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La tensión emocional y el estrés

enferman el cuerpo
J. Enrique Cáceres-Arrieta

Desde hace años se ha descubierto que la tensión emocional daña


paulatina e inexorablemente al cuerpo porque suele reventar como
enfermedades sicosomáticas. Es tal el daño de lo sico-emocional al cuerpo,
que se considera que de cien enfermedades ¡setenta u ochenta! son
sicosomáticas. Y una de las investigaciones más interesantes en la
sicología moderna es referente a la injerencia del estrés en la salud, azote y
asesino del humano moderno.
Muchos tendemos a transmutar el estrés sicológico y social en una
enfermedad corporal. En dicho mecanismo de conversión la persona
inconscientemente transforma un conflicto sicológico en un síntoma físico.
Esto es, la mente (gr. psuque) enferma al cuerpo (gr. soma).
Antes se creía que no existían trastornos físicos originados
exclusivamente por factores sicológicos. Se pensaba que un trastorno
corporal tenía necesariamente un componente biológico que combinado
con causas ambientales, sociales y sicológicos desarrollaban una
enfermedad sicosomática.
No obstante, las investigaciones demuestran que el cerebro es capaz de
enfermar el cuerpo debido a que se comunica con las células de la sangre
que se mueven por todo el cuerpo a través del flujo sanguíneo, los vasos
linfáticos y los nervios. Ejemplo, la urticaria puede producirse por una
alergia física o por una reacción sicológica. La depresión puede
predisponer al deprimido a ciertas infecciones, como los virus de la gripe,
impidiendo que el sistema inmune le proteja.
En otras palabras, la tensión emocional (depresión, ansiedad, furia...) y el
estrés (causado por problemas económicos, presión laboral, ruptura
sentimental, muerte de un familiar...) mal tratados o encauzados
incorrectamente pueden desencadenar momentos trágicos a la persona,
provocándole incluso la muerte.
Tanto el estrés social como el sicológico pueden activar o agravar un
amplio abanico de enfermedades como diabetes mellitus, lupus, leucemia y
esclerosis múltiple. Claro, la importancia de los factores sicológicos varía
ampliamente entre personas con el mismo trastorno.
Aunque sabemos que para que el estrés interno conduzca a la depresión
depende de la predisposición genética, incide en el sistema nervioso
vegetativo (sistema nervioso autónomo), el sistema simpático y la glándula
hipófisis. Luego de una respuesta de estrés aguda se produce un impacto
sobre el eje hipotalámico-hipofisario-suprarrenal: el hipotálamo regula el
impacto y se activa la glándula hipófisis (pituitaria), produciendo
adenotirotropa o corticotrofina (ACTH), la cual es liberada al torrente
sanguíneo y se dirige a las glándulas suprarrenales, y se activa la
producción de adrenalina (epinefrina) o cortisol, la hormona del estrés.
Desde este momento se producen varias reacciones pues esta hormona
cortical en poco tiempo alcanza todo el organismo provocando el aumento
de las palpitaciones del corazón, la intensificación del pulso, la irrigación
de los músculos; las reservas de grasa y azúcar se mueven y aumenta la
reacción muscular y se incrementa la coagulación de la sangre. Una
perenne situación estresante frecuentemente desemboca en agudas crisis
sicológicas, emotivas y físicas. Por no hablar de lo ocurrido en el espíritu,
eje o columna vertebral de la salud integral del ser humano.
Un famoso sicólogo lo sintetizó de esta manera: “Dios perdona nuestras
faltas; la gente también a veces las perdona. Pero el sistema nervioso no las
perdona nunca”. Las preocupaciones, estrés, tensión emocional,
resentimientos, ira y otras emociones reprimidas o mal canalizadas tarde o
temprano pasan factura. (El cóndor macho en cautiverio destruye los
huevos de su propia cría por estrés. Por tal razón lo cambian de jaula. En
realidad, muchos animales en cautiverio presentan conductas típicas del
estrés y demás desórdenes emocionales)
¿Cuál es entonces el medicamento apropiado para curar una enfermedad
sicosomática? ¿Será la medicina convencional? ¿Será la medicina
alternativa? ¡No! Toca resolver el conflicto emocional y aprender a
reaccionar a estímulos ambientales e internos a fin de que el malestar
sicosomático desaparezca; esto es, un cambio de actitud ante el conflicto
interno y la presión externa. No es tan sencillo como parece, pero tampoco
imposible de practicar.
Aun cuando el ambiente laboral sea poco o nada controlable o
cambiable, mi reacción a sus presiones sí está al alcance; debo desaprender
reacciones inadecuadas con el objeto de evitar que el entorno controle mi
estado anímico.
Si soy consciente de que un choque emocional con alguien me afecta con
un insoportable dolor de cabeza, lo indicado es sacar (no reprimir) o
permitirme sentir la emoción apretando una pelota de hule, escribiendo lo
sentido o contando del uno al diez, hasta que el malestar desaparezca. Es
decir, el displacer debe ser resuelto y liberado para que lo físico se esfume.
Poco ayudará la ingesta de medicamentos, pues lo somático pierde peso y
se va si resuelvo lo emocional. (La falta de autoconocimiento impide
identificar emociones -tonalidades de los sentimientos- y lleva a
confundirlas con lo que pensamos de ellas)
La feliz resolución de un conflicto emocional debe ser tratado por un
especialista de la conducta o un siquiatra especializado en emociones que
no tienda “curar” todo con medicamento. De lo contrario, el tratamiento
errará el blanco por seguir solo la moda médica de recetar.

El autor es periodista.

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