y pareciera que allí encuentran agua para calmar la sed.
Luego comienza la lectura como si no leyeras,
y tuvieras guardados los poemas en tu alma desde un tiempo remoto esperando el momento de entregarlos en un acto de amor.
Imagino a tus costillas
contrayéndose y expandiéndose delicadamente para que el sentimiento llegue al oído con tanta naturalidad; para que en tu boca las palabras sean el perfume de la piel de las cosas.
Cuando tu silencio se prolonga en el eco
de nuestro silencio reverente, nadie quiere desatar el nudo de esta emoción compartida.
Yo aguardo que tu voz vuelva a empezar
y quede otra vez suspendida en el aire, como el humo de mis mejores cigarros.