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Sonoridad
Podemos definir a la sonoridad como “el rasgo de la sensación auditiva en términos del
cual los sonidos pueden ser ordenados en una escala que se extiende del silencio a lo muy
sonoro”.
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Decibeles
Para obtener incrementos de sonoridad en pasos perceptualmente iguales los incrementos
en la presión del estímulo deben ser cada vez mayores. O, con mayor presición, para
percibir un aumento constante hay que aumentar el estímulo un porcentaje también
constante. El decibel es una unidad logarítmica creada para describir la relación entre la
energía del estímulo físico y la sonoridad resultante.
Este nivel de presión sonora compara la presión que queremos medir contra una presión
estandarizada. Ese estándar internacional estipula que la referencia debe coincidir con el
umbral de audibilidad a 1000 Hz, que corresponde a una presión de 20 millonésimas de
pascal (20 uPa).
El valor 0dB corresponde al umbral de audibilidad. Por su parte, el umbral del dolor
ronda los 120 dB (20 Pa), aunque este límite varía apreciablemente según la sensibilidad
de cada individuo. La sensibilidad del oído humano a la presión acústica es del orden del
millón de veces, alcanzando su punto máximo a pequeñas intensidades y se va
reduciendo a medida que la intensidad aumenta.
El oído humano es increiblemente sensible a la intensidad acústica, pues si pudiésemos
percibir intensidades aún menores oiríamos el ruido provocado por la agitación térmica
de las moléculas del aire.
El motivo de semejante rango hay que buscarlo en el conjunto de sonidos habituales en
los tiempos en los que estas capacidades se fijaron biológicamente. La gran sensibilidad
ante estímulos minúsculos, del orden de 1 decibel, nos permitía oir por ejemplo el andar
distante de un depredador o de una pequeña presa. En aquellos tiempos tambien existían
estímulos de gran energía, como el sonido de un trueno, o un grito a corta distancia.
La estrategia que nos permitió conservar una sensibilidad auditiva extrema sin que por
ello aumente excesivamente la fragilidad del sistema es compleja y aún no se conoce
completamente. Nuestra sensibilidad es máxima a pequeñas intensidades y se va
reduciendo a medida que la intensidad aumenta.
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hipoacusia provocada por el ruido, dado que la inteligibilidad de la palabra hablada
depende de la energía en frecuencias relativamente bajas: las personas acuden al médico
solo cuando tienen dificultades en la comunicación, etapa en la que el proceso ya
manifiesta un gran avance.