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La deslegitimación social de la violencia

Ponencia para la jornada de la Fundación Fernando Buesa

Paul Rios Garaizar


Coordinador de Lokarri

31 de mayo de 2010
0. Una cuestión previa

¿Dónde situamos el objetivo?

El objetivo central, al menos para mí y para la organización a la que pertenezco, es sostener una
convivencia sobre las bases de la justicia y el respeto. A mi entender, en la sociedad vasca
padecemos tres grandes problemas. El primero está representado por la violencia de ETA. El
segundo de ellos viene determinado por la falta de consensos básicos en torno a nuestro marco
jurídico político. El tercero está marcado por la exclusión de una parte de nuestra sociedad.

Así, el contenido que doy a este objetivo de mejorar la convivencia engloba los siguientes elementos:

1- El final de la violencia.

Es el objetivo más urgente que tenemos como sociedad. Terminar con el sufrimiento que padecen
muchos de nuestros conciudadanos es ineludible. La dignidad humana es un valor supremo que está
por encima de todo.

2- La garantía de todos los Derechos Humanos y las libertades fundamentales.

Hay derechos humanos y libertades democráticas básicas que no se encuentran suficientemente


garantizados. En demasiados momentos se ha caído en la tentación de responder a la violencia con
métodos antidemocráticos. Esta estrategia basada en la premisa de «todo vale contra el terrorismo»
está afectando a principios y libertades tan básicos como la división de poderes, el pluralismo, la
igualdad ante la ley, la libertad ideológica, de expresión, de manifestación, de asociación o incluso a
la libertad para constituir partidos políticos.

Supongo que todos los presentes en la sala coincidimos en el rechazo a la violencia y en la exigencia
de que esta termine. También tengo presente que en este punto que acabo de comentar no
estaremos tan de acuerdo. Habitualmente, a las personas que mantenemos esta posición se nos
acusa de ser equidistantes o de colocar en el mismo plano las violaciones de derechos humanos
cometidas con ETA con lo que hacen los poderes del Estado. En mi caso, al menos, concibo los
derechos humanos básicos como un elemento integral, que no se puede trocear. Su violación es
denunciable.

3- El respeto y la protección del pluralismo inherente a la sociedad vasca.

La sociedad vasca es plural. Hay distintos sentimientos de pertenencia. Las identidades son diversas.
El gran problema durante todos estos años es que hemos percibido al que pensaba diferente como
un enemigo. Frente al enemigo todo vale. Además, el enemigo siempre ha sido el culpable y
responsable de todo lo malo. En mi opinión, sólo hay un enemigo, que son la violencia y las
vulneraciones de los derechos humanos.

La sociedad vasca es y, seguramente, seguirá siendo plural. Es algo consustancial a nosotros. No


debemos percibirlo como algo negativo. Esta pluralidad es enriquecedora.
4- Un acuerdo sobre las bases mínimas del ordenamiento jurídico-político.

Es necesario partir de una premisa: el actual ordenamiento jurídico político no cuenta con un
consenso amplio en nuestra sociedad. Hay quien lo rechaza directamente por no reconocer el
derecho a decidir, quien lo hace por considerar que ha sido vaciado de contenido por el Estado, quien
lo considera el mejor y único instrumento para defender el pluralismo y quien abiertamente defiende
su modificación para que el Gobierno Central recupere las competencias transferidas. Con ello no
entro a legitimarlo o deslegitimarlo. Tampoco entro a valorar en que sea bueno, el mejor, adecuado o
inconveniente. Quiero resaltar que precisamente el pluralismo de nuestra sociedad se refleja en este
tema.

En cualquier caso, esta búsqueda de acuerdos no implica que nadie deje a un lado su manera de
pensar, sentir e imaginar el futuro de nuestra sociedad. No propongo que una parte de la sociedad
imponga a la otra su modelo de convivencia. Creo que es posible encontrar unos mínimos de acuerdo
que permitan que todos, sin exclusiones, nos podamos sentir identificados. A partir de ahí entra en
juego la democracia, es decir, intentar convencer al mayor número de ciudadanos de las virtudes del
proyecto político que defienda cada uno pero, al menos, sería importante hacerlo teniendo un mínimo
común denominador que nos articule como sociedad. Estoy convencido y sueño con esta posibilidad.
Creo firmemente que por encima de las numerosas diferencias que podamos tener, hay un espacio
para el acuerdo.

1. Respecto a la legitimación de la violencia.

Indudablemente el uso de la violencia ha estado legitimado en una parte de la sociedad vasca. Los
que la han empleado o emplean y los que han apoyado o apoyan su uso, han considerado que la
violencia es un medio legítimo para conseguir fines políticos. Esta legitimación ha partido de una idea
central: la consideración de la causa o fin político como un valor absoluto. La absolutización de las
ideas o de las aspiraciones políticas ha tenido como consecuencia que haya personas que
consideran que cualquier medio es lícito para conseguir aquello que ellos consideran como “justo”
aunque suponga causar un sufrimiento grave e irreparable. Dicho coloquialmente, el fin justifica los
medios.

Ahora bien, dicho esto, considero que sin duda alguna la violencia está deslegitimada en la sociedad
vasca. La inmensa mayoría de la sociedad la rechaza y la considera un medio ilegítimo para
conseguir fines políticos. Es constatable que esta posición de rechazo ha ido creciendo mucho
durante los últimos años. Es también constatable que la sociedad vasca ha sido un ejemplo de
movilización y activación del trabajo por la paz. Ha sido pionera a la hora de movilizarse contra la
violencia y en la defensa de los derechos humanos como principios básicos de convivencia. Es más,
incluso me atrevería a decir dos cosas: 1) la sociedad, en muchos momentos, ha ido por delante de
las instituciones y partidos políticos en la movilización frente a la violencia y en el trabajo por los
derechos humanos y 2) la propia sociedad vasca ha sido un elemento cohesionador de la sociedad
en momentos en los que la tensión y el enfrentamiento se agudizaban.

2. La deslegitimación social de la violencia.


Teniendo en mente el objetivo de mejorar la convivencia y considerando que el apoyo a la violencia es
muy minoritario, ¿en qué consiste concretamente la deslegitimación social de la violencia? Es un
término repetido en diversos lugares, como la Ley de Víctimas o la reciente propuesta de
reformulación del Plan Vasco de Educación para la Paz. Por mucho que he investigado no he podido
encontrar una definición precisa de su contenido. ¿Qué comportamientos concretos legitiman la
violencia?

Podemos coincidir en que una persona o grupo que directamente afirma que la violencia es justa y
necesaria está legitimando la violencia. Ahora bien, la referida reformulación del Plan Vasco de
Educación para la Paz afirma que hay ideas que abren el camino a las posiciones justificadoras de la
violencia. Tengo la sensación de que esta definición se acerca mucho a lo que podríamos denominar
como la legitimación indirecta de la violencia: determinadas iniciativas, propuestas u opiniones
ofrecen argumentos a los que justifican la violencia.

La indefinición del concepto hace que cada cual pueda definir como legitimador de la violencia
aquellos comportamientos, ideas, críticas o propuestas con las que no está de acuerdo o que no se
ajustan a su proyecto político. De esta manera, pueden quedar estigmatizados determinados
planteamientos. En este caso, la existencia de la violencia se emplea como recurso para intentar
eliminar y cercenar el debate político.

3. El trabajo de Lokarri.

Teniendo en mente el objetivo de mejorar la convivencia, constatando que el apoyo a la violencia es


muy minoritario y considerando la indefinición del término “deslegitimación social de la violencia”, en
opinión de Lokarri las prioridades son:

- el rechazo a la violencia y, dando un paso más, el trabajo por conseguir que el fin de la violencia sea
una realidad irreversible.

- El respeto a todos los derechos humanos y libertades democráticas básicas. Si el concepto de


deslegitimación social permanece indefinido, en cambio los Derechos Humanos y las libertades
democráticas básicas son una realidad incorporada a nuestro ordenamiento jurídico. Dan contenido al
concepto de dignidad humana.

- El fomento de la participación ciudadana. La participación contribuye a la paz, ya que legitima un


camino democrático para resolver las cuestiones que distorsionan nuestra convivencia. A medida que
se abren distintas posibilidades para que la ciudadanía pueda expresar su opinión y su voluntad cada
vez se deja menos espacio para justificar que la violencia es la única alternativa para afrontar los
problemas que padece nuestra sociedad.

4. Una consideración final.

No puedo dejar pasar la oportunidad de referirme al momento en el que nos encontramos. Soy de la
opinión de que nos encontramos ante una oportunidad para lograr el final de la violencia. He podido
leer el reciente documento de la Fundación Fernando Buesa “hoja de ruta ante un próximo fin de
ETA”. Posiblemente no coincidamos en muchos aspectos pero quiero agradecer públicamente el
espíritu constructivo y generoso que se refleja en su contenido. Es un documento valiente si se tienen
en cuenta los tiempos que corren.

Es conocido nuestro trabajo actual con Brian Currin, uno de los facilitadores que ha trabajado con la
Izquierda Abertzale, e impulsor de la Declaración de Bruselas, documento que llama a ETA a declarar
un alto el fuego permanente y verificable, que, debidamente respondido por el gobierno, abra un
camino irreversible a la paz.

Durante todos los años en los que he participado en las actividades de Elkarri y Lokarri en intentado
hacer un ejercicio de empatía, de ponerme en el lugar del otro. Puedo entender los miedos y recelos
que suscita la posibilidad de un final dialogado de la violencia de ETA. También puedo entender la
desconfianza que generan las declaraciones de la Izquierda Abertzale por considerar que los pasos
que ha dado y que pueden conducir a que rechace la violencia no son más que movimientos tácticos.

Ante esto quiero manifestar que Lokarri está tratando de contribuir a un final dialogado de la violencia
en el que Gobierno y ETA se limiten a tratar los temas relativos a presos y armas, sin entrar en
cuestiones políticas. Éstas son competencia exclusiva de las instituciones, los partidos políticos y el
conjunto de la sociedad. Un final dialogado con estas características puede dar lugar a que la
ciudadanía vasca pueda certificar que la violencia es cosa del pasado y abrir un tiempo en el que
podamos construir nuestro futuro sin violencia, amenazas ni exclusiones, en definitiva, entre todos. A
partir de ahí nos quedará el difícil trabajo por mejorar la convivencia y asentar las bases para que en
el futuro no nos vuelva a ocurrir lo sucedido durante todos estos años: revisión crítica del pasado,
reparación a las víctimas y aceptación de las diferencias.

Parafraseando a Nelson Mandela:

"Asumimos un compromiso, de construir una sociedad en la que todos seamos capaces de caminar
con la frente en alto sin miedo en los corazones, con la certeza de nuestro derecho inalienable a la
dignidad humana"

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