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Sobre el autor

¡Quiero más dinero! Es la primera entrega de una serie de diez


experiencias que el autor ha venido recopilando a lo largo del ejercicio de su
profesión.

Como docente e investigador en el área de la economía familiar, se ha


propuesto plasmar todas esas vivencias de forma muy amena y accesible, en
cortos relatos escritos con humor y con un lenguaje cotidiano. El objeto de
esto es estimular a pensar diferente acerca del dinero que ya poseemos y de
como usarlo. ¡Claro!, !Si es que aún le queda algo en el bolsillo!

Sin embargo, si no tiene ni un centavo no importa porque ¡El dinero crece


en los árboles!

Si lo duda, no se le ocurra comprar este libro. Pudiera convertirse en


millonario y probablemente no le agrade esa idea.

De todas formas, sepa usted que después de 20 años de investigación


acerca del aprovechamiento eficiente del presupuesto familiar, el autor
entiende que sólo era necesario pensar diferente sobre lo que es el dinero,
como usarlo y de donde obtenerlo.

De esta manera y en la medida que se tenga ese conocimiento sobre el


dinero, la persona podrá ser más plena y feliz en todo sentido.

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Agradecimientos

Este libro ha sido escrito como un homenaje a todos y todas aquellas


personas a quienes conocí en el tránsito por la vida; y sin que ellos ni yo
supiéramos, el destino, la casualidad, Dios, el gran plan del universo, etc., nos
presentó y nos condujo con un objetivo que ahora resulta evidente para mí.

En este punto resulta imposible llegar a pensar en casualidades ingenuas


cuando al proyectar cada experiencia y ocurrencia me doy cuenta que
todas me conducían hacia un mismo lugar. Omnipresente, enigmático,
desconocido y hasta negado mil veces. Eso sí, eterno y lleno de vida.

El sitio más discreto de todos, el más paciente. El más grande, y tanto


como para que quepa todo el amor del mundo, es la esencia misma de la
razón y la verdad. En el consigues las respuestas más sencillas pero las más
definitivas, es del color que prefieras, y también es muy humano. Apostaría
a que es más humano aún.

Y si me lo permites, ese lugar esta muy cerca de ti. ¡Si, en serio!, sólo
detente un momento exactamente allí donde estas y dirige la mirada a donde
desees. ¡Hey!, créeme. ¡No es ninguna broma!

Mira, ¡mira!
¿Vistes?, ¿Lograste ver?

¡Bueno, no importa! Te confieso que hace 20 años atrás, si alguien me


habría propuesto lo mismo, probablemente le hubiera dicho una enorme
palabrota y le recomendaría un buen loquero. Pero con toda seguridad y sin
que nadie me observara, me detendría a mirar por un momento para ver. ¡Por
si acaso!. ¡Uno no sabe! ¡Como haría todo el mundo!

Es más, para ponerlo más cerca de ti, te digo que este lugar es muy
común y hasta conocido. Fíjate que muchos de nosotros cuando despertamos
por la mañana; sobre todo si estamos preocupados o atribulados por una
situación que no hemos podido resolver aún, siempre, siempre, y sin que nos
demos cuenta, aparecen imágenes fugaces de ese sitio pero que no
reconocemos porque la dificultad absorbe todas nuestras energías. Y nuestro
pensamiento, sólo está disponible para el problema. También nuestro
intelecto está haciendo esfuerzos para dar con las respuestas requeridas. Es
decir, todas nuestras máximas capacidades están dirigidas en una sola
dirección.

Al final del día, y con la ayuda de la almohada, comienza otra vez el ciclo
interminable.

Para darles otra pista sobre este fabuloso lugar, les comento que por las
noches, sobre todo después de quedar vencidos por la batalla terrible que
ocurre en nuestra mente entre los “tengo que…”, los “debí haber hecho…” y

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los “si yo…”, Es en ese momento que comenzamos a hacer las paces con
Morfeo y allí inmediatamente aparece el hada mágica del “mañana será otro
día”. Es en ese instante cuando obtenemos las mejores imágenes de ese
lugar del que les hablo. Lo que sucede es que no nos damos cuenta y de
seguido estamos dormidos.

Al despertar sentimos un “no se que”, que nos hace salir de la cama y en


algunas ocasiones aun se disparan flash con imágenes del lugar pero que
¡Ah, es solo el sueño que tuve!

En la medida que transcurre el día van desapareciendo las imágenes y el


proceso se vuelve a repetir.

¡Ya tienes una idea!

¡Detente nuevamente y vuelve a observar a tu alrededor! ¡Mira!.

A todas esas personas que ves les pasa exactamente lo mismo. No hay
diferencia alguna. Están en sus vehículos, sus oficinas, sus empleos, sus
casas, etc., igual que tu.

En este punto es muy importante que flexibilices aún más tus criterios y
convicciones porque el resto del libro se basa en experiencias que fueron
producto de poder ver y percibir ese otro secreto universal y que gracias a
quienes agradecí al principio, pude ver y comprender.

Nunca antes pude creer a Juan Dotta, a quien yo llamaba “el campesino
loco”. Cuando supe de el, ni siquiera preste atención a lo que le decía a las
personas de su comunidad. ¡Quienes además también creían que estaba mal
de la azotea! ¡Y como tomar en serio a alguien que aseguraba que sembraba
dinero y tenía miles de plantas de dinero! Sobre todo si se está tan
concentrado en los problemas cotidianos de todo el mundo y además, dormía
tan mal. En el fondo yo estaba apenado con las circunstancias que me habían
llevado a ese lugar y tener que escuchar a un sujeto tan desquiciado cuando yo
era alguien tan preparado, tan experto en manejo y resolución de conflictos
corporativos y haber dictado seminarios acerca de economía familiar y etc.…,

La vida estaba poniéndome enfrente todo en lo que me había convertido. Era


un completo infeliz.

¡Gracias Juan!

Sin embargo estaba el “flaco Guanipa”, otro personaje a quien conocí y a


quien sí presté un poco más de atención porque ya había pasado por algo
parecido cuando Juan. Guanipa es pescador y esta tan loco como Juan.
¡Esta convencido que el dinero cae del cielo!

¡Gracias flaco!

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Si no les hubiese conocido, jamás podría haber visto el lugar del que ahora
hablo.

Ese sitio es LA FE.

¡Por Dios no se le ocurra decir que Juan, el flaco Guanipa y ahora yo!

Mejor les cuento todo.

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Como comenzó todo

Antes que nada y para poder organizar un poco las cosas, debo comenzar
por el principio, ¡vaya si no es difícil!, sobre todo si me vienen a la mente mil
recuerdos y reflexiones y cada cosa lleva a otra. Sin embargo voy a usar toda
mi concentración y esfuerzo en ello.

Comenzó de la siguiente manera:

Una mañana de tantas iguales que en aquellos años de 2006


experimentaba y que cada vez me cuestionaba: ¿Por qué sigo haciendo
esto?, ¿Qué me mantiene en este mismo lugar?

Me desperté, me dirigí al baño y realice mi rutina clásica y constante de


aseo personal. Luego de forma espontánea y sin preverlo un ave hermosa
se posa en un árbol cercano el cual podía observar desde mi sitio. Estaba
como a cinco o seis metros a lo sumo pero por alguna razón, aquello había
capturado mi atención totalmente, al punto de que transcurrieron cerca de 5
minutos y en donde estuve detenido contemplando algo que me parecía
extraordinariamente raro.

Hoy, pudiera decirles que aquello no era algo que necesitase análisis alguno,
pero resultó ser que aquel evento era el grito desesperado de mi espíritu
para conmoverme y prepararme para lo que ocurriría en esos días posteriores.

¡Bien!. Comienza el día. Mi esposa sirve mi café y yo continuo en mi rutina


frenética tradicional. Los niños, el maletín, las llaves, el celular, etc., Sin
embargo observo que ni los niños ni mi esposa están como de costumbre tan
alterados y frenéticos como yo aquella mañana. Ni siquiera mi mujer estaba
vestida y los niños aún dormían.

Algo me decía que estaba a punto de enfrentarme conmigo mismo y en un


plano absolutamente desconocido.

Pregunto a mi esposa: ¿Por qué estas observándome?, ¿Qué ocurre?, ¿y


los niños están listos? ¿Tu aún no estas vestida? ¿Qué ocurre, me perdí de
algo?

Ella comienza a reír a carcajadas y ¡vaya!, ahora la cosa si se pone en mi


frente. Coloco el celular sobre la mesa y me quito el saco y con cierta
vergüenza tome una silla del comedor y me senté. ¡Vaya,vaya!, ¡Ahora si es
verdad!

Por supuesto nadie va a la oficina un domingo por la mañana, ni mucho


menos al colegio. ¡Dije con tono reflexivo!

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Nunca antes me había ocurrido algo como eso en ningún momento y
aquello, había sido el detonante para que durante todo ese santo día nada
pareciera ser igual. Fue imposible conciliar con lo de siempre, estaba
totalmente desfasado.

No pude leer la prensa porque llegué tarde al kiosco de periódicos y se había


agotado, se me paso la hora de bañar el perro, se me olvido regar a tiempo mis
plantas de pimiento y así transcurrió el día hasta que cayó la noche.

Ese domingo en particular hasta el clima de siempre había cambiado. Es


decir hoy creo firmemente que aquello fue el comienzo de otra etapa.

Definitivamente teníamos que cambiar algo porque estábamos en un punto


en donde la inercia y la rutina nos habían convertido en autómatas. Para
colmo de males, nuestra situación económica cada vez era más preocupante
porque las exigencias crecían y las necesidades también.

Por otra parte, teníamos una excelente relación familiar y siempre


apartábamos algún tiempo para compartir cosas.

Quizá se podía afirmar que aún estábamos dentro de los parámetros


normales.

En definitiva, así transcurrieron los días y recuerdo que en esa semana


siguiente recibo una llamada de un profesor muy amigo nuestro quien
conociendo de mi trabajo y de mis actividades sobre economía familiar y
aprovechamiento de recursos y todo esto, me invita para que me incorpore a
un equipo de trabajo cuyo objetivo era brindar apoyo y asesoría a
comunidades rurales de distintas regiones del país.

En realidad aquel noble amigo estaba sometiendo a prueba mi humildad.


Inclusive llegué a pensar que quizá me invitaba por simple formalidad y que en
cierto modo era algo irrespetuoso llegar a pensar que un profesional de mi
trayectoria se involucrara con todo esto. ¡Que tonto era lo reconozco! Que
sumergido estaba en la vorágine de mi sociedad culta, inalámbrica, wi-fi, llena
de seminarios y tesis.

Transcurrieron algunos días y los restos de mi casi extinta naturaleza


comenzaron a salir desde lo profundo de mis rincones más olvidados de mí
ser.

Ocho días después y habiéndose repetido el episodio de aquel terrible


domingo que les conté antes, tome la decisión de incorporarme a aquel equipo
y aceptar aquella invitación. Claro en realidad esta vez fue un poquito más
crítica la cosa porque fue que ¡olvide el cumpleaños de mi esposa! Reconozco
que estaba mal, y en cierto modo una aventura en el monte con personas del
campo y pescadores pudiera ser interesante y así me apartaría por unos días
de la ciudad y su caos.

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Me equivocaba totalmente. Aquella iniciativa cambió mi vida.

Al principio solo me plantaba y contemplaba con gracia y hasta burla como


era posible que aquellas personas vivieran con tan poco. ¡Sin Internet!, ¡Sin
Wi-Fi!, sin teléfono.

Inclusive, llegue a asentir con la cabeza pero en verdad nunca escuchaba lo


que hablaban. Hasta reía hipócritamente porque ni siquiera entendía que
diablos decían aquellos sujetos ni mucho menos me interesaba. ¡Algo si
recuerdo de esos días!, ¡Comí cosas exquisitas!, naturales recién cosechadas.
Sin embargo no veía sentido alguno en explicarles a esas personas como
aprovechar al máximo sus presupuestos familiares, o como hacer un plan de
gastos, etc..., que diablos puede interesar a estas personas hacer un plan de
aprovechamiento de residuos sólidos cuando ni siquiera aquí hay servicio
urbano de recolección de desechos. Definitivamente me encontraba fuera del
agua. Y sólo me interesaba la experiencia en términos recreativos.

El tercer día nos dispusimos para salir muy temprano a visitar una pequeña
comunidad al sur de donde estábamos con el objeto de conocer a un personaje
que decían estaba totalmente desquiciado y aquello prometía ser una
experiencia muy interesante.

Llegamos cercanos al medio día y nos recibieron algunos miembros de la


comunidad incluyendo al “loco”, del que nos habían comentado. Su nombre
Juan Dotta. Un hombre de campo, de manos curtidas y de aspecto recio pero
dócil y hasta jovial. Llegue a pensar que aquel sujeto tenia como 60 años pero
increíblemente era menor que yo por dos años. ¡Cosas de la vida!

El primer impacto lo recibo cuando el hombre nos confiesa que siente mucho
respeto por la ciencia y con un léxico impresionantemente educado nos cuenta
sus experiencias juveniles de cuando realizó sus estudios de doctorado en una
Universidad muy prestigiosa y de donde se recibe como doctor en fisiología
vegetal. ¡PUM!, ¡Que dijo! Les juro que pedí que regresáramos al
campamento. ¡Aquel tipo si que estaba mal de arriba!

En breve sale una dama alta y muy delgada de aspecto frágil pero de unos
ojos verdes que parecían dos enormes esmeraldas y nos dice: ¡Hay, seguro
Juan los está fastidiando con eso de cuando estudiaba en la universidad! ¡Es
que mi marido no esta bien de aquí! Es decir la cabeza. ¡Ya Juan, no les
fastidies más, los doctores deben estar cansados y con sed! ¿Verdad que si?

¿Porque mejor ustedes no vienen y pasan al salón y beben un juguito de


peras que hemos preparado para ustedes? Pregunta la elegante mujer. ! Son
frutas frescas de la huerta hidropónica de Juan!

¡Bueno!, les juro que no supe que decir porque aquello parecía incoherente y
pensaba que Juan como que no era el único loquillo por aquí. Sin embargo
todos pasamos al salón y ¡vaya que salón! Era palaciego, una preciosidad de
lugar. Y entonces ¡Sorpresa! Vi unos pergaminos enormes y exquisitamente

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enmarcados en donde se reconocían meritos académicos de alto nivel
¡ADIVINEN!

¡El “loco” Juan Dotta Sí era doctor y además aquella mujer que nos había
preparado un sabrosísimo jugo de pera también! ¡Puff!. La reacción inmediata:
¿Qué está pasando aquí? ¿Por qué esta gente vive aquí en este caserío tan
distante de donde pertenecen? ¡Hey,hey,hey!, me están tomando el pelo para
humillarme por mi falta de humildad o quien sabe. ¡Mejor me largo ya tuve
suficiente!.

Pero fue en este punto donde descubrí que se referían a Juan en términos
de loco porque sencillamente era un hombre con ideas propias de alguien con
su preparación. Adicionalmente ¡Todos amaban a este hombre en ese caserío!.

Para que tengan una idea de cuanto me impacto aquello. Mi opinión cambió
tanto y en tan corto tiempo que Juan terminó siendo mi maestro y una de las
referencias de este libro.

Y por eso es que no me importa si creen lo que yo, cuando conocí al Dr.
Juan Dotta “el loco Juan”, aquel día maravilloso porque definitivamente Juan
tiene y tendrá razón cada vez que afirmaba:

¡EL DINERO CRECE EN LOS ÁRBOLES!

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El dinero crece en los árboles

¡A ver, a ver, a ver!, y ¿que los trae por aquí?. Recuerdo que preguntó aquel
hombre aquel mediodía. Porque no estamos muy acostumbrados a visitas tan
exuberantes por estos lados del mundo.

Mi amigo quien hasta ese momento había sido el culpable de todo aquello,
responde rápidamente diciéndole al Dr. Juan: ¡Mire doctor!, nosotros somos un
equipo de docentes e investigadores que venimos en una especie de
expedición a recolectar datos acerca de un trabajo que estamos haciendo en
materia de economía social y estamos muy interesados en contrastar la visión
que tenemos quienes vivimos en los grandes centros urbanos con las personas
que viven fuera de ellos. Sobre todo, en la forma como generamos nuestros
recursos y satisfacemos nuestras necesidades.

Igual de rápido el “Loco Juan”, suelta una carcajada que retumbó más allá de
aquel humilde caserío. Y aún sin dejar de reírse le pregunta a su mujer; quien
también reía discretamente, ¿mujer habías escuchado alguna vez forma tan
elegante de hacer semejante pregunta? ¡Ja,ja,ja,ja!.

Aquella mujer responde directamente: ¡Juan, no todos viven como nosotros!,


y recuerda que vinimos al campo porque la ciudad nos había consumido. ¡Los
amigos tienen una intensión muy saludable!. Pero no me estoy burlando de
ustedes ¡no, no, no!. Discúlpenme no lo tomen a mal. Responde Juan.

Es que lo que les voy a decir sí les va a sonar más que raro. ¡De todas
formas, tengo la impresión de que alguien ya les vino con el chisme!.

Nos cruzamos miradas y por un instante no sabíamos si reír o molestarnos o


que. Aquel hombre aún con una sonrisa en el rostro, nos pregunta: ¿Díganme
la verdad?, ¿Qué quieren escuchar?.

Alejandro; el que me había invitado, le responde: ¡Dr. En verdad nos


comentaron que usted tiene una visión muy interesante acerca del tema que
investigamos!. Y queremos escuchar su punto de vista.

Juan; un poco más serio, planto su mirada y asienta firmemente que durante
su vida anterior. Es decir, en la ciudad, el había sucumbido en la urbe y estaba
dirigiéndose brutalmente al caos personal y familiar. No veía salida posible en
aquella dinámica diaria y en donde la rutina y la inercia establecían una órbita
arbitraria de donde era imposible escapar, al menos que se perdiera la razón.

¿Cómo es eso?, pregunto por primera vez. El me responde: ¿Cómo es eso


de que querido amigo?. ¿A que se refiere con perder la razón?. Le pregunto.

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¡Bueno, mira chico!, lo que quiero decir es que la única forma de poder salir
de la órbita urbana es desequilibrando el sistema de fuerzas que te mantienen
en ella. Si tu al planeta “x”, le quitas cualquiera de las fuerzas, bien sea
centrípeta o centrífuga vas a conseguir que salga disparado en alguna
dirección. ¿Verdad que si?. ¡Yo asiento con la cabeza!.

Entonces la respuesta que ustedes andan buscando esta en ese camino.


Para poder comprender la diferencia de muchas cosas es necesario tener
distintas alturas y enfoques desde donde mirar y analizar las cosas.

En el caso nuestro. ¡Continúa diciendo Juan!. Mi esposa y yo simplemente


fuimos despedidos de nuestra órbita urbana. Es decir, las circunstancias
mismas del momento que vivíamos y en lo que se había transformado nuestras
vidas, había colapsado y en mi caso, ¡Me volví, literalmente loco de (adjetivo)!.

¡Y eso fue lo que nos salvo mi querido amigo!. ¡Si,si,si, gracias a Díos!.

En ese instante quedamos atónitos con aquella reflexión, particularmente yo.


Pero fuimos salvados nuevamente por la esposa de Juan quien interrumpe y
pregunta si teníamos hambre.

Alejandro dice con cierta pena y respeto: ¡Bueno, en realidad no hay


problema porque ya en un rato debemos retornar!. ¡No se si los demás
quieran..!. Interrumpe Juan. ¿Cómo es eso?. ¡Ya están aquí y de aquí no se
van sin comer. Además no les he terminado de contar todo. ¡Y estoy seguro
que quieren escuchar mi teoría sobre el dinero que cultivo!. ¿No es así, mis
queridos amigos?

¡Vuelve a surgir la cancioncita de la “zona desconocida” en mi cabeza!. Y me


quedo con eso de: ¡El dinero que cultivo!.

Transcurrida aquella abundante tragantona. Volvimos al tema y esta vez ¡sin


suavizante!. Es 100% cierto que la carne y el licor hacen amigos.

Dice Juan: ¡Como les decía, mi gente!. La ciudad es caótica, letal,


absorbente y nos convierte en fieles apasionados a la rutina y la inercia. Así
que yo la comparo con el sistema orbital del planeta. Grandes fuerzas lo
mantienen girando en su sitio. Ni más lejos, ni más cerca.

En el caso nuestro sólo podemos escapar de eso cuando se desequilibra el


sistema al punto de salir disparado en alguna dirección. Lo que pasa es que
para que eso ocurra primero tienes que vencerte a ti mismo. ¿Cómo es eso?.
Pregunto Alejandro.

¡Bueno chico!, dice Juan, uno esta tan domesticado; O mejor dicho,
¡civilizado!, que en lugar de buscar soluciones; ¡No!, hacemos todo lo contrario.
¡Somos demasiado leales a la ciudad y su locura!. ¡Que si la hora, que si la
fecha, que si el trabajo, que si tal cosa, esto y aquello!.

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Uno cree que es imprescindible y que sin nosotros el sistema se detiene.
¡Pues esa es la peor de las trampas!, ¡Auto-convencernos que la sociedad, la
urbe depende de uno!. ¡Fíjate que al siguiente día que yo había renunciado! o
mejor dicho, ¡me habían votado los muy infelices!, ya tenían reemplazo en mi
cargo.

Entonces ¿que ocurrió?, que las toneladas de presión que uno decide
sostener por ser un ente urbano, terminan aplastándote y pulverizándote. Pero
estamos tan atados a esa dinámica que resistimos hasta el último aliento.

¡Miren!. Dice Juan nuevamente. Si yo no me hubiese enfermado de la


cabeza no hubiese podido obtener mi libertad. ¡Si, así mismo como lo oyen!.

En nuestro caso fueron las mismas circunstancias de la vida que llevábamos


las que se encargaron de romper con lo que nos mantenía en aquella orbita.

Y fíjense, la sociedad nos creyó inservibles y nos descarto pero en realidad


fue lo contrario. Nos devolvió nuestra libertad.

En este punto Juan tomo a su mujer por la cintura y le dio un beso en


nuestra presencia y nos completo diciendo: ¡Por supuesto, esta mujer ha sido
mi salvación!.

Vale decir que aquel relato impactó con toda la fuerza del mundo sobre mi,
porque; por alguna razón, yo me veía reflejado allí. Era cuestión de tiempo
que eso mismo comenzara a ocurrir en el seno de mi propia familia. Por lo que
podía ver, ya estaban apareciendo síntomas de aquello en mi propia casa.

En ese punto ya me había convencido de que mi presencia en ese lugar


tenía un propósito predeterminado y que lejos de investigar algo todo parecía
tener que ver conmigo.

El “Loco Juan”, retoma y afirma: ¡Es por eso vale!, que nosotros buscando la
salud, conseguimos este lugar y es aquí donde hemos reconciliado nuestras
habilidades y conocimientos con el resto del mundo. Este es nuestro paraíso.
Aquí tenemos de todo. Aunque ustedes no me crean tenemos. Internet.

¡INTERNET!, pregunté como si de un salvavidas se trataba. Juan responde


¡Si,si,si!. Si desean pueden conectarse o si necesitan mandar mails pueden
hacerlo!. Como les dije este es nuestro rinconcito de vida pero tampoco somos
Jane y Tarzan. !No señor!. ¡Hay cosas de las que es imposible desprenderse,
son extensiones de uno mismo!

Pero resulta que aquel “supuesto loco”, tenia comodidades muy sofisticadas
como por ejemplo: conexión satelital, electricidad que proporcionaban sendas
pantallas solares colocadas en el techo de aquella impresionante vivienda,
radio de muy largo alcance, hasta un laboratorio equipado con autoclaves,
campanas de flujo laminar, sala estéril, etc..

¡Guao!, ¡Estoy muy impresionado Dr.!. Le dije. ¿Adivinen que respondió?.

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Lo siguiente: ¡No chico por favor!, ¡Si aquí todo el mundo me llama el loco
Juan!, ¡Por que tu te empeñas en contaminar mi pureza con esas expresiones
tan citadinas!. ¡Te exijo que me llames como te de la gana!. Por favor llámame
Juan. ¡Esta bien?.

¡Bueno creo que hemos hablado mucho!. Y estoy seguro que ustedes
vinieron por otra cosa ¿no es así?.

Alejandro siempre tan diplomático responde: ¡Bueno Juan!, su relato es muy


interesante y a todos nos ha parecido muy ilustrador, casi todo el mundo vive
como usted describe en las ciudades y por eso es que queremos conocer
nuevas ideas y diferentes formas de enfocar las cosas cotidianas.

Juan continúa: ¡Mira Alejandro!, lo que les voy a decir creo que les interesa
mucho más.

Es verdad que aquí en este pueblo me tienen por un viejo loco, por mis
antenas y mis aparatos y mis matas. Pero lo que la gente no logra entender es
cuando yo les digo que descubrí una extraña planta oriunda de estas
circunstancias que no da fruto alguno y que lo que ofrece es dinero, por lo que
yo desde hace diez años cultivo plantas de dinero y que ellos no lo ven porque
el dinero es un concepto es decir, una idea. Repito. ¡El dinero no es un objeto,
es una idea!. ¡Es algo que puede expresarse usando referencias!. En las
ciudades el dinero se expresa comúnmente con billetes pero eso es parte de la
trampa en la que los citadinos han caído.

Fíjate. Yo ahora tengo más dinero que cuando vivíamos en la ciudad, pero
nunca, o casi nunca, tengo billetes en mis manos y aún así, hago miles de
transacciones desde aquí, a través de Internet y la banca electrónica. ¡Si te
das cuenta un billete aquí no sirve de mucho!. Aquí tenemos casi todo lo que
podemos necesitar. Salvo cuando requiero materiales y fertilizantes o
agroquímicos y aún así, realizo las compras a mi distribuidor a quien le
transfiero desde mi cuenta a la suya. Y lo mismo ocurre con quienes me
compran toda la producción de sábila. Ellos me depositan en mi cuenta y lo
único que vemos son los camiones cuando vienen a buscar la mercancía.

Por eso soy el “El loco Juan”. ¡Claro ahora tengo más dinero que nunca
antes!, ¡repito!, y eso sólo es posible lograrlo, cuando la sociedad te libera,
Como en nuestro caso. Pero puede lograrse también si la persona en esos
procesos de reflexión necesaria, que en ocasiones afloran desde nuestro
interior, re-descubre su esencia, su naturaleza y se conecta con esa otra
energía buena y recupera las ganas, el entusiasmo y la alegría.

Continúa Juan. ¡Fíjense!, en nuestro caso fue necesario que todo se saliera
de control y aún así, luchamos intensamente en contra de nosotros mismos,
de las circunstancias y de todas las presiones sociales y culturales que son a la
final lo que yo llamo los ¡guardianes del sistema!. Y lo digo porque después de
reflexionar tanto sobre la locura de vida que llevábamos, nos dimos cuenta de
lo mucho que esas cosas le importan a uno. Tanto o inclusive más que la
propia familia.

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Ahora, también estoy convencido que ese es un sistema muy perfeccionado
y del cual es sumamente difícil escapar. Lo que definitivamente comprueba
que es muy eficiente y tanto, que cada persona es exigida hasta su máxima
resistencia y capacidad.

Sin embargo hay algo que debemos saber. Así como existen estas
inmensas fuerzas de las que he hablado, no es menos cierto que en nuestro
interior también hay sendas fuerzas y son tan poderosas como las del sistema.
Y este sabe que es así.

La vida urbana es sostenida por todas estas cosas que les comenté y todo
es fielmente vigilado por los guardianes invisibles del sistema.

Sólo basta que descubramos como desestabilizar esas fuerzas para que se
desencadene la reacción que nos hará reconciliarnos con nosotros mismos y
nuestra autentica naturaleza, nuestra esencia y de allí en adelante, comenzar
andar un camino más pleno más productivo y más feliz.

Quiero que sepan, que cuando le digo a los muchachos de por aquí, y a la
gente toda con quien uno comparte diariamente, que yo siembro plata (dinero),
es porque esa es la forma que tengo para despertarles curiosidad y entonces
con mucha simpatía les induzco a pensar y reflexionar.

Se que me llaman “el loco Juan”, ¡yo lo disfruto!, pero también se que mis
experiencias y vivencias han tocado el alma de muchos que así como ustedes,
desean escuchar cosas diferentes.

Esta vida que tenemos y que algunos aún conservamos, se nos entrego para
que viviéramos en plenitud, tal como debe ser. Somos parte de la naturaleza,
estamos hechos de los mismos materiales que todo lo que existe, claro, las
formas como se muestran las cosas tienen muchas caras pero definitivamente
todo esta elaborado con el mismo material.

Y más que nunca estoy convencido que esa plenitud de la que todos somos
herederos está allí esperando por cada uno. Esperando a que cada quien
termine de hacer lo que tenga que hacer. Espera pacientemente sin desespero
a que pase la furia de los estudios y ¡que si los exámenes!, ¡que si las notas!,
¡que esto y que aquello!, Luego la furia de la primera juventud, ¡Las fiestas!,
¡los amores locos!, ¡Los pleitos con papa o mama!, ¡etc..!, luego la furia de la
mediana juventud, ¡El puesto!, ¡El estatus!, ¡El doctorado!, etc.., Después de
todo eso, ¡Repito!, mucho después de eso, entonces se nos hace el gran
examen. Si aprobamos, se nos devuelve nuestra autentica identidad, nuestra
esencia y naturaleza. Si reprobamos, se nos devuelve al principio del
experimento aunque con más edad y menos ímpetus.

Todo esto es inevitable pero lo que si podemos hacer es ¡nunca despreciar


nuestra verdadera naturaleza!, que no es otra cosa que tener conciencia de
todo para lo que tenemos condiciones espontáneas. Aquello para lo que no
existe una explicación del porque lo hacemos y queremos seguir haciéndolo.

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Un ejemplo que siempre uso para describir eso de la naturaleza de cada
persona es el siguiente:

Usted estudió ingeniería y le va bien, pero sin darse cuenta y sin tener una
intensión forzada ha ido construyendo con el paso de los años un jardín
impresionantemente hermoso, pero que solo atiende después de que regresa
de su oficina y cuando tiene un tiempito libre. De esa manera transcurren los
años y usted continua inmerso cada vez más en su profesión y en esa misma
proporción, aumenta su interés por la jardinería pero aún así no se da cuenta
de ello.

Transcurren más años y todo el que ve su jardín se queda atónito por tanta
belleza pero sin embargo, usted esta cada vez más abrumado y absorbido por
su profesión que ya se ha transformado en algo incomodo y hasta
insatisfactorio.

Un día, comienza a preguntarse por qué escogió ser ingeniero y así de


rápido surgen, las respuestas pero que no queremos escuchar.

De esa manera, continúa en su dinámica y ahora tratando de sostener todas


las justificaciones que su ser urbano creo para convencer a su naturaleza de
que la ingeniería era la mejor elección por esto, aquello, el qué dirán, los
padres, la tradición, la sociedad, el dinero, etc.

Definitivamente y después de tanto, llega ese día donde son más las ganas
de trabajar en el jardín que en un proyecto de ingeniería y es allí cuando; en
una medida desesperada, comienza el sistema y sus guardianes a trabajar
para mantenerlo dentro de su infelicidad, utilizando las mismas cosas que le
hicieron convertirse en ingeniero. ¡El que dirán!, ¡Los padres!, ¡La sociedad!,
etc.

Finalmente ocurre lo inevitable. Se libra la batalla interior necesaria pero que


nuestro ser urbano se ha encargado por tanto tiempo de evitar. Es allí, justo
allí donde se aplica el gran examen.

Si aprueba, recupera su autentico ser; Es decir, se hace jardinero y ¡Bueno!,


¡usted sabe!, aplica todos sus conocimientos de ingeniería para diseñar y
construir jardines, y se hace definitivamente pleno. Pero si reprueba, será
enviado nuevamente al salón de clases, ahora con más años y menos ímpetus;
Es decir, regresará a su aburrida e infeliz vida de ingeniero construyendo
puentes y carreteras y su hermoso jardín será el refugio que hasta ahora ha
sido.

Por supuesto preguntará usted si es que la ingeniería fue una mala elección
y yo le respondería que lo fue, pero también que era imposible haber escogido
otra cosa. De ser así hubiese sido un jardinero y uno muy bueno. Sin
embargo en este mismo momento puede serlo porque posee conocimientos de
ingeniería muy valiosos para construir y diseñar jardines.

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Con este relato lo que pretendo decir es que a la final todo lo que hagamos
en la vida nos va a ser útil para cuando logremos reconciliarnos con nuestro ser
natural de manera tal que cuando aprobemos el gran examen de la vida, ¡si lo
logramos!. Obtendremos el gran regalo y que no es otro que:

¡Vivir en plenitud en conjunción con nuestra propia naturaleza!.

Aquellas palabras y reflexiones, que adicionalmente habían sido contadas


con tanta sencillez y humildad, habían calado profundamente en todos
nosotros, pero muy especialmente en mí.

Una vez que Juan dejó de hablar, transcurrieron cerca de dos minutos en los
cuales sólo se escuchaba la hermosa vida silvestre que nos rodeaba. Era
evidente que aquel hombre tenía mucho que enseñarnos y que todo lo que
había dicho hasta ese momento, había impactado nuestra humanidad.

Alejandro rompe el silencio y aún conmovido con aquel relato dice: ¡Bien!,
creo que ya es hora de retornar porque en cosa de minutos oscurece y nos es
nada bueno tomar estos caminos de noche. Doctor Juan, ¿Cree usted que
podamos seguir conversando mañana?. Pregunto Alejandro.

Por supuesto amigos, con muchísimo gusto. Respondió Juan. ¡Ahora les
voy a decir algo!, si ustedes quieren pueden quedarse esta noche, aquí hay
suficiente espacio y donde dormir, sobra. Es más, creo que ya habían
preparado posada para todos. ¡Claro!, entiendo que deseen regresar pero en
verdad es muy tarde para coger por esos caminos y de noche!, ¡no se es cosa
de ustedes!.

Inmediatamente me asalto la mente urbana y dije: ¡Alejandro el Dr. Tiene


razón!, ¡me parece que es una locura regresar tan tarde y por un camino que
es sólo y sin iluminación alguna!, ¡Y si nos asaltan o algo parecido!.

Juan rompe el silencio del ocaso con otra gran carcajada. ¡ja,ja,ja!, ¡amigo,
usted aún no se ha dado cuenta que esta lejos de la ciudad!. ¡Además, que
ladrón se le va a ocurrir esperar en plena selva a esta hora para robar a alguien
que pase!. ¡Si no lo pica una mapanare (serpiente venenosa) lo muerde un
cunaguaro (felino salvaje)!. ¡ja,ja,ja!.

Miren muchachos, dice Juan. Mejor quédense y seguimos la conversa. Así


mañana bien tempranito, cuando aparezca el primer rayito de sol y después del
desayuno, cogen camino de regreso y van con el fresquito de la mañanita.

Ante aquella oferta tan tentadora era imposible negarse y en consecuencia,


aceptamos. De inmediato hicimos los arreglos y comenzamos a bajar algunas
cosas del auto y a organizarnos para lo que sería una velada campestre que
jamás olvidaré.

Transcurridas unas tres horas aproximadamente y ya habiéndonos


aprestado a pasar la noche en aquel mágico lugar, fuimos convidados por Juan

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y su mujer a cenar. No me van a creer que aquella sería una de las cenas más
exquisitas en todo sentido, que experimenté en toda mi vida.

Para empezar, el lugar era una especie de choza muy acogedora, en donde
podíamos ver a lo lejos un lago sobre el que parecía haber un espejo enorme
que proyectaba todo el cielo nocturno en su superficie completamente lisa e
imperturbable. Las formas que creaban los árboles en aquella oscuridad
generaban sombras enigmáticas muy interesantes y los animales que se
acercaban a la orilla de aquel lago a beber, eran completamente
espectaculares, era como observar un programa de “vida silvestre”, pero en
una enorme pantalla plana de la más alta resolución. Era simplemente
abrumadora aquella escena.

Y ni hablar de la comida. Las arepas (pastel de harina de maíz) eran


exquisitas. Una mantequilla fresca que aún conservaba la espuma del batido y
su aroma a leche de vaca recién ordeñada. Un queso blanco del que nunca
había probado bocado antes en mi vida. Una especie de estofado con
vegetales que haría romper promesas de dieta hasta al más disciplinado
atleta. ¡y mejor me detengo!, ¡con solo recordar aquello me da hambre de
nuevo!. En todo aspecto, una experiencia culinaria única.

Juan, quien no disfrutaba menos que nosotros, dice: ¡queridos amigos!,


como es nuestra costumbre, vamos celebrar con un vinito que hacemos
nosotros mismos aquí y que no me pueden despreciar. ¿Verdad que si?.

Nos vimos las caras y a pesar de que yo no acostumbro a beber alcohol


aceptamos. ¡Que mal puede hacernos un poco de vino después de haber
comido como reyes!. ¡no sabia en que me metía!.

Pues, transcurrieron algunos minutos y comenzamos la aventura


nuevamente. ¡El primer vaso de vino!.

¿Qué les pareció la cena muchachos?. Preguntó Juan. Y el mismo se


respondió: ¡Excelente!, ¿verdad que si?, ¡Por eso es que de aquí jamás nos
iremos!. ¿Dónde creen ustedes que van a comer tan sabroso?.

Alejandro responde: ¡En ningún lado Juan!, estoy seguro que ninguno de
nosotros había probado una mantequilla tan sabrosa y mucho menos un queso
tan fresco y tan exquisito. Juan responde: ¡Tienes razón Alejandro!, y te digo
más. Todos los que vivimos en este pueblo, comemos de la misma manera e
igual de sabroso. Si tú quieres comer carne, sacrifican una res y listo. ¡Carne
de primera!. Si quieres frutas, vas y la coges de la mata y listo, si quieres
desintoxicarte, tomas un baño en el río y ya esta. ¡Pero, si quieres volver a ser
humano!, definitivamente te mudas a este paraíso y jamás te vas.

Amigos lectores. ¡Estas palabras y el vino!, habían definitivamente puesto el


sello de calidad a aquella velada.

¿Otro poquito muchachos?, preguntó Juan y sin que respondiera nadie nos
lleno el vaso nuevamente. ¡Que personaje este!, dije para mis adentros.

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A todas estas, transcurría la velada y repentinamente aparece una hermosa
joven muy educada que dice con una voz muy dulce, ¡Buenas noches!, con su
permiso. ¡Papa!, te están llamando por teléfono para decirte que ya salieron
para acá los camiones y que te acuerdes que mañana es la entrega de la
sábila que va para exportación.

Juan interrumpe y sin calma alguna nos deja saber que lo habían tomado por
las (adjetivo). ¡Dios mió!, ¡Si es verdad!. ¡Bueno mi amor!, menos mal que
esta semana veníamos trabajando en eso y sólo es cuestión de detalles para
formalizar la entrega y llenar algunos papeles. Respondió Juan a su bella hija.

¡Ahora ven que nada es casualidad!, ¡si ustedes no se hubiesen alejado un


poquito de la rutina no estuvieran aquí!. Nos dice Juan y continúa:
¡Acompáñenme ahora mismo que les voy a mostrar algo!.

Inmediatamente todos cerramos el capitulo anterior y nos dirigimos junto con


el a un lugar dentro de la misma instalación en donde se encontraba lo que
resultó ser una sencilla pero muy eficiente planta de procesamiento de la
sábila y un lugar al que Juan llamaba la fabrica de plata.

En efecto aquella era la instalación en donde Juan y sus empleados y


amigos, procesaban las plantas de sábila de las que extraían un concentrado
que era la materia prima para la elaboración de diversos productos cosméticos
y medicinales. Concentrado que se empacaba allí mismo en distintas
presentaciones para luego ser transportado por vía terrestre desde allí hasta un
puerto y luego a otro país.

Pues resulto ser que Juan era uno de los principales proveedores de materia
prima para una de las más importantes y prestigiosas casas cosméticas del
mundo y también para algunas farmacéuticas. ¡Vaya,vaya!. Dije impávido ante
tantas sorpresas. Este hombre definitivamente era una caja de sorpresas.

Toda esa noche estuvimos muy cerca contemplando toda la operación y en


medio de cada tanto, Juan nos hacia reflexiones acerca de su “fabrica de
plata”. Era indudable que aquel personaje había dado en el clavo y que su
teoría en todo sentido era creíble. Por supuesto, en ese punto ya yo estaba
total y completamente absorbido por la teoría de Juan y no podía ocultar mis
ansias por saber el secreto en sí, de todo aquello.

Siguieron pasando las horas y continuaba la dinámica. Entraban empleados


que se incorporaban a la acción, sonaba el teléfono, Juan entraba y salía y
nosotros le perseguíamos, en definitiva aquello era un pandemonio. Cerca de
las tres de la mañana estaba llegando el primer camión y para ese momento
nos habíamos olvidado de a que fuimos allí y como era tan contagiosa aquella
situación porque además, todo era muy simpático y alegre que terminamos
involucrados como si de empleados o dueños de la fábrica se trataba.

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Sin transición alguna, aparecen los primeros rayos del sol y aunque
exhausto todos, la experiencia fue grandiosa. Había olvidado lo bien que se
sienten el entusiasmo, la emoción, la adrenalina corriendo por las venas y
todas esas emociones que van desapareciendo en la medida que uno se hace
más adulto y que muchos llaman madurez y que no es otra cosa que la perdida
de nuestra autentica naturaleza. ¡Para ser honesto me sentía como un niño en
la noche da santa!. ¡Me había vuelto una cantidad de años más joven!.

Y ustedes saben ¿como me di cuenta de que aquello me había


rejuvenecido?, ¡Bueno!, simplemente porque Alejandro dijo esto: ¡Muchachos,
si quieren descansamos un momento para después recoger las cosas!,
¡Tenemos que regresar!. ¡Por supuesto!, debimos haber puesto unas caras de
evidencia muy visibles porque Juan, a quien no se le escapaba nada, dibujo
una sonrisa en su rostro dejando entrever que sabía lo que habíamos vivido y
que aquello nos estaba gustando mucho como para desconectarnos así de
fácil. ¡Y estaba en lo cierto!.

Todavía no entendíamos que aquella experiencia muy hábilmente


administrada por Juan, era la otra parte del secreto que aquel hombre había
redescubierto y que no era otra cosa que:

¡El entusiasmo de hacer algo que uno disfruta con toda su alma y por lo que
recibe como recompensa cualquier cantidad de estímulos positivos!, ¡desde
dinero hasta salud, desde alegría hasta juventud!.

Evidentemente y aunque con cierta tristeza, era momento de partir. Juan


sabía que había logrado darnos como quien dice “una patada en la panza” y
que evidentemente nos había obligado a tomar un nuevo aire. ¡Estaba en lo
cierto!

A pesar de habernos conocido en tan poco tiempo y compartido tan pocas


horas, aquello fue el comienzo de una amistad que aún perdura. No solamente
con Juan sino conmigo mismo.

Llegada la hora de partir nos despedimos muy afectuosamente y prometimos


volver, lo cual hicimos tiempo después y cada vez con más frecuencia.
¡Recuerden que siempre estaremos aquí!, Dijo Juan. Expresión que no pudo
ser menos digna de su poder educador y que tampoco olvidamos. ¡Eso si la
próxima vez que vayan a venir me dicen unos días antes porque quiero que
conozcan a mi cuñado!. ¡Ese si que está más loco que una cabra!. Y como yo
tengo años diciendo que siembro matas de plata(dinero) el para no quedarse
atrás dice que le llueve el dinero.

¿Cómo es eso Juan?, preguntó Alejandro. ¡Si,si,si! En verdad a el le va muy


bien desde que se fue de la ciudad, a si estaría de mal Guanipa que después
de ser el presidente de la corporación renunció y se fue de la ciudad. ¡Dice que
siguiendo mis pasos!. ¡Pero yo no estoy tan loco así!.

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En verdad nosotros lo queremos mucho y en verdad el hombre le ha ido muy
bien pero eso de que “El dinero si cae del cielo”, es decir ¡que llueve!, ya creo
que es mucho.

De todas formas me gustaría que lo conocieran dentro de su locura también


tiene cosas interesantes que decir.

Alejandro sin chistar dice: ¡Juan organice una reunión con su cuñado para la
próxima semana!, ¿Puede?. Juan responde: No hay problema Alejandro ahora
mismo lo voy a llamar y le mando un correo electrónico para invitarlo porque
puede que este pescando en este momento y el dura semanas en la mar.

¿Y como piensa comunicarse con él entonces?. ¡No, no, no eso es lo de


menos!. Si no me atiende el teléfono es porque está pescando y por eso es el
correo electrónico. Eso sí lo lee desde el barco que tiene de todo, hasta
Internet.

¡INTERNET!, pregunté. ¡Otra vez la cancioncita de dimensión desconocida


en mi cabeza!. ¡Se repetía ese sentimiento de que algo nos esperaba!

En ese instante nos despedimos definitivamente y se me ocurre preguntarle a


Juan: ¿Y como se llama su cuñado Juan?.

Juan responde: ¡El loco ese!, ¡le dicen el flaco Guanipa!.

¡El flaco guanipa! ¡Al que le llueven los reales!. ¡ja,ja,ja!

Definitivamente partimos dejando atrás una experiencia y un aprendizaje


invaluable pero con la expectativa de conocer a ese otro personaje del que ya
podíamos imaginar cualquier cantidad de cosas.

Nos pusimos en marcha y vimos como quedaba atrás aquella experiencia


única y muy especial que por demás, nunca creí poder obtener en este lugar.

En verdad todo a partir de aquella experiencia había cambiado


definitivamente en mi vida y no paraba de hacer análisis y recuentos sobre el
gran cúmulo de información que estaba condensado en todo la que habíamos
vivido en aquellas horas.

Una de las cosas que analizo y contrasto, es el hecho de haber creído; antes
de haber vivido la experiencia de conocer al Dr. Juan, que la inteligencia era
algo inherente al individuo y que sólo pertenecía a quien la poseyera. Es decir,
mi posición al respecto a cambiado al punto de creer ahora que la inteligencia
es algo que se encuentra fuera de nosotros, es algo que se encuentra
disponible y que puede ser accesible en el momento que logremos identificar el
como hacerlo.

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Entiendo que pueda ser cuestionable mi posición sobre el tema pero es que
por otra parte no dejo de pensar en que todo esto de la naturaleza interior y del
ser urbano evidentemente tiene mucho sentido. ¡Yo mismo pude sentir el
entusiasmo que cuando joven!, y todavía cuando recuerdo lo vivido no dejo de
sentir agrado.

Les juro que a pesar de mis convicciones profesionales, siento que me


agrada muchísimo pensar que existe una especie de fuerza interior que nos
identifica en el entorno que nos corresponde y que sólo podemos descubrirla,
cuando nos encontramos con nuestra esencia, nuestra naturaleza.

Según puedo ver, se trata de identificar nuestra más pura esencia. Es decir,
a través de cómo nos sentimos, podemos identificar qué tan cerca o lejos
estamos de encontrar nuestra naturaleza. Si nos sentimos apasionados y
plenos haciendo o estando en algo, pues eso es una señal de que eso que
hacemos o en donde estamos está en correspondencia directa con nuestra
naturaleza.

Si sentimos todo lo contrario y nuestras emociones son contrarias a la


alegría, gozo, plenitud, interés, etc. Entonces estamos lejos de nuestra
naturaleza.

En este punto, me siento desmovilizado de mi centro. Evidentemente,


cuando uno siente placer por algo, eso es una señal de que eso resulta muy
gratificante para uno y en consecuencia, tenemos la señal que necesitamos
para reencontrarnos con nosotros mismos.

En lo personal me siento como si hubiera descubierto un tesoro valiosísimo,


me siento ansioso y muy interesado. Sólo me imagino en como pudiera ser mi
vida si pudiera descubrir como aplicar esa filosofía de Juan. Definitivamente
estoy más que dispuesto a volver a encontrarme con todo aquello que había
olvidado y que tanto entusiasmo despertaba en mi cuando era más joven.

Juan de muchas formas esta diciendo la verdad. Haber descubierto que


plantar sábila y consolidar en torno a eso, una actividad que implica tanto
disfrute y gozo, además de tanto dinero, era como cuando uno iba al parque de
atracciones y podía subirse a todas ellas sin limites. Aparte de emocionante
era algo que siempre deseábamos hacer de niños.

Es sin lugar a dudas una autentica siembra de matas de dinero. Lo que el


llama plantas de dinero son en realidad eso.

Aquí comienza la otra reflexión. ¡En verdad el dinero es un concepto!, Juan


tiene mucha razón. Si el dinero fuera papel o monedas entonces todos los
billetes y monedas del mundo fueran iguales. En pocas palabras, el dinero es
una apreciación del valor que tienen las cosas, expresado en un referente que
se pueda ver y tocar. Es decir, el valor de algo tiene que preservarse y
representarse de alguna forma en el plano de lo material es decir que se pueda
ver y tocar, por lo que si algo tiene un valor, como consecuencia de eso se
debe demostrar que es así. Para ello usamos el papel moneda o billetes y las

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monedas de metal que cada grupo social establece de acuerdo a sus intereses
y criterios.

Ahora bien, no podemos tener papel moneda y monedas sin que haya algún
valor que representar. Mejor dicho, si no tenemos un valor que requiera ser
preservado o representado, mucho menos podemos tener representación de
este. Si no tenemos algo que tenga valor, mucho menos tendremos la
representación de ese algo que no existe.

Por ejemplo: ¿Usted cree en verdad que el oro es valioso porque es un


metal precioso?

Si nos detenemos a analizar esto, es innegable que este metal ha existido


mucho antes que nosotros sobre la tierra, por lo que no es correcto afirmar que
el oro vale porque es precioso o mucho menos porque siempre ha tenido valor.

El oro vale o tiene valor, porque es el hombre a partir de su existencia, quien


establece durante toda la historia conocida de este metal, que por sus
atributos, este tiene un alto valor, y le toma por referencia común para medir el
valor de otras cosas. Pero adicionalmente, resultó que toda la humanidad llegó
al mismo acuerdo y en ese sentido, el oro fue, es y será el metal que el hombre
estableció que era con el valor que definimos para representarlo. En pocas
palabras, nadie hoy día cuestiona el valor del oro. Sin embargo, usted puede
tener oro en sus manos o una cantidad de dinero equivalente a su valor o, algo
que sea tangible que pueda representar su valor.

En consecuencia, si descubrimos cual es nuestra autentica naturaleza y


todo aquello para lo que tenemos actitudes y aptitudes, entonces accederemos
a la inteligencia universal y es allí, cuando sin que nos demos cuenta,
podremos encontrar nuestras plantas de dinero u oro tal y como lo hizo Juan.

¡Claro!, ¿Como saber que vamos por buen camino hacia nuestra
reconciliación interna?.

¡Pues sencillo!, nuestra emociones nos lo dirán. Si nos sentimos infelices y


atormentados con toda seguridad estamos muy lejos del camino. Pero si nos
sentimos bien en todo sentido, hemos encontrado la mejor ruta para transitar
por el camino del éxito.

¡Bien!, ahora sólo resta por esperar la llamada de Juan para continuar esta
aventura y conocer al “Flaco Guanipa”

Continuara…

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