Espartanos de ciudad

Son frutos de un destino que los dejó de lado

amores plantados en tierra de nadie

carnaza de un anzuelo a la deriva

tercos esqueletos de bisagras movidas

que conviven con la indiferencia

que le hacen frente desafiando

a la corrosiva carcoma del tiempo

al vértigo del olvido que los atrae.

Como los espartanos geranios

que sobreviven en balcones enloquecidos

ejército rojo moribundo, confinado

en un campo de concentración,

que ruega a la lluvia una gota de esperanza

una mano tendida que los ayude

a enfrentarse a un sol, vasallo de la muerte,

que los observa con ojos de látigo.

Como esas espigas de latidos que luchan

hombro con hombro por sacar adelante

corazones de atletas caídos,

inútiles refuerzos para quienes cayeron

doblegados y quedaron reventados.

Como las velas de los barcos que arrodilladas

comprueban que están sin fuerzas para alzar el vuelo

y seguir la voz familiar del viento

que marcha cara el Mar del Norte.

También los bueyes cabizbajos de andar lento

que surcan una tierra fruncida

soportan el pesado yugo del miedo

mientras esperan pacientes el arranque de un amanecer

que deje atrás tanta traición.

Cabe que la esperanza pueda oler el temor

de algunos y escuche que la llaman.