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Procesión de la Santísima Virgen del Rosario en el bicentenario de la Reconquista

y Defensa de Buenos Aires.

Mientras flameaba en el mástil del Fuerte, el 1 de julio de 1806, la bandera


inglesa, representando que nuestro país había sido invadido, Don Santiago de Liniers
asiste a una Misa en Santo Domingo. Y en la misma se da cuenta que el Santísimo no
está expuesto y atribuye este hecho a la presencia de los ingleses en nuestra patria. Y
muy molesto por esto, le promete a la Virgen del Rosario hacer lo posible para
reconquistar lo que había sido invadido: Argentina. Este fue el voto solemne a Nuestra
Señora del Rosario. Y junto con esto una promesa: ofrecerle a Ella las banderas que
tomase a los enemigos. Y así ocurrió: lo que parecía imposible fue posible: los ingleses
se rindieron, ante un enardecido pueblo argentino, el 12 de agosto de 1806. La opinión
de todos era la misma: la Virgen del Rosario había favorecido la victoria. Por esto había
que cumplir con el voto realizado cuando todo parecía perdido: el 24 de agosto, luego
de muchas celebraciones, en medio de una función solemnísima se les ofrecieron a la
Virgen las 4 banderas conquistadas.
Pero los ingleses se tomaron revancha ante tan humillante derrota. Luego de
tomar el convento de Santo Domingo, el 7 de julio de 1807 se rinden nuevamente. La
Virgen, una vez más, había sido la protagonista y así lo entendieron los habitantes de
nuestras tierras.
Este año se cumple el bicentenario de la Reconquista y Defensa de Buenos
Aires. Y qué mejor modo de recordar tan gloriosa gesta patriota que honrar a la
principal protagonista: la Santísima Virgen del Rosario. Por esta razón se organizaron
diferentes festejos a lo largo del año. Festejos que culminaron el reciente 27 de agosto
con la procesión de la imagen de la Virgen por las calles de la ciudad de Buenos Aires.
Se eligió esa fecha, porque el día anterior, el 26, se recordaba el aniversario de la muerte
de Liniers, en cuya memoria, y como vigilia de la procesión, se celebró la santa Misa,
precedida por la Adoración al Santísimo y el rezó del santo Rosario. Pero lo principal
ocurrió el domingo. Temprano se sacó la imagen de su camarín y se la ubicó en el
Presbiterio del templo y luego del rezo de los misterios de gozo, de luz y de dolor,
alrededor de las 15:30, comenzó a formarse la procesión. En primer lugar y
encabezándolo todo, la cruz procesional, luego los seminaristas de nuestra Fraternidad y
los de la Orden de Predicadores. Seguidamente se ubicaron los estandartes de las
Cofradías y Asociaciones religiosas. Luego y como anunciando a Nuestra Madre, los
sacerdotes: frailes, de la arquidiócesis y de nuestra Fraternidad Sacerdotal. Y de la mano
de los novicios de la orden de Santo Domingo y escoltada por una guardia de honor de
Oficiales de Patricios, la Santísima Virgen, que luego de muchos años volvió a recorrer
nuestras calles. Al salir la imagen del templo, la banda de Patricios, junto con el resonar
de las campanas, la saludó con la marcha de la Reconquista. Y comenzó la procesión, en
medio de una nutrida cantidad de fieles, entre los cuales se encontraban nuestros
milicianos. Durante todo el recorrido, se rezó el Santo Rosario, dirigido por los frailes
dominicos e intercalados con los cantos de los Hermanitos del Cordero. Cuando se
estaba llegando al atrio del Templo, se empezaron a sentir nuevamente las campanas y a
la banda que la recibía con el canto de Oh María. Luego se cantó el Himno Nacional, se
ingresó solemnemente a la Basílica y el rector de la misma. Fr. Juan Pablo Corsiglia
presidió la Santa Misa. Él mismo, en la homilía, destacó la devoción de Liniers a la
Eucaristía, a la Virgen, a la Iglesia y a la Patria. La celebración culminó con la
procesión de la Imagen al Camarín, acompañada por el canto del Salve.
Nuevamente el pueblo argentino recordó y honró a Nuestra Señor del Rosario de
la Reconquista y Defensa de Buenos Aires. Buenos Aires que sigue siendo hoy una
ciudad amenazada por tantos infieles, corruptos y apóstatas. Volvamos entonces a la
Virgen de la Reconquista y que ella vuelva a defender la ciudad.

Pbro. Juan Lisandro Scarabino

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