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8.- Creemos que la planta de la mandrgora no podra haber fructificado en estas tierras estriles y
sin mayores preocupaciones por ninguna cuestin moral, si antes no se hubiera alzado, como el ms
hbil segador, en una empresa de limpieza revolucionaria nuestro amigo Vicente Huidobro. El ha
sido quien ha liberado a la poesa de nuestro idioma de la bajeza, de la retrica y de la prisin, y la
ha puesto en control de perfeccionamiento y de pureza activa.
9.- Nuestra poesa aspira, ante todo, a ser una voz de protesta, una voz de alarma. Ella est signada
por la exageracin. Seguramente que hoy por hoy muchas de nuestras experiencias no sern
comprendidas. Pero, tarde o temprano, las veremos ser aceptadas plenamente. Nosotros serviremos
de punto de unin. Hemos adelantado remos en una competencia de caracoles. Hemos incendiado el
cielo. Ante la inminencia del peligro, todos deben correr, incluso para despedazarnos. Nosotros
queremos fomentar una competencia de centellas. Nuestro optimismo y nuestro pesimismo potico
unidos, forman la ms bella fisonoma del amor.
Nmero Uno de la Revista Mandrgora. Enrique Gmez-Correa, Braulio Arenas, Jorge Cceres y
Tefilo Cid. Santiago de Chile. 1938.