Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
revista literaria
#1Abril 2010
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Editorial
Leer parece ser una actividad en decadencia. Aparentemente, cada vez menos gente
es capaz de seguir la trama compleja de un relato o tener la constancia de leer un ensayo y,
aún más, pensar luego de él, digerirlo para construir una opinión propia. Nos hemos
habituado, con ya décadas de pantallas indicándonos el camino a seguir, a no digerir, a no
procesar. “Entretenimiento ya molido para su mejor absorción”.
Esta idiotización (¿existe un término mejor?) que sufrimos día tras día es cada vez
más severa. No sólo está el televisor, ordenándome qué debo hacer, también está el celular, la
computadora, los carteles de publicidad. Entre tanto color y brillo nos deslumbramos. Nos
hacemos piedra. Nos insensibilizamos.
¿Cómo ser sensible, entonces, ante un poema, que no se comprende porque no es
literal, porque no se razona ni se siente? La literatura es hija de la relación carnal entre
pensamiento y emoción; es producto de esa vinculación profunda de mente y alma que
posee todo arte (porque aunque muchos lo olviden, no es “Arte y Literatura”, separación
odiosa de enciclopedias, sino que “Literatura es Arte”).
Por esto Mandeb. Para que en una pantalla (o en un papel, si se prefiere) se pueda
salir un rato del hechizo diabólico. Para sentir y pensar. Para vivir la literatura no como un
negocio editorial, sino como electricidad estática corriendo despacio por las manos de cada
uno de los lectores. Como un refugio sencillo pero estable de la violencia y la velocidad del
día a día. Como solidaridad, con el candor que tiene el compartir lo que salió de cada autor
con cada lector sin presiones, sin mentiras, sin publicidad, sin engaños. Mandeb es Literatura
Viva, pensamiento y latido conjugados. Es Literatura Viva, de hoy, del hoy. Es escribir entre
todos la identidad de la literatura contemporánea.
Bienvenidos.
RM.
DE QUIÉN ES MANDEB.
Mandeb nos presta su voz polifacética para dar identidad a esta revista; identidad
que no es otra que la Literatura Viva en sí misma con toda su diversidad. Para que cada vez
seamos más sensibles y nos dediquemos menos a refutar. Es más, para que tengamos el valor
de construir nuevas leyendas, paso a paso.
2
mandeb. revista literaria año 1 número 1
EN ESTE NÚMERO:
Mandeb es y será una revista bimensual gratuita, de distribución libre, en formato PDF y
diagramada en A4 para facilitar su impresión si así el lector lo desea.
Los editores no recibimos nada a cambio de nuestro trabajo excepto dolores de cabeza por las
horas pasadas frente al monitor de la computadora y algo de satisfacción artística.
Todas las obras que aquí se publican son mérito, responsabilidad y propiedad de sus autores.
Por esto, las felicitaciones o críticas a sus contenidos serán derivadas a ellos.
Finalmente, la revista, en su totalidad y sin modificaciones, puede ser distribuida y copiada
cuanto se quiera; pero para reproducir aisladamente alguno de los textos que la componen se deberá
solicitar el permiso expreso del autor. Para esto, basta con enviar un mail a
revistamandeb@yahoo.com y nosotros lo pondremos en contacto con él.
Los editores
Abril, 2010.
3
mandeb. revista literaria año 1 número 1
AL CHE...
León Arabeug
León Arabeug
Nací en la provincia de Corrientes, Argentina, en el año 1987. Me gusta leer desde que
aprendí a hacerlo leyendo los carteles desde la ventanilla del colectivo de camino al
colegio y escribo desde que me di cuenta que así podía expresar aquellas cosas que
jamás hubiera imaginado estaban allí.
4
mandeb. revista literaria año 1 número 1
ETERNO
Ganzo Borelli
Brillan
Se agita, violento, Los relámpagos
El manto del tigre -Rugen-Destellan-
Mientras el sol Crujen los árboles
Intenta perturbar el sueño -Crujen-Destellan-
Del Indio Eterno. Vuela el Mirlo y la Gaviota
Y las nubes van Poesía
El brillo del oleaje Y las nubes vienen
Se torna valioso, Y la nieve cae, eterna,
-Agua para algunos, Y la roca cae, eterna,
Plata para otros- Y el juego de los niños es
Y el amanecer presagia Eterno.
Un poniente embrollado. Eterno es también el juicio,
Y eternas son las miradas.
Los ojos del público,
Diafragma siempre abierto, Brillan, eternas son las voces
Juzgan acomplejados De esta sinfonía pastoral;
El ir y venir del viento, De esta sinfonía
El baile de los patos, Que ya es eterna
La nieve en la montaña. Y brilla.
Siempre juzgan más lejos.
-...
Pero las olas cambian, -...
Y van a medio tempo; -...
Y los árboles se aceleran:
La eterna percusión eterna Las olas son olas
De ese miedo al fuego Y vuelven a ser olas,
Eterno Y frente al reflejo
Y los pájaros se callan Del embrollado espejo
Y la montaña no despierta Distingo mis rasgos.
-Tres picos
Tres monjes, Soy ola y sufro el lago,
Uno se durmió, Busco ser ola
Los otros no despiertan-. Y perdido entre tanto Dios
Desfondo el lago
Pero la espuma Y subo hasta lo más alto
Vuelve a ser ola De la montaña.
Y la ola vuelve Y me enredo y desenredo
A su cúpula de espuma. A mi piacere de las ramas.
5
mandeb. revista literaria año 1 número 1
6
mandeb. revista literaria año 1 número 1
ABISMITO
María
Una vez toqué la ciudad con mis manos y se deshizo en polvo de hueso.
Abismito,
Te veo todos los días desde mi lumbrera
A veces me olvido que estamos hechos de sangre y tierra
REGALO
7
mandeb. revista literaria año 1 número 1
YA NO ME PELEO.
María
Abismito:
Pisé la tierra húmeda de los campos, la gente con autos deja marcas Poesía
Pero yo me hundo en los charcos.
Y siento otra vez cómo el barro se mete en mis botas.
Mis pies fríos
Con ampollas de lo más frescas, las besaba sin asco.
A la noche,
Verlo bailar es una victoria.
(A quién le habré robado tanta suerte)
Árbol mío,
Tus ojos son perlas olvidadas
Tus pupilas canicas de animal
María
Nacida en 1991 en el seno de una familia de inmigrantes ilegales judebolivianos, mi pasión por
la lectura no comenzó hasta el día que cumplí 8 años y mi tío José "el loco" Movilevsky me
regaló una edición de el Talmud y otro de poemas de Bukowsky.
Supe que era lo mío.
Dejé de comer jamón y comencé a escribir relatos eróticos, que fueron editados posteriormente
en la revista "Humi" bajo el seudónimo de Zarita Ruth Ramone.
Hoy en día subsisto del tráfico knishes, y de los poemas que escribo.
8
mandeb. revista literaria año 1 número 1
9
mandeb. revista literaria año 1 número 1
embargo, aquella no se dirige al mismo punto. En efecto, mientras que Dickens critica
tenazmente la sociedad industrializada, Pérez Galdós centra su ataque en la sociedad de
las aldeas. Como podemos observar, más que una similitud, la crítica social constituye
una diferencia sustancial entre las obras, ya que el autor español acomete contra la falta
de educación en las aldeas comparándolas con el avance que han logrado las ciudades en
esta materia. En cambio, Dickens parece centrar su crítica en el excesivo utilitarismo que
han alcanzado las ciudades victorianas.
10
mandeb. revista literaria año 1 número 1
En conclusión, finalizo con júbilo este ensayo y dejo de lado toda desconfianza o
duda sobre la analogía que puede establecerse entre Hard Times y Marianela, ya que pude
hallar la ansiada justificación que tanto indagué en el desarrollo de estas líneas.
Lucas Abal
______________________________________________________________________________
Nicolás Giménez
11
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Nicolás Giménez
Rodo Ramone
Y sí. Tal vez me sobrepasé. Pero la soledad te adentra en estos excesos. A uno se le
van de las manos, son difíciles de controlar. Primero comienza como un juego, un simple
pasatiempo que pronto acabará, que (por supuesto) soy capaz de controlar. Pero luego las
cuatro paredes que te encierran se hacen cada vez más grandes y tenebrosas, y la puerta está
abierta pero no querés o… no, todavía no… no querés salir.
Cómo explicárselo a alguien que nunca lo sintió, o tal vez lo experimentó de otra
manera o con otra intensidad. Quizás para algunos sea fácil, y para otros sea más difícil, pero
mi método es éste, y para mí es así. Yo no soy capaz de clasificarlo ni de cuestionarlo. Esto
está y no hay vuelta atrás, y no se puede borrar todo en un segundo. Tal vez sería más fácil
dejarlo a un costado y caminar, pero en esta época, plagada de facilitarismos, prefiero ahogar
a una puta hoja con lo peor y lo mejor de mí.
Y uno grita, en silencio, pero grita. Y ni todas las palabras existentes te sirven. Nada.
Allí es donde te estás ahogando. Y lo sabes, y lo sé, lo sabemos… Estamos naufragando en
una balsa que se hunde de a poco, muy de a poco. Y ves la orilla alejarse, dejarte solo, solo
con la luz (artificial o no), el agua (rígida y gris o no) y la balsa (con frazadas o no). La
comida no importa, respirar no importa, que te rescaten no importa, que te miren no
importa, pero hay algo (o alguien) que importa. Y vos lo sabés y yo lo sé, pero nadie lo sabe.
Nosotros somos nadie. Y nadie es la tumba de alguien. Y alguien es importante para otro. Y
si hay otro, ¿para qué voy a estar yo? Pero yo puedo ser el alguien de otra persona. Esa
persona que se mire al espejo y su reflejo no exista, y su luz sea tenue y solemne; y por su
mirar corran lágrimas por alguien, alguien tan tonto como todos, alguien tan inteligente
como todos, alguien tan alguien como todos, alguien que necesita como todos. Pero alguien
que te ama como nadie…
Rodo Ramone
Soy Rodo Ramone. Mis dos pasiones son la música y la literatura. Se podría decir que
soy un intento de músico e intento de escritor. Espero que les guste lo que les dejo.
13
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Narrativa
LA ARENERA
V. K. F. Polar
S i visitan ciertos pueblos del interior, quizás lleguen a conocer a Damián. El chico de
la arenera. O a la historia que lo rodea. La verdad es que ojalá sólo lleguen a saber
indirectamente sobre él.
Vivía con su madre, solos los dos en una casita de las afueras, donde la gente
mantiene la rutina casi sin cambios durante generaciones y donde todos se conocen. En el
verano a la hora de la siesta Damián leía historias de piratas, como cualquier chico. Pero
cuando el frío llegaba, y los árboles del frente de la casa quedaban sin hojas, Damián prefería
subir a la terraza, siempre que lo dejaban. Desde ahí podía mirar, ya sin obstáculos, hacia el
lugar que más le gustaba. La arenera.
Encandilado por las altas montañas amarillentas, imaginaba que las escalaba como un
corsario y dirigía ejércitos. Otras veces se veía deslizándose con un cartón que hacía las veces
de trineo. Su hora preferida era la noche porque los faroles de la calle las iluminaban de
modo que parecían un extraño planeta, entonces se figuraba vestido de astronauta y le daban
ganas de crear un cohete para despegar desde los techos, atravesar el negro cielo para caer en
ellas.
Una de esas noches se dio cuenta que uno de los portones estaba medio abierto.
Comenzó a desear más que nunca entrar. Siguió los pasos de los últimos operarios que
salían. Ya no había movimiento ni luces interiores. Un vigía en su garita y nada más. Si sus
movimientos eran rápidos podría infiltrarse, tocar cada uno de los tres inmensos depósitos y
salir. Los camiones que esperaban el amanecer para cargar formaban un laberinto que
favorecería sus movimientos. La luna parecía pedirle que se animara, el silencio total era una
señal y el hecho de que su madre estuviera en casa de una vecina también. Corrió a buscar la
linterna y se acomodó la gorra antes de salir a la calle desierta. Escuchaba más los latidos de
su corazón que los lejanos sonidos de coches y perros. Llegó al portón y observó la distancia
y el recorrido entre los camiones. El primer paso era el más difícil. Ya tenía pensada la excusa
si lo descubrían y eso le dio seguridad. Un Scania blanco de trompa cuadrada estaba más
cerca, se metió por el costado contrario a la garita. Cada sombra era una amenaza pero
después de unos instantes ya se sentía con ganas de tocar la arena. La rueda de un segundo
camión lo cubrió de la luz de un coche que pasó por el frente. Se puso en cuclillas para ver
por debajo de la carrocería y esperó quieto sintiendo el olor del gasoil y las manos mojadas.
La primer montaña estaba a unos veinte metros. Caminó hacia su conquista con paso firme,
empezó a sentir la blandura resbaladiza del comienzo del montículo, miró hacia arriba. Sus
pies acariciaron el resplandor de la superficie, también sus manos, el ocre magma se escurrió
entre los dedos. “Arena, arena, arena, arena”. Se movía como un lagarto buscando el sol en la
cima. La locura llegó al extremo cuando se vio completamente rodeado del elemento de sus
sueños. Miró el techo de los camiones, la terraza, el cielo y sus manos. Atrás en el canal se
encendían las luces de una vieja barcaza.
Pasó el invierno y por segunda vez quiso sentirse el rey de las arenas. El plan estuvo
pensado y la voluntad medida. Las circunstancias parecían darle lugar al deseo. Pero la
fatalidad escapa al control humano y es tan misteriosa como el destino. Esa noche las arenas
estuvieron bajo el control del diablo.
Damián logró escalarlas como la primera vez. Pero nunca bajó.
La desesperación de una madre, recorrer el pueblo buscándolo, la difusión de su cara
en volantes, ocuparon el verano entero. Aunque Damián nunca apareció sí hubo otra serie de
extraños hechos que se relacionaron con su pérdida. Una serie de accidentes en poco tiempo
14
mandeb. revista literaria año 1 número 1
ocurrieron a los camiones que, cargados de arena, recorrían sus rutas de transporte. El
primero se trató de una maniobra que se consideró error humano pero inducido por la
niebla. En los tres siguientes estuvieron involucrados otros vehículos particulares. Hubo
cuatro más en un mes y medio, en diferentes recorridos. Los peritos policiales ya no tenían
argumentos. Todos tuvieron algo en común, en ninguno de los camiones hubo
sobrevivientes.
Ramón era chofer desde los 22 años, provenía de Santa Fe, su padre y su abuelo
también fueron camioneros. Una empresa constructora contrató sus servicios, con el sueldo
completaría las cuotas de la hipoteca de su casa. Antes de llegar a la arenera había oído sobre
los accidentes pero su abuelo le había contado antes casos más tremendos. Salió a las 9:15
cargado hacia Rosario. El dueño de la arenera Rafael Sandoval le sirvió lo que le quedaba de
café en la oficina y hablaron sobre la calidad de las modernas construcciones. El suyo era un
Scania azul de doble acoplado. El tránsito era pesado por tratarse de las vísperas de un
feriado. Le quedaban unos 20 kilómetros para llegar a Ramallo. Estaba cansado pero el sol
que entraba de costado a la cabina renovaba sus energías. Sintió mucho frío de golpe. El
termómetro del tablero marcaba 22 grados. Sintió heladas las piernas y el pecho. Sintió como
un calambre en el cuero cabelludo. Los pelos de los brazos erizados. Comenzó a
preocuparse.
Miró la casita perdida entre los árboles y el molino. Fue entonces cuando escuchó el
susurro de una voz frágil y lejana. “Arena, arena, arena”. Trató de mantener la calma hasta
donde pudo. En un segundo su mente recorrió cien palabras: “freno, esposa, hijos, abuelo,
celular, asfalto”. Bajó dos cambios, pensó en el lugar de descanso, al girar la cabeza lo vio.
Era una imagen azul y terrorífica.
El camión quedó a un costado de la ruta hasta que llegó la policía vial. No
encontraron a Ramón porque había avisado a la compañía y caminado hasta Ramallo.
Días después Ramón llamó a Sandoval. Le explicó lo sucedido. Le dijo que estaba casi
seguro que el chico que había visto era el perdido. Que conservara el volante que había
pegado en la pizarra de la oficina y que él iría a reconocerlo.
Era él, Damián.
Con sentido del deber -y vergüenza- tres días después Sandoval golpeó la puerta de
la triste casa. La mujer secó sus manos en el delantal y lo invitó a pasar. Le explicó lo que el
camionero había visto. La conversación fue cruel, dolorosa. ¿Visiones que producen
tragedias? El alma de su hijo era tan pura como lo era en vida. Su hijo nunca deseó el mal a
nadie. Contuvo las lágrimas hasta que estuvo sola de nuevo. Ahora sabía que Damiancito, de
alguna forma, estaba vivo. La mujer pasó toda la noche asomada a la ventana, entre los
cortinados imaginaba la sombra del chico pasar. Cuando escuchaba el motor de algún
camión que llegaba el cuerpo entero le temblaba y se ponía de pie. Su mente acompañaba
cada mínima alteración de sus sentidos. Varias noches se repitió el desvelo.
Era casi medianoche. Sólo uno de los tres faroles de la calle funcionaba. La mujer
abrió la puerta de su casa, caminó hasta la arenera. Sin saber que su vecina la observaba, se
quedó parada enfrente al portón cerrado. “Arenera Río de La Plata”, “entrada prohibida”, las
cadenas y los candados, y atrás la casa vacía y sin luces. Miró la terraza y decidió subir,
desde ahí vería mejor. Los árboles todavía no eran obstáculo para la visión. Observó cada
detalle del lugar. Su mirada se detuvo en una de las montañas. ¿Qué era eso? ¿Su
imaginación? ¿La locura en su máximo punto? Abrazándose las piernas, con el mentón en las
rodillas, en el segundo depósito, resplandeciendo como la luna estaba él. “¡Damián! ¡Hijo
mío! ¡Ya voy Damián!” Gritó varias veces. Mientras bajaba la escalera pensó dónde estaba el
martillo. Se acomodó los pelos y salió de nuevo a la calle. Cuando llegó a la entrada
descubrió que el portón no tenía candados y las cadenas estaban en el suelo. Empujó hasta
15
mandeb. revista literaria año 1 número 1
poder pasar de costado. La arena estaba húmeda por la lluvia. El cielo todavía cerrado por la
tormenta. Caminó despacio pero con la desesperación contenida en el pecho.
El chico estaba en la misma posición en que lo había visto y su presencia no lo
modificó, parecía no verla. “Damián. Hijo.” El chico levantó la cabeza y por fin le dedicó la
mirada. La mujer quiso caminar hacia él pero sus ojos la paralizaron. Se incorporó despacio y
cuando estuvo por fin de pie estiró una mano hacia ella. La mujer vio lo que parecía una
sonrisa en el pequeño rostro, sintió la paz de tenerlo de nuevo con ella. Un rayo de luz
iluminó su corazón. Se sintió como cuando lo abrazaba. Subió por la arena fría y con cada
paso la unión se hizo más fuerte.
“... golpeó con el martillo, sin parar. Yo no supe qué hacer, entiéndame. Todas las
noches escuchando sus gritos, su llamado. Pobrecita..., entiéndame..., los gritos”, dijo la
vecina. “Cálmese señora”, dijo el comisario.
El cadáver de la mujer nunca fue encontrado. La causa judicial se caratuló también
como búsqueda de paradero y quedó cerrada con los años. Los accidentes de camiones
fueron en total nueve. La arenera cerró sus puertas para siempre a los pocos días de esa
noche del 10 de abril de 1987. Sandoval vive en Sevilla donde tiene parientes. Antes de irse
aseguró haber escuchado las voces de los muertos y de cadenas. La arena nunca fue retirada
de los depósitos; llama la atención que mantengan, después de 15 años, la misma forma que
entonces, como si ni un grano se hubiera corrido de su lugar.
V.K.F. Polar
Me llamo Juan Pablo Chaparro. Soy profesor de filosofía. Tengo 38 años, vivo en Avellaneda.
Me dedico desde chico a la escritura, he concurrido a varios talleres literarios desde entonces.
He participado de algunas revistas literarias y antologías, gané un concurso y me han
publicado un librito en el año 2003. Me dedico al cuento breve aunque me interesa también la
poesía. Me gusta la literatura de Carver, Chever, Dylan Thomas, Borges, Cortázar, y todos los
escritores dedicados al cuento.
16
mandeb. revista literaria año 1 número 1
VETE A LA MIERDA
Mario Pires
PENDEJA
axel luchilin krustofski
yo tenía once años. era un día de verano, brillante y polvoriento. estaba tirado de
panza en el piso de tierra del patio de atrás. tenía calor y me empezaba a hundir en uno de
esos sopores que miles de años antes inventaron la siesta. el hombre halcón golpeaba al
capitán américa en su cara de goma. un rato antes era al revés. aquello ya me estaba
aburriendo.
alguien llamó a la puerta. rodeé la casa y me asomé. era diego rivero. vivía a dos
casas de la mía, cruzando la calle. diego era lo más parecido a un amigo que tenía en el
barrio. los demás eran, o bien más grandes que nosotros, o bien adeptos a jugar al fútbol. y a
nosotros no nos divertía ni jugar al fútbol ni que nos pegaran los más grandes.
–se está mudando una familia nueva al lado de lo de los pagola. Narrativa
–¿y?
–tienen una hija –pensó un instante–. más o menos de tu edad.
él era dos años menor que yo.
–¿es linda?
–más linda que –y nombró a una mina de la televisión.
“¡mierda!”, pensé.
–¡mierda! –dije.
salimos para allí. nos sentamos en la vereda de enfrente y nos pusimos a mirar a los
recién llegados. disimulamos haciendo como que buscábamos tréboles de cuatro hojas junto
a la cuneta. había dos adultos –un hombre y una mujer– entrando cajas que sacaban de la
parte de atrás de una combi.
–no hay ninguna gurisa –recriminé.
–yo la vi –dijo diego–. iba con un vestido amarillo.
como para afirmar sus palabras, apareció por la puerta. y no era linda sino perfecta.
tenía el pelo, entre rubio y rojo, recogido en una coleta descuidada, con varios mechones
cayendo a los lados de la cara. los ojitos verdes, feéricamente grandes, con un brillo inquieto
en el fondo. un muy leve hoyuelo le coronaba el mentón y varios lunares le salpicaban el
cuello y el pecho. el vestido era liso, suelto, abotonado por delante.
le di un piñazo en el hombro a diego.
–¡no pegues! –se frotó el brazo–. ¿por qué fue eso?
–porque sos un mentiroso: ¡ese vestido no es amarillo, es ocre! –de verdad me fijaba
en esos detalles.
se paró enojado, la nariz arrugada para no llorar.
–¡ándate a la mierda!
se fue.
ella estaba inclinada con medio cuerpo dentro de la camioneta buscando algo. sacó
una caja de cartón un poco más pequeña que las demás, decorada con lo que parecían
coloridas flores de papel. entró, volvió a salir. yo la miraba hipnotizado. esperaba algo (tenía
la sensación de quien espera), pero no sabía qué. hasta que sucedió.
–¡laura! –la llamaron.
18
mandeb. revista literaria año 1 número 1
eso, justo eso quería yo. un nombre. su nombre. mi fetiche más querido: la
información. si se hubiese presentado desnuda en mi dormitorio, entregándome su alma 1, su
cuerpo, para que le hiciese lo que quisiera, yo habría pedido antes que nada saber su
nombre. tal ha sido siempre mi desequilibrada situación mental.
al rato volvió diego. seguramente se aburrió en su casa.
–¿qué ha pasado?
–nada. pero ya sé su nombre –y me hinché de un placentero orgullo.
–se llama laura –dijo él con una naturalidad asquerosa–. le dijeron el nombre cuando
recién llegaron.
me levanté mascullando un par de maldiciones y esta vez fui yo el que se marchó.
–¿qué pasó? –preguntó–. ¿qué hice?
al día siguiente lo primero que hice fue presentarme en casa de diego. abrió su madre.
–hola. ¿estás bien? –su preocupación era tan sincera, tan verdaderamente real y
generosa, que la odié muy muy muy mucho.
–sí, estoy muy muy muy bien –la aparté y entré.
–¿qué te dijo, pedazo de cebolla podrida?
él dormía. entreabrió los ojos y miró mi gordo y furioso ser.
–¿de qué hablaron? ¿de cómo se cayó el gordo estúpido y cómo tu estúpida madre lo
llevó para su casa?
–¡o te betas on mi madre!
–está bien, pero ¿de qué hablaron? ¿cómo es? está divina, pero ¿ES divina? es decir, es
decir...
–sí, no sé. es simpática –se lo pensó un poco–. sí, supongo que es buena además de ser
linda.
–pero, ¿y yo? ¿qué piensa de mí?
–no sé. no hablamos de ti. no sé de qué hablamos. me dijo cómo se llama, me
preguntó mi nombre. lo normal. pero quiso saber si estabas bien.
1
me gusta más la expresión japonesa kokoro (心). es más completa, significando corazón, alma, espíritu,
mente, idea.
19
mandeb. revista literaria año 1 número 1
estuve a punto de caerme otra vez. y otra vez me hinché de un orgullo que me
quedaba grande.
esa tarde diego y yo jugamos a los soldaditos y tuvimos el cuidado de evitar el muro
y hacerlo en el césped del frente. yo en realidad esperaba que ella volviera. y volvió. iba con
otro de esos vestiditos abotonados por delante, esta vez era verde. me perdí pensando en lo
fácil que sería desabotonarlo. se sentó junto a nosotros.
tenía un año más que yo y según nos dijo no le gustaba jugar con las niñas.
–son bastante estúpidas –dijo–. me gusta más jugar con los varones, subir a los
árboles, jugar con autitos o al fútbol –señaló hacia la esquina, al campito frente a mi casa–.
¿quieren ir a jugar ahora?
–la verdad que no –dijo diego–. nosotros no jugamos al fútbol, no nos gusta.
–lo que él quiere decir es que hace mucho calor –me acerqué a ella, el corazón me
golpeaba el pecho, la cara se me congeló al sentir su aroma, no a perfume, sino el aroma
suave de su cuerpo. paré cuando mis labios estuvieron junto a su oído –es que con este calor
el nenito suda como chancho. y no vas a querer saber lo mal que huele su sudor.
y reí, más por el triunfo de no haberme desmayado (o meado) por estar tan cerca de
ella, por haberla olido y haber podido evitar que se me parara la pija; fue una risa más de
alivio que de creer graciosa mi broma tonta.
ella me miró, inclinó levemente la cabeza a un lado y me sonrió (se le arrugaba
apenas la nariz al sonreír, hermosa). luego dijo:
–hasta donde sé los chanchos no sudan –diego rió a carcajadas. rió de mí de una
manera que me humilla hasta el día de hoy–. pero no se preocupen que ya sé a qué jugar.
nos invitó a ir a su casa. yo de inmediato dije que sí. diego fue a preguntar a su
madre. a los pocos minutos estábamos sentados en el piso de su cuarto, el cuarto de una niña
que no era una de mis horrorosas primas o alguna compañera de clase con quien tenía que
hacer un trabajo para la escuela. había cajas por todas partes, muchas todavía sin abrir. junto
a la cama estaba la cajita de las flores de papel, pero ahora, al verla más de cerca, parecían
más bien de tela. fuera como fuera, aquello se borró de mi mente al notar que el aire allí
dentro olía un poco como ella.
entonces sí se me paró la pija. crucé las manos sobre el regazo.
–se llama verdad o consecuencia –dijo–. uno pregunta “¿verdad o consecuencia?” y
otro elige una cosa o la otra. si elige verdad tiene que contestar una pregunta y si elige
consecuencia tiene que cumplir con una prenda.
–¿y cómo se gana? –pregunté con mi más que sencilla mentalidad.
–no se gana ni se pierde. es para pasar el rato y reírse.
–pero... –empezó diego.
le di un codazo.
empezamos.
–¿verdad o consecuencia? –preguntó ella.
–verdad –contesté.
–¿te gusta alguien?
–no –mentí.
ella volvió a inclinar la cabeza como hizo cuando mi chiste estúpido.
–¿sí?
–así está mejor. ahora te toca preguntar a ti.
era aburrido. casi tan aburrido como las luchas entre el capitán américa y el hombre
halcón, pero allá al menos sabía cómo actuar. yo manejaba los dos muñequitos de goma y
hacía, entendiendo lo que hacía, que se pegaran mutuamente. acá, en cambio, nos
preguntábamos tonterías sin llegar a ninguna parte. no es que molestara estar allí, pero no
era como lo imaginaba. hasta que, al parecer, diego encontró la llave de aquella puerta.
20
mandeb. revista literaria año 1 número 1
–¿verdad o consecuencia? –dijo, y tendría que haber notado algo raro en su voz, pero
no lo hice.
–consecuencia –contesté. hasta ahora habían sido cosas como “decí súper
califragilístico espialidoso tres veces” o “no respires por un minuto y medio”.
–dale un beso a laura –pausa–. en la boca.
ella rió con una risita rara, entre burlona y vergonzosa, pero no puso objeción. yo no
sabía qué hacer. me acerqué muy lento, pensando cómo se hacía aquello y si estaría bien que
metiera mi lengua en su boca y tratara de llegar a su garganta como hacían los héroes de la
películas cuando besaban a sus novias. concluí que lo intentaría. tragué saliva. cuando estuve
a menos de un palmo del rostro de laura ella cerró los ojos. instintivamente me toqué la
punta de la nariz para ver si no tenía un moco pegado. empecé a sentir su respiración
caliente y agitada, los labios se me secaron, les pasé la lengua.
y la puerta se abrió.
vi entrar primero un pie, después el resto de una pierna y luego apareció el techo
encima de mí. laura me empujó y volvió la cara hacia su madre que entraba cargando una
bandeja con galletitas y tres vasos.
sí, todo muy rico. las galletitas eran de chocolate rellenas de vainilla y el contenido de
los vasos era jugolín de durazno. sí, muy amable la vieja. sonrió y se fue enseguida, sin hacer
las preguntas estúpidas que hacen siempre. sí, muy ubicada la vieja chota. ¡pero yo estaba a
punto de chuponearle a la pendeja y ella rompió el ambiente!
cuando la gentil intrusa volvió adonde sea que vuelven las madres después de joder,
diego empezó a reír de tal manera, de tan incontrolable modo, que arrancó a toser y a hacer
esos ruidos asmáticos que los dos conocíamos tan bien. y como es obvio, ninguno de
nosotros tenía allí su inhalador, y la nena era sanita además de estar divina. conclusión:
tuvimos que marchar a su casa para que se diera los disparos. ella nos acompañó.
al rato ya estaba respirando perfectamente, así que propuse volver al cuarto de laura
a jugar a verdad o condolencia.
–consecuencia –me corrigió diego.
–como sea. ¿volvemos?
–yo no quiero –dijo él.
“mejor”, pensé. así, además de revolverle las amígdalas con la lengua podría meterle
un poco de mano (aunque tampoco tenía idea de cómo se hacía eso).
–yo la verdad que me quedé con ganas de seguir jugando –dijo ella, y sentí
temblarme hasta la sangre–, pero de a dos no tiene mucha gracia.
mientras nos íbamos, diego seguía alternado una risa desquiciada con toses de asma.
al llegar a la calle me despedí y enfilé para mi casa.
–espera –me dijo ella–. tengo un regalo para ti.
–¿un regalo?
–sí; si lo quieres, claro.
–bueno –traté de no sonar demasiado ilusionado.
–pero te lo tengo que dar en casa. ¿me acompañas?
“sí sí sí sí”, pensé casi con el sonido mental de un perro jadeando.
–bueno.
fuimos otra vez para su cuarto. las galletitas y el jugolín estaban sin tocar.
–eres gracioso –dijo ella mientras por mi mente desfilaban las caras de todas las
pendejas divinas que me habían dicho alguna vez eso pero que no querían nada conmigo.
y entonces sucedió el milagro, el evento más enloquecedor de todos los tiempos.
estábamos parados frente a frente, a menos de un metro el uno del otro.
–cuida que no venga mamá –me pidió. yo no entendí por qué.
21
mandeb. revista literaria año 1 número 1
se inclinó un poco hacia delante, metió las dos manos por debajo de la falda del
vestidito verde, levantó la pierna izquierda, después la derecha y lo siguiente que sé es que
sostenía una bombacha rosada a la altura de mi cara.
–es para ti –y sonrió como si me estuviera dando una de las putas galletitas rellenas
de vainilla. entonces me apuntó con el índice de la mano que tenía vacía–. pero me la tienes
que devolver en unos días, si no mamá se puede dar cuenta. cuando me la traigas te presto
otra.
–¿y yo tengo que prestarte mis calzoncillos? –pregunté pensando en mis slips raídos.
sonrió.
–eres muy gracioso –me dijo–. ahora ándate, que mamá va a pensar cosas raras si
estamos mucho rato acá adentro los dos solos.
miré su bombacha y me pregunté qué tan raras eran las cosas que podría pensar
aquella mujer.
fuimos al living y me despedí de la madre y del padre. aquel pedazo de tela arrollado
como podía en la mano me quemaba la piel. y la idea de laura, a mi lado, tan cerca, desnuda
bajo el vestido, me quemaba en la mente.
salió conmigo a la calle, me acompañó hasta la esquina y me dio un casto beso en la
mejilla. entonces giró, por el movimiento la falda adoptó un instante la forma de una
campana para después volver a su sitio, y se fue para su casa.
no sé cuál es la bendita gracia de tener que presentarse. es decir, ¿no se supone que es
la obra la que habla por el artista? además, en mi caso, hay muy poco para decir. nací, fui a la
escuela, dos o tres chotos me pegaban a la salida, las pendejas no querían ser mis novias porque
era gordo y feo. ésa fue la infancia. en la adolescencia hubo más de lo mismo. de adulto casi
todo me dejó de importar excepto el animé, el ajedrez, internet, y por supuesto la literatura. y
como soy un inconformista crónico y la mayor parte de lo que hay escrito no me gusta, escribo
para poder leer.
22
mandeb. revista literaria año 1 número 1
OBRAS
ViQui Montanaro
Haceme obra tuya, quiero ser arte de tus manos. Que mis movimientos sean
tu música, mis gemidos tus pinceladas. Esculpí mis convulsiones, escribime tu
novela en mi cuerpo. Que las contracciones de mis músculos sean por tus pasos y mis
gritos por tus caricias. Hacé que todo mi ser te alabe. Haceme ser tu consecuencia, tu
huella, tu llanto.
Narrativa
BASE LUCA
ViQui Montanaro
ViQui Montanaro
ViQui Montanaro es una joven escritora y actriz del ámbito independiente. Estudia Letras en la
UNLZ, y actúa en la compañía de teatro Arte Ludovica. Ha publicado críticas teatrales en la
revista Mirábilis, poemas y relatos en revistas virtuales como Entre Evangelios y Medios
Mundos y El Tintero. Publica habitualmente en sus blogs personales de poesía y de cuentos y
en el sitio taringa.net (con el usuario ViQuiconQ). Actualmente se encuentra editando su
primer libro de poemas "emeotiv", que saldrá a la venta a partir de Abril y cuya impresión será
totalmente artesanal.
.
23
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Narrativa
NO ESTOY SEGURO
Junnecus
Quizás el título no sea del todo correcto. O quizás sí. En realidad tengo serias
dudas acerca de si este otro enunciado es realmente confiable. Es que aún sin estar
del todo convencido acerca de lo primero, no sé si podría afirmar a cuál de los dos
enunciados que preceden al anterior me refiero al decir “este otro”. Tampoco estoy
seguro de que sean dos ni confirmar que me refiero a alguno en particular así como
tampoco estoy seguro de tener dudas al respecto de ambos o de uno de ellos. Sin
embargo no albergo certezas en cuanto a esta última frase en ninguna de sus posibles
interpretaciones. Aunque ahora que lo intelectualizo un poco más, en realidad no sé
si no estoy exagerando un poco al decir en “ninguna” porque puede que quizás las
albergue en alguna interpretación que yo desconozco y bien podría darse que al
ignorar todas las interpretaciones posibles de aquel enunciado, se me escape una de
ellas cuya certeza me resulte indudable llegado el caso. De todos modos no puedo
saber si al desconocer una de las interpretaciones posibles que se deriva de aquel
enunciado hubiera sido viable el albergar certeza alguna en el caso hipotético de
haberla conocido, quizás no puedo porque primeramente ignoro cuáles son esas
interpretaciones y en segundo lugar porque ignorar una interpretación que se deriva
de algún enunciado quizás equivalga inequívocamente a no disponer de certezas al
respecto de esa cosa a la que nos referimos sin saber de qué se trata. Probablemente
algún punto se me haya escapado en la oración anterior, probablemente lo que acabo
de decir esconde ciertas incorrecciones y como no las he visto no puedo estar seguro
de que las tiene. A pesar de esto otro, siento que no podría ser categórico en el
sentido de que no las he visto ya que sin ir más lejos he visto una, ocurre que si me
pongo quisquilloso debo admitir que estoy escribiendo en completo silencio sin decir
nada mientras escribo y por lo tanto “lo que acabo de decir” lo he dicho la última vez
que literalmente he hablado y no al escribir (las palabras que he dicho no las
recuerdo porque no vienen a cuento y probablemente porque no tienen nada que ver
con nada de lo que ahora escribo. O quizás sí. No lo sé porque es cierto que no las
recuerdo. Aunque lo dudo. ¿Lo dudo? Me sucede que dudo ahora acerca de si
recuerdo haber dicho algo. Quizás algo dije por última vez ya que si alguna vez dije
algo, tiene por fuerza que haber habido una última. Si lo pienso no sé si lo que creo
recordar que dije esa última vez que hablé es lo que he dicho realmente, ya que si lo
pienso un poco creo que siempre recuerdo haber dicho algo por última vez, aun
cuando no pueda estar seguro de que sea efectivamente eso, quizás dije algo que no
recuerdo luego de haber dicho lo que ciertamente creo recordar que dije. Hablaré
ahora con voz firme y clara para despejar dudas y cerrar las consideraciones entre
paréntesis). Pero nada es seguro; si me lo cuestiono un poco puedo cambiar de
opinión y considerar que aquello que he visto como un error arriba realmente no lo
es. No sé si es válido esto según las normas gramaticales y por ende tampoco lo que
consigné recién acerca de lo que dije. Ignoro el sentido de estas cuestiones después
de todo. Además ignoro (porque no queda claro) qué nivel de esas reflexiones estoy
ignorando en este preciso momento, si las del paréntesis o las anteriores. Tampoco
queda claro y admite un amplio margen de duda la escasa precisión con la que me
24
mandeb. revista literaria año 1 número 1
refiero las “anteriores” y nadie puede asegurar tampoco a cuál de los dos paréntesis
hago referencia en aquella consideración. Asimismo me resulta difícil confirmar que
“aquella consideración” es realmente la última ya que parece haber dejado de serlo,
prueba de ello es la presente oración en la que estamos caminando en este momento
(que dicho sea de paso ya no es “la presente” sino la anterior a esta otra que está
entre paréntesis). Por último no sé qué he dicho y esto es ambiguo. Seguramente no
es lo que creo y podría reiterarlo si supiera qué palabras evocaba con esas otras a las
que hago referencia al decir “he dicho” pero de ningún modo podría atribuirles un
sentido que desconozco ni pretender que hay uno solo o que no hay duda posible
acerca de cuáles palabras citaba en aquéllas. O quizás sí. En realidad no puedo saber
si de verdad es incierto en coherencia con lo que conozco en realidad acerca de
aquello que no ignoro y por lo tanto carezco de bases firmes para declarar que no
estoy seguro; menos aún si parto de la base de que es dudoso el haberlo “dicho”
porque como dije antes estoy “escribiendo”. Lo cual tampoco es seguro ya que usted
lee en un momento en que seguramente no escribo nada. En definitiva tampoco
dispongo de criterios para deducir si es certera la afirmación de que en realidad no
escribo porque de hecho lo hago ahora y tengo mis serias dudas al respecto de lo otro
que anteriormente afirmé. ¿En realidad las tengo? Si las tuviera (lo cual no es seguro)
no puedo saber por qué es que las tengo ni qué es lo que las motiva así como
tampoco tengo idea de por qué son “mías” o “serias” las dudas al no saber cuáles
son. Sucede también que no puedo ser tajante al considerar el “no tener idea” como
concepto ya que puede ser muchas cosas cuando la referencia acerca del objeto no
queda clara. ¿O sí? Lamentablemente la pregunta en realidad es retórica y no
especifica su alcance por lo cual jamás se podría afirmar de manera concluyente qué
es lo que en realidad pone en duda, es que a pesar del contexto que la rodea y la frase
que la precede, dicha interrogante puede referirse a todo el texto o a la mitad de él o
a nada en particular de manera que se comprende a sí misma. Por otro lado quizás
sea necio pretender que el contexto no desambigua el sentido de la pregunta,
probablemente lo hace. Aunque debo aclarar que de esto último no estoy seguro (me
refiero a la oración número treinta y siete que antecede a la actual). Estas son mis
convicciones.
______________________________________________________________________________
CAPERUTTI ROJAS
Junnecus
Mariana Caperutti Rojas era una niña inteligente, antipática y fea de siete
años. Vivía con su madre soltera en una casita del barrio Palermo. No tenía amigos ni
hermanos ni padre (solían contarle que su padre había muerto en un accidente poco
tiempo antes de que ella naciera). Por eso ese día, cuando su madre la mandó a lo de
su abuela a llevarle un dinero, Mariana pensó que lo que en realidad pretendía su
madre era sacársela de encima un rato. En realidad lo que su mamá precisaba era un
25
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Narrativa
Llovía mucho esa mañana, por eso Mariana llevaba puesta su camperita roja
de “Dora la exploradora” y unas botitas rosadas preciosas e impermeables. Ya tenía
la capucha puesta cuando su mamá terminó de perfumarla.
María Mariana había olvidado que llevaba su capucha de color rojo y no vio la
gracia en esa pregunta que no esperaba respuesta… seriamente respondió:
-Cerca del parque de los aliados, en una calle que se llama Bahía blanca… Ahí
viene mi ómnibus, me voy… Mi mamá no me deja hablar con gente que no conozco.
-Eso está muy bien. Adiós amiga.
26
mandeb. revista literaria año 1 número 1
-Soy el lobo feroz ¿sabe? Vamos a la calle Bahía blanca, rápido por favor -el
taxista tampoco entendió el chiste ni pareció importarle. Arrancó y bajó la bandera...
Como era de esperarse, el lobo feroz llegó antes que Caperucita a la casa de la
abuela, sólo que en esta versión tocó el timbre. Como no contestaba nadie, sacó una
llave de su bolsillo y abrió la puerta.
Apenas entró el lobo vio a la abuelita sentada en un su butaca de mimbre
junto al tanque de oxigeno, el tabaco desparramado por el piso, las hojillas tiradas y
el respirador en la mano... Lo supo.
Por fin, cuando Caperucita llegó a la humilde casa de su abuelita encontró la
puerta abierta y al lobo feroz llorando desconsoladamente y de rodillas junto a la
butaca de la abuela que parecía dormir la siesta.
-Hola Mariana. Yo soy tu papá, vine de Salto para conocerte y para ver a tu
abuelita que era mi mamá. Se nos murió...
Finalmente llegó la ambulancia y ningún leñador con escopeta pasaba por allí.
Junnecus
Casi podemos afirmar que este pobre nabo, quien les habla, se llama Juan debido a que
él mismo considera que ése fue el nombre que efectivamente le pusieron sus padres al
inscribirlo en el registro cívico de su país... Al menos todo lo induce a pensar de ese modo ya
que por más que se esfuerza no encuentra motivos para dudarlo...
Junnecus en realidad no se acuerda exactamente de haber nacido pero confía en
haberlo hecho dada su aparente capacidad de influir y afectar el entorno, lo que presupone
cierta presencia permanente en el espacio y el tiempo lo cual (sumado a la consciencia de ser el
mismo que lo acompaña desde que recuerda) hace muy plausible que ésta premisa sea cierta.
Es más, teniendo en cuenta los documentos existentes y presumiendo que son genuinos quien
les habla incluso se atrevería a afirmar que nació en Montevideo allá por el año 1980 siendo
además del signo de Aries (Eso, claro está, si damos por válidos los enunciados zodiacales que
especifican las fechas y los intervalos que se corresponden con cada signo dentro del horóscopo
y que afirman que son de Aries los nacidos a finales de Marzo sin lugar a excepciones) De
todos modos asegura que el último dato es irrelevante. Finalmente Junnecus es de la creencia
que actualmente reside y trabaja en Montevideo.
27
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Ricardo García
Ricardo García
Nació en Aulad Salama, Egipto, en 1977. Empezó a escribir a los doce años amenazado
por unos terroristas turcos conocidos de su padre. Sus primeras obras, por esto, fueron
agresivos panfletos a los medios de comunicación que eran enviados dentro de cartas bomba.
Se desconoce la calidad literaria de los mismos.
Actualmente está radicado en Bolivia y se dedica a la confección de vestidos de novia
artesanales para las mujeres quechua de Oruro.
28
mandeb. revista literaria año 1 número 1
Un poco de tolerancia y tranquilidad, llevadas de la mano por un sujeto que no sabemos su nombre ni su edad, ni su
sexo, pero que está ahí, presente, atento a nuestras inquietudes.
Una llovizna de enero mezclada con granizo azul en un desierto. Un puma que nos ronronea al ritmo de Machito Ponce,
mientras en el espejo se ven nacer tulipanes.
Toda una epopeya del futuro, un collage hecho de zapatos viejos y como marco una bufanda de esas coquetas… de las
más caras. ¡Quiero que sea una gran bufanda con colores brillantes!
Dos chocolates de menta (uno para mí, otro para más tarde) para la señora o el caballero, de esos que se pegan en el
paladar.
Un perro con castañuelas hechas de cartón pintado de diferentes colores.
Ya estoy llegando a la caja… la señora de adelante se da vuelta y me hace el escaneo clásico desde los zapatos
embarrados, hasta el roce del cuello de la camisa. Sólo resta un toque de aceite, revolver bien y listo…
Hola, ¿qué tal? Pago con tarjeta.
Montevideo, 2010
Título: LUNAR
Medidas: 150cm x 100cm
Jarbu Jawad nace en Rocha, Uruguay, en 1982. Técnica: Mixta
Estudia dibujo y pintura en Casa de la Cultura de Rocha. 2009
A los 14 años comienza a incursionar en diferentes lenguajes, deteniéndose en joyería y pintura. Foto: Federico Basaldela
Ya instalado en Montevideo, estudia en Bellas Artes la carrera de Licenciado en Artes Plásticas y
Visuales y en Escuela de Artes y Artesanías Dr. Pedro Figari estudia joyería. Habiendo culminado ambas carreras, hoy en
día sigue trabajando de manera independiente en su taller.