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Ciclo 2009

1º Año -Sonido (No Troncal)


Apunte Nº 2- Fragmentos de “Percepción Auditiva”
(Gustavo Basso, 2006, Universidad Nacional de Quilmes Editorial)

Sonoridad

Es razonable relacionar la sonoridad-una magnitud perceptual-con la intensidad de la


señal física que la origina. El mecanismo parece claro: una onda acústica produce cierta
presión dinámica en el aire a la entrada del oído externo y genera movimientos de
amplitud proporcional en el tímpano, en lo huesos del oído medio, en la ventana oval y en
la membrana basilar. El movimiento de la membrana basilar, a su vez, implica la
estimulación de las células ciliadas y la aparición de una cantidad de impulsos nerviosos
viajando por el nervio auditivo. La relación causal intensidad física-sonoridad se
insinúa con aparente claridad. Pero la intensidad en si misma, aunque resulte vital para la
función superior de extraer información de los sonidos del ambiente, no es un rasgo de
interés primario para la audición.

Podemos definir a la sonoridad como “el rasgo de la sensación auditiva en términos del
cual los sonidos pueden ser ordenados en una escala que se extiende del silencio a lo muy
sonoro”.

Relación entre amplitud e intensidad


La amplitud es una manifestación de la cantidad de energía presente en una vibración.
Como esta energía no se puede medir directamente y es muy difícil determinar la
amplitud del movimiento de las moléculas, se acostumbra medir algún parametro mas
accesible.
De todos los parámetros relacionados con la energía de la onda, el mas sencillo de
evaluar es la presión dinámica. La presión es una magnitud que vincula una fuerza con la
fuerza sobre la que se aplica, y la unidad que le corresponde es el pascal (Pa). Una onda
acústica que se propaga en el aire está formada por una sucesión de zonas de presión por
encima
(p positiva) y por debajo (p negativa) de la presión atmosférica media. La presión
atmosférica normal, a nivel del mar es de aproximadamente 101.300 Pa.
(Son los 1.013 hectopascales que informa el servicio meteorológico.)

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Decibeles
Para obtener incrementos de sonoridad en pasos perceptualmente iguales los incrementos
en la presión del estímulo deben ser cada vez mayores. O, con mayor presición, para
percibir un aumento constante hay que aumentar el estímulo un porcentaje también
constante. El decibel es una unidad logarítmica creada para describir la relación entre la
energía del estímulo físico y la sonoridad resultante.
Este nivel de presión sonora compara la presión que queremos medir contra una presión
estandarizada. Ese estándar internacional estipula que la referencia debe coincidir con el
umbral de audibilidad a 1000 Hz, que corresponde a una presión de 20 millonésimas de
pascal (20 uPa).
El valor 0dB corresponde al umbral de audibilidad. Por su parte, el umbral del dolor
ronda los 120 dB (20 Pa), aunque este límite varía apreciablemente según la sensibilidad
de cada individuo. La sensibilidad del oído humano a la presión acústica es del orden del
millón de veces, alcanzando su punto máximo a pequeñas intensidades y se va
reduciendo a medida que la intensidad aumenta.
El oído humano es increiblemente sensible a la intensidad acústica, pues si pudiésemos
percibir intensidades aún menores oiríamos el ruido provocado por la agitación térmica
de las moléculas del aire.
El motivo de semejante rango hay que buscarlo en el conjunto de sonidos habituales en
los tiempos en los que estas capacidades se fijaron biológicamente. La gran sensibilidad
ante estímulos minúsculos, del orden de 1 decibel, nos permitía oir por ejemplo el andar
distante de un depredador o de una pequeña presa. En aquellos tiempos tambien existían
estímulos de gran energía, como el sonido de un trueno, o un grito a corta distancia.
La estrategia que nos permitió conservar una sensibilidad auditiva extrema sin que por
ello aumente excesivamente la fragilidad del sistema es compleja y aún no se conoce
completamente. Nuestra sensibilidad es máxima a pequeñas intensidades y se va
reduciendo a medida que la intensidad aumenta.

Fatiga Auditiva y pérdida permanente de sensibilidad

La fatiga audutiva es la pérdida temporal de sensibilidad que aparece cuando nos


exponemos a un sonido muy intenso. Generalmente es mas acusada a altas frecuencias;
los ruidos intermitentes producen menos pérdidas temporarias que los continuos.
La sensibilidad auditiva se recupera totalmente 48 horas después de la supresión de la
fuente de ruido.
En la actualidad (normas ISO) se consideran seguros niveles de hasta 85 dBA, ocho horas
por día. A partir de este valor a cada incremento de +3 dB en la intensidad del estímulo le
corresponde una disminución a la mitad del tiempo de exposición permitido. En algunas
normas se estipula un nivel máximo, por ejemplo de 115 dB, que no debe superarse en
ninguna circunstancia.
Se considera que los niveles inferiores a 80 dB no producen efectos nocivos.
La relación entre el tiempo de exposición y la variación espectral (en frecuencias) de las
pérdidas es compleja. Las frecuencias altas son afectadas en los primeros años de
exposición, mientras que las menores son alcanzadas con pérdidas significativas al cabo
de 20 años o más. El oído es mas sensible, y por lo tanto mas frágil, en la región de altas
frecuencias que en la de bajas. Este hecho es el causante de la detección tardía de la

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hipoacusia provocada por el ruido, dado que la inteligibilidad de la palabra hablada
depende de la energía en frecuencias relativamente bajas: las personas acuden al médico
solo cuando tienen dificultades en la comunicación, etapa en la que el proceso ya
manifiesta un gran avance.

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