la tercera. El endlage de funciones, como por ejemplo la trans- Jormacién de adjetivos en sustantivos: «La rétroaction du significant en son efficacen (La retroaccién del Sgnificante en su eficaz) [pig. 899]. «Dans son abrupt foujours accru» (En su abrupto siempre aci centado) [pig 30]; 0 a la inversa: «Le couple téran du yin ef du yango. (La pareja veterana del yin y del yang [pag 39). {Los quiasmas 0 simetrias en cruz gozan de una predi- leccion de sibarita: «Le dirons-nous pour motiver la difficulté du désir? Plutét, que le désir soit de aifi- cultéy (zLo diremos para justficar la dificultad del deseo? Mas bien, que el deseo sea de dificultad) [pig. 633]. «Son ame lourde (...)et son corps sub- tils (Su alma pesada (...) y su cuerpo sutil) [pég. 629], «Le sens d'un retour a Freud, cst un retour au sens de Freud» (Bl sentido de un retorno a Freud, sun retomo al sentido de Freud) [p§g. 405}. Permutaciones: Gomencemos con algunos buenos ejemplos de inte- rrupciones (Imesis): «lle est inimitable en ce désir insatsfat pour ce saunon, que Diew damne sice net pas Lui qui le fume» (Blla es inimitable en su deseo insatisfecho por ese salmén, que Dios maldiga sino es EL quien lo ahima) [pég. 626]. «On entend du meme ord une adresse a la bonté, bonté divine!» (De Ja misma cepa se oye un lamado a la bondad, ;bom dad divinal) [pig. 455]. Frases enteras pueden cum plir esta funcién: ... «Ler vrais besoins, Lesquels? ‘Mais les besoins de tout le monde, mon ami. Si cest cela qui vous fait peur, fie-vous en a votre psycha- nalyste et montez a la tour Eiffel pour voir comme Paris est beau». (Las verdaderas necesidades, ¢Cud- 110 ‘es? Pero las necesidades de todo el mundo, amigo mio. Sies exo lo que le da miedo, confieselo a su psicoana- Tista y suba a la torre Eiffel para ver cudn bello es Paris) (pig. 624) La proyeccién de un componente fijo fuera del marco normnal de la frase (hipérbaton): «Ces connaissances dont il apprécie si humoristiquement la portée, il ne se figure pas les tenir de la nature des choses...» (Bs0s condcimientos euyo alcance aprecia él con tanto sentido del humor, no se imagina deberlos a la natura- leza de las cosas... ) [pég. 599] as inversiones son innumerables: «Par cette voie seulement a plus loin décriren (Por esta via slo més adelante a describir) (pag. 871). «Vous mémes reculés ttre en ce manque, comme bsp: hanalystes, suscités> (Vosotros mismos retrocedéis al Ser en esta falta, como psicoanalistas, convocados) {pig. 877] Mas no hay que hacerseilusiones. Hemos tomado al- ganas muestras sabrosas, pintorescas o simplemente de més relieve (a menos que el relieve y lo_pintores- ‘co sean equivalentes, como ocurre en la Guide Blew). Sin embargo, si bien se mira, el paisaje lacaniano es- td en su totalidad formado por figuras sintécticas; toda su escritura es, podrla decirse, metatactica. Y fs esta tna proeza de la que en nuestros tiempos solo Cocteau era capaz, frente a la escritura clésica, To- ‘memos por ejemplo dos de los primeros pérrafos de la Owerture de los Eerits: ¢El estilo ese! hombre ‘mismo, se repite sin ver en ello malicia ni inguietarse porque el hombre no sea mas referencia tan cierta Por lo demas, la imagen en que aparece Bouffon escri- biendo esta alli para sostener Ta inatencién (...) Porque el hombre agitado en el adagio ya clésico en esa fecha de ser extraido de un discurso de la Acade- Ta nia revela en este bosquejo ser un fantasma de gran hombre, que lo pone en escena para tomar all su casa fntegra. Al respecto, Voltaire, como se recordara, ge- neraliza aviesamente. El estilo es el hombres charemos aceptar la férmula con solo protongarla: el hombre a quien uno se ditige?>.”” Una procza tan sostenida no es obra 0 solo obra de una segunda naturaleza, como si se dijera: Lacan es- ta hecho ast. Porque el autor, lejos de dejarse atrapar en sus propias trampas retéricas, muestra en todo mo- mento que su escritura esti plagada de emboscadas, 0, sise prefiere una metAfora menos militar: cual un Drestidigitador que ensefia su oficio, exhibe los xhilos» {que acciona. Lacan debe ante todo —y quiza sobre to- do— leerse mas por sus formas signficantes que por Sus contenidos significados. Con los metaplasmos 0 juegos fénicos, Lacan mos habla alejado de la ilusién hnatural del lenguaje. Con las metataxias 0 juegos sin- téeticos, despliega la supremacfa del significante has- ta cubrir toda su obra. , Juegos seménticos (metasememas) gla supremacéa del significante? Lacan, como se re- cordar4, lo analizaba en las profundidades del incons- ciente por medio de dos figuras centrales: Ix metafo- ray la metonimia, El paragrafo siguiente resulta por ello més interesante, ya que habremos de recoger, en Ja escritura lacaniana, figuras que, por funcién retéri- ca, establecen nexos entre significante y significado, Supresiones: La aremia, es decir Ia euasi-insignificancia del signo causa de su vaguedad, de su generalidad, interviene 10 Berit, pig. 8 m2 solo con cardcter de préstamo: «Son truc d’identifi- Cation & Padversaire> (Su asunto de identificacién con el adversario) [pag 20). El empleo de lo abstracto por lo concreto, de lo gene- ral por lo particular (sindedoque generalizante) es tuna disminucién deliberada del significado de los tér- mins: «La pareja, celos fraternales 0 actimonia ma- trimonial> (pag. 479]. Observemos aqui que —como si nada fuera— Lacan hace deslizar el significado ha- bitual de pareja, puesto que propone tanto la fraterna como la conyugal. La sinécdoque queda pues parcial- mente desbaratada, «Pero las dos superfluidades que aqui se conjugan» (pag. 481]. En este caso la sinéedo- que ha sido exagerada hasta lindar con la asemia, @ fin de obtener un efecto de ironia. El empleo de un titulo o de un nombre abstractos ge~ neralizantes (antonomasia generalizante) apunta a una disminucién del significado. Puede ser un instru- mento polémico destinado a poner de relieve la in- consistencia de los sefiores de la AIP: «Suficiencia Beatitudes (pag. 475 y sig). Este vaciamiento del significado entrafia, por ejemplo, el de «Palabra», que en el caso presente deviene antonomasia: «He aqui pues la organizacién que obliga a la Palabra a cami- har entre dos muros de silencio, para celebrar alli las nupeias de la confusién con lo arbitrario» (pég. #81) Un primer tipo de metéfora disminuye el significado ¢ esta recubre, en Ia medida en que el término si nificante relevado por el término metafdrico esta co- presente; en suma, en la medida en que la metéfora linda con Ia comparaci6n. Hay disminucién porque hay particién del significado entre dos términos sig- nificantes: «La fidelidad del testigo es el capuchén con que se adormece, cegéndola, la critica del testimo- rio» [pég. 20]. «El gigante del lenguaje recobra su estatura al ser liberado de pronto de las ataduras gu: 13 lliverianas de la significacién> (pg. 470]. Este Gltimo ejemplo es, digdmoslo, prodigioso, porque practica, ilustra y desarma al mismo tiempo el mecanismo y los efectos diminutivos de este tipo de metafora. Se trata, por cierto, de un procedimiento tipi lacaniano. ‘Adjunciones: La antonomasia particularizante tiene el efecto de acrecentar el significado que recubre: Es Dupin el detective [pag. 13 y sig.]; es el Meuble Tronchin [pig. 481] La sinécdoque particularizante (lo menos por lo més; Ia parte por el todo) tiene evidentemente el mismo efecto de acrecentar el significado que recubre. Aqui tenemos a las clésicas «velas» de la navegacién (en un ‘empleo igualmente metaférico): [pg. 471]. «Que uno de sus coidos se ensordezca tanto como deba el otro ser agu- zado> [pég. 471 La catacresis es una suerte de metafora debilitada por el uso, ineorporada al léxico corriente, inmediata- ‘mente legible: de ahi el aumento del efecto de sea- tido: «l.a pantalla para el advenimiento de Ia pala- bra» [pig. 461]. Las bases de la investigaciém> [pag 462). «Le blanc-seing que Freud accorde a ce projet (eLa carta blanca que da Freud a este proyectos.) Ipis. $3). La antcandfora regula, con el juego de las compatibi- Tidades, la pluralidad de los significados (polisemia). «Hay més de una religidn y las Hgaduras sagradas no ceésarén mafiana de arrastramos a la deriva» [pis 28) La antiandclasis regula la pluralidad de los significa- dos al jugar con las incompatibilidades. Tal por ejem- plo el caso de los términos que Lacan emplea para Te —~ definir el inconsciente y que requieren de parte del lector un esfuerzo para comprender que recubren sig- nificados psiquicos, esfuerzo que del lado de Lacan requiere comentarios: monumentos... documentos antiguos... tradiciones. .. huellas (pag. 259). El encadenamiento (attelage) juega con la asocia- cién, la congruencia de varios significados de un mis- mo término: el or (conjuncién francesa) de Ja pala- bra y el or (oro) monetario [pég. 34], La lettre de la escritura (y Ia del cartero): «C'est ainsi que ce que veut dire [a “lettre volée”, “en souffrance”, c'est Gu'une lettre arrive toujours & destination». (Es asi (que aquello que la significa es que una carta llega siem- pre a destino.) [pég. 41). Los retruécanos son innumerables, ligados a menudo a los intercambios de sonidos y a las paronomasias dde los juegos f6nicos. Aqui nos interesan desde el momento en que juegan con la pluralidad de los sig- nificados en virtud de una aproximacién paradoj partition (particién) y parturition (paricién, parto) [pég. 142]; Esprit (expfritu) y pneumatique (neu- mitico): (del latin sprius, so- pi, ait, aliento) y neumétio (Gel griego ewe, aire, soplo) Fe bama que pneumatique pew designa un sistema répido ppara cl envio de la correspondencia. a través de canales pro- Yistos de aire comprimide, (N. del T:) 115 dero cometido de sustitucién o mejor dicho de inter- scecién de significados cuando el tinico término que permanece ¢s el metaférico. Este se refiere a... la obra de Platn!: (Esa misma riqueea de Jos datos, fuente de conocimiento, pronto los llevaron a un nudo que ellos supieron convertir en callején sin salida.) [pAg. 476]. aL’ échelon, qui la simule dans la hhitrarchie, nest 2 que trompe-lorily (El excalén, que la simula en la jerarquia, no es alli més que fa! chada) [pag. 476]. Serie de amabilidades dirigida a Jos pontifices de la ATP. Es necesario poner de relieve que en estos dos tiltimos ejemplos, las metéforas se duplican; un significante metaforico remite @ otro igualmente metaférico, con lo cual se prolonga la ca. dena significante La metonimia propiamente dicha, en virtud de su funcién englobante, tal como la hemos desctto en Ios capitulos 4 y 6, esté intimamente ligada a la mayoria de Tas nociones clave de Lacan: Otro, Letra, Muer- te, etc. Ly cual da la pauta de su importancia. Tam bién figura en las nociones intermedianias: lugar, me. io, mediador (medium), ete. Juega con las iteracio- nes: asi, por ejemplo, basta mencionar el Cogito para aludir a Descartes y'sus teorias (pigs. 163, 516-517, 809, 831, 865]. Desempeiia asimismo oficios més par. ticulares: el sésamo que abre el dilogo [pAg. 477]; las seguridades que el error encuentra [pég. #42) La prosopopeya (animacién de lo inanimado) y la personificacién concurren a la cita: «Bl erédito que nos concede Ia ciencia» [pig. 460]. «Dos columnas tacitumas» [pég. 477]; «Que el mimero dos se rego- cije de ser impar...> [pag. 479]; «Que este pueda ejereer su seduecion sobre el niimero dos» [pag 48 116 El oxfmoro, contraccién de dos términos contrarios, no deja de hacer sentir sus efectos: «El silencio pobla- do» [pig. 468]; Lo que el brillo de la luz tiene de enceguecedor» [pég. 31]; «Los reflejos de le som- bra> [pég. 31). Permutaciones: Veamos la hipdlage o trasposicién de las relaciones en- te los términos: «A tomber en possession de la lettre —admirable ambiguité du langage— cest son sens qui les posséde» (Al caer en posesién de la carta —ad- mirable ambigtiedad del lenguaje— es su sentido el aque los posee). Adviértase que aqui, una vez més, la formula aparece subrayada, comentada —desbarata- da— y a la ver ejecutada. «C'est au devant des per- les quion jette les pourceauxo (Es delante de las per- las donde se arroja a los cerdos.) (pag. 464] AA diferencia de los juegos sintécticos, os juegos se- ‘inticos no cubren todo el texto lacaniano. Los hemos tomado, escogido, en puntos estratézicos —o neural- sicos— del discurso, Para determinar en qué dom nio del mundo o del hombre Lacan prefiere elegir sus figuras, habria que realizar, por asi decirlo, una investigacién referencial, contextual. No obstante, tan Taboriosa biisqueda no nos daria otro resultado que proporcionamos datos acerea del medio cultural y el contexto histérico de la persona y la obra de Lacan, Serfa una manera de descubrir, sino lo aneedético, lo puramente biogrAfico. Mucho més nos interesan la forma y la funciém de es- tas figuras seménticas. Lo que nosotros vemos en ellas es la fuga incesante del significado que Lacan descri- be como ausencia de articulacién, de concatenacién. Esta fuga exige una persecucién y culmina con una captura imposible, La mariposa apenas deja en las uy manos un polvillo multicolor y entonces Lacan nos muestra las suyas irisadas de una brillante policromfa, EI presente pérrafo confirma asimismo lo que hemos escrito como metAfora y «metonimia» 0, mejor di cho, sinécdoque, La metafora, que es en sf interseecién de pequefias unidades de significados bajo un solo significante metaf6rico, tiende a formar cadena con otras metéforas y por ende a quebrantar cada vex:més los significados para ocultarlos mejor. Las singedo- ques generalizantes, que atentian el significado, y Jas sinécdoques particularizantes, que lo amplian, lo ‘mantienen sobre todo en estado de clasticidad 0 lo hacen deslizarse sin cesar. En otras palabras, metafo- ras y sinéedoques llevan a cabo el trabajo de conea- tenacién —se podria decir el trabajo en cadena— de Jos juegos sintActicos. Pero atestiguan, al intervenir en él significado, que este, fluido, es dificilmente es- tructurable, por cuya razén acentian Ja distancia en- tre significantes elaborados y significados deslizantes. La metonimia propiamente dicha ilustra la concepeién lacaniana del lenguaje analitico —por no decir cien- tifico—, ya que las nociones clave y hasta las nociones instrumentales, auxiliares, de este Ienguaje revelan ser ante todo metonimicas. Lacan parece comprobar que ningtin lenguaje, por analitico que sea, puede pre- tenderse exhaustivo, capaz cle delimitar con exactitud —término a término— y, por ende, estructurar el sg- nificado. La metonimia es a la vez la aproximacién maxima y el limite més infranqueable respecto de los significadas del inconseiente 4d. Juegos logicos Hemos rezado al pasar el problema del lenguaje cien- tifico, que, de acuerdo con una moderna conjetura ideolégica, seria, en virtud de su formalizacién su- ue prema, el que se hallaria més alejado de los juegos de argumentacién retéricos. Mucho habria que decir acerca de una conjetura que, después de haber gra- vitado sobre las ciencias fisico-mateméticas, sobre la biologia, afecta hoy a las ciencias humanas. ;Compar- tir Lacan esa tremenda seriedad formal a que aspira el moderno discurso cientifico? Hard, al menos, la economia de los metalogismos, es decir de las figuras que se apartan de la légica? Por lo que ahora veremos, nolo parece. Supresiones: Tenemos ya aquf una litote simple, ligada con una precaucién oratoria (que a continuacién se enuncia como tal: «Un poco de entusiasmo e3 en un exctito Ja huella més segura que habré que dejar para que ste perdure, en el sentido lamentable (...) Al pu- blicarlo, suponemos cierto interés en su lectura, mal- entendido inclusive. Aunque se quisiera la. precat cién. ..> [pig. 229}. Una funcién andloga ejerce la reticencia (condimen- tada aqui por una litete: «Un poco de orden») «Para poner ahora mismo un poco de orden, redu cirfamos a tres estas particularidades de la teorla aun- que para ello nosotros mismos debamos rendir ple tesia a un parti-pris, menos grave por ser solamente de exposicién> (pag. 603). La suspensién prepara una precipitacién del discur- so: «Alguien que da la impresin de saber tanto como clos sobre lo que hace falta pensar... acudid en nuestra ayuda, categorias del pensamiento primitive, prel6gico, arcaico» (pig. 521). La alusin apela a la cultura del lector: «Bsa relacién del Amo y del Esclavo gravida de todas las astucias por las que la razén hard avanzar su reinado imper- sonal> [pég. 810]. 119 Son notables los dos silencios siguientes. BI primero por su oposicién a la charlataneria: «La cuestién consiste en saber cémo llega hasta alli Ia vida char- Jatana de la experiencia analitica, Aqui callamos res. pecto de su orientacién préctica» [pag. 684] El segundo, de contenidas resonancias trégicas, rema- ta un final de capitulo sobre Freud: «Dindonos, en cl piniculo iiltimo de una obra de las dimensiones del ser, la solucién del «anAlisis infinite, cuando su muer. te puso en ella la palabra Nada» (pag. 642] Adjunciones: La hipérbole en estado de pureza (sin conexién, por ejemplo, con las metéforas extremas) sorprende por su concisién: «Lo superfluo de su exceso» [pA 478} «ila (la verdad) se les oftece en su forma mis ver. dadera> (pig. 21) La repeticién juega deliberadamente con la redun- dancia: «Pues por poco que en ello se piense, se verd que no hay menor o mayor suficlencia. Se es suficien- te 0 no se es suficente: lo cual ya es verdad cuando se trata de ser sufieiente en esto o en aquello, y mucho mis cuando se trata de ser suficiente para la sufi. ciencia» [pig. 476]. Puede incluso legar a ser una inflacién calculada: «Pleno de significacion (..-), de intencién en un acto (..) de amor (..-) de od (...) de devocién (...) de tanta infatuaci6n (...) de la mar en coche {...) de rififi entre los hombres» (pag. 24] El pleonasmo no parece gorar de los favores de Lacan. Quizé to son estos enunciados: «Fue Abraham quien ‘nauguré el registro y la nocién de objeto parcial ex su contribueién original» [pég. 604]. ¢.-.Si por ello el sujeto no se muestra oblativo, es decir desintere. sado> (pe. 605) Lo mismo puede decire de la sinonimia prolongada 120 expolcién): exw quiere decir que objeto parca (otal pane 0 pita eparad 0) dspatives aa, Hires ieradiacion en cadena) estan preset Como eto: ear bee que els taser fren saber qu ocue enlace Pra sero ihe ocure eel ands es precko saber de donde She ene la pabrn, Para aber qué es rtiend Opec saber qué es fo que se opone al ave tide da palabre> [pg Jol) Obervene que au Gl ampulo delves ee cna part a ters reps, Supresiones-adjunciones: . El eufemismo dice a la vex lo més y lo menos: (pag. 239]. Puede, por su doble filo, transformarse en un arma temible en la polémica: «A pesar de la debilidad de la teorfa con que un autor sistematice su técnica, no por ello deja de analizar verdaderamente, y la coherencia revelada ‘en el error cs aqui garantia de la falsa ruta en realidad transitada> (pig. 608} La gradacién, por el hecho de valorizar uno de los términos, puede revelar Ia ideologia del autor. Por este motivo Lacan la utiliza con cautela y modera- cién, si es que no la quiebra por simple acumulacién (no progresiva). He aqui un ejemplo de gradacién- cimulo: «Pintaras sinceras (...) rectificaciones (.. Jexhibiciones y defensas (...) abrazos narcisi- ticoss [pég. 249]. Veamos ahora un tratamiento iré- nico y negative: [pég. 667). . ’ La pardbola, sin perder su aspecto de ficcibn, se adosa a una suerte de simil de la realidad, En un sentido, puede decirse que los [pég. 801 El ejemplo anterior desemboca en la antifrasis, de Ta 123 que ahora presentamos un buen espécimen: «Pensad de qué altura espiritual damos testimonio al mostrar- nos en nuestra arcilla estar hechos de la misma que amasamos> [pég. 585], La denegacién seria tanto més interesante de vi ppor el hecho de que constituye uno de los datos ex: plorados por el anélisis. En realidad, nos revela la actitud vigilante de Lacan: «Tampoco sc trata de que considere al hombre de las ratas como un caso que Freud haya curado, porque si agregase que no creo que el anilisis tenga nada que ver con la trégica con- clusién de su historia con su muerte en el campo de batalla, ¢qué no daria por avergonzar a los mal pen- sados?» [pag. 598]. Aqui tenemos una figura que es a la vez propuesta y desbaratada. La concesién conserva deliberadamente su. aspecto ritual: [pAg. 679] La paradoja recubre las afirmaciones que de lo con- trario parecerian simplistzs. En Lacan, es tono ha- bitual y a la vez figura particular. He aqui, entre otros ejemplos: «Basta pensar en ello para que en el acto se hagan humo esas reflexiones que uno se veda por demasiado evidentes» [pég. 857]. El mecanismo de Ia paradoja es aqui discretamente desmontado dando derecho a Ia evidencia. Veamos ahora una pa- radoja anunciada como tal: «Paradéjicamente, el psi- oanlisis vuelve a encontrarse 2 la cabeza del huma- nismo de siempre> [pég. 690]. a tote en forma negativa parece ser mucho mis favorecida que la Iote simple: eLejos de ser ins nificante> (pag. 14). cEl capftulo en que Daniel La- gache interroga a la estructura del Ello no nos de- cepcionas {pag. 657]. (pag. 616). Veamos ahora la regresién cronolégica: «La deca- dencia que marca Ia especulacién analitica, especial- mente en este orden, no puede menos que sorprender, con solo ser sensible a la resonancia de los trabajos antiguoss [pég. 615]. O bien esta, paraddjica: «De sta, nacida desde Freud, Freud no podia dar razén> (pg. 688). Llegamos asta la fingida prticién de principio: «Bs Io que queriamos demostrar, pero esto nos leva ana ver mas al punto de partida, o sea a reinventar el psicoandlisisy (pag. 591). Ta retorsién ligica esté aqui duplicada por una in- versiin sintctica de términos: « (pg. 101}. «Si el tema de este tercer volumen de La Psychanalyse me impusira esta contribuciin . ..» {[pag. 493]. Otras veres es una suer~ te de aforismo: «Es raro que se celebre el centenario Gel nacimiento» [pig. 459). Puede ser, finalmente, el aserto a contrapelo, opuesto a las opiniones admiti- das: [pag. 229). Asi pues, en Jo que se refiere a los comicnaos de dis. curso, Lacan se encarga de hacemos volver a nuestra unto de partida con el rabo entre las piernas Veamos ahora las conclusiones. Aqui Lacan se expo- ne mucho mas: La verdad y ta muerte. He nombrado a Max Jacob, poeta santo'y novelist, s, como éllo ha escrito.) Jo verdadero es sempre nuevo» (pig. 193). Aqui Max Jacob ilustra la pasién de edevelar Ia verdads, pasién {que caracterizaba la obra de Sécrates, Descartes, Mars y Freud, Esta verdad acerea del sujeto es obra conjun. ta del médico y el paciente: «El psicoandlisis puede acompafiar al paciente hasta el limite extitico donde se le revela Ia cifra de su destino mortal, pero no de- pende de nuestro mero poder de médieo el levarlo hasta ese momento en que comienza el verdadero via. jem (pag. 1005 las bastardills son nuestra). Se trata, recordémoso, de la verdad liberadora, aque- la en Ia cual el paciente logea deshacer su texto in- consciente e imaginatio hordado sobre el olvide del significante primero, y redescubrirel verdadero punto de partida del orden simbélico; esta verdad no tiene relacién alguna con una verdad ontolégica o religioea. Porque aqui la verdad revela scr compleja por su 130 cesencia, humilde por su oficio y ajena a la realidad, insumisa a la eleccién del sexo, emparentada con la muerte y, en suma, mds bien inhumana» (pig. 456, las bastardillas son nuestras]. He aqui, pues, la muerte nombrada por segunda ver, y Ia inhumanidad. Lacan no se habia demorado mucho en lo prometeico porque presentfa el peligro de un lirismo antitelsta, Aquf, en cambio, al denunciar toda tentacién ontol6gica esta- blece, con gravedad, un nexo entre los temas de muer- te ¢ inhumanidad y el de verdad, pues el orden del lenguaje se edifica sobre la muerte de las cosas y la verdad del sjeto se conquista sobte ls méscars los eles. representados, sobre los personajes supuesta~ Ineme humnanos, Si hay marca ideolgiea en estot temas asociados con verdad, con muerte, con inhuma- nidad, la hay ante todo —en el lugar privilegiado de tuna conclusién— por un efecto de negacién, por un efecto «anti» (anti-opinién admitida, anti-ideologia corriente....) Laignorancia y la Nada (Rien). Pero esa verdad mor- tal, el psicoandlisis no la alcanza sino renunciando a las pretensiones dogmaticas, al dogma del saber. La- can recurze al vocabulario de la teologia negativa ‘ [pég. 124], Nota dliscreta, si la hay, pero cuyo lugar como conclusién sigue siendo revelader. Estos finales de discurso, cson acaso lugares donde Ja ideologia lacaniana escapa al autor, se libera a sus, espaldas? Sin duda, serfa demasiado ingenuo suponer que un Lacan pueda ignorar las celadas de las con- clusiones de discursos. Todo cuanto podemos decir es que tal lugar le permite sefialar, subrayar entre sas femas habituales aquellos que gozan de alguna pre- ‘Hemos visto ademas la marca negativa, Ja marca «an- tin. En estos juegos de diferencias podtfan, pues, des- lizarse algunas connotaciones ideolégicas: diferencias con... los demés (anti), ciferencias entre si mismo y si mismo (temas preferenciales). 132 b. Las esferas de la calificacién AL igual que todo el mundo, Lacan, por el hecho de que habla, escribe, se ve obligado a calificar: a cali- ficar a los otros autores, las obras, las situaciones, las ideas heredadas, etc... Operacién normal, pautada, del lenguaje, pero operacién particularmente expues- ta las ideoiogias, porquc los caificativos y los super- Iativos habré que buscarlos en una suerte de esfera normativa y disponerlos de acuerdo con un diferencial apreciativo. Calificar es someter el objeto a su califi- ‘acién propia pero es al mismo tiempo someterse en. parte al sistema calificador. Ruda coaecién del len- guaje a la que cada uno de nosotros puede en parte ‘scapar gracias al humor o a Ia ostensible axbitrare- dad, mas no indefinidamente. A menos que sea una es- pecie de Mefistfeles capaz de dominar y desbaratar todas las coacciones del lenguaje, bien podria Lacan someterse en esto a la ley comin. Lo Iuminoso / y lo oscuro ‘Tomemos al pasar algunas de sus férmulas: «Un infor- me iluminantes; ade manera deslumbradoray; «f6r- malas impidas» ; cexposicién luminosa»; «artieulo lu minoso>. .. Lo que es més, esta luminosidad alcanza cl superlative: «Descripeién brillantisiman; ; «Freud los vislumbré con un fulgor que les otorga un aleance por encima de toda critica tradicional (pig. 879]. Bi hecho de que sea Freud el beneficiario de todo lo luminoto es un argumento de autoridad que refuerza Ia marca superlativa, Esta valorizacin de lo luminoso se confirma —para- digmaticamente— por el desprecio por lo oscuro: (pig. 168]; «ma carta de ian cautivante perspicacia» (pg. 671]; eesertura femenina muy fina> [pg 35) Lo trivial es miiple: «forge ataquen; «grosera di- cotomia»; «incidencias escabrosas»; «de feria>; «opo- Scién trivia; eversos atrocess; aqui la entonacion raya en el superlativo, Sin duda habré que agregar lo. ‘epedanten Ia efanfarroneriay. ‘Lo encantador / y lo bufonesco Esta oposicién es homéloga a la precedente. La faz negativa es mucho més marcada; por aletin «rizo ado- rable> 0 edelicioso Trenel>, nos encontramos con wn abanico mucho mas amplio de: «reportajes bufones- 0503 ¢hazaiias irrisorias»; exintesis dilatanter, sin contar la utilizacién irénica y popular de mejor y bueno («la mejor del afio.. .>). Lo perspicaz / y lo ingenuo Ahora partimos de una oposici6n diferente. Lo pers- ppicaz adquiere tanto més valor por su rareza: «Ex- epeional por su perspicaciay. Fin cambio, el abanico de la simpleza o la imbecilidad se ensancha ¢ incluye lo superlativo: es (por utilizar In técnica freudiana sin su experiencia) ; ela mAs enorme im- becilidad>; ese monumento 2 Ia ingenuidad>. 134 Lo humilde / y lo suficiente ‘Pasamos ahora a oposiciones donde intervienen conno- taciones éticas: cla verdad, humilde en sus oficios»; ala fratemidad discreta>. Como contrapunto: «el | dealismo exorbitanten, «la suficiencia clinica», «el | insolente prestigion, «la petulancia filos6fica....». EL humor / y 1a honorabilidad Esta oposicién es homéloga a la precedente: «Bl hu- ‘mor nunca hace acto de presencia (....) Sus autores estan demasiado ansiosos por escalar posiciones ho- norables» (pag. 811). Lo saludable /y lo insensato Aqui los términos negativos son mucho més marcados: por una encontramos: la categoria nauseabunda de “Jaspers y consortes"»; «el orden insensato del fascismon [pég. 135; «el colmo del absurdo> (pag. 455]. Lo franco / y lo hipécrita «Puede esperarse que la religién adquiera en la cien- cia un estatuto un poco més franco?> (pig. 872). En este ejemplo el término ambiguo, que entraiia cados de lealtad pero también de libertad, puede dar lugar a alguna vacilacin, Pero los términos opuestos despejan la ambigiiedad: «Tantos siglos de hipocre- sia religiosa» (pig. 528]; elas gazmovierias moralizan- tes, 0 incluso lo «capcioso», lo Lo potente / y lo débil Esta oposicién es tanto mas marcada cuanto més sim- plificada est; ala ficcién de Poe tan potente en cl sentido matemético del término> [p§g. 10]. (pig. 33), «una defi- nicion floja>. 135 Hasta ahora hemos podido poner en oposicién dor esferas de calificatives; el primer término dominaba al segundo, Una estructura ideolégica de valoriza- cién / desprecio subyace en todas estas oposiciones. He aqui, en cambio, un doble inventario en cl que encontramos términes valorizados y otros desprecia- dos, sin que el paradigma aparezca expresamente para cada uno de ellos. Valorizacién: altivo, minucioso, riguroso, preciso, dig. no de antologia, prestigioso, ilustre, fascinante, emi nente, patético ... Lo admirable se sitia en esta cate- goria, si bien con connotaciones de humor. Desprecio: Caduco, retrégrado, degradado, extrafio, idolétrico, mitico, ‘execrable, intolerable, catastré fico... Hay por Gltimo callficativos neutros cuyo cometido consiste en acentuar un término —en hacerlo salir de To corniin— mas que en valorizarlo: paradojal, ex- traordinario, asombroso, petrificante ‘Acabamos de ver, por pares de oposiciones, las di- versas esferas del sistema calificativo de Lacan. Los términos calificatives pueden ahora disponerse de acuerdo con varias baterias ideolégicas. La bateria intelectual: La palabra es vulgar —y lo parece todavia més refe- rida a los textos de Lacan— pero precisamente lo que caracteriza a las instancias ideolégicas es que caen en el lugar comin, El recurso a lo luminoso, al fulgor y el rechazo del oscurantismo; el llamado 2 la sutileza, a la agudeza y el desprecio por la groseria; Ta valorizaci6n de Io perspicaz, de lo minucioso, de lo riguroso, de lo preciso, y el desprecio por lo estiipi- do, por lo idolatrico, por lo mitico, provienen de una cultura, de una tradicién de intelectualidad a la fran- 136 esa que en apariencia no debe romper con el siglo de las luces; y esta cultura se enriquece con los va- lores valorizads hoy, en el siglo de las ciencias hu- La bateria estético-literaria: La predileccién por lo brillante, sutil, encantador y cl rechazo de lo chocante, escabroso, trivial, pedante, jactancioso; la critica de los versos atroces> y Ia ‘admiracién por los trozos dignos de antotogia la iro- mma frente a lo bufonesco y lo ridiculo, provienen ae tun gusto refinado, exquisito, que, en sus aspectos mas diversos, se emparenta con el de una cultura aristo- critica y alusiva, Cultura que bien puede traer apa- rejada su parte de critica interna y de inconformis- mo, Los signos de reconocimiento y los de exclusién pueden variar hasta cl infinito, pero el sistema revela ser en definitiva bastante simple, Forzado a calificar, fa apreciar o despreciar, Lacan no ha podido —o ha ‘ereido que no debia— perturbar el cédigo del buen gusto. Las familiaridades, las expresiones del argot de que el texto est sembrado ejercen en él una fun- cién ret6rica y confirman la regla general. La baterla del humor: El humor permanentemente ejercido —y profesado- por Lacan esté parcialmente sujeto al eédigo del buen gusto de que hablébamos hace un instante. También est4 ligado al cédigo de Ia salud mental y ético del {que luego hablaremos. Lo que equivale a decir que el humor lacaniano atraviesa todos los eédigos y toda la obra. Es y quiere ser inimitable y en ese sentido se identifica con la performance personal del autor. Pero se inscribe y se da a conocer en una comunicacién que participa también de la naturaleza de una competen- ia codificada. El humor levanta todas las mascaras 137 de la seriedad, la honorabilidad, la cientificdad. Se presenta como una distancia de'sf mismo a su obra Pero no puede menos que ser en si mismo tn indica. dor, si no un papel. La funcién del humor tiene un pparentesco con la de los embragues (shifters) segtin Jakobson; se anuncia alusivamente y remite al acto de ‘enunciacién. La bateria ético-sanitaria: Predicar la humildad y rechazar la suficiencia, valor zar lo saludable y desdefiar lo absurdo 0 lo insensato, apreciarlo franco (leal y libre) y despreciar lo insidio. s0 y lo hipécrita, todo esto forma parte de la hibri dacién de un sistema ético y de un sistema sanitario que, en nuestros dias, caracteriza por igual a los mo- ralistas y a los psicdlogos, ya que unos y otros inter~ cambian sus atributos. La bateria de la potencis Suponiendo que cla potencia» valorizada lo esté «en cl sentido matematico del término» [pég. 10), los términos opuestos en el sentido comiinmente admit do —la debilidad y la blandura— estardn condena- dos al oprobio. Agreguemos a ello el empleo favorable de «prestigioso», «fascinantes, «lustre>, ceminente> incluso con humor y con pregonado respeto de las Convenciones sociales y las connotaciones admit. vvas de lo «admirablex. A. partir de ello emerge un cbdigo de la grandeza y de la excepeién —de grandeza excepcional—que hace contrapunto al de la modestia, y la humildad y que ordena todos los rechazos de lo ‘vulgar, lo trivial y lo débil (Otsas baterfas figuran en estado de bosquejo: el des- precio por lo implica una ideologia del progreso; el miedo de lo «intolerable» y de lo [pég. 9], habida cuenta del destino de sus pa- labras y de sus Ecrits. En uno y otro caso, Lacan con- fiesa su fidelidad al orden simbélico. Después ce haber dominado plenamente los significantes.retérices, ha consentido en cierto modo a fos significados ideolégi- 0s, La teorfa Tacaniana de la supremacia del signifi- cante se ha trasrmutado en supremaca de Lacan sobre el significante, Pero el orden de los significados ideol6- gicosse ha deslizado por el terreno de la comunicacién. 139 3. Digresi6n filos6fica Tanto como Lévi-Strauss, sino mas, Lacan interesa a os fildsofos. Mas que el etnélogo, quien, a fuerza de juegos de ingenio, descarta los problemas filosfi- cox, Lacan provoca a los filésofos al enfrentar el Co- sito cartesiano y sus filiaciones apoydndose en Hegel. Pero ni aun en cl caso de que este autor, de una cultu- ra particularmente amplia, se abstuviese de toda alu- si6n filos6fica, podria eludir el examen de los fil6sofos ‘contemporiineos, puesto que aborda las propiedades del sujeto, el sentido, la verdad. Hablaremos en primer ‘érmino del progreso filoséfico de Lacan y a continua- cién iremos a los textos lacanianos, en particular a aquellos que se refieren a Descartes, Kant y Hegel. Tenemos aqui, para empezar, un testigo favorable Anika Riffle-Lemaire, quien, dicho sea al pasar, ha merecido, a modo de prélogo, un benévolo y humoris- tico imprimétur de Lacan, ¢Unica en este lugar, aun- que haya varias. Una sonrisa se multiplica cuando es Ja de una persona joven>." Para que se comprenda y acmita mejor «una filosofia del lenguaje en Lacan», A, Rifflet-Lemaire se refiere a reflexiones de A. de Waelhens sobre las relaciones entre lenguaje y reali- dad y de E, Ortigues sobre las relaciones entre sim- bolismo lingistico y simbolismo social 2¥ acerca del propio Lacan? «El nacimiento del len- 1 aPrélogo> en A. RiffletLLemaire, Jacques Lacan, Brust Dessart, 1970, pig. 9. (Lacan, Barcdlonas Edhase, 1971) 140 suaje, la utilizacién del simboto, operan una disyun- cid entre lo vivido y el signo que lo reemplaza», Esta disyuncién se acrecentara con el correr de los afios, porque el lenguaje se inscribe en el plano de la con- ciencia, de la reflexién, de las racionalizaciones, mien- tras que lo vivido insconciente se multiplica y es . Critica resueltamente personalista ¢Revalorizara Lacan la palabra gracias a la respon- Sabilidad del psicoanalista? Se podria creerlo leyendo sus textos sobre la funcién de la palabra en psicoanéli- sis y sobre el momento liberador de la «palabra plena>, sobre la formula estas leyes del lenguaje, Lacan hard del lenguaje la Ley por excelencia, ef Orden, el imperative categérico, absoluto en su abstraccién, in- vistiéndolo de una «dignidad extraordinaria. Suponiendo que Lacan devele con validez. cientifica las formas por las que inevitablemente pasa el discurso concreto del inconsciente, ¢podr salvar la individua- Jidad al nivel del contenido concreto que lena esas formas? Lacan parece responder a esta pregunta con- fiando al Deseo el «sentido singular» del discurso, Pero bien mirado, ese Deseo es también de orden formal, formalista, , libe- 143 radora. Pero esta misiGn se contradice con el descen- tramiento del sujeto, cya conciencia de si esté cen ‘otra parte, en el discurso>. El sujeto queda pues sen- tenciado a ser falta-de ser, 0 a eser-para-la-Muerten; el sujeto esta «alienado en el lenguajen. Por otra parte, sien Lacan, clinico, subsiste atin la inquictud por hacer progresar al sujeto que se confia a él, «epigo- ros» més intransigentes legan al limite de manifes- tar su indiferencia frente a ese progreso y a llevar a ‘eabo una eliquidacién del sujetor.* Adhiriendo a esta critica fenomenol6gica y persona- lista, Jeanne Parain-Vial se sitia mas en el terreno epistemolégico, el de la relacién entre validez cien- tifica y verdad ambicionada por cl espiritu. Para Lacan, afirma, ela estructura que se descubre al tér- miino del andlisis psicoanalitico no es otra cosa que Ia verdad. Es el discurso verdadero sobre el cual ana~ lista y paciente concuerdan». Se advierte aquf una posicién hegeliana segim Ia cual la verdad no es més que el discurso racional», un discurso que no necesita someterse a la experiencia. Mas atin, ese ra- cionalismo se establece mas allé del coneepto en el orden de las estructuras significantes: «La verdad se identifica con la estructura formal del sigificantes. Esa verdad es una «verdad sin contenido». Que haya tun contenido en la verdad es uma ilusién titima, una iltima resistencia la ilusi6n, la resistencia del sa- ber—; en definitiva, una mAscara que conviene arran- car. ¢Habra, entonces, més allé de la seudo-verdad que ¢s el saber, un rostro verdadero? «Se ditia que para Lacan —escribe J. Parain-Vial—, cuando todas las méscaras han sido arrancadas, no queda sino cl 4 Citas explicitas © implictas de M. Dufenne, op. cit, pis s1-110. ua conocimiento de la sintaxis matematizable de la suce: sién de dichas mascaraso Sin embargo, «Lacan ha debido presentir el peligro» [de semejante formalizacién de la verdad] y a ello se debe tal ver el que las palabras amor y fraternidad surjan tantas veces bajo su plumas. 2Se tratara de tuna actitud semejante a la de Brunschvicg, quien, ‘ctambién él, pensaba que un acuerdo acerca de las, verdades ligicas en mateméticas podia suscitar Ia fra- temidads? ¢Es el suyo «un discurso vacto que juege con las profundidades que evoca en nostros un voca- bulatio tomado en préstamo a la tradicin reigiosa»? Y, en todo caso, «Zcémo se distingue ese amor de Ta voluntad de poderio que tiene su mismo origen?>. Pre- gguntas todas a las que el enigmatico Lacan no respon- Ge, A las que no podré responder plenamente porque ‘epara el hombre la verdad y el amor pasan por la mediacién de Dios»! Lacan, hombre de refinada cultura, no vacila en exhu- mar citas o emitir alusiones, en el mundo de los pa- triarcas de la «filosofias, como también en el de los cescritores, los cientificos, los pintores y aun los cineas- tas... Sécrates, que es siempre para él la figura por excelencia de Ia btisqueda de la verdad y de la investi- gacién del hombre, admite una nueva versiGn; la laca~ niana. «La mayéatica del Interlocutor» permite con- fesar «el absoluto de la justicia», «por la sola virtud del lenguajes.* Platén inaugura #fascinantes» proce- ."* Con él se enfrenta —en un com bate de grandes— Freud. El primero ha enunciado el Cogito ergo sum (pienso luego soy), lo cual implica: Cogito ibi sum (pienso donde soy). La afirmacién cexistencial del sujeto esta ligada a la etransparencia del sujeto trascendentaly. Allies precisamente donde Freud interviene para introducir tna vez més la opa- cidad del insconciente, para desbloquear Ia ligazin de transparencia entre el Yo sujeto y el Yo trascendental del pensamiento, La conversién freudiana consiste en tun dislocamiento: «Pienso donde no soy, luego soy donde no pienso (....) Yono soy donde soy el jugue- te de mi pensamiento: pienso en lo que soy donde no puedo pensar», Lacan reformula a su manera esa dis- locacién freudiana disociando el Yo enunciado del Yo enunciador: «No se trata de saber si cuando hablo de mi, hablo conforme a lo que soy, sino si cuando hablo soy el mismo que aquel de quien hablo». Descartes, entonces, ha levado a su punto culminante €l cespejismo que hace que el hombre modemo se sienta tan seguro de ser él mismo, incluso «en sus incertidumbres acerca de sf mismo; ha acentuado en forma engafiosa «la transparencia del yo a expen- sas de la opacidad del significante que lo determina».!* La inca forma correcta de escribir el cogito consisti- 10 Ibid, pig. 168 11 Esta eta y las precedentes se encuentran en los Ecits, pgs 51617, 12 Ibid, pa. 809. “7 rfa en poner entre comillas la segunda parte de la {érsmala luego soy>, en trasladar al lenguaje la afi macién de existencia."* Sin embargo, en sus meditacio. nes, Descartes ha rozado, respecto de la locura, el problema de las ilusiones del sujeto. Pero lo abandons demasiado rapido, y para asegurar las certezas del jeto llegé al extremo de forear a Dios a hacerse creas dor epara gaantiza® las verdades eter. emejante escapatoria se explica al menos por el riesgo aque ha corvido Descartes de poner en duda sus cere. 22s. No ocurre lo mismo con Kant, altanecramente serio. y seguro de sf, sobre todo el Kant del imperativo mo. ral. Ese imperative se anuncia por si mismo como universal * es un orden efectivo, independiente del sujeto, gene- rador del sujeto, Empero, de este orden de la verdad, dl sujeto no quiere saber nada. Se resiste y sus resis- tencias imaginarias se prenden, por un efecto de espe- jismo, al saber. El saber es por tanto un susttuto falaz, algo que hace las veces de la verdad, un tener que se hace pasar por el ser. En una iiltima precaucién, Lacan advierte que la re- ferencia a Hegel es epuramente didéctica (...) diti- gida a hacer comprender, para los propésitos de for- ‘macién que son los nuestros, en qué queda Ia euestién del sujeto tal como con razén la subvierte el psicoand Tisis» 2 ¢ Escapatoria? Parece que se trata mas bien de 20 Tbid, pag. 140. 21 Ibid pig. BB. 22 Ibid pag. 798 y sigs 23 Y, Barlherat, ePread avee Lacan, ou la science avec Ia pi: chanalyse, Exprit, diciembre de 1967, ply. 1002 Df Berit, pig. 794, 151

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