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Edipo, inseguro
Edipo, soberbio
indica el Corifeo.
Edipo, en cambio, sí puede ver, e identifica esta capacidad con la de saber, comprender,
conocer la verdad. Sin embargo, la hybris le ciega y está obcecado (idéntica raíz que la
de “ciego”, obviamente) con cumplir lo que él imagina su destino heroico: encontrar al
asesino de Layo para poner así fin a la maldición que pesa sobre Tebas. Por ello, cuando
acude a los dioses para que ratifiquen su determinación y éstos, a través de Tiresias, no
le dicen lo que pensaba, o lo que deseaba oír, no admite sus predicciones como
auténticas.
Edipo, inocente
El encuentro entre Edipo y Yocasta se produce como por casualidad: las circunstancias
conducen a aquel hacia Tebas, un malentendido le lleva a pensar que Layo es un
salteador y le mata, su inteligencia le permite descubrir el enigma propuesto por la
Esfinge y eso le convierte en rey... Pero ya sabemos que las casualidades no existen, que
el destino está escrito y que, hagamos lo que hagamos, nuestras decisiones nos
conducirán irremediablemente a él.
Desde un primer momento, Yocasta se nos muestra como una reina influyente, y una
mujer enérgica, capaz de manejar con resolución la tensa situación entre Edipo y
Creonte. Sin embargo, al final, cuando relaciona las palabras del Oráculo, las noticias
sobre la muerte de Pólibo y los datos sobre el niño abandonado, se da cuenta de la
realidad y ve con desesperación que no puede hacer nada para convencer a su hijo para
que desista en su empeño de averiguar la verdad.
Y es que Edipo está obcecado (piensa que lo que preocupa a Yocasta son sus orígenes
humildes) y quiere llegar al final, quiere saber la verdad.
En cuanto a la relación entre estos dos personajes, parece evidente que Edipo no tiene
complejo de Edipo: él no se enamora de Yocasta; en primer lugar, porque no la
reconoce como madre (quien ejerció tal papel fue Merope), pero además porque, según
la tesis freudiana, quien padece el citado trastorno emocional sería feliz como pareja de
su propia madre; sin embargo, Edipo, al descubrir que Yocasta es su madre, se siente
infinitamente desgraciado. Son, por tanto, las circunstancias, el destino y no el amor, las
que les conducen a ambos a compartir el lecho conyugal, ya que la resolución del
enigma de la Esfinge convierte a Edipo en rey de Tebas, para lo cual debe pasar por el
trámite de casarse con la viuda del difunto Layo.
Así, aunque él se siente responsable de la tragedia que sus decisiones han
desencadenado, y aunque, avergonzado, se quita la vista para no ver la realidad,
¡Ay, ay! Todo se cumple con certeza. ¡Oh luz del día, que te vea ahora por última vez! ¡Yo
que he resultado nacido de los que no debía, teniendo relaciones con los que no podía y
habiendo dado muerte a quienes no tenía que hacerlo!