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—Vamos a quitarte esto —sugirió mientras trabajaba en el lazo


alrededor de su cuello.
Él suspiró cuando se la quitó, relajándose un poco sobre la
cama, y Lissianna decidió desembarazarse de la suya también.
—¿No está mejor así? —preguntó, deslizando la tela de seda de
su cuello.
El hombre comenzó a asentir, pero entonces se paró y frunció
el ceño hacia ella, mientras desabotonaba los tres primeros botones
de su camisa.
—Sería mejor aún si me desataras.
Lissianna sonrió divertida por el modo en que él estaba
luchando contra sí mismo, entonces intentó distraerlo pasando
ligeramente sus dedos por el trozo de pecho que había dejado al
descubierto. Para su satisfacción, un escalofrío lo recorrió cuando sus
largas uñas arañaron gentilmente su piel desnuda. Aquella tarea de
la seducción estaba resultando ser más fácil de lo que se había
temido.
—Desátame —él intentaba permanecer firme, pero era obvio
que su corazón no tenía la voluntad de ir tras el deseo de ser libre.
Sonriendo sabiamente, Lissianna movió sus dedos a lo largo de
la tela que había sobre su cinturón.
La acción provocativa puso a los músculos de su estómago a
galopar y soltó el aliento con un pequeño silbido.
—Qué demonios —aspiró—. Hay cosas peores que ser un
esclavo sexual.

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Prólogo
—Es sólo una pequeña cena.
—Uh—huh—de pie, Greg Hewitt cogió el auricular del teléfono
en la curva entre su cuello y el hombro, manteniéndolo con su
barbilla mientras comenzaba a limpiar su escritorio para preparar su
marcha de la oficina.
La voz de Anne había adquirido un tono persuasivo, lo que era
—siempre— una mala señal. Suspirando interiormente, agitó su
cabeza mientras su hermana parloteaba; contándole lo que había
preparado para la comida y demás, todo un esfuerzo para
convencerlo de que asistiera. Se percató de que ella no estaba
mencionando quién más iba a estar en esa pequeña cena, pero
sospechaba saberlo de antemano. Greg no tenía duda de que serían
Anne, su marido John, y otra amiga soltera que esperaba que se
quedara colgada de su —aún soltero— hermano mayor.
—¿Entonces?
Greg se detuvo y cogió el teléfono con la mano. Obviamente
había olvidado algo.
—Lo siento, ¿qué fue eso?
—Entonces, ¿a qué hora puedes estar aquí mañana?
—No iré —antes de que ella pudiera quejarse, añadió
rápidamente—: No puedo. Mañana estaré fuera del país.
—¿Qué? —hubo una pausa, seguida de la desconfianza—. ¿Por
qué? ¿A dónde vas a ir?
—México. Voy de vacaciones. Es por eso que te llamé en primer
lugar. Salgo en el primer vuelo de la mañana hacia Cancún—sabiendo
que acababa de dejarla desconcertada, Greg permitió que una sonrisa
se formara en sus labios, a la vez que hacía malabarismos con el
teléfono para ponerse el traje que había descartado anteriormente.
—¿México? —repitió Anne después de una larga pausa—.
¿Vacaciones?
Greg no pudo decidir si su desconcierto era de diversión o sólo
un triste comentario más en su vida hasta la fecha. Esas eran las
primeras vacaciones que se había tomado desde que había
comenzado las prácticas de psicología hacía ocho años. De hecho, no
había ido de vacaciones desde que comenzó la universidad. Era el
típico hombre adicto al trabajo, impulsado a lograr el éxito y
dispuesto a emplear horas y horas en ello. No dejaba mucho tiempo
para la vida social. Hacía mucho que necesitaba esas vacaciones.
—Escucha, necesito irme. Te enviaré una postal desde México.
Adiós —Greg colgó antes de que ella pudiera decir algo que lo
detuviera, cogió su maletín y, rápidamente, escapó de su oficina.

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No se sorprendió al escuchar el teléfono sonando justo cuando
cerró la puerta, Anne era del tipo persistente. Con una pequeña
sonrisa, lo ignoró y se metió las llaves en el bolsillo mientras
descendía al vestíbulo para coger el ascensor.
El doctor Gregory Hewitt estaba ahora oficialmente de
vacaciones, y el saberlo lo relajaba cada vez más a medida que se
alejaba de la oficina. De hecho, estaba silbando suavemente mientras
se montaba en el ascensor y se giraba para pulsar el botón que
marcaba el 3. El silbido murió, sin embargo, y Greg alcanzó
instintivamente el panel de controles, sus ojos buscando el botón que
mantenía las puertas abiertas, cuando se dio cuenta de que una
mujer se apresuraba a través de las puertas del ascensor. No habría
necesitado preocuparse; fue rápida de pies y se las arregló para
deslizarse entre ellas justo cuando cerraron.
Greg permitió que su mano dejara el botón del panel y se
apartó un paso educadamente para que ella pudiera elegir la planta
que quisiera. Le lanzó curiosa mirada cuando se puso delante de él,
ociosamente, preguntándose de dónde habría salido la mujer. El
vestíbulo había estado vacío cuando lo atravesó, y no había
escuchado ninguna puerta abrirse o cerrarse, pero entonces se había
distraído con pensamientos de sus próximas vacaciones. Había varias
oficinas en la planta además de la suya, y podría ser de cualquiera de
ellas; pero estaba seguro de no haberla visto nunca antes.
Greg apenas había vislumbrado su rostro cuando se montó en
el ascensor, y gran parte de sus rasgos eran una vaga imagen
borrosa en su memoria, pero sus ojos eran de un atrayente azul
plateado. Inusuales y bonitos, serían el resultado de lentes de
contacto de color, pensó, e inmediatamente perdió el interés en ella.
Greg podía apreciar a las mujeres hermosas, y no tenía problema en
sacar lo mejor de su apariencia, pero cuando llegaban a ese nivel de
artificio para atraer la atención, tendía a darles la espalda.
Expulsándola de sus pensamientos, se relajó contra la pared del
ascensor, su mente inmediatamente regresó a su viaje. Había
planeado gran cantidad de excursiones; nunca había estado en un
lugar como México antes y quería disfrutar de todo lo que hubiera
para hacer. En las abarrotadas playas, él esperaba hacer parasailing,
submarinismo y, tal vez, ir en alguno de esos viajes en barco en los
que se alimentaba a delfines.
También quería ir al Museo Casa Maya, un parque ecológico con
una reproducción de cómo los Mayas vivían siglos atrás y senderos
por donde se podían ver los animales del lugar. Después estaba la
vida nocturna. Si tenía energía después de esos activos días, Greg
asaltaría las salas de baile como Coco Bongo o el Bulldog café, donde
la gente medio desnuda danzaba con música obscena.
El alegre ding del ascensor expulsó los pensamientos de Greg
de mujeres bailando medio desnudas, mientras ponía su atención

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sobre el panel de las puertas. El P3 se iluminó. Planta 3 de parking. Su
planta.
Saludando educadamente a su compañera, salió del ascensor y
comenzó a andar a través del gran garaje casi vacío. Con mujeres
medio desnudas aún bailando en la periferia de su mente, a Greg le
tomó un minuto percatarse del sonido de pasos detrás de él. Echó
una rápida mirada sobre su hombro para ver de quién se trataba, y
entonces dejó de preocuparse.
En concreto, el sonido era el tap tap de unos tacones; secos y
rápidos, resonando en el espacio vacío. La mujer obviamente había
aparcado también en esa planta. Su mirada se movió ausente sobre
el espacio vacío en donde se suponía que debía estar su coche. Pero
se quedó fija en una de las columnas al pasar junto a ella. Las
grandes letras negras de P 1 pintadas, lo confundieron. Los niveles
del parking 1 y 2 estaban reservados a visitantes de las distintas
oficinas de negocios del edificio. Él había aparcado en la P 3 y estaba
seguro de que el panel de luces del ascensor había mostrado P 3
cuando miró… pero aparentemente se había equivocado. Se detuvo y
comenzó a volver por donde había venido.
Esta es la planta correcta. Allí está aparcado el coche.
—Sí, por supuesto—murmuró Greg, y continuó. Caminó a
grandes zancadas hacia el solitario vehículo.
No fue hasta que abrió el maletero que un pensamiento
irrumpió en su mente, dándose cuenta de que el pequeño deportivo
rojo no era suyo. Él conducía un BMW azul oscuro. Pero tan pronto
como ese pensamiento—con su respectiva alarma— se reafirmó en su
mente, se esfumó como la niebla bajo el efecto de la brisa.
Relajándose, Greg colocó su maletín en el maletero, se montó
en él, se las apañó para meterse en ese pequeño espacio, y cerró la
puerta.

Capítulo 1
—Mmm. ¡Qué bien que huele tu cabello!
—Umm, ¡caramba! Gracias, Bob.

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Lissianna Argeneau miró con atención los alrededores del
oscuro estacionamiento que estaban cruzando; aliviada al ver que
estaban solos.
— ¿Pero crees que podrías sacar tu mano de mi culo?
—Dwayne.
— ¿Qué?
Ella echó confusa un vistazo hacia su apuesto rostro.
—Mi nombre es Dwayne, —explicó él con una abierta sonrisa.
— ¡Oh! —Suspiró—. Bien, Dwayne, ¿podrías sacar tu mano de
mi culo?
—Creí que te gustaba.
Su mano estaba firmemente plantada sobre su nalga izquierda,
apretando de una manera total pero a la vez amistosa.
Resistiendo el impulso de aporrearlo en la cabeza y arrastrarlo
a los arbustos como el neandertal que era, forzó una sonrisa.
—Me gustas, pero esperemos hasta que llegamos a tu
automóvil si quieres.
— ¡Oh! Sí. Mi automóvil, —interrumpió—. Sobre eso....—
Lissianna dejó de caminar para mirarlo a la cara, sus ojos se
entrecerraron con desconfianza ante la incomodidad que pasó
repentinamente por su expresión.
— ¿Qué?
—No tengo automóvil, —admitió Dwayne.
Lissianna sintió que su cerebro parpadeaba mientras intentaba
aceptar noticias. En Canadá, todos los mayores de veinte años tenían
un automóvil. Bien, prácticamente todos. Está bien, quizás ésa fuera
una exageración, pero la mayoría de los machos solteros en edad de
de tener citas tenían ruedas. Era como una norma tácita o algo por el
estilo.
Antes de que pudiera hacer comentarios, Dwayne añadió:
—Pensaba que tú tendrías uno.
Sonaba casi como una acusación, notó Lissianna frunciendo el
ceño. En algunos aspectos, el movimiento feminista realmente no le
había hecho ningún favor a las mujeres. Dónde se habían ido los días
en que él, como el hombre, habría tenido el vehículo o asumido la
responsabilidad de conseguirles un lugar en dónde estar solos sin
segundas intenciones. Ahora parecía disgustado, como si ella le
hubiera fallado de algún modo por no tener un automóvil.
—Tengo automóvil, —dijo poniéndose a la defensiva—. Pero
vine hasta aquí con mi primo.
— ¿El pollito con pelo rosa?

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—No. Ése es mi amigo, Mirabeau. Thomas es el que conducía,
—contestó Lissianna distraídamente mientras consideraba el
problema. No tenía ningún automóvil y Thomas había cerrado con
llave el Jeep cuando habían llegado. Suponía que podía regresar a la
barra, encontrar a Thomas y pedirle prestadas sus llaves; pero
realmente, Lissianna no quería usar su Jeep para….
—Bien, aquí está bien. No me molesta la naturaleza.
Lissianna sacudió sus pensamientos cuando la agarró por las
caderas y la apretó contra él.
Ella se apoyó instintivamente, poniendo un poco de espacio
entre la mitad superior de sus cuerpos, pero eso no hizo nada para
evitar que sus mitades inferiores se ajustaran. Había quedado
repentinamente claro que la idea de la naturaleza realmente no
molestaba a Dwayne. En realidad, la dureza que la presionaba
indicaba que la idea lo había excitado.
Era, obviamente, un tipo excitable, decidió Lissianna. Ella
misma no veía cual era el atractivo de la naturaleza, por lo menos no
durante un invierno canadiense.
— ¡Vamos!
Abandonando sus caderas, Dwayne la agarró de la mano y la
llevó rápidamente al fondo del estacionamiento.
Fue hasta que la arrastró detrás del montó de grandes
recipientes metálicos de basura en la esquina trasera que se dio
cuenta de sus intenciones.
Lissianna se tragó un sarcástico comentario sobre su naturaleza
romántica y simplemente decidió agradecer que estuvieran a
principios del invierno. Que no hubieran tenido todavía la primera
nevada y que hiciera el frío suficiente para que no hubiera ningún olor
a comida en estado de putrefacción de los contenedores.
—Esto es bueno.
Dwayne apoyó su espalda contra el frío metal de uno de los
contenedores y se de un recipiente y se apiñó a su lado.
Lissianna suspiró interiormente, deseando no haber dejado su
abrigo dentro. Era más inmune al resfriado que una persona
corriente, pero no totalmente inmune. El metal frío en su espalda
estaba extrayendo todo el calor de su interior, forzando a su cuerpo a
esforzarse más para mantenerse tibio. Hambrienta y deshidratada
como estaba, lo último que necesitaba era que su cuerpo tuviera que
trabajar todavía más.
El repentino y torpe asalto a su boca la forzó a concentrarse en
el tema inmediato y la convenció de que era tiempo de tomar el
control de la situación. Haciendo caso omiso del sondeo ondulante de
su lengua contra sus labios cerrados, aferró sus dedos sobre el frente
de su chaqueta y lo retorció, vapuleándolo contra el costado del

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recipiente un poco más duro de lo que hubiera querido mientras
intercambiaba lugares con él.
— ¡Guau!, —dijo entre dientes con sus ojos brillando— Una
mujer salvaje.
— ¿Esa es la forma en que tú lo haces? —Preguntó secamente
Lissianna—. Entonces vas a adorar esto.
Liberando su abrigo, pasó una mano en el pelo sobre su nuca y
lo agarró por cortos cabellos. Tirando de su cabeza para ladearla,
dirigió su boca a su cuello.
Dwayne murmuró con placer cuando movió ligeramente sus
labios a todo lo largo de su vena yugular. En cuanto encontró el mejor
lugar sus propósitos, Lissianna abrió su boca y aspiró por la nariz
mientras sus colmillos se deslizaban hasta alcanzar su completa y
afilada longitud para luego hundirlos en su cuello.
Dwayne dejó escapar un pequeño grito entrecortado mientras
se dejaba ir con sus brazos apretados alrededor de ella, pero eso
solamente duró breves momentos. Pronto empezó a relajarse contra
el frío contenedor mientras Lissianna le enviaba las sensaciones que
estaba experimentando como la satisfacción cuando la sangre corría
hacia arriba a través de sus dientes y directamente a su sistema, la
mareante precipitación cuando su sistema se movió ansiosamente
para absorber dicha ofrenda
La única descripción que podía haber utilizado para explicar esa
reacción inicial era la manera en que un bote se inclinaba hacia el
agua cuando todos a bordo se precipitaban a un lado de la cubierta.
El cuerpo de Lissianna tenía esa misma reacción cuando su sangre
hambrienta se precipitaba para absorber la sangre nueva, corriendo
desde cada rincón de su cuerpo hacia su cabeza, al lugar dónde sus
dientes estaban chupando lo que su cuerpo tan desesperadamente
necesitaba. Eso causaba la no del todo desagradable sensación de
que su cabeza entraba en éxtasis. Imaginaba que era similar a la
experiencia de tomar una droga. Solamente que esto no era una
droga, era la vida de Lissianna.
Escuchó a Dwayne dar un pequeño gemido de placer. Este se
hizo eco de silencio que ella experimentaba cuando el calambre de su
cuerpo comenzaba a disminuir lentamente.
Demasiado lentamente, Lissianna se dio cuenta repentinamente
de que algo estaba mal.
Manteniendo sus dientes sumergidos en su cuello, empezó a
revisar su mente. No tardó mucho en encontrar el problema.
Dwayne no era tan sano como aparentaba. A decir verdad, muy
pocas cosas sobre él eran lo que parecía.
Por sus pensamientos supo que la protuberancia que
presionaba su bajo vientre era un pepino que había metido dentro de
sus pantalones, sus hombros anchos eran resultado del relleno bajo

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su chaqueta, y el atractivo bronceado que lucía venía de una botella.
Lo utilizaba para esconder la palidez natural causada por la....Anemia.
Lissianna arrancó su boca con una maldición, sus dientes se
deslizando rápidamente de regreso a su puesto de descanso mientras
lo miraba furiosa. Solo fue el instinto lo que le hizo pasar por su
cabeza el pensamiento de que tenía que cambiar sus recuerdos sobre
la cita. Estaba tan enfadada con ese hombre....
Y con Mirabeau, también, decidió. Después de todo, había sido
su amigo el que había insistido que se llevara al tipo fuera para un
mordisco rápido. Conociendo a su madre estaba segura que tenía
algo preparado para ella, por eso Lissianna había querido esperar
hasta llegar a su fiesta de cumpleaños para comer, pero Mirabeau —
y su prima Jeanne — se habían preocupado de que su palidez llevara
que a Marguerite Argeneau le pusiera una intravenosa en el momento
en que llegara a casa.
Cuando Dwayne había empezado revolotear a su alrededor,
Lissianna había permitido que Mirabeau la convenciera de que lo
sacara para un mordisco rápido. Y ahora podría tener un problema.
Había tardado algunos momentos en darse cuenta de que había algo
que estaba mal, luego un par minutos más para encontrar la
información de que era anémico. Solamente esperaba no haber
tomado demasiada sangre de él en ese tiempo.
Terminando con sus recuerdos, Lissianna echó el ojo a Dwayne
con partes iguales de irritación y preocupación. A pesar de su
bronceado enfrascado, el hombre parecía pálido, pero por lo menos
todavía estaba sobre sus pies. Poniendo su mano a su muñeca, tomó
su pulso y se relajó un poco. Aunque estaba un poco acelerado, era
fuerte. Debería estar bien antes de mañana por la mañana. Dwayne
no se sentiría bien durante un tiempo, sin embargo, pero, después de
todo, no era ni más ni menos que lo que se merecía por andar de un
lado a otro inflado y cubierto para echarle el lazo a una chica. Idiota.
Las personas podían ser tan tontas, pensó con irritación. Como
niños jugando a vestirse con ropa de grandes fingiendo ser mayores
de lo que realmente eran, los adultos andaban de un lado a otro
inflados, encorsetados o rellenados con siliconas para ser algo que
realmente no eran, o ser aquello que pensaban que era atractivo. Y
cada vez la cosa se ponía peor.
Se preguntaba por qué no comprendían que sus verdaderas
identidades eran suficientemente buenas, y si no lo eran, entonces lo
mismo daba porque tratar disfrazar lo que eran no haría en definitiva
que lo fueran.
Lissianna puso en Dwayne el recuerdo de que había decidido
salir a tomar aire porque no se había sentido bien.
Se aseguró de ordenarle que se quedara allí hasta que se
sintiera mejor, luego debía tomar un taxi hasta casa, luego tuvo que
cerrar sus ojos mientras terminaba de borrarle al memoria. Una vez

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segura de que había hecho el trabajo apropiadamente, Lissianna lo
dejó balanceándose sobre sus pies y se alejó de los contenedores
hacia la playa de estacionamiento.
— ¿Lissi?
Una figura cruzó oscura terreno hacia ella.
—Padre Joseph.
Alzando una ceja Lissianna cambió de dirección para
encontrarse con el hombre mayor. El reverendo que era su jefe en el
refugio donde trabajaba durante el turno de noche. Un Bar no era el
tipo de lugar que soliera frecuentar.
— ¿Qué está haciendo aquí?
—Bill dijo que había un nuevo niño en la calle. No cree que el
niño tenga más de doce o trece y está más que seguro que ha estado
comiendo de los recipientes de basura. Pensé que en ver si podía
encontrarlo y convencerlo de venir al refugio.
— ¡Oh!
Lissianna echó un vistazo a su alrededor. Bill era uno de los
habituales del refugio. A menudo los dirigía hacia las personas que
podían necesitar ayuda. Si había dicho que había un nuevo niño en la
calle, entonces lo había. Bill era confiable sobre tales cosas. Y el
Padre Joseph era igual de confiable respecto de salir a buscar a tales
animales extraviados con la esperanza de llegar a ellos antes de que
hicieran algo muy grave o estúpido, o se dejaran arrastrar en las
drogas o la prostitución.
—Ayudaré, —observó Lissianna—. Probablemente esté por aquí
en algún lugar. Yo—
—No, no. Ésta es tu noche libre, —dijo el Padre Joseph, luego
frunció el ceño antes de continuar—. Además, no llevas ningún
abrigo. ¿Qué estás haciendo aquí sin un abrigo?
— ¡Oh! —La mirada de Lissianna se deslizó a los recipientes de
basura que sonaron tras ellos. Una lectura rápida a los pensamientos
de Dwayne le dijo que había golpeado su cabeza contra el contenedor
cuando se apoyó contra él. Idiota. Regresó su atención al Padre
Joseph que miraba atentamente hacia los recipientes y habló
rápidamente para distraerlo.
—Olvidé algo en el automóvil de mi primo.
Era una flagrante mentira, y Lissianna esperaba que el hombre
no hubiera notado desde dónde venía con exactitud, sinceramente
esperaba que pensara que había estado en el pequeño Mazda negro
estacionado junto a los contenedores. No queriendo mentir más de lo
necesario, frotó sus brazos, y añadió:
—Dios, usted tiene razón, aquí está haciendo frío.

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—Sí. —Sus ojos miopes la miraban con preocupación—. Sería
mejor que volvieras adentro.
Asintiendo con la cabeza, Lissianna le deseó buenas noches y
se apresuró a escapar. Cruzó rápidamente la playa de
estacionamiento y solo disminuyó la velocidad cuando llegó al interior
del bullicioso y abarrotado Bar. Thomas no estaba por ningún lado,
pero — gracias a las puntas teñidas de fucsia en su pelo del color del
ébano — Lissianna no tuvo ningún problema para descubrir a
Mirabeau en la barra con Jeanne.
—Bien, te ves.... —Mirabeu vaciló mientras Lissianna los
alcanzaba, y luego finalmente terminó diciendo—, igual.
— ¿Qué ocurrió?
—Anémico. —Escupió la palabra con fastidio.
—Pero parecía tan sano… —protestó Jeanne.
—Hombros rellenados y bronceado de frasco, —dijo—. Y eso no
es todo.
— ¿Qué más podía haber? —preguntó Mira con sequedad.
Lissianna hizo una mueca.
—Tenía un pepino dentro de sus pantalones.
Jeanne lanzó una incrédula risita tonta, pero Mirabeau gimió, y
dijo:
—Debe haber sido un pepino inglés, el hombre parecía
inmenso.
Lissianna lo miró boquiabierta.
— ¿Miraste?
— ¿Tú no? —Contestó.
Jeanne se echó a reír, pero Lissianna sólo agitó la cabeza y echó
un vistazo a los alrededores de la barra.
— ¿Dónde está Thomas?
—Aquí
Se dio media vuelta cuando su mano se posó sobre uno de sus
hombros.
— ¿Te escuché bien? ¿Tu Romeo estaba luciendo un pepino
dentro de sus pantalones? —preguntó divertido mientras le daba un
afectuoso apretón en el hombro.
Lissianna asintió con la cabeza con aversión.
— ¿Puedes imaginarlo?
Thomas soltó una risa.

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—En realidad, lo triste es que sí puedo. Antes las mujeres
rellenaban sus sostenes, ahora los hombres rellenan sus boxers. —
Agitó la cabeza—. ¡Qué mundo es este!
Lissianna sintió que una renuente sonrisa tiraba de la comisura
de sus labios y entonces se rindió, permitiendo descender su
irritación. No estaba demasiado molesta porque Dwayne hubiera
lucido un pepino; de todos modos no había estado interesada en sus
boxers. Demonios, ni siquiera había querido realmente sacarlo para
un mordisco. Simplemente estaba enojada por la pérdida de tiempo y
el hecho de haber usado la sangre que le quedaba para mantenerse
tibia, energía que la sangre débil del hombre no había alcanzado a
reponer. Estaba si era posible aún más hambrienta que lo que había
estado antes de ir fuera. Todo lo que la excursión había logrado había
sido abrir su apetito.
— ¿Cuánto falta para que podamos ir con Mami? —Preguntó
esperanzada.
Sus primos y Mirabeau habían decidido sacarla a bailar antes de
dirigirse a la fiesta de cumpleaños que su madre estaba preparando
para ella. Lissianna había estado feliz con la idea en ese momento,
pero eso había sido cuando simplemente había estado hambrienta.
Ahora estaba hambrienta y ansiosa por llegar a la fiesta y aprovechar
la ofrenda que su madre sin duda tenía a mano. En ese punto hasta
aceptaría una intravenosa, lo que era decir bastante. Lissianna odiaba
ser alimentada por vía intravenosa.
—Son apenas pasadas las nueve, —anunció Mirabeau mirando
su reloj de pulsera—. Marguerite nos dijo que no debíamos llevarte
hasta después de las diez.
—Hmm. —la boca de Lissianna se retorció contrariada. —
¿Alguno de ustedes tiene alguna idea de por qué la fiesta comienza
tan tarde?
—Tía Marguerite dijo que tenía que recoger algo para ti en la
ciudad antes de la fiesta, y que no podía hacerlo hasta después de las
nueve p.m., —observó Thomas—. Luego tiene que conducir de
regreso, de todos modos —se encogió de hombros— ninguna fiesta
comienza antes de las diez.
—Debe estar recogiendo tu obsequio. —supuso Mirabeau.
—No lo creo, —dijo Thomas—. Mencionó algo sobre Lissianna y
su comida. Sospecho que está recogiendo un postre especial o algo.
— ¿Un postre especial? —Preguntó Jeanne interesada—. ¿En la
ciudad? ¿Después de las nueve?
Su mirada se deslizó hacia la expresión ilusionada de Lissianna
cuando sugirió:
— ¿Un Mordisco Dulce?

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—Debe serlo, —Lissianna estuvo de acuerdo en ello, sonriendo
con gusto ante el panorama. Había heredado el amor por los dulces
de su madre y nada la satisfacía de la misma manera que un
Mordisco Dulce, que era el término con el que se referían a los
diabéticos no diagnosticados que andan de un lado para otro con
niveles de glucemia peligrosamente altos. Es un gusto infrecuente,
aún más infrecuente por el hecho de que después siempre ponían en
la mente de la persona la idea de llamar a su médico para hacerse un
análisis de sangre, lo que por lo tanto retiraba de la carta a ese
Mordisco Dulce en particular.
—Ése podía ser eso, —comentó Thomas—. Explicaría la buena
voluntad de Tía Marguerite de conducir desde las afueras de Toronto
al centro de la ciudad. Odia conducir en la ciudad y en general lo
evita como la plaga.
—Si condujera ella, —comentó Mirabeau—. Puede haberle
pedido a Bastien que enviara para ella uno de los automóviles con
chofer de la compañía.
Thomas agitó su cabeza ante la mención del hermano de
Lissianna, la cabeza de las empresas Argeneau.
—Nope. Ella iba a conducir y no estaba feliz por ello.
Lissianna se movió impacientemente, y preguntó:
—Así que, ¿cuánto tiempo hasta que podamos irnos?
Thomas vaciló.
—Bien, es viernes por la noche, y el tráfico podría ser malo, con
todos tratando de librarse de la ciudad por el fin de semana, —dijo
pensativamente—. Supongo que podríamos salir en otros quince
minutos y no arriesgarnos a llegar demasiado adelantados.
— ¿Y si partimos ahora y conduces despacio? —sugirió
Lissianna.
—No soy tan aburrido, ¿o sí? —preguntó divertido.
—No tú. Este lugar. Es como una carnicería, —dijo Lissianna
arrugando la nariz.
—Está bien, malcriada.
Thomas enredó su pelo cariñosamente. Era cuatro años mayor
que ella y era más como un hermano mayor que sus propios
hermanos, pero era porque ellos habían sido criados juntos.
—Salgamos. Haré el todo lo posible para conducir despacio.
—Sí, está bien, —dijo Jeanne Louise con un bufido—. Como si
algo así fuera a ocurrir alguna vez.
Lissianna sonreía mientras recogían sus abrigos y se dirigían
hacia la salida. Thomas era una especie de demonio de velocidad, y
sabía que Jeanne Louise tenía razón. No tenía duda de que llegarían

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temprano y enfadarían a su madre. Era un riesgo que estaba
dispuesta a correr.
Lissianna había olvidado todo sobre el Padre Joseph cuando
había sugerido que partieran, pero no había ninguna señal de él
cuando caminaron hacia el Jeep de Thomas. Se había rendido, o
proseguido su búsqueda en otro lugar. Su próximo pensamiento fue
para Dwayne, y Lissianna echó un vistazo hacia los contenedores
mientras Thomas conducía frente a ellos, su mirada tenía la
capacidad de escudriñara entre las sombras, pero tampoco había
ninguna señal de él. También había partido. Estaba un poco
sorprendida ante su rápida recuperación, pero se encogió de hombros
y dejó el tema a un lado. No estaba tendido inconsciente en medio de
la playa de estacionamiento así que obviamente se las había
arreglado para pedir un taxi.
El tráfico no era malo después de todo. Habían esquivado lo
peor de él y habían logrado un buen tiempo para llegar a la residencia
de su madre en las afueras de Toronto. Demasiado bueno.
—Llegamos con media hora de antelación, —dijo Jeanne Louise
desde el asiento trasero cuando Thomas estacionaba el Jeep detrás
del pequeño deportivo rojo de Marguerite.
—Sí. —Él echó un vistazo a la casa y se encogió de hombros. —
Estará de acuerdo con ello.
Jeanne Louise resopló.
—Tú quieres decir que estará de acuerdo con ello tan pronto
como tú le dediques tu encantadora sonrisa. Deberías permanecer
siempre alrededor de Tía Marguerite.
— ¿Por qué piensas que me gustaba colgarme de Thomas
cuando éramos más jóvenes? —preguntó Lissianna divertida.
— ¡Oh! ¡Ya veo! —Rió Thomas cuando salió del vehículo—. Así
que por fin se conoce la verdad. Solamente te gusto por mi habilidad
con tu madre.
—Bien, no pensabas que en realidad me gustaba estar colgada
de ti, ¿o sí? —lo bromeó Lissianna mientras caminaba a su lado.
—Malcriada. —le dio un juguetón tirón de pelo cuando se reunió
con ella.
— ¿Ese no es el automóvil de tu hermano Bastien? —preguntó
Mirabeau mientras salía desde el asiento trasero y cerraba de golpe la
puerta del Jeep.
Lissianna echó un vistazo hacia el Mercedes oscuro y asintió
con la cabeza. —eso parece.
—Me pregunto si alguien más está aquí. —murmuró Jeanne
Louise.

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Lissianna se encogió de hombros. —No veo otros automóviles.
Pero supongo que Bastien podría haber organizado que un par de
automóviles de la compañía recogieran y dejaran caer a los invitados.
—Si lo hizo, dudo que alguien haya llegado aún, —dijo Mirabeau
mientras se dirigían hacia la puerta principal—. Sabes que no está de
moda llegar puntual. Solamente los gansos pasados de moda llegan a
tiempo.
—Supongo que eso nos convierte en gansos pasados de moda,
—comentó Lissianna.
—Nah. Somos sólo marcadores de estilo, —anunció Thomas y
todos rieron.
Bastien abrió la puerta principal cuando se acercaron.
—Me pareció escuchar un automóvil.
— ¡Bastien, muchacho! —Lo recibió Thomas con alborozo, y se
acercó inmediatamente para darle al hombre mayor un abrazo que lo
dejó mudo de la sorpresa—. ¿Con qué te descuelgas, muchacho?
Lissianna mordió su labio para evitar reírse y echó un vistazo
hacia Jeanne Louise y Mirabeau, y se volvió rápidamente cuando vio
que también estaban teniendo problemas para controlar sus
expresiones ante el cambio i,¿trepentino en Thomas. Había pasado de
ser un tipo común y corriente a ser un tipo que vive en la luna en el
tiempo que dura un latido.
—Sí.... Bien.... Thomas. Hola.
Bastien se las arregló para desprenderse de su exuberante
primo más joven. Como de costumbre, parecía incómodo y no
completamente seguro de cómo tratar al hombre más joven. Era por
eso que Thomas actuaba así, sabía que sus dos hermanos mayores —
de cuatrocientos y seiscientos años—tendían a tratarlo como un crío y
eso nunca dejaba de molestarlo. Ser considerado como poco más de
un niño cuando se tienen más de doscientos años puede ser muy
molesto y es por eso que actuaba como un asno cuando estaba cerca
de ellos. Nunca dejaba de hacer sentir incómodos a los hombres de
más edad y Lissianna sospechaba que eso le daba a Thomas cierta
ventaja. Sus hermanos siempre lo subestimaban debido a sus
prejuicios.
Sufriendo ella ese mismo prejuicio, Lissianna podía
compadecerse de Thomas. Tampoco dejaba nunca de disfrutar
observando cómo sus hermanos mayores se retorcían de malestar.
—Así que, ¿dónde es la fiesta, muchacho? —preguntó Thomas
vivazmente.
—No ha empezado aún, —dijo Bastien—. Tú eres el primero
llegar.
—No, muchacho, tú fuiste el primero en llegar—, lo corrigió
Thomas alegremente, y luego agregó confidente, —no sabes qué

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aliviado me hace sentir eso. Porque si hubiéramos sido primeros,
Mirabeau dijo que habríamos parecido gansos pasados de moda. Pero
no lo fuimos. Tú lo fuiste.
Lissianna tosió para cubrir el bufido de risa que se las arregló
para escapársele cuando su hermano reconoció que acababa de ser
llamado ganso pasado de moda. Cuando recuperó el control de sí fue
consciente de que Bastien permanecía de rígido, erguido y al
aparecer un poco enojado. Tuvo compasión de él, y preguntó:
—Así que, ¿dónde está mami? ¿Ya podemos entrar, o tenemos
que esperar otros quince minutos aquí?
—Oh, no. Entra. —rápidamente Bastien se hizo a un lado para
dejarlos pasar—. Yo recién llego, y mamá fue a cambiarse para la
fiesta después de dejarme entrar. Debería bajar en algunos minutos.
Tal vez deberías esperar en la sala de juegos hasta que baje. Ella no
desea que veas las decoraciones hasta que todos estén aquí.
—Está bien, —dijo Lissianna mostrándose de acuerdo mientras
pasaba a su lado para entrar.
— ¿Querer jugar a un partido de pool, muchacho? —preguntó
Thomas alegremente mientras seguía a Lissianna al interior de la
casa.
— ¡Oh!.... Er.... No. Gracias, Thomas; tengo que estar atento a
la llegadas tempranas hasta que mamá esté lista. —Bastien se volvió
para regresar al salón mientras hablaba—. Le diré que tú estás aquí.
—Me ama, —dijo Thomas divertido mientras Bastien
desaparecía en el salón, entonces abrió sus brazos para guiarlos
hacia la puerta cerrada a la derecha del salón. Vamos. A jugar.
¿Alguien es apto para un partido de pool?
—Jugaré, —dijo Mirabeau, y luego añadió—, Lissi, tú tienes una
corrida en tus medias.
— ¿Qué? —Lissianna se detuvo y miró detenidamente sus
piernas.
—La derecha, por detrás, —dijo Mirabeau, y se inclinó para
mirar la parte posterior de su pierna derecha.
—Debo haberme enganchado con algo junto a los basureros, —
farfullo Lissianna contrariada cuando descubrió la larga corrida que
atravesaba a lo largo de su pantorrilla derecha.
— ¿Basurero? —preguntó Thomas con interés.
—No preguntes, —dijo secamente, luego hizo una mueca de
irritación y se enderezó—. Tendré que ir a cambiar mis medias antes
de que la fiesta empiece. Afortunadamente, mami insistió en que
dejara ropa de repuesto aquí en mi viejo cuarto cuando me mudé.
Debo tener un par de medias. Vamos gente, vayan a jugar.
—Vuelve rápido, —gritó Thomas mientras ella trotaba
ligeramente hasta arriba de las escaleras.

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Lissianna simplemente saludó con la mano por sobre el hombro
cuando llegó al descanso y se dirigió por el pasillo hacia su
dormitorio, pero estaba pensando que era un buen consejo.
Marguerite Argeneau no iba a estar demasiado complacida de que
hubieran llegado temprano, pero Thomas conseguiría de cualquier
irritación que pudiera sentir inicialmente desapareciera rápidamente.
Solo por esa razón sería mejor que se encontrara con Thomas y los
otros cuando se encontrara con su madre.
—Cobarde, —se reprendió Lissianna. Tenía más de doscientos
años y estaba más allá de la edad en que debería tener que
preocuparse por hacer enfadar a su madre.
—Sí, claro, —farfulló Lissianna, reconociendo que
probablemente todavía se preocuparía por eso cuando tuviera
seiscientos. Todo lo que tenía que hacer era mirar a sus hermanos
para saber eso. Eran independientes, tenían una fuerte personalidad
y.... Bien.... Simplemente eran viejos y todavía se preocupaban por
complacer o disgustar a Marguerite Argeneau.
—Debe ser una cosa de familia, —decidió mientras abría la
puerta a la habitación que había sido suya hasta hace poco, y donde
todavía dormía ocasionalmente cuando se quedaba demasiado tarde
como para volver a casa antes del amanecer.
Lissianna empezó a entrar en la habitación, pero sus pasos se
detuvieron y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver al hombre sobre
la cama.
— ¡Oh! Me equivoqué de cuarto, —dijo entre dientes antes de
cerrar la puerta otra vez.
Solo cuando estuvo de nuevo en el pasillo se quedó mirando
hacia todas partes sin comprender cuando se dio cuenta de que no
había entrado en la habitación equivocada. Ese era su viejo
dormitorio. Había pasado algunas décadas durmiendo allí y conocía
su propia habitación cuando la veía. Lo que no sabía era por qué
había un hombre adentro. O, más importante, por qué estaba atado
estirado todo a lo largo de la cama.
Lissianna consideró el tema por un momento. Su madre no
habría alojado a un pensionista, y si lo hubiera hecho,
indudablemente nuca lo habría hecho sin mencionárselo a sus hijos.
Ni lo hubiera puesto en el viejo cuarto de Lissianna, una habitación
que todavía usaba en las infrecuentes oportunidades en que se
quedaba. Además, el hecho de que estuviera atado a la cama dejaba
de lado la posibilidad de que la suya hubiera sido una visita
voluntaria.
Igual que el lazo alrededor de su cuello, pensó Lissianna
mientras recordaba el alegre lazo rojo que medio se había aplastado
contra su barbilla cuando había intentado mirarla.
Lo que finalmente le permitió relajarse fue darse cuenta que
tenía que ser la sorpresa especial para la que su madre había traído

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de la ciudad. El Mordisco Dulce que Jeanne Louise había sugerido. Sin
embargo, según pensó Lissianna, el hombre en su cama parecía
bastante sano, pero entonces, acaso puedes saberlo hasta que te
encuentras lo suficientemente cerca como para oler el aroma dulzón
de un diabético.
En efecto, el tío era una torta de cumpleaños caminado. Y una
que se veía de rechupete, decidió, recordando su oscura mirada. Sus
ojos habían sido agudos e inteligentes, su nariz recta, su barbilla
fuerte.... Y su cuerpo había sido algo bonito también. Le había
parecido alto, delgado y musculoso, allí estirado sobre la cama.
Por supuesto, después de su experiencia con Dwayne, Lissianna
sospechaba que podía haber algo de relleno bajo la chaqueta que
llevaba. No había buscado pepinos, pero el hombre no parecía lucir
un bronceado embotellado o parecido anémico por lo demás, más
aún, su madre no era dada a cometer un error del tipo que ella había
cometido antes. Marguerite se habría asegurado de que fuera
exactamente lo que quería darle a su hija, y Lissianna estaba
pensando que probablemente Jeanne Louise tenía razón, y era un
diabético sin tratar. Nada más tenía sentido. Su madre no necesitaba
conducir todo el camino hasta la ciudad simplemente para traer a una
persona sana estándar cuando podía haber pedido una pizza y
pasado al niño del delivery a Lissianna, que es lo que generalmente
hacía.
Así que, era un dulce para comer, razonó, y sintió el hambre
remordiendo su estómago. A Lissianna no le hubiera molestado darle
un mordisco ahora mismo. Sólo una probada para sacarla de un apuro
hasta su madre se lo diera en realidad. Pero acabó con esa idea
rápidamente. Sin Thomas no podría conseguir sacar a su madre de su
mal humor malo si Lissianna hacía un truco como ese. Así que,
regresar y morderlo estaba descartado, pero todavía tenía que ir por
medias buenas.
Aunque Lissianna sabía que probablemente debería
simplemente regresar a la sala de juegos sin ellas, lo cierto era que —
siendo que la sorpresa ya estaba arruinada — era absurdo andar de
un lado para otro con las medias rotas toda la noche. Estaba aquí, y
solamente tardaría un momento en agarrar un par de repuesto de
aquellas que había dejado para un caso de emergencia.

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Capítulo 2
Greg miró fijamente la puerta cerrada. No podía creer que
alguien acabara de abrirla, detenerse —obviamente sobresaltado por
verlo— disculparse y luego cerrar la puerta mientras él permanecía
tendido como un idiota, demasiado sorprendido para decir o hacer
algo. No había tenido mucha chance de reaccionar y mucho menos de
calmarse....
Los músculos del cuello empezaron a dolerle por el esfuerzo de
mantener la cabeza levantada para mirar hacia la puerta con ojos de
miope.
Con un suspiro de derrota, Greg la dejó caer sobre la almohada
y empezó a mascullar entre dientes, resoplando sobre su propia
estupidez.
Esa noche había llegado a la conclusión de que era un completo
idiota. Greg nunca había pensado en sí mismo como un idiota. A decir
verdad, se había considerado siempre algo inteligente, pero eso fue
antes de que se hubiera metido en el maletero de un automóvil
extraño y encerrado a sí mismo dentro para ningún buen propósito en
el que pudiera pensar.
—Definitivamente un movimiento idiota —anunció Greg, pero
entonces quizás loco sería una mejor descripción. Un estúpido se
habría encerrando en un maletero por casualidad. Trepar al interior y
cerrarlo tranquilamente era más del estilo de una locura inexplicable.
Y estaba empezando a hablarse a sí mismo, señaló. Sí, parecería que

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había perdido su afiance sobre la cordura. No podía evitar
preguntarse exactamente cuándo había perdido su mente, y cómo.
Quizás la locura era contagiosa, ponderó. Quizás se había
contagiado de uno de sus clientes. Aunque Greg no tenía de ese tipo
de clientes a quienes se habría diagnosticado como locos. Se
encargaba principalmente de tratar fobias en su práctica, aunque
trataba con algunos pacientes que estaban, por decirlo de algún
modo, en apuros. Supuso que podía haber tenido dentro todo el
tiempo las semillas de la locura, y esta noche habían brotado
simplemente en un completo ataque de demencia. Ésa era una teoría.
Tal vez la locura corría en la familia. Debería consultar con su madre
al respecto, le preguntaría si tenían un loco o dos en la historia
familiar.
Sólo que no era el montañismo dentro del maletero lo que
molestaba a Greg, que había sido solamente la primera de sus locas
acciones de esta noche, y una que había lamentado tan pronto como
la cerradura de maletero había hecho clic en su sitio. Había
permanecido tendido en la oscuridad, acalambrándose en ese
reducido espacio, llamándose a sí mismo con todos los sinónimos
existentes de estúpido por lo menos media hora cuando el automóvil
se había detenido frente a esa casa. Entonces el automóvil había
parado, el maletero se había abierto y ¿qué había hecho? ¿Había
salido de su escondite disculpándose por su comportamiento
anormal, y se había ido a casa? No. Había permanecido de pie y
esperado mientras la bonita morena del ascensor salía del automóvil
para reunirse con él, la había seguido —dócil como un corderito— al
interior de esa inmensa casa y luego a esa habitación.
Greg había estado tan alegre y confiado como un niño de cinco
años cuando había trepado en la cama —sin que siquiera se lo pidiera
— y preparado a sí mismo para que ella lo atara. Greg le había
devuelto su sonrisa cuando había moldeado su mejilla y anunciado:
—Mi hija va a amarlo. Usted es el mejor regalo de cumpleaños
que le haya dado nunca.
Después de que había dejado la habitación, había permanecido
tendido allí, su mente vacía por algunos momentos antes de la
situación en la que estaba había empezado a hacer mella. Greg había
pasado el tiempo desde entonces en perpleja contemplación de lo
que había ocurrido. Su propio comportamiento —sin mencionar el de
la mujer— no tenía sentido. Era como si hubiera perdido,
temporalmente, la razón. O el control de sí mismo. Incapaz de
solucionar el dilema, había centrado sus pensamientos en
incumbencias más inmediatas, como lo qué iba a ocurrir ahora que
estaba allí.
«Mi hija va a amarlo. Usted es el mejor regalo de cumpleaños
que le haya dado nunca». Estas palabras —junto con el hecho de
que Greg estaba, actualmente, atado despatarrado sobre una cama—
lo habían hecho temer primero que fuera algún regalo caído del cielo

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más bien de naturaleza sexual. Un esclavo sexual, quizás. Esa
posibilidad inmediatamente lo había hecho imaginarse cautivo por
alguna criatura inmensa y fea con una horrible complexión y vello
facial. Porque, con seguridad, solamente alguien muy poco atractivo
necesitaría que un hombre fuera raptado y atado a su cama para
obtener relaciones sexuales en el clima sexualmente libre de hoy en
día.
Justo cuando Gregory había empezado a hiperventilar con el
horror imaginado, se dio una bofetada mental.
La mujer —la madre— no podía tener más de veinticinco o
treinta años a lo sumo. Seguramente ninguna hija suya sería lo
suficientemente mayor como para querer un esclavo sexual. O incluso
saber qué hacer con uno, además, por qué alguien lo querría a él
como esclavo sexual, se había preguntado.
Greg tenía una alta autoestima, y sabía que era atractivo, pero
no era una estrella de rock o un bello modelo GQ. Era un psicólogo
que se vestía con trajes conservadores, tenía un corte de pelo
conservador, y llevaba una vida conservadora, fundada alrededor del
trabajo, su familia y ese tipo de pequeñeces. Bien, su trabajo, su
familia e intentar escaparse las citas a ciegas que organizaban sus
hermanas, tías, y su madre, se corrigió irónicamente.
Los pensamientos de Greg se agitaron cuando la puerta del
dormitorio se abrió otra vez. Endureciéndose, tiró de su cabeza hacia
arriba para mirar con atención hacia la puerta para ver que era la
mujer de hacía un momento. Le echó el ojo con un interés precavido.
Excepto por su largo pelo rubio, se parecía a la morena que lo había
traído aquí. Era hermosa, con labios llenos, una cara ovalada, una
nariz recta, y los mismos ojos azul plata que su homóloga morena.
Obviamente, compraban sus lentes de contacto en el mismo lugar.
No, decidió Greg. Los ojos no eran exactamente los mismos.
Eran del mismo color y forma, pero los ojos de la morena habían
sostenido una tristeza y sabiduría que había desmentido la juventud
de su piel y sus rasgos. Esta mujer carecía de eso. Los ojos de la rubia
eran claros, impasibles ante el pesar o la verdadera pena. Eso la
hacía parecer más joven.
Sin embargo la rubia era, obviamente, pariente de la morena,
pensó Greg cuando la observó caminar hacia el tocador que estaba
contra la pared adyacente a la cama y abrir un cajón. Probablemente
su hermana, adivinó. Dejó que sus ojos se posaran en el breve y
ajustado vestido negro que llevaba, no se podía negar que tenía una
buena figura, y la idea que cruzó por su mente fue que era casi una
lástima que fuera demasiado vieja para ser la hija de la morena. No le
habría molestado ser su regalo de cumpleaños… sus ojos se giraron
ante sus propias ideas caprichosas. Greg la observó cerrar el tocador
y esperó con expectación a que le brindara su atención, pero no lo
hizo. Para su absoluto asombro, ella simplemente caminó hacia la
puerta para, obviamente, salir de la habitación sin prestarle ninguna

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atención. Greg estaba tan escandalizado que su boca se abrió y cerró
dos veces antes de que se las arreglara para conseguir expresar un
simple:
—Discúlpeme.
La rubia se detuvo en la puerta y giró para mirarla con los ojos
entrecerrados con curiosidad.
Greg forzó una sonrisa formal y preguntó:
—¿Usted cree que tal vez podría desatarme?
—¿Desatarlo?
Pareciendo sorprendida por el pedido, se trasladó a la cabecera
para mirarle detenidamente.
—Sí, por favor —dijo firmemente, notando la manera en que su
mirada se deslizó sobre sus manos. Greg sabía que sus muñecas
estaban rojas y desgarradas por tirar de sus ataduras. Su estado
pareció confundirla y afligirla.
—¿Por qué mamá no lo calmó? No debería haberlo dejado de
este modo. ¡Qué…! —se detuvo y parpadeó, entonces el
reconocimiento se expresó en su cara—. ¡Oh! Por supuesto. La
llegada temprana de Bastien debe haberla interrumpido antes de que
pudiera acomodarlo apropiadamente. Probablemente quiso volver y
acabar con usted después, pero se olvidó.
Greg no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba hablando,
excepto que parecía pensar que su madre lo había traído ahí, y él
sabía que, efectivamente, estaba equivocada.
—La mujer que me trajo aquí era demasiado joven para ser su
madre. Se parecía a usted, pero tenía cabello oscuro. ¿Su hermana tal
vez? —adivinó.
Por alguna razón sus palabras la hicieron sonreír.
—No tengo ninguna hermana. La mujer a quien usted está
describiendo es mi madre. Es más vieja de lo que parece.
Greg aceptó esto con un poco de incredulidad, entonces sus
ojos se abrieron ante las ramificaciones de lo qué estaba diciendo.
—Entonces, ¿soy su regalo de cumpleaños?
Asintió con la cabeza despacio, inclinó su cabeza, y dijo:
—Ésa es una sonrisa extraña. ¿Qué está pensando usted?
Greg estaba pensando que era el más afortunado hijo de puta
vivo mientras su mente se ajustaba automáticamente a las
situaciones que había imaginado más temprano de una mujer grande
y fea que se desnudaba y se trepaba sobre él.
Él mismo se permitió disfrutar de la fantasía por un momento,
pero se dio cuenta de que su cuerpo lo estaba disfrutando demasiado,
una protuberancia perceptible estaba creciendo en sus pantalones.

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Dio una sacudida a su cabeza. Aún cuando le pareciera tan
encantador pensar en cómo pudiera ser pasar una noche como el
esclavo sexual de esta mujer, tenía planes —un viaje lleno de las
playas arenosas, palmeras, y mujeres medio desnudas que darían
vueltas sobre una pista de baile—. Y ya estaba pagado.
Ahora.... Si después de su viaje esta mujer quisiera mantener
una cita de la manera normal, entonces podría atarlo a una cama y
terminar el asunto con él.... Bien, a Greg le gustaba considerarse un
tipo atento. Además, en este caso, pensaba que ser un esclavo sexual
no podría ser tan malo. Se dio cuenta que sus pensamientos estaban
pasando a áreas que era mejor dejar de lado por ahora, Greg les dio
una patada mental y forzó una mirada severa sobre su cara.
—El rapto es ilegal.
Sus cejas se alzaron.
—¿Mami lo raptó?
—No exactamente —admitió, recordando cómo se había metido
en el maletero bajo su propio incentivo. El rapto, en general, requería
ser se llevado a la fuerza. Greg supuso que podía haber mentido; sin
embargo era muy mal mentiroso—. Pero no quiero estar aquí, y
realmente no tengo ni idea de por qué me metí en el maletero del
automóvil de su madre. No es algo que haga generalmente, pero
nunca tengo...
La voz de Greg se arrastró cuando se dio cuenta de que la rubia
no lo estaba escuchando. Por lo menos, no parecía hacerlo. Estaba
mirando su cabeza con concentración y un gesto cada vez más
fruncido. También se estaba acercando a la cama, aunque
sospechaba que era una acción subconsciente. Parecía
completamente concentrada en su pelo, pero entonces agitó su
cabeza con evidente frustración, y habló entre dientes:
—No puedo leer su mente.
—¿No puede leer mi mente? —repitió despacio.
Agitó su cabeza.
—Veo.... Y.... Er.... ¿Ése es un problema? —preguntó—. Quiero
decir, ¿puede leer generalmente las mentes de las personas?
Asintió con la cabeza, pero era un movimiento ausente, sus
pensamientos estaban obviamente en otra parte.
Greg trató de hacer caso omiso de la decepción que
repentinamente lo asaltó cuando reconoció que la mujer estaba
enojada, o por lo menos desilusionada como si pensara que
realmente podía leer mentes. Supuso que no debería estar
sorprendido. La madre no podía ser exactamente normal, o no
permitiría que hombres extraños se metieran en su maletero, porque
había estado detrás de él y tuvo que haberlo visto trepar allí. Alguien

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más habría corrido gritando por el guardia de seguridad del edificio
en lugar de llevarlo a su casa con ella.
Al parecer la demencia estaba corriendo endémica esta noche.
El primer ejemplo había sido su comportamiento, después el de la
morena, y ahora la rubia que pensaba que podía leer mentes. Le hizo
preguntarse si no había alguna suerte de demencia en toda la ciudad.
Quizás hombres por todo Toronto se estaban metiendo en maleteros
y dejando que los ataran a la cama. Era, quizás, alguna especie de
droga soltada en la represa de agua de la ciudad; una conspiración
terrorista para incapacitar a los hombres de Canadá.
Por otro lado, quizás esto no era más que un extraño sueño, y lo
que sucedía realmente era que todavía estaba trabajando en su
escritorio, la cabeza fuera de servicio y profundamente dormido. Greg
decidió que ésa era la posibilidad más probable. Proveía una
explicación más satisfactoria de su propio comportamiento
inexplicable. Por supuesto, nada de eso importaba realmente.
Dormido o despierto, enojado o no, estaba aquí, e incluso si era un
sueño, quería apartarse de esa casa. Tenía un vuelo que alcanzar.
—Escuche, si usted sólo pudiera desatarme, prometo que me
olvidaré de todo esto. No traeré las autoridades o nada por el estilo.
—¿Las autoridades? —repitió la rubia—. ¿Se está refiriendo a la
policía?
Parecía sorprendida por la posibilidad.
Como si no se le hubiera ocurrido.
—Bien, sí —dijo Greg con el ceño fruncido—. Está bien, así que
vine aquí aparente de forma voluntaria —admitió de mala gana—.
Pero ahora quiero irme a casa, y si usted no me desata, es
confinamiento a la fuerza, y ése sí es un delito.
Lissianna empezó a mordisquear su labio inferior. Había tratado
de entrar a los pensamientos del hombre para calmarlo y controlarlo
como había hecho antes con Dwayne, como su madre debería haber
hecho antes de dejarlo, pero no podía alcanzar sus pensamientos. Era
como si hubiera una pared impenetrable alrededor de su mente y,
aunque había oído hablar de esto, nunca había tropezado ella misma
con esa situación. Lissianna nunca había conocido a ningún mortal al
que no hubiera podido leer y controlar. Aunque sí había tropezado
con personas individuales con las que tenía dificultad en leer y
controlar. Generalmente, esa dificultad disminuyó o desapareció
totalmente en cuanto se comenzó a alimentarse de ellos.
Inclinó su cabeza y echó el ojo a su obsequio, debatiéndose
sobre si debía tratar de tomar de él para que fuera más fácil acceder
a sus pensamientos y calmarlo. El único problema con eso era que si
no podía acceder, ni siquiera un poco a sus pensamientos, Lissianna
no podría protegerlo de experimentar el dolor cuando sus dientes se
hundieran por primera vez en su cuello.

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Aunque...
Mirabeau le había contado sobre haberse enfrentado con una
situación similar una vez. Había dicho que había besado y acariciado
al hombre, relajándolo, y se las había arreglado para pasar a sus
pensamientos en cuanto sus dientes se hundieron en él.
Lissianna consideró el tema brevemente. Nunca antes había
seducido a nadie. Habiendo nacido y criado en la Inglaterra
georgiana, su vida había estado algo protegida, y cuando la sociedad
se había vuelto más liberal ya habían pasado los primeros cincuenta
años de su vida. Sus padres estaban demasiado arraigados en los
viejos valores y viejas creencias que era difícil que cambiaran y se
modernizaran. Mientras su madre podría haberle permitido más
libertad, su padre nunca se habría girado a la sociedad.
Aún así, no podía simplemente dejar allí a ese hombre
angustiado, decidió Lissianna. Además, no debería molestarle el darle
un pequeño preestreno a su cena de cumpleaños, más o menos como
una lamedura a un pastel antes de que fuera servido.
Está bien, deseaba darle un poquito más que una lamida, pero
sólo un mordisco rápido, lo justo para aliviar su hambre, se aseguró.
Bien, claro, pensaba Lissianna peculiarmente. Este hombre se
veía tan atractivo que se sentiría tentada a dejarlo seco, una
tentación de rechupete que no había sentido en décadas.
—La soga está muy ajustada.
Sacada de sus pensamientos por su queja, Lissianna echó un
vistazo a sus muñecas, otra vez hacia las rozaduras y sintió que su
incertidumbre se dispersaba. Le habían enseñado que era de mala
educación jugar con su comida o permitir que sufriera
innecesariamente. Y este hombre estaba sufriendo. Era su deber
entrar en su mente y calmarlo. Era su culpa que no pudiera hacerlo
de la manera normal y fuera a tener que probar las medidas más
extremas.
Mente hecha y conciencia aplacada, Lissianna se estableció a
un costado de la cama.
—Usted no debe luchar, y mucho menos preocuparse. Odio que
se angustie de esta manera.
La miró furioso, como si lo ofendiera que supiera que estaba
disgustado. O quizás sólo estaba furioso porque no lo estaba
desatando como le había pedido.
—No va a conseguir nada con esto —sugirió, y apoyó las medias
que había colocado sobre su regazo con el propósito trabajar en el
lazo alrededor de su cuello. Él suspiró cuando fue retirado,
relajándose un poco sobre la cama, y Lissianna decidió que también
le quitaría la corbata.

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—¿Así está mejor? —preguntó deslizando la tela de seda por su
cuello.
El hombre empezó a asentir con la cabeza, pero se detuvo y
frunció el ceño cuando ella desató los tres botones superiores de su
camisa.
—Sería aún mejor si usted me desasiera.
Lissianna sonrío divertida por la manera en que estaba
luchando contra ella, trató de distraerlo, entonces, pasando sus dedos
por la extensión de pecho que se había revelado. Para su satisfacción,
un pequeño escalofrío lo atravesó cuando sus largas uñas chirriaron
suavemente de un lado a otro de su piel descubierta. Este asunto de
la seducción estaba resultando ser mucho más fácil de lo que había
temido. O quizás era sólo una persona con talento innato, pensó
Lissianna, y se preguntó si debía estar preocupada sobre esa
posibilidad.
—Desáteme —estaba tratando de ser firme, pero era obvio que
su corazón ya no estaba, completamente, detrás del deseo de ser
libre.
Sonriendo por saberlo, Lissianna deslizó sus dedos de su pecho
para correr a lo largo de la tela justo encima de su cinturón.
La acción provocadora provocó que se le tensaran los músculos
del estómago, y su respiración salió en un pequeño silbido.
—¡Qué demonios! —susurró—. Hay cosas peores que ser un
esclavo sexual.
Lissianna parpadeó con sorpresa ante su comentario y decidió
que lo había relajado lo suficientemente.
—¿Cual es su nombre?
—Greg —limpió su garganta, y dijo más firmemente—: Dr.
Gregory Hewitt.
—Doctor ¿eh? —levantó una mano para acariciarlo ligeramente
hasta arriba de su pecho otra vez, observando la manera en que sus
ojos cayeron inmediatamente de su cara para seguir a la acción—.
Bien, Doctor.... Usted es un hombre muy apuesto.
Cambió su mano de lugar hacia su cabello, pasándola
ligeramente a través de las hebras finas y oscuras, maravillándose
por lo suaves que eran. Su mirada fija se deslizó a sus profundos ojos
marrón oscuro y a los firmes contornos de sus labios mientras
consideraba el siguiente movimiento. Era un hombre atractivo. En su
tiempo, había visto a hombres que eran más apuestos, pero había
algo en éste que resultaba aún más atractivo para ella. Su mirada se
deslizó por las arrugas sobre su frente, y sus dedos las siguieron,
pasando ligeramente por las líneas para frotarlas.
—¿Le molestaría mucho si lo beso? —preguntó suavemente.

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Dr. Gregory Hewitt no respondió, sólo la miró con ojos que se le
habían oscurecido con interés cuando permitió que su dedo se
moviera empujado por la corriente a sus labios y tropezó ligeramente
con los blandos contornos. Cuando su boca se extendió
repentinamente para chupar su dedo con un tibio calor, ella tomó eso
como su permiso, pero Lissianna no se movió, sus ojos que
encontraron y sostuvieron su mirada con fascinación mientras notaba
el fuego arder allí. Entonces chupó el dedo que se encontraba en el
interior de su boca, su lengua deslizándose a lo largo de los costados
de su dedo mientras lo hacía, y Lissianna lanzó un pequeño y
sobresaltado gritito de sorpresa.
Tenía más de doscientos años de edad y nunca se le hubiera
ocurrido que un dedo era una zona erógena, pensó Lissianna
débilmente, mientras que el mismo fuego que ardía en sus ojos
empezaba a crecer dentro de ella, pero mucho más al sur de su
cuerpo.
Gregory Hewitt era un hombre peligrosamente distrayente, y
decidió que sería mejor recuperar el control de la situación. Con esa
intención, Lissianna retiró despacio el dedo de su boca y se inclinó
hacia adelante para frotar su mejilla fugazmente contra la suya para
impregnarse de su saludable olor. La acción había sido instintiva, un
depredador que evaluando el olor de su presa. El suyo era un aroma
muy condimentado y oscuro que le encantaba.
Lissianna sonrío débilmente, entonces pasó sus labios contra su
mejilla para seguir todo el camino hacia los labios masculinos. Los
presionó allí firmemente y luego los frotó suavemente de un lado a
otro.
Los labios de Gregory Hewitt se veían firmes y duros, pero se
sentían blandos al tacto. Lissianna continuó simplemente frotando sus
labios suavemente sobre los de él, disfrutando de la caricia erótica,
hasta que él levantó su propia cabeza en un esfuerzo para hacer más
profundo el beso.
Cuando ella deslizó su lengua para recorrer con ella el largo
pliegue en el lugar dónde sus labios se encontraban, el abrió los
suyos para dejarla resbalar en su interior.
Sus ojos se abrieron con sorpresa ante las sensaciones que la
asaltaron cuando se introdujo en él.
Lissianna había sido besada durante los pasados doscientos
años muchas veces, incontables incluso si es que iba a ser honesta.
Algunos besos habían sido bienvenidos y algunos robados, algunos
disfrutados y otros no, pero éste beso...
Su lengua estaba tibia, mojada, y firme mientras se movía
ásperamente junto a la suya. Sabía a caramelo de menta, café y otra
cosa que no pudo identificar inmediatamente, pero realmente
Lissianna no se quería tomar el trabajo de hacerlo. Dejó que sus ojos
se cerraran y se deleitó en las sensaciones que la agobiaban.

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Lo que había empezado como parte de un intento de seducir a
Gregory Hewitt terminó seduciéndola a ella.
Lissianna se encontraba absorta en el beso cuando su lengua la
llenó, introduciéndose y extendiéndose a través de su boca con una
demanda que la hizo estremecerse. Por un momento, su propósito fue
totalmente olvidado. Cambió de lugar y deslizó sus piernas sobre la
cama con el propósito de quedar tendida a su lado, sus piernas se
entrelazaron con las suyas incluso cuando sus dedos se enredaron y
quedaron cautivos en su pelo.
Ella intuyó como tiraba de sus ataduras pero realmente solo fue
consciente de ello a medias, hasta que él giró su cabeza para romper
el beso y gimió:
—Desátame. Quiero tocarte.
Lissianna estaba tentada, pero hizo caso omiso del pedido y se
concentró en besar un camino descendente por su mejilla, su cuerpo
que se movía bajo el suyo. Era obviamente más alto que ella. Antes
de que sus labios alcanzaran su garganta, sus pelvis estuvieron
parejas, y giró sus caderas, incitándose a sí mismo contra ella,
incrementando inmediatamente las sensaciones de ambos. Su
quejido era a la vez frustrado y excitado cuando sus labios se
movieron a lo largo de su garganta y se movió con impaciencia
debajo suyo hasta que ella encontró la yugular y dejó salir sus dientes
para adentrarse profundamente en su piel y en la vena que ésta
cubría.
Greg se puso rígido con la conmoción, pero se relajó
rápidamente con un largo quejido mientras Lissianna empezaba a
alimentarse, y el placer estalló dentro de su mente y comenzó a
transmitirse fuera a él. Esta era una experiencia completamente
diferente a la que había tenido con Dwayne. Normalmente, no sentía
el alimentarse como una experiencia erótica, pero habitualmente
Lissianna no tenía tampoco que seducir a su anfitrión. Sólo tomaba el
control de su mente e iba al punto.
Esta vez era diferente. Estaba excitada, él estaba excitado, y la
sangre que ingresaba a montones a su cuerpo era un cordel que
conectaba su emoción, haciéndola rebotar entre ellos e
incrementándola de algún modo cuando su mente se abría a ella.
Pero Lissianna no estaba manteniendo el control esta vez, no estaba
enviando su control, sino recibiendo los suyos.
Era como un fantástico calidoscopio de colores. Las emociones
y los pensamientos inundaban su mente en olas que estallaban en
nuevas olas. Pasión, deseo, inteligencia, generosidad, honor, valor....
Lissianna tenía una ventana abierta levemente a su alma, y en ésos
pocos momentos aprendió más sobre él de lo que podía haber
logrado con cientos de conversaciones. No había mentiras, no había
medias verdades, o evasivas que trataran de impresionarla. Era sólo
él allí, entonces todo eso fue empujado por una avalancha de deseo.

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Lissianna olvidó todo sobre sus intenciones de calmarlo, se
olvidó de todo, excepto del hambre que se estaba desencadenando
en su cuerpo: tanto la vieja necesidad por la sangre como la nueva
necesidad por el placer que le estaba dando. En ese momento, con
sus cuerpos entrelazados, ambos gimiendo, arqueándose y
retorciéndose, solamente este hombre parecía capaz satisfacer su
hambre, y Lissianna podría, muy probablemente, haberse perdido
hasta el punto de vaciarlo si la voz de Thomas no hubiera alcanzado
su oído, distrayéndola.
—No veo por qué estás tan disgustada. Sólo se acercó para
buscar medias nuevas —su voz sonaba amortiguada por la puerta,
pero había crecido en volumen, mientras ésta se abría para luego
cerrarse repentinamente, seguida de un breve silencio. Muy breve.
—¡Lissianna Argeneau!
Lissianna se quedó quieta, sus ojos muy abiertos cuando
reconoció la voz de su madre.

Capítulo 3
Replegando los colmillos, Lissianna liberó el cuello de Greg
Hewitt y, sintiéndose culpable, echó un vistazo encima de su hombro.
La visión de Thomas y su madre mirándola fijamente con los
ojos desorbitados desde la puerta era suficiente para hacerla ponerse
rápidamente de pie. Sus manos se movieron para enderezar su ropa y
su cabello.
—¡No puedo creer ésto! —Marguerite caminó a través del
cuarto—. Entrando a hurtadillas por aquí y desenvolviendo tus
regalos, ¡antes de tu cumpleaños, como si tuvieras doce en lugar de
doscientos! ¿En qué estabas pensando?
—Bien, técnicamente es su cumpleaños, Tía Marguerite —
apuntó Thomas, cerrando la puerta.
Lissianna dio a su primo una sonrisa de agradecimiento, pero
dijo:
—Yo no entré a hurtadillas aquí. Simplemente subí para
ponerme medias limpias —las sacó fuera de la cama, y agregó—: Y no
los desenvolví.
Marguerite miró intencionadamente el suelo. Después echó un
vistazo al suelo para ver el lazo desatado y olvidado allí.
Lissianna hizo una mueca y admitió:
—De acuerdo, lo desaté, pero sólo porque él estaba enojado y
odiaba dejarlo angustiado —hizo una pausa inclinando su cabeza y
dijo—: Entiendo que la llegada de Bastien te interrumpió antes de

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que pudieras ponerlo en un serio contratiempo. Él estaba disgustado
sobre ser secuestrado y exigió ser desatado cuando llegué aquí.
—No lo secuestré —dijo Marguerite ofendida. Entonces pasando
de Lissianna al Dr. Gregory Hewitt, agregó—: No te secuestré, te
pedí prestado —volvió su atención a Lissianna—. Y no lo sometí a un
completo contratiempo.
—¿En serio? —sus cejas se arquearon por la sorpresa, y
Lissianna lanzó una mirada llena de confusión de su madre al hombre
que se encontraba en la cama—. No parece estar bebido.
Marguerite suspiró, algo de su tensión comenzaba a
abandonarla.
—Sí, bueno, él parece tener una mente fuerte.
Lissianna asintió.
—Lo noté. No podía entrar en sus pensamientos para calmarlo.
De ninguna manera. Por eso estaba alimentándome de él. Pensé que
podría permitirme unir su mente con la mía y aliviarlo —explicó
Lissianna.
—Eso parece haber funcionado bien —comentó Thomas con
diversión—. Aunque no diría que se alivió exactamente.
Lissianna siguió su mirada hacia la entrepierna del hombre, en
dónde una erección estaba haciendo presión contra sus pantalones.
Pero en ese mismo instante, la carpa de los mismos se desinfló.
—Nada de pepinos entonces — comentó Thomas ligeramente, y
Lissianna tuvo que morder sus labios en una risita nerviosa.
Aclarando su garganta, murmuró:
— Lo siento, madre. No quise estropear la cena de cumpleaños
que tenías planeada. Realmente no quería; quiero decir, ya puede no
ser una sorpresa, pero verdaderamente no tuve mucho, solo un
rápido mordisco Un mordisco pequeño, en realidad. Podría
alimentarme mucho más —su mirada hambrienta estudió al hombre
en la cama, su cuerpo cosquilleó ante la idea de alimentarse
nuevamente de él.
—Él no es tu cena del cumpleaños.
Lissianna a regañadientes dejó de comerse con los ojos a su
regalo del cumpleaños y se volvió hacia su madre con confusión.
—¿Qué?
—Él no es tu cena de cumpleaños — repitió ella—. Ordené
comida china para ti. El muchacho de la entrega debería estar aquí
pronto.
—Oh —no disimuló su desilusión. A Lissianna le gustaba la
comida china, pero nunca acababa de satisfacerse. Una hora
después, tendría hambre de nuevo. Sin embargo, Gregory Hewitt
habría sido robusto y apetitoso, habría sido totalmente un

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atiborraste y satisfactorio estofado, al lado del caldo diluido de
Dwayne. También habría sido un placer, en maneras que ella no
había esperado. Esa noche, Lissianna había sentido un poco de la
excitación que sus huésped normalmente sentían y le transmitían
cuando se alimentaba de ellos. La excitación que ella nunca
realmente entendía, o la que nunca había experimentado; excepto,
claro, de segunda mano, solamente observando.
Esta vez no había sido capaz de permanecer ajena y atenta. Al
seducirlo, aparentemente, se había seducido a sí mima…
O quizás, él había sido el seductor, pensó. Recordando los
labios masculinos, guió uno de sus dedos a su boca.
No que se hubiera tomado mucho tiempo seduciendo. Él
realmente era el hombre más atractivo que ella se había conocido
alguna vez, y eso ya quería decir algo. Lissianna había conocido a
muchos hombres en sus doscientos años de vida, y muchos eran
mucho más atractivos estéticamente, pero ellos sólo la habían
dejado fría. Había algo sobre éste que la atraía aunque… y también
olía muy bien. Y esos pocos instantes en los cuales sus mentes se
habían fusionado…
Lissianna ciertamente no había intentado leer o controlar sus
pensamientos como pretendía. Había estado ocupada disfrutando del
momento, pero desde la breve conexión, ella había recibido una
imagen de su mente. Era una mezcla de confusión, deseo,
inteligencia, y una honestidad y carácter que la atrajeron.
Consciente del silencio que había caído encima del cuarto,
Lissianna lanzó una mirada alrededor. El hombre que ahora llenaba
sus pensamientos estaba descansando en la cama, mirándola
fijamente con silenciosa fascinación.
Lissianna pensó que eso era interesante. Por otro lado, su
madre y primo también estaban mirándola fijamente con concentrado
interés y ella no podía evitar pensar que eso no podría ser algo
bueno. No había estado guardando sus pensamientos, comprendió
con incomodidad y no tenía ninguna duda que el par simplemente se
había entrometido en sus reflexiones del placer que ella había
experimentado con Greg Hewitt.
—¿Entonces? — preguntó Lissianna abruptamente, ansiosa de
quitar los pensamientos de su madre de aquéllos que habían estado
flotando en su propia mente.
Thomas ayudó preguntando:
—Si él no es su cena de cumpleaños. ¿Para qué sirve?
—¿Disculpa? ¿Cena de cumpleaños? —bramó Greg. Él estaba
más boquiabierto que horrorizado. Al parecer, no había entendido la
conversación que continuaba en torno a él al principio. Ahora lo
había entendido y estaba disgustado por todo de nuevo. Ella se

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habría tomado el tiempo necesario para aliviarlo, pero su madre
habló, distrayéndola.
—Él es tu regalo de cumpleaños, pero no la cena —cuando
Lissianna la miró tan fija e inexpresivamente, suspiró y cruzó el
cuarto para tomar su mano—. Se suponía que era una sorpresa que
iba a ser presentada en la fiesta, pero como ya has desenvuelto tu
regalo, puedo explicarlo. Querida, éste es Dr. Gregory Hewitt. Él es un
psicólogo, quién se especializa en fobias y lo traje aquí para curarte.
Feliz Cumpleaños.
El Dr. Gregory Hewitt era psicólogo, razonó Lissianna
lentamente. No había pensado preguntar qué clase de doctor era
cuando había preguntado su nombre y él había dicho Dr. Gregory
Hewitt. Ahora lo sabía. Él era un psicólogo para curar su fobia.
—Oh —murmuró por fin, lanzando una mirada sorprendida a
Greg cuando él hizo eco del "oh" en su mismo tono decepcionado.
Eso incentivó a su curiosidad. Su propia desilusión estaba basada en
el hecho de que ella más bien prefería mordisquearlo antes de tratar
algo tan desagradable como su fobia, pero parecía que él no estaba
menos complacido con la idea que ella.
Greg suspiró interiormente. Supuso que él no debería estar
defraudado por el anuncio de la morena. ¿Debería alegrarse de que
no era un esclavo sexual o… la cena? Todavía estaba intentando
ordenar eso. Lissianna, como la morena se había dirigido a la rubia,
había pensado que él era su cena de cumpleaños. ¿Él?
¿La cena de cumpleaños? La idea era suficiente para derribar
cada uno de los perturbadores y lujuriosos pensamientos en su
cabeza.
¿La cena de cumpleaños? ¿Eran caníbales?
Buen Dios, ella había pellizcado su cuello después de besarlo,
pero simplemente un pequeño pellizco, luego ella había decidido
chupar, sin duda dándole un gran chupón que se pasaría una semana
intentando esconder, o quizá más. Greg no estaba seguro.
Había tenido un chupón sólo una vez antes, y eso era cuando
fue un adolescente. No podía recordar cuánto tiempo había pasado
para que desapareciera.
Tampoco recordaba que había sido tan agradable como el de
esta experiencia. Sin embargo hubiera aceptado feliz que la rubia
lamiera su cuello todo lo que ella quisiera, o cualquier otra parte del
cuerpo que ella recibiera con agrado.
Ser la cena de cumpleaños, de todas formas, no parecía
bastante agradable. Querido Dios, dejarlo subir en la cajuela del auto
de un caníbal. Realmente prefería el escenario de esclavo sexual.
Definitivamente sonaba más agradable.
Greg rodó sus ojos y tuvo que mentalmente sacudir su cabeza
para dispersar sus propios pensamientos. Estaba sonando como un

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lunático desesperado. De hecho, eso no estaba lejos de la verdad. A
pesar de los grandes esfuerzos casamenteros de su familia, no había
tenido sexo por casi un año. Aunque las mujeres con que su familia
tendía a emparejarlo eran preciosas, ninguna de ellas había
despertado demasiado interés en él, por lo menos no el suficiente
para arrastrar su atención fuera del trabajo por algún tiempo.
Esto no había preocupado mucho a Greg; tenía una vida llena y
ocupada. Siempre se dijo que el día que encontrara una mujer tan
fascinante como su carrera, sería el día en el que sabría que había
encontrado a la Señorita Correcta. Mientras tanto, su familia —nunca
optimista— continuaba liándolo con cada mujer soltera que conocían
y Greg continuaba evitando compartir la cama con mujeres, para
evitar molestos enredos con amigos de la familia que podrían causar
resentimientos. Eso significaba que estaba restringido a brincar
sexualmente con mujeres que él lograba conocer por su cuenta,
cuando no estaba escoltando a las amigas de su familia a varias
comidas o funciones.
La última vez que Greg había logrado empezar una relación
con alguien, había sido con una fría rubia psiquiatra de British
Columbia. Se habían conocido en la conferencia de salud mental el
invierno pasado, había ido por una bebida después de una de las
conferencias, entonces él la había acompañado de vuelta a su
cuarto, ella lo había invitado, y muy educada y clínicamente tuvo
sexo con él. Había sido frío, funcional y horrorosamente aburrido…
más bien como tomar Metamucil. Consiguió hacer el trabajo, limpió
las cañerías, pero le dejó un mal sabor en la boca. Greg estaba
relativamente seguro que esta rubia no le dejaría un mal sabor en su
boca. También estaba seguro que ella haría mucho más que limpiar
sus cañerías.
—¿Lo trajiste aquí para tratar mi fobia?
Greg lanzó una mirada a la rubia cuando ella hizo la pregunta,
notando por primera vez que ella, también parecía más bien
defraudada por las noticias.
—Sí, cariño.
—¿Él no es…?
—No — interrumpió firmemente la morena, entonces frunció el
entrecejo ante la obvia falta de entusiasmo de la rubia por su regalo
—. Querida, ésta es una buena causa. Pensé que estarías agradecida.
Pensé que era perfecto. Él puede curar tu fobia, permitiéndote vivir
una vida normal. Una sin la molestia del cuidado nocturno o el riesgo
de ir tropezando a casa borracha dos o tres veces por semana.
Las cejas de Greg se arquearon e intentó deducir mentalmente
qué tipo de fobia podría llevar a alguien a emborracharse.
—Bueno —la morena se volteó hacia él con una deslumbrante
sonrisa—. Hágalo.

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Greg la miró inexpresivamente.
—¿Disculpe?
—Cure a mi Lissianna de su fobia —dijo pacientemente.
Greg giró de la expresión expectante de esos sabios ojos viejos
a los ojos más luminosos de la hija. Eran tan azules y claros como un
cielo sin nubes, pero con el mismo brillo de plata metálico que los de
la madre.
Encantador, pensó Greg y simplemente deseó que no fueran
lentes de contactos. Le molestó que ella sintiera la necesidad de algo
artificial para agregar a su belleza.
—No son lentes de contacto — anunció la morena de repente,
haciendo que Greg diera un respingo.
Seguramente ella no había leído sus pensamientos. ¿O sí?
—¿Qué es lo que no son lentes de contacto? —indagó la rubia,
mirándolo a él y a su madre con confusión.
—Tus ojos, cariño — explicó la morocha, entonces dijo a Greg—:
A pesar de tus anteriores pensamientos, nuestro color de ojos es
natural. No estoy segura si ellos incluso tienen lentillas de contacto
del color de nuestros ojos… todavía —agregó secamente.
—Natural —murmuró Greg con fascinación, mirando fijamente
la luminosidad en el color de ojos de la hija. Fue entonces que su
mente absorbió lentamente sus palabras. ¿A pesar de sus anteriores
pensamientos? ¿Ella no quiso decir en el ascensor?
La morena asintió.
—Sí, en el ascensor.
—¿Puedes leer su mente? —Lissianna parecía más molesta que
sorprendida, notó él y recordó que eso había pensado cuando ella se
había quejado del hecho de que no podía leer su mente. Ahora, la
morena parecía estar haciendo precisamente eso. Greg no podía
decidir si él estaba durmiendo y soñando todo esto, perdiendo la
cabeza e imaginando todo esto, o si estaba despierto, sensato, y la
mujer realmente estaba leyendo a su mente. Peor aún, no podía
decidir cual de esas opciones prefería. No quería estar durmiendo
porque eso significaría que Lissianna no era nada más que una
fantasía que habría imaginado, y no estaba contento con la idea de
que nunca la vería fuera de sus sueños. Perder la cabeza no era una
buena alternativa, pero la idea de la morena siendo capaz de leer su
mente era un poco desconcertante… Especialmente desde que su
mente estaba llena de pensamientos lujuriosos sobre su hija.
—¿Entonces? — incitó la morena.
Soñando o no, parecía que tendría que tratar con el asunto.
Greg agitó su cabeza.

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—Señora, curar una fobia no es como tomar una píldora. Tarda
algún tiempo — le informó. Y luego, preguntó un poco menos
paciente—: ¿Podría desatarme, por favor?
—Eso no es lo que el artículo decía — se opuso la morena,
ignorando su demanda de ser desatado—. En el periódico usted
estaba citado diciendo que los nuevos tratamientos pueden ser
sumamente eficaces y la mayoría de las fobias pueden curarse en
sólo unas sesiones, algunas personas sólo necesitaban una.
Greg dejó salir el aire en un lento suspiro, ahora entendiendo el
motivo por el que había llegado hasta allí. La morena obviamente
había leído la entrevista que él había hecho para el periódico, un
artículo especial sobre las fobias. Había salido el último fin de
semana.
—Eso es verdad, algunas fobias se tratan fácilmente —
comenzó, intentando permanecer tranquilo y… bueno… paciente,
pero la situación era tan anormal. Él estaba atado a una cama, en
nombre de Dios, y ellos tres estaban de pie actuando como si eso
fuera absolutamente normal. Greg simplemente no podía abstenerse
por completo de la irritación—. Ya sabes, la mayoría de las personas
hace una cita para verme —estalló, pero intentó razonar nuevamente
—: Y voy a volar a Mexico mañana de vacaciones. Hay cosas que
necesito hacer antes. Apreciaría que usted me desatara y me
permitiera salir de aquí. Realmente no tengo tiempo para esto.
El silencio apenas había empezado al terminar su última
palabra cuando hubo un toque en la puerta. Ésta se abrió y una joven
mujer asomó su cabeza y los miró. Ella era otra morena, bonita y con
su cara en forma de corazón. Le lanzó una mirada curiosa, y luego
volvió la atención a la madre.
—Tío Lucian está aquí, Tía Marguerite.
—Oh, gracias Jeanne Louise —la madre, Marguerite,
inmediatamente comenzó a empujar a Lissianna y Thomas hacia la
puerta, diciendo—: Todos trataremos con esto más tarde. No
debemos dejar a todos esperando. ¿Jeanne, ha llegado ya Etienne?
— Sí. Estaba entrando cuando yo subía las escaleras —la mujer
abrió la puerta para que ellos pudieran salir—. También ha llegado la
orden de comida china. Puse al muchacho de la entrega en la
despensa hasta que estés lista para él. Aunque, probablemente no
deberías dejarlo demasiado tiempo esperando.
—No. Bueno justo bajábamos a la fiesta y todo comenzará —
anunció Marguerite cuando ella, seguida de Lissianna y Thomas, salió
al vestíbulo—. Lissianna puede abrir sus otros regalos después y… —
la puerta se cerró impidiendo que oyera el resto de la frase de la
mujer.
Greg miró fijamente la superficie de madera con asombro,
incapaz creer ellos lo habían dejado simplemente allí, atado a la
cama. Esto era una locura. Locos.

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La cabeza le daba vuelta con diversos pensamientos, Greg
cerró sus ojos e intentó ordenarlos. Todo lo que estaba sucediendo y
cómo escapar de ello. A pesar de sus propias acciones en llegar él
mismo allí, estaba comenzando a considerarse un secuestrado. Sin
embargo, no estaba siendo chantajeado y no era ninguna cena. Eso
era bueno, se dijo. ¿Lo era?
Estaba ahí para tratar una fobia. Francamente, Greg pensó que
la familia entera necesitaba el tratamiento… y no por las fobias, pero
que así fuera. Ellos lo querían para tratar una fobia, y él quería ser
liberado. ¿Ciertamente allí había alguna oferta que podría aceptar? Si
así fuera, estaría absolutamente de acuerdo en tratar a la
encantadora Lissianna y prometer no informarlos a las autoridades,
si lo dejaban en libertad. Entonces él iría directamente a la estación
de policía.
O no.
Greg estaba un poco desconcertado con el problema de lo que
quería hacer en este momento. Parte de él estaba furioso y deseoso
de ir a la policía con la acusación de que había sido retenido en
contra de su voluntad y así sucesivamente, pero en verdad, Lissianna
estaba por recaer en el cuarto y besarlo y acariciarlo como ella había
estado haciendo, con eso, pensó, podría olvidarse rápidamente de su
enojo.
Greg sospechó que la mayoría de esto era parte, claramente,
de una vieja frustración sexual.
Dejando de lado la frustración, él principalmente estaba
confundido por los eventos de la noche. Además, no podría ir a la
policía. ¿Qué podría decirles?
«Hola, mi nombre es Dr. Hewitt y esta noche subí a un cajuela
de un auto extraño por mi propia voluntad, me encerré con llave
para viajar a una casa extraña, entonces bajé y voluntariamente
participé de dichas premisas, yendo incluso a subir las escaleras y
recostarme para ser atado a la cama. Pero mierda, no me desataron
cuando yo lo pedí y ahora quiero cobrármelas».
Oh sí, eso funcionaría más que bien, pensó Greg irónicamente.
Él se reiría fuera de la estación de policía.
Además, realmente no quería traer problemas a estas
personas. Bien, por lo menos no quería traer problemas a Lissianna.
Greg lamió sus labios cuando recordó el toque y el sabor de
ella. La había sentido tan bien abrazada contra él y había hecho esos
pequeños murmullos eróticos de placer cuando se habían besado. Si
sus manos no hubieran estado atadas, la habría rodado bajo él, la
habría despojado de cada retazo de ropa que ella llevara y habría
usado sus manos y su boca en su cuerpo para sacar más de esos
pequeños murmullos.

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Su piel era de un pálido marfil y Greg no tenía problemas
imaginando su cuerpo de alabastro estirándose y arqueándose en la
cama cuando él cerrara su boca encima de un pezón erecto y
pasando su mano por sus costillas, hacia su plano estómago para
escabullirse entre sus piernas y encontrar su húmeda dulzura. Ella
estaría caliente y sensible a su toque y después de que él la hubiera
hecho gritar con la liberación, una o dos veces, subiría a encima de
ella y empujaría...
Greg gimió en voz alta con frustración y dispersó sus
fantasías cuando sintió la dolorosa queja de su entrepierna. De
acuerdo, ésa había sido una estúpida jugada. Ahora, estaba más
frustrado que nunca.
Suspirando, alzó su cabeza para ver hacia la puerta cerrada,
preguntándose cuando regresaría Lissianna o si lo haría. Había
deducido que él debería estar en su cuarto, o ella no hubiera ido a
buscar las medias. Así que, tarde o temprano tendría que volver.
Quizás después de la fiesta, pensó Greg cuando notó el tenue
sonido de la música viniendo desde abajo. La fiesta estaba
evidentemente en marcha.
La fiesta de cumpleaños de Lissianna, recordó y se preguntó
cuántos años tendría. Había supuesto que tenía cerca de veinticinco o
veintiséis. Unos buenos diez años más joven que él. ¿La diferencia de
edad le molestaría? Ese pensamiento era preocupante. Ella podría
pensar que él era demasiado viejo para ella y no repetir los besos de
esa noche.
Comprendiendo hacia dónde se dirigían sus pensamientos, Greg
se dio otro sacudón mental. ¿Qué estaba pensando? Estaba atado a
una cama y retenido en contra de su voluntad. Había pedido ser
desatado, pero nadie lo escuchó. Todavía yacía ahí, su mente
consumida con nada más que la rubia y bonita Lissianna.
Necesitas tener tus prioridades, se dijo firmemente. ¿Qué tal
tratar de soltarte y escapar de aquí? Tienes que tomar un avión por la
mañana, tú sabes.
Ignorando el hecho de que se estaba hablando a sí mismo, Greg
inclinó su cabeza atrás para ver las ataduras que iban desde sus
muñecas a los postes de la cama.

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Capítulo 4
"Oh Señor, Señor. Yo he entrado en el paraíso de pijamas”.
Lissianna se rió entre dientes de la expresión cómica de
Thomas cuando él entró en la sala donde ellos estaban teniendo su
improvisada post fiesta de cumpleaños, “su fiesta pijama”. Ninguno
conducía después de beber, Thomas había decidido dormir aquí, lo
que significaba que Lissianna, Jeanne Louise y Mirabeau también
estaban quedándose. Con los dormitorios ocupados por varios
parientes más viejos alojados durante el día, habían sido relegados a
los sofás en la sala más grande… junto con sus primas Elspeth y sus
hermanas gemelas Victoria y Julianna. Las tres muchachas habían
volado desde Inglaterra con su madre Martine para asistir a la fiesta y
planeaban visitarlos por un par de semanas.
—¡Thomas!—Jeanne abrió la boca de repente—. ¿Qué estás
usando?
—¿Qué? ¿Esto?— Thomas agarró sus brazos e hizo un giro
lento. Estaba cubierto del cuello a los tobillos por un pijama ajustado
de Spiderman—. Bastien fue bastante bueno al proporcionarme el
pijama más guay— pronunció cansinamente—. ¿No les gusta? El tipo
tiene una radical preferencia en pijamas, para ser un viejo gruñón.
— No son de Bastien—Lissianna rió entre dientes—. Eran una
broma para Etienne cuando él estaba ayudando a programar un
videojuego basado en algún cómic.
—Yo no sabía eso—Thomas dijo con una mueca—. Bastien
estaba más avergonzado de mis efusivos cumplidos por su elección
de pijamas.
Lissianna compartió una mueca con él, imaginando cómo
Bastien debía de haber reaccionado cuando él comprendió cómo su
pequeño esfuerzo por avergonzar a Thomas había salido al revés. Él
se mortificaría pensando que cualquiera podría creer que vestía
pijamas como éstos para dormir.
— Sin embargo, no me importa. Son cómodos—comentó,
entonces posó sus manos en sus caderas para mirar al resto y dijo
galantemente—. En cuanto a ustedes señoras, parecen un arco iris de
encantadoras flores.
Lissianna se miró, luego a las otras mujeres en sus camisones.
Jeanne Louise y Mirabeau no tenían ninguna ropa en la casa de la
madre de Lissianna, y ella no usaba pijamas. Tendía a dormir

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desnuda. Las tres estaban vistiendo ropa de dormir prestada de
Elspeth y las gemelas. El trío aparentemente tenía algo con los “baby
—dolls”, esto era todo lo que habían tenido para prestarles.
A pesar de todo, la descripción de Thomas era adecuada. Ella
estaba vistiendo un camisón rosa pálido de encaje, Elspeth estaba en
rojo, Victoria en color durazno, Mirabeau en verde menta, Julianna en
azul celeste, y Jeanne Louise vestía en lavanda. Las reunías y casi
hacían un arco iris.
—Así que…— Thomas se lanzó hacia el catre que se había
sacado para él. Acomodando su almohada en una sólida pelota donde
él podía apoyarse, las miró a todas con interés—. ¿Qué pasa en las
fiestas pijama?
Todas las muchachas rieron por su ávida expresión a la vez que
comenzaron a elegir sus propios sitios, dos chicas por cada uno de los
tres sofás en el cuarto. En un momento ya estaban instalados y
mirándose unos a otros.
—No me mires a mí—dijo Mirabeau cuando Thomas lanzó una
mirada a su dirección—. Yo tengo más de cuatrocientos años; no
tenían fiestas de pijama ni siquiera cuando yo era una niña. No estoy
segura si ellos tenían pijamas, incluso. No sé lo que pasa.
Lissianna se rió entre dientes, y dijo con fastidio:
—Más de doscientos años y todavía considerado un niño.
—Nosotros siempre lo seremos para mamá y tía Marguerite—
dijo Elspeth serenamente—. Presumo que es relativo. Nosotros somos
niños comparados con ellos.
—Pero ancianos comparados con los mortales—Lissianna señaló
infelizmente. Ella estaba considerando sus doscientos dos años. Los
cumpleaños podrían ser un coñazo cuando eras más viejo que el país
donde vivías.
Canadá se convirtió en país en 1867, por ese tiempo, Lissianna
tenía ya sesenta y nueve años; viejo para un mortal, pero no para un
vampiro como la mayoría de los mortales los llamaría. Este no era un
término al que su especie le gustara.
Los vampiros fueron pensados para ser criaturas desalmadas
con una aversión al ajo, al agua bendita y la luz del sol. Hasta donde
ella supo, su gente era no más desalmada que una persona común.
En cuanto a las tres supuestas armas usadas para combatir a los
vampiros, ni el ajo ni el agua bendita los herirían. La luz del sol era
otra cuestión, ellos no estallarían en llamas si salían afuera, pero
hacía la vida más fácil el evitarlo.
Realmente, la única cosa que la sociedad tenía razón sobre los
vampiros era su longevidad, fuerza y la habilidad para leer y controlar
mentes… oh, y ellos necesitaban alimentarse de sangre.

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— Ustedes pueden ser viejos, pero nosotros no—Julianna elevó
su voz y su gemela Victoria asintió.
—Sí.
Lissianna forzó una sonrisa para las gemelas. Ellas sólo tenían
diecisiete años, haciéndolas las bebés en el grupo, pensó, entonces
comprendió que Elspeth tenía razón. Todo era relativo.
— Así que—dijo, determinada a permanecer alegre—. Ustedes
dos son bastante jóvenes para saber. ¿Qué sucede en las fiestas de
pijama?
— Cosas divertidas—Victoria sonrió ampliamente—. Comes
muchas cosas malas como pizza y chocolate y patatas fritas.
Lissianna sonrió indulgentemente. Las gemelas eran bastantes
jóvenes, la comida todavía poseía más atracción para ellas que para
ella misma y los otros.
— Y cuentas historias de miedo y hablas sobre muchachos—
Julianna les informó.
— Hmmm—Thomas parecía dudoso—. Pueden omitir hablar
sobre cosas de muchachos, a menos que sea de mí sobre quien
hablan. Y yo estoy lleno de líquido, no necesito pizza.
Lissianna no lo dudó. Su madre había pedido una tonelada de
sangre empaquetada, así como la comida normal para la fiesta y ella
había mirado con asombro como las montañas de comida y bebida
habían sido arrasadas.
Según escuchó, la cantidad de sangre empaquetada que habían
probado fue asombrosa. Al parecer el suministro casi había sido
liquidado. Lissianna había oído a su madre decir a Bastien que trajese
más sangre a la casa para el desayuno del día siguiente.
— Entonces, eso deja las historias de miedo—comentó
Mirabeau. Hizo una pausa por un momento, en el cual nadie se
ofreció a contar la primera historia, entonces lanzó una mirada a
Lissianna y preguntó curiosamente—. ¿Qué estaba tu madre haciendo
en Toronto para darte por tu cumpleaños? me perdí el verte abrir tu
regalo.
— Sí, ¿Qué era?— preguntó Jeanne Louise curiosamente—. Yo
tampoco lo vi.
— Sí, lo viste—contestó Thomas con diversión, trayendo un
ceño desconcertado a la cara de su hermana.
— No, yo no lo hice—insistió—. Yo…—hizo una pausa cuando se
dio cuenta de sus palabras—. ¿Él? ¿Quieres decir, que le dio a Lissi
una persona? ¿Un hombre? —sus ojos se ensancharon de repente y
su boca hizo un "O", entonces ella exclamó—. ¿Ese tipo en tu alcoba?
¿Él era tu regalo?
— ¿Qué tipo?—Mirabeau parecía sobresaltada—. ¿Marguerite te
dio un hombre?

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Lissianna le lanzó una desaprobadora mirada a Thomas cuando
las mujeres empezaron a exclamar con asombro. Sus reacciones
eran exactamente lo que él había esperado, por supuesto.
— No es lo que parece—dijo con tono tranquilizador—. Él es un
doctor. Ella lo trajo para tratar mi hemofobia
— Sí—Thomas los aseguró—. Y el hecho de que Lissianna
estaba toda enlazada con él, en la cama, fue simplemente un
accidente. No sabía que él era su terapeuta en ese momento.
—¡Thomas!—Lissianna chilló, cuando las otras mujeres
empezaron nuevamente a exclamar y a gritar preguntas.
Agitando su cabeza con disgusto, se volvió a las mujeres y
rápidamente dio una versión editada de su reunión con Greg Hewitt.
Una vez acabado, se sentó de brazos cruzados y esperó por sus
reacciones.
Mirabeau fue la primera en hablar, preguntando:
—Entonces, ¿tratará tu fobia?
Lissianna dudó, entonces admitió:
—No sé. Pienso que no.
— ¿Por qué no?—preguntó Elspeth con asombro.
—Bueno, aparentemente estaba marchándose de vacaciones
mañana. Y entonces hay una pequeña cuestión sobre madre
secuestrándolo—agregó, con un volteo de sus ojos sobre las bromas
de su madre.
— Quizá habría sido mejor que ella te hubiera concertado una
cita con él —comentó Jeanne Louise.
— Sí. Eso es lo que él dijo, también—admitió Lissianna
irónicamente.
—Así que, ¿Podemos verlo?—preguntó Elspeth, y Lissi giró hacia
ella con sorpresa.
— ¿Qué? ¿Por qué?
— Nosotros hemos visto todos tus otros regalos—dijo, como si
fuera completamente razonable.
— Yo, definitivamente, quiero verlo—anunció Mirabeau.
— A mi no me molestaría verlo—dijo Jeanne Louise.
— Ya lo viste—protestó Lissianna.
— Sí, pero sólo un vistazo realmente, y yo no sabía que él era tu
regalo en ese momento.
— ¿Qué diferencia hace eso?—preguntó con exasperación, pero
Jeanne Louise sólo se encogió de hombros.
Agitando su cabeza, Lissianna dijo:

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—Nosotros no podemos ir tranquilamente allí. Es el alba. Él
probablemente está durmiendo.
—Eso está bien, sólo queremos conseguir una mirada de él. No
tiene que hablarnos —anunció Mirabeau, poniéndose de pie.
Lissianna quedó con la boca abierta mientras sus primas se
apresuraban a marcharse. Cuando empezaron a ir determinadamente
para la puerta, ella salió de la cama, diciendo:
—Oh, bien, pero no debemos despertarlo.
Las oscuras cortinas en sus ventanas estaban corridas, dejando
al cuarto en negra oscuridad, cuando Lissianna y los otros entraron.
Entonces, ella se volvió con un siseo de irritación cuando la luz fue
encendida.
— Subimos a verlo, Lissi—señaló Mirabeau—. Ayuda si hay luz.
Lissianna dejó caer su irritación ante las razonables palabras y
se volvió para subir cautamente a la cama. Se sintió aliviada al notar
que la luz no lo despertó, aunque lo hizo revolver soñolientamente,
cuando el grupo se abrió alrededor de la cama.
— ¡Wow!—Elspeth respiró, entronando los ojos en el hombre
durmiendo.
—Es lindo—Julianna sonó sorprendida.
—Totalmente—Victoria asintió.
— Sí—dijo Mirabeau—. Por alguna razón yo pensé que todos los
psicólogos se parecían a Freud, pero él es un bebé.
Julianna y Victoria, ambas, estallaron en risitas ante esta
declaración y Lissianna hizo callar al par y entonces lanzó una mirada
a Greg, a tiempo para ver a Mirabeau levantando el borde de su
chaqueta. Sus ojos se ensancharon incrédulamente.
—¿Qué estás haciendo?
— Bueno, él podría estar llevando algo falso—dijo serenamente
—. Pensé nada más verlo que su chaqueta estaba rellena.
— Eso, no lo está—Lissianna le informó severamente—. Esos
son sus hombros.
— ¿Cómo? Oh, tienes razón. Tú lo estabas besando y otras
cosas—Jeanne Louise sonrió burlonamente.
— Sí, y de su reacción a tus besos y otras cosas, también
aprendimos que el hombre tampoco está luciendo un pepino—
anunció Thomas, haciendo a Lissianna gemir con turbación cuando
recordó la erección que había sido muy evidente cuando su madre y
Thomas habían entrado antes… y cómo se había deshinchado.
Realmente no quiso explicar su comentario a los otros, pero podría
decir por sus expresiones que le exigirían una explicación y se
decidiría en ese momento que Thomas ya no era su primo favorito.

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Greg era generalmente un durmiente profundo, pero con la luz
picando en sus ojos y susurros pasando a su alrededor, encontró
difícil permanecer oculto en el cálido confort de los brazos del sueño y
se sintió a regañadientes arrastrado hacia la conciencia. Cuando
finalmente cedió y permitió a sus ojos abrirse, se encontró mirando
fijamente a seis bellísimas mujeres paradas alrededor de su cama en
los más extremadamente deseables baby dolls que él alguna vez
había visto. Su primer pensamiento fue que él debía estar soñando
aún… y era un dulce sueño también, decidió, apreciando la
abundante carne revelada por la escasa ropa de dormir… hasta que
su mirada finalmente aterrizó en la séptima persona parada al lado de
la cama.
— ¿Spiderman?— murmuró con confusión.
— ¡Joder! Ves, ahora lo has despertado.
La mirada de Greg se deslizó al portavoz y sonrió débilmente
cuando reconoció a Lissianna. No fue del todo sorprendente que ella
se presentara en sus sueños. Sus últimos pensamientos antes de
deslizarse al sueño habían sido sobre las cosas que le gustaría hacer
con ella. La mujer estaba convirtiéndolo en una masa de frustración
sexual.
La peor parte era que ella ni siquiera intentaba hacerlo. Él
estaba logrando todo solo, con sus propias fantasías.
— Mejor no dejes a Tía Marguerite oírte hablar así, Lissi—
provocó Spiderman.
— Ella lavará tu boca con jabón.
—Oh vete al carajo, Thomas. Soy demasiado vieja para eso—
dijo severamente, entonces se volvió y se inclinó ligeramente para
dirigirse a Greg.
— Lo siento. No quisimos despertarte.
El asintió afablemente y dijo:
—Está bien. Tú puedes meterte en mis sueños cuando quieras.
— Oh, ¿no es dulce? Él piensa que está soñando con nosotros—
una mujer en camisón lavanda le habló con una sonrisa.
— Yo no sé sobre dulzura, Jeanne Louise. Una de dos, o tiene un
pepino en sus boxers después de todo, o él piensa que su sueño es
uno húmedo—declaró una mujer en verde menta y Greg pestañeó
con sorpresa cuando notó el color de su pelo. El pelo corto y negro,
puntiagudo, con las puntas de color fucsia, no era algo que él
normalmente hubiera pensado que era erótico, y brevemente se
preguntó lo que ella estaba haciendo en su sueño, entonces notó el
silencio alrededor de él y lanzó una mirada para ver que la atención
de todos se había vuelto a su entrepierna.

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Greg alzó su cabeza y entornó los ojos sobre la erección que
estaba luciendo.
—Definitivamente un sueño mojado—pronunció solemnemente
una bonita morena en rojo.
—Quizá, deberíamos verificar y asegurarnos que no es un
pepino—una joven mujer de cabello castaño rojizo en un camisón azul
celeste hizo la sugerencia y se giró para compartir una malvada
sonrisa con otra muchacha, quien era su imagen del espejo. La
segunda, vestida en color durazno, asintió y dijo:
—Oh sí.
Greg pestañeó por la sorpresa cuando él comprendió que el par
eran unas jóvenes adolescentes, y estaba casi horrorizado al notar
qué bien rellenaban sus camisones. ¿Cuando las adolescentes
tuvieron que empezar a lucir tan no—como—adolescentes?, se
preguntó con disgusto.
— Oh, basta—Lissianna estalló, entonces volvió su mirada a él
—. No estás soñando. Nosotros estamos realmente aquí. Y siento que
nosotros te hallamos despertado, pero las muchachas quisieron…
— Nosotros quisimos ver sus regalos de cumpleaños—la mujer
del cabello con las puntas fucsia terminó cuando ella dudó.
— Lo que te incluye.
— Sí. Habíamos visto todos sus otros regalos—explicó la
muchacha en azul—. Así que era justo que nosotros te viéramos
también, ¿Entiendes?
— Somos los primos de Lissianna—la morena en rojo le informó.
— Bien, todos nosotros excepto Mirabeau—corrigió la que
estaba de lavanda, y Greg se encontró mirándola fijamente. Ella
parecía vagamente familiar, pero le tomó un momento a su mente
ubicarla, entonces recordó su venida a la puerta más temprano para
informar a Lissianna, su madre y el hombre llamado Thomas, que
alguien había llegado.
Recordar ese previo escenario hizo a Greg darle una segunda
mirada a Spiderman y comprendió que “Spidey” era Thomas. Él no
estaba soñando.
— Había oído voces provenientes de este cuarto.
Greg lanzó una mirada hacia la puerta cuando la muchedumbre
alrededor de su cama se enderezó y se movió culpablemente para
enfrentar al recién llegado. Vestida con una bata de raso roja,
ribeteada de encaje, la mujer tenía el largo pelo rubio del mismo color
de Lissianna, pero ésa era la única similitud. Sus rasgos eran más
afilados, su cara más larga y sus ojos eran lo más frío que Greg había
visto alguna vez.

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— Tía Martine—Lissianna sonaba desconcertada—. Estábamos
solamente… estaba mostrándoles mi regalo de cumpleaños a las
chicas.
La mujer hizo una pausa al pie de la cama y miró a Greg con
interés.
—Así que, ¿Este es el psicólogo que tu madre trajo para
ayudarte con tu fobia?
— ¿Qué está pasando aquí?—otra onda pasó a través del grupo
que rodeaba la cama cuando la madre de Lissianna apareció en la
puerta, vestida con una larga túnica de seda.
— Oí voces y vine a investigar—anunció Martine—. Lissianna
estaba mostrándole su regalo de cumpleaños a las muchachas. ¿Es
bastante joven, no lo es Marguerite?
— ¿No lo son todos?—Marguerite dijo casi fatigadamente—.
Pero al parecer, es uno de los mejores en su campo.
— Hmmph—Martine retrocedió a la puerta, aparentemente
perdiendo el interés en Greg—. Vuelvan a la cama, muchachas. Es
bien pasada el alba. Todos deberíamos estar durmiendo.
Había murmullos y refunfuños, pero todas las muchachas
siguieron a Martine y Marguerite fuera del cuarto.
La puerta se cerró con un suave clic, pero Greg podía oír el
murmullo de voces femeninas alejándose por el pasillo, cómo la mujer
más vieja sermoneaba a las más jóvenes. No fue hasta que un
susurro de tela atrajo su mirada a su lado; que Greg comprendió con
un susto que no todos habían salido. El Hombre—araña aún estaba de
pie a su lado de la cama y estaba mirándolo con una expresión
determinada.

Capítulo 5

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—Sé que estás probablemente como el infierno de loco por
estar aquí, pero esto no es culpa de Lissianna y ella realmente
necesita tu ayuda.
Greg dejó salir una lenta respiración. Había estado esperando
por unos minutos críticos hasta que el hombre hablara, pero no era
esto lo que esperó. No tenía ni idea de que esperar, pero
simplemente no era esto.
El hombre de Lissianna se llamaba Thomas, quien parecía estar
a finales de los veintes y principios de los treinta años, un poco más
joven que el mismo Greg. También era igual de atractivo que cada
uno en este manicomio, con cabello negro y los mismos ojos azul
plata de Lissianna y su madre, pero Greg solo había visto a este
hombre en dos ocasiones, y Thomas había reído afablemente en
ambas; sospechaba que Thomas no era del tipo a quien recurrir a
menudo. Aunque ahora parecía estar haciéndole un favor a Lissianna.
Greg observó al joven hombre pasear por el pie de la cama,
después retroceder a su lado.
—Mira, Lissianna… —vaciló, y entonces dijo—, somos cercanos.
Mi madre murió al poco tiempo de nacer yo… desafortunadamente—
mi padre no tenía pista de que hacer conmigo, entonces la tía
Marguerite me acogió. He hizo lo mismo por mi hermana Jeanne
Louise.
—¿Usted y su hermana fueron criados con Lissianna?
—Jugábamos juntos, fuimos a la escuela juntos… somos…
cercanos —finalizó él desvalidamente.
—Como hermanos —digo Greg con entendimiento.
—Sí, exactamente —sonrió Thomas—. Lissianna es como mi
hermana, tía Marguerite es como una madre.
—Bien —Greg asintió al conseguir entender eso.
—Entonces, entenderá por qué tía Marguerite lo trajo aquí. Se
que está terriblemente preocupada por Lissianna. Su fobia… —él
sacudió la cabeza con tristeza—. Esto esta mal. Si pidiera ser como
usted desmayándose al ver la comida. Esto afecta su vida entera y ya
tiene edad.
Thomas frunció el ceño y se detuvo al pie de la cama y
retrocedió de nuevo antes de decir,
—No era tan malo cuando Jean Claude estaba vivo. Lissianna
podía dejar que tía Marguerite se pusiera una intravenosa entonces,
pero…
—¿Quién es Jean Claude? —interrumpió Greg.
—El esposo de la tía Marguerite, el padre de Lissianna.
—¿Por qué es más bien Jean Claude que tío, mientras que
Marguerite merece el título de tía? —pregunto con curiosidad Greg.

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Los labios de Thomas disminuyeron.
—Porque él no era el mejor de los tíos. No era el mejor padre ni
esposo tampoco. Era un controlador y realmente pasado de moda, y
hablo seriamente con lo de pasado de moda. También le hacía la vida
miserable a la tía Marguerite y a Lissi cuando estaba alrededor.
—¿Qué hay con usted?
—¿Qué hay conmigo? —preguntó Thomas confuso.
—Bien, dice que fue criado por su tía junto a Lissianna; presumo
que trató con su tío también. ¿No le hizo a usted también miserable?
—Ah —Thomas gesticuló no dándole importancia—. Él no era
tan malo conmigo. Además no estuve mucho tiempo. Me fui a los
diecinueve.
—Lissianna pudo hacerlo, también —señalo Greg, pero Thomas
negó con la cabeza.
—No, Jean Claude esperaba que viviera en la casa hasta
casarse.
—Pudo revelarse —sugirió, obteniendo una incrédula mirada de
Thomas.
—Usted no se revelaría ante Jean Claude —le informó
solemnemente Thomas—. Además, Lissi nunca podría alejarse de tía
Marguerite y tratar con él. La mente de Jean Claude estaba realmente
retorcida al final. Estaba demasiado asustada.
—Entonces él murió —murmuró Greg—. ¿Cómo murió?
—Un fuego. Bebió demasiado… eh… alcohol y se quedó
dormido con un cigarrillo en su mano. Así comenzó el fuego, y él
falleció.
Greg asintió.
—De todos modos… —Thomas comenzó a caminar de nuevo—.
Eso fue lo mejor que pudo pasar a tía Marguerite y Lissi, pero eso
puso Lissi con pánico. Ella de repente comenzó a preocuparse sobre
la muerte de Marguerite. ¿Quién la alimentaría? Fue cuando, decidió
ser más independiente. Comenzó a trabajar en un refugio, y ahora se
mudó y está tratando de alimentarse ella misma, pero la tía
Marguerite está preocupada, y el resto de nosotros también.
—¿Sobre qué? —preguntó con interés Greg. A él le sonó como si
la muerte de su padre le hubiera dado la libertad a Lissianna para
embarcarse en la adultez. Ella era como un pájaro tomando su primer
vuelo.
—Que ella se vuelva como Jean Claude.
—¿Su padre era alcohólico? —preguntó con confusión—. ¿Ella
está bebiendo?

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—No, por lo menos no a propósito —dijo suavemente Thomas—.
Pero esa es su fobia.
Greg sacudió su cabeza. En alguna parte él había perdido el hilo
de la conversación. Antes de poder preguntar para aclarar, Thomas se
paralizó, su cabeza amartillándose hacia la puerta.
—Tengo que irme; tía Marguerite viene —dijo caminando hacia
la puerta, entonces hizo una pausa para decir—. Se que no entiendes,
pero no tengo tiempo ahora. Tía Marguerite no dudará en explicar
todo en la mañana. Cuando lo haga, solo intenta recordar que nada
de esto es una falta de Lissianna. Ella no te trajo aquí, pero necesita
tu ayuda.
Con esa nota él se deslizó fuera del cuarto. Un momento
después, Greg escucho los murmullos de voces en la sala, después
silencio, seguido por el suave clic de una puerta en la sala. Parecía
que todos habían regresado a la cama.
Suspirando, él permitió a su cabeza descansar sobre la
almohada y miró hacia el techo, su mente en lo que Thomas le había
dicho. Entonce la hermosa Lissianna no había tenido una vida fácil.
Greg se burló, pensando en las pocas personas que lo hacían.
Quizás él era pésimo por naturaleza, lo que en su profesión
tendía jugar, pero después de años de consolar rotos y abusados, le
pareció que por poco se escapa de su juventud ileso.
Tenía unas cuantas cicatrices. Su madre había sido cálida y
amorosa, y sus hermanas eran grandes, como lo eran sus tías y
primos y el resto de su extensa familia, pero su padre no había sido
un ganador. El hombre había sido un maricón con un violento
temperamento. Lo mejor que había hecho fue el abandonar a su
familia cuando Greg aún era joven, pero lo habían dejado ser el
pequeño de la casa.
Se dijo una y otra vez que él había crecido siendo “el único
hombre bueno allí”. Era mucho peso de llevar para un niño, y
probablemente parte de la razón de que estuviera aún soltero. No
quería pasar de ser “la única persona buena allí fuera” para los ojos
de su madre y hermanas, a uno de los malos que debían acabar.
Los pensamientos de Greg se detuvieron abruptamente cuando
la puerta del cuarto se abrió de nuevo. Levantando la cabeza, miró a
una mujer entrar, la morena en un camisón rojo.
Ella cerró la puerta cautelosamente, después exhaló una
reprimida respiración de aparente alivio al llegar al cuarto sin ser
descubierta. Alejándose de la puerta, ella se acercó a la cama.
—Ah bien, está despierto —susurró, exponiendo una brillante
sonrisa.
Greg levantó una ceja, preguntándose por qué ella hacía una
pasusa cuando estaba acercándose y se establecía al borde de la
cama mirándolo pensativamente.

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—Todos piensan que estoy bañándome, pero salí furtivamente
para venir aquí a verle —explicó, entonces añadió—. Soy Elspeth, y
quería hablar con usted sobre mi prima Lissianna.
—Ah —Greg asintió, haciendo lo mejor posible por no babear
por toda la piel pálida expuesta por su escaso camisón. Parecería
grosero que él coqueteara, estaba seguro.
—Apoye a tía Margarite para traerlo aquí y tratar a Lissianna,
pero Lissi parece pensar que usted se molestaría por la técnica de tía
y rechazaría ayudarla, y ella realmente, realmente necesita ayuda —
Elspeth pausó expectativamente.
—Ya veo —murmuró Greg, para llenar el silencio, pero cuando
ella continuo simplemente mirándolo con quieta expectación,
preguntó—. ¿Cuál exactamente es la fobia de Lissianna?
La morena pestañeo con sorpresa.
—¿Quiere decir que nadie te ha dicho?
Él agitó su cabeza.
—Ah —ella mordió su labio—. Bien, quizás no debo decirte
entonces. Digo, Lissianna insiste en que no puedes leer su mente,
pero Tía aparentemente puede, y si ella lee que tu sabes cuál es la
fobia cuando no te lo ha dicho, buscaría saber como lo supiste y
comprendería que salí furtivamente hacía aquí… —sus ojos se
abrieron con horror, se puso de pie abruptamente—. ¡Maldición!
Como sea ella sabrá que estuve aquí.
Greg simplemente la miró. Lissianna había mencionado algo
sobre que no podía leer su mente la primera vez que estuvo en el
cuarto, ahora esta mujer venia sobre ello. ¿Qué estaba pasando con
estas personas? ¿Seguramente no pensaban realmente que podía
leer mentes? Por supuesto que sí, comprendió cuando recordó
entonces lo que la madre había hecho.
Quizás en la familia corrían las habilidades síquicas, suponía él
fascinado.
—Ah mira, mejor me voy —la morena ahora estaba toda
nerviosa—. Pero por favor intenta olvidar que estuve aquí. Solo…
<<¿No le gustaría ayudar a Lissianna? Realmente es cariñosa,
buena y graciosa, e inteligente, y esta fobia ha sido una carga.
Realmente podrías ayudarla. Te gustaría ella, también, si consigues
conocerla, y si la ayudas tendrías la oportunidad de conocerla —dijo
ella, retrocediendo hacia la puerta—. Ahora, solo olvida que estuve
aquí, y no trates de pensar en eso cuando tía Margarite venga a verte
en la mañana, ¿de acuerdo?
Elpeth no esperó por una respuesta, sino que abrió la puerta,
asomando su cabeza fuera para comprobar que no había nadie a la
vista, entonces le dijo adiós y salió del cuarto.

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Greg agitó su cabeza y la dejó caer sobre la cama. Se sentía
como si hubiera entrado en un episodio de La Zona Desconocida, y él
el único que no había visto antes.
¿Tratar a Lissianna? Todos ellos necesitaban tratamiento,
pensó, entonces se puso rígido cuando la puerta se abrió
nuevamente.
Esta vez no levantó su cabeza ante el sonido, pero esperó, con
los ojos cerrados y escuchando los silenciosos susurros cuando la
puerta fue cerrada, y el crujido de más de uno acercándose a la
cama.
—Ah maldición, está dormido —uno de ellos susurró molesto.
—Entonces tendremos que despertarlo, Juli —otra coz susurró
pragmáticamente—. Esto es importante. Él tiene que ayudar a la
prima Lissi.
—Sí. Tienes razón, Vicki —hicieron una pausa entonces—.
¿Cómo lo despertaremos?
Decididamente él no quería saber qué podrían hacer ellos. Greg
abrió los ojos y se encontró a dos jóvenes gemelos con abundante
cabello. Estaban de pie al lado de la cama, y miró de la chica de color
melocotón a la de azul, preguntándose cual sería Juli y cual Vicki.
Greg supuso que eso lo haría Juli.
—Bien —dijo Vicki, entonces murmuró—. Ibamos a intentar
despertarlo.
—Le dijimos a los demás que iríamos a tomar algo, pero
realmente queríamos hablar con usted —añadió Juli.
—Sobre nuestra prima —finalizó Vicki.
—¿Por qué no me sorprende oír eso? —preguntó Greg
irónicamente y las gemelas intercambiaron una incierta mirada por su
cuerpo, entonces se encogieron de hombros y amabas se
establecieron en la cama.
Esta iba a ser una larga noche, decidió Greg con un suspiro.
Quince minutos después la puerta del cuarto se cerró detrás de
ella, dejando a Greg contemplar su conversación con las gemelas.
Ellas eran un par encantador y obviamente pensaban mucho en
Lissianna, pero entonces cada uno de los que habían estado esta
noche en el cuarto estaban preocupados por ella. Incluyendo a su
madre, por la cuál había él había terminado allí.
Eran las acciones de Margarite las que parecían confundir a
cada uno. Todos temían que él sostuviera contra Lissianna el que su
madre lo hubiera traído allí, y que debido a eso, él se rehusara a
ayudarla.
Esto solo servía para confundir a Greg. Él había subido a la
cajuela de su propia volición y había subido las escaleras atado, y

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mientras él no entendía sus propias acciones, apenas podría culpar a
Margarite por ellas.
¿Podría?
Incapaz de contestar a su propia pregunta, Greg observó a
través de la puerta, preguntándose cuando volvería a abrirse. Cuando
recordó que había habido seis personas rodeando la cama con
Lissianna cuando despertó. Cuatro ya habían regresado furtivamente
para verlo. Lo que significaba que probablemente sería visitado por
otras dos personas.
No estaba equivocado. Momentos después la puerta era abierta
fácilmente, y una mujer con un camisón color lavanda pálido estaba
deslizándose dentro. Greg observó su acercamiento a la cama y
mentalmente tembló. Si algo podría decirse de esta familia, era que
ellos ciertamente tenían un deleite por los camisones, decidió.
Exceptuando al hombre, por supuesto, acordó posteriormente
cuando recordó la pijama de Hombre Araña de Thomas.
—Hola, le molesto —dijo la recién llegada calladamente al
acercarse a la cama—. Pero soy Jeanne Louise, prima de Lissianna, y
quería hablarle de ella.
—Jeanne Louise —murmuró Greg—. Eres la joven hermana de
Thomas.
Cuando ella asintió con sorpresa, él añadió.
—Y todos piensan que estas en el baño cuando realmente estas
aquí para pedirme que no permita que mi coraje afecte mi decisión
de ayudar a Lissianna, o ¿no?
—Ah —Jeanne Louise suspiro con asombro.
—Y quieres pedirme de favor que la ayude —Greg continuó—.
Porque ella realmente necesita mi asistencia y tú estás preocupada
por ella.
—Estupendo —Jeanne Louise se sentó en la cama, sus ojos de
par en par—. Usted es realmente bueno. No sabía que los sicólogos
podían figurarse el material con tan poco…
—Su hermano habló conmigo antes y mencionó que tenía una
hermana de nombre Jeanne Louise —le interrumpió Greg explicándole
—. Él también expreso su preocupación por Lissianna y preguntó si
iba a permitir que el coraje con su madre me impidiera ayudarla.
—Ah — Jeanne Louise sonrió débilmente—. Sí. Él lo haría. Él y
Lissianna siempre han sido muy unidos.
—¿Eso la perturba? —preguntó curiosamente Greg.
Ella pareció sorprendida por la pregunta, pero agitó su cabeza.
—Ah, no, nosotras también somos unidas. Mi madre murió poco
después de yo nacer, y tía Margarite cuido de mí, también, como lo
hizo con Thomas.

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—La misma madre como Thomas o…
—No, una diferente —le dijo Jeanne Louise, entonces torció su
rostro, y dijo—. Papá no tuvo mucha suerte con las mujeres. Yo era la
hija de su tercera esposa. Thomas era el hijo de la segunda.
—¿Hay algún hermano de la primera esposa, también? —
preguntó curioso Greg.
Jeanne Louise asintió.
—Su primera esposa estaba embarazada cuando murió, pero
aún no había tenido al bebe.
—Definitivamente mala suerte con las mujeres —acordó Greg, y
entonces dijo—. ¿Pero usted también fue criada por tía Margarite
junto a Lissianna y Thomas cuando su madre murió?
—Thomas ya se había mudado y estaba viviendo solo para
entonces, pero Lissianna estaba aquí —dijo ella—. Era más grande y
ayudo a cuidar de mí. Supongo que cuando era pequeña era como
una segunda madre o tía para mi. Ahora somos amigas.
Greg la observó fijamente, su cerebro revelándose ante sus
demandas. ¿Thomas era lo suficiente mayor para haberse ido para el
tiempo que esta mujer había nacido? ¿Y Lissianna era lo suficiente
mayor como para haber cuidado de ella como una segunda madre?
No había manera alguna de que eso fuera verdad. El trío parecía
demasiado cercano en edad para creerse es. Él podría aceptar que
hubiera un año o dos de diferencia entre Jeanne Louise y los otros
dos, pero estaba sobre ello.
Antes de que pudiera expresar sus pensamientos, la puerta del
cuarto se abrió otra vez y la mujer con tinte fucsia que llevaba un
camisón menta entró. Dudo en marcharse cuando vio a Jeanne
Louise, entonces haciendo una mueca entró y cerró la puerta.
—Solo pensé en venir hablar con él —murmuró cuando se
acercó a la cama.
—Lo sé, Mirabeaun. Vine a pedirle que ayudara a Lissi, también
—confesó Jeanne Louise, entonces sonrió, y preguntó, ¿ellos piensan
que estas en el baño, también?
Mirabeau sonrió débilmente.
—No, dije que iría a tomar algo.
—Y en cambio todos ustedes vienen aquí —dijo Greg,
deduciéndolo por la sorpresa en la mirada de ambas mujeres.
—¿Todos nosotros? —preguntó Mirabeau.
Greg asintió.
—Thomas se quedó atrás cuando ustedes salieron. Entonces
una morena en camisón rojo entró.
—Elspeth —le informo Jeanne.

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Greg asintió de nuevo.
—Entonces las gemelas… ¿Juli y Vicki?
—Sí —dijo Jeanne Louise.
—Y ahora tú y… —su mirada se deslizó a la mujer con cabello
negro y fucsia y preguntó—. ¿Mirabeau?
Ella asintió.
—Bien… —suspiró Jeanne Louise—, supongo que si todos han
venido, Mirabeau y yo estamos perdiendo nuestro tiempo y lo hemos
molestado por nada.
—No por nada —le aseguró—. He a prendido mucho.
Ella pareció dudosa, pero no comento, y Mirabeau dijo.
—Lo mejor sería que nosotras regresáramos antes de que
Martine o Margarite capten nuestra salida y decidan investigar.
Asintiendo, Jeanne Louise se puso de pie, entonces dudo antes
de decir.
—Lissianna realmente necesita su ayuda. Usted podría hacerle
un bien a su vida curando su fobia.
—Sí, podría, y todos nosotros le estaremos agradecidos —
Mirabeau añadió solemnemente, entonces las dos mujeres
abandonaron la habitación.
Greg retrocedió de nuevo a la cama. Aún no tenía pistas de cuál
era la fobia de Lissianna. Luego de la reacción de pánico de Elspeth,
no se había molestado por preguntar a los otros. No había tenido la
oportunidad de preguntar mucho a las gemelas. Las dos fueron un
equipo de etiqueta cuando vinieron a conversar—si una no estaba
hablando, la otra lo estaba. Ellas se habían sentado al lado de la
cama, informándole que él simplemente tenía que ayudar a su prima,
era vital para su bienestar futuro, y ella merecía vivir contenta. Era
una buena persona, y era simplemente desgarrador que tuviera que
vivir sufriendo porque tenía “la fobia”. Y ella no era la única afectada,
según ellas. Su tía Margarite estaba sufriendo mucho con su hija así
como todos los que la amaban, y simplemente tenía que detenerse.
Ellos esperaban sinceramente que él pudiera curarla y podrían
agradecerle hasta el final por el tiempo que fuera.
El corto tiempo que él había pasado con Jeanne Louise Y
Mirabeau había dido calmado en comparación, pero todavía Greg no
les había preguntado a ellas cual era la fobia. Para ese tiempo, él
había pensado que sabría. Thomas había dicho que podría ser como
un desmayo al ver alimento.
En el momento, Greg había pensado que él estaba solo usando
un ejemplo para Mostar como de perjudicial era la fobia, pero
entonces el hombre había mencionado que ella necesitaba
alimentarse intravenosamente, y así él había concluido que ella se

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desmayaba al ver la comida, o que ella no podía comérsela así.
Cualquiera de ellas era una fobia que necesitaba cura.
Greg no podía entender que tenía que ver el alcohol con su
fobia, pero era posible que ella estuviera comenzando a ser
indulgente con la bebida en un esfuerzo por olvidar los problemas de
su vida.
No, él no se había molestado en preguntar cuál era la fobia de
ella, pero había hablado con la verdad cuando le dijo a Jeanne Louise
que el venir a verlo no había sido por nada. Había aprendido mucho.
Greg había aprendido que Lissianna era muy amada por aquellos a su
alrededor, que ellos la veían inteligente, amable, amorosa, y buena, y
que todos ellos la querían saludable y bien. No parecía simplemente
que Lissianna fuera amorosa, pero poseía un encanto de espíritu libre.
Lo que era bueno saber, pensó Greg, y admitió que le gustaría
ayudarla.
Inteligente, si él fuera honesto con él mismo, mientras que
estaba impresionado de que todos parecieran pensar mucho en ella,
él quería ayudarla por el pequeño episodio del beso y suspiro en el
cuello, nada más.
Rodando sus ojos, Greg se dio cuenta de una comezón en su
hombro superior y automáticamente intento llegar para rascarse, solo
podía dibujar un poco por las sogas en sus muñecas. Pestañeando
con sorpresa, miró el techo, y entonces cerró sus ojos y se hundió en
la cama con un suspiro de disgusto. Había tenido nueve personas en
el cuarto en toda la noche. Seis escasamente vestidas, y uno con
pijama del Hombre Araña, y la tía Martine y Margarite. La mayoría de
ellos habían estado en el cuarto más de una vez, ¿y qué es lo que él
había hecho? ¿Les había convencido de liberarlo o incluso preguntado
si lo desataban?
No, Greg se había permitido participar dentro del drama de esta
enojada familia y completamente perdió la vista de lo que podía
haber sido su prioridad… conseguir llegar a casa para prepararse
para su viaje.
Dándose patadas mentalmente, Greg observo alrededor del
cuarto, pero no había reloj para verificar el tiempo. Pensó que era el
inicio de la mañana, sin embargo. Aún tenía suficiente tiempo pata
tomar el vuelo so podía liberarse pronto. No era problema que
pudiera liberarse de las sogas, pero si alguien más viniera a hablarle,
quizás podría persuadirla para liberarlo.
Decidió que prometería tratar a Lissianna de su retorno de
México, si ellos lo desataban ahora, entonces rápidamente volvió a
pensar en su decisión. Quizás sería mejor tener a alguien más para
tratarla. Greg conocía a varios buenos terapeutas que podrían
ayudarla como él mismo. No era que le molestara la idea de tratarla,
solo era que con el beso de antes, y más de un terapista—con sus
sentimientos por ella, podría no ser lo más ético. Greg no podía

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decirles a ellos nada de eso, como fuera. No podía permitirse que un
solo pensamiento entrara en su mente cuando había una buena
posibilidad de que Margarite pudiera leerlo. Simplemente estaría de
acuerdo en verla para su tratamiento después de que regresara.
Cuando regresara sería suficientemente pronto para abordar el
tema de un terapeuta alterno.
Satisfecho con su plan, Greg miró hacia la puerta expectante.
Esto había sido un poco como la Gran Estación Central, con todo el
mundo yendo y viniendo. Estaba seguro que no tendría que esperar
mucho tiempo hasta que alguien viniera a hablarle. Quizá esta ves
sería la misma Lissianna.

Capítulo 6
Era apenas medio día cuando Lissianna se despertó. No había
dormido ni siquiera cinco horas, pero se espabiló inmediatamente
como si hubiera dormido todo el día. Su primer pensamiento al
despertar era el de su regalo de cumpleaños.
“Dr. Gregory Hewitt,” murmuró en voz alta. Lissianna sabía que
debía estar agradecida por el regalo, pero realmente lo habría tenido
para la cena. El muchacho de entregas del restaurante chino no había
sido muy satisfactorio, y ella estaba segura de que Hewitt lo habría
sido.
Además, estaba confundida en tratar el tema de su fobia—un
momento de esperanzada, temerosa al siguiente.
Lissianna se había deprimido con la hemofobia que sentía
desde adolescencia. Ella había tratado de razonar a su manera para
salir de ella, pero una simple ojeada a una gota roja era suficiente
para desmayarse.

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Un vampiro que se desmayaba al ver sangre. ¿Cómo de
estúpido era eso? Era una debilidad que encontraba humillante. Cada
vez que se alimentaba su debilidad crecía en su cabeza, forzándola a
alimentarse a la antigua manera.
No había sido un problema cuando era joven. Cada uno se había
alimentado “enganchándose” entonces. Era solo con el
abastecimiento de los bancos de sangre que se había convertido en
un debate. No ahora. Al principio, solo algunos de sus tipos habían
usado bancos de sangre, mientras otros continuaron alimentándose
de la forma más natural, pero hace cincuenta años el concilio había
emitido un edicto que todos debían usar los bancos de sangre. Era
seguro, ayudaba a prevenir el ser descubierto. Ponerse una
intravenosa cada noche mientras dormía. Había reducido la
dependencia de un bebe, pero había parecido la única opción real. El
ir a aconsejarse no había sido posible. Lissianna podía apenas
caminar a la oficina de psicólogo y anunciar que era un vampiro con
hemofobia. Desafortunadamente, ella era integra para su fobia. En la
primera experiencia de Lissianna por alimentarse no le había ido bien,
y desde entonces se desmayaba al ver sangre. Entonces, se enfrentó
a la opción de continuar alimentándose de forma intravenosa.
Lissianna había seguido con la intravenosa y las cosas habían seguido
bien…hasta que su padre murió.
Lissianna se enfrentó repentinamente con el conocimiento que
—mientras ellos disfrutaban una larga vida—su rey también podría
morir. Si su padre pudo, ¿Por qué no su madre? El terror que la había
agarrado por tal posibilidad había sido doble, por una parte porque la
amaba y podría deprimirse si pasaba, y la otra porque ella dependía
en la mujer para su sustento como un bebe amamantándose antes de
que se inventaran las botellas.
Este hecho la hizo dolorosamente consciente de su
vulnerabilidad, Lissianna había decidido ser simplemente más
independiente y encontrar un camino para alimentarse ella misma.
Las excepciones para la regla de la “sangre empaquetada” eran solo
para aquellos con ciertas dolencias. Como ella. Así que Lissianna
había tomado clases de asistencia social en la universidad, entonces
consiguió un trabajo de la noche en el refugio del centro de la ciudad.
Pensó que en el refugio podría alimentarse fácilmente porque allí iban
un gran número de personas que cambiaba diariamente. Pensó que
podría de paso estar ayudando a aquellos de quienes se alimentaba.
Le había parecido un trato justo.
Pero los grandes planes que Lissianna había tenido estaban
basados en falsas pretensiones. Mientras allí había muchas personas
en el refugio, ellos realmente no cambiaban en la noche como había
asumido. A menudo ellos tenían los mismos clientes una y otra vez…
y el mismo hecho de que hubiera tantas personas apiñadas en el
refugio era un obstáculo en un lugar de una ayuda; le era difícil
encontrar solos a los clientes y aumentaba las oportunidades de ser
descubierta.

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Su posición en el refugio significaba para Lissianna que podría
obtener un mordisco aquí y allá, pero ella realmente nunca fue capaz
de alimentarse apropiadamente. Encima de eso, los donantes
disponibles en el refugio no eran los especímenes más saludables.
Muchos de sus clientes estaban desnutridos o enfermos, y algunos
eran alcohólicos o drogadictos.
Lissianna intentaba evitar aquellos clientes para alimentarse,
pero a veces las circunstancias y los apremiantes del tiempo no le
permitía buscar apropiadamente en sus mentes, y a ella le dolía
escoger un donante malo. Lissianna detenía el alimento al momento
de comprender que la sangre estaba contaminaba con un intoxicante,
para ese entonces era normalmente demasiado tarde y ella estaba un
poco ebria, o—en más de una ocasión————totalmente borracha.
Esos eran los casos en que ella no se preocupaba por
detenerse. Cada uno había perturbado a su madre horriblemente, y
Lissianna se había mudado finalmente a su propio apartamento con
las esperanzas de disminuir en algo las preocupaciones de su madre,
pero ella sabía que esto no había funcionado realmente.
Margarite Argeneau estaba aterrada de que Lissianna pudiera
seguir los pasos de su progenitor y se volviera alcohólica. Era la razón
detrás de su regalo de cumpleaños.
Su madre tenía la esperanza de apartarla de la tragedia.
Lissianna entendía y apreciaba esto, pero después de casi
doscientos años bajo este martirio, ella no tenía mucha esperanza por
conseguir salir de su fobia, y la mera idea de intentarlo—y fracasar—
simplemente la deprimía.
Sin embargo, parecía que no tenía muchas opciones, Lissianna
lo reconoció cuando se sentó y alivio cuidadosamente sus pies,
intentando no despertar a sus primos. Ella también podría ir a ver que
el Dr. Gregory Hewitt podría hacer por ella.
Greg se asomó por la cortina de la ventana y suspiró. El
material cubría toda la apertura de la ventana bloqueando
completamente la luz que venía de afuera. Esto le hacía imposible
juzgar que hora era, pero sospechaba que estaba cerca de la noche,
definitivamente bien pasadas las nueve y cuarenta de la mañana, el
horario en que su vuelo para Cancún había sido fijado. Greg había
perdido su vuelo.
Todo ese dinero gastado en un billete por un asiento vació,
pensó con disgusto, entonces se endureció cuando la puerta del
cuarto se abrió. Al ver entrar a Lissianna, sintió alivio a través de él y
abrió su boca para dar salida a su frustración sobre el largo tiempo
que le había tomado a ella—o cualquiera—para venir a revisarlo,
entonces dejó el impuso irse cuando comprendió que ella aún usaba
el camisón de encaje rosa.

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Era un complot malvado, Greg decidió mientras su irritación—
junto con cada plan que había tenido para lo que quería decirle en
cuanto la viera —lentamente se deslizaba de su mente como la arena.
“Buenos días. ¿Llevas mucho despierto?” preguntó cerrando la
puerta.
“No.” Sus ojos la siguieron hacia el armario, entonces Greg
comprendió lo que había dicho y se corrigió,” quiero decir, si. No pude
dormir después de que salieras esta mañana.” Lissianna se detuvo
con la puerta del armario abierta y le dirigió una mirada sorprendida.
“¿Has estado despierto todo este tiempo? Debes estar agotado.”
Encogiéndose de hombros, o tratando de, pero es difícil en su
posición. “No realmente. Me dormí temprano anoche.
Creo. Después de que su madre bajara a la fiesta, escuché la
música durante un tiempo, entonces dormité. Probablemente
descansé unas ocho horas de sueño antes de que usted y sus primos
me visitaran esta mañana.”
“Ah…bien…bueno.” Ella se giró hacia el armario, dejando que
Greg deslizara su mirada sobre ella. Parecía adorable y sexy a la vez
con su camisón rosa. Esta mujer tenía el tipo de figura que le
gustaba, con alguna carne y curvas en los lugares correctos. Tenía
piernas de asesina, largas y bien formadas. Se envolverían fácilmente
alrededor de sus caderas.
¿Cómo estuvo la fiesta?” preguntó abruptamente, intentando
alejar sus activos pensamientos.
“Bien.” Lissianna encogió sus pequeños hombros, entonces lo
miró por encima de su hombro para ofrecerle una torcida sonrisa, y
añadió totalmente su significado, “Era una fiesta de cumpleaños,
mucha familia.”
“Ah,” dijo él con simpatía, entonces se quedó en silencio y
simplemente la observó a través del armario. Thomas había dicho
que Lissianna se había mudado sola después de la muerte de su
padre.
Supuso que este era su antiguo cuarto de cuando ella vivió aquí
y que aun tenía algunas cosas aquí para aquellas ocasiones en que
ella se quedaba inesperadamente, Greg no tenía ya nada en la casa
de su madre, pero sabía que sus hermanas sí. Supuso que era
algunas cosas de chicas.
Lissianna cogió un par de pantalones y un top, entonces se
movió a la cómoda y abrió el cajón superior. Captó una vista de seda
blanca, y entonces ella cerró el cajón y cruzó el cuarto hacia una
puerta a lo largo de la pared donde se apoyaba la cama. Greg
vislumbró el interior de un baño hecho en azul pálido y blanco cuando
caminó hacia dentro y cerró la puerta.
Supuso que se estaba cambiando y trató de no imaginarse la
lencería rosa agrupándose en el suelo, dejándola de pie sin nada más

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que toda esa piel crema, entonces oyó el sonido del agua y supuso
que estaba tomando una ducha. Eso le recordó al Greg que
realmente, realmente tenía que ir al baño. Él había tenido la
sensación de ir esta mañana y se había aguantado mientras esperaba
por alguien, por cualquiera que viniera al cuarto.
Ocasionalmente la necesidad se había aliviado, y él brevemente
había olvidado eso, pero siempre regresaba…como ahora.
Estando tumbado en la cama, Greg comenzó a contar en
retroceso del 1000 por siete en un esfuerzo distraerse. Aún, estaba
listo para estallar al momento que Lissianna salió del baño lleno de
vapor, totalmente vestida pero con el cabello húmedo.
Greg sonrió con alivio al verla. “¿Podrías desatarme, por favor?”
Cuando Lissianna lo miró inexpresivamente, Greg ignoró el
hecho de que tuviera que ir al baño y aprovechó la oportunidad de
tratar de liberarse al instante. Habló rápidamente, “Mira, se que tu
madre quiere mi ayuda para tratar tu fobia, y estoy más que contento
de tratarte, pero es cierto que este momento es inconveniente. Mira,
se suponía que tomaría un vuelo para Cancún hoy.
“De vacaciones,” el añadió cuando sus ojos subieron en
sorpresa. “No he estado de vacaciones desde que era niño y fui con
mi familia. Primero estuve ocupado con la universidad, entonces
estaba ocupándome de mi práctica…” Tomando un respiro, y
entonces le dijo, “Me llevó semanas arreglar las citas y ordenarlas
para este viaje.
Como dije, estaré contento de ayudar a curar tu fobia cuando
regrese, pero realmente necesito estas vacaciones.”
Greg finalizó con lo que esperaba que fuera una sonrisa
encantadora mientras mentalmente se felicitaba por su cuidadosa
explicación. No le había dicho que no la trataría, le había dicho que la
ayudaría a curar su fobia. Greg aún no pensaba que podía tratarla,
sus sentimientos por ella estaban demasiados confusos para
tomárselo como una buena idea.
Observando la indecisión en su rostro, él añadió, “Si estas
preocupada sobre que vaya a las autoridades, no podría.
Primero, subí me subí yo mismo al maletero del coche de tu
madre,” señaló, entonces paró al notar que sus ojos de repente
cambiaron. Greg tuvo la impresión de que mientras él no tenía ni idea
de porqué lo había hecho, ella sí lo sabía.. Consideró preguntarle
sobre ello, pero decidió que era menos importante que convencerla
de desatarlo, entonces al instante continuó con sus argumentos.
“Subí al maletero, y eso estará en las cámaras de seguridad del
parking. Aun cuando quisiera, no hay forma de poder demostrar que
fui secuestrado. La policía podría reírse de mi si fuera a la comisaría.
“También—por razones que no entiendo—caminé hacia aquí y
dejé que Margarita me atara a la cama.” Notó nuevamente que los

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ojos de ella se alejaron con culpabilidad lejos de él. Frunciendo el
ceño, Greg continuó, “Entonces, lo más que puedo reclamar es que
nadie me desatara cuando quise ser liberado.
¿Cómo podría ir a la policía con eso? Ellos pensarían que estaba
con algún tipo de juego sexual y se alargo más de lo que quería, que
habría olvidado mi vuelo, y que esperaba conseguir un reembolso por
los cargos.
“Y no puedo darles sus nombres y direcciones completas.” Él
agitó su cabeza. “No tengo interés en ir a las autoridades. Entiendo
que Margarite, así como el resto de tu familia, solo quiera verte
curada, y estoy impresionado de que todos ellos se preocupen tanto
por usted. Estaré contento de ponerla en tratamiento cuando regrese
de Cancún. Realmente. Solo quiero conseguir ser libre ahora.”
Se detuvo, entonces cedió ante las quejas de su vejiga, y
añadió. “Mientras piensas en ello, agradeceré si me desatas para ir al
baño. He estado aquí desde ayer en la tarde, y realmente necesito
usar las instalaciones.”
“¡Ah!” Lissianna exclamó con horror y—para su alivio—se
apresuró para ponerse a trabajar en las sogas. Comenzó por su tobillo
derecho, y había justo terminado de liberarlo cuando la puerta del
cuarto se abrió repentinamente.
“¡Aquí estas!”
Greg casi maldijo en voz alta cuando su primo Elspeth entró en
el cuarto. Si solo ella hubiera tardado unos minutos…su mirada
resbaló a Lissianna, y él suspiró cuando notó la expresión culpable en
su rostro cuando ella se enderezó.
“Me desperté y te habías ido,” dijo Elspeth, una mirada de
preocupación en su rostro. “Cuando no pude encontrarse subí las
escaleras y pensé en venir a verificar aquí. ¿No podías dormir?”
“Dormí bien.” Le aseguró Lissianna, entonces añadió,” Bien. Lo
hice la mayor parte en la mañana, pero me desperté al mediodía.
Supe en seguida que no volvería a dormir, entonces me levante y
vine aquí para tomar algunas ropas.”
“El equipo de limpieza probablemente te despertó,” sugirió
Elspeth.
Los ojos de Lissianna subieron con sorpresa. “¿Ellos están aquí?
No vi a nadie a través de la casa.
“Probablemente se detuvieron para almorzar. Me crucé con un
para cuando venía para aquí. Estaban empezando a regresar al
trabajo de limpieza por el lio de la fiesta. “Elspeth le sonrió a Greg.
“Buenos días. ¿Cómo durmió usted?”
“El no pudo volver a dormir después de que lo despertáramos.”
Contestó Lissianna, pero la otra mujer no estaba escuchando.
Había descubierto la soga suelta que estaba en la cama por su tobillo.

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Se giró hacia Lissianna con asombro. “¿Qué estabas haciendo?”
Lissianna vació, entonces simplemente dijo, “Él necesita usar el
baño.”
“Bien, no puedes dejarlo,” dijo en seguida Elspeth. “¿Qué
pasaría si se fuera por la ventana del baño y escapara? Tía Marguerite
podría tener un ataque.”
“Si, lo sé. Pero…” Lissianna mordió su labio, y entonces soltó,
“¿Sabías que se suponía que tenía que coger un vuelo hacia México
esta mañana para unas semanas de vacaciones?”
“Eso tiene sentido.” El comentario vino de Mirabeau cuando ella
se deslizó a través de la puerta que Elspeth había dejado abierta.
Cruzando el cuarto, añadió, “tu madre es una mujer inteligente.
Nadie lo podría extrañar si se suponía que él estuviera fuera de
vacaciones.”
“Hmm.” Lissianna no parecía contenta. “Me preguntó si mamá
puso el pensamiento en su cabeza para que tomara vacaciones, o si
fue solo un golpe de suerte que él hubiera planificado unas.”
Greg pestaño ante la sugerencia. Él había estado planificando
este viaje durante meses y estaba muy seguro de que había sido solo
un afortunado descanso para Marguerite. Antes de que pudiera
decirlo así, Jeanne Louise llevó a los gemelos al cuarto, y preguntó,
“¿Qué estamos haciendo todos aquí?”
“Supongo que Thomas esta de camino para aquí, también,” dijo
Lissianna con exasperación, cuando los gemelos ondearon a Greg
saludándolo.
“Supones bien.” Thomas estaba bostezando y estirándose
cuando entró al cuarto. “¿Quién podría dormir con toda este tumulto
subiendo escaleras?”
“Ellos comenzaron limpiando con la aspiradora el vestíbulo de
afuera de la sala,” Jeanne Louise explicó. “Es eso lo que los
despertó.”
“Entonces, ¿así que todos nosotros estamos aquí? Preguntó
Thomas.
“Lissi estaba a punto de desatar a Greg,” anunció Elspeth.
Lissianna frunció el ceño a su primo cuando los otros se giraron
con horror en ella.
“¿Piensas que es sabio?” Jeanne Louise preguntó con
preocupación.
“¡No puedes!” Juli jadeó. “Se supone que está aquí para curar tu
fobia. No se puede ir hasta hacerlo.” Todos cabeceaban en acuerdo
sobre todo esto.
“Entonces… ¿Qué?“ preguntó Lissianna. “¿Lo mantendremos
aquí contra su voluntad? Difícilmente querría curarme cuando está

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siendo detenido aquí así,” señaló, y siete pares de ojos se volvieron
para mirarlo.
Greg intentó no fruncir el ceño, pero su necesidad de usar el
baño estaba creciendo dolorosamente. Lissianna se movió a su otra
muñeca y continuó, “El hecho es, que el hombre se supone que este
camino a Cancún para sus primeras vacaciones en años y en cambio
no le agrada estar pegado aquí.”
“¿Por lo menos no puedes esperar a que tía Marguerite se
despierte y hablar con ella sobre esto? Preguntó Elspeth, en contra de
su alivio Lissianna agitó su cabeza.
“No, sería la hora de cenar antes de que se despierte.”
“¿Entonces?” preguntó Mirabeau.
“Así, para entonces podría ser muy tarde para conseguir otro
vuelo a Cancún hoy,” señaló.
“Chicos, él prometió ayudarme cuando regrese. Ya he tenido
esta fobia toda mi vida, otra semana o así no va a importar…si incluso
pudiera curarla,” agregó con dudas.
Greg frunció el entrecejo ante su falta de fe. Era considerado
uno de los mejores en su campo. Si alguien podía curarla, era él.
“Ah, estoy segura de que puede,” dijo rápidamente Elspeth. “Te
ayudará a vencerlo, Lissi, y entonces podrás alimentarte como el
resto de nosotros.”
¿Qué pasa si él va a la policía o algo?” preguntó
repentinamente Jeanne Louise.
“Él no irá a la policía. Se subió por sí mismo al maletero, y la
cinta de seguridad del estacionamiento lo demuestra,” apuntó
Lissianna, usando su argumento.
“Pero—comenzó Jeanne Louise.
Estoy desatándolo y llevándolo a casa,” dijo firmemente
Lissianna, entonces sostuvo sus manos en sus caderas y giró su
rostro a sus primos. “Vosotros podéis querer ir abajo mientras lo hago
para que no os veáis envueltos en el problema.”
Greg sostuvo su respiración cuando sus primos intercambiaron
miradas, entonces cerró los ojos y la esperanza comenzó a
construirse en él cuando Jeanne Louise dijo, “Bien, si estás decidida a
liberarlo, te ayudaré.”
“Ayudaremos,” corrigió Elspeth, y todos a su alrededor
asintieron.
Lissianna apenas sonrió. “No necesito ninguna ayuda.”
“Seguro que la necesitas.” Contestó Thomas. “Primero,
necesitas un paseo, y segundo, extiendes la culpa a tu alrededor.
Cuantos más de nosotros estén implicados, menos problemas
tendrás.”

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“Honestamente, Thomas, eres verdaderamente malo cuando se
trata de salir de problemas.” Jeanne Louise la miró impresionada.
Greg estaba impresionado él mismo.
"Es dulce, muchachos, en serio", dijo Lissianna. "Pero no tienen
que—"
"Ni tú," señaló Elspeth. "Pero si estás en ello, estamos en ello"
"Uno para todos y todos para uno, ¿eh?" Lissianna preguntó con
suave diversión, y entonces muy aliviado Greg, cedió "Muy bien, pero
si vienes, lo que mejor es que te vistas."
Greg pestañeó con sorpresa, repentinamente consciente de que
cada uno todavía estaban en pijamas. Gracioso, él no lo había notado.
Debió hacerlo. Allí en el cuarto había un buen trozo de carne
expuesta, pero mientras había notado el camisón de Lissianna en
cuando ella entró, no les había prestado atención a los otros cuando
entraron, Esto era alarmante.
“Iremos a cambiarnos, después regresaremos por ti,” dijo
Mirabeau.
“No tienes que hacerlo, podemos encontrarnos escaleras abajo
cuando termine de desatar a Greg” dijo Lissianna, pero Mirabeau
sacudió su cabeza.
“Olvidas a los de limpieza. Podrían contarle a Marguerite,”
señaló.
“Sería bueno que regresásemos a ayudarte para sacarlo.”
“Ah, esto va a ser divertido,” dijo Juli excitada cuando se
apresuró a la puerta, con Vicki a sus talones.
“¿Nosotros alguna vez fuimos tan jóvenes?” preguntó Jeanne
Louise, mientras el resto de ellos le siguieron.
Lissianna agitó su cabeza, y entonces volvió a la cama. Estaba
sonriendo, notó Greg, y le hizo sonreír, también, entonces él se aclaró
la garganta, y preguntó, ¿Podrías ahora terminar de desatarme? De
verdad que necesitó usar el baño.”
“¡Ah!” Para su alivio, Lissianna volvió rápidamente a la tarea.
La observo desatarle la muñeca, deslizando su mirada sobre el
top blanco de seda que se había puesto, entonces hacia abajo en sus
pantalones negros. Se la veía bien. No tan bien como cuando tenía el
camisón, pero lo suficientemente bien como para sentir interés.
“¿Cuál es tu fobia? Preguntó repentinamente, mientras terminó
con la primera muñeca y se giró alrededor de la cama.
“¿No lo sabes?” Lissianna preguntó con sorpresa mientras ella
subió a su otro lado para trabajar sobre el último miembro amarrado
a la cama.
“No.” La observó trabajar en los nudos de su izquierda muñeca.
Ella tenía dedos largos como un pianista, bonitos y elegantes.

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“Ah.” Ella hizo una mueca, entonces admitió dolorosamente.
“Soy hemofóbica.”
“¿Hemofóbica?” Greg preguntó suavemente, su mente dio un
giro. ¿Ella era hemofóbica? ¿Había sido secuestrado para curar una
hemofóbica?
De acuerdo, admitió a sí mismo, entonces no había sido
secuestrado, pero había sido mantenido amarrado, supuestamente
porque ellos querían que él la tratara por fobia que le afligía su vida.
Thomas había dicho que se desmayaba al ver comida. Greg lo había
tomado literalmente, pero no tenía nada que ver con comida. La
mujer se desmayaba al ver sangre, ¡por amor de Dios!
Millones de personas tenían hemofobia y vivían unas vidas
perfectamente normales.
¡Querido Dios! Sentándose mientras recordaba todas las
súplicas cordiales que su familia le había hecho, cada uno de ellos
arrastrándose al cuarto para decirle lo mucho que Lissianna le
necesitaba, como su fobia la afectaba…
Ah, ahora se estaba haciendo pis. Greg podría tal vez entender
que ella fuera una agorafóbica, o si ella tuviera alguna otra fobia que
le hacía imposible vivir una vida normal, pero ¡hemofobia! Cristo,
incluso la aracnofobia podría levantar mayor simpatía en él. Podían
encontrar arañas en cualquier parte…pero ¿hemofobia?
La sangre no era algo que una persona tuviera en el día a día o
incluso semanalmente. Apenas afectaba la vida de manera
significativa. No era bueno, ciertamente, porque sería inútil en caso
de emergencia y reaccionaría mal a cualquier daño de ella misma, o
alguien cercano, pero mantenerlo aquí para esto simplemente era—
“Todo hecho.”
Greg la observó moverse para ver que había terminado de
desatarlo. Era libre. Murmurando un “gracias”, él saltó fuera de la
cama y se apresuró al baño antes de decirle algo de lo que pudiera
arrepentirse. Quería gritar y gritar y romper cosas estaba tan
enfadado por perder su vuelo por esto, pero no podía permitirse este
lujo. Él no iba hacer nada que arriesgara su salida de este manicomio.

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Capítulo 7
Greg estaba tenso y silencioso mientras ellos lo sacaban
sigilosamente a través la gran casa en la que le habían mantenido.
Permaneció así mientras todos ellos subieron a una gran camioneta
azul en el garaje, sólo medio oyendo a Mirabeau explicar a Lissianna
que alguien llamado Bastien y lo había enviado para que lo usara
Marguerite mientras ella tenía compañía y ellos "lo tomaban
prestado" para esta excursión ya que ellos no cabían todos en el Jeep
de Thomas.
Greg notó el nombre sobre el lado del vehículo cuando Thomas
lo dirigió al asiento delantero de pasajeros: Argeneau empresas.
Archivó el nombre en su memoria.
El resto del grupo se unió en silencio mientras que Thomas
arrancó la camioneta y usó un control remoto para abrir la puerta de
garaje. Todos ellos estaban tensos mientras dirigía lentamente la
camioneta hacia el camino de entrada. Greg supuso que ellos tenían
con miedo de que alguien saliera precipitadamente de la casa y
saltara delante de la camioneta para detenerlos. Esto, sin embargo,
nunca pasó y alcanzaron el largo camino sin ser molestados.
—¿A dónde? Preguntó Thomas cuando salió al camino.
Greg vaciló, poco dispuesto de dar la dirección de su casa. En el
momento en que estuvo a punto de dar la dirección de su oficina,
comprendió que su cartera y su abrigo con sus llaves en el bolsillo
estaban todavía en el cuarto de Lissianna. Las llevaba con él anoche y
no había pensado en cogerlas cuando salía. Aunque no había ningún
modo que él se arriesgara a volver por ellas. Con su suerte,
Marguerite les pillaría y detendría su partida.
Al final, Greg dio a regañadientes la dirección de su
apartamento. Al menos allí, el portero podría permitirle entrar al

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edificio y llamar al conserje para que le diera el juego de llaves de
repuesto. Además era un edificio seguro. No era como que pudieran
entrar en él y luego arrastrarlo si más tarde cambiaban de opinión.
El viaje le pareció largo a Greg. Sospechó que no era el único
que se sentía de esa manera. Mientras los gemelos charlaban sin
parar, obviamente encontrando en el episodio entero una magnífica
aventura, los adultos estaban, en su mayor parte, silenciosos. Al
menos, hasta que ellos llegaron a la ciudad misma. Entonces oyó a
Elspeth susurrar el nombre de Lissianna.
El hecho que ella estuviera susurrando, lo hizo esforzarse
subconscientemente por oír lo que ella decía:
¿Lissi? Estoy sintiendo esas olas de enojo en Greg. ¿Sucedió
algo allá abajo mientras nos estábamos cambiando? —.
—¿Enojado? —Lissiana sonó consternada —¿estás segura?
Oh sí, es enojo, pensaba Greg sarcásticamente, luego frunció el
ceño ante el hecho que Elspeth lo había sentido. El realmente debería
cuidarse al estar entre esta gente. Ya sabía que Marguerite tenía
fuertes capacidades psíquicas. ¿Por qué no podían ser los demás
capaces de ello?
Ha estado silencioso desde que fue al cuarto de baño —La voz
solemne de Lissianna le llevó de nuevo a la conversación que ocurría
detrás. —Pero solamente pensé que estaba inquieto por salir de la
casa sin que mamá nos detuviera. —
—Oh bien, quizás eso sea todo —Elspeth sonaba dudosa.
—¿Quieres que yo le lea por ti? —vino la voz tranquila de
Mirabeau.
—¿Qué? ¿Tú no le has leído Lissianna? —No había error posible,
ese medio susurro, medio chillido venía de alguien, quizás de uno de
las gemelas. Pensó que probablemente era Juli ya que ella parecía ser
siempre la primera del par en hablar.
—¿Recuerdas que ella no podía leerle? — Jeanne Louise se unió
a la conversación. —Es por eso que ella le mordió. —
Juli suspiró.
—Lamento que nosotros no pudiéramos alimentarnos de
alguien vivo y en pie también. Solo una vez, al menos, para ver lo que
es. Parece mucho más agradable que la sangre empaquetada.—
—Lo tendrás —dijo Elspeth —mamá te traerá uno cuando
cumplas dieciocho.—
—Si, si — suspiró Juli con impaciencia. —Así sabremos cómo
alimentarnos naturalmente, deberíamos tener en cuenta este recurso
si alguna vez surgiera una emergencia.
Ella dijo las palabras de memoria, como si las hubiera oído mil
veces antes. Greg lo notó distraídamente, pero su cerebro trataba de

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encontrarle sentido a lo que ellos decían. El no tenía idea de lo que
estaban hablando. Lissiana no lo había mordido, un pequeño pinchazo
tal vez, pero sobre todo ella había chupado sobre su cuello y
probablemente le había dejado enorme chupetón Hablando del cual,
él deseó habérselo mirado mientras estuvo en el cuarto de baño, pero
sus pensamientos habían estado tan dispersos por el conocimiento de
que la temida fobia no era nada más que hemofobia que ni siquiera
había pensado en ello.
—¿Pero qué pasa si tenemos una emergencia antes de cumplir
los 18? —preguntó Vicki.
—Solo espera no tener una antes de tu decimoctavo
cumpleaños. —dijo Elspeth secamente.
—No es justo —dijo Juli malhumorada —Ustedes muchachos
consiguieron alimentarse de alguien vivo cuando eran más jóvenes
que nosotros —
—Juli, no había ningún otro modo de alimentarse entonces. —
dijo Jeanne Louise pacientemente.
—¿Quieres que lo lea por ti y vea si no hay ningún problema? —
Greg estaba seguro que era Mirabeau quien hablaba. Sus palabras
trajeron un final inmediato a las quejas de Juli. De hecho, pareció
terminar con toda la conversación. Greg se encontró conteniendo el
aliento durante el silencio que siguió, y se preguntó si él de algún
modo podría bloquear a la mujer de leer sus pensamientos. ¿Tal vez
si él dejaba su mente en blanco? O si él…
—Aquí estamos —Aquel anuncio alegre hizo mirar a Greg
alrededor. Thomas entrecerraba los ojos hacia fuera de la ventana
mientras estacionaba la camioneta. No, que él tuviera que entrecerrar
los ojos, las ventanas de la camioneta estaban tratadas todas con
algún agente ennegrecedor. Parecía como que el vehículo llevara
puestas gafas de sol, y aún así Thomas todavía parecía molesto por la
filtración de luz que atravesaba la ventana.
Greg miró detenidamente hacia la ventana de su alto edificio
de apartamentos. Después de la vacilación más breve, abrió la puerta
y apretó el paso, estremeciéndose cuando lo golpeó el aire frío. Greg
casi se marcha, pero algo lo hizo dar vuelta para mirar
detenidamente atrás a la camioneta. Su mirada fija barrió a los
inquilinos. Todos ellos miraron fijamente atrás con expresiones
solemnes.
—Gracias por desatarme, y por el paseo —refunfuñó de mala
gana, entonces, con una cabezada, cerró la puerta, dio la vuelta
apresurando el paso y entró en el edificio, con cada paso que daba
presentía que uno de ellos saltaría hacia fuera y trataría de arrastrarlo
atrás. Fue con un suspiro de alivio que él se deslizó a través de las
puertas de cristales al vestíbulo.

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***

—Lissi, siéntate delante —Dijo Thomas cuando Greg se entró


dentro de su edificio.
Lissianna desabrochó su cinturón de seguridad y se pasó al
asiento delantero En cuanto ella se puso su cinturón de seguridad,
Thomas cambió la marcha de la camioneta y los dirigió de vuelta al
tráfico.
—Lo leí en el camino de entrada —anunció él.
—¿Puedes leerlo tú también? —preguntó Lissianna con un ceño.
Era bastante malo que su madre pudiera leer a Greg cuando ella no
podía, Marguerite era mucho más vieja que Lissianna, por lo tanto
más poderosa. Ella podría aceptar que Mirabeau fuera capaz de
leerlo, ya que su amigo era más de doscientos años más viejo que
ella, pero Thomas era sólo cuatro años más viejo, ¿y aún así él podía,
también? ¿Por qué no podía ella leer al hombre?
Consciente que sus primos detrás de la camioneta ahora se
apoyaban con impaciencia hacia adelante para oír qué estaban
hablando, ella preguntó,
—¿Y? —
—Estaba loco —
—¿Por qué? —preguntó sorprendida.
—¿Deduzco que él preguntó por tu fobia después de que
nosotros nos fuimos a cambiarnos? — preguntó Thomas. —¿Y tu le
dijiste que esto era hemofobia? —
Cuando Lissianna cabeceó, él dijo, —Es por eso que él estaba
loco —Mirabeau fue la primera en hablar.
—No lo entiendo .¿Por qué eso le volvería loco?
— La tía Marguerite interrumpió sus vacaciones y lo arrastró a
la casa donde lo ató a una cama, todo en un esfuerzo para conseguir
que ayudara a curar la fobia de Lissi —advirtió Thomas. —Entonces
insistimos en que su fobia era mala y arruinaría su vida.—
—Bien, es así — dijo Elspeth con gravedad.
—Sí, pero la hemofobia no sería una enfermedad tan mala en
un mortal —señaló él.
—Pero Lissiana no es una mortal —dijo Jean Louise —Ella
necesita la sangre para vivir. Es su alimento —
—Exactamente —afirmó Thomas — Pero Hewitt no lo sabe, ¿o
si? —
—Ohhh —Fueron Juli y Vicky quienes murmuraron la palabra,
pero silenciosamente fue repetido por las mujeres mayores cuando
comenzaron a entender.

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—Debemos decirle que eres un vampiro, Lissi — dijo Vicky — El
entenderá entonces. —
—Oh si, el entenderá, correcto — resopló Mirabeau —pensará
que estamos todos locos . Además, ¿tu crees realmente que nos
permitirá acercarnos lo suficiente a él? El tipo probablemente se las
arregle para mudarse de la casa mientras nosotros hablamos —
—Mirabeau tiene razón —dijo Jeanne Louise — El
probablemente haga planes para mudarse y no ayudará —Ella frunció
el ceño. —Lo que no entiendo, Thomas, es —si tu sabías todo esto —
por qué le dejaste marcharse? —
Thomas no contestó a Jeanne Louise, pero en cambio le echó un
vistazo a Lissianna.
—¿Todavía quieres dejarle ir? —
—Sí, —contestó ella sin vacilación. —Él no podía ser controlado
o calmado. Mamá se equivocó al secuestrarlo. —
Por lo general ellos podrían manipula la voluntad de mortales y
poner pensamientos y sugerencias en sus cabezas. Con la mayoría de
la gente, Marguerite habría sido capaz de mantenerlos dóciles,
agradecidos de estar allí, e impacientes por ayudar. Habría sido
seguro dejarlos vagar libremente por la casa sin miedo a que ellos
trataran de irse, o incluso hasta que a ella se le antojase realizar sus
deseos… y para entonces ella habría limpiado el episodio entero de
sus memorias, dejando vagos recuerdos alternos en su lugar. En
efecto, ellos habrían robado tiempo de la persona, pero era un tiempo
que la persona no sabría que había perdido, Lissi podría haberlo
aceptado como un mal necesario para curar su fobia.
Pero Greg no era la mayoría de la gente. Él pareció decidido y
resistente a dejarse controlar. Tuvo que estar amarrado durante su
permanencia entera, y habían tenido que forzarlo a tratar su fobia
usando amenazas y la promesa de libertad. No era aceptable para
ella… y ella sabía que su madre estaría de acuerdo una vez que
terminara su cólera inicial, en poner a Greg en libertad.
—Sí, —repitió ella —Yo todavía querría dejarle ir, incluso si eso
significara que el no volvería y me trataría. —
—Yo sabía que dirías esto, —le dijo Thomas, luego echó un
vistazo por el espejo retrovisor a su hermana, y añadió, —y es por eso
que no detuve su partida —.
Nadie dijo nada, y ellos permanecieron callados durante el resto
del viaje de vuelta. No fue hasta que Thomas aparcó la camioneta en
el garaje varios momentos más tarde que alguien habló, y entonces
fue Julianna.
—Uh—oh. Parece enfadada —Las palabras eran medio susurro.
Lissianna echó un vistazo por encima al desabrochar su
cinturón de seguridad e hizo una mueca cuando descubrió a su madre

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en la puerta abierta entre el garaje y la casa. Marguerite Argeneau
realmente parecía enojada. Furiosa más bien.
Parecía que mamá se levantó temprano, también. Suspiró,
Lissianna dejó su cinturón de seguridad retraerse en su asiento y
alcanzó el picaporte.
—Espéranos —gritó Juli, empujando la puerta para unirse a ella
cuando la camioneta se llenó con los ruidos de las puertas al
deslizarse.
—Estamos en esto todos juntos, recuérdalo. —Jeanne Louise
entonces atrapó la mirada de Lissianna y rió de un modo alentador.
—No será tan malo, —aseguró ella con dudas. —me refiero a
que ¿cómo de enfadad puede estar? —
Bastante enfadada, decidió Lissianna varios momentos más
tarde cuando ella vio el andar mesurado de su madre delante de ella
Marguerite había esperado hasta que todos ellos salieron de la
camioneta y caminaron hasta ella, luego les habló bruscamente.
—Vamos —y los condujo dentro de la casa, luego a la sala de
estar , donde la tía Martine esperaba. Los había conducido lo
suficientemente lejos en la sala de estar de modo que todos ellos
entraran, pero no bastante lejos para que cualquiera de ellos pudiera
ocupar un asiento, luego se había dado vuelta para mirarlos con
frialdad y exigió una explicación. Fue Lissianna quién soltó
abruptamente que ellos habían llevado a Greg a casa. Lo que parecía
una hora antes, pero sólo hacía probablemente un par de minutos,
Margarita todavía se paseaba arriba y abajo delante de ellos,
luchando para controlar su furia creciente.
Finalmente, ella se dio vuelta para afrontarlos. Su boca se abrió
brevemente, al parecer perpleja en cuanto a qué decir, luego sacudió
su cabeza, y preguntó,
— Tu ¿Qué? —Lissianna mordió su labio ante la mirada de
horror en la cara de su madre. Había temido que ella no lo tomara
bien, más aún había pensado que ella estaría enfadada. No había
esperado que ella reaccionara como si acabara de oír que los
ciudadanos se apresuraban a la casa con antorchas y estacas en la
mano.
—Madre, — dijo Lissianna con un suspiro, —él estaba
trastornado. Había perdido su vuelo, y…—
—Él no habría perdido nada, —Margarita interrumpió con
irritación.— Yo habría puesto en su memoria recuerdos de unas
grandes vacaciones... Él habría vuelto a casa tan relajado y feliz como
si hubiera tenido realmente unas vacaciones. Quizás más porque él
habría evitado todo el stress de las vacaciones normales como
vuelos retrasados, chequeo de seguridad, quemaduras de sol, y la
intoxicación por alimentos. —

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Margarita cerró sus ojos y soltó un pequeño suspiro, luego giró
para moverse hacia la barra y el refrigerador que había detrás,
después preguntó,
—Así que,¿qué recuerdos le dieron?—
—¿Recuerdos? —preguntó Lissianna inexpresivamente, su
mirada fija se deslizaba con alarma a sus cómplices en el crimen.
Ellos la miraban tan en blanco como ella se sentía
—Para reemplazar sus recuerdos de que estuvo aquí — explicó
Margarita, luego frunciendo el ceño hacia el refrigerador, refunfuñó,
—Maldición, estamos casi sin sangre. Gastamos casi todo
anoche en la fiesta.
Bastien enviará más hoy —le recordó Martine.
—Ah. Sí. —Margarita se relajó un poco, pero siguió echando un
vistazo por el contenido del refrigerador con descontento,
probablemente deseando agarrar uno de los pocos bolsos restantes y
pegarlo con la mano a sus dientes, pero sabiendo que no podría aun
si quisiera. Lissianna se daba cuenta.
—¿Así que? —preguntó finalmente. —¿Qué recuerdos le diste
para sustituir su presencia aquí? —
—Uhm. —Lissianna echó un vistazo a los demás, luego suspiró,
y admitió,
—No lo hice. —
Margarita había estado inclinada removiendo las cosas dentro
del refrigerador pero se congeló ahora y se enderezó despacio. Si su
madre la había mirado horrorizada antes, no era nada comparado con
su expresión ahora.
—¿Perdón? —dijo apenas. —Tú no hiciste qué? Por favor dime
que no dejaste a ese hombre vagando por allí lleno con el
conocimiento de nuestra existencia en su cabeza? Por favor dime que
tu limpiaste su memoria y le diste nuevos recuerdos para sustituir los
que tenía como te han enseñado hacer. —
Lissianna suspiró. Ella había sido educada desde la niñez
habiéndoselo machacado en su cabeza que siempre tenían que borrar
la memoria de los mortales. Ellos no podían ser abandonados con
ningún conocimiento sobre la existencia de su gente. Esto era una
amenaza para todos ellos. Después de doscientos años, que era
mucho tiempo machacándoselo. Aún así, ella le había dejado ir sin
hacerlo.
—Yo no lo podía hacer aunque hubiera querido. No podía entrar
en sus pensamientos, ni aún leer su mente, recuerdas —dijo Lissi
La tía Martine la miró asustada.
—¿Tu no podías leer su mente? —
—No.

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La tía Martine echó un vistazo hacia Margarita. La madre de
Lissianna abrió su boca, probablemente para refutar con virulencia,
pero Elspeth se precipitó en defensa de Lissianna, diciendo, —esta
bien tía Marguerite, Greg no sabe nada sobre nosotros o qué somos.

—Correcto. Por lo que a él concierne somos solamente
chiflados, no vampiros— apuntó Thomas, el comentario hizo fruncir el
ceño a Lissianna.
—Además, —dijo Elspeth —si él realmente tratara de denunciar
que fue secuestrado o algo, nadie lo creería. Él entró en el maletero
por su propia voluntad, y esto lo demuestran las cintas de seguridad
del aparcamiento.—
—La única cosa de la que él podría quejarse es de haberle
obligado a pasar la noche aquí y haber perdido su vuelo —indicó
Jeanne Louise. —Y las autoridades sólo pensarían que esto fue por
algún juego sexual a horas extraordinarias, y que él querría conseguir
un reembolso sobre por su billete.—
Margarita cerró la puerta del refrigerador con un chasquido.
—Este sería su argumento, desde luego.—
Lissianna maldijo silenciosamente. El momento en que ella
había oído a Jeanne soltar la parte sobre juegos sexuales, había
sabido que esto era un error. Jeanne Louise era la más conservadora
del grupo y la última normalmente para arrojar términos como juegos
sexuales.
Margarita salió de detrás de la barra para afrontarlos.
—¿En cuanto a su cuello?—
—¿Su cuello? —Lissianna la miró fijamente confusa
—Tu lo mordiste —le recordó Thomas con un bajo suspiro, por
su tono de voz era obvio que él, también, había olvidado aquel hecho.
—Ah… sí. —Lissianna sintió hundirse su corazón. Ella por lo
general se aseguraba de poner en la cabeza de un anfitrión que su
señal de mordedura era un corte de afeitado y que debía mantenerlo
vendado hasta que se curara. O que ello era el resultado de algún
arañazo con un tenedor de barbacoa de dos pinchos. Aunque no
había sido capaz de poner ese pensamiento en la mente de Greg. Ella
había lo olvidado todo sobre la mordedura. Esto era malo. Él lo vería y
se sorprendería. Podría ir a un hospital o visitar a un doctor para que
lo chequeara, permitiendo a otros ver la marca. Su expresión se hizo
preocupada, y ella admitió miserablemente,
—Yo olvidé todo sobre las marcas . Yo no...—
—No importa, —interrumpió Marguerite con un suspiro. —Me
ocuparé de ello.—
—¿Cómo? —preguntó Lissianna con inquietud.

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Su madre lo consideró y luego respondió
—Le haré una rápida visita y le borrare su memoria tan pronto
como pueda, le implantaré una explicación viable para las marcas de
mordidas.
—Lo siento —murmuró Lissianna sintiéndose mal. No podría
creer que se hubiera olvidado de las marcas. Esta vez había sido una
experiencia inolvidable.
—No tanto como yo, querida —dijo Margarita —Yo realmente
contaba con su capacidad para curar tu fobia. —
Su decepción era obvia y se sumaba a la culpa de Lissianna,
especialmente cuando le frunció el ceño , y añadió, —¿Cuántas veces
te he dicho que es de mala educación devolver un regalo? —
—Puedo citarme con él para después de sus vacaciones, —
sugirió Lissianna, tratando de compensar.
—Lissianna, como si fuera tan fácil, yo he tratado de concertar
una entrevista para ti años atrás. —
Señaló Marguerite.
—Pero tú sabes que no podemos borrar una memoria más que
dos o tres veces sin arriesgar que esto falle totalmente. Ellos
acumulan una resistencia. Alguna parte de ellos le reconoce y se hace
más difícil y más difícil cada vez. Un par de veces está bien , pero
más que esto no se recomienda. Es por eso que estuve tan excitada
de que el Doctor Hewitt fuera capaz de curar fobias en una o dos
visitas. Pensé que nosotros podríamos traerle aquí, dejarle curarte,
mantenerlo hasta el final de sus vacaciones para estar seguros, luego
borrar sus recuerdos y enviarlo de regreso. —
—Bien, solamente... —Lissianna se encogió desvalidamente —
me citaré con alguien más. Debe haber otro terapeuta que conoce la
técnica, —advirtió ella. —Si esto sólo toma un intento o dos, entonces
podemos limpiar su memoria después.
—¿Sí, pero quién?
Por un momento solo hubo silencio en la habitación, luego la tía
Martine dijo calmosamente,
—Podemos preguntarle al Dr. Hewitt por el nombre de algún
psicólogo competente que trate con este tipo de cosas antes de
borrarle la memoria. —
Margarita se giró para echar un vistazo a su cuñada cuando ella
se puso de pie
—¿Nosotros? —
—Bien. —Martine se encogió. —Tu no pensabas que yo te
abandonaría para tratar con esto tu sola, verdad? —Mis muchachas
ayudaron a ponerlo en libertad, entonces te ayudaré a limpiar el lío
que los niños han hecho. —Cuando Margarita vaciló, Martine dijo, —

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Esto no debería tomar mucho tiempo. Quizás en el camino atrás
nosotros podríamos pararnos para una manicura y hacer algunas
compras. Todo aquí es mucho menos caro que en Inglaterra. —
Se alivió la tensión sobre los hombros de Marguerite, y ella
cabeceó.
—Sería agradable. Luego podemos pasar por el supermercado.
Tengo que recoger el alimento para los gemelos para su permanencia
aquí.—
Lissianna comenzó a relajarse cuando las mujeres se movían
hacia la puerta, luego se puso rígida otra vez cuando su madre echó
un vistazo atrás, mirando el piercing que lucía. Sé que tienes que ir a
trabajar pronto, Lissianna, ¿pero volverás aquí después, verdad? Creo
que deberías quedarte aquí esta semana de modo que puedas visitar
a tus primos, ¿verdad? —
A pesar de la expresión, estas no eran preguntas y Lissianna —
ya con el problema con Greg —No quiso irritar más, así que
simplemente cabeceó asintiendo.
—Bueno. Te esperaré después del trabajo, —dijo ella
firmemente, antes de que su mirada fija se deslizara hacia Thomas y
Jeanne Louise.
—Pasar un tiempo con sus primos no les hará daño a ustedes
dos tampoco.—
—Sí, señora —dijo Jeanne Louise puntualmente.
Thomas simplemente sonrió abiertamente, y dijo,— Me conoces
tía Marguerite. Siempre estoy contento de pasar el tiempo con damas
encantadoras. —Riendo apenas, ella echó un vistazo a Mirabeau. —Tú
eres bienvenida a quedarte, también, querida. —
—Ah… er… —
Lissianna rió con entretenimiento, consciente que Mirabeau
buscaba desesperadamente una excusa cortés para rechazar la
oferta. Antes de que ella pudiera inventar algo, Marguerite dijo, —
—Bien —luego giró para seguir a Martine fuera del cuarto.
Thomas rió en silencio. —Bienvenida a la familia, Mirabeau.—

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Capítulo 8
Greg colgó el teléfono y se sentó en el sofá, mirando fijamente
alrededor de su salón con perplejidad. Después de toda su inquietud
con su vuelo a Cancún, realmente, no había perdido nada. El vuelo
había sido cancelado de todos modos, a causa de dificultades
técnicas… lo que sea signifique eso.
Greg había tratado de reservar un asiento en el próximo vuelo
disponible, sólo para descubrir que el siguiente vuelo no era hasta el
miércoles. Le parecía estúpido pasar todo el día de miércoles en
aeropuertos y aviones, solo para dos días en Cancún, para volver el
sábado, así que Greg se pasó media hora cancelando su hotel y su
vuelo de regreso.
Mientras que las últimas veinticuatro horas habían sido las más
inusuales—por no mencionar estresantes— de su vida, no habían
afectado sus planes de vacaciones. De todos modos, fueron
condenadas obviamente al fracaso. Parecía que el destino planeaba
otra cosa para él, no una semana de sol, arena, y mujeres
semidesnudas, pensó Greg, frotándose distraídamente su cuello.
Su administrador fue la primera persona que había notado su
cuello. El hombre salió del ascensor y comentó con una sonrisa
ancha:
—¿Te quedaste fuera, no? —después lo había escrutado más de
cerca, y dijo—: ¿Qué es lo que tienes en el cuello? ¿Una mordedura de
vampiro?
El hombre se había reído a carcajadas mientras le hizo la
pregunta, pero… —como no estaba de humor para chistes— Greg
solo se había encogido de hombros, olvidando la pregunta, mientras
que el administrador le había abierto la puerta de piso. Le agradeció
por haberlo dejado entrar y arreglaron para conseguir copias de las
llaves de su piso y la puerta de la torre. El administrador había
prometido arreglarlo y entregárselos tan pronto como era posible,
mientras volvió al ascensor. Greg se había olvidado completamente
de su chiste acerca del cuello, cuando había cerrado su puerta.
Después de cerrarlo, se había apoyado contra la sólida puerta
de madera y suspiró aliviado de estar en casa, sólo hacer una mueca
al pensar en el apuro que estaba. Su abrigo, las llaves, la cartera, y el
maletín, todas estaban en aquella casa. Perder su cartera era
suficientemente malo, tenía su identificación y las tarjetas de crédito
en ella, pero en su maletín tenía su agenda y sus notas sobre los
pacientes más recientes.
Incapaz de hacer algo acerca de ello, Greg se había asegurado
a sí mismo que todo era reemplazable y se dirigió a su dormitorio.
Después de pasar veinticuatro horas en el traje, hasta dormir en el,
quería darse una ducha y cambiarse de ropa.
Fue al afeitarse, cuando Greg había visto las marcas en el

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cuello. No era un chupetón, sólo dos claros pinchazos, a distancia de
una pulgada. Las palabras del administrador habían flotado por su
mente, mientras él los había examinado. "¿Qué es lo que tiene en el
cuello? ¿Una mordedura de vampiro?"
Las palabras le habían parecido tan ridículas en la cabeza de
Greg, como cuando los había dicho el hombre, y había reído
incómodamente y se alejó del espejo, para vestirse. Cuando terminó,
había llamado al aeropuerto, pero una vez que acabó con esa tarea,
Greg se encontró moviendo los dedos repetidamente sobre su cuello.
Peor todavía, distintos recuerdos inundaban su mente, pintando un
cuadro en su cabeza. Margarita acusando a Lissianna de morderlo,
cuando ella los había encontrado en el dormitorio, y explicándole que
Greg no era la cena. Thomas, contándole que la fobia de Lissianna era
como Greg desmayándose al ver comida, y Lissianna, diciéndole que
su fobia era la hemofobia.
También estaba la conversación entre las mujeres del asiento
trasero de la camioneta, de camino hacia la ciudad.
Ellas habían hablado de que Lissianna no puede leerlo, que era
por esto que lo había mordido.
Y uno de las gemelas había comentado que deseaba poderse
alimentar sobre la marcha también, que sonaba mucho más
agradable que la sangre embolsada.
Greg continuó frotando las pequeñas heridas, su mente giraba
estos hechos una y otra vez, causando que ideas más raras entrasen
en su cabeza. Ideas tan locas e imposibles que casi tenía miedo de
pensarlas… pero explicarían mucho acerca de su propia conducta que
no había comprendido y que —francamente— lo alarmaban: como
subir en la camioneta de un extraño, y dejarse atar.
Greg sacudió la cabeza en un esfuerzo de quitarse los locos
pensamientos de su mente, pero ellos persistían tercamente, y
finalmente, cogió una pluma y el bloc de notas y trazó una línea en el
centro de la primera página. Escribió Vampiro/No Vampiro por encima
y empezó a hacer su lista, incluyendo todas las conversaciones y
también las pruebas materiales, como las marcas de su cuello. Todo
esto iba a la mitad de de la hoja que tenía puesto Vampiro. Entonces,
se concentró su atención al lado de No Vampiro y vaciló. Por lo
último, escribió loco, imposible, y no existe. Comparado al lado del
Vampiro, los argumentos en contra fueron bastante débiles, notó él
con frustración, y dio una risa inestable.
Parecía que todo lo que hacía con Lissianna lo frustraba en un
sentido u otro. Un golpe en la puerta interrumpió sus meditaciones y
Greg miró hacia ella con irritación, tiró el cojín en la mesa y se acercó
para contestar. No había sonado el timbre de abajo, así que tenía que
ser el administrador con las copias de las llaves que le había
prometido. Por lo menos era algo. Con ellas y sus copias de las llaves
del coche en el cajón de su escritorio, sería libre de coger un taxi
hasta su oficina, para recuperar su coche. Entonces quizás iría para

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algo comer, pensó él, mientras que abría su puerta.
La sonrisa de Greg se congeló, y sus planes murieron de una
muerte rápida como vio quién estaba esperado en el pasillo.
Margarita y Martine. Greg cerró la puerta, o trató de hacerlo,
pero Margarita había deslizado un pie en el camino, impidiéndole
cerrar la puerta. Al instante, él sintió presión y fue forzado a
retroceder, mientras que la puerta comenzaba a abrirse. El redobló
sus esfuerzos de cerrarla, pero no tuvo efecto.
La mujer era increíblemente fuerte, de un modo alarmante.
Maldijo, mientras la puerta fue forzada a abrirse; empezó a retroceder
por el vestíbulo, mientras que las mujeres entraron y cerraron la
puerta detrás de ellas.
Margarita fue la primera en hablar. Sonriendo brillantemente,
levantó los artículos que tenía, y anunció—:
—Trajimos sus cosas.
Greg miró fijamente su cartera y su abrigo, el cerebro le trabaja
frenéticamente. Ellas no debían estar allí. Era un edificio que tenía
seguridad. El portero las debía haber parado en el vestíbulo y llamarle
a ver si les permitían subir, pero no lo hizo. Aparentemente, se había
sentado y les permitió subir.
—Martine, no puedo controlarlo. ¿Lo puedes tú? —preguntó
Margarita de repente, y Greg se dio cuenta de que se había quedado
allí, simplemente, mirándolas fijamente, mientras él trataba de darse
cuenta que hacer. El comenzó a esquivar a la derecha, pensando huir
al dormitorio y bloquear la puerta, pero Martine le atacó de repente y
tocó el brazo, y tal cual, Greg se calmó. Al instante, tuvo la repentina
obligación de entrar en el salón y sentarse en el sofá. Vino de ningún
lugar y era imposible resistir.
Dándose la vuelta en los talones, Greg entró lentamente en la
habitación, y Martine le sujetaba el brazo como si la acompañara. Se
sentaron en el sofá como una persona, pero no lo soltó. Y a él parecía
no importarle.
Greg miró con desinterés como Margarita se sentó en una silla,
delante de ellos.
—¿Podremos borrar su memoria? —La madre de Lissianna
preguntó inquieta.
Martine se giró para mirar a Greg y él sentía un breve que
movimiento en su mente. Era la única manera en que podría pensar
en describirlo, como un movimiento silencioso por su cabeza.
Después de un momento, ella miró el cuaderno que él dejó en la
mesa, y dijo a Margarita—:
—Tienes que mirar esto.

—No almorzaste aún. Debes de tener hambre. —Lissianna miró

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hacia arriba con una sonrisa mientras que su compañera, Debbie
James entró en la oficina. De cincuenta años, con el pelo sal y
pimienta y una actitud de maternal, Debbie era la compañera favorita
de Lissianna.
—¿No, no lo he hecho, y tengo hambre, pero creo que esperaré
hasta...
—¿He oído decir a alguien que tiene hambre? —Lissianna miró
hacia la puerta, mientras que el Padre Joseph entraba en el despacho.
Ella miró interrogativamente hacia Debbie, pero la otra mujer parecía
igual de desconcertada como ella, a la vista del hombre. A menudo, el
padre Joseph trabajaba muchas horas en el refugio, pero
generalmente acababa cuando ellas llegaban a su turno. Lissianna
nunca lo había visto estar en el refugio a estas horas… a menos que
hubiera una emergencia a la que tenía que tender. Esto la hizo
preguntar—:
—¿Hay algún problema, Padre Joseph?
—No, no. ¿Por qué piensa esto?
—Bien, es tan tarde... —empezó ella.
—Ah, veo —la interrumpió él, y entonces apartó la mirada, su
mirada recurrió la oficina antes de soltar— el insomnio. Sufro
ocasionalmente de insomnio. —El sonrió brillantemente, entonces
movió un plato de plástico con comida—. Tan solo cocinaba para
pasar el tiempo, hice una sopa, y pensé que no podría comerla solo,
así que os traje un poco chicas—y les sonrió.
—Ah, eso... ya he comido —dijo Debbie bruscamente, mientras
él abrió el recipiente de plástico y el ajo penetró inmediatamente
cada rincón de la habitación.
—Pero Lissianna, no —el Padre Joseph le sonrió brillantemente
—. ¿Lo hiciste?
—Er…—Lissianna escrutó la sopa con desconfianza. Era blanca
y cremosa, y podría haber sido crema de patatas, pero apestaba de
ajo. Lissianna raramente comía comida, y el olor del ajo era bastante
fuerte, y no es que no le gustara el ajo. Le gustaba, pero el olor que
venía del Tupperware era realmente fuerte. Por otro lado, no quiso
herir sus sentimientos—. Gracias. Eres muy amable.
—Acabo hacerla. Está todavía tibia. Aquí. —él sostenía el plato,
alcanzó en el bolsillo y cogió una cuchara y lo entregó también.
Lissianna aceptó la sopa y la cuchara y forzó una sonrisa. Cuándo el
Padre Joseph la miró fijamente, expectante, ella se dio cuenta de no
había nada que hacer y sacó la cucharada. En el momento en el que
la metió en la boca, se arrepintió de su innata cortesía. El olor de ajo
había sido fuerte, pero no fue nada comparado al sabor. Era casi tan
grueso como un puré de patatas, pero no era crema de sopa de
patatas. Si se arriesgaría a adivinar, diría que era puré de ajo,
caliente. Por lo menos, eso era lo que probó, y fue tan fuerte que

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quemó la boca y la garganta mientras tragó.
—¡Lissianna! —gritó Debbie con alarma, mientras ella empezó a
estrangularse. Corrió hacia el escritorio y tomó un cuenco de plástico
y comenzó a palmar su espalda.
—¡Debbie! —El Padre Joseph gritó—. Déjale espacio para
respirar. —Lissianna estaba vagamente consciente de que el Padre
Joseph agarró el brazo de la otra mujer para quitarla del medio y le
estuvo agradecida, mientras corría, a toda prisa, por el pasillo, hacia
el agua más fría.
Parecía que le llevaba para siempre el llegar al refrigerador, asir
un vaso plástico, y llenarlo con agua. Lissianna casi fue tentada de
arrodillarse delante de la sangrienta cosa, meterse la boca bajo el
chorro, y permitir que el líquido se vierta directamente dentro, pero
logró refrenarse. Bebió el agua con alivio, y lo llenó otra vez. Tomó
tres vasos hasta que se calmó el ardor que sentía en la boca.
Comenzando a sentirse un poco mejor, Lissianna asió un cuarto
vaso y se giró para volver a su oficina, deteniéndose al ver a Debbie y
al Padre Joseph en la puerta.
—¿Estás bien? —preguntó Debbie con preocupación.
—Sí, sí. Fue solo un poco… mmm… fuerte —dijo ella
delicadamente, no quería herir los sentimientos del Padre Joseph.
Debbie miró detenidamente el hondo plato que sostenía, sacó
una cucharada, y lo probó. Inmediatamente, su cara se enrojeció, y
palideció. Empujó el plato en la mano del Padre Joseph, y voló hacía el
vaso con agua. Lissianna lo dejó sin lucha, e inmediatamente se dio la
vuelta para llenar un segundo vaso, cuando Debbie se bebió el
primero.
Se habían necesitado tres vasos para sacar el fuego en la boca
de Lissianna de la cucharada del ajo. Se necesitaron cuatro para la
pequeña prueba de Debbie. Una vez que estuvieron relativamente
recuperadas, se dieron la vuelta para estar enfrente del Padre Joseph.
Él les echó un vistazo y después miró la sopa con desilusión.
—Adivino que no funcionó—refunfuñó el Padre Joseph.
—¿No funcionó? —preguntó Debbie.
—La receta —dijo él con un suspiro, cuando puso la tapa del
contenedor.
—Bien, esto disolvió mi nariz —dijo Debbie con una sonrisa
sardónica—. Tal vez debería guardar aquella receta para cuando una
de nosotras está resfriada.
—Hmm. —El padre Joseph se apartó y anduvo con dificultad por
el pasillo, pareciendo terriblemente desalentado.
—Era la peor sopa que he probado alguna vez —dijo Debbie tan
pronto como el hombre había dado vuelta al final de pasillo y había
desaparecido de la vista.

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Lissianna hizo una mueca, en acuerdo.
—No me vuelvas a recordar nunca el gusto de su comida.
—Como si podrías olvidarlo después de esto —dijo Debbie con
diversión—. Ahora. —Ella tomó el vacío cristal de Lissianna—. Comete
tu almuerzo y relájese. Sin hacer nada mientras comes. No nos pagan
lo bastante para trabajar en nuestros descansos.
—Sí, señora. —Lissianna la miró alejarse, antes de volver a su
oficina. Se asentó detrás de su escritorio, miró fijamente el trabajo
que tenía que hacer, luego otra vez hacia la entrada. Ella tenía
hambre, pero no era un bueno momento para tratar de alimentarse.
Mientras que los clientes de refugio deberían dormir, no era un
hotel con cuartos aparte en los cuales podría meterse para
alimentarse en privado, sin el miedo de ser descubierta. Había seis
grandes cuartos con de diez a veinte camas en cada uno. Sería
arriesgado intentar alimentarse de alguien en aquellos cuartos. Podría
haber uno o dos clientes que no dormían, o quiénes tenían el sueño
ligero y podrían despertarse. Lissianna prefería alimentarse cuando se
trasladaban, cuando se preparaban para la cama o cuando se
despertaban por la mañana.
Ella trataría de agarrar uno en su camino hacia o de vuelta del
cuarto de baño o algo parecido, Lissianna se decidió. Los habitantes
de refugio por lo general comenzaban a moverse justo antes de que
ella dejara el trabajo por la mañana, los madrugadores se levantaban
a las seis o seis treinta por la mañana. Ella se sentía mejor
intentándolo entonces, así que no hizo caso de su hambre y volvió a
su trabajo.
Como siempre, Lissianna salía tarde cuando dejó su oficina.
Para entonces, no sólo había sonidos de la actividad del refugio, si no
que el padre Joseph estaba ya allí y lleno de energía nerviosa.
Divisándola, él decidió librarse de ello, andando hacia su coche.
Sin otra posibilidad, Lissianna fue obligado a dejar sus
esperanzas de una comida rápida, su cuerpo tenía retortijones de
hambre. Blasfemándose por ser idiota, ella se dirigió hacia la casa de
su madre.
Pareció que tendría que dejar a su madre que le ponga un
intravenoso — si Margarita estaba todavía fuera de la cama — o ella
tendría que esperar hasta la próxima noche a alimentarse.
Normalmente, ella evitaba un intravenoso, aun si esto significara
sufrir una debilitante hambre durante veinticuatro horas. Al menos
tenía desde su graduación, su trabajo en el refugio, y se había ido a
vivir sola. Todo lo cual se suponía que la hacía independiente.
Lissianna hizo una mueca ante el pensamiento. Independiente.
Ella podría alimentarse ahora, más que depender de su madre para
ponerla una intravenosa en su brazo cada mañana, pero no se
alimentaba bien. Muy a menudo, Lissianna se acostaba hambrienta y

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sufriendo de los calambres debilitantes que acompañaban tal
hambre. Tanto para independencia.
Al menos lograba alimentarse bastante para mantenerse… viva
apenas. Sería probablemente más fácil, sin embargo, si cambiara su
carrera.
Después de todo el tiempo y dinero que había puesto en la
adquisición de su grado de asistencia social, Lissianna llegaba a la
conclusión que este negocio del refugio no había sido la idea más
brillante que había tenido alguna vez. Últimamente, había estado
jugando con la posibilidad de marcharse e intentar algo más. Sólo que
no había visto una alternativa viable.
Por supuesto, si debía ser curada de su fobia…
Lissianna permitió que entretuviera brevemente la posibilidad.
No volver a desmayarse a la vista de sangre. Ser capaz de
alimentarse de sangre empaquetada como todos los demás. Andar
simplemente al refrigerador, sacar una bolsa, y romperla con sus
dientes, antes que tener que buscar una comida en el refugio o en las
barras…
Parecía divino. Lissianna lamentaba la necesidad tener de cazar
su comida. Ella odiaba la molestia de ello, y lamentaba ser diferente
que el resto de su familia. Ser curado sería la felicidad, pero una gran
parte de ella temía que nunca se libraría de su fobia y dudaba de
tener esperanzas, por miedo a la desilusión que seguiría si no pasara.
Quizás su madre tendría buenas noticias para ella, se dijo
Lissianna cuando entró en la calzada. Sin duda su madre conseguiría
de Greg el nombre de un buen terapeuta, antes de borrarle la
memoria de su encuentro.
Era necesario, Lissianna lo sabía, pero descubrió que no estaba
del todo contenta de pensar que él ya no recordaría que existía, lo
cual era tonto, realmente. Apenas conocía al hombre y no había
pasado mucho tiempo con él, pero parece ser que no podía olvidaba
su beso compartido y la sensación de él bajo su cuerpo.
Bien, no era importante, se dijo ella. Lo que importó era que su
madre podría haber reservado ya una cita con el psicólogo que Greg
había sugerido, y quizás en una semana más o menos, Lissianna
estaría sin la fobia que trastornaba tanto su vida.
Aclamado por aquel pensamiento, aparcó el coche deportivo de
su madre, que había tomado a préstamo para conducir al trabajo, y
cruzó el garaje con una primavera en su paso. Ella no había alcanzado
la puerta, cuando Thomas le abrió.
Lissianna hizo una pausa, sorprendida.
—¿Qué sigues haciendo? Es casi el alba. Pensé que todos
estarían durmiendo ya.

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—Todos los demás, sí —él se movió para que ella pueda entrar,
luego cerró la puerta y esperó mientras ella se quitaba su abrigo y
botas—. Hice té.
Lissianna hizo una pausa con una bota y le echó un vistazo
cautelosamente. Mientras muy pocos estaban interesados en la
comida después de una cierta edad, todos ellos todavía bebían
bebidas normales. Sin embargo, pareció que el té para dos al
amanecer, sugería que había un problema.
—Había un problema con borrar la memoria de Greg—dijo
Thomas, en la respuesta a su mirada de interrogatorio.
—¿Qué tipo de problema? —preguntó Lissianna con la
preocupación.
—Quítate tu otra bota y entra en la sala de estar. El té está allí
—anunció él, luego dejó el cuarto antes de que ella pudiera decir que
algo le paraba.
Lissianna se quitó rápidamente su segunda bota y le siguió a la
sala de estar. Él le dio una taza cuando ella se unió a él en el canapé,
luego se recostó con su propia taza y tomó un sorbo, por lo visto con
ninguna prisa por explicar las cosas. Lissianna era un poco menos
paciente.
—¿Qué pasó?— preguntó ella, sin hacer caso del té que
sostenía.
—Greg —dijo Thomas—. El Doctor Hewitt. Ellos le volvieron a
traer. Esta amarrado otra vez en tu cama.
—¿Qué?—Lissianna lo miró con incredulidad—. ¿Por qué le
devolvieron? Se suponía que conseguirían el nombre de otro
terapeuta y limpiarían su memoria, no que le volverían a traer aquí.
—Parece que no podían limpiar su memoria —dijo Thomas
silenciosamente.
Lissianna le contempló incomprensivo.
—¿No podían?
Él afectó a su cabeza.
—¿Ni siquiera tía Martine pudo hacerlo? —preguntó ella con
incredulidad. Martine era la hermana más joven de su padre y el tío
Lucian. Podría haber sido más joven que los dos hombres, pero era
más vieja que la madre de Lissianna y una de las mujeres más
poderosas de su clase. Era incomprensible que ella no hubiera sido
capaz de limpiar su memoria.
—Ni siquiera la tía Martine —confirmó Thomas.
—Ah querido. —Lissianna consideró las implicaciones durante
un momento, luego preguntado—. ¿Qué van a hacer?
Él se encogió de hombros.

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—No nos dirían. Le devolvieron, le pusieron en tu cuarto, luego
se encerraron en el estudio la mayor parte de la noche. Victoria y
Julianna escucharon fuera de la puerta, pero sólo podrían agarrar una
palabra aquí o allí. Ellos oyeron mencionar al tío Lucian y al consejo.
—Ah no —respiró Lissianna —. ¿Y Greg? ¿Cómo se tomó él todo
esto? Debe estar furioso.
—Lo estaba —reconoció Thomas, y sonrió abiertamente—. Él
bramaba con todos los pulmones sobre ser secuestrado por un par de
desalmados, sorbe—sangre, hembras de vampiro. Supongo que él se
refería a la tía Margarita y la tía Martine—añadió él inexpresivo, pero
Lissianna no se reía.
—¿Él sabe qué somos?— preguntó ella con el horror—. ¿Cómo?
—¿Cómo crees? No habría sido muy difícil entenderlo. Tía
Marguerite dijo delante de él que él no era tu comida, si no tu
terapeuta, y vosotras, las muchachas hablaban de morderle y sobre
la sangre empaquetada en la parte de atrás de la furgoneta durante
el camino a la ciudad.
—¿Él nos oyó? —preguntó ella con la consternación.
Thomas asintió.
—Y sin duda, él vio las señales de mordedura.
Lissianna gimió interiormente. Sus señales de mordedura.
Caray, ella misma había causado la parte de este problema. Ahora
había entendido lo que eran y su madre y Martine no podía limpiar su
memoria y el Tío Lucian y el consejo podría atraído a esto.
—Yo debería ir a investigarle. —Lissianna comenzó a moverse,
pero Thomas la paró, poniendo una mano en su brazo.
—Espera, primero quiero hablar contigo —dijo él, luego
esperado para volver a sentarse, para decir:
—Algo me ocurrió cuando lo he ido a dejar, y ha estado
molestándome desde entonces.
Lissianna levantó sus cejas con curiosidad.
Thomas frunció el ceño ligeramente, como si estuviera inseguro
sobre cómo seguir, luego preguntó:
—¿Cual es el problema que nos hace difícil tener una relación
seria con mortales?
—Con nuestra capacidad de leer sus pensamientos y controlar
su comportamiento, no se hacen nada más que marionetas —
contestó Lissianna, sin hasta tener la necesidad de pensar en ello. Era
un problema que había encontrado repetidamente durante los dos
siglos pasados. Todos ellos. De algunos modos, siendo capaz de leer
pensamientos no era una bendición, si no una maldición. Cada uno
tenía un pensamiento crítico de vez en cuando, o encontraba a
alguien atractivo, además de su compañero. Era difícil no sentirse

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herida cuando podrías oír el irritado pensamiento de tu novio de que
eras densa u obstinada. O que no fue nada buena en algo, o hasta
sólo pareció áspera ese día. Incluso peor era cuando él notaba que
mona era la camarera y se preguntaba como sería acostarse con ella.
Él no podría hasta tener la intención de hacerlo, podría ser sólo un
pensamiento, pero de todos modos, esto dolía.
También era difícil resistir el impulso de controlar a un
compañero cuando querías hacer algo que él no, o cambiarle de idea
cuando tenían un desacuerdo. Con el compañero equivocado, su
clase podría ser monstruos de control tiránicos. Ella lo había visto,
con sus padres.
—¿Y qué dice siempre tía Marguerite sobre un compañero de
vida verdadero? —preguntó Thomas.
—Nuestro compañero de vida verdadero será al que no
podamos leer —contestó Lissianna puntualmente.
Thomas saludó con la cabeza e indicó:
—No puedes leer a Greg.
Lissianna parpadeó, y luego despacio afectó a su cabeza.
—Esto es diferente, Thomas. Él es diferente. Resistente,
resuelto. Acabas de decirme que ni tía Martine pudo borrar su
memoria, y mamá se esforzó por controlarle desde el principio. Él no
es…
—Pero todavía pueden ambos leer sus pensamientos, y yo
también —la interrumpió él.
Lissianna contempló a su primo, sus pensamientos de repente
se arremolinaron. ¿Greg… su compañero de vida verdadero?
Seguramente no podía leerle, y su madre siempre los había
aconsejado que la incapacidad de leer a una persona era la señal de
un compañero de vida verdadero, pero no se le había ocurrido que
Greg podría ser esto. Ahora lo consideraba.
Ella podría confesar que pareció que doctor Hewitt tenía un
efecto singularmente extraño en ella. En doscientos años, Lissianna
nunca había experimentado el nivel de placer y entusiasmo en los
brazos de otro hombre que Greg había manejado con un par de
besos. Hasta él, nunca había encontrado erótico el morder. Y era
verdad que en doscientos años, nunca había encontrado a otro cuyos
pensamientos no pudiera leer, pero aun así… Greg era diferente. Su
madre no podía controlarle totalmente como a los otros, y la tía
Martine no podía borrar su memoria. Ella no sabía qué pensar.
Lissianna estaba cansada y hambrienta y realmente no podía aceptar
la suposición.
—Sé que te he sorprendido con esta idea, sólo quiero que la
tengas en cuenta —dijo finalmente Thomas, luego inclinó su cabeza,
su expresión referida.

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—¿Pareces pálida, no te alimentaste esta noche, verdad?
—No tuve la posibilidad —confesó ella cansada.
Thomas vaciló, y luego se puso de pie.
—Tengo una idea. Espere aquí.
Lissianna le miró andar a la barra, luego echó un vistazo
alrededor de la sala de estar. Era en donde habían sostenido el
improvisado partido en pijama la mañana antes, y donde ella había
esperado que los demás durmieran otra vez esta mañana. Ella podía
haberse unido a ellos sólo para ser sociable, pero él había dicho que
todos los demás se habían acostado. —¿dónde está cada uno?
—En la cama. Cada uno se ha ido a casa excepto tía Martine,
las muchachas, y nosotros, así que ahora tenemos dormitorios. tía
Marguerite dijo que deberías dormir en la habitación rosa esta noche
—añadió Thomas cuando abrió la nevera.
Ella asintió.
—Cierra los ojos —la instruyó Thomas.
—¿Por qué?— preguntó Lissianna, justo cuando lo hizo.
—Tienes que alimentarte, así que voy a alimentarle —anunció
él.
Lissianna se puso rígida.
—No pienso…
—Sólo confía en mí y mantén tus ojos cerrados —dijo Thomas.
Ella se calló y le escuchó cruzando la alfombra, luego sintió que
el canapé se movía bajo su peso.
—Mantén tus ojos cerrados, pero abra la boca y suelta tus
dientes. Voy a hacer reventar un bolso en ellos. Será frío, así que no
te asustes y abras los ojos.
Lissianna casi abrió sus ojos por la sorpresa, pero se agarró y
los mantenía cerrados.
En cambio, abrió la boca e inhaló, cuando sus dientes se
deslizaron.
—Aquí viene —la advirtió Thomas, cuando colocó una mano al
dorso de su cabeza para estabilizarla, entonces el bolso frío fue de
repente presionado a su boca y ella oyó un pequeño pop, cuando sus
dientes penetraron la bolsa.
Lissianna se quedó completamente inmóvil, cuando sus dientes
hicieron su trabajo, sorbiendo la sangre y en su sistema. El líquido era
frío, no estaba acostumbrada, pero era mucho más rápido de lo que
una IV habría sido. En unos momentos, Thomas la había alimentado
con tres bolsas. La mantuvo con los ojos cerrados, hasta que las
acabó.

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Lissianna abrió sus ojos cuando él anduvo atrás de sacudirlos
en el cubo de la basura detrás de la barra y sonrió extensamente.
—¿Te he dicho que últimamente eres mi primo favorito?
Thomas sonrió abiertamente.
—Para, me hará sonrojarme.
Riéndose, Lissianna se puso de pie y le dio un beso en la
mejilla.
—Gracias.
—De nada. —le acarició la espalda, luego se alejó y se dirigió
hacia la puerta—. Debo acostarme.
—Voy a investigar a Greg, y yo también voy a acostarme,.
—Pienso que deberías hacerlo —reconoció él.
—Buenas noches.
—Buenas noches.

Capítulo 9
El clic de la puerta fue lo que lo despertó. Abriendo sus ojos,
Greg miró fijamente el techo oscuro, y luego giró su cabeza para
observar con atención los alrededores de la habitación en penumbra.
La luz del baño estaba encendida, la puerta se encontraba
entreabierta, evitando que la habitación estuviera totalmente a
oscuras.
Reconoció a Lissianna cuando se acercó a la cama, y entonces
estuvo inmediata y completamente despierto. Parecía insegura de su
bienvenida, y no podía criticarla. Greg había estado demasiado
complacido de que lo arrastraran de regreso la noche pasada y había
sido algo locuaz al respecto. Probablemente se lo habían dicho.
Thomas había entrado y tratado de hablarle en algún momento, pero
no había estado de un humor abierto, y el hombre se había rendido y
dejado que, simplemente, continuara con su vocifero hasta que cayó
en un sueño agotado.

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—Debes odiarme.
Greg se calmó ante ese comentario y le miró con ojos
agrandados por la sorpresa.
—¿Por qué te odiaría? No eres quien me trajo aquí. A decir
verdad, tú me liberaste.
—Sí, pero mi fobia es la que lo puso aquí en primer lugar —
señaló.
—Eso no es culpa tuya. Nadie decide tener una fobia —dijo
suavemente, la miró atentamente, conmovido por lo que era.
Un vampiro.
Su llegada y primeras palabras habían expulsado ese hecho de
su mente, pero ahora lo enfrentó. Esa hermosa rubia de plateados
ojos azules que lo había besado y acariciado y le había hecho un
chupón —que no era un chupón—, era un vampiro.
Greg apenas podía creer que estaba pensando esas cosas. Era
psicólogo, por el amor de Dios. Si un paciente hubiera entrado en su
oficina y anunciado que había sido mordido por un vampiro, lo habría
diagnosticado como alucinatorio, o paranoico alucinatorio o cualquier
otra cosa que se pudiera traducir por demente. Y sin embargo, allí
estaba tendido, habiendo sido arrastrado a un nido de vampiros de
algún modo.
A pesar de la línea que estaban siguiendo sus pensamientos,
Greg no había estado seguro sobre lo que había pasado hasta que
Martine y Marguerite aparecieron en su puerta. Ninguna de ellas
debería haber sido capaz de forzarla de la forma en que lo hizo
Marguerite para luego caminar tranquilamente dentro de su living
para alcanzarlo. Pero el factor verdaderamente decisivo fue lo que
Marguerite había dicho cuando Martine había descubierto su lista de
vampiro / no vampiro sobre la mesa de café. La madre de Lissianna
había palidecido, parecido desdichada, y dicho:
—Sabe qué somos. Eso explica en parte por qué es tan difícil
controlarlo. ¿Ahora qué hacemos?
—Bien —había dicho Martine suavemente—. Eché un vistazo
dentro de su cerebro, Marguerite, y él verdaderamente…
Greg no había captado más de su conversación. Martine había
permanecido de pie y había instado a Marguerite a alejarse algunos
metros para hablar en susurros. La cosa interesante era que en
cuanto Martine hubo dejado de tocarlo y se hubo alejado, Greg se
había encontrado libre de la coacción de quedarse sentado sobre el
sofá. Su mente era suya de nuevo y se había llenado inmediatamente
con pensamientos aterrorizados de qué debía hacer: huye, llama a la
policía, o has las mil y una preguntas sobre estos seres que están
atestando tu mente.

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Greg se había encontrado dividido en dos. La mitad de él estaba
absurdamente aterrorizado; la otra mitad, tenía una curiosidad
infernal.
Antes de que pudiera determinar con qué mitad proseguir, las
mujeres se habían enderezado, y Martine estaba de regreso a su lado,
tomando su brazo otra vez. Greg se había visto impulsado por una
nueva compulsión. Había salido del departamento con las dos
mujeres, subido al ascensor, salido del edificio y sentado en la misma
camioneta que Lissianna y sus primos habían usado para
transportarlo a casa.
Esta vez se había acomodado sobre el primero de los dos
asientos de atrás de la furgoneta. Martine se había sentado a su lado
durante el viaje de regreso a la casa. Una vez ahí, había caminado al
mismo dormitorio, entrado en él y permitido que lo ataran otra vez.
Greg no había empezado a gritar y luchar hasta que habían
terminado de amarrarlo y Martine había liberado su brazo. Sus
pensamientos habían vuelto a pertenecerle inmediatamente, y se
había sentido frustrado y furioso por encontrarse otra vez cautivo en
esa cama. Greg había vociferado y despotricado contra ellas, pero las
mujeres simplemente habían hecho caso omiso de él y se habían
alejado. Eso, sin embargo, no lo había detenido; había continuado
bramando con toda la fuerza de sus pulmones hasta quedar ronco y,
finalmente, sin voz.
Se sentía mucho más en calma esta mañana. Greg sospechaba
que debería estar aterrorizado o algo por el estilo, pero encontraba un
poco difícil tener miedo de Lissianna... O, ya sea, de cualquiera de sus
primos. Era difícil ser temeroso de las personas a quienes has visto en
sus pijamas. Pijamas con Muñequitas bebé y Spiderman no son algo
capaz de inspirar miedo. Se reservaba su opinión respecto a Martine y
Marguerite. Por alguna razón, las encontraba a ambas bastante
intimidantes.
—Así que —dijo finalmente—, todos ustedes parecen muy
buena gente para estar muertos.
Lissianna parpadeó, obviamente horrorizada ante sus palabras.
No tan escandalizada como lo estaba él, Greg no podía creer que
hubiera dicho eso. ¡¡Dios mío!! Era tan zalamero. No era de extrañar
que su familia pensara que necesitaba que lo ayudaran a encontrar
una mujer.
—No estamos muertos —dijo Lissianna, y Greg dejó de patearse
mentalmente en el culo por su estupidez para mirarla atentamente,
sin comprender.
—Pero son vampiros. Nosferatu. El no—muerto... —Parpadeó
ante sus propias palabras, y luego dijo—: ¡Oh! sí, ya veo. Eres un no—
muerto.
Antes de que Lissianna pudiera confirmar o negar eso,
preguntó:

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—Ahora que me has mordido, ¿me convertiré en un vampiro,
también? ¿O sólo estoy en la etapa de tipo Renfield donde empezaré
a comer bichos?
—No te has convertido en vampiro, y no, no tendrás
repentinamente un impulso inexplicable de comer bichos —le
garantizó Lissianna pacientemente.
—Eso es bueno. Odio los bichos. En verdad lo hago, tengo una
fobia terrible en lo que se refiere a ellos.
Ella parpadeó con sorpresa.
—Tratas las fobias, ¿y tienes una?
Se encogió de hombros, viéndose frustrado.
—Es el viejo refrán; un plomero tiene tubos agujereados, el
contador llega siempre tarde con sus impuestos...
—Y el experto en fobias tiene una fobia propia —terminó
divertida y luego añadió con seriedad—: No estamos muertos, Greg.
Greg levantó sus cejas.
—¿Así que, son vampiros, pero no muerto ni no—muertos?
—Justamente, aunque no usaría el término vampiro frente a
Mamá. Lo odia — informó Lissianna—. La mayoría de los vampiros
más viejos lo hacen.
—¿Por qué? Es lo que tú eres, ¿no? —indagó.
Vaciló, pero luego explicó:
—Vampiro es un término mortal. No lo escogimos. Además, la
palabra trae muchas connotaciones desagradables... Drácula,
demonios.
Se encogió de hombros.
—Así que tú no eres un demonio, es bueno saberlo —dijo
irónicamente y luego preguntó—: ¿Y cuan vieja eres?
Lissianna permaneció mucho tiempo en silencio, él no creyó
que fuera a responder, pero entonces se sentó en el costado de la
cama, miró atentamente sus manos, frunció sus labios, y admitió:
—Nací en 1798.
Greg había oído perfectamente, eso era increíble
—¿1798?
Mi Dios, tenía doscientos dos años, esa era su edad,
comprendió, ¿e irónicamente él se había retirado preocupado de que
pudiera pensar que era demasiado viejo para ella? Agitando su
cabeza, preguntó:
—¿Pero tú no estás muerta?
—No —dijo firmemente.

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Greg frunció el ceño y señaló:
—Pero de acuerdo con todos los libros y películas, los vampiros
están muertos.
—De acuerdo con muchos libros y películas, los psicólogos y
psiquiatras son psicópatas asesinos —respondió—. Piensa en
Dressed to Kill o Silence of the Lambs.
—Touché —admitió divertido.
Quedaron en silencio por un minuto, luego Lissianna dijo:
—Como con todo, los relatos sobre nuestra clase se han ido
distorsionando con los siglos.
Greg consideró eso brevemente, y preguntó:
—¿Cómo de distorsionados están esos relatos? ¿Tú estás
maldita y sin alma?
Ella sonrío francamente divertida.
—No, no estamos malditos, no carecemos de alma, y el ajo y los
símbolos religiosos no tienen ningún efecto sobre nosotros.
—¿Pero bebes sangre?
—Necesitamos sangre para sobrevivir —concedió.
—Esto es disparatado —dijo Greg pensando en voz alta,
rebelándose a aceptar lo inaceptable—. Vampiros, viviendo para
siempre, alimentándose de sangre... Son ficción, un mito, leyendas.
—La mayoría de las leyendas y mitos están basados en un poco
de realidad —dijo tranquilamente.
Ojos de Greg se abrieron alarmados.
—¿Y los lobizones y esas cosas?
—¡Oh! Bien, tú eres psicólogo —dijo divertida—. Seguramente
investigaste la licantropía.
—Es una psicosis donde el paciente tiene ilusiones de que es un
lobo.
—Allí llegaste al punto.
¿Qué significaba eso?, se preguntó Greg. Realmente no creía en
tales cosas como lobizones, pero tampoco había creído en vampiros
antes. Este trabajo realmente había puesto patas para arriba su
sistema de creencias. No sabía qué pensar.
—Siento haberte mordido.
La voz de Lissianna lo trajo de regreso de sus pensamientos, lo
que probablemente era una algo bueno. Podría volverse loco con
todas esas ideas pasando por su cabeza. Después creería en hadas y
duendes.

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—Fue un error —añadió ella suavemente—. Cuando te vi atado
en la cama con un moño alrededor de tu cuello pensé que eras mi
regalo de cumpleaños... lo cual eras. Sólo que no me di cuenta de que
tenías que tratar mi fobia. Supuse que tú eras.... Un gusto especial.
—¿Un gusto especial? —Greg hizo eco de su delicada expresión
con incredulidad—. ¿No quieres decir que pensabas que era la cena?
Ella hizo una mueca y tuvo el buen talante de tirar de la cadena
culpablemente, y Greg se apenó por haberle dicho eso. No estaba
demasiado enfadado con ella por morderlo. Era difícil estar furioso por
algo que había disfrutado tanto, y Greg lo había disfrutado. Sólo
recordarlo bastaba para ponerlo duro.
—Así que, eres un vampiro con hemaphobia —dijo cambiando el
tema.
—Ridículo, ¿no? —murmuró entre dientes, disgustada consigo
misma—. Sé que no debo tener miedo a la sangre, que no hay porque
temerle, pero...
—Las fobias no son sensatas. Tengo un cliente que mide uno
ochenta y pesa noventa kilos y está totalmente aterrorizado por las
diminutas arañas enanas. Las fobias definitivamente no son juiciosas
—le aseguró, entonces se le ocurrió otro pensamiento y preguntó—:
¿Qué hay sobre la luz del sol?
—¿La luz del sol? —preguntó con aire vacilante.
—De acuerdo con la leyenda, la luz del sol destruye a los
vampiros —señaló.
—¡Oh! Bien.... —Vaciló, y al instante dijo—: Le hace el mismo
daño a nuestros cuerpos que el que le hace al tuyo, pero es un poco
más peligroso para nosotros porque nuestros cuerpos usan sangre en
para acelerar la reparación del daño... Lo cual, por consiguiente, nos
deshidrata, lo que quiere decir que necesitamos más alimento. En los
viejos días evitábamos la luz del sol como para no tener que
alimentarnos más a menudo. La alimentación era un asunto peligroso
en esa época. Podía provocar que nos descubrieran.
—¿Y ahora?
—Ahora, la mayoría de nosotros usamos bancos de sangre para
alimentarnos, pero muchos todavía evitan el sol a fuerza de
costumbre, o como un mecanismo útil. El tener que acarrear
refrescos de sangre en lata para reaprovisionarnos puede ser un
verdadero dolor de cabeza.
Greg asintió con la cabeza en reconocimiento.
—¿Si no estás maldita o muerta, qué eres tú?
Lissianna consideró el tema por un momento, y entonces dijo:
—Supongo que sería más fácil de entender si te lo explico
desde el comienzo.

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—Por favor.
Anoche había estado furioso al encontrarse aquí otra vez en
contra de sus deseos, o más específicamente, sin ser que se le diera
elección, pero ahora.... Bien, si la verdad fuera dicha, Greg era
extremadamente curioso.
Intelectualmente hablando, todo esto resultaba muy fascinante.
Era como descubrir que había un Santa. Mejor, mucho mejor.
—Has oído hablar de la Atlántida.
No era realmente una pregunta, pero Greg gruñó un “Sí” a
pesar de estar un poco confundido sobre qué tendría que ver la mítica
nación con los vampiros —La civilización perdida, Platón, Poseidón,
Creita. Un paraíso con personas adineradas quienes disgustaron a
Zeus siendo avaras—, recordó de sus cursos en la universidad.
—Zeus los castigó convocando a todos los dioses y pasándoles
un trapo por encima.
—Eso es lo que los libros dicen —acordó Lissianna con una pizca
de diversión.
—¿Qué tiene que ver la mítica Atlántida con el hecho de que
seas un vampiro?
—Atlántida es tanto mito como el de los vampiros —anunció—.
Era una civilización muy avanzada, y justo antes del final, los
científicos desarrollaron allí un tipo de nano.
—¿Esas computadoras diminutas? —preguntó Greg.
—Sí —dijo—. No finjo comprenderlo todo. Nunca he encontrado
la ciencia realmente interesante. Mi hermano, Bastien, podría
explicártelo más claramente, pero básicamente, combinaron la
nanotecnología con una suerte de bio algo.
—¿Bioingeniería? —curioseó.
—Algo por el estilo —admitió—. Combinaron las dos tecnologías
para crear nanos microscópicos que podían ser arrojados al flujo de
sanguíneo, donde vivirían y se reproducirían.
—No comprendo qué tiene que ver con que…
—Estos nanos fueron programados para reparar tejidos —
interrumpió Lissianna—. Iban a funcionar como ayudas médicas para
colaborar en la cura de personas gravemente heridas o enfermas.
Greg arqueó una ceja.
—¿Y funcionaron?
—¡Oh! Sí. Funcionaron mejor de lo que cualquiera hubiera
esperado. Una vez dentro del cuerpo, no sólo repararon los tejidos
dañados, destruyeron cualquier infección y regeneraron todo el tejido
destruido o muerto.

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—Ah —dijo Greg, comprendiendo repentinamente por qué le
estaba contando sobre Atlántida—. Y gracias a estos nanos es cómo
vives tanto tiempo y permaneces tan joven.
—Sí. Fue un efecto secundario inesperado. Fueron programados
para autodestruirse cuando el daño en el cuerpo estuviese reparado,
excepto que…
—El cuerpo está constantemente bajo el ataque de la luz del
sol, la contaminación, y el simple envejecimiento —terminó Greg por
ella.
—Sí. —sonrío complacida con su reconocimiento—. Mientras
hay daño para reparar, los nanos vivirán y crearán a otros de su
clase, usando parte del flujo de sangre. Y siempre hay daño para
reparar.
Greg cerró sus ojos, su mente girando con los conocimientos
que acababa de darle. Planteaba tantas preguntas como las que
respondía.
—¿Y la sangre? Tú la... Err... comes, ¿no es así? ¿Es porque los
nanos usan la sangre?
—Sí. La usan para cargar combustible y hacer las reparaciones.
Cuanto más daño, más sangre se necesita. Pero incluso con sólo el
daño del día a día, el cuerpo no puede proporcionar la suficiente
sangre para satisfacerlos.
—Así que tienes que beber sangre para alimentar a los nanos —
razonó él.
—Sí. Béberla o hacerse transfusiones.
—¿Transfusiones? —repitió complacido de escuchar una palabra
común en esta conversación—. ¿Así que es realmente más o menos
como la hemofilia? Un tipo de trastorno sanguíneo... —entonces hizo
una pausa y añadió irónicamente—: Salvo por el hecho de que tú
eres de una antigua, pero científicamente, avanzada raza. —se pausó
cuando una idea lo enredó—. Pero naciste sólo hace poco más de
doscientos años. Tú no eres de la Atlántida. ¿Es pasado de madre a
hijo?
—Me fue pasado a través de mi madre —asintió Lissianna—.
Pero mi madre no nació con ellos.
—¿Tu padre? —preguntó, y se dio cuenta de que no había
preguntado cuántos años tenía Jean Claude Argeneau cuando murió
un par de años atrás—. ¿Qué edad tenía tu padre?
—Él, su hermano gemelo, y sus padres estaban entre ésos que
huyeron de la Atlántida cuando cayó. Tía Martine nació un par de
cientos de años después.
Su padre y su familia habían huido de la Atlántida cuando cayó,
consideró en silencio. ¿Cuándo había sido eso? No estaba seguro.

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Indudablemente antes de los romanos, antes del nacimiento de
Cristo.... Mi Dios, no valía la pena pensar en ello.
—Mi padre introdujo los nanos en mi madre cuando se casaron
—añadió Lissianna cuando su silencio continuó.
Greg comenzó a procesar las noticias.
—Así que cualquiera podría....
—No tienes que nacer como uno —admitió suavemente cuando
él hizo una pausa—. Al principio fueron introducidos a la sangre por
vía intravenosa y todavía pueden serlo.
—Y la sangre no tiene que ser necesariamente consumida —
dijo, su mente regresaba a ese punto. No sabía por qué. Puede que
porque así lo hacía parecer no más extraño que el trastorno
sanguíneo de un hemofílico.
—Sí, pero es algo —trató de encontrar la comparación correcta
con la comida y explicó——Piensa en la diferencia de tomar un trago
de agua a esperar que te ingresen ese mismo líquido por una solución
salina con un vía intravenosa.
—Supongo que eso era inconveniente para ti cuando los demás
simplemente pueden tomarse el trago e irse —dijo, luchando por
comprender.
—No es que fuera inconveniente —expresó en murmullos—.
Mamá solía esperar hasta que estaba en cama para pasar el día antes
de traer la sangre y el IV. Comía mientras dormía. No era muy
inconveniente en absoluto, pero...
Vaciló, y luego admitió:
—Me hacía sentir como una niña dependiente, tan vulnerable
como los pajaritos que necesitan a sus madres para digerir el gusano
y dárselos en al pico. Era dependiente.
—¿Y ahora no lo eres? —preguntó Greg.
—Ahora me alimento —respondió con orgullo pero, a
continuación, admitió un poco irónicamente—: No siempre bien, pero
como.
—¿Si eres hemofóbica, cómo comes?
Suspiró.
—Greg no creo…
—¿Cómo? —Insistió, aunque pensaba que ya sabía la respuesta.
Si se desmayaba al ver sangre, entonces la única alternativa abierta a
ella. Sin que alguien le pusiera un IV… era morder cuando lo
necesitara.
—A la vieja manera —admitió ella finalmente.
—¿Es culpabilidad lo que escucho en tu voz? —preguntó con
sorpresa. Aunque a él mismo le parecía que el que pensara en usar a

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las personas para conseguir su sangre la convertía en una especie de
macabra versión femenina de Drácula, no había esperado que a ella
le molestase.
—Los bancos de sangre se convirtieron en la principal fuente de
alimentación para la gente desde hace, aproximadamente, cincuenta
años. Todos cambiaron, y empecé a ser alimentada por vía
intravenosa —explicó—. Después de cincuenta años de no comer
directamente de los mortales puedes llegar a convencerte a ti mismo
que ellos y la bolsa de sangre del IV no tienen nada que ver. Los
mortales sólo se hacen vecinos y amigos y…
—Comprendo —interrumpió Greg, y lo hacía. Supuso que era
similar al fenómeno que los seres humanos disfrutaban, donde la
carne venía envuelto en paquetes pequeños ordenados y uno podía
olvidar que la ternera que estaban comiendo venía del pequeño y
lindo ternerito con piernas larguiruchas y ojos grandes.
La mente de Greg se desvió hacia la conversación que había
tenido con Thomas su primera noche allí, cuando el hombre había
alegado el caso de Lissianna, explicando que su fobia estaba
causando que todos ellos se preocuparan de que pudiera terminar de
la misma manera que su padre. Caviló sobre el tema, su mente
relacionaba las cosas lentamente. Lissianna se había esforzado por
tratar de mejorar en función de su madre: se graduó, consiguió un
trabajo, y su propio departamento. Ella…
—Tú trabajas en el refugio —dijo con comprensión.
—Sí, —dijo cautelosamente.
—Comes allí —no era una pregunta. Eso era lo único que tenía
sentido. Si se estaba alimentando a la vieja usanza y se había
graduado y conseguido un trabajo, probablemente había escogido un
trabajo donde pensaba que podría comer mejor.
—Pensaba que podía ayudar a las personas y atender mis
propias necesidades al mismo tiempo —explicó.
Greg inclinó la cabeza. Tenía sentido. Ayudaría a facilitar
cualquier culpabilidad que sintiera por volver a comer después de
haberlo hecho por vía intravenosa durante tanto tiempo.
—También pensaba que las personas en el refugio cambiarían
todas las noches.
—¿No lo hacen? —preguntó Greg con sorpresa. No estaba
demasiado al tanto en lo referente a los refugios.
—Desafortunadamente, no. A menudo son las mismas personas
una y otra vez por meses, aunque hay algunos que vienen y se van.
—Pero muchas personas sin hogar son alcohólicos o drogadictos
—señaló, comprendiendo cuál era la preocupación de la familia. Si la
mayor parte de los asistentes al refugio tenían un problema de abuso

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de drogas, y estaba comiendo de ellos... con regularidad, eso era un
problema.
—Algunos lo hacen —dijo muy bajito—. No todos. Para algunos
el alcohol o las drogas son lo que los dejó en la calle; perdieron sus
trabajos, familias, casas... Para otros, las circunstancias los dejaron
sin hogar, y pueden beber ahora o tomar drogas para olvidar su
situación durante un tiempo. Pero no todos son adictos.
Greg sonrío ante su tono débilmente defensivo. Obviamente le
importaban las personas del refugio como algo más que la cena. Era
bueno saberlo.
—Pero muchos de ellos no están sanos —continuó ella—.
Tienen poco o nada de dinero y no comen apropiadamente. Algunos
solamente consiguen una comida al día, desayunan en el refugio por
la mañana.
—Es por eso que tu familia está preocupada y quiere que yo
cure tu fobia —supuso Greg—. Si no estás comiendo de los
alcohólicos o drogadictos y estás comiendo de personas que no
comen sanamente tú no estás comiendo sanamente.
—Sí —hizo una mueca—. Subsisto a base del equivalente de
una dieta de ayuno; llena como para aplacar el hambre pero contiene
pocos nutrientes. Creo que realmente esto molesta a mamá tanto o
mucho más que el alcohol.
Greg asintió con la cabeza, pero no podía apartar la mirada de
su boca. Nunca había prestado mucha atención a sus dientes, su
atención hasta ahora se había enfocado en sus labios y en lo que le
gustaría que ella hiciera con ellos. Sin embargo, ahora pensaba que,
en algún momento, debió haber notado sus colmillos.
—¿Puedo ver tus dientes?
Lissianna se calmó, sus ojos se clavaron en su cara.
—¿Por qué?
—Bien... —Greg cambió su peso y frunció el ceño—. Creo
principalmente en lo que tú me cuentas de tu gente. Vi las marcas del
mordisco; sé que he sido controlado, pero...
—Pero quieres más pruebas. La prueba física —conjeturó,
vacilante.
—Lo siento, pero lo que estamos hablando aquí es bastante
increíble —señaló él—. ¿Vampiros de Atlántida que no están malditos,
ni carecen de alma pero viven para siempre y se mantienen jóvenes y
saludables? Es como si me preguntaran si creo en el conejito Pascua.
Lissianna asintió con la cabeza en reconocimiento, pero todavía
vaciló otro momento antes de abrir su boca, mostrando sus dientes.
Eran tan blancos y rectos como perlas, pero…
—Ningún colmillo —dijo decepcionado.

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En respuesta a su comentario, Lissianna se acercó un poco más.
Él vio que sus ventanas nasales se dilataban ligeramente cuando
aspiró, y sus colmillos cambiaron, se deslizaron suavemente afuera
como si bajaran por una guía formada por sus otros dientes. Los dos
colmillos largos y afilados sobresalían repentinamente de su boca.
Greg se sintió pálido y e inquieto.
—Y eso —se detuvo para limpiar su garganta cuando porque su
voz sonó anormalmente aguda, trató entonces otra vez—, ¿eso
duele?
Lissianna dejó que sus dientes se deslizaran a su posición de
descanso antes de tratar de hablar.
—¿Te refieres a cuando los dientes se extienden o se retraen?
Asintió con la cabeza, sus ojos todavía fijados en su boca.
—No.
—¿Cómo lo hacen?
—Deduzco que es como las garras de un gato —dijo con un
encogimiento de hombros, luego levantó una mano para ocultar un
bostezo antes de terminar—, al menos eso es lo que mi hermano
Bastien dice.
—¿Así que, tú naciste con ellos? —inquirió Greg, y cuando ella
asintió con la cabeza, preguntó—: Excepto que seguramente tus
antepasados, me refiero a los Atlantes originales, no tenían colmillos,
¿o sí?
—No. Mis antepasados son tan humanos como los tuyos.
Greg no pudo ocultar la duda de su cara, y frunció el ceño.
—Lo somos —insistió ella—. Somos sólo.... —Luchó brevemente
por encontrar las palabras y dijo—: Sólo evolucionamos un poco
diferente. Los nanos nos forzaron a que desarrolláramos ciertos
rasgos que nos resultaran útiles y nos ayudaran a sobrevivir.
Necesitamos que la sangre nos sostenga así que...
—Así que por eso están los colmillos —terminó Greg por ella
cuando la notó titubear.
Lissianna asintió con la cabeza y bostezó otra vez, entonces
dijo:
—Probablemente debería acostarme.
Greg frunció el ceño. Era de mañana para él, y estaba
totalmente despierto y endemoniadamente curioso, pero también
sabía que ella trabajaba en el refugio por las noches y que era su
hora de dormir. Luchó con su conciencia por un momento, pero su
egoísmo ganó.

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—¿No puedes quedarte un poco más? Aquí, siéntate a mi lado e
inclínate contra la pared. Será más cómodo para ti —sugirió,
haciéndose a un lado tanto como sus manos atadas se lo permitieron.
Lissianna vaciló, y luego se acercó para sentarse a su lado en la
cama. Mulló su almohada, acomodándola en su brazo, se apoyó
entonces contra él y se puso cómoda.
Greg la miró, pero su mente estaba en lo bien que olía,
realmente bien, y estaba lo suficientemente cerca como para que
pudiera sentir el calor irradiando de ella. Luego de un momento, se
las arregló para llevar su mente de regreso a las preguntas que
giraban en su cabeza.
—¿Qué más? ¿De qué otras maneras los hicieron evolucionar
los nanos?
Lissianna hizo una mueca.
—Tenemos una visión nocturna excelente, y somos más rápidos
y más fuertes.
—Para ver y cazar a tu presa. Los han convertidos en perfectos
depredadores nocturnos.
Hizo una mueca ante la descripción, pero asintió con la cabeza.
—¿Y el control de la mente?
Lissianna suspiró.
—Hace más fácil alimentarse. Permite que controlemos a
nuestros anfitriones o donantes, y limpiemos sus recuerdos de la
experiencia después. Podemos protegerlos de sentir el dolor mientras
comemos, y los hacemos olvidar qué ocurrió, lo que era más seguro
tanto para los donantes como para nosotros.
—¿Así que qué salió mal conmigo? —preguntó Greg con
curiosidad cuando ella bostezó otra vez.
Lissianna vaciló.
—Algunos mortales son más difíciles de controlar que otros. Tú
pareces ser uno de ellos.
—¿Por qué?
—Quizás tienes una mente más fuerte —se encogió de hombros
—. Verdaderamente no lo sé. Aunque había oído hablar de casos
como el tuyo, ésta es la primera vez en que tropiezo con uno. Lo
único que sé es que yo no puedo leer tu mente en lo absoluto, mucho
menos controlarte, y mamá pasó apuros contigo desde el principio.
—Dijo algo sobre no ser capaz de controlarme cuando entraron
en mi departamento primero, pero no parecieron tener ningún
problema para traerme de regreso anoche —dijo Greg secamente,
frunció el ceño, y añadió—: o quizás fue esa mujer, Martine. Se
aseguró de tocar mi brazo. Lo sujetó todo el tiempo hasta que me
ataron, y al minuto de soltarme mi mente se aclaró; pero la noche

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anterior, me tomó un par de minutos después de que tu madre me
dejara para volver a pensar claramente y darme cuenta de lo que
había hecho y la situación en la que estaba.
Lissianna dejó escapar un agudo suspiro y frotó sus ojos
cansadamente.
—Tienen que entrar en tu mente, y necesitan estar tocándote
para hacer la conexión ahora.
Greg tuvo el presentimiento por su expresión que por alguna
razón no pensaba que fuera algo bueno. El creía que sí. No le gustaba
la idea de ser controlado en absoluto así que el hecho de que les
estuviera poniendo las cosas más difíciles, a él le resultaba algo
gratificante.
Echó un vistazo a su expresión y lo único que notó fue que sus
ojos se cerraban de golpe.
Lissianna se había quedado dormida.

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Capítulo 10
Lissianna estaba somnolienta y para nada interesada en
despertarse, pero algunas sensaciones que había vislumbrado cuando
la conciencia comenzó a tirar de ella la incitaron a despertarse. Trató
de acurrucarse profundamente en el nido de almohadas y hacer caso
omiso de ellas, pero no había mucha elasticidad en su almohada y no
había ninguna manta en absoluto. Frunciendo el ceño, parpadeó
mientras abría los ojos.
La mente semiinconsciente de Lissianna tardó un momento en
llegar a la conclusión de que no era una almohada sobre lo que su
cabeza estaba acomodada, sino un pecho. Se dio cuenta de que se
había quedado dormida mientras hablaba con Greg y que, en algún
momento del día, aparentemente se había abrazado a él.
Conteniendo el aliento se calmó y luego empezó a alejarse,
únicamente para congelarse al ver a sus primos. Los seis reunidos
alrededor de la cama, notando que la miraban a ella y a Greg con
desmedido interés.
Lissianna abrió su boca para hablar, pausó entonces y echó un
vistazo hacia Greg para encontrar sus ojos abiertos y fijos en ella. Se
incorporó rápidamente y echó un vistazo hacia sus primos,
encontraba más fácil mirarlos a ellos que a él en ese momento.
—¿Qué pasa?
—Estamos hambrientas —anunció Juli—. No hemos comido
desde tu fiesta.
—Las gemelas no están acostumbradas a una dieta líquida, y
las punzadas de hambre las despertaron — dijo Elspeth en tono
apenado.
—Comprobaron en la cocina, pero Tía Marguerite no consiguió
comprar comestibles como planeaba porque trajeron a Greg. Así que
me despertaron para ver si estabas de acuerdo en que ordenaran
algo para comer.
—Pero las pizzerías y los restaurantes chinos no abren hasta
dentro de un par de horas y Tía Marguerite vive lo suficientemente
lejos como para pedir otro tipo de entrega a domicilio —trató de
explicar Jeanne Louise—. Así que sugerí que despertáramos a Thomas

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para ver si los conducía a un restaurante para desayunar, y luego tal
vez a una tienda de comestibles.
—¿Cómo terminaste entrando tú aquí? —preguntó Lissianna a
Jeanne Louise, un tanto confusa.
—Confundieron la habitación de Elspeth con la mía y me
despertaron por error. —dijo Jeanne Louise encogiéndose de hombros.
—Cuando explicaron que estaban buscando a Elspeth, me
apunté.
Lissianna lanzó un gruñido. Eso explicaba por qué todos los
demás estaban despiertos excepto Mirabeau, pero antes de que
pudiera preguntar, Mirabeau anunció:
—Mi cuarto está entre el de Jeanne Louise y Elspeth. Todo el
alboroto me despertó.
—Y cuando me visitaron para preguntarme sobre un paseo,
sugerí que verificáramos y viéramos si Greg estaba también
hambriento —anunció Thomas, explicando su presencia alrededor de
la cama.
—¡Oh! —se volteó para echar un vistazo a Greg.
—Está muerto de hambre —anunció secamente Mirabeau.
—¿Tú puedes leer su mente también? —preguntó Lissianna,
recordando su conversación con Thomas la noche anterior.
—Acababa de decirnos que estaba muerto de hambre antes de
que tú te despertaras —explicó Mirabeau, y añadió—: pero, sí, puedo
leerlo.
Lissianna frunció el ceño ante estas noticias, dejó que su mirada
se extendiera por sus otros primos y entonces preguntó:
—¿El resto de ustedes también puede leerlo? ¿Seguramente no
soy solamente yo quién…?
—Puedo leerlo —anunció Juli—. Piensa que eres hermosa por la
mañana, con el cabello revuelto al levantarte de la cama.
Lissianna levantó una mano a su pelo con consternación y pudo
sentir que era un desorden nudoso.
—Se está preguntando si tienes aliento matutino —añadió Vicki
con una risita tonta.
Lissianna cerró la boca, segura de que probablemente lo
tuviera.
—Se alegra de saber que no estás muerta y piensa que para ser
un racimo de sanguijuelas somos una bonita familia —Elspeth sonrío
a Greg—. Nos gusta usted, también.
—Gracias —farfulló.

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—Quiere verte curada, pero considera que otra persona debe
hacerse cargo de la verdadera terapia porque está interesado en ti en
formas en que no es ético que un terapeuta esté interesado —
anunció Jeanne Louise, mostrando que ella, también, podía leerlo. A
Greg le dijo—: Admiro tu ética, pero éste no es realmente uno de tus
casos estándar, ¿no? Quiero decir, ¿seguramente no puedes sujetarte
a las mismas reglas éticas que si estuvieras entendiéndola en tu
oficina como paciente?
—Yo… Er.... —Greg sacudió su cabeza—. Soy de una familia
muy unida, pero esto es como que un poco mucho.
—Denle un respiro, niñas, — dijo Thomas, divertido—. El pobre
tipo no está acostumbrado a estas cosas. Además, puedo leer su
mente también, y no está bromeando sobre estar muerto de hambre.
No ha comido desde el viernes por la tarde. Tampoco tiene ninguna
intención de tratar de escaparse así que sugiero que lo llevemos a él
y a las gemelas a un restaurante que sirve desayunos todo el día,
recojamos algunos comestibles y regresemos.
—Thomas, no pienso que ésa sea una buena idea —dijo
suavemente Mirabeau.
Thomas le echó un vistazo, y simplemente dijo:
—Tú puedes leer su mente. Léelo, Beau.
Mirabeau vaciló, y luego fijó su mirada en Greg, y Lissianna
decidió echarle un vistazo también, pero cuando trató de leerlo, otra
vez se enfrentó con una pared de ladrillo salida de la nada. Esta vez
no sólo estuvo confundida por su incapacidad de traspasar sus
pensamientos, estaba también algo alarmada. Todos los demás
podían leerlo. ¿Por qué ella no podía? Su conversación con Thomas
sobre que los compañeros de vida no podían leerse la mente le vino a
la memoria, pero antes de que pudiera considerarlo más
profundamente, Mirabeau dijo:
—Tienes razón, Thomas. Puede ir también.
No sabía qué era lo que Mirabeau había visto en su mente para
convencerlo de que era seguro sacarlo, que no trataría de escaparse.
—¡Tenemos que ducharnos y cambiarnos! —exclamó,
repentinamente, Juli con pánico.
—Y maquillarnos —añadió Vicki, y Lissianna observó a la pareja
correr hacia la puerta en sus baby dolls; echó un vistazo a los otros,
notando que todos estaban todavía en ropa de dormir.
—¿Nos reencontramos en media hora? —sugirió Thomas
mientras se dirigía hacia la puerta.
Elspeth resopló mientras lo seguía.
—Tienes que estar bromeando. Les tomará mucho más que eso
a las gemelas simplemente determinar qué llevar. Es mejor que lo
hagamos en una hora.

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—¿Y Greg? —preguntó Jeanne Louise, atrayendo la atención de
todos. Cuando giraron para mirarla, señaló—: Ha dormido con la ropa
puesta y podría querer una ducha y cambio de ropa también.
Lissianna echó un vistazo a Greg y la asaltó la culpa de no
haber pensado en esto. El hombre todavía estaba llevando la camisa
y los vaqueros que tenía puestos cuando llegó a la casa, la ropa que
obviamente había estado llevando cuando había sido traído allí
anoche.
—Es un poco más grande que yo, o le prestaría algo —dijo
Thomas. Aunque Thomas y Greg tenían más o menos la misma altura,
Greg era más amplio de pecho y hombros, tenía una figura más
parecida a la de sus hermanos.
—Debe caber en la ropa de tus hermanos, — señaló Jeanne
Louise, sus ideas aparentemente corrían a lo largo de la misma línea
que las de Lissianna—. También dejan ropa aquí. Iré a buscar algunas
y las traeré.
—Gracias —dijo mientras los cuatro dejaban la habitación.
—Es mejor que me arregle también —murmuró Lissianna,
evitando encontrarse con la mirada de Greg cuando se deslizó de la
cama.
Se encontraba repentinamente muy consciente de cómo debía
verse, todo un desorden, y su cara sin maquillaje, adormilada, la ropa
arrugada, su pelo. Nunca llevaba mucho maquillaje de todos modos,
pero igualmente...
Lissianna caminó hasta el tocador, agarró un par de bragas y un
sostén del último cajón, se detuvo en el ropero para jalar un par de
vaqueros y una camiseta y luego se adentró en el baño. Una mirada
de sí misma en el espejo la hizo gemir. Lo del cabello revuelto al
levantarse de la cama no era una broma. Se veía como si alguien
hubiera batido su pelo con una batidora.
Haciendo una mueca, decidió que una buena dosis de crema de
enjuague era, probablemente, lo único que podría conseguir liberar su
pelo de esos nudos por lo que tendría que tomar una ducha sí o sí.
Quince minutos después Lissianna estaba duchada, cambiada,
había cepillado sus dientes, se había puesto un poco de lápiz labial y
estaba a punto de secar su pelo cuando se dio cuenta de que había
dejado Greg, desconsideradamente, atado a la cama.
Dejando su secador de pelo, salió rápidamente al dormitorio,
disculpándose mientras lo hacía:
—Lo siento, Greg. Debí haberte desamarrado en lugar de sólo
despegar de ese modo.
—Eso está bien, pero me alegro de que lo recordaras cuando lo
hiciste. Tengo que usar el baño —admitió, cuando ella se puso a
trabajar con las sogas.

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—Hay toallas ahí si quieres ducharte —dijo Lissianna en cuanto
estuvo desatado y fuera de la cama.
—Gracias.
—¡Oh! Y te traeré un cepillo de dientes. Mami siempre guarda
uno nuevo en el armario de la ropa blanca para las visitas.
—Bien, supongo que el cuidado dental es un asunto importante
para tu gente —comentó Greg cuando cruzó la habitación hacia la
puerta de baño.
Lissianna estaba tratando de figurarse cómo debería tomar eso,
cuando él echó un vistazo por encima de su hombro divertido, y dijo:
—Eso era broma.
—¡Oh!
Se relajó y llevó una sonrisa cuando desapareció en el baño.
—Idiota, por supuesto era una broma. Despiértate —se farfulló
a sí misma en cuanto se cerró la puerta.
Lissianna salió en busca de un cepillo de dientes, pero su mente
estaba tratando de adivinar qué hora era. Conjeturaba que era media
tarde, lo que quería decir que no había dormido nada más que cinco
horas otra vez. Se estaba haciendo un hábito, pensó con un suspiro.
Pero los cepillos de dientes no estaban en el armario de la ropa
blanca como había pensado. Lissianna fue abajo para verificar la
despensa ya que seguramente se habían equivocado y los habían
puesto ahí, pero no encontró ninguno. Tropezó con el ama de llaves
de su madre cuando regresaba; María explicó que algunos invitados
habían olvidado sus cepillos de dientes esta vez y los habían usado
todos. Los tenía en su lista de compras semanal, pero no había nada
por el momento.
Greg estaba silbando en el baño cuando Lissianna volvió a
entrar al dormitorio, pero no había sonido de agua corriendo. Golpeó
la puerta.
—¿Greg?
El silbido murió.
—¿Sí?
—Supongo que estamos sin cepillos de dientes ahora mismo, lo
siento.
—Está bien. —Titubeó brevemente y luego agregó—: ¿te
molestaría si uso el tuyo? No es como si no hubiéramos
intercambiado saliva o algo.
Lissianna estaba mirando la puerta de baño, un poco afectada
sin comprender la frase de saliva intercambiada, cuándo Greg abrió la
puerta y la miró atentamente.

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—Esa era otra broma, Lissianna —dijo, corrigiéndose luego él
mismo—. Bien, no es que no hayamos intercambiado saliva, pero
decirlo de esa manera la parte de broma.
—¡Oh! Sí —murmuró Lissianna, aunque apenas lo había
escuchado, su atención estaba enfocada en su pecho.
Había pensado que la falta de agua corriente había querido
decir que no se había duchado aún, pero obviamente lo había hecho
mientras estaba abajo. Su pelo estaba húmedo y estaba de pie allí
con nada más que una toalla envuelta alrededor de su cintura. Mi
querido Dios, el hombre era precioso.
—¿Es ‘Oh si’ puedes usar mi cepillo de dientes o ‘Oh si’
intercambiamos saliva? —preguntó.
Cuando Lissianna lo miró sin expresión, él inclinó su cabeza, y
dijo:
—Realmente no eres madrugadora, ¿o sí?
Lissianna cerró sus ojos y se volteó mientras todavía tenía una
neurona funcionado en su cabeza. Las demás parecían estar viajando
más al sur. Y había pensado que solamente eran los hombres los que
tenían ese problema.
—No tendrías por ahí una de esas cosas una maquinilla de
afeitar que pudiera usar, ¿o sí? —preguntó Greg.
—Sí —pausando, Lissianna se dirigió a buscarla a uno de los
cajones del baño.
—Gracias —dijo Greg, agarrándola.
—Lamentablemente no tengo crema de afeitar —dijo en tono
apenado.
—Saldré del apuro con espuma de jabón —dijo con un
encogimiento de hombros, agarró su brazo entonces cuando se movió
para dirigirse nuevamente al baño—. Ibas a secar tu pelo, ¿no? —
señaló al secador de pelo acostado en el mostrador del baño para
explicar cómo lo sabía.
—¡Oh! sí.
Acababa de tomarlo cuando se había dado cuenta de que Greg
todavía estaba atado.
—Bien sólo me estoy afeitando y nada más ahora mismo.
Puedes compartir el espejo, si quieres. El espacio del vanitori es lo
suficientemente grande para ambos.
Lissianna vaciló, tímida de pronto ante la idea de compartir el
espacio del baño con él. Pero entonces se dio cuenta de que estaba
siendo absurda y asintió con la cabeza.
—Bien —Greg se volvió hacia el mostrador y abrió la canilla de
la derecha.

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No hacía más de media hora el baño había sido una habitación
grande y espaciosa. Había sido una espaciosa planta que albergaba
una bañera inmensa, un servicio, un canasto para la ropa de sucia y
un contador que corrió a todo lo largo de una pared entera con dos
lavabos en ella y una sobrecarga de espejos. Pero en cuanto Lissianna
estuvo ahí con Greg, se tornó increíblemente pequeño. Al principio se
sintió torpe e incómoda mientras encontraba su cepillo del pelo,
tomaba el secador, desentrañaba el cordón y lo tapaba, todo
mientras era extremadamente cuidadosa de no golpear a Greg o
acercarse demasiado.
Por su parte, Greg no parecía notar el empequeñecimiento de la
habitación. Hasta donde podía saber, apenas parecía consciente de
su presencia mientras se concentraba en hacer espuma de la barra
de jabón. Dándose una sacudida mental por actuar como una niña,
Lissianna encendió el secador y se puso a trabajar sobre su pelo,
haciendo su mayor esfuerzo para no quedarse mirando su pecho en el
espejo mientras lo hacía.
Lissianna no hizo mucho estilo con su pelo. Era naturalmente
ondulado y se veía bien tal y como era. Solamente se molestaba en
secarlo cuando tenía que salir al frío como planeaba hacerlo, así que
no tardó mucho en liberarlo de lo peor de la humedad. En cuanto
estuvo casi seco, apagó el secador y empezó a enrollar el cordón.
—Tienes un reflejo.
Lissianna se detuvo y encontró su mirada en el espejo.
—Sí.
—De acuerdo con todas las historias, los vampiros no tienen
reflejos —señaló—. Supongo que ésa es otra cosa que está
equivocada.
—¡Oh! Sí.
Asintió con la cabeza y volvió a recoger el cordón.
—Iba a preguntarte… —Greg le echó un vistazo—. Thomas dijo
que tu padre tuvo un problema con el alcohol. Por eso, supongo que
tu gente puede beber líquidos aparte de sangre.
—Sí, podemos, pero no bebía así.
—¿De verdad? —Sus ojos eran curiosos cuando se encontraron
con los suyos en el espejo—. Entonces cómo hacía tu padre…
—Sangre —contestó antes de que él pudiera terminar la
pregunta—. Sangre donada por alcohólicos en una juerga.
Greg frunció el ceño con incredulidad.
—La mayoría de los bancos de sangre no toman donaciones de
aquellos que abusan de sustancias.... No creo.

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—No, pero tenemos nuestros propios bancos de sangre —le
informó Lissianna—. Es un banco de sangre legítimo, abastecen a
hospitales y clínicas tanto como a nuestra gente.
—¿Y aceptan sangre de borrachos?
Se encogió de hombros.
—Sí, se llama Wino Reds, pero nunca va a los hospitales o las
organizaciones mortales. Es estrictamente para el consumo por
nuestra clase.
Greg consideró eso, entonces preguntó:
—¿Y la gente que abusa de otras sustancias? ¿Toman su
sangre, también?
Lissianna asintió con la cabeza.
—Tenemos todo un completo rango de variedades; High Times,
Dulce éxtasis, Mordisco Dulce.
—¿High Times? Esas tienen que ser las personas con alto
niveles de THC1 en su sistema. El Dulce éxtasis sería sangre de las
personas que consumen éxtasis. ¿Qué es…?
—No preguntes, es mi turno —interrumpió Lissianna. Tenía
algunas que hacer ella misma, y lo dijo—: Respondí a una tonelada de
cuestiones para ti antes. Es tu turno.
—Está bien. Eso es justo. ¿Qué quieres saber? —indagó Greg
simplemente mientras pasaba la maquinilla de afeitar por su mejilla.
Todo, pensó Lissianna, pero dijo:
—Bien, estoy suponiendo que no estás casado o habría sido
más problemático para mamá secuestrarte en tus vacaciones. Ah y, a
propósito, me siento apenada por eso.
Antes de que pudiera preocuparse demasiado porque no
hubiera podido proseguir su viaje a Cancún, Greg dijo:
—No lo sé, me ahorró una larga espera en el aeropuerto en
vano. El vuelo fue cancelado, pero supongo que no antes de dejar a
todos los pasajeros esperando por, al menos, tres horas.
—¿De verdad? —preguntó con sorpresa.
—Sí —asintió con la cabeza—. Irónico, ¿no?
Sonrío débilmente ante su buen humor.
—¿Por qué no estás enfadado? ¿No te molesta en absoluto?
Greg se detuvo en su tarea de afeitarse y admitió:
—Bien, estaba muy enfadado al principio. Quiero decir, ser
raptado dos veces en menos de veinticuatro horas y luego descubrir
que tus captores son vampiros puede ser un poco… demasiado.
1
Siglas del tetrahydrocannabinol, un compuesto obtenido del cannabis o fabricado
sintéticamente; es el componente fundamental de la marihuana y el hachís

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Lissianna estaba muy segura de que eso podía ser considerado
un día estresante según los cánones de cualquiera.
—Pero luego.... —vaciló, y rápidamente dijo—: Thomas estaba
llevando un pijama de Spiderman.
Parpadeó confusa ante sus palabras, y se río.
—Sé que eso parece raro, pero es difícil estar atemorizado o ni
siquiera enfadado con un tipo enfundado en un pijama de Spiderman
—dijo Greg impotentemente—. O las chicas en sus baby dolls por ir al
caso, así que no me siento en peligro. Y, encima, tu familia me
recuerda un poco a la mía.
Lissianna levantó sus cejas, encontrando difícil de creer que su
familia pudiera parecerse a cualquier otra.
—Incluso Marguerite —añadió—. Mi mami es la cabeza de la
familia también. Enviudó cuando éramos pequeños, y gobernaba el
gallinero. De la misma manera que tu propia madre, daría cualquier
cosa por proteger o ayudar a uno de sus niños. Es obvio que hay
mucho amor aquí y... Bien... Tú tienes que admitir que todo esto
puede resultar muy interesante. Fascinante.
Lissianna no estaba segura sobre la parte de fascinante, pero
había crecido rodeada por su familia. Todo era muy normal y común
para ella así que dijo:
—¿Tienes una familia grande, entonces?
—No realmente. Por lo menos, no creo que lo sea. Quiero decir,
nadie ha tenido diez o doce niños o algo por el estilo. Tres suele ser el
promedio, y la mayoría de ellos son de sexo femenino —añadió con
una mueca—. De las tres hermanas de mi madre, solamente una está
todavía con su marido. Una se ha divorciado y la otra ha enviudado
de la misma manera que mi mamá. Tengo dos hermanas,
aproximadamente ocho primas de sexo femenino y un primo. Los
hombres son una minoría.
—¿Y de parte de tu padre?
—No se han preocupado por nosotros desde mucho antes de
que papá se fugara con su secretaria.
Lissianna frunció el ceño.
—Pensaba que tu madre había enviudado.
—Se murió antes de que pudieran divorciarse —explicó Greg—.
Él y su novia murieron sólo una semana después de que salieran
corriendo. El marido de la secretaria se estrelló con el automóvil en el
que estaban. —Greg sonrío irónicamente—. Mamá no trató de no ser
demasiado petulante sobre ello, pero dio el viejo refrán de que
‘Cosechas lo que siembras.'
Lissianna mordió su labio para reprimir una sonrisa, y preguntó:
—¿Por qué te hiciste psicólogo?

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—¿Por qué? —lanzó un resoplido—. Supongo que me gusta
ayudar a las personas. No hay nada más grandioso o satisfactorio que
saber que has ayudado alguien con algo y haberle hecho la vida más
fácil.
Lissianna sintió la admiración brotar en ella.
—Eso es…
—Antes de que digas algo bonito, debes recordar que también
tienen que pagar para que los ayude.
Se río y agitó su cabeza, teniendo por seguro que estaba siendo
modesto y que estaba, probablemente, incómodo al aparecer
demasiado noble.
—Podrías hacer mucho más dinero en algunos otros trabajos y
no estar ayudando a las personas.
Greg se encogió de hombros y regresó al espejo.
—¿Por qué no estás casada?
Lissianna parpadeó ante la pregunta, abrió su boca para
responder, pero entonces se detuvo y entrecerró los ojos cuando
recordó que se suponía que era ella la que tenía que estar haciendo
las preguntas ahora. Inmediatamente después de recordar a eso, sólo
preguntó:
—¿Por qué no lo estás tú?
Su mirada encontró la suya en el espejo, y esperó a que él
argumentara que había preguntado primero, pero entonces
respondió:
—Casi lo fui, casi.
Lissianna arqueó una ceja.
—¿Casi?
Greg asintió, su atención volvió a la tarea de afeitarse cuando
dijo:
—Meredith. La conocí la primera semana del primer año de la
carrera. La rescaté de un novio maltratador fuera del bar de la
universidad. Hicimos buenas migas y empezamos a salir —se encogió
de hombros—. Salimos durante dos años, y todos empezaron a
esperar que nos casáramos, así que le propuse matrimonio y todos
comenzaron a enloquecer haciendo los arreglos de boda.
—¿Qué ocurrió? —preguntó Lissianna con curiosidad.
Greg suspiró y miró detenidamente al sumidero, mientras
enjuagaba la maquinilla de afeitar.
—Cuanto más se acercaba la boda, más me preocupaba. Todos
se empeñaban en decir que eran sólo los miedos prenupciales así que
lo dejé estar; pero aproximadamente un mes antes de la boda mi
catedrático de psicología me dijo que parecía estar preocupado y me

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preguntó qué es lo que estaba mal —se detuvo para explicar—: La
boda iba a tener lugar la semana después del final del trimestre.
—De todos modos —continuó Greg—, preguntó, y solté todo. No
pensé que tuviera mucho sentido. Me llevó a una habitación de
descanso, me dio un café, y me hizo hablar. Estuvimos ahí mucho
tiempo, pero antes del momento de irme, sabía que no podía casarme
con Meredith. El día siguiente rompí con ella y cambié mi especialidad
a psicología.
Los ojos de Lissianna se abrieron.
—¿No te especializaste en psicología desde el principio?
Greg sonrió abiertamente y agitó su cabeza.
—Periodismo y, aunque me gustaba bastante, hasta donde yo
estaba interesado, ese catedrático me dio mucho que pesar. Quería
hacer eso por otros.
Lissianna consideró lo que había dicho, y preguntó:
—¿De una charla con él pudiste ver que Meredith no era para ti?
—No exactamente. Fue una charla que me hizo mirar las cosas
que me habían estado molestando por meses, las razones detrás de
por qué me estaba preocupando tanto por la boda.
—¿Cuáles eran?
Hizo una mueca, resopló y dijo:
—Era demasiado dependiente.
Lissianna esperó pacientemente que se explicara.
—Te dije que la conocí rescatándola de un novio maltratador,
pero después de eso la estaba rescatando constantemente. No de
algo tan grave como esa vez, pero siempre venía a mí con pequeños
problemas y esperaba que yo los solucionara. Quería que alguien la
cuidara. Admitió que ni siquiera estaba en la universidad para
conseguir una educación sino para encontrar un marido. Quería ser
un ama de casa y criar bebés. Empecé a tener pesadillas sobre ese
ahogar y.... —Greg agitó su cabeza—. Supongo que suena raro,
debido a lo que dije sobre que lo de mi catedrático en psicología me
había hecho pensar en ayudar a los demás.
—Puede que sí, un poco. Es lo que tú haces, después de todo,
ayudar a personas con sus problemas.
—Ah, pero ésa es la tecla, los ayudo con sus problemas. Ellos
hacen el trabajo duro, yo sólo los guío y los conduzco a trabajar las
cosas. Meredith quería ser cuidada. Quería que solucionara los
problemas para ella. Es como la diferencia entre enviar una barcada
de agua embotellada al área afligida por una sequía, y enviar un poco
de agua más al equipo mientras les enseñas como cavar pozos y
regar, etcétera. Si tú sólo les envías el agua, sólo necesitarán mayor
cantidad después, si les envías un poco de agua y el conocimiento de

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cómo hacer más, el equipo tendrá el agua necesaria hasta aprender a
usar los útiles para conseguir luego, por sí mismos, toda la que
necesiten.
—Mis pacientes están buscando el equipo y el conocimiento de
cómo hacer para ser independientes... Como tú quieres serlo.
—Meredith sólo quería el agua... Una y otra vez. Se deleitaba en
su dependencia. Decía que me necesitaba completamente. No
confesaría tener una opinión ni siquiera sobre cosas tan pequeñas
como a qué restaurante ir cuando salíamos. Cada decisión era la mía
—Greg agitó su cabeza—. Algunos hombres desean eso, pero no era
lo que yo quería en una esposa. Para mí, el matrimonio debe ser una
sociedad. ¿Cómo puedes querer a alguien a quien tienes que cuidar
constantemente de la misma manera que un niño? Una esposa
presupone ser una pareja, y las parejas se ayudan mutuamente
cuando lo necesitan, pero se supone que existe un equilibrio sobre
quien ayuda a quien en mi libro, no porque uno necesita al otro. Con
Meredith, habría tenido que ser más fuerte y llevar la carga siempre.
Quería…
—Un igual — terminó Lissianna por él.
—Sí —Greg encontró su mirada en el espejo, agitó su cabeza
entonces y se maravilló—. Todo esto es realmente extraño. Llego a
olvidar qué eres tú.
Lissianna preguntó calmadamente:
—¿Importa?
—Sí y no —admitió—. No afecta la manera en que te veo, o no
olvidaría que es lo que tú eres. Por otro lado, es como conocer a una
estrella de rock o algo por el estilo. Quiero decir, ¿cuántos tipos viven
conociendo la existencia de los vampiros?
—La pregunta sería, cuántos viven para repetirlo.
Lissianna y Greg giraron bruscamente ante ese agudo
comentario para encontrar a Mirabeau —vestida y lista para partir—
en la entrada.
—¡Aquí estás! —Jeanne Louise apareció detrás de ella y les
dirigió una sonrisa —. Trajimos ropa. Mirabeau y Elspeth ayudaron.
Sal y elige tú mismo.
—No estábamos seguras de qué querrías llevar, Greg —dijo
Elspeth, enderezándose luego de apoyar una pila de ropa sobre la
cama al lado de otras dos—. Así que trajimos toda una selección.
Lissianna llevó a Greg a la cama para mirar la ropa. Habían
traído más que una selección. Greg tenía para elegir entre vaqueros y
camisetas, trajes, pantalones de etiqueta y suéteres. También había
un manojo de camisetas, boxers, y pantalones cortos. Miró por
encima la colección, escogió un par de vaqueros y una camiseta y se
volteó.

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—Gracias, damas —dijo mientras desaparecía en el cuarto de
baño para vestirse.
Elspeth echó un vistazo a Jeanne Louise y se encogió de
hombros.
—Supongo que perdemos la apuesta.
—¿Qué apuesta? —preguntó Thomas, entrando en la
habitación.
—Boxeadores o calzones —contestó Jeanne Louise—. Yo aposté
por boxers. Elspeth pensó en calzones. Pero va de comando.
—Quizás simplemente no quería usar la ropa interior de otra
persona —indicó Lissianna, pero su mente quedó fijada en el hecho
de que Greg estaba de comando ahora.
—Hace frío afuera —comentó Elspeth—. Espero que no se le
enfríen.
El silencio cayó sobre ellos cuando la puerta del baño se abrió y
Greg salió.
—Los vaqueros están un poco ajustados, pero sirven.
La mirada de Lissianna se deslizó sobre los vaqueros y la
camiseta que había seleccionado de la pila sobre la cama. La ropa le
quedaba como un guante, y el hombre parecía tan sexy como el
infierno.
—Te ves como un bocadillo —le aseguró Elspeth.
—Bueno, entonces podemos irnos. Estoy completamente
muerto de hambre.
—Hmm. Yo también estoy un poco famélica —murmuró
Mirabeau, y Lissianna dejó de comerse con los ojos a Greg para
volverse contra su amiga conmocionada. Mirabeau solamente sonrió
y se dirigió hacia la puerta, murmurando—: Mi, mi. Alguien es
protector del pequeño mortal, ¿no?
Las palabras habían sido un simple susurro, y Greg no podía
haber escuchado, pero Lissianna se ruborizó cuando sus primos se
giraron para mirarla divertidos. Su oído era tan bueno como el suyo y
habían escuchado el comentario molesto, por supuesto.
—¿Estás segura de que debemos hacer esto? ¿No creen que
mamá y tía Marguerite no van a estar demasiado felices de que lo
saquemos? —sugirió Elspeth.
—Entonces deberían haber pensado en recoger un poco de
comida para él —dijo Lissianna con gravedad—. Además, nunca
sabrán que nos fuimos. Estaremos de regreso mucho antes de que
despierten.

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Capítulo 11
—¡Está despierta!
Todos en la furgoneta saltaron cuando Vicki gritó esas palabras,
incluyendo a Thomas que, asustado, pisó arrebatadamente los frenos,
haciendo que todos dieran un tirón en su asiento.
—Maldición —murmuró Lissianna, agradecida de haberse
abrochado el cinturón de seguridad.
—Vicki, cariño —gritó Thomas con fingido palmoteo mientras
terminaba de aparcar—. Si alguna vez vuelves a hacer eso cuando yo
esté conduciendo, tomaré tu pequeño y escuálido cuello.

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—Lo siento, Thomas —la niña no parecía muy apenada—. Sólo
temía que tía Margarite estuviera esperando por nosotros. Quiero
decir, Lissianna se imaginó que estaríamos de vuelta antes de que
despertara. Pero la tía Margarite ya está despierta.
—Y, muchachos, parece enojada —comentó Juli.
Lissianna estaba de acuerdo. De hecho, su madre la miraba
enfadada, parada entre la puerta principal y el garaje. En realidad,
lucía tan enojada el día de hoy como lo estaba ayer, a pesar de que
debía ver que Greg estaba en la furgoneta con ellos.
Él estaba en el asiento del pasajero, siguiendo las instrucciones
de Thomas. Los chicos, había insistido, deberían ir al frente. Una
decisión totalmente sexista de la que Juli se había quejado pero que a
Lissianna no le importaba, eso había hecho que a Thomas le gustara
el hombre. Y por alguna razón, eso la complacía.
—De acuerdo —Thomas paró el motor de la furgoneta y
desabrochó su cinturón de seguridad—. Actúen de manera casual. No
hay ninguna razón para que tía Margarite esté enojada. Apenas
lleguen a ella, sonrían, luego descargamos los comestibles y vamos
adentro juntos. ¿Entendido?
—Entendido —contestaron todos y comenzaron a moverse. La
furgoneta fue inmediatamente inundada por el sonido de las puertas
al abrirse y cada quien por su lado, salió fuera.
—Gracias —murmuró Lissianna cuando Greg tomó su mano
para ayudarla a bajar. Él le dio un apretón ligero con los dedos y se
dio la vuelta para ayudar a los demás, mientras ella siguió a Mirabeau
a la parte trasera de la camioneta. Echó un vistazo entre la puerta del
garaje y la casa mientras caminaba, sólo para encontrar que su
madre seguía allí.
Lissianna suspiró. Lastimosamente, ellos tendrían que volver. El
último par de horas habían estado muy relajados y divertidos, todos
bromeando y riendo.
Greg había demostrado ser todo un caballero aún cuando había
estado atado a una cama. En el restaurante familiar en el que Thomas
los había llevado a comer, Greg les había sostenido las puertas y
separado las sillas con un antiguo encanto que Lissianna creía
perdido en los hombres de hoy en día. Juli, Vicki y Greg fueron los
únicos que habían comido. Los otros habían tomado café y jugo,
mirando con diversión cómo esos tres engullían el alimento como si
no hubiesen comido por días.
Después, habían asaltado las tiendas de comestibles. Desde el
primer momento en el que estuvieron dentro, las gemelas habían
comenzado a discutir sobre quién de ellas iba a empujar el carrito de
compras. Greg había parado la disputa, argumentando que él sería
quién debía manejarlo, dejándoles el camino libre para que decidieran
qué era lo que querían llevar. No fue raro que él mismo hubiese
intervenido en varias ocasiones porque el hombre era tan débil ante

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los dulces como las gemelas. Al final, el carro había sido llenado casi
en su totalidad por comida chatarra. Había caramelos, opciones
saladas, congelados y comida preparada, como perritos calientes y
pizza; y tres clases diferentes de palomitas de maíz. Por lo visto, Greg
y las chicas pensaban llevar a cabo todo un mes de pijamazas.
—Demonios —murmuró Lissianna cuando ella y Mirabeau
llegaron a la parte trasera de la furgoneta justo cuando Thomas abría
el baúl para sacar las compras del interior—. No puedo creer que
hayamos comprado tanta comida. ¿Quién se va a comer todo esto?
—¿Estabas pensando que nos queríamos todo el mes, verdad?
—preguntó Elspeth con diversión cuando ella y los demás se
detuvieron.
—No es tanto —protestó Vicki.
—Hay el alimento suficiente para dar de comer a una familia de
diez integrantes —dijo Mirabeau.
—O a dos niñas en crecimiento y a un grande y fuerte mortal
con un apetito feroz —contestó Juli.
—Dos niñas en crecimiento y un grande y fuerte mortal con un
apetito feroz por la comida basura —dijo Jeanne Louise con recelo, y
luego le echó un vistazo a Greg—. Puedo entender las preferencias
alimenticias de las muchachas porque son adolescentes, pero tú no
comes todo esto en casa, ¿o sí?
—No —admitió él con una sonrisa—. Como todo lo que es sano:
fruta, vegetales, arroz y pollo asado a la parrilla —se inclinó hacia la
furgoneta para tomar dos de los tres paquetes de palomitas de maíz,
esperando a que Thomas agarrara el último antes de utilizar el codo
para cerrar la puerta del maletero, y añadió—: Pero como durante
esta semana estoy de vacaciones, pensé que no sería malo. La
próxima semana volveré con la comida sana y el ejercicio.
—Ustedes, los mortales —rió Thomas en silencio mientras le
daba un codazo a la segunda puerta para cerrarla—. Se pasan dos
semanas al año comiendo lo que quieren, para luego estar el resto de
las cincuenta y cinco semanas del año arrepintiéndose. Eso debe ser
una mierda.
—Hmmm —la boca de Greg se torció cuando el grupo, de mala
gana, comenzó a dirigirse hacia la puerta, en donde Margarite seguía
esperando—. Supongo que ustedes, chicos, no tienen que
preocuparse de hacer una dieta de sangre, pero pienso que seguiré
con los fritos y la pizza.
Lissianna aún se reía de ese comentario cuando alcanzaron a su
madre. Su risa desapareció rápidamente con incomodidad cuando
divisó su expresión severa.
—Mamá —saludó dando una cabezadita—. Te levantaste
temprano.

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—¿Haciendo las compras? —preguntó Margarite,
maliciosamente, gesticulando hacia Lissianna mientras pasaba a su
lado y se movía la mitad del camino hacia el garaje, pasando los dos
coches y alcanzando su auto deportivo antes de darse la vuelta para
afrontarla.
—Lo sé —dijo Lissianna rápidamente—. Estás alterada porque
hayamos llevado de compras a Greg, pero no había ningún alimento
en casa y él y las gemelas estaban privados de la comida. Y… —
añadió—, él se comportó perfectamente todo el tiempo. No trató de
escapar o convencernos de que lo lleváramos a su casa, ni nada —
Lissianna se pausó para capturar algo de aliento y agregó—:
Sinceramente, mamá, no puedes tener a este hombre atado a la
cama todo el tiempo. Eso es un secuestro. Se suponía que tú ibas a
limpiar su memoria, no traerlo aquí de nuevo.
Margarite suspiró. Algo de su cólera había desaparecido.
—Lo intenté. Lamentablemente, él tiene una mente muy fuerte.
Peor aún, había conjeturado lo que éramos y eso lo hizo aún más
complicado.
—Sí, lo sé —reconoció Lissianna—. Me hizo unas preguntas esta
mañana y le expliqué unas cuantas cosas.
Margarite asintió.
—Bueno, el conocimiento y su cautela lo hacen casi imposible
de controlar ahora. Martine es la única que puede hacer algo,
controlarlo mentalmente. Mientras ella está en sus pensamientos, él
hace lo que queremos, pero en el momento en que es liberado…—se
encogió—. Permanece tranquilo unos minutos más... y no pudimos
limpiar su memoria.
—Demonios —Lissianna dejó caer sus hombros con cansancio.
Echó un vistazo hacia la puerta donde los demás aún la esperaban.
No se habían ido, haciendo acopio a la frase «Todos para uno», en
caso de que ella gritara pidiendo ayuda. Sonrió ligeramente ante su
muestra de apoyo, y luego miró nuevamente a su madre para
preguntar—: ¿Y ahora qué?
—Lo llevaremos con tu tío Lucian para que lo examine.
—¿Con el tío Lucian? —Lissianna se apoyó contra el coche
deportivo de su madre, de repente sus piernas se volvieron débiles
debido a la preocupación. Cuando el tío Lucian era llamado para que
acudiera a atender un tema delicado, eso significaba que era malo.
Muy malo.
—Que no cunda el pánico —dijo Margarite rápidamente—.
Lucian es viejo, mucho más viejo y mucho más experto y poderoso.
Espero que él pueda solucionarlo, y así limpiar su memoria como
nosotros no pudimos hacer.

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Lissianna también lo esperaba. Sabía muy bien que si el tío
Lucian no podía borrar su memoria, nadie podría, y no vacilaría en
borrar a Greg del mapa para que no pusiera en peligro a la especie.
—¿Cuándo viene? —preguntó con inquietud, y sus ojos se
estrecharon cuando vio a su madre morderse el labio y vacilar para
responderle.
—Bien, ese es un problema —admitió—. Estamos teniendo
problemas para contactarnos con él.
—¿Qué? —inquirió Lissianna.
—Bastien prometió buscarlo por mí. Mientras tanto… —dijo con
un forzado ademán—, no hay razón para que el Dr. Hewitt no te trate
mientras esté aquí.
Lissianna rodó sus ojos ante su persistencia. Esa mujer nunca
desistía cuando ponía su atención en algo. Sacudiendo la cabeza, dijo:
—Es que simplemente no puedo estar con él, sintiéndome de lo
más tranquila, cuando sé que lo estamos reteniendo en contra de su
voluntad.
—Estoy segura de que estará de acuerdo —le aseguró Margarite
—. Parece un hombre bastante razonable. Y como has dicho, salió con
ustedes a hacer las compras esta mañana y se comportó
maravillosamente, volviendo sin ningún problema —deslizó su mirada
por el hombre y añadió—: Estoy segura de que ya quiere venir.
Lissianna siguió su mirada que estaba fija en Greg. Las estaba
observando con ojos solemnes, obviamente conciente de que estaban
hablando de él. Forzando una sonrisa para tranquilizarlo, se volvió
hacia su madre y le advirtió:
—No tienes ni idea de cuánto le tomará a Bastien detectar al tío
Lucian. Eso podría llevar tiempo.
—Sí —reconoció Margarite. El tío Lucian tendía a desaparecer
por amplios períodos de tiempo. Nadie sabía a dónde iba, pero
siempre volvía si se presentaba alguna emergencia que requiriera de
su atención. Sin embargo, ¿quién sabía si él consideraría esto una
emergencia que necesitara de su atención inmediata? Después de
todo, Greg estaba controlado y no representaba ninguna inmediata
amenaza mientras estuviera allí.
—No puedes mantenerlo amarrado —dijo Lissianna.
—Lissianna…
—Mamá, no puedes —debatió—. No es ningún animal y no
puedes tenerlo amarrado en plan de esclavo sin que eso le moleste.
—Sí, pero…
—Yo le hablaré —la cortó rápidamente—. Si él promete no
tratar de escaparse…

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—Seré yo la que hablará con él —interrumpió Margarite,
firmemente—. Y entonces, lo decidiré.
Lissianna vaciló, pero no era como si tuviera mucha voz ni voto
en el asunto. Asintió no muy convencida, sin embargo, no sabía lo
que haría si su madre decidiera que él tendría que permanecer
amarrado. Lissianna no creía que pudiera aceptarlo así como si nada.
Si lo ataban otra vez, probablemente, lo ayudaría a escapar.
*****
—Aquí vienen —Greg asintió cuando Thomas murmuró esas
palabras.
—Tía Margarite ya no parece enfadada —dijo Juli esperanzada.
—No, pero Lissi no parece contenta —indicó Vicki.
—Luce preocupada —Jeanne Louise se veía afectada, y Greg fue
conciente de los vistazos ansiosos que, de repente, comenzó a
lanzarse el grupo. Supuso que estaban preocupados por lo que eso
podría significar para él. También estaba preocupado por sí mismo.
—Bien, ¿por qué todos ustedes están parados aquí? —Margarite
sonrió cuando llegó al grupo junto con Lissianna—. La comida se
deteriorará, es mejor que la lleven dentro.
Greg parpadeó con sorpresa cuando ella tomó los paquetes de
palomitas de maíz que llevaba. Los levantó tan fácilmente como si
fueran plumas y se volvió para dárselos a Vicki que era la que estaba
más cerca. Y se sorprendió aún más cuando la adolescente los tomó
con una sola mano, sosteniéndolos como lo haría una camarera con
una bandeja de bebidas mientras se dirigía a la casa.
Greg sacudió su cabeza lentamente. Tendría que preguntar a
Lissianna cuánta fuerza extra les proporcionaban los nanos. Esas
cosas eran de gran importancia para él.
—Ven, Dr. Hewitt —Margarite Argeneau lo cogió del codo con
mano firme y giró con él hacia la puerta—. Los chicos guardarán los
comestibles en su sitio. Mientras tanto, me gustaría hablar contigo, si
no te importa.
A pesar de su expresión cortés, Greg sintió como si estuviera
siendo la presa de una manada de depredadores cuando ella lo llevó
lejos de los demás.
—Estaré aquí tan pronto los comestibles estén guardados en su
sitio —anunció Lissianna y Greg echó un vistazo sobre su hombro
para ver la tiesa sonrisa alentadora que forzaba con sus labios. Él
simuló su media sonrisa.
—No hay nada por lo cual preocuparse, Dr. Hewitt —dijo
Margarite con dulzura, mientras lo conducía a través de la cocina
hacia el pasillo—. Sólo vamos a charlar.
Greg no se molestó en responder. No tenía ningún sentido que
mintiera, diciendo que no estaba preocupado cuando la mujer podía

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leer su mente, así que retuvo a su lengua; pero su corazón se hundió
cuando lo condujo arriba. Lo estaba llevando de regreso a la
habitación, y él no dudó en que, una vez que lo tuviera nuevamente
allí, volvería a amarrarlo. Greg sabía que no podría soportar ser atado
a la cama otra vez después de la libertad que había disfrutado esa
tarde.
La salida con los demás había sido todo un placer para Greg.
Había disfrutado de la compañía tanto como de la libertad temporal.
Las Argeneau más pequeñas realmente eran unas devoradoras
insaciables, y Lissianna… ella era simpática, graciosa, divertida. La
había visto relajarse con sus primos y había sido impresionante. Era
abiertamente cariñosa y afectuosa y, obviamente, los respetaba tanto
a ellos como a sus sentimientos. Nunca era condescendiente con las
gemelas. A Greg le gustaba. Ella era, sinceramente, una persona
agradable. Por no mencionar que era tan sexy como el infierno.
Greg hizo una mueca ante sus propios pensamientos, y luego
suspiró cuando Margarite lo condujo hacia el dormitorio en el que
había pasado la mayor parte de los anteriores dos días amarrado.
—Sentémonos en el sofá —sugirió Margarite suavemente
cuando él se dirigió directamente hacia la cama.
Greg hizo todo lo posible para ocultar su sorpresa mientras,
rápidamente, cambiaba de dirección hacia el sofá que se encontraba
contra la pared de la ventana. Se sentó en un extremo al tiempo que
Margarite se ubicaba en el otro. Entonces esperó, preguntándose qué
vendría a continuación. Por mucho que le sorprendiera, la mujer
parecía insegura de cómo comenzar y vaciló durante varios minutos
antes de decir:
—Lissianna me contó que te explicó algunas cosas sobre
nosotros.
—Me respondió un montó de preguntas, sí.
Margarite asintió.
—¿Hay algo que hayas pensado y que tengas el deseo de
aclarar?
Greg titubeó. Después de permanecer un tiempo con el grupo
más joven, fue repentinamente conciente de la diferencia en la forma
de hablar que tenía Margarite Argeneau. Lissianna y los demás tenían
lo que él habría llamado un leve acento, una pequeña en su
pronunciación que era apenas evidente, pero que insinuaba un origen
extranjero. En cambio, Margarite tenía un acento muy pronunciado;
también evitaba la jerga y, raramente, acortaba sus frases. Hablaba
un inglés preciso. Eso le pareció curioso.
—Usted no es canadiense de nacimiento —dijo finalmente.
—Nací en Inglaterra —informó Margarite.

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Greg frunció el ceño. Nunca habría adivinado que su acento era
inglés. Al menos, no era ningún acento inglés que él hubiera
escuchado.
—He vivido mucho tiempo, Dr. Hewitt, y en muchos sitios.
—¿Cuánto tiempo y en cuántos sitios? —preguntó él
puntualmente, y Margarite sonrió ante su agudeza.
—Nací el cuatro de Agosto de 1265 —anunció ella.
La mandíbula de Greg se desencajó, pero sacudió su cabeza y
dijo:
—Es imposible. Eso significaría que tiene más de setecientos
años.
Margarite sonrió abiertamente.
—Sin embargo, es verdad. Cuando nací, Inglaterra estaba en
guerra civil y Enrique III era el rey. No había tuberías y la
caballerosidad era más que la respuesta a un crucigrama. Aunque,
desde luego, eso sólo era permitido para los ricos y poderosos —
añadió irónicamente.
—¿Y tengo que suponer que eras parte de los ricos y
poderosos? —indagó él.
Margarite negó con la cabeza.
—Yo era una campesina. Era la indeseada de uno de los muchos
señores que visitaban el castillo en el que mi madre era una criada.
—¿No deseada? —preguntó Greg compasivo.
—Lamentablemente, sí. Me temo que el único motivo por el que
ella recordaba la fecha de mi nacimiento era porque fue durante la
batalla de Evesham —Margarite se encogió—. Trabajé en el castillo
tan pronto comencé a caminar, y habría muerto allí, probablemente a
una muy corta edad, si Jean Claude no hubiera aparecido y sacado de
todo eso.
—Me han contado que Jean Claude tenía un problema con el
alcohol, ¿es cierto?
Margarite asintió despacio.
—Y eso lo mató. Murió cuando tomó demasiada sangre de un
hombre borracho y se desmayó. No se despertó cuando la casa
estalló en llamas alrededor suyo. Se quemó hasta la muerte.
—Sí, creo que Thomas había mencionado que Jean Claude
murió en un incendio —dijo Greg. Luego levantó una ceja y preguntó
—: ¿Así que tu gente puede morir?
—Por supuesto. No tan fácilmente, pero podemos morir —le
aseguró—. Y el fuego es una de las cosas que pueden matarnos.
—No es una forma agradable de morir, me imagino —murmuró
Greg.

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—No. Y preferiría que Lissianna no siga los pasos de su padre.
—Lo cual es el motivo por el que me trajo aquí —él levantó una
ceja—. No quería alimentarla… err…
—De la forma antigua —sugirió Margarite—. Desde luego que
ella podría seguir alimentándose así, pero es un asunto peligroso.
Además del riesgo a descubrir a nuestra gente, también tiene el
riesgo a alimentarse de la clase incorrecta y sufrir los efectos
colaterales.
—Supongo que a lo que llama «la clase incorrecta», está
refiriéndose a la gente sin hogar en el refugio, ¿no? —preguntó Greg.
—No soy una snob, Dr Hewitt —dijo Margarite, cansinamente—.
Pero la gente sin hogar que busca refugios para vivir, son de la clase
menos sana. Su sangre no es lo mejor en nutrición.
Greg asintió. Lissianna, anteriormente, le había dicho lo mismo,
pero pensó que, probablemente, había mucha gente con casas, que
tuvieran una dieta a base de comida chatarra, resultando de todas
formas como una faltante de nutrientes. No se molestó en mencionar
esto, ya que no era realmente importante.
—¿Entonces de los efectos de los que te preocupas es de que
ella pueda ponerse ebria?
Margarite asintió.
—Lissianna volvió a casa del refugio bebida, o casi, varias veces
después de alimentarse de algún individuo incorrecto cuando ella
todavía vivía aquí. Y sé que esto aún pasa. Ella no siempre puede
deducir si son buena gente o narcotraficantes antes de que sea
demasiado tarde. Todo lo que usan, aumenta su resistencia, pero ella
no tiene ninguna. Así que, tal vez, cuando uno de ellos abandona el
lugar, puede estar medianamente mejorado, tratando de moderarse,
pero la dejan completamente intoxicada y ebria.
Greg trató de imaginarse a Lissianna ebria, pero no pudo. Ella,
simplemente, no se parecía a esa clase.
—Así que… —dijo, repentinamente, Margarite—. ¿Qué es lo que
piensas de mi hija?
Asustado por el cambio de tema, Greg se encontró a sí mismo
poniéndose rígido cuando un torrente de pensamientos se precipitó
en su mente. Él pensaba que Lissianna era hermosa y dulce y
agradable y que olía delicioso y… La lista que rondaba su mente era
infinita, pero antes de que pudiera hacer la colecta de las cosas
cálidas y agradables que él pensaba y sentía hacia Lissianna,
Margarite asintió y preguntó:
—¿Y cómo te encuentras después de todos los conocimientos
sobre nuestra clase? Imagino que debes estar desconcertado.
Greg sonrió ligeramente ante la insinuación de sus palabras.
¿Desconcertado? Oh, sí. Teniendo en cuenta que tus creencias y tu

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opinión del mundo habían sido puestos de cabeza en tan poco
tiempo, resultaba un poco desconcertante, pero también
increíblemente interesante. Sobre todo, después de su conversación
con Lissianna y teniendo algunas cosas explicadas.
Supuso que su interés resultaría extraño para otros, pero…
bien, después de todo, ellos eran personas increíbles, con habilidades
y capacidades de las cuales él sólo pudo hacer conjeturas por un
buen tiempo. Margarite afirmaba tener más de setecientos años. Dios
querido, los acontecimientos mundiales que ella debía haber
atestiguado, los avances tecnológicos, la gente que podría haber
conocido en todo ese tiempo… los verdaderos personajes de la
historia sobre los que Greg y otros sólo podían leer. Incluso Lissianna
—con más de doscientos años— debía haber visto cosas que
sobresaldrían de mentes enfermas.
De cierta manera, se sentía agradecido de haber sido traído a
ese lugar. Era verdaderamente más interesante que andar
holgazaneando en los alrededores del mar, o jugar volleyball en la
playa.
Comprendiendo que Margarite esperaba una respuesta, Greg
levantó la vista, pero antes de que pudiera hablar, ella asintió otra
vez y preguntó:
—¿Estarías dispuesto a quedarte aquí como nuestro invitado y
tratarla?
Greg la miró fijamente, percatándose de pronto, que ella había
estado consiguiendo sus respuestas leyendo su mente, por lo que no
se molestaba a esperar que contestara. Había olvidado, brevemente,
esa capacidad, pero ahora que la recordaba, Greg estaba más
divertido que disgustado. Lo había salvado de buscar las palabras
para decir cortésmente lo que pensaba. Aunque suponía que debería
estar alarmado porque no todos sus pensamientos y sentimientos
hacia Lissianna eran aptos para menores.
—¿Dr. Hewitt? —apremió Margarite.
—Llámeme Greg —murmuró él, notando con interés que ella
parecía impaciente, incluso frustrada. Parecía como si sus
pensamientos evitaran darle la respuesta a su pregunta.
Interesante, pensó.
—¿Tratarás a Lissianna? —repitió.
Una pequeña sonrisa socarrona tiró de sus labios y dijo:
—Cuente conmigo.
Sus ojos se estrecharon ante el desafío, pero inclinó su cabeza y
se quedaron en silencio. Greg permaneció los siguientes minutos
manteniendo su mente en blanco, probando ver si podría bloquearla.
Cuando vio que la impaciencia volvía a aparecer en su rostro, él casi

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se convenció de haberla bloqueado, pero poco después, ella se
enderezó y asintió.
—Deberías inclinarte más por sus necesidades terapéuticas,
antes de despertarla sexualmente, pero veo que también deseas
ayudarla aunque siento que Jeanne Louise tiene razón y no puedes
mantener tu ética habitual en este caso. Tan sólo ayúdala —dijo con
calma, y bostezó—. Ahora, voy a dormir un poco esta mañana. Creo
que volveré a mi cama hasta que se ponga el sol.
—¿Cama? —Greg habló distraídamente.
Su mente estaba consumida por el horror al percatarse de la
precisión con la que ella había leído sus sentimientos. La mujer era la
pesadilla de todo chico, una madre quien sabría lo que quería cada
tipo, que no podía ser engañada por buenos modales y mentiras
corteses.
—Ya no dormimos en ataúdes, Greg. Hubo un tiempo en el que
los ataúdes eran los lugares más seguros para que durmiéramos,
para protegernos tanto de la luz del sol como de personas que
quisieran cazarnos, pero esos tiempos pasaron. Dormimos en camas,
en habitaciones con ventanas tapadas por cortinas oscuras que nos
protegen de los dañinos rayos de sol —Margarite inclinó su cabeza y
preguntó—: ¿No te diste cuenta que estabas en la habitación de
Lissianna?
—Errr… sí —respondió, sintiéndose un poco idiota—. Y
realmente no creía que durmieran en ataúdes, pero…
—Pero no estabas seguro —Greg asintió, excusándose—. Bien,
el resto es fácil. Allí no hay ningún ataúd —le aseguró Margarite,
yendo hacia la puerta—. Lissianna ha estado fuera en el pasillo por
mucho tiempo, no deseando interrumpir. Estará aliviada al
encontrarte todavía desatado. Disfruta el resto de tu tarde. Espero
que sea productiva.

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Capítulo 12
—¿Esa es Marguerite?
Lissianna pausó y echó un vistazo hacia arriba del salón para
ver que Greg se había detenido junto a un retrato sobre la pared.
Retrocediendo, miró detenidamente a su madre en un vestido
medieval.
—Sí. Mi padre lo encargó como un regalo de bodas.
—Se ve joven—Greg pasó un dedo ligeramente sobre el marco
antiguo—. Mamá tenía quince cuando se casaron.
—¿Quince?—él sacudió la cabeza como un niño.
—Entonces se casaban muy jóvenes—señaló ella.
—¿Hay pinturas de ti cuando eras joven?
Lissianna asintió con la cabeza.
—En la habitación de retratos.
Sus ojos se iluminaron con interés.
—¿Hay una habitación de retratos?
No necesitaba tener la habilidad de leerle la mente para saber
que le gustaría verla, justo como no había necesitado la habilidad de
leer su mente para saber que la conversación con su madre lo había
dejado un poco estupefacto. Cuando había entrado en la habitación,
el hombre había estado agitando su cabeza y hablándose entre
dientes sobre algo referido a una pesadilla. Lissianna no tenía idea de
qué había causado tal reacción, pero había estado tan contenta de
que su madre hubiera decidido dejarlo vagar libremente por la casa
que simplemente había preguntado si todo estaba bien. Cuando había

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dicho que sí, había sugerido que se unieran a los otros en la
habitación de espectáculos para una película.
Habían alquilado la película en una tienda de alquiler que
estaba junto a la tienda de comestibles. Había sido idea de Thomas,
una manera de mantener a las gemelas entretenidas. Mientras
estaban desempacando los comestibles, había sugerido que la
miraran en cuanto Marguerite hubiera acabado con Greg. Lissianna lo
había considerado una buena idea en ese momento; ahora, sin
embargo, decidió que podían saltearse la película y en su lugar
desviarse a la habitación de los retratos. Estaba segura, sin embargo,
que lamentaría haberle preguntado cuando se diera cuenta de
cuántos retratos había. Era el equivalente de un álbum de fotos
familiar, y desde que empezaba con el retrato de su madre antes de
su matrimonio en 1280, y seguía hasta que las cámaras vieron la
existencia en el 1800, el número de retratos terminaría mareándolo.
—¡Venga!—Lissianna fue hacia las escaleras—. Te daré un
recorrido rápido antes de que nos reunamos con los otros.
La habitación de retratos había sido el salón de baile
originalmente. Cuando los bailes habían dejado de estar de moda,
habían cambiado de lugar los retratos que habían estado guardados
en el depósito. Había mucho de ellos, y Greg parecía determinado a
revisar cada uno. Estaba fascinado por los pedazos de historia
revelada en las ropas.
—Tienes una familia apuesta—comentó mientras se movían
entre los retratos de sus hermanos. Su madre había organizado los
retratos en forma lineal, empezando con una de sí y Jean Claude,
pintada el año en que se casaron. Era seguido por varias pinturas más
de ellos; algunas juntos y otras por separado, luego su hermano Luc
nació y se unió a las pinturas, primero como un bebé, luego como un
niño y finalmente como un hombre. Su aparición fue seguida por las
de Bastien y luego la de Etienne, finalmente la de ella misma.
—¿Cómo era la vida en esa época?—preguntó Greg, mirando el
retrato de Lissianna que su padre había encargado para su
cumpleaños número veinte. Estaba sentada bajo un árbol llevando un
pálido traje azul largo de la era.
—¿Cómo era?—repitió Lissianna pensativamente cuando los
recuerdos la asaltaron. Luego de un momento, agitó su cabeza y dijo
—: asistir a los bailes de gala de la nobleza, montar en el parque—
simplemente para ser visto ¡claro está! —añadió irónicamente y
entonces agregó—: pero no había ningún televisor, computadoras o
microondas y mujeres eran más bien como esclavas.
—¿Cómo es eso?—preguntó Greg con el ceño fruncido.
Lissianna se encogió de hombros.
—No nos permitían poseer ninguna propiedad o riqueza y
vivíamos bajo el reinado de nuestros padres hasta que nos
casábamos. Se esperaba que las mujeres de la clase alta se casaran

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bien y tuvieran bebés, entonces todo lo que heredábamos o
poseíamos—incluyendo nuestros mismos cuerpos y cualquier niño
que tuviéramos—pasaban a convertirse en pertenencia de nuestros
maridos para que hiciera con ellos lo que deseara.
—Hmm—Greg parecía indiferente ante estas noticias.
Lissianna sonrió ante su expresión, luego se rió.
—Las mujeres de las otras clases empezaban a trabajar entre
los ocho y doce años. Ellas, también, se casaban luego y todo lo que
poseían—incluyendo sus cuerpos y cualquier niño que tuvieran—
pertenecía también a sus maridos. Es mejor hoy.
Observó su decepción y sonrío irónicamente.
—Tienes la visión romántica que muestran en películas y libros.
Estoy segura que mi opinión está coloreada por mis recuerdos y el
hecho de que soy una mujer. Es más fácil ser una mujer ahora. No
necesitamos casarnos si no lo deseamos y no podemos ser forzadas a
que tener niños. Podemos conseguir una educación, tener una
carrera, poseer propiedades, y poseer riquezas. Cuando nací, todo lo
que éramos o nos era permitido hacer era ser hijas cumplidoras,
casarnos y convertirnos en esposas y madres cumplidoras.
—Tú no te casaste ni tuviste hijos— señaló, inclinó su cabeza,
fruncir el ceño y preguntó—¿o sí?
—No.
—¿Por qué? Tienes más de doscientos.
Lissianna sonrío débilmente.
—Lo haces sonar como si fuera una solterona. Todo es relativo.
Cuando es probable que vivas un par de miles de años o más, no hay
necesidad de precipitarse en el matrimonio.
—Sí, pero… ¿doscientos años? ¿En ese tiempo nunca te has
enamorado?
Lissianna se encogió de hombros.
—Es difícil enamorarse cuando todos a quienes conoces no son
nada más que una bonita marioneta bonita.
Greg parpadeó.
—No comprendo. ¿Por qué una bonita marioneta?
Lissianna vaciló, y luego preguntó:
—¿Podrías querer a mi madre?
Su expresión era respuesta suficiente, pero Greg dijo:
—No soy un fanático del control, pero me gusta estar al mando
de mí mismo por lo menos en la mayoría de las situaciones. Me hace
sentir....

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—Inferior, como un niño, nada más que una marioneta andante
y que habla—sugirió y Greg asintió ante la repentina comprensión.
—Ya veo. La relación no podía ser equilibrada. Como Meredith y
yo, tú siempre tendrías el control.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Y… como tú… necesito un igual.
Compartieron una sonrisa, luego Greg miró con atención hacia
atrás a lo largo de las fotografías a una que incluía a Jean Claude
Argeneau.
—Thomas dijo algo sobre tu padre y el control. Tenía algo que
ver con…
—Mi madre era criada en un castillo, sólo tenía quince años—
interrumpió Lissianna, mirando en una pintura de sus padres—. Padre
podía leerla. Entró sobre su corcel; fuerte, apuesto, y brillante como
un nuevo penique y ella se enamoró. Era como un dios ante sus ojos y
fue barrida a sus pies fácilmente. Mamá lo adoraba y lo creía
perfecto. Todo lo cual debió ser indudablemente halagador—señaló
Lissianna con gravedad—. La convirtió y se casó con ella
relativamente rápido y las cosas fueron buenas por un breve tiempo.
—¿Entonces?
—Pero en cuanto el encaprichamiento cayó en declive, vio que
no era perfecto, y sus pensamientos ya no fueron tan halagadores—
Lissianna le echó un vistazo—. Él, por supuesto, pudo leer las
pequeñas ideas críticas tan fácilmente como leería el temor ante él y
se sintió lastimado y frustrado. Empezó beber y flirtear—sin duda en
un intento de reforzar su autoestima desfalleciente.
—¿Podía controlarla como tu madre conmigo?—preguntó Greg.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Era más fácil antes de que se convirtiera, pero después
todavía podía controlarla. Solamente que entonces lo hacía
conscientemente. También ella podía leer sus pensamientos. Por lo
menos podía cuando no los estaba vigilando. Padre no podía o no
quería mantenerlos controlados cuando estaba ebrio.
—Sabía sobre su bebida y donjuanismo—se dio cuenta Greg
horror—. Y lo sabría y se resentiría por cada vez que la controlara.
Lissianna asintió.
—Peor aún. Mamá se enteró de que se había casado con ella
porque se parecía a su esposa muerta en Atlántida, pero que estaba
desilusionado porque, por supuesto, no era su esposa muerta y no
era lo mismo. Había cometido un error que lamentaba y yo pienso
que la castigaba por eso no protegiendo sus ideas deliberadamente.
—Suena como una pesadilla—dijo con gravedad—. ¿Por qué tu
madre no se fue?

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—Era una situación difícil. La había engendrado.
—¿Engendrado?
—Dicen que el cambio es tan doloroso como el parto, y que
alguien que es convertido es nacido a una nueva existencia, así que
quien hacía el cambio es considerado como su progenitor—explicó.
—¡Oh! Ya veo—Greg consideró eso por un momento, entonces
preguntó:
—Doloroso, ¿no?
Lissianna asintió con la cabeza seriamente.
—Yo misma nunca he presenciado uno, pero me dijeron que es
muy doloroso.
Frunció sus labios y entonces dijo:
—¿Por eso se quedó, porque la engendró?
Lissianna hizo una mueca.
—Bien, en parte. Supongo que podría decirse que se sentía en
compromiso con él por eso. Le había dado su nueva vida, tanto como
sus hijos y todas las comodidades y la riqueza de que disfrutaba. Sin
él, mamá se habría quedado como una sirvienta en el castillo donde
nació, trabajado hasta alcanzar una muerte temprana.... eso era algo
que él siempre le recordaba cuando ella perdía finalmente la
paciencia con él.
—Manipulador—dijo Greg en voz alta—. ¿Por qué otra cosa se
quedó?
Lissianna se encogió de hombros.
—La misma razón por la que la mayoría de las mujeres se
quedan en un matrimonio desdichado.... No tenía nada. Él era
todopoderoso, todo era suyo mientras vivía, y podía haberla
castigado seriamente—y con la bendición de la ley y la sociedad—si lo
hubiera dejado.
Empezaron a caminar otra vez, y dijo:
—Afortunadamente, mi padre se aburría fácilmente y partía por
décadas al tiempo que tenía amores con alguna mujer u otra.
Desafortunadamente, siempre regresaba. Éramos más felices cuando
estaba ausente. Sospecho que fue igual para mamá a través de la
mayor parte de su matrimonio.
—Y por haber presenciado esto durante doscientos años, yo
supongo que serías reacia a sujetarte al matrimonio y a la posibilidad
de sufrir del mismo modo.
Lissianna miró la próxima pintura ciegamente, sus palabras
repasando su mente. Nunca había considerado cómo el matrimonio
de sus padres la había afectado, pero en verdad, estaba aterrorizada

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de cometer un error y ser miserable durante casi setecientos años
como su madre.
—Comprendo que no se divorciara en las épocas medievales o
victorianas, pero en la actualidad es algo normal—dijo Greg,
distrayéndola—. Crees que si todavía estuviera vivo él o Marguerite
hubieran…
— No—interrumpió con seguridad.
—¿Por qué?
—El divorcio no es nada que tomemos a la ligera.
—¿Por qué?—repitió.
Lissianna vaciló, y luego dijo:
—Sólo se nos permite engendrar a una persona en nuestras
vidas. Por mayoría, es su compañero. Siendo ese el caso, es mejor
tomarse tiempo y estar seguro que es correcto.
Se encogió de hombros.
—La mayoría se quedan juntos de todos modos. Esos pocos que
se separa permanecen solos o encuentran a compañeros entre
nuestra clase y no necesitan convertir a nadie. Los otros parten y
permanecen solos, o gastan sus vidas moviéndose empujados por la
corriente de un amante mortal al próximo, nunca capaces de
quedarse más de diez años o algo así porque el hecho de no
envejecer se empieza a notar.
—¿Y si aquel que engendras y con el que te apareas se muere?
¿Puedes engendrar otro?
—¡Santo Dios! No—Lissianna se río ante la sugerencia—. Habría
compañeros sufriendo repentinamente accidentes fortuitos por todas
partes si eso estuviera admitido.
—Supongo—asintió Greg—. ¿Pero por qué solo se puede
engendrar a una persona de todos modos?
—Control demográfico—le respondió inmediatamente, apuntado
luego—: no sería bueno si el comedero se sobrepoblara de
anfitriones. También es por eso que solo tenemos permitido tener un
niño cada cien años.
Greg sonó un silbido silencioso a través de sus dientes.
—Eso haría una diferencia de edad entre tú y cada uno de tus
hermanos—pausó y echó un vistazo hacia atrás sobre las fotografías
que ya habían recorrido—, asi que Etienne tiene trescientos y algo.
— Etienne tiene trescientos once, Bastien cuatrocientos nueve,
y creo que… —añadió luego—, mi hermano mayor tiene seiscientos
diez aproximadamente.
Las cejas de Greg se unieron con sorpresa.
— ¿Seiscientos diez? ¿Por qué una brecha grande?

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Lissianna se encogió de hombros.
—Sólo porque no puedes tener más que uno cada cien años, no
significa que tengas que tener uno cada cien años—señaló.
—Es cierto, supongo—estuvo de acuerdo Greg.
—¡Aquí están!—echaron un vistazo a la puerta mientras las
gemelas entraban por ella rápidamente.
—Los extrañamos en la primera película, ¡y era fenomenal!—Juli
se deshizo en elogios.
—Así que pensamos que era mejor venir a ver si querían ver la
próxima antes que empecemos—dijo Vicki.
—Vamos a hacer palomitas de maíz—añadió Juli, tratando de
tentarlos.
Aliviada de poder dejar a un lado el desagradable tema de su
padre, Lissianna esbozó una sonrisa, y dijo:
—Me parece bien. Estábamos casi listos aquí de todos modos.
¿No lo estábamos?—echó un vistazo a Greg de manera inquisitiva.
Él sonrío divertido, pero asintió con la cabeza, y ella dejó
escapar un suspiro de alivio.
—Palomitas de maíz suena bien—dijo—. ¿De qué es la película?
¿Tiene un vampiro?
—¡Oh! ¡Por favor! Cómo si miraríamos películas de vampiros—
resopló Vicki.
—Siempre los pintan malos—se quejó Juli—. Y son tan
estúpidos. Sin ir más lejos, mira el Drácula de Stoker, escribió que
Drac tenía un harén de vampiresas en su castillo y estaba todavía
persiguiendo a Lucy y Mina. ¿¡Hola!? Tú solo puedes cambiar una.
—¿Y eso de transformarse murciélago, ratas, o lobos?—
preguntó Vicki con aversión—. Puaj. ¿Pero qué esperar cuando
consiguió su información de una vampiresa borracha?
—Y luego está Renfield—añadió Juli con un estremecimiento—.
La única manera en que puedes terminar con un comilón de bichos
como Renfield es si el Concilio lo ha decidido.
—¿El Concilio?—preguntó Greg con interés—. ¿Y qué quieres
decir con que Stoke consiguió su información de un vampiro
borracho? ¿Habló con uno de ustedes realmente como yo estoy
haciéndolo?
—No, no como tú lo estás haciendo. Estamos todos sobrios—
señaló Juli.
—Aquí están: estábamos a punto de empezar la segunda
película sin ustedes.
Greg miró alrededor sorprendido ante las palabras de Thomas y
vio que habían llegado a la habitación de espectáculos. Era

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básicamente una sala grande con una pantalla inmensa sobre una
pared y todo el mobiliario preparado de cara a ella.
—¡¡Oh! ¡Hey!—gritó Juli—. Hicieron las palomitas de maíz—
olvidando la conversación se precipitó a tomar el tazón grande de
palomitas de maíz untado con mantequilla que Elspeth estaba
sujetando.
—Jeanne Louise y yo las hicimos—les informó Elspeth, dio uno
de los dos tazones remanentes a Vicki y otro a Greg—. Pensábamos
que ahorraría tiempo. Ahora, siéntese así que nosotros podemos
empezar la película.
Greg agradeció a Elspeth por las palomitas de maíz y siguió a
Lissianna para uno de los dos sofás enfrente de la pantalla. Lo
escogieron juntos cuando alguien apagó las luces y la pantalla se
encendió con la imagen de un logotipo de la compañía de películas.
Era una película de acción, pero ninguna buena y Lissianna no
estuvo muy sorprendida cuando Greg se inclinó hacia ella para
hablar, pero si fue sorprendida por la elección del tema cuando
preguntó en un susurro:
—Pero, sobre esto de solamente engendrar a un compañero y
tener un niño cada cien años.... ¿Quién hace cumplir eso?
Lissianna vaciló. No estaba acostumbrada a hablar de estas
cosas. Aquellos que eran de su gente ya lo sabían y no tenían
ninguna razón para hablar ello, y —fuera de un puñado de personas
selectas de confianza como María, la empleada de su madre—
aquellos que no eran de su gente no sabían nada. Aún así María y
otros mortales como ella no sabían demasiado, solo que eran
longevos, fuertes y con algunas habilidades especiales.
Suponía que adivinaban sobre su vampirismo debido a la
sangre en el refrigerador, de lo que nunca escuchó que hablaran. Y no
había necesidad que ellos estuvieran al tanto del Concilio.
— ¿Es un secreto?—preguntó.
Lissianna se sacudió de sus pensamientos y decidió que no
había razón para no decírselo. Cuando el tío Lucian acabara con él, no
recordaría nada de todos modos. Por lo menos, eso esperaba. La
alternativa de que no pudieran limpiar su memoria era indigerible
para ella.
—Tenemos un Concilio que hace y hace cumplir las leyes—
respondió muy suavemente.
—¿Un Concilio?—meditó al respecto—. ¿Tu madre y hermanos
están en él?
—No. Son demasiado jóvenes.
Sus ojos se abrieron incrédulamente.
—¿Setecientos es demasiado joven?

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Lissianna sonrió abiertamente.
—Mamá es relativamente joven para nuestra gente.
—Supongo—admitió Greg, y ella supo que probablemente
estaba recordando que su padre había sido mucho, mucho más viejo.
—Tío Lucian es la cabeza del Concilio.
—¿Tu tío?—consideró eso brevemente, preguntado entonces—,
así que ¿qué hacen si alguien viola la ley y engendra a más de una
persona?
Lissianna se revolvió incómodamente, pasaba de un tema
desagradable a otro.
—He oído hablar solamente de un ejemplo donde alguien
convirtió a una segunda persona—admitió.
—Y ¿qué hicieron tu tío y sus concejos?—preguntó.
—Le pusieron…. fin al que llevó a cabo el cambio.
—Geez. ¿Poner fin?—Greg se recostó hacia atrás ante estas
noticias, preguntó entonces—: ¿Cómo?
—Fue atado al aire libre por un día para permitir que el sol lo
devastara y luego prendido fuego una vez que el sol se puso.
—Dios querido, —respiró—. Tu tío es brutal.
—Eso fue hace siglos, todos eran atroces entonces—dijo
rápidamente, añadiendo entonces—, fue utilizado como un factor
disuasivo para prevenir a otros de violar la ley.
—Bastante persuasivo—dijo entre dientes—. ¿Qué le pasó a la
persona que fue engendrada?
Lissianna se encogió de hombros.
—Nada de lo que haya oído hablar; se le permitió vivir. Supongo
que su vida reemplazó a la de su progenitor.
—Hmm—Greg echó un vistazo hacia Juli y Vicki, y dijo—:
deduzco que los gemelos son permitidos, a pesar de la regla de uno
cada cien años, ¿pero qué hacen si una de sus mujeres trata de tener
niños más cerca de cien años?
—Un poco de libertad es admitida allí. Algunos han tenido hijos
con un intervalo de noventa y cinco años, pero luego la madre debe
esperar los cinco años adicionales la próxima vez para tener otro.
—Pero ¿qué si tratan de tener otro con cincuenta años de
separación, o tener uno justo después de otro?
—Eso no es admitido. Debe ponerse fin al embarazo.
—¿Pueden hacer abortar a sus bebés?—preguntó Greg con
sorpresa, y cuando asintió con la cabeza, preguntó—: ¿Qué hacían
antes que existieran los abortos in vitro?

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Lissianna suspiró. Esta es la clase de cosa sobre la que prefería
no pensar y mucho menos hablar, pero se obligó a responder.
—Antes de los abortos legales, el bebé era cortado del
estómago de la madre, o se le ponía fin después del parto.
—Supongo que se lo ataban al sol por un día y luego le prendían
fuego—sugirió Greg, sonaba hiriente.
—No, por supuesto que no—dijo con tristeza, sabiendo que
estaba consiguiendo una impresión mala de su gente—. El Concilio no
tendría razón para torturar a un niño inocente.
Levantó una ceja.
—Así que ¿cómo se le pone fin entonces?
Lissianna se encogió de hombros impotente.
—No estoy segura. No conozco a nadie que haya tratado de
tener niños más cerca de lo admitido. Sería tonto. Un embarazo no es
nada que pueda ser escondido fácilmente.
Greg dejó escapar su respiración en un suspiro y, con él, un
poco de la tensión que lo dejaba.
—¿Qué otras leyes han dictado tus Concilios?
Lissianna frunció sus labios.
—No se nos permite asesinar o robarnos entre nosotros.
—¿Sí?—preguntó, otra vez utilizando un tono cáustico—. ¿Y a
mortales?
—No sin una buena razón—le garantizó.
—¿Una buena razón?—Greg la miró boquiabierto—. ¿Qué
exactamente constituye una buena razón?
Lissianna suspiró ante su reacción, sabiendo que debería
haberla esperado.
—Bien, presumiblemente para protegernos a nosotros mismos o
otros de nuestra clase.
Greg lanzó un gruñido y dio una inclinación de cabeza,
presumiblemente diciendo que podía comprender eso, y Lissianna se
relajó un poco, pero entonces preguntó:
—¿Qué significa?
Mordió su labio, y luego admitió:
—A forraje en caso de una emergencia.
—¿Qué clase de emergencia permitiría que uno de ustedes
asesine o robe a un mortal?
—Ha ocurrido en el pasado que en sus viajes, uno de nuestra
clase—por un accidente o un simple error—se ha encontrado
lastimado y sin un suministro de sangre. En tal caso, puede robar un

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banco de sangre local—o si está sumergido en la selva o el algún otro
lugar donde su único recurso es el origen—puede tomar lo que
necesita—dijo con delicadeza.
Greg no fue engañado por su fraseo.
—Quieres decir, si están volando a algún lugar y el avión choca
y están lastimados afuera quién sabe dónde con solamente uno o dos
supervivientes, pueden vaciarlos hasta dejarlos secos, ¿no?
—Sí, ese tipo de cosa—admitió Lissianna con un suspiro—. Pero
solamente si es completamente necesario.
Greg asintió con la cabeza.
—¿Por lo demás, solamente se permite comer del "Origen" para
razones de salud como tu fobia?
—Sí.
—¿Hay otras razones de salud que lo permitan?
Lissianna asintió con la cabeza.
—En realidad, hay algunas. Tengo un primo y un tío que pueden
sobrevivir sólo consiguiendo sangre. Sus cuerpos necesitan una
enzima específica que se muere en cuanto la sangre deja el cuerpo.
Pueden consumir bolsa tras bolsa de sangre y todavía morirse de
hambre.
Greg silbó a través de sus dientes.
—No pensé que los nanos permitirían que tal condición
continuara.
—Los nanos reparan el daño y atacan la enfermedad, no
corrigen un estado genético o natural. Y la necesidad de mi tío y
primo por esa enzima cuando el resto no lo necesita es por una
anomalía genética e innata a ellos.
—Ah, ya veo.
—Bien, eso fue un desperdicio de película—dijo Thomas con
aversión.
Lissianna parpadeó cuando las luces se encendieron. La película
había terminado, y, por lo que se podía deducir por el comentario de
su primo, no se había perdido mucho mientras hablaba con Greg.
—Sí, era malísima—estuvo de acuerdo Juli—. Y me alegro de
que haya terminado, estoy muerta de hambre.
—¿Cómo puedes estar muerta de hambre? Tú sola te comiste
un inmenso tazón de palomitas de maíz—dijo Elspeth.
—Las palomitas de maíz no son comida, son palomitas de maíz
—le dijo Vicki con riendo, luego se giró hacia Greg—. ¿Qué tienes
ganas de comer? Podíamos hervir algunos perritos calientes, o
calentar una de las pizzas.

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Greg sugirió:
—¿Por qué no toman un bocado para salir del apuro mientras yo
preparo chile?
—Chile, ¿no?—consideró Juli, entonces preguntó—: ¿También
papas fritas?
—Y con queso—añadió Vicki, pareciendo excitada.
—Sus deseos son órdenes—rió Greg, poniéndose de pie y
extendiendo la mano hacia para ayudar a Lissianna a levantarse.

—Si te pidiera que me lleves casa, ¿qué dirías?


Lissianna echó un vistazo por encima de la revista que había
estado hojeando y miró fijamente a Greg. Estaba revolviendo su chile
y con su vista fija en lo que hacía, lo que probablemente fuera bueno,
porque si su expresión reflejaba sus sentimientos, sería una mole de
confusión. Su mente giraba con los pensamientos que la pregunta de
Greg le provocaba. Lo había liberado la primera vez porque se sentía
culpable. Todavía sentía esa culpabilidad. Más ahora que tío Lucian
estaba al tanto de la situación, haciendo la posición de Greg precaria.
Si argumentara su caso convincente y suficientemente, Lissianna
tenía mucho miedo de que —a pesar de la ira de su madre y la
amenaza que podría representarles— podía ser convencida de
devolverlo a su departamento otra vez.
—Me traería muchos problemas—fue todo lo que dijo, pero la
abierta sonrisa que curvó sus labios inmediatamente indicó que Greg
sabía que podía ser convencida de liberarlo.
—Bien, no te preocupes, no te lo pediré—dijo de modo
tranquilizador.
Su comentario la sobresaltó.
—¿Por qué?—dejó escapar Lissianna.
Greg consideró la pregunta mientras miraba con atención el
horno para verificar las patatas fritas. Estaba probando ser un mago
con las labores domésticas. El hombre sabía lo que era un batidor, lo
cual era una suerte, supuso Lissianna, porque estaba perdida en la
cocina. Se habría muerto de hambre si hubiera tenido que esperar
que ella cocinara para él.
Afortunadamente para Greg y las gemelas, a pesar de que la
cocina de Argeneau estaba generalmente desprovista de la comida,
estaba equipada con todos los platos, utensilios y aparatos de cocina
acostumbrados. Tenían fiestas ocasionalmente que eran abastecidas
de comida, y a Marguerite le gustaba estar preparada para cualquier
eventualidad.
—Es difícil explicar—dijo Greg definitivamente—. Aprender
sobre tu gente es más o menos como hacer atletismo junto a
alienígenas amigables. ¿No querrías saber más sobre ellos?

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Lissianna asintió con la cabeza despacio. Comprendía su
razonamiento y supuso que debería haber esperado su curiosidad. No
tenía corazón para decirle que cualquier cosa que aprendiera sería
efímera, y que su madre estaba esperando que tío Lucian pudiera
limpiar sus recuerdos de ellos de su mente.
—¿Por qué comen las gemelas mientras el resto de ustedes no
lo hacen?
La pregunta significaba un rápido cambio de tema y por lo tanto
le tomó un momento a la mente de Lissianna hacer el cambio, y luego
dijo:
—Las gemelas aún son jóvenes. Cuando somos niños es
necesario comer para madurar apropiadamente, pero en cuanto
maduras ya no lo es.
—Así que puedes comer, sólo.... ¿Qué? ¿Sólo dejan de hacerlo?
—preguntó Greg.
—Básicamente—dijo con una inclinación de cabeza—. Después
de un tiempo, la comida se vuelve aburrida y tener que comer de
tanto en tanto se convierte en una especie de molestia. Así que, sí, la
mayoría de nosotros sólo dejamos de preocuparnos por ello.
—¿Comida? ¿Una molestia aburrida?—Greg parecía
escandalizado—. ¿Incluso el chocolate?
Lissianna se río entre dientes.
—El chocolate no es comida, es maná. El Chocolate nunca se
pone aburrido.
—Bien, agradezco a Dios por eso—murmuró entre dientes,
dando otra movida a su chile.

Capítulo 13
—Vamos a probar la “desensibilización sistemática” —anunció
Greg.
—¿Eh? —inquirió Lissianna, educadamente, y él no pudo evitar
percibir que ella estaba más cautelosa que impresionada con las
noticias.
No se sorprendió; el miedo era algo terrible y difícil para
afrontar, y eso era lo que ellos estaban a punto de hacer: ocuparse
del miedo de Lissianna y, esperanzadamente, curar su fobia.
Había otras cosas que Greg preferiría hacer con Lissianna que
ocuparse de su fobia, pero Marguerite había estado tan alterada por

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el hecho de que ellos no hicieran absolutamente ninguna terapia
mientras ella estuviera dormida, que él se encontró prometiendo que
trabajarían directamente después de que él y las gemelas comieran la
cena que estaba preparando. Así que, allí estaban, en la biblioteca,
para lo que Lissianna había llamado su primera sesión de tortura.
—¿Esta “desensibilización sistemática” funcionará?
—Debería. Es muy eficaz con las fobias —le aseguró él.
—De acuerdo —suspiró, enderezó sus hombros y, entonces,
preguntó—: ¿Qué tengo que hacer?
—Bien, necesitaré que pienses en situaciones que te causen
ansiedad, y…
—No siento ansiedad con la sangre —interrumpió Lissianna—.
Sólo me desmayo.
—Sí, pero… —Greg hizo una pausa, entonces inclinó su cabeza
y preguntó—: ¿Sabes por qué reaccionas así hacia la sangre? Podría
considerar que esto era una queja común entre los de tu clase.
¿Cuándo pasó por primera vez?
Lissianna miró hacia abajo y Greg siguió el movimiento,
notando que ella estaba torciendo sus manos unidas en su regazo. La
sangre sólo la hacía desmayar, pero ella estaba sintiendo angustia
ante la idea de hablar sobre cuándo comenzó la situación.
Después de un largo silencio, ella alzó la vista y,
renuentemente, admitió:
—Empezó después de mi primera caza.
La expresión torturada en su cara era difícil de soportar. Él lo
había visto antes en las caras de sus pacientes, pero ésto era
diferente. Greg quiso envolver sus brazos alrededor de Lissianna y
decir que nunca necesitaría pensar sobre eso de nuevo, que él la
mantendría a salvo. Pero no lo hizo, claro. Lissianna deseaba las
herramientas y el conocimiento para estar libre de su fobia. No era
Meredith. Esa era una de las cosas que más le gustaba de ella.
Tomando una profunda bocanada de aire, dijo:
—Cuéntame sobre tu primer caza.
—Yo… Bien, tenía trece años —dijo despacio y Greg manejó no
retroceder exteriormente. Simplemente trece.
¡Cristo! Una niña, pero entonces se recordó que era una
habilidad esencial que Lissianna habría necesitado, uno que la habría
mantenido viva si algo hubiera pasado a sus padres, y ella habría
necesitado defenderse por si misma.
Si él estaba teniendo problemas oyendo esto, Greg supo que
para ella era peor.
Decidió darle a Lissianna una oportunidad de acostumbrarse a
la idea de discutirlo y satisfacer su curiosidad al mismo tiempo.

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—¿Cómo te alimentabas antes de eso? —preguntó y sintió algo
de tensión abandonarlo cuando ella se relajó un poco.
—Antes de los bancos de sangres, yo tenía… bueno, el
equivalente vampiro de nodrizas, supongo. Sólo que no me
amamantaba de su pecho, les mordía sus muñecas o cuellos —
Cuando Greg hizo muecas, ella agregó—: Ahora que hay bancos de
sangre, las nodrizas no son necesarias.
Greg asintió, alegre de oírlo, y entonces preguntó:
—¿Podías controlar mentes cuando eras una niña?
—No hasta, aproximadamente, los ocho o nueve —admitió
Lissianna con un encogimiento de hombros—. Antes de eso, un padre
o guardián controla las mentes de los donadores para que ellos no
sientan el dolor.
—De acuerdo —Greg consideró su expresión. Ella lucía más
relajada, pero él supo que no duraría por mucho, cuando le sugirió—:
Estoy suponiendo que no estabas sola tu primera vez.
—No. Un guardián siempre acompaña el primer par de veces.
Es necesario. Hay demasiado que hacer en un seguimiento — explicó,
y era obvio que no estaba bastante lista para sumergirse en su
primera vez, motivo por el cual estaba generalizando—. No importa
cuántas veces pones en práctica el control mental con tus nodrizas,
esto es en la seguridad y privacidad de tu casa. Cuando sales a cazar,
tienes que controlar la mente de la persona y realizar un seguimiento
de tus alrededores, en caso de que alguien venga. También tienes
que prestar atención a cuánto tiempo te alimentas, para no tomar
demasiada sangre —hizo una pausa, y agregó—: Cuando estás con
las nodrizas, puedes tomar más sangre y está todo bien si ellas están
un poco débiles o incluso se desmayan, pueden descansar si lo
necesitan; pero cuando cazas, tienes que tomar menos… —Lissianna
encontró su mirada y parecía más relajada cuando admitió—: Para
alimentarnos usamos más de un donador o “huésped” en una noche,
distribuyéndolo entre dos o tres para que nadie quede físicamente
afectado. No sería bueno dejar a los donadores tambaleándose
enfermizamente por la calle. Tienen que poder ser capaces de
caminar sintiéndose bien. Así, cuando los de nuestra clase sale por
primera vez, tienen que aprender cuánto tiempo es seguro
alimentarse. Para eso, la persona que los acompaña está allí, para
estar seguro de que ellos no pierden la noción del tiempo —terminó,
haciendo una mueca—. Hay tanto para prestar atención. Intentar
hacer las tres cosas puede ser agobiante al principio.
—Ya veo —asintió Greg—. Imagino que estarías nerviosa la
primera vez o la segunda también. A lo que, simplemente, se
agregaría el stress.
—Sí —confirmó Lissianna.
—Así que, ¿fue tu padre quien te llevó?

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Su cabeza se sacudió con la sorpresa.
—¿Cómo lo supiste?
—Porque no pienso que tu madre habría permitido que algo
saliera mal —dijo Greg simplemente, y era verdad. Estaba seguro,
Marguerite habría hecho todo lo que podía para asegurar que esa
cuestión pasara sin problemas para Lissianna. A pesar de cualquier
otra cosa que pensara sobre la mujer, era obvio que amaba a su hija.
—No —Lissianna se permitió respirar en un suspiro lento—.
Mamá no habría permitido que nada saliera mal si hubiese podido
evitarlo.
Greg asintió.
—Así que, ¿tu padre te llevó?
—Sí —dijo amargamente—. Mamá no quiso, pero él estaba
borracho y terco. Desgraciadamente, yo no ayudé. Era arrogante y
estaba segura de que no necesitaría a nadie conmigo —Lissianna hizo
muecas de auto—repugnancia.
—Cuéntame —dijo Greg suavemente.
Lissianna se encogió de hombros.
—Fue bueno al principio. De alguna manera, yo estaba
nerviosa, pero entusiasmada también. Fuimos a Hyde Park y escogí a
un hombre joven; un año o así más viejo que yo y… todo fue
estupendo al principio —reiteró ella, entonces sus cejas se
encontraron.
—¿Qué salió mal? —instigó Greg.
—Bien, como dijiste, estaba un poco agobiada. Estaba
concentrándome en controlar su mente e intentando de prestar
atención a los alrededores para estar segura que nadie salía
furtivamente mientras yo estaba desprevenida… y perdí la noción del
tiempo. Normalmente, tus padres simplemente te harían saber que es
tiempo de detenerte, pero…
—Pero tu padre estaba borracho.
Lissianna asintió.
—Él no dijo nada, ninguna advertencia en absoluto. Apenas me
agarró por el hombro y me apartó —levantó una cara pálida y agregó
—: Mis dientes todavía estaban en el cuello del muchacho —Greg hizo
una mueca de dolor. Antes de que pudiera imaginar la horrible
escena, Lissianna se apresuró en continuar—: Afortunadamente,
mamá nos había seguido. Ella no había confiado en papá. Fue para
salvar al muchacho, pero… estuvo tan cerca. Él casi murió y perdió
tanta sangre… —restregó su cara fatigadamente—. Nunca he podido
resistir la vista de sangre desde entonces.
Ella miró a sus flácidas manos, entonces levantó su rostro
afligido hacia él, y dijo:

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—Casi maté a ese muchacho.
—Pero no lo hiciste, Lissianna. No lo mataste —moviéndose
más cerca, él cedió ante la tentación que había tenido antes y la
empujó a sus brazos. Sosteniéndola cerca, pasó sus manos de arriba
abajo en su espalda, intentando confortarla. Deseó que Jean Claude
todavía estuviera vivo, para que él pudiera aporrear al cretino. En un
irreflexivo, ebrio momento, el idiota había causado casi dos siglos de
tormento para su hija. Greg acarició su espalda, entonces la apartó
ligeramente—. ¿Lissianna?
Su cara estaba pálida cuando ella la levantó. Greg estaba
tentado de besarla, pero tenía que saber la respuesta a la pregunta
que simplemente se le había ocurrido.
—¿Tengo que suponer que esto significa que nunca has matado
a alguien de quien te has alimentado? ¿No vas por ahí
desangrándolos?
—No, claro no —Lissianna sonaba sobresaltada, como si la
misma pregunta la sorprendiera y Greg sonrió, soltando la respiración
que no sabía que había estado sosteniendo. Estaba tan contento con
la noticia que podría haberla besado. Ese pensamiento atrajo su
mirada a sus labios e inesperadamente encontró su boca,
simplemente, abandonándose.
Lissianna no se apartó o intentó detenerlo. Sus ojos temblaron
brevemente, entonces se acercó justo antes de que sus labios
frotaran los suyos. Ambos soltaron un pequeño suspiro y fue como
abrir una compuerta, Greg sentía el deseo precipitarse dentro de él,
como una burbujeante olla hirviente. Instó a sus labios a abrirse y
introdujo su lengua entre ellos, entonces se congeló cuando la voz de
Thomas penetró en sus pensamientos.
—No puedo creer que pensaras que nosotros chuparíamos a un
mortal hasta secarlo. Simplemente es idiota, como matar la vaca
lechera. No puedes conseguir leche de una vaca lechera muerta.
Greg y Lissianna se separaron y giraron para mirar fijamente al
hombre cuando él salió desde atrás de las cortinas que cubrían las
puertas francesas a lo largo de la pared exterior.
—¡Thomas! ¿Qué estás haciendo? —la voz de Lissianna murió
cuando también sus otras primas salieron desde atrás de las
cortinas.
—Quisimos ver cómo marchaba la primera sesión de la terapia
—explicó con un encogimiento de hombros Mirabeau para justificar su
presencia.
—No esperábamos que se convirtiera en una sesión de
besuqueo.
Lissianna lo miró perpleja y, obviamente, no supo qué decir.
Greg fue quien lo hizo. Muy insultado, miró ferozmente a Thomas y
preguntó:

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—¿Simplemente estás igualando a los humanos con las vacas?
—No a los humanos. A los mortales. Nosotros también somos
humanos —dijo Thomas con diversión, entonces miró a su prima y se
burló—: La culpa es tuya Lissianna. Sabes bien que no debes jugar
con tu comida.
—Compórtate, Thomas —regañó Jeanne Louise bruscamente, y
luego le explicó a Grez—: Él solo está bromeando. Mayormente —se
encogió de hombros, y agregó—: Lo sentimos, estábamos espiando y
simplemente nos habríamos marchado para no interrumpirlos cuando
las cosas se pusieron… er… —Agitó vagamente sus brazos hacia ellos
y Greg miró a Lissianna para encontrar que ella estaba ruborizándose.
Doscientos dos años y ella todavía podía ruborizarse por ser atrapada
besándose. No consiguió maravillarse mucho antes de que Jeanne
Louise continuara—. Pero está haciéndose tarde, y sabemos que
Lissianna tiene que trabajar esta noche.
—¡Oh!
Greg lanzó una mirada hacia Lissianna, para encontrar que se
había puesto de pie de un salto.
—Oh, cielos, no me dí cuenta de que era tan tarde. Sería mejor
que me vaya yendo.
Greg frunció el entrecejo cuando ella se dio prisa hacia la
puerta. No le gustó dejar esto así, pero…
—¿Qué estás esperando? Persíguela. Dale un beso a tu novia
para que te recuerde en el trabajo.
Greg se volvió bruscamente hacia Thomas cuando Lissianna se
escabulló del cuarto, sabiendo de dónde había venido el
pensamiento. De todas las cosas que podría haber dicho, lo que salió
rápidamente de su boca fue:
—Ella no es mi novia.
Thomas resopló negando.
—Estás durmiendo en su cama… donde ella se te unió anoche.
Ustedes dos estuvieron constantemente desnudándose con las
miradas uno al otro hoy y escabulléndose para estar solos y ésta es la
segunda vez. He entrado mientras estabas besándola. La primera vez
también se parecía demasiado a un beso. ¿Cuánto tiempo toma para
que sea una novia?
Greg pestañeó ante las palabras, entonces agitó su cabeza y se
levantó para perseguirla. No tenía tiempo para discutir el punto, si
estaba yendo a atrapar a Lissianna antes de que ella desapareciera
de su cuarto. Incluso si había algo que discutir. Greg encontró que no
le molestaba la idea de que todos pensaran en ella como su novia.
De hecho, si fuera honesto, más bien le gustaba la idea.
Después de que la besara, tenía que explicarle sobre los
verdaderos compañeros de vida.

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Greg no detuvo la sugerencia mental, pero se dio prisa para
salir de la biblioteca. Cuando tuviera curiosidad, podría preguntarle a
Lissianna sobre eso… después de que la besara. Realmente quería
un beso apropiado, no uno tímido, no uno interrumpido.
A pesar de moverse rápido, Greg no alcanzó a Lissianna hasta
que ella llegó a su cuarto. O el cuarto de ella, supuso, entonces,
previó en ese momento que era una clase de cuarto conjunto desde
que él había estado durmiendo allí, pero la ropa de ella estaba ahí. Lo
que le dio una excusa por haberla seguido, comprendió, cuando ella
lanzó una mirada atrás con su mano en la puerta e hizo una pausa al
verlo.
—Sólo estaba pensando —dijo Greg cuando fue hacia ella—.
Toda tu ropa está aquí y quizá deba mudarme a otro cuarto. Podría
ser más conveniente para ti que dormir en cualquier otra parte,
teniendo que venir aquí para buscar tu ropa.
—Oh —parecía sorprendida, entonces asintió—: Sí, supongo que
podríamos cambiar los cuartos. Supuestamente yo me quedaba en el
cuarto rosa, pero… —la charla fue tan lejos como Greg le permitió
seguir. No podía evitarlo. Tenía que besarla. Era para lo que había
venido, después de todo. Agarrando la cara de Lissianna entre sus
manos, la arrastró hacia delante y bajó su cabeza para cubrir sus
labios con los suyos, entonces suspiró con alivio cuando ella
inmediatamente se fundió contra él, abriendo su boca para permitirle
la entrada.
Greg supuso no debería sorprenderse que después de que
doscientos años Lissianna fuera buena besando, pero ella lo
deslumbró. Sólo había previsto un beso rápido. Bueno, un semi—beso
rápido realmente, pero de algún modo se salió de control y estaba
presionando su espalda contra la puerta, sus manos moviéndose
sobre su cuerpo. Lissianna no protestó. Ella se arqueó contra él, sus
propias manos subiendo lentamente para tomar su pelo y sus propios
labios volviéndose más exigentes cuando él se derritió contra ella.
Provocándola con su lengua, Greg dejó deslizar su mano debajo
de la blusa, buscando carne desnuda. Sus dedos rozaron su plano
estomago, entonces encontró la seda de su sostén, y tomó su pecho
a través del suave material y entonces apretó más agresivamente.
Si una puerta no se hubiera cerrado en el pasillo más lejos,
devolviéndolo a su juicio, Greg sospechó que podría haber deseado
hacer el amor allí mismo contra la puerta. Pero el sonido era como
baldazo de agua fría. Rompió el beso y dio un paso atrás.
—Debería dejar que te prepares para el trabajo.
—Sí —susurró ella.
Greg asintió y esperó que entrara en el cuarto, pero ella
simplemente estaba de pie, mirándolo fijamente. Estaba empezando
a preguntarse por qué cuando Lissianna aclaró su garganta y
murmuró:

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—¿Piensas que podrías soltar mi…?
—¡Oh! —abriendo la boca, Greg soltó su pecho y deslizó su
mano fuera de su blusa. Comenzó a volverse avergonzado—. Me
acostaré pronto —Lissianna asintió, una pequeña sonrisa tirando de
sus labios—. Aunque estaré levantado cuando vuelvas —ella asintió
nuevamente—. Quizá te haré un regalo sorpresa.
—De acuerdo —susurró Lissianna—. Lo esperaré.
Greg continuó retrocediendo en el pasillo y entonces dijo:
—Que tengas una buena noche.
—Tú también —alargando la mano detrás de su espalda, abrió
la puerta.
Asintiendo, él sonrió, entonces se giró con un suspiro cuando
ella finalmente desapareció del cuarto.

***

—Bueno, ¿no estás dichosa de verme?


Lissianna sonrió ante el saludo de Debbie cuando caminó
dentro del refugio antes del comienzo de su turno.
—Ese es un buen saludo. ¿Qué hay de nuevo?
—Nada realmente —Debbie la siguió por el pasillo hacia su
oficina—. Lo usual. El viejo Bill estaba chiflado como una mula vieja
esta noche y cuando finalmente salió de la cama, dos de los jóvenes
se metieron en una pelea y se destrozaron un poco el uno al otro
antes de que pudiéramos separarlos y el Padre Joseph todavía está
sufriendo insomnio.
Lissianna levantó sus cejas.
—¿Todavía?
—Sí. Y está empezando a hablar con él mismo. O eso o está
bendiciendo los refrigeradores de agua —se encogió de hombros—.
Pienso que el insomnio lo está afectando.
—Probablemente —acordó Lissianna, mientras se quitaba la
chaqueta al tiempo que entraba a su oficina.
—Parece bastante raro tenerte aquí un domingo —comentó
Debbie, siguiéndola—. Raro pero bueno. Esa Claudia quien toma tus
turnos en tus noches libres es alguien irritante. No siento darle esta
noche para que falte cuando todo está funcionando mal.
—Hmm —Lissianna lanzó una mirada simpática a la otra mujer
cuando colgó su chaqueta en el perchero de la esquina y se movió
alrededor de su escritorio.

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Ciertamente, encontraba a la muchacha más bien molesta con
sigo misma. Claudia tomaba el turno de Debbie dos noches de la
semana y el turno de Lissianna durante sus dos noches, también. Así,
ella y Debbie trabajaban juntas tres noches por semana, pero ambas
trabajaban dos noches por semana con Claudia. Lissianna prefería sus
noches mientras Debbie estaba trabajando. Claudia irritaba un poco
sus nervios.
—Entonces, el Padre Joseph todavía está aquí o él ha ido a… —
la pregunta de Lissianna acabó en un sorprendido graznido cuando al
sentarse en su silla, sintió aguijonazo en el trasero.
—¿Qué es? —Debbie avanzó mientras Lissianna se ponía de pie
de un salto y se volvía para mirar hacia abajo en lo en que ella se
había sentado.
Las dos miraron fijamente, estupefactas, al ver la cruz en su
asiento.
—¿Qué es….?
—¿Una venta de cruces? —sugirió Debbie y Lissianna le lanzó
una mirada a ella con confusión para encontrar que la otra mujer ya
no estaba mirando fijamente la cruz en la silla. Su mirada estaba
deslizándose con desconcierto por encima de la oficina.
Siguiendo su mirada, Lissianna miró fijamente la profusión de
cruces que llenaban su oficina. Grandes, pequeños, de madera, de
metal; cada tamaño y clase, yacían por toda su oficina, cubriendo la
superficie de su escritorio, su silla, los estantes, la cima de su
archivador… Simplemente estaban por todas partes.
—¿Qué demonios? —murmuró con desconcierto. Un movimiento
por la esquina de su ojo, atrajo su atención hacia la puerta donde el
Padre Joseph merodeaba, mordiendo su labio.
—¿Padre Joseph? ¿Qué…? —agitó su mano vagamente
alrededor del cuarto para indicar las cruces.
—Estaba ordenando las cruces —explicó él, disculpándose.
—¿Ordenando las cruces? —Lissianna hizo eco con desconcierto
—. ¿En mi oficina?
—Sí —asintió el Padre Joseph—. Era el único cuarto vacío hoy —
dijo moviéndose hacia el interior de la oficina—. Esperaba hacerlo
antes de que llegaras. Lo siento —miró alrededor del cuarto, y
extendió su mano—. Si sólo pudieras pasarme la que está en tu silla,
empezaré a quitarlas.
Lissianna recogió la cruz y se la entregó. El Padre Joseph aceptó
el artículo, lo miró silenciosamente, cuando él lo giró en sus manos,
entonces se giró hacia la puerta.
—Iré a traer una caja para el resto. ¿Podrías juntarlas mientras
lo hago?

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Una vez él estaba fuera de vista, Debbie se giró con una ceja
arqueada.
—Luce como el infierno. ¿No?
—Sí. Espero que supere este insomnio pronto. Algo realmente
debe estar molestándolo para seguir así.
Debbie asintió, su rostro se mostraba pensativo mientras
comenzaban a recoger las cruces. No pasó mucho antes de que el
Padre Joseph volviera con una caja y la oficina de Lissianna quedara
una vez más libre de cruces. Ella lo observó llevando la caja, notando
sus hombros inclinados y sus pesados pasos. El hombre estaba
evidentemente exhausto, pensó y agitó su cabeza.
—Necesita dormir.
—Sí —concordó Debbie con un suspiro—. Hablaré con él sobre
conseguir algunas píldoras para dormir o algo. Este ataque de
insomnio tiene que acabar.
Era un sentimiento que resonó en Lissianna hasta el final de su
turno, cuando fue en busca de un candidato para alimentarse antes
de dirigirse a casa y se encontró al Padre Joseph rondando por los
pasillos. Ella podría deslizarse en sus pensamientos y podría enviarlo
a su forma de ser habitual, pero Lissianna intentaba evitar perder el
tiempo en las mentes de las personas con las que ella trabajaba.
Tenía que verlos diariamente y no tenía deseos de aprender algo que
podría incomodarla al tratar con ellos.
Decidiendo que un día sin comida no la mataría—especialmente
desde que se había alimentado tan bien la noche anterior gracias a
Thomas, Lissianna simplemente le permitió acompañarla al
automóvil, le deseó un buen día y encendió el motor.
Una vez que estuvo en el camino, la mente de Lissianna volvió
a Greg. Él había prometido estar levantado para cuando volviera. Él
iba a dormir durante su turno, entonces haría café y “un regalo
especial” listo para cuando ella entrara. Lissianna no tenía una pista
de lo que era el obsequio. Sospechaba que probablemente era alguna
comida u otra a la que él era aficionado, aunque Greg parecía
aficionado a las vísceras.
A Lissianna realmente no le importaba lo que fuera.
Simplemente estaba entusiasmada con la perspectiva de verlo
nuevamente.
Le gustaba él, le gustaba hablar con él y el hombre podía besar
como nadie… como ella descubrió antes de salir para el trabajo
anoche. Claro, se habían besado antes, pero esta vez no hubo
ninguna interrupción, ningún lazo que lo refrenara y el hombre la
había deslumbrado. Ella estaba esperando más besos deslumbrantes.
Lissianna sonrió ante sus pensamientos cuando estacionó en el
garaje. No fue hasta que salió del vehículo y estaba dirigiéndose
hacia la puerta de la cocina que notó el Porsche negro estacionado al

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lado del pequeño automóvil deportivo de su madre. La vista hizo
retardar sus pasos y su corazón dio un pequeño salto de alarma en su
pecho.
Tío Lucian estaba allí.
Tragando dificultosamente, se apuró, corriendo dentro de la
casa y directamente arriba, temiendo por Greg, asiendo firmemente
su pecho.
En su disgusto, Lissianna se olvidó de que Greg había dicho que
él se mudaría al cuarto de huéspedes rosa esa noche para que ella
pudiera recuperar su propio cuarto. Entró de sopetón en su
dormitorio, esperando encontrar a su madre, Lucian, y Greg allí, sólo
para encontrarlo vacío. Echando su bolsa en la cama, retrocedió hacia
la puerta, tomándola cuando esta se cerró. Podría haberla abierto y
abalanzarse hacia afuera, pero el sonido de una puerta abriéndose en
el pasillo la hizo detenerse.
—Necesitaré llamar el concilio, Marguerite —oyó la voz
profunda de Tío Lucian.
—Puedes usar el teléfono en el estudio —contestó su madre en
un tono bajo.
Lissianna permanecía todavía quieta cuando los pasos
retrocedieron hacia la escalera. Su mente estaba nadando en el caos.
¿Él tenía que llamar al concilio? ¿Por qué? No parecía nada bueno.
Caminando por el pasillo, se apresuró hacia la puerta del cuarto
rosa. Lissianna entró casi asustada de lo que podría encontrar. Si
Lucian no hubiera podido limpiar la memoria de Greg, él ya podría
estar…
Su respiración salió como un silbido cuando espió a Greg que
intentaba verla desde la cama. Ellos lo habían atado nuevamente… y
su tío estaba llamando al concilio. Las dos cosas juntas no pintaban
un cuadro demasiado bonito.
—Sabía que eras tú —las palabras de Thomas hicieron que
Lissianna girara hacia la puerta cuando él y el resto del grupo más
joven entraron—. Oí tu automóvil —explicó.
Fue Mirabeau quien frunció el entrecejo y dijo:
—Lissi, estás transmitiendo miedo y pánico, tienes que
controlarte mejor antes de que vengan aquí Marguerite y Lucian.
Lissianna restringió el pánico que había hecho erupción dentro
de ella a la vista de Greg atado a la cama, entonces se obligó a
respirar firmemente y concentrarse en guardar sus pensamientos. Las
emociones fuertes siempre eran las más fáciles leer. Parecían
difundirse de modo que uno de su propia clase no necesitaba incluso
estar intentando leer los pensamientos para recibirlas. La última cosa
que necesitaba era tener a su madre, Martine, o a Tío Lucian
recogiendo las olas de emoción y venir a investigar. Y, de algún

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modo, tenía que estar segura de que Greg no transmitió a cualquiera
sus pensamientos para que ella pudiera sacarlo de ese enredo.

Capítulo 14
Greg fue relevado para ver a Lissianna…hasta él notó el modo
en que ella palideció al verlo otra vez atado. Había temido que ella no
estuviera bien, pero su reacción pareció confirmarlo. Su mirada fija se
deslizada sobre los demás, quienes ahora obsrvaban su situación con
de la misma forma. Él dio un tirón a su corbata, y dijo fatigosamente
—Esto es una cosa mala, huh — Nadie contestó, pero después
de una vacilación, Lissianna se movió hacia la cama y se puso a
desatar sus muñecas.
—Necesito que no pienses.
—¿No pensar?—preguntó él con incredulidad—. ¿Cómo se
supone que no piense?
—Recita algo—la mente de Greg inmediatamente se puso en
blanco.
—¿ Qué recito?
—No interesa—ella sonó impaciente, pero hizo una pausa y dijo
más con calma—. Un poema, o canción infantil o … algo. No importa,
solamente recita algo y concéntrate totalmente sobre lo que recitas.
Este es el único modo de impedirle a mi madre y a Lucian difundir lo
que estás pensando e inadvertidamente dejarlos que continúen. Así
que, si quieres salir de aquí, necesito que me escuches y hagas
exactamente lo que yo digo, pero sin pensar, necesito que te
concentres totalmente en lo que recites. ¿Has entendido?
—Sí—Greg cabeceó, luego admitió—. Pero, no sé si puedo.
—Tienes que hacerlo si quieres salir vivo de aquí—dijo ella con
gravedad.

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—Recita “cien botellas de cerveza sobre la pared”—sugirió
Thomas, avanzando ahora para ayudar a desatarlo.
—Thomas—Lissianna se enderezó para afrontarlo—. No puedes
ayudar con esto. Tú …—hizo una pausa y echó un vistazo a las seis
personas
además de ella y Greg. Todos tienen que ir abajo ahora mismo
y no meterse en esto—. Mirabeau resopló y avanzó para desatar uno
de los tobillos de Greg.
—No es posible.
—Mirabeau, esto es serio—trató ella de razonar—. Realmente,
realmente serio. Esto más o menos es desafiar a mi madre. Tío
Lucian…
—Ah, cállate, Lissi—estalló Elspeth, avanzando para trabajar
sobre el otro tobillo de Greg—. ¿ Por qué deberías tener toda la
diversión?
—Además … —Juli la hizo a un lado y se puso a trabajar
terminando de desatar la atadura de la muñeca que Lissianna había
comenzado—, uno para todos y todos para uno, ¿recuerdas?
—Nos gusta Greg—le dijo Vicki , acariciando su hombro como si
pudiera calmarla—. Ninguno de nosotros quiere verlo sufrir 'un
consejo de tres' tampoco.
De repente la tensión en el aire se espesó, y las expresiones
severas de aquellos a su alrededor eran espantosas, pero fue la
expresión de Lissianna la que lo afectó más. La asustaron, y él
sospechó que no había mucho que la asustara. Temió muchísimo más
que el miedo de ella fuera por él y no por ella misma.
—Que es un consejo de tres? —preguntó él, sospechando que
no le gustaría la respuesta.
—Tres miembros del consejo que se combinan con la mente de
un mortal al mismo tiempo—contestó Vicki—. Algunos mortales
pueden resistirse o bloquear a uno de nuestra clase, pero nadie
puede bloquear o resistirse a tres funcionando juntos.
—¿ Qué hace esto?
—Esto destruye la psique; la persona se hace un Renfield.
Greg supuso que "un Renfield " era su modo de referirse a
alguien que se había puesto loco por el desorden de sus mentes. Sin
embargo no estaba seguro, aunque cuando abrió su boca para
preguntar, Mirabeau estalló. ——Recita.
—Cien botellas de cerveza sobre la pared—comenzó Greg, y
siguió recitando mientras trabajaban para dejarlo libre, pero lo
encontró difícil. No estaba acostumbrado a no pensar, y todas clase
de pensamientos y preguntas invadían su cabeza. La mayor parte de
ellos tenían que ver con el hecho que él no tenía ningún deseo de ser
"un Renfield".

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Greg estaba en noventa y dos botellas de cerveza cuando el
último lazo fue quitado.
—Alguien debería bajar y averiguar qué ocurre y asegurarse
que no se han dado cuenta de que Lissiana está de vuelta—dijo
Thomas mientras Greg se sentaba sobre la cama,
—Lo haré—ofreció Mirabeau—. Yo soy la mayor y soy capaz de
leer más que el resto de ustedes.
—Bien—Thomas estuvo de acuerdo—. Pero ve tan rápido como
puedas.
Cabeceando, la mujer controló con sus manos su puntiagudo
pelo fucsia y se dirigió a la puerta.
—Recita—ordenó Thomas a Greg, mientras Mirabeau
abandonaba el cuarto.
Comprendiendo que él se había detenido, Greg volvió a recitar,
su voz llenaba el silencio mientras esperaban que Mirabeau volviera.
A ella no le tomó mucho tiempo, y su expresión era severa
—Ellos saben que ella esta en casa y que todos estamos aquí
arriba. Lucian envió a Martine al garaje para mirar los coches y
Margarita ha enviado por Vittorio, María, y Julios—Greg no pudo dejar
de hacer una pausa en su recitado para preguntar.
—¿ Quién son ellos?
—María es el ama de casa de mi madre y Vittorio es su marido,
él vigila el terreno. Ellos tienen el fin de semana libre, es por eso que
no los hemos encontrado—contestó Lissianna, pareciendo distraída—.
Ellos viven en una casita de campo en las afueras.
—Julius es el perro de la Tía Marguerite—añadió Juli en voz baja.
—Juli le tiene miedo a los perros—explicó Vicki, acariciando el
hombro de su hermana—. Entonces la Tía Marguerite hace que María
lo encierre cuando la visitamos.
—Adivino que él no es un perrito faldero,¿ huh? —preguntó
Greg con gravedad.
—Recita—dijo Mirabeau firmemente. Gregorio recitó.
—Bien—Lissianna frotó su frente y caminó un par de pasos lejos
de la cama, luego de vuelta y afrontó los demás—. No puedes ayudar
esta vez.
Thomas abrió su boca para discutir, pero Lissianna sostuvo su
mano.
—Puedes ayudarme más quedándote aquí y averiguando lo que
sucede. Te llamaré esta noche para saber de lo que te has enterado.
—Tal vez primero deberías hablarles y averiguar qué pasa,
Lissianna—sugirió Jeanne Louise.
—Tal vez no tengas que sacarlo de aquí.

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—Si lo llevo ahora, desobedezco solo a Mamá. Si me dirijo a
ellos primero y averiguo que ellos realmente planifican una fusión de
tres o algo y luego lo hago salir, entonces a sabiendas iré en contra
del consejo—Lissianna sacudió su cabeza.
—¿Cómo vas a sacarlo? —Thomas preguntó—. Ellos están
vigilando los coches. Lissianna golpeó sus dedos sobre su muslo
brevemente, entonces inmóvil.
—La bici.
Greg parpadeó con sorpresa. No había visto una motocicleta2 en
el garaje, así que no podía estar en el garaje, el cual estaba siendo
vigilado.
—¿En cuanto a nosotros? — preguntó Elspeth.
—Tendrás que quedarse aquí esta vez. Averigua qué está
pasando, y te llamaré más tarde. ¿Thomas, tienes tu teléfono móvil?
—Si.
—Bueno, te llamaré.
Lissianna tomó la mano de Greg. En el momento que ella lo
hizo, su recitación vaciló, recibiendo una mirada aguda de ella. Él
inmediatamente redobló sus esfuerzos para concentrarse únicamente
sobre lo que él decía mientras lo conducía a través del cuarto. Greg
echó un vistazo atrás cuando alcanzaron la puerta, y deseó que no
hubiera preocupación y temor sobre las caras de aquellos que
estaban dejando atrás, lo sacudió horriblemente.
—Recita en tu cabeza—lo instruyó Lissianna cuando abrió la
puerta—. No podemos hacer ningún sonido.
Greg chasqueó rápidamente su boca cerrada y cambió a la
recitación silenciosa, pero encontró difícil no pensar mientras ella lo
condujo hacia fuera en el pasillo y a un grupo de escaleras enfrente
de la principal.
Él comenzó a articular las palabras, esperando que eso lo
ayudara, pero los bordes de su mente bullían con pensamientos. A él
le preocupaba lo que todo que ellos temían tanto, le preocupaba
hacia dónde iban y le preocupaba llegar sin ser detectados. Sobre
todo, a él le preocupaba lo que pasaría si no llegaban a cualquier
parte donde ella lo condujera sin ser descubiertos.
La escalera acabó en un vestíbulo oscuro. Greg tuvo problemas
para ver algo, pero confió en Lissianna y fue detrás de ella en
puntillas hasta que hizo una pausa fuera de una puerta. Cuando ella
aflojó el paso, abriendo una rendija, él comprendió que estaban en las
cocinas. Al principio, él pensó que el cuarto estaba vacío y le
sorprendió por qué Lissianna no avanzaba, pero entonces apareció

2
En inglés, “bike” puede ser bicicleta y una abreviación de motorbike (moto), por eso lleva a
confusión.

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ante su vista un anciano bajo, achaparrado, dirigiéndose a la puerta
del garaje.
—¿Dónde va usted? —la voz de una mujer entrecruzada con un
leve acento
italiano flotó desde el fondo de la habitación.
—Lucian quiere que mire los coches con Martine—contestó el
hombre.
Hizo una pausa para ponerse un par de botas y un abrigo que
colgaba sobre una percha en la puerta. Greg supuso que el hombre
era Vittorio, el marido de la encargada de la casa.
—¿Por qué?
—No sé—dijo con un encogimiento de hombros—. Él solamente
dijo, " Ayuda a Martine a mirar los coches, Vittorio. Nadie se marcha
antes de que yo lo diga.” Entonces miro los coches.
—¡Um! —María parecía preocupada—. Me pregunto cual es el
problema. Ellos no nos llamarían temprano si no hubiera un problema.
Espero que la señorita Lissi no haya…
Greg no oyó lo que ella esperaba que la señorita Lissi no
hubiera hecho, porque Lissianna decidió en ese momento dejar que la
puerta de la cocina se cerrara. Entonces lo condujo de la mano a lo
largo del pasillo a otra puerta. Esta vez no hizo la pausa, sino que se
deslizó directamente en el cuarto, tirándolo detrás de ella.
Greg no tenía ni idea de que habitación era esta en la que
estaban de pie. Estaba rodeado por la oscuridad. Esto lo hizo vacilar y
tirar de la mano de Lissianna cuando se adelantó de repente, pero
ella simplemente lo agarró firmemente y lo arrastró. No comprendió
que había parado hasta que ella siseó la pregunta:
—¿Estás recitando? —haciendo rechinar sus dientes, Greg
inmediatamente siguió recitando “cien botellas de cerveza sobre la
pared”, comenzando en cien ya que él no estaba seguro dónde había
acabado.
Pareció que caminaron por siempre antes de que ella
finalmente hiciera una pausa. En el momento siguiente, hubo un
silbido mientras ella halaba de las cortinas para abrirlas. Afuera
todavía era el alba, pero había bastante luz para que él distinguiera
las puertas ventana que había revelado.
Greg vio a Lissiana alcanzar el picaporte de la puerta, entonces
ambos se pusieron rígidos ante el repentino gruñido que vino del otro
lado. Les tomó un momento distinguir el enorme perro negro que
estaba fuera sobre el césped. Julius, adivinó. El animal era enorme,
definitivamente no un perrito faldero.
Greg oyó la maldición de Lissianna, entonces ella se tranquilizó.
Su calma silenciosa duró tanto tiempo le dio un susto cuando de
pronto se dio la vuelta.

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—Quiero que esperes aquí. Voy a ir al fondo de la habitación y
abriré la puerta que hay allí. Cuando Julius atraviese esa puerta
quiero que te deslices por esta, ¿OK?
Greg asintió.
—Sigue recitando.
Lissianna se escabulló, desapareciendo brevemente en las
sombras antes de que se manifestara cuando las cortinas al final de
la habitación se abrieran. Greg supuso que las puertas ventana se
deslizaban longitudinalmente por el cuarto, lo cual significaba que se
encontraban en la biblioteca. Él había estado allí el día anterior. Eran
tres paredes de libros de piso—a—techo, con la pared externa
presentadas con puertas ventana de cristal. Como él recordó, le había
parecido por la tarde un cuarto cálido y agradable.
Gracioso, que un poco de oscuridad cambiara las cosas.
—Prepárate.
Greg oyó el susurro y alcanzó la puerta, se encontró mirando
fija y cerradamente la forma oscura de Julius afuera. Escuchó el
chasquido y susurrar de otra puerta mientras se abría, vio la cabeza
negra del perro sacudirse en aquella dirección, y la bestia de puso
loca. Entonces Greg casi abrió la puerta y se precipitó fuera del
cuarto, pero logró detenerse cuando comprendió que si él abría esta
puerta antes de que el perro atravesara la otra, el animal podía oírlo y
cambiar de dirección
—Ahora—la palabra salió susurrada de la boca de Lissianna, y
un latido del corazón más tarde, Greg tenía su puerta abierta y se
deslizaba por ella. Mientras lo hacía echó un vistazo hacia la otra
puerta y vio la prisa del perro en entrar y a Lissianna pasar junto a él,
apresurándose en su dirección. Mientras comenzaba a tirar de su
puerta para cerrarla, vio a Lissianna escaparse de la otra, y cerrarla
también, atrapando al perro dentro.
Lissianna estaba a su lado en un latido del corazón. Greg no
tuvo ninguna posibilidad para preguntarse cómo se había movido tan
rápidamente; en el segundo siguiente, ella había tomado su mano y
había comenzado a arrastrarlo detrás de la casa.
Greg tropezó detrás de ella, sólo acordándose de recitar
después de que ellos habían cubierto la mitad la distancia. Cuando
alcanzaron la esquina de la casa, ella dobló a la izquierda, todavía
tirando de él.
No tenía ni idea de adonde iban hasta que delante, en la
oscuridad, una pequeña casa empezó a tomar forma. Greg adivinó
que esta era la casita de campo en la cual vivían Vittorio y María y en
un principio pensó que lo llevaba allí, pero entonces giró a la
derecha, y en cambio corrió hasta un pequeño cobertizo.
Éste estaba cerrado. Lissianna extendió la mano, agarró la
cerradura metálica y tiró de ella. Hubo un chillido que Greg reconoció

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como el sonido de uñas retorciendo la madera, y mientras la
cerradura se quedó firme en el cerrojo, el último se arrancó a sí
mismo de la puerta.
—¿ Ninguna llave, huh? —preguntó secamente, tanto
impresionado como un poco envidioso de su fuerza.
—Recita—le ordenó Lissianna mientras ella dejaba el metal y
tiraba de la puerta del cobertizo abriéndola para revelar una
segadora, una bici, y varios otros artículos.
—Cien botellas de cerveza sobre la pared—recitó Greg
obstinadamente, mientras pensaba, “¿Qué diablos hacemos aquí?”.
Lissianna le dio la respuesta cuando ella agarró la bici por los
manillares y la arrastró fuera del cobertizo.
—¿Qué haces con esto?—preguntó Greg con aturdimiento,
siguiéndola a través del cobertizo.
—Escapándonos.
—¿Con una bicicleta? —preguntó con horror.
—Sólo hasta el camino.
—¿Pero…una bicicleta?
—Martine y Vittorio vigilan los coches—le recordó—. Yo podría
controlar a Vittorio, pero no Martine.
—Sí, pero …—cuando ella había dicho la bici, él había pensado
en la motocicleta. Pero esta bici era rosada, con una cesta rosada y
amarilla, y cintas plásticas rosadas y amarillas que salían de las
manijas… peor aún, tenía una campana. Incapaz de aceptar que
estaban haciendo su gran fuga en bicicleta entre todas las cosas, él
dijo sin convicción:
—Pero es la bici de una chica.
—Sí, esta es la bici de una chica—estuvo de acuerdo Lissianna
concisamente—. Pertenece a la nieta de María. Siento si esto no te
satisface, y felizmente lo dejaré atrás ¿te gustaría ver si puedes
exceder a Julius?
Los ojos de Greg se ensancharon y echó un vistazo atrás con
inquietud hacia el camino por el que ellos habían venido.
—Julius esta encerrado en la casa.
—Julius seguirá ladrando. Alguien lo oirá, comprenderá que nos
hemos escapado, y lo soltará. Nosotros podríamos ser afortunados y
alcanzar el camino antes que ellos puedan oírlo del frente de la casa,
pero si María está todavía en la cocina… —hizo una pausa cuando de
repente los ladridos de un perro rompieron el silencio de la noche.
Venían de la dirección de la biblioteca, pero definitivamente de
afuera.

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—Puedes dejar de recitar—dijo Lissianna con gravedad—. Sube
a la bicicleta
Escapar sobre una bicicleta de pronto no pareció una idea tan
mala. Era seguramente mejor que conseguir que tu trasero sea
mordido por un perro del que tratabas de escapar, decidió mientras
trataba de montarla. Greg lanzó su pierna sobre la bici con más
entusiasmo que precaución y recordó bastante convincentemente
que era la bici de una muchacha. Estaba demasiado ocupado
maldiciendo a quienquiera que hubiese diseñado las bicis de la
muchacha y por qué ellos sintieron que necesitaban atravesarla con
una barra, cuando Lissianna montó delante de él.
—Pedalearé—anunció ella—. Pasa tus brazos alrededor e mi
cintura.
Greg apenas había logrado hacerlo, antes que ella pedaleara y
pusiera a circular la bici cuidadosamente por el camino de entrada.
—¿Cuándo fue la última vez que montaste una bici? —preguntó
él con desconfianza mientras se bamboleaban hacia delante,
zigzagueando por un camino, luego por el otro. Lissianna no se dignó
contestar.
Greg echó un vistazo con inquietud hacia la casa grande de la
que ellos habían escapado. Todo que él podía ver eran los resquicios
alumbrados de un par de ventanas, y un océano de oscuridad entre
ellos y la casa, pero él no tuvo que ver para saber que el perro se
dibujaba más cerca. Los ladridos se hacían fuertes por minutos.
Él se volvió para mirar al frente, aliviado al notar que mientras
había estado distraído, Lissianna había subido la velocidad. La bici no
se bamboleaba más y ellos se mantenían en el camino. Podrían
escapar de Julius todavía, pero había mucho más que el perro de que
preocuparse.
—¿No vendrán tras nosotros en un auto?
—Sí.
—Sí—refunfuñó Greg
Sí. Como si esto no fuera una cosa mala. Ellos estaban
escapando sobre una maldita bici, y ella no estaba preocupada por la
persecución de un manojo de vampiros más poderosos en un coche.
Bien, así que ellos no estaban exactamente divirtiéndose, admitió él
mismo. Las piernas de Lissianna eran obviamente tan fuertes como
sus manos, realmente hacía mover la bici… y él no se preocupó
demasiado por que Julius los atrapara, de hecho los ladridos del perro
se estaban distanciando de nuevo. Pero… mierda, no creía ella
realmente que podrían escapar del auto… ¿no es cierto?
—Sólo tenemos que llegar al camino—dijo, y Greg tenía un vago
recuerdo de que ella había dicho esto antes.

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—¿Qué pasa en el camino? —preguntó, pero ella no contestó, y
la dejó para que se concentrarse en pedalear. Fijó su deseosa mirada
devuelta a la casa justo a tiempo para ver abrirse las puertas del
garaje .
—¡Ya vienen! —gritó en advertencia.
Lissianna aún no echó un vistazo atrás. pedaleaba para que
todo eso valiera la pena y él vio que estaban cerca del camino. Greg
comenzó a curiosear; giraba su cabeza para ver entre el auto
deportivo rojo de Marguerite saliendo del garage y el camino cercano,
una y otra vez… El coche estaba a mitad de camino detrás de ellos, y
aumentando la velocidad cuando Lissianna finalmente dirigió la bici
por las puertas. Antes de que Greg pudiera preguntar "¿Y ahora qué?"
ella les había enviado apresuradamente por el camino, directamente
hacia un coche que se acercaba.
Él gritó una advertencia, Lissianna al parecer aplicó los frenos,
Greg oyó el chillido de los del coche que se acercaba, mientras se
desviaban para evitarlos, e increíblemente, tuvieron suerte de parar
sin que alguien fuera lanzado, aplastado, o atropellado.
—Vamos—Lissianna dejó la bici y se apresuró hacia el coche.
Greg no vaciló. Con el sonido del coche de Marguerite a la caza
detrás de ellos, saltó de la bicicleta, la envió volando atrás en el
camino de entrada con un empujón, y corrió tras Lissianna,
siguiéndola al asiento de pasajeros del coche que casi los había
atropellado.
—¡Eh! ¡Usted no puede! —el granujiento adolescente que
conducía el vehículo dejó de gritar bruscamente y se dio vuelta en su
asiento, con calma puso el cambio del auto.
—¿Qué estás haciendo, hombre? —preguntó su compañero
asombrado
desde el asiento de pasajeros después de gritar horrorizado
mientras su amigo pisaba el freno de golpe y enviaba el coche
disparado hacia el camino.
—Nos ayuda a evitar a algunos tipos malos—le dijo con dulzura
Greg al segundo joven, su mirada se fijó en Lissianna. Ella observaba
fijamente el camino de delante, concentrándose con fuerza como si
ella misma condujera y él sospechó que lo hacía. Greg no tenía
ninguna duda que estaba controlando al joven conductor, tal como su
madre había controlado sus propias acciones.
Greg se dio vuelta para echar un vistazo encima del camino de
entrada cuando el coche voló por delante de él. Echar la bici a un
lado del camino había sido un movimiento astuto. El coche deportivo
rojo se paró en el pie del camino de entrada, la bicicleta despedazada
bajo su frontal. Margarita y Lucien escapaban justo para mirar
fijamente después de ellos, dos formas oscuras en el color gris
crepuscular.

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Lissianna salió del cuarto de baño de las damas y miró
detenidamente la zona de restaurantes, pero no veía a Greg por
ningún lado.
Ellos habían escapado de la casa sin su monedero o cartera,
aunque Lissianna no pensó en esto hasta que hubo hecho que los
muchachos los dejaran en el Eaton Center. Su preocupación principal
había sido que no tenían abrigos, cuando hacia frío afuera. Eaton
Center estaba justo en el centro. Grande y siempre ocupado,
también estaba sobre la ruta, un paso de peatones subterráneo que
unía casi treinta kilómetros de tiendas y servicios en el metropolitano
Toronto. Los abrigos no eran necesarios y la luz del sol fácilmente
podía ser evitada si se quedaban en los niveles inferiores. Este era el
lugar perfecto para que un hombre sin abrigo y un vampiro pasaran
el tiempo durante el día mientras resolvían qué hacer después.
En realidad, el Centro de Eaton y el Camino subterráneo eran
los sitios perfectos para que un vampiro pasara un período de tiempo.
Eso era un pequeño problema. Lissianna sabía bastante que los de su
clase trabajaban aquí, capaces de moverse durante la luz del día, sin
demasiado riesgo de una exposición a la luz del sol.
De todos modos esto había parecido ser lo mejor, una zona
segura hasta que ella resolviera qué hacer. Después de la discusión
de su siguiente movimiento, Lissianna y Greg habían pasado toda la
mañana vagando por la peatonal, parándose en varias tiendas para
mirar alrededor, luego siguiendo adelante hasta que Greg había
comentado con preocupación que ella lucía agotada. Cinco minutos
más tarde él la había conducido a la zona de restaurantes y la había
impulsado a sentarse, pero Lissianna había mencionado el deseo de
visitar el servicio de señoras y había salpicado con agua su cara con
la esperanza de revivirse.
El tratamiento del agua no la había hecho sentirse mejor o más
alerta. Lissianna estaba agotada, y esto era todo lo que había. Era por
la tarde, y ella no había dormido en absoluto. Después de varios días
de sólo cuatro o cinco horas de sueño por día, no lo tenía ningún
sueño en absoluto, pero en cambio pasar aquellas cinco horas
vagando alrededor del Centro de Eaton para matar el tiempo, la había
fatigado. Thomas la había alimentado con tres bolsas bien
consumidas, y ya comenzaba a sufrir de la carencia. Ella necesitaba
la sangre y el sueño y probablemente no conseguiría ninguno en
bastante tiempo. Y no había comido desde la mañana anterior.
Lissianna no era la única sin nada, desde luego. Greg no había
comido aún tampoco, pero no se había quejado. Un silbido agudo
atrajo su mirada al centro de la zona de restaurantes, y ella sintió el
flujo de alivio que corrió por ella cuando descubrió a Greg que agitaba
su mano desde una mesa.

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—Tenía miedo de haberte perdido—admitió Lissianna mientras
pasaba entre los asientos hacia él, luego hizo una pausa y miró
fijamente la bandeja de alimento entre ellos.
—¿Dónde conseguiste esto? Pensé que no traías tu billetera.
—No la traje, pero mi oficina no esta lejos de aquí y soy asiduo
a aquel pequeño local de ahí—gesticuló hacia un pequeño
restaurante, luego continuó—. Los propietarios son un pequeño
matrimonio de ancianos. Verdaderamente agradable. Y como ellos me
conocen, me dejan conseguirlo a crédito. Enviarán la cuenta a mi
oficina. Les hice añadir un precio extra por la entrega por el
problema. Son una pareja decente.
—Ah—Lissianna lo miró descargar delante de ella la sopa y un
emparedado así como también una bebida.
—Come—ordenó Greg mientras empujaba la bandeja con la
sopa, el sándwich y la bebida hacia él.
—No como—dijo ella desconcertadamente.
—Lissianna, no puedo conseguirte sangre, pero el alimento te
ayudará a construir la sangre. Esto podría ayudar.
Gesticulando, ella aceptó la cuchara que él le ofreció y la bañó
en el líquido para tomar un bocado experimental. Con el recuerdo de
la sopa del Padre Joseph en su mente, ella tomó una pequeña
cucharada, pero se sorprendió gratamente. Estaba buena.
—¿Qué es esto? —preguntó.
—Nata de coliflor y queso—Greg levantó una ceja—. ¿Qué
piensas?
—Es buena—admitió—. No creo haberla comido antes.
Él rió, pero simplemente se concentró en comer.
Después de dar un par de cucharadas de sopa, Lissianna
intentó con el emparedado y lo encontró bastante bueno también.
—Ternera de Montreal ahumada y mostaza sobre el centeno—le
informó Greg antes de que ella pudiera preguntar de qué era.
—Está bueno, también—admitió, y ambos se callaron mientras
comían. Lissianna terminó mucho antes de que él lo hiciera.
Después de años con una dieta líquida, simplemente no tenía
capacidad para mucho alimento en su estómago. Apenas tomó la
mitad de su sopa y menos de la mitad de su emparedado. Lo que no
comió, Greg lo terminó por ella. Bastante sorprendentemente, el
alimento realmente la hizo sentirse un poco mejor. Más despierta al
menos, vaciaron la bandeja en los cestos de basura. Luego las
pusieron encima de las demás, y vagaron por las calles un rato más.
Al final fueron al sector de muebles de los grandes almacenes.
Lissianna comenzó a reír en silencio ante la expresión
horrorizada de Gregorio que solamente alzó sus cejas.

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—¿No estás de acuerdo?
—Oh si. Es feo—le aseguró ella—. Sólo encuentro divertido que
nuestros gustos emparejen tan bien.
Él rió irónicamente.
—Lo sé. Al principio, pensé que solo estabas de acuerdo con ser
agradable.
Las cejas de Lissianna se elevaron, y ella dijo:
—No soy Meredith.
—Lo sé—dijo Greg excusándose—. Supongo que tenemos el
mismo gusto.
—El clásico—murmuró Lissianna , y cuando él arqueó una ceja,
explicó—. Me gustan los eternos clásicos. Colores sólidos y estilos
eternos, más que los modelos que muestran su edad al cabo de un
tiempo. También me gusta que sean muebles cómodos y con
almohadones.
Greg sonrió abiertamente y cabeceó.
—Clásico. Yo no sabía como llamarlo, pero es lo que me gusta,
también—su mirada se deslizó hacia su hombro y él hizo un mohín,
luego tomó su brazo para impulsarla a seguir avanzando—. Vendedor
rabioso acercándose.
—¿Rabioso? —preguntó ella entretenida.
—Están todos rabiosos—dijo secamente, mientras se
apresuraban a la seguridad de la escalera mecánica.
—Éste se ve un poco más impaciente que los demás—Lissianna
echó un vistazo atrás hacia el camino por el que ellos habían venido
mientras daba un paso en la escalera mecánica, y sintió su helada de
expresión cuando espió al hombre de traje oscuro que se apuraba
detrás de ellos.
—¿Qué es? —preguntó Greg echando un vistazo hacia atrás
también.
—Ese no es un vendedor—jadeó Lissianna, luego cogió su mano
y comenzó a meter prisa bajando la escalera, pidiendo perdón
mientras golpeaba a otros pasajeros sobre la escalera mecánica en su
huida.
Greg no discutió o hizo preguntas. Él apretó el agarre de su
mano y siguió, añadiendo sus propias apologías a las de ella mientras
luchaban por bajar de la escalera mecánica.
Una vez abajo, Lissianna no hizo ninguna pausa para echar un
vistazo alrededor, sólo apresurándose hacia la salida.
—Todavía nos sigue—dijo Greg mientras zigzagueaban por el
camino entre la muchedumbre hacia el camino.

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Lissianna comenzó a moverse un poco más rápido, ahora sólo
enviando el pensamiento a aquellos que iban delante para que se
apartaran del camino. El hecho era que no había mostrado ninguna
señal de agotamiento.
—¿Qué hacemos? —preguntó Greg varios momentos más tarde
cuando ella de repente giró hacia el cine arrastrándolo a él detrás.
Lissianna no gastó energía en darle una explicación, su mente
estaba ocupada controlando a los compradores de los boletos
mientras conducía a Greg por delante de ellos. Estaban emitiendo
varias películas y ella leía las emociones de la audiencia mientras
pasaba por cada puerta, haciendo una pausa bruscamente cuando
oleadas de ansiedad salían emitidas de la tercer puerta del edificio.
Greg siguió sin hacer comentarios cuando entraron, esperando hasta
estar sentados para hablar.
—¿Una película? —preguntó con incredulidad, mientras se
hundían en sus asientos.
—Una película de terror—corrigió Lissianna, echando un vistazo
atrás hacia la puerta—. Su ansiedad cubrirá la nuestra. Te dije que el
temor se difundía, y él puede seguir nuestra ansiedad. Pero con cada
uno aquí que reaccione a la película, espero que acabe evitándonos.
—Ah—Greg echó un vistazo atrás hacia la puerta también,
luego preguntó—. ¿Quién es él?
—Valerian. Un inmortal.
—¿Primo? ¿Hermano? ¿Qué relación tienes con él? —preguntó
Greg.
Lissianna le echó un vistazo con sorpresa.
—Ninguno de los susodichos. No estamos todos relacionados,
Greg.
—Ah—se encogió—. Bien, solamente asumí que alguien en
Toronto que fuera un vampiro sería un pariente.
Lissianna sacudió su cabeza.
—Toronto es popular entre nuestra clase—Greg estaba
silencioso mientras digería eso, luego dijo:
—¿Supongo que es por el Camino? Haría a Toronto atractivo
para los vampiros. Podrían moverse durante el día y…
—¿Quién piensas tú que animó a que se hiciera el Camino? —
preguntó—.Tienen algo similar en Montreal, le llaman la ciudad
subterránea. Encontrarás a muchos de nuestra clase allí, también.
—Ah—Greg se sentó atrás en su asiento, pareciendo perplejo.
—Cuántos de ustedes están allí? —Lissianna se encogió y dejó
de mirar la puerta, bastante segura que ellos habían perdido a
Valerian

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—No lo sé exactamente.
—¿Más de mil? —preguntó Greg .
Lissianna abrió su boca para contestar, luego comenzó y echó
un vistazo bruscamente hacia la pantalla de película cuando cada uno
en la audiencia saltaba y varias personas gritaron.
—Esto es una película de vampiros—dijo Greg entretenido—.
Las gemelas se molestarían ante la sola idea.
—Sí—Lissianna estuvo de acuerdo con esto, luego frunció el
ceño cuando él se acomodó mejor en su asiento—. ¿No quieres
marcharte?
—¿E ir dónde? —preguntó—. No podemos ir con aquella amiga
tuya…
—Debbie—facilitó Lissianna
Debbie, su compañera de refugio, había sido la única persona
en la que había podido pensar en ir por ayuda, y ya que había estado
poco dispuesta a implicarla, no había ninguna otra parte en la que
ella hubiera pensado en ir. Greg había sugerido ir a la casa de su
hermana, pero rechazó la posibilidad inmediatamente. Alguien de su
familia era inadmisible; sería el primer lugar en que buscarían su
madre y su tío. Tampoco sus propia familia y amigos… menos sus
amigos vampiros.
Debbie había parecido la única respuesta. Ella era una colega, y
eran amigas, pero no tan cercanas de ir a lugares juntas, o dirigirse
una a la otra cuando ellos necesitaban un lugar para quedarse… o
escapar .
Además, Debbie trabajaba en el turno nocturno como ella, y
Lissianna sabía que dormía durante el día. Esperaba que se levantara
a las 4 de la tarde.
—No podemos ir de Debbie hasta dentro de un par de horas.
Él se encogió de hombros.
—Podríamos quedarnos aquí mientras tanto y relajarnos. Falta
una hora o algo así como mucho. Y tú puedes echarte una siesta.
También los mantendrían fuera del camino de cualquier otro
vampiro; de otra manera ellos tendrían que estar corriendo. Lissianna
comprendió, y se relajó atrás en su asiento. No pensó que dormiría,
pero permitirse relajarse solo un poco le haría muy bien.

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Capítulo 15
Greg había subido su rodilla y cambiado de lado en su asiento
para observar a Lissianna dormir cuando sus ojos se abrieron
repentinamente. Ella parpadeó con sueño, y luego fijó la vista para
ver que la película había terminado, los créditos rodando en la
pantalla, y la mitad del cine vacío. Su cabeza giró despacio hacia
Greg, y preguntó:
— ¿Por qué no me despertaste?
— Necesitabas dormir —dijo de manera sencilla.
Sus cejas se alzaron.
— Así que.... ¿Qué? ¿Simplemente me dejarías dormir?
Greg se encogió de hombros.
— Hasta uno de ésos tipos con una linterna nos expulsaran.
— Acomodadores, — lo informó Lissianna—. Así es como se
llaman esos tipos con linternas.
— ¡Oh!
Se encogió de hombros otra vez, sin importarle realmente cómo
se llamaran. Greg estaba más preocupado por ella.
— ¿Cómo te sientes?
Lissianna se sentaba un poco más recta en su asiento y evitaba
sus ojos, mientras decía:
— No peor.
La respuesta sólo lo hizo fruncir el ceño. No fue engañado por
su elección de palabras.
— No peor, eso no significa que hayas mejorado, ¿no?
Sólo echó un vistazo alrededor del teatro que se vaciaba, sin
estar de acuerdo, no negándolo.
— Necesitas sangre, — dijo Greg ante lo obvio —. Estás
empezando a verte pálida incluso aquí en la oscuridad.
— Sí, bien, en realidad no necesitas preocuparte a menos que
empiece a brillar en la oscuridad —dijo en tono ligero. Cuando sus
ojos se abrieron alarmados, añadió rápidamente—. Estoy bromeando,
Greg.
— ¡Oh! —murmuró, entonces se puso de pie para seguirla
cuando empezó a salir de la hilera de asientos y a caminar pasillo
arriba.
Greg tomó su brazo, su mirada buscando y encontrando un reloj
sobre los mostradores de boletería. Notaba la hora con alivio.
— Son las cuatro y quince. ¿Podemos llamar a tu amigo ahora?
— Sí.

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— Ninguno de nosotros tiene un teléfono celular, ni cambio para
un teléfono público, — señaló con el dedo afuera —. ¿Tú puedes
utilizar tu control mental sobre alguien y lograr que nos preste su
teléfono celular?
— Sí, pero pienso que preguntaré primero, —murmuró
Lissianna, y empezó a desplazarse al otro lado del vestíbulo del
teatro.
Greg se rezagó detrás de ella, inseguro a dónde estaba yendo a
conseguir un teléfono celular hasta que Lissianna se detuvo frente a
un hombre. Sintió que sus hombros se enderezaban y su pecho se
inflaba un poco cuando notó que el tipo podía haber sido un modelo
de GQ3. Tenía el pelo rubio corto y ojos azules, y tenía la constitución
de alguien que hacía ejercicio, pero no tanto como para que sus
músculos resaltaran.
Probablemente es gay, pensó Greg, y frunció el ceño cuando el
tipo sonrío con el interés a Lissianna cuando ella se detuvo frente a
él.
Greg todavía estaba lo suficientemente lejos como para no
escuchar lo que dijo cuando le pidió usar su teléfono, pero vio la
expresión insegura que cruzó la cara del Sr. GQ. Bastardo tacaño,
pensó Greg con satisfacción.
— Es una llamada local y seré rápida, —escuchó que Lissianna
garantizaba al Sr. GQ mientras se acercaba más. Sólo tengo que citar
a un amigo para que me recoja.
— Sí, bueno, —el Sr.GQ no parecía demasiado entusiasta, pero
sacó el teléfono fuera de su bolsillo. Le sonrió cuando lo tomó de su
mano.
— Muchas gracias. —Lissianna tomó el teléfono—. Aprecio esto
realmente.
— Siempre feliz de ayudar a una hermosa dama. —dijo el tipo
ligeramente, decidiendo aparentemente mostrar como si siempre
hubiera estado de acuerdo.
¡Oh! por favor, pensaba Greg con irritación. Se detuvo detrás de
Lissianna y puso su mano sobre su hombro en un movimiento
posesivo ante el que incluso él se sorprendió. Su vergüenza ante esta
señal de celos fue reemplazada por satisfacción cuando vio la
decepción sobre la cara del niño de GQ cuando se dio cuenta de que
Lissianna no estaba sola.
Haciendo caso omiso del hombre, Greg se giró para mirar
atentamente a Lissianna mientras marcaba un número y levantaba el
teléfono a su oreja. Esperó. Y esperó. Mordió su labio, sus cejas se
elevaron mientras parecía escuchar algo al final de la línea. Greg
supuso que era probablemente el contestador automático cuando
dijo:
3
Publicación trimestral de caballeros

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— Debbie, si estás ahí, por favor contesta.
Esperó otra vez, y luego dijo, —supongo que no estás allí.
Volveré a llamarte después.
— ¿Sin suerte, ¡eh!? —preguntó el Sr. GQ cuando Lissianna
colgó y le entregó el teléfono.
— No, pero gracias, —murmuró Lissianna.
— Gracias, — añadió Greg, y tomó el brazo de Lissianna para
llevarla afuera del teatro. Esperó hasta que se habían reunido con los
compradores sobre el Camino antes de preguntar:
—¿Piensas que todavía está dormida y tiene desconectada la
campanilla del teléfono, o ha salido?
— No sé, — admitió Lissianna, parecía distraída. Su atención
parecía enfocada en revisar las caras en la multitud alrededor de
ellos. Le recordó su casi colisión más temprana con el vampiro
Valerian. Obviamente estaba tratando de no ser descubierta otra vez.
— Tenemos que ir a algún sitio más seguro para esperar hasta
que podamos contactar con tu amiga Debbie —dijo.
— Sí.
Parecía cansada, y él frunció el ceño con preocupación. Ahora
que estaban fuera del teatro, podía ver qué pálida estaba. También
estaba empezando a parecer demacrada, había empezado a
desgastar grasa de su sistema como si los nanos estuvieran escasos
de sangre, ciertamente, y se preguntaba si podían hacer eso. Se
olvidó preguntar cuando miró su cara más de cerca. Estaba
apretando sus dientes, y había pequeñas líneas junto a las esquinas
de sus ojos, señales del dolor. Estaba sufriendo.
— Tienes que alimentarte, — murmuró, acercándose mientras
hablaba con el propósito de que no ser oído por casualidad.
— ¿Qué sugieres? —la voz de Lissianna era inexpresiva.
Estaba por preguntar qué podía hacer por ella cuando Greg se
dio cuenta de que si no hubiera estado con ella, habría comido hace
horas.
En realidad, sin él, no estaría en esta posición en absoluto,
reconoció, parecer algo obvio para él ahora que se había abstenido de
picar sobre un comprador circulante para evitar perturbarlo.
— Aliméntate, —dijo Greg firmemente.
Pausó para mirarle con aire vacilante.
— ¿De verdad?
Greg asintió con la cabeza cuando la exhortó a ponerse a su
lado, fuera del camino de los transeúntes.
— Ya me dijiste que no tomas más que un poco de cada
persona. No lo extrañarán, y tú lo necesitas así que ve al servicio de

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damas y encuentra un donante.... O tres, —añadió ante el
pensamiento de que probablemente necesitara más de seis o siete
personas, pero que nadie lo podía saber mejor que ella misma —.
Esperaré en el patio de comidas.
— Gracias.
— ¿Para qué?
— Para estar de acuerdo, —dijo de manera sencilla.
Se encogió de hombros.
— Estoy empezando a pensar en ello de la misma manera que
la hemofilia, Lissianna. Tú sólo usas un tipo diferente de intravenoso y
bypass del banco de sangre.
Lissianna sonrío y Greg se quedó quieto cuando se puso de
puntillas para posar un beso lleno de la gratitud a sus labios. Por lo
menos, Greg sospechaba que era un beso de la gratitud para ella,
para él, tan ligero roce de los labios lo hacía desear mucho más y
envolvió sus brazos alrededor de ella cuando empezaba a retirarse y
lo profundizó aún más.
— ¿Greg?
Greg reconoció su nombre, pero no se preocupó en prestarle
atención.
— ¡Eres tú! ¿Qué estás haciendo aquí?
La pregunta era como una mosca irritante que zumbaba
alrededor de su oreja y Greg habría sido feliz de hacer caso omiso de
ella, pero Lissianna se separó de él para dirigirse al hablante.
Suspirando, dobló también y miró a la morena bajita que los enfrenta.
Quedó tan pasmado al ver su hermana Anne, que tardó un momento
en responder.
— ¿Bien? —exigió impacientemente.
— ¿Qué estás haciendo tú aquí? —contestó.
— Compras.
Anne dio una sacudida a la media docena de bolsas que
sujetaba, y luego levantó una ceja.
— Estamos haciendo la misma cosa, —respondió rápidamente a
la pregunta.
Su hermana echó un vistazo hacia sus manos vacías, y luego
sonrío a Lissianna.
— Hola, soy su hermana Anne. ¿Y tú eres?
— Lissianna, — respondió despacio, su mirada cambiando de
Anne a Greg.

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— ¡Oh!, qué nombre encantador, —dijo su hermana y luego
añadió con su franqueza acostumbrada—, pero largo. ¿Puedo llamarte
Lissi?
— Muchas personas lo hacen, —estuvo de acuerdo Lissianna, su
sonrisa se veía más natural.
— Bien. —Anne regresó a Greg. —¿Y? ¿Qué estás haciendo
aquí? Dijiste que ibas a estar en México esta semana.
— Mi vuelo fue cancelado, —espetó Greg—. Cuando traté de
reprogramarlo, no podía conseguir ningún otro hasta el miércoles así
que sólo cancelé el viaje.
— Uh—¡eh! —parecía que Anne le creía—. Y tú no me llamaste,
porque....?
Cuando Greg miró a su hermana sin comprender, Lissianna
respondió por él.
— Eso fue probablemente mi culpa, Anne. Lo mantenido
ocupado en una cosa u otra durante el último par de días.
Greg se ahogó ante su elección de palabras. Había sido
literalmente atado.
— ¿De verdad?
Anne estaba sonriendo radiantemente. Una casamentera nata,
obviamente olfateaba un romance.
Lissianna sólo sonrío, y luego dijo:
— Los dejaré solos para que hablen mientras visito el servicio
de damas. ¿Me disculpan?
Greg la observó alejarse y dobló de mala gana nuevamente a
su hermana.
— ¿Así que te hicieron caer? —dijo Anne inmediatamente.
— ¿Caer dónde? —preguntó Greg mientras lo asaltaba un
repentino presentimiento. Su hermana lo tenía en sus garras.
Ella lanzó un suspiro de disgusto y luego le tendió bruscamente
sus bolsas de compras.
— Toma, encuentra un asiento en el patio de comidas y cuida
éstas. Repentinamente tengo que visitar también el servicio de
damas.
— No, Anne, sólo — mierda, —murmuró entre dientes cuando
ella fue rápidamente tras Lissianna. Su hermana se pegaría a
Lissianna como lapa, haciéndole preguntas e impidiéndole comer, a
menos que se alimentara de Anne. Greg parpadeó en la posibilidad.
Le gustaba bastante la idea. Lo cuál probablemente fuera algo malo,
se dio cuenta. Agitando su cabeza, dobló y entró en el patio de
comidas para encontrar una mesa vacía.

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El patio de comidas estaba ocupado, pero Greg encontró una
mesa vacía al final y puso en ella las bolsas de su hermana. Tomó
asiento, y echó un vistazo hacia los baños para ver a Lissianna y su
hermana salir.
— Bien, debemos tomar un café, —dijo Anne dijo alegremente
mientras alcanzaba la mesa.
— ¡Oh!, no podemos, pero gracias, Anne, — Greg dijo
rápidamente.
— No seas absurdo, por supuesto que puedes. Pregunté y Lissi
dijo que no tenías ningún plan.
Echó un vistazo a Lissianna para verla ofrecerle una mueca
arrepentida, pero estaba más interesado por su palidez. Obviamente
— como había temido — no se las había arreglado para comer de su
hermana para salir del paso. Greg regresó a su hermana.
— Sí, pero —
— No aceptaré un no por una respuesta. Te quedarás a tomar el
café conmigo, ¿tú no Lissi?
Lissianna sonrió.
— ¿Ves? —dijo Anne, tomando eso como uno sí. —¡Vamos!
Greg, puedes ayudarme a conseguir el café mientras Lissi cuida las
bolsas y descansa. La pobre muchacha parece lista para caer.
Greg echó un vistazo de una mujer a la otra. Cuando Lissianna
le dio una mirada comprensiva y le hizo señas que lo hiciera, suspiró
y se puso de pie para seguir a Anne.
— Es bonita, —dijo Anne cuando lo llevaba a una cafetería.
— Sí, — Greg dijo entre dientes.
— Sin embargo está muy pálida. ¿Ha estado enferma
recientemente?
— Er.... Gripe, — mintió Greg.
— Ah, claro.
Anne asintió con la cabeza seriamente cuando la persona en
frente de ellos recibió su orden y arrancó. Caminó hasta el mostrador
y pidió un capuchino y una medialuna de chocolate, luego se dirigió a
él.
— ¿Qué bebe Lissianna? ¿Le gusta el capuchino?
Greg la miró sin comprender, y entonces admitió:
— No traigo dinero conmigo.
Anne lo miró atentamente.
— ¿Qué?
— Olvidé mi billetera. —era la verdad, pero eso le dio una idea y
agregó:

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—En realidad, tal vez es bueno que haya tropezado contigo.
¿Crees que podrías prestarme un poco de dinero por uno o dos días?
— Sí. — abrió su billetera —. ¿Cuánto quieres?
Greg vaciló. No habían sido capaces de ir a un hotel porque no
tenían dinero, habían planeado por eso pedirle a Debbie un lugar
dónde quedarse. Pero no podían encontrar a Debbie.... no sería
ningún problema si pudieran alojarse en un hotel. Tomando una
amplia bocanada de aire, preguntó:
— ¿Podrías prestarme un par de cientos?
La cabeza de Anne se sacudió hacia arriba con sorpresa, pero
luego de un momento asintió con la cabeza despacio.
— Tendré que buscar un cajero para prestarte esa cantidad.
Pasaremos por uno después de que tomemos nuestro café. Pagaré las
bebidas.
Greg suspiró cuando regresó al mostrador y pidió dos
capuchinos más y otras dos medialunas de chocolate. Pagó la orden,
y luego dobló para echarle un vistazo mientras esperaban que les
entregaran su orden.
— ¿Por cierto? ¿Desde hace cuánto tiempo conoces a Lissianna?
— No mucho tiempo, — Greg dijo con evasivas.
— le pregunté qué hacía, y dijo que trabaja en el refugio.
— Sí. Trabajo social.
— Mmm. —sonrío Anne—. El trabajo social, la psicología, están
muy cerca. Ustedes dos deben tener muchas cosas en común.
— Uh.... Sí. — dijo Greg cautelosamente, y luego agregó al ver
que su orden estaba sobre el mostrador —. Aquí están.
Extendió la mano más allá de ella para tomar la bandeja, y
luego la llevó de regreso a la mesa donde Lissianna esperaba.
Permanecieron en silencio mientras apoyaba en la mesa las bebidas y
la bandeja.
— Mmm, esto está muy bueno, — dijo Anne mientras probaba
su medialuna, luego echó un vistazo de Greg a Lissianna, y dijo—, no
pensaba preguntar. ¿Cómo se conocieron?
— A través del trabajo, — dijo Greg al mismo tiempo que
Lissianna decía —, a través de familia.
Anne se río.
— ¿Y cuál es?
Greg y Lissianna se miraron fijamente, y luego él limpió su
garganta y dijo:
— Realmente ambas. Su madre consultó conmigo sobre una
fobia, y conocí a Lissianna a través de ella.

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— Ah. Así que ya has conocido a su madre —dijo Anne como si
ese hecho fuera verdaderamente significativo.
Greg suspiró interiormente, sabiendo que estaban fritos. No
tenía duda que los interrogaría despiadadamente. Y lo hizo. Gastó la
próxima media hora tratando de esquivar las preguntas y responder a
esas que no podía parar con evasivas. Fue un gran alivio cuando ella
miró su reloj, y dijo:
— ¡Oh! geez, mira la hora. Tenemos que irnos.
— ¿Nosotros? —parpadeó Lissianna.
— Sí, —sonrío Anne—. Tengo que recoger a mami. Tenemos
que encontrarnos con mi marido para cenar en Casey. Pero primero
tengo que detenerme en un cajero automático para entregar a
Greg.... Er.... Ese dinero que le debo.
— ¡Oh! —Lissianna echó un vistazo a Greg, y le dirigió una
sonrisa que helada cuando Anne continuó, sin embargo Greg, si me
detengo en un cajero automático ahora se me hará tarde para
recoger Mami. Ya que no tienen ningún plan, por eso, ¿por qué no se
reúnen con nosotros para la cena?
Greg abrió su boca para tratar de retirarse afuera de la cena
elegantemente, pero Anne añadió:
— Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que cenaste con
mami, y estoy segura que adoraría conocer a Lissianna. Por supuesto,
John y yo pagaremos la cena, y luego puedo conseguirte el dinero.
Haría las cosas mucho más fáciles para mí.
Maldición, pensó. Lo arponeaba a través del hueso de la culpa.
Lanzó una mirada arrepentida a Lissianna y asintió a su hermana.
— Lo siento, —murmuró varios minutos después, una vez
estuvieron ubicados en el asiento trasero del automóvil de su
hermana.
Se había unido a Lissianna en la parte trasera, afirmando que
evitaría la mudanza cuando recogieran a su madre, pero realmente
quería hablarle.
— Está bien, —le aseguró Lissianna.
— Supongo que no conseguiste terminar lo que fuiste a hacer
en el servicio de damas antes que Anne te persiguiera.
Ella suspiró y agitó su cabeza.
—Estaba demasiado ocupado de todos modos, lleno de
adolescentes. No era posible controlarlas a todas mientras me
alimentaba de una.
— Bien, cuando lleguemos al restaurante, ve al baño y da otro
intento. Y si Anne te sigue esta vez, muérdela.
Las cejas de Lissianna se elevaron ante la sugerencia, pero
antes de que pudiera hablar, Anne llamó:

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— ¡Aquí estamos!
Greg echó un vistazo por todas partes para notar que estaban
disminuyendo la velocidad, y Lissianna siseó en su oreja:
— ¿Qué pensará tu madre de nosotros si está mirando?
Los ojos de Greg se abrieron con alarma. No había pensado en
eso. Por un momento entró pánico y no supo qué hacer. Entonces
Lissianna desabrochó su cinturón de seguridad y lo hizo agacharse
tras el asiento mientras ella lo hacía.
Sintió el automóvil doblar a la derecha, luego Anne estacionó el
vehículo en lo que debía ser la entrada de su madre.
— ¿Qué están haciendo ustedes dos?
Greg y Lissianna echaron un vistazo arriba para encontrarla
inclinada sobre el asiento delantero, mirándolos con perplejidad.
— Er.... ¿Sorprender a mami? —sugirió, y vio el parpadeo de su
hermana que luego sonrío extensamente.
— ¡Qué idea tan fenomenal! Lo adorará. Quédense escondidos,
voy a traerlo.
Greg soltó un suspiro de alivio cuando se retiró del asiento y
escuchó al fin la puerta del automóvil. Su mirada se deslizó a
Lissianna que estaba arrodillada en el espacio del piso entre el
asiento delantero y el trasero, con su cabeza sobre el asiento trasero.
Cuando él la miró, ella empezó a reírse entre dientes.
Greg sonrío con aire vacilante.
— ¿Qué es tan gracioso?
Levantó sus cejas.
— Míranos. ¿Tú imaginaste esta situación antes de que toda
esta demencia empezara el viernes pasado?
Sonrío débilmente. No, no había imaginado una situación así
indudablemente. Su vida había sido increíblemente predecible y
aburrida. Ahora no sabía qué era. Greg miró su cara cansada y la
encontró hermosa allí relajada sobre el piso, la besó suavemente,
suspirando contra sus labios cuando Lissianna apuntó su cabeza en el
asiento trasero para hacerle el acceso más fácil.
— Aquí estamos.
Greg escuchó la palabra y el sonido de dos puertas que se
cerraban, pero estaba tan enterando de que tenía una gran capacidad
para cerrar cosas. Lo hizo ahora, cerró la voz de su hermana y se
concentró en besar Lissianna.
— Tengo una sorpresa en el — ¡Oh!.... Er.... Tal vez te mostraré
cuando lleguemos al restaurante, — escuchó que decía su hermana
sobre sus cabezas y sabía que estaba mirando con atención hacia el
frente. No podía preocuparse menos.

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Greg dejó de besar a Lissianna mucho antes de que alcanzaran
el restaurante; parcialmente porque besarla y no ser capaz de hacer
otra cosa era muy frustrante, y en parte porque estaba empezando a
acalambrarse en un espacio tan limitado. Ésa fue también la razón
por la que se alzó para sentarse sobre el asiento trasero y dijo:
— Hola, mamá.
Hubo unas cuantas exclamaciones sorprendidas mientras Greg
explicaba su presencia allí y presentaba a Lissianna, para entonces
estaban llegando al restaurante. Como había esperado, a su madre le
gustó Lissianna a primera vista y parloteó con felicidad, dándole la
bienvenida como si fuera de la familia. John llegó poco después de
que ellos lo hicieran, y Greg presentó a Lissianna otra vez. Habían
hecho sus pedidos y sus bebidas habían sido repartidas cuando
Lissianna se excusó para visitar la habitación de las damas.
Para alivio de Greg, Anne no la persiguió esta vez y empezó a
relajarse, pensando que podría comer, cuando su madre hizo una
expresión preocupada y dijo:
— Es una niña muy linda, hijo, pero está muy pálida. ¿Estás
seguro que no tiene náuseas?
Estará bien cuando coma, — le garantizó sinceramente Greg y
añadió luego—, es un poco hipoglucémica.
Fue probablemente lo peor que pudo hacer.
Los pasos de Lissianna era cortados y apresurados cuando
empujó la puerta al baño, pero se detuvieron repentinamente cuando
fue confrontada con una hilera de puestos vacíos y un mostrador
lleno de lavabos que no estaban siendo usados. El baño estaba vacío.
— No lo creo, —dijo entre dientes, se giró y caminó de regreso,
solo para detenerse en el pequeño pasillo que conducía a los baños.
Lissianna estaba hambrienta. Dolorosamente, así que ya no pensaba
que pudiera guardar una buena fachada para la familia de Greg
mucho más tiempo sino se alimentaba de alguien por lo menos un
poco. ¡¡Maldita sea!! Por qué Anne no la había seguido, pensaba con
irritación. Greg había dicho que podía morderla. No era
probablemente una buena idea morder a la hermana de tu novio la
primera vez que la conoces, pero....
Lissianna parpadeó ante sus propias ideas y se apoyó
débilmente contra la pared. ¿La hermana de su novio? Greg no era su
novio. Deseaba que lo fuera, pero no lo era. ¿Y eso no era
interesante? Deseaba que fuera su novio. Pero no era cierto. Deseaba
que fuera su novio, que pudiera presentarle ese reclamo.
Él le gustaba realmente. Y le gustaba besarlo, también, y se
había preguntado cómo se sentiría si hiciera mucho más que besarla.
— Sí, estás en problema, niña, —se habló entre dientes y supo
que era cierto. Era una desahuciada.

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Lo tenía malo para el doctor y lo sabía. Por otro lado, parecía
que él también gustaba de ella. Lissianna había notado la manera
posesiva en que ponía su mano sobre su hombro mientras había
estado hablando al tipo con el teléfono. Había estado estableciendo
definitivamente un derecho. Sonrío, pensando que tal vez estaría
bien. Tal vez era su compañero en la vida. Podía imaginarse viviendo
con él el resto de sus días. Tenían mucho en común, gustaban de las
mismas cosas, y —
— Hola, hermosa.
Lissianna se enderezó fuera de la pared, su mente reconocieron
el tono del saludo como algo que quería resultar seductor. Un hombre
alto, de cabello oscuro en vaqueros y una chaqueta de cuero estaba
de pie en el pequeño pasillo. Era atractivo y obviamente lo sabía, y le
estaba echando el ojo de arriba y abajo como si fuera un sabroso
bocado.
— ¿Estás esperando a alguien bonita? Porque si lo estás, estoy
disponible.
Lo miró fijamente con incredulidad, se preguntándose si se
acercaba a menudo a las mujeres fuera de los baños, y si era así, si
sus líneas trabajaran en realidad. Estaba a punto de decirle que se
fuera por dónde había venido cuando tomó conciencia de su hambre
y el servicio de damas vacío.
— Servirás, —decidió Lissianna y tomó su mano para llevarlo al
baño vacío.
El hombre estaba sonriendo como un idiota mientras lo
conducía derecho al cubículo más lejana y cerraba la puerta detrás de
ellos.
— Sí. Supe que eras una chica caliente en el momento que te
vi. —dijo, volviéndose a mirarla en el momento que ella habían
entrado en el baño y cerrado la puerta.
Lissianna sonrío y deslizó su mano por su cabeza, atrapándolo
por el pelo mientras sondeaba su mente, entonces tomó el control de
sus pensamientos. Su estúpida sonrisa de soy—u—muchacho—sexy—
aproxímate—para—que sea—tu—roca—en—el—mundo murió
repentinamente, dejando un hombre de muy buen ver, y pensó que
era una lástima que su personalidad no fuera tan atractiva como su
aspecto. Entonces hundió sus dientes en su cuello. Apenas había
empezado a comer, cuando escuchó la puerta del baño abrirse.
Doblando rápidamente, cambió el agarre sobre su cena y lo levantó
en sus brazos mientras se sentaba al borde del servicio,
acomodándolo en su regazo con sus piernas ligeramente levantadas
con el propósito de que sus pies no vieran si alguien mirase por
debajo le la puerta del compartimiento. Se alegró de hacerlo cuando
escuchó a la Sra. Hewitt llamarla:
— ¿Lissianna?

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Con el corazón repicando, retiró sus dientes rápidamente,
deteniéndose para lamer las heridas para estar segura que no
quedara ningún rastro de sangre desperdiciado antes de decir:
— ¿Si?
— ¿Estás bien, querida? Te ves tan enfermiza, te fuiste hace
tanto y Greg dijo que eras hipoglucémica. Así que empecé a
preocuparme y vine a ver qué estuvieras bien.
Lissianna dio vueltas a sus ojos. Simplemente ese no era su día.
— Estoy bien, — le garantizó —. El baño estaba lleno cuando
entré y tuve que esperar.
— ¿Lo estaba? —preguntó la Sra. Hewitt y Lissianna no podía
culparla por la duda en su voz desde que estaba totalmente vacío
ahora.
— Sí, partieron todas inmediatamente, — mintió.
— ¡Oh!, ya veo. Bien, mientras estés bien.
Lissianna esperó el sonido de la apertura y cierre de la puerta
exterior, pero escuchó una puerta de compartimiento abierta cerca
del suyo y casi gimió en voz alta en vez. No era posible que se
alimentara cuando solo la separaba una fina barrera de la madre de
Greg. Pero allí estaba, justo en sus brazos. Aliviaría el dolor que
estaba sufriendo, le daría más energía. Además no era como era una
alimentadora fuerte. Lissianna hundió sus dientes de nuevo en su
donante.
— Este es un restaurante bonito, ¿no?
Lissianna retrajo sus dientes.
— Sí. — su voz estaba ligeramente tensa.
Cuando el silencio siguió, se puso a alimentarse otra vez,
suspirando mientras el dolor que estaba sufriendo empezaba a
disminuir.
— ¿Estás hambrienta? — preguntó repentinamente la Sra.
Hewitt.
Oh dios, sí, pensó Lissianna, pero simplemente farfulló:
— Mmm hmm, — en contra del cuello de su donante.
— Supongo que sí. Espero que nuestras órdenes estén allí
cuando salgamos.
Lissianna no se molestó en responder y retrajo sus dientes, ya
se había alimentado todo lo que se atrevía del hombre unos
momentos después. Podía haber tomado a tres o cuatro donantes
más fácilmente, pero no era posible por ahora.
Después de que se libraran de la familia de Greg, podía
encontrar a otro donante o dos. Tal vez podían ir a un club o algo.

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Suspirando, Lissianna dejó de lado la posibilidad y se concentró
en limpiar la memoria de su donante y plantar la sugerencia en su
mente para cómo había terminado en el baño de las mujeres. Decidió
salir de su compartimiento antes de que la madre de Greg saliera del
suyo, Lissianna se puso de pie y se inclinó para poner al donante
sobre el asiento del servicio.
Tiró la cadena del servicio, ordenó al tipo que se quedara
agachado hasta que escuchara cerrarse la puerta de baño cerrar
cuando partieran, entonces se deslizó afuera de la cabina y
mentalmente le envió la orden de cerrar con cerrojo la puerta detrás
de ella.
— Sabes, creo que tienes un poco más de color en tus mejillas,
querida, —dijo la Sra. Hewitt cuando se encontró con Lissianna en el
sumidero momentos después. Charlaron mientras lavaban sus manos
y usaban el secador de aire.
Dejaron la habitación juntas, trasladándose a un lado del
pasillo para hacer sitio a una dama más vieja que se acercaba del
lado opuesto.
Segura que su donante probablemente estaba saliendo en ese
momento del compartimiento, Lissianna hizo una mueca, pero
continuó caminando. No había nada que pudiera hacer al respecto.
Bien, podía, pero no estaba dispuesta a malgastar la energía e
inventar las excusas necesarias para volver rápidamente e impedir a
la mujer encontrarse a un hombre en el baño de las mujeres. Le
vendría bien a su donante para aprender a no tratar de levantarse
extrañas fuera de los baños.
Realmente, un poco de vergüenza no era nada — podía haber
sido una asesina en serie.
La comida había llegado antes de que llegaran a la mesa, pero
Greg no estaba allí. Antes de que pudiera preguntar, Anne explicó
que había ido al baño de caballeros. Apenas había terminado de lo
decirlo cuando Greg llegó a la mesa y tomó asiento.
— Perdón que tardara tanto, — se excusó —. Había un disturbio
cuando salí del baño. Un tipo había entrado en la habitación de las
damas por error y una mujer lo estaba golpeando en la cabeza con su
monedero gritando "Violador.' Se necesitaron dos camareros y cuatro
camareras para calmarla y alejar al pobre tipo de ella.
— ¿¡Sí!? —preguntó débilmente Lissianna.
Comió sin pensar, disfrutando los sabores y las texturas en su
boca después de una dieta tan llena de líquidos. Sin embargo, no
podía comer tanto como los otros y le llamaron la atención
comentando el hecho de que no les asombraba que estuviera tan
pálida, etcétera.
El ring de un teléfono trajo un final a los murmullos
preocupados y todos se callaron mientras John sacaba un teléfono

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celular de su bolsillo y respondía. Escuchó por un momento, y luego
empezó a hablar, obviamente se trataba de un asunto de trabajo.
Lissianna sabía que era contador y que era el tiempo de las
declaraciones de impuesto para muchas empresas con las que
trabajaba. Cuando un niño en la mesa próxima empezó a gritar,
frunció el ceño, y dijo:
— Espera, Jack, no puedo escucharte. Ya salgo afuera.
Se puso de pie, se detuvo para besar a su esposa en el camino,
y luego se dirigió hacia la entrada del restaurante.
Todos se quedaron en silencio por un minuto, entonces Anne
repentinamente dijo:
— John y yo estábamos hablando mientras estuviste fuera, y
sugirió que te llevemos a donde vayas cuando salgamos de aquí para
no tener que prestarte dinero, Greg.
Lissianna era consciente de Greg se endurecía al lado de ella, y
comprendió su problema inmediatamente. No podían ir a su
departamento, seguramente estaría vigilado, y no podía ir a casa ir a
casa de su hermana. Extendió la mano bajo la mesa para moldear su
pierna con dulzura.
— En realidad, el automóvil de Greg está en mi casa, —mintió
suavemente Lissianna.
Había tenido doscientos años para perfeccionar la destreza, y
aunque no trató de usarla a no ser que fuera completamente
necesario, había sido necesario más a menudo de lo que hubiera
deseado gracias a quién y qué era. Tomamos el tranvía en el centro.
— ¡Oh! bien ¿dónde vives, Lissi? Podríamos dejarlos allí para
que Greg pudiera recoger su automóvil.
Lissianna dio la dirección de Debbie sin siquiera vacilar. Si Greg
no podía conseguir dinero prestado, no tenían otro lugar dónde ir.

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Capítulo 16
—Gracias, Debbie. Aprecio esto realmente, —dijo sinceramente
Lissianna mientras la seguía a la puerta principal.
—No es problema, Lissi. Yo también fui joven una vez.
Lissianna parpadeó. Siempre encontraba sorprendente cuando
las personas suponían que eran más viejas que ella.... Y, por
supuesto, Deb lo hacía. Pensaba que Lissianna tenía veinticinco a sus
cincuenta. ¿Sabía la pequeña mujer que estaba hablando a alguien
que era más de un siglo y medio mayor que ella?
Debbie dio sonrió apenas.
—Comprendo. Mi madre tampoco aprobaba a nadie con el que
saliera. Incluyendo a mi marido, que fue un príncipe entre los
hombres hasta el día que murió. —se detuvo en la puerta y regresó
para mirar hacia Lissianna, pasando luego su mirada a la entrada de
la cocina donde Greg esperaba. Una abierta sonrisa compartió sus
labios—. Y tu Greg parece a un príncipe también: guapo, educado y
un médico. ¡Ve por él, niña!
—Bien, un psicólogo de todos modos, —dijo Lissianna con una
sonrisa leve, agradecida —no por primera vez— que Debbie hubiera
estado en casa cuando la hermana de Greg los había dejado caer.
Debbie había estado comprensiblemente sorprendida cuando
Lissianna había aparecido sobre su umbral con Greg a remolque.
Lissianna podía haberla controlado y hacer que ella los dejara
quedarse, pero no había querido hacerlo. En vez de eso, se había
arriesgado y le había pedido su ayuda. No había explicado mucho,
sólo le había dicho a Debbie que había estado alojándose en casa de
su madre mientras su departamento era pintado, pero que habían

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tenido una pelea y necesitaba un lugar dónde quedarse a dormir.
Debbie había echado un vistazo a su expresión tensa y a la adusta de
Greg y llegado a sus propias conclusiones, suponiendo que la pelea
había sido aparentemente por él.
Comprensiva, dulce, y fanática de las novelas románticas, les
había dado la bienvenida en su casa.
—Eres muy misteriosa, ¿no? —dijo Debbie ahora—. Nunca
mencionaste que estaban pintando tu departamento, ni hablar del
hecho de que estuvieras enamorada.
—No estoy enamorada, —protestó Lissianna automáticamente,
sobresaltada por las palabras de la mujer, pero Debbie sólo se río
entre dientes.
—Lissi querida, reconozco la forma en que ustedes dos se
miran. Es cómo mi Jim y yo solíamos mirarnos. —su expresión se
tornó triste ante el recuerdo de su marido muerto, y luego agitó la
melancolía y sonrío—. No hay manera de que me convenzas de que
no adoras a este hombre.
Lissianna vaciló; no estaba preparada para usar la palabra amor
aún, pero confesó:
—Realmente recién estamos comenzando, Deb.
—¿Pero? —preguntó Debbie—. Escucho un pero ahí.
—Pero ¿cómo sabes si un tipo es el correcto para ti? —preguntó
Lissianna—. Quiero decir, mi madre pensó que mi padre era el
correcto cuando se casó con él y terminaron siendo miserables por
si... er.... mucho tiempo. —
Debbie consideró la pregunta, entonces dijo:
—Dijiste una vez que tu madre era muy joven cuando tus
padres se casaron, ¿no?
—Quince, —dijo con una inclinación de cabeza.
—¡Quince! —gruñó Debbie—. Eso no es joven, eso es un crimen.
—Mi abuela tuvo que dar un permiso especial, —mintió
Lissianna, recordándose en silencio que debía tener más cuidado con
lo que decía. Después estaría soltando que era un vampiro.
Expirando despacio, Debbie agitó su cabeza.
—Bien, cariño, no puedes dejar que el error de tu madre te
asuste. Era sólo un bebé cuando conoció y se casó con tu padre.
Dios, los quinceañeros están yendo en el barco de las hormonas, no
pueden tomar una decisión para toda la vida como con quién
desearían casarse.
Deb agitó su cabeza otra vez, y luego dijo:

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—Pero tú eres un poco mayor y eres muy madura para tu edad.
Pienso que debes confiar en ti misma. Puedes decir si un hombre es
lo que afirma ser o no.
—Sí, —estuvo de acuerdo Lissianna, y sabía que tenía una
ventaja en esa área. Otras mujeres tenían que juzgar a un posible
compañero basadas en lo que un hombre podría decir o sus
movimientos en el tiempo anterior al casamiento. Aunque Lissianna
no podía leer los pensamientos de Greg normalmente; había estado
dentro de su cabeza cuando lo había mordido y sabía cómo era él en
realidad. Sabía que era un buen hombre.
—Sólo escucha a tu cabeza y escucha lo que dice, escucha
después lo que dice tu corazón y sopésalos a ambos. Y recuerda,
nadie es perfecto, incluyéndote, —añadió, y luego sonrío—. Lo
lograrás. Y, como eres afortunada, tendréis este lugar para vosotros
solos hasta mañana por la mañana para pensarlo, por que prometí
visitar a mi madre esta noche antes del trabajo. Luego simplemente
me dirigiré al refugio un rato antes en vez de perder el tiempo
viniendo aquí.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Deb, de verdad quiero agradecerte. No sé dónde nos
habríamos ido si tú no hubieras…
—Estoy más que feliz de ayudar, —garantizó Debbie,
anunciando luego—, hay mucha comida en la cocina y pienso que
debe haber una botella de vino en algún lugar. Sírvete tú misma, mi
casa es su casa4.
Ahora, mejor que me ponga en camino a lo de mami antes de
que se ponga impaciente y empiece a llamar.
Debbie dio un abrazo rápido a Lissianna y partió.
—Parece simpática. Me gusta, —comentó Greg, viniendo desde
el pasillo de la cocina ahora que su anfitriona se había ido.
—Es simpática.
Lissianna cerró con llave la puerta y observó a Debbie subir en
su automóvil. La mujer más vieja puso en marcha el motor, luego
echó un vistazo hacia la casa, la descubrió y la saludó con la mano.
Lissianna le devolvió el saludo y sonrió cuando le dijo:
—Y tú le gustas, también.
—Recogí eso, —murmuró, cuando se movió más allá de él en la
sala.
—Nos escuchaste, ¿no? —preguntó Lissianna divertida cuando
cayó en el sofá. Estaba exhausta. Eran las ocho de la noche, y el
único sueño que había tomado desde el día anterior había sido la
breve siesta en el cine.

4
En castellano en el original

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—Pareces destrozada. —Greg escogió el sofá a su lado.
—Lo estoy, pero debo llamar a Thomas y averiguar qué está
ocurriendo en la casa. —Lissianna empezó a ponerse de pie, pero
Greg la agarró del brazo y la obligó a volver a sentarse.
—Puede esperar, —le garantizó—. Estamos a salvo por ahora.
—Puede que sí, —le permitió Lissianna—. Pero no podemos
quedarnos aquí para siempre. ¿Qué vamos a hacer mañana?
—Nos preocuparemos de eso mañana por la mañana, —dijo
firmemente—. Debemos estar seguros hasta entonces por lo menos.
—No estoy segura que lo estemos, —dijo con abatimiento—.
¿Qué pasa si mamá va al refugio para explorar?
Greg permaneció en silencio por un momento, y luego suspiró.
—Crees que leerá la mente de Debbie y sabrá que estamos
aquí.
Lissianna asintió con la cabeza.
—Está bien. Eso podría ocurrir, pero, Lissianna, estás
totalmente exhausta. Nunca he visto a alguien tan extenuado como
tú pareces estar en este momento. Tienes que descansar.
—Solo…
Greg levantó una mano para hacerla callar, y luego dijo:
—Debbie no estará en el refugio hasta dentro de unas horas
como para que puedan leerla. Así que, puedes dejar de preocuparte y
dormir por ese tiempo por lo menos.
Lissianna mordió su labio.
—¿No dije nada para aliviar tus preocupaciones? —preguntó.
—No, —admitió en tono apenado.
—Está bien, así que sólo relájate durante diez minutos
entonces. Ha sido un día estresante entre el centro comercial y mi
familia.
—Me gusta tu familia, —dijo Lissianna con una sonrisa.
Greg hizo una mueca, pero dijo:
—A ellos les gustaste también. Mientras tú estabas en el baño,
tanto madre como Anne dijeron que estabas buena y para morderte.
La sonrisa de Lissianna se destiño.
—No dirían eso si supieran qué soy, ¿o sí? —no era una
pregunta, pero Greg la trató como si lo fuera, su expresión se tornó
atenta. Esperaba su respuesta con curiosidad.
—Creo que lo harían, —dijo finalmente—. Si creyeran que tú
podrías hacerme feliz, lo harían. Y pienso que tú podrías hacerme
feliz.

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Lissianna sorbió su aliento ante esas palabras tan seriamente
dichas. Todavía estaba tratando de absorberlas y considerar qué
podrían representar cuando frunció el ceño, y dijo:
—Todavía estás muy pálida. Un donante no fue suficiente, ¿o sí?
—No importa. —Lissianna se encogió de hombros, a disgusto
con el tema—. No hay mucho que pueda hacer sobre ello por el
momento de todos modos, —señaló.
Greg atrapó su barbilla con un dedo y llevó su cara hacia atrás
para encontrar su mirada.
—Sí, puedes, —dijo seriamente—. Yo estoy aquí.
Lissianna tragó. Se le estaba brindando, y se sentía tentada por
la propuesta, pero....
—No, no debo hacerlo… simplemente no puedo.... —se detuvo y
agitó su cabeza confusa.
—Sí, claro, —dijo firmemente, entonces señaló con el dedo
afuera—, no es como si no lo hubieras hecho antes.
—Sí, pero eso era diferente. No te conocía entonces.
Greg arqueó una ceja ante su mirada de incredulidad.
—¿Así que está bien ir por ahí besando y mordiendo a
desconocidos, pero no a los amigos?
Lissianna frunció el ceño.
—Generalmente no necesito besar para alimentarme. Tú eras
diferente. No podía entrar en tus pensamientos.
—Muy bien, cambiaré mi pregunta. ¿Por qué podías alimentarte
de mí cuando no me conocías, pero sientes que no puedes ahora?
Se encogió de hombros incómodamente y trató de ordenar sus
ideas en su propia mente con el propósito poder explicárselo. No es
que no quisiera morderlo —Lissianna había querido morderlo cada
minuto que había estado cerca de él desde ese primer mordisco—
pero ya no era simplemente un extraño más con un lazo alrededor de
su cuello. Era Greg, un hombre que le gustaba y disfrutaba pasando
el tiempo con él, y quería desesperadamente protegerlo de su madre
y tío.
—¿Ayudaría si te dijera que lo disfruté la última vez?
Lissianna echó un vistazo arriba bruscamente, tragó entonces y
lamió sus labios, calmándose cuando Greg extendió la mano para
frotar un dedo ligeramente sobre de la humedad que había dejado.
—¿En serio? —preguntó, su voz quebrándose y volviéndose más
ronca—. ¿Te atreverías a darnos placer mientras te alimentas de mí?
Casi incapaz de hablar, Lissianna le respondió permitiendo que
sus labios se abrieran para recibir la punta de su dedo en su boca
como él le había hecho esa primera noche. Su lengua se deslizó hacia

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adelante para frotar la carne redondeada mientras lo chupaba
ligeramente. El brillo repentino en sus ojos le dijo que había sido una
buena respuesta.
Tiró de su dedo liberándolo y lo reemplazó con su lengua
cuando su boca cubrió la suya.
Lissianna dio la bienvenida a la invasión, su cuerpo estalló en
llamas como si todas las horas entre su primer beso y este nunca
habían ocurrido. ¡Oh! Sí, pensó débilmente mientras sus brazos se
envolvieron alrededor de ella. Quería satisfacerlos a ambos. Entonces
perdió la capacidad de pensar cuando fue consciente de la mano que
se deslizó desde su estómago hacia su pecho.
Greg había estado atado a la cama la última vez que se habían
besado, dejándolo incapaz tocarla. No lo estaba ahora. Lissianna
gimió cuando ahuecó su mano contra su pecho, gimió entonces y se
arqueó ante su tacto mientras él apretaba suavemente. Cuando usó
su pulgar y uno de sus dedos para tironear de su pezón
repentinamente erguido a través de su blusa, podía pensar que era
una buena cosa que el hombre hubiera estado atado a la cama la
noche de su fiesta. Por lo demás, su madre y Thomas podrían haberse
encontrado con algo mucho mayor que besar y morder.
Los miedos y recelos sobre su seguridad que tenía Lissianna
empezaron a desvanecerse rápidamente mientras la acariciaba.
Incluso su agotamiento pareció desaparecer cuando Greg abandonó
su pecho y cambió de lugar sus dedos a los botones de su blusa. Le
habría dicho que la rasgara para abrirla, pero era difícil hablar con su
lengua en su boca así que Lissianna lo dejó con ello y puso a sus
propios dedos a tirar de su camiseta hacia arriba.
Apenas había recorrido la mitad de camino sobre su espalda
antes de detenerse para tener la oportunidad de mover sus dedos la
carne que había revelado.
Su espalda era suave, amplia y dura, se sentía bien contra sus
dedos y palmas, pero no era suficiente y pronto empezó a tirar de su
camiseta otra vez hasta que no pudo jalarla más arriba. Antes de que
pudiera sentirse frustrada porque sus esfuerzos estaban siendo
entorpecidos, Greg rompió su beso y se reclinó. Las manos de
Lissianna cayeron a sus lados y lo acarició con los ojos mientras
agarraba la camiseta y tiró de ella sobre su cabeza.
El hombre podría ser un psicólogo que holgazaneaba en su
oficina todo el día, pero una no podía distinguir eso por el pecho
musculoso que tenía. Lissianna suspiró con placer y se inclinó hacia
adelante para pasar sus manos por la superficie llena de músculos
mientras tiraba su camiseta a un lado, pero eso fue todo lo que le
permitió tocar. Sacando sus manos fuera del camino agarró su blusa
y Lissianna echó un vistazo abajo para ver que había terminado de
desabotonarla antes de parar. Ahora se la quitó, sentándola ante él
en pantalones negros y un sostén de encaje blanco.

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—Hermosa, —murmuró Greg, y sus manos aferraron sus pechos
a través de las blancas tasas del sostén.
Lissianna aspiró y su espalda se arqueó, empujando sus pechos
hacia adelante cuando él se inclinó hacia adelante para besarla otra
vez. Dejó que sus brazos se deslizaran alrededor de sus hombros
mientras sus cuerpos se acariciaban. Greg la besó sólo una vez
permitiendo que su boca se arrastrara por los costados de la suya por
toda la superficie de su mejilla hasta su oreja.
Gimió cuando la mordisqueó allí brevemente, entonces arrastró
sus dientes y labios hacia abajo a lo largo de su cuello. Lissianna no
se dio cuenta de que la estaba exhortando a recostarse hacia atrás
hasta que sintió el sofá sobre su espalda. Greg la siguió, su boca
moviéndose a la suya para besarla otra vez, casi distrayéndola del
suave roce de sus dedos que deslizaba la correa del sostén sobre un
hombro. Tembló ligeramente cuando el aire fresco golpeó pezón
caliente y erguido, y luego él rompió su beso e hizo descender su
cabeza sobre su pecho.
Un suspiro de placer se escapó de sus labios, y envolvió sus
dedos en su pelo oscuro cuando su boca se cerró sobre su pezón.
Lissianna estaba tan excitada, sus pezones tan erguidos y delicados
que su succión se volvía casi insoportable, gimió y se arqueó debajo
de él. Ella se restregó inconscientemente contra la pierna que tenía
entre las suya y Greg respondió moviéndose para que la dura prueba
de su excitación sustituyera a su pierna, entonces mordió el nudo
susceptible de su pecho, haciéndola gemir y agitarse bajo él otra vez.
Esta vez gimió al mismo tiempo que ella y empujó nuevamente
mientras Lissianna abría sus piernas para envolverlas alrededor de su
cintura para poder disfrutarlo más completamente. Clavó sus talones
en sus costados, instándolo mientras se frotaba contra él y Greg
respondió al pedido silencioso, movió sus caderas durante largos
momentos antes de detenerse repentinamente y arrancar la boca de
su pecho.
—Oh dios, Lissi, —gimió—. Tenemos que aflojar el paso.
—No, —murmuró, tratando de atraerlo contra ella—. Por favor.
Te necesito.
—No todavía, —le garantizó y silenció cualquier protesta
adicional besándola.
Sintió su mano entre ellos alcanzar el botón de sus pantalones y
unos momentos después se había encargado de desprenderse del
cierre. Lissianna no sabía qué esperaba que pasara después, pero no
que rompiera su beso y se pusiera de pie para tomar su mano
levantarla a ella a su lado.
—¿Qué…? —empezó con aire vacilante, y luego cayó en silencio
cuando él sonrío y empezó a deslizar sus pantalones por sus caderas.
Cuando la tela cayó debajo de sus rodillas, se arrodilló para levantar
cada pie y deprenderla de ellos.

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Lissianna esperaba que él volviera a ponerse de pie entonces,
pero en su lugar, Greg se recostó sobre sus piernas y observó su
cuerpo. Sus ojos ardientes se movieron sobre sus bragas de encaje
blancos, y luego hasta el sostén de encaje blanco que cubría solo uno
de sus pechos. Su mirada permaneció sobre él, quemando su piel.
—Quítate el sostén, —pidió con voz ronca, y Lissianna vaciló,
luego alcanzó el sostén y buscó el broche a presión de su espalda. Lo
dejó caer encima de sus pantalones y permaneció quieta, muy
consciente de que estaba casi desnuda mientras él todavía llevaba
sus vaqueros.
Greg devoró sus pechos descubiertos con sus ojos, y luego su
mirada se deslizó a la braga otra vez. Esperaba que él le ordenara se
la quitara, pero, en su lugar, extendió la mano repentinamente para
atraparla por las caderas y se inclinó hacia delante para darle un beso
al triángulo de encaje blanco.
Lissianna aspiró bruscamente, mordió su labio y cerró sus ojos
cuando sintió su aliento caliente a través de la tela como si estuviera
calentando el centro de su ser. Sintió que sus manos se movían y
parpadeó rápidamente, echó un vistazo abajo para verlo sujetar con
sus dedos la cinturilla de sus bragas. Se las quitó despacio hasta que
pudo salir de ellas también.
En cuanto la pieza de encaje se hubo unido el resto de la ropa
sobre el suelo, Greg regresó su posición anterior alzándose sobre sus
rodillas lo suficiente para poder darle otro beso allí, esta vez sin la
tela entre ellos.
Lissianna se aferró a su cabeza, enredando sus dedos en su
pelo para mantener su balance mientras la instaba a separar sus
piernas, entonces tomó una de sus piernas la colocó sobre su hombro
para poder abarcar una mayor superficie.
La atrapó firmemente por sus caderas para mantenerla en el
lugar y ella gimió, jalando su pelo ante la conmocionada sorpresa por
el inmediato placer que la atravesó cuando encontró su centro con su
boca y empezó a saborearla con golpes largos, cariñosos.
Lissianna no podía mantenerse en esa postura por mucho más
tiempo. Cuanto más se excitaba le era más difícil mantener el
balance. Consciente de su dificultad, Greg la llevó hacia el sofá para
sentarla sobre él. Trató de atraparlo por los hombros y llevarlo sobre
ella, pero la evadió y se arrodilló ante ella para terminar lo que había
empezado, dándole placer hasta que se corrió, gritando su nombre.
Drogada con el placer, Lissianna miró a través de sus ojos
entrecerrados cuando Greg se alzó finalmente. Sus dedos se
movieron abrir sus vaqueros y ella abrió ampliamente sus ojos ante el
espectáculo. Cuando él se detuvo, sintió que lo último de su letargo
se escabullía para ser reemplazado por la curiosidad sobre lo que lo
estaba haciendo vacilar. Al siguiente momento él se inclinaba
repentinamente para levantarla del sofá.

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Lissianna gimió y aferró sus brazos alrededor de sus hombros
cuando Greg la llevó afuera de la sala y a lo largo del pasillo hasta el
dormitorio principal. El sol se había puesto y la habitación estaba
llena de las sombras, pero había algo de luz proveniente de las
farolas en frente de la casa para permitirles orientarse. Greg la llevó
al otro lado de la habitación, a la cama, pero no la puso allí
inmediatamente. En su lugar atrapó sus labios con los suyos y la besó
suavemente, recién entonces liberó sus piernas y permitió que se
deslizaran al suelo mientras la besaba otra vez.
Lissianna se afirmó sobre sus pies y giró hasta que estuvieron
cara a cara mientras profundizaba más el beso. Sus manos se
deslizaron alrededor de sus hombros y luego hasta su pelo. Las anudó
allí antes de deslizarlas, raspando sus dedos ligeramente a lo largo de
su cráneo, luego a los costados de su cuello y finalmente sobre su
pecho y estómago. En la cumbre de sus vaqueros, paró y se encargó
de su cinturón, rompió el beso entonces mientras le quitaba sus
pantalones, dejándolos caer sobre sus pies para retirarlos
completamente.
Cuando lo hubo hecho se dejó caer sobre las rodillas para
revisar lo que había revelado. Lissianna no era ninguna experta sobre
la anatomía masculina, pero estaba segura que Greg era
probablemente una de las más finas muestras que pudiera encontrar
por allí. No pensaba que fuera del tipo que sintiera necesidad de
colocar pepinos dentro de sus pantalones para impresionar a las
mujeres. Cuando extendió la mano y cerró con curiosidad sus dedos
alrededor de él, Greg endureció y dejó escapar una respiración
siseante.
Cuando Lissianna movió ligeramente sus dedos por toda su
longitud, gimió. Pero cuando cerró su boca alrededor de su erección,
corcoveó ligeramente, anudó su mano en su pelo y la separó.
—No esta vez, —gruñó, exhortándola a ponerse de pie.
Lissianna lo dejó ponerla en pie, sabiendo que era
probablemente mejor así. En el momento en que lo había llevado a su
boca fue consciente de la sangre que palpitaba justo debajo de la piel
cálida y su hambre había brotado, dándole el impulso repentino de
morder. Dejar de darle placer por un rato cuando su hambre lo
convertiría en un mejor banquete, pensó Lissianna con un suspiro
cuando se puso de pie y usó su asimiento para darle un beso sobre el
pelo y atraerla hacia adelante. Esta vez no era tierno. Parecía que
había despertado a la bestia.
La boca de Greg se movió sobre la suya, caliente, hambrienta y
dominante, tan dominante como la mano que repentinamente se
deslizó entre sus piernas. Lissianna boqueó, pero no había aire para
tomar, sólo Greg. Su lengua estaba en su boca, su cuerpo contra el
suyo, una de sus manos sujetando su cabeza en su lugar y la otra
entre sus piernas, deslizó un dedo primero por sus labios y luego
ahondó en ella, instándola a los máximos apogeos de excitación.

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Gimió desde el fondo de su garganta cuando todo el deseo
saciado regresó gritando a la vida en su interior. Extendiendo la mano
entre ellos, Lissianna lo atrapó firmemente en su mano y apretó
suavemente, causando un gruñido en la garganta de Greg. Sabía que
estaba jugando con fuego y aún así movió su mano cerrada de arriba
abajo por toda su longitud otra vez, sonriendo contra su boca triunfal
cuando dejó de acariciarla repentinamente, la atrapó por la cintura, y
la levantó ligeramente.
Lissianna soltó su asidero en su erección y envolvió sus brazos
alrededor de sus hombros mientras sus piernas se envolvieron
alrededor de su cintura, entonces la bajó hacia él y ella gimió cuando
la llenó.
Greg vaciló, dio un paso adelante y apoyó la mayor parte de su
peso sobre el tocador al lado de la cama.
Lissianna gimió cuando el movimiento permitió que la
condujera tan profundamente como era posible. Apretó su culo sobre
el borde de la superficie de tocador e inclinó su torso sobre ella para
que quedara semi—reclinada y aferrada a sus hombros, su cara
presionó uno de sus omóplatos mientras se clavaba dentro de ella
una y otra vez.
Cuando la tomó de sus muslos y levantó sus piernas
ligeramente, Lissianna gimió ante este nuevo ángulo y volteó su cara
a su cuello, sus dientes rozando su piel. Sintió que Greg temblaba
ante su tacto y entonces susurró:
—Adelante. Hazlo.
—No, —gimió Lissianna, tratando de resistir, pero estaba llena
de deseo y necesidad, y su hambre por su sangre se estaba
confundiendo con su deseo por él y ambos le estaban instando a que
hundiera sus dientes en su cuello.
—Lissi, Dios, sólo hazlo, por favor, —gimió Greg en su oreja. Y,
sin parar para pensar, Lissianna giró su cabeza y hundió los dientes
en su garganta.
Greg echó hacia atrás su cabeza y gritó, su cuerpo corcoveando
contra ella cuando sus mentes confluyeron y su placer se mezcló y se
hizo eco en sus cuerpos. Se hizo más fuerte con cada impulso, hasta
que Lissianna estuvo ebria de él. Ella continuó aferrada, sus brazos y
piernas envolviéndolo fueron presas del placer. El orgasmo los
atravesó, vibrando a través de ellos en un pulso que estremeció sus
cuerpos una y otra vez desde la punta de los dedos de sus pies a la
cima de sus cabezas.
Lissianna sentía que sus dedos la aferraban desesperadamente,
mientras sus propios dedos alcanzaban su trasero. Estaba empezando
a pensar que este placer casi insoportable podría ser también
interminable. Entonces Greg se tambaleó débilmente contra ella, y se
dio cuenta de que todavía tenía sus dientes en su cuello, y estaba
todavía bebiendo de él.

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Lissianna lo soltó inmediatamente y oyó a Greg mascullando
una protesta. Intuía su intensa decepción cuando el combinar de sus
mentes empezó a difuminarse para finalmente desvanecerse
totalmente.... Y con él, el dilatado orgasmo también se desvaneció
finalmente.
Se desplomaron uno contra el otro, la respiración agitada,
entonces Greg susurró:
—Nunca estuve tan cerca de alguien como en el momento en
que nuestros pensamientos se unieron. Eran como estuviéramos de
pie uno frente al otro con las almas y los corazones al desnudo.
Parecía que conocía todo lo que existe dentro de ti. Es lo mismo para
ti, ¿no?
—Sí, —admitió Lissianna contra su cuello, entonces preguntó:
—¿Estás bien? Te estás tambaleando.
Asintiendo con la cabeza, retrocedió, su miembro ahora fláccido
deslizándose de su cuerpo.
Viendo su palidez, Lissianna se deslizó inmediatamente del
tocador, tiró de las mantas a un lado sobre la cama y lo instó a
echarse en ella. Cuando empezó a enderezarse la arrastró hacia él,
aparentemente no estaba dispuesto a separarse de ella aún.
Lissianna empujó las mantas para cubrirlos a ambos y luego permitió
que la apretara contra su pecho y envolviera sus brazos alrededor de
ella. Abrazada contra él pensó que sería feliz de ser sujetada por él de
este modo para siempre.
Permanecieron tendidos de ese modo durante varios minutos
antes de que Greg la mirara detenidamente y dijera:
—Lissianna, ¿qué es ser un verdadero compañero en la vida?
Se endureció contra él, sobresaltada por la pregunta.
—¿Dónde te enteraste de eso?
—Thomas dijo que debía preguntarte, pero me olvidé hasta
ahora.
Lissianna permaneció en silencio por un minuto, y luego limpió
su garganta.
—Mi madre ha dicho siempre que cada persona tiene su propio
compañero de vida. Se supone que es el destinado a ser tu consorte.
—Parece que tu madre es una romántica, —dijo con tierna
diversión.
—Quizás, —estuvo de acuerdo Lissianna.
Otro silencio los rodeó y luego preguntó:
—Cuéntame sobre tu tío.
Parpadeó con sorpresa ante su pedido, entonces se inclinó para
mirar atentamente su cara y preguntar:

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—¿Por qué?
—Porque tú y cada uno de tus primos parece temerosos de él, y
quiero saber por qué.
Lamentando el regreso a la realidad, Lissianna suspiró y volvió
a apoyar su cabeza en él. Pensó por un minuto y entonces dijo:
—Es viejo y frío, según lo describe Thomas.
—Viejo y frío, —repitió Greg seriamente.
Asintió con la cabeza.
—No es que sea cruel o algo, es justo. —luchó brevemente por
encontrar las palabras y luego dijo—. Ha estado vivo por muchísimo
tiempo, Greg. Algunos milenios. Era guerrero en Roma, era un
guerrero en la Inglaterra medieval.... —se encogió de hombros—. Es
un guerrero. Ha visto a incontables personas nacer y morir, y
probablemente mató a muchos en batalla también, con el tiempo.
Ahora, está en el Consejo y hace lo que tiene que ser hecho para
mantener segura a su gente.
Greg permaneció en silencio por un minuto, y luego dijo:
—No quiero ser un Renfield.
Lissianna movió sus dedos con dulzura sobre su pecho y
prometió:
—No dejaré que eso ocurra.
—Sé que tratarás de asegurarte que no ocurra, —dijo—. Pero si
tu tío trata de borrar mi memoria y no puede hacerlo, como ustedes
dudaron que pudiera esta mañana en casa de tu madre, querrá
someterme al “Consejo de tres” o algo así, ¿no?
Lissianna permaneció en silencio, pero no tuvo que responder.
Ya le había explicado lo suficiente a él para saber que ese era el caso.
Y tampoco quería que ocurriera. La idea de violar la mente de Greg
era demasiado dolorosa para considerarlo siquiera. Su mente era una
de las cosas que más le gustaba sobre él. Aunque, tuvo que
reconocer, su cuerpo no estaba nada mal.
—¿Cuáles son mis oportunidades de seguir mi camino sin que
ellos hagan papilla mi cerebro?
—No pienses en eso, Greg. —dijo—. No dejaré que ocurra.
—¿Cómo puedes impedirlo? Este consejo gobierna a tus gente,
¿no? Son como la policía para tu gente.
—Sí, —reconoció.
—Y estoy suponiendo, que desde que evitaste responder, mis
oportunidades de evitar al consejo son muy remotas. —se movió bajo
ella ligeramente, casi impaciente—. Quiero decir, si pueden controlar
a cualquiera, pueden probablemente entrar en cualquier oficina o
banco y obtener toda la información que necesiten sobre mí.

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—Sí. —suspiró.
Volvieron a caer en un largo momento de silencio y entonces
preguntó:
—¿Qué te harán por liberarme?
Lissianna se encogió de hombros.
—No hay nada que puedan hacer. Mami puede gritarme, pero el
Consejo no puede castigarme puesto que no hablé con mi tío y no
sabía lo que ellos querrían…
—Ese es un detalle técnico, y mientras podría funcionar en un
tribunal judicial humano, sospecho que no funcionaría con el Consejo.
Especialmente si tu tío puede leer tu mente y descubrir que
básicamente sabías lo que querían hacer.
Incapaz de argumentar el punto, Lissianna permaneció en
silencio.
—Así que, si tratamos de huir, probablemente nos encontrarán
y me convertirán en un Renfield y luego te harán sabe Dios qué cosa
a ti.
—Puede que sí, —reconoció, y colocó su cabeza sobre su pecho
otra vez.
Luego de otro silencio Lissianna dijo:
—Sin embargo puede haber una forma de protegerte.
—¿Cuál? ¿Un cambio de sexo y mudarme a Timbuktu? —
preguntó irónicamente divertido. Luego movió su mano pasándola
ligeramente por sus largos y sedosos cabellos.
—No creo que eso sirviera, —dijo frunciendo los labios—. Te
encontrarían.
—¿Entonces cómo…?
—Podría convertirte, —dijo Lissianna rápidamente.
La mano de Greg se detuvo sobre su pelo. Podía escuchar sus
latidos, la lenta inhalación y exhalación de su respiración, la marca
del reloj digital junto a la cama. Finalmente, su mano empezó a
moverse otra vez.
—¿Convertirme? ¿Hacerme uno de ustedes?
—Si tú fueras uno de nosotros, no tendrían miedo de que
hablaras sobre nosotros o revelaras nuestra presencia. Nuestra
seguridad sería la tuya. No necesitarían juzgarte con el Consejo de
tres.
—¿Y tú me convertirías en tu compañero de vida para
mantenerme seguro?
Las palabras eran tensas, preguntando. Lissianna no podía decir
si estaba contento por la idea o no, pero no quería ponerlo en la

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posición de tener que escoger entre vivir con su mente intacta o ser
su compañero de vida para sobrevivir. Lamiendo sus labios, dijo:
—Convertirte no te convertiría automáticamente en mi
compañero de vida.
Greg se detuvo otra vez, entonces preguntó:
—¿No lo hace?
—No. Por supuesto que no. Aunque lo normal es que nosotros
convirtamos a nuestros compañeros de vida, no siempre es ese el
caso. Muchos han convertido a mortales por otras razones.
—Pero entonces si tú descubrieras que alguien es tu compañero
de vida después, no podrías convertirle, —señaló.
Lissianna se encogió de hombros. Luego se incorporó y se
deslizó de la cama.
—¿Lissi? —dijo Greg con aire vacilante cuando ella caminó
desnuda a la puerta.
Regresando, lo encontró sentado en la cama con la
preocupación escrita en su cara. Sonrío suavemente.
—Solo te estoy dejando solo para que lo pienses.
—Yo…
Lissianna levantó una mano para hacerlo callar.
—Greg, necesito que te olvides de mí en esta ecuación. Esto no
es sobre mí; es sobre ti y tus elecciones. Es lo que quieres o no hacer
lo que importa. Esta decisión es algo con lo que tú tienes que estar de
acuerdo contigo mismo.
Tomó un hondo respiro y luego dijo:
—Esto no es algo como perforarte las orejas y hacerte miembro
de una secta. Esto es algo para siempre, o tan de cerca del para
siempre como los seres humanos pueden estar. Tienes que
considerarlo seriamente. ¿Puedes dejar de lado la libertad de ser
capaz pasar interminables horas bajo la luz del sol y convertirte
principalmente en una criatura de la noche? ¿Puedes consumir
sangre? Si hay una emergencia, ¿podrías alimentarte de otro para
sobrevivir? ¿Y podrías abandonar a tu familia?
Dio un respingo.
—¿Mi familia?
—Sí, —dijo tristemente—. Tú no puedes decirles que te has
convertido. Los consejos no admitirían eso.
—No, por supuesto que no, pero…
—Y ¿cuando tú no envejezcas como ellos, cómo podrías
explicarlo? —Lissianna respondió a la pregunta ella misma—, no
podrías. Y así que, tú tendrías cinco, tal vez diez años si fueras

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afortunado y luego tendrías que desaparecer de sus vidas. Tendrías
que falsificar tu muerte y nunca verlos otra vez.
Viendo la conmoción sobre su cara, Lissianna asintió con la
cabeza tristemente.
—No habías pensado en eso, ¿o sí? Solamente pensaste eso del
para siempre joven y para siempre y para siempre.... —suspiró y agitó
su cabeza—. Hay una desventaja para todo, y tú tienes que estar
seguro que puedes aceptar la desventaja aquí, porque esto no es
reversible. En cuanto seas convertido, muy posiblemente es para
siempre.
Greg la miró fijamente, su corazón hundiéndose en las
complicaciones que no había considerado.
—Dormiré en el sofá, —dijo Lissianna, volteándose—.
Hablaremos otra vez después de que hayamos dormido un poco.
Greg la observó cerrar la puerta y se dejó caer sobre la cama
con un suspiro. Dejar a su familia. Nunca se le había ocurrido que
tendría que dejar algo para ser como ellos. Había pensado… bien,
cuando se lo había dicho, quizás había estado pensando solamente
en el lado positivo; los centenares, incluso miles de años por vivir,
nunca envejecer, ser más fuerte, más rápido, tal vez más listo.... ser
testigo de la Historia de primera mano durante los siglos.... Y —había
pensado al principio— haciendo todo eso con Lissianna como su
compañera de vida, pero ella le estaba diciendo que no
necesariamente lo sería.
¿Estaba diciendo eso porque no lo quería como compañero de
vida, o porque no quería que él se sienta atrapado como su
compañero de vida? No estaba seguro.
Greg sabía que nunca había conocido a nadie como ella; alguien
a quien podía admirar y que le gustara tanto como Lissianna. Era
protectora con aquellos a quienes amaba, amable, inteligente,
hermosa, pero con un deje de la niña que fue todavía viva dentro de
la mujer. Tenía más de doscientos años y a menudo parecía tan
madura como esos años indicaban, pero cuando Lissianna se
relajaba, cuando se olvidaba de ser la buena hija, o la prima mayor y
responsable para las gemelas, había una malicia infantil en ella, un
destello afloraba a sus ojos. Sin embargo, fue cuando lo mordió, Greg
estuvo seguro que era la mujer perfecta.... Por lo menos a sus ojos. La
experiencia no era tan solo física. Cuando unieron de ese modo, su
mente fue inundada de sus pensamientos y para él fue casi como
tener una ventana a su alma. Lissianna tenía un alma hermosa, suave
pero fuerte, generosa y sin prejuicios. Cuando estuvieron unidos así,
se sintió fuerte y amado. Se sintió completo.
Greg estaba seguro que podía intercambiar veinte o treinta
años con su familia que lo había amado y respaldado toda su vida por
un para siempre con Lissianna. Pero eso no era lo que estaba
brindando. Había dicho que la conversión no lo convertiría

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automáticamente en su compañero de vida. Si la dejara convertirlo,
¿podía convencerla de que tomarlo como compañero después? ¿Su
propuesta de salvarlo era causada por nada más que la culpabilidad?
Greg no lo creía, había visto en su alma y nada así había sido
reflejado allí.
Suspirando, Greg pasó sus manos por su pelo con agitación.
Tenía mucho para pensar.
El frío fue lo que la despertó. Lissianna murmuró una queja
somnolienta por el frío en el aire y tiró fuertemente hacia arriba de la
manta afgana, poniéndose en posición fetal en un esfuerzo de
entibiarse, pero el frío persistía. Comprendiendo que tendría que
levantarse y girar el calor, o encontrar otra manta por lo menos antes
de volverse a dormir, Lissianna abrió sus ojos y rodó sobre su
espalda, se congeló entonces conmocionada cuando descubrió la
forma oscura y amenazante sobre ella.
Por un momento, se quedó paralizada, su cuerpo arrojando
adrenalina por sus venas ante la amenaza, pero luego se dio cuenta
de que debía ser Greg que venía para hablarle, y se relajó. Lissianna
esperó que él hablara, solamente dándose cuenta de que había
cometido un error cuando el brazo que antes no había notado que
estaba levantado cayó repentinamente hacia abajo y sintió la estaca
perforar su pecho.

Capítulo 17
Era medianoche y Greg todavía estaba despierto,
atormentándose por la elección que tenía que hacer. Estaba tendido
horizontalmente de espaldas en la cama, los tobillos cruzados y las
manos descansando bajo su cabeza cuando el sonido de golpes sobre
el vidrio interrumpió su tortuosa consideración de su futuro. Sus ojos
se abrieron de golpe, giró su cabeza hacia la puerta del dormitorio y
escuchó por un minuto, pero ningún otro ruido le siguió.
Decidiendo que Lissianna debía haber dejado caer algo; Greg
casi hizo caso omiso del sonido y volvió a debatir su futuro, pero

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luego volvió a pensar en ello. Debería ir a ver si se había cortado o
necesitaba algún tipo de ayuda por lo menos, decidió Greg, y se
incorporó sobre la cama. Empujando las mantas, balanceó sus pies al
piso y se puso de pie para cruzar la habitación.
La oscuridad silenciosa que lo esperaba cuando caminó fuera
del dormitorio lo hizo detenerse, pero fue la leve brisa gélida que
dejaba el salón para susurrar contra su carne descubierta lo que
finalmente puso de punta los vellos de su nuca. Algo estaba mal.
Greg estuvo a punto de regresar para agarrar sus vaqueros,
pero un miedo repentino por Lissianna lo detuvo. En vez, se movió
silenciosamente por el pasillo; sus ojos y oídos luchando por ver o
escuchar algo en medio de las formas oscuras de la sala que tenía
delante.
Había avanzado solo un par de pasos cuando Greg escuchó el
suave sonido amortiguado de las puertas corredizas deslizándose.
El sonido lo hizo detenerse cautelosamente, entonces el cese
de la brisa que lo había alarmado hacía sólo unos momentos hizo que
su corazón empezara a latir con fuerza cuando se dio cuenta de que
alguien acababa de dejar la casa.
—¿Lissianna? —Llamó, avanzando rápidamente hacia adelante
—. ¿Lissi?
El miedo se apoderó de él cuando no recibió respuesta. Greg se
detuvo en la entrada de la sala y pasó una mano sobre la pared
buscando el interruptor que sabía que estaba ahí. Lo encontró y lo
accionó, la luz cegadora inundó la habitación inmediatamente. Greg
comenzó a parpadear furiosamente en un esfuerzo de ajustarse al
cabio repentino de la oscuridad a la luz.
—¿Lissianna?
A pesar de sospechar que ya estaban fuera, miró con atención
alrededor de la habitación buscando con sus ojos un intruso. Cuando
su mirada cayó en la figura quieta de Lissianna sobre el sofá, el
corazón de Greg pasó por alto un latido, pero se detuvo totalmente
cuando descubrió la estaca que sobresalía de su pecho.
—Oh Jesús, —exclamó y avanzó rápidamente hacia ella. El dolor
de algo afilado se disparó en su pie cuando alcanzó la mesa de
centro, recodándole que había sido el sonido de vidrios rotos lo que lo
había atraído allí. Aparentemente, el sonido no había sido causado
por el intruso al romper una ventana. Saltando sobre el pie ileso Greg
observó de costado al florero hecho añicos en el piso junto a la mesita
de centro.
Debían haber golpeado la mesa cuando huían, arrojando el
florero al piso.
Greg arrancó el trozo de vidrio de su pie, lo tiró a un lado y
continuó hacia el sofá, solamente para detenerse allí, inseguro sobre
qué hacer. Lissianna estaba tendida como muerta, su cara totalmente

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carente del color encima de la colcha tejida que cubría su cuerpo. Su
mirada cambió de su cara a su pecho de mala gana. La colcha estaba
tejida en verde y azul, pero lucia un gran parche rojo donde la estaca
estaba clavada a través de ella, un parche que crecía a cada
segundo.
—Oh dios.
Greg vaciló entonces —no sabiendo qué más hacer— se agarró
de la estaca y tiró fuertemente de ella hacia su cuerpo. Hizo una
mueca ante la resistencia que recibió y el sonido de mojada succión
que hizo cuando se liberó. Greg la arrojó al suelo con un movimiento
que soltaba toda la rabia que lo estaba carcomiendo por dentro, junto
con su miedo y pesar.
Lissianna permanecía tendida tan quieta y parecía tan pálida,
Greg temía que estuviera muerta, pero su corazón no aceptaría la
posibilidad. No podía morirse cuando acababa de encontrarla. Había
esperado treinta y cinco años a una mujer como ella, nunca
encontraría otra. Tenía que conseguir alguna ayuda para ella, tenía
que hacerlo —tenía que salvarla.... Pero primero tenía que conseguir
algo que ponerse.
Doblándose, Greg se puso la camiseta, la única prenda de vestir
que había llegado a tomar. Sus vaqueros estaban en el dormitorio, y
obviamente Lissianna se había puesto sus ropas otra vez antes de
echarse. Después de tirar de la camiseta, Greg la levantó en sus
brazos, colcha y todo, y regresó por dónde había venido.
Se apuró en el pasillo, no queriendo dejarla a solas y vulnerable
otra vez. Greg la colocó suavemente sobre la cama en el dormitorio,
su mirada fija en su pálido rostro mientras agarraba sus vaqueros. La
llevaría a su apartamento y haría algunas llamadas, decidió. Greg
conocía a muchas personas relacionadas con la salud; tenía
conexiones en el hospital. De algún modo, conseguiría un gota a gota
y un poco de sangre para ella, los nanos la curarían y todo estaría
bien, se aseguró.
Lissianna había insistido en que debían evitar sus apartamentos
porque sería el primer lugar en que su familia buscaría, pero no
podían alojarse en lo de Debbie. Su familia la había encontrado allí. Y
seguramente, si su familia ya había verificado ya su apartamento,
sería más seguro ir allí.
Greg no estaba totalmente seguro sobre eso, pero no sentía
que tuviera otra elección por el momento. Su libreta de direcciones
personal estaba ahí con los números de todos a quienes conocía, las
personas con las que tenía que contactar si es que iba a salvarla.
Tenía que ir allí, y no dejaría a Lissianna sola allí mientras lo hacía.
Terminando de vestirse, se movió a su lado y la miró
detenidamente. Iba a tener que llevarla en un taxi a su
departamento, pero no podía llevarla como estaba. Cualquier chofer
alucinaría al verla y llamaría a la policía y a una ambulancia

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inmediatamente. Tenía que limpiarla y tratar de vendar la herida,
entonces podría afirmar que simplemente estaba borracha e
inconsciente o algo.
Dejándola en la cama, Greg se dirigió al baño en suite y
recuperó varias de las níveas toallas de Debbie. Las dejó caer sobre la
cama al lado de Lissianna, y luego se trasladó al ropero para
seleccionar una camisa limpia para reemplazar la suya empapada de
sangre. Vaciló sobre su elección hasta que, definitivamente, escogió
una blusa negra que ayudaría a esconder la sangre si volvía a
sangrar, y luego regresó a la cama y se arrodilló al lado de ella.
Greg exploró el rostro de Lissianna antes de que empezar;
buscando desesperadamente cualquier señal de vida, pero no había
nada para ver. Tomando una honda bocanada de aire tiró de la colcha
hacia un lado, y luego retiró su blusa, tratando de no mirar como la
sangre mojaba rápidamente la pura seda blanca.
Su primera visión del grueso agujero irregular en su pecho y la
sangre que lentamente manaba de ella casi lo hace vomitar.
Tratando de no reconocer la idea de que posiblemente nadie
podía sobrevivir a una lesión tan seria, se comió la bilis de regreso
por su garganta y limpió rápidamente tanta sangre como pudo.
La herida estaba casi en el centro de su pecho y justo encima
de donde empezaba la copa del sostén. Greg presionó una pequeña
toalla de mano sobre ella, sostuvo la mitad de la tela bajo su sostén
para mantenerla en su lugar, y luego sentó a Lissianna. La mantuvo
erguida con una mano sobre la espalda mientras terminaba de
quitarle la blusa manchada de sangre con lo demás. Lanzó la camisa
destrozada al piso, tomó la blusa limpia que había encontrado en el
ropero y luchó por ponérsela.
En cuanto Greg terminó de colocar la ropa limpia sobre
Lissianna la acostó nuevamente sobre el colchón. Se puso de pie y se
dirigió al teléfono que se encontraba sobre la mesa de luz al otro lado
de la cama.
Siendo un niño de ciudad, Greg tenía un automóvil para los
viajes largos y tenía una cochera por lo que siempre conducía al
trabajo, pero encontraba más conveniente tomar taxis a menudo
cuando necesitaba desplazarse a otro sitio de la ciudad. Ahorraba
todo el tiempo que habría malgastado en buscar un lugar de
estacionamiento por lo demás. Por eso sabía el número de una
compañía de taxis y marcó el número sin siquiera tener que pensar
en él.
Cuando dijo rápidamente la dirección, Greg agradeció haber
prestado atención y observado el nombre de la calle y el número de
la casa cuando llegaron esa tarde. Estuvo también agradecido cuando
el despachador le aseguró que el taxi estaría ahí directamente. La
última cosa que necesitaba era tiempo para pensar qué había
ocurrido y preocuparse por el estado en el que estaba Lissianna.

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Colgando, Greg retrocedió alrededor de la cama. Levantó
Lissianna en sus brazos y la llevó a la puerta, vaciló, repentinamente
preocupado de que su atacante hubiera vuelto para terminar el
trabajo. Después de todo, seguramente Greg también debería haber
sido un objetivo. Y todavía estaba vivo.
Esa idea lo hizo fruncir el ceño y balancearse incómodamente
sobre sus pies. Consideró dejar a Lissianna y registrar la casa, pero no
pensaba que tuviera tiempo antes de que el taxi llegara. Era también
reluctante a dejar a Lissianna a solas.
Apretando sus dientes, Greg decidió que simplemente se
movería rápidamente y esperaría lo mejor. Doblándose ligeramente
para alcanzar la puerta con la mano bajo sus piernas, giró el pomo y
la entreabrió. Greg se enderezó y usó su pie para terminar de abrirla.
El living estaba tan oscuro y silencioso como la última vez que
había entrado en él. Sin embargo, esta vez no había ninguna brisa
acusadora. Se apuró hacia la entrada atravesando el living, atento a
cualquier señal de otra presencia.
Una nube pequeña de alivio se escapó de sus labios cuando
llegó a la intersección de pasillos justo ante la entrada del living. El
pasillo a la derecha conducía al comedor y terminaba en la cocina.
Greg giró a la izquierda y se trasladó a la puerta principal. Parando
allí, echó un vistazo a la calle oscura y vacía afuera, entonces
depositó a Lissianna sobre sus pies. Un gesto fruncido curvó sus
labios cuando notó que la toalla blanca destacaba bruscamente
donde se alzaba encima del escote de la blusa negra. Los colores
contrastantes hacían más que obvia su presencia.
No queriendo que nada llamara la atención del taxista sobre su
herida, Greg empezó a retroceder por dónde había llegado para
detenerse cuando descubrió el ropero de los abrigos. Puso Lissianna
sobre un banco pequeño junto a la puerta principal, acomodándola de
modo que no se deslizara y luego abrió el ropero.
—Gracias, Debbie, —murmuró mientras sacaba un grueso y
acolchado abrigo de invierno del ropero—. Te pagaré por esto.
Greg se las arregló para ponerle el abrigo a Lissianna y llevarla
afuera al camino antes de que el taxi llegara. Se estaba parando en la
acera con Lissianna que parecía estar de pie, inclinándose contra él
cuando el automóvil paró, pero la verdad era que la estaba sujetando
para que se mantuviera erguida. Era un peso muerto. En silencio
envió una oración para que esto funcionara, empezó a avanzar
mientras el taxi se detenía en la calle ante él. El cuerpo de Lissianna
empezó a caer inmediatamente.
Dejando escapar una risa forzosa, Greg la enderezó y caminó al
automóvil.
—Creo que has bebido demasiado, dulce, —se las ingenió para
abrir la puerta y moverlos a ambos hábilmente en el asiento mientras
reía un poco.

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—¿Está bien? —preguntó el conductor, girando en su asiento
para echarles el ojo con desconfianza.
Greg colocó a Lissianna en su regazo con el propósito de que su
cabeza cayera contra su cuello, y mintió:
—Sí. Sólo bebió demasiado en su fiesta de cumpleaños.
—¿Sí?
El conductor echó un vistazo hacia la casa y Greg siguió su
mirada, revelando que notaba que tanto el living como el dormitorio
tenían las luces encendidas con el propósito de que no pareciera tan
vacío como en realidad estaba.
—Pensamos que dormiríamos fuera de casa después de la
fiesta, pero su hermana tiene la cama más horriblemente incómoda
que uno se puede imaginar en el cuarto de huéspedes, —respondió
Greg con nerviosismo—. Y tengo que dormir un poco antes del trabajo
mañana.
—¿Tú comprendes, cariño? —Preguntó, y echó un vistazo a la
cabeza de Lissianna donde estaba tendida contra su pecho, antes de
añadir—: Hmm, pienso que está inconsciente.
—Fiesta de cumpleaños, ¿no? —dijo el conductor, y
definitivamente había sospecha en su voz.
Comprensible, supuso Greg, desde que era lunes por la noche y
la mayoría de las personas evitaban ir a fiestas por la noche entre
semana, pasándolas normalmente para el fin de semana.
—Sí. Su trigésimo, —mintió—. No lo está tomando bien. Más
aún, no sé por qué no podían tener la fiesta el fin de semana en vez
de una noche de semana, pero ella y su hermana insistieron en que
tenía que ser en la fecha verdadera.
Mujeres, —añadió Greg con templada aversión, luego cayó en
silencio y contuvo la respiración mientras esperaba a ver si había
logrado calmar las sospechas del hombre lo suficiente para que los
llevara a su departamento.... O si el tipo iba a agarrar su radio y
llamar a la policía.
El conductor permaneció en silencio durante mucho tiempo, y
luego dobló en su asiento y arqueó una ceja a Greg.
—Así que, ¿va a decirme dónde quiere ir, señor?
Dejando escapar un lento suspiro de alivio, Greg sonrió y dio la
dirección de su edificio de departamentos, se instaló en el asiento
luego y miró detenidamente a Lissianna.
El viaje le pareció eterno, aunque sabía que ése era un
resultado de su preocupación por Lissianna, no un reflejo legítimo del
tiempo pasando. Fue hasta que el taxista detuvo el automóvil en una
parada frente del edificio que Greg se dio cuenta de que no tenía
dinero para pagar el viaje. Tenía un escondite de efectivo en un cajón

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del escritorio en su departamento, pero tendría que despertar al
portero para que lo dejara entrar.
Estaba a punto de explicarle todo eso al conductor, cuando la
puerta de su lado del taxi se abrió repentinamente.
Echando un vistazo, Greg se encontró mirando fijamente al
primo de Lissianna, a Thomas Argeneau.
—¿Qué ocurrió?
Preguntó Thomas, su mirada preocupada cambiando de lugar a
Lissianna.
—Te explicaré dentro —farfulló Greg mientras se esforzaba en
salir del asiento trasero dentro. Thomas estiró sus brazos para
sostener a Lissianna y facilitarle la tarea, pero él sacudió su cabeza,
incapaz de dejarla ir.
—Paga al conductor por mí, ¿quieres?
Thomas abrió la puerta delantera del taxi para preguntar
cuánto era la tarifa mientras Greg se ponía de pie y se enderezaba
con su carga. El primo de Lissianna pagó al conductor, cerró ambas
puertas, y luego cogió el brazo de Greg cuando se puso en camino
hacia la puerta principal de su edificio de departamentos.
—No puedes entrar. Hay alguien esperando en el living en caso
de que ustedes dos vengan para acá, —dijo.
—Ven conmigo.
Greg no dudó en seguir a Thomas. Sabía sin una sombra de una
duda que el hombre quería a Lissianna y la ayudaría.
—¿Qué ocurrió? —repitió Thomas tan pronto como tuvo a Greg
establecido en el asiento delantero de su Jeep, con Lissianna sobre su
regazo.
—Ellos nos encontraron, —anunció Greg con gravedad,
decidiéndose a preguntar lo que lo había estado preocupando desde
que había encontrado a Lissianna tendida de espaldas sobre el sofá—,
todas esas películas y libros eran equivocados sobre el ajo y las
cruces, ¿y sobre las estacas?
—¿Qué?
Thomas le miró detenidamente con confusión.
—¿Ser estaqueado puede matar a tu gente? —aclaró Greg.
Los ojos de Thomas se abrieron incrédulamente, entonces se
inclinó hacia adelante y abrió el abrigo de Lissianna.
Greg permaneció silencioso y tenso mientras el otro hombre
desataba los botones de su blusa, y luego extendía la tela a los lados.
Encontró sus ojos trasladándose a su herida con preocupación cuando
Thomas retiró la toalla lo suficiente como para verla.
—Parece un poco más pequeña, —dijo con alivio.

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—¡Cristo! —dijo Thomas con incredulidad—. ¿Eso es más
pequeño? ¿Con qué la apuñalaron? ¿Un poste de teléfono?
—Una estaca, —dijo Greg muy bajo.
—¿Quién la estacó?
Thomas dejó que la toalla descansara contra su piel otra vez y
colocó los lados de la blusa de nuevo sobre ella, no se molestó en
abotonarla.
—Supongo que uno de los tuyos, —dijo Greg, mientras Thomas
jalaba el abrigo sobre ella para mantenerla caliente.
Thomas agitó su cabeza con un gesto fruncido.
—Eso no es posible.
—¿Quién más estaría tras ella?
Vio que el hombre no estaba convencido de que tuviera razón y
no tenía tiempo para discutir con él.
—Podemos preocuparnos por quién fueron después; ahora
mismo Lissianna necesita sangre. —Vaciló y luego añadió—:
apreciaría tu ayuda con esto, pero sólo si prometes no llevarla a
ningún lugar cercano a su tío o Marguerite y que no los llamaras. Si
no puedes prometerlo, entonces me voy de aquí ahora mismo y—
—Está bien. Lo prometo— dijo rápidamente Thomas cuando
Greg se extendía para tomar la manija de la portezuela.
Vaciló.
—Lo prometo, —repitió, entonces sacó las manos de sus
bolsillos y empezó a encender el motor del Jeep solo para detenerse
en seguida.
—¿Cuál es el problema? —preguntó Greg.
—Estoy tratando de determinar dónde llevarla.
—No de regreso con su madre, —dijo Greg firmemente. No les
daría la oportunidad de terminar lo que habían empezado.
—No. No podría llevarla allí de todos modos. Lissianna nunca
me perdonaría si algo te pasara, —dijo, entonces Thomas cambió la
marcha del Jeep y salió al tráfico ligero de la madrugada en las calles
de Toronto.
—¿Adónde vamos? —preguntó Greg.
—A lo de Mirabeau, —respondió—. Después de que Lucian y
Marguerite terminaron de pasarnos por sobre las brasas cuando
regresaron y les habíamos permitido escapar, Mira decidió que podría
haberse quedado más tiempo de lo autorizado por su bienvenida. La
conduje a su casa más temprano esta noche. Ayudará.
Greg asintió con la cabeza y se relajó cansadamente en su
asiento para el viaje, sabiendo que todo estaría bien.

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Mirabeau los ayudaría, más importante aún, tendría sangre.
—No tengo sangre.
—¿Qué?
Thomas y Greg hicieron la pregunta al mismo tiempo, ambos
mirando a Mirabeau con incredulidad y horror cuando se enderezaron
ambos a lados opuestos de la cama luego de depositar a Lissianna
sobre ella.
La casa de Mirabeau había resultado ser un departamento en
un ático grande a un par de bloques del de Greg. Había tardado unos
minutos para llegar, pero al darse cuenta que el lugar tenía portero,
Greg se había preocupado por entrar sin que este llamara a la policía.
Aunque la blusa negra sobre Lissianna tapaba la sangre que se
estaba filtrando por la toalla desde su herida, su camisa blanca no, y
estaba luciendo un inmenso parche rojo donde le había presionado
contra él para sacarla del Jeep.
Sabía positivamente que el portero echaría un vistazo a eso,
luego a las facciones con una palidez cadavérica de Lissianna y que
recogería su teléfono para llamar a la policía. Sin embargo, Greg
había olvidado con quién estaba.
Thomas lo había hecho pasar a la puerta, lanzado una mirada al
portero se acercaba, y el hombre había doblado y regresado
caminando a su puesto sin una palabra. El primo de Lissianna había
puesto una compulsión sobre él obviamente. El portero no les había
echado un vistazo después de eso ni siquiera. Greg sospechaba que
el tipo no tendría recuerdos de su paso siquiera.
—Estaba esperando una entrega el sábado por la mañana, —
anunció Mirabeau—. Pero no estaba aquí para recibirla.
No, había estado en lo de Marguerite todo el fin de semana, se
dio cuenta Greg, y luego echó un vistazo a Lissianna preocupado
cuando esta comenzó a gemir. Había empezado a gemir poco antes
de que llegaran a lo de Mirabeau, el sonido había provocado un
murmullo preocupado de Thomas sobre nanos.
Cuando Greg le había preguntado qué estaba ocurriendo,
Thomas había explicado que cuando los nanos no podían encontrar
suficiente sangre en las venas, empezaban a atacar los órganos para
conseguir lo que necesitaban. Lissianna sufriría un terrible dolor hasta
que pudieran conseguir sangre para ella. Lo suficientemente doloroso
para hacerla gemir como si estuviera muriendo.
—¿No tienes nada en absoluto? —preguntó Thomas.
Mirabeau sacudió la cabeza, y luego admitió:
—Tenía dos bolsas cuando regresé a casa, pero.... —Se encogió
de hombros impotentemente—. Me dio hambre.
—¡Maldita sea! —Thomas pasó por una mano a través de su
pelo—: necesita sangre.

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—Puedo conseguir algo del banco de sangre de Argeneau, —
sugirió Mirabeau.
—No, eso es inútil, —dijo Greg bruscamente.
—¿Por qué no? Él tiene una llave.
—Greg piensa que tío Lucian está detrás de esto, —explicó
Thomas.
Los ojos de Mirabeau se abrieron incrédulamente, y luego agitó
su cabeza.
—No. No lo creo. ¿Viste quién lo hizo?
—No. —Greg agitó su cabeza—. Habían partido antes de que
llegara al living.
—Bien no pudo ser uno de los nuestros, —dijo Mirabeau con
certeza—. Sólo no podría. Yo creo....
—¿Por qué lo harían? Y si es así ¿por qué no terminar el trabajo?
Si fuera uno de los nuestros, sabría que podía recuperarse de ser
estacada. ¿Y por qué no te tocaron? —Preguntó —. Eres tú quien es
considerado una amenaza.
—No sé, —admitió Greg cansadamente—. Pero tampoco he oído
hablar de alguien más que quisiera lastimarla.
Agitó su cabeza firmemente.
—Bien, simplemente no hay forma que Marguerite Argeneau
permita que alguien dañe a uno de sus niños. Ella…
—No importa, Mirabeau, —interrumpió Thomas cansadamente
—. Prometí a Greg que no iría a ningún lugar cerca de ellos y no lo
haré. Tendremos que encontrar la sangre en otro lugar.
—Estamos malgastando el tiempo aquí, —dijo Greg
impacientemente—. Lissianna necesita sangre. ¿Tienes en tu
departamento, Thomas?
—Sí, —dijo, obviamente sorprendido por no haberlo pensado—.
No tanta como vamos a necesitar, pero al menos un par de bolsas, lo
suficiente para hacerle recobrar el conocimiento, luego le
conseguiremos a algunos donantes.
—¿Donantes? —preguntó Greg.
—El portero, tal vez un par de vecinos. —Thomas se encogió de
hombros.
—¿Y un gota a gota? —preguntó Greg—. Tengo entendido que
una vez que esté consiente podrá comer de los donantes ella misma,
pero necesitarás un gota a gota para la sangre que consigas. ¿Puede
conseguir uno?
—No, pero ése no es un problema. Sus dientes la chuparán ya
sea que esté despierta o no, —dijo Thomas mientras se dirigía hacia
la puerta—. Es sólo más fácil alimentarle con los donantes en cuanto

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está consciente porque entonces puede controlar sus mentes. Estaré
de regreso tan pronto como pueda.
—¿Thomas? —Mirabeau lo siguió afuera de la habitación—.
Tienes un…
El cerrar de la puerta impidió a Greg de escuchar el resto de la
pregunta, no estaba muy interesado de todas maneras. Estaba
mirando detenidamente a Lissianna mientras gemía. No era un
sonido normal. Estaba totalmente inmóvil, pareciendo casi muerta,
pero emitiendo un gemido gutural que apenas era audible y surgía
desde el fondo de su garganta. La profundidad del dolor que debía
sentir para emitir esos sonidos afligió su corazón, y cada vez eran
más seguidos. Podía pensar que esto quería decir que su dolor estaba
aumentando en la intensidad minuto a minuto.
Greg abrió su camisa y levantó la toalla de su pecho para mirar
la herida. Estaba casi cerrada. Mientras parte de él estaba asombrado
de su curación, otra parte estaba pensando que sólo quería decir que
su cuerpo estaba usando sangre, y que todavía faltaba mucho tiempo
hasta que Thomas estuviera de regreso. Cuanto más perdiera, más
dolor sentiría.
Otro gemido llamó su atención a su cara, Greg vaciló, y luego
decidió que tenía que hacer algo.
Inclinándose más cerca, llevó sus manos a su cara y usó sus
pulgares para abrir su boca
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Mirabeau cuando volvió a
entrar a la habitación.
—Abrir su boca.
—¿Por qué?
—¿Cómo consigo que sus dientes se extiendan? —preguntó
Greg en lugar de responder.
—¿Por qué quieres sus dientes se extiendan? —Mirabeau
caminó para pararse en el lado opuesto de la cama, mostrando
preocupación al observar con atención el rostro de Lissianna.
—Porque puedo donar un poco de sangre, luego podíamos
atraer al portero y darle más hasta que Thomas regrese con la
sangre, para que no tenga que sufrir todo el tiempo si empezamos
cuando regrese.
—Tú no quieres hacer eso, Greg, —dijo seriamente Mirabeau.
—Está sufriendo, —siseó.
—Sí, pero no está consciente.
—Pero todavía lo siente. Sólo puede retorcerse y gritar porque
está demasiado débil, pero lo siente. ¿O no? Es por eso que está
gimiendo. ¿Correcto? —Preguntó con gravedad.

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—Sí. —Suspiró y se sentó al borde de la cama, vaciló entonces
—. Será doloroso.
—No lo fue la última vez que me mordió.
—Sí, pero la vez pasada te besó y consiguió que relajaras tu
guardia, entonces, cuando te mordió, pudo enviar el placer que
estaba experimentando. Lissi no puede hacer nada de eso esta vez,
Greg, y dolerá. Confía en mí.
—Entonces supongo que dolerá, —dijo de manera sencilla.
Mirabeau le miró detenidamente, y él sintió una irritación
familiar en su mente. Sabía sin una duda que estaba tratando de
rastrear sus pensamientos. Greg hizo el todo lo posible para abrirle su
mente. Necesitaba que su ayuda para ayudar a Lissianna, y si eso era
lo que se necesitaba para conseguirlo, ¡que así fuera!
—Muy bien, —dijo definitivamente y le hizo un gesto de que se
apartara.
Greg miró con preocupación cuando se inclinó hacia adelante
para levantar la toalla ensangrentada fuera de la herida de pecho, y
luego la sujetaba cerca de la cara de Lissianna. Su boca se había
cerrado en cuanto había soltado su cara, pero cuando Mirabeau
sujetó la toalla cerca de su nariz, Lissianna se sacudió y tomó una
inspiración estremecida, su boca que se abrió sobre sí misma
mientras sus colmillos de deslizaban hacia afuera.
Greg colocó inmediatamente su muñeca sobre su boca.
—Tienes que asegurarte que sus dientes alcancen una vena, —
le enseñó Mirabeau, y luego ofreció —, ¿ayudo?
—Por favor.
Inclinándose hacia adelante, tomó su mano para volver a
colocar su muñeca bajo los dientes de Lissianna, vaciló entonces y
echó un vistazo arriba.
—¿Estás seguro sobre esto?
Asintió con la cabeza sin titubear y en cuanto lo hizo, Mirabeau
elevó su brazo, acercándolo rápidamente contra los dientes de
Lissianna. Greg sorbió el aire bruscamente con temor cuando el dolor
atravesó su brazo. Esto definitivamente no se parecía en nada a las
dos veces anteriores en que había mordido su cuello definitivamente.
Tampoco se parecía en nada a donar sangre. Sus dientes eran mucho
más grandes que las agujas que usaban los médicos.
Cuando la primera conmoción de dolor retrocedió, Greg se
sintió un dolor aún más profundo cuando sus dientes empezaron a
atraer sangre mucho más rápido que lo que sus venas estaban
acostumbradas a proporcionar. Era una sensación de
adormecimiento, un dolor constante y profundo mientras apretaba
sus dientes contra él, pero permaneció quieto.

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—Te advertí, —dijo Mirabeau muy suavemente—. ¿Quieres
parar?
Greg agitó su cabeza con gravedad.
Mirabeau cambió en su asiento, y luego dijo repentinamente:
—Dime qué ocurrió.
Greg sabía que era un esfuerzo de distraerlo del dolor y estaba
agradecido por eso. Relacionó los eventos que habían tenido lugar
desde que había escuchado el sonido de vidrios romperse.
—Supongo que dejé un poco de desorden allí, —añadió al final
—. La amiga de Lissianna tendrá una crisis nerviosa cuando entre en
su casa y encuentre la sangre y el vaso roto. Probablemente llamará
a la policía.
—No te preocupes, nos encargaremos, —lo tranquilizó
Mirabeau.
Permanecieron en silencio después de eso, por un tiempo que
le pareció a Greg sumamente largo, algo que solamente se podía
adjudicar al dolor. Estaba empezando a sentirse mareado cuando
Mirabeau dijo:
—Ella está despertando, creo —Greg!
Jaló su muñeca de los dientes de Lissianna y se apuró a dirigirse
a su lado de la cama, atrapándolo antes de que cayera.
—Lissianna ya te mordió una vez esta noche, ¿no? —preguntó
Mirabeau bruscamente.
Greg asintió con la cabeza, y luego deseó no haberlo hecho ya
que el movimiento empeoró su mareo.
—Maldición, ¿por qué no me lo dijiste? —refunfuñó—. Nunca
debería haberte —puesto en esta posición.
Mirabeau lo recostó en la cama al lado de Lissianna.
—Sólo permanece tendido ahí. Iré a conseguir un poco de zumo
o algo para ti. Como no tengo nada, —añadió en un murmullo—.
Tendré que ir a ver si mi vecino tiene algo. Vigila a Lissianna por mí
mientras lo hago. Está volviendo en sí y sufrirá un dolor horrible y
estará desesperada por más sangre.
Greg echó un vistazo hacia Lissianna cuando Mirabeau dejó la
habitación, sorprendido de ver que sus ojos estaban abiertos.
—¿Greg? —Su nombre fue un intenso grito entrecortado sobre
sus labios y se apalancó sobre un codo para mirarle detenidamente.
—Estoy aquí, Lissianna. ¿Cómo estás? —Una pregunta estúpida,
supuso Greg, podía ver que sufría un terrible dolor—. Mirabeau te
traerá a alguien del que alimentarte, amor. No tardará mucho.
—¿Mirabeau? —Preguntó con un gesto fruncido de confusión.

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—Sí. Estamos en casa de Mirabeau. Thomas nos trajo aquí.
—¡Oh! —Cerró sus ojos y vio sus dientes apretarse. Estaba
sufriendo muchísimo—. ¿Quién era?
Greg estaba perplejo hasta que se dio cuenta de que estaba
preguntando quién la había estacado.
—¿No los viste?
Agitó su cabeza bruscamente.
—Estaba oscuro. Era un hombre. Pensaba que habías llegado
para hablar conmigo, y luego vi la estaca.
—¿Parecía tu tío? —preguntó Greg.
Pareció perpleja.
—¿Mi tío? No. Él… —se detuvo, un gemido escapó de sus labios
y se enrolló de costado curvándose como una pelota.
—Mirabeau regresará pronto, —le dijo Greg de un modo
alentador, y entonces cayó en silencio, sintiéndose impotente
mientras la observaba luchar contra el dolor. Sus ojos se fuertemente
cerrados, sus puños y dientes apretados, su respiración trabajosa,
casi sin aliento, y esto era su culpa hasta donde podía saber. Si no se
lo hubiera llevado, tratando de salvarlo de lo que temía que le
hicieran....
Podía distinguir que Lissianna no pensaba que su tío estuviera
detrás del ataque, y Mirabeau tampoco, pero Lucian Argeneau dirigía
el Consejo, el mismo Concejo que había estacado y luego hecho arder
a más de uno de su pueblo. El Consejo que había matado a bebés
antes de que los abortos fueran legales.
No era un gran salto para él imaginar que un hombre así podría
querer castigar a su sobrina por atreverse a desafiarlo llevándose a
Greg, y el ataque pudo haber sido simplemente un castigo y no un
intento de matarla.
Greg no tenía idea de por qué no lo habían devuelto a él y a
Lissianna a la casa de su madre para encontrarse cara a cara con su
tío, y podía comprender por qué todos dudaban que hubiera sido
Lucian, pero tampoco podía imaginar que alguien más pudiera tener
alguna razón para estacarla. Por lo que había escuchado, no
alternaban demasiado con mortales. Solamente en el trabajo que
hacía en el refugio.
—¿Greg?
Se inclinó más cerca.
—¿Sí?
—¿Qué decidiste?

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No se molestó en preguntar qué quería decir. Lissianna estaba
preguntando si quería ser convertido o no. Greg extendió una mano y
acarició su brazo sin suavemente.
¿Qué había decidido? Había decidido que era hermosa,
inteligente, y valiente. Era una mujer que había arriesgado todo para
mantenerlo seguro. Incluyendo su familia, lo sabía, porque incluso si
no se hubieran puesto de parte de Lucian y el Consejo aún,
sospechaba que cuando llegara el momento, tendrían que hacerlo
como un tema de supervivencia. Estaba seguro que para protegerlos
Lissianna se encargaría de algún modo de que lo hicieran.
Hasta ahora había pagado su coraje con derramamiento de
sangre y el dolor.... Y si se negara a convertirse, sabía que pagaría
voluntariamente con más.
Había decidido que era una mujer digna con la que formar una
familia con la que pasar la eternidad. Todo que tenía que hacer era
convencerla a ella de pasarla con él, y esperaba, en cuanto fuera
convertido, poder hacerlo.
Greg echó un vistazo hacia Lissianna cuando empezó a hablar
otra vez.
—De la forma en que están las cosas; no puedo protegerte si
están determinados a someterte al Consejo. Probé esta noche que no
puedo siquiera protegerme a mí misma. Ni siquiera me desperté
hasta que me estaban clavando esa estaca, —dijo con auto desprecio.
—Lissianna, —la censuró.
—No. Es cierto, pero hay una manera en que puedo protegerte.
Levantando su muñeca a su boca, se corroyó su propia vena,
cerró los ojos entonces y la liberó de sus dientes mientras extendía
ciegamente su brazo en el momento que la sangre comenzó a
burbujear a la superficie.
—La elección es tuya.

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Capítulo 18
—Bueno, esto es el colmo. No tengo la suficiente sangre aquí
para uno de ellos aún menos para ambos.— Greg levantó su cabeza
de la muñeca de Lissianna con las palabras de Thomas y miró hacia la
puerta para encontrarse con que él y Mirabeau habían regresado.
Cuando su mirada encontró las tres bolsas de sangre que traía
Thomas, Greg comenzó a advertirle a Lissianna que no abriera sus
ojos, pero era demasiado tarde.
Con un murmullo —Ah maldición,— Se hundió en el colchón
totalmente desfallecida. Mirabeau cambió sobre sus pies y cacareo
con irritación, entonces dijo, ¿Por qué no me avisaste que ibas a
hacer eso? Me habría ahorrado despertar a tres vecinos en busca de
jugo.
Greg deslizó la mirada sobre la hermosa joven mujer rubia al
lado de Mirabeau. El jugo de naranja no era lo único que había traído.
Adivinó que la rubia era uno de los vecinos que había prometido traer
a Lissianna para alimentarse.
Mirabeau siguió su mirada y suspiró con fatiga. —Siéntate,
Mary,— ordenó, entonces puso el jugo de naranja en el aparador y
cruzó el cuarto cuando su vecina se sentó con el rostro blanco en la
silla al lado de la puerta.
—¿Cuánto tienes?— preguntó ella.
Greg sacudió su cabeza y abrió su boca para admitir que no
estaba seguro, pero moviendo su cabeza consiguió que el cuarto
girara. Cerrando la boca, él se hundió suavemente en la cama al lado
de Lissianna sin responder.
—Obviamente demasiado,— Thomas contestó por él. Se acercó
a la cabecera y los observó, entonces miró a Mirabeau para
preguntar, —¿Alguna vez has supervisado un cambio?—
—No.— Ella arqueó una ceja. —¿Tú?—
Él sacudió su cabeza.
—Esto va ser sucio,— comentó Mirabeau.

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—Hmm.— Thomas asintió. Pienso que no tenemos suficientes
vecinos para esta situación.—
Mirabeau resopló, y se miraron el uno al otro.
—¿Tía Marguerite?— Él preguntó.
Mirabeau asintió solemnemente. —No hay razón para no
hacerlo, Lissianna lo entendió así.— Se giró para observar a la
muchacha sentada en la puerta. —¿Entonces? ¿Usaremos a Mary
aquí?—
¿Por qué molestarse?— preguntó Thomas. —Ambos necesitan
más de lo que ella podría suplir, y eso sólo nos retrasaría.—
—Correcto. La llevaré a su casa entonces,— anunció Mirabeau,
y caminó a recoger a la muchacha.
—Mientras lo haces, llamaré y advertiré a los demás. Le
daremos la oportunidad a Tía Marguerite de conseguir más sangre y
enviarla a la casa.—
Greg se quedó en silencio cuando ellos se fueron del cuarto, su
corazón bombeando fuerte en su pecho tratando de ignorar el
creciente dolor de su estomago. Lissianna le contó que ellos llamaban
progenitor a quien realizaba el cambio, porque era como un
renacimiento. Sospechaba que la presente incomodidad que estaba
experimentando no era nada comparada con lo que estaba por venir.

***

—¿Cómo te encuentras ahora?—


Greg hizo una mueca ante la pregunta. Thomas le había
preguntado por lo menos veinte veces en los pasados veinte minutos
mientras les conducían fuera de la casa. Deseó que se detuviera.
Cada vez que el hombre le preguntaba por eso, parecía centrar toda
la atención de Greg en el dolor que sentía y se propagaba a través de
él. Se había iniciado en su estomago, un ácido estomacal
desgastándolo que había sido solo soportable, pero cada momento
pasado se incrementaba y se estaba dispersándolo despacio hacia
afuera, expandiéndose como un virus o un cáncer y comiéndoselo con
sus pequeños dientes afilados.
Esto había conseguido empeorar tanto desde que había tomado
la sangre hacia media hora que sudaba por su frente, y Greg se
encontró a sí mismo apretando sus dientes y manos como si luchara
con el dolor. Sus respuestas a las preguntas de Marguerite, cuando se
encontraron con ella en el aparcamiento momentos antes, habían
sido monosílabos como mucho. Era terriblemente difícil encontrar
cualquier pensamiento más allá de la agonía que lo consumía.
—Lleva al Dr. Hewitt al cuarto rosa, Thomas,— ordenó
Marguerite, abriendo la puerta del cuarto de Lissianna para que

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Lucian Argeneau llevara a su sobrina adentro. —Me adelantaré en un
momento, solo quiero comenzar con Lissianna en su IV, entonces
vendré a ver a Greg.— Puedo conectar los IV por ti, Tía Marguerite,—
se ofreció Jeanne Louise.
Marguerite dudó, moviendo su mirada por el pálido rostro de
Greg cuando Thomas medio lo cargaba, y entonces ella asintió. —
Gracias, Jeanne Louise. Hice que María trajera el IV y una nevera con
bolsas de sangre justo después de que Thomas llamara. Si puedes
comenzar por mí, regresaré para verificar tan pronto como pueda.—
—Si, Tía Marguerite.—
Greg observó a Jeanne Louise seguir a su tía al cuarto de
Lissianna antes de que Thomas lo arrastrara hacia el siguiente cuarto.
—Ponlo en la cama, Thomas,— ordenó Marguerite cuando los
siguió adentro.
Greg captó un vistazo de las sogas atadas a las columnas y
miró atrás bruscamente hacia Marguerite cuando cerró la puerta
antes de que Mirabeau, Elspeth, y los gemelos pudieran arrastrarlo
dentro. Marguerite vio su expresión e hizo una mueca cuando se
movió hacia las ataduras de la cama.
—Estas solo son para prevenir que se haga daño a usted mismo
mientras se da la vuelta, Dr. Hewitt. Usted no es un prisionero. Lo
prometo.
Relajándose, Greg dejó que Thomas lo amarrara a la cama. Al
momento él estaba recostado, Marguerite se sentó en el borde del
colchón y se inclinó para examinar sus ojos, aunque él no tenía ni
idea de lo que ella estaba buscando.
¿Cuánto tiempo pasó desde que Lissi le ofreciera su sangre? —
preguntó, sentándose.
—Sobre media hora, —contestó Thomas cuando Greg comenzó
a mirarla inexpresivamente, eludiendo la respuesta que
repentinamente supo debería saber.
Marguerite asintió y soltó un poco la respiración que podría
haber sido de alivio. —Entonces todavía no ha comenzado. Está solo
todavía en la etapa preliminar.—
Greg sintió su corazón caer ante aquellas palabras. ¿No había
comenzado aún? La agonía que estaba experimentando era solo
preliminar? Dios mío.
—Thomas, hice que Bastien llamará a los laboratorios y ordené
algunos narcóticos que podrían ayudar a Greg en esto,— dijo ella,
cuando la puerta se abrió y Lucían y Martine entraron.
—¿Podrías ir abajo y esperar por ellos, por favor?—
—Narcóticos, —dijo Lucían con un resoplido de mofa cuando
Thomas dejó el cuarto. —En mis tiempos no usábamos narcóticos
para esto. Esto era un ritual de tránsito, y nosotros lo aceptábamos

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como hombres…pero supongo que el hombre de hoy es más suave,
ellos no podrían resistir el dolor.—
—No necesito drogas,— dijo Greg, el orgullo que lo hizo picar el
cebo que el otro hombre había ofrecido. Lucian Argeneau parecía
haberle tomado una instantánea aversión durante la mañana que lo
había entrevistado cuando llegó, Greg pensó que no tenía idea de
porqué. Lo único que podía pensar era que el hombre se había
pasado por su mente y captado algunas de sus intenciones menos
puras hacia Lissianna. Greg supuso que no debía sorprenderse si el
hombre se oponía a su deseo por su sobrina.
—Lucian, basta,— cortó Marguerite, entonces le dijo a Greg, —
Sí, necesitas las drogas.—
—No, No lo haré — insistió él, irritado por la expresión de
superioridad en el rostro de Lucian Argeneau.
—Sí, lo harás,— le informó firmemente la madre de Lissianna. —
Las tomarás y te gustarán.—
—¿Pensé que dijo que no era un prisionero?— dijo Greg irritado.
—No lo eres,— anunció Lucian Argeneau. —Marguerite, él es un
hombre adulto. Si él no quiere las drogas, no puedes forzarlo a
tomarlas.—
Ella miró al tío de Lissianna con exasperación, entonces suspiró
y se dio la vuelta hacia Greg.
—¿Estás seguro?— ella preguntó un momento después. —La
experiencia será más dolorosa sin ellas.—
Greg no estaba seguro del todo. Él ya estaba con suficiente
dolor y las drogas sonaban demasiados buenas, pero con Lucian
sonriendo burlonamente al pie de la cama, él se mordería antes su
lengua que admitirlo.
Asintiendo con la cabeza dijo:, —Puedo lograrlo.—
La madre de Lissianna abrió su boca para hablar de nuevo, pero
Martine Argeneau se movió hacia su lado y puso una mano sobre su
hombro refrenándola. —Déjalo por ahora, Marguerite. Los drogas
estarán aquí por si cambia de opinión.—
—Sí,— Lucian acordó. —Será interesante ver cuánto dura antes
de que este llorando como un bebe y ruegue por las drogas.—
—Tendrás una larga espera,— le prometió Greg, y en silenció
esperó que pudiera ser cierto.
—¿Bien? ¿Alguna suerte?—
Lissianna reconoció la voz de Mirabeau cuando vagaba hacia la
conciencia, así como la de Thomas cuando contestó, —No. Ellos no se
han molestado en abrir la puerta hasta el momento. Escuché en la
sala durante un minuto.
—¿Y? Esta vez fue Jeanne Louise quien habló.

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—Él está más que todo incoherente, gimiendo y ocasionalmente
—se detuvo cuando llegó un grito de terror amortiguado de alguna
parte de la casa, entonces finalizó en seco, —Gritando.—
—Pobre hombre,— ella escuchó el infeliz susurró de Juli.
—Te hace agradecer ser un nacido y no un transformado, ¿eh?

Lissianna parpadeó abriendo sus ojos para mirar a Elspeth
cuando hizo este último comentario. Esperando a los pies de la cama,
su prima era mirando la puerta incómodamente, pero giró hacia la
cama, tanteando cuando la vio con los ojos abiertos.
—Estás despierta.—
Sus primos y Mirabeau inmediatamente se amontonaron
alrededor de la cama, y Lissianna miró de un rostro al otro con
confusión. —¿Qué está pasando? ¿Quién esta gritando?—
Hubo una breve pausa cuando el grupo la miró con
incomodidad e intercambiando miradas, entonces Jeanne Louise
ignoró su pregunta, y preguntó, —¿Cómo te sientes?—
Ella consideró la pregunta, preguntándose porque su prima le
preguntó con tanta ansiedad, entonces regresaron los recuerdos y
Lissianna recordó claramente la estaca. El bonito recuerdo fue
seguido por una imagen llena de recuerdos dolorosos. Ella recordó
vagamente una vez antes de despertar. Había estado en agonía
entonces y pensó que Greg le había dicho que ellos estaban con
Mirabeau. Lissianna estaba segura de que algo importante había
pasado allí, pero no podía colocarlo en su lugar. Era todo tan confuso.
Dejándolo ir por el momento, se movió experimentalmente en
la cama, aliviada cuando no sintió dolor o molestia alguna. Al parecer
su pecho estaba completamente sanado.
Lissianna no estaba sufriendo alguna sensación de hambre por
el cambio.
—Estoy bien,— les aseguró a ellos, entonces comprendió que
ninguno debería estar allí. Observando bruscamente alrededor del
cuarto, Lissianna comprendió que estaba en el antiguo cuarto de su
madre y que era ella quien no debería estar allí. De repente, ella
recordó la conversación que había tenido con Greg sobre…y recordó
haberle ofrecido a él su sangre…y él aceptándola.
Los últimos rastros de somnolencia se alejaron, Lissianna se
sentó abruptamente. —¡Greg! ¿Él está del todo bien?—
—Él está bien,— Jeanne Louise se apresuró a asegurarle. Ella se
detuvo fuera del camino cuando Lissianna echó a un lado las blancas
sábanas.
—Eso pensamos.— Añadió Thomas, cuando ella se aflojó a sus
pies.

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Otro grito hizo que Lissianna se detuviera y mirara con horror el
rostro de todas las personas a su alrededor.
—¿Es él?— preguntó débilmente.
Seis renuentes cabezas asintieron en admisión y Lissianna se
hundió sentándose en el borde de la cama y dejó salir un débil
suspiro. ¿Cuánto tiempo he estado fuera de juego? ¿Cuánto tiempo ha
estado él así?—
—Llegamos hace alrededor de tres horas,— le dijo Thomas. —Y
él ha estado así sobre…bien, ha estado gritando probablemente dos.

La mirada de Lissianna se movía alrededor del cuarto, pero se
detuvo en las bolsas de sangre vacías sobre la mesa del lado de la
cama. Se giró con sospecha hacia Thomas. —No podría haber tomado
tantas bolsas en tres horas.—
—Las reventamos sobre tus dientes y también usamos la
intravenosa,— le explicó Mirabeau, entonces se encogió. —Estabas
inconsciente de todos modos así que no tuvimos que preocuparnos
por tu desmayo.—
—Y tus dientes aspiraron más rápido que el gotero del IV,—
señaló silenciosamente Jeanne Louise.
—Tenias mucho dolor, y nosotros tratamos de conseguirte la
sangre que necesitabas lo más rápido posible,— añadió Elspeth.
Lissianna asintió y manejo una sonrisa. Apreciaba su
preocupación por ella. ¿Quién supervisa el cambio de Greg?—
—Mi madre, tu madre, y él tío Lucian,— contestó Elspeth.
Ella asintió nuevamente, —¿Y la estaca? ¿Sabemos qué pasó?
¿Quién era?—
Thomas inclinó su cabeza. —¿Entonces no crees que alguien
entonces enviara al tío Lucian?—
—¿Qué?— Lissianna lo observó con sorpresa. —No, por
supuesto que no. Él sabía que una estaca no me mataría. Además,
que tipo de rudo castigo sería ese para sacar a Greg de aquí.—
—Greg pensó que eran ellos,— Mirabeau le informó, y Lissianna
frunció el ceño.
—Bien, él escuchó todo sobre lo que hace el concilio,
probablemente él tiene una imagen bastante severa del tío Lucian y
el concilio.—
Thomas asintió. tía Marguerite, tía Martine, y tío Lucian estaban
muy trastornados al oír lo de la estaca cuando les llamé. Estoy seguro
que investigarán eso. El tío Lucian probablemente ya envío a alguien
hacerlo.—
Lissianna asintió, y entonces se puso de pie, haciendo una
mueca en la tirantez de su blusa al moverse. Afortunadamente, el

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color negro no mostraba la sangre en la camisa, de lo contrario, se
desmayaría de nuevo y regresaría a la cama.
—Quizás deba tomar un baño,— sugirió Elspeth.
Lissianna sacudió su cabeza. —Quiero ver a Greg primero.—
—Lissi, ellos no te dejarán,— dijo calladamente Thomas. —
Hemos intentando conseguir verlo, y ellos ni siquiera abren la puerta.
Solo gritan que él está bien y que nos vayamos.—
Sus palabras hicieron que ella vacilara, pero entonces Lissianna
se movió resueltamente hacia la puerta. —Tengo que verlo.
—¿Dónde está?—
—En el cuarto de al lado— murmuró Elspeth.
Asintiendo, se detuvo en el pasillo, consciente de que el resto la
seguía. Su presencia la ayudo a reforzar su decisión de modo que
cuando Lissianna llegó al cuarto, ella no vaciló y no se molestó en
tocar, sino que simplemente abrió la puerta y entró.
Sus ojos se ampliaron con horror cuando ella tomo una imagen.
Greg se retorcía en la cama, sus manos y tobillos estaban atados.
Aparentemente, temiendo que las cuerdas no fueran lo
suficientemente fuertes para sostenerlo, su tía Martine y su tío Lucian
estaban a ambos lados de la cama, añadiendo sobre él su fuerza
mientras su madre trataba de insertarle un IV en su brazo.
—¿Va todo bien?— preguntó Lissianna preocupada.
Como si sus palabras fueran una especie de señal, Greg gritó
repentinamente y redobló su paliza.
Para su asombro, él casi se liberó del agarre que Martine y
Lucían tenían sobre él.
—¡Cierra la puerta!— rugió su tío Lucian.
Lissianna se giró automáticamente a hacerlo, su mirada
apologética5 cuando ella cerró la puerta a sus primos y Mirabeau.
Entonces se giró para regresar a la lucha que había por mantener a
Greg en la cama.
—¿Los nanos ya lo han hecho más fuerte?— ella preguntó con
asombro cuando se acercó a la cama.
—No. Es el dolor que tiene,— gritó Marguerite, desistiendo de lo
que estaba haciendo para dirigirse a su brazo y hombro cuando él la
golpeó.
—¿Dolor?— Lissianna se movió alrededor de su tío hacia la
cabecera de la cama y tocó gentilmente la frente de Greg,
murmurando su nombre.

5
Consiste en la defensa sistemática de una posición o punto de vista. Justificación de los
propios argumentos y convicciones

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Él pareció asentarse un poco ante el sonido de su voz. Al
menos, sus luchas disminuyeron. Lissianna rompió a llorar ante la
desesperada agonía que lo llenaba cuando él abrió sus ojos y la
encontró.
Ella había escuchado que los cambios eran dolorosos. Lo nanos
estaban invadiéndolo con fuerza, comiéndose su sangre en un
increíble precio, ellas se multiplicaban y se extendían a través de su
cuerpo, entrando en cada órgano y célula.
Lissianna había escuchado que era como si la sangre se
convirtiera en ácido, y que este ácido se lo comía pulgada a pulgada.
Había escuchado que el dolor no era lo peor, lo eran las pesadillas y
alucinaciones que lo acompañaban, aterradoras visiones de muerte y
tortura y, generalmente, quemándolo vivo.
Lissianna había pensado que aquellas historias eran
exageraciones, pero al ver al Greg como estaba ahora, ella creía cada
una de ellas. Su mirada se deslizó sobre su madre. ¿No hay algo aquí
que puedan darle para el dolor?—
—Él quiso pasarlo sin drogas,— dijo Marguerite en un suspiro.
—Solo porque Lucian lo acosó con que los vampiros reales lo
tomaban como hombre, mierda.—
Martine sacudió a su hermano con una mirada llena de
repugnancia. Ellos no habían tenido fuertes analgésicos en Roma o en
tiempo medievales, pero no me convencerás que una sociedad ha
avanzado lo suficiente como para desarrollar este tipo de cosas, no
tenían el conocimiento para crear supresores del dolor para hacer
fácil su introducción en el cuerpo. Además, —ella añadió
significativamente, —tu naciste así, como yo.—
Lissianna vio la sonrisa juguetear en los labios de su tío, y gruñó
con furia cuando se giró hacia su madre para saltar, —¡Denle algo!—
—Él dijo que quería sufrir por ello,— comentó suavemente
Lucian. —Tú no puedes——
—¡Esto no es ninguno de tus negocios!— ladró Lissianna. —Él
no es ninguna amenaza ahora. Se me permite convertir a uno, lo hice,
y ni tú ni el concilio pueden lastimarlo.— Ella se detuvo brevemente
respirando fuertemente, entonces dijo más calmada, —Él es mío. Yo
lo convertí, y digo que lo duerman.—
Durante un momento hubo un completo silencio. Incluso
mientras Greg luchaba suave por casi nada, como sintiendo la
repentina tensión en el aire cuando Lucian miró con frialdad a
Lissianna. Nadie le hablaba a Lucian Argeneau así. Al menos, ella
nunca había escuchado que pasará.
—Mi, mi,— su tío finalmente dijo suavemente.— Marguerite,
nuestra pequeña gatita ha encontrado sus garras.—
—Lucian,— su madre dijo titubeando.

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—Haz lo que ella dice,— interrumpió él con calma. —Él es suyo.

Lissianna observó a su madre, entonces miró abajo al brazo de
Greg cuando ella había intentado insertarle el IV. Fue cuando ella vio
la sangre manchar su brazo, así como en la cama alrededor de ello
Lissianna comprendió que la mujer mayor no había estado intentando
insertarle el IV, había estado intentando reinsertarlo.
—Ah demonios,— ella murmuró cuando el cuarto comenzó a
girar.
—Ah demonios,— ella escuchó a él eco de su tío Lucian cuando
soltó una mano de Greg y reaccionó para cogerla a ella en su
desmayó.
Lissianna abrió sus ojos para encontrarse tumbada en su vieja
cama otra vez. Al principio, ella pensó que estaba sola, pero entonces
su tío se detuvo ante su vista y la miró detenidamente, encontrando
su mirada.
Lissianna lo miró cautelosamente. Él le regresó la mirada,
expresión severa, entonces preguntó, —¿Cómo te sientes?—
—Bien,— dijo suavemente, entonces abrió su boca y preguntó
cómo estaba Greg, pero él la previno.
—Tú Greg está bien. Marguerite lo tiene todo drogado y
ignorando cualquier sufrimiento.—
—¿Supongo que te decepcioné?— Preguntó Lissianna con
amargura, y él se encogió. —Realmente, no. Sus chillidos me estaban
dando dolor de cabeza, y sostenerlo quieto se estaba volviendo
tedioso,— admitió con una lenta sonrisa. —Lamenté rápido el
haberme mofado de su temple.—
—Que te sirva de lección.— Dijo Lissianna con fatiga y
sentándose en la cama. Ella puso sus pies en posición de luto6 y se
inclinó contra el cabecero.
—Sí, estoy seguro de hacerlo,— reconoció irónicamente Lucian.
Entonces añadió, —Estoy contento por lo que hice. Tu hombre me
sorprendió. Muchos podrían haber estado gritando por drogas al
minuto que los nanos llegaran a sus testículos. Él comenzó a gritar
como soprano, pero no para pedir por drogas. Él es digno de mi
sobrina.— Lissianna estaba intentando comprender qué hacer cuando
él inclino su cabeza, y dijo, —A pesar de lo que piensas, yo no te
estaque. Siempre hago lo mejor para proteger a mi familia, y eso
incluye a mi hermano, su esposa, y cada uno de sus niños. No ordene
que te estaquen como castigo por desafiarme.—
—No pensé que lo harías. Greg fue el único que lo pensó,—
admitió ella, entonces inclinó su cabeza y preguntó, —¿Por qué haces
esto?—
6
Forma de sentarse cruzando las piernas; se coloca primero el pie derecho sobre el muslo
izquierdo y luego el pie izquierdo sobre el muslo derecho.

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—¿Hago qué?— él preguntó.
—Lo que dijiste, —Siempre hago lo mejor para proteger a mi
familia, y lo que incluye mi hermano, su esposa, y cada uno de sus
niños. —Cuando deberías decir mi hermano, Marguerite, y cada uno
de sus niños.—
—¿Qué importa eso?— él preguntó con rigidez.
—Eso creo yo. Es como si no reconocieras que nosotros
tenemos alguna conexión contigo excepto a través de él. Es como si
guardarás una distancia emocional hablando de nosotros de forma
objetiva. Como separándonos.—
Él pareció perturbado por sus palabras, pero no había
terminado Lissianna. Con la molestia depositada en sus labios, ella
preguntó. —¿Por qué nunca te volviste a casar? Tía Luna y los niños
murieron en la caída de la Atlántida. ¿Seguramente desde entonces
has conocido a alguien que pudieras amar? ¿O eres demasiado
cobarde para permitirte volver amar?—
—¿Piensas que le tengo miedo al amor?— preguntó con
sorpresa.
Ella asintió.
—Bien…quizás.— aceptó, entonces añadió, —y tal vez es cierto
que se necesita a otro para conocerse a uno.—
Lissianna frunció el ceño. —¿Qué significa eso?—
Lucían sacudió su cabeza como diciendo que no tenía
importancia, entonces forzó su mirada hacia ella con curiosidad, y
preguntó —¿No me tienes miedo después de todo, verdad?—
Suspirando, ella bajó su mirada, entonces se encogió con
infelicidad. —Te lo tenía.—
—¿Entonces qué ha cambiado?—
—Estoy cansada de estar asustada. No es una forma de vida.—
—Tu padre,— dijo él con pesar.
—Te pareces a él,— dijo tranquilamente Lissianna. Era una
tonta por decir eso. Por supuesto que te parecía a su padre.
Ellos habían sido gemelos, pero ahora ella pensó que quizás esa
era parte de la razón por la que ella siempre se avergonzaba en su
presencia. Él le recordaba a su padre, y Lissianna había siempre
tenido miedo de Jean Claude Argeneau, y entonces ella por instinto le
temía a su tío Lucian.
—Puedo parecerme a él, Lissianna, pero no soy él,— dijo
calladamente cuando se sentó en la cama, medio girado hacia ella.
Entonces sonrió. —Sabía que era difícil vivir con él y que le hizo la
vida dura a ti y a tu madre, pero yo nunca comprendí como de dura.
Lo siento.—

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—Aquí no había nada que pudieras haber hecho,— dijo ella
encogiendo sus pequeños hombros.
—Sí,— Lucían contrarrestó. —La hubo. Me temo que lo protegí
cuando no debí hacerlo. Tu padre pudo haber sido estacado y
horneado haces siglos por sus delitos menores si yo no hubiera
intervenido.—
Los ojos de Lissianna se ampliaron por su declaración, entonces
ella suspiró. —Él era tu hermano, la sangre es fuerte, y el amor nos
lleva a hacer cosas que quizás no deberíamos, cosas que luego
lamentamos.— Ella se encogió de hombros.— Solo mira lo que
Thomas y los otros hacen por mí.—
—Y lo que hiciste por Greg.—
—Eso es diferente,— dijo rápidamente Lissianna. —Yo no lo amo
——Ella hizo una pausa y enrojeció ante su mirada de saber.
—Al menos no puedes seguir mintiéndote a ti misma sobre tus
sentimientos por él. Ahora solo tienes que encontrar el coraje para
admitirlos ante él,— dijo su tío con suave diversión. Cuando Lissianna
lo miró con una muestra de perplejidad, él dijo, —Tu madre dijo que
supo lo que él era para ti al momento de verlos juntos. Los otros lo
pensaron, también, y cuando ellos se encontraron con que Greg sabía
sobre nosotros—o cuando mucho que él podría saberlo con todas
aquellas ridículas películas e historias sobre nosotros afuera—y que
no rechazaba, Martine y tu madre decidieron que ellos no podían
limpiar su memoria. Ellas lo trajeron a la casa para que ustedes dos
descubrieran por sí mismos lo que ellas ya sabían.—
—¿Entonces porque te llamó ella?—
Su tío le ofreció una pequeña sonrisa. —Nadie me llamó. Solo
pasé para dejarme caer para una visita. Había pasado tiempo desde
que pasé tiempo con Martine y las chicas,— dijo él irónicamente. —
Cuando Thomas casi se ahoga al verme, las mujeres se vieron
forzadas a explicarme, entonces me llevaron a reunirme con Greg.—
—¿Y?— Lissianna preguntó curiosamente.
—Y no estaba seguro,— admitió Lucian, entonces añadió, —
hasta que llegaste a la casa esta mañana mientras nosotros
estábamos con Greg. Tu pánico al comprender que yo estaba allí fue
fuerte y ruidoso, y cada pizca de tu energía se enfocó en él.— Él se
encogió de hombros.
—¿Entonces porque lo amarraste y decidiste involucrar al
concilio?— le preguntó Lissianna confundida.
—Tu madre lo tenía amarrado, no yo. Yo estaba llamando al
concilio para informarles que él se uniría a nuestras filas pronto. El
concilio sigue la pista de cada uno, ya lo sabes.

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—Después de que lo sacaras a hurtadillas, tu madre admitió
que tuvo la esperanza de que no te lo tomaras todo por el lado
incorrecto.
Ella esperaba que el miedo a ser sometido al concilio de tres
pudiera forzarte a reconocer tus sentimientos por él. Sin embargo, al
instante lo agarraste y corriste.—
Lissianna lo miró con asombro, ¿Todo esto ha sido una estafa?
Su madre sólo había estado manipulándola en un esfuerzo de
mantenerlos juntos? ¿Ella había estado jugando a la casamentera?
—¿Entonces no fuimos perseguidos por Valerian en la calle? ¿No
enviaste a nadie a seguirnos?— ella preguntó con incredulidad.
Lucian gimió. —Bien, puse a un par de muchachos a seguirlos y
a asegurarse que no salieran del país, pero no, no puse a los perros
detrás de ti o algo.—
—Excepto a Julius, dijo ella secamente.
Lucían gruñó. —Julius nunca te haría daño. Ese perro es un
cordero cuando se trata de ti y tu madre.
Él pudo haber seguido después a Greg, por supuesto, pero
esperamos que encontrarías una forma de alejarlo.
Y lo hiciste.
Lissianna liberó un lento suspiro mientras consideraba todo
esto. Era bueno saber que su tío no la había estacado. Por otro lado,
esto significaba que alguien más lo hizo.
—Entonces,— dijo Lucían, siguiendo tus pensamientos. —Esta
Debbie la casera en donde te quedas, ¿ella es tu compañera de
trabajo?—
Lissianna asintió. —Y mi amiga.—
—¿Entonces no crees que ella pudiera estar detrás de la
estacada?—
—No.— Lissianna sacudió su cabeza con firmeza. —Ella es una
amiga, y ella debería haber estado trabajando anoche en el refugio
cuando pasó. Además, ella no tiene idea de que soy un vampiro.
Nadie en el refugio lo sabe. Apostaría mi vida en ello.—
—Apuestas tu vida en ello,— dijo suavemente Lucian Argeneau.
—Estacar a un vampiro es un truco mortal, Lissi.
Nuestra clase habría sabido lo suficiente para cortar tu cabeza.

—Sí, pero…— Lissianna frunció el ceño. —Tío Lucian, otro
aparte nuestra clase, no conozco a nadie que pudiera saber quién
soy. He sido cuidadosa.—
Él pensó por un minuto, y entonces murmuró, —Bien, estaré
observando y veré lo que puedo aprender, me quedaré hasta que

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esté resuelto.— Él levantó una ceja. —¿Supongo que quieres ir a verlo
ahora?—
Él tío de Lissianna no necesito explicarle quien era “él”.
Sonriendo, ella asintió.
—Si, por favor.—
Su tío asintió y se puso en pie. —Vamos entonces.—
Lissianna se revolcó fuera de la cama y se levantó al lado de él.
Al momento que ella estuvo en pie, él tomo su codo en forma
caballerosa y caminó con ella a la puerta.
—A propósito, tus primos y ese amigo tuyo te oyeron gritarme
en el otro cuarto. Ahora tú eres su héroe, por ambas razones tanto
por desafiarme y tomar a Greg e irte de aquí, como por atreverte a
gritarme.— Él no parecía contento cuando expuso este conocimiento,
entonces él añadió, —Puedes hacerles creer que vine aquí para
gritarte y ponerte en tu lugar.—
Lissianna asintió solemnemente, pero una sonrisa apareció en
las comisuras de su boca y dijo, —Tu reputación está a salvo
conmigo. No diré una palabra sobre lo que pasó aquí.—
Lucían Argeneau sonrió abiertamente y tiró de su barbilla. —
Buena chica.—

Capítulo 19
El sueño de Greg estaba plagado por pesadillas. Flotaba en un
mar de sangre; con cuerpos semi—sumergidos a la deriva. Por su
camino pasó uno; con su cara girada en su dirección y él se
estremeció ante la macabra vista. La negra sangre estaba contenida
en las cuencas vacías, donde los ojos habían estado y llenando sus
bocas abiertas, silenciando eternamente sus gritos de agonía y
horror.

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En la orilla podía ver cruces alineadas, una después de otra,
crucificadas figuras en ellas. Todas volvieron sus cabezas para mirarlo
pasar, sonriendo enfermizamente y aparentemente ignorantes a las
oscuras figuras que se despellejaban, sus pieles cayendo en tiras
ensangrentadas.
Una risa le hizo volver su cabeza para encontrar un pequeño
bote manteniendo el ritmo con él. Lucian Argeneau estaba de pie en
la proa sosteniendo una antorcha en lo alto. Cuando Greg miró, el
vampiro sonrió burlonamente y entonces dejó caer la antorcha que
sostenía. Esta golpeó el viscoso líquido rojo con un splat y Lucian
estalló en risas incluso mientras el sangriento mar estallaba en
llamas.
Greg gritó cuando el fuego se expandió hambrientamente hacia
él, sabiendo que este lo consumiría y lo dejaría en nada más que un
montón de cenizas.
— Shh Shh, estás bien. Estás a salvo.
La suave voz de Lissianna lo ayudó a liberarse del asimiento del
sueño y Greg sólo abrió sus ojos para encontrarse enfrentado a una
oscuridad absoluta. Por un momento, temió que hubiera sido cegado
de algún modo y el pánico lo paralizó, pero entonces empezó a poder
distinguir formas y sombras y comprendió lo que ocurría simplemente
era que las luces apagadas.
—Duerme —susurró Lissianna en su oreja, entonces sintió la
cama hundirse mientras se deslizaba a su lado. Greg pudo sentir el
calor de su cuerpo extendiéndose hacia el suyo cuando ella se le
unió, entonces sus dedos se deslizaron en los suyos y se aferró a
ellos, agradecido por el contacto.
—Duerme —repitió Lissianna—. Lo peor ha terminado, pero
ahora necesitas descansar y recuperarte. Te sentirás bien la próxima
vez que te levantes. Yo me quedaré aquí contigo.
Greg quiso resistirse, quiso quedarse despierto. Tenía mil
preguntas para hacerle, pero no pudo resistir la necesidad de su
cuerpo y pronto permitió que el sueño lo reclamara. Sin embargo,
esta vez, no estuvo plagado con pesadillas. En cambio, soñó con
Lissianna. La perseguía a través del bosque del tiempo, riéndose
mientras la seguía bajo ramas bajas y alrededor de grandes troncos,
entonces finalmente la agarró por la cintura, haciéndola caer en un
montón de hojas.
Riendo jadeantemente, ella le arrojó manojos de hojas mientras
rodaban en el suave follaje. Greg finalmente tomó sus manos,
deteniendo el ataque y ellos yacieron allí jadeando, sus risas
disminuyendo. Cuando finalmente lograron controlar su respiración y
se miraban fija y solemnemente el uno al otro, él dijo suavemente:
—Te amo.

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—Y yo te amo, Greg —respondió Lissianna—. Te di mi sangre de
vida y con esta mi futuro. Hemos bebido uno del otro y ahora estamos
atados para siempre. Si estás en problemas, yo lo sabré. Cuando me
necesites, estaré allí. Estamos conectados.
Sus palabras llenaron su corazón y Greg soltó sus manos para
tomar en cambio su cara. Sosteniéndola suavemente, él cubrió su
boca con la suya y la besó con todo el amor y pasión que sentía.
Lissianna gimió suavemente en su boca, y el sonido lo hizo
sentir hambriento por más. Greg se arqueó contra ella, deleitándose
cuando su suavidad amortiguó su dura erección.
— Mmm.
Greg pestañeó soñoliento cuando ese murmullo de placer lo
despertó de sus sueños. Abriendo sus ojos, se encontró una vez más
en el oscuro dormitorio, una luz suave derramándose de alguna
fuente detrás de él. Volviendo su cabeza ligeramente, Greg vio que la
luz del baño estaba encendida y la puerta dejada entreabierta para
permitir que una porción de luz entrara en el cuarto. Esta reveló la
intravenosa al lado de la cama que sostenía una bolsa vacía que ya
no estaba insertada en su brazo. Parecía que el cambio estaba
hecho.
Un murmullo soñoliento atrajo su atención a la mujer en sus
brazos. Lissianna. Yacían juntos estilo cucharita, su trasero
presionando su ingle y su hombro delante de su boca. Greg pudo ver
en la tenue luz un húmedo parche redondo en el hombro de su
camiseta y comprendió que debía de haber tenido su boca apretada
a su hombro hasta que se despertó.
Ella suspiró en sueños y se desplazó solo un poco, pero fue
suficiente para hacerlo consciente de la saludable erección que había
acurrucado contra su trasero. Greg sospechó que mientras soñaba
que se arqueaba contra ella, también debía de haber estado
haciéndolo así realmente, mientras dormía.
Permaneció quieto por un momento para darle una oportunidad
a su erección de desaparecer y, mientras esperaba, Greg inhaló su
aroma y disfrutó la sensación de su calido y suave cuerpo curvado
contra el suyo. Podía ver que Lissianna llevaba una camiseta, pero
pronto empezó a preguntarse lo que llevaba en su trasero. Después
de una breve vacilación, permitió que la mano que estaba envuelta
alrededor de su cintura bajara lentamente a su estómago plano y
después entonces a su cadera.
Lissianna gimió y se presionó contra él en su sueño mientras su
mano vagaba, pasando de la tela a la piel.
Pestañeando con sorpresa, Greg retiró la mano bruscamente,
pasando rozando bajo la gran camiseta esta vez y durante un minuto
estuvo seguro que no tenía puesto nada más que la camiseta, pero
entonces encontró la fina seda de las bragas.

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Greg pasó su mano rozando por la suave carne de su estomago,
entonces extendió sus dedos y los dejó subir por su costado y
nuevamente alrededor de su estómago.
Cuando sus dedos encontraron su pecho, descubrió que su
pezón ya estaba erecto. Se apretó ávidamente contra su palma
cuando Greg lo cubrió y Lissianna gimió de nuevo, esta vez
arqueándose para que su trasero se apoyara contra él; su pecho se
empujaba hacia adelante en su mano, exigiendo.
— ¿Greg? —suspiró Lissianna, y él podía decir que todavía
estaba medio dormida, su cabeza volviéndose instintivamente en
busca de él.
Greg se movió ligeramente hasta que su boca pudo alcanzar la
suya, entonces la besó mientras continuaba mimando y acariciando
su pecho. Cuanto más despertaba, más apasionada era su respuesta.
Cuando Lissianna intentó girarse para enfrentarlo supo que
finalmente estaba totalmente despierta, pero Greg no le permitió
girarse. Reteniéndola en el lugar con su cuerpo y boca deslizó su
mano nuevamente hacia abajo sobre su estómago, pero esta vez la
deslizó directamente bajo la cintura de sus bragas.
Lissianna jadeó en la boca de Greg cuando sus dedos
alcanzaron y cubrieron su montículo, entonces se estremeció
violentamente contra él cuando resbaló un dedo entre sus pliegues y
empezó a acariciarla. Le dejó cerrar su mano sobre su muñeca, pero
ella ni lo instó, ni lo alejó, sino que simplemente se agarró como si
también necesitara tocarlo, pero su mano era todo lo que podía
alcanzar en su posición.
Greg reajustó su mano para poder continuar acariciándola con
su dedo pulgar; mientras al mismo tiempo resbalaba un dedo en ella
y supuso que a Lissianna le gustó el cambio porque ella empezó a
chupar fervorosamente su lengua. Al instante siguiente, ella rompió
su beso con un grito sofocado y giró su cara hacia la almohada. Él oyó
que la tela se rasgaba y supo que estaba mordiendo el material para
no gritar.
Cuando ella se movió hacia atrás contra él, gimió y empezó a
empujar a su vez, entonces movió su propia boca a su hombro para
pellizcarla ligeramente, la acción como un signo de su necesidad.
Quería estar dentro de ella, sentir su cálida y húmeda pasión cerrarse
a su alrededor.
—Greg.
Su nombre, un lamento apagado por la almohada, era una
súplica que Greg estaba feliz de responder. Recuperando su mano de
entre sus piernas, tomó la frágil tela de sus bragas y las rasgó con un
rápido tirón, entonces los desplazó a ambos y entró en ella por
detrás. Greg oyó a Lissianna gritar e hizo una pausa, temiendo
salirse, pero ella alcanzó a asir la columna de la cama y la usó para
apalancarse contra él, empezó a moverse de nuevo. Empujó una y

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otra vez, entonces alargó la mano alrededor de ella para continuar
acariciándola también y oyó el gemido que provenía de lo profundo
de su garganta.
Lissianna aferró su mano de nuevo, su agarre esta vez era
frenético, sus uñas se clavaban en su piel, y supo que ella estaba
cerca del punto límite. Su ardor lo excitó mucho más y Greg giró su
cara hacia su cuello cubriéndoselo de besos. Cuando Lissianna gritó
de nuevo y se estremeció en sus brazos, lanzando de repente su
cabeza hacia atrás para exponer su cuello totalmente a él, Greg ni
siquiera lo pensó, él inhaló su aroma, sintiendo que algo cambiaba en
su boca y cedió ante el instinto, hundiendo sus dientes
profundamente en su cuello.
Escuchó que Lissianna jadeaba, pero realmente no lo oyó,
entonces ambos gimieron cuando el placer se estrelló contra ellos. La
mente de Greg repentinamente se llenó de ella; sus pensamientos,
sus sentimientos, su placer explotó en su mente y él gruñó contra su
piel.
Greg había experimentado esto con Deb, pero era de algún
modo diferente esta vez. Si bien era abrumador al principio, después
de un momento dejó de serlo para convertirse en un cúmulo de
sensaciones. Comenzó a poder diferenciar las cosas, Greg podía
sentir su placer ante lo que le estaba haciendo, independiente pero
aún así mezclado con el suyo y se encontró experimentando con esto,
cambiando su ritmo y reajustando su toque para explorar hasta que
encontró la caricia más eficaz, el ritmo más placentero para ambos.
Lissianna gimió y alargó su mano, arqueándose contra él para
poder alcanzar su cabello, entonces pasó sus dedos por él,
aferrándose y tirando hasta que se corrieron. Greg sacó su boca de su
cuello y gritó mientras se impulsaba en su interior por última vez, su
cuerpo vibrando con el orgasmo. Podía sentir su propio orgasmo
temblando a través de ella, sus músculos apretando y tirando
bruscamente alrededor de él, entonces la puerta se abrió.
—Lissianna, Tía Marguerite se va a acostar y quiere saber—Oh
mi… uh…Oh…er.
Greg y Lissianna se habían congelado ante el sonido de la
puerta al abrirse. Ellos todavía estaban congelados en el sitio cuando
Thomas alcanzó la cama y finalmente tropezó mientras se detenía.
Sólo entonces Greg se dio cuenta que las mantas habían resbalado
hacia abajo, pasando sus caderas, dejándolos casi completamente
expuestos… lo cual, claro, explicaba como Thomas había
comprendido que estaba interrumpiendo.
Suspirando, Greg recuperó su mano de entre las piernas de
Lissianna y estiró su mano hacia abajo para tirar de las mantas para
cubrirlos a ambos. Él oyó que Lissianna gemía profundamente
mientras lo hacía y comprendió que ella no se había dado cuenta que
las mantas se habían resbalado hasta entonces. Greg la abrazó bajo

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la manta, intentando mitigar algo de la vergüenza que sabía que
debía estar experimentando.
—Uh, sí, ¿Esto es un poco embarazoso, no?
Greg miró nuevamente a Thomas, para ver que el otro hombre
se había vuelto y estaba retrocediendo hacia la puerta.
—Bien, yo supongo que esto contesta una pregunta —dijo el
primo de Lissianna irónicamente—. Greg se ha despertado.
Lissianna alzó su cabeza para mantener a Thomas a la vista
mientras cruzaba el cuarto y Greg hizo lo mismo detrás de ella.
—Y yo le diré a Tía Marguerite que no necesita venir para
controlarlo antes de que se acueste. Obviamente está sintiéndose
mucho mejor.
Lissianna gimió y Greg no tuvo que mirarla para saber que
estaba ruborizándose.
—Y dejaré saber a Mirabeau y a los otros que no deben
molestarte para decirte buenas noches, antes de que se retiren. Les
explicaré que estás… er… recuperándote.
Se rió suavemente entre dientes mientras salía por la puerta y
la cerraba tras de sí.
Lissianna se dejó caer de regreso en la cama frente a él con un
gemido. Greg se tendió detrás de ella de nuevo, la acción lo hizo
consciente de que todavía estaban unidos. Empezando a relajarse de
nuevo, alisó una mano tiernamente sobre su hombro, entonces
apretó un beso allí antes de tirar su cabeza hacia atrás para mirar a
su cuello. Greg se sintió aliviado cuando vio que las marcas eran
pequeñas y cada vez más pequeñas a cada momento. Aún así, le
preguntó: —¿Estás bien?
—Sí —dijo Lissianna calladamente, entonces suspiró—. En
realidad yo tenía que haberte preguntado cuando me desperté
primero, y no lo hice.
Greg sonrió débilmente.
— Estabas un poco distraída.
— Sí —dijo ella suavemente, entonces retrocedió para pasar
una mano ligeramente por su cadera y le preguntó—: ¿Estás bien?
¿ Me refiero a si te sientes bien?
Greg se rió suavemente, su pecho retumbando contra su
espalda, entonces aseguró:
— Estoy bien.
— ¿Ningún dolor, no?
— Estoy bien —repitió firmemente, atrayéndola de nuevo contra
él—. Magnifico de hecho. Ahora.

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Permanecieron callados por un rato y entonces Lissianna
susurró:
—Esto fue bastante malo. ¿No?
Greg hizo una mueca en su pelo. “Bastante malo” no
comenzaba a describir el cambio. El dolor había sido insufrible. Hubo
varios puntos dónde había pensado que esto lo mataría. Pero incluso
cuando el dolor había acabado, las pesadillas habían sido a su
manera igual de malas.
— Fue malo —admitió, entonces agregó—. Pero valió la pena.
— ¿No lo lamentas?
— No.
Greg pasó su mano ligeramente de arriba abajo de su brazo.
— Estamos vivos. A salvo. No tengo que preocuparme por ellos
viniendo detrás de mí para intentar silenciarme y no tienes que temer
el castigo por tratar de mantenerme a salvo.
Se quedaron callados, cada uno perdido en sus propios
pensamientos, entonces Lissianna dijo:
— ¿Greg?
— ¿Sí?
— Anoche, después de que te dejé en el cuarto de Debbie para
pensar sobre si realmente querías transformarte o no.
— ¿Sí? —la incitó cuando ella hizo una pausa.
— ¿Qué decidiste, entonces?
— No había decidido. Todavía estaba pensando —admitió
honestamente, entonces agregó—: Pero me estaba inclinando hacia
un sí.
— ¿De verdad? —preguntó Lissianna, y algo sobre su tono le
dijo que esto era importante para ella.
— De verdad —Greg permitió al silencio cerrarse de nuevo,
entonces recordó su sueño y dijo—; Estaba soñando justo antes de
que me despertara.
— ¿Lo estabas?—preguntó—. ¿Sobre qué?
— Tú.
— ¿Yo? —Él podía oír la sonrisa en su voz—. Suena como una
pesadilla.
Greg resopló ante sus palabras y le hizo cosquillas como
castigo.
— De acuerdo, de acuerdo, —lloriqueó, agarrando sus manos
para intentar detenerlo—. ¿Con que soñaste?

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Greg le permitió agarrar su mano y detener sus cosquillas, pero
esperó hasta que se asentara de nuevo contra él antes de decirle:
— Estábamos jugando a perseguirnos a través del bosque del
tiempo.
— El bosque del tiempo… —murmuró Lissianna.
— Sí. Simplemente lucía como un bosque para mí, pero en mi
cabeza sabía que era el bosque del tiempo.
— Oh.
Se acurrucó contra él con un suspiro.
— Te atrapaba y girábamos en un montón de hojas y tú, claro,
tenías que tirarme puñados de ellas.
— Oh bien, por supuesto que lo hice… —rió Lissianna entre
dientes.
Él sonrió y besó la cima de su cabeza, entonces dudó.
— ¿Qué pasó luego? —preguntó.
Greg miró fijamente su nuca y entonces finalmente dijo:
— Te dije te amo.
Lissianna todavía permanecía entre sus brazos y hubiera jurado
que dejó de la respirar, el silencio se había tornado tan espeso que se
podía cortar, entonces él agregó:
— Y tú también dijiste que me amabas.
No estaba imaginándolo, decidió Greg. Definitivamente ella
estaba aguantando su respiración, comprendió divertido.
— Y entonces dijiste que me habías dado tu futuro con tu
sangre y que estábamos conectados porque habíamos bebido uno del
otro. Que sabrías cuando yo estuviera en problemas y cuando yo te
necesitara, estarías allí.
Greg frunció el entrecejo cuando terminó, deseando que poder
recordar las palabras exactas. Pensó que había recordado la esencia,
pero de algún modo había parecido más oficial cuando ella lo había
dicho en sus sueños, casi como un juramento… o un voto.
Consciente de que ella estaba muy callada, frotó su mano por
su brazo y preguntó:
— ¿Sabrías si yo estoy en problemas?
Lissianna aclaró su garganta, y entonces dijo:
— Dicen que hay alguna clase de comunicación entre los nanos.
— Eso tiene sentido —asintió—. Ellos trabajan juntos; uno
presumiría que necesitarían comunicarse un poco.
— Hmm —asintió ligeramente—. Dicen que las madres tienen
lazos especiales con sus niños a causa de esto y que es porque sus

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nanos son pasados a ellos. También dicen que lo mismo pasa cuando
los progenitores pasan su sangre a sus compañeros de vida.
— ¿Lo dicen? —repitió—. ¿Es verdad?
Esta vez fue Lissianna quien dudó, entonces admitió:
— Mamá siempre se ha dado cuenta de algún modo cuando yo
o mis hermanos estábamos en la dificultades o disgustados.
— ¿Supo que estabas en problemas cuando estuviste en
peligro? —preguntó Greg con interés.
Lissianna asintió.
— Thomas se quedó acompañándome durante algún tiempo
mientras te vigilaba, para que mamá y los otros pudieran tener
algún descanso. Él dijo que ella estaba nerviosa cuando la llamó para
advertirle que consiguiera sangre porque veníamos para aquí. Él
dijo… —hizo una pausa y aclaró su garganta—. Dijo que sus primeras
palabras cuando contestó el teléfono fueron que algo estaba mal y yo
necesitaba ayuda… antes de que incluso mencionara que yo estaba
con él y herida.
— Así que ella sabía…
Lissianna asintió
— Así que quizás sepas cuando yo esté en problemas en el
futuro, —dijo Greg pausadamente.
Ella hizo un encogimiento de hombros que fue obstaculizado
por su posición.
— Quizás. O quizás todo es sólo una leyenda que está
equivocada y simplemente mamá sabe cuando necesitamos ayuda
porque ella es una madre
— ¿Sabes cuando ella está en problemas? —preguntó Greg.
— Bueno… —Lissianna hizo una pausa para pensar durante un
minuto, entonces suspiró—. No lo sé. Mamá nunca ha estado en
problemas. No desde que yo nací de cualquier modo.
Greg aceptó eso, entonces dijo:
— Lissianna, anoche dijiste que convertirme no me haría
automáticamente tu compa…
— Greg —interrumpió.
Él hizo una pausa, esperó y la oyó tomar una respiración
profunda, antes de decir:
— Por favor, no más charla seria esta noche. Mañana nosotros
podemos… — suspiró—. Solo por esta noche, déjalo estar. Tenemos
todo el tiempo en el mundo para preocuparnos por él ‘para siempre’.
Greg dudó, entonces sonrió débilmente y se relajó contra ella.
Tenían todo el tiempo del mundo para preocuparse por él ‘para

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siempre’. Y esperando, podría usar algún tiempo mostrándole cómo
de bueno podría ser ese tiempo, decidió, entonces de repente rodó
fuera de la cama.
Sobresaltada, Lissianna se sentó para mirarlo con atención:
—¿Qué estás haciendo?
— No es lo que yo estoy haciendo —le informó, moviéndose al
baño mientras decía—: Es lo que nosotros estamos haciendo.
Lissianna sonrió incierta cuando él desapareció brevemente
dentro. Esperó hasta que regresara para preguntar:
— ¿Qué estamos haciendo entonces?
— Ya verás, —dijo Greg misteriosamente mientras le arrojaba la
bata de baño, entonces alcanzó sus pantalones.
Después de una ligera vacilación, Lissianna jaló la bata y subió
a la cama para sujetársela.
Greg terminó de cerrar su jeans cuando ella se ponía de pie.
Esperó que terminara de ponerse su bata, entonces—sin molestarse
en buscar una camiseta, tomó su mano y la instó a apresurarse a la
puerta.
— ¿Dónde vamos? —preguntó susurrando cuando él abrió la
puerta.
— Ya verás, —contestó, entonces preguntó—. ¿Por qué estamos
susurrando? Todos saben que estamos aquí.
— Sí, pero es de mañana, y Thomas dijo que todos estaban
acostándose —le recordó Lissianna— No quiero mantenerlos
despiertos
— Ah… —dijo Greg entendiendo, entonces sonrió abiertamente,
y agregó—. Eso es perfecto.
— ¿Por qué? —preguntó, pero esta vez él no contestó, solo la
llevó a lo largo del pasillo hacia las escaleras. Estaban a la mitad de
camino a la planta baja cuando se congeló de repente y la miró.
— ¿El ama de llaves? —preguntó.
— ¿Qué sobre ella? —murmuró Lissianna.
— ¿Ya estará aquí? —preguntó Greg con el ceño fruncido,
preguntándose qué hora era. Probablemente solo después del alba,
supuso, ciertamente demasiado temprano para que un ama de llaves
comenzara a trabajar.
— Oh… —Lissianna agitó su cabeza—. Mamá le dio ayer y hoy
libre. Ella no quería que María se perturbara por… bien… tú estabas
gritando y no estaba segura de cuánto tiempo duraría.
Lissianna parecía incómoda cuando hizo esa confesión, pero sus
palabras hicieron a Greg sonreír abiertamente y le aseguró:

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— Eso es perfecto, también.
— ¿Perfecto para qué? —preguntó curiosa.
— Espera y verás, —era todo lo que Greg diría.
— Bien, abre
Lissianna obedientemente abrió su boca. Estaba sentada en el
mostrador de la cocina, envuelta en una mullida bata de toalla
blanca, sus pies balanceándose y el cinturón de su bata atado
alrededor de sus ojos para que no pudiera ver como Greg deslizaba
una cucharada de alguna comida desconocida en su boca. Lissianna
cerró su boca cuando él sacó la cuchara y entonces giró la comida
alrededor de su lengua. Crema batida, cerezas, alguna clase de
pastel…
— Mmm… —murmuró, casi gimiendo por el placer. Lissianna
tragó la fresca sustancia cremosa con un pequeño suspiro de
satisfacción, entonces preguntó: —¿Qué era eso?
—"Sherry trifle”7 —la respuesta de Greg vino de delante y un
poco al lado de ella y oyó el chasquido del recipiente hermético
cuando él guardó el pastel.
— Oh… —dijo con sorpresa, y entonces agitó su cabeza—. No.
Recuerdo el “Sherry trifle” y nunca fue así de bueno.
Greg se rió entre dientes y Lissianna lo oyó revolviendo cosas
en el refrigerador, entonces un silencio breve antes de que él dijera:
— Bien, abre de nuevo.
Abrió obedientemente su boca de nuevo, entonces dio un
respingo cuando él le metió una bolsa de sangre entre sus dientes.
— Todavía luces un poco enferma, —explicó Greg con una risita,
y Lissianna arrugó su nariz. Era la tercera bolsa de sangre con la que
la había alimentado de esta manera. Una vez que habían llegado a la
cocina, Greg había anunciado que estaba hambriento y la había
arrastrado a la cocina para un banquete. Lissianna le había explicado
entonces que probablemente necesitaba sangre porque la había
mordido.
Él no le había creído al principio, hasta que le había explicado
que cuando la había mordido él había tomado su nanos y que ellos
eventualmente morirían y su cuerpo se equilibraría de nuevo, pero
mientras tanto los nanos extras consumirían sangre a un ritmo
acelerado. Lo qué, combinado con el hecho que su cuerpo estaba —y
continuaría por un tiempo — utilizando una gran cantidad de sangre
para reparar años de daño, significaba que él necesitaría
alimentarse.
Cuando había preguntado si ella, también, necesitaría
alimentarse puesto que él había tomado su sangre, Lissianna había
7
Un postre frío con capas de bizcocho con jalea de frutas, puede ser decorado con nueces,
crema o de chocolate

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admitido renuentemente que sí. Había temido que él insistiera en
engancharla a una intravenosa, pero no lo había hecho. Greg no
había querido que ella estuviera fuera de servicio mientras la
alimentaba más de lo que ella lo hacía. La había alzado encima del
mostrador de la cocina y le había vendado los ojos con el cinturón,
entonces procedió a pinchar dos bolsas en sus dientes una después
de la otra. La primer bolsa había resultado un trabajo un poco
desaliñado, pero Greg había limpiado el enredo que había hecho y la
segunda bolsa había funcionado mucho mejor. Él había agotado tres
bolsas para él mismo mientras la alimentaba, y todavía había
afirmado estar hambriento una vez que había terminado, exigiendo
algo que pudiera masticar.
Lissianna había intentado quitarse la venda y bajarse del
mostrador, pero Greg había insistido en que se quedara y comenzó
este juego que ahora estaban jugando. Estaba comiendo, así como
alimentándola de un poco de casi todo lo que había en la cocina y,
para asombro de Lissianna, ella estaba disfrutando la comida. Había
disfrutado el pimiento que él había hecho el otro día y se había unido
a él comiéndolo entonces, pero había pensado que era una especie
de reacción causada porque nunca antes de había comido esa comida
en particular. Sin embargo, esta mañana ella estaba disfrutando de
casi cada cosa que probaba y mucha de ella la conocía de cuando la
utilizaba para comer, pero no recordaba unos sabores tan buenos
entonces.
— Ya está, —Greg quitó la bolsa de su boca y oyó el susurro
mientras él la retiraba—. Te ves mucho mejor. ¿Cómo te sientes?
— Bien… pero también me sentía bien antes de la sangre
empaquetada, —dijo con una sonrisa, entonces se puso rígida
brevemente por la sorpresa cuando sus manos resbalaron dentro de
su bata y alrededor de su cintura.
— Sí, te sientes bien… —murmuró, presionando un beso en su
barbilla y dejando sus manos vagar de arriba a abajo por espalda
desnuda bajo su bata de toalla.
Sentía su respiración en sus labios, entonces su boca cubrió la
suya y Lissianna se abrió a él, suspirando desde el fondo de su
garganta mientras revivía perezosamente su pasión con su lengua.
Cuándo el beso acabó, Greg preguntó:
— ¿Tú sabes?
— ¿Qué? —dijo Lissianna con un suspiro.
Ella alzó sus manos para ahuecar sus hombros cuando unió con
besos su mejilla hasta su oreja.
— Me siento completamente fantástico.
Lissianna sonrió débilmente:
—¿Verdad?

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— Oh sí
Greg se movió más cerca, parándose entre sus piernas e
instando su avance hasta que sus pechos rozaron contra el vello de
su pecho. La sensación era de algún modo más erótica con la venda
puesta, sus sentidos táctiles pareciean elevarse para recuperar la
pérdida de la vista
— Pienso que ya tengo algo de esa fuerza y vitalidad extra que
toda tu gente tiene, —le dijo, presionándola un poco más cerca.
— Ya veremos, —murmuró Lissianna y alcanzó a quitar su
venda, solo para hacer que Greg capturara sus manos.
— Uh—uh —dijo ligeramente—. Teníamos un trato. Te
alimentaría con sangre empaquetada en tus dientes para no perder
tiempo con una intravenosa, pero a cambio, tenías que quedarte
vendada hasta que yo te dijera.
Lissianna dudó, entonces dejó caer sus manos, con una lenta
sonrisa curvando sus labios.
— Bueno, entonces… —murmuró—. Supongo que solo tendré
que sentir a mi manera los alrededores, ¿no?
¿Sentir a tu manera los alrededores de qué?—preguntó Greg
con interés.
Sonriendo, Lissianna lo forzó hacia atrás mientras resbalaba
fuera del mostrador y extendía la mano hasta que sus manos rozaron
contra su pecho desnudo. Extendió sus dedos encima de su caliente
carne y entonces las bajó hasta encontrar la parte superior de sus
jeans.
— Oh… —suspiró Greg mientras Lissianna desabrochó sus
jeans.
Ella arqueó su cabeza para esconder su sonrisa y aflojó sus
jeans hacia abajo de sus caderas. Cómo cuando estuvieron en la
alcoba de Debbie, Lissianna se arrodilló para terminar de quitar sus
jeans. Una que los hubo quitado y arrojado a un lado, sintió que las
manos de Greg tomaban las suyas e intentaba ponerla de pie, pero
Lissianna se resistió y liberó sus manos.
—Uh—uh —dijo, extendiendo la mano hasta que una rozó
contra su muslo—. Si yo tengo que mantener mí venda, tú tienes que
guardarte tus manos para ti mismo, —anunció, y empezó a ascender
por su pierna hasta encontrar su erección.
— Oh eso no es just—
Greg rompió en un siseo cuando se inclinó hacia adelante y lo
recibió en su boca.

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Capítulo 20
—Así que nunca me dijiste… ¿Qué pasó?
Lissianna miraba inexpresivamente mientras Deb caminaba por
su oficina y se sentaba en la silla frente a su escritorio.
—¿Qué pasó con qué?
—¿Qué pasó con qué?— repitió secamente Debbie—. Cuando
dejé mi casa el lunes por la tarde tú te estabas estableciendo por la
noche. Cuando regresé el jueves por la mañana después del trabajo,
la casa estaba más limpia de lo que la había dejado, y allí estaba un
gran arreglo de rosas en la mesa de la cocina con una tarjeta de —
¡Gracias!—, y tú no estabas por ninguna parte. Pudiste haberme
dejado una nota con lo que sabes que pasó.
—Lo siento— murmuró Lissianna. Thomas le había dicho que él
le había mencionado a Mirabeau el lío que había en la casa de Debbie
cuando él se había ido del lugar. Aparentemente, ella se lo dijo a
Lucian y él inmediatamente llamó para que lo limpiaran. Al parecer,
quienquiera que él había enviado a casa de Debbie, había hecho un
trabajo de limpieza completo. Lissianna no estaba sorprendida: su tío
no podría aceptar menos. Las flores la sorprendieron; nadie le había
mencionado aquello a ella.
—Lo siento— repitió ella—. Debería haber pensado en una nota.

—Sí, debiste hacerlo— dijo Debbie con una sonrisa—.
Especialmente desde que no te presentaste ayer por la noche a
trabajar y tu madre llamara para decir que estabas enferma. La
curiosidad estuvo matándome por dos días hasta ahora— suspiró

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pesadamente—. ¿Entonces? Dime. ¿Debo entender que tú y tu madre
lo habéis arreglado todo? ¿Eso significa que ella aceptó a Greg?
—Sí— murmuró Lissianna con una pequeña sonrisa. Todos
habían aceptado a Greg. Después de pasar el día alternativamente
haciendo el amor y durmiendo, los dos se habían encontrado con su
cama rodeada por sus primos y Mirabeau.
—¿Aún en la cama?— les preguntó Thomas con asombro,
cuando Lissianna les había pestañeado—. Me alegro de que
descansaras un poco el resto del día. Temía que trabajaras en la
muerte de Greg mientras el resto de nosotros intentaba dormir.
—¿Intentaba dormir?— había preguntado Greg, sofocando un
bostezo cuando cambió la posición de cuchara8 en que habían estado
durmiendo y había rodado sobre su espalda bajo las sábanas.
—Sí, bueno, fue difícil— les había informado Thomas—. Escuché
gritos y chillidos desde esta habitación.
Entonces hizo una pausa mientras observaba con interés cómo
Lissianna se ponía roja, antes de decir:
—Supuse que era una de aquellas malditas pesadillas que dicen
que acompañan el cambio.
—Sí, Greg tuvo pesadillas— había dicho Lissianna, agarrándose
gratamente a la excusa.
—Hmm, eso fue lo que pensé— había murmurado Thomas.
—Entonces me di cuenta de que tú también estabas gritando,
Lissi— había arqueado una ceja y, en su rostro, había aparecido una
amplia sonrisa, y había exclamado—. Sois muy ruidosos en la cama.
He oído menos ruido de un gato en celo y su compañero.
Gimiendo cuando todos sus primos se empezaron a reír,
Lissianna había enterrado su rostro en la almohada cuando Greg
había intentado poner fin a la fiesta anunciando que él estaba por
levantarse y, a no ser que quisieran verlo, sería mejor que se
marcharan.
A Jeanne Louise, Mirabeau, Elspeth, y a los gemelos no le
molestó la idea de ver un espectáculo gratis, pero Marguerite les
había pedido que se alejaran un poco para examinar a Greg. Después
de echarle una ojeada, había declarado que estaba sano y salvo y
había sacado a cada uno fuera del cuarto para que él y Lissianna
pudieran levantarse.
El resto de la tarde la había pasado en el normalmente caótico
ambiente familiar, con cada uno feliz y locuaz y diciéndole a Greg
todas las cosas que ellos pensaban que él debería saber ahora porque
él era uno de ellos.

8
La mujer se tumba sobre el costado con las piernas plegadas en posición acurrucada. El
hombre se posiciona detrás y esposa los contornos del cuerpo de su pareja para penetrarla.
Posición dulce y descansada favoreciendo las caricias y la intimidad de la pareja.

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Lissianna había estado triste cuando comprendió que era el
momento de prepararse para ir a trabajar y que había envidiado a sus
primos Thomas y Jeanne Louise por no tener que trabajar esta
semana.
Los dos trabajaban para su hermano en Argeneaus Enterprises,
pero les había dado la semana libre a insistencias de Marguerite para
que la ayudaran a entretener a Elspeth y a los gemelos durante su
visita. Lissianna no tenía el tipo de trabajo donde ella pudiera tomar
una semana sin avisar. Las personas en el refugio dependían de ella.
Greg parecía igualmente decepcionado porque ella tuviera que
trabajar y había acompañado a Lissianna al cuarto para ayudarla a
bañarse y cambiarse. Sus esfuerzos la habían retrasado
considerablemente, y ella habría llegado a trabajar tarde si Thomas
no hubiera ido a recordarle la hora y ofrecerse a llevarla.
Arrastrándose fuera de la cama, con el pelo húmedo, Lissianna
le había lanzado su ropa y se había cambiado bajo las escaleras con
Greg pegados a sus talones. Él los había acompañado a la ciudad,
dándole un beso de despedida antes de que ella se bajara del Jeep,
entonces los hombres se habían ido, y habían ido al el apartamento
de Greg a recoger más ropa para regresar a la casa de ella. Le habían
convencido de que debería permanecer allí hasta que se
acostumbrara a todos los cambios que podría atravesar, y Lissianna
estaba casi segura de que él estaba con sus primos, recibiendo un
curso avanzado de cómo ser vampiro.
—Tierra a Lissi, Tierra a Lissi— repitió Debbie y Lissianna brincó
cuando la otra mujer pasó una mano frente a sus ojos.
—Lo siento— murmuró cuando la mujer la regresó de sus
pensamientos—. Sólo estaba pensando.
—¿Pensando?— Debbie arqueó una ceja—. Cariño, comparte
algunos de esos pensamientos conmigo, quiero sentir cualquier cosa
que hizo que sonrieras como lo hiciste.
Lissianna se sonrojó por su burla y arrugó la nariz, luego dijo:
—Siento no haber dejado una nota, Deb. Sobre todo después de
ayudarnos como lo hiciste.
— No importa— dijo fácilmente—. Te perdonaré por completo si
me dices qué pasó.—
Lissianna vaciló, entonces dijo,
—Bueno, Greg consiguió mudarse con mi primo Thomas y él y
una amiga de nombre Mirabeau despejaron todo— eso era lo más
cerca de la verdad que podría llegar a estar, decidió.
—Mamá está feliz, soy feliz…— Lissianna se encogió de
hombros—. Todo va sobre ruedas.
Debbie miró su rostro; examinando su expresión
minuciosamente, entonces dijo:

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—No suenas completamente segura.
Lissianna bajó su mirada, pero no sabía que decir. Ella no
estaba del todo segura. Ella era sobretodo muy feliz, pero…
—¿Es miedo?— preguntó Debbie—. ¿Pies fríos?1 Ahora no hay
objeciones por parte de Mamá, ¿te está dando la oportunidad de
tener algunas dudas propias?
Lissianna comenzó a negarlo, y entonces comprendió que
podría estar mintiendo. Tenía miedo.
Debbie no le obligó a que se lo contara. Poco después dijo:
—No podría ser sorpresa si lo es. Me sentía igual con Jim y me
casé. Era miedo, puro y simple. Temía que fuera posible que él no
fuera tan maravilloso como parecía y arruinara las cosas, y que
acabara con mi corazón roto…— suspiró con pesadez— Y yo tenía
razón.
La cabeza de Lissianna dio un respingo de sorpresa.
Debbie sonrío con ironía ante su desconcertada expresión, y
añadió:
—El día de su muerte mi corazón se rompió irreparablemente—
tenía un gran dolor dentro—. La vida no siempre es fácil, Lissianna.
Está llena de duras decisiones y angustias y las cosas no siempre
resultan como esperamos. La vida simplemente no viene con
garantías. Y a veces, por evitar arriesgarse a tener una oportunidad
con las personas, evitamos que nos duela el corazón, pero también
podemos perdernos los mejores momentos de nuestras vidas. No le
tengas miedo al amor.
Lissianna se echó hacia atrás en su silla cuando Debbie dejó la
oficina, las palabras de la mujer estaban dando vueltas en su cabeza.
—No le temas al amor— Recordó su conversación con su tío Lucian.
1
Pies fríos: tener los pies fríos es una expresión usada en inglés
que significa echarse atrás.

—¿Crees que le tengo miedo al amor?— le preguntó, y cuando


ella asintió, había dicho—. Bueno tal vez…y tal vez es cierto que se
necesite a uno para conocerse a uno.
Lissianna soltó un lento suspiro y reconoció que tenía miedo. El
miedo le había impedido hablar con Greg cuando él había querido
hablar con ella después de despertarse. Tenía miedo de ser herida.
No por ser rechazada, ella sabía que él estaba dispuesto a ser su
compañero de vida y Lissianna sabía que no era porque ella lo
hubiera cambiado. Greg la amaba. Ella lo sentía cada vez que sus
mentes se fusionaban. Ella le tenía miedo al futuro y a lo que podría
hacerle a su amor.

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—La vida no viene con garantías— le había dicho Deb, pero
tampoco el amor. Nadie sabe lo que le deparará el futuro, pero
Lissianna sabía que el tiempo pasado con Greg había sido el más
maravilloso en todos sus doscientos años. También sabía que si
permitía que el miedo tomara la oportunidad de un futuro con Greg,
el precio sería renunciar a tener la oportunidad de tener más de
aquellos mejores momentos. Básicamente, esto no era el pago por
tenerle miedo al amor, pensó, y decidió que esta noche hablarían
sobre el futuro. Estaba lista para arriesgarse.
—¿Lissianna?
Ella alzó su mirada ante el comienzo del sonido de su nombre y
se encontró al Padre Joseph en su puerta.
—¿Si Padre?
—Aquí hay un hombre que quiere verte,— anunció el sacerdote,
entonces se dio la vuelta para que alguien se adelantara.
Nadie había venido a verla al refugio y Lissianna estaba
comenzando a fruncir el ceño con confusión, cuando Greg se detuvo
ante ella.
—¡Greg!— empujó su silla y se puso de pie, pero entonces hizo
una pausa y refrenó el impulsó de correr alrededor del escritorio para
lanzarse hacia él. Intentando mantener una actitud profesional por el
bien del Padre Joseph, Lissianna mantuvo un tono calmado cuando le
preguntó—. ¿Qué haces aquí?
—Estoy aquí para llevarte a casa— anunció él—. ¿Lista para
irte?
—Ah— Lissianna bajó su mirada hacia su reloj y frunció el ceño
al comprender que había pasado el tiempo. Como era costumbre,
siempre perdía la noción del tiempo. Su mirada se deslizó sobre su
escritorio, y gimió.
—Necesito guardar los expedientes y dejarle una nota a la
muchacha que trabaja de día, entonces ella sabrá qué llamadas hacer
y…
—Adelante— interrumpió Greg—. No me importa esperar.
Lissianna sonrió, entonces observó al Padre Joseph.
—Gracias, Padre— murmuró, moviéndose alrededor de su
escritorio hacia la puerta—. Gracias por regresar.
—¿Está todo bien entonces?
—Ah, sí. Él es un amigo— le aseguró.
—Ah— asintió el Padre Joseph—. Bien— vaciló, entonces
retrocedió hacia la puerta cuando Greg se deslizó en la oficina.—
Sólo…— el sacerdote agitó su mano con vaguedad, entonces se giró y
se fue por el pasillo.

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Lissianna lo observó irse con preocupación. El Padre Joseph no
estaba durmiendo lo suficiente y esto estaba comenzando a
preocuparla. Tenía ojeras lo suficientemente grandes para hacer una
tienda de dulces en ellas y su complexión estaba tomando un tinte
gris de mala salud. Suspirando cuando él salió de su campo de
visión, cerró su puerta y se giró hacia Greg, jadeando con sorpresa
cuando se encontró entre sus brazos y su boca descendió a la suya.
—Mmm— murmuró él y terminó el beso—. Hola.
—Hola— susurró ella fuertemente—. ¿Tuviste que esperar
mucho?
—Treinta y cinco años, por ti valió la pena esperar— le aseguró
Greg.
Lissianna sonrió suavemente y besó la punta de su nariz,
entonces dijo:
—Quise decir esta noche.
—Quieres decir esta mañana— le corrigió—. Aunque aún parece
de noche pues aún no ha salido el sol.
—Es un poco confuso tener las horas opuestas cada uno—
reconoció ella.
—Sí, lo es— concordó Greg—. Y la respuesta a tu pregunta, he
estado esperando por media hora. Llevo aquí cinco minutos. En
realidad, llegué a la ciudad con media hora de antelación y me detuve
en una tienda de donuts para que no se me viera patéticamente
impaciente por sentarme en el estacionamiento.
—¿Patéticamente impaciente, ah?— preguntó Lissianna con
diversión, relajándose en sus brazos y jugando con los botones de su
camisa.
—Probablemente sea bueno que te hallas detenido en una
tienda de donuts. Dudo que estuvieras de tan buen humor si yo te
mantuviera esperándome durante una hora.
Él se encogió de hombros ligeramente.
—No sabías que estaba aquí.
Lissianna asintió distraídamente, su mirada siguió en el botón
con el que estaba jugando hasta que Greg le dio un apretón, y dijo:
—Reconozco esa mirada, es tu mirada de preocupación. ¿Qué
sucede?
—Solo me preguntaba…
—Te preocupabas— corrigió secamente Greg.
—Si has pensado en cómo afectará esto a tu práctica— siguió
ella, ignorando la interrupción.

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—Ah— dijo él solemnemente—. Te preocupa que esto afecte mi
práctica y tal vez resienta que afecte a mi práctica y comience a
odiarte y me valla.
Lissianna sonrió con ironía por ser tan fácil de leer.
—¿Eres muy inteligente, ah?
—Lo suficientemente inteligente como para reconocer a una
buena mujer cuando la veo— dijo Greg con facilidad, entonces puso
un beso en su frente y dijo—. De hecho, he pensado en ello y no me
preocupa. Muchos de mis clientes y empleados prefieren tener citas
por la tarde para que no afecten a sus trabajos. Hasta ahora yo me
he pasado la mayor parte del día terminando mi libro y poniendo al
día las notas de mis pacientes y la tarde y noche en sesiones con mis
pacientes— se encogió de hombros—. Ahora sólo tomaré pacientes a
las cinco y trabajaré en mi libro mientras que tú trabajas, entonces
dormiré el resto del día.
Lissianna frunció el ceño.
—¿Entonces estarás trabajando mientras duermo y escribiendo
mientras yo trabaje?— Greg parpadeó.
—Así es— dijo con suavidad cuando comprendió su hundimiento
—. Tú comenzarás a trabajar sobre las once y yo probablemente tome
pacientes hasta las diez. Nunca nos veríamos el uno al otro— ahora
él también fruncía el ceño—. Tal vez podría…
—No, espera— dijo rápidamente Lissianna, su mente estaba
trabajando a toda velocidad—. No verías clientes los sábados y
domingos, entonces si cambio mis noches para lunes y martes,
entonces podría solo ser miércoles, jueves y viernes los días en que
no nos veríamos el uno al otro.
—¿Entonces sólo te vería la mitad de la semana? No creo que—
dijo él con seco descontento, entonces parpadeó y una lenta sonrisa
comenzó en sus labios.
—¿Qué?— preguntó Lissianna.
—Sólo estoy contento de que quieras continuar viéndome— dijo
él calladamente—. No estaba seguro de donde estaba parado. No has
querido hablar del futuro.
Lissianna suspiró y apoyó su frente en su barbilla.
—Lo siento. Sólo estaba un poco.
—¿Asustada?— sugirió cuando ella vaciló.
—Sí, tal vez. Y un poco abrumada también, creo. Todo ha
pasado tan rápido— levantó su cabeza y se lo aseguró—. Bien,
hablaremos sobre todo esto cuando lleguemos a casa; nosotros,
nuestras horas, todo. Buscaremos una forma de hacerlo funcionar.
—Bien— Greg la abrazó, y entonces la separó y le dio una
palmada en el trasero.

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—Imbécil, dejaré una nota y nos iremos. El sol saldrá pronto y
tengo hambre de nuevo. No debería ser así, tomé una bolsa antes de
salir de casa.
—Tendrás mucha hambre dentro de poco— dijo con simpatía
Lissianna cuando ella resbaló de sus brazos.
—Sí. Tu familia ha estado advirtiéndome sobre todas las cosas
que debo esperar— murmuró, observándola sentada en su asiento en
recuperación y tomando un cuaderno de notas frente a ella—.
Thomas me prometió enseñarme cómo cazar algo de noche mientras
tú trabajas, así no estaré completamente desorientado si hay
cualquier emergencia y necesite alimentarme fuera de la ciudad.
Lissianna se tensó y asomándose le preguntó maliciosamente
—Él tiene, ¿tiene?
—¿Por qué?, Lissianna, mi amor. ¿Es un toque de verde el que
veo en tus ojos? Y yo pensé que eran azules.
Lissianna frunció el ceño con fastidio.
—A mí me pareció que sabes cómo alimentarte fuera de la
ciudad. Ciertamente has estado practicando lo suficiente conmigo.
—¿Cómo va esa nota?— le preguntó con una mueca.
Torciendo su boca, Lissianna regresó su atención hacia la nota y
continuó escribiendo.
—Haré un trato contigo— le dijo Greg observándola escribir.
—¿Cuál?— preguntó ella ausentemente.
—Prometes morder sólo a otras mujeres de ahora en adelante y
yo prometo que cuando Thomas me lleve a enseñarme, sólo morderé
a otro hombre.
Ella lo miró con sorpresa ante su sugerencia y se encontró con
que él estaba frunciendo el ceño ante sus propias palabras.
—O, tal vez te prometo sólo poner al revés a otras mujeres y no
morderlas— decidió Greg—. Como tú dices, puedo practicar la
mordedura contigo y en realidad no me gusta acercarme tanto a otro
hombre.
Lissianna sonrío con diversión cuando terminó la carta y se
puso en pie.
—¿Pero no te importa que me acerque tanto a otra mujer?—
—Hmm— él lo consideró brevemente, parecía colgado,
entonces suspiró—. Bien, entonces enmienda número dos, yo curo tu
fobia y así no tendrás que morder a nadie más en absoluto, y yo…
—Greg— lo interrumpió gentilmente y él pausó observándola y
preguntándose. Lissianna se movió para recoger su bolso y abrigo, y
dijo, —Podemos hablar de esto cuando llegamos a casa también, pero
ahora tenemos que movernos, el sol saldrá pronto.

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—Sí— Una torcida sonrisa curvaba sus labios, él tomó su mano
y caminó con ella hacia la puerta.
El Padre Joseph estaba de pie al final del pasillo cuando ellos
salieron de la oficina y Lissianna deslizó su mano con timidez lejos de
Greg cuando lo vio. Apenas lo había hecho así cuando él sacerdote
miró hacia el camino.
—¿Todo listo?— preguntó, cuando ellos se acercaban.
—Sí— Lissianna sonrió cuando llegaron a la puerta, y entonces
comentó. Estoy sorprendida de que Kelly no esté aquí. ¿Llamó para
decir que estaba enferma?— mientras Claudia había cubierto su
posición durante las noches que Lissianna no había estado, Kelly era
la muchacha que tenía el turno durante el día. Ella estaba
usualmente allí antes de que Lissianna se fuera.
—No— el Padre Joseph sacudió su cabeza—. Le dije que había
alguien contigo en la oficina, entonces bajó a la oficina para traerme
una taza de café. Ella debe estar a punto de llegar.
—Ah, bien— Sonrió Lissianna—. La veré por la noche, entonces.
—Sí. Ten un buen día— dijo el Padre Joseph, entonces miró a
Greg y añadió educadamente—. Ha sido agradable reunirme con
usted.
—Ha sido agradable reunirme con usted, también, Padre—
contestó Greg, entonces le abrió la puerta a Lissianna.
—¿Dónde está el Jeep?— preguntó Lissianna, cuando ellos
cruzaron al estacionamiento.
—¿Piensas en el Jeep de Thomas?— preguntó Greg con
sorpresa.
—Sí. ¿No tomaste prestado el Jeep para venir a buscarme?
—No. Traje mi propio coche— dijo él, entonces explicó—. Lo
fuimos a buscar cuando Thomas me llevó a mi apartamento a por una
maleta con ropa. Él regresó en el Jeep y yo lo seguí en mi coche. Me
siento menos…
—¿Prisionero?— preguntó Lissianna suavemente cuando él se
cortó.
Greg gimió, pero asintió cuando él la condujo hacia el oscuro
BMW. Abrió y mantuvo la puerta delantera del pasajero abierta para
que ella entrara, entonces la cerró y caminó alrededor del coche
hacia el lado del conductor. Lissianna se inclinó para abrirle la puerta
a él, y entonces él se sentó dentro. Ella se abrochó el cinturón
cuando él puso la llave en el arranque y la giró, entonces levantó sus
cejas cuando no pasó nada. Frunciendo el ceño, Greg trató
nuevamente, pero el motor no estaba encendiendo.
—¿Qué dem…?— presionó el embrague varias veces y trató una
vez más, entonces maldijo con frustración cuando nada pasó.

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Lissianna mordió su labio cuando lo intentó de nuevo.
—Quizás podamos llamar un taxi.
—Estaba funcionando bien de camino aquí— murmuró Greg,
intentándolo una vez más, entonces un sonido de golpecitos en la
ventana les hizo dar un salto y vieron afuera al Padre Joseph. El
sacerdote estaba de pie afuera en el pavimento al lado de la puerta
del conductor.
Greg bajó la ventanilla cuando él hizo un gesto y el hombre
preguntó:
—¿Problemas?—
—No enciende— murmuró Greg, intentándolo de nuevo.
El Padre Joseph observó cuando giraba la llave y frunció el ceño
cuando no pasó nada.
—Debe ser el arranque. Esto aún no enciende.
—No, no lo e,— agregó Greg, recostándose en su asiento con un
suspiro.
Él viejo hombre vaciló, y entonces dijo:
—Estaba solo por recoger algunos suministros. Podría llevarle.
¿A dónde iba usted?
—Ah, que dulce, Padre, pero probablemente lo desviaríamos de
su camino— dijo Lissianna, entonces mencionó el área donde su
madre vivía.
—¡Ah!— exclamó Padre Joseph, alegremente—. No está lejos de
adonde me dirijo. Debe ser el destino. Venga, la tendré en su casa en
un instante.
Alejándose sin esperar respuesta, caminó hacia la furgoneta
con el logo del refugio en uno de los lados y Greg la miró
interrogante.
—Se hace tarde— dijo él—. Y podría llamar al garaje y hacerlos
recoger el coche para que lo miren mientras que nosotros dormimos.
Suspirando, Lissianna asintió y se desabrochó el cinturón de
seguridad.
—Espero que no les importe, pero como estamos en el camino,
pienso solo detenerme en los proveedores de la salida.
Lissianna miró hacia el frente de la furgoneta ante las palabras
del Padre Joseph, después afuera de las ventanas cuando él tomó la
carretera. Según sus cálculos, estaban a menos de cinco minutos de
la casa de su madre.
—Supongo que habría sido igual de rápido detenerse de
regreso, pero sólo podría usar una mano para cargar los suministros y
como no estarías conmigo de regreso…— le envió a Greg una mirada

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que expresaba una disculpa—. No le importaría, ¿verdad? Puedo
volver si usted…
—No, por supuesto que no, Padre— le aseguró Greg—.
Apreciamos que nos lleve. Nos parece justo ayudarlo con los
suministros.
Lissianna sonrió débilmente por las palabras corteses. Ella lo
conocía lo suficientemente bien para reconocer que, mientras que él
estaba en desacuerdo por el retraso, él sentía que sería rudo
rehusarse a ayudar al hombre cuando los había salvado del pago de
la tarifa de un taxi para ir a casa de su madre.
—Aquí estamos.
Lissianna miró fuera de la ventana, frunciendo el ceño cuando
inició un largo camino hacia una gran casa blanca. Allí no había
señales que pudieran indicar que era algún tipo de negocio. Esto
estaba también en medio de la nada por lo que ella podía ver cuando
miró alrededor. Allí no había casas de vecinos a la vista. Lissianna
comenzó a sentirse de repente un poco incómoda.
—Esta es la mujer que borda nuestro logo en todas las toallas,
sábanas y fundas, Lissianna— le anunció el Padre Joseph al
estacionarse frente a la casa—. Ella es una de mis parroquianas, una
buena y dulce anciana.
—Ah— murmuró Lissianna y sintió que se relajaba.
—Tarda un poco más de lo que lo haría una fábrica— siguió él
alegremente cuando apagó el motor y desabrochó su cinturón de
seguridad—. Pero ella es viuda y necesita el dinero, así que le traigo
todas las sábanas y toallas siempre que conseguimos un nuevo lote.
—Eso es muy amable por su parte— murmuró Greg,
desabrochándose su propio cinturón de seguridad.
—En realidad, me complace tenerlos a los dos conmigo—
farfulló él—. Ella trata a menudo de que me quede para el té, y tendré
una excusa para no quedarme con ustedes dos delante.
Lissianna murmuró educadamente y entonces desabrochó su
cinturón de seguridad cuando el Padre Joseph abrió su puerta y salió.
—Parece ser un buen hombre, pero es muy hablador, ¿no?—
murmuró Greg una vez que la puerta se cerró y estuvieron solos.
—Él ha estado sufriendo de insomnio la última semana más o
menos— explicó a modo de disculpa Lissianna, pero no estaba del
todo segura de que el hombre fuera hablador si sufría de insomnio o
no. Él trabaja días, ella trabaja noches. Ella, en realidad, apenas lo
conocía.
—Bien, cuanto más pronto agarremos aquellas hojas, más
pronto llegaremos a casa— dijo Greg, alcanzando el picaporte,
entonces pausó y preguntó—. ¿Cuánta luz del sol me puede tocar en
esta etapa del juego?

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Lissianna miró hacia el horizonte, notando que los primeros
dedos del amanecer estaban arrastrándose hasta el cielo. Ella
sacudió su cabeza.
—No estoy segura. Pero esto no debe tomarnos mucho tiempo
sólo unos cinco o seis minutos de casa. Estarás bien.
Asintiendo, Greg abrió la puerta y salió, entonces dejó la puerta
abierta y le ofreció su mano cuando Lissianna cambió de asiento y se
sentó en el del copiloto y consiguió salir.
Era obvio que la dulce anciana quien borda el lino había estado
esperando por ellos, la puerta ya estaba abierta y el Padre Joseph
estaba entrando en la casa en el momento en que Greg cerraba la
puerta de la furgoneta. Se apresuraron por acercarse a él y los
escuchó hablando cuando ellos se aproximaban, entonces se pararon
y los miraron cuando ellos empezaron a caminar hacia el porche.
—Dice que está todo hecho, que las estaba empaquetando— les
informó cuando llegaron a la puerta—. Fue a poner la última de ellas
en la caja. Es de esta forma.
Lissianna cerró la puerta del frente, así todo el calor no se
escaparía, y entonces siguió al hombre por el pasillo. Al final del
camino, el Padre Joseph se detuvo, abrió la puerta y la sostuvo para
que ellos entraran. Lissianna murmuró, —Gracias,— cuando ella
siguió a Greg dentro del oscuro cuarto, iluminado sólo por una
pequeña lámpara sobre una mesa al lado de la puerta.
Ella casi pisó a Greg cuando éste se detuvo de repente.
—Vamos— dijo el Padre Joseph y Lissianna miró atrás, entonces
se congeló ante la vista de un arma en sus manos. Ella lo miró
inexpresivamente durante un minuto, la confusión reinando en su
mente, entonces retrocedió y caminó al lado de Greg para examinar
alrededor de él. Ella no estaba sorprendida de que allí no estuviera a
la vista la pequeña anciana que bordaba linos. Lissianna se
sorprendió cuando reconoció al hombre frente a ellos, apuntando con
una segunda arma al pecho de Greg.

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Capítulo 21
— Bob— Lissianna miró con sorpresa al hombre.
— Dwayne— corrigió él irritado, y recordó que también había
querido llamarlo Bob la noche en el parque de estacionamiento y
había tenido que corregirla.
— ¿Conoces a este tipo?— preguntó Greg, relajándose a su lado
y atrayéndola hacia él para reposicionarlos, para que ellos
enfrentaran a ambos hombres; antes de tener un arma al frente, así
como detrás de ellos.
— Sí— contestó Lissianna ausentemente, su concentración
estaba puesta en intentar infiltrarse en los pensamientos de Dwayne.
Mientras, ella lo vio moverse más cerca del Padre Joseph, por lo que
los dos bloquearon la puerta. Incapaz de eludir su inquietud y cautela,
suspiró y entonces comprendió lo que Greg le había preguntado y
cómo había contestado, y haciendo muecas dijo—. Bueno, no, no
realmente.
— ¿Qué es eso?— preguntó secamente—. ¿Sí, o no, no
realmente?
Lissianna se encogió de hombros indefensa.
— ¿En cierto modo sí?
Él rodó sus ojos, entonces lanzó una mirada a Dwayne, cuando
el hombre dijo:
— Yo fui la cena del viernes pasado.
Greg arqueó una ceja y se volvió a Lissianna para susurrarle:
—Pensaba que yo había sido la cena la noche del viernes
pasado.
Exasperada porque él se preocupara incluso en un momento
así, susurró:
— Tenía comida china el viernes pasado. Tú fuiste un aperitivo
inesperado y Bob simplemente estaba anémico.
— Dwayne— corrigió Greg, no molestándose ya en controlar su
voz.
Ella se encogió de hombros.

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— Él luce como un Bob para mí.
— ¿Sí?— preguntó—. Chistoso, diría que él se parece más a un
Dick. (Vulgarmente, pene en inglés)
A pesar de la situación, Lissianna sonrió ante el juego de
palabras. Dwayne encontró el insulto un poco menos entretenido.
— ¡Hey!— chasqueó—. Estoy sosteniendo un arma.
— Está todo bien, Dwayne— el Padre Joseph palmeó su hombro,
entonces explicó a Greg—. Dwayne y yo nos encontramos la noche
del viernes pasado fuera de un bar del centro de la ciudad. Uno de
nuestros clientes me había dicho que había un nuevo muchacho en
las calles y que estaba comiendo de los basureros de detrás del bar.
Fui allí buscando al muchacho para ver si podíamos ayudarlo, pero
cuando yo me acerqué a los basureros, Lissianna venía caminando
desde detrás de ellos. Me sobresalté al verla, claro y la saludé.
Nosotros hablamos y ella afirmó que estaba allí con sus primas
celebrando su cumpleaños. Cuando le expliqué por qué estaba allí,
ella se ofreció a ayudar, pero yo la envié dentro porque fuera hacía
frío. Entonces inspeccioné alrededor de los basureros por el
muchacho y en cambio encontré a Dwayne.
Greg se giró hacia ella, arqueando una ceja como diciendo "¿Lo
recogiste en un bar?"
— Sí, lo sé— suspiró, y entonces agregó defensivamente—. Fue
idea de Mirabeau.
Su mirada volvió a Dwayne y al Padre Joseph y Lissianna se
castigó mentalmente por su estupidez. No por recoger a extraños en
los bares, aunque supuso que eso sonaba sucio y barato, pero había
estropeado más las cosas esa noche. Lissianna se había olvidado por
completo de que Dwayne estaba detrás de los cubos de basura
cuando ella se había dado prisa para volver al bar, para evitar
cualquier pregunta difícil del Padre Joseph. Ella supuso que eso
explicaba cómo el anémico hombre había conseguido recuperarse y
dejar el estacionamiento cuando ella y los otros dejaron el bar
momentos después. Lissianna se había preguntado sobre eso en el
momento, pero no había unido la presencia del Padre Joseph y la
clara recuperación del hombre.
Lissianna agitó su cabeza, pensando que era bastante
asombroso que hubiera sobrevivido para llegar a los doscientos años
si ella hubiera cometido muchos errores como estos a través de los
años. Quizás debería habituarse a comida intravenosa en el futuro,
por lo menos hasta que Greg la curara de su fobia.
— Dwayne estaba en mal estado— anunció el Padre Joseph,
despertando su atención de nuevo—. Estaba débil por la falta de
sangre y desorientado. Lo puse en la camioneta, pensando que
estaba borracho y necesitaba ayuda. Iba a llevarlo al refugio por un
poco de café, pero una vez en la camioneta, la luz interior reveló las
marcas en su cuello y en cambio lo traje a la rectoría.

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El sacerdote miró enfurecido a Lissianna.
— Yo había visto antes marcas así… en los cuellos de algunas
de esas pobres almas en el refugio. Cuando les preguntaba por ello,
siempre me daban las más ridículas respuestas; habían sido
apuñalados accidentalmente con un tenedor en una barbacoa, o se
cayeron con un lápiz… dos veces.
Greg se volvió con una mirada incrédula en su camino y ella
rodó sus ojos.
— Intenta pensar algo para explicarlo entonces, si eres tan
inteligente— siseó en voz baja, no queriendo que los dos hombres la
oyeran.
— La explicación de Dwayne— el Padre Joseph continuó
secamente—. Fue que él había arrancado el enchufe de el cargador
de su alargador de pene de la pared por el cordón y se le había
escapado y golpeado en el cuello.
La boca de Greg cayó de golpe y Lissianna hizo una mueca de
dolor.
— Bueno, el hombre tenía un pepino bajo sus pantalones y era
tan falso…— dijo con irritación, olvidándose de mantener su voz baja
esta vez.
— ¡Yo no lo hice!— lloriqueó Dwayne, ruborizándose de un color
rojo brillante, entonces arruinó la negativa agregando—. Además,
¿Cómo sabes lo del pepino? ¿Hicimos algo detrás de los cubos,
después de todo?
— No— dijo Lissianna bruscamente, más por el bien de Greg
que el de Dwayne. Se apoyó entonces en Greg y susurró—. Lo supe
de la misma manera que supe que él estaba anémico.
— ¿Mordiéndolo?— preguntó Greg con escepticismo—.
¿Simplemente dónde lo mordiste?
— Leyendo su mente— siseó.
— Oh, bien— dijo Greg, aparentemente recordando que
mientras ella no había podido leer su mente, si poda leer la de todos.
El sacerdote miraba a Dwayne, quien parecía incómodo pero asintió
—. Sí.
El Padre Joseph frunció el entrecejo, entonces se volvió hacia
Lissianna.
— Has estado alimentándote de las personas en el refugio, las
pobres almas desafortunadas, para su mala suerte.
Lissianna cambió de opinión culpablemente. Puesto así, parecía
bastante malo. El hecho de que había esperado poder ayudar a las
personas, así como ellos la ayudaban inconscientemente, realmente
no parecía compensarlo.

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— Mire, Padre— comenzó Greg, sólo para hacer una pausa
cuando el sacerdote levantó el revólver que sostenía.
— Entiendo que las armas no pueden hacer mucho daño— dijo
—. Pero harán algunos, y éstas están cargadas con las balas de plata
si eso hace alguna diferencia.
Lissianna rodó sus ojos.
— Efectivamente lo hace, si eres un hombre—lobo.
— ¿Dónde consiguió las balas de plata?— preguntó Greg con
asombro.
— Las encontré en internet— explicó Dwayne —. Puedes
conseguir alguna mierda buena en internet.
— Bueno, aunque las balas de plata funcionen o no, por lo
menos te harán más lenta para que podamos estacarte—dijo el Padre
Joseph, devolviendo la conversación a donde él quería—. Y estacarte
—como todos nosotros aprendimos la otra noche — es bastante
efectivo….aunque obviamente no mortal.
— ¿Ese era usted?— preguntó Lissianna repentinamente helada
—. Usted dijo que tenía que probarme primero antes de intentar algo
drástico. Yo pasé esas pruebas, y ¿aún así me estacó?
El Padre Joseph se movió incómodamente.
— Lo oí por casualidad…— él hizo una pausa y frunció el
entrecejo, entonces preguntó—. ¿Cuál es el nombre de la muchacha
que trabaja en el turno nocturno cuándo tú no estás allí?
— Claudia—le facilitó ella.
— Sí. Claudia. La oí por casualidad decirle a Debbie que ella
necesitaba hablarte para ver si tú cambiabas una de tus noches con
ella esta semana, pero tenía problemas en localizar tu departamento.
Debbie dijo que habías estado con tu madre todo el fin de semana,
pero estabas quedándote en su casa esa noche y que la llamarías a la
mañana siguiente cuando ella llegase a casa.
La respiración de Lissianna salió en un resoplido. Mucho había
pasado desde la estacada y la mayoría de estas cosas habían sido
más bien molestas, pero el ataque todavía había estado en el fondo
de su mente, preocupándola. Ella había estado segura que Debbie no
podía estar detrás del ataque, pero eso la había dejado bloqueada.
Nunca se le habría ocurrido que Deb podría haber mencionado a
cualquiera que Lissianna estaba quedándose en su casa esa noche.
— Llamé a Dwayne— continuó el Padre Joseph—. Él
supuestamente estaba inspeccionando y viendo si podía enterarse de
algo. Simplemente se suponía que el estaba observando.
Dwayne se movió bajo la intensa mirada que le dirigió,
entonces asumió el control de la explicación y dijo:

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— Eso es todo lo que yo pensé hacer, sólo tomé la estaca en
caso de tener suerte.
Ante la mirada de duda de Lissianna, él insistió:
— De verdad. Los vampiros normalmente son criaturas de la
noche y pensé que tendría que esperar hasta que te fueras a
descansar al amanecer. Realmente pensé que iba allí a reconocer,
conseguir una percepción de la distribución de la casa de Debbie,
entender qué cuarto era tuyo y en cuál estaría ella cuando las dos os
acostarais— dijo, de repente sonrió abiertamente—. Pero cuando
llegué allí, las cortinas estaban abiertas en la sala y podía veros a los
dos en el sofá, entonces me moví a la ventana del dormitorio cuando
ustedes trasladaron la acción allí.
Lissianna sintió el rubor desde las puntas de sus dedos de los
pies hasta la punta de su cabeza. Lo que fue seguido por enojo, ante
la idea de Dwayne mirando lascivamente a través de la ventana en su
primera vez juntos. Ella se olvidó de semejantes inquietudes cuando
él continuó.
—Te vi morderlo y fue toda la prueba que necesitábamos—
sonrió, como un gato que encuentra crema, y siguió—. Esperé tener
una larga noche fría, de pie por ahí, mirando fijamente en las
ventanas hasta que Debbie viniera casa y que todos se acostaran. Yo
no podía creer mi suerte cuando lo dejaste en el dormitorio y fuiste a
dormir al sofá. Y entonces, cuando probé las puertas de vidrio
corredizas en el comedor y las encontré abiertas… era demasiado
bueno para ser verdad— lanzó una mirada al sacerdote y sonrió
abiertamente — Casi como una bendición de Dios.
— Pero no funcionó— señaló Lissianna, dirigiendo su
comentario al sacerdote—. Si fuera verdad que Dios desea que me
mate…
— Fue por mi falta que no funcionó—interrumpió el Padre
Joseph —. No debí haber enviado al muchacho, debí haber ido yo
mismo. También debería haber hecho más investigaciones desde el
principio. Si lo hubiera hecho, habríamos estado preparados para
aprovechar la oportunidad que Dios nos dio. En cambio, todavía
dependíamos de lo que las películas y libros afirmaban. Todavía no
había aprendido mi lección.
El sacerdote estaba pálido y lucía demacrado por la falta de
sueño. Obviamente no había tenido mucho descanso la última
semana, teniendo doble turno de trabajo en el refugio durante el día y
vigilando su rebaño, el de ella, por la noche. Lissianna sabía que la
privación de sueño podía llevar a la ansiedad extrema y a las
alucinaciones, entre otras cosas. Greg era el psicólogo, pero ella
sospechaba que, con el Padre Joseph, la privación del sueño había
causado un quiebre de la realidad. Esto lo debe haber puesto en el
borde si él realmente pensaba que Dios la había puesto a ella en su
camino, para matarla.

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— Así, como estaba diciendo— continuó Dwayne, atrayendo la
atención de todos—. Entré sigilosamente a la casa, en la sala, me
acerqué a ti y ni siquiera te despertaste. Pero estabas de costado y
estaba tratando de entender cómo conseguir que rodaras hacia tu
espalda, cuando de repente hiciste simplemente eso. Solo te giraste.
— Otra bendición de Dios—murmuró el Padre Joseph.
— Era el frío— chasqueó Lissianna con impaciencia—. Él dejó la
puerta de vidrio corrediza abierta y estaba entrando una corriente de
aire. Esto me despertó. Yo rodé para levantarme y encontrar otra
manta para mantenerme caliente.
— Eso fue un milagro—insistió el Padre Joseph —. Le permitió
estacarte.
— Por todo lo bueno que hice— murmuró Dwayne.
— Sí— el Padre Joseph frunció el entrecejo—. Al principio yo
estaba muy disgustado con Dwayne por estacarte, hasta que me
explicó que en efecto te vio morder a tu amigo— su mirada cambió a
Greg, entonces apartó la vista y agitó su cabeza—. Una vez que él me
dijo sobre eso, pensé que había sido la voluntad de Dios y todo el
asunto terminó. No podía creerlo cuando tu madre llamó al refugio la
noche siguiente y dijo que no irías porque te habías puesto enferma—
algo de la devastación que él debía de haber sentido entonces, se
mostró en su cara—. No podía creerlo. ¡Se suponía que estabas
muerta! En un momento dado incluso pensé que era una mentira;
que debías de estar muerta, pero…— levantó su cabeza y la miró
detenidamente—. Esto es cuando finalmente hice la investigación que
debería haber hecho al principio.
— Yo hice la investigación— dijo Dwayne con irritación—. Usted
ni siquiera sabía cómo usar Internet.
— Usé los recursos que Dios me había enviado y llamé a mi
amigo “informático” para hacer la investigación— corrigió
severamente el Padre Joseph, entonces les informó—. Él es muy
bueno con las computadoras; es un programador.
Lissianna sarcásticamente levantó una ceja en dirección a
Dwayne. Parecía que el bronceado, el relleno y el pepino no eran las
únicas cosas que había falsificado esa noche. Él le había dicho que
estaba haciendo su último año de pasantía y una vez que él fuera un
doctor con todas las de la ley, planeaba empezar su propia práctica
médica familiar.
Intentando impresionarla, supuso ella. Idiota. ¿Qué habría
hecho si ellos se hubieran caído bien y él hubiera querido seguir una
relación con ella? ¿Cómo habría explicado que él no era un interno
después de todo?
— Dwayne encontró toda clase de información en Internet—
anunció el Padre Joseph —. Por supuesto, había las cosas habituales
sobre cruces, agua bendita y ajo; que ya sabemos que están

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equivocadas, pero había también sugerencias sobre derrotar a uno
de los de tu clase. Algunos sitios alegaban que una estaca
atravesando el corazón lo haría, pero otros decían que una vez que la
estaca fuera quitada, el vampiro podía resucitar… como tú lo estabas.
Esos sitios alegaban que tenías que cortar la cabeza del vampiro para
terminar el trabajo correctamente.
— Dios— murmuró Greg —. ¿No te encanta Internet?
Lissianna compartió una mueca con él, pero se giró hacia el
Padre Joseph cuando él continuó.
— Supe que no podía manejarlo solo. Así que, conseguí de
nuevo la ayuda de Dwayne y preparamos esta casa, entonces surgió
este plan para atraerte aquí esta mañana. Claro, en ese momento, yo
esperaba que estuvieras conduciendo tú misma a trabajar como
normalmente lo hacías. Cuando fuiste llevada al trabajo anoche, yo
temí que el plan tendría que ser aplazado para otro día, pero
entonces se presentó tu amigo. La Providencia nos echó una mano
otra vez— dijo con un suspiro satisfecho—. Mientras él estaba en tu
oficina contigo, yo llamé a Dwayne y él me dijo cómo preparar esto
para que el automóvil no arrancara, entonces salió hacia aquí para
esperar por su llegada… y aquí estamos.
— Aquí estamos— acordó Greg secamente, atrayendo atención
del Padre Joseph.
— Por supuesto, cuando concebimos el plan, sólo estábamos
contando con que era Lissianna con quien teníamos que tratar—
señaló el sacerdote —. Así que, tengo miedo, sólo traje una estaca.
— Es una lástima— dijo Greg agradablemente—. Oh bueno,
supongo que tendremos que aplazar esto para otro momento, ¿no?
— Eso no será necesario— le aseguró tranquilamente el Padre
Joseph, entonces agregó—. Tengo algo de madera en la parte de
atrás de la camioneta. Estoy seguro de que no nos llevará mucho
tiempo crear otra estaca… O lo podríamos hacer de uno a la vez.
Lissianna primero, creo— decidió él —. Podemos estacarla y
decapitarla, entonces usar la misma estaca contigo.
— Señoras primero, ¿eh?— Lissianna no se molestó en ocultar
su sarcasmo.
— Lo haré tan rápido y sin dolor como pueda— le aseguró
solemnemente el Padre Joseph, entonces dudó y dijo—. Sería más
fácil si no lucharas y simplemente me permitieras acabar con esto.
Yo apostaría, ella pensó severamente.
— Y entonces encontrarás finalmente la paz— agregó,
intentando tentarla. Con una mueca dijo—. Sería mucho más simple
que tener que dispararte media docena de veces y luego estacarte
mientras estés débil.

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— Padre, apenas voy a estar de pie y permitirle estacarme—
dijo Lissianna pacientemente.
— Tenía miedo de que nos hicieras hacer esto de la peor
manera— dijo el Padre Joseph con un suspiro—. Nunca temor.
Estamos preparados para eso. Dwayne, es la hora.
— Él instaló esto hoy— les informó el Padre Joseph
orgullosamente mientras el hombre más joven cogía un control
remoto de su bolsillo—. Él es bastante diestro.
Lissianna se tensó, alerta ante cualquier eventualidad. Dwayne
presionó un botón en el control remoto y entonces un sonido
desprevenido atrajo su mirada, para ver el techo retirándose sobre su
cabeza. Ella miró fijamente con asombro mientras el techo inclinado
comenzaba a deslizarse hacia las paredes.
No era el techo, comprendió ella, era una lona negra que había
sido colgada para cubrir el techo y las paredes y había sido instalada
para ser soltada cuando Dwayne presionara un botón del control
remoto. La tela pesada estaba deslizándose para revelar que el
oscuro cuarto en el que ellos habían estado de pie, era realmente una
terraza interior (cuarto con las paredes y techo de vidrio) y que
mientras habían estado hablando, el sol había salido. La brillante luz
del sol se derramó en ellos desde cada dirección, excepto desde la
pared en la que el Padre Joseph y Dwayne estaban parados delante.
— No les está sucediendo nada— dijo nerviosamente Dwayne,
cuando la tela serpenteó a los jardines, fuera de las ventanas y se
agrupó allí.
El Padre Joseph gruñó con irritación, entonces frunció el ceño y
empezó a remover en su bolsillo cuando su teléfono celular empezó a
sonar. Él miró con atención al despliegue de la ventana, frunció el
entrecejo, entonces gritó a Dwayne — Vigílalos — y se movió más
cerca de la puerta. Se giró de espaldas cuando contestó al teléfono.
Dwayne lamió sus labios nerviosamente y apuntó su arma hacia
ellos. Lissianna notó que la punta del arma estaba temblorosa y
esperó que él no les disparara a uno de ellos accidentalmente, por su
nerviosismo.
— De acuerdo Lissianna, ahora es el momento— murmuró Greg.
Ella le lanzó una mirada confusa.
— ¿Ahora es el momento para qué?
— Ya sabes— hizo una cara y cabeceó significantemente hacia
Dwayne —. Haz tu cosa. Pon el hechizo en ellos. Yo lo intentaría, pero
no me has enseñado esas cosas todavía.
— Oh— suspiró ella —. ¿Piensas que no lo he intentado?
— ¿Qué?— él frunció el ceño.
— Eso no está funcionando— le dijo Lissianna —. Ellos saben lo
que somos.

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— ¿Y qué? Tu madre pudo controlarme después de que yo supe
lo que eras.
— No. Esa era Tía Martine. Ella es más vieja y más poderosa
que mamá, e incluso ella tenía que estar completamente en tu
cabeza para hacerlo. Normalmente podemos controlar la conducta
con una sugerencia; pero con estos dos siendo conscientes de lo que
somos, ellos son cautos y esto los hace resistentes. Yo tendría que
estar completamente dentro de sus pensamientos para controlarlos, y
posiblemente no pueda controlar dos de ellos de una vez.
— Entonces…
— Greg— dijo tranquilamente— Si controlo uno y el otro dispara
a cualquiera de los dos, habrá sangre.
Él dejó salir una lenta respiración cuando comprendió lo que
eso significaba. Gracias a su fobia— la que él no había curado— ella
se desmayaría, entonces ningún hombre podría ser controlado, y él y
Lissianna estarían muertos. O quizá no.
— Soy más fuerte y más rápido que ellos dos, ¿no?— preguntó.
— No por mucho todavía— dijo calladamente— A finales de
mes, serás diez veces más fuerte y más rápido y esto aumentará más
aún con el tiempo, pero ahora mismo todavía eres nuevo y apenas
estas fortaleciendo tus habilidades y fuerzas— dijo Lissianna
excusándose, luego agregó—. Y Greg, no quiero herirlos… bueno, por
lo menos no al Padre Joseph.
— El hombre está planeando matarnos, Lissianna— señaló
Greg.
— Sí, pero no porque él es malo o cruel, él simplemente piensa
que está haciendo el trabajo de Dios y dándonos paz— señaló ella y
agregó—. Las creencias del Padre Joe son muy fuertes.
— ¿Qué vamos hacer, entonces?— preguntó.
— No estoy segura— admitió ella con un suspiro—. Estoy
esperando a que podamos hablar con él sin que nos mate. Quizá
convencerlo de que está en un error y de que no somos vampiros.
Greg no parecía contento. Después de un momento, suspiró y
dijo:
— Bueno, entonces mejor podrías hablar rápido, porque pienso
que el sol ya está afectándome.
Lissianna lo miró con preocupación. Ella notó que él estaba
empalideciendo y silenciosamente se dio de puntapiés por no
comprender que esto le afectaría tan rápidamente. No estaba
afectándola a ella aún, pero sus nanos estaban haciendo el doble de
trabajo en este momento, todavía haciendo cambios menores, pero
necesarios a su cuerpo y ahora también teniendo que reparar el daño
que los rayos solares le estaban infligiendo. Incluso sin la luz del sol,

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él necesitaría alimentarse más a menudo que ella por los próximos
meses, pero con esto…
Más conversación fue imposible cuando el Padre Joseph colgó el
teléfono con un murmullo y volvió a su lugar al lado de Dwayne.
— Hay una emergencia en el refugio— anunció—. Tengo que
volver, así que debemos asegurarnos de que esto acabe.
El sacerdote dudó, pareciendo no saber cómo comenzar,
entonces suspiró y levantó su arma.
— Espere— dijo Greg cuando el Padre Joseph apuntó el arma
hacia ella—. ¿Padre, y si está equivocado?
— ¿Sobre qué?— preguntó cautelosamente—. Ella es un
vampiro.
— ¿Lo es?— preguntó—. ¿Está seguro?
Él cabeceó; con firme certeza.
— ¿Qué hay del ajo, las cruces, el agua bendita y el sol? Estaba
bastante seguro sobre eso, también, ¿no? Pero no tenían efecto sobre
ella. ¿Eso no le dice nada?
El Padre Joseph frunció el entrecejo y por un momento Lissianna
estuvo segura de que Greg los había salvado cuando vio el parpadeo
de duda en su cara, entonces él agitó su cabeza.
— Sí, esto me dice que las películas y los libros están todos
equivocados sobre cómo tratar con los vampiros.
— ¿Y si ellos no están equivocados? ¿Y si usted es el que está
equivocado?— preguntó con urgencia.
El sacerdote agitó su cabeza severamente.
— Dwayne la estacó y aún está viva. Ella tiene que ser un
vampiro.
— Sí, Dwayne intentó estacarla— dijo Greg pacientemente—.
Pero, Padre Joseph, toma mucha fuerza atravesar el músculo y el
hueso del pecho y, afortunadamente, no la golpeó lo suficientemente
duro como para hacerle mucho daño. La estaca golpeó la clavícula y
se detuvo.
— ¡Su clavícula!— lloriqueó Dwayne con escepticismo.
Lissianna contuvo su sorpresa ante el alegato de Greg. La
estaca no había ido cerca de su clavícula, la puntería de Dwayne
había sido buena, apenas había errado a su corazón.
— Estaba oscuro— señaló Greg al hombre más joven— Y
afortunadamente eso debe de haber desviado su puntería. Como
digo, agujereó la piel y golpeó su clavícula. Había mucha sangre, pero
el daño real era muy pequeño.

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— ¿Esto podría ser verdad?— el sacerdote miró fijamente a
Dwayne asombrado, pero cuándo sólo estaba parado allí pareciendo
dudoso, él se giró hacia Lissianna y preguntó—. ¿Lo es?
— Es verdad — Lissianna aprovechó la mentira de Greg y la
exageró—. Yo estuve en la sala de urgencias la mayor parte de la
noche, pero entonces me dieron finalmente un par de Tylenol, un par
de puntadas y me enviaron casa. Habría venido a trabajar anoche,
pero cuando me desperté tenía que ir a la estación de policía para
rellenar un informe y eso tomó tanto tiempo como la visita a la sala
de urgencias.
— Pero, estoy seguro de que la golpeé, sentí la estaca entrar—
sostuvo Dwayne.
— Tenía un par de mantas encima mío— dijo Lissianna,
sabiendo que había estado oscuro y posiblemente no podría saber
que ella sólo esta cubierta con una colcha—. Ellas taparon el golpe. La
estaca pasó a través de ellas, pero solo me hirió un poco.
Dwayne agitó su cabeza, la confusión cubría sus rasgos.
— Ella no es un vampiro, Padre— dijo Greg firmemente—. Yo
tampoco. Soy un psicólogo.
— ¿Usted es su psicólogo?— preguntó el Padre Joseph con
desconcierto.
Lissianna vio a Greg sonreír y supo que simplemente él
propondría un plan. Ella esperó que este funcionara. Él realmente
estaba empezando a lucir mal.
— Sí. Soy el psicólogo de Lissianna. Puede verificar mi
identificación, si quiere— sacó su billetera de su bolsillo y la lanzó al
suelo delante de los dos hombres.
Dwayne se agachó para recoger la billetera, manteniendo el
arma apuntando hacia ellos todo el tiempo y haciendo malabares
mientras buscaba entre el contenido de la billetera. Lissianna contuvo
la respiración y esperó, seguro que el idiota le dispararía a uno de
ellos accidentalmente, antes de que él hubiera terminado. Ella
esperaba que el hombre errara con el tiro; ella solo se desmayaría
ante la vista de sangre si Greg recibía un disparo de todas maneras.
Pero, al final, ella supuso que realmente no importaba ya que el Padre
Joseph todavía los tenía en su mira.
— Dr. Gregory Hewitt— leyó Dwayne en voz alta y entonces
frunció el entrecejo—. Ese nombre me parece familiar.
— Había un artículo sobre ti en el diario hace unas semanas—
recordó el Padre Joseph.
— Sí— dijo Greg solemnemente.
— Oh sí, yo lo leí— asintió Dwayne —. Eres ese especialista en
fobias.

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— Las fobias son mi especialidad— admitió él —. Pero también
trabajo con otros desórdenes y la madre de Lissianna me contactó
porque estaba preocupada por ella. Lissianna padece…— dudó y
entonces preguntó—. ¿Ha oído hablar alguna vez de licantropía?
— Oh, eh, sí— dijo Dwayne cuando el Padre Joseph apenas miró
—. Eso es cuando las personas piensan que ellos son hombre—lobo,
¿verdad?
— Correcto— asintió Greg —. Bueno, Lissianna padece una
dolencia similar, sólo que ella piensa que es un vampiro.
Ambos hombres se giraron para mirar a Lissianna y ella esperó
que no se estuviera mostrando nada de su sorpresa. No había
esperado el cuento que Greg estaba proponiendo, pero podía
funcionar si ellos se lo creían.
— Pero ella es un vampiro— protestó el Padre Joseph— Ella
mordió a Dwayne y ha mordido a otros en el refugio.
— Abre tu boca, Lissianna— pidió Greg.
— ¿Qué?— ella lo miró inexpresivamente, confundida por la
súbita orden.
— Muéstrales tus dientes— dijo significantemente, entonces se
movió a su lado y tomó su cara, mientras explicaba—. Ella está
resistente porque no tiene sus dientes falsos.
Comprendiendo lo que él estaba tramando, Lissianna se relajó,
permitiéndole abrir su boca.
— ¿Ve? Ningún colmillo— Greg usó suavemente un dedo para
alzar su labio superior de un lado y después del otro. Fue una acción
rápida, solo el tiempo suficiente para que ellos vieran que sus caninos
no se extendían pasando sus otros dientes, pero no lo suficiente para
que ellos no notaran que las puntas eran puntiagudas.
El Padre Joseph y Dwayne dieron un paso adelante, entonces se
detuvieron. Ambos hombres fruncían el ceño.
Greg liberó a Lissianna y se giró para enfrentarlos
completamente, mientras, continuó:
— Ella tiene dientes de cerámica que pega sobre sus colmillos
reales cuando sale a bares para encontrar a alguien a quien morder.
Lissianna trabaja de noche, ya que, por supuesto, los vampiros no
pueden estar a la luz del día. Ella sigue todas las leyes vampiro,
rehuye del ajo y de los símbolos religiosos.
— Ella comió el puré de ajo que le di en el refugio— señaló el
Padre Joseph—. Y no reaccionó en absoluto a las cruces en su oficina.
Si ella cree que es un vampiro, ¿no debería por lo menos reaccionar a
ellos?
Lissianna echó un vistazo a Greg, preguntándose cómo
explicaría eso.

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Él vaciló y luego dijo:
— Ella no estaba en su personalidad vampiro en aquel
momento.
— ¿Su personalidad vampiro?— preguntó Dwayne —. ¿Estás
diciendo que ella tiene personalidades múltiples o algo así?
Greg dudó de nuevo y luego lanzando una arrepentida mirada
hacia ella, dijo:
— Sí. Ella está disociada en dos personalidades distintas. Una
de ellas es simplemente— él se encogió de hombros—. “Lissianna”.
La otra cree que es un vampiro de doscientos años que camina por
la noche.
— Pero— el Padre Joseph pronunció una maldición cuando su
teléfono sonó de nuevo. Sacándolo de su bolsillo gruñó—. ¿Sí?
Lissianna miró hacia Greg, señalando que aparte de su palidez,
reveladoras gotas de sudor se acumulaban en su frente. Él estaba
sufriendo. Volviendo a los aspirantes a asesinos, se concentró en
Dwayne. De los dos, ella imaginaba que su convicción de que ellos
eran vampiros fue la más afectada por la historia. Greg había tenido
una idea. El Padre Joseph se resistía, porque si esto fuera cierto, que
ellos no fueran vampiros, entonces tendría que aceptar que había
intentado estacar a una mujer inocente. Él prefería creer que estaba
en una misión de Dios.
Su intento de deslizarse en la ahora confusa mente de Dwayne,
llegó a un abrupto final cuando el Padre Joseph dijo bruscamente:
— No importa donde estoy. Estoy en camino ahora. Estaré allí
en veinte minutos.
Apagó su teléfono con disgusto y dirigió su atención de nuevo a ellos
— Tenemos que terminar esto. Tengo que volver ahora. No hay más
tiempo para discusiones.
— Si es así, déjenos ir— Greg dio un paso hacia adelante mientras
hablaba, entonces se congeló cuando un disparo estalló en el cuarto.
— ¡Oh Jesús!— respiró Dwayne —. No quise hacer esto. ¿Por
qué se movió? No quise hacer…
Lissianna miró de él a Greg con confusión.
— ¿Qué?— comenzó y entonces hizo una pausa cuando Greg se
giró lentamente hacia ella y vio la sangre extenderse en su pecho.
Consciente del repentino rugido en sus oídos, Lissianna se
enfocó en la mancha de color rojo brillante y observó que cuanto más
tiempo miraba, más oscura y más grande que parecía volverse.
Pronto su visión se llenó de esto y entonces experimentó una
sensación de caída y comprendió que se estaba desmayando.

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Capítulo 22
—No abras los ojos, puedes seguir débil.
Aquellas fueron las primeras palabras que escuchó Lissianna.
Sus ojos parpadearon preparándose para abrirse mientras recuperaba
la conciencia, pero los cerró fuertemente y tomó una lenta
respiración.
—¿Greg?
—Si.
—¿Estás bien?—le preguntó Lissianna, hacia donde podía
deducir venía la voz. Preguntó simplemente para escuchar su voz
nuevamente. No había estado lo suficientemente despierta la primera
vez que habló, y no podía juzgar nada por la palabra “sí”, pero
Lissianna pensaba que sonaba un poco extraña.
—Sí. Supongo que estoy bien—las palabras fueron seguidas por
una forzada risa. Ella suponía que el sonido provenía a través de sus
dientes, así como su discurso. El hombre apretaba sus dientes,
diciéndole que el dolor era horrible.
Ella giró su cabeza hacia la izquierda, abrió sus ojos y se
encontró afuera en un patio soleado. No había señales del Padre
Joseph o Dwayne, y Lissianna estaba segura que, de hecho, ella y
Greg estaban solos en el soleado porche.
Cuando giró su cabeza un poco más, Lissianna pudo observar
que estaba sentada, apoyada en la puerta de cristal corrediza. Sus
brazos sobre su cabeza, sus muñecas amarradas con cadenas. Estaba
encadenada a la pared.
—Secuelas de la Inglaterra medieval—murmuró ella, y luego le
preguntó a Greg—. ¿También estas encadenado a la pared?
—Sí.
Lissianna asintió.
—¿Qué pasó? ¿Por qué no nos matan?
—Bien, tu desmayo al ver sangre los confundió. No encajaba
con la imagen de un gran vampiro malo—dijo él burlándose—. Ahora
no saben qué pensar. Padre Joseph estaba en mal estado. No sabía
qué hacer, pero tenía que irse y no tenía tiempo de momento para
discernir, entonces decidieron encadenarnos hasta que se ocuparan
de la situación de emergencia en el refugio.
—Significa que no creen que seamos vampiros y se marcharon
dejándote herido y sangrante?—preguntó Lissianna con asombro.
—Sí, buena esta la cosa—dijo Greg, y ahora era positivo que él
le hablará a Lissianna apretando los dientes—. Su Padre Joe se
apresuró a ayudarme después de tu desmayo. Abrió mi camisa y
comenzó a limpiar la sangre, entonces él y Dwayne discutieron si
llamar o no a una ambulancia. Padre Joseph estaba insistiendo en

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que debían hacerlo, pienso que después de todo él estaba cayendo
en la historia. Dwayne no quería hacerlo; tenía miedo de ir a la cárcel
por dispararme. El Padre Joseph finalmente lo convenció de llamar,
entonces regresaron a curarme nuevamente y notaron que la herida
era pequeña. Él le dijo a Dwayne que colgara.
—Oh, querido—murmuró Lissianna.
—Sí—acordó Greg con un cansado suspiro—. Él estaba molesto
porque la bala de plata no me mató… sobre eso, la bala estaba
saliendo mientras discutían. ¿Cómo es…?
—Los nanos pueden considerarlo un cuerpo extraño y trabajar
en expulsarlo.
—Increíble—suspiró.
—No realmente, naturalmente el cuerpo hace lo mismo con
astillas y tales—ella observó nuevamente las cadenas—. ¿Planean
cuidarnos cuando regrese el Padre Joseph?
—Sí—él sonrió sin aliento—. Las buenas noticias son que el
Padre Joseph mencionó que trajo una madera y Dwayne está
fabricando una estaca mientras hablamos, así que no habrá espera.
Podemos ser estacados si al final así lo deciden.
—Maldición—sopló Lissianna.
—Exactamente mis sentimientos—agregó Greg. Calló, y ella
pensó haber escuchado un gemido antes del silencio. Preocupada
por comer, cerró sus ojos, giró su cabeza hacia la derecha,
inclinándose hacia atrás, y abrió sus ojos. Lissianna dejó escapar un
pequeño suspiro y se encontró mirando la pared y el techo de cristal
sobre ellos. Tomando otra fuerte respiración, lentamente deslizó su
mirada hasta el tope de su cabeza y comenzó a ver…entonces su
frente, sus ojos, su nariz, su boca.
Lissianna se detuvo una vez su rostro estuvo a la vista,
sabiendo que si captaba una visión de una gota de sangre se
desmayaría otra vez.
Ahora podía verlo, casi lamentándose de ello. Entre la herida y
el sol, Greg estaba en mal estado. Él se inclinó contra la pared como
ella hizo, pero con su cabeza agachada como si la encontrara
demasiado pesada. Sus ojos estaban cerrados y su rostro tan pálido
que estaba gris. Se le veía casi firme ante el dolor. Greg necesitaba
desesperadamente sangre y sufría horriblemente.
Ignorante de que Lissianna lo estaba observando, él tomó una
lenta y profunda respiración y dijo con voz firme.
—Tal vez no. Puede que sólo jueguen conmigo y no contigo.
Cuando se fue, Padre Joseph no sabía qué pensar. Ellos creen que soy
un vampiro, pero no están seguros de que tú lo seas. Consideran que
eres un nuevo vampiro, y esa es la razón de tu desmayo al ver

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sangre. Padre Joe mencionó que si ese fuera el caso, podrías regresar
a tu estado normal si era vencido.
—Oh—Lissianna sintió su corazón romperse cuando él se
detenía para hablar y apretaba sus labios con dolor. Él estúpido
hombre estaba tratando de ser valiente y no dejarle saber cómo
estaba sufriendo.
Si hubiera sido ella, estaría gritando y brillando en el infierno.
Lissianna no era una fanática del dolor.
Decidiéndo que tenía que conseguir sacarlo de allí, miró hacia
arriba fijamente y dio un experimental tirón al agarre de las cadenas
que sostenían sus brazos a la pared—. Me sorprende que Dwayne no
este aquí haciendo guardia.
—Lo hizo, por un tiempo—dijo Greg—. Se sentó aquí, sonriendo
y tallando la maldita estaca sobre una media hora, pero entonces
algo lo asustó y se fue. Pienso que está tallando su estaca afuera
mientras espera a que regrese el Padre Joseph.
—¿Él tuvo algún tipo de alucinación?—preguntó Lissianna.
Greg sonrió corto y breve.
—Tal vez tenga algo que ver con mi amenaza de arrancarle el
corazón y comérmelo.
—¿Qué?—Ella preguntó con una media sonrisa de incredulidad.
—Bien, estaba con dolor y enojado, pero no fue por que no
llamaran a una ambulancia cuando notaron la herida encogiéndose—
Greg se excusó a sí mismo, entonces añadió—: Y el idiota estaba
haciendo las más estúpidas y malditas preguntas.
—¿Cómo qué?—preguntó Lissianna, con la esperanza de
distraerlo del dolor.
—Preguntas como, ¿Qué le gusta hacer a una mujer vampiro?
¿Y puede un tipo mantener una erección más que un vampiro?—Greg
sacudió su cabeza con disgusto—. El tipo es un patético y
desagradable perdedor. No puedo creer que lo mordieras.
Antes de que Lissianna pudiera responder a eso, él preguntó:
—No fue como cuando nosotros… quiero decir, no te gustó…
Él mordió sus propias palabras y cambió su posición, solo para
hacer una mueca de dolor.
—No es como cuando me muerdes—dijo gentilmente Lissianna,
reconociendo que él estaba celoso. Ella no podía realmente culparlo.
Todas sus mordeduras habían incluido, al menos, besos y mucho
más; ella no estaba sorprendida de que se preguntara si la
alimentación era como con ella. No estaba sorprendida de que él se
preguntara si siempre la alimentación sería así para ella.
—Nunca besé a Dwayne. De hecho, besar no es usualmente
parte de una alimentación para mí, Greg. Tú eres un caso especial—le

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informó ella, entonces recordó que el hombre trató de besarla.
Lissianna simplemente no le respondió.
Encogiéndose sin darle importancia, ella continuó:
—Y, como es un perdedor irritable, haberlo mordido me hizo
sentir un poco menos culpable.
Greg tomó un aliento sonriendo, entonces hizo una mueca de
dolor y pausó por un minuto antes de poder decir:
—Me imagino cómo sería el caso. Yo no me sentiría del todo
culpable por morderlo.
—Tal vez tendrás una oportunidad—murmuró Lissianna, y
volteó su rostro hacia las cadenas, pensando que si podía conseguir
salir, Dwayne podría ser el almuerzo de Greg. Anémico o no, ella
tenía la esperanza de que Greg pudiera aliviar con él su incomodidad
y darle un poco de fuerzas para poder escapar.
Lissianna tendría entonces que llegar a casa y enviar a su
madre y a los otros. Limpiarían la memoria de Dwayne, y entonces
esperarían a que regresara el Padre Joseph y lo capturarían, también.
Con la cautela que estaban teniendo, ella no sería capaz, pero los
hombres no podrían reconocer a su madre, tía, o tío, y los viejos
Argeneau harían lo que ella no podía.
—Supongo que definitivamente estoy fuera del trabajo. Tendré
que dejar de trabajar en el refugio—dijo Lissianna para mantener a
Greg hablando—. Supongo que eso terminará con nuestro conflicto de
horarios.
—Si. Eso es cierto—dijo Greg con una fuerte risa, entonces
rompió a toser violentamente.
—¿Estás del todo bien?—preguntó preocupada, cuando el
momento pasó.
—Sí. Sólo tengo la garganta un poco reseca. Necesito un trago.
Me siento seco—se quejó.
Lissianna apretó su boca. Eran los nanos, ella lo sabía. Podían
succionar la sangre a una velocidad increíble, y su cuerpo podía estar
filtrando líquidos desde cualquier parte para producir más sangre y
así apaciguarse. No se lo dijo a Greg; en cambio, ella volteó su
atención hacia las cadenas que la mantenían en la pared.
Había solamente una longitud bastante larga de cadena,
observó. Desde una de sus muñecas a la otra, y había sido enroscada
a la pared usando un aro. Lissianna estudió la anilla con interés,
notando que era una pieza de metal en forma de círculo, pero que sus
extremos no estaban soldados. Si aplicaba la suficiente presión, tal
vez podría abrirlos, quizás lo suficiente como para deslizar y liberar la
cadena.
Sus muñecas continuarían estando encadenadas, pero ella
podría ser capaz de levantarse y tal vez salir de allí.

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—Entonces—dijo Greg, llevando su mirada de vuelta a él—. Así
que como en todas las películas malas de terror, aquí terminamos, un
par de vampiros, estacados afuera en el sol…o en el porche, como
sea el caso.
Lissianna rió, ella no podía evitarlo, su tono era tan sarcástico.
—Todas las malas películas—coincidió ella—. Hollywood no
entiende a nuestros vampiros.
—Creo que están celosos —anunció Greg—. Todo ese dinero y
éxito, y ellos envejecen y mueren.
—Sí—agregó Lissianna, pero ella no estaba divirtiéndose. Había
vivido dos siglos, Greg solo treinta y cinco y él no había mordido a
nadie…bien, la mordió a ella, pero eso no contaba—y muriendo por
ser como ella…y ella nunca le había dicho que lo amaba. ¿Por qué
nunca lo había dicho?
Porque tenía miedo—miedo a cometer un error, miedo a
resultar herida.
Bien, hacía un par de horas ella había decidido no tener miedo
nunca más, así que ya era tiempo de decirle. Era ahora o nunca.
—Greg—le dijo tranquilamente.
—¿Sí?—sonaba tan cansado y adolorido.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste sobre nuestra vida como
compañeros?
—Sí. Dijiste que tu madre reclamó un verdadero compañero de
vida para cada uno de ustedes.
—No te dije cómo los reconoceríamos, ¿no?—dijo
solemnemente. No se molestó en esperar su respuesta, pero tomó
una fuerte respiración, entonces dijo—: Nosotros suponemos que los
reconocemos por dos cosas: por no poder leer su mente y por no
poder controlarlo. Así como yo no puedo leer tu mente ni controlarte.
—Lo sé—dijo él suavemente, dibujando su asustada mirada en
su rostro. Sonrió a pesar de su dolor, y añadió—: Thomas me lo dijo.
—¿Cuándo?—le preguntó ella con sorpresa.
—Anoche—admitió, entonces dijo—: me hizo sentir mejor.
—¿Lo hizo? ¿Por qué?
—Porque me hizo comprender que lo que estaba sintiendo era
probablemente lo que creía.
Lissianna suspiró cansadamente.
—¿Era esto lo que significaba ser, entonces?
—Lissianna—él giró su cabeza lentamente hacia ella. Sus cejas
se levantaron cuando vio que lo observaba, pero dijo—: No me

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arrepiento de nada. Incluso si muero hoy, no me perdería nada por
nada en el mundo.
Cuando el comenzó de nuevo, su rostro estaba blanco. Greg
sonrió y cerró sus ojos.
—Lissianna, ¿has notado que cuando estas feliz, el tiempo pasa
rápido, y en cambio cuando eres miserable realmente pasa lento?
—Sí.
Greg abrió sus ojos.
—La vida podría haber sido un parpadeo contigo aunque durase
un milenio o un mes. Soy feliz cuando estoy contigo.
Él le estaba diciendo que la amaba, y Lissianna tomó una fuerte
respiración, la mantuvo, volvió a soltarla lentamente, y dijo:
—Soy feliz contigo, también. Te amo, Greg, y aunque
automáticamente no este convirtiéndote en mi compañero de vida,
me gustaría que lo fueras.
Greg tenía una aquietada expresión, entonces lentamente una
sonrisa llegó a sus ojos.
—Te amo, y también me gustaría—le dijo seriamente—. He
esperado treinta y cinco años por ti y me enamoré en pocos días—
pausó, y entonces añadió con tristeza—: Y deseo poder ser tu
compañero de vida. Por siempre no sería suficiente tiempo, pero no
importa ya que parece que no tenemos más que unas pocas horas—
Greg sacudió su cabeza—. No puedo creer que te perderé cuando
apenas te encontré.
—No me vas a perder—dijo tristemente.
—¿No hoy?—preguntó con incredibilidad.
—No—dijo ella firmemente—. Saldremos de aquí.
—¿Y cómo lo conseguiremos?
Él sonaba exhausto y gastado, y estaba empezando a parecer
como un cadáver sin sangre. Lissianna sabía que no podría
permanecer consciente por más tiempo. Sintió el aumento de su
furia, y la dejó entrar en ella, mentalmente alimentándose con la
injusticia de la situación, deliberadamente construyendo sobre una ira
que podría añadir a su fuerza.
¿Él había esperado treinta y cinco años? La pregunta sonaba a
través de su cabeza. Ella había esperado doscientos años, y maldito
fuera si alguien lo alejaba de ella, especialmente un sacerdote
confundido y manteniendo a aquel idiota en su compañía.
Alzando la mirada, agarró unas de las cadenas sobre su
muñeca, amarrándola en la pared, y dijo:
—De este modo—mientras se inclinaba hacia delante, tirando
de las cadenas con todas sus fuerzas.

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—Somos más fuertes que ellos, Greg—señaló, cuando ella se
enderezó y examinó el aro en el cual su cadena estaba enroscada.
Una pequeña sonrisa apareció en sus labios cuando Lissianna vio que
allí ahora había una pequeña grieta que unía los dos extremos del
aro. No era lo suficientemente grande para liberarla…Aunque.
—Pienso que somos más listos que ellos, también, al menos sé
que somos más inteligentes que Dwayne—se inclinó hacia delante
nuevamente con otro tirón, entonces enderezándose pudo observar
cómo se había ampliado el aro un poco más.
—Y no permitiré que cualquiera de nosotros sea vencido por un
idiota que va por ahí corriendo con un bronceado y un pepino en sus
pantalones.
Lissianna tiró hacia delante una vez más y el aro se amplió lo
suficiente como para que la cadena se deslizara libremente y cayera
de golpe sobre su cabeza.
—¿Estás bien?—preguntó Greg. Se veía que estaba más alerta.
Ella asintió y se enderezó.
La esperanza estaba despertando en él. Libre de la pared,
Lissianna comenzó a girarse hacia él, y se frenó, recordando que no
podía mirarlo. Esto podría ser difícil.
—Esto puede ser malo—dijo Greg, y ella sabía que él estaba
observándola cuando consiguió ponerse en pie y girarse hacia él
hasta quedar frente a la pared.
—¿Qué puede ser malo?—preguntó, caminando hacia el lado
hasta que chocó con sus brazos y pudo ver las cadenas aguantando
sus muñecas a la pared. Su cadena era más larga, permitiendo a sus
manos mantenerse a su lado.
Lissianna tomó el anillo de su cadena y lo examinó.
—Esto—dijo Greg—. Ser salvado por una chica. Puede ser malo
para mi ego. No se supone que los tipos sean salvados por una chica.
Lissianna sonrió ligeramente, liberada por su ligero tono de voz.
Era mucho más sano que la derrota anterior.
—Tu ego sobrevivirá—le aseguró—. Y tú podrás salvarnos la
próxima vez si eso te hace sentir mejor.
—Caray, ¿Quieres decir que esto pasa a menudo?—preguntó,
cuando ella consiguió el anillo y cerró ambas manos en su cadena.
Lissianna rió entre dientes y le aseguró:
—Casi nunca—después, colocando un pie en la pared, tiró con
todas sus fuerzas.
—¿Qué significa “casi nunca” exactamente?—preguntó,
sonando aburrido cuando ella pausó y examinó su trabajo—. ¿Debo
estar atento a este tipo de cosas cada…digamos…cincuenta años?

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—Una vez cada cien años o así—contestó ella, entonces tiró
nuevamente de la cadena. La brecha se amplió un poco más.
—Además—dijo Lissianna cuando ella reajustó su agarre y tiró
de la cadena otra vez—. Ya me salvaste una vez, cuando fui estacada.
Esta vez es mi turno.
Tiró otra vez de la cadena y tropezó retrocediendo un paso; casi
perdió su equilibrio cuando la cadena quedó libre. Encogiéndose,
Lissianna dejó sus cadenas y apoyó su mano por un minuto en la
pared. Liberar a ambos había tomado mucha de su energía, y sin
tener en cuenta en el tiempo que estuvo inconsciente, y en que ellos
habían sido expuestos al sol por al menos una hora según sus
cálculos. Ella estaba sintiendo los efectos, también.
—¿Estás bien?—preguntó Greg.
—Sí—dijo Lissianna, tratando de concentrarse en sacarlos fuera
de allí sin ver sangre en su pecho y desmayarse.
Ella oyó un traqueteo y sabía que Greg estaba tratando de
conseguir ponerse en pie. También sabía que él no podría bajo su
propio empuje.
Alejándose de la pared, Lissianna se arrodilló a su lado y a
ciegas llegó hasta sentir el brazo de él, entonces deslizando su mano
y lo ayudó a ponerse en pie.
—Vas a tener que ser mis ojos—le dijo, cuando se las arreglaron
para estar de pie. Cerrando sus ojos, Lissianna giró para poder tener
su brazo sobre su hombro y ayudar a levantarlo.
Greg gimió.
—Nosotros realmente tenemos que enfrentarnos a tu fobia.
—Mañana—le aseguró Lissianna, y escuchó los pequeños
alientos de risas escapársele a él.
—¿Qué?
—Nada—dijo, pero ella podía escuchar la sonrisa en su voz—.
Sólo comienzo a creer que habrá un mañana para nosotros, después
de todo.
—Oh, lo habrá. Muchos de ellos—le aseguró, y comenzó a
urgirlo a moverse.
—¿La puerta está en esa dirección, correcto?
—Correcto.
Lissianna supo el momento en el que el sol salió incluso antes
de que Greg lo dijera.
—Estamos en la casa. Está oscuro. Probablemente puedas abrir
tus ojos.
Ella levantó su cabeza para así mirar adelante y no hacia Greg,
entonces abrió sus ojos. Estaban en el pasillo que conducía al patio.

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Lissianna dudó, pensando en la posibilidad de dejar a Greg allí y
dirigirse a hacerse cargo de Dwayne, pero ella estaba renuente a
dejarlo solo. No tenía idea de dónde estaba Dwayne y no quería dejar
a Greg mientras buscaba al hombre por la casa. Pero ella no podría
arrastrarlo. Lissianna suspiró, entonces se movió hacia la puerta más
cercana, arrastrando a Greg con ella. La puerta conducía hacia la
cocina.
Allí no había lámparas encendidas, y las ventanas tenían
cortinas, pero algunos rayos de sol estaban crispando alrededor de
los bordes, haciendo que fuera lo suficientemente brillante como para
ver. Ayudó a Greg a entrar al cuarto y a sentarse en la silla de la
mesa, su mirada captando la pila de correo. El sobre tenía escrito
Dwayne Chisholm, pero debajo decía Sr. y Sra. Jack Chisholm.
—Esta debe ser la casa de sus padres—murmuró Greg, mirando
también sobre el correo—. Debe vivir con su mamá y papá.
—Sí—acordó Lissianna.
—Juzgando la pila de correo sin abrir, ellos de momento deben
estar de viaje—Greg dijo con un suspiró.
—Sí—repitió Lissianna, entonces dirigió la mirada hacia la
puerta de la cocina cuando escuchó el sonido de un vehículo viniendo
por el camino.
—Regresó el Padre Joseph—dijo Greg gravemente.
—Quédate aquí—Lissianna giró regresando a la puerta, después
fuera hacia la sala. Cuando se dirigía a la sala escuchó lo que creía
ser la puerta de un coche cerrándose de golpe, entonces otro y
después el distintivo sonido de la puerta de una camioneta
abriéndose.
¿Él Padre Joseph trajo compañía? Se preguntó Lissianna con
ansiedad.
Ella se situó en la ventana del lado de la puerta delantera y
miró fijamente a través de una esquina de la cortina, lista a romper a
correr hacia el cuarto más cercano en el momento que ellos se
aproximaran a la casa, pero estaba segura de tener un poco de
tiempo debido a que no había escuchado la puerta lateral de la
camioneta cerrarse. Presumiblemente, ellos estaban sacando algo de
la camioneta.
—Probablemente una espada para cortarnos la cabeza después
de estacarnos—murmuró Lissianna con disgusto, después calló
cuando vio que Dwayne estaba parado en el patio frontal.
—Greg, ¡está bien!—gritó hacia la sala, entonces abrió la puerta
y salió hacia el porche.
—¡Lissianna!—Juli la vio primero y llegó corriendo. Vicki, Elspeth
y Marguerite le seguían los pasos. Sólo Martine se quedó atrás y
Lissianna supo que la mujer estaba dentro de la cabeza de Dwayne,

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controlándolo y borrándole la mente. Aunque él la había visto con
Thomas, Jeanne Louise, y Mirabeaun en el bar, Dwayne no había
conocido al resto de la familia por lo que no había sido cuidadoso con
su acercamiento, siendo vulnerable a su control.
Aunque Lissianna tenía que preguntarse qué habría pensado él
cuando la camioneta había llegado y un montón de mujeres habían
salido.
—¿Podemos salir?— escuchó el grito de Thomas desde la
camioneta.
—Si—llamó Marguerite—. Martine lo tiene bajo control.
Mirabeau, Jeanne Louise, y Thomas comenzaron a salir de la
camioneta.
—¡Trae cualquier sangre si tienes! Greg esta en mal estado—
gritó Lissianna, entonces separándose cuando llegaron las gemelas y
ambas intentaron inmediatamente sostenerla.
—¿Estás bien?—preguntó Marguerite cuando subió al porche.
Lissianna asintió y sonrió cuando sus primos la liberaron.
—¿Cómo nos encontraste?
—Cuando no llegaste a casa, nos preocupamos. Todavía estaba
el pequeño tema de la estaca por resolver y sabía que no pensabas
que fuera tu amiga Debbie, aunque ella seguía siendo sospechosa.
Entonces, cuando no llegaste, llamé al refugio. Una chica llamada
Kelly contestó a tu teléfono. Dijo que tú y un tipo guapo habían salido
con el Padre Joseph.
Lissianna asintió lentamente. La oficina que ella y Kelly
compartían daba hacia el estacionamiento. La chica debió haber
estado en la oficina y mirando por la ventana cuando ella y Greg
habían salido del coche y subido a la camioneta.
—No sabía qué hacer entonces, así que todos nos apilamos en
la camioneta y nos dirigimos hacia el refugio—continuó su madre—.
Tu amiga Debbie ya se iba.
Lissianna sonrió. Debbie era peor que ella trabajando hasta
tarde. Desde la muerte de su esposo, parecía no querer quedarse sola
en la casa.
—Ya que ella estaba allí y no estaba resuelto el negocio de la
estaca, leí su mente y encontré que ella sólo le había dicho a su
madre y alguien llamada Claudia que estabas en su casa esa noche,
pero el Padre Joseph había estado allí cuando le había dicho a la
chica.
—Así que sospechamos que el Padre Joseph era nuestro
hombre—le anunció Thomas, subiendo al porche con una nevera en la
mano. Sangre para Greg, supo Lissianna.

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—Tía Marguerite hizo que lo trajéramos a la casa cuando
salimos… Sólo por si acaso— explicó Thomas, cuando la vio mirando
hacia la neverita—. ¿Dónde esta Greg?
—Al final de la sala, la puerta a la izquierda—respondió
Lissianna, deseando poder ir a él, pero podría ser una pérdida de
tiempo. En el momento en que viera su pecho ella se desmayaría.
Esto la hizo preguntar:
—¿Supongo que no tienes contigo una camisa extra que
pudieras prestarle a Greg?
—Voy a averiguar algo—le dijo Thomas, y se movió hacia la
casa.
Lissianna se giró hacia su madre.
—¿Fuisteis los de la emergencia en el refugio?
Jeanne Louise gimió.
—Sí. Sabíamos que teníamos que encontrar al Padre Joseph.
Teníamos a la chica llamada Nelly, pero ella no podía decir dónde
estaba, así que nosotros inventamos una emergencia para sacarlo del
refugio y así nosotros poder leer su mente y saber dónde estabas.
—Y todo este tiempo nosotros pensamos que podría ser tarde—
murmuró tranquilamente Elspeth.
—Pero no fue así—Lissianna puso la mano sobre el hombro de
su prima y apretó—. ¿Qué hiciste con el Padre Joseph?
—Lucian está tratando con él—le informó Marguerite—. Él
borrara su mente, entonces lo llevará de vuelta a la casa.
—Y Martine se ocupa de Dwayne—dijo Lissianna, mirando hacia
el patio, pero la pareja ya no estaba allí.
—Martine lo está llevando de vuelta—dijo calmadamente
Marguerite—. Ella necesita estar tranquila para hacer el trabajo. Es
más difícil cuando saben qué somos.
Lissianna asintió.
—Ven—Marguerite urgió sus pasos hacia el porche—. Te ves
pálida. Necesitas sangre. Tenemos otra neverita en la camioneta.
—No tenemos un IV—le advirtió Jeanne Louise.
—Pero Thomas dijo que podemos cerrar tus ojos, pincharemos
las bolsas con tus dientes y funcionará.
—Si—dijo Marguerite, entonces sacudió su cabeza—. Ojalá lo
hubiera pensado hace años. Es más rápido que un IV.—
—¿Y Greg?—preguntó Lissianna, mirando hacia el oscuro pasillo
detrás de ella.
—Thomas se hará cargo de él—le aseguró Marguerite—. Estará
pronto recuperado.

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Lissianna asintió y permitió que la llevara hacia el porche.
—¿Entonces?—su madre preguntó cuando se acercaban a la
camioneta—. ¿Tú y Greg arreglaron todo?
—Sí—murmuró Lissianna y una pequeña sonrisa jugó alrededor
de sus labios—. Finalmente hablamos y acordamos ser compañeros
de vida.
Marguerite rió.
—Nunca hubo dudas en que fuera tu compañero de vida,
cariño. Sólo tenías que entenderlo…y tomarte el tiempo suficiente
para comprenderlo.

Epílogo
— Aquí vienen.
Lissianna miró por la ventana de la camioneta ante la
advertencia de Juli. Thomas y Greg estaban bajando las escaleras del
porche. Su primo, evidentemente, había pedido prestado una de las
camisetas de Dwayne, la de Greg que estaba manchada de sangre,
faltaba y en su lugar estaba una camiseta de Metallica.
— Luce tan pálido— dijo Vicki con preocupación.
Lissianna no decía nada ya que todos sabían que a Greg le
habían disparado. Su madre le había hecho cerrar los ojos y la
alimentó con varias bolsas de sangre una vez que todos se habían
instalado en la camioneta.
Después, Lissianna les dijo lo que había sucedido desde que
dejaron el refugio, cuando esperaban a Martine y los hombres se les
unieron.
— Aquí viene mamá también— dijo Elspeth cuando Martine vino
por el costado de la casa.
— Bueno, podemos irnos— comentó Marguerite y luego miró hacia la

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parte trasera de la camioneta—. Mirabeau, ¿hay más sangre en el
refrigerador? Parece que Greg podría utilizar un poco más.
— Un par de bolsas— respondió la mujer—. ¿Te las paso?
— Sí, por favor— dijo Marguerite—. Lissianna, cierra los ojos.
Suspirando, ella cerró sus ojos y escuchó cómo estaban
revolviendo. Entonces la puerta lateral de la camioneta se abrió.
— Vamos a estar un poco abarrotados aquí, Greg— escuchó que
decía su madre—. Pero no estamos lejos de casa.
— Lissianna puede sentarse en mi regazo— Greg sonaba mejor
que antes, pero su voz seguía siendo débil y cansada, notó con
preocupación.
— Lissianna, puedes abrir los ojos— dijo su madre—. He
escondido la sangre.
Ella abrió los ojos con alivio y lo primero que vio fue la cara de Greg
cuando él se asomó desde el asiento del copiloto. Le sonrió
afectuosamente y le tendió su mano.
Lissianna agarró sus dedos y se acercó agachada para ponerse
en su regazo, dejando su asiento entre su madre y Jeanne Louise para
su tía Martine. Mirabeau, Elspeth y las gemelas estaban amontonadas
en el asiento de la parte trasera.
— Tenemos más sangre para ti, Greg— anunció su madre y a
continuación ordenó—. Cierra los ojos, Lissianna.
Suspirando, cerró sus ojos. Lissianna inclinó la espalda contra la
puerta para tratar de permanecer fuera de su camino cuando él se
alimentaba. Oyó la puerta de atrás de la camioneta cerrarse, cuando
Thomas terminó de poner el refrigerador vacío lejos. Un momento
después, oyó la puerta delantera del otro lado abrirse y la camioneta
se sacudió un poco cuando Thomas se metió en el asiento del
conductor.
Greg aceptó la bolsa de sangre que le alcanzó Marguerite y tiró
de ella con sus dientes como un viejo profesional.
Había tomado seis bolsas en casa y estaba sintiéndose mucho
mejor, pero sabía que probablemente podría tomar varias más.
Su mirada se dirigió hacia Thomas cuando el otro hombre cerró
su puerta y se puso el cinturón de seguridad. El primo de Lissianna
sonrió abiertamente cuando los miró a ellos dos abrazados en el
asiento delantero. Él sacudió la cabeza.
— Ustedes dos son un desastre. No se los puede dejar solos por
un minuto, que ya están en problemas— se burló Thomas y a
continuación, dijo más serio—. ¿Tú entiendes Lissianna, que vas a
tener que dejar el trabajo?
— Sí, lo sé— dijo tranquilamente Lissianna, pero pensando que
sería una cosa buena. Los comentarios del Padre Joseph acerca de su

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aprovechamiento de los desfavorecidos le habían dado una punzada
de remordimiento.
Nunca más podría considerar morder a otro cliente en el
refugio, sin evocar esas palabras. Enderezando sus hombros, dijo:
— Supongo que tendré que buscar otro trabajo, algo que no
entre en conflicto con el horario de Greg, tal vez.
Greg le dio a su hombro un apretón con la mano que no estaba
sosteniendo la bolsa de sangre.
— Entonces, ¿cuándo es la boda?— preguntó Marguerite.
La pregunta tomó a Greg por sorpresa, pero Lissianna estaba
tan sorprendida que sus ojos se abrieron. Por supuesto, que la bolsa
de sangre que había estado presionando en sus dientes aterrizó
directamente sobre ella. Vio los ojos de ella dilatarse, entonces gimió
—. ¡Oh maldito! —y se desplomó contra él.
Greg suspiró y reajustó su sujeción para estar seguro de que
ella no escaparía de su regazo.
— Hijo— comenzó Marguerite desde el asiento trasero,
entonces hizo una pausa para preguntar—. ¿Puedo llamarte hijo?
— Uh, sí señora— murmuró él.
— Gracias... hijo.
Greg miró alrededor para ver su sonrisa y entonces a
continuación, ella dijo:
— Tienes que concentrarte en curar a Lissianna de esta fobia.
— Sí— acordó solemne—. Eso está de primero en mi lista de
prioridades. Será lo primero mañana por la mañana... eh... por la
noche. Después de dormir— terminó Greg finalmente y luego añadió
—. Y en cuanto a la boda, tendrá lugar tan pronto como se pueda
arreglar.
— Buen chico— Marguerite se inclinó hacia adelante y acarició
su mejilla, luego le susurró en una voz que solo él y Thomas podían
escuchar—. Te dije que mi hija te amaría. Eres mi mejor regalo de
cumpleaños.
La boca de Greg cayó cuando recordó la primera vez que había
sido secuestrado. Después de atarlo a la cama, Marguerite había
acariciado su mejilla y le había dicho:
—“Mi hija va a amarte. ¡Tú eres mi mejor regalo de cumpleaños
hasta ahora!”. Seguramente no estaba diciéndole que ella había
planeado todo esto. Que ella…
Su mirada bajó hacia Lissianna situada en sus brazos y
entonces subió a las sonrientes caras de todos en la camioneta.
Su familia ahora, comprendió. Sintiéndose bastante aturdido,
Greg se volvió hacia Thomas cuando él habló.

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— Bienvenido a la familia, Greg— dijo el vampiro con diversión.

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