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Funciones del supery6 En la obra de Freud muchas veces “ideal del yo” y “superyo” son teatadon como intaimons sin embargo en otras ocasio- nes el primeroaparece diferenciado como una dentro del segundo, fe cence Considerado deeste mode podrtamos dec: i x lecirque la prin funcién del supersé serfa la de actuar como portadordel ‘aka del yo. Decimos principal porque hay otras dos funciones a 172 Jas que Freud se refiere —Ia autoobservacién ylaconciencia moral— pero la formacién de ideales es fundante de las mismas. Para que la conciencia moral pueda juzgar al yo y even- tualmente ejercer e] castigo es necesario que haya ocurrido una previa sutoobservacién. Sin embargo sélo es posible realizar estas funciones si se han constituido ciertos ideales separados del yo respecto de los cuales éste podrd medirse. La conciencia moral necesita orientarse en sus juicios en concordancia con esos ideales ‘Vimos como tales ideales surgen en virtud de un procesa- miento de la propia erogeneidad. Esta va a quedar incorpo- rada a la vida animica expresiindose en términos de valor con contenidos especificos. De modo tal que el ideal del yo serd el sostén para la toma de ciertas decisiones, de ciertos juicios, ae En nuestra visién evolutiva dela constitucién del aparato psiquico ya habfamas considerado una instancia yoica que emitia juicins acerca de Ins cosas del mundo. (véase el capitulo IIEb). Vamos a tomar como punto de partida este antecedente del superyé en cuanto a la funcién de generar juicios, y a partir de este desarrollo veremos cémo’ el ideal se va trasmudando en una meta, en un querer aleanzar del yo a partir de una anterior coincidencia. Del yo ideal al ideal del yo Ennvestra exposicién anterior consideramos el momento de la constitucién del superyé x partir de las identificaciones, mecanismo mediante cl cual se renuncia a una investidura objetal y se sustituye el querer poseer al objeto por un querer ser como al objeto. También en un momento légicamente anterior considera- mos ala identificacién no sélocomo un mecanismo defensivo 174 sino como un pensar inconciente, come aquel acto psiquice que, por la sintesis de las pulsiones parciales, produce un yo sobre el cual va a recaer la investidura pulsional Este yo pasivo ante la exigencia imperativa de las pulsiones responde mediante actos decisorios acerca de los objetos del mundo. Esta funciin ligada con Ia actividad es la de proferir juicios de atribucién; decidiendo introyectar de las cosas del mundo lo categorizado como bueno y ttil y expulsar al no-yo hostil lo malo y perjudicial Estos juicios son los que realiza el yo placer purificado, en nombre de las pulsiones de las cuales es su representante. En tal sentido es objeto pasive ante la pulsién y sujeto activa ante los objetos del mundo. Sin embargo, no basta esta posibilidad de ser active para que ocupe el lugar de sujeto; necesitamos recordar otro aspecto y es que, tal como lo afirma Freud (1921c), en un comienzo el yo inviste al otro como modelo o ideal, como aquello que descaria ser, y en esta identificacién primaria con el modelo encuentra el sentimiento de si. En el rostro dela madre investida como modelo encuentra una imagen anticipatoria de sf. Luego, desde su limitada motricidad, construird un ideal que pose una ornnipotencia cinética a la cual desea acceder; luego sera la omnipoten- cia nominativa la que le permitird obtener aquel ilusario sentimiento de si Es decir, la ilusién de omnipotencia va experimentando transformaciones, permitienda al yo sostener su lugar de sujeto en coincidencia con el ideal, Cuando ceurre el registra de la diferencia de sexos se rompe la eoherencia de la imagen de si con la imagen del ideal. Entonces seré necesario recurrir a procesamientos mais complejos, desligados de la percepcién, para podersoste- ner el sentimiento de si. Enel origen en el ya placer se da una sintesis entre pulsin y realidad exterior; cuando éstas en- tran en contradiccidn Ja sintesis se da en el ideal que se transforma en ese querer aleanzar del yo. 174 El acceso ala unificacién no pudré, entonces, obtenerse a travésde la imagen; ésta deberd ser relevaca porla palabra, Esta palabra adquiere un eardcter imperative y otorgaré un valor positive a las representaciones y pensamientas que respeten ciertos signos supuestamente objetivos. En este momento légico el que registra estos signos es el “yo real definitivo” que, a través del juicio de existencia, decide acerca de si una representacion o un pensamiento tienen ono un correlate objetivo; y no ser el yo placer el que profiera juicios atributivos, sino una trasmudacién de éste en una nueva estructura, el supery6, que, respaldado en el ideal del yo, juegard on términos de valor. a El superyé entonces, como el yo placer, profiere juicios atributives pero con dos diferencias. Por un lado, los juicios recaen ahora sobre cl yo real definitive y no s6lo sobre los objetos del mundo; y por ofro lado, el yo ya no se rige por el pardmetro de los estados pulsionales sino por ciertos valores praducidos en su interior derivados de un reprocesamiento sublimatorio de dichos estadus pulsionales. Citamos nuevamente a Freud: (1923) Lo que en la vida animien individual ha pertonocido alo mas profunde deviene por la formacién del ideal en lo mas eleva- do del alma humana en el sentido de nuestra escala de valoracién (pig. 38). La sublimacién implica, sobre todo, un desvio en cuanto a la meta de una pulsién y en principio esta sublimacion genera un ideal separado del yo. ; Esta tarea de produccién de ideales es constante y asi como se constituye en virtud del proceso de desexualizacién, trabajade al principio, se puede desconstituir por el contraric movimiento de resexualizacién, Sin embargo la desexualizacién no aleanza para que entre en juego la cficaciaimperativa del superyé. Bs necesario articular este proceso con otra hipétesis que 115 Freud desarrolla en su obra “Muisés y la Religién Monotefsta”, que alude a una complejizacién pefquica a través de la introyeccién de la instancia paterna. Cuando la realidad cengorial deja de ser 1a réplica de los procesos pulsionales, cuando se rompe Ia echeroneia entre imagen de s{e imagen del ideal, lo cual es injurioso para el narasismo, ccurre una superacion de la sensualidad, del pereibir por ef pensar a partir del sometimiento ala palabra paterna, Bata impone una nueva legalidad, un sostén intraps{quico para poder admitir realidades contrarias al principio del placer (véanse los capitulos V; IX.a y IX.b) Aeste procesolo consideré Freud una conquista espiritual de la humanidad, psfquicamente costosa, pera que llena de orgullo a quien lo logra Permite renunciar al desea irrefrenable de que los estados pulsionales encuentren idéntico correlate en la realidad exterior. El privilegio del pensar por sobre el pereibir implica reconorer un origen en el padre, E] origen en la madre es un dato de la pereepeién. El origen en el padre es un pensar que queda marcado por una palabya, el apellido paterno. Ademas de la admisién de un origen el apellido paterno implica otros valores, introduce una legalidad determinada, es un soporte para sestener las decisiones aunque éstas sean dolorosas. Estos velores son el fundamento para que el ideal del yo cumpla con sus funciones: dotar de signifientividad a los propios proyertos, y en consecaenicia i los sinsabores de la cotidiuneidad, al aportar unampuro interior de eurdeter dtiea, aloanimico jadividua Tambiin permite establecer nexos fraternos, solidarios » Storgar sentidu a los vineulos interindividuales (Maldave 1995, inédita, 176 Estructura del ideal del yo Elideal del yo surge tal como hemos expuesto de la tramita- cién dela propia erogeneidad y comoconsecuenciase plasma en la vida anfmica como valor. Las distintas fijaciones pulsionales van a determinar la produccién de un rasgo especifico en el contenido del ideal. También expusimos emo, desde 1a coincidencia con el ideal por un proceso de complejizacisn y por el privilegio del pensar por sobre el percibir, dicho ideal queda separado del yo. Esta combinatoria entre la crogeneidad y esta tramitacion animica puede expresarse en términos de contenido y forma. El contenido del ideal deriva de la voluptuosidad misma. Se puede establecer, a partir de Ja observacién y experiencia clinica, la correspondencia de ¢ada erogeneidad con un valor que hallaré diferente expresién en cuanto al lenguaje del erotismo y al modo de despliegue de vinculos significativos con el mundo, En tal sentido la sensvalidad primordial que recae sobre Grganos y procesos intrasomaticos, que adquiere especial relevancia en los estancamicntos pulsionales, halla su ex- presiéa en lo animico en términos de ganancia, nocién que ‘hace referencia a una realidad utilitaria, numérica. Al crotismo oral primarie le corresponde el ideal de Ia verdad, no sélo aquélla que lleva al cientifico a investigar, sino también aquélla que aparece como revelacién m{stica religiosa 0 laica, como contemplacion de una clave esencial. El erotismo oral secundaric halla su expresién en el amor que constituye ima aspiracién a ser unu con el objeto, en un proceso presumtamente erdtico, La sensualidad anal primaria se plasmard en términos de justicia que se expresa a menudo en una actividad Vindicatoria heroicaen una lucha contra poderes superiores. Encuanto el erotisme de la fase anal secundaria encontra- r4 su expresién en términos dearden que implica un esfuerzo 107 por distribuirel goce erégeno mediante elestablecimientode clases y jerarquias. ‘La voluptuosidad falico-uretral se encuentra trasmudada como dignidad en relacin con la posibilidad de sostener un proyecto ambicioso a pesar de la angustia. Y por fin la sensualided falico-genital halla su expresién en términos de delleza come ilusidn de totalizacién estética, Hasta aqui aquello que tiene que ver con las exigencins libidinales en el ideal; pero también nos hemos referido a una tramitacién de las ilusiones de omnipotencia que van dando paso a ideales progresivamente mas impersonales. A través de un grado creciente de abstraccién se realiza este esfuerzo animico por procesar la caida de la omnipeteneia, de modo tal que al dolor quede trasmudado en conquista psiquica. Este aspecto se vincula mas con lo que lamamos ‘a forma del ideal que va sufriendo modilicaciones de seuerdo con diferentes Iégicas. Estas légicas progresivamente mais abstractas son el re- sultade dela decantacién de un proceso de desprendimiento de los vinculos primordiales edipicos, puesto que implican Sustituir tales nexos por otros cada vez mas distanciados. La formacién de ideales es un eamino central en la apertu- ra hacia los espacios extrafumiliares. Bstos Uienen funciones definidas en relacién con lainsercién del yo en los grupos (en la parte tercera de este libro se encontrar un desarrollo mas especifico de estos temas). Por su grado de complejizacién ereciente y por lo tanto por su mayor o menor acceso a la identifiraridn para el yo, se pueden distinguir varias formas de los ideales: totémico, mitico, religioso, de las cormovisiones, eientifico-ética, Las cuatro primeras formas implican conservar una ilusién de unicidad, una posibilidad de comprensién totalizante, mien- tras que la tiltima supone el quebrantamiento de esa ilusién. r ahora, quedan enunciadas pera serén profundizadas y elaboradas mas extensamente en relacién con los distintos momentos del proceso adolescente, 178 Cabe agregar que esta secuencia en la produccién de los jdeelesno es sélo cronolégica sino légica, en el sentido de que Ja generacién de uno de ellos implica que previamente ha sido necesario que se constituyera otro, como predecesor. Funcién de la autootservacién y la conciencia moral Ya nos hemos referido a Ja funcién primordial del ideal del yo: la formacién de ideales ‘Sin valores no hay posibilidad de tomar decisiones. Se pierde el sentide mismo de la vida. El supery6, deciamos, juzga a través dela autoobservacién. ylaconcienciz moral acerca del acercamiento 0 aljamiento del yo respecto del ideal. La autoobservacién mide, compara. La conciencia moral mas bien dictamina, emite el castigo. Ambas ejercen su funcidn respaldadas en el ideal del yo. Con respecto ala autoobservacién debemos des:acar otro vector que estaria mas vineulado con la captacién cel funcio~ namiento psiquico que, por ejemplo, valora acerca de dife~ rentes estados, modos de pensar o de percibir, si éstes son adecuados, pertinentes o no pertinentes, desechables no sélo por su contenido sino tambitn por sus formas. Esta funcién de la autoobservacién se imbriea con la del juicio de existencia on la determinacién de la segunda censu- ra, la cual tendré que determinar si algo es decible o no, si puede pasar del preconciente a la concieneia. ‘También la fancién de la segunda censura se relaciona con la “prueba de realidad” determinando si las impresiones sensoriales regis tradas en el yo corresponden al sueiio o a la vigilia. Es decir la segunda censura serfa una expresion de la autoobseryacién voleada hacia la vigilancia de las funciones del yo. Cuando los juicios atributives del superyé recaen sobre el yo como objeto, en relacién con determinados valores, que- 1719 dan promovidos en el yo diversos estados afectivos. Reto nos leva a considerar a esta estructura desde la Perspectiva de los desarrallos de afecto, El superyé desde Ia teoria de los afectos Tos afectos surgen como estados pasivos en el yo ante |a actividad critica del supery4. De modo que el yo puode oscilar entre el sentimiento de grandiosidad y de inferioridad, si es Juzgedo como bueno 0 malo, y oscilar entre el orgullo y af sentimiente de culpa en su aecionar, si es juzgado como Util 0 perjudicial, Elyo desea ser reconocido por el supery6, sentirse ampara- do por el mismo. El origen de este deseo esta relacionado con el vineulo de amor de los hijos con el padre y la madre. El deseo de ser reconocido y amado por los padres pasa a ser una espiracién del yo con respecto al superyé. Cabria recordar aqué lo que Freud dice acerea del papel que tienen las frustraciones en la constitucién de un superys sadico. Dice en “El malestar en la cultura”: “cualquier clase de frustracién, cualquier estorbo de una satisfaccién pulsional, tiene o podria tener como consecuencia un aumento del seatimiento de culpa” (pag. 134). Y en “El yo y el ello" “mientras més un ser humano sujete su agresién tanto mas aumentard Ja inclinacién de su ideal a agredir a su yo” (pag. 55), La exprosién maxima del sadismo del superyé tendria que ver con un retiro de Ja investidura libidinal, por defusién pulsional que lo conyierte en las melancolias, al decir de Freud, en “puro cultivo dela pulsin de muerte”. En cambio en su articulo sobre el humor Freud se refiere a un superyé 180 que ampara permitiendo una ganancia de placer ante la adversidad. Explica este fenémona metapsicoldgicamente a partir de una sobreinvestidura del superyé que modifice ict reacciones del yo. Lo compara con el chiste estableciendo que ch ghiste, seria Is contribucién que lo inconcieate presi la contribucion a lo eomi (pg. 161). El humor concede un placer de menor intonsidad que el shiste, pero dice Freud (1927d) que “atribuimos un vallose cardictor—sin saber por qué— a este placer poco intenso ie ol propésito que el humor realiza y que es el de aportar gensuelo y amparo al yo desde su superyé. Este deseo de ‘Ponsrloa selvodel sufrimiento” no contradicesudossenden, cia de la instancia parental. ro", haciéndose ofr a través de frases eritiens se ‘expresa a través del humor con frases cargadas de ternura y toleran- cia, como un padre benevolente y protector. Estos tltimos conceptos referidos al superyé como quien le habla al yo, le dirige frases al yo, nos introduces en el enfoque del superyé desde las representaciones, Elsuperyé desde la teoria de las representaciones Desde esta poropectiva el superyéconsisteen un eojunto de frases que tienen las caracteristicas de un imperative cate- Borico, de un mandato, Tienen el estatuto de leyes inapelables, Freud (1923) Plantea que el superyé surge a partir dela palabea one 181 Ahora bien, teniendo en vista la significatividad que atribui- jnosa los restos preeoneientes de palabra on ol yo, surge una pregunta: el superyd, toda vez que es ice, geonsiste en tales reprosentaciones-palabra, o en qué otra cosa? La respuesta prudente serfa que el superyé no puede desmentir que proviene también de lo oido, es sin duda una parte del yoy permanece accesible a la conciencia desde esas representa- tiones-palabra (coneeptos, abstracciones), pero In energiade investidura no le es aportadaa estos contenidas del superys par la percepcién auditiva, la instraceién, la leetara, sino que la aportan las fuentes dal ello (psig. 53), Bl hecho de que la investidura provenga del ello significa gue no hay intermediacién del ya para le investidura de la palabra oida. Sabemos, por otro lado, que esta palabra es yalorada de un modo hostil por suponerla proveniente del padre, que ocupa la posieién de modelo y rival. Por lo tanto, la palabra constituyente del superyé tiene la estructura de un imperativo categérico y ante ella el yo se rinde sin critica, como ocurre ante el discurso de aquel a quien se inviste como ideal. El imperativo categérico central es el que esté ligado ala prohibicién edipica; él que plantea “asi coma yo has de ser... pero asi como yo no has de hacer”; es decir, una orden de ser yuna prohibicidn de hacer. De este imperative surgen otros derivados ligados a la sexualidad, al trabajo y a la muerte, generando contenidos universales del ideal. En el plano de la sexualidad los man- datos prohiben la masturbacién, o ciertas metas u objets contrarios a la procreacién. En el terreno del trabajo, la or- den podria quedar expresada en términos de “ganards el pan con el sudor de tu frente”, privilegiando el valor del esfuer20; yenrelacién con la muerte, a orden impone el reconocimien- to del fin de la propia vida. Al principio el yo se rebela contra ellos, lo que pone de manifiesto su caracter de imperativo categérico. Posteriormente cuando el yo logra conquistar las razones 182 por las cuales esta frase fue dicha se puede llegara sustituir Ia obediencia ciega del yo al superyé por el acuerdo con el supery6 cuyo ideal tiene la ilusion de realizar. Para cerrar este capitulo hemos elegido una cita de Freud a modo de conclusisn de las reflexiunes voleadas en el raismo: (Freud 1933a): ‘Volvamos el supery6. Le hemos adjudicado la observacién de si, la conciencia moral y la funeién de ideal. De nuestras pantaalizaciones sobre su yénesis se desprende que tiene por premisas un hecho bioldgico de importancia sin igual y un hecho psicoldgice invluctable: la prolongnda dependencia de la criatura humana de sus progenitores, y el complejo de Edipo; a su vez, ambos hechos so enlazan eatrechamente entre sf, E] superyé es para nosotros la subrogacién de todas Tas limitaciones marales, el abogada del afan de perfeccién; en suma, lo que se nos ha vuelta psicaldgicamente palpable de lo que se llama lo superior en la vida humana, Corto 61 mismo se remonta al influjo de los padres, educadores y similares, averiguaremos algo mas todavia aeerea de su significado si nos yelyemos a estas fuentes suyas. Por regla general, los padres y las autoridades andilogas a ellos obede- cen en ls educacidn del nifio a los prevepios de su propio supery6, No importa como se haya arregiado en elles su yo con su superyd; en la educacién del nite Se muestranrigaro- sos y exigentes. Han olvidado lus dificultades de su propia infancia, estan contentes de poder identificarse ahora plena- Mente con sus propios padres, queen su tiempo les impusie- ron a ellos mismos esas gravosas limitaciones. Asi, el superyé del nifio no se edifica en verdad segin el modelo de sus progenitores, sino segiin el superyé de ellos; se ena con el misme contenido, deviene portador de la tradieién, de todas las valoraciones pordurahlas que se han reproducido for este camino a ly largo de las generaciones (pag. 62). 183

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