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“LA BUFA”: MASCARADA DE INVIERNO DE

ALDEADÁVILA DE LA RIBERA
(LAS ARRIBES DE SALAMANCA)

El presente estudio, a través de un análisis comparado de esta realidad local


y su equiparación con otras realidades locales, pretende concluir que la fiesta de
“La Bufa” celebrada tiempo atrás en el municipio salmantino de Aldeadávila de la
Ribera debe recuperarse y formar parte del muy específico grupo de las
“Mascaradas de Invierno” que en Castilla y León y, hasta el momento, parece
reservarse a la provincia de Zamora.

En su momento, gracias al subprograma de cooperación transfronteriza


“Interreg III-A” se puso en marcha el proyecto: “Mascaradas: promoción Turística
Cultural Transfronteriza” entre la Junta de Castilla y León, la Diputación de
Zamora y el gobierno de Portugal. Su objeto ha sido: “impulsar una red de
cooperación transfronteriza relacionada con el turismo cultural bajo la perspectiva
de valoración conjunta de un rico patrimonio cultural asociado a la tradición de los
enmascarados” y ha ido concretándose en:

-La apertura en Braganza (Portugal) del Museo de la Máscara.

-Realización de estudios y catálogos.

-Apertura de página web:

http://www.mascaraiberica.com

-Acciones para la recuperación de mascaradas en tierras zamoranas y


tramontanas.

-Trabajos para el reconocimiento individual o conjunto como Fiestas de


Interés Turístico de Castilla y León y como Bien de Interés Cultural (BIC), con
categoría de Patrimonio Inmaterial, por la Junta de Castilla y León.

-Idem. para su reconocimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad


por la UNESCO.

Todo este trabajo y esfuerzo han hecho que el triángulo Ourense-Tras os


Montes-Zamora se constituya en el espacio más representativo de las tradicionales

1
mascaradas de invierno y sus réditos culturales y económicos, a través del
turismo, comienzan a hacerse tangibles en sus respectivas comunidades.

Al objeto de lograr igual reconocimiento para La Bufa y su inclusión en la


categoría de mascaradas de invierno, donde creemos le corresponde, trataremos
de apuntar aquellas coincidencias (también sus singularidades) entre esta
celebración y otras mascaradas de invierno del noroeste regional y de las tierras
tramontanas del noreste portugués.

Además de su catalogación, el presente estudio pretende y propone:

Recuperar la celebración de La Bufa y recrearla,


contextualizándola e incorporando elementos nuevos (sin
complejos de ningún tipo pues participamos de la creencia de que
las tradiciones pueden y deben reinventarse); elementos nuevos
pero próximos, es decir: que aparecen en otras celebraciones
próximas en el espacio y/o en el tiempo.

Ponerla en valor como recurso turístico (solicitar su


reconocimiento como Fiesta de Interés Turístico de Castilla y
León en un plazo no superior a los 5 años de su recuperación
efectiva).

Integrar a Aldeadávila de la Ribera en el grupo de municipios con


“mascaradas de invierno” y participar de todas las iniciativas y
proyectos que, para su promoción, promueve la Diputación de
Zamora.

Demandar a la Diputación de Salamanca acciones conducentes a la


recuperación, mantenimiento y promoción de este patrimonio
cultural.

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ANTECEDENTES Y FUNDAMENTACIÓN

Para Anselmo Borges, teólogo y profesor de filosofía en Portugal, las


mascaradas de invierno son un intento de aproximación a la realidad no de forma
racional sino “recorriendo los caminos del pensamiento mito-religioso-simbólico”.
Por su parte, el Observatorio del Patrimonio Histórico Español, del Departamento
de Historia del Arte de la Universidad de Granada, entiende las mascaradas como
“fiestas cuyo origen lo hallamos en la mitología y en diversos ritos relacionados con
la naturaleza y la cosmología prerromana. Posteriormente, los romanos los
integraron en su religión a través de las fiestas Saturnales, Lupercales y las
Kalendas. En la Edad Media se vieron modificadas, otorgándoles un trasfondo
cristiano y procediendo a su teatralización...”.

“El objetivo de estos ritos era el de purificar a las comunidades aldeanas al


terminar el año mediante recorridos por las calles, ruido de los cencerros y el
canto de las loas. Tenían como fin atraer la fertilidad a los campos y a las propias
comunidades campesinas a través del uso de la ceniza, los golpes y la magia
simpática de arados, siembras, reparto de pan bendito o la consumición de los
mejores frutos del año. Para ello empleaban trajes y máscaras de seres
demoníacos y zoomórficos, acompañados de los cencerros y otros instrumentos
(tenazas articuladas, tridentes, vejigas hinchadas, bolas,...) que ayudan a la
escenificación por las calles mientras se pide el aguinaldo”.

Pero no solamente esa finalidad terapéutica justifica la necesidad de


continuos festejos en las comunidades antiguas. Ya en al año 400 a.C., Hipócrates
advirtió que las enfermedades no eran causadas por los demonios. El etnógrafo
Julio Caro Baroja y otros estudiosos coinciden en que fiestas y celebraciones
tienen por verdadero, eficaz y efectivo objeto, renovar la estructura y normas del
grupo (grupos de edad, sexo, oficio,...), de las comunidades y de los pueblos, crear
un tiempo en que las férreas normas de cualquier organización social quedan
suspendidas para después asumirlas de nuevo, indiscutibles y nuevas. Hay (hubo)
pues en todas esas festividades un objeto político, de higiene política, de
renovación de la convivencia y del orden social.

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IDEOLOGÍA Y ETIMOLOGÍA

Sería erróneo pensar y argumentar que La Bufa de Aldeadávila de la


Ribera halla su raíz en las palabras bufa y bufo (burla / bufonada / cómico
cercano a lo grotesco / opera cómica italiana del s. XVIII). Esto sería
deslocalizarla tanto en lo temático, como en lo espacial y temporal. Para Caro
Baroja, las fiestas de invierno, tanto mascaradas como antruejos, tienen
claramente una raíz pre-cristiana; y localizar y justificar alguna de estas
celebraciones por su “tradición juglaresca” sería restarle siglos de antigüedad y
trascendencia (raíz espiritual).

Un bufido es el “resoplido de un animal” y bufar es la acción de “resoplar un


animal irritado”. Por extensión, los seres humanos “damos un bufido” (o “pegamos
una bufá”) cuando, por enfado o precaución, queremos alejar a alguien de nuestro
lado.

Por su temática y temporalidad, la fiesta de La Bufa se relaciona


directamente con el ganado manso y los animales domésticos. De hecho y una vez
más, la Iglesia católica no hace más que cristianizar una celebración pagana, en
este caso de protección de los animales y la hace coincidir con San Antón Abad,
personaje al que el Santoral cristiano encomienda tal función. Para el Observatorio
del Patrimonio Histórico Español “todas las mascaradas van asociadas a toda clase
de funciones religiosas antiguas, independientemente de lo que en particular se
quiera obtener con tales funciones...”

El término Bufa, a nuestro entender, debe relacionarse primeramente con la


palabra bufido, siendo la palabra “bufá” su acepción vulgar, usada por el común de
las gentes de este espacio fronterizo. El proceso puede haber sido como sigue: si
femineizamos el término, cosa habitual en el “habla de La Ribera”, nos quedaría
bufá como apócope de bufada. La pérdida del acento sería el paso simple y
definitivo en ese proceso de vaguedad o economía lingüística.

Pero La Bufa participa también de la segunda acepción del término (burla /


broma / bufonada). El historiador Grande del Brío, haciéndose eco de las
tradiciones propias de Aldeadávila, escribe que “semejante algazara recibía el
nombre de “bufa”, denominándose “ir de bufa” a la incursión que realizaban los
mozos a casa del mayordomo de San Antón”.

Al parecer y al menos durante el pasado siglo, fue práctica habitual en


Aldeadávila de la Ribera organizar una cencerrada a aquellos novios que se casaban
entrados ya en años, o en segundas nupcias. A veces, llegaba incluso a humillarse a
los recién casados, paseándolos por el pueblo subidos a un carro como si de dos
condenados del Santo Oficio se tratase. A tal broma (pesada, a nuestro entender)
también se le llamaba hacer la bufa o bufar. No interesa al presente estudio esta

4
bufa de dudoso gusto y, no por ello, rechazamos la segunda acepción (broma /
chanza / necesidad de diversión / divertimento) con el cariz y en el contexto
espacial y temporal que nos ocupa: las vísperas de San Antón Abad y los animales
que servían a la comunidad.

Así de acertadamente veía Goya los “Autos de fe del Santo Oficio”


Detalle del cuadro “Autos de fe” o “Los Encapirotados”, 1816.

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LOCALIZACIÓN TEMPORAL

Las mascaradas de invierno tienen su origen en las “Kalendae” romanas,


dedicadas al dios Jano.

En su mayoría, las mascaradas de invierno de la Península Ibérica se


celebran en un lapso de tiempo que va del 24 de diciembre al 20 de enero. Para el
Observatorio del Patrimonio Histórico Español (OPHE), las mascaradas de invierno
“se celebran en dos momentos: un primer ciclo entre el 25 de diciembre y el 6 de
enero; y un segundo ciclo, en carnaval”.

Este lapso de tiempo propuesto por el O.P.H.E. es válido únicamente si no


diferenciamos entre un tipo y otro de fiestas de invierno. Y no le falta razón a tal
propuesta si, como vemos, hasta fechas recientes el Carnaval se comenzaba a
festejar por San Blas (2 de febrero) y en un pasado no muy remoto llegó a
comenzar el propio día de San Antón (17 de enero).

“La Bufa de Aldeadávila de la Ribera” tiene lugar en la tarde-noche del


día 16 de enero y se incluye por tanto en ese segundo ciclo propuesto por el
Observatorio del Patrimonio Histórico Español. Tal proximidad temporal entre
fiesta y fiesta da como resultado una Bufa no poco “carnavalera”.

DISFRACES Y MASCARAS

Tratando de establecer una “homogeneidad folklórica”, Caro Baroja rastreó


en su momento los elementos comunes que se repiten en varias –a veces, en todas-
las festividades de invierno ibéricas, diferenciado entre mascaradas, antruejos,
fiestas de mozos y otras celebraciones invernales.

Veamos coincidencias y diferencias entre La Bufa y otras mascaradas en lo


tocante a su imagen y escenificación.

-Tocados y enmascarados

La máscara presta su nombre a las más importantes fiestas de invierno


(mascaradas y carnaval) pero, aún siendo unos elementos importantes para la
escenificación y ejecución del rito, sería erróneo definir las mascaradas de
invierno tomando el todo por la parte: la máscara. De hecho, únicamente se llaman
caretos (Braganza, Portugal) o carochos (Riofrío de Aliste) a los participantes que
portan ese tipo de máscaras o caretas tan singulares que les cubren la cara o
rostro.

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Las máscaras o caretas que cubren el rostro no son requisito sine qua non
de toda mascarada ni su único elemento caracterizador. También otros tocados que
cubren en todo o en parte la cabeza y la cara -como capirotes, mitras, capuchas y
testuces de animales (a veces un cráneo puro y duro de vaca o burro sobre la
cabeza del participante)- caracterizan la mascarada, el antruejo y otras fiestas
invernales.

Por algunos testimonios y documentos gráficos (fotografías) recogidos,


sabemos que en las escenificaciones últimas de La Bufa de Aldeadávila de la
Ribera-hasta 1970 aproximadamente- abundaban los capirotes entre niños, y los
sombreros de fieltro (y alguna que otra boina de la milicia) entre los jóvenes y
adultos. Unas fechas más adelante, los capirotes cambiarán de testa y serán dos o
más mozos (los llamados pedingones) los que los porten a modo de atributo
diferenciador y legitimador para poder pedir y recibir el aguinaldo carnavalero, y
asimilando lo visto desde el siglo XVII en los “Autos de fe de judeoconversos” en
la Cruz del Santo Cristo de Aldeadávila1.

Capirotes y sobreros en Aldeadávila

“La Bufa de Aldeadávila”, hasta donde sabemos, sería por tanto una
mascarada sin máscaras. Así llegó hasta nuestros padres y así la recuerdan

1
CARO BAROJA, Julio: “LOS JUDÍOS EN LA ESPAÑA MODERNA Y CONTEMPORÁNEA”-
ISBN 8470900897.Cita en la p. 126. Vista digitalizada por la Universidad de Michigan, agosto de 2008.
Hay testimonios de varios judeoconversos encapirotados en esta cruz en la segunda mitad del siglo XVII:
Ana Rodríguez de Paz, Joseph de Paz, étc. Todos ellos fueron acusados de endemoniados por el Santo
Oficio de Valladolid, y quemados en la hoguera por falsas acusaciones.
7
nuestros abuelos. Es, no obstante, una mascarada de caras pintadas con hollín,
ceniza o betún.

Esta fórmula de enmascaramiento, al igual que en otras fiestas donde


podemos ver caras pintadas, es el método más simple, rápido y económico de
ocultar el rostro y lo veremos en otras muchas mascaradas y antruejos (llegando
hasta los más actuales carnavales) del noroeste ibérico. Sirva de ejemplo la “Festa
dos Vellos” de la inmediata freguesía de Bruço (Mogadouro-Portugal), donde
podemos ver el rostro pintado de negro del principal personaje de la mascarada, y
las vejigas hinchadas y los capirotes propios de Aldeadávila. Esta mascarada de
invierno trasmontana y arribeña se realiza la noche de San Silvestre.

“A Festa dos Vellos” en Bruçó-Mogadouro

Durante siglos, la falta de recursos materiales obliga a la utilización de


aquellos recursos que de forma inmediata están disponibles en el medio que la
comunidad rural ocupa. La fiesta tradicional no está sujeta a condicionantes caro-
barato, sino de disponibilidad-indisponibilidad de recursos.

Al igual que “La Filandrona” de Ferreras de Arribes (Zamora) trata de


tiznar a los presentes con un corcho de panal quemado, en La Bufa de Aldeadávila
de la Ribera el mayordomo y sus ayudantes, por sorpresa y sin pedir permiso,
pintan el rostro de los más jóvenes. Para tal fin, recurren a la siempre abundante
ceniza, al hollín que sacan de viejas sartenes y calderos o de corchos y carbón de
leña quemada al efecto.

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Por decisión personal, cada vecino puede pintar su propia cara pero cuando
“se es tiznado por un tercero” –que tiene tal potestad de hacerlo-, se trata de una
provocación muy propia de mascaradas y antruejos, de un juego que invita al
espectador a la participación.

Este dibujar o pintar sobre el rostro, tan arraigado en las culturas


primitivas, será adoptado, una vez más, por la Iglesia Católica que concretará el
trazo y nos dibujará cruces con ceniza en la frente en el Miércoles de Ceniza,
pasados el carnaval y demás fiestas mundanas.

-Disfrazados y figurantes

Caro Baroja estudia todo tipo de enmascarados del folklore español y


encuentra ciertos vocablos que se utilizan para designar a ciertos tipos de éstos, y
que poseen la siguiente significación: “máscara o persona disfrazada: fantasma o
espíritu terrorífico...” Otra serie de actores y partícipes, “persona disfrazada ” no
obligatoriamente con máscara o careta, contribuyen de forma necesaria a crear la
imagen colectiva de estas celebraciones invernales. Van a cara descubierta o, a lo
sumo, con el rostro pintado íntegra o parcialmente, como hemos visto.

Esa diversidad de personas disfrazadas se agrupan en:

Los que se cubren la cabeza pero nunca el rostro: Van


encapuchados, pudiendo llevar gorro, mitra o capirote, sombrero
de fieltro negro adornado con cintas y flores, capuchas adornadas
con cintas multicolores o un velo o pañoleta cubriendo la cabeza
en todo o en parte.

Los que, tocados o sin tocar, van disfrazados, travestidos de


hombre en mujer o de mujer en hombre (más en fiestas de
antruejo y carnaval), con vestimenta colorida y estrafalaria.

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Los que se visten con trajes tradicionales y capas de paño fino
o bastas (de pastor) o aquellos que, por no vestir traje de
ordinario, recurren a su viejo traje de bodas o algún traje que fue
de su padre o abuelo (de corte antiguo y desfasado). Son los que
simplemente recurren, digámoslo así, a su “fondo de armario”.

Aunque pudiera parecer poco significativo, este tipo de “personajes de


segunda fila” resultan muy importantes (por cuanto pueden animar la fiesta) y
deben tomarse en cuenta (por su plasticidad o diversidad cromática), y porque
desempeñan “su papel” , para la recuperación de la fiesta.

Los colectivos y grupos folklóricos, que en los tiempos actuales resurgen con
fuerza en municipios y comarcas, son un recurso potencial importante para
recuperar y vigorizar estos eventos.

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PERSONAJES:

-Mayordomos:

Dice el Observatorio del Patrimonio Histórico Español que “esta celebración


es el homenaje de agricultores y ganaderos al patrón y protector de los animales.
Su organización corría a cargo de la Hermandad de San Antón”.

Desaparecidas las hermandades de carácter religioso, tras la


Desamortización de Mendizábal en la mayoría de los casos, serán los particulares
quienes asuman tal cometido.
La devoción en San Antón y en las ánimas benditas, iban de la mano hasta
bien entrado el siglo XX, y se asociaba con la protección que ofrecían frente a
determinadas tentaciones2:

“…y ofreciendo las madres limosnas á San Antonio y á las ánimas


benditas porque se les desaparecia del pueblo la tentación”.

-Representantes del mal: Diablos, malos espíritus, toros o vacas asesinos,


“mujeres de dudosa reputación”, ladrones de huerta y corral...

En numerosos municipios, el mal es encarnado expresamente por uno o varios


personajes. En Piornal (Cáceres), el “Jarramplas” encarna a un ladrón de huerta o
corral que acabará siendo lapidado públicamente. Presumimos que en Aldeadávila de
la Ribera, los “espíritus del mal” también fueron representados por uno o varios
enmascarados al objeto de ser descubierto/s y expulsado/s del pueblo por los
bufadores (niños que recorren todo el casco urbano del municipio en su búsqueda,
armados de instrumentos sonoros que les ayudarán a expulsarlos).

El simbolismo excesivo perjudica la comprensión y entendimiento de la


fiesta a quienes por primera vez se aproximan a ella (turistas y viajeros, siendo
éstos unos destinatarios preferentes para las Corporaciones Locales que
pretenden poner en valor estas fiestas a través del turismo) y una fiesta que no se
entiende difícilmente puede “enganchar” y arrastrar al observador.

Para la recreación de “La Bufa” sería necesario no solamente suponer y


asumir la existencia de “espíritus del mal” que causan enfermedades y dañan a los
animales domésticos, sino que deberán concretarse y representarse ese/esos

2
“Fotografías sociales, nº X”, por Matilde Cherner y Hernández y Robustiana Armiño. Editado en
Madrid en 1861.
11
personaje/es mediante la presencia de actores disfrazados y enmascarados al
efecto.

La escritora Matilde Cherner y Hernández (Aldeadávila de la Ribera 1833-


Madrid 1880) nos da una descripción detallada de la influencia de los diablillos
llamados “familiares”, y de la extendida creencia en ellos en la comarca de Las
Aribes salmantinas durante todo el s.XIX3:

“Pacto con los familiares. El pacto con el diablo no es tan solo una
estravagancia de la nebulosa imaginacion de Goethe. En pleno siglo XIX
existen todavía muchas personas inspiradas por el fanatismo y mas
comunmente por la estafa, confiesan haber hecho pacto con el espíritu de
las tinieblas, que en cambio pone á su disposicion un gran número de
diablillos microscópicos, llamados familiares, que el poseido guarda casi
siempre encerrados en una redoma de cristal, obligándolos á servirle de
emisarios en todos sus antojos. Según la tradicion, los familiares hablan
mucho, tienen la voz afeminada, y se burlan de sus enemigos, entrando y
saliendo en la redoma por arte mágica y revestidos de las formas más
caprichosas. Hace muy pocos meses que una mujer, de las muchas que
ejercen en Madrid el oficio de adivinas, aseguraba muy formalmente que
ella y otros once poseidos iban dos veces cada mes á la una de la
madrugada á los campos de Vicálvaro á donde sucesivamente
conferenciaban con el demonio por boca de los diablillos familiares,
ratificando siempre el pacto con sacrílegos juramentos. Los familiares
merced al privilegio de hacerse invisibles hacen penetrar á su poseedor al
través de los mas espesos muros colándose casi siempre por el agujero de
las cerraduras, y apareciéndose ordinariamente bajo la forma de insectos
ó lagartijas”.

El definitiva, los diablillos o espíritus malignos quedan representados por la


figura de lagartijas, sapos, culebras y los más variados insectos: todos aquellos
animales que no son benéficos para las labores del ser humano.

-El común de las gentes: Pastores, pobres, ciegos, gitanos, niños

En mascaradas y antruejos, vecinos disfrazados de pastores (antes fueron


auténticos pastores que bajan al pueblo en fechas señaladas) y otros vecinos que
se disfrazaban de personajes no muy comunes en el día a día de la localidad
(gitanos, prostitutas o fulanas, músicos, frailes pedingones, ciegos,...) son
representados generalmente por jóvenes con mucha energía y ganas de fiesta. Pero

3
“Fotografías sociales. Fotografía nº X LA VENGANZA”, publicado en Madrid en 1861. Elaborado por
Matilde Cherner en coautoría con Robustiana Armiño de Cuesta.
12
no siempre los mozos y mozas son los protagonistas indiscutibles de las mascaradas
y fiestas de antruejo tradicionales.

En el último cuarto del pasado siglo “La Bufa” es celebrada en Aldeadávila


de la Ribera por grupos de niños que a media tarde recorren calles y torales
atronando sus cencerros y cacharrería de cocina en espera de ser convidados por
el mayordomo. Este último, ayudado por algún familiar, tizna la cara de los probos
muchachos al salir de la casa donde un escaso convite sirve de reclamo. Ya de
noche, algunos mozos rondan por unas calles oscuras o mal iluminadas a sus amadas,
parodiando La Bufa infantil celebrada horas antes.

Foto: Niños con capirotes (rematados con cintas) junto a otras cabalgaduras y
participantes (muchachas, mayormente) en las fiestas de invierno.

En 1987, Luis Mata Martín, cronista de la Villa, escribe:


“La víspera (del día de San Antón), cuando era ya anochecido, tenía lugar la
Bufa. Consistía ésta en recorrer los rapaces las calles del pueblo tocando
cencerros, cacerolas o cántaros de latón y atronando de este modo los
torales y calles principales. Con la estrepitosa algarabía se rememoraban
las tentaciones a que el Santo fue sometido por Satanás mientras
permaneció solitario haciendo vida de anacoreta en Tebaida. Tras varias

13
vueltas por los distintos barrios, de esta guisa, los muchachos eran
convidados por el mayordomo con chochos, obleas y hasta alguna
rosquilla...”.

Tal dispendio se repite al día siguiente, tras la “bendición de las bestias”.


Nos dicen los Otistos que era una estratagema de los participantes subir dos
personas sobre un mismo animal para así recibir ambos el refrigerio dispensado por
el mayordomo (lo dicho resulta evidente si observamos la foto anterior).

-Mozos o quintos

Aunque con frecuencia coincidan en los meses más crudos del año, no
debemos confundir fiestas de mozos y de quintos con mascaradas de invierno;
como tampoco deben confundirse éstas con el antruejo.

Foto: los mozos, una vez tallados, entran en quintas y se reconocen como grupo y
celebran su propia fiesta con estrépito (cohetes, castañuelas, gaita y tamboril). El
segundo mozo por la derecha (en pie) porta gorra militar (posiblemente, cedida por
otro que ya cumplió con la Patria). A la izquierda del todo, un niño sueña con ser mozo.

En el acto de “bendecir a los animales” –que tiene lugar el día de San Antón,
siguiente a la noche de La Bufa- los mozos de Aldeadávila, que ya anhelan el

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carnaval, acuden a la plaza con caballetes de madera o algún monigote que simboliza
algún animal doméstico con la intención de divertirse, haciendo una pequeña burla
del acto religioso (aquí la bufa es ya más bufonada que bufido).

También protagonizan las típicas “carreras de burros” o más técnicamente


recibe la denominación de “Carrera del Gallo”. En Aldeadávila de la Ribera, estas
tenían lugar en las mismas fechas. Luis Mata Martín escribe:

“El día de la fiesta había misa solemne, procediéndose a la salida a la


bendición de las caballerías. Nadie aquel día se atrevía a trabajar con ellas,
ni aún a ponerles la albarda, por temor a que pudiera ocurrirles una
desgracia a los animales. Los mozos, cabalgando sobre mulos y jumentos “a
pelo” -es decir, sin montura ni otra clase de aparejo- organizaban veloces
carreras por las calles de la Villa, sin temor a romperse la crisma sobre el
duro empedrado si la bestia resbalaba en el helado pavimento. La galopada
constituía una especie de acto ritual con que se honraba al Santo”.

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COMPLEMENTOS PARA EL RITO

Además de la máscara y el disfraz, otros elementos visuales y sonoros


complementan el ritual o puesta en escena. En ellos se participa de una manera
organizada, con aquellas personas que un día estuvieron formando parte de la
“primera comunión”, unidos de por vida en este rito, bajo las agrupaciones –
específicas de Aldeadávila- denominadas “Partidas”4

-Instrumentos sonoros y musicales:

Instrumentos para hacer ruido:

-Cencerros, esquilas y esquilones.


-Calderos, sartenes y pucheros que se golpean con cubiertos.
-Carraca o zumbadera.

En “La Bufa” los niños hacen sonar estrepitosamente cencerros y esquilas,


además de “cacerolas y cántaras de latón”, para espantar a los malos espíritus.

Instrumentos para animar la fiesta:

-De la música tradicional ribereña: Flauta y tamboril, gaita de fole,


castañuelas, panderos.

-Instrumentos de música relativamente moderna: Bombo y redoblante,


acordeón, saxofón, trompeta (tienen gran aceptación durante gran parte del
pasado siglo y finales del anterior. Son un elemento “nuevo” que se integra
perfectamente en las fiestas de invierno pero la fuerte emigración de todo este
periodo histórico los arrastra junto a sus dueños y desaparecen de la escena, antes
incluso de desaparecer las fiestas definitivamente).

Instrumentos musicales modernos y tradicionales se apartan de los otros


instrumentos sonoros empleados en la “liturgia” de la fiesta; responden a otro
objetivo más mundano: divertir a los vecinos. No forman parte del “rito religioso”
(sea este cristiano o precristiano) pero si deben ser recuperados como parte de la
fiesta.

En Aldeadávila de la Ribera, donde nos dicen que fueron numerosas las


orquestinas de este tipo, ha pervivido “milagrosamente” una de ellas: “Los Otistos”.

4
“Estudio sobre el Habla de la Rivera”. Escrito por Antonio Llorente Maldonado en 1944, y que aparece
publicado en 1947.
16
Uno de sus miembros nos confirma que era el tamborilero –y no la charanga- quien
acompañaba la celebración de La Bufa.

-Instrumentos simbólicos:

Tomados de la cultura pastoril:

-Varas o bastones (símbolo de autoridad y de la figura del pastor, de otros


hombres “con vida silvestre” o de la autoridad).

-Pudrideras y orcas (Símbolo de la presencia del diablo y de los malos


espíritus).

-Varales (soportes para vejigas de animales henchidas o para portar los


aguinaldos y embutidos que se recolectan por las casas del pueblo).

-Cachiporras, látigos y, a veces, escobones (en las mascaradas fustigadoras


sirven para golpear a quienes participan y a quienes sólo observan, incitándoles a
participar. De forma simbólica, estos instrumentos buscan en unos casos la
fertilidad y en otros castigar al ladrón o al impuro. En la práctica, buscan la
provocación, tratan de arrastrar a todos los presentes para que participen de la
fiesta ).

En Aldeadávila, los bufadores de mayor edad (más los mozos que los niños)
solían portar una vara que, al parecer no era fustigadora sino ornamental
(delatando el origen pastoril de la celebración).

Tomados de la tradición juglaresca:

-Pértigas (ayudan a los danzantes a dar grandes saltos y a hacer “diabluras”.


Son más propios de la tradición juglaresca).

-Artilugios: Tenazas extensibles, carretillas (con un par de astas sirven de


tora), arados (arrastrados por figurantes con disfraces zoomórficos) o carros que
arrastran los mozos (sirven de escenario, cárcel, casa rodante para quintos y
quintas).

17
Foto: Imagen del Carnaval en Aldeadávila de la Ribera. El primer mozo por la
derecha (en cuclillas) porta una tenaza extensible. La mascarada presta disfraces
e instrumentos al carnaval y viceversa.

-Hogueras donde se queman las bolagas (aulagas): ejemplos próximos son las
fiestas de quintos de La Peña y de Trabanca; esta última celebrada el 31 de
diciembre y anteriormente el 24 de diciembre, coincidiendo con el solsticio de
invierno) o simplemente sirven para concentrar a los vecinos en días muy fríos (el
fuego es un elemento purificador de primer orden). En Saucelle, la noche del 16 de
nero se celebra la “quema del capazo“(o capacho), excusa perfecta para congregar
a gran parte del vecindario en la Plaza Mayor.

Aparte de varas y tenazas extensibles, desconocemos si nuestra Bufa ha


hecho uso de elementos simbólicos propios de las mascaradas fustigadoras o de la
tradición juglaresca, ni si, en tiempos remotos, su escenificación fue menos
simbólica y más representada, acercándola en algún momento de su evolución a las
representaciones del antiguo teatro pre-religioso o religioso.

-Presencia de animales:

Animal totémico es el toro y su presencia es real y no simbólica en el


“Carnaval del Toro” de Ciudad Rodrigo. En otros carnavales, las “vacas bayonas”
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(Almeida de Sayago y Villabuena del Puente) o vacas “antruejas” (Pereruela de
Sayago) simbolizan este animal mítico en el acervo cultural del noroeste regional.
Pero no solamente las vemos en el antruejo, también en las mascaradas invernales
podemos observar vecinos disfrazados de ganado bravo y de seres zoomorficos con
cuernos, crines de vaca y caballo, lana y pelo de cabra, perro, oso,...étc.

Serán sin embargo los equinos (burros y mulos, fundamentalmente) quienes


acompañen (siendo acompañantes singulares y silenciosos, que no protagonistas)
las fiestas de quintos, mascaradas y antruejos de nuestro territorio.

Por San Antón, la plaza mayor de Aldeadávila de la Ribera se llenaba de


burros y mulos que, engalanados ellos y disfrazados sus jinetes, esperaban al final
de la misa para recibir la bendición. Después tenían lugar temerarias carreras de
burros sobre un suelo helado que solía deparar más de una caída.

Según Grande del Brío, esta “liturgia” se repetía en las vísperas:


“Antaño, los mozos de Aldeadávila de la Ribera acostumbraban a festejar el
día de San Antonio Abad, recorriendo la noche anterior las calles del pueblo,
a lomos de burros y mulos y presentándose luego ante la casa del mayordomo
de San Antonio, quien les obsequiaba con pastas y vino...”.

También en La Encamisada, de Navalvillar de Pela (Badajoz), se celebra una


carrera de caballerías la noche de San Fulgencio, cada 16 de enero, donde no hay
ganador y todos los participantes son convidados, por el mero hecho de asistir
sobre sus cabalgaduras (fiesta declarada de Interés Turístico Regional).

En la “carrera del gallo” de Aldeadávila, que ya se celebraba con posterioridad a


La Bufa, vemos además de los propios equinos con los que se practica la carrera –
fundamentalmente mulos, aunque también burros- vemos animales simbólicos como
gallinas, cerdos, pero sobre todo “el gallo”, auténtico protagonista de esta
carrera, y por el que se corría a fin de conseguirlo. El gallo, simboliza la fertilidad
de los animales domésticos, la continuidad de su ayuda benefactora, puesto que no
se ciñe a una temporada concreta.

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La “Carrera del Gallo” o “juego de la cuerda”, se realizaba en la tarde del
último domingo de carnaval, y se tendía una cuerda en los balcones de la
Calle del Rollo, poco antes del Humilladero del Santo Cristo.

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OBJETO Y TRAMA

La mayor parte de las mascaradas del noroeste peninsular, conocidas y


estudiadas hasta el momento, se asocian a toda clase de funciones religiosas
antiguas. Otras fiestas sin embargo, aunque próximas a nuestro contexto
geográfico, se relacionan con otros tiempos y temáticas (presencia mora en la
Península, procesos inquisitoriales...) denotando un origen más reciente.

En las fiestas de invierno, aquellas de carácter religioso (sea éste cristiano


o precristiano) se pretende, a través de la repetición del rito, un fin que beneficie
a la comunidad (la continuidad del orden social, como ya vimos anteriormente).

Los fines más comunes que tales celebraciones buscan son:

La fertilidad de la tierra, del ganado y las mujeres de la tribu o


comunidad.

La prevención de las enfermedades y lesiones en humanos y


ganados.

Honrar a los más viejos de la aldea (Los jóvenes se disfrazan de


viejos porque reconocen y aspiran a alcanzar su sabiduría. Durante
siglos, en las comunidades rurales y agrarias el conocimiento se
adquiere fundamentalmente a través de la observación y la
acumulación de experiencias, siendo los mayores los mejores
guías). La repetición de generación en generación de añojas
tonadas y coplas, que se transmiten oralmente, también entran en
este apartado.

En La Bufa de Aldeadávila de la Ribera, como ya hemos indicado, se


pretende preservar al ganado manso y de labor de las enfermedades que pudieran
transmitirle los diablos o malos espíritus (los más importantes de éstos eran los
diablillos familiares, como ya hemos visto). Para ello, se encomienda a los niños y
niñas (espíritus puros, en la simbología cristiana) correr por las calles del pueblo
para descubrir a esos “espíritus” que están ocultos (esperando su ocasión para
hacer el mal) y expulsarlos del pueblo, utilizando el sonido de cencerros y demás
cacharrería (bufá, bufada, bufido) como arma purificadora. Los recorridos para
alejar estos diablillos incluían los caminos cercanos a la villa, para verificar que se
habían alejado del pueblo, y de sus casas.

Liturgia pagana (bufá de la noche anterior a San Antón) y liturgia cristiana


(bendición del ganado en el día de San Antón) se celebraban en Aldeadávila de
forma sucesiva, casi simultanea, consintiéndose y aceptándose mutuamente ambas

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tradiciones. La una no hizo desaparecer a la otra ni la otra que desapareciese la
una. Su pérdida se debe en gran medida a la brutal despoblación (y envejecimiento)
de esta parte del territorio y al desinterés (desvalorización) por la cultura
tradicional en los años 50-60 del pasado siglo.

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CONTENIDOS DE LAS MASCARADAS

Salutación y felicitación de fiestas:

En algunas mascaradas, sus protagonistas recorren la aldea saludando a


cada vecino, anunciado el final del invierno y el comienzo de una nueva etapa. El
deseo, en definitiva, de seguir viviendo en comunidad, con armonía.

En otras, este acto sencillo, cargado de simbolismo, con el transcurso del


tiempo se delega en el tamborilero (y acompañantes) que, haciendo un pasacalles,
toca una alborada.5 Para otras mascaradas, sencillamente, esta salutación (aunque
sencilla, hermosa) no es su objeto.

Cuestación y recaudación:

La obtención de aguinaldos, a cambio de una simple felicitación, cánticos o


por la mera petición de mozos o pedingones tiene como fin el ágape o fiesta grupal
(mozos o quintos, y las denominadas “Partidas” específicas de Aldeadávila) o
colectiva (comida para todo el vecindario).

Otras veces, la Iglesia católica ha logrado canalizar esas cuestaciones y lo


recaudado va para sus arcas. La subasta de derechos (que supuestamente
beneficiarán en lo espiritual al adjudicatario) es formula conocida y presenciada en
puertas de ermitas, santuarios y otros templos.

Las rifas son una fórmula más compleja de obtener aguinaldos. En La Bufa,
escribe Mata Martín:
“Por ser San Antón el abogado de todos los animales en general –no solo de
las bestias de trabajo sino también del ganado de carne- las gentes se
encomendaban a él si un bicho enfermaba, haciéndole promesas. Entre los
donativos figuraba, con bastante frecuencia, la entrega de PATAS DE

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“LOS MOZOS DE LA RIBERA

Mozos hay, mozos hay, mozos hay en la Ribera…


mozos hay, mozos hay, mozos hay en la Ribera…
los hay de media polaina,
los hay de polaina entera.

Mozos hay, mozos hay, mozos hay en la Ribera…


mozos hay, mozos hay, mozos hay en la Ribera…
cuando llevan el pendón
no hay aire que se lo mueva.” Copla popular de las comarcas occidentales de la provincia salmantina.

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CERDO curadas. Las recogidas por el mayordomo por este procedimiento las
distribuía en lotes, rifándolas después. Las papeletas para la rifa solían
venderse mediante pregón, anunciado por alguien a quien el mayordomo
encargaba este menester, cuya persona, a grito pelado, voceaba por las
calles: ¿QUIÉN LE ECHA A LOS PIES DE SAN ANTÓN, QUE SE RIFAN EL
DOMINGO?. La cantinela del pregón, repetido año tras año con las mismas
palabras e idéntica entonación, sonaba ya en el aire como una estrofa
consustancial con el ambiente del pueblo...”.

Representación pagana:

Obviamente, las mascaradas se escenifican en las calles y plazas de aldeas y


pueblos. El acto propio y específico de la mascarada suele consistir en sorprender,
asustar y saludar alegremente a cuantos ocupan la vía pública (actos compartidos
tanto por la tradición religiosa como por la juglaresca); carreras y saltos, salpicar
con agua de fuentes y pilares, echar paja o ceniza sobre quienes observan sin
participar (propios de la tradición juglaresca); y producir ruido y proceder a
fustigar a los no participantes (simbolizan la fertilidad, propios de la tradición
religiosa, no necesariamente cristiana) .

En La Bufa la escenificación propia de la mascarada se centra en recorrer


las calles (desfilar en uno o varios grupos, agrupados aunque en desorden) tañendo
cencerros y esquilas. Los grupos de muchachos eran “obligados” a dar tres vueltas
por el itinerario que tuviesen establecido y sólo entonces recibían el convite del
mayordomo.

Representación religiosa:

Comienza Caro Baroja su ensayo sobre las fiestas antiguas diciendo que
“el carnaval ha muerto; ha muerto y no para resucitar como en otro tiempo
resucitaba anualmente”.
Igual o peor suerte corrieron sus hermanas menores, el resto de festividades
invernales que muy difícilmente podrán recuperarse.

Durante siglos, y aunque parezca paradójico, la hegemonía del Cristianismo


ha hecho posible y necesarias esas fiestas cuya razón última es liberadora, o
redentora cuando menos.
“En la época cristiana, semejante asociación de actos antitéticos tenía un
significado profundo en la vida de los pueblos y los individuos. Cuando la
unidad católica se desvanece, no sólo el carnaval sino todas las demás viejas
fiestas tienden a desaparecer, a morir”.

24
Aldeadávila de la Ribera (Salamanca), noviembre de 2.009.

J.Daniel Cruz-Sagredo García.

Agente de Empleo y Desarrollo Local


Excmo. Ayuntamiento de Aldeadávila de la Ribera-
ARRIBES de SALAMANCA

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