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“Pierrot tampoco pudo” por Frank Moya Pons

Sábado, 28 de Febrero de 2009

Coincidiendo con la proclama dirigida a los dominicanos por el Presidente Jean-Louis Pierrot
desde Cabo Haitiano, el Consejo de Secretarios de Estado, recibió en Puerto Príncipe los
detalles de una nueva trama de los rivieristas para ejecutar un golpe de Estado militar.

De inmediato, el 24 de julio de 1845, el gobierno declaró fuera de la ley a los conspiradores, y


decretó la pena de muerte para el líder más visible, Bélus Ledoux, y prisión para los demás
implicados.

Al verse descubiertos, varios de estos rivieristas se escondieron de las autoridades y, desde la


clandestinidad, aumentaron sus esfuerzos por derrocar el gobierno.

Entretanto, y durante los meses de agosto y septiembre, continuaron los combates y las
escaramuzas en la frontera de Hincha, Las Caobas, Comendador, Cacimán y las Matas de
Farfán. Estos puestos militares cambiaron de manos varias veces.

Pierrot cifraba grandes esperanzas en controlarlos, pues con los refuerzos militares enviados a
aquellos lugares él pensaba quebrar la resistencia dominicana para lanzar luego una gran
campaña contra los habitantes del Este.

Por otro lado, y después de todo un año conspirando y tratando sin éxito de desembarcar en
Haití, Charles Rivière Hérard logró que sus partidarios se levantaran en armas en la villa de
Léogane, a varios kilómetros de la ciudad de Puerto Príncipe.

La villa de Léogane se pronunció a favor del retorno de Hérard como Presidente constitucional
de la República. Encabezaba esta rebelión el general rivierista Pierre Paul y los demás líderes
perseguidos desde el pasado 24 de julio.

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Este levantamiento, ocurrido en la noche del 17 de septiembre, creó una nueva crisis al
gobierno haitiano pues los rivieristas habían diseminado la propaganda de que Pierrot y sus
generales negros pretendían exterminar a los mulatos de Puerto Príncipe y varias ciudades del
sur de Haití.

El gobierno envió a sus mejores generales a reprimir la insurrección, lo cual hicieron


rápidamente.

Casi todos los insurrectos fueron apresados y el comandante oficialista, General Lazarre, hizo
fusilar a todos los prisioneros. Antes de que sus cadáveres fueran enterrados, Lazarre ordenó
que fuesen desollados por sus propios oficiales superiores e inferiores.
Otros, como los hermanos Juste y Camille Paideau, fueron apresados mientras huían por los
bosques. Los soldados los condujeron amarrados por los testículos para que no pudiesen
escapar y, luego, los acuchillaron con sus sables.

Liquidada de esta manera la conspiración rivierista, Pierrot felicitó a sus soldados por la rapidez
de su hazaña en Léogane, y procedió entonces organizar su soñada gran expedición contra la
República Dominicana.

Para entonces muchos jóvenes haitianos habían perdido su entusiasmo militar y se resistían a
ser reclutados para formar parte de un nuevo ejército expedicionario contra los dominicanos.

Para evitar la conscripción forzosa un grupo de jóvenes mulatos que ya habían formado parte
de la Guardia Nacional optaron por buscar asilo en el consulado francés en Puerto Príncipe y
pidieron ser acogidos como ciudadanos franceses.

El gobierno tuvo entonces que decretar, el 9 de septiembre, que todo aquel que se matriculara

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en un consulado extranjero, perdía su ciudadanía y los privilegios inherentes a ella, como el de


seguir viviendo en territorio haitiano y ser propietario de bienes raíces.

Como puede verse, Pierrot tenía el frente interno dividido y eso se hizo más evidente en la
continua deserción de las tropas que operaban en la frontera de Hincha y Las Caobas. El
gobierno atribuía la deserción de sus soldados a la propaganda rivierista, pues muchos de
estos hombres procedían de los alrededores de Léogane y estaban convencidos de que si
Hérard triunfaba ellos retornarían temprano a sus hogares.

Según Madiou, "la desorganización y el relajamiento moral que reinaban en las tropas haitianas
de la frontera estaban extendidas por todas partes, de tal manera que algunos haitianos
notables decían que si en la parte del Este aparecía en aquellos momentos un Hernán Cortés o
un Pizarro, la República de Haití sería vencida y Puerto Príncipe sería ocupada por los
dominicanos".

Pierrot trató de enfrentar el desmoronamiento moral de sus tropas cambiando sus


comandantes militares en la zona fronteriza y reorganizando sus mandos en otras partes del
país, al tiempo que prohibía todo comercio haitiano con la parte del Este de la isla
considerando que ese intercambio servía de estímulo a los dominicanos para mantener su
insurrección.

El mes de octubre de 1845 pasó en esos menesteres mientras los dominicanos consolidaban
sus posiciones y las deserciones haitianas continuaban en la frontera central.

Algunos historiadores haitianos han señalado que Pierrot daba continuos signos de demencia
senil y que tenía un gran temor a permanecer en Puerto Príncipe, sede del poder mulato, por
miedo a ser asesinado por los conspiradores rivieristas o por sus otros adversarios.

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Dice Dantes Bellegarde que Pierrot "no se sentía a gusto en su palacio, rodeado de todos
aquellos oficiales y funcionarios que no conocía y de quienes sospechaba ciertas intenciones
hacia su persona".

Jean Chrisostome Dorsainvil afirma, por su parte, que "Pierrot temía a Puerto Príncipe y tenía
otra idea fija: el castigo que se debía infligir a los dominicanos".

Para evitar lo primero, Pierrot decidió alejarse de la capital sin comunicar sus intenciones a la
población. Así, el día 1 de noviembre de 1845 salió de Puerto Príncipe y se instaló en Cabo
Haitiano, cerca de su finca de Camp-Coq que él echaba continuamente de menos.

El pretexto de Pierrot para mudar la sede del gobierno al norte fue argumentar que desde allí
sería más fácil "restablecer la unidad del territorio", esto es, reconquistar la parte del Este.

"El verdadero motivo del traslado de la capital, dice Madiou, es el que hemos explicado en
primer lugar: desconfianza del Departamento del Oeste, el más importante de la República, en
donde Pierrot se sentía aprisionado... El traslado de la sede del gobierno al Cabo fue en gran
parte la causa de la caída de Pierrot."

Según sus contemporáneos, este anciano general negro prefería estar más cerca de sus
propiedades de la sabana de Camp-Louise en donde él acostumbraba a llevar una vida
patriarcal rodeado de sus numerosos hijos e hijas de todas las edades. A aquel período de
pocos meses durante los cuales Pierrot gobernó desde su finca, los haitianos le pusieron el
nombre de "gobierno de la sabana".

En vano trató Pierrot de apaciguar el descontento producido por su abandono de Puerto

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Príncipe apelando a la unidad nacional entre negros y mulatos, y denunciando que la parte del
Este se había separado de Haití bajo la protección de los enemigos de Haití, esto es, de
Francia, según se ve en una nueva proclama suya del 4 de noviembre.

Para Madiou, "el Presidente Pierrot había terminado por delinear netamente su política:
alejamiento del Blanco a quien él consideraba el enemigo de la raza negra; desconfianza de los
hombres de color (mulatos) que él llamaba hijos del Blanco; [y] conquista de la parte del Este.
Él no vacilaba en afirmar públicamente que los franceses habían instigado para que los
dominicanos se separaran de Haití con el propósito de restablecer la esclavitud en la parte del
Este."

Durante dos meses, noviembre y diciembre de 1845, el gobierno haitiano y el gobierno francés
mantuvieron una fuerte disputa diplomática ocasionada por la intención de Pierrot de deportar a
un farmacéutico francés de nombre Dubrac, acusándolo de estar interviniendo en los asuntos
internos del país, y de utilizar un lenguaje hostil al gobierno.

El cónsul francés, M. Levasseur, decidió proteger a Dubrac oponiéndose a la deportación, pero


después de varias semanas de forcejeos, Levasseur se vio obligado a embarcarse con Dubrac,
retirándose de Puerto Príncipe después de haber cerrado el consulado y arriado la bandera
francesa.

Este incidente produjo un enorme furor contra los franceses entre las masas de Puerto
Príncipe.

El gobierno decretó que si Dubrac volvía a pisar tierra haitiana sería condenado a muerte, y a
partir del 31 de diciembre de 1845 el consulado francés quedó clausurado y quedaron rotas las
relaciones entre Francia y Haití.

Para entonces la nueva conspiración que Pierrot presentía estaba en marcha, esta vez

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encabezada por uno de sus lugartenientes, el General Jean Baptiste Riché, en Puerto Príncipe.

Mientras tanto, el gobierno de Pierrot se hacía cada vez más impopular. La población
masculina que no deseaba ser reclutada para ir a pelear contra los dominicanos aumentó su
resistencia cuando se esparcieron las noticias del desastre de la flotilla haitiana que intentó
atacar a Puerto Plata el 24 de diciembre bajo la dirección del comandante Cadet Antoine.

Se conocen bien los detalles de este incidente. Tres goletas haitianas, fuertemente armadas y
con 150 hombres a bordo, fueron azotadas por un fuerte viento invernal procedente del norte y
encallaron en los arrecifes que protegen la ensenada de Puerto Plata.

Todos fueron hechos prisioneros, y este fracaso alimentó el pesimismo entre muchos haitianos
que ya empezaban a descartar que fuese posible someter de nuevo a los dominicanos.

Pierrot no se amilanó por ello y prosiguió con sus planes de invadir la República Dominicana.

Envalentonados por su fácil victoria en Puerto Plata, en enero de 1846 cerca de un millar de
dominicanos cruzaron el río Masacre y atacaron el poblado de Fort-Liberté defendido apenas
por 300 hombres, la mayoría de los cuales perdieron la vida.

Otras tropas haitianas habían sido derrotadas ya en las famosas batallas de La Estrelleta y
Beler, ocurrida la primera el 17 de septiembre de 1845, y la segunda el 27 de octubre.

Por eso, cuando el 1 de enero de 1846 Pierrot llamó a los haitianos a prepararse para la guerra
con los dominicanos, su llamamiento fue acogido con frialdad, temor y resentimiento. Aún así,
Pierrot continuó con sus preparativos militares.

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En una comunicación a su gobierno fechada el 10 de febrero de 1846, el cónsul francés en


Santo Domingo, Juchereau de Saint-Denys, informa que "los últimos avisos recibidos del Cabo
y de Puerto Príncipe por vía de las Islas Turcas y de Saint-Thomas confirman la noticia que
circula desde hace algún tiempo entre nosotros, en el sentido de que se realizan grandes
preparativos por parte de Pierrot para una nueva y seria campaña contra las provincias del
Este."

Pero esta campaña no pudo ser ejecutada, pues Pierrot no pudo escoger peor fecha anunciar
la marcha del ejército haitiano contra la República Dominicana: el 23 de febrero, justo al día
siguiente de haberse iniciado las fiestas del carnaval en Haití.

El descontento que produjo esta noticia entre las masas haitianas fue inmediato y violento. "Las
máscaras vociferaban contra Pierrot; le imitaban su voz, sus gestos, su forma de caminar."

A pesar de ello, el gobierno ordenó la movilización general de la población y la marcha del


ejército haitiano contra los dominicanos, pero el descontento era el mismo en todas partes,
tanto en Puerto Príncipe en el Departamento del Artibonito, y su capital era Saint-Marc.

Por eso, cuando el 28 de febrero la guarnición de esta ciudad disparó el cañón para anunciar la
marcha militar hacia la República Dominicana, "la opinión se pronunció enérgicamente contra la
tentativa de conquista del Este", dice Madiou.

Dorsainvil también narra que "cuando las tropas de aquella ciudad (Saint-Marc) recibieron la
orden del salir en campaña contra los dominicanos, se amotinaron y proclamaron la destitución
de Pierrot.

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Una delegación vino inmediatamente a Puerto Príncipe a ofrecer la Presidencia al General


Riché.
Numerosos funcionarios y jefes militares se reunieron en el Palacio de la Presidencia; la sesión,
tormentosa, casi lo compromete todo, porque Riché no era popular; ésta terminó sin embargo
con gritos escasos y poco entusiastas de: ¡Viva el Presidente Riché! (1 de marzo de 1846)."
Continuaremos.

Liquidada la conspiración rivierista, Pierrot felicitó a sus soldados por la rapidez de su hazaña
en Léogane, y procedió entonces organizar su soñada gran expedición contra la República
Dominicana.

Fuente: Frank Moya Pons/Diario Libre


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