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La Academia Sueca vs.

la Literatura Norteamericana

Sin duda, Canadá nuevamente no ha sido tomada en cuenta. O al menos, eso parece, tras las
declaraciones recientes del Secretario Permanente de la Academia Sueca, Horace Engdahl, en su
ataque a Estados Unidos. No se trató de un ataque político, como muchos esperarían por estos
tiempos de gracia de Bush, sino contra la literatura estadounidense. Una semana antes del premio
Nobel (se anuncia el jueves 9 de octubre) y Engdahl enciende el debate en los círculos artísticos.
En efecto, un artículo publicado hoy en The New York Times ("Lost in Translation? A Swede's
Snub of U.S Lit") mantiene la discusión, pero de paso, como si acaso fuera una sublevación,
también la sofoca. Que los suecos leen en exceso y traducen es un punto a su favor. Que los
estadounidenses leen menos que los suecos (pero en gran volumen), y son reacios a traducir
autores extranjeros: una innegable verdad.

La entrevista del malestar ocurrió el pasado martes 30 de septiembre, concedida a la agencia AP,
en plenas deliberaciones finales de la Academia. "Malas noticias para los escritores
norteamericanos que creyeron tener posibilidades la próxima semana de hacerse al Nobel",
sentenciaron los dos periodistas que prepararon la nota. La afirmación más candente de Engdahl
fue esta: "Estados Unidos es demasiado insular e ignorante para competir con Europa cuando se
trata de Literatura pura".

La primera reacción, del otro lado del Atlántico, fue del director del U.S. National Book Foundation,
quien dijo: "póngame en contacto [con Engdahl] y le mando una lista de buenos libros". Sin
embargo, en el Borsuet de Estocolmo, a ninguno de los 16 miembros de la Academia dicho
ofrecimiento importó.

Para reforzar su idea, Engdahl recordó que, merecidamente, Estados Unidos obtuvo por última vez
el Nobel en 1993, con Toni Morrison, y desde entonces, con las excepciones de Kenzaburo Oe,
Gao Xingjian y J.M. Coetzee, el Nobel siempre ha quedado en Europa. Estados Unidos puede ser
potencia Olímpica, pero le cuesta llevarse el oro siempre en la literatura.

Entre las sentencias de rivalidad lanzadas por Engdahl está:

"Por supuesto que hay literatura de gran poder en todas las grandes culturas, pero nadie
puede ignorar el hecho de que Europa sigue siendo el centro del mundo literario, NO
Estados Unidos."

También dijo que el jurado al cual pertenece, a 30 de octubre, no había llegado a un acuerdo sobre
el ganador de este año, como tampoco dio siquiera pistas de los típicos dos candidatos que
estaban, hasta hace unos días, en la final (sin duda ya hay ganador). Los votadísimos por los
pronósticos como Philip Roth y Joyce Carol Oates quedan así, pues, por fuera de los pronósticos y
por anticipado.
Refiriéndose en términos generales sobre la literatura norteamericana, Engdahl dijo que los
escritores estadounidenses "son demasiado sensibles a las tendencias de sus propias culturas de
masa", claramente en referencia a la calidad de las obras que hoy allí se publican.

"Estados Unidos está demasiado aislada, es [un país] demasiado insular. Allá no traducen
suficientemente y por ende [el país] siempre está al margen del gran diálogo literario. Su ignorancia
es restrictiva."

La reacción en Estados Unidos, en menos de dos días, no se hizo esperar.

"Uno pensaría que un secretario permanente de una academia que pretende ser la lumbrera pero
que históricamente omitió a Proust, Joyce y Nabokov, solo por mencionar a algunos de los que
jamás ganarían el Nobel, no tiene autoridad para dar cátedra de nuestra literatura", fue la reacción
de David Remnick, hablando por The New Yorker. Luego dijo:

"Y si mirara con mayor detenimiento el escenario americano que sólo él habita, podría percatarse
de la vitalidad de una generación como la de Roth, Updike y DeLillo, como también muchos otros
jóvenes escritores, algunos hijos e hijas de inmigrantes que escriben en su inglés adoptivo.
Ninguna de estas pobres almas, viejas o nuevas, parece aterrorizarse por los horrores de la Coca-
cola."

Harold Augenbraum, director ejecutivo de la fundación que administra el prestigioso National Book
Award en Estados Unidos, dijo, además:

"Un comentario así me hace pensar que el sr. Engdahl ha leído muy poca literatura norteamericana
más allá de lo establecido y tiene un muy estrecho punto de vista de lo que es nuestra literatura en
este tiempo. En primer lugar, de una de las maneras como Estados Unidos ha absorbido el
concepto de cultura mundial es a través de la inmigración. Cada generación, desde el siglo XIX, ha
recreado así la idea de literatura norteamericana."

Augenbraum también agregó que esto es un fenómeno que también se ha venido experimentando
en Gran Bretaña y Francia - y por qué no decirlo yo, en España.

Siguiendo en su defensa eurocéntrica, Engdahl aseguró que Europa atrae al exilio literario porque
"respeta la independencia de la literatura", siendo así un continente artísticamente seguro.

"Cientos de autores que tienen sus raíces en otros países trabajan en Europa porque es aquí sólo
donde usted puede escribir en paz, sin que lo golpeen hasta morir. Es muy peligroso ser escritor en
algunos lugares importantes de Asia y África".

Kwame Anthony Appiah, un académico africano y profesor de filología en Princeton University,


aseguró que es largo el historial de los escritores estadounidenses que son influenciados por otros
autores extranjeros y que, a su vez, impactan el mundo, incluyendo a Europa.

"¿Ha disminuido la presencia estadounidense en el mundo literario? Eso no es lo que parece


cuando uno va a las librerías europeas. Siempre me sorprende cuántos libros en librerías
alemanas e italianas son en realidad traducciones del inglés americano", dijo Appiah. "El gran
diálago de la literatura no está aconteciendo solamente en París y Frankfurt... Asumo que incluso
Engdahl acepta conmigo que tampoco se arraiga en Estocolmo."

Ciertamente, las sentencias de Horace Engdahl son injustas y bastante irresponsables, no por su
atrevimiento, sino por la generalización a la que somete toda una literatura que, al menos dos
veces al año, a lectores exigentes como yo, nos sorprende.

Mientras suenan de nuevo Amos Oz, Adonis y Claudio Magris, y excluidos por tanto los
estadounidenses de siempre (incluida Canadá) y Salman Rushdie, nuevamente mantengo mis dos
candidatos: el poeta sueco Tomas Tranströmer y el novelista somalíNuruddin Farah; al primero,
porque hasta en Suecia es indiscutible y su obra no solo influenció a una generación de poetas a
ambos lados del Atlántico, sino es de una indudable calidad. Y Farah, porque según sé, de una
fuente también indiscutible, que es alguien de los mimos y cariños de la Academia, principalmente
de Engdahl, quien admira su obra. Y aquí, tampoco traiciono los presagios, ya que Tranströmer es
Europeo y Farah, aunque nacido en Mogadiscio, por la censura comenzó a escribir desde muy
temprano en una lengua prestada, el inglés, entendida solo por una minoría somalí (lo que le da un
toque muy particular, siendo de corte europeo y fuente colonial). Además, un plus: Somalia está de
moda.

Sin embargo, ya veremos quien lo gana, y como es sabido, últimamente poco resultan ganar los
favoritos del público.
Publicado por © La Redacción de Adentro y Afuera   

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