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Las Edades Del Hombre en Los Libros de Emblemas Españoles
Las Edades Del Hombre en Los Libros de Emblemas Españoles
' En relación con el tema de este trabajo, destacamos, por ejemplo, aquellos correspondientes a los lemas
¡n iuventam, In quattuor anni témpora, Scyphis Nestoris y los dedicados a la opuesta simbología del
almendro (precocidad) y el moral (fructificación tardía).
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
6 A . BERNAT VISTARINI / J. T. CULL Criticón, 71, 1997
latinas del milanés, más o menos comentadas (es notable la debida a Francisco Sánchez
de las Brozas, 1573), circularon en castellano algunas muy divulgadas traducciones
(Bernardino Daza Pinciano, 1549) o amplificaciones (Diego López, 1615) a las que
eventualmente aludiremos2.
2
Al final incluimos un Apéndice donde se desarrollan las abreviaturas. Para las cuestiones bibliográficas,
remitimos a Pedro Campa, Emblemata Hispánica. An annotated Bibliography of Spanish Emblem Literature
to the Year 1700, Duke University Press, 1990. Advertimos desde aquí que respetamos la ortografía original
de las citas pero corregimos la acentuación y la puntuación. Este trabajo tiene su origen, en parte, en The
Second Minnesota Conférence on Cultural Emblematics. Telling Images: The Ages of Life and Learning, que
organizaron Ayers Bagley y su Emblem Studies Group en abril de 1995.
' «Como en otras facetas ampliamente comentadas de la realidad del Siglo de Oro, en la enseñanza de
las primeras letras una cosa eran las leyes y deseos teóricos y otra muy distinta la realidad cotidiana» (Nieves
Baranda, «La literatura del didactismo», Criticón, 58, 1993, p. 34).
4
Muchas de las ideas que irán apareciendo, ei. especial las de Covarrubias, pueden contrapuntearse
abundantemente con referencias a Huarte. Ver Juan Huarte de San Juan, Examen de ingenios para las
ciencias, ed. de Guillermo Seres, Madrid, Cátedra, 1989. Ver también G. A. Pérousse, «Le Dr. Huarte de San
Juan: Pédagogie et Politique sous Philippe H», Bibliothèque d'Humanisme et Renaissance, XXXII, 1970,
pp. 81-92.
5
No es nuestra intención trazar aquí un panorama de la educación en la España del Siglo de Oro que,
por otro lado, está siendo objeto de renovados análisis en profundidad. Remitimos a Eugenio Garin, La
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LAS EDADES DEL HOMBRE '
Que el uso de la vara o la palmeta era común y constatado desde antiguo en España,
nos lo ilustra la anécdota que cuenta el mismo Vives en sus Diálogos al hablar del
preceptor cuyos consternados lamentos se oyen en todo el vecindario porque ha
extraviado la vara, su más preciado instrumento de trabajo. 6 Más tarde, la mención
cervantina, en el Coloquio de los perros, de cómo los jesuítas aleccionan pacientemente
a sus estudiantes, aunque con un puntillo de indeterminación irónica, muestra un
estado de mayor sensibilidad y comprensión hacia la educación de los niños,
especialmente en la Compañía de Jesús7. Con todo ello, don Sebastián de Covarrubias
no podía dejar de reflejar y lamentar el excesivo uso del castigo corporal en el proceso
educativo. Su Elementa velint ut discere (Para que quieran aprender las letras) presenta
al conocido maestro centauro 8 que tiende una golosina a un niño sentado con un libro
(la cartilla) abierto. El epigrama aconseja que el maestro sea amable para que el alumno
no le tenga miedo y, de este modo, vaya aprendiendo con facilidad placentera. Añade
Covarrubias que si el niño es de buen natural (de noble origen) aprenderá mejor si se le
recompensa con dulces que si se le reprende a golpes. En su comentario en prosa,
protesta de que
los maestros que enseñan a leer y escrivir, y aun los gramáticos de primera classe que tratan
con muchachos, suelen ser tan crueles que con razón los podemos llamar Tyranos... Yo no
contradigo el castigarlos, pero querría fuesse con moderación y prudencia (Cent. 1, Emb. 82).
Y otro centauro, esta vez explícitamente Quirón, hace aparecer Covarrubias entre
sus emblemas (fig. 1). Bajo un lema extraído de Terencio, Pudore satius quant metu
(Vale más por respeto que por miedo), vemos a Quirón ante sus discípulos, blandiendo
educación en Europa. 1400-1600. Problemas y programas, Madrid, Crítica, 1987; VV. AA., De
l'alphabétisation aux circuits du Uvre en Espagne, xvr-xix' siècles, Paris, Éditions du Centre National de la
Recherche Scientifique, 1987; C. Cárceles Laborde, Humanismo y educación en España (1450-1650),
Pamplona, EUNSA, 1993. El profesor Víctor Infantes está dirigiendo un amplio proyecto de investigación que
ha de poner en claro el estado real de la educación en aquellos años.
^ «Los que van a la escuela», en Luis Vives, Diálogos sobre la educación, Madrid, Alianza Editorial,
1987, p. 4 1 .
7
Los jesuítas de Sevilla, dice, «... los reñían con suavidad, los castigaban con misericordia, los animaban
con ejemplos, los incitaban con premios y los sobrellevaban con cordura» (Novelas ejemplares, Madrid,
Cátedra, 1981, vol. H, p. 316). Pero es bien cierto que, exagerando la idea de la corrupción nativa del hombre
y de su perfeccionamiento por el dolor, se llevaba fielmente a la práctica la máxima de que la letra con sangre
entra. Así, la estampa del pedagogo se compara a la de un monstruo. Tuvo que ser aquella parte del
humanismo más comprometida con una nueva civilización y con una idea menos negativa de la naturaleza
humana la que, no sin respuestas airadas, hiciera oír su voz ante tales atrocidades. Ver los testimonios de
Erasmo, Vives, Rabelais, Vida, Montaigne, Charron, Palmireno, Gaspar de Tejada y Juan Bonifacio recogidos
en este sentido por Félix G. Olmedo en su Juan Bonifacio (1538-1606) y la cultura literaria del Siglo de Oro,
Santander, Publicaciones de la Sociedad de Menéndez Pelayo, 1939, pp. 64-72. Sin duda el jesuíta Juan
Bonifacio, maestro entre otros de Juan de la Cruz, tiene el mérito de ser el iniciador en España de una nueva y
más dignificadora valoración de la infancia y de la práctica pedagógica, que luego se desarrollaría más. Ver
C. Cárceles Laborde, op. cit., pp. 405-416. Ver también E. Garin, op. cit., pp. 75-82, para la lucha de algunos
humanistas europeos contra el castigo corporal.
' Aunque no lo nombre, se trata de Quirón, ya presente en el emblema de Alciato Consiliarii principum.
Ver el completo estudio de Ayers Bagley, «Chiron the Educator», en Alison Adams (ed.) Emblems in
Glasgow. A Collection of Essays drawing on the Stirling Maxwell Collection in Glasgow University Library,
University of Glasgow French and Germán Publications, 1992, pp. 1-24.
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8 BERNAT VISTARINI / J. T . CULL Criticón, 71, 1997
La bestialidad y tiranía con que algunos enseñan y castigan a los niños me está espoleando
contra ellos. Yo no digo que del todo dexen de corregirlos y amenazarlos, pero esto se deve
hazer con templança y moderación, y con particular cuydado de enseñarlos, porque el tiempo
que gasta un muchacho en España en leer y escrivir, basta en Italia y en otras naciones para
esso, y para aprender Latín y Griego, tañer y cantar, y otras abilidades, no porque tengan
mejores ingenios que nosotros, sino porque los maestros enseñan con arte y los padres no se
descuidan de sus hijos (Cent. 3, Emb. 11).
Fig. 1
Covarrubias construye otros emblemas alrededor del tema del castigo corporal. Uno
de ellos representa la imagen de una vara, un azote, un tintero y unos libros sobre una
mesa, con el lema Quae prosum sola nocendo (Soy la única que favorezco a los que
quiero hacer daño). En el epigrama, la vara personificada habla encareciendo los
beneficios que reporta su utilización en orden al adecuado aprendizaje de las lecciones y
al destierro de la pereza. Pero el comentario en prosa modera bastante tales aserciones;
de hecho, dice, normalmente los golpes «no levantaban chichones y sonando mucho
dolía poco» (Cent. 3, Emb. 37). En Parce puer stimulis (Sé parco, muchacho, en el uso
de la aguijada), Covarrubias emprende otra vez la defensa de la razón frente a la fuerza:
«El mancebo y el potro son briosos... / Fatigaldos, no estén jamás ociosos, / Domaldos,
en el campo, y en la escuela, / El hombre con razón, y con dotrina, / Y al cavallo con
vara, y disciplina» (Cent. 1, Emb. 64).
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LAS E D A D E S D F. I. H O M B R E ?
Tales efectos, contrarios entre sí, nacen del nacimiento y crecimiento deste árbol y de aquella
flor, por lo mórbido o duro en que se criaron. Y tales se ven en la educación de los príncipes,
los cuales, si se crían entre los armiños y las delicias, que ni los visite el sol ni el viento, ni
sientan otra aura que la de los perfumes, salen achacosos e inútiles para el gobierno, como al
contrario robusto y hábil quien se entrega a las fatigas y trabajos (Emp. 3, 31-2).
Tales son los cavalleros mocos nobles que en sus tierras viven regalados de sus padres, y
verdes en sus pensamientos y obras, pero compelidos a salir a reynos estraños, se endurecen
en el trabajo, y mudan de condición (Cent. 1, Emb. 41).10
9 Huarte de San Juan traza la explicación fisiológica de los perjuicios para el desarrollo intelectual de una
infancia excesivamente regalada. F.l exceso de humedad propio de la vida muelle, dice, hace que «aunque
tengan ayos y maestros y trabajen con mucho cuidado en las letras, se les pegan tan mal las ciencias» que la
familia acomodada deberá abandonar algunos de sus hábitos (cd. cit. p. 674).
10
La creencia de que el coral es blando y mecido por las olas mientras está bajo el agua, y que se
endurece de inmediato al contacto con el aire, es antigua. La documenta bien el mismo Covarrubias en el
Tesoro: «Según Teofrasto, en el Tratado de las piedras preciosas, vide Plinium, lib. 32, cap. 2, es un arbusto
blando que nace debaxo del agua, de color verde, cuya frutilla redonda es blanca. Éste, al punro que sale del
agua y le da el aire, se endurece y se convierte en piedra, trocando el color verde en un roxo encendidíssimo y
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10 A. BERNÂT viSTARiNi / j . T. c u u Criticón, 7 1 , 1997
De ánimos viles y apocados es no saber los mocos apartarse del regalo de sus padres, y assí
salen viciosos, traviesos y holgaçanes, inquietadores de la república, disfamadores de las
honras de las mugeres y donzellas más recogidas, alborotadores del pueblo, y con los quales la
justicia no se sabe dar maña a reprimirlos, por no afrentar a sus padres y a sus deudos. Ahí
está Flandes, Italia, las dos Indias y el mundo que es muy ancho, a donde podrían salir a ser
hombres, forcándolos sus mesmos padres a ello (Cent. 1, Emb. 35).
Ninguna juventud sale acertada en la misma patria [...] Los españoles, que con más
comodidad que los demás pudieran praticar el mundo, por lo que en todas partes se extiende
su monarquía, son los que más retirados están en sus patrias, sino es cuando las armas los
sacan fuera délias (Empresa 66, 456-58).n
perfeto. De que se endurezca saliendo al aire, haze mención Ovidio, lib. 15 Metamorphoseon...». Quizá sea
por todo ello que el coral rojo se convirtió en amuleto otorgado a los niños para propiciar su crecimiento
saludable y protegerlos de hechizos, como vemos, por ejemplo, en el retrato de La infanta María Ana con
sonajeros (1602) de Juan Pantoja de la Cruz. Pero, dentro del pensamiento analógico que rige la imaginación
emblemática, esta aparición del coral podría justificarse aquí plenamente por la hipótesis humoral de la
pedagogía de Huarte de San Juan: «Lo segundo que conviene es que en naciendo el niño le hagamos amigo
con los vientos y con las alteraciones del aire y no le tengamos siempre en abrigo, porque se hará flojo,
mujeril, nescio, de pocas fuerzas, y en tres días se morirá» (éd. cit. p. 676).
' ' Ser ciudadano del mundo era uno de los ideales rescatados por el humanismo y que se intenta llevar a
la práctica educativa. Garin reproduce un largo texto de De la sagesse de Charron (1601) donde aprender,
vivir, leer y experimentar se enlazan: «... Y no existirá nada que degenere y esclavice el espíritu como hacerle
[al niño] conocer una única opinión, creencia o forma de vivir. Qué equivocación y qué flaqueza es pensar
que todos caminan, crecen, hablan, actúan, viven y mueren como en nuestro país [...]. Este espíritu universal
se debe adquirir tempranamente 1...]» (E. Garin, op. cit. pp. 195-6). En España pasan a ser proverbiales los
nulos deseos de movilidad. La Condesa d'Aulnoy, por poner un ejemplo, se burlaba del abogado anciano que
con un pie en la tumba da la bendición a sus hijos dicicndoles: «¿Qué mayor gloria, queridos hijos míos,
puedo descaros, aparte de pasar toda vuestra vida en Madrid, que sólo abandonéis este paraíso terrenal para
ir al cielo? [...] Por mi parte —apostilla la condesa— estoy persuadida de que entra por mucho la vanidad en
el amor que sienten los castellanos hacia su patria» (Un viaje por España en Î679, Madrid, La Nave, s. d.,
p. 383).
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L A S E D A D E S D E L H O M B R E 11
Andrés Mendoes otro autor que dedica sus emblemas a la educación del gobernante
y también ataca la molicie del joven príncipe. En uno de sus «Documentos», presenta a
Licurgo entre sus subditos señalando con su cetro a un perro que en la lejanía da caza a
un ciervo, mientras otro perro descansa a sus pies (fig. 2). El lema dice Educationis vis
(la fuerza de la educación). La anécdota recuerda que Licurgo ordenó que un perro
fuera criado en el campo y adiestrado en la caza, mientras otro, idéntico, criado en la
comodidad doméstica salía holgazán e inactivo. El ejemplo, dice, ha de convencer a los
ciudadanos de la importancia de una adecuada formación para la preservación de la
república (Documento 1).
Fig. 2
Otros dos emblemas de Covarrubias advierten de los peligros de rodear a los niños
de ocio y lujo. El primero muestra a una mona abrazando a su cría tan fuertemente que
la ahoga, como anuncia el lema Sic amat ut perdat (Ama de forma que destruye). Tanto
el epigrama como el comentario en prosa señalan que los padres que miman y
consienten a sus hijos en la creencia errónea de que ello es signo de amor en realidad les
dañan:
Difícil cosa sería persuadir a un padre imprudente y sin discurso que el regalo con que cría a
su hijo y la licencia que le da para que, entanto que es niño, se salga con quanto le diere gusto
y quisiere haz.er, le es perjudicial (Cent. 2, Emb. 87).
El segundo emblema representa unas altas montañas con sus cumbres ocultas bajo
espesas nubes y el lema Abeunt in nubila montes (Las montañas desaparecen entre las
nubes). La subscriptio compara la altura de los picos, cuya esterilidad queda disimulada
por las nubes, con los envanecidos y mal educados caballeros que encubren su
ignorancia exigiendo veneración por su grandeza. Maxime Chevalier recogió varios
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12 A. BERNÂT V1STARINI / J. T. CULL Criticón, 7 1 , 1997
Temo ay gran descuydo en la criança de los hijos de los Señores, por no les dar maestros y
ayos que les enseñen religión, criança, letras y virtud, teniendo por cosa baxa y de gente
plebeya el saber [...]. Los que no están criados en esta disciplina, sienten la falta quando no la
pueden remediar, y encubren su ignorancia con la nuve y velo de su grandeza (Cent. 2, Emb.
18).
Por eso nació desnudo el hombre, sin idioma particular, rasas las tablas del entendimiento, de
la memoria y la fantasía, para que en ellas pintase la dotrina las imagines de las artes y
sciencias, y escribiese la educación sus documentos (Empresa 2, 23).
12
Maxime Chevalier, Lectura y lectores en la España de los siglos XVI y xvn, Madrid, Turner, 1976. Pero
ver también Luis Zapata, Miscelánea, selección de A. R. Rodríguez Moñino, Madrid-Barcelona-Buenos Aires,
CIAP, s. d., p. 83: «el vulgo tiene costumbre (que los ignorantes el vulgo es) de hacer burla de los que
escriben».
u
Sobre la teoría del emblema hay tres estudios fundamentales: Peter M. Daly, Literature in the Light of
the Emblem. Structured Parallels between the Emblem and Literature in the Sixteenth and Seventeenth
Centuries, University of Toronto Press, 1979; Robert J. Cléments, ficta Poesis. Literary and Humanistic
Theory in Renaissance Emblem Books, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1960; y, por supuesto, Mario
Praz, Studies in Seventeenth Imagery, Roma, Edizioni di Storia e Letteratura, 1964 (trad. española, Madrid,
Siruela, 1989).
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LAS EDADES DEL HOMBRE 13
hay un árbol bien desarrollado. El lema, que de nuevo proviene de Ovidio, es Virga fuit
(Fue un retoño), y el comentario en prosa habla de nuestros temas:
Críanse desde la niñez en las escuelas unos muchachos con otros indistintamente; pero al
cabo, quando vienen a ser hombres, unos han echado por las letras y otros por las armas, y
muchos han quedado tan inábiles y apocados que se han contentado con oficios mecánicos...
La niñez está representada en una postura nueva y tierna planta, y la edad varonil en essa
mesma, quando se ha hecho árbol gruesso y robusto (Cent. 3, Emb. 52).
El niño pocas veces es artífice que sepa cincelarse a sí mismo sin intervención de
maestro. La siguiente categoría de emblemas que examinaremos presenta los peligros
del mal maestro, y un comentario es fundamental: hay que enseñar con el ejemplo. Las
Empresas morales de Juan de Borja suelen ser visualmente muy simples. Así, hay un
grabado que nos muestra sólo un cedazo (fig. 3), con el lema Faceré et docere (Hacer y
enseñar). Y la prosa nos aclara la relación entre ambos constituyentes:
Gran lástima se deve tener al hombre de buen entendimiento, que entiende bien las cosas, y
las habln y enseña bien, y, dando buena doctrina, él no se aprovecha della, no poniendo por
obra lo que enseña; deste tal se dize que es, como el cedaço, que cierne y aparta la arina del
salvado; pero al cabo escoge mal, porque hecha de sí la arina, y quédase con el salvado
(Segunda parte, 348-49).
14
Aristóteles, Historia de los animales, IV, 30; Ovidio, Metamorfosis, XV, 379-81; Eliano, Historia de
los animales, II, 19, etc. Rafael García Mahíques sigue el rastro iconográfico y el desarrollo emblemático del
osezno en su edición de Núñez de Cepeda, Empresas sacras, Madrid, Tuero, 1988, pp. 110-112.
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14 A. BERNAT VISTARINI / J. T. CULL Criticón, 71, 1997
[FACEPL ET DQCEREJ
Fig.3
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LAS EDADES DEL HOMBRE 15
"" Para la elaboración del tópico del puer scnex o puer senilis, cf. Ernst Roben Curtius, «El niño y el
anciano», en Literatura europea y edad media latina, México, FCE, 1984, pp. 149-153. Curtius desarrolla en
estas páginas la afirmación de que «en todas las culturas, la etapa temprana y de esplendor celebra al joven y
a la vez venera al anciano; sólo !as épocas tardías crean un ideal humano que aspira a nivelar la polaridad
joven-viejo». Desde esta perspectiva, Covarrubias pertenecería más bien a una «edad tardía». Para él, el niño
no puede ser tan sabio como el anciano sin pasar antes por un buen proceso educativo y por la lenta
adquisición de experiencia. Y, además de experiencia, la progresiva maduración del cuerpo: las condiciones
que provocan la sabiduría precoz, como dice Huarte, hace que los niños se críen con poca salud y «no vivirán
muchos años» (op. cit., p. 673).
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16 A. BERNÂT VISTARINI / J. T . cui.L Criticón, 7 1 , 1997
Las letras tienen amargas las raíces, si bien son dulces sus frutos. Nuestra naturaleza las
aborrece, y ningún trabajo siente más que el de sus primeros rudimentos [...] es menester la
industria y arte del maestro, procurando que en ellos y en los juegos pueriles vaya tan
disfrazada la enseñanza, que la beba el príncipe sin sentir (Empresa 5, 45-7).
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LAS E D A D E S D E L H O M B R E 17
'8 Petrarca, Seniles, XVII, il, «A Giovanni Boccaccio diciéndole que la edad n o debe ser motivo para
a b a n d o n a r el estudio», en Obras I. Prosa, ed. bilingüe de Francisco Rico, M a d r i d , Alfaguara, 1978, p p . 2 9 9 -
322. Fechada en abril de 1 3 7 3 , es uno de los últimos escritos del autor.
19
«Allor tenn' io il viver nostro a vile / per la mirabil sua vclocitate / vie più ch' innanzi nol tenca gentile,
/ e parvemi terribil vanitate / fermare in cose il cor chc'l T e m p o preme / che, m e n t r e più le stringi, son
passate» («Consideré yo entonces vil la vida, / a causa de su rápida carrera, / más vil aún que noble la creía, /y
vanidad terrible parecióme / aferrarse a las cosas temporales, / pues c u a n t o m á s se a b r a z a n m á s se alejan»),
vv. 37-42 del «Triunfo del Tiempo.» Triunfos, ed. bilingüe de J a c o b o Cortines y M a n u e l C a r r e r a , M a d r i d ,
Editora Nacional, 1 9 8 3 , p. 176.
20
F.n parte es la nueva irrupción de los antiguos t o n o s medievales. Ver Vera M . Gaye: «11 Petrarca,
precursore del Barroco,» t'orum Italicum, 1 9 7 5 , pp. 3 8 5 - 4 0 8 .
21
« T o d o lo arrasa y vence el T i e m p o a v a r o , / y lo que llaman Fama es otra m u e r t e , / igual que la
primera, inevitable». Contra esta desengañada conclusión, expresada c o n t r a d i c t o r i a m e n t e p o r algunos muy
respetables ancianos y «eruditissimi viri», se rebelará León Battista Albcrti en el segundo capítulo de su De
co"'»iodis litterarum atque incommodis (1428).
22
Francisco Petrarca con los seys triunfos de toscano sacados en castellano con el comento que sobreños
se hizo..., L o g r o ñ o por A r n a o Guillen de Brocar, 1512.
23
Entre la muy variada significación del ciervo en la tradición iconográfica (renovación periódica de la
naturaleza, melancolía, longevidad, deseo de unión con Dios...), aquí destacan los componentes de velocidad
en la huida: la ligereza con que anda la carroza del T i e m p o . F.s lo m á s frecuente en la emblemática e s p a ñ o l a .
Así, e n c o n t r a m o s este uso en Covarrubias (Cent. 1, E m b . 46) c o n la imagen de un ciervo a l a d o y, d e n t r o de
este libro, dos veces más para distintas interpretaciones m o r a l e s de la huida (Cent 3 , F.mb. l e y 39). F.n
Villava (2' P., F m p r . 33) y en Horozco (Lib. 2 , Emb. 12), el ciervo herido que huye con la saeta clavada no
escapa, sin e m b a r g o , de la muerte al igual que el pecador no puede separarse ni huir de su conciencia.
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
18 A. BERNAT VISTARINI / J. T. CULL Criticón, 71, 1997
viejo de frente apesadumbrada y larga barba, dotado de unas alas enormes24 pero que
ha de aferrarse a la vez a unas muletas para caminar premiosamente. Con
independencia de la tradición iconográfica sobre la que se forma la imagen, la esencia
contradictoria del tiempo no se puede visualizar mejor que tomando el cuerpo de un
anciano: el tiempo, como la vejez que nos llega sin sentir, anda con la lentitud aparente
de unos imperceptibles pasos que, en última instancia, habrán sido tan veloces como el
vuelo prometido por las potentes alas.
Este mismo anciano alado lo encontramos por tres veces en los libros de emblemas
españoles. El más fiel al canon de hibridación renacentista (Cronos-Saturno) que
impulsan los Triunfos está en Covarrubias (Cent. 3, Emb. 8). Además de las alas y una
pierna de palo, el repertorio iconográfico suma una guadaña y un reloj de arena. La
utilidad moral de la poco enigmática figura es amonestarnos sobre la brevedad de la
vida, y así lo acaba de aclarar el epigrama: «El tiempo buela, sin pararse un ora, /
Aunque os parezca coxo y pereçoso [...] / ¡O grande engaño, o loco pensamiento, / Si en
su comparación es tardo el viento!»25.
Más ricos son los dos emblemas que don Juan de Horozco, hermano de Sebastián,
compone con la misma figura. A la significación primaria que conllevan alas, guadaña y
pierna de madera, se añade en el primer caso una tea encendida: el viejo Tiempo, no
sólo vuela sino que también se filtra, como la luz de la antorcha, en los rincones oscuros
y hasta en lo más profundo de las conciencias para revelar con su acción —lenta y
ligera— lo que se quería oculto y descubrir así cualquier engaño (Lib. 3, Emb. 29). La
explicación en prosa ahonda la intuida identificación entre este Tiempo Revelador y
Dios Omnisciente:
Y pues el saberlo Dios es cosa tan sabida, que aun los que estaban ciegos lo echavan de ver
[...] lo vee y lo oye todo que ninguna cosa se le puede encubrir, el saberlo o no los hombres
importa poco.
El tercer grabado es, a la par que el más complejo, el más exactamente centrado en
la reflexión sobre la vejez; en concreto, la búsqueda de una longevidad fructífera. De
nuevo tenemos al anciano de las alas, la pierna de madera y la guadaña pero ahora no
está solo (fig. 4). Se nos presenta formando una verdadera familia con la Medida
(mesura) y la hija de ésta, la Moderación, que da la mano al «Durar perpetuo», hijo del
propio Tiempo (Lib. 2, Emb. 40). Con este emblema estamos ya ante una curiosa
preocupación expuesta con frecuencia en los libros españoles del género: la
recomendación de especial moderación a los que se dedican al trabajo intelectual. Este
2"* No es una representación muy acorde con el texto de Petrarca. Curiosamente, la personificación
parece copiada del Triunfo del Tiempo de Jacopo Capcasa di Codeca (Vcnecia, 1493) pero el resto de la
composición sigue fielmente a Gregorio de Gregorii (Trieste, 1508). Ver estos dos grabados, así como el
estudio de la reunión humanista de las iconografías de Saturno y Cronos y la aparición de las alas y los demás
atributos, en Erwin Panofsky: «El Padre Tiempo», en Estudios sobre iconología, Madrid, Alianza Editorial,
1972, pp. 93-117, y Raymond Klibansky, Erwin Panowsky, Fritz Saxl: Saturno y la Melancolía, Madrid,
Alianza Editorial, 1991, pp. 210-214.
¿5 El lema, ovidiano, ya es aclaratorio: fallit volatilis aetas. La reducción de todos los significados
posibles al único de la rapidez inadvertida con que escapa es coherente con la explicación que da Covarrubias
en el Tesoro, donde presenta como imágenes del tiempo a la culebra silenciosa y al veloz centauro (p. 961).
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
L A S E D A D E S D E L H O M B R E 19
Y si los demás trabajos tienen necessidad de alivio y descanso, ninguno la tiene tanta como el
estudio, que verdaderamente fatiga y gasta la vida, no siendo con moderación (ibid.).26
Fig.4
2*> Con toda probabilidad, la frecuencia de esta idea en los libros de emblemas españoles proviene de que
Alciato la había formulado espectacularmente bajo la figura del murciélago («vespertilio») y aludiendo a
Querofonte, discípulo de Sócrates que perdió el color por trasnochar estudiando.
27
Ver Mario Praz, «Petrarca e gli emblematisti», Ricerche anglo-italianc, Roma, Edizioni di Storia e
Letteratura, 1944, 303-319; y los dos trabajos de Pilar Mañero Sorolla, Imágenes petrarquistas en la lírica
española del Renacimiento, Barcelona, PPU, 1990, y «Petrarquismo y emblemática», en Sagrario López Poza
(éd.), Literatura emblemática hispánica. Actas del I Simposio Internacional. Universidade da Coruña, 1996,
pp. 175-201.
28
En realidad nos e n c o n t r a m o s ante una filiación más limitada de lo que en principio pudiera parecer.
G u z m á n , ya en sus últimos años y alejado de anteriores ocupaciones guerreras, quiere «gozar del sin plazer
invierno» (fol. 6) escribiendo la síntesis m o r a l de su experiencia. De este m o d o , la obra se inicia con la
exposición de las peculiaridades de la niñez y los primeros a ñ o s de la vida (fols. 8-11). Es el m o m e n t o de
a r m a r s e c o n t r a los vicios y, cosa que le preocupa n o t a b l e m e n t e , de a p r e n d e r a c o m b a t i r t o d a suerte de
herejías, en especial la de la Reforma de Lutcro. Cito por la ed. de Alcalá (Andrés de Ángulo, 1565). La 1 J ed.
se publica en Amberes, en casa de M a r t í n Nució el a ñ o 1 5 5 7 . Es una obra de cierto éxito editorial p u e s ,
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
20 A. BERNÂT VISTARINI / j . T. cu LL Criticón, 7 1 , 1997
obra, los peores vicios están tópicamente representados por personajes caracterizados
como viejos o, peor aún, viejas. Avaricia, Envidia y Gula son ancianas que —tanto en
los grabados como en su descripción textual— compiten en repugnancia con el mismo
Caronte: un «viejo ya podrido / de triste y asquerosa catadura, / que sólo ver su rostro
desabrido / provoca los que pasan a tristura» (fol. 15rP. No obstante, merece señalarse
que aunque la descripción de la vejez no aparezca de forma independiente al ir
derivando la obra hacia otros intereses («Loores al Emperador Carlos» o «Discurso de
las Guerras que el Rey don Felipe nuestro señor hizo contra el Rey Enrique de Francia»,
fols. 187-201), sí se salpicará el texto de reflexiones positivas sobre la misma. Esto es lo
que más importa a nuestro propósito: la vejez aparece, ante todo, como la edad
adecuada para el «Triumpho de la Prudencia» y para el «Triumpho de la Justicia».
Incluso la amistad y el amor son vivencias más profundas al aquilatarlas los años: «De
suerte que requiere ser prudente / quien ama, y en edad también madura / y entonces
amicicia permanece / que mucho más allí razón florece» (fol. 104r); y no hay ulteriores
alusiones a la decrepitud del cuerpo. En el libro de Guzmán aparece, pues, la imagen del
hombre anciano diseñada sobre la que más a menudo retenemos en el Humanismo y
que veíamos defender a Petrarca. Una edad privilegiada por la acumulación de
experiencia e idónea para cumplir el último designio de salvación. Sírvanos, pues, como
ejemplo de la visión optimista de una vejez sabia, en perfecta coherencia con el
programa vital de la dignitas hominis humanista*.
además de las eds. citadas, sale en Sevilla 1575, Sevilla 1581, Medina del Campo 1587 y Lisboa (?) 1587.
Con todo, no ha merecido apenas atención por parte de la crítica. Ver Pedro Campa, obra citada supra, en la
nota 2, pp. 41-43.
29
Es obvia la relación de la vieja Envidia de Guzmán con el emblema LXXI de Alciato: «Se pinta la
Envidia como una mujer sucia que come víboras, a la que duelen los ojos y que devora su propio corazón,
delgada y lívida, llevando en la mano dardos espinosos» (Alciato, 106). También son dos ancianos en
Guzmán Temor y Deseo, peleándose aquí ante la mediación de la Razón que intenta reducirlos («Y assí los
dos contrarios muy ancianos / vinieron de palabras a las manos [•••]»), cosa que al final consigue como
corresponde a su Triunfo (fols. 48r-49r).
•'"Ver las palabras de Francisco Rico sobre la lectura que el mejor humanismo cristiano lleva a cabo de
obras como el De senectute cicerionano, y otros asuntos conexos, en El sueño del humanismo. De Petrarca a
Erasmo, Madrid, Alianza, 1993, pp. 133-159. Pero, por otra parte, hay que tener en cuenta que el naciente
gusto ensayístico llevará a polemizar con los clásicos. Así, Fernando del Pulgar rebate a Cicerón punto por
punto en una de sus Letras titulada «Los males de la vejez», que sentencia: «así que, para las enfermedades
que vienen con la vejez, fallo que es mejor ir al físico remediador que al filósofo consolador» (reciente edición
por Jesús Gómez, El ensayo español. 1. Los orígenes: Siglos XV a XVII, Barcelona, Crítica, 1996, pp. 78-82).
También afilará su pluma 1-ray Antonio de Guevara en los irónicos «cincuenta previlegios que tienen los
viejos, dignos de leer y no menos de notar» (Epístolas familiares, Madrid, RAE, 1952, vol. Il, pp. 389-399; y
ver, complementariamente, vol. 1, 218-232, que contiene una lista de las obligaciones del hombre de edad,
especialmente en lo relativo al trato con mujeres y amores).
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
LAS EDADES DEL HOMBRE 21
31
Es el título de la Primera Crisi de la 3* Parte de El Criticón («En el invierno de la Vejez», Madrid,
1657). Citamos por la ed. de Santos Alonso, Madrid, Cátedra, 1980. Al palacio de Vejecia se llega por entre
el fragor guerrero de los Años, «espiones de la muerte que con unas muletillas dcxaban de correr y volaban
hacia la sepultura» (p. 548); es la misma disposición antitética del grabado antes comentado y que en el
Criticón encontramos de forma insistente. Por ejemplo, a los que llegan a la vejez se les reparten «báculos,
que ellos dezían darles palos, y muchos se vieron llevados en el aire sin afirmarse ni tocar en tierra [...]»
(pp. 551-552). Pronto vemos el trabajo de estos esbirros: el más quevedesco desmembramiento del cuerpo y el
consiguiente desvelamiento implacable de la vanidad de hombres y mujeres. Desde luego, el talante pesimista
del jesuíta carga más las tintas en los «horrores» que contempla Andrenio que en los «honores» alcanzados
por unos pocos varones ante los ojos de Critilo. Los males y vicios propios de la vejez aquí son largos:
vecindad de la muerte, enfermedades (gota, tos, pérdida de los sentidos y la agudeza), melancolía, doblez,
tendencia a la murmuración y malicia, afectación de juventud y apariencia ridicula. Aparece en especial la
vieja como colmo y «prototipo de monstruos, espectro de fantasmas, idea de trasgos, y lo que es más que
todo, una vieja» (pp. 554-555). Es revelador, en este sentido, que cuando se trata de demostrar la
inoportunidad intrínseca de la Muerte (Crisi undécima, especialmente, pp. 773-785) ésta actúa sobre las
figuras del joven, el viejo, la guapa, la fea, el rico, el pobre, pero no aparece «la vieja», dejando la sospecha en
el lector de si en este caso la muerte actuaría de forma conveniente (ver infra). En cambio, por lo que hace a
los valores positivos de la vejez en estas páginas, todos se reducen a los emanados de la adquisición de
experiencia: «saben mucho porque han visto y leído mucho» (p. 561). Para la relación entre Gracián y la
emblemática, ver: Théodore Kassier, The Truth Disguised: Allegorical Structure and Technique in Gracián's
«Criticón» (Londres, Támesis, 1976); E. Melé, «II Gracián e alcuni Emblemata dcll'Alciato», dómale
Storico delta Letteratura Italiana 79, 1922, pp. 373-74; C. L. Nicolai, «Baltasar Gracián and the Chains of
Hercules», Modem Language Notes, 20, 1905, pp. 15-16, y Karl-Ludwig Selig, «Gracián and Alciato's
Emblemata", Comparative Litcrature 8, 1956, pp. 283-87. Y relacionado con nuestro tema, aunque no con
la emblemática, Hilary Dansey Smith, «The Ages of Man in Baltasar Gracián's Criticón",Hispanófila, 32.1
[Número 94], 1988, pp. 35-47.
32
Vida de don Gregorio Guadaña, cap. V.
33
Francisco de Quevedo, Obra Poética Completa, Madrid, Aguilar, vol. III, p. 97. Metido en este mundo
fatigado donde hasta las auroras no son sino una «risueña enfermedad» (op. cit., I, p. 155) el hombre no
puede desear más que abreviar el tránsito: «Grande bien es no llegar a viejo a verme muerto» (Francisco de
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
2 2 A. BERNAT VISTARINI / J. T. CULL Criticón, 71, 1997
Así pues, desde Petrarca y sus primeros imitadores españoles, hasta Gracián y sus
contemporáneos podemos dibujar todo el arco de sensibilidades de nuestro Siglo de
Oro. Atendamos ahora, bajo él, a los distintos tonos de la literatura emblemática en el
tratamiento de la vejez humana. Como en el apartado anterior, creemos lícito, dadas las
características del género, estudiar este corpus de manera sincrónica. Ya no nos
sorprenderá la cuantitativa importancia del tema en la obra de Sebastián de
Covarrubias. No es por casualidad: Covarrubias, por edad, formación e intereses,
recoge a la perfección los varios mundos que coexisten a principios del xvn34.
Simplificaremos la organización rastreando primero las veces en que se salda
positivamente el paso de los años, viendo por medio de qué imágenes y desde qué
presupuestos. En segundo lugar, procederemos a la búsqueda e interpretación de las
ideas opuestas.
Avanzamos una conclusión: las ocasiones en que el tiempo benefactor conduce a
una vejez sabia son muy escasas. Unas primeras apariciones de la vejez nos confirmarán
la deuda con Alciato. En los traductores y comentaristas españoles del italiano está, por
supuesto, el emblema de Hércules viejo, a quien la edad ha hecho más prudente y ha
sustituido la fuerza por la mejor arma de la elocuencia (Daza, 156-7; y explicación de
Diego López, 614-616)'5; y también está el emblema de la firme encina, que nos explica
cómo lo viejo es soporte imprescindible de lo nuevo (Daza, 220)^. De estos dos
emblemas, la imagen más fecunda es la botánica. Así, otra encina con el mismo fin
simbólico se encuentra en Covarrubias (Cent. 3, Emb. 25): frente al frondoso árbol, un
leñador cansado completa la imagen reflexionando que es «[...] en vano / Querer, que
lo que en cien años se cría / A un solo golpe rinda su dureza». El lento crecer y
desarrollarse de los árboles, y la longevidad de algunos, parece ser la mejor
comparación ennoblccedora de la vida humana. Juan de Horozco, en la misma línea,
Quevcdo, De los remedios de cualquier fortuna, en Obras en prosa, ed. de L. Astrana Marín, Madrid,
Aguilar, 1 9 4 1 , p . 887). N o vamos a entrar aquí en las conocidas invectivas contra la vejez, el viejo y, sobre
todo, la vieja lanzadas por Quevedo y repetidas a lo largo del siglo XVII.
34 y c r | o s siguientes trabajos: Christian Bouzy, «El Tesoro de la Lengua Castellana o Española: Sebastián
de Covarrubias en el laberinto emblemático de la definición», Criticón, 54, 1992, pp. 127-144; E. Cordero de
Ciria, «El erasmismo en los Emblemas morales de Sebastián de Covarrubias», Boletín del Museo c Instituto
Camón Aznar, 27, 1987, pp. 5-15; M. Darbord, «L'emblématique espagnole: les Emblemas Morales de
Sebastián de Covarrubias», en Emblèmes et devises au temps de la Renaissance, ed. J. Davies, Paris,
Université de Paris-Sorbonne. Centre de recherches sur la Renaissance, 1981, 6, pp. 103-106; M. Morreale,
«Los Emblemata de Alciato en el Tesoro de la Lengua Castellana de Sebastián de Covarrubias», NRFH,
X L . l , 1992, pp. 343-382; I. Rothberg, «Covarrubias, Gracián and the Creek Anthology», Studies in
Phihhgy, 5 3 , 1956, pp. 540-552.
35
Daza, en su traducción, responde a la extrañeza que le causa ver a un Hercules con sus atributos de
clava, piel de león, arco... «Mas no le quadra aquello q u e está cano, / C o m o hombre ya de edad vieja y
madura.|...] Las armas con la paz no ayan porfía, / Pues aún a los muy duros corazones, / Doma con buen
hablar sabiduría» [op. cit.).
36
La encina vieja, que alimentó a los antiguos con sus bellotas (mito de la Edad de Oro) ahora da
sombra a los jóvenes. Independientemente de la imagen usada, la idea está en De senectute VI, 20: «.Que si
queréis leer u oír las historias extranjeras, encontraréis los más potentes estados arruinados por la gente
joven, pero sostenidos y restaurados por los ancianos» (Marco Tulio Cicerón: Catón. De la Vejez, texto,
traducción y versión interlineal de Eduardo Valentí Fiol, Barcelona, Bosch, 1971, p. 47). Hay otra encina en
Alciato como símbolo de la firmeza y comparada a! Emperador Carlos (Emb. XI.1I).
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
LAS EDADES DEL H O M B R E 23
nos presenta un árbol indeterminado a cuya sombra benéfica crecen los arbolillos
jóvenes. Con el lema Tempore virga fui (antes fui una vara), la reflexión deriva en este
caso hacia cómo la nobleza de sangre no es nada sin una correspondencia en las
acciones.
Pero la flora emblemática es riquísima. Así, más profundamente relacionado con el
sentir del paso del tiempo, nos expone Covarrubias las características del moral (Cent.
3, Emb. 57), árbol de carga simbólica opuesta a la del almendro. En tanto que éste, por
lo temprano, casi extemporáneo, de su floración nos advierte de los riesgos de la
precocidad, el lento moral nos enseña la prudencia y la cautela. Con su fructificación
tardía, el moral asegura que no se malogren los fines: la vejez es, por lo tanto, el
momento idóneo para recoger la cosecha de una vida37. No es casualidad que sea el
tardo-humanista Covarrubias quien complete la serie de emblemas donde el tiempo
actúa de manera positiva hasta la vejez. Nos presenta este autor a dos ancianos
recostados: uno vuelca una tinaja de la que mana agua y el otro una cornucopia de la
que caen riquezas. El tiempo engrandece y mejora, viene a decirnos, así como el
torrente se transforma en río. Pero aparte de las virtudes del ahorro que recomienda la
cornucopia, y que en cierto modo concreta la cosecha genérica del emblema anterior,
introduce un subtema que nos parece especialmente interesante aquí: la idea de que el
conocimiento científico es la suma y perfeccionamiento progresivo de los trabajos
individuales. Al final, si bien Covarrubias nos deja claro que la muerte, cuando llega,
todo lo acaba y las riquezas acumuladas sirven de poco, desde el punto de vista de las
ciencias, un hombre sabio legará el escalón sobre el que se apoyen los conocimientos
posteriores"'8.
Y esto es todo: como vemos, en un corpus de cerca de 2.000 emblemas ha cabido
poca confianza sobre la acción del tiempo. Mucho más importante, en cambio, es la
responsabilidad que los emblemistas descargan sobre el hombre anciano como ser
próximo a la muerte. El eje alrededor del que gira este grupo de emblemas es el de la
gravedad decisiva de las últimas acciones del hombre, porque, como dice el bien
barroco jesuíta Sebastián Izquierdo en su Práctica de los ejercicios espirituales con
eficaz metáfora de timba: «Es la muerte la suerte última del juego, en que va todo el
resto, y si se pierde, queda todo perdido» (p. 57). Por supuesto, el hombre del siglo xvn,
mientras aliente, no se librará de este imperio de la Fortuna que es para él la vida; y a
veces, cuando más confiaba pasar una vejez plácida, le ha de ocurrir como al anciano
Creso, rey de Lidia, quemado a manos de Ciro en el emblema de Covarrubias:
«Ninguno se puede llamar bienaventurado en tanto que viviere, pues está sujeto a las
& «El moral como bobo es perezoso, / opuesto al antuviado almendro, y echa / Quando a passado el
tiempo riguroso, / Y su fruto se goza y aprovecha. / El ingenio precoz y fervoroso, / Tras grande muestra,
danos ruin cosecha, / El tardo, y manso, vase poco a poco, / Este es moral, y el otro, almendro loco» (f. 257).
38 «Este mesmo conceto se puede aplicar a la invención de algunas artes o doctrinas, cuyo primer autor
descubrió los principios, y después se le animaron otros, añadiendo y perfecionando su obra» (loe. cit.).
Ahora bien, el anciano con sus riquezas esconde otra creencia muy frecuentemente usada en su
caracterización negativa: su especial codicia. Pedro Mexía, citando como autoridad la Ética de Aristóteles,
dice que es mal «casi incurable, porque va cresciendo con la edad; y la vejez haze avarientos y, quando se
menguan las fuerças y la vida, se acrecienta la cobdicia y avaricia» (Silva de varia lección, Madrid, Cátedra,
1990, ed. de A. Castro Díaz, vol. I, pp. 427-428).
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
24 A. B E R N Â T viSTARiNi / j . T . CULL Criticón, 71, 1997
mudanças de fortuna» (Cent. 1, Emb. 98)39. El viejo ha de saber que el peso de las
últimas acciones es lo bastante grande para condenar por toda la eternidad a un
hombre virtuoso. Pero esta pedagogía de la vejez —si se nos permite la expresión— le
deja al anciano una nota de consuelo derivada por igual de la importancia concedida a
las postrimerías: el arrepentimiento último basta para salvar al pecador. Y así adoctrina
Lorea por medio de una serpiente que muda su piel en la grieta de un tronco: «Sabe la
Culebra, ya que no retroceder sus días y el tiempo que de su edad ha pasado,
rejuvenecer de modo que, siendo anciana, se queda nueva» (p. 454).
El más espectacular de los emblemas de este grupo es, a nuestro juicio, el pavo real
(fig. 5) que sitúa Núñez de Cepeda al borde de un sepulcro abierto y debajo del mote
Pandit in extremis lumina (Despliega las luces en lo último). Combina Núñez de
Cepeda todas las ideas que hasta aquí hemos visto exponer para los instantes finales de
la vida. Y lo hace con el estilo del más persuasivo barroco que conduce el pensamiento
hacia un evidente c inapelable desengaño del mundo: «el desvelo más provechoso de la
ancianidad es fabricar una buena muerte»40.
Saavedra Fajardo, por último, enfoca estas reflexiones hacia la responsabilidad
política del anciano gobernante: «de todo lo dicho se infiere cuánto deben los príncipes
trabajar en la edad cadente para que sus glorias pasadas reciban ser de las últimas»
(663).
& El mismo Covarrubias insiste, con más fácil metáfora náutica: «Gran lástima y suma desgracia es que
un hombre aya corrido la carrera desta vida sin torcerse ni repararse, y al cabo della pare con fealdad y
peligro» (Cent. 3, Kmb. 32, f. 232). La imagen nos habla de que a veces es más peligrosa la entrada en el
puerto, por exceso de confianza, que sortear tormentas en el océano. Sobre la comparación marítima nos
asegura Lorea: «Es el mar el sínbolo más claro para representar el mundo que abitamos [...]» (118). Otros
emblemas con el mismo contenido están en Zárraga, que dibuja un esqueleto con guadaña, ataúd y huesos en
el suelo bajo el mote Fmis coronal opus (El fin corona la obra): «Las últimas acciones del hombre son las que
le eternizan en la fama [...). Aunque a las hazañas esclarecidas es devida la alabanza, no califican éstas al
sugeto, hasta que con la muerte se assegure no pueden deslucirse con obras desatentas» (356); y en Borja, que
ofrece una vela casi consumida que brilla con fuerza: «quanto más cerca está a acabarse una vela, tanto
mayor luz y claridad da» (174-175). Ver sobre estos asuntos, Francis Cerdan, «Los afectos del pecador
arrepentido a la hora de la muerte. Tensión anímica y expresión poética en el siglo xvn», en F.liseo Serrano
Martín (éd.), Muerte, religiosidad y cultura popular. Siglos xill-XVlli, Zaragoza, Institución Fernando el
Católico, 1994, pp. 531-550.
* Emp. 40. F.s el conocido emblema del pavo real que deshace la rueda de su orgullo con mirarse a los
feos y discordantes pies. Pero hay aquí muchas otras ideas que extractamos: «Cuando la juventud halle para
su ceguedad alguna disculpa en el ardor y viveza de la sangre, en la precipitación de los deseos que la
impresionan con ligereza, la edad madura, sorda ya a semejantes bullicios, debe ser Argos, que con la vista a
las espaldas llore los descuidos pasados, y disponga con las luces del semblante el acierto en lo que resta de la
carrera. F.l estudio más feliz de la juventud es disponer una buena vida, y el desvelo más provechoso de la
ancianidad es fabricar una buena muerte [...]. Ningún colirio tan eficaz para aclarar los ojos de los que viven,
como el que se confecciona de los polvos de un cadáver. Es por su naturaleza la ancianidad el más común
hospedaje de la avaricia. Las riquezas dan sed de otras, pero el desengaño que imprime la memoria de la
muerte borra afición a bienes de tierra. Ninguno aspira tan fervoroso a la perfección como el más
desengañado, y ningunos desengaños más vivos que los que nos ofrecen a la vista, como en espejo, los
muertos [...]. Altíssimo cuidado es de la providencia juntar lo ínfimo a lo supremo, y para deshacer la rueda
de la vanidad, poner en su centro un punto de desengaño» (685-686). Ver también los comentarios de Rafael
García Mahíques, éd. cit., pp. 186-190.
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
L A S E D A D E S D E L H O M B R E 25
'©©»«
Fig. 5
Con todo y que siempre cabe la salvación o la condenación in extremis, hasta aquí
hemos visto a la emblemática presentarnos la vejez partiendo de una idea acumulativa,
y generalmente perfeccionadora, del tiempo. Este tiempo sedimenta la vida y conduce
hasta una vejez prudente que no es sino decisivo precipitado de las acciones anteriores,
depuración necesaria del cuerpo que se prepara para la vida eterna. A fin de cuentas, se
trata del eco de las consoladoras palabras de Catón el Mayor en el De senectute
ciceroniano: «Tened presente que en todo este discurso mío, yo elogio aquella vejez que
descansa sobre los fundamentos de la juventud» (xvín, 62)41.
Desde el ángulo inverso, se nos ofrece ahora la imagen de la vejez como doloroso
resultado de las labores de destrucción y erosión de los años. La devastación del tiempo
y la brevedad de la vida generan alusiones y representaciones del viejo como emblema
de la vanidad terrena y del topos del contemptus munáif1. En especial, un blanco
41
Op. cit., p. 127.
42
Es una importante derivación del tema que aquí estudiamos. Son muchísimos los emblemas que
podríamos aducir que recuerdan la vanidad de lo terreno ante el poder destructor del tiempo y la proximidad
de la muerte. Entre los que reflexionan explícitamente sobre la vejez, es notable la figura del árbol que pierde
sus flores u hojas. El citado almendro de Alciato es fuente directa del de Hernando de Soto, dibujado en el
momento dinámico de desnudarse de flores: «Tiene fin de aquesta suerte, / La juventud y hermosura, / Que
con vegez poco dura, / Con enfermedad o muerte»; y la consiguiente amplificación en prosa: «a buelta de
cabeça se halla uno con muchos años a cuestas, cano, arrugado el rostro, sin pies, y manos, y al fin con
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
26 A. BERNÂT visTARiNi / j . T. CULL Criticón, 7 1 , 1997
enfadosa senetud, que ella misma es enfermedad...» (Emb. 39, f. 82). También el árbol azotado por vientos
contrarios que dibuja Horozco nos dice que «Viene la fría vejez que lo destroça / blanquea con su nieve la
cabeça / y no dexa en el cuerpo huesso sano» (Lib. 3, Emb. 42). En Borja encontramos una poco frecuente
utilización emblemática de la hiedra como símbolo de la precocidad y fugacidad, intercambiable en su
significado con el almendro anterior: la choza cubierta de hiedra seca (160-161). El recuerdo de la muerte
segura se provoca con imágenes de fácil retención; así el dibujo de Soto de unas peñas rodeadas del mar
embravecido («Todo lo lleva tras sí la edad, hasta el ánimo, que no puede aver debaxo del orbe de la Luna
cosa estable, ni permaneciente», dice, y por lo tanto, no nos dejemos «llevar de la miseria deste mundo»,
Emb, 38, f. 79). Y aún más inolvidable es el patético cinocéfalo recostado que Borja pinta mirando al cielo,
«del qual se escrive que mucre poco a poco, muñéndosele un día un pie, y otro día una mano, y assí se le va
acabando la vida; lo que si bien consideramos, nos acontece a nosotros...» (Segunda parte, 390-1).
43
Covarrubias tiene otro curioso emblema con la serpiente (el Ouroboros) para exponer una idea similar
sobre la imposible renovación y la ausencia de vuelta atrás en el caminar del tiempo. En este caso vemos una
rosa rodeada por el clásico ouroboros que se muerde la cola: «Tal es la beldad y hermosura de la muger, que
de un día a otro se muda... Puse una sierpe que se muerde la cola, la qual significa el tiempo, y una rosa en
medio por todo lo que él gasta y consume» (Cent. 2, Emb. 3). Es imagen similar a la que construye Baños de
Velasco sustituyendo la serpiente por fuego alrededor del rosal [Dum ¡uceo, cinerem labor, Question XVII,
p. 270).
^Segunda Parte, 268-9.
4s
De senectute, IX, 27; éd. cit., pp. 60-1.
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
LAS E D A D E S DEL H O M B R E 27
Con estos emblemas hemos rozado una etapa más allá de la vejez, donde las
facultades humanas se pierden: la decrepitud, el lindero con la disolución. Pedro Mexía
habla de ello en su Silva de manera elocuente. En esta edad extrema, dice, pasados los
noventa años, el hombre vuelve a regirse por la influencia de la Luna, «y, assí, obran
los hombres lo que los niños en las condiciones y inclinaciones»46. Es el mismo talante
grotescamente lunático que recoge el emblema de Covarrubias donde dos niños y un
viejo juegan con caballos de caña y molinetes. Viejos «Que bolviendo a la edad de
mamantones / Si los descontentáis, hazen pucheros, / ¡O vida sin vivir, o dura suerte, /
Más miserable que la misma muerte!» (Cent. 1, Emb. 91 )47.
Aglutinando la última serie de emblemas sobre la vejez, aparece aquí el tema que
quizá sea más serio y que más preocupa al escritor desde un punto de vista práctico. El
viejo es una difícil papeleta para la sociedad, sobre todo si no está en su juicio. La idea
surge con claridad en la explicación en prosa añadida al anterior emblema del viejo
loco: «Algunas naciones recogen a los tales —dice Covarrubias—, y no les dexan salir
en público, especial aviendo sido personas graves y de consideración, porque no les
pierdan el respeto que hasta allí les han tenido. Otros debaxo de sombra de piedad, los
matan: impía y bárbara cosa» (loe. cit.). En estos emblemas, la vejez ya no es un asunto
personal sino social que toca, en último extremo, al ordenamiento político («algunas
naciones...»)48. Alciato es de nuevo el punto de referencia inmediato de algunas de las
46
Silva de varia lección, éd. cit., p. 523. Para el erudito sevillano, la vejez va de los 56 años a los 68 y es
una edad agradablemente pintada; en ella los hombres huyen de los peligros, «aman la templanza y caridad,
quieren honrra con loor, son honestos y vergonçosos» (p. 522). Después, pocos llegan a la «postrimera» edad
«caduca y decrépita», que rige Saturno y va de los 68 a los 90. La que mencionamos arriba está, pues,
todavía más allá y «es cosa maravillosa pasar de aquí» (p. 523). En relación con estas ideas, anota también
Juan Huarte de San Juan en su Examen de ingenios para las ciencias: «De malos términos usó Hipócrates
cuando dijo: "Hominis anima semper producitur usque ad mortem"» (éd. cit., p. 245); es decir, hay un punto
indiscutible a partir del cual el tiempo deja de ser beneficioso para el hombre. Desde la perspectiva
pedagógica, un educador de tanto prestigio como Comenius nos avisa de que «El cerebro del hombre (que
antes dijimos que se asemejaba a la cera en recibir las imágenes de las cosas por medio de los sentidos) está
húmedo y blando en la edad pueril, dispuesto a recoger todas las impresiones; y poco a poco se reseca y
endurece hasta el punto de que la experiencia testifica que de un modo más difícil se impiiman o esculpan en
él las cosas [...]. Torpe y ridículo es un viejo que empieza; ha de preparar el joven; ha de utilizar el viejo —
dice Séneca en la Epístola 36» {Didáctica Magna, Madrid, Akal, 1986, pp. 61-2). Y estas ideas parecen
informar directamente el emblema de Covarrubias, ya citado, cuyo grabado representa a un labrador
arrancando la maleza con una pala: «... Los hombres mayores ya en edad están divertidos y son más duros en
el percebir de memoria; verdad es que proceden con discurso, y esto les hace temer las dificultades [...]»
(Cent. 2, Emb. 77, f. 177).
4
7 Este emblema lleva por lema «Bis pueri senes» (Los ancianos son dos veces niños), tomado de
Horacio, Sermones II.3.247, seguramente a través de Erasmo, Adagio 1.5.36. Con este trasfondo
emblemático, Goya hizo un retrato satírico de Séneca como anciano que camina apoyándose en un andador
de niño. Ver Santiago Sebastián, «Un retrato satírico-emblemático de Séneca por Goya», Emblemática e
Historia del Arte, Madrid, Cátedra, 1995, pp. 283-284.
48 En Covarrubias siempre se agitan preocupaciones bien concretas y palpables. Con todo, la
indeterminación «algunas naciones...» remite a la más antigua literatura paradoxográfica. Ver, por ejemplo,
Agatárquides, Sobre el Mar Eritreo: Los Trogoditas aplicaban la eutanasia, pues «consideran el mayor de los
males que desee vivir quien no puede hacer nada digno de vivir. Por ello se puede ver a todos los Trogoditas
ágiles de cuerpo, y fuertes en pleno vigor, de modo que ninguno supera los sesenta años» (Luis A. García
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...
28 A. BERNAT VISTARINI / J. T. CULL Criticón, 71, 1997
imágenes que nos interesan; en concreto, de dos: la de las cigüeñas y la del episodio de
Eneas sacando a hombros a su padre Anquises de Troya en llamas. Son imágenes bien
conocidas de piedad filial cuyo significado se amplía al respeto y auxilio de los
ancianos. La cigüeña que lleva a sus padres cuando éstos ya no pueden volar la
encontramos en Covarrubias y en Remón49, pero adquiere mayor definición político-
social en las obras de Cristóbal Pérez de Herrera, textos dedicados a reparar la
marginación de amplios sectores sociales. A Eneas y Anquises los retoma Horozco y los
mezcla en su explicación con la imagen tan próxima de las cigüeñas: «Es tan conocida
la obligación que los hijos tienen a sus padres que el que faltare a ella no puede tener
excusa, pues los animales la reconocen, y se puede dezir que la enseñan» (Lib. 3, Emb.
11).
La república debe proteger al anciano que se ha ganado el descanso después de una
vida de servicio. Esta es la idea que esconde Borja en el motivo del buey echado cerca de
un pesebre. Como vemos, la preocupación social por la vejez es intensa, hasta el punto
de hacer alusión en dos ocasiones a asuntos tan espinosos como el suicidio o la
eutanasia. Acabamos de leer en Covarrubias una horrorizada alusión a los pueblos que
matan a sus viejos. Más adelante, el mismo libro ahondará en lo que había sido un
comentario de pasada, dedicándole un emblema completo (Cent. 2, Emb. 73). Nos
dibuja a Saúl en trance de suicidarse con su espada, ayudado por un amalecita. El
discurso es contrario a la muerte voluntaria pues nunca hay que usar de una
prerrogativa que pertenece exclusivamente a Dios*.
Moreno y F. Javier Gómez Espeíosín eds., Relatos de viajes en la literatura griega antigua, Madrid, Alianza
Editorial, 1996, p. 219).
49
Cent. 2, Emb. 89, f. 189, y f. 41r respectivamente. Dice Covarrubias: «Vergüenca avía de tener el
hombre de que los brutos le enseñen lo que la razón pide y Dios le manda». En el caso de Remón, se trata de
demostrar la piedad que, entre las otras virtudes, adorna a San Pedro Nolasco. Yahemos aludido (ver supra,
nota 17) a la cigüeña. Es imagen muy usada. Por ejemplo, forma parte de la puesta en escena de La elección
por la virtud de Tirso de Molina. Al comienzo de la comedia, Sixto sale al tablado cargando a su débil padre,
Pereto. Éste provee la subscriptio en sus palabras iniciales: «¡Peregrina / virtud!, ¡piedad singular! / Hijo,
aunque viejo y cansado, / no tanto que si arrimado / a un palo los pies provoco, / no pueda andar poco a
poco. / Soy ya viejo, estoy pesado; / ya de mis carnes molestas / la carga grave contemplo. / Suelta, si ya no me
aprestas / de la cigüeña el ejemplo, / que lleva a su padre a cuestas». (Obras completas, ed. de Blanca de los
Ríos, Madrid, Aguilar, 1969, vol. I, 324). Ver al respecto: John T. Culi, «"Hablan Poco y Dicen Mucho":
The Function of Discovery Scènes in the Drama of Tirso de Molina», The Modern Language Review, 91.3,
1996, pp. 619-34 (sobre todo, nota 19, p. 624).
50
El emblema alude, por extensión, a la vejez. Vale la pena reproducir el epigrama: «Al que está con las
ansias de la muerte, / No le devemos acortar la vida, / Con darle lo que pide, si es de suerte, / Que por ello,
más presto se despida, / Podrá bien ser, que en aquel punto acierte / A cobrar nueva gracia, no adquirida, /
Antes del punto, y trance riguroso, / Con que perpetuamente sea dichoso». Entresacamos estas palabras del
comentario en prosa: «Algunos enfermeros ay tan impíos, que en deshauciando el médico al enfermo, les
parece que ya no ay que curar nada del, pudiendo entretenerle con caldo esforçado y con pistos... Devrían
considerar que a muchos de aquéllos [que] desamparan los médicos, favorece Dios, y viven, y quando esto no
sea, deven assistirles con mucha caridad, hasta la postrera boqueada». Con todo, el famoso médico Bernardo
Gordonio aconsejaba que en casos terminales «el phísico luego deve de fuir» (II.22, Pron.), aunque reconoce
que la vida es algo sagrado: «comoquier que [los pacientes] se acercan de muerte, bueno es alongar la vida
quando fuere posible» (V.16, Del fluxo que es en los tísicos...). Bernardo Gordonio, Lilio de medicina.
Edición critica de la versión española, Sevilla 1495, eds. John Culi ôc Brian Dutton (Madison, Hispanic
Seminary of Medieval Studics, 1991).
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LAS E D A D E S D E L H O M B R E 2 9
En nuestro repaso de los emblemas y empresas españoles dedicados a las edades del
hombre, hemos visto una gran cantidad de temas y preocupaciones. Hay, sin embargo,
un hilo unificador que se desprende de una lectura cuidadosa de los mismos: el ser
humano en vías de formación. El joven, mediante su educación, se moldea para llevar
una vida moral, cristiana y productiva. El anciano, por su parte, se somete a un
aleccionamiento formativo que lo prepare para una muerte ejemplar premiada con la
vida eterna; y todo dentro del marco prácticamente litúrgico en que se entiende la vida.
Por ello, nos parece pertinente cerrar estas notas con un fragmento del Persiles donde
Cervantes capta con imaginación emblemática el ángulo del devenir en que infancia y
vejez son simultáneas. Es un ejemplo de la peculiar torsión barroca sobre los extremos
para demostrar, inevitablemente, la nonada que es la vida. De hecho, en correspon-
dencia con la cita de Fernández de Andrada que nos servía de encabezamiento, esta
irónica confluencia de las tres edades principales del hombre —juventud, plenitud y
decrepitud— en una iglesia de Luca, sirve para explicarnos lo fútil de cualquier intento
de entender la continuidad del tiempo separando distintas etapas:
[...] y de allí a dos días entraron por la puerta de una iglesia un niño, hermano de Andrea
Marulo, a bautizar; Isabela y Andrea a casarse, y a enterrar el cuerpo de su tío, porque se
vean cuan estraños son los sucesos desta vida; unos a un mismo punto se bautizan, otros se
casan y otros se entierran. Con todo eso se puso luto Isabela, porque ésta que llaman muerte
mezcla los tálamos con las sepulturas y las galas con los lutos.51
APÉNDICE
[Abreviaturas de los libros citados]
Alciato Andrea Alciato. Emblemas. Trad. Bernardino Daza. 1549. Eds. Manuel Montero
Vallejo y Mario Soria. Madrid, Editora Nacional, 1975. Usamos también la ed. de
Santiago Sebastián, Madrid, Akal, 1985.
Baños Juan Baños de Velasco. L. Anneo Séneca ilustrado en blasones políticos, y morales.
Madrid, Mateo de Espinosa, 1670.
Borja Juan de Borja. Empresas morales. Bruselas, Francisco Foppens, 1680. Ed. facs. de
Carmen Bravo-Villasante. Madrid, Fundación Universitaria Española, 1981.
5' Miguel de Cervantes Saavedra, Los trabajos de Persiles y Sigismundo, ed. de J. B. de Avalle-Arce
(Madrid, Clásicos Castalia, 1970), pp. 411-12. Un trabajo complementario debería analizar ahora esta
representación de la muerte en los libros de emblemas españoles.
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30 B E R N Â T VISTAR1NI / j . T. CULL Criticón, 71, 1997
Diego López Declaración magistral de los Emblemas de Alciato (1615). Facs. de la éd. de 1655,
Duncan Moir. Menston, Scolar Press, 1973.
Lorca Antonio de I.orea. David pecador, enpresas morales, político cristianas. Madrid,
Francisco Sanz, 1674.
Núñez de Cepeda Francisco Núñez de Cepeda, S. J. Idea de el buen pastor copiada por los
santos doctores representada en empresas sacras. León, Anisson &C Posuel, 1682.
Ed. mod. de R. García Mahíques. Empresas Sacras. Madrid, Tuero, 1988.
Pérez de Herrera 1 Cristóbal Pérez de Herrera. Discursos del amparo de los legítimos pobres.
1598. Ed. mod. de Michel Cavillac. Amparo de pobres. Madrid, Clásicos
Castellanos, 1975.
Remón Alonso Remón. Discursos elogíeos y apologéticos. Empresas y divisas sobre las
triunfantes vida y muerte del glorioso Patriarca san Pedro de Nolasco... Madrid,
Viuda de Luis Sánchez, 1627.
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LAS EDADES DEL HOMBRE 31
Villava Juan Francisco de Villava. Empresas espirituales y morales. Baeza, Fernando Díaz
de Montoya, 1613.
BERNAT VISTARINI, Antonio y CULL, John T. «Las edades del hombre en los libros de
emblemas españoles». En Criticón (Toulouse), 71, 1997, pp. 5-31.
Resumen. Se examina cl corpus de los libros de emblemas españoles de los siglos XVI y XVII para averiguar
qué tratamiento dan a las distintas edades del hombre. La infancia y juventud aparecen ligadas, sobre todo, al
tema de la educación y se aprecian aquí cuatro categorías: el debate sobre el uso del castigo, la
recomendación del esfuerzo personal, el análisis de las características del joven en relación al aprendizaje y las
cualidades que ha de tener el maestro. La representación de la vejez parte de las características iconográficas
propias del Tiempo. La orientación barroca de la mayoría de emblemas ofrece una conclusión negativa sobre
la última edad humana, aunque en ocasiones se quiere salvar la acumulación de sabiduría que supone la
mayor experiencia. Las últimas acciones del hombre cargan al anciano de una definitiva responsabilidad para
conseguir una preparación ante la muerte. Por último, se examina el grupo de emblemas centrado en los
aspectos sociales de la decrepitud.
Résumé. Les différents âges de l'homme vus à travers les livres d'emblèmes espagnols des xvr et xvir siècles.
Enfance et jeunesse sont envisagées essentiellement sous l'angle de l'éducation, avec quatre dominantes: le
débat sur l'usage du châtiment, l'insistance sur l'effort personnel, les caractéristiques du jeune en tant qu'être
à éduquer et les qualités requises pour dispenser l'éducation. Quant à la vieillesse, sa représentation s'inspire
de l'iconographie spécifique du Temps. Le plus souvent, c'est la perspective baroque qui informe une vision
négative du dernier âge de l'homme, malgré, çà et là, la mise en valeur de la sagesse née de l'expérience. Le
vieillard est surtout vu, dans ses derniers actes, comme celui qui doit savoir se préparer à la mort. Finalement,
sont pris en compte quelques aspects de la décrépitude, notamment dans sa dimension sociale.
Summary. This article examines the thème of the ages of man in Spanish Emblem books of the sixteenth and
seventeenth centuries. Spanish emblems dedicated to youth focus on éducation and fall into four basic
catégories: those that debate the use of corporal punishment; emblems that advócate personal effort and
austerity; those which analyze the student's unique characteristics as a teachable subject, and those which
consider the qualifies désirable in the educator. The thème of oíd age in Spanish emblems is often depicted
visually in the guise of a winged oíd man with scythe, hourglass and other related motifs, who symbolizes the
brevity and deceit of time and life. The Baroque orientation of many of the Spanish emblems on oíd age
results in a generally négative caracterization of the effects of passing time. Very few emblems portray the
crowning years as ones blessed with accumulated wisdom. Numerous emblems, on the other hand, stress the
grave importance of the final actions of the elderly as they prepare for a hopefully exemplary death. Another
group of Spanish emblems on oíd age focus on the follies and vicissitudes wrought by décrépitude, and on the
role of the elderly in society.
Palabras clave. Emblemas. Edades del hombre. Infancia. Juventud. Educación. Vejez. Muerte.
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LETTRES SUP
Littératures espagnoles
Pierre Civil
LA PROSE NARRATIVE
DU SIÈCLE D'OR
ESPAGNOL
PIERRE CIVIL
Aujourd'hui trop mal connue, la prose narrative de
l'Espagne du siècle d'or s'inscrit dans les tensions Maître de conférences
à l'université Paris III-
historiques qui parcourent les xvi' et xvir siècles, Sorbonne-Nouvelle,
faisant alterner suprématie et décadence. Au docteur et agrégé
moment où surgissent en Europe les littératures d'espagnol, il est
l'auteur d'une thèse sur
nationales, les œuvres de fiction en castillan les formes du portrait
suscitent un engouement général et deviennent des en Espagne, sous les
modèles imités. Une puissante dynamique créatrice règnes de Philippe II et
relie la Celestina et VAmadís de Caula à la Diana - Philippe III. Il a
récemment publié
archétype du roman pastoral -, au texte fondateur Image et dévotion dans
du Don Quijote de Cervantes, au courant l'Espagne du xvr siècle
picaresque qu'inaugurent le Lazarillo et le Cuzmán (Publications de la
de Alfarache ou encore aux récits satiriques et Sorbonne, Presses de la
Sorbonne-Nouvelle,
allégoriques que portent à leur sommet les plumes 1996).
de Quevedo et de Gradan.
Ce volume met ainsi en perspective, dans le
contexte social et culturel, un large panorama
d'oeuvres riches et contrastées où se répondent
l'ironie et la leçon morale et où triomphe le principe
du « deleitar enseñando».
9 7821001029884
ISBN 2 10 002988 6
Code 042988
DUNOD
CRITICÓN. Núm. 71 (1997). Antonio BERNAT VISTARINI y John T. CULL. Las edades del hom ...