carnaza de un anzuelo a la deriva tercos esqueletos de bisagras movidas que conviven con la indiferencia que le hacen frente desafiando a la corrosiva carcoma del tiempo al vrtigo del olvido que los atrae.
Como los espartanos geranios
que sobreviven en balcones enloquecidos ejrcito rojo moribundo, confinado en un campo de concentracin, que ruega a la lluvia una gota de esperanza una mano tendida que los ayude a enfrentarse a un sol, vasallo de la muerte, que los observa con ojos de ltigo.
Como esas espigas de latidos que luchan
hombro con hombro por sacar adelante corazones de atletas cados, intiles refuerzos para quienes cayeron doblegados y quedaron reventados.
Como las velas de los barcos que arrodilladas
comprueban que estn sin fuerzas para alzar el vuelo y seguir la voz familiar del viento que marcha cara el Mar del Norte.
Tambin los bueyes cabizbajos de andar lento
que surcan una tierra fruncida soportan el pesado yugo del miedo mientras esperan pacientes el arranque de un amanecer que deje atrs tanta traicin.