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El homicidio político 97
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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Crímenes altruistas
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Un sólido y robusto cuerpo de doctrina
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Crímenes altruistas
Y Álvaro Delgado, durante casi treinta años miembro principal del Comité
Central del Partido Comunista de Colombia, la organización que fundó las Farc,
dice en su libro Todo tiempo pasado fue peor, que si Vieira, Secretario General,
Hubiera insistido en su oposición al secuestro y al resto de formas de terrorismo, una parte
del Comité Central se habría atrevido a romper el temor de perder el apoyo político del resto
de sus compañeros. Tal vez así el partido no se habría comprometido tan profundamente en
la ejecución de las acciones de las Farc contra la población civil como lo está en el presente,
cuando en las páginas de VOZ no aparece una sola línea que pueda ser interpretada como
velada crítica a los actos de barbarie que perpetra esa guerrilla y a los secuestros de civiles
inermes les llaman “retenciones”, dando a entender que son inevitables actos de guerra.
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Un sólido y robusto cuerpo de doctrina
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NOTA MUY GRATA
Este libro fue patrocinado por Ramón Crespo Morles, Simón Char Abdala
y José Antonio Sánchez Patiño, del grupo de amigos de Barranquilla, quienes
conformaron y apoyaron la primera candidatura del señor presidente Alvaro
Uribe Vélez en 1999. Y fue en Barranquilla precisamente, donde se inició la
campaña en ese mismo año; campaña que finalmente llevó al entonces candi-
dato Alvaro Uribe Vélez cuyas posibilidades en ese momento eran mínimas,
a la Presidencia de La República de Colombia.
Los editores de este libro agradecen además de manera muy especial la
colaboración de las siguientes personas: Gustavo Tellez Riaño, Ady Ochoa
Torres, Paola Andrea Holguín Moreno, Carolina Escamilla Pacheco, Espe-
ranza Chávez Fonseca y Stella Tovar Suárez.
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Acerca de esta compilación
UN ESFUERZO HONESTO POR CORREGIR LA HISTORIA
Libardo Botero Campuzano
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Crímenes altruistas
Consideraciones políticas
Probablemente el argumento fundamental para sugerir la abolición del
“delito político” de la normatividad legal sea el que expone reiteradamente
el Presidente Uribe: “En la medida que haya una democracia plena, como se
profundiza la democracia colombiana, delito político armado no debe haber. Y
lo que son expresiones de opinión o expresiones de conciencia, no se pueden
consagrar como delito político.” Es decir: no es aceptable atentar por medio de
la violencia contra la democracia; y mucho menos considerar esa acción como
de mejor familia que otras acciones criminales, o inclusive como encomiable.
Innumerables argumentos militan a favor de esta consideración. El de la
Corte Constitucional en sentencia 009/95 es de este tenor: “En aras del orden
no puede introducirse su antinomia: el desorden. En aras de la paz no puede
legitimarse la violencia, porque el fin siempre exige medios proporcionados
a él. En el marco constitucional de un Estado donde existen instrumentos
idóneos para expresar la inconformidad como son el estatuto de la oposición,
la revocatoria de mandato, el principio de la soberanía popular, el control de
constitucionalidad, la acción de tutela, las acciones de cumplimiento y las
acciones populares, entre otros, no hay motivo razonable para señalar que es
legítima la confrontación armada y mucho menos actitudes violentas de resis-
tencia a la autoridad.”
Además, es la tendencia de las democracias más avanzadas del mundo.
El Presidente Uribe enfatiza que las constituciones europeas tienden a excluir
el delito político: “Uno ve las democracias avanzadas de Europa: eliminaron
el delito político. ¿Por qué lo eliminaron?: primero, porque hay una demo-
cracia profunda; segundo, cuando frente a una democracia profunda se aspira
a acceder al poder, con apoyo en las armas, el delito deja de ser político y
pasa a ser terrorismo. Cuando hay armas, para esas democracias europeas,
ya no hay delito político, sino que hay terrorismo.” La misma Corte Consti-
tucional en otra sentencia, que incluimos en esta edición, la 456/97, recuerda
cómo España, cuya normatividad penal ha inspirado la nuestra en las últimas
décadas, suprimió de su Constitución desde 1978 la amnistía y el indulto, y
la rebelión y sedición tienen penas muy severas, que contrastan con las muy
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Acerca de esta compilación
Consideraciones jurídicas
Una tradición jurídica, asentada en razonamientos de orden sociológico,
ha dado pie a la instauración de la figura del delito político en muchas constitu-
ciones y por consiguiente en los códigos penales. Quien en nuestro medio proba-
blemente defendió de manera más vehemente esa concepción hace un poco más
de medio siglo fue el profesor Luis Carlos Pérez. Dijo este penalista en 1948:
a diferencia de los delitos comunes, que tienen propósitos egoístas, los polí-
ticos “son de naturaleza altruista y social”. De allí que merezcan un tratamiento
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Crímenes altruistas
benigno. Enrico Ferri, penalista italiano de finales del siglo XIX y comienzos
del XX ha sido quizás el principal mentor intelectual de esta corriente.
Dentro de semejante óptica este delito es excusable por su intenciona-
lidad, pues quien lo comete busca loables metas de mejoramiento social, y
el tratamiento que se le debe dar, como lo estipulan muchas constituciones,
no es el de la sanción sino el del perdón y el olvido, a través de amnistías
o indultos. Para algunos, inclusive, delitos comunes “conexos” con los de
rebelión o asonada deben “subsumirse” en éstos y no merecer penas como
tales. Aún más: es frecuente en esta escuela del derecho señalar que en el
delito político no es posible determinar una responsabilidad individual; entre
otras cosas porque es inevitable y hasta justo que se de la rebelión contra una
sociedad opresora y enferma, y porque en la mayoría de los casos los crímenes
se cometen haciendo parte de movimientos u organizaciones levantadas contra
gobiernos. Eduardo Posada Carbó lo pinta de esta manera:
… durante el siglo veinte, buena parte de esa tolerancia podría explicarse por la concepción
dominante que se ha tenido del delito, al que se ha entendido no como un mal en sí sino como
síntoma de una enfermedad social. Tal razonamiento ha eximido de culpas a los criminales,
quienes entonces han quedado convertidos en víctimas de la sociedad.
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Acerca de esta compilación
Coyuntura política
Como la propuesta de eliminar la figura del delito político fue lanzada en
el momento en que el gobierno del Presidente Uribe adelantaba un proceso de
acuerdos para la desmovilización de las autodefensas, mientras el Congreso
discutía el proyecto de ley de justicia y paz, se relacionó un tema con el otro
en el debate político y doctrinario. Los críticos del gobierno aseguraron que
éste se contradecía pretendiendo abolir el delito político a la vez que buscaba
otorgarle estatus político a las autodefensas. A su juicio, se buscaba privilegiar
a los paramilitares, quienes se beneficiarían de ese estatus, dándoles derecho
a amnistía e indulto, perdonando sus crímenes atroces por consiguiente, mien-
tras que a la guerrilla se le negaría, pues en el futuro, cuando se negociara con
ella, ya no existirían esos mecanismos legales para aplicárselos al ser supri-
midos de nuestra legislación.
El Presidente Uribe explicó con insistencia que el proceso con los para-
militares requería la aplicación de las normas vigentes, y que la discusión
propuesta sobre el delito político buscaba cambios para el futuro, que no
podían ser aplicables todavía. Aseveraba, por otra parte, que no le reconoce
estatus político al accionar delictivo de paramilitares ni guerrilleros, y que a
las autodefensas no se les había concedido tal categoría ni se pedía eso en el
articulado de la ley de justicia y paz. La calificación de las autodefensas como
“sediciosos”, para ajustarse a la normatividad penal vigente, buscaba simple-
mente que a quienes se han levantado en armas violentando el régimen consti-
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Crímenes altruistas
tucional vigente, pero sin cometer otros delitos (como los de lesa humanidad o
crímenes de guerra), se les puedan conceder los beneficios autorizados por la
ley para estos casos al desmovilizarse. Pero a quienes hayan cometido delitos
atroces, distintos al de pertenecer a una organización ilegal armada, se les
aplicarán las normas previstas en la ley de justicia y paz sobre juzgamiento,
condena a penas especiales, y reparación a las víctimas. En estos casos no
caben ni indulto ni amnistía, ni el posterior goce de derechos políticos.
El Comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, amplió y explicó con
detalle este punto, en dos documentos de su autoría que incluimos en esta
edición. “No nos interesa conceder estatus político a grupos armados al
margen de la ley. No creemos pertinente que el Jefe del Estado reconozca
como movimientos políticos a organizaciones que matan, secuestran o delin-
quen. No puede haber en Colombia dos tipos de movimientos políticos. Unos
sometidos a la Ley y otros que pueden delinquir”, dijo durante un debate de la
mencionada ley en el Senado. Para agregar luego que lo que se proponía en el
polémico artículo 64 del proyecto de ley en estudio no era eso, sino tipificar
la pertenencia a grupos armados ilegales como las autodefensas (o las guerri-
llas) como “sedición” y no simplemente “concierto para delinquir”, para darle
seguridad jurídica a la desmovilización de miles de personas de esos grupos
que decidan abandonar su actividad ilegal, siempre que no hayan cometido
otros delitos, mucho menos si son atroces o de lesa humanidad.
En las últimas semanas se ha revivido esta discusión en el país, con
motivo de un fallo de la Corte Suprema de Justicia (Fallo de la CSJ-Segunda
Instancia 26945, 25 de julio de 2007), en el cual niega que pueda aplicarse la
figura de “sedición” a los paramilitares que no se hallen incursos en delitos
atroces, para concederles el consiguiente perdón. El Presidente de la Repú-
blica ha respondido con vehemencia, ratificando las tesis originales sobre
el particular. A la vez el gobierno ha presentado al Congreso un proyecto
de ley para darle solidez jurídica a la desmovilización de los paramilitares.
Incluimos sendas entrevistas del Presidente de la República y el de la Corte
Suprema de Justicia que reflejan las discrepancias con nitidez.
A fin de que nuestros lectores puedan cotejar los puntos de vista contrarios,
hemos incluido algunos artículos de analistas que defienden la preservación del
delito político considerándola una “sana tradición democrática”, incluso una exal-
tación del pluralismo en nuestra cultura política, justificada por la presencia de
desequilibrios en nuestra sociedad, a la vez que acusan al gobierno de querer bene-
ficiar a los paramilitares y cerrarle las puertas a una negociación con la guerrilla.
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APORTES PARA UN DEBATE ACADÉMICO
¿DEBE EXISTIR EL DELITO POLÍTICO EN COLOMBIA?
El presidente de la República plantea reflexión
en el marco de una democracia plena y profunda.
(Fragmentos)
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COLOMBIA NO PUEDE SEGUIR ESTABLECIENDO
DIFERENCIAS ENTRE DELITOS DE LA GUERRILLA
Y DELITOS DE LOS PARAMILITARES
Entrevista concedida por el presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez,
a los miembros de la mesa de trabajo de Caracol Radio, cadena básica,
presidida por el periodista Darío Arizmendi.
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Colombia no puede seguir estableciendo diferencias
amnistía o indulto para los delitos atroces, para los delitos de lesa humanidad.
Sin que ello implique conexidad con el narcotráfico.
Es que este es un punto bien importante. Le decía a algún senador:
hombre, este Gobierno merece credibilidad en su lucha contra el narcotráfico,
mire las fumigaciones, la extinción de dominio –el primer proyecto que a este
Gobierno se le aprobó, presentado por el doctor Fernando Londoño Hoyos–,
un proyecto para agilizar la extinción de dominio, eso ha crecido sin ante-
cedentes en Colombia y yo creo que a la fecha he firmado alrededor de 280
resoluciones de extradición.
Cuando yo llegué, de los carteles del norte del Valle del Cauca se hablaba
entre asombro, siempre en secreto o como tema de diversión en los cócteles.
Nosotros hemos enfrentado esos carteles con toda la determinación.
Primer punto, hechos de este Gobierno frente al narcotráfico: cuando este
Gobierno muestre esos hechos, es injusto que se trate de sembrar una duda de
que va a haber conexidad para beneficiar narcotraficantes.
Segundo punto, hechos de este Gobierno en el proceso de paz de Ralito:
nosotros expresamente hemos ordenado que en ese proceso de paz no participen
personas con nombre propio que han sido simples narcotraficantes que se hacen
pasar por autodefensas. Y tercero, veamos lo jurídico: Colombia es signataria de
la Convención de Viena y la Convención de Viena prohíbe la conexidad de los
delitos políticos con el narcotráfico, con el terrorismo, con el secuestro, etcétera.
¿Qué hemos hecho? Hemos dicho: para que no haya dudas, para que se
disipe cualquier duda que quieran proponer, hemos redactado un nuevo artículo
–que lo ha presentado el Ministro (del Interior y de Justicia) Sabas Pretelt– y
que dice que no hay conexidad con el narcotráfico. Eso es bien importante.
Además, quiero recordar lo que dije el pasado sábado en Manizales. El
pasado sábado un fiscal en Manizales –porque allá hicimos un consejo de
seguridad y en paralelo un Consejo Comunitario, yo estuve unos primeros
minutos en el consejo de seguridad, a partir de allí lo presidió el Ministro de
la Defensa, y después me trasladé al Consejo Comunitario– me dijo al oído
que me iban a pedir un permiso para que la Fiscalía hiciera una diligencia en
Ralito. Yo me anticipé y le contesté públicamente: no me lo tienen que pedir,
tienen todo el apoyo del Gobierno para que entren allí a hacer cuantas diligen-
cias quieran. Es que nosotros no vamos a permitir que la justicia colombiana
se excluya de un milímetro del territorio nacional.
Por eso ayer entró la Policía a San José de Apartadó. Pero no entró a
desafiar la comunidad ni a maltratarla, sino a ganarse la confianza de la comu-
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Colombia no puede seguir estableciendo diferencias
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EXPOSICIÓN DEL PRESIDENTE URIBE EN LA
ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA
Observé una situación china que, sin conocerla, he podido estudiar hace
muchos años, reconociéndole a Mao Tse-Tung que pone unas bases filosó-
ficas bien importantes, que ayudaron a distinguir a China de otras sociedades
comunistas. Porque él siempre habló de la teoría de la evolución. Resuelta una
contradicción, hay que emprender la búsqueda de la solución de la siguiente.
Por comparación, he creído que Colombia tiene dos realidades: un 52%
en la pobreza, lamentable, que hay que sacar adelante. Y un 48% que vive en
un modelo social que no nos puede avergonzar ante nadie, un modelo social
presentable en cualquier parte del mundo.
Y me he preguntado: ¿quién es el responsable de ese 52% de pobreza? ¿El
48% restante? Entonces para darme la respuesta digo: ¿las empresas privadas
tienen suficientes cargas de seguridad social en Colombia? ¿Tienen suficientes
cargas fiscales?
Muchas, están abrumadas. Aquí la empresa privada seria es socialmente
de inmensa responsabilidad. Yo no le imputo la tragedia del 52% al otro 48%.
Se la imputo a varios factores, el más importante el terrorismo.
Entonces uno no puede involucrar un problema social para darle legiti-
midad a la causa. El problema social es esa pobreza y una causa muy eficiente
es el terrorismo. Yo no puedo invocar la pobreza para decir que hay un conflicto
armado. Porque ese conflicto armado sería como legitimar ese terrorismo, que
es la causa de esa pobreza.
Lo otro. Esos grupos violentos en alguna forma se legitiman desde la polí-
tica de Aristóteles (que esta noche me la recordaban José Obdulio Gaviria y
Gina Parodi), por las tiranías. Aquí no las hay. Mire las elecciones del 2003, el
referendo. El Presidente de la República hoy se tiene que someter a cualquier
clase de debates sin privilegios de televisión ni de prensa. Aquí no hay tiranía.
Yo me he procurado respetar no solamente a los candidatos de todos los
partidos, sino sus espacios de gobernabilidad. He manejado con toda la delicadeza
la relación con todos los alcaldes y con todos los gobernadores, para construir
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Patria y para proceder con una conducta que ayude a enaltecer esta democracia.
Aquí no hay tiranía. Frente a una democracia no se puede legitimar
ninguna acción armada. Entonces por eso he negado el conflicto.
Que tenemos un problema social muy hondo, sí. Que lo tenemos que
superar, sí. Pero eso no nos puede servir para darle la categoría de conflicto a
la amenaza de terrorista.
Y muchos preguntan: bueno, pero si usted los define terroristas ¿cómo
se negocia con ellos? Por eso se les exige el cese de hostilidades, que es el
problema que hemos tenido con el Eln.
Yo me reúno con Felipe Torres cuando sale de la cárcel en un hotel de
Medellín. Me dice: ¿Cuál es la propuesta suya, Presidente? Le dije: Muy clara,
acepten el cese de hostilidades. No se tienen que desarmar, no se tienen que
desmovilizar y empezamos el proceso de negociación. El desarme y la desmo-
vilización se aplazan, son puertos de llegada.
Y él me dice: Eh, nos matan. Dije no. Las Fuerzas Militares y de Policía
de Colombia son combatientes, yo soy combatiente, pero no somos tramposos
ni vamos a proceder a la mansalva. En un cese de hostilidades no vamos a
operar contra ustedes.
Llego a México y me hacen unas preguntas en público sobre la materia,
delante del presidente Fox. Y después me dicen: ¿entonces lo que usted dice
podría tener garantes? Y dije: pónganle el que quiera. Al buen pagador no
le pesan las prendas. ¿El Gobierno de México? Dije: magnífico. Si es el
Gobierno de México, aquí está el embajador con toda la buena voluntad a
ayudar de facilitador.
Y el doctor Luis Carlos Restrepo con el embajador, delegado especial-
mente por México, a buscar textos para darle gusto en el texto al Eln.
Finalmente no aceptaron porque el Gobierno no les aceptaba que exclu-
yeran el secuestro. ¿Usted se imagina donde aceptemos empezar un diálogo
habiendo hecho la previa concesión de que pueden continuar secuestrando?
Ese sería el peor de los mundos.
Entonces a nosotros nos hacen una pregunta, y a mí me la hacen: bueno
¿usted por qué los llama terroristas y abre la posibilidad de negociar con ellos?
Por eso se exige, para hacer compatible la posibilidad de negociar con ellos
con el calificativo que creo justo y jurídico de “terroristas”, se exige el cese
de hostilidades.
Y ahí hay unos temas bien bonitos que quiero mencionarlos aquí para
estimular el espíritu de estudio de la Escuela.
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Exposición del Presidente Uribe
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MI AFÁN ES DEFENDER LA CREDIBILIDAD
DE COLOMBIA
Entrevista del Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez, con la mesa
de trabajo de la emisora Radiosucesos RCN, dirigida por Juan Gossaín
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presionado por la Fuerza Pública, fue una entrega, sí, con un elemento de nego-
ciación –esos elementos de negociación los conoce el país–, el Gobierno lo
recibió como desmovilizado, el Gobierno define el sitio, está asegurado por la
Policía. Entonces empieza la crítica que le han venido haciendo al proceso: “que
hay unos narcotraficantes que están involucrados con el paramilitarismo”.
Infortunadamente, todos estos grupos de paramilitares, de guerrillas, están
contaminados de narcotráfico. Entonces se hace otra crítica: “que esos señores
eran, antes, narcotraficantes, y que aparecieron de paramilitares”. El problema
es que este Gobierno los encontró de paramilitares. Estas desmovilizaciones
que se han hecho, especialmente la de Medellín de paramilitares, ha sido una
desmovilización en la cual ha intervenido este señor.
Cuando yo asumí la Presidencia fui informado que venían dos procesos
de paz en marcha: uno con el Eln a través de Cuba y otro con los paramilitares
a través de la Iglesia Católica. Yo dije que se aceptaba que se continuara con
ambos, siempre y cuando se respetara un cese de hostilidades. Y con estos
señores, con los que ha estado negociando este Gobierno, es con los que se
venía negociando.
Ahora, hay un problema muy grave, sí, que unos de esos señores eran
narcotraficantes y que después aparecieron de paramilitares. De paramilitares
los encontró este Gobierno. Esas desmovilizaciones que han ayudado, ellos han
intervenido en esas desmovilizaciones. La Iglesia Católica ayudó en ese proceso y
lo condujo hasta el momento en el cual ellos aceptaron un cese de hostilidades.
Entonces, ahí tenemos una dificultad: unos señores que empezaron como
narcotraficantes, unos señores que después se incorporaron como paramili-
tares –que este Gobierno encontró como paramilitares–, que han ayudado en
este proceso de desmovilizaciones y por eso estamos buscando el marco jurí-
dico más adecuado.
Juan Manuel Ruiz: ¿Esa afirmación suya significa, como dijo el ex presi-
dente Pastrana, que por primera vez usted reconoce que en Santa Fe Ralito el
Gobierno está negociando con integrantes del cartel de Medellín?
Presidente Uribe: La verdad es que no. No, para que me voy a poner a
contestarle. Simplemente, el Gobierno está negociando con aquellos con los
cuales venía negociando la administración anterior, a través de la Iglesia Cató-
lica. Y a mi me preguntaron si podía seguir esas negociaciones y dije: “por
supuesto, siempre y cuando, haya un cese de hostilidades”.
Juan Gossaín: Señor presidente Uribe Vélez, coincidieron los ex presi-
dentes Pastrana y César Gaviria, en afirmar –según palabras de ellos– que
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paramilitares, pero un lacito muy cortico y muy avaro con las guerrillas. Y ahí
es donde el Gobierno tiene un criterio que hay que defender: la ley debe ser
igualita para ambos.
Nosotros, en Colombia, no podemos seguir dándole un tratamiento
benigno a un grupo sobre el otro. Finalmente son terroristas. Y vamos a expli-
carle todo esto a la comunidad internacional.
Es la primera vez que en Colombia hay una ley de paz que se preocupa
por la reparación de las víctimas, que se preocupa por la justicia. En anteriores
procesos el único afán, la única preocupación era: “desmovilícelos”, reconci-
liémonos con ellos y nos olvidábamos de la justicia y la reparación. Esta es la
primera vez en la cual se hace un esfuerzo de justicia y de reparación.
Vamos a explicarle esto, ampliamente, a estos congresistas norteamericanos.
Juan Manuel Ruiz: Señor Presidente, usted ha dicho hace unos instantes
que algunos dirigentes colombianos se van al extranjero a crear mal ambiente
a propósito de Colombia. ¿A quiénes se refiere usted concretamente?
Presidente Uribe: Dejémoslo ahí, dejémoslo ahí porque infortunada-
mente, ¿qué ha pasado?: el Gobierno es amplio para la discusión de la ley,
¿cuántas modificaciones se le han introducido?, llevamos año y medio en la
discusión. Ahora, no se puede aceptar todo, no se puede aceptar todo, entre
otras cosas, porque nada ganamos con una norma impracticable. No se puede
aceptar todo, porque muchos de los que nos han propuesto una ley totalmente
rigurosa, impracticable, frente a los paras, ellos también me han dicho a mí
que para la guerrilla sería otro tratamiento, y el Gobierno no puede aceptar un
tratamiento diferente a guerrillas y a paramilitares. Y se ha pretendido crear un
mal ambiente internacional contra la ley, contra el Gobierno, en esta materia;
pero vamos a ir con toda paciencia, inicialmente la Canciller y el doctor Luis
Carlos Restrepo, al Congreso de Estados Unidos, a hablar con cada uno de
estos senadores.
Es que, además, este Gobierno tiene una carta de presentación muy impor-
tante: la acción militar contra los paramilitares.
Le quiero decir a mis compatriotas esto: el proceso de paz con los parami-
litares no es un proceso por liberalidad de los paramilitares, no es un proceso
por espontaneidad de los paramilitares, es un proceso inducido –también– por
la Seguridad Democrática, porque este Gobierno, con toda firmeza, ha perse-
guido militarmente a los paramilitares. Ahí están los resultados: casi 10.000
paramilitares presos, más de 1.200 paramilitares dados de baja. La acción de
este Gobierno ha sido implacable contra estos grupos.
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Muchas figuras importantes del liberalismo que me han apoyado, han sido
prácticamente expulsadas del oficialismo liberal por apoyar a un Gobierno
que procede honesta y patrióticamente. Confío en que todos los días haya más
gente de la base del pueblo liberal que nos apoye y más gente de la dirigencia
liberal que no siga esas orientaciones de la Dirección Liberal, que ha tenido a lo
largo de este Gobierno, de simplemente boicotear la acción de este Gobierno.
Ha sido una especie de oposición anarquista, de oposición porque sí.
Juan Gossaín: Señor Presidente, usted acaba de decirnos que le pide al
pueblo liberal, a los seguidores y dirigentes del Partido liberal, que se unan al
Gobierno en lo que usted llama el compromiso con Colombia. En ese sentido
¿qué espera usted del congreso del Partido Liberal que se reúne este fin de
semana que viene?
Presidente Uribe: No, no Juan. Este llamado simplemente lo hago, como
siempre lo he hecho, llevo muchos años donde lo que he hecho es apelar a esa
base y a muchos de sus dirigentes, porque hemos tenido una posición totalmente
negativa en esas directivas, y creo que en medio de tantas dificultades el país va
saliendo adelante. Por ejemplo, este fin de semana hice un recorrido muy intenso
por el Pacífico, donde hay tanta pobreza, coca, dificultades, y en medio de tantas
dificultades uno encuentra allá el mejor ambiente y optimismo en algunas de
esas poblaciones de la Patria, y confío en que las bases nos apoyen.
Juan Manuel Ruiz: A propósito de su visita este fin de semana al Pací-
fico Colombiano, usted afirmó allí que no está de acuerdo con las privatiza-
ciones a ultranza que se han hecho en América Latina desde el comienzo de
los años 90 ¿Le está usted enviando una crítica al ex presidente Gaviria?
Presidente Uribe: Eso lo he sostenido desde que era candidato, porque
el oficialismo Liberal, entre otros, decía: “no se puede votar por Uribe porque
Uribe es neoliberal, Uribe lo va a privatizar todo”. Entonces, he dicho:
¡hombre! nosotros estamos luchando es por un Estado eficiente y sostenible.
Por ejemplo, nosotros reformamos a Ecopetrol, pero no lo privatizamos.
Dijeron: “Uribe va a acabar Bienestar Familiar porque Uribe es neoliberal”,
no señores, nosotros no estamos en esa ola privatizadora de los noventas. Lo
que hemos hecho es crecer Bienestar Familiar en un 40%, y ahora vienen
otros dos crecimientos importantísimos. Confío, en 90 días por tarde, estar
adicionando otros 500.000 niñitos a los grupos de niñitos que reciben un
desayuno en Bienestar Familiar, niñitos de menos de cinco años. Estamos
estudiando ya el siguiente paso a la revolución educativa que es, darle estudio
al millón de niñitos pequeñitos que reciben nutrición de Bienestar Familiar,
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que no solamente reciban nutrición sino estudio. Y también, vamos a dar otro
paso en los próximos días, importantísimo, a través de Bienestar Familiar,
que es entregarle una comida al día a 400.000 ancianos de la Patria. Hoy
estamos entregando un subsidio financiero a 170.000 ancianos. Se decía:
“es que Uribe es neoliberal, Uribe va a privatizar el Sena”; yo decía: yo
quiero es un Sena sin politiquería, un Sena que cumpla su tarea misional y
lo hemos multiplicado por tres y lo vamos a multiplicar por cuatro al final
del Gobierno. Hemos reformado 152 empresas del Estado, en medio de un
tremendo debate.
Recuerdo que me posesioné un miércoles y llegué a emprender la reforma
de Emcali el viernes de esa misma semana y ¡qué cantaleta!, “Uribe neoli-
beral” y les dije: no señores, este Gobierno que empieza no viene en la ola
del neoliberalismo que lo quiso privatizar todo en América Latina en los años
noventa, nosotros lo que vamos a tener es una Emcali transparente, eficiente,
austera, que responda a un concepto de Estado Comunitario, que requiere que
las entidades del Estado sean sostenibles, que las entidades del Estado en lugar
de vivir quebradas, de no tener con qué pagarle a los pensionados, en lugar de
vivir controladas por unos sindicalistas de extrema y por unos políticos que las
maltratan, sean entidades transparentes, austeras y sostenibles. Tenemos el caso
de 152 empresas del Estado reformadas con ese criterio, pero faltan muchas.
Juan Gossaín: Señor Presidente, oyéndolo hablar de dirigentes de
partidos, oyéndolo hablar del Congreso Liberal del próximo fin de semana, a
mi se me ocurre plantearle este tema: ¿qué reflexiones le suscitan a usted casos
como el de algunos muy importantes dirigentes del uribismo, los cuales desde
que comenzó el Gobierno incluso ganaron su elección a nombre del uribismo,
como los senadores Rafael Pardo y Andrés González, que ahora –una vez
llegó el ex presidente Gaviria y convocó a sus amigos– se han convertido en
furibundos antiuribistas?
Presidente Uribe: El senador Andrés González no fue elegido bajo estas
banderas, pero rápidamente empezó a apoyarme con mucha generosidad. Él
me visitó en estos días, y le dije: “hombre, no me abandone”, me dijo que lo
había llamado el presidente Gaviria, que le había dicho que la oportunidad de
él era participar en la consulta y que era donde tenía el espacio político. Yo
lo comprendí, le dije: “por lo menos, Andrés, ayúdeme en las leyes, que la
agenda legislativa nuestra es muy importante para la Patria, la ley de garan-
tías, la ley estatutaria de justicia, la ley antitrámites, la ley de pensiones, el
estatuto de capitales, la ley de normas de estabilidad para construir confianza
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a usted, noto que trata de reducir a algún adjetivo y vamos a ver si lo logramos
o que usted nos ayude, ¿está usted “decepcionado”, “traicionado”, “sorpren-
dido” con las actitudes de algunos senadores como Rafael Pardo?
Presidente Uribe: Nada, en eso hay que ser, en alguna forma, enajenado.
Juan Gossaín: ¿En qué sentido, señor Presidente?
Presidente Uribe: Frente a algún dolor hay que enajenarse, Juan.
Juan Gossaín: ¿Le dolió mucho lo de Rafael Pardo?
Presidente Uribe: Se enajena uno, se enajena uno...
Juan Gossaín: No le insisto más señor Presidente. Déjeme más bien
plantearle a Usted esta frase que escuché y leí en estos días: “el presidente
Uribe Vélez se la pasa reviviendo el pasado, porque no quiere enfrentarse con
la realidad del presente”, firmado: César Gaviria Trujillo.
Presidente Uribe: Sí, la verdad es que usted me ha dicho en esta entrevista
que me dicen “camorrista”, “pendenciero”, que me dicen que “no enfrento el
presente”. Sí, yo enfrento problemas y a mi me responden, simplemente, con
descalificaciones.
La verdad es esta: yo recibo el Gobierno, con “Don Berna” y todos estos
señores como cabecillas paramilitares, venían en un proceso de negociación con
la Iglesia, lo continúo con la condición del cese de hostilidades. Le hemos dado
de baja a más de 1.200, presos casi 10.000. Primera vez que hay un Gobierno
de autoridad, eficaz frente al paramilitarismo en Colombia. Primera vez que
muchas regiones empiezan a respirar tranquilas de guerrilla y de paramilitares.
Es que yo asumí la gobernación de Antioquia –yo la gané por allá en
octubre del 94– en el cambio de Gobierno entre los presidentes Gaviria y
Samper, y yo sé cómo estaba ese departamento de guerrilla y paramilitares.
Yo viví la campaña a la Presidencia de la República y tuve que estar encerrado
en un estudio de Televideo de Bogotá dos meses, porque la Fuerza Pública me
confesaba, con todo patriotismo, que la situación era muy difícil para darme
totales garantías.
Eso lo estamos enfrentando. Vea por ejemplo aquí, ¿qué ha pasado? Vea, le
doy unas cifritas a ver si estamos enfrentando o no, los problemas colombianos:
En Colombia la inversión privada se había caído al 6%, está en el 12. En
el curso de pocos años, el país pasó de ser un país en equilibrio fiscal a un
país con el 4,2 de déficit. El déficit de este año no va a subir del 2,5%. El año
pasado fue el 1,2%.
En el curso de pocos años este país pasó de un endeudamiento del 12%
del PIB –cuando terminó el presidente Barco– al 54, 56% del PIB, cuando yo
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Mi afán es defender la credibilidad de Colombia
llegué. Ese endeudamiento está hoy en el 46%, todavía muy alto, necesitamos
ponerlo por debajo del 40%.
En el curso de pocos años, este país pasó de un desempleo del 7,5% a casi
el 20%. Hoy está en el 12%, todavía muy alto, pero paramos esa tendencia
geométrica expansionista del desempleo.
En el año 2002, en esta Patria nuestra, hubo 2.986 secuestros. En el 2001,
3.050. Este año van 297 secuestros. Y ya estamos prácticamente llegando a la
mitad del año. Mucho, pero hay una reducción sustancial.
En esta Patria, en homicidios, cuando yo llegué había 66 homicidios por
cada 100.000 habitantes. En lo que va del año llevamos 15. ¡Ojalá al final de
año la tasa sea muy baja! El año pasado fue de 44.
Cuando yo llegué, en Colombia había 29.000 asesinatos por año. Este
año, casi la mitad de año, llevamos 7.027.
Aquí, cuando yo llegué, estaban asesinando 160 sindicalistas al año ¡160!
Este año van 7 integrantes de organizaciones sindicales. Cuando yo llegué había
casi 400 alcaldes que no podían despachar, presionados por los grupos violentos.
Hoy, casi todos, están despachando. ¡Faltará mucho, faltará mucho por hacer,
pero ahí vamos trabajando y ahí vamos produciéndole resultados a esta Patria!
Humberto de la Calle: Teníamos a Pastrana como Embajador, sin cartera,
suyo y mire en lo que estamos, y también César Gaviria se la jugó en la OEA,
en el caso del apoyo de este organismo a las autodefensas, y ahora también
hay una ruptura. ¿Qué es lo que ha pasado allí, hay algo que no sepamos los
colombianos, que debamos saber, cuál es la intimidad de estas rupturas?
Presidente Uribe: No conozco la intimidad de estas rupturas. Yo manejo
tan poquita intimidad, procuro que lo que diga en privado lo pueda decir en
público. Manejo muy poquita intimidad.
Me reuní con el presidente Gaviria hace unos meses, le expliqué todo. A
mi me sorprendió –sin que de mi boca le hubiera dicho “los ojos tenés verdes”–
que el presidente Gaviria llegara al país a decir que era un Gobierno autori-
tario, que Uribe iba a acabar con el Partido Liberal. ¡Me sorprendieron!, me
sorprendieron esas cosas y me sorprendieron esos mantos de duda, de que esto
es una acción gubernamental prácticamente paramilitarizando el país, cuando
la realidad muestra que es el Gobierno que ha enfrentado con rigor, con deci-
sión, en público y en privado y con resultados, a los paramilitares. Entonces,
yo no tengo nada en la intimidad. Ahora lo que sí tengo es la decisión de salir
a defender el Gobierno, procuraré hacerlo sin apariencias de intemperancia,
en eso uno tiene que vivir en una autocrítica permanente.
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Crímenes altruistas
está preso sino viviendo en una jaula de oro como la de Pablo Escobar en la
cárcel de la catedral?
Presidente Uribe: Primero, en este Gobierno no hay zonas desmilitari-
zadas, sino zonas de ubicación. Muchas veces he dado la orden de que la justicia,
el Ejército entren a Ralito, esa no es zona de ausencia del Estado colombiano.
Hace 15 días el doctor Luis Carlos Restrepo me dijo: “la Fiscalía dice
que este señor Murillo Bejarano está incurso en el asesinato del Diputado de
Córdoba”. Recordamos el caso; estaba yo en Beijing, fui informado del asesi-
nato del Diputado de Córdoba, hice cuatro, cinco, diez llamadas a la Fuerza
Pública, al mismo Gobernador de Córdoba, pidiendo que eso se investigara
y que la investigación se llevara hasta las últimas consecuencias. Desde allá
instruí que se ofreciera una recompensa para capturar a los responsables. Esa
recompensa se está pagando, los autores materiales –en su inmensa mayoría–
están capturados hoy y en la cárcel.
Después de capturar a los autores materiales, después de toda la deci-
sión de este Gobierno para que los capturaran, de la oferta y pago de recom-
pensas, viene la decisión de la Fiscalía de vincular al señor Murillo Beja-
rano, a “Don Berna”. El doctor Luis Carlos Restrepo me informó y ¿qué dije
yo en ese momento, cuál fue mi reacción?: doctor Luis Carlos Restrepo, que
lo pongan preso.
Llamé al general Castro Castro (Jorge Daniel, director de la Policía
Nacional) y le dije: “General, bajo mi responsabilidad, asuma usted la tarea y
no la delegue, de poner preso a este señor, por dentro o por fuera de la zona de
ubicación en Santa Fe Ralito”. La Policía se trasladó allí, esa presencia de la
Policía marcó nuevamente, en los hechos, el contraste entre lo que es una zona
de ubicación y una zona de desmilitarización; entre lo que es una zona de paz
y lo que es un paraíso de impunidad.
Después de dos días de estar en la persecución de él, me llama el Comi-
sionado y me dice que le han hecho llegar la razón de que el señor se quiere
entregar bajo unas condiciones. Una condición era que le entregaran una
zona, que él se quedaría en la zona que el Gobierno definiera. Zona no, en un
sitio. Otra condición que se le recibiera como desmovilizado, esa la aceptó el
Gobierno y se la he confesado al país. Se le puso en un sitio austero. El doctor
Luis Carlos Restrepo me dijo que era totalmente austero. Es una casa rural,
totalmente austera, donde está vigilado por la Policía. Yo pedí que esa casa la
visitara permanentemente la comunidad nacional e internacional, porque en
este Gobierno no vamos a permitir catedrales.
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Mi afán es defender la credibilidad de Colombia
Ahora, vamos a ver qué pasa en adelante con las decisiones de la Fiscalía,
y cuál es el sitio más conveniente para ubicarlo.
Juan Gossaín: Señor Presidente, hemos escuchado y oído mensajes en
RCN, en todos estos días previos, las semanas previas, y a mi me gustaría
–para contestarles a ellos–, preguntarle a usted: ¿qué responde a tantos colom-
bianos que creen que la atmósfera política está enrarecida en estos días y que
esa actividad se ha vuelto confusa y peleonera?
Presidente Uribe: La verdad es esta: yo tengo que defender la obra de
Gobierno porque si en el ambiente nacional e internacional, crean esa duda de
que aquí hay complicidad, debilidad, permisividad con el paramilitarismo, esa
es una duda injusta. Este es el Gobierno que ha enfrentado estos grupos con
toda la decisión militar, y tengo que defender la obra de Gobierno, porque una
duda de esa naturaleza lo que hace es enrarecer el ambiente de recuperación
de confianza en Colombia, que no podemos permitir que se afecte. Hay que
seguir confiando en Colombia, invirtiendo en Colombia, generando empleo
en Colombia. Colombia tiene que seguir para adelante.
¿Cómo voy a defender la obra de Gobierno?: donde cometamos un error
lo corregimos.
Por ejemplo, me dicen: “¿para qué nombró parientes de parlamentarios
en la Cancillería?”. He dicho: hemos reformado 152 entidades del Estado,
hemos introducido el concurso de méritos para nombrar maestros –ya convo-
camos 135.000 maestros a un concurso para llenar 60.000 plazas–, sacamos
una nueva ley de carrera administrativa que se está empezando a aplicar –y
que lleva 120.000 posiciones del Estado al concurso de méritos–. Y hay unos
sectores que se quejan por ese nombramiento de parientes de parlamentarios
en la Cancillería. Yo dije: “acepto, vamos a corregir eso”. He nombrado gente
comprometida con la política de Seguridad de este Gobierno, gente honorable,
pero en algunos casos parientes de parlamentarios. Acepto eso, lo acepto como
una crítica de una democracia que madura. Y dije: salvo casos excepcionales,
analizados puntualmente, no lo vamos a seguir haciendo.
Este Gobierno recibe la crítica constructiva, los parlamentarios son testigos
de cuántas modificaciones le hemos hecho a los proyectos de ley, en procesos
críticos, con los mismos parlamentarios. El pueblo colombiano me conoce
dialogando con el pueblo colombiano y muchas veces corrigiendo rumbos de
Gobierno, por críticas constructivas que surgen en ese permanente diálogo del
Gobierno con el pueblo colombiano. Vamos a seguir en esa tarea. Pero, por
supuesto, tengo que defender la obra de Gobierno, porque si no defiendo la
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Crímenes altruistas
obra de Gobierno contra ataques injustos, entonces lo que se afecta, más que
afectar al Gobierno, lo que se afecta es la confianza en Colombia.
¿Cómo defiendo la obra de Gobierno?: con hechos, con cifras, con
conceptos, sin agresiones personales. No he descalificado a ninguno de aque-
llos quienes me responden con descalificaciones personales. Yo planteo un
problema sustantivo, me responden “pendenciero”. Planteo un problema sustan-
tivo, me responden ‘camorrista’. Yo no voy a entrar en descalificaciones.
Recuerdo a uno de mis profesores que era muy insistente en decir: duro
con el problema, delicado con la persona. Aquí seguimos trabajando de frente
a los problemas.
Juan Gossaín: Señor presidente Uribe, deseo concluir recordando una
frase que me llamó mucho a la atención el viernes de la semana pasada aquí en
Radiosucesos, cuando nuestros compañeros estaban comentando la entrevista
que hicimos desde Madrid con el ex presidente Andrés Pastrana, Humberto
de la Calle dijo esto al aire, “pobre país el que nos espera, si los temas de la
política los dictan guerrilleros y paramilitares”.
Presidente Uribe: Así es, así es Juan. Por eso agradezco inmensamente
esta entrevista de esta mañana, quiero enviar solamente un mensaje a mis
compatriotas: este Gobierno seguramente tiene muchos errores, como toda
obra humana, pero para recuperar la seguridad ha procedido buscando la
eficacia, la transparencia, con respeto a los derechos humanos, con respeto a
las instituciones, sin mezclar instituciones con grupos de bandidos.
Este Gobierno ha enfrentado por igual guerrilla y paramilitares, ha ofre-
cido por igual a guerrilla y a paramilitares, las mismas condiciones. –Estén
atentos, a las 10 de la mañana, de una buena noticia de desmovilización del
Eln que va a dar la IV Brigada de Medellín–.
Este Gobierno recibe la crítica, este Gobierno ha sido respetuoso con la
oposición. –ahí está el referendo, la elección de candidatos de la verdadera
oposición a alcaldías, a gobernaciones–. Ha sido respetuoso con la oposición
que está en gobernaciones, la oposición que está en alcaldías, con la oposición
en el Congreso de la República.
Pero este Gobierno tiene que defender su obra. ¿Por qué la tiene que
defender?: porque cuando se le ataca injustamente, no solamente se afecta el
buen nombre del Gobierno, sino que se afecta la recuperación de confianza
en Colombia.
De mi parte, voy a procurar que este no sea un debate agrio, personal.
No voy a responder con ninguna alusión personal, sino que sea un debate de
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Mi afán es defender la credibilidad de Colombia
7 de junio de 2005
Entrevista del Presidente Alvaro Uribe Vélez a Radiosucesos RCN
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DELITO POLÍTICO ARMADO NO DEBE HABER
EN UNA DEMOCRACIA
Entrevista del Presidente Uribe con El País de Cali
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Crímenes Altruistas
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Delito político armado no debe haber en una democracia
Hay que ver que las detenciones no las ordena el Gobierno, sino la
Fiscalía, que lo hace con toda la solidez del acervo probatorio y con todas las
garantías. La verdad es que a quien esté en el terrorismo, sea indígena, enco-
petado, joven o viejo, hay que meterlo a la cárcel.
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EL DELITO POLÍTICO NO VA A TENER CONEXIDAD
PARA BORRAR DELITOS COMO
EL NARCOTRÁFICO O DE LESA HUMANIDAD
Intervención del Presidente Uribe ante la Asociación de Exmagistrados
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Crímenes Altruistas
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Delito político no va a tener conexidad
La izquierda y la derecha
Empiezo por esto último. ¿Por qué es obsoleta?: porque el calificativo
cabía frente a los regímenes políticos en la época de las dictaduras y frente a
las posturas políticas en cada país, en relación con las dictaduras. Sometidos
todos –ahora– a la regla democrática, el calificativo es obsoleto. Además,
muchos llegan al poder con un discurso “de izquierda” y gobiernan con unas
acciones “de derecha”.
Hace pocos días discutía con una periodista y le decía: “bueno, deme una
razón para que usted califique a tal Gobierno de izquierda y al mío de derecha”,
y no fue capaz. Esa calificación, además de ser obsoleta, es inconveniente.
A mi me dio mucha tristeza recientemente, cuando nos poníamos a elegir
al Secretario de la Organización de Estados Americanos (OEA): una polariza-
ción en América Latina, que casi no se supera –se logró superar, en muy buena
parte, por Colombia y lograr finalmente un consenso–. Decía yo: “mire cómo
pelean, que aquel que es de izquierda y aplica las recetas del Fondo Monetario
(FMI) con más ortodoxia que los otros, que son de derecha”.
Algunos supuestos de derecha, les dicen que están cambiando las reglas
de manejo de banca central, que ha logrado modificar sustancialmente los
acuerdos con el Fondo Monetario, etcétera. Y estos de izquierda, son los más
ortodoxos en esa materia.
Yo no creo que esa división sea conveniente para la unidad latinoameri-
cana, no creo que sea pertinente en nuestra época de la regla democrática y
no creo que sea práctica. ¿Qué he propuesto?: utilizar unos estándares, unos
parámetros para calificar estas democracias, para mirar si son unas democra-
cias abiertas o cerradas, progresistas o retardatarias, constructoras de justicia
social o negantes de justicia social. Si son caudillistas o institucionales.
Yo creo que esa pregunta debería empezar a considerarla el debate polí-
tico. Y para responder a esas preguntas, he formulado cinco parámetros:
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Crímenes Altruistas
Delito político
El tema de ¿por qué considero que no debe haber delito político? Las
legislaciones europeas consideran como terrorismo el uso o la amenaza de uso
de la fuerza por razones políticas o ideológicas. ¿Cuál es su razón?: que si hay
una democracia profunda, que permite que todas las opciones se agiten, ¿por
qué nosotros vamos a legitimar, con el tratamiento benevolente de político, el
delito armado contra esas democracias?
Yo me he hecho esta reflexión: si hay una democracia como la colom-
biana, que se ha puesto en los últimos tiempos a toda prueba ¿por qué noso-
tros vamos a legitimar, con el tratamiento benevolente de político, al delito
armado?, ¿por una razón histórica?, si algo tienen que hacer los pueblos en
algún momento –a partir del conocimiento de su historia– es saber cómo
reorientarla a futuro.
¡Cuando hay una democracia profunda, no se puede permitir atentar
contra ella por la vía de las armas!
Una democracia como la que vivimos aquí, en octubre de 2003, un refe-
rendo… se suponía que el Presidente de la “Seguridad Democrática” y de la
“mano firme” iba a ser el Presidente dictador. Veo con asombro que muchos
de los intelectuales que me combaten, justamente han regresado al país en el
ejercicio de mi Gobierno. Estaban expatriados antes y ahora están en el país,
rodeados de seguridades.
Aquí, en las elecciones de octubre de 2003, pasamos de las garantías
retóricas a las efectivas. Llamo la atención de los estudiantes universitarios
muchas veces, para que establezcan la diferencia entre garantías retóricas y
garantías efectivas.
Nada gana una democracia si en teoría le dan garantías a todos los candi-
datos y en la práctica los dejan matar. Yo no sé qué habría pasado con muchas
candidaturas, Alcaldías, como la de Bogotá, Gobernaciones, etcétera, sin la
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Crímenes Altruistas
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Delito político no va a tener conexidad
Conflicto armado
Y el tercer tema, de mucho conflicto, es cuando he dicho que esta acción
violenta contra el pueblo colombiano y sus instituciones, no puede calificarse
como un conflicto armado sino como una amenaza terrorista.
La calificación de conflicto armado, en alguna forma, ennoblece la lucha,
la legitima. Ahí viene la etimología histórica del conflicto armado. Una demo-
cracia que se profundiza no puede legitimar ni darle un tratamiento benevo-
lente ni atenuar la acción de los violentos.
En Colombia hay un problema de pobreza muy grande. He venido, en
mi manera de mirar a mis compatriotas, diciendo que en el país hay dos reali-
dades: un 48% de la población que vive en un modelo social aceptable y un
52% en una pobreza deplorable, que tenemos que superar.
Cuando veo, por ejemplo, cómo vive la sociedad China, que continúa con
las bases filosóficas de Mao Tse Tung, porque fue el único de los marxistas que
verdaderamente practicó la dialéctica “hegeliana” y dio las bases para esa aper-
tura que ha hecho China a partir de Deng Siao Ping, digo: el 48% de la sociedad
colombiana vive en un modelo presentable en cualquier parte del mundo, el
52% en un modelo de pobreza deplorable, que tenemos que superar.
Cuando se hablaba de conflicto en América Latina, se hablaba por dos
razones: porque los insurgentes estaban contra esas injusticias y contra esa
pobreza, y porque su lucha era contra dictaduras. Aquí, han causado más
pobreza y han entorpecido la marcha democrática.
¿Qué le pasó a esta sociedad?, ¿a qué le debe la pobreza y la injusticia?:
¿al 48% que vive bien?. No. Yo tengo otra visión: que la violencia no permitió,
en los últimos lustros, que esta economía creciera con la velocidad con que
debió crecer para atender las demandas poblacionales.
Comparo, por ejemplo, el nivel de cotización de nuestras empresas serias
a la seguridad social. Algunos países, supuestamente de izquierda, de la inter-
nacional socialista, todas las cotizaciones a la seguridad social la pagan los
trabajadores. Aquí la mayor parte los empleadores. La tasa de contribución
aquí es muy alta y este Gobierno la ha aumentado. Quisiera que estuviera el
senador Robledo (Jorge Enrique) aquí, para que habláramos del modelo, a ver
qué tan neoliberal es el nuestro que se atrevió a revivir –en este Gobierno– el
impuesto de patrimonio para los grandes patrimonios.
Si ustedes salen a las calles, adyacentes a este hotel, y le preguntan a un
ventero callejero por sus ingresos, encuentran que gana mucho menos que lo
que gana el trabajador de salario mínimo de una empresa organizada.
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Crímenes Altruistas
discrepar de Uribe, está bien. Pero, como tengo que ser combatiente, compa-
triotas, tengo que también animar esta democracia con mi participación en el
debate, yo en aquello que creo es en una combinación equilibrada de demo-
cracia representativa y de democracia participativa.
A mayor grado de democracia participativa, más transparencia en la
democracia representativa, porque más control de opinión se da sobre la
democracia representativa.
¿Esta democracia en profundización, puede permitir que se catalogue como
actores de un conflicto a quienes atentan contra ella por la vía armada? Por eso
he negado el conflicto. Reconozco el problema social, pero a partir del problema
social no se puede aceptar que con los violentos hay un conflicto armado.
Ahora, para mirar el consenso de las reformas, hay que mirar las mayorías de
los órganos que las aprueban, el respaldo de opinión a esas reformas y las reglas
democráticas que continúan para que esas reformas operen. ¡Yo rogaría mirar eso!
Una cosa es un Congreso de 12 millones de votos, otra, una Constituyente
de 2 millones 800 mil votos.
Una cosa son unas reformas ampliamente debatidas por la opinión ciuda-
dana y otra cosa son unas reformas que dictan quienes se atribuyen el poder
soberano de cambiarlo todo.
No creo que las reformas democráticas se puedan descalificar que porque
no se construyó pleno consenso. ¡Si justamente las reformas democráticas lo
que hacen es brindar más oportunidades democráticas!
Sobre este debate, es muy importante que el pueblo colombiano reflexione
sobre: ¿qué garantías hubo o qué garantías se negaron para acudir al refe-
rendo?, ¿qué garantías se le negaron, se le recortaron a los abstencionistas, a
los opositores?
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Crímenes Altruistas
carteles del norte del Valle del Cauca, por ejemplo, que aquí no los enfrentaban.
Se hablaba mal de ellos en los cócteles, pero no se hacía nada contra ellos.
El caso por ejemplo de este señor Murillo Bejarano, “Don Berna” –no
me gusta llamarlos por el alias–. Se dice: “este señor antes era narcotraficante
y ahora apareció de paramilitar”. Mire, hay que hablarle al país con toda la
franqueza, estos procesos son muy difíciles, muy difíciles.
Problemas que giran allí, alrededor del caso de este señor. Cuando este
Gobierno llegó, lo encontró como líder del paramilitarismo. La Iglesia, que
con autorización de la anterior administración estaba conversando con los
paramilitares, me preguntó si seguía esas conversaciones. Dije: sí, siempre
y cuando acepten el cese de hostilidades. Como me preguntó Cuba, si seguía
en las conversaciones con el Eln, le dije: sí, siempre y cuando acepten el cese
de hostilidades. Y allá estaban esos señores, los mismos que según algunos,
ahora no podríamos negociar con ellos.
Entonces ¿qué hace este Gobierno con el caso de “Don Berna”, a quien
encuentra como líder paramilitar y quien ha participado en unas desmoviliza-
ciones bien importantes? Creo que lo importante de este Gobierno es que, en
nombre de la Seguridad Democrática se ha dado en la práctica el proceso de
paz más grande de Colombia. Creo que ya llevamos casi 12.500 desmovili-
zados, mitad guerrilla y mitad paramilitares.
Cuando se desmovilizó el M–19, eran 300 en armas, 600 acompañantes.
Cuando se desmovilizó el Epl eran 1.200 en armas. Sumen las desmoviliza-
ciones anteriores, para que comparemos con los que se han desmovilizado en
este Gobierno.
Y se le ha dado el mismo patriótico tratamiento a los señores desmovilizados
de las autodefensas y a los señores desmovilizados de las guerrillas. Confío que
las Fuerzas Militares y el Comisionado (de paz, Luis Carlos Restrepo) rápi-
damente puedan dar otra buena noticia sobre desmovilizaciones del Eln, que
vienen en marcha. Entonces, allí les hemos dado un tratamiento igualitario.
Y el caso “Don Berna”. Ese señor ha participado en ese proceso. Miren el
lío para este Gobierno de decirle hoy: “como usted antes fue narcotraficante,
según lo acusan, entonces le desconocemos lo que ha hecho en este proceso,
desconocemos la realidad de que cuando llegó este Gobierno usted era un
líder paramilitar y desconocemos la realidad de que ha inducido todas estas
desmovilizaciones”.
Esta mañana le daba públicamente los agradecimientos a la Policía, por
la acción de la semana pasada cuando le dije al general Castro (Jorge Daniel,
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Pero le quiero hacer unas anotaciones adicionales a él. Ya, por ejemplo,
hay regiones donde los antiguos dueños de tierras desplazados han regresado.
Están regresando al Catatumbo.
Segundo: este Gobierno aprobó una ley, nos la aprobó el Congreso, que
agiliza muchísimo el proceso de extinción de dominio. Semanalmente el
Ministerio de Agricultura está entregando tierras de extinción de dominio a
los campesinos.
Las personas que se beneficien de la ley de Justicia y Paz, sus bienes no
quedan exentos de extinción de dominio. Incluso si en el proceso entregan
unos bienes y les aparecen otros ilícitamente adquiridos, esos bienes son
objeto de extinción de dominio.
Sobre su departamento, le quiero decir que nosotros encontramos Sucre
perdido. Los Montes de María y esa área que va hacia La Mojana en manos de
las Farc. Y el Golfo de Morrosquillo en manos de los paramilitares. No está en
el paraíso, pero creo que lo hemos superado bastante.
Pregunta: Los columnistas que por decirlo a mi lenguaje “rajan de
su Gobierno”, dicen que la desmovilización paramilitar anunciada por su
Gobierno es simplemente una segunda fase de la guerra que va en contra de las
personas con un pensamiento marxista. Pues lo he interpretado de esa manera
porque ellos dicen que es un desplazamiento de las Fuerzas Armadas hacia la
ciudad en contra de las nuevas generaciones.
Presidente Uribe: Esa segunda parte no te la entendí.
Pregunta: O sea que el grupo armado paramilitar se está desplazando
a las ciudades para hacer como se llama popularmente una limpieza social.
En los campos intervendría el Estado colombiano con la fuerza del llamado
imperialismo yankee. ¿Sí me entiende?
Presidente Uribe: ¿tú cuántos años tienes?
Estudiante: 20 años.
Presidente Uribe: ese cuento me lo echaban a mí cuando estaba en la
universidad y vimos la tragedia colombiana que se derivó, pero yo te lo contesto,
joven, discrepando de ti pero con todo cariño. Te termino de escuchar.
Estudiante: La segunda pregunta es: en estos debates se propuso un
borrón y cuenta nueva de los muertos que han sucedido. Todo Colombia sabe
que en nuestro país ha habido un estilo de persecución hacia las personas
de un pensamiento marxista o “dinosaurio” como lo llaman otras personas,
pero yo simplemente le hago una pregunta a ustedes. Ustedes hablan de una
reparación económica pero ustedes no están pensando, creo yo, en la repara-
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Crímenes Altruistas
ción sicológica moral que pueden tener los hijos de las personas que fueron
muertas a machete o todo lo que el país conoce. La pregunta mía es: ¿no serán
ellos los futuros terroristas o asesinos del mañana?
Presidente Uribe: La reparación sicológica completa tampoco es posible.
Los dolores no tienen sino un remedio que es el paso del tiempo. Joven: le voy
a dar unas estadísticas, porque él dice que lo que estamos es estimulando la
violencia urbana:
No creo en la lucha violenta de clases como motor de la sociedad colom-
biana, ha hecho mucho daño. En nombre de una Socialdemocracia arruinaron
muchas empresas del Estado. El odio crea odio, muy bueno tener debates
fraternos pero sin odios.
Mire, cuando este Gobierno llegó estaban asesinando casi 29.000 colom-
bianos por año, la tasa era de 66 asesinatos por cada 100.000 habitantes. Este año,
a 27 de mayo, ojalá no fuera uno solo, pero han asesinado 6.686 colombianos y
la tasa está en 15. Creo que esa es una tendencia que no se puede desconocer.
Mire lo que ha pasado en ciudades: por ejemplo, Barranquilla, este año
lleva un 30% menos de asesinatos. En la única ciudad donde hay un crecimiento
de 70 a 72 homicidios, aspiramos que se pueda superar en el año, es en Bogotá.
Medellín lleva tres años consecutivos de un descenso extraordinario. En
Medellín ha habido varios factores: uno, la acción militar sobre la comuna 13
que se impuso este Gobierno. Una acción de seguridad y de autoridad soste-
nida, y la desmovilización. Ahí ve usted un caso de un paramilitarismo que
era actor de asesinato urbano. Y en la medida en que lo desmovilizamos, que
no se han desmovilizado digo por espontaneidad, por liberalidad sino porque
han sentido la presión militar, como va a pasar con la guerrilla, se ha aliviado
bastante la situación de una ciudad como Medellín.
Cali: el problema mayor en los últimos años. Ya este año lleva un 34%
menos de asesinatos.
Mire en cuanto al tema democrático: cuando yo asumí la Presidencia había
casi 400 alcaldes que no podían ejercer por presión de los grupos violentos,
hoy si hay dos no hay tres. Llame a uno de esos críticos míos, a los que vivían
en el extranjero, dígales ¿ustedes por qué regresan en el gobierno de Uribe al
país? ¿No es que Uribe los iba a someter a persecución?
Hemos tomado todas las decisiones para que protejan a todos los colom-
bianos por igual. Antes de la llegada de mi Gobierno aquí estaban asesinando
más de 160 líderes sindicales por año. Este año van 3, y hay un caso en el cual
hay duda que el motivo haya sido su pertenencia a una organización sindical.
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Preguntas acumuladas:
• Los jueces y fiscales de Latinoamérica estamos muy desmejorados en
materia salarial y necesitamos que usted asuma el liderazgo y se nos mejore
nuestra situación (juez de Chocontá).
• Y de otro lado solicitarle su intervención, porque es evidente su lide-
razgo, para que la Fiscalía tenga carrera judicial.
• ¿Qué aplicabilidad tiene la Ley de Justicia y Paz para los grupos subver-
sivos, tomando en cuenta la exigencia del cese de hostilidades?
• Me parece que este proyecto es muy benevolente con los paramilitares,
con los delincuentes, con la Farc.
• ¿De qué manera usted nos asegura a nosotros los colombianos que estas
personas que se desmovilizan no van a incurrir otra vez en la delincuencia?
• ¿Cómo se piensa sopesar la desmovilización a nivel de política social?
Presidente Uribe: A nuestro juez de Chocontá: este Gobierno hizo un
gran esfuerzo en la conciliación con un grupo de magistrados y fiscales y eso
se superó. No hemos podido atender otras peticiones salariales como las que
usted dice, por la situación fiscal que es apremiante. Estamos estudiando en
qué momento se puede hacer. Pero creo que usted se informó sobre lo que se
hizo el año pasado con unos reclamos que venían de atrás con estos grupos de
magistrados y fiscales.
Estoy de acuerdo que debe iniciarse la carrera administrativa en la Fiscalía.
Este Gobierno le pidió al Congreso y el Congreso aprobó esa nueva ley de
carrera administrativa, que lleva a concurso otros 120.000 cargos del Estado.
Por primera vez se ha convocado un concurso de maestros. Antes se les
nombraba por recomendación política. Hemos reformado 152 entidades del
Estado. No con ese criterio neoliberal de los noventas de arrasarlas sino de
recuperarlas, porque el Estado Social tiene que ser sostenible. ¿Qué hicié-
ramos con una Telecom perdiendo 400 mil millones de pesos como estaba
perdiendo, sin con qué pagarles a los jubilados?
Vamos a seguir mirando su tema. Creo que es acertado hacerle el
comentario a la Fiscalía dentro del respeto. Democracia progresista es
democracia de instituciones independientes. El diálogo mío con las Cortes,
con la Fiscalía, tiene que ser de inmenso respeto por ellos, como con los
gobernadores y alcaldes.
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Delito político no va a tener conexidad
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Crímenes Altruistas
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LO VÁLIDO PARA UNA DEMOCRACIA EUROPEA ES
VÁLIDO PARA LA DEMOCRACIA LATINOAMERICANA
Discurso del Presidente Uribe en la Universidad
de San Pablo de España
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Crímenes Altruistas
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Lo valido para una democracia
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Crímenes Altruistas
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Lo valido para una democracia
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Crímenes Altruistas
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Lo valido para una democracia
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Crímenes Altruistas
94
Lo valido para una democracia
Fiscalía de dos meses, debe contar los delitos que ha cometido, si omitió algún
delito y aparece posteriormente, no existe una tal prescripción en esos dos
meses –como lo decía ayer un representante de una Ong aquí en Madrid–, en
cualquier momento posterior, si aparece ese delito, se le puede juzgar por él.
Si lo ocultó intencionalmente, pierde los beneficios. Si coopera con la justicia,
mantiene los beneficios pero se le puede imponer una pena adicional del 20%.
Dicen los críticos que esta ley mantiene la posibilidad de que esas organi-
zaciones terroristas existan. No hay ley que garantice, per se, que las organiza-
ciones terroristas no se reproduzcan. Lo único que garantiza que no se repro-
duzcan las organizaciones terroristas, es una política continuada de seguridad.
Dicen los críticos que los beneficiarios de esta ley van a mantener su
riqueza ilícita. La ley exige que se les confisque toda la riqueza ilícita, esa
riqueza hará parte de un patrimonio de resarcimiento a las víctimas, pero
además, los beneficiarios de esta ley, además de quedar sometidos a esa norma
incluida en esta ley de confiscación de la riqueza ilícita, están sometidos a
otra, a la ley general de extinción de dominio –una de las primeras que este
Gobierno modificó para hacer más expeditos sus procedimientos y que ha
producido enormes beneficios ya, para empezar a recuperar para el Estado y
para la sociedad, los bienes adquiridos por la delincuencia–.
Es muy difícil el equilibrio entre justicia y paz, por eso ¡que foro tan
importante de esta Universidad San Pablo CEU, para hacer algunos comenta-
rios sobre esta norma!
Delito político
Nosotros hemos venido proponiendo un nuevo debate en Colombia: en
una sociedad democrática no debe haber delito político.
Primero, porque el ordenamiento jurídico colombiano conserva lo que
–a mi juicio– es una definición anacrónica de delito político: acepta el delito
político fundamentado en la acción armada.
Y hemos visto que como contraprestación a la profundización democrá-
tica, Europa, a esa conducta, la tipifica como terrorismo. Lo que es valido para
una democracia pluralista europea, es valido para una democracia pluralista
latinoamericana. Y por supuesto, resulta imposible, en una democracia plura-
lista elevar a la categoría de delito el disenso, lo que se ha conocido por los
tratadistas: el delito de opinión o el delito de disenso.
En las sociedades democráticas no puede haber conductas de opinión, no
puede haber decisiones de conciencia que se eleven a la categoría de delito.
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Crímenes Altruistas
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EL HOMICIDIO POLÍTICO
Luis Carlos Restrepo Ramírez
En una reunión el pasado fin de semana con un grupo de amigos con los
que comparto viejas solidaridades y afinidad intelectual, nos vimos envueltos
en una curiosa polémica sobre la validez del homicidio político, y en especial
del tiranicidio. Uno de ellos, conocido ecologista y defensor de la convivencia,
afirmó de pronto que si retrocediera en el tiempo y se viera ante el dictador
dominicano Leonidas Trujillo, no dudaría en asesinarlo. Que justificaba lo que
habían hecho quienes lo mataron y que haría lo mismo ante Hitler o perso-
najes parecidos.
Le repliqué diciendo que bajo ninguna circunstancia justificaba el crimen,
menos aún el asesinato con fines políticos. Que matar era siempre una torpeza,
una desgracia. Que no podíamos caer en la coartada de justificar el derrama-
miento de sangre en nombre de la convivencia. Gran parte de la problemática
del país se deriva de la forma honrosa como miembros de los grupos armados
ilegales ven sus acciones homicidas, pues consideran que en determinadas
circunstancias matar es un acto digno, transgrediendo sin reatos de conciencia
la frontera ética que nos impone el mandamiento del no matarás.
Como sucede con las discusiones entre amigos, quedaron en el ambiente
los argumentos sin llegar a conclusiones definitivas. Pero creo que el asunto
merece un debate a fondo, para bien la nación.
Recordemos que hasta Kant el homicidio político era considerado el
más grave de todos los crímenes, pues se trata de una muerte premeditada,
de un uso deliberado de la violencia para cambiar el curso de la vida social.
Después de la revolución francesa y dentro de la tradición liberal, el homicidio
con fines políticos fue visto como algo honroso. Ideologías totalitarias como
el marxismo y el fascismo llegaron en el siglo XX al paroxismo homicida,
predicando la violencia de manera abierta y enlutando la faz de la tierra con
horrendos genocidios.
Hasta 1997 el crimen político estaba justificado en Colombia por el código
penal. En una sentencia histórica, la Corte Constitucional declaró inválido ese
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Crímenes altruistas
26 de febrero de 2005
Fuente: www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/febrero/feb_26_05.htm
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ALCANCES DEL DELITO POLÍTICO
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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Crímenes Altruistas
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Alcances del delito político
26 de febrero de 2005
Fuente: www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/febrero/feb_26_05.htm
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REDEFINIR EL DELITO POLÍTICO
Luis Carlos Restrepo Ramírez
Durante años el delito político fue visto como un delito altruista. Consi-
derado de mejor familia que el delito común, el delito político era justificado
porque sus autores invocaban la libertad y la justicia en la comisión de sus
crímenes. El hurto, el secuestro, el homicidio y la masacre fueron perdonados
bajo esta exótica figura.
En la última década el panorama ha cambiado. Una sólida alianza se
levanta en el mundo occidental para condenar el uso de la violencia en nombre
de una idea o de un motivo racial o religioso. El siglo XX sufrió hasta el exceso
las nefastas consecuencias del homicidio político. Dictaduras de izquierda y
derecha causaron millares de muertos. Hoy todavía persisten movimientos
terroristas que tienen como víctimas predilectas a civiles inocentes.
En Colombia se han ido cerrando las puertas al indulto para los actos
atroces y los delitos de sangre. Aunque la Constitución establece de manera
expresa la posibilidad del perdón judicial y la no extradición para los delitos
políticos, tanto el Congreso como la Corte Constitucional han establecido con
claridad que delitos como el secuestro o el homicidio –por no hablar de los
actos de ferocidad y barbarie– no pueden entenderse como conexos del delito
político, ni recibir el beneficio del indulto.
Se ha pasado por demás de una definición subjetiva del delito político
–considerado como altruista– a una definición objetiva, entendiéndolo como
la participación en un grupo armado ilegal que interfiere con el normal funcio-
namiento del orden constitucional y legal. Tanto el Código Penal como la ley
782 de 2002 van en este sentido. Hoy por hoy el delito político es el concierto
para delinquir en el que incurren miembros de las guerrillas o las autodefensas
que buscan suplantar la autoridad legítima, o interferir con sus funciones cons-
titucionales y legales.
En otras palabras, el delito político –en sus diversas modalidades de sedi-
ción, rebelión, asonada, conspiración o concierto para delinquir– se reduce al
intento por suplantar o derrocar la autoridad legítima. Todos los demás delitos,
desde el robo y el homicidio hasta la masacre y el genocidio, pasando por el
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Crímenes altruistas
27 de marzo de 2005
Fuente: El Tiempo, Bogotá
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NO TIENE SENTIDO JUSTIFICAR EL CRIMEN
POR UN IDEAL
Luis Carlos Restrepo Ramírez
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Crímenes Altruistas
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No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
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Crímenes Altruistas
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No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
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No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
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Crímenes Altruistas
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No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
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Crímenes Altruistas
Hay que ser pragmático. Por eso vuelvo e insisto, creo que lo pertinente
es excluir de los beneficios ese delito previo, pero no convertir en condi-
ción de elegibilidad el que lo haya cometido, porque es que eso lo excluye
de cualquier procedimiento. Ahora. Si se han enriquecido ilícitamente da lo
mismo entonces. No se trata de excluirlos porque se han enriquecido ilícita-
mente, no, se trata de que entreguen todos los bienes que han obtenido ilícita-
mente como condición para poder recibir los beneficios. Pero el proyecto del
gobierno va mucho más allá. El proyecto del gobierno establece claramente
que si la actividad desarrollada por la persona tenía como propósito el narco-
tráfico o el enriquecimiento ilícito, no recibirá los beneficios de la ley. Y eso
por supuesto implica que queda completamente excluida la posibilidad de
que organizaciones dedicadas al narcotráfico o al enriquecimiento ilícito se
beneficien del proyecto.
En términos generales, a mi se me hace que la ley es un gran avance.
Como Comisionado de Paz yo estoy muy satisfecho, a pesar del palo que me
han dado. Creo que hace parte de este cargo recibir palo. Pero la pedagogía que
se ha adelantando es enorme. Lo dijo el Senador Vargas Lleras. De ahora en
adelante en Colombia las cosas son distintas. A mi sí me gustaría sentarme en
una mesa con el Eln y con las Farc y decirles, bueno señores, vamos a hablar
pero aquí va haber reparación para las víctimas, ustedes van a pagar una pena
privativa de la libertad. Yo me siento más tranquilo como ciudadano haciendo
eso. Pero ahí si que nos falta pedagogía porque en este país hay insensateces.
Hay sectores de opinión que están creyendo que esta ley es para las autode-
fensas y que cuando venga el proceso con la guerrilla ahí sí vamos a tener
que expedir una ley de perdón y olvido. Eso sería una hecatombe nacional. El
mundo no nos lo permitiría. Yo por eso le digo a tantas personas que nos dicen
adelanten procesos con la guerrilla, por qué no me hacen un favor: manden de
una vez el mensaje público al Eln y a las Farc que de ahora en adelante es con
reparación a las víctimas y con pena privativa de la libertad.
En el último documento público del Eln del 14 de julio del año pasado
con los diez puntos importantes de la agenda nacional había dos muy intere-
santes. Uno que se llamaba verdad, justicia y reparación y decían, por todos
los delitos de los paramilitares tiene que haber verdad, justicia, reparación,
cárcel, etc. Y para la guerrilla indulto y amnistía. Ahí hay que hacer una peda-
gogía frente a estos grupos para que entiendan eso y para que no entremos en
locuras. Yo he dicho públicamente que me preocupa que en las plenarias se
desate una locura frente al tema del acuerdo humanitario.
114
No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
115
Crímenes Altruistas
qué, para que la ley que salga tenga realmente unas condiciones de univer-
salidad, de igualdad frente a estos grupos, estimule efectivamente la desmo-
vilización. En el eventual caso de que estos grupos tengan acciones contun-
dentes y entreguen secuestrados y el gobierno valore que eso es pertinente, eso
hay que dejárselo es completamente en manos al Presidente, podría conceder
algunos beneficios. Creo que la ley resulta útil.
Es de todos conocido que la ley no gusta a las autodefensas. Aquí se han
dicho muchas infamias, entre otras que el gobierno ha pactado secretamente
no se cuántas cosas. Ni es el talante mío, ni es del talante del Presidente hacer
pactos con bandidos al margen de la ley.
Y algunos nos preguntan, pero si no les gusta entonces qué futuro tiene.
A mi tampoco me gusta en términos generales la ley. Es decir, la ley no tiene
que estar justo de los ciudadanos, la ley se organiza con otros criterios. No es
cuestión de que a uno le guste o no le guste. La ley tiene que atender a otros
factores. Nosotros creemos que esta ley está atendiendo a la reparación de las
víctimas y con eso impedimos nuevas venganzas. Está atendiendo a la preven-
ción de nuevos delitos y con eso hacia el futuro cumplimos con el criterio
internacional de no reparación. Que las personas que son beneficiarias, contri-
buyen efectivamente a la paz nacional, pero que igualmente asumen unas
responsabilidades.
Entonces es un momento de cohesionarse en torno al gobierno. Si esta
ley sale necesitamos que el Congreso y la ciudadanía apoye al gobierno para
decirle a los ilegales, señores estos son los términos. Los debates en la demo-
cracia deben tener un límite. Los debates en la democracia no deben ser desga-
rradores, los debates en la democracia no pueden culminar con una impugna-
ción pública como la que nos ha hecho el senador Rafael Pardo, donde prác-
ticamente nos muestra como aliados con criminales por ganarse unos votos,
por favor, y por ganarse una imagen no se puede ser tan irresponsable con un
gobierno y una nación.
Este no es un asunto del Comisionado de Paz con el Presidente Uribe. Si
fracasa un proceso con estos grupos de autodefensas, eso es un asunto grave para
la Nación. Por primera vez tenemos la posibilidad de desmontar estos grupos.
Ya lo señalaba el Senador Germán Vargas Lleras. Aquí no solamente ha habido
persuasión. Nunca un gobierno había atacado a las autodefensas como las ha
atacado este, sobre todo aquellos que han violado el cese de hostilidades.
Yo quiero añadir algo a lo que decía el Senador Vargas Lleras. Senador,
usted sabe cuántos abatidos hubo de las autodefensas en el año 2000, cero;
116
No tiene sentido justificar el crimen por un ideal
sabe senador cuántos abatidos hubo de las autodefensas en el año 2001, cero;
Sabe cuándo aparecen los primeros abatidos de las autodefensas, 187, finali-
zando el año 2002, iniciada la administración Uribe. Y la administración ante-
rior y los partidos políticos se fueron al Cagúan y firmaron un acuerdo con las
Farc dizque para acabar con los paramilitares y miren los resultados.
Saben cuántos capturados hubo en el 2002, 312; saben cuántos capturados
hubo en el 2004, 4.836. En la administración pasada las autodefensas se tripli-
caron. Un solo grupo, el bloque Central Bolívar, pasó de 2.500 hombres a 5000.
En los últimos diez años las autodefensas pasaron de 1000 hombres a 20000,
y el Estado no hacía nada. Y este gobierno no solamente los tiene sentados
hablando de desmovilización, no por gusto de ellos, no es bueno vanagloriarse,
por estrategia definida del gobierno. Cuando las autodefensas se sentaron a
hablar conmigo ese tema estaba vetado. Lo logré poner en el acuerdo de Santa
Fe Ralito del 15 del julio del 2003 y me volvieron a vetar a comienzos del
2004 y entró a la mesa después de un ultimátum presidencial, el 2 de agosto del
año pasado. Aquí ha habido un forcejeo grande con una organización armada
ilegal. Y se desmovilizaron los hombres que se desmovilizaron el año pasado,
diez estructuras completas, una de ellas en la región más compleja del país, en
el Catatumbo, donde todo mundo nos decía que al otro día se iban a meter las
Farc. Pues desmotamos la estructura, 1500 hombres armados hasta los dientes,
que el país vio por televisión. Y está la Fuerza Pública protegiendo ese terri-
torio. Me decía el Presidente ayer, doctor Luis Carlos, vengo contento de Tibú,
esa gente que vivía atemorizada está tranquila.
Saben cuántos muertos ha habido en Tibú, Senador Germán Vargas, este
dato es importante, desde el 10 de diciembre cuando se dio la desmovilización
de las autodefensas, que tenían su centro en Tibú y en La Gabarra, La Gabarra
es un corregimiento de Tibú, sabe cuántos muertos ha habido desde el día de
la desmovilización hasta hoy, cero.
En las zonas donde se han desmovilizado las autodefensas se han mejo-
rado los índices de convivencia, entre 10 y 35% se han desminuido los homi-
cidios. Este es un proceso muy interesante de reinstitucionalización y no sola-
mente como dicen algunos con Fuerza Pública, no, los ciudadanos volviendo a
cooperar con las autoridades legítimas porque el gran problema es que donde
están las autodefensas se pervierten los ciudadanos porque terminan es colabo-
rando con los hombres armados al margen de la ley y no con las autoridades.
El 5% del territorio nacional hasta el presente ha sido liberado de estos
grupos. Un 5% que es en ocasiones del territorio más fértil de la nación.
117
Crímenes Altruistas
Fuente: Intervención del Alto Comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo Ramírez, en el
conversatorio “Amnistía e indulto ¿una solución al conflicto colombiano?”, organizado por la
Universidad Central
118
CADUCIDAD DEL DELITO POLÍTICO
Luis Carlos Restrepo Ramírez
Un delito ambiguo
Dentro del ordenamiento legal colombiano, el delito político es el único
delito de rango constitucional. Mientras todos los demás delitos se definen
de manera taxativa en el Código Penal, la enunciación del delito político en
nuestra Carta Magna no tiene que ver con la tipificación de la conducta delic-
tiva de quien lo comete o la delimitación del bien jurídico que se afecta con su
comisión, sino con los beneficios que recibe el delincuente. Se dice, en conse-
cuencia, que el delincuente político puede ser indultado o amnistiado, que no
podrá ser extraditado, que no pierde los derechos políticos y que puede recibir
asilo, sin que se pronuncie una sola palabra sobre las víctimas o el bien público
afectado. Todo parece indicar que se trata de un delito aséptico, sin víctima o
daño al bien común, delito que de entrada está justificado y perdonado.
De hecho, lo propio del delito político es la ambigüedad en su definición. Ni
la Constitución ni el Código Penal dicen con claridad de qué se trata. La tradi-
ción jurídica colombiana asimila el delito político con los llamados dentro del
Código Penal “delitos contra el régimen constitucional y legal”. Estos delitos
se caracterizan por la confrontación a la autoridad, bien sea con el intento de
derrocarla o suplantarla. Durante muchos años se recurrió a la conexidad para
entender como políticos, delitos como el homicidio o el secuestro. Hasta la
época de la desmovilización del M-19, bastaba con que el jefe del grupo armado
ilegal certificara, por ejemplo, que el secuestro o el asalto a mano armada se
habían efectuado para cumplir propósitos de la organización subversiva, y
así recibir, de inmediato, por dichos delitos, perdón por parte del Estado. La
tendencia actual, más que extender el ámbito del delito político, es la de limi-
tarlo. En 1993 el Congreso prohibió la conexidad con el secuestro, y la Corte
Constitucional, en 1997, se pronunció en contra de un artículo del Código Penal
que permitía la conexidad del delito político con el homicidio. Son por demás
conocidas las restricciones internacionales que impiden la conexidad del delito
político con los delitos atroces o el narcotráfico.
119
Crímenes Altruistas
Anatomía de un mito
De allí la necesidad de atender a esta mitología fundadora antes de entrar
en las definiciones operativas. Las fuentes del delito político las encontramos
en la reivindicación tomista del tiranicidio. Tal punto de vista se generalizó
después de la revolución francesa y la justificación liberal de la lucha armada
contra las dictaduras. Finalmente, se extendió a la teoría marxista de la lucha
de clases y la exaltación de la violencia como partera de la historia. El siglo XX
padeció los más censurables genocidios políticos de izquierda y de derecha.
Nuestra generación, alimentada por las utopías revolucionarias que se
extendieron por el mundo en la segunda mitad del siglo XX, constató que
tras el discurso romántico de quienes luchan con las armas por la justicia y la
libertad, se esconden pasiones vengativas y sentimientos de odio que llevaron
a los desastres humanitarios de la antigua Unión Soviética, a los abusos de las
dictaduras socialistas y a los excesos de movimientos revolucionarios en el
Tercer Mundo.
Por su parte, también las derechas reivindicadoras del orden cayeron en
execrables excesos. El fascismo y el nacionalsocialismo, o las dictaduras mili-
120
Caducidad del delito político
121
Crímenes Altruistas
122
Caducidad del delito político
El delito de opinión
Censurada la posibilidad de recurrir a la violencia como método de trans-
formación social, queda preguntarse si el delito político del que habla nuestra
Constitución es un delito de opinión, que sería necesario preservar bajo un
fuero especial para bien de la democracia. Nos hacemos esta pregunta, porque
en algunos defensores del delito político creemos encontrar, más bien, una
defensa encendida de la libertad de expresión o del derecho a la disidencia.
La confusión comienza cuando se identifica la posición opositora en el campo
de las ideas, con la actitud delincuencial de quien toma un arma para imponer
por la fuerza sus puntos de vista. Démonos, entonces, a la tarea de separar con
precisión estas dos esferas del comportamiento humano.
Es claro que ni el homicidio ni el secuestro ni los actos contra la población
civil o las masacres pueden entenderse como delitos políticos. Nadie puede
justificar hoy que matar sea un acto altruista. Se equivoca el romántico liberal
o socialista cuando enaltece el acto de matar o morir por una ideología. Es este
un acto atávico, que sin lugar a dudas se alimenta de arcaicas tradiciones que
123
Crímenes Altruistas
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Caducidad del delito político
125
Crímenes altruistas
que durante este gobierno hemos pasado de las garantías retóricas a las reales,
pues los logros de la Seguridad Democrática pueden medirse por el fortaleci-
miento de las garantías a la oposición.
Fiel a su talante liberal, el presidente Uribe ha dejado la puerta abierta
a una salida dialogada con los grupos armados ilegales, ratificando nuestro
compromiso con la recuperación de la autoridad democrática y el imperio de
las instituciones y la legalidad. No quiere decir que les concedamos legiti-
midad alguna, porque entendemos una realidad histórica y sociológica, que
ha llevado a miles de compatriotas a vincularse a dichos grupos en medio de
la espiral de violencia que hemos vivido en los últimos años. Nuestra lucha
contra el terrorismo no es fundamentalista ni dogmática. Si los terroristas se
muestran dispuestos a abandonar sus métodos violentos, estamos dispuestos a
explorar caminos para su plena reincorporación a la civilidad.
Tanto a guerrilleros como a paramilitares se les ha dejado abierta la puerta
del diálogo. No nos desgastamos en esa estéril discusión que considera noble
el delito cometido por los guerrilleros, pero censurable el cometido por los
paramilitares. Para nosotros no hay delitos de primera y segunda categoría.
Todos los delitos son condenables. Tanto los de la guerrilla, como los de las
autodefensas. Unos y otros, interfieren con el normal funcionamiento de
nuestro orden constitucional y legal. Unos y otros, amenazan nuestra demo-
cracia. Para unos y otros, debemos buscar mecanismos de reincorporación
a la civilidad, siempre y cuando muestren su disposición para abandonar la
violencia e integrarse al seno de la democracia.
126
Caducidad del delito político
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Crímenes altruistas
128
Caducidad del delito político
lida la normalización del país, tal como ha sucedido varias veces con la ley de
orden público a la que hemos hecho referencia.
Al eliminar el concepto de delito político y reemplazarlo por el de delito
contra el régimen constitucional y legal, logramos una definición positiva
de este delito, limitándolo al intento de derrocar o suplantar la autoridad
mediante la conformación de grupo armado ilegal de guerrilla o autodefensas,
el uso de prendas privativas de las fuerzas armadas y el uso ilegal de armas.
Este es por demás el único delito que puede perdonar el estado, pues se trata
de un típico delito contra él, ya que la víctima es la autoridad legítima en
cuanto investida, por el pueblo o la ley en dicha condición. Si se incurriese
en homicidio, robo, secuestro, masacre o cualquier otra modalidad delictiva
tipificada en el Código Penal que afecte los intereses de particulares, es claro
que el delincuente no puede ser perdonado por el estado, debiendo adelantarse
un proceso judicial que asegure la cabal reparación de las víctimas. De allí
que para delitos diferentes a los que afectan al normal funcionamiento del
régimen constitucional y legal, consideramos necesario la aplicación de un
instrumento como la ley de Justicia y Paz, que les permite a los miembros de
grupos armados ilegales que contribuyan a la paz nacional, recibir beneficios
jurídicos, siempre y cuando hayan sido juzgados por autoridades judiciales,
pagado un mínimo de pena privativa de la libertad y las víctimas hayan sido
reparadas integralmente.
En conclusión, insistimos en quitar al delito político rango constitucional
y carácter altruista, para convertirlo en un tipo delictivo definido de manera
positiva y sin ambigüedad dentro del Código Penal. Como tipo delictivo, lo
caracterizamos en relación con el bien jurídico que se afecta con su comisión,
denominándolo, de manera escueta como delito contra el régimen constitu-
cional y legal. Al describir la conducta del delincuente, afirmamos de manera
expresa que se trata del intento por derrocar o suplantar la autoridad, sin que
pueda existir conexidad alguna con otros delitos que afectan intereses particu-
lares. No obstante la gravedad de este delito, por atentar contra la esencia de la
democracia, consideramos pertinente mantener una legislación transitoria que
permita al ejecutivo conceder indultos, transitorios también, a estos delitos, de
forma similar a las facultades transitorias consignadas en la ley 782. Y decimos
de manera transitoria, porque el horizonte es eliminar por completo el trata-
miento bondadoso que en la actualidad reciben quienes pretender derrocar o
suplantar a las autoridades legítimas, someter por el terror a los ciudadanos
o matar a los policías y soldados de la patria. Nuestra actitud comprensiva y
129
Crímenes altruistas
17 de junio de 2005
Fuente: www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/noticias/2005/febrero/feb_26_05.htm
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Dos Sentencias de la Corte Constitucional
I. Antecedentes
El ciudadano Alexandre Sochandamandou, en ejercicio de la acción
pública de inconstitucionalidad, consagrada en el numeral 5o. del artículo 241
de la Constitución Política, demandó la inexequibilidad de los artículos 1o.
y 2o. (parciales) del Decreto 1857 de 1989, y los artículos 128, 130 y 131
(parciales) del Decreto 100 de 1980 (Código Penal).
Admitida la demanda, se ordenaron las comunicaciones constitucionales
y legales correspondientes; se fijó en lista el negocio en la Secretaría General
de la Corporación para efectos de la intervención ciudadana y, simultánea-
mente, se dio traslado al Procurador General de la Nación, quien rindió el
concepto de su competencia.
Una vez cumplidos todos los trámites previstos en el artículo 242 de la
Constitución Política y en el Decreto 2067 de 1991, procede la Corte a resolver
sobre la demanda de la referencia.
131
Crímenes Altruistas
Codigo Penal
Artículo 125.- REBELIÓN. (Modificado D.L. 1857/89, art. 1o.) Los que mediante el empleo
de las armas pretendan derrocar al gobierno nacional, o suprimir o modificar el régimen
constitucional o legal vigente, incurrirán en prisión de cinco (5) a nueve (9)años y en multa
de cien (100) a doscientos (200) salarios mínimos mensuales.
(La parte resaltada es la que se demanda).
Artículo 126.- SEDICION. (Modificado. D.L. 1857/89, Art. 2o.). Los que mediante el
empleo de las armas pretendan impedir transitoriamente el libre funcionamiento del régimen
constitucional o legal vigentes, incurrirán en arresto de dos (2) a ocho (8) años y multa de
cincuenta (50) a cien (100) salarios mínimos legales mensuales.
(La parte resaltada es la que se demanda).
Artículo 128.- ASONADA. Los que en forma tumultuaria exigieren violentamente de la
autoridad la ejecución u omisión de algún acto propio de sus funciones, incurrirán en arresto
de cuatro meses a dos años.
Artículo 130.- CONSPIRACION. Los que se pongan de acuerdo para cometer delito de rebe-
lión o de sedición, incurrirán por este solo hecho en arresto de cuatro meses a dos años”.
Artículo 131.- SEDUCCION, USURPACION Y RETENCION ILEGAL DE MANDO. El
que, con el propósito de cometer delito de rebelión o de sedición, sedujere personal de las
fuerzas armadas, usurpare mando militar o policial, o retuviere ilegalmente mando político,
militar o policial, incurrirá en prisión de cuatro meses a dos años.
(La parte resaltada es la que se demanda).
III. La demanda
A. Normas Constitucionales que se consideran infringidas
Considera el demandante que las normas acusadas son violatorias del
Preámbulo y los artículos 1o., 2o., 3o., 6o., 9o., 20, 38, 40 numeral 3o., 73,
112, 113 y 116 de la Constitución Política.
B. Fundamentos de la demanda
El demandante parte del siguiente enunciado:
A mi juicio, los rebeldes armados y los asonadores se dividen en dos grupos:
132
Dos sentencias de la Corte Constitucional
1. Los que inspirados en filosofías e ideales políticos altruistas obran en defensa de los predi-
cados constitucionales y luchan contra la injusticia social para el mejoramiento del nivel de
vida del pueblo en general.
2. Los que inspirados en intereses antisociales, ejecutan maniobras armadas desestabiliza-
doras para aumentar –en río revuelto– sus ganancias personales, y los que combinan sus
maniobras armadas con el soborno a los funcionarios del Gobierno para obtener un mayor
poder y lucro.
A los segundos se les debe juzgar como delincuentes concertados cuando cometen delitos
contra la seguridad pública y por todas y cada una de las conductas que se tipifiquen como
delito en el C.P.
A los primeros NO se les debe penalizar, a contrario sensu, el Gobierno –como garante de la
paz nacional– está en la obligación de dialogar con los dirigentes de la comunidad rebelde
para negociar con ellos –dentro de los límites constitucionales– el orden prioritario y el
cronograma conveniente para atender y solucionar las peticiones que demandan.
Afirma el actor que los rebeldes y asonadores actúan guiados por la deses-
peración “de quien ha perdido la esperanza de reivindicar políticamente y por
medios pacíficos y tranquilos sus derechos y garantías constitucionales que en
su criterio hayan desaparecido”.
Estima que el artículo 1o. del Decreto 1857 de 1989, que tipifica el delito
de rebelión, es violatorio del Preámbulo de la Constitución Política, ya que
precisamente la rebelión armada es la vía que el pueblo soberano debe asumir
contra un gobierno de hecho, sea civil o militar, que infrinja sus garantías
constitucionales. Igualmente sostiene que la citada norma acusada viola los
artículos 1o. y 113 de la Carta Política, toda vez que la rebelión armada es la
conducta que debe asumir el pueblo soberano frente a un gobierno que atente
contra el estado social de derecho, la unidad de la República y la democracia
participativa y pluralista. A juicio del demandante ésta es la conducta que se
debe asumir frente a un gobierno que perturbe el normal funcionamiento de
las ramas legislativa y judicial o “incite a la resistencia civil contra alguno de
los poderes que hace posible la existencia del estado social de derecho”.
Dice el peticionario que la rebelión es la vía idónea para combatir un
gobierno que no actúa en aras del interés general, ni mantiene la participación
en condiciones de igualdad de los ciudadanos en la vida de la Nación, o que
“sometiera la independencia de sus decisiones políticas en el orden interno,
a los intereses nacionales de otros gobiernos o que en las soluciones de
fuerza utilizara, dentro del territorio nacional, equipo bélico o de inteligencia
(armamento, radares, etc.) operado por efectivos del ejército de otro país o
se apoyara en sus operaciones militares contra nacionales colombianos, en la
participación directa de fuerzas militares o policíacas extranjeras”.
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Crímenes Altruistas
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
Concluye el actor que “los actos de fuerza del pueblo (rebelión armada y
asonada) deben interpretarse como un castigo infligido al Gobierno Nacional,
por su negligencia en el cumplimiento de sus obligaciones constitucionales”.
IV. Intervenciones
Del Señor Ministro de Justicia y del Derecho
El señor ministro de Justicia y del Derecho se pronunció sobre la demanda
presentada y solicitó a esta Corporación que se declare la exequibilidad de
las normas acusadas, por considerar, en primera instancia, que la demanda se
dirige únicamente al ingrediente subjetivo de “derrocar al gobierno Nacional”
o la supresión del régimen constitucional vigente y otro descriptivo que sea
mediante el empleo de las armas.
Agrega, que el artículo 128 del Código Penal, tipifica el delito de asonada
cuyo sujeto activo se concreta en varias personas que, en forma tumultuaria,
exigen violentamente de la autoridad la ejecución u omisión de un acto propio
de sus funciones. En este caso sostiene que no se trata –como en la rebelión–
de derrocar al gobierno Nacional ni de impedir su función constitucional o
legal, sino de atemorizar a las autoridades y a los particulares, de trastornar a
la colectividad; de atentar contra la paz y la tranquilidad pública. De allí que la
pena prevista sea considerablemente inferior a la señalada para la rebelión.
Para el señor ministro la demanda se dirige a la totalidad del texto que
compone el tipo penal de un hecho punible de menor entidad. Igualmente
indica, como fundamentos de constitucionalidad, el hecho de que la Carta Polí-
tica señala los mecanismos a través de los cuales los ciudadanos pueden ejercer
su derecho de participación en las decisiones, el cual, por mandato del mismo
Estatuto Superior, se encuentra limitado. A manera de ejemplo, enuncia el artí-
culo 86 de la Constitución, que consagra la acción de tutela; el artículo 87,
la de cumplimiento; el artículo 88, que se refiere a las acciones populares; el
artículo 90, que impone responsabilidad al Estado por los daños antijurídicos
que le sean imputables. Por su parte, agrega el interviniente, el capítulo 1 del
Título IV consagra toda una gama de formas de participación democrática y
el Capítulo 3 del mismo Título, contiene las disposiciones del estatuto de la
oposición, el artículo 374 consagra incluso la posibilidad de reformar la Cons-
titución, procedimiento mediante el cual se podrían modificar aún las bases del
Estado, por una asamblea constituyente o por el pueblo mediante el referendo,
existiendo así en Colombia un régimen democrático y participativo y, es por
esto que la fuerza no se puede estatuir como instrumento de oposición.
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Crímenes Altruistas
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
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Crímenes Altruistas
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
del cual hace uso exclusivo el Estado, toda vez que es el más idóneo para condi-
cionar el comportamiento de los gobernados. “Si bien el resto de los poderes
crea estados de subordinación, sólo el empleo de la fuerza física, en los casos
extremos de amenazas internas o externas contra el régimen instituido, puede
impedir la insubordinación o la desaparición del Estado soberano”. Pese a lo
anterior, señala que dicho poder, pese a ser exclusivo del Estado, encuentra
sus límites en una normatividad, que a la vez lo legitima.
Señala también que la figura de la legítima defensa no tiene aplicación en
el campo político de la rebelión ya que, “si bien es una disposición de la fuerza
por el particular para proteger un bien jurídico (la vida, la propiedad) inmi-
nentemente amenazado, no conlleva a los propósitos estratégicos del desver-
tebramiento del orden constitucional, ni la consecuente planeación propias
de la rebelión, lo cual supone una deliberada estructuración del proceso de
agresión contra el Estado. En esto último radica la sustancial diferencia entre
la rebelión y la legítima defensa, en tanto ésta última, supone por el contrario,
una reacción inmediata ante una amenaza actual contra un bien jurídico”.
Concluye el señor procurador afirmando que las normas acusadas tienen
su fundamento en el Capítulo 1 del Título VII de la Constitución Política, el
cual se refiere a la fuerza pública. Señala que allí “queda en forma incon-
trastable establecido que el uso de la fuerza es atribución privativa del poder
público y por tanto, no puede existir fuerza legítima distinta de las institucio-
nalizadas por el ordenamiento superior, bajo el pretexto de fines altruistas”.
2. La materia
Dado que, de una parte, la argumentación esgrimida por el demandante
no se basa en fundamentos de índole jurídica surgidos del cotejo de las normas
acusadas con otras supuestamente contrarias de la Constitución Política, sino en
situaciones meramente hipotéticas, y que, por otra parte, la normatividad acusada
se encuentra prescrita bajo el contexto del Estado de Derecho vigente, la Corte no
considera del caso entrar a analizar las circunstancias bajo las cuales puede confi-
139
Crímenes Altruistas
3. El caso concreto
Por las razones anteriormente expuestas, la Corte considera que los
motivos aducidos por el actor carecen de consistencia jurídica, pues jamás la
fuerza puede ser factor de legitimidad, sino más bien un elemento de defensa
de ésta. Las pretensiones del demandante son injustificadas, por cuanto la
vigencia del Estado de Derecho suprime las causas de la rebelión legítima, y
cesando la causa desaparece el efecto. Es así como las garantías constitucio-
140
Dos sentencias de la Corte Constitucional
nales que tienen todos los habitantes en el territorio del Estado colombiano,
hacen que no tenga principio de razón suficiente una rebelión en nuestro
sistema democrático, en el que prevalece el interés general en busca del bien
común y del orden social justo. Hay cauces jurídicos para expresar la incon-
formidad, y sistemas eficaces de control político, propios de una democracia
participativa y fundada en el pluralismo.
Los artículos demandados tipifican los llamados delitos políticos. Sobre
su naturaleza, ha dicho la Corte Suprema de Justicia lo siguiente:
Comparte la Sala el criterio de su colaborador fiscal sobre que el delito político tiene que
serlo objetiva y subjetivamente: la expresión así lo indica, esto es, que el bien, interés o
derecho jurídicamente tutelado en las ocurrencias en que acontece es lo político, vale decir,
la organización del Estado, el buen funcionamiento del gobierno; y, además, los móviles que
deben guiar al delincuente tienen que ser, consecuencialmente, los de buscar el mejoramiento
en la dirección de los intereses públicos. Tal es el sentido natural y obvio del vocablo.
Mas, también ese es el sentido obvio y natural de las expresiones que la ley emplea para
consagrar los delitos políticos, cuando requiere el propósito específico de derrocar al gobierno
legítimo, o de cambiar en todo o en parte el régimen constitucional existente, o de impedir
el funcionamiento normal del régimen constitucional o legal vigentes, o de turbar el pacífico
desarrollo de las actividades sociales. Y eso es lo que en forma patente acredita también la
circunstancia de que las infracciones comunes que se realicen durante un movimiento subver-
sivo, tales como incendio, homicidio y lesiones causadas fuera de un combate y, en general,
los actos de ferocidad y barbarie, se sancionan por separado, acumulando, por excepción, las
penas (artículos 188 del código de justicia militar y 141 y 143 del código penal).
141
Crímenes Altruistas
3.1.2 La sedición
La sedición implica una conducta antijurídica, por cuanto impide que
los poderes públicos cumplan su función constitucional, bien sea de una ley,
sentencia, decreto o cualquier otra medida obligatoria. Se trata de impedir el
funcionamiento del orden jurídico, mediante la coacción armada.
Mediante la sedición ya no se persigue derrocar al gobierno nacional, ni
suprimir el régimen constitucional o legal vigente, sino perturbar la operati-
vidad jurídica; desde luego esta conducta tiene que ser tipificada, por cuanto
en un Estado de Derecho es incompatible la coexistencia de dos fuerzas
armadas antagónicas, y, además, como se ha dicho, no puede legitimarse la
fuerza contra el derecho.
Es común la concurrencia de la rebelión y de la sedición, por cuanto
ambos son delitos políticos, y requieren de grupos de personas como agentes;
además suponen el levantamiento armado. Sin embargo, cabe hacer entre los
dos tipos penales, una diferencia: la rebelión, propiamente hablando, busca
una sustitución de la clase dirigente, total o parcialmente. (Si lo que se intenta
es el cambio de sistema, se está en presencia de una revolución). En cambio,
la sedición ataca la operatividad de los poderes públicos, impidiendo el desa-
rrollo constitucional o legal.
Dentro de un régimen de garantías individuales y sociales, como el
nuestro, no tiene cabida, en absoluto, la sedición, porque sería legitimar una
conducta que hace inoperante la finalidad misma del Estado, y es inconce-
bible consagrar el reconocimiento de un derecho que va en contra de un deber
fundamental y prevalente.
Las mismas observaciones hechas sobre el artículo anterior, son válidas
en este evento. Aquí la diferencia es temporal, pues se refiere a la transito-
riedad de la acción y del efecto.
3.1.3 La asonada
Como lo sostiene el tratadista Luis Carlos Pérez, el delito de asonada
tiene modalidades que aparentemente lo distinguen de los políticos, porque
si éstos radican en el ataque al orden legal establecido, o a los actos de sus
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
143
Crímenes Altruistas
artículo 130 consagra una de las formas lógicas de prevenir el delito al tipificar
la preparación de éste. Obviamente si se penaliza el fin, también los acuerdos
ordenados por los agentes para su consumación deben castigarse, por cuanto
son unas conductas antisociales y desestabilizadoras del orden público.
En cuanto al artículo 131, encuentra la Corte que sería absurdo que el
Estado permitiera que se adelantara una labor de propagación del delito dentro
de sus Fuerzas Armadas, que tienen una finalidad muy clara de asegurar el
orden y mantener las libertades públicas, aún con la fuerza. ¿Qué razón jurí-
dica puede aducirse para permitir que se haga la apología del delito y seduc-
ción hacia él con el personal de las Fuerzas Armadas? La tipificación del artí-
culo 131 acusado es apenas la consecuencia lógica de mantener la paz pública
y asegurar los derechos de los asociados; que esperan una garantía plena y
total en sus Fuerzas Armadas.
El propósito, se repite, es el de la rebelión y sedición ilegítimas y armadas.
144
Dos sentencias de la Corte Constitucional
Decisión
En mérito de lo expuesto, la Sala Plena de la Corte Constitucional, oído el
concepto del señor Procurador General de la Nación y cumplidos los trámites
previstos en el decreto 2067 de 1991, administrando justicia en nombre del
pueblo y por mandato de la Constitución,
Resuelve:
Primero.- Declarar EXEQUIBLES los artículos 1o. y 2o. (parciales) del
Decreto 1857 de 1989, y los artículos 128, 130 y 131 (parcial) del Decreto 100
de 1980 (Código Penal).
Cópiese, publíquese, notifíquese, comuníquese al Gobierno Nacional,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
JORGE ARANGO MEJIA (Presidente)
ANTONIO BARRERA CARBONELL
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
CARLOS GAVIRIA DIAZ
JOSE GREGORIO HERNANDEZ GALINDO
HERNANDO HERRERA VERGARA
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
FABIO MORON DIAZ
Magistrados
VLADIMIRO NARANJO MESA (Magistrado Ponente)
MARTHA VICTORIA SACHICA DE MONCALEANO (Secretaria General)
145
SENTENCIA C-456/97
REF: Expediente No. D-1615
I. Antecedentes
El ciudadano Harold Bedoya Pizarro, en ejercicio de la acción pública de
inconstitucionalidad, presentó demanda contra el artículo 127 del decreto 100
de 1980 (Código Penal), por infringir distintos preceptos constitucionales.
Cumplidos los trámites constitucionales y legales para esta clase de
procesos, procede la Corte a decidir.
Se advierte que la ponencia presentada por el Magistrado, doctor Carlos
Gaviria Díaz, que declaraba exequible la norma demandada, no fue aprobada
por la Sala Plena, y por esto fueron designados los magistrados Jorge Arango
Mejía y Eduardo Cifuentes Muñoz, para redactar la nueva ponencia, acorde
con la decisión de la Sala.
A. Norma acusada
El texto de la disposición acusada es el siguiente:
Artículo 127: Exclusión de pena. Los rebeldes o sediciosos no quedarán sujetos a pena por
los hechos punibles cometidos en combate, siempre que no constituyan actos de ferocidad,
barbarie o terrorismo.
147
Crímenes Altruistas
B. La demanda
Según el actor, la norma acusada viola los artículos 9, 93 y 94 de la Cons-
titución, por cuanto desconoce los tratados sobre derechos humanos vigentes
en Colombia, tratados que hacen parte de nuestra normatividad y prevalecen
en el orden interno. Para el demandante, el Estado Colombiano está desco-
nociendo los derechos de los soldados y policías que, en cumplimiento de su
deber constitucional, son dados de baja por grupos subversivos, sin que los
responsables de esos hechos reciban sanción alguna, por estar cobijados por
el beneficio injusto, arbitrario e ilegal que consagra el precepto demandado.
Se infringe igualmente el artículo 2o. de la Constitución, al no proteger el
derecho a la vida de los soldados, como de los terceros, “normalmente humildes
campesinos que han soportado estoicamente el actuar de los ‘rebeldes o sedi-
ciosos’ y a quienes éstos quitan la vida y posteriormente alegan que fue en
combate dejando su conducta en la absoluta impunidad. El artículo 127 del
Código Penal, indiscutiblemente, constituye un estímulo para los ‘rebeldes o
sediciosos’, hoy conocidos como narcoguerrilleros, por cuanto ante la exclu-
sión de pena a que hace relación el mencionado art. 127 del Código penal, los
delincuentes saben que su conducta punible y dolosa no será relevante... La
vida es un derecho inalienable del ser humano y, por lo tanto, quien quite la
vida a un miembro de la Fuerza Pública, así sea en combate, debe responder
por semejante hecho criminoso”.
El artículo acusado, además, establece una discriminación en relación
con los miembros de la Fuerza Pública, al permitir que sean eliminados sin
que los responsables reciban sanción alguna, pues la norma acusada exime a
los rebeldes y sediciosos de cualquier responsabilidad.
Los miembros de la Fuerza Pública están prestando un servicio público y cumpliendo funciones
constitucionales, en tanto que los ‘rebeldes o sediciosos’ forman parte de grupos que se encuen-
tran fuera de la ley y hoy por hoy se dedican al narcotráfico, al terrorismo, al secuestro, a las
torturas y atentan permanentemente contra los derechos fundamentales de los colombianos y
contra el sistema democrático que rige el comportamiento político de la República. La defensa
del sistema democrático es y será prioritaria. Por lo tanto, excluir de pena el asesinato de un
soldado, un policía –incluidos los miembros de la Policía Judicial como el C .T .I . de la Fiscalía
y el DAS– o un campesino, es reconocerle derecho o legitimar grupos armados ilegales, colo-
cando absurdamente en el mismo plano a hombres que se encuentran cumpliendo funciones
constitucionales de salvaguardar la democracia, con grupos fuera de la ley.
148
Dos sentencias de la Corte Constitucional
C. Intervención ciudadana
1 Coadyuvancias
Dentro del término legal establecido en el decreto 2067 de 1991, se
presentaron varios escritos destinados a coadyuvar la demanda, así :
a) Un grupo de miembros retirados de la Fuerza Pública, encabezados
por Pedro A. Herrera Miranda, afirman que la demanda presentada “es un
paso significativo en la búsqueda de la paz”.
b) El ciudadano Germán G. Flórez Villegas señala que la norma acusada
desconoce el Estado social de derecho al permitir la impunidad de la conducta
de quienes sólo buscan desconocer los derechos y garantías fundamentales de
las personas que no comparten sus fines.
c) El ciudadano Fernando Antonio Vargas Quemba considera que existe
un principio en derecho, según el cual “Toda agresión a un derecho conlleva la
sanción al transgresor y la restitución del derecho o de las cosas a su titular”.
Sin embargo, el precepto acusado permite a los grupos guerrilleros asesinar
y cometer actos delictivos, sin sanción alguna, bajo la errada idea que fueron
cometidos en combate, donde las víctimas quedan en absoluta desprotección,
permitiendo que se fomente la creación de grupos cuyo fin es desestabilizar el
régimen que la Constitución ha establecido.
d) La Asociación Colombiana de Oficiales en Retiro de las Fuerzas Mili-
tares “ACORE”, por intermedio de su Presidente, se limita a señalar que se
incurrió en desviación de poder, al expedir los artículos 127 del Código Penal y
184 del Código Penal Militar, norma que consagra el mismo trato para los mili-
tares que incurran en los delitos de sedición y rebelión, pues no sólo se descono-
cieron los principios y valores consagrados en la Constitución de 1886, vigente
para la época en que se expidieron los artículos mencionados, sino el texto de
los tratados internacionales que Colombia había suscrito hasta entonces.
e) El ciudadano Luis Francisco León Fajardo considera que la norma
impugnada viola los derechos a la vida, a la igualdad y al trabajo, ya que
desconoce “no sólo la vida de los soldados de la patria, sino de terceros,
normalmente humildes campesinos que han soportado los desmanes de los
rebeldes o sediciosos, y a quienes éstos quitan la vida y posteriormente alegan
149
Crímenes Altruistas
2 Impugnaciones
Las siguientes son las intervenciones en las que se solicita la declaración
de exequibilidad de la norma acusada.
a) El ciudadano Juan Manuel Cortés Gaona, manifiesta que al ser
distintos el delito político y el delito común, ellos no pueden ser tratados de
igual manera. Así, corresponde al juez, y no al legislador, determinar la forma
como el precepto acusado ha de aplicarse. Por el contrario, se desconocería
la Constitución, si el texto de la norma acusada estableciera límites o determi-
nara el sujeto activo, o las circunstancias de ocurrencia de los hechos come-
tidos en combate.
b) El Consejero Presidencial para la Paz, Daniel García-Peña Jaramillo,
afirma que a partir de la distinción entre el delito político y el delito común,
es necesario comprender que la existencia de una pena menor para el delito
político, como la relación de conexidad que se establece con otros hechos puni-
bles cometidos en combate, son la demostración del pluralismo político, eje
del tratamiento diferencial que en esta materia ha otorgado el legislador para
150
Dos sentencias de la Corte Constitucional
esta clase de delitos. Sin esa conexidad, resultaría imposible el privilegio puni-
tivo para el rebelde, pues al penalizarse los delitos de homicidio, lesiones, etc,
cometidos durante los enfrentamientos armados entre los grupos rebeldes y las
Fuerzas Militares y de Policía, se haría nugatorio el tratamiento punitivo dife-
rencial que se ha establecido en favor de éstos. Además, que en el campo proba-
torio la autoría y otros aspectos de estos delitos, sería de difícil demostración.
Por otra parte, debe distinguirse el tratamiento que el derecho interna-
cional humanitario y el derecho interno dan al derecho a la vida. El primero
parte del reconocimiento del hecho que la guerra, como violación masiva y
sistemática de este derecho –y de los derechos humanos en general–; por
tanto, el derecho a la paz es apenas un postulado, un ‘principio de realización
progresiva’. En el derecho interno, la paz es un hecho y un derecho realizado,
y el fin último es su conservación. Así las cosas, en cada uno de estos sistemas
se apela a distintas estrategias para la protección del derecho a la vida. Pues
las necesidades de la guerra, imponen que su protección en el Derecho Inter-
nacional Humanitario sea diferencial.
De esta manera, la ausencia de punibilidad del homicidio y de otras
conductas producto de la confrontación, es parte esencial de la racionalidad
del Derecho Internacional Humanitario, hecho que se proyecta en el derecho
interno a través de la figura de la conexidad, con excepción de los actos de
barbarie o terrorismo. De esta manera, en virtud del principio de armonización
del Derecho Internacional Humanitario con el derecho interno, es necesario
transformar la no punibilidad de los actos de guerra del Derecho Internacional
Humanitario, en la no punibilidad dentro del derecho interno, de los delitos
conexos con los delitos políticos que se perpetren en combate.
c) El ciudadano Jaime Prieto Méndez, actuando en representación de la
Fundación Comité de Solidaridad con los Presos Políticos, sostiene que en
el Derecho Internacional Humanitario, “la protección del derecho a la vida
se dirige a la consagración de prohibiciones y obligaciones para las partes
enfrentadas, sea un Estado parte o una parte no revestida de la condición de
Estado, en procura de la protección de los civiles y de los combatientes que
han perdido tal condición por haber sido heridos o capturados”, protección
que difiere de la que se otorga a los que ostentan el carácter de combatientes.
El Derecho Internacional Humanitario prevé un trato especial, en cierta
medida benigno, para quienes se atreven a procurar por vía de las armas,
las transformaciones político sociales que consideran justas, convenientes
o necesarias, (art. 4-4 Convención Americana de Derechos Humanos). Por
151
Crímenes Altruistas
tanto, con el mismo razonamiento del demandante, habría que concluir que la
Constitución Política desconoce todos los derechos y garantías, al consagrar
la posibilidad de indultos y amnistías por delitos políticos, pues por medio de
estas figuras, se dejan de sancionar conductas que vulneran bienes jurídicos
como la vida y la integridad personal.
En relación con la presunta violación del derecho a la igualdad, afirma
que los miembros de las Fuerzas militares en razón a la actividad que ejercen,
como personal armado y dispuesto para hacer la guerra, no gozan de la misma
protección de quienes son terceros en la confrontación armada. El Derecho
Internacional Humanitario, por ejemplo, les fija prohibiciones y obligaciones
respecto de la población civil, y sólo, excepcionalmente, cuando pierden su
condición de combatientes, son objeto de protección respecto de la violencia
que contra ellos pueda ejercer el enemigo.
Por tanto, la norma acusada se ciñe a los postulados del Derecho Interna-
cional Humanitario, en el cual no se tipifican como delito común, conductas
que siendo punibles, se cometen en combate.
d) El ciudadano Carlos Alberto Saavedra Waltero, afirma que con la
norma acusada no se quiso conceder privilegios o derechos a las organiza-
ciones que pretenden manifestar su inconformidad con el Estado, sino permitir
la creación de movimientos que desarrollen actividades orientadas a modificar
el statu quo imperante.
Al analizar la norma demandada, explica que el legislador buscó bene-
ficiar a los delincuentes políticos, pues los hechos punibles cometidos en
combate, no pueden ser calificados y considerados como entidades punitivas
independientes a la rebelión y sedición.
La misma Constitución consagra esa especial protección para los delin-
cuentes políticos, al consagrar la facultad del Congreso de conceder amnistías
e indultos
El artículo 127 expresa toda una tradición jurídica, que tiende a la protec-
ción de las ideas democráticas, como expresión suprema de la práctica de las
libertades individuales y públicas.
e) Un grupo de ciudadanos encabezados por Rafael Barrios Mendivil,
pertenecientes a distintas organizaciones, a saber: Corporación Colectivo
de Abogados ‘José Alvear Restrepo’, Centro de Investigación y Educación
Popular CINEP, Asociación para la Promoción Social Alternativa MINGA,
Corporación de Servicios Profesionales Comunitarios SEMBRAR, Comité
Regional para los Derechos Humanos CREDHOS, Corporación Jurídica
152
Dos sentencias de la Corte Constitucional
153
Crímenes Altruistas
154
Dos sentencias de la Corte Constitucional
Primera. Competencia
La Corte Constitucional es competente para conocer de este proceso,
por haberse originado en la demanda contra una norma que hace parte de un
decreto con fuerza de ley (numeral 5 del artículo 241 de la constitución).
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Crímenes Altruistas
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
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Crímenes Altruistas
Cabe anotar que el decreto 2266 de 1991 fue declarado exequible por la
sentencia C-127 de 1993, de esta Corte (Magistrado ponente, Dr. Alejandro
Martínez Caballero).
3º. El artículo 127 consagra la que el mencionado profesor Luis Carlos
Pérez denomina una “causal de impunidad”. ¿Puede afirmarse que ésta es una
verdadera amnistía general?
Para la Corte la respuesta es afirmativa: el artículo 127 equivale a una
amnistía general, anticipada e intemporal. Es general, porque comprende
a todos los rebeldes o sediciosos, sean ellos particulares o miembros de las
Fuerzas Armadas de la república, y porque abarca todos los hechos punibles
cometidos en combate, con sólo unas excepciones. Es anticipada, porque
durante la vigencia de la norma los rebeldes o sediciosos saben que cualquier
delito que cometan (con la limitación indicada) no estará sujeto a pena alguna.
Y que ni siquiera será objeto de investigación, pues ésta se hará únicamente en
relación con los delitos de rebelión o de sedición. Y es intemporal, porque no
está sujeta a límite en el tiempo y comprende todos los delitos cometidos por
los rebeldes o sediciosos antes de la vigencia de la norma y durante ella.
158
Dos sentencias de la Corte Constitucional
Los procesados fueron llamados a responder en juicio criminal, con intervención del jurado,
como responsables del delito de homicidio en la persona de…, pero en calidad de cómplices
correlativos por no haberse podido determinar cuál de los dos fue el verdadero autor material
del ilícito.
El jurado de conciencia los condenó tal y como fueron llamados a juicio y tanto el juez del
conocimiento como el Tribunal respectivo hicieron lo propio.
Se sostiene que la figura de la complicidad correlativa no fue reproducida por el nuevo
Código Penal y la afirmación es exacta. Lo que no resulta veraz es el corolario que de esa
realidad extrae el demandante cuando concluye que, en consecuencia, por virtud del prin-
cipio de favorabilidad, los procesados a quienes se les reconoció que obraron conforme a esa
modalidad, deben ser absueltos.
Sin lugar a dudas, la responsabilidad correlativa era una figura de coparticipación criminal
consagrada en el artículo 385 de esta manera:
En los casos en que varias personas tomen parte en la comisión de un homicidio o lesión, y
no sea posible determinar su autor, quedarán todas sometidas a la sanción establecida en el
artículo correspondiente, disminuida de una sexta a una tercera parte…”
Al respecto, en antigua, pero reiterada jurisprudencia, la Corte enseñaba que en relación
con las demás formas de complicidad general, la complicidad correlativa…” se diferencia
solamente en la especial modalidad de ignorarse cuál de las personas que tomaron parte en
la infracción agotó el momento consumativo de la misma…”
La llamada “complicidad correlativa” era, pues, una institución jurídica que hacia posible
imponer a los partícipes de un delito de homicidio o lesiones personales, pena semejante a
159
Crímenes Altruistas
la señalada para los cómplices no necesarios (C.P. de 1936, art. 20), cuando no existía prueba
plena que permitiera deducir responsabilidad penal a cada uno de ellos a título de autor, coau-
tores o cómplices necesarios o no necesarios, pero habiendo la certeza de que entre tales copar-
tícipes estaba el autor o autores y, eventualmente, uno o varios cómplices del hecho punible.
Era posible, entonces, que entre tales personas hubiera autores materiales, o autor intelectual
(determinador) y autores materiales, o autores y cómplices, pero jamás solamente cómplices
ya que éstos exigen la ineludible intervención del autor para cuyo beneficio contribuyen la
comisión de un delito que no les pertenece, que le es ajeno.
En este orden de ideas, bien puede afirmarse que el fenómeno de la complicidad correlativa
–por fuera de su marco nominal– sustancialmente entendido está considerado en el nuevo
Código Penal dentro del marco de la participación en el hecho punible (C.P., art., 23 y 24);
de donde se concluye que no es posible admitir impunidad para tales hechos con la tesis
de casacionista, vale decir, que quienes fueron condenados por complicidad correlativa en
vigencia del Código Penal anterior deberían ser absueltos al entrar en vigencia la nueva
legislación”. (Sentencia de noviembre 29 de 1982).
160
Dos sentencias de la Corte Constitucional
La ley a que esta última norma se refiere, no es otra que la prevista por el
numeral 17 del artículo 150.
Dicho sea de paso, la mayoría de los dos tercios de los votos de los miem-
bros de una y otra Cámara, es de tal modo excepcional que la Constitución
sólo la exige en otra norma: en el inciso cuarto del artículo 212 (estado de
guerra exterior), que faculta al Congreso para reformar o derogar en cual-
quier época los decretos legislativos dictados por el gobierno por causa o con
ocasión de la guerra, “con el voto favorable de los dos tercios de los miembros
de una y otra Cámara”. Solamente en estos dos casos se exige tal mayoría, lo
que da una medida de la importancia que asigna la Constitución a los respec-
tivos asuntos.
Sobre la concesión de amnistías o indultos generales, la Corte Constitu-
cional ha sostenido invariablemente que es facultad exclusiva e indelegable
del Congreso de la República. Basta citar algunas jurisprudencias.
En la sentencia C-179 de 1994, en la que se analizó el proyecto de ley
estatutaria sobre los estados de excepción, se declaró inexequible el aparte del
parágrafo 2º del artículo 4º que otorgaba al Gobierno la facultad de “conceder,
por graves motivos de conveniencia pública, amnistías o indultos generales
por delitos políticos y conexos”. La razón principal de la inexequibilidad
consistió en ser ésta una facultad reservada exclusivamente al Congreso y
que éste solamente puede ejercer con sujeción al numeral 17 del artículo 150.
Dijo la Corte:
En cuanto a la concesión de facultades al Gobierno para decretar “amnistías o indultos gene-
rales” por delitos políticos y conexos, la Corte estima que esta norma es contraria a la Cons-
titución, porque la facultad conferida al Congreso de la República por el numeral 17 del
artículo 150, es exclusiva e indelegable. Así lo demuestran estas razones:
Primera.- Las normas que regulan esta materia en la Constitución de 1991, son, en esencia,
iguales a las que existían en la anterior. Basta compararlas.
Constitución de 1991:
Artículo 150, numeral 17: “Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas
ejerce las siguientes funciones:
“....17. Conceder, por mayoría de los dos tercios de los votos de los miembros de una y
otra Cámara y por graves motivos de conveniencia pública, amnistías o indultos generales
por delitos políticos. En caso de que los favorecidos fueren eximidos de la responsabilidad
civil respecto de particulares, el Estado quedará obligado a las indemnizaciones a que
hubiere lugar”.
Artículo 201, numeral 2: “Corresponde al Gobierno, en relación con la Rama Judicial:
161
Crímenes Altruistas
2. Conceder indultos por delitos políticos, con arreglo a la ley, e informar al Congreso sobre
el ejercicio de esta facultad. En ningún caso estos indultos podrán comprender la responsa-
bilidad que tengan los favorecidos respecto de los particulares”.
Constitución de 1886:
Artículo 76, numeral 19: “Corresponde al Congreso hacer las leyes. Por medio de ellas ejerce
las siguientes atribuciones:
19. Conceder, por mayoría de dos tercios de los votos de los miembros que componen cada
Cámara y por graves motivos de conveniencia pública, amnistías o indultos generales por
delitos políticos. En el caso de que los favorecidos fueren eximidos de la responsabilidad
civil respecto de los particulares, el Estado quedará obligado a las indemnizaciones a que
hubiere lugar.
Artículo 119, ordinal 4o.: “Corresponde al Presidente de la República en relación con la
Administración de Justicia:
....4o. Conceder indultos por delitos políticos, con arreglo a la ley que regule el ejercicio de
esta facultad. En ningún caso los indultos podrán comprender la responsabilidad que tengan
los favorecidos respecto de los particulares, según las leyes”.
162
Dos sentencias de la Corte Constitucional
No hay que perder de vista tres hechos fundamentales: el primero, que durante los estados de
guerra y de conmoción interior, el Congreso está reunido permanentemente; el segundo, que
sesiona con la plenitud de sus facultades constitucionales y legales; y el tercero, que en los
estados de excepción “no se interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del poder
público ni de los órganos del Estado”.
Segunda.- La Asamblea Constituyente entendió que esta facultad de conceder amnistías e
indultos generales quedaba reservada al Congreso en todo tiempo. Por tal razón, concedió al
Gobierno la autorización de que trata el artículo transitorio 30, que reza:
Artículo transitorio 30.- Autorízase al Gobierno Nacional para conceder indultos o amnistías
por delitos políticos y conexos, cometidos con anterioridad a la promulgación del presente Acto
Constituyente, a miembros de grupos guerrilleros que se reincorporen a la vida civil en los
términos de la política de reconciliación. Para tal efecto el Gobierno Nacional expedirá las regla-
mentaciones correspondientes. Este beneficio no podrá extenderse a delitos atroces ni a homici-
dios cometidos fuera de combate o aprovechándose del estado de indefensión de la víctima”.
Es claro que el conceder esta autorización especial, obedecía a diversas razones, entre ellas
estas: la circunstancia de no existir, durante los primeros meses de vigencia de la nueva
Constitución, un Congreso que pudiera ejercer la facultad de que trata el numeral 17 del
artículo 150; el tratarse de delitos cometidos antes de la vigencia de la nueva Constitución;
y, por sobre todo, la convicción de que el Gobierno no podía en épocas normales ni durante
los estados de excepción, conceder amnistías o indultos generales por no estar facultado para
ello por la propia Constitución.
Si la Asamblea hubiera entendido que bastaba al Gobierno declarar el estado de conmoción
interior y dictar un decreto legislativo, para conceder la amnistía o el indulto generales, no
habría otorgado esa autorización, que habría sido ostensiblemente superflua.
Tercera.- ¿Por qué ésta es una facultad exclusiva e indelegable del Congreso?
Conceder amnistías o indultos generales, por delitos políticos, es una medida eminentemente
política, que implica interpretar la voluntad de la nación. Si el Congreso, con el voto de la
mayoría exigida por la Constitución, dicta esta medida, será porque interpreta el sentimiento de
la inmensa mayoría de los ciudadanos y si la niega, será porque no existe ese sentimiento.
Por todo lo anterior, no tendría sentido sostener que lo que solamente puede hacer el Congreso
de la República con esa mayoría especial, pueda decretarlo el Presidente de la República por
su sola voluntad.
De otra parte, es apenas lógico que el Congreso, primer actor en la vida política de la nación,
sea el único llamado a adoptar las medidas de que se trata, políticas en el más alto grado.
Cuarta.- No se puede caer en la tentación de considerar baladí la exigencia de la mayoría
de las dos terceras partes de los votos de los miembros de una y otra Cámara. Tal exigencia
no puede tener otra explicación que la de rodear esta medida de las mayores cautelas, para
garantizar que su adopción interpreta la voluntad de las mayorías políticas de la nación.
Quinta.- Uno de los propósitos que animaron la reforma de la Constitución en 1991, fue el forta-
lecimiento del Congreso. La moción de censura de los ministros, es una de las manifestaciones
de ese ánimo de permitirle al Congreso ejercer a plenitud el control político. ¿Cómo pretender,
a la luz de esta realidad, que el Constituyente haya querido privar al Congreso, en la práctica, de
una de sus más preciosas facultades? ¿Se le fortalece, acaso, privándole de sus poderes?
163
Crímenes Altruistas
Sexta.- Según el artículo 213 de la Constitución, dentro de los tres días siguientes a la declaración
o prórroga del Estado de Conmoción Interior, el Congreso se reunirá por derecho propio, “con la
plenitud de sus atribuciones constitucionales y legales”. Esta norma implica lo siguiente:
a) La facultad consagrada en el numeral 17 del artículo 150, no la pierde el Congreso, ni la
adquiere el Presidente de la República, por la declaración del estado de excepción;
b) Si el Gobierno estima necesaria la concesión de amnistías o indultos generales por delitos
políticos y conexos, puede presentar al Congreso el correspondiente proyecto de ley, acom-
pañado de la manifestación de urgencia. Y será el Congreso, en ejercicio de la soberanía,
como representante del pueblo, según el artículo 3o. de la Constitución, el que resuelva.
Séptima.- La concesión de amnistías e indultos generales, es asunto de la mayor impor-
tancia para la República. Con razón la Constitución sólo las autoriza cuanto existen “graves
motivos de conveniencia pública”. Esto hace pensar que la decisión del Congreso debe ser el
fruto de un amplio debate a la luz de la opinión pública. Debate en el cual debe participar ésta
última, a través de los medios de comunicación. No puede una decisión como ésta, adoptarse
de la noche a la mañana por medio de un decreto, y ser fruto solamente de la voluntad del
Presidente de la República.
Octava.- La Constitución no autoriza al Presidente de la República, para conceder amnistías
e indultos generales. Este hecho hay que interpretarlo en concordancia con otras normas de
la propia Constitución, para llegar a la conclusión de que ningún caso puede el Presidente de
la República ejercer esta atribución:
a) Según el artículo 121 “Ninguna autoridad del Estado podrá ejercer funciones distintas de
las que le atribuye la Constitución y la ley.”
b) De conformidad con el numeral 3 del artículo 214, durante los Estados de Excepción “No
se interrumpirá el normal funcionamiento de las ramas del poder público ni de los órganos
del Estado.”
c) Durante los estados de guerra y de conmoción interior, el Congreso está reunido perma-
nentemente, “con la plenitud de sus atribuciones constitucionales y legales”, una de las
cuales es la señalada por el numeral 17 del artículo 150.
Novena.- Es necesario aclarar que, como lo expresó la Corte Suprema de Justicia en la
sentencia de abril 10 de 1982, el Gobierno, de conformidad antes con el artículo 119,
numeral 4o., y ahora con el numeral 2o. del artículo 201, sólo puede conceder indultos en
casos individuales, no generales, de acuerdo con la ley preexistente. A este respecto, en los
últimos años se han dictado las leyes 49 de 1985 y 77 de 1989.
En la 77 de 1989, por ejemplo, se autorizó “al Presidente de la República para conceder indultos
a los nacionales colombianos de acuerdo con las reglas establecidas en la presente ley.
Y según el artículo 8o. de la misma ley, el indulto se concedería “por resolución ejecutiva
suscrita por el Presidente de la República y los Ministros de Gobierno y Justicia...
Como se ve, esta facultad es completamente diferente a la de “conceder amnistías o indultos
generales”, reservada al Congreso.
Al respecto, existe una sola diferencia entre la Constitución anterior y la actual: la obligación
impuesta ahora al Gobierno de informar al Congreso sobre los indultos que haya concedido.
Por todo lo dicho, el aparte final del parágrafo 2o. del artículo 4o., será declarado inexequible.
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Dos sentencias de la Corte Constitucional
“1. Quienes en cualquier época hayan sido condenados por sentencia judicial a pena privativa
de la libertad, con excepción de quienes lo hubieran sido por delitos políticos o culposos.
“Artículo Transitorio 30. Autorízase al Gobierno Nacional para conceder indultos o amnistías
por delitos políticos y conexos, cometidos con anterioridad a la promulgación del presente
Acto Constituyente, a miembros de grupos guerrilleros que se reincorporen a la vida civil en
los términos de la política de reconciliación. Para tal efecto el Gobierno Nacional expedirá
las reglamentaciones correspondientes. Este beneficio no podrá extenderse a delitos atroces
ni a homicidios cometidos fuera de combate o aprovechándose del estado de indefensión de
la víctima”.
Obsérvese que todas estas normas, como ya se dijo del numeral 17 del artículo
150, establecen excepciones. Son, por lo mismo, de interpretación restrictiva.
Por lo anterior, no puede sostenerse que exista en la Constitución una
autorización ilimitada al legislador para dar un tratamiento privilegiado a los
llamados delincuentes políticos. Por el contrario: el trato favorable a quienes
incurren en delitos políticos está señalado taxativamente en la propia Consti-
tución. Por lo mismo, el legislador quebranta ésta cuando pretende legislar por
fuera de estos límites, ir más allá de ellos.
Aunque no es éste el tema central de esta sentencia, cabe anotar que ni
la Constitución ni la ley definen o enumeran los delitos políticos. El profesor
Carlos Lozano y Lozano señala que lo característico del delito político son los
motivos determinantes, y los define así: “Por delito político social se entiende
aquel que ha sido cometido exclusivamente por motivos políticos o de interés
social”. Y agrega:
Pero la palabra “exclusivamente” se debe entender en el sentido de que los motivos deter-
minantes sean de naturaleza política y social, y por consiguiente, altruistas. Y a la vez se
establece la igualdad en las sanciones para los delitos comunes y los delitos políticos, cuando
éstos, a pesar de la apariencia exterior, no sean sino delitos comunes a causa de los motivos
innobles y antisociales que los hayan determinado, o cuando el delito común se cometa
por razones políticas. En efecto: los crímenes más graves, como el asesinato, el envenena-
miento, el incendio, la destrucción por medios explosivos, la falsificación de moneda, no se
convierten en infracciones políticas tan sólo porque sus autores invoquen la influencia de la
pasión política. (Elementos de Derecho Penal, Lerner, Bogotá, 1961, págs. 148 y 149).
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Crímenes Altruistas
Séptima.- Por qué los artículos 127 del Código Penal y 184 del Código
Penal Militar son contrarios a la Constitución
Los artículos 127 del Código Penal y 184 del Código Penal Militar
quebrantan diversas normas de la Constitución, como se verá.
1º. Los artículos que se analizan consagran una amnistía general, anti-
cipada e intemporal. Pero como la única manera de conceder amnistías e
indultos generales es la establecida en el numeral 17 del artículo 150 de la
Constitución, es evidente la vulneración de esta norma.
2º. El artículo 2º de la Constitución consagra como uno de los fines esen-
ciales del Estado el asegurar la “convivencia pacífica y la vigencia de un
orden justo”. Es contraria a la primera de estas dos finalidades una norma que
permite la comisión de toda clase de delitos y asegura su impunidad, o mejor,
que convierte el delito (todos los delitos) en arma política. Y no contribuye a la
vigencia de un orden justo, la norma que impide que se investiguen los delitos
y se castigue a los delincuentes.
3º. Violan el inciso segundo del artículo 4º que impone a los nacionales y
extranjeros en Colombia el deber de acatar “la Constitución y las leyes”, entre ellas
la ley penal. Es claro que normas que permiten la comisión de todos los delitos a
quien cometa los de rebelión o sedición, vulneran esta norma del artículo 4º.
4º. El artículo 13 de la Constitución consagra la igualdad de todos ante
la ley. Las normas que se examinan establecen un privilegio inaceptable para
quienes, por su propia voluntad, incurren en los delitos de rebelión o sedición:
el violar impunemente todas las normas penales. Esa “causal de impunidad”
es un privilegio injustificado en relación con todas las demás personas que
respetan la Constitución y la ley y acatan las autoridades legítimas: así se
desconoce la igualdad ante la ley. Si estas personas, ocasionalmente incurren
en delito, sí están sujetas a pena, a diferencia de los rebeldes o sediciosos.
5º. Los artículos 127 y 184 quebrantan el artículo 22 de la Constitución,
porque el que atenta contra la paz por medio de las armas, o por medio de la
comisión de cualquier delito, no está sujeto a pena alguna.
6º. Violan los numerales 3, 6 y 7 del artículo 95 de la Constitución, por
las siguientes razones:
a) El 3, porque éste consagra el deber de “respetar y apoyar las auto-
ridades democráticas legítimamente constituidas”. Las normas objeto de
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III.- Decisión
Por las razones anteriores, la Corte Constitucional, administrando justicia
en nombre del pueblo y por mandato de la Constitución,
Resuelve
Decláranse INEXEQUIBLES el artículo 127 del decreto 100 de 1980 “Por
medio del cual se expide el Código Penal” y el artículo 184 del decreto 2550 de
1988 “Por medio del cual se expide el Código de Justicia Penal Militar”.
Cópiese, notifíquese, comuníquese a quien corresponda, publíquese,
insértese en la Gaceta de la Corte Constitucional y archívese el expediente.
ANTONIO BARRERA CARBONELL
Presidente
JORGE ARANGO MEJIA
Magistrado
EDUARDO CIFUENTES MUÑOZ
Magistrado
CARLOS GAVIRIA DIAZ
Magistrado
JOSE GREGORIO FERNÁNDEZ GALINDO
Magistrado
HERNANDO HERRERA VERGARA
Magistrado
ALEJANDRO MARTINEZ CABALLERO
Magistrado
180
Dos sentencias de la Corte Constitucional
Fuente:http://web.minjusticia.gov.co/jurisprudencia/CorteConstitucional/1997/
Constitucionalidad/C-456-97.htm
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SOBRE EL DELITO POLÍTICO
Eduardo Posada Carbó
183
Crímenes Altruistas
*****
Un repaso breve al libro sobre los delitos políticos de Luis Carlos Pérez,
publicado en 1948, ilustra muy bien las profundas raíces intelectuales del
problema.(4) Aunque su interés específico en aquel momento fue la defensa
de quienes participaron de los levantamientos masivos tras el asesinato de
Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril, Pérez hizo allí planteamientos generales
sobre el delito político que parecen mantenerse aún vigentes en algunos
círculos del país.
La suya fue una franca apología del delito político, sustentada sobre una
concepción exclusivamente sociológica del crimen, donde el delito es apenas
“síntoma que denuncia enfermedades del organismo social”, y “los monstruos
criminales” se consideran “hijos de su mundo circundante”. Por eso, “el delito
político no debe estudiarse unilateralmente en su relación con la ley, sino
también en su génesis, en su relación con los sentimientos, ideas, prácticas y
sistemas vigentes para un conglomerado nacional”.(5) Todo delincuente sería
así producto de la sociedad, pero existiría una distinción –de acuerdo con los
móviles que hayan determinado la violación de la ley–, entre los llamados
delincuentes comunes y los delincuentes políticos: “en los primeros”, señala
Pérez, “los móviles son de interés egoísta y antisocial. En los segundos, son
de naturaleza altruista y social”. Pérez veía “grandeza” en el delito político, ya
que éste “procede… del carácter nacional”. No le abrigaba duda alguna que
frente al tirano existía “la legitimidad del derecho a asesinarlo”. Más aún, tal
acto se habría convertido en “un deber del altruismo social”. Los delincuentes
políticos no serían “infractores… desde el punto de vista moral, pues sus actos
aparecen orientados hacia el porvenir, hacia lo grande y próspero”.(6) En tal
concepción, “el delito político” es, según Pérez, “un fenómeno metajurídico”.
La revolución, por consiguiente, “no estaría fuera del derecho, sino más allá
del derecho”.(7) El lenguaje parece complejo pero los efectos de dichas teorías
son simples de apreciar. Si la constitución se refiere a los delitos políticos es
“para que se les olvide o para autorizar el perdón”.(8)
Al momento de escribir su texto, Pérez reconoció el sistema jurí-
dico colombiano como el que más se había “compenetrado… entre todos
los vigentes de los países de América, … de la doctrina moderna sobre la
ausencia de peligro en la intención del infractor político y sobre la necesidad
de tratar benignamente el resultado criminoso”. El código penal aprobado en
1936 estaba “profundamente influenciado por el espíritu de tolerancia hacia
el infractor de las normas sobre organización del Estado”. Pérez reivindicaba
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Sobre el delito político
en ello las prácticas que acompañaron a las guerras civiles del siglo XIX, y el
relieve de nuestras “tradiciones democráticas”. Según su conclusión, el día en
que los jueces persiguiesen “con tenacidad incomprensiva a las personas que
fracasaron en una rebelión”, sería “el último de su independencia como miem-
bros de una rama del poder soberano y el primero de una claudicante sumisión
a los dictados del ejecutivo que se pretendió subvertir”.(9)
Importa advertir que, si bien hizo la defensa del delito político, Pérez
aceptó algunas limitaciones. Frente al delincuente político señaló la exis-
tencia del “matoide político”, personas de “constitución paranoica”, quienes
“… se presentan con posturas apostólicas… para fascinar a los incautos”.
Pérez aceptaba entonces que la “protección que se concede al delincuente
político no puede amparar a estas personalidades enfermas, capaces de los
más atroces excesos…”.(10) Pérez, claro está, no se inventó la teoría. Ferri, el
famoso penalista italiano de gran impacto en Colombia, creía que los delin-
cuentes políticos sociales, “por las metas altruistas” que perseguían, no eran
“temibles a la sociedad”.(11) Sólo un estudio más sistemático y exhaustivo de
los tratados de derecho penal que se han enseñado y se enseñan en las facul-
tades de derecho, de la evolución de la legislación y jurisprudencia, y de las
discusiones relevantes en el Congreso podría precisar hasta qué punto aún
pesan entre nuestro sistema legal las doctrinas sobre el delito político defen-
didas en 1948 por Luis Carlos Pérez.
En cualquier caso, el llamado delincuente político sigue recibiendo un
trato especial por la constitución, así sea limitado, como lo dictaminó la
Corte Constitucional en la sentencia C-456/97 en 1997. Algunos magistrados
–Carlos Gaviria y Alejandro Martínez– salvaron su voto argumentando, entre
otras razones, que la Corte había ignorado “la tradición jurídica colombiana
relativa al alcance del delito político y al tratamiento favorable al mismo”.(12) Y
la noción de “delito político”, con sus efectos de tratar con mayor benignidad
a quienes se cobijan bajo esa figura, aún prevalece entre amplios sectores de
la opinión pública y la dirigencia política colombiana.
*****
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Crímenes Altruistas
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Sobre el delito político
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Crímenes Altruistas
(2) Véase, por ejemplo, Alfonso Gómez Méndez, “Entre el delito político y la criminalidad
común”, El Tiempo, abril 4 de 2005. En este artículo, sin embargo, el exfiscal no aborda la
discusión desde una perspectiva general, sino en relación particular con el proceso de nego-
ciación con la Auc.
(3) Salud Hernández-Mora, “El mismo perro con distinto collar”, El Tiempo, abril 17 de 2005.
(4) Luis Carlos Pérez, Los delitos políticos. Interpretación jurídica del 9 de abril (Bogotá,
1948).
(5) Idem., p. 9.
(6) Idem., pp. 21, 23, 46, 178.
(7) Idem., p.35.
(8) Idem., p. 18.
(9) Idem., pp 13, 14, 174 y 178.
(10) Idem., p.29.
(11) Así lo expresaron los magistrados Carlos Gaviria y Alejandro Martínez en su salvamento de
voto a la sentencia de la Corte Constitucional C-456/97, en bib.minjusticia.gov.co/jurispru-
dencia/ corteconstitucional/1997
(12) Idem, pp 40 y ss.
(13) Mauricio Rubio, “Rebeldes y criminales. Una crítica a la distinción entre delito político y
delito común”, en Jaime Arocha et al., eds., Las violencias: inclusión creciente (Bogotá:
1998), pp. 121-163. Rubio examina críticamente en particular las tesis de Iván Orozco en su
Combatientes, guerreros y terroristas. Guerra y derecho en Colombia (Bogotá, 1992).
(14) Cesare Beccaria, Tratado de los delitos y las penas (1764) (Madrid, edición facsimilar,
1993), p.36.
(15) Rubio, Rebeldes y criminales, p. 144.
(16) “De una violencia política con horizontes ético-normativos definidos y con criterios de
acción regulados o autorregulados, se ha venido pasando a una indeferenciación de fron-
teras con la criminalidad común organizada y en alianzas operativas o tácticas como el
narcotráfico….Es posible evidenciar incluso cierta circularidad entre los diversos actores
de la violencia: guerrilleros que se vuelven paramilitares, narcotraficantes y delincuencia
organizada al servicio de la insurgencia…”, en Gonzalo Sánchez, “Colombia: violencias sin
futuro”, Foro Internacional (enero-marzo 1998, vol XXXVIII:1), p. 47. “Las fronteras entre
la violencia política y otras violencias se han vuelto porosas….”, Daniel Pécaut, Guerra
contra la sociedad (Bogotá, 2001), p. 109.
(17) Idem., pp 127, 129-30, 135, 139, 144.
(18) Fernando Savater, Perdonen las molestias. (Madrid, 2001), p.80
(19) Idem., pp 42-3.
(20) Idem., p. 74.
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DELITO, DEMOCRACIA Y PAZ
Eduardo Posada Carbó
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Crímenes Altruistas
El tema de los delitos políticos es para Héctor Rincón apenas una “distrac-
ción” que despacha con una ligereza: “ay qué cansancio”. Aquello supone,
claro está, oscuras intenciones por parte del Gobierno –“sofismas de distrac-
ción”, o “cortinas de humo”, como lo llamara María Jimena Duzán, quien
desprecia el asunto por tratarse de “discusiones bizantinas”.(3) Otros simple-
mente no le encuentran significado a las discusiones conceptuales: “pareciera
que la vocación mayor del alto gobierno” – escribió Jaime Fajardo al respecto
–“es la pirotecnia, específicamente la verbal”.
Las descalificaciones llevan, implícita o explícitamente, un mensaje poli-
tizado. Según Armando Benedetti Jimeno, la propuesta de revisar la noción del
delito político cuadraría muy bien con lo que él entiende como el pensamiento
“neoliberal”, sería una “tarea de la derecha”. Decir que en democracia no cabe
el delito político sería, de acuerdo con Emilio José Archila, una “afirmación…
terriblemente autoritaria”. Y de manera similar se descalifica a quienes en
otras partes del mundo se han atrevido a cuestionar la validez hoy del delito
político. Para Ramiro Bejarano, Fernando Savater es un “filósofo derechista
español”, mientras Benedetti reduce las opiniones de Savater a “liviandades
filosóficas”.
No puedo hablar por los motivos del Gobierno para promover este debate.
Cualquiera fuese su intención, creo que el tema del “delito político” es central
al problema del crimen en Colombia –que creció en espiral extraordinaria
desde fines de la década de 1970. En los distintos escritos sobre el tema del
Alto Comisionado, y en las intervenciones recientes del Presidente Uribe y
del Vice-presidente Santos hay además argumentos de peso que no pueden
ser rebatidos con descalificaciones.(4) Y los argumentos de Savater tampoco
pueden rebatirse con etiquetas además falsas –harían mejor en hacer refe-
rencia a sus ideas.(5)
****
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Delito, democracia y paz
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Crímenes Altruistas
las futuras generaciones una figura de tan cuestionable efecto para construir
un Estado de Derecho?
Más aún, el argumento histórico es abiertamente anacrónico al plantear la
discusión frente a “príncipes opresores” o eventuales dictaduras. Pues no estamos
viviendo en tiempos de Borbones. Lo que está en discusión hoy es qué actitud
tomar, bajo una democracia, cuando un grupo de individuos decide apelar, de
manera sistemática y organizada, a métodos violentos para conseguir sus fines.
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es ciertamente confusa, y exige mayor claridad, tanto por parte del Gobierno
como de sus críticos. El que se les otorgue “estatus político” a las Auc puede
ser cuestionable, pero en ese caso los defensores de conservar la tradición jurí-
dica sobre el delito político incurrirían en incoherencias, pues si lo que importa
en el momento de juzgar a los criminales es tener en cuenta su intención y no
el daño social causado con sus acciones, hay razones para argumentar –como
lo ha señalado Alfredo Rangel–, que tan “delincuentes políticos” son los unos
como los otros.
Rangel, sin embargo, sugiere –al igual que otros críticos de la propuesta–,
que el Gobierno “pretende reconocer como delincuentes políticos a los ‘paras’,
pero no a la guerrilla”. Esta interpretación me parece tan desacertada como
la de quienes arguyen que abolir la figura del delito político significa cerrar
hacia el futuro una “salida negociada al conflicto”.
En las propias palabras del Gobierno, “lo que hay que hacer es igualar a
todos los actores”. El Gobierno aduce que su actitud hoy está determinada por
el proceso de desmovilización de las Auc, pero las condiciones que acuerde
el legislador para este caso tendrían también que aplicarse, en principio, ante
un eventual proceso de paz con las guerrillas.(13) Por lo demás, el Gobierno
ha mantenido sus ofertas de negociación a las Farc y al Eln –en sus propios
términos, claro está–, que tales grupos siguen rechazando en violentos desa-
fíos contra la sociedad y el Estado.
¿Qué efectos tendría entonces la abolición de la figura del delito político
en nuestro ordenamiento jurídico? ¿Se cerraría así para siempre la puerta de la
negociación con los grupos armados ilegales?
El principal efecto quizá sería enviar un claro mensaje a toda la sociedad
sobre la ilegitimidad de recurrir a la violencia en búsqueda de pretendidos fines
políticos, económicos o sociales: alzarse en armas es un atentado contra la
constitución y, por consiguiente, contra la inmensa mayoría de los ciudadanos
que respetamos los mecanismos pacíficos para dirimir nuestras diferencias.
Tal mensaje tendría que llegar, por supuesto, a los grupos armados. Se
trataría de consolidar así un “discurso institucional” que, en palabras de Savater,
“no deje lugar a dudas a los violentos sobre el fracaso de unos fines contami-
nados irrevocablemente por los medios utilizados para propugnarlos”.(14)
Ello no necesariamente significa cerrar para siempre las puertas a una
“salida negociada del conflicto”. Allí están para la muestra los casos de
Irlanda del Norte y España, donde la figura del delito político –con expresos
tratos excepcionales y relativamente benignos estipulados por constitución–,
196
Delito, democracia y paz
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Crímenes Altruistas
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Delito, democracia y paz
(8) Leídas con cuidado, además, no creo que las declaraciones del Presidente quieran decir que
aquí existe ya una democracia perfecta o “profunda”. Sus alusiones hacen más bien refe-
rencia a una democracia en proceso de profundización. La diferencia podrá ser para algunos
sutil, pero tal sutileza exigiría entonces juicios más matizados. Véase el texto “¿Debe existir
el delito político en Colombia?”, www.presidencia.gov.co
(9) En “Gobierno busca eliminar los delitos políticos de la legislación penal”, El Tiempo, mayo
18 de 2005.
(10) Entrevista en WRadio.com.co, mayo 19 de 2005.
(11) Savater, Perdonen las molestias, p. 78.
(12) “[La] propuesta de reforma constitucional… tendría como consecuencia la eliminación de
beneficios judiciales a los grupos guerrilleros que hoy no están en la mesa de negociación y
que quedarían sin posibilidad alguna de entrar en una negociación política…”, María Elvira
Samper, en Cambio, mayo 23 de 2005. La idea de que el abandono del concepto del delito
político significaba cerrar la puerta de la negociación mañana a otros grupos armados fue
expresada también en Semana, “¿Contradictorios o coherentes?”, mayo 22 de 2005 y en “La
sedición paramilitar”, Siguiendo el conflicto (FIP), mayo 13 de 2005.
(13) En la legislación que se discute, los congresistas han aprobado incluir a los grupos de auto-
defensas y guerrilleros al tipificar la sedición como un delito político. “La sedición será un
delito político”, El País, julio 17 de 2005.
(14) Savater, El gran fraude, p. 41.
(15) Estos textos pueden verse en el archivo de El País, www.elpais.es
(16) Véanse, a manera de ejemplo, “Varios medios aseguran que ETA ha propuesto al Gobierno
negociar el cese de la violencia”, El País, Madrid, 23 de mayo de 2005; Fernando Savater,
“La segunda mesa”, El País, mayo 25 de 05; Francisco Rodríguez Adrados, “Una sociedad
blanda”, ABC, junio 12 de 2005; “Savater: “Zapatero me dijo que recibió una oferta de ETA
para dejar las armas”, ABC, mayo 23 de 2005; y Miguel Ángel Aguilar, “La derrota del
terrorismo”, El País, junio 6 de 2005.
(17) Rubio, “Rebeldes y criminales. Una crítica a la distinción entre delito político y delito común”,
en Jaime Arocha, et al, eds., Las violencias: inclusión creciente (Bogotá, 1998), p. 144.
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EL CURSO DE LA SOCIEDAD SOLO CAMBIARA
CUANDO CAMBIEN LAS IDEAS
Eduardo Posada Carbó
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Crímenes Altruistas
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II
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Crímenes Altruistas
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El curso de la sociedad solo cambiará cuando cambien las ideas
nuestra legislación penal– legislación que refleja las ideas que han dominado
sobre la naturaleza de los crímenes y sus agentes.
No conozco otro país que haya estipulado en su constitución que ningún
delito podría castigarse con más de 10 años de prisión, como se hizo en
Colombia en 1863 –norma constitucional que duró un cuarto de siglo–. Hasta
hace poco, nuestra legislación penal fue particularmente permisiva con el
delito de rebelión: el número de amnistías e indultos durante el siglo dieci-
nueve superó los 150. Como lo ha observado Mauricio Rubio, “la legislación
colombiana nunca ha sido suficientemente severa en el tratamiento legal de
los atentados contra la vida”.
Tampoco puedo precisar por qué en nuestra legislación ha prevalecido
esa actitud tolerante.
Sin embargo, durante el siglo veinte, buena parte de esa tolerancia podría
explicarse por la concepción dominante que se ha tenido del delito, al que se ha
entendido no como un mal en sí, sino como síntoma de una enfermedad social.
Tal razonamiento ha eximido de culpas a los criminales, quienes entonces han
quedado convertidos en víctimas de la sociedad.
Si tal ha sido la noción prevaleciente sobre el delito común, la laxitud
frente al delito político ha sido aún mayor.
Luis Carlos Pérez –uno los penalistas de más renombre en mis años de
estudiante de derecho–, escribió en 1949 una apología del delito político
que me parece muy ilustrativa. Pérez defendía el régimen penal colombiano
precisamente por considerar que en los países de América era el que “más
se había comprometido de la doctrina moderna sobre la ausencia de peligro
en la intención del infractor político y sobre la necesidad de tratar benig-
namente el resultado criminoso”. Esa benignidad, según Pérez, obedecía al
pensamiento de que los delincuentes políticos no eran “infractores… desde
el punto de vista moral, pues sus actos aparecen orientados hacia el porvenir,
hacia lo grande y próspero”.
En estas concepciones del delito, el legislador ha estado más preocupado
con las motivaciones o las circunstancias sociales que han rodeado al crimen
y sus agentes, que con los daños infligidos por sus actos a la sociedad. El
resultado concreto de esta idea del delito es, claro está, aligerar las penas y, en
el caso del llamado crimen político, procurar perdón y olvido. Poco se repara
allí en los derechos de las víctimas. Como tampoco se repara mucho en los
niveles de impunidad que se generan, los que a su turno empujan el espiral
ascendente de la violencia.
207
Crímenes Altruistas
Menos se repara aún en lo adopción de dicho concepto del delito por parte
de la opinión pública. En el debate de opinión, y en el mismo discurso de los
líderes políticos, pareciera que hubiese desaparecido la idea de la responsa-
bilidad individual de los criminales, mientras se criminaliza a toda la nación.
El uso frecuente en primera persona del plural “nosotros” para referirse a los
criminales y sus actos, es la expresión más clara de ese sentimiento de culpa
colectiva que injustamente se ha apoderado de la sociedad. De paso, se desle-
gitima la función estatal de reprimir y castigar las violaciones de la ley, mien-
tras se alimenta así un clima dispuesto a negociar lo innegociable.
No quiero con ello negar que, en ciertos momentos, las sociedades y sus
estados pueden verse forzados a negociar con quienes les disputan su auto-
ridad por medio de las armas. Pero deben ser momentos excepcionales. Tales
negociaciones, en una sociedad libre y democrática, no deben ser ilimitadas y
sin condiciones. Y no deben propiciar la impunidad.
En cualquier caso, en las negociaciones que se adelantan con las Auc,
en las que se anuncian con el Eln, o en las posibles nuevamente con las
Farc, el gobierno, el legislador y la sociedad deberían siempre tener muy
en cuenta las lecciones del tratadista clásico Cesar Beccaria sobre la impor-
tancia fundamental de la certeza del castigo, y sobre la necesidad de castigar
en proporción a la gravedad del crimen y de medir esa gravedad por el
daño causado a la sociedad y a las víctimas. Sin el cumplimiento de dichas
máximas, no hay gobierno de la ley posible: la anhelada seguridad nos
seguirá siendo esquiva.
El último ejemplo que quisiera ofrecer para mostrar el impacto que las
ideas han tenido en la marcha de nuestra sociedad, es la tardía y aún frágil
apreciación que los colombianos hemos tenido de la seguridad como valor
fundante de la convivencia justa y libre.
Hasta hace poco, la seguridad no aparecía como prioritaria entre las nece-
sidades sentidas de la nación, mucho menos entre las preocupaciones de los
intelectuales. Ante la trágica realidad de los elevados índices de homicidio y
secuestro, debería esperarse todo lo contrario.
Pero no. Como lo ha observado Malcolm Deas, “los civiles colombianos
se han preocupado muy poco por su seguridad, sea en forma intelectual, acadé-
mica o sistemática, lo cual a primera vista resulta bien curioso, pues se trata
de la ciudadanía menos segura del hemisferio”. El Presidente Uribe se refirió
recientemente a esa “conciencia política de la ciudadanía” en la que había
prevalecido un “discurso que asociaba la civilidad con una negación de la
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El curso de la sociedad solo cambiará cuando cambien las ideas
III
209
Crímenes Altruistas
los problemas más serios que sufrimos los colombianos encuentran parte de su
explicación en ideas profundamente arraigadas en la historia nacional.
Permítanme subrayar que lo que sucede en el mundo de las ideas tiene un
impacto concreto en nuestra realidad: en la falta de resolución del conflicto
armado, en las extraordinarias tasas de homicidio, en la crisis de los partidos
políticos, en la pérdida de confianza en nosotros mismos como nación, en fin,
en los altos grados de incertidumbre frente al porvenir y en la falta de un orden
seguro que nos permita disfrutar de las libertades y mejorar significativamente
las condiciones de vida de nuestra población.
Estamos frente a una especie de círculo vicioso.
La espiral extraordinaria de la violencia, como lo he sugerido, encuentra
parte de su explicación en ciertas ideas que bien abonaron su desarrollo o
inspiraron políticas erradas para combatir el problema. Pero a su turno, la
violencia, sobre todo en sus expresiones terroristas como la que hemos sufrido
en las últimas décadas, crea confusión intelectual. El terror busca eso: atemo-
rizar, desconcertar, confundir a la opinión pública para forzarla a capitular
frente a sus pretensiones.
Uno de los efectos quizá menos apreciados de este clima de confusión
intelectual ha sido la pérdida de confianza nacional, en sí misma, en sus diri-
gentes y, más preocupante aún, la pérdida de confianza de los dirigentes en sí
mismos, en su propia autoridad, y en las instituciones del Estado.
Es lo que algunos expertos llaman la “auto-deslegitimación”, que puede
conducir a la fragmentación y desintegración de las élites y, en consecuencia, al
colapso institucional. Las frecuentes recriminaciones –recíprocamente deslegi-
timadoras–, entre connotados dirigentes del país o entre los representantes de
las ramas del poder público, y sus repetidos juicios deslegitimando el pasado
contribuyen, tal vez sin advertirlo, al discurso justificatorio de la subversión y
a minar la estabilidad. Como lo ha advertido Rodney Barker, es más fácil para
cualquier régimen sobrevivir ausencias o fracasos de legitimación entre sus
súbditos que el colapso de confianza en el seno de su dirigencia.
Este clima de opinión internamente confuso se proyecta en el exterior en
dimensiones también muy poco apreciadas.
Nos preocupa, y con razón, la imagen negativa que sobre Colombia, los
colombianos y sus instituciones, domina en el extranjero. Importa reconocer
que en la comunidad internacional existen personas, medios e instituciones
que saben apreciar muy bien nuestra realidad. Pero entre otros amplios círculos
de opinión tienden a prevalecer los estereotipos, las alusiones peyorativas a
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El curso de la sociedad solo cambiará cuando cambien las ideas
IV
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Crímenes Altruistas
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El curso de la sociedad solo cambiará cuando cambien las ideas
los que parecían tener valor académico eran los temas asociados a las confron-
taciones, o la fragmentación.
Una idea entonces en boga –aún prevaleciente–, expresaba que Colombia no
era una nación, sino un archipiélago de regiones, con escasos intereses en común
entre ellas. Mis estudios sobre la Costa Caribe me enseñaron, sin embargo, que
nuestras regiones no podían entenderse por fuera del contexto de la nación. Más
aún, si se compara nuestra experiencia histórica con las de nuestros vecinos
latinoamericanos –e incluso las de algunos países europeos–, resalta pronto la
relativa homogeneidad y hasta fortaleza de la nacionalidad colombiana.
Cuando no se niega su existencia, la tendencia es a identificar la nacio-
nalidad con una serie de valores negativos y con un pasado casi exclusivo
de sucesivos fracasos. Es un retrato desesperanzador, que nos invita sólo a
vivir horrorizados de nuestra propia imagen. Pero hay otra historia que contar.
Otra historia donde es posible identificar otros valores que han inspirado el
curso de la nación, y que le han servido para sobreponerse, una y otra vez,
a la adversidad. Otra historia que nos descubre una nación digna, con justas
aspiraciones de libertad, democracia y bienestar.
VI
215
Crímenes Altruistas
ciones no son las que desatan ríos de sangre, sino las que cambian la menta-
lidad de las gentes”.
El consejo de Santos no podía ser desatendido por Lleras Camargo, quien
sobresalió en su generación por la fe que siempre tuvo en el poder de las ideas
y en el papel que la libre controversia debe jugar en la construcción de una
sociedad justa, digna, y con bienestar general.
En 1945, Lleras Camargo, entonces presidente designado de la república,
se dirigió a los miembros de la Andi –un año después de fundada la asociación–,
para advertirles sobre las dificultades de “tomar decisiones de largo alcance
en el tiempo” sin los “informes, datos y serios estudios que lo permitan”. Y
les subrayaba: “La superficialidad de nuestros conocimientos sobre la nación
es reemplazada, casi siempre, por un duro dogmatismo, … no tenemos instru-
mentos de precisión técnica para saber cómo es nuestro país, cómo se está
desarrollando, ni qué consecuencias puede tener una decisión que se adopte,
desde el poder, o desde la dirección de un negocio cualquiera”.
Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Y desde entonces hemos gozado
de notables desarrollos en el área del conocimiento. Pero han surgido nuevas
amenazas y problemas, a un ritmo mortal y desaforado y con toda la confusión
posible que infunde el terror. Ante esas afrentas, me ha parecido necesario
destacar en estas líneas la necesidad de apreciar cómo las ideas dominantes en
décadas pasadas contribuyeron a propiciar muchos de los males que hoy nos
aquejan, y cómo una debida atención al papel de las ideas podrá garantizar un
porvenir más halagüeño para nuestra nación.
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CRIMEN E IMPUNIDAD.
PRECISIONES SOBRE LA VIOLENCIA
Mauricio Rubio
(Fragmentos)
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Crímenes Altruistas
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Crimen e impunidad. Precisiones sobre la violencia
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Crímenes Altruistas
bibles sino que, además, parecen ser inevitables y se señalan como una de
las causas de la agudización del conflicto. “Estamos insertos en el sistema
capitalista, por naturaleza violento, ya que uno de sus fines inherentes consiste
en imponer y mantener la relación social de dominación de unas naciones por
otras y de unas clases sociales por otras” (Germán Guzmán, Reflexión crítica
sobre el libro “La violencia en Colombia”, en: Sánchez y Peñaranda, 1991.
p. 59). La noción de que la violencia oficial contra los sectores oprimidos es
una condición inherente al capitalismo y que los ejecutores de esa violencia
son los organismos de seguridad del Estado, es talvez uno de los principales
prejuicios –supuestos que se hacen sin ningún tipo de reserva o calificación¬–
de los análisis de corte marxista y una de las nociones que más ha dificultado
la adopción de políticas en materia de orden público en Colombia. Es por
ejemplo un punto que, sin mayor discusión ni evidencia empírica, se da por
descontado en todas las discusiones sobre el otorgamiento de facultades de
Policía judicial al Ejército. Es sorprendente el escaso esfuerzo investigativo
que se le ha dedicado en el país a la verificación de estos planteamientos.
Cuando la justicia penal aclara menos del 5 por ciento de los homicidios que se
cometen, uno se sorprende al enterarse que ciertas ONG´s manifiestan en sus
informes ser capaces de identificar a los autores de la violencia. Parecería que
para «probar» la autoría de un incidente basta con que éste encaje en alguno de
los guiones preestablecidos. Sorprende además la asimetría del argumento que
tiende a considerar como ilegítimas, o abiertamente criminales, las actuaciones
de las organizaciones armadas que defienden unos intereses y simultáneamente
tiende a legitimar las de los grupos armados que defienden otros intereses. Lo
que este prejuicio refleja es la naturaleza esencialmente normativa de tales
análisis que parten de la premisa de que unos intereses son menos legítimos
que otros. Algunas encuestas recientes revelan que la realidad colombiana no
encaja muy bien dentro de los estereotipos de la violencia oficial. Sin desco-
nocer la relevancia del problema de la violación de los derechos humanos,
relevante para el país, algunos datos muestran que en Colombia no es despre-
ciable el porcentaje de hogares pobres que se sienten protegidos por la Policía
o por las Fuerzas Armadas. Además, parece ser mayor la desconfianza hacia
los organismos de seguridad del estado en los estratos altos de ingresos. (…)
Por otro lado, tanto los guerrilleros como los paramilitares se perciben como
un factor de inseguridad, aún en los estratos bajos. Tanto la consideración de
la guerrilla como «la principal amenaza», como el acuerdo con las acciones
revolucionarias, o con la afirmación de que la principal prioridad del país en
220
Crimen e impunidad. Precisiones sobre la violencia
los próximos años es «la lucha antiguerrillera» no parecen depender del nivel
económico de los hogares. Por el contrario, el porcentaje de hogares que se
manifiestan «de acuerdo con el statu-quo» es casi 2.5 veces superior en el
nivel más bajo de ingresos que en el mayor (Ver: Cuellar, Maria Mercedes.
Valores, instituciones y capital social. Resultados preliminares publicados en
la Revista Estrategia No. 268). (pp. 108-109)
Desde el punto de vista de lo que podría llamarse la filosofía de la penali-
zación, la sugerencia de la negociación como única alternativa para enfrentar
el delito político desconoce una función del encarcelamiento que alguna
literatura política considera fundamental: la de inhabilitar al infractor, o sea
mantenerlo bajo la supervisión de tal manera que no pueda seguir atentando
contra los derechos de terceros (Ver por ejemplo Tanry y Farrington, 1995, p.
249). A otra de las funciones de la justicia penal, la retribución –que no es más
que un sinónimo políticamente correcto del término venganza– tampoco se le
da la menor importancia.
Por otro lado, tal recomendación –negociar y no sancionar– presupone
una visión del sistema penal preocupada exclusivamente por los derechos del
infractor. “Cuando Frank Von Liszt, hacia finales del siglo pasado y dentro
del marco de su lucha por la reforma de la política criminal alemana, pudo
decir del derecho penal que éste debía ser la carta magna del delincuente,
resumió con esa frase uno de los grandes logros de la cultura liberal en materia
de derechos humanos (Orozco, 1992, p. 43). No hay una consideración de los
derechos de las víctimas ni de los costos económicos y sociales del delito polí-
tico. El llamado enfoque de salud pública para el tratamiento de la violencia
considera que ésta afecta la salud de una comunidad y no sólo el orden de
dicha comunidad (Ver Mark Moore, “Public Health and Criminal Justice
Approaches to Prevention” en Tanry y Farrington, 1995). También se descarta
la eventual función ejemplarizante sobre los infractores potenciales, políticos
o comunes. (…) (p. 110)
Un aspecto teórico fundamental que subyace en el diagnóstico corriente
del conflicto armado colombiano, y en la discusión de sus soluciones, es
el de la relevancia de los actores colectivos versus la de los agentes indivi-
duales. Aunque una discusión detallada de este punto sobrepasa el alcance de
este trabajo, puesto que está inmersa en el profundo debate teórico entre dos
concepciones alternativas y rivales del comportamiento, vale la pena hacer
algunas anotaciones. Las visiones colectivistas e individualistas de la sociedad
reflejan una diferencia esencial entre lo que podría denominarse la perspec-
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Crímenes Altruistas
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¿CRIMEN O DELITO POLÍTICO?
Fernando Cepeda Ulloa
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Apuntes de Merlín
UN DEBATE PERTINENTE
Francisco José Lloreda Mera
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¿SI COLOMBIA NO ES UNA DEMOCRACIA,
ENTONCES QUÉ ES?
Darío Acevedo Carmona
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Crímenes Altruistas
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¿Si Colombia no es una democracia, entonces qué es?
nuestra cuando traen a cuento los males que la aquejan. Debemos entender,
adicionalmente, que la dictadura, en cambio, no es susceptible de perfec-
cionar, las dictaduras se abaten o se eternizan pero no son mejorables, lo que
sí la democracia.
229
CONVERSATORIO CON SAVATER*
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Crímenes Altruistas
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Conversatorio con Savater
Bueno, este problema está ligado al tema del nacionalismo, las identi-
dades culturales, de todas esas cosas mitologías que han crecido junto con
la urbanización y como una especie de contra... Pues hizo que algunos de
los que estábamos allí, pues tuviéramos un especial interés, yo lo recuerdo,
porque he sido profesor de ética muchos años, pero no era la cuestión nacio-
nalista ni el terrorismo las cosas que más me interesaban. Lo que pasa es
que me parece que era una obligación para quienes hemos tenido la suerte
de poder tener educación, y poder tener una serie de ventajas en la vida, pues
tomar una postura y servir de voz a los que no podían expresarse, por tener
miedo, por acceso a los medios de comunicación. Y por eso algunos nos vimos
envueltos en esas cuestiones y hemos intentado hacer unos grupos sociales
que movieran la población en contra el terrorismo. Porque en el País Vasco lo
que hacía falta era que la población reaccionase. Hubo una época en que no
solamente había atentados, sino que la familia de quien había tenido un aten-
tado inmediatamente se escondía en su casa, no se mostraba en público, a los
asesinados se les enterraba a las ocho de la mañana (para que no se supiera,
digamos, cuándo había sido enterrados), es decir, para evitar el contagio que
suponía el hecho de que te hubieran matado un familiar. Eso quería decir que
ya se habían fijado en ti, y por lo tanto, todos los demás, sintiéndolo mucho,
pues se apartaban de ti, te dejaban solo porque era peligroso mostrarte dema-
siada simpatía, solidaridad, lo que sea.
Esto se fue venciendo, poco a poco, a base de movilizaciones sociales, de
movimientos pacíficos que se manifestaban y que salían a la calle venciendo
el clásico miedo... la pereza, y todas estas cosas. Y poco a poco se ha ido efec-
tivamente movilizando la sociedad. Y últimamente, pues ya, por lo menos, las
víctimas están apoyadas y todo el mundo las reconoce y gozan de una visibi-
lidad social que no tenían antes. Pero el problema sigue estando ahí, ¿no?
El problema ideológicamente fue que ETA era un grupo terrorista que
nació durante el franquismo. Y entonces, después, había una serie de gente
que pensaba que, bueno, pues que era un grupo anti-franquista y por lo tanto
pues tenía que ser democrático, ¿no? Esa era una de las supersticiones que
ha habido durante mucho tiempo en España, ¿no? Que todos los anti-fran-
quistas eran demócratas. Los anti-franquistas eran anti-franquistas; unos por
demócratas y otros porque eran tan poco demócratas como Franco, pero de un
signo totalmente opuesto. Y claro, eso pues se dio también en grupos como el
propio ETA, ¿no? ETA, naturalmente, era un grupo anti-franquista. Mataron
al vice-presidente del Gobierno, a Carrero Blanco y bueno... la oposición al
233
Crímenes Altruistas
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Conversatorio con Savater
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Crímenes Altruistas
y hoy hace ya casi año y medio que no tenemos atentados mortales de ETA,
a pesar de que ETA ha insistido y ha intentado realizar atentados en distintas
ocasiones, pero todos han sido frustrados por torpeza, porque son bisoños los
actores terroristas, o porque no han tenido suerte.
Y eso, tal vez, yo la parte que más... o que yo más fácil puedo tocar es la
parte de discusión o de debate en torno al problema del terrorismo, es decir,
para quitarle al terrorismo su aura más o menos romántica, su aura digamos de
guerrilla progresista, incluso equivocada. Los consideran equivocados pero
todavía del lado, digamos, de los ángeles, ¿no? Y entonces, luchar contra esa...
contra esa aura... Y decir que las sociedades democráticas pues efectivamente
están llenas de imperfecciones, y que entonces cualquiera podría encontrar
motivo para crímenes simplemente señalando imperfecciones más o menos
reales de las sociedades, y que es verdad que muchas de ellas arrastran lacras
terribles, no solamente en Europa, en otras partes del mundo más notables.
Pero que eso no justifica el hecho de que se empleen métodos terroristas,
que está supremamente demostrado que no resuelven los problemas en cuyo
nombre a veces dicen que van a actuar, y que por otra parte sirven a intereses
muy concretos de grupos que brutalizan la vida política. Porque desgracia-
damente el terrorismo actúa sobre los ciudadanos aterrorizándoles y fasti-
diando, digamos, toda su vida. Pero también, a veces, lleva a los gobiernos a
cometer excesos o atropellos. En España ha ocurrido el episodio de los GAL,
un grupo más o menos paramilitar que apareció y en cuya promoción estaban
implicadas autoridades y, naturalmente, entonces, el terrorismo no solamente
crea terror entre la ciudadanía sino que brutaliza la vida política y lleva...
o crea a veces, la tentación de prácticas indebidas, abusivas también en la
propia democracia. Por lo cual su función es totalmente negativa. Yo creo
que hoy en Europa, pues esas cosas están relativamente aceptadas ya, para
Europa. Pero... en cambio cuando los europeos... muchos europeos miran
hacia... por ejemplo hacia América, pues tienen una visión virreinal. O sea,
ellos consideran que cosas que... les horrorizaría ver en sus países, pero que
están muy bien en otros países iberoamericanos. Porque a ellos no les gusta
que comandantes vestidos de verde oliva den órdenes a la población, dictato-
rialmente. Pero en cambio si eso ocurre en otro país del Caribe pues les parece
que la cosa es más... Porque hay una gente que sí... yo me acuerdo haber
vivido épocas en que se nos intentaba convencer de que los albaneses, por
ejemplo, vivían perfectamente felices llevando zapatos de cartón y chaquetas
hechas de arpillera porque ellos eran personas que no estaban en el mundo
236
Conversatorio con Savater
del consumo, como nosotros, sino que vivían una especie de espiritualidad
sublime, que naturalmente se vio luego que era bastante deficitaria, que los
pobres albaneses lo que querían era vivir como todo el mundo y desde luego
mejor de lo que no habían vivido hasta entonces.
Y bueno, pues en la misma forma, ahora todavía se sigue teniendo una
imagen más o menos idílica de... o a veces idílica de la guerrilla, o no se
entiende, no se hace un esfuerzo por entender en absoluto los problemas que
pasan democracias... las democracias en Iberoamérica. Lo que no oculta,
evidentemente, la necesidad de una profunda reforma social en Iberoamérica,
porque eso es evidente, que hace falta una profunda reforma social y hace
falta una reforma social que posibilite la creación de una extensión de la clase
media y de una lucha contra los dos enemigos fundamentales que tiene la
democracia en todas partes, que son la miseria y la ignorancia. Sin luchar
contra la miseria y la ignorancia es imposible mantener y extender la demo-
cracia. Pero eso, claro... que haya tareas por hacer y que haya quizá reformas
profundas y que haya incluso medidas radicales incluso de orden político que
tomar en algunos países, eso, naturalmente, no justifica el hecho de que un
grupo de voluntariosos criminales, alimentados por narcotraficantes... pues
vayan a solucionar ningún problema real de un país, ¿no?
De modo que... ya le digo, yo no me atrevo ni puedo tener la pretensión de
hablarles a ustedes y de darles esclarecimiento sobre la cuestión de Colombia,
que ustedes conocen bien, ¿no? He colaborado en lo que he podido. Noso-
tros formamos un pequeño grupo allá en Medellín, con algunos amigos del
Ateneo Porfirio Barba Jacob, e hicimos una serie de charlas tituladas “Sin
armas contra las armas”, en las cuales pues íbamos un poco contando nuestra
experiencia en “Basta ya” y en los movimientos sociales del País Vasco, en
lo que pudiera eso servir a grupos y a otras personas que estaban aquí en
una lucha por los derechos humanos y por la pacificación y por la justicia en
Colombia. Pero, claro, obviamente yo no tengo un mensaje que darles más
que contarles un poco lo que valga mi experiencia y pues si quieren ustedes
voy a estar encantado de escuchar sus reflexiones y si es posible comentarles
lo que ustedes me pidan.
[Aplausos]
(...) A veces se lleva a personalidades extranjeras de buena voluntad a
España para preguntarles, ¿verdad que usted cree que es mejor el diálogo que
la fuerza? Todo el mundo dice, sí, claro, naturalmente. Es como... si a usted
le dice ¿Usted qué cree que es mejor, comer una comida sana o beber ácido
237
Crímenes Altruistas
prúsico? Todo el mundo dice: “Pues comer una comida sana”. Claro que es
que hay preguntas que llevan su respuesta explícita... ¿no? Salvo Gengis Kan
y algún otro personaje de la misma línea nadie dice que... él prefiere los caño-
nazos a dialogar con las personas. Eso no ayuda para nada. El problema es
que en el País Vasco, se ha hablado constantemente... es decir... claro que hay
diálogo.... Es decir, si se hace un Parlamento es para dialogar. Y en el Parla-
mento lo que debe imperar es el diálogo, que sea un diálogo vivo, e incluso
brusco en ocasiones, pero está sustituyendo a la violencia de otro orden.
Entonces, ese es el diálogo. Y ese diálogo, en el País Vasco ha existido entre
instituciones y entre personas y ha servido para que una serie de personas de
las que íbamos a los mítines de Batasuna, a dialogar con los que opinaban otra
cosa que nosotros, y los profesores que hablaban con los alumnos y trataban
no se qué... hayan pasado una lista y ahí ha ido engrosando poco a poco la lista
de víctimas de ETA. Es decir, en el País Vasco el diálogo ha servido para dar
nombres a los etarras de gente que era peligrosa, que había que eliminar. Pero
por lo demás no se ha avanzado en ningún otro punto, porque lo que quiere, lo
que llama diálogo el nacionalismo radical es simplemente a que digan cuando
me da usted lo que le pido. Y por supuesto eso no es dialogar.
La idea de que en cualquier situación se puede dialogar es absurda. Si un
atracador te pone una pistola en el pecho y te pide la cartera y tú dices... espere
un momento que la estoy buscando, no estás dialogando con él. Eso no es un
diálogo. Un diálogo exige, para que lo tomemos mínimamente en serio, una
posición de reconocimiento mutuo dentro de un marco aceptado por los dos.
Y eso es lo que precisamente el terrorismo niega por definición. El terrorismo
ha ido limpiando el campo de oponentes que pudieran hablar con él. Por lo
menos, insisto, estoy hablando siempre del País Vasco, que es lo que yo sé y
lo que conozco. En otros lugares pueden haber experiencias distintas, puede
haber circunstancias diferentes porque ahora, desgraciadamente, tenemos una
gama de terrorismos desde los internacionales islámicos, guerrilleros... muy
amplio. Se sigue ahora exigiendo diálogo como si no hubiera pasado nada en
los últimos 25 años. Como si no hubieran muerto una serie de personas que
intentaron dialogar, como si no se hubieran hecho esfuerzos en el Parlamento
por explicar y dialogar. Como si todo eso no hubiera existido, vuelven otra
vez a decir, ¿por qué no dialogamos? Y el diálogo vuelve a ser: “Acepte usted
los planteamientos de partida que tengo yo y a partir de allí pues vamos a ir
hablando”. Entonces, claro, eso, eso es lo que tiene bloqueada la situación en
el País Vasco.
238
Conversatorio con Savater
(...)
....había la idea de los derechos colectivos que se ponían a la misma
altura que los derechos humanos. Primero, los derechos que tienen los sujetos
individuales, los derechos humanos, porque humanos sólo somos los indi-
viduos. Naturalmente... hay muchos derechos humanos que tienen efectos
colectivos, o efectos públicos. El derecho a la libertad de expresión, eviden-
temente, tiene efectos públicos. O el derecho a la libertad religiosa, que yo
pueda salir en procesión el día de Viernes Santo. Eso es un derecho indivi-
dual mío, religioso, pero que tiene un efecto público que es la procesión de
las personas el día de Viernes Santo. Es decir, una cosa es que los derechos
individuales, por ejemplo, lingüísticos, que son unos muy importantes en el
País Vasco... Una cosa es que las personas tengan derecho a hablar su lengua
materna y a educarse en su lengua materna, y que dentro de una fracción
determinada la lengua esa pueda ser (...) enseñada, utilizada también en los
medios públicos, etc., etc. O sea, una cosa es que el hablante tenga derecho
a su lengua y otra cosa es que la lengua tenga derecho a salir a la calle a
buscar hablantes que no los tiene, y a imponerse a los que no la hablen. Eso
son dos cosas distintas. Entonces, en España, el problema de que después de
muchos años de un imperialismo que quería negar el derecho de todas las
demás lenguas que se hablan en España a tener una normalidad y a ser reco-
nocidas normalmente... frente a eso ahora surge la idea de que las lenguas en
sí mismas tienen derecho a conseguir hablantes que no los tienen. Entonces,
ese es uno de los ejemplos de estas... creo yo, de este planteamiento, de pasar
del derecho individual, que es perfectamente respetable, a la colectivización
de ese derecho. Entonces, eso me parece que tiene unos efectos... puede tener
unos efectos muy negativos en la democracia, la idea de creer que los dere-
chos son colectivos, de quienes están formados por grupos que tienen un
derecho determinado a una cosa frente al resto de los ciudadanos que tienen
un derecho.
Presidente Uribe. Yo quisiera... desde la óptica nuestra, decir qué piensa
el gobierno en materia de derechos humanos. Legitimar una política de segu-
ridad en un estado de opinión requiere (...) requiere transparencia. Y además
son presupuestos para que esa política sea sostenible. Una política de segu-
ridad tiene que ser permanente. Yo diría que aquí tiene dos fases: una fase
mientras se recupera el orden público y una segunda fase indefinida, inago-
table, de mantenimiento. Y tiene que sustentarse en opinión pública. Y ese
sustento de opinión pública demanda eficacia y demanda transparencia.
239
Crímenes Altruistas
Hace dos días me preguntaban en una Universidad; por aquí está uno
de mis contertulios, hace dos días, allá, el doctor Pizarro Leongómez. Me
decían, bueno, pero usted denominándolos terroristas cierra la posibilidad de
hacer acuerdos de cumplimiento de los derechos... del derecho internacional
humanitario con ellos. Mi respuesta ha sido la siguiente: el país lleva décadas
proponiéndoles acuerdos de cumplimiento del derecho humanitario. Y eso ha
sido imposible. Entonces he dicho: para ese efecto da lo mismo llamarlos
terroristas o decir que son afiliados a la Congregación Mariana.
¿Qué nos ha parecido práctico, conectando el tema con lo de la legitimidad
de la política? Que independientemente de que estos señores respeten o no el
derecho internacional humanitario, el gobierno tiene que dar ejemplo en materia
de observancia de los derechos humanos. Entonces, he dicho en el escenario
político, y he dicho en lo que es mi tarea pedagógica y de dirección permanente
de las Fuerzas Armadas y de la Policía: a nosotros no nos debe preocupar si
estos señores cumplen o no con derecho humanitario. Nosotros tenemos que
preocuparnos es... como fuerza institucional y constitucional de Colombia,
cumplir con los derechos humanos. Ser tan entregados a la causa de la eficacia
de la seguridad como a la causa de la observancia de los derechos humanos.
Savater. Vamos... me gustaría insistir en esto que dice el Presidente porque
creo que es muy importante. Es decir, uno... un Estado, una democracia no respeta
los derechos humanos, por ejemplo si es un terrorista o quien sea, por hacerle un
favor al terrorista, sino por la dignidad del propio Estado. Porque... es decir, uno
no respeta los derechos humanos como una concesión de debilidad, digamos,
hacia el terrorismo, sino como una demostración de la fuerza y de la dignidad...
Por lo tanto, es fundamental que sin esperar... no vamos a esperar a que Bin Laden
se vuelva... es decir... una persona con la que nos gustaría tomar el té... Antes de
eso, nosotros tenemos que comportarnos... precisamente porque estamos defen-
diendo algo frente al terrorismo. Si estamos defendiendo algo frente al terrorismo
no podemos ponerlo en almoneda para luchar contra el terrorismo. Es decir, lo
que estamos defendiendo frente al terrorismo es eso. Y algún día, cuando los
terroristas abandonen las armas y cambien su actitud, etc., vendrán a integrarse
en la sociedad; pero no en la sociedad que ellos quieren, sino en la sociedad que
nosotros habremos que tengan. Eso es un poco uno de los puntos esenciales que
vive el País Vasco. Cuando dicen... ¡No! ¡Hay que dejarles una salida! ¡Sí! Hay
que dar una salida a los terrorismos para que se incorporen a la sociedad, pero no
a una sociedad conformada tal como ellos quieren, sino a una sociedad... cuyos
valores, cuyas garantías, las hemos defendido frente a ellos.
240
Conversatorio con Savater
241
Crímenes Altruistas
242
Conversatorio con Savater
243
Crímenes Altruistas
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SAVATER, EL TERRORISMO Y URIBE
Jaime Jaramillo Panesso
245
Crímenes Altruistas
nentes. La gran mayoría de los españoles son contrarios a dialogar con ETA,
puesto que dialogar para ellos es aceptarles de entrada su propuesta y sus
medios de imponerla.
El conversatorio entre Uribe y Savater es una muestra de diálogo pedagó-
gico y esclarecedor, que partió de las diferencias que existen entre el problema
en España y el colombiano, además de sus coincidencias clave. También son
diferentes las características entre el conflicto en Irlanda de Norte y el Reino
Unido y el accionar terrorista del Ira. Sin embargo tres irlandeses de esa mili-
tancia fueron capturados y estúpidamente liberados, por complicidad activa y
explosiva con las Farc.
Savater tiene bien definido su pensamiento en estos apartes:
Poner bombas o secuestrar a ciudadanos no son actividades políticas en una democracia,
lo mismo que no es una actividad religiosa asesinar herejes o a los blasfemos, por lo que
quienes cometen tales fechorías no pueden ser consi-derados presos de conciencia.
Ante el terrorismo y su intimidación explícita o implícita, muchos reclamamos que el estado
de derecho utilice a fondo las armas de la ley: sólo las armas de la ley, pero todas las armas de
la ley. Es indecente que, tras cada atentado, los mismos que dicen que la violencia terrorista
es inaceptable nos recuerden que sin embargo existe un conflicto político (delito político).
En la democracia todo es diálogo, menos pegar tiros y poner coches bomba para salirse con
la suya de modo extraparlamentario. Los únicos que no quieren diálogo son los que apoyan
el terrorismo –ellos le llaman «lucha armada»– como si sus víctimas fueran asesinadas en
combate y no en emboscadas mientras iban a comprar el periódico o a trabajar.
¿Quién puede ser llamado «preso político»? Sólo quien ha sido condenado a prisión por
realizar políticas ilegales ; pero no quien va a la cárcel por cometer cualquier tipo de delito
por motivos políticos; el que asesina, extorsiona, roba, tortura, secuestra, apalea o causa
estragos movido por ideas políticas. La guerra no es la prolongación de la política por
otros medios, sino un medio extra político de conseguir aquello que la política (es decir,
el conflicto ritualizado entre intereses contrapuestos) no puede lograr. Los prisioneros de
guerra no son presos políticos.
246
LA LIBERTAD, DISTINTIVO DE LA DEMOCRACIA
Alfonso Monsalve Solórzano
247
Crímenes Altruistas
248
EL CASO ESPECIAL DE COLOMBIA
¿LEY DE AMNISTÍA PARA EL ELN?
Es indispensable abrir ya un amplio debate nacional frente a este tema
Eduardo Pizarro Leongómez
249
Crímenes Altruistas
Colombia. A las naciones muy débiles se les exige poco debido a su debilidad.
A las naciones poderosas se les exige poco debido a su fortaleza.
A pesar de estos dobles y triples estándares, Colombia ha decidido dar un
ejemplo internacional, llevando a cabo una experiencia inédita que ninguna
nación en el mundo ha intentado: firmar un acuerdo de paz con grupos armados
no derrotados en el campo de batalla, aplicando justicia. No aplicando justicia
quince o veinte años después como en Chile o Uruguay, países en los cuales
los responsables de graves crímenes contra la humanidad se pasean todavía
por las calles de Santiago o Montevideo.
Se trata, sin embargo, de una tarea nada fácil. El Alto Comisionado para
la Paz, Luis Carlos Restrepo, intentó, mediante la Ley de Alternatividad Penal,
superar estos escollos. Sin embargo, se desató un vendaval violento de críticas,
tanto en el ámbito nacional como en el internacional, que consideraron que esa
Ley era una fuente de impunidad. Por ello, fue necesario impulsar una nueva
ley, la Ley de Justicia y Paz, que, a pesar de endurecer las penas y exigencias
a los desmovilizados de las Auc, siguió recibiendo duras críticas con el argu-
mento de que no se ajustaba a los “estándares” internacionales.
Si esta ha sido la reacción frente a dos leyes que buscaban un equilibrio
entre justicia y paz, ¿cuál podría ser la reacción frente a una ley de amnistía
e indulto?
Es indispensable abrir ya un amplio debate nacional frente a este tema. El
presidente Álvaro Uribe Vélez ha planteado que las negociaciones con el Eln
y las Farc se harán en un marco jurídico y político distinto a las que tuvieron
lugar con las Auc.
Yo creo que la paz merece muchos sacrificios. Pero, ¿qué estamos
dispuestos los colombianos a sacrificar para lograr ese bien tan añorado?
250
AMNISTÍAS E INDULTOS, SIGLOS XIX Y XX
Mario Aguilera
251
Crímenes Altruistas
252
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
253
Crímenes Altruistas
254
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
255
Crímenes Altruistas
Delitos Políticos
y comunes. Se
exceptúan el asesinato, Con motivo de la expedición
1820 Congreso de
Indulto homicidio voluntario, de la Ley fundamental de
Ene. 19 Angostura
sodomía, espionaje y Colombia.
conspiración contra la
patria en territorio libre.
Delitos Políticos y
Todos los habitantes de la
1820 comunes “sean cuales
Amnistía Santander provincia de Antioquia,
Feb. 8 fueran las faltas que
prófugos o enemigos.
hayan cometido”.
Delitos políticos
y comunes; se
exceptúan homicidio,
1821 Congreso de falsificación de Con motivo de la instalación
Indulto
Jun. 21 Cúcuta moneda, malversación del Congreso de Cúcuta.
de caudales políticos,
rapto, hurto, bestialidad,
sodomía y desafío.
Colombianos y Venezolanos.
1827
Amnistía Congreso Delitos políticos. Fueron restituidos a sus
Jun. 15
empleos.
256
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
Delitos Políticos y
1849 comunes ocurridos
Indulto Mosquera
Ene. 1 entre junio 1 de 1847 y
abril 20 de 1847.
257
Crímenes Altruistas
Delitos políticos y de
1849 Amnistía e José Hilario Comprendía responsabilidad
imprenta ocurridos
Jul. 20 Indulto López pecuniaria.
hasta junio 1.
Delitos políticos
1851
Indulto acaecidos en la ciudad
Jul. 12
de Ambalema.
Delitos políticos
Amnistía e contra el orden
1851
Indulto público en Túquerres,
Septiembre 1850.
Delitos políticos,
contra el orden público
1851 Indulto
en Popayán, Pasto y
Túquerres.
Delitos políticos.
Tomás Rebelión del general
1851 Indulto Herrera, jefe Eusebio Borrero en
del ejército provincias de Córdoba,
Medellín y Antioquia.
Delitos políticos
rebelión de 1851 en
provincias de Bogotá,
1851 Indulto Obaldía Tunja, Tundama,
Mariquita, Neiva,
Buenaventura, Cauca
y Pamplona.
258
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
José Hilario
López “por Delitos políticos,
1854 Cantones de Santander
Indulto facultades ocurridos el 18 de
Jun. 26 y Torres.
conferidas por mayo en Santander.
el ejecutivo.”
Excluida a cabecillas y a
1854 empleados públicos. Debía
Indulto Obaldía Delitos Políticos.
Sep. 20 existir sometimiento a las
autoridades.
Beneficiarios debían
Delitos políticos
1855 permanecer 8 años fuera
Indulto Congreso cometidos entre abril 8
May. 29 del país o fuera de ciertas
y diciembre 4 de 1854.
provincias.
259
Crímenes Altruistas
260
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
Comprometidos en la guerra
de 1895, con excepción de “los
Delitos políticos individuos que habiendo estado
1886 Campo cometidos “desde el 1 en servicio militar, hubieren
Amnistía
Jul. 20 Serrano de diciembre de 1884 sido o estuvieran acusados de
hasta la fecha.” delito de traición, y los que
hubieren sido condenados a
pena por este mismo delito”.
261
Crímenes Altruistas
Comprometidos en la guerra
de 1895, con excepción
de “los cabecillas que
organizaron en el extranjero
1895 expediciones invasoras del
Indulto Caro Delitos políticos.
Nov. 9 territorio colombiano, y los
individuos que por haber
tomado parte en ellas han
sido juzgados y penados por
Consejos de Guerra”.
262
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
Militares condenados en
Consejos Verbales de Guerra
1945 Indulto Congreso Delitos políticos.
por el golpe militar de Pasto
del 10 de Mayo de 1944.
Rebelión, sedición,
asonada y delitos
conexos ocurridos
1953 G. Rojas durante el fallido
Amnistía Militares.
Ago. 21 Pinilla golpe militar del 10 de
julio de 1944 contra
el presidente Alfonso
López Pumarejo.
Delitos de asonada
conexos, perpetrados
en la Universidad Tanto para particulares como
1967
Amnistía Nacional de Colombia para miembros de la fuerza
Nov. 15
en Bogotá, entre pública.
octubre de 1963 a
junio de 1967.
263
Crímenes Altruistas
264
Amnistías e indultos, siglos XIX y XX
Delitos políticos
como rebelión,
sedición y asonada y
delitos conexos con
los anteriores. Se Movimiento 19 de
exceptúan el genocidio Abril. Ejército Popular
1991 Amnistía e y homicidios de Liberación, Comando
C. Gaviria
Ene. 22 Indulto cometidos fuera de Quintín Lame y Partido
combate, con sevicia, Revolucionario de los
o colocando a la Trabajadores.
víctima en estado de
indefensión, y los
actos de ferocidad o
barbarie.
Delitos de rebelión,
sedición y asonada,
con anterioridad a la
promulgación de la Grupos guerrilleros o
1991 Amnistía e Constitución Política. individuos que demostraran su
C. Gaviria
Ago. 12 Indulto Se exceptúan delitos “pertenencia actual o pasada a
atroces, los cometidos un grupo guerrillero”.
fuera de combate o en
estado de indefensión
de las víctimas.
Delitos políticos de
rebelión, sedición,
asonada, conspiración
Indulto y y los conexos con
“cesación de éstos. Se excluyen
procedimiento, genocidios, homicidios Grupos subversivos, de
1993
preclusión de Congreso cometidos fuera justicia privada o “milicias
Dic. 30
la instrucción de combate y con populares, rurales o urbanas”.
y resolución sevicia colocando a la
inhibitoria” víctima en estado de
indefensión, secuestro
o actos de ferocidad o
barbarie.
Delitos políticos y
Indulto y
conexos. Se excluye Grupos guerrilleros, milicias
“cesación de
el secuestro, delitos populares, rurales y urbanas,
procedimiento,
1995 atroces, homicidios y grupos de justicia privada.
preclusión de Congreso
Dic. 26 fuera de combate o Es una prórroga de la vigencia
la instrucción
aprovechándose del de la ley 104 de Diciembre 30
y resolución
estado de indefensión de 1993.
inhibitoria”
de las víctimas.
265
DECISIÓN MARCO DEL CONSEJO EUROPEO
de 13 de junio de 2002 sobre la lucha contra el terrorismo
Actos adoptados en aplicación del título VI del Tratado de la
Unión Europea
El Consejo de La Unión Europea
Considerando lo siguiente:
(1) La Unión Europea se basa en los valores universales de la dignidad
humana, la libertad, la igualdad y la solidaridad, el respeto de los derechos
humanos y las libertades fundamentales. Tiene como fundamento el principio
de la democracia y el principio del Estado de Derecho, principios que son
comunes a los Estados miembros.
(2) El terrorismo constituye una de las violaciones más graves de estos
principios. La Declaración de La Gomera, adoptada en la reunión del Consejo
informal de 14 de octubre de 1995, afirmó que el terrorismo constituye una
amenaza para la democracia, para el libre ejercicio de los derechos humanos y
para el desarrollo económico y social.
(3) Todos o algunos Estados miembros son parte de diversos convenios
relativos al terrorismo. El Convenio del Consejo de Europa, de 27 de enero
de 1977, para la represión del terrorismo, establece que los delitos de terro-
rismo no pueden considerarse delitos políticos, ni delitos relacionados con
los delitos políticos, ni delitos inspirados por motivos políticos. Las Naciones
Unidas adoptaron el Convenio para la represión de los atentados terroristas
cometidos con bombas de 15 de diciembre de 1997, y el Convenio para la
represión de la financiación del terrorismo, de 9 de diciembre de 1999. En la
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Crímenes Altruistas
268
Decisión marco del Consejo Europeo
269
Crímenes Altruistas
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Decisión marco del Consejo Europeo
271
Crímenes Altruistas
Artículo 5 Sanciones
1 Todos los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para
que los delitos mencionados en los artículos primero a cuarto sean sancio-
nados con penas efectivas, proporcionadas y disuasorias, que puedan tener
como consecuencia la extradición.
2. Todos los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para
que los delitos de terrorismo que se mencionan en el apartado 1 del artículo
primero y los mencionados en el artículo cuarto, siempre y cuando estén
relacionados con los delitos de terrorismo, sean sancionados con penas
privativas de libertad superiores a las que el Derecho nacional prevé para
tales delitos cuando no concurre la intención especial requerida en virtud
del apartado 1 del artículo primero, excepto en los casos en los que las
penas previstas ya sean las penas máximas posibles con arreglo al Derecho
nacional.
3 Todos los Estados miembros adoptarán las medidas necesarias para
que los delitos mencionados en el artículo segundo, sean sancionados con
penas privativas de libertad, de las cuales la pena máxima no podrá ser infe-
rior a quince años para los delitos mencionados en la letra a) del apartado 2
del artículo segundo y ocho años para los delitos mencionados en la letra b)
del apartado 2 del artículo segundo. En la medida en que los delitos enume-
rados en la letra a) del apartado 2 del artículo segundo se refieran única-
mente al acto contemplado en la letra i) del apartado 1 del artículo primero,
la pena máxima contemplada no podrá ser inferior a ocho años.
272
Decisión marco del Consejo Europeo
273
Crímenes Altruistas
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Decisión marco del Consejo Europeo
sea cual fuere el lugar en el que el grupo terrorista tenga su base o ejerza sus
actividades delictivas.
5 El presente artículo no excluye el ejercicio de una competencia en
materia penal establecida en un Estado miembro con arreglo a su legislación
nacional.
275
Crímenes Altruistas
Fuente:http://europa.eu.int/cgi-bin/eur-lex/udl.pl?REQUEST=Seek-Deliver&LANGUAGE=e
s&SERVICE=eurlex&COLLECTION=oj&DOCID=2002l164p00030007
276
SALVAMENTO DE VOTO
SENTENCIA C-456 DE 1997
277
Crímenes Altruistas
278
Salvamento de voto
delito político va más allá de la posibilidad de que esos hechos punibles sean
eventualmente amnistiados o indultados. En efecto, si las normas sobre amnistía
e indulto fueran la única referencia que la Constitución hace al delito político,
entonces la tesis de la Corte podría tener algún sustento. Así, en gracia de discu-
sión, podría aceptarse que en tal caso, y en virtud del principio de igualdad, los
comportamientos delictivos de los rebeldes y sediciosos deberían ser sancio-
nados como los de cualquier delincuente, por lo cual podría no ser legítima una
norma que excluyera de pena los delitos cometidos en combate. Además, si así
estuviera redactada nuestra Constitución, la única razón para atribuir un carácter
político a un hecho punible sería permitir su eventual indulto o amnistía, por lo
cual podría ser razonable exigir que fuera la ley de amnistía o de indulto, ex post
facto, y con una mayoría calificada, la que definiera cuáles son los hechos puni-
bles que quedan excluidos de pena. Sin embargo, lo cierto es que nuestra Carta
no se limita a señalar que los delitos políticos pueden ser indultados o amnis-
tiados sino que confiere a los autores de esos hechos punibles otros beneficios.
La sentencia ignora entonces que la Constitución establece una doble
prerrogativa en favor del delito político. De un lado, estos hechos ilícitos
pueden ser indultados o amnistiados, privilegio político eventual, que es el
único que toma en consideración el análisis de la Corte. Pero de otro lado, tales
delitos no generan inhabilidades para desempeñar ciertos cargos oficiales alta-
mente cualificados, ni pueden dar lugar a la extradición, con lo cual la Carta
establece unos beneficios jurídicos directos en favor del delincuente político,
los cuales no están sujetos a una eventual amnistía o indulto sino que ocurren
en todos los casos en que se comete un delito político, como la rebelión o la
sedición. Así, un rebelde que haya cumplido su pena, y que no haya cometido
otros delitos dolosos, puede, conforme a la Constitución, llegar a ser congre-
sista o magistrado de las altas cortes.
Esta omisión debilita entonces la argumentación de la Corte, ya que la
Corporación debió mostrar que la decisión de inexequibilidad del artículo
acusado era compatible con todas las normas constitucionales que regulan
el delito político, y no sólo con las relativas a la amnistía y el indulto, pues
es obvio que si la sentencia contradice algunas de esas otras disposiciones,
entonces en principio debe ser considerada jurídicamente incorrecta. En
efecto, el deber más elemental de un juez es que sus decisiones al menos no
contradigan el sentido normativo de las normas que pretende aplicar.
Con todo, algunos podrían considerar que esta debilidad argumentativa,
si bien puede restar fuerza persuasiva a la sentencia, no afecta su corrección
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Crímenes Altruistas
280
Salvamento de voto
de los combates, daños en los bienes de otros, así como muertes y lesiones
personales a los miembros de la Fuerza Pública, pues tales son las inevitables
y dolorosas consecuencias de un levantamiento en armas. En tales circuns-
tancias, la inexequibilidad de la norma demandada, según la cual esos delitos
no eran punibles si se cometían en combate, equivale a una derogación de
las disposiciones constitucionales que conceden un tratamiento privilegiado
al delito político, diverso a la eventual amnistía o indulto, pues ¿qué sentido
tiene que la Constitución señale que no genera inhabilidad ser condenado por
rebelión, si la inhabilidad surge de los otros hechos punibles que inevitable-
mente se cometen durante los combates? ¿O es que la Corte está imaginando
un alzamiento armado sin combates? Esto sería a lo sumo un desfile militar de
protesta, pero no una rebelión.
Por las anteriores razones creemos que la Constitución no sólo auto-
riza sino que incluso exige un tratamiento punitivo benévolo en favor de los
rebeldes y sediciosos, el cual, como acertadamente lo señala uno de los inter-
vinientes en el proceso, implica la conexidad, vale decir la absorción de los
delitos comunes cometidos en combate por el delito político. En efecto, la
penalización, como delitos autónomos, de los homicidios, las lesiones o los
daños en cosa ajena, que inevitablemente se producen durante los enfrenta-
mientos armados, hace que sea, en la práctica, imposible el privilegio punitivo
del rebelde. Este aspecto ha sido reconocido desde antaño, pues el artículo 139
del Código Penal de 1936 ya disponía un trato especial para los delitos polí-
ticos, lo que incluso contaba con el respaldo de la jurisprudencia de la Corte
Suprema de Justicia, quien manifestó:
Mas, también ese es el sentido obvio y natural de las expresiones que la ley emplea para
consagrar los delitos políticos, cuando requiere el propósito específico de derrocar al
gobierno legítimo, o de cambiar en todo o en parte el régimen constitucional existente, o
de impedir el funcionamiento normal del régimen constitucional o legal vigente, o de turbar
el pacífico desarrollo de las actividades sociales. Y eso es lo que en forma patente acredita
también la circunstancia de que las infracciones comunes que se realicen durante un movi-
miento subversivo, tales como incendio, homicidio y lesiones causadas fuera de un combate
y, en general, los actos de ferocidad y barbarie, se sancionan por separado, acumulando, con
excepción, las penas” 1
281
Crímenes Altruistas
282
Salvamento de voto
283
Crímenes Altruistas
Para demostrar lo anterior resulta pertinente que nos interroguemos sobre qué
es delito político y cuál ha sido la respuesta del ordenamiento jurídico colom-
biano al respecto.
Así, los criterios para tipificar el delito político pueden reducirse a dos:
objetivo y subjetivo.
El primero atiende, para la construcción de la figura delictiva, al bien jurí-
dico que pretende amparar: esencialmente al régimen constitucional, circuns-
cribiendo la delincuencia política a las conductas que el propio legislador
juzga lesivas de dicho bien. Tal el caso del Código Penal colombiano que
en el título II del libro 2o., tipifica la rebelión, la sedición y la asonada como
“delitos contra el régimen constitucional”.
El segundo atiende sólo (o primordialmente) al móvil que anima al agente
en el momento de perpetrar el hecho, independientemente del objeto jurídico
inmediatamente vulnerado. Por ejemplo: un magnicidio cometido por una
persona, sin relación alguna con un movimiento rebelde o sedicioso, pero por
motivos político-sociales, encuadraría dentro de la mencionada categoría, aún
cuando las instituciones estatales no resultan más vulneradas de lo que resultan
con la comisión de cualquier delito común. Fue ése el derrotero indicado por
la Escuela Positiva Penal.
En nuestro sistema prevalece, sin duda, el criterio objetivo pero en
armonía con un ingrediente teleológico, a saber: que el alzamiento en armas
tenga como propósito el derrocamiento del gobierno o la modificación del
sistema vigente, es decir, que el móvil que informe la conducta de los alzados
en armas sea inequívocamente político, razón de ser del tratamiento benévolo
que para ellos se consagra. Tal propósito específico es elemento constitutivo
del tipo y se constituye en el símbolo de esta categoría delictiva.
Sobre los criterios consagrados en nuestro ordenamiento para distinguir el
delito político del común y la justificación de dar al primero un tratamiento más
benévolo que al segundo, se ha pronunciado ya la Corte en múltiples ocasiones.
Un buen ejemplo se encuentra en la Sentencia C-009 de 1995, donde –con
ponencia del Magistrado Vladimiro Naranjo Mesa– dijo la Corporación:
El delito político es aquél que, inspirado en un ideal de justicia, lleva a sus autores y copar-
tícipes a actitudes proscritas del orden constitucional y legal, como medio para realizar el
fin que se persigue. Si bien es cierto el fin no justifica los medios, no puede darse el mismo
trato a quienes actúan movidos por el bien común, así escojan unos mecanismos errados o
desproporcionados, y a quienes promueven el desorden con fines intrínsecamente perversos
y egoístas. Debe, pues, hacerse una distinción legal con fundamento en el acto de justicia,
que otorga a cada cual lo que merece, según su acto y su intención.
284
Salvamento de voto
Esto muestra que desde que nuestro país se constituyó en República inde-
pendiente bajo el influjo –entre otras– de la filosofía que inspiró la “Declara-
ción de los derechos del hombre y del ciudadano”, ha sido casi una constante
en sus Constituciones y en sus leyes penales, el tratamiento diferenciado y
generalmente benévolo del delito político. Al respecto pueden citarse como
ilustrativos algunos hechos: la ley de mayo 26 de 1849 eliminó la pena de
muerte, vigente entonces en el país, para los delitos políticos; la Constitución
de 1863 la abolió para todos los hechos punibles, pero cuando la Carta del 86
la reimplantó, en su artículo 30, excluyó expresamente los delitos políticos. Es
decir: que mientras la pena capital fue abolida para todos los delitos sólo en el
Acto Legislativo de 1910, para los delitos políticos ya lo había sido desde 1849.
El Código Penal de 1936, que acogió el criterio peligrosista del positivismo
italiano, disminuyó notablemente las penas contempladas para los delitos polí-
ticos en el Código de 1890, con la tesis, tan cara a Ferri y Garófalo, de que los
delincuentes político sociales, por las metas altruistas que persiguen, no son
temibles para la sociedad. Así mismo, cabe recordar que el artículo 76, ordinal
19, de la anterior Constitución facultaba al Congreso para conceder amnistía
por delitos políticos, y el 119, ordinal 4 autorizaba al Presidente a conceder, de
acuerdo con la ley, indulto por ese mismo tipo de infracciones.
Dicha tradición sólo vino a sufrir una modificación radical en la década de
los 70, y muy especialmente en el decreto 1923 de 1978 –de estado de sitio–,
conocido como “estatuto de seguridad” en el que la pena para la rebelión que
era de seis meses a cuatro años de prisión, se cambió por presidio de 8 a 14 años
(igual a la del homicidio). Dentro de esa misma tendencia autoritaria, instrumen-
tada casi invariablemente a través de decretos de estado de sitio, debe citarse la
atribución de competencia a las cortes marciales, para juzgar a los sindicados de
delitos políticos, proscrita de manera expresa por la Carta del 91.
285
Crímenes Altruistas
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Crímenes Altruistas
Mori deplora de modo cruel la hospitalidad que las naciones cultas les conceden a esos indi-
viduos (delincuentes políticos); pero entre tanto los pactos internacionales de los pueblos
cultos los excluyen de la extradición. De un lado se exigen excepcionales formas judiciales y
jueces selectos para aumentar sus garantías; de otro, se buscan formas más rápidas y juicios
anormales para hacer más seguro el castigo; acá, persecuciones e investigaciones cuidadosí-
simas; allá, favorecimiento continuo y toda facilidad para la fuga; acá se estudia la manera
de hacerles más rigurosas las penas; allá se busca un orden especial de penas más benignas...
Carmignani combatió hasta el exceso la pena de muerte para los delitos comunes, pero se
doblegó hasta reconocerla como necesaria para los delitos políticos... Guizot sostiene tenaz-
mente la legitimidad de la pena de muerte en los delitos comunes, pero con esa misma tena-
cidad la rechaza en los delitos políticos. En Rusia, fue abolido el suplicio capital para los
delincuentes comunes, pero se conserva con esmero contra los rebeldes. En Francia se admite
el reinado de la guillotina contra los asesinos, pero no se acepta la pena de muerte contra
los delincuentes políticos. ¿Cómo será posible que el pobre entendimiento humano pueda
componer un orden filosófico racional en una materia en que impera tanta confusión? .4
296
Salvamento de voto
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Crímenes Altruistas
Fecha ut supra.
CARLOS GAVIRIA DÍAZ
Magistrado
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NOTA DEL EDITOR
LAS OTRAS FUENTES
Sin lugar a dudas, los artículos y opiniones incluidos en esta antología
conforman un sólido cuerpo de doctrina a favor de la abolición definitiva del
delito político en Colombia, y quizás uno de los alegatos mejor fundamentados
que puedan aportarse en discusión alguna. Las solas alegaciones del Presidente
Uribe sobrepasan las 80 páginas de ideas, argumentos y circunstancias proba-
torias. Tampoco faltan a los proponentes razones filosóficas y de profunda
humanidad (como ocurre en el caso de los escritos del Alto Comisionado Luís
Carlos Restrepo). De la misma forma se acuñan referencias de orden histó-
rico, jurídico y de política nacional (Posada Carbó, José Obdulio Gaviria).
Todo esto nos indica que la administración Uribe no ha estado improvisando,
ni actuando por impulsos, sino haciendo las cosas a partir de un pensamiento
metódico e innovador, tanto del Presidente como de sus asesores y equipo.
Pero los lectores podrán preguntarnos: ¿y el pensamiento de los contra-
rios qué?
Debemos entonces aclarar que desde un comienzo el deseo de Libardo
Botero Campuzano, autor de esta antología, fue incluir en ella los puntos de
vista divergentes, las miradas contrarias y los argumentos de aquellos analistas
que defienden entre nosotros la preservación del delito político como figura
jurídica. Tanto más cuanto esta ha sido una norma de conducta del primer
mandatario, para quien las ideas del contrario poseen la extraordinaria virtud de
sostener, consolidar y fortalecer las propias. Pero también porque las posiciones
de los oponentes a la abolición del delito político conforman una gama de ideas
de diversas intensidades y matices que enriquecen el debate, lo diversifican y lo
tornan apasionante, cosa poco común en las controversias de este tipo.
Desgraciadamente, el deseo de incluir los textos de quienes divergen
abiertamente, o tan sólo esbozan matices significativos, no pudo cumplirse a
cabalidad, por una razón definitiva: no fue posible ubicar y obtener en forma
oportuna la autorización de muchos de ellos para reproducir sus artículos,
publicados en diversos medios. Este imperativo legal nos limita entonces a citar
301
Crímenes Altruistas
entre comillas sus principales argumentos, y a ofrecer al lector los que conside-
ramos sus mejores apartes, indicando la fuente donde pueden ser consultados
en su totalidad. Ninguna de sus ideas esenciales quedará por fuera al proceder
de esta manera y el objetivo de hacer conocer su punto de vista quedará satis-
fecho al menos en parte. Proceder así nos permite también llevar a cabo una
clasificación aproximada de los argumentos esgrimidos, algunos de los cuales
aparecen analizados a espacio en los artículos de Eduardo Posada Carbó.
Hecha esta salvedad, quisiéramos llamar en primera instancia la atención
sobre los alegatos que confieren al delito político la categoría de “sana tradi-
ción democrática”, de los cuales el artículo de Daniel García-Peña publicado
en El Espectador del 22 de mayo de 2005, bajo el título “Disparates peli-
grosos”, resulta buen exponente. Dijo el analista lo que sigue:
Primero fue el cuento de que no existe conflicto armado en Colombia. Luego, que no hay ni
izquierda ni derecha. Y ahora nos sale con que el delito político tampoco existe. Si no fuera
por tratarse del Presidente de la República, estos disparates no merecerían ni aguantarían un
debate serio. Pero temo que más que unas simples lucubraciones que salen de las tertulias
con José Obdulio, reflejan asuntos de fondo.
El delito político es una de las tradiciones fundacionales de la democracia liberal: no hay
para mí una defensa más lúcida y hermosa del derecho a la rebelión, que la que hace Tomás
Jefferson en la Declaración de Independencia de USA de 1776.
Es cierto que después de la Segunda Guerra Mundial en las democracias consolidadas, como
las de Europa, legitimadas por amplios pactos sociales, el delito político fue desapareciendo.
Las respuestas a las acciones terroristas de las Brigadas Rojas y el Baader-Meinhoff en los
sesenta y setenta cerraron aún más el espacio para los delitos relacionados con la rebelión. Y el
11 de septiembre de 2001 fortaleció como nunca en el mundo la lucha contra el terrorismo.
Pero, con todo respeto, la colombiana aún no es una democracia consolidada. Si lo fuera,
periodistas independientes, como Hollman Morris y Carlos Lozano, y defensoras de dere-
chos humanos, como Soraya Gutiérrez, no estarían recibiendo las amenazas de las que fueron
víctimas esta semana por el simple hecho de cumplir con sus deberes. Tampoco estarían en
la cárcel veinte indígenas paeces en el Cauca, ni habría órdenes de captura contra doscientos
más, acusados injustamente de pertenecer a las Farc.
Por supuesto, hoy nuestra democracia es más sólida que ayer y luego de la Constitución de
1991 ha habido un proceso de construcción y ampliación de su legitimidad. Pero pensar que
ya estamos en Suiza y desconocer las profundas desigualdades y exclusiones de un profundo
conflicto social, es intentar tapar el sol con un dedito.
De hecho, aun en democracias consolidadas del Viejo Continente, con legislaciones muy
estrictas contra el terrorismo, subsisten los espacios para las salidas políticas, como el caso
del Reino Unido en relación con el Ira y como ahora vuelve a plantear Rodríguez Zapatero
con Eta.
Pero quizá lo más desconcertante y contradictorio es que mientras el presidente Uribe dice
por un lado querer acabar con el delito político, por otro impulsa su ampliación. Al intentar
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Nota del Editor
revivir el polémico artículo 64 del proyecto de justicia y paz, el Gobierno está extendiendo,
mediante la redefinición de la sedición, los alcances del delito político, históricamente reser-
vado para los rebeldes, para cubrir las acciones del paramilitarismo. También está intentando
ensanchar el ámbito de la conexidad para incluir el narcotráfico, algo insólito y en completa
contravía de la tendencia en el mundo y en Colombia a su reducción. Más que eliminar el
delito político lo que se está haciendo es deformándolo, quitándole al rebelde el carácter
centenario de delincuente político y dándoselo al narcotraficante.
Además, sería bueno que los ideólogos y analistas del Palacio de Nariño revisaran la historia
para no seguir repitiendo la falsedad de que en las paces del pasado imperó la total impunidad.
Todo lo contrario: la amnistía de 1954, en plena Violencia y mucho antes de que se pensara
en la Corte Penal Internacional, excluyó los “delitos atroces que revelaban una extrema
insensibilidad moral” y de hecho la Corte Suprema en 1960 les negó beneficios a miem-
bros del Ejército porque “era evidente la perversidad moral y la consecuente atrocidad de
los homicidios cometidos”. La amnistía de 1982 dejó por fuera la ferocidad, la barbarie
y el terrorismo. Las amnistías de finales de los ochenta y comienzos de los noventa no
cobijaban delitos atroces, homicidio en estado de indefensión y barbarie. La Ley Antise-
cuestros de 1993, promovida por Pacho Santos, taxativamente excluye al secuestro como
delito conexo.
La insensatez de insistir en lo contraevidente no sólo deja perplejos a los historiadores y
a los abogados. También emberraca a las Farc, que a pesar de proclamarse bolivarianas, a
veces parecen más bien santanderistas por el gran apego que les tienen a las calificaciones
presidenciales.
Por ello, quizá lo más grave de la iniciativa de abolir el delito político en Colombia es que le
echa un candado más a la ya muy cerrada puerta de la salida negociada al conflicto armado.
Sabido es que la historia la escriben los vencedores. Los perdedores son los delincuentes
políticos. La figura penal ha sido útil a través de la historia para dos cosas: poder encarcelar
a los disidentes políticos, con todos los requisitos de legalidad y poder amnistiarlos o indul-
tarlos, cuando las condiciones lo aconsejen. Es pues una figura penal que funciona como
instrumento de la política, o mejor, de quien detenta el poder, para manejar los opositores que
se salen de los canales institucionales, sin parecer demasiado bárbaro.
Es un recurso enormemente útil y renunciar a él como se ha propuesto en Colombia, donde
según todas las evidencias hay graves conflictos políticos que no se expresan en los canales
institucionales, no parece una buena idea. La Constitución Nacional le otorga al Congreso
en el Numeral 17 del Artículo 150 la facultad de: “Conceder por mayoría de los dos tercios
de los votos de los miembros de una y otra cámara y por graves motivos de conveniencia
pública, amnistías e indultos generales por delitos políticos; y en el Numeral 2 del Artículo
201 le concede al Gobierno la facultad de indultar delincuentes políticos, con arreglo a las
leyes. De otro lado, la propia Constitución tiene un artículo transitorio, el 30, que sirvió
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Crímenes Altruistas
para amnistiar al M-19 y a otros grupos más reducidos, donde se autorizó al Gobierno a
conceder indultos o amnistías por delitos políticos o conexos a miembros de grupos guerri-
lleros que se reincorporaron a la vida civil en los términos de la política de reconciliación
de la época, beneficio que no podía extenderse a homicidios cometidos fuera de combate o
aprovechándose del estado de indefensión de la víctima. Lo que ello quiere decir en román
paladino es que homicidios cometidos en desarrollo de acciones militares contra el Estado
y aún otros conexos desprendidos de la violencia del enfrentamiento, como despojo o daño
de propiedades eran amnistiables o indultables porque se cometían en desarrollo de un
conflicto político y perdían entonces el carácter de delitos comunes.
Todo el cuento va a que una sociedad tiene que tener recursos institucionales de perdón
para quien se rebela contra ella, conductas que en los códigos penales se califican como
traición, rebelión, sedición o asonada, según la gravedad de los hechos. Esos recursos se
establecen incluso como garantía de los propios gobernantes que no pocas veces se han visto
en los tribunales de quienes ellos habían condenado previamente a la cárcel por su oposición
violenta. Sólo una sociedad que por su desarrollo político y social crea haber superado la
posibilidad de una rebelión contra ella, podría darse el lujo de suprimir los delitos políticos.
Pero Colombia no parece que estuviera en esa liga.
El tío Baltasar dice que la idea de suprimir los delitos políticos propuesta por el Gobierno
para ser estudiada en el futuro es sólo un asunto al que no le ha llegado su tiempo, ni le llegará
pronto. Le preocupa que ese planteamiento extemporáneo haya desatado una tormenta y
haya sido aprovechado por la oposición para decir que de esa manera se trata de legitimar la
guerra frontal contra todo adversario violento que sin el manto de delincuente político pasa a
ser un simple delincuente común, un terrorista como se dice ahora, sin que se sepa a ciencia
cierta qué conducta penal se califica con esa expresión, como lo ha venido anotando con
sagacidad el ex presiente López Michelsen. Y añade el tío, contemporáneo del ex presidente
y por tanto viejo y sabio como el diablo, que no debería echarse por la borda ese instituto
penal, que de tanta utilidad nos puede ser en el futuro.
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Nota del Editor
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Crímenes Altruistas
a los peones del otro bando, “requisado” regiones enteras, decretado impuestos obligatorios
a sus contrarios, fusilado sin formula de juicio, secuestrado, o robado iglesias, y sus delitos
considerados conexos con la causa superior que era la rebelión política. El delito político era
pues una especie de cláusula de garantía para las elites guerreantes.
(…)
En 1998 –aniversario del asesinato de Gaitán– Luís Carlos Restrepo, un intelectual con éxito
editorial –un poco florido para muchos– disparó su trabuco: el origen de la violencia contem-
poránea en Colombia era la memoria de la sangre derramada. Hay que enterrar a los muertos
–afirmó– para que no continúen gobernando y montarlos en “cometas para contagiarlos de
la liviandad del viento”. La propuesta concreta era borrar a víctimas y victimarios de la
memoria colectiva, sin darse cuenta que esa elusión era precisamente una de la causas de
la mecánica bélica. Él mismo lo escribe como si estuviera hablando de los paracos de hoy:
“la violencia que vivimos es el producto de la acumulación y sedimentación de muchas
guerras inconclusas y prolongadas, que terminaron legitimando el asesinato como forma de
dirimir conflictos vecinales, políticos, económicos y hasta amorosos”. Pero no se enteró de
su contradicción. Hoy siendo Comisionado de Paz con los paramilitares, ofrece la misma
fórmula que criticó: legitimar las masacres y convertir el narcotráfico en delito conexo de
la sedición.
No es pues improvisada la receta; tiene una larga trayectoria y así mismo un límite: el delito
político será abolido de la Constitución una vez se haya firmado la paz con los paramilitares.
En otras palabras y tal como van las cosas, los guerrilleros serán considerados a partir de ese
instante delincuentes comunes y no los cobijaría el proyecto que el Congreso está a punto
de convertir en ley. ¿Borró ya el Sr. Comisionado de sus obras completas la frase en que
calificó a las FARC como “ejércitos populares”? La intención de abolir el delito político fue
formulada esta semana a media lengua por el Presidente porque supone otra nueva reforma
constitucional, que podría servir de mascarón de proa de una nueva mutilación de las liber-
tades públicas. El escenario ha sido preparado por intelectuales de alto vuelo: Monsieur
Daniel Pecaut –el investigador itinerante– viene afirmando que en Colombia no hay guerra
civil sino guerra contra los civiles; el señor Savater califica de legítimos solo los crímenes
de ETA durante la dictadura de Franco. Estas reflexiones inspiraron sin duda a José Obdulio
Gaviria a soplarle al Presidente la tesis de que los delitos políticos no tienen cabida en una
“democracia profunda” como la que será decretada en el país una vez los jefes paramilitares
de Ralito se vayan para sus haciendas a disfrutar de sus narcofortunas (…) (1).
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Nota del Editor
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Crímenes Altruistas
emperador de los francos, quien durante treinta años pretendió someter a las tribus germá-
nicas de los sajones, estableció la pena de muerte contra todos los que se rebelaran contra el
emperador o contra el cristianismo. Adorar otro Dios que no fuera el cristiano y comer carne
los días de vigilia eran delitos que se castigaban con la pena capital. También las Partidas,
ofensas contra la autoridad y la persona del monarca, eran consideradas delitos políticos.
Durante la Revolución Francesa (1789), las nuevas concepciones en torno al Estado, el
Derecho y el diseño de la Nación Moderna quedan contempladas en la Declaración de los
derechos del hombre y el ciudadano, que aprobó la Asamblea nacional constituyente. La
Revolución con este texto de connotaciones históricas para los derechos de los pueblos
(tercer Estado General), abolió no sólo los privilegios del clero (primer Estado General) y
de la nobleza (segundo Estado) ligados al Antiguo Régimen feudal, sino, al mismo Estado
Monárquico Absolutista. “El Estado soy yo”, del Rey Luís XIV, pasaba así a los archivos
de la historia. Pero en él (texto), se reconoce también la igualdad de todos los ciudadanos
ante la ley y la justicia y se estableció la separación de poderes. Luego de la insurrección del
14 de Julio y la toma de La Bastilla, símbolo de opresión de los Borbones, el tercer Estado
General (pueblo) acudió a Versalles para apoyar la Asamblea y presionar la aprobación de la
que sería la primera constitución de la Revolución Francesa. Luís XVI, el último Rey de los
franceses, no tuvo más remedio que ratificarla el 5 de Octubre de 1789. No era conciente en
ese momento que estaba firmando su propia condena a la guillotina por el delito de traición.
Fue condenado a morir en ella el 21 de Enero de 1793.
La Revolución Francesa aunque no introduce cambios relevantes en la definición del delito
político (a los contrarrevolucionarios se les despojó de todo derecho, inclusive el de la
defensa y los procesos que desarrollaron para sancionar delitos políticos, se volvieron discre-
cionales, los jueces no tenían otro límite que su conciencia), establece en el segundo de los
diecisiete artículos aprobados por la Asamblea Nacional en 1789, lo siguiente:
“La finalidad de toda asociación política es la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre. Tales derechos son la libertad, la propiedad, la seguridad y la
resistencia a la opresión”.
Imperialismo y resistencia armada de los pueblos
Históricamente el imperialismo ha sido y es causa, nunca efecto, de la resistencia de los
pueblos. Ésta, la resistencia de los pueblos, es siempre efecto de la razón política de aquel.
El derecho a la rebelión o resistencia contra todo tipo de opresión, ha sido y es la respuesta
única y válida de los pueblos. Está consagrada desde la Declaración de los Derechos del
Hombre y el ciudadano, Revolución Francesa, hasta la mayoría de los textos constitucionales
del mundo.
En la historia de los pueblos latinoamericanos, el imperialismo, desde el español, francés,
pasando por el inglés hasta el estadounidense, ha sido causante y agresor, impuesto una forma
de ser de la política, la economía, el derecho, la cultura y la vida de los pueblos. Él ha sido
siempre el del primer atentado… y por este solo primer atentado, la culpa de los crímenes y
las desgracias que han seguido, debe recaer sobre los primeros infractores. “Manifiesto a las
naciones del mundo sobre la guerra a muerte” S. Bolívar. Febrero 24 de 1814
Después de los tres siglos de la ilegítima usurpación que ejerció España sobre las colonias
latinoamericanas, desde los primeros días del siglo XIX con la presencia expansiva e impo-
sitiva del coloso del norte, ha corrido ya un siglo de ilegítima usurpación ejercida por el
imperialismo estadounidense. Una suma simple. Cuatro siglos atentando contra la soberanía
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Nota del Editor
nacional y autodeterminación de los pueblos que han querido serlo, pero no podido ser aún.
Por eso los pueblos se afanan hoy en conquistar la segunda y definitiva independencia. En
esa lucha, por ese magno objetivo están los pueblos del continente hoy. Unos más avezados
que otros, marchan, lento pero seguro, hacia allá.
Delito político y resistencia (armada)
En Colombia la derecha trasnochada, a contra pelo de la tendencia democrática y de izquierda
que recorre el continente –desde Argentina, Uruguay, pasando por Bolivia y Ecuador, donde
los movimientos campesino e indígena junto a obreros y estudiantes empiezan a decidir quién
y para qué se gobierna, hasta Venezuela, donde el pueblo vive y participa del avance demo-
crático, la recuperación de la soberanía, pasando de ser un pueblo pasivo e invisivilizado
por décadas, a ser el protagonista y sujeto central de la revolución que adelanta el gobierno
Bolivariano de Hugo Chávez– quiere acabar de imponer el modelo de estado, economía y
justicia que a través de una avasalladora campaña ideológica terminaron imponiendo dos
sabuesos de la derecha mundial: Margaret Thatcher y Ronald Reagan en los 80s. La llamada
“seguridad democrática”, Plan Patriota, lucha antiterrorista del gobierno actual, no es más
que la continuidad de aquella tendencia reaccionaria mundial. Esa corriente de pensamiento
ha adquirido nuevos ribetes durante la presidencia de GW Bush. Los ataques del 11-S, sin
lugar a dudas, le dieron el mejor pretexto a la derecha mundial para dar un nuevo impulso
a su campaña de expansión imperialista por el globo. Sin embargo, lo que pretende ahora
la derecha anacrónica colombiana, es borrar o sacar de la constitución el delito político,
queriendo darle continuación a la tendencia derechista global, que en Colombia tiene un
defensor a ultranza: Álvaro Uribe y su séquito de títeres.
Delito político, constituyentes y guerras civiles en Colombia
La historia de Colombia, como historia de luchas de clases, en la mayoría de los casos se
ha desenvuelto a través de guerras civiles. Esto no significa para nada que hayamos estado
viviendo bajo un designio maléfico. Tampoco es una condición propia de “nuestra raza”,
como muchas veces han pretendido enseñarlo algunos.
Los referendos, asambleas constituyentes y plebiscitos han sido a lo largo de la historia
colombiana, herramientas políticas utilizadas por la oligarquía cada vez que las condiciones
socioeconómicas y políticas exigían cambios en las estructuras jurídicas y políticas de la
naciente república. La utilización de dichos instrumentos políticos, ha servido para la legiti-
mación del poder político; imponer una reforma constitucional; decretar la muerte de la ante-
rior como la constitución centralista que impuso Rafael Núñez en 1.886 contra la federalista
(Rionegro 1.863); declarar la muerte política de la oposición; restablecer consensos en la
clase dominante para el ejercicio del poder (Frente Nacional) como fue el caso del plebiscito
de 1.957 luego de la guerra civil, llamada “Violencia” (1.948 - 1.964) tras el asesinato el 9
de abril de 1.948 de Jorge Eliécer Agitan; o para buscar la “paz” y democratización de la
sociedad (Constitución 1991); y finalmente, para cumplir los acuerdos adquiridos con el
imperialismo Norteamericano en la guerra “antiterrorista”, las imposiciones fondo moneta-
ristas y el Plan Colombia (hoy llamado Plan Patriota). Todo lo cual, tiene como telón de fondo
la lucha por el poder político y económico. La lucha entre intereses de clase antagónicos, nos
ha llevado a que la guerra civil, a falta de acuerdos políticos, consensos y establecimiento
de un estado (democrático) social de derecho, haya sido uno de los principales medios para
obtenerlo. Guerras civiles que han cortado como bisturí en lo profundo del tejido social a lo
largo de la historia republicana, causado horrendas tragedias y continuos baños de sangre en
el pueblo colombiano, y que parece que acechara generación tras generación.
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Nota del Editor
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Crímenes Altruistas
criminal. Pero hay algo que sí es grave y preocupante: cuando en un debate el interlocutor,
despreciando las leyes de la lógica, incurre en contradicción mayúscula, su discurso queda
deslegitimado.
Juzguen los lectores. Según el discurso oficial, el delito político, por las ventajas que
comporta, debe desaparecer de una democracia como la nuestra. Pero hay que enrevesarlo,
preservando sus beneficios, para imputárselo a quienes no lo han cometido: los que se alzaron
en armas, no para cambiar el régimen constitucional (que en eso consiste el delito político en
su forma más característica), sino para defenderlo, a ciencia y paciencia de los gobernantes
de turno o hasta convocados por ellos.
En el fondo, el mensaje implícito es preocupante: defender un gobierno como el actual
(transgresor habilidoso de la Carta) debería ser delictuoso. Pero si se hace (además) por
medios criminales atroces, merece el reconocimiento de beneficios.
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Nota del Editor
ocurrido hace unos años darles el alcance de político al asesinato de civiles indefensos (como
se está demostrando dramáticamente con el descubrimiento de las fosas en uno de los depar-
tamentos de influencia de un líder paramilitar en plan de negociación con el Gobierno), a las
masacres –como la de Mapiripán– cometidas muchas veces con el concurso activo o pasivo
de la Fuerza Pública, o al desplazamiento forzado de campesinos.
En ninguna de estas situaciones se estaba combatiendo al Estado para plantear un régimen
político distinto. No es una lucha como lo fue en el pasado, por ejemplo entre capitalismo y
socialismo. Se alega que estos grupos actuaban en ausencia de la acción estatal. Pero es que
el Estado no puede tolerar que se le reemplace con la utilización de métodos vedados. Se
dice, igualmente, que ellos han adelantado una “guerra antisubversiva”, por cuanto estaban
combatiendo contra la guerrilla. Pero no hay un solo proceso por enfrentamiento entre los
paramilitares y la guerrilla. Ni sus víctimas han sido guerrilleros armados.
Más extravagante es la idea de considerar el narcotráfico delito conexo con el político. No
solamente lo prohíbe la convención de Viena contra el tráfico de estupefacientes, como lo ha
recordado el ex vicepresidente Humberto de la Calle, sino la legislación interna (Ley 40 de
1993), jalonada en su momento por el actual Vicepresidente.
Precisamente porque no se estaba pensando en vulgares criminales que usan las motosierras
contra sus víctimas, la Constitución autoriza la amnistía y el indulto, siempre, de manera
exclusiva, para “delitos políticos”. Y por esa misma razón, en relación con ellos, el artículo
35 de la Constitución prohíbe su extradición. Y por esa causa, así como quienes hayan sido
condenados por delitos comunes no pueden ser elegidos congresistas, alcaldes, gobernadores
o Presidente, sí pueden serlo quienes lo hayan sido exclusivamente por delitos políticos.
Es toda esa confusión entre narcotráfico, paramilitarismo y política, que además ha quedado
al descubierto en la reveladora entrevista del ex presidente López con Yamid Amat.
Pero se quieren borrar las fronteras entre delito común y delito político. Así como parecería
que se quieren suprimir las fronteras entre los poderes. Es inquietante que un Fiscal le pida
permiso al Presidente para poder entrevistar a uno de los comandantes de Ralito, al parecer
testigo clave para el esclarecimiento del crimen del parlamentario uribista Óscar González.
El señor Duque, o ‘comandante Báez’ como se hace llamar, puede él sí trasladarse a su
pueblo natal para resolver problemas políticos, pero no a la Fiscalía en Bogotá a declarar
en un proceso penal, y se requiere entonces que sea la comisión de fiscales la que tenga que
trasladarse –previo permiso presidencial– al santuario de Ralito con el mismo fin. ¿Hacia
dónde vamos?
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Crímenes Altruistas
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Nota del Editor
jurídica, las muchas constituciones que hemos tenido han contemplado la amnistía o el
indulto para los delitos políticos y los conexos con ellos. Es verdad que en esta Ley no
se esta concediendo amnistía, pero en el fondo se llega por el camino de la no sanción
adecuada para determinados crímenes. Fue un error haber modificado la Ley 418 en
cuanto exigía la previa declaración de organización política para poder entrar en conver-
saciones con un grupo armado. Por eso hemos llegado a situaciones como las de ahora,
conforme a las cuales podrían verse beneficiados por estas excepcionales concesiones del
Estado personas acusadas y condenadas, por ejemplo, por narcotráfico. No tiene sentido
que el país haya asumido, con toda la secuencia de muertes y asesinatos, la lucha contra
el narcotráfico para que ahora reconocidos narcos puedan ser amparados con estos bene-
ficios colocándose la capucha paramilitar. No puede ignorarse el hecho de la existencia
de narco-paramilitares, así como se habla de la narcoguerrilla. No podría encontrarse
prueba mas contundente de la incoherencia del Estado colombiano, al anunciar a los
cuatro vientos su lucha contra el narcotráfico, y abrirles, por esta puerta del paramilita-
rismo un amplio espacio de impunidad.
Además, y en cuanto no se hacen excepciones, podría llegarse a situaciones absurdas como
que los autores de la masacre de Mapiripán resulten cobijados con penas de cinco años,
mientras que por ejemplo a los militares sindicados de ser sus cómplices se les condene a
una pena de cuarenta años.
Es cierto que se establece un Tribunal de Verdad, Justicia y Reparación, integrado por
magistrados designados por la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia de ternas
enviadas por el Presidente. Esta disposición implica una modificación a las normas consti-
tucionales sobre el sistema de nombramiento de jueces –por la injerencia del Presidente– y
podría tener problemas de constitucionalidad en la Corte. Además, tratándose de la verdad,
debería indagarse no solamente la procesal, sino la real, es decir, que el país sepa no sola-
mente quiénes y cuándo cometieron las masacres y asesinatos selectivos, sino quiénes
inspiraron, patrocinaron, financiaron o toleraron esos grupos que las ordenaron.
No puede repetirse aquí lo que sucedió durante el Frente Nacional, cuando se selló un
pacto de impunidad y de silencio sobre los inspiradores de la Violencia, sobre los autores
intelectuales de los macabros hechos descritos por Monseñor Guzmán, Eduardo Umaña
Luna Y Orlando Fals Borda, en su libro clásico sobre La violencia en Colombia. Colombia
tiene derecho a saber quiénes engendraron el monstruo paramilitar.
Pero ahí no paran las inconsistencias del nuevo proyecto de ley. Durante toda la campaña
del referendo se dijo –aun cuando no era necesario porque ya existía norma constitu-
cional– que se debía expedir por la vía popular una disposición que prohibiera a los conde-
nados por delitos intencionales volver a ocupar cargos en el sector público, ser contra-
tistas, o elegidos a las corporaciones públicas. Fue lo que se llamó la “muerte política a los
corruptos”, por cierto, la única pregunta del referendo que fue aprobada. Ahora resulta, que
en la nueva propuesta se establece esa inhabilidad, pero solo por el término de cinco años.
Hoy en día, una persona condenada por cualquier delito doloso (el robo de una gallina
como podría ser el caso del concejal lustrabotas de Bogotá), no puede volver a desempeñar
jamás un cargo público. Con la norma que ahora se propone para conseguir la paz, los
autores de masacres como las de Segovia, Trujillo, el Chengue o Mapiripán, podrían ser
condenados a cinco años de cárcel, y pasado este tiempo, pueden ser nombrados en cargos
públicos como por ejemplo el de Directores del Instituto de Bienestar Familiar o Ministros
de Justicia o de Defensa Nacional. ¿Se tragarán, el Congreso, la sociedad colombiana y la
comunidad internacional estos sapos tan grandes? (3).
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Nota del Editor
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Crímenes Altruistas
El error de Uribe lo siento, pero hay muchos colombianos que creemos que el Presidente-
candidato no es infalible es creer que la fuerza de la retórica puede más que la cruda
realidad. Y que por suprimir de los documentos públicos la palabra “conflicto”, como ya
ha sucedido, automáticamente este va a desaparecer de la realidad colombiana.
O que si se acaba con la figura del delito político, como propone el Gobierno, de un
plumazo se van a borrar las imperfecciones de nuestra de por sí famélica democracia. O
que si sube de tono sus discursos nos vamos a olvidar de los nexos estrechos entre él y
el controvertido Alberto Santofimio, uno de los políticos que más cerca estuvo de Pablo
Escobar. No se puede tapar el sol con las manos. Ni siquiera Uribe puede.
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Nota del Editor
miento sería posible encontrar beneficios penales por colaboración con la justicia mediante
el desmonte de los grupos y de sus negocios, (recuérdese caso Carranza). Incluso son imagi-
nables sanciones menores y excarcelables a quienes solo estén acusados de porte ilegal de
armas y asociación para delinquir en tanto delitos comunes. Sin la figura de la Sedición este
tendría que ser el camino para mantener la alternatividad penal o beneficios equivalentes a
los paras desmovilizados. El tema de la extradición sería manejado en forma similar a la
actual, a discreción del Presidente y con el compromiso de no autorizarla a quienes cumplan
los compromisos y el itinerario judicial.
¿Por qué el gobierno prefiere volver por el camino del reconocimiento político, contradi-
ciendo incluso el sentido de la ley 782 de 2002 que eliminó ese aspecto vigente con su
antecesora la ley 418 de 1997?
En primer lugar, parece que el gobierno honra un compromiso en esta materia que ha sido
reclamado por los jefes paras desde su declaración inicial sobre cese de hostilidades y forma-
ción de la mesa unificada: Darles tratamiento político y permitirles en breve ejercer los
derechos ciudadanos sin las inhabilidades que se derivan de condenas por narcotráfico o
delito común. El articulo 179 de la Constitución Política dice que no podrán ser Senadores ni
Representantes “quienes hayan sido condenados en cualquier época por sentencia judicial, a
pena privativa de la libertad, excepto por delitos políticos o culposos”. La misma inhabilidad
se aplica para la Presidencia de la República, Ministros, Magistrados y otros cargos.
En segundo lugar, como lo regula el articulo 2 del decreto en cuestión, se requiere la calificación
de Sedición para la concesión del indulto o amnistía a los desmovilizados que han sido acusados
de “integración de un grupo armado al margen de la ley” y se consideran en este proceso con
los paras y narcoparas, ajenos a conductas conexas “constitutivas de actos atroces de ferocidad
o barbarie, terrorismo, secuestro, genocidio, homicidio cometido fuera de combate o colocando
a la víctima en estado de indefensión”. Con el decreto se busca entonces darle “seguridad jurí-
dica” a la suspensión del proceso y trámite definitivo del indulto o de la amnistía impropia a más
de 28.000 que el gobierno acepta como ajenos a los hechos atroces del paramilitarismo.
En tercer lugar, se subsume el delito de narcotráfico en el de formación ilegal de autodefensa,
y de esta manera se reintroduce la figura de la conexidad con delito político y al final de
cosa juzgada. Aunque se sabe que es una definición contraria a Convenios Internacionales
y al tratado de extradición con los Estados, el tratamiento político a los narcoparas se acoge
con la creencia de que puede disminuir presiones y darle mejor presentación al proceso ante
la opinión nacional e internacional. En todo caso, demandas y contrademandas tendrán que
esperar hasta 4 años en las cortes y entre tanto habrá corrido mucho bajo los puentes.
El gobierno optó por reintroducir la sedición y solo esa determinación significa enormes
beneficios para los desmovilizados. No es extraño a esta altura del partido que no se le
ocurriera reclamar a cambio mayor rigor en los compromisos de verdad y reparación. Los
indultados y amnistiados no tendrán que entregar información eficaz para desmantelar estruc-
turas ilegales de negocios o seguridad mafiosa, tampoco es imperativo que colaboren con la
ubicación de fosas comunes, ni con la suerte de los desaparecidos cuya autoría se atribuye a
los paras. Todo es gratis pues al fin de cuentas se supone que andaban uniformados, armados
y a sueldo, solo paseando por los alrededores.
Y en lo que toca con jefes y mandos medios, no está en los cálculos del gobierno ponerle
trabas a la transmutación de la desmovilizada estructura militar en poder político suficiente
para continuar como fuerza importante en las regiones donde han operado, en lo que llaman
“nuestros territorios”.(4)
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Crímenes Altruistas
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Nota del Editor
pero ahora se niegan a reconocerles el estatus político a los ‘paras’, son como aquellos que
quieren matar al tigre pero después se asustan con el cuero.
Vamos ahora a las razones esenciales. Los paramilitares son políticos porque luchan contra
el proyecto político de la guerrilla. Son una fuerza contrainsurgente civil, autónoma del
Estado. Es incomprensible entonces que haya quienes le reconocen carácter político a la
guerrilla pero no a quienes luchan contra ella. Independientemente del origen de los para-
militares, quienes entraron en una dinámica contrainsurgente deben ser reconocidos como
delincuentes políticos, como la “contra” en Nicaragua, por ejemplo. Además, su accionar
armado ha cuestionado el monopolio legítimo de las armas por parte del Estado y ha interfe-
rido violentamente el orden constitucional. Razones de más.
Pero tan absurda es la posición de los detractores del Gobierno que le reconocen estatus polí-
tico a la guerrilla pero se lo niegan a los ‘paras’, como la posición del Gobierno que pretende
reconocer como delincuentes políticos a los ‘paras’, pero no a la guerrilla. En nuestro caso,
guerrilla y ‘paras’ son causa y efecto del mismo fenómeno de violencia política.
Y este hecho nos conduce a discutir tanto la naturaleza de nuestra violencia como la vigencia
del delito político en Colombia. A mi manera de ver, la violencia política, que ya lleva más
de cuarenta años en nuestro país, que no es otra cosa que el resultado de unos procesos trau-
máticos y dolorosos de ocupación del territorio, de construcción de Estado y de integración
nacional. Este es el fondo real y oculto de nuestra violencia política. Como esos procesos
están aún inacabados, el delito político todavía tiene plena vigencia en nuestro país.
Tenemos mucho más territorio que Estado y este es precario para administrar justicia, recabar
tributos y ejercer el monopolio de la fuerza. Hay una enorme brecha entre regiones, y entre
el país rural y el país urbano. Por entre estos intersticios y aprovechando estas falencias
han crecido los grupos irregulares que cuestionan al Estado, tienen apoyo en sectores de la
población y ejercen funciones paraestatales en muchas regiones.
Pero algunos no quieren reconocer siquiera la existencia de un conflicto armado interno y
reducen el problema a una simple amenaza terrorista. Muy mala cosa, porque semejante
ceguera impide ver en la salida política negociada del conflicto armado la gran oportunidad
histórica para la ocupación institucional y democrática del territorio, el fortalecimiento de
la legitimidad del Estado y la reconciliación nacional. Cuando hayamos logrado todo esto
podremos pensar en abolir el delito político de nuestra Constitución y nuestras leyes. Como
en Europa. Antes no.
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