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El documento narra dos historias relacionadas con la educación y la conquista inca. La primera historia describe cómo un obispo enseñaba latín a un grupo de estudiantes en Arequipa, Perú en el siglo 18. Un estudiante travieso logró engañar al obispo haciéndole una pregunta sobre la misa a la que no pudo responder. Más tarde, ese estudiante se convirtió en un prominente arzobispo. La segunda historia cuenta cómo el Inca Pachacútec conquistó el valle de Ica pacífic
El documento narra dos historias relacionadas con la educación y la conquista inca. La primera historia describe cómo un obispo enseñaba latín a un grupo de estudiantes en Arequipa, Perú en el siglo 18. Un estudiante travieso logró engañar al obispo haciéndole una pregunta sobre la misa a la que no pudo responder. Más tarde, ese estudiante se convirtió en un prominente arzobispo. La segunda historia cuenta cómo el Inca Pachacútec conquistó el valle de Ica pacífic
El documento narra dos historias relacionadas con la educación y la conquista inca. La primera historia describe cómo un obispo enseñaba latín a un grupo de estudiantes en Arequipa, Perú en el siglo 18. Un estudiante travieso logró engañar al obispo haciéndole una pregunta sobre la misa a la que no pudo responder. Más tarde, ese estudiante se convirtió en un prominente arzobispo. La segunda historia cuenta cómo el Inca Pachacútec conquistó el valle de Ica pacífic
El liberal obispo de Arequipa Chvez de la Rosa, a quien
debe esa ciudad, entre otros beneficios, la fundacin de la Casa de expsitos, tom gran empeo en el progreso del seminario, dndole un vasto y bien meditado plan de estudios, que aprob el rey, prohibiendo slo que se enseasen derecho natural y de gentes. Rara era la semana por los aos de 1796 en que su seora ilustrsima no hiciera por lo menos una visita al colegio, cuidando de que los catedrticos cumpliesen con su deber, de la moralidad de los escolares y de los arreglos econmicos. Una maana encontrose con que el maestro de latinidad no se haba presentado en su aula, y por consiguiente los muchachos, en plena holganza, andaban haciendo de las suyas. El seor obispo se propuso remediar la falta, reemplazando por ese da al profesor titular. Los alumnos haban descuidado por completo aprender la leccin. Nebrija y el Eptome haban sido olvidados. Empez el nuevo catedrtico por hacer declinar a uno musa, mus. El muchacho se equivoc en el acusativo del plural, y el Sr. Chvez le dijo: -Al rincn! Quita calzn! En esos tiempos rega por doctrina aquello de que la letra con sangre entra, y todos los colegios tenan un empleado o bedel, cuya tarea se reduca a aplicar tres, seis y hasta doce azotes sobre las posaderas del estudiante condenado a ir al rincn. Pas a otro. En el nominativo de quis vel quid ensart un despropsito, y el maestro profiri la tremenda frase: -Al rincn! Quita calzn! Y ya haba ms de una docena arrinconados, cuando le lleg su turno al ms chiquitn y travieso de la clase, uno de esos tipos que llamamos revejidos, porque a lo sumo representaba tener ocho aos, cuando en realidad doblaba el nmero. -Quid est oratio? -le interrog el obispo. El nio o conato de hombre alz los ojos al techo (accin que involuntariamente practicamos para recordar algo, como si las vigas del techo fueran un tnico para la memoria) y dej pasar cinco segundos sin responder. El obispo atribuy el silencio a ignorancia, y lanz el inapelable fallo: -Al rincn! Quita calzn! El chicuelo obedeci, pero rezongando entre dientes algo que hubo de incomodar a su ilustrsima. -Ven ac, trastuelo. Ahora me vas a decir qu es lo que murmuras. -Yo, nada, seor... nada -y segua el muchacho gimoteando y pronunciando a la vez palabras entrecortadas. Tom a capricho el obispo saber lo que el escolar murmuraba, y tanto le hurg que, al fin, le dijo el nio: -Lo que hablo entre dientes es que, si su seora ilustrsima me permitiera, yo tambin le hara una preguntita, y haba de verse moro para contestrmela de corrido. Picole la curiosidad al buen obispo, y sonrindose ligeramente, respondi: -A ver, hijo, pregunta. -Pues con venia de su seora, y si no es atrevimiento, yo quisiera que me dijese cuntos Dominus vobiscum tiene la misa. El Sr. Chvez de la Rosa, sin darse cuenta de la accin, levant los ojos. -Ah! -murmur el nio, pero no tan bajo que no lo oyese el obispo-. Tambin l mira al techo.
La verdad es que a su seora ilustrsima no se le haba
ocurrido hasta ese instante averiguar cuntos Dominus vobiscum tiene la misa. Encantolo, y esto era natural, la agudeza de aquel arrapiezo, que desde ese da le cort, como se dice, el ombligo. Por supuesto, que hubo amnista general para los arrinconados. El obispo se constituy en padre y protector del nio, que era de una familia pobrsima de bienes, si bien rica en virtudes, y le confiri una de las becas del seminario. Cuando el Sr. Chvez de la Rosa, no queriendo transigir con abusos y fastidiado de luchar sin fruto con su Cabildo y hasta con las monjas, renunci en 1804 el obispado, llev entre los familiares que lo acompaaron a Espaa al cleriguito del Dominus vobiscum, como cariosamente llamaba a su protegido. Andando los tiempos, aquel nio fue uno de los prohombres de la independencia, uno de los ms prestigiosos oradores en nuestras Asambleas, escritor galano y robusto, habilsimo poltico y orgullo del clero peruano. Su nombre? Qu! No lo han adivinado ustedes? En la bveda de la catedral hay una tumba que guarda los restos del que fue Francisco Javier de Luna-Pizarro, vigsimo arzobispo de Lima, nacido en Arequipa en diciembre de 1780 y muerto el 9 de febrero de 1855 LA ACHIRANA DEL INCA Cuenta el tradicionalista don Ricardo Palma, una ancdota del ms aguerrido conquistador incaico, Pachactec; quien con la intencin de extender sus dominios, lleg al valle de Ica en 1 412, en compaa de su hijo el prncipe imperial Yupanqui y de su hermano Cpac Yupanqui. Si bien, los habitantes del valle iqueo eran gente pacfica, no por ello dejaban de ser buenos guerreros, ni menos descuidaban de aprovisionarse de ramas para su defensa. El sagaz monarca, comprendiendo muy bien la situacin y antes de recurrir a las armas, propuso a los nativos que se sometiesen a su paternal gobierno. Estos aceptaron de buen agrado la propuesta imperial, y dieron al Inca y a sus cuarenta mil guerreros, una cordial y esplndida acogida. Pachactec parti a visitar su nuevo territorio, y se detuvo una semana en el pago llamado Tate, propiedad de una anciana, que viva en el lugar, con una bellsima doncella, hija suya. El gran conquistador de los pueblos crey que tambin sera fcil conquistar el corazn de la joven, y se dedic a cortejarla; pero como ella amaba a un joven galn de la comarca, se resisti a los enamorados ruegos del omnipotente soberano. Luego, comprendiendo que tena perdido toda esperanza de ser correspondido; cogi entre sus manos, las de la joven y entre suspiros dijo: Qudate en paz, paloma de este valle, y que nunca la niebla del dolor tienda su velo sobre el cielo de tu alma. Pdeme alguna merced, que, a ti y a los tuyos, haga recordar siempre el amor que me inspiraste. La joven, ponindose de rodillas y besando la orla del manto real, respondi: Seor, grande eres y para ti no hay imposible. Me hubieras vencido con tu nobleza, si no estuviera mi alma, esclava de otro dueo. Nada debo pedirte, que quien dones recibe obligada queda; pero si te satisface
la gratitud de mi pueblo, ruegote que des agua a esta
comarca. Siembra beneficios y tendrs cosechas de bendiciones. Reina seor, sobre corazones agradecidos ms que sobre hombres, tmidos, se inclinan ante ti, deslumbrados por tu esplendor. Discreta eres, doncella de la negra crencha, y as me cautivas con tu palabra como con el fuego de tu mirada. Adis, ilusorio ensueo de mi vida! Espere diez das, y vers realizado lo que pides.
Durante diez das, los cuarenta mil hombres del ejrcito
se ocuparon de abrir el cauce que empieza en los terrenos del molino y del Trapiche y terminan en Tate, campia donde habitaba la hermosa joven de quien se apasionara Pachactec. Actualmente, este canal de regado, suministra abundante agua a ms de quince haciendas dedicadas al cultivo de algodn, oliva y sobre todo vid, entre las cuales se encuentran la histrica Tate.