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suficientemente interesante para amenizar este momento, y además tengo ganas de hablar, de
expresarme. Estoy seguro de que sabrás entenderla mientras bebes mi vino, porque me quieres y
conoces bien. No hace demasiado tiempo llegó a mí a un chico, un joven extraño y raro que
apareció en mi consulta manchado de restos de barro y suciedades varias. No pienses que porque
fuese especialmente descuidado, no. Era porque, para su desgracia, vivía en la calle desde la
infancia y carecía totalmente de medios. Se llamaba Jimmy, Jimmy Johnes. No era inglés ni
americano, como sugiere su sonoro nombre, pero al parecer era el que él mismo se había
adjudicado cuando tuvo uso de razón, seguramente después de ver en algún escaparate cualquier
serie de policías. Ni que decir tiene que carecía de documentación alguna, salvo las notas de
quienes me lo habían mandado para que lo revisase en mi calidad de especialista, cosa que hice sin
dudarlo.
verdad es que me había adaptado muy bien. Siempre me ha gustado la medicina, no es nuevo, pero
ya sabes que tuve momentos muy duros en los que llegué incluso a dudarlo, y en la época que te
hablo estaba recién salido de todo ello. Me encontraba instalado profesionalmente por primera vez
después de la tragedia, tranquilo, y eso en parte se lo debía al trabajo, que me ayudaba a olvidar el
modo en que el destino puede cercenar tu familia en un segundo tan sólo porque alguien, durante
una revisión rutinaria, no colocó adecuadamente las zapatillas de freno de un coche que se suponía
seguro. Carla y las niñas eran todo cuanto tenía en la vida, y la pérdida irreparable de aquella
mañana no creo que pueda ser completamente superada mientras esté aquí, jamás. Tras aquello
pasé una época muy mala en que me aislé celosamente, hasta el punto de perder mi consulta y
llegar a pensar más de una vez en hacer alguna locura, lo confieso. Pero cuando más descuidado
estaba, y sin buscarlo, me llegó la oferta de aquel puesto, el que hoy ocupo, muy lejos de donde
todo había sucedido, y eso en parte me hizo levantar un poco la cabeza, aunque no me había
recuperado plenamente. Seguía estando muy enfadado con Dios, no puedo negarlo, pero al menos
conseguí obtener el relax de la entrega permanente al trabajo, y así alivié mi tristeza. De ese modo,
una mañana recuperé algo parecido a la sonrisa, y todo comenzó a funcionar. ¿Sabes? Cada vez
que salvaba a una persona sentía que algo muy dentro de mí se reconstruía, y ladrillo a ladrillo
volvía a ser un hombre, más o menos parecido al que fui, con mi dolor, si, pero un hombre de
nuevo. Lo pensaba cada día, y de ese modo seguía encontrando fuerzas para mejorar y proseguir
con mi camino. La ironía es que de algún modo aquel maldito parón me hizo mucho mejor
Pues bien, Jimmy llegó a mí como tantos otros enfermos, sólo que en fecha tan marcada
como lo es un día de navidad. Yo no tenía que estar aquel turno, pero me esforzaba por hacer
dobles y mantenerme ocupado, lo cual nos hizo coincidir en le mismo momento y lugar. Destino,
supongo. No lo olvidaré nunca porque nada más verlo entrar en la consulta me llegó un olor acre,
feo, no demasiado intenso pero cargado de todo lo que no queremos en la vida. Pobre chico
vagabundo, pensé, pero logré que no se me notase, aunque tengo clarísimo que él a esas alturas
estaba más que curado de espanto y miradas. Hice un leve esfuerzo por omitir el detalle (a veces
apestan más las personas que suponemos normales) y escuché a aquel chaval, que a la postre sólo
Se le notaba alto, bastante, muy delgado y un poco encorvado. Su pelo, algo largo, guardaba
trazos de ser de color castaño claro, y se veía a la legua que hacía siglos que no se lo lavaba bien.
El rostro, imberbe aun, era en cambio, sereno, dulce…con unos ojos tremendamente abiertos de un
azul turquesa inmaculado que impresionaba además por el modo en que los fijaba en ti mientras le
hablabas. Era un joven muy bien parecido, aunque evidentemente eso quedaba oculto debajo de su
manto de miseria. Pero no… todo no se camufla tan fácilmente. Había algo en él, un cierto aura
que sólo poseen determinadas personas en las que nos fijamos sin saber por qué, esas que miramos
entre una multitud. Me chocaba, pero era así, y al principio noté incluso cierta incomodidad por
ello, quizás porque mi cerebro se negaba a encontrar interés en alguien tan marginal, prejuicios
que todos en el fondo portamos. Pero sí, tenía la capacidad de acaparar atenciones sin hacer nada,
cosa que pude comprobar posteriormente de manera muy directa. En cuanto a sus ropas… mejor
no decirlo, pero baste saber que no sólo eran mugrientas sino además insuficientes para el frío de
la época. A pesar de mis intentos de neutralidad sentí un atisbo de pena que no pretendía, pero que
estaba ahí.
Pues bien, Jimmy había venido aquella mañana a mi consulta porque los servicios sociales de
su distrito así se lo habían recomendado. Tenía dolores de cabeza desde hacía días, y todas las
pastillas del mundo no habían conseguido hacerlos remitir, por lo que finalmente accedió a
visitarme, cosa a la que era muy reticente, como la mayoría de los vagabundos. Tras hacerle las
hacer una analítica junto con unas radiografías y un TAC del cráneo, porque por la sintomatología
era evidente que podía tratarse de alguna lesión interna. Se mostró algo cauteloso, pero no me
costó convencerle de que era necesario, y unos días después de fin de año volví a tenerle frente a
mí, esta vez con los resultados de las pruebas en mis manos. Eran demoledoras. Tenía un tumor
muy desarrollado cerca del hipotálamo, con un exceso de presión debido a pequeños derrames que
eran los que le ocasionaban los dolores intensos. Si hubiese tenido mayor edad de los escasos 16
años que le calculábamos (no había datos por ningún lado de su nacimiento), sin duda me habría
negado a operar dado los riesgos, pero… ¡me pareció tan joven! ¡Tan injusto! Se le veía cargado
de vida, y eso, amigo, me hizo revelarme contra la ferocidad de su destino del mismo modo que un
día no pude hacerlo contra el mío sencillamente porque me atracó estando de espaldas. Una guerra
constante la que liberaba contra la muerte, sí, pero a veces conseguía vencerla. Ya sé que siempre
vuelve porque es paciente, pero al menos… al menos ganaba algo de tiempo, no se, eran las ideas
Recuerdo perfectamente aquella conversación del día que le di la noticia. Es curioso lo que te
voy a decir tratándose de un superviviente de la calle, pero…¿te he comentado que no era un chico
común? Y no lo digo por el hecho de su modo de vida, no, sino porque muy al contrario de lo
esperable, mostraba unas maneras delicadas que nadie le había enseñado, y su conversación
sonaba fluida, de un nivel intelectual que nunca terminé de entender, pero que estaba ahí.
Generalmente estas personas hablan a un volumen alto, son irascibles, relativamente hurañas, pero
éste no. Incluso las manos se notaban delicadas, de dedos largos y bien formados, sin rastros de
mala vida, y eso se aprecia cuando te fijas. A veces llegué a creer que me mentía y que provenía de
alguna familia que le había dado cierto nivel, pero los de los servicios sociales juraban que no, que
estaba en la calle desde hacía mucho, y que siempre había sabido burlar a los que lo habían
pretendido encontrar para llevarlo a algún internado de menores. No sabían como, pero así era,
aunque dudo que la beneficencia pusiera demasiado interés. Lo que supongo es que no tenía
ningún antecedente de delincuencia, y eso era lo que lo mantenía al margen de la policía, que no
se metía más allá de lo necesario para no ocupar su tiempo rellenando formularios por vagabundos
que a fin de cuentas los rigores de la calle se encargaban de seleccionar. El caso es que con el
tiempo se había convertido en un visitante asiduo de los comedores sociales y ambulatorios, donde
todo el mundo lo conocía pues despertaba cierta simpatía y admiración, en algunos casos mucha,
aunque no supe entonces muy bien por qué, enfrascado tan sólo en la figura del chico desvalido
estoy diciendo?
- Sí, señor. Usted me está diciendo que me queda poco tiempo para seguir siendo
Jimmy Johnes del modo en que se me ve aquí abajo. – me pareció muy curiosa la respuesta,
- Bueno… dicho a tu modo, puede que si, pero tampoco necesariamente. No podemos
descartar la intervención, pero la verdad es que las posibilidades de éxito serán pequeñas, eso
si es cierto.
- ¿Dolerá? – preguntó sin parpadear, sin emoción en los ojos, como si hablase de un
siempre, desde le primer momento, que tuviese una sensación extraña que no había tenido
antes. Me sorprendía una vez tras otra, y lo curioso es que era con pequeñas cosas, detalles -
- Sí. Desconocemos si es benigno, tan sólo que está alojado en un lugar muy
dificultoso para entrar, y ese es el gran problema, aparte de que parece ser que se expande
muy rápidamente, lo cual no nos da mucho tiempo. No resulta alentador lo que te digo, pero
es lo que hay.
- ¿Y qué pasa si la operación falla? – la pregunta era directa, y yo seguí al ritmo que él
mismo marcaba, contestándole sin reparos. No siempre es así, pero su aplomo me aliviaba la
Las posibilidades de que quedes sin movilidad alguna son grandes, no te voy a engañar.
decir cosas así, se por experiencia que la gente calla, piensa, digiere la noticia en silencio,
algunos estallan en lágrimas, pero este no fue el caso. Casi sin dar tiempo a nada ya estaba
abriendo la boca para contestarme, mientras me daba cuenta de que el que estaba siendo
acostumbrado a percibir.
- Muy bien, señor. Pues haga lo que crea que debe hacer. – la misma ausencia de
reacciones, la misma leve sonrisa en unos labios que se expresaban con dulzura, sin denotar
nada que no fuese el flujo del viento. Yo ya estaba muy extrañado, así que decidí sondearle y
saber si todo era un mecanismo de defensa que precediese a un derrumbe posterior, una
especie de escudo psicológico. Tenía que saberlo para poder prever afecciones anímicas no
deseables en alguien con una enfermedad tan grave, porque sencillamente sería muy contra
- La mayoría de la gente que pasa por aquí lo está. Y más aun cuando reciben noticias
- Yo no. Para mí la vida de aquí abajo no es tan importante porque alguien continuará
por mí.
- ¿Aquí abajo? Es la segunda vez que me lo dices… ¿qué quieres decir con eso?
de muchísimas pulgadas que alguien disfruta tres pisos más arriba. Las migajas del mundo.
y palabras, por el modo en que no denotaba frustración ni pesar - No me importa morir aquí,
porque se que allá arriba estoy bien y si no puedo bajar más pues lo dejaré todo arreglado y
no pasa nada. - ¿Qué podía tener que arreglar un chico vagabundo, un sin papeles de tan sólo
- Jimmy… las cosas no funcionan así. – le dije intentando machaconamente casi traerlo
Necesito que mis pacientes valoren la vida, es una premisa esencial, porque no se puede
- Si aquí abajo tienes un problema, también lo tendrás allí. En la vida real no hay
diferencia entre ambos mundos. Es más, no podrás volver arriba. Debes ser consciente de lo
que te espera si esto se complica, por eso te lo digo. De nada vale que….
- No, señor. Perdóneme que se lo exprese sin dar vueltas, pero es usted quien no lo
entiende aún. Pronto lo hará. No debe preocuparse por mi estado de ánimo, por favor. Hágalo
por mi dolor de cabeza. – Me levanté como si tuviese algo que hacer urgentemente y no dije
Vi a Jimmy varias veces aquellos días hasta que le hicimos las pruebas e intervenciones
previas y extrajimos una muestra del área afectada. Lo seguí sondeando anímicamente, y lo
bravuconada de niño después asimilé que verdaderamente se trataba de una postura firme y
clara sobre lo que le acontecía. No tenía ningún miedo, así de claro, y me preguntaba por
qué, si quizás se trataría de un rechazo al mundo que lo castigaba con la indigencia y al cual
internamente había comenzado a renunciar, pero para nada. Muy al contrario se mostraba
relativamente feliz, sin quejas inútiles y manidas, sin el deje de decadencia que generalmente
portan estas personas desgraciadas, sacudidas por todos los temporales. Era como si
verdaderamente no fuese con él, aunque por su modo de preguntar e involucrarse me daba
cuenta de que no era eso en absoluto. Le importaba, sí, pero tenía alguna esperanza extraña
que yo no podía entender, y eso me hacía admirarlo, sobre todo cuando supe que no era
creyente, y por tanto no se amparaba en ese auxilio, cosa bastante común por otro lado. Yo
maneras. Mis colegas me decían que lo dejase pasar, que el riesgo era excesivo, pero había
algo en la mirada de aquel jovenzuelo que me hacía apostar por la vida cuando los demás
casi lo desahuciaban, y por ello ordené los preparativos para intervenir un 18 de Febrero,
habitación cercana al quirófano donde me iba a encontrar cara a cara con su futuro, la 133, y
como siempre, lo hizo de buen grado, sin plantear problemas… igual que una gota de agua
en el filo de una cuchilla de afeitar, bella y fría, ausente del todo a la maldad del acero
cortante. Supe por las enfermeras y celadores que se había portado maravillosamente, y
comencé a atisbar en cada persona que me hablaba de él un cierto deje de emoción que no
entendía muy bien. Era tan incesante el flujo que emanaba de aquella criatura que cualquier
por familiares, cosa que en este caso no había. Lo pasé por alto prudentemente y sin
preguntar.
Parecía otro, y ¿sabes? Sus facciones eran casi femeninas. Resultaba difícil saber su
género a simple vista debido a su estructura ósea y la elegancia de ojos, boca y nariz. No se
como decírtelo, pero entrar allí fue como… cambiar de sitio, llegar a un lugar diferente.
Siempre tuve sensaciones inexplicables con él, y no de tipo carnal ni nada que se le parezca,
nada de eso, que nadie piense mal, por favor, pero…¡me es tan difícil organizar mis
pensamientos en una línea entendible! Se sentía una misteriosa…paz a su lado, algo sutil, y
todos lo notábamos, lo sé. Aunque de forma tácita no se hablaba de ello, pero se palpaba en
el ambiente una alta carga emocional, un aire de felicidad…. Sencillamente notable. Hasta la
luz del sol en la ventana era distinto, y se que te sonará poético, pero es cierto. Verás, soy
muy frío en mis apreciaciones, he aprendido a serlo con los años y la experiencia, y te
aseguro que todo era cada vez más distinto en su cercanía, como si estuviese avanzando hacia
Nada más entrar me encontré con la mirada del chico, que seguía siendo de una calma
insospechada, algo que afirmo una vez más y que nunca antes había notado en ningún otro de
tantos y tantos de los que llegaban a aquel momento. Me senté a su lado, y tras un breve
con ese talante tan llamativo, y justo cuando la última enfermera salió, como si hubiese
- ¿Ellos? ¿Quiénes son? ¿Tienes familia o algo así? No sabía nada de eso.
- Hábleles, se lo ruego.
- ¡No! ¡No! ¡Vaya allí! Lo necesitan. – pensé que debía tratarse de algunos familiares o
a veces los pacientes pidan cosas de la vida personal, pero era preceptivo no seguirles la
corriente.
- Lo siento, pero eso me temo que no esta dentro de mis funciones, Jimmy. Si quieres
puedo….
agradecerán y usted sabrá cosas que debe conocer. No queda demasiado tiempo ya – me di
- Pero…
- Bien, lo haré. Dime donde he de ir. – me escuché decir eso a la vez que no daba
crédito a lo que estaba haciendo. No se aun como ocurrió, pero ya estaba hecho, así que seguí
adelante.
- Arriba.
- ¿Arriba de dónde?
- Usted suba… suba arriba, no dude. Ya le dije donde vivo. – entonces recordé y de
repente tuve un atisbo del ridículo que se abalanzaba sobre mí, me estiré en la silla y levanté
la voz un poco más de lo debido. Un celador nos miró, y fue cuando me acerqué al oído de
Jimmy. Entonces, con la ofuscación, no presté atención, pero ahora, con el punto de vista que
da el tiempo, puedo asegurarte que aquel olor intenso a rosas parecía provenir de él. ¡Y no
era perfume!
- Tenga fe, señor. Tenga fe en mí y suba. Le hará mucho bien hacerlo. – volví a
quedarme colgado en aquellos ojos tremendos, fuertes como ninguno. Era todo muy raro,
- Justo al final de la calle Marqués hay un edificio viejo. – me dijo en un susurro dando
por sentado que yo haría lo que me solicitaba. Sin duda sería así, pero ¿por qué lo sabía ya? -
Una de sus paredes está caída, y por ella se entra a una rampa que conduce al tejado. No es
- Hábleles a quién.
- Bien. Dejémoslo por hoy.- me sentía aturdido - Mañana volveré. – me levanté sin
dejarle hablar más, aunque pese a estar de espaldas seguía notando como me taladraban
aquellos ojos. No me hallaba incómodo con ello, no, pero era consciente de que sea como
fuere conseguían llevarme a su terreno con cierta facilidad, y eso me enervaba, porque en el
fondo me daba cuenta de que conseguía conducirme a donde quería. Jimmy Johnes había
Terminé mi turno a las cinco en punto y no podía evitar sentir una profunda curiosidad
por lo que habría tras la conversación de aquella tarde, y en especial por contar a esas
personas, si en verdad existían, lo que estaba a punto de acontecer, de manera que con una
mezcla detectivesca y humanista me lancé con el coche hasta la calle Marqués, aparqué y me
interné en ella para encontrar el edificio que el chico me había descrito. Fue insólitamente
fácil, pese a que mi navegador no tenía datos de esa dirección concreta. Incluso el entorno
parecía no estar cartografiado, por lo que pensé en un posible error de los mapas, nada
Todo parecía desierto, sin gente, como si la manzana entera estuviese deshabitada, y
con un silencio espeso que casi se palpaba, pero no sentía la menor sensación de riesgo. Con
el tiempo me he dado cuenta de que lo que realmente buscaba allí aquella tarde era otra cosa,
no sólo hacer realidad el deseo de un enfermo que podía estar en sus últimas horas, no era
eso. Había un toque de egoísmo… Era saber…conocer más de Jimmy y entender su forma de
afrontar la vida y la muerte, algo que yo habría envidiado hacía no demasiado cuando
secretamente quería abandonarlo todo. El chaval no estaba loco ni padecía de nada que no
fuese su terrible enfermedad, de eso estaba seguro, así que deseaba saber más y más, conocer
el origen de esa fortaleza en alguien que no había gozado del cariño, la educación o el simple
calor de una casa estable en toda su vida. Esa era la verdad, el motivo de mi excursión a los
Era antiguo, sí, y muy alto, con aspecto de haber sido en su momento una fábrica o
industria de gran nivel. Las plantas no parecían haberse derrumbado, y se adivinaba muy
compartimentado, con muchas estancias, quizás viejas oficinas. Todo en ladrillo rojo antiguo,
sólido, no como las construcciones de hoy día, que parecen de papel. Entré por donde él me
indicó y encontré aquella rampa de escombros justo donde debería estar, algo peligrosa a mi
parecer en contra de lo que me dijo, pero estable. Anduve por ella con cuidado y subí hasta el
mismísimo techo, donde lo primero que me llamó la atención es que resultaba estar mucho
más alto de lo que el edificio aparentaba visto desde abajo. Evidentemente pensé que se
trataba de una ilusión óptica, pero la vista de la ciudad era espléndida bajo aquel sol
reconfortante del atardecer. Rebasé el último peldaño de una vieja escalera en la que
remataba la rampa y me encontré sobre un gran tejado levemente inclinado pero de aspecto
seguro. No había nadie allí, así que lo primero que pensé fue en lo inocente que me había
mostrado para hacer semejante tontería, deseando que nadie me hubiese visto. Mi voluntad se
mostraba voluble antes de tiempo, sí, pero es que la situación era muy rara, entiéndeme.
Era grande aquella superficie, y estaba cubierta de gravilla de la que se usa para aislar
de las inclemencias meteorológicas. Crujía bajo mis zapatos mientras me acercaba a unos de
los extremos, donde había una ancha salida de chimenea tras la cual se adivinaba alguien
justo por su reveladora e indiscreta sombra. Era un niño de no más de 6 años que tenía en sus
brazos un gatito. Me miró y habló con voz muy dulce mientras me agachaba sin querer
familiar.
- Hola. Sí, verás… busco a… la familia de un chico mayor que tu que se llama Jimmy.
- Sé quien es. Jimmy no tiene familia, pero todos los días viene aquí a esta hora y se
- ¡Oh! ¡Vaya! Me temo que hoy no vendrá, pero dime ¿de verdad que no tiene familia?
¿Estás seguro?
rotos, pero acepta nuestras bromas. Es muy bueno. ¡ahí vienen los otros!
Entonces me volví y los vi, justo antes de que el suelo empezase a crujir bajo sus pies.
Venían desde la rampa. Era un grupo de niños en silencio, una docena más o menos, y me
miraban con un cierto aire sonriente que no entendía muy bien, pero al que respondí
peligrosa, pero si que era rara y algo enervante, con un toque irreal. Estaban tan mugrientos
como Jimmy el día que lo ví por primera vez, y al instante me di cuenta de la posición tan
incómoda que ocupaba con aquel traje caro, la corbata de seda y los zapatos de 600 euros el
par en un techo ocupado por peques que carecían de casi todo. Si, había incurrido en un fuera
- Jimmy no tiene familia – me contestó uno. Yo entonces pensé que todo se estaba
convirtiendo en una locura, y comencé a desear irme de allí arriba y que nadie se enterase de
aquello, a fin de cuentas seguía siendo el mismo hombre cerrado en mi y con un toque de
desencanto, así que mi reloj interno comenzó a marcar una cuenta atrás que nada más que mi
- Bueno, pues si no tiene me voy. Sabed que vuestro amigo está enfermo y que
- ¿Y quien nos alimentará? – dijo una niña de no más de 5 años que acababa de subir.
- ¿Cómo?
- Que quién nos traerá la comida, quién nos vestirá si él no está. – esta vez habló uno
algo mal encarado que estaba cerca del borde del tejado sin el menor miedo a caer.
- Señor, no sabemos quien es usted, pero está claro que conoce a Jimmy. Sin embargo
se muestra sorprendido por nuestras preguntas. ¿Acaso no sabe nada de él ni de lo que hace?
- No, no… veréis… Yo soy su médico. Mi nombre es Estanislao, y desde luego que no
le busco a él. Se muy bien dónde está ahora mismo, lo cuido y voy a intentar curarlo.
- ¿Curarlo? ¿A Jimmy?
- Bueno… lo intentaré, desde luego. Soy médico, como os he dicho, y de eso sí que se.
- Señor, él nos ha recogido de ahí abajo y nos ha traído aquí arriba. Nos protege y nos
alimenta. No le haga daño – de nuevo hablaba la más pequeña de todos. Tenía una vieja
muñeca en sus brazos medio rota que apretaba contra sus tirabuzones dorados. Una gran
duda me asaltó de repente. ¿Y si el chico era un tunante y los tenía retenidos de algún modo?
- ¡Oiga! ¿Usted no oye? No es un delincuente. Jimmy nos recogió a todos, uno a uno,
de la calle cuando estábamos abandonados y a punto de morir. Nos trajo aquí y nos dio la
vida. El nos obliga a respetarnos y nos enseña sus mandatos para que sepamos sobrevivir en
- ¡Dios mío!
- ¿Dios? No. No ha sido él. – dijo el mal encarado alejándose del filo del tejado. Él nos
abandonó a nuestra suerte cuando no podíamos defendernos. Ahora ya somos muchos y nos
pequeña mientras me daba en la mano un pequeño objeto. Era una medallita con una imagen.
mucho - La sonreí y la guardé en uno de mis bolsillos mientras sólo pensaba en fantasías de
Sólo se que me fui de aquel tejado lleno de gravilla crujiente con la convicción de
informar de ello a las autoridades, y así lo hice. Aquellos niños estaban solos e indefensos,
calle Marqués no figuraba en el callejero, por lo que la señalé en el mapa, aunque en aquel
cuadrante aparecía un amasijo de espacios que no se parecían al lugar donde había estado
hacía pocos minutos. Tampoco Google Earth reflejaba información visual alguna. Tras
que en media hora estaba de vuelta en las inmediaciones de donde había tenido mi encuentro
con los niños. Allí no había nada. Ni calle ni edificio. Miramos por las cercanías a ver si me
había confundido, pero fue imposible encontrar el menor rastro, como si todo se lo hubiese
tragado la tierra. Finalmente tuve que desistir mientras aquel agente comenzaba a refunfuñar
por lo que para él era una pérdida de tiempo, y recordé el modo en que me aseguraron que
nadie encontraría el lugar sin el consentimiento del chico. ¿Qué estaba pasando?
No pude dormir.
sorprendió un tremendo aroma a rosas, muy poderoso, magnífico, pese a que sólo había una
flor, la que las enfermeras le habían puesto en sustitución del ramo del día anterior, así que
supuse que sería algún ambientador nuevo, pero desde luego era notable su realismo e
intensidad, aunque no lo habían usado en las otras habitaciones. No presté más atención, y
me fui hacia el chico que me miraba ya con sus ojazos taladrándome, sonriente, seguro. No
sé, pero… creo que ya sabía lo que había pasado, aunque no entiendo cómo. Era una
sensación. Y ¡cielos! Recuerdo que la rosa era enorme. La más roja que había conocido.
- Dime dónde estuve ayer, Jimmy. Necesito saber que no estoy loco. ¿De dónde saqué
- Esa medalla es de Besi, una de las más pequeñas. Es muy linda, ¿verdad?
- ¿Sabe dónde encontré a Besi? – callé en un silencio que admitía mi curiosidad – Ella
cordón umbilical. Estaba sangrienta, húmeda, pegajosa y enfriándose por momentos. Apenas
lloraba. La habían tirado viva, pero aquel amanecer supe de algún modo que nunca puedo
explicar que estaba allí, igual que con los otros, y la recogí justo a tiempo. La llevé con
mucho cuidado a ese edificio que ayer conoció, a una de las habitaciones más ocultas, de las
pocas que conservan puerta y cerrojo. Es una muy especial, por donde todos han pasado, y la
abrigué con ropas que buscaba y curé con medicinas que me daban. Allí la tuve mucho
tiempo, señor, la alimenté desde su nacimiento, y ya casi tiene 5 años. ¿A que es preciosa?
- Porque ella es especial. Igual que los demás. No hay centros para nosotros.
- Jimmy, a veces esas cosas ocurren. Puede que sus padres se arrepintiesen, puede que
se les hubiese encontrado un hogar…hay muchas cosas que se pueden hacer con estos casos.
- Señor… ellos son distintos. Sólo deben llegar a la madurez para que su naturaleza se
haga presente y traigan luz al mundo, pero eso es imposible si están inmersos y corrompidos
- Son niños, Jimmy…. Especiales para ti, si, pero sólo niños.
- Ya lo comprobará usted mismo con el tiempo. Ve cosas extraordinarias cada día, las
su momento.
- Porque para subir no basta con terminar las escaleras, señor. Podrá llegar cuantas
veces quiera, pero habrá de hacerlo limpio de corazón. Usted ha visto mi mundo de arriba, y
- De amor, señor, Sólo va de amor. Usted haga cuanto debe, y ya sabrá las respuestas.
Confíe en mí. – me miró hasta el fondo de mi alma, lo sentí así. – Tenga fé, ya se lo dije ayer.
Aquella mañana me tomé con cierto relax mis obligaciones, por supuesto sin desatender
los temas importantes, e hice algunas pesquisas en los centros de acogida y comedores donde
el chico había sido visto a veces. De repente me intrigó muchísimo saber por qué era tan
apreciado en esos lugares, y es que temía la posibilidad de que todo no fuese más que un
En un par de horas supe cosas, amigo, cosas…diferentes. Al parecer se dejaba ver con
cierta frecuencia y acaparaba comida, ropa y a veces juguetes y algunas chucherías. No eran
para él, eso desde luego, porque casi siempre eran tallas pequeñas, ropa de niño. Alegaba que
tenía muchos hermanos, y a pesar de que generalmente intentaban controlarle las cantidades,
él cogía las vueltas al personal y a los centros para saber exactamente de quién y cómo
conseguir cuanto precisaba. Hacía eso más o menos una vez por semana, de día o de noche, y
100km, cosa que no conseguía entender porque no era fácil el desplazamiento a esos lugares,
gracias a que regalaba tabaco a las chicas de recepción, cartones enteros a cambio de
aspirinas y similares, nada importante, cosa que me escandalizó en principio, pero que tomé
por un toque de picardía. Ese tabaco lo ganaba como pago a un trabajito que se había
buscado buzoneando publicidad para una cadena de tiendas de la que conocía a una de sus
directoras, a la que lavaba el coche a mano cada quince días. Los euros que conseguía los
reinvertía, y asómbrate por esto, en quinielas y bonolotos, de tal guisa que regularmente una
vez al mes conseguía un discreto premio que no ascendía jamás más allá de 150 euros, con
sospechas, y ya se que las leyes de la probabilidad son inapelables, pero es lo que hay. El
sencillamente hacía apuestas que después ganaba cantidades pequeñas que no despertaban
sospecha, ni me preguntes cómo se hace algo así, porque no veo manera. Ese dinero lo iba
reuniendo, y cuando tenía suficiente hacía que los chicos pasasen por la consulta del dentista
para una revisión, les compraba cosas necesarias o los invitaba a comer una hamburguesa
después de la sesión infantil en un cine al que iban casi arregladitos. Y así todo…. ¡Y mucho
más!
independiente, un principado de los tejados, para mantener con vida a niños desamparados, a
los que daba cobijo, calor, comida, atenciones médicas y ropa. ¡Y todo con sólo 16 años!
Mantenía unas normas claras sin necesidad de imponerse a la fuerza porque todos le querían
y respetaban. Allí arriba su palabra era la ley, y ni a Dios se podría profesar mayor fe que la
que aquellos pequeños le tenían pese a sus edades. Además, su trato con el personal de los
centros… era perfecto, amable, inteligente… se ganaba a todo el mundo desde el principio, y
estoy seguro de que más de uno hubiese hecho cualquier cosa que le hubiese pedido.
Mira, había aprendido a leer gracias a una profesora de piano a la que después
entrevisté, y que recordaba no sólo su forma increíble de aprender, sino el modo en que era
capaz de interpretar piezas musicales sin haberlas estudiado, por pura intuición, sin técnica,
eso sí, pero emotivamente y de manera inapelable. No recordaba a nadie tan inteligente. Lo
mejor es que todo ese saber después se lo transmitía a sus niños de allá arriba, como él los
llamaba. Se hizo con una pizarra abandonada del viejo centro escolar, y con ella les enseñó lo
que consideraba necesario para que pudiesen salir del abandono cuando estuviesen
asuntos políticos para, según él, no pecar nunca de los mismos errores para con los suyos!
¡Ese era Jimmy Johnes! el chico que tenía en la habitación 133 muriéndose de un tumor
Bueno… a eso de las tres fui a la habitación donde reposaba. Le habían dado una
sin poder disimular su atracción, y el caso es que ni ella misma supo responderme a por qué
se sentía así. Tan sólo era consciente de que no era normal, y de que todas y todos opinaban
lo mismo. El olor a rosas ya inundaba buena parte del pasillo, y yo seguía fascinado y
subjetivas.
Así como media hora después dos de mis colegas me llamaron a consulta para que
observase unos resultados y les diese opinión. Eran de los enfermos que ocupaban las
de ser operados. Sin embargo y contra todo pronóstico las manchas negras habían remitido
de manera anómala en las últimas horas, reduciéndose la necrosis de un modo que no daba
lugar a dudas. Ni siquiera los TAC originales, efectuados meses antes, presentaban ese
estado, hasta tal punto que coincidimos en que aparentaban ser las imágenes de hacía mucho
tiempo, cosa imposible, pero que teníamos delante. Era muy extraño, porque además eran
dos los casos, para lo cual debía haber algún tronco común, y ¡claro que me vino el chico a la
cabeza!
- Pero…¿cómo es posible?
- Lo que quieras.
Cuando llegué a la habitación, a eso de las tres, Jimmy estaba mal. Lo habían sedado
porque tenía grandes dolores, y dormía. No me pareció normal y temí que algo hubiese
cambiado con celeridad, así que dispuse un TAC urgente de cuerpo entero. Lo que descubrí
me dejó sin habla, porque con toda nitidez el chico tenía ahora tres focos tumorales. El ya
rápido para ser de origen metastínico, pero allí estaban. Aquello cambiaba todos mis planes
respecto a la operación, y sentí una tremenda tristeza a la par que muchísima confusión.
Me quedé toda la tarde pendiente de él, y cuando despertó le hablé sin querer forzarle.
- Hemos hecho todo, Jimmy, pero no se que más intentar para poder curarte. Creo que
- ¿Sabes? Hemos detectado dos tumores más en tu cuerpo… y no entiendo qué hacen
ahí.
- Lo se.
- ¿Lo sabes?
- Si. Pero se irán conmigo, no se preocupe por ellos. Ya no harán mal a nadie.
- ¿Cómo puedo explicarme esto, Jimmy? ¿Cómo puedo razonar lo que estoy viviendo
- Oye, Jimmy….yo…
- Tranquilo, señor. No es necesario que diga nada. Sus dudas las quitará la fe algún día,
ya verá.
podré asimilarlo.
- Usted no necesita mis explicaciones, sino perdonarse. Ha sufrido, si, pero como
todos. Ha sido tan víctima como cualquiera de este baile de locos que puede llegar a ser la
vida, y está aun tan herido que no se ha dado cuenta de que también hay trazos de color
debajo de los tintes grises con que ha teñido su caminar. Todo va a estar bien porque es usted
una buena persona, y las buenas personas merecen segundas oportunidades, pero ya se lo he
dicho muchas veces. Tenga fé, fé en todos, pero empezando por usted. Mis explicaciones no
- Para usted ya he hecho todo cuanto debía. Sólo le pido un favor, un deseo personal…
- ¡Hágalo! Usted sabrá hacerlo cuando despierte de nuevo ese que antes fue. Sólo debe
querer.
- ¿Sí?
- Sabía que se daría cuenta, pero trabajo le ha costado derribar sus barreras.
- Si, así es, pero lo importante es que tenías razón. Nada de lo que aquí duela dolerá
allí.
enfermera y un celador, y lo digo porque si no hubiese sido así habría pensado que alucinaba.
Nada más cerrar los ojos el olor a rosas se intensificó aun más, se volvió espeso, casi
palpable. Yo no acababa de echarme hacia atrás en el asiento cuando del cuerpo de Jimmy
comenzó a emanar una extraña luz al tiempo que de su boca salía un pequeño quejido. Supe
inmediatamente que había expirado, pero estaba atónito con el resplandor. Al principio era
leve, abrillantando la piel allí donde era visible, pero después no sólo surgió de su cara y
brazos, sino que traspasó ropas sábanas. Era blanca, muy fuerte…pero no molestaba. Duró
unos 15 o 20 segundos.
Y todo acabó.
Falleció de tal modo que su cuerpo quedó levemente rosado, sin rastro alguno de
sufrimiento, como si durmiese, pero no del modo tópico que se suele usar para no aceptar lo
que acaba de suceder, no. Estaba sencillamente perfecto. No se lo que era Jimmy Johnes,
pero puedo asegurarte que desde luego alguien muy especial, y que conste que no creo en
santidades ni opios del pueblo, no. Era alguien sensacional el que se había ido, en silencio,
sin propagandas, sin mensajes proféticos, sin más. Uno más de la calle que nunca habría
Todos los restos de tumor en los otros dos enfermos de la planta desaparecieron en las
pruebas del día siguiente, y yo estaba seguro de que habían perecido con el cuerpo del chico,
pero me negué a la autopsia porque no quería saber ya nada más de lo que allí dentro se
que había ocurrido, sin deseo alguno de que se generasen rumores y bagatelas que
¿Sabes? Me metí al baño para llorar cuando fui consciente de que ya no estaba, y lo
hice como hacía mucho, igual que un crío. No se cómo, pero entonces noté que algo
cambiaba en mi, que me liberaba con ello, e imaginé que mis peores pensamientos eran
absorbidos también por ese chico excepcional cuyo cuerpo yacía fuera.
Pasaron diez o quince minutos, y al salir la voz se había corrido ya por todo el edificio
de manera sorprendente, porque había allí más de veinte personas mirando aquel hermoso
pasaban por allí y que eran absorbidos por lo que no sabían qué era. Sencillamente algo
ocurría y tenían que estar, así de simple, eran llamados, convocados por lazos que no
Observé que Tomás Gutiérrez, el enfermo con cáncer de tórax de la 134, le agarraba la
mano y la besaba con reverencia y lágrimas en los ojos. Sin que nadie le dijese nada sabía
Era de noche ya cuando salí del hospital, y estaba abatido pero no dudé un segundo lo
que tenía que hacer. No sabía si encontraría la calle Marqués, sin embargo allí estaba, con su
edificio, su rampa… como si todo estuviese esperándome, tal como él me dijo que lo
encontraría si llegaba con el corazón puro. Subí pesadamente las tres bolsas de comida que
había conseguido en el hospital sin dar muchas explicaciones, me senté en el centro del
noche no demasiado fría de febrero. Me pregunté a cual íbamos después de morir, pero me
centré más en imaginar una vida bien llevada y en llegar a ese momento en paz. Si era así
Estaba muy cansado por tantas emociones, y me dormí sobre el suelo frío, con la
chaqueta haciendo de almohada, pero no tardé mucho en despertar por el ruido de la gravilla
que se alborotaba bajo los pies de los pequeños que no cesaban de moverse cerca de mí.
- Yo. – puedo jurar que me sentí grande al afirmar aquello, lleno de energía y fuerza.
Acababa de sellar mi primer pacto de futuro - Le dí mi palabra y lo haré. Una vez perdí todo
cuanto quería y me olvidé de agradecer la vida. Ahora nuestro Jimmy me ha dado algo por lo
que luchar. Él también me ha salvado. El gran Jimmy Johnes ha velado finalmente por todos
nosotros.