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Romanticismo y religión

El pasado medieval inspiró al romanticismo musical y a su vez generó un movimiento de reforma en el


ámbito de la Iglesia católica romana llamado cecilianismo, en honor de Santa Cecilia, patrona de la
música. Uno de sus postulados fue recuperar la tradición del canto a capella (de voces sin
acompañamiento instrumental) y del canto gregoriano.

La admiración por estas texturas antiguas llevó a la composición de obras religiosas, aunque no
destinadas a lo eclesiástico, sino para ser interpretadas en conciertos públicos.

En el siglo XIX aún había compositores que creaban misas y motetes, pero poco a poco se impuso una
visión más moderna, con exponentes como Luigi Boccherini en París y Franz Schubert en Viena.
Asimismo perduraba la tendencia a la dramatización con componentes operísticos, como en el Stabat
Mater de Rossini.

El oratorio romántico

La popularidad de los oratorios de Haydn produjo un entusiasmo que derivó en el auge de este arte, en
especial en Inglaterra y Alemania. La característica principal de los oratorios del siglo XIX fue el empleo
del coro. Los compositores más destacados fueron Eybler, Stadler, Beethoven (Cristo en el Monte de los
Olivos), Schneider, Spohr (El Juicio Final), Loewe y, especialmente, Mendelssohn, con sus oratorios
sobre Paulus y Elias, completaban un tríptico con la obra inacabada Cristo. También los oratorios El
Paraíso y la Peri y El peregrinaje de la rosa de Schumann, La leyenda de Santa Isabel de Hungría y
Christus de Liszt, y en Francia el Oratorio para la coronación de Le Sueur, La infancia de Cristo de
Berlioz, La Redención de Gounod, el Oratorio de Navidad de Saint-Sáens o Las Beatitudes de Franck.

Música sacra católica

Los compositores del XIX no estaban al servicio de la Iglesia como Bach ni actuaban por su encargo
como Mozart, sino que componían obras religiosas por inspiración propia. Entre los pioneros de la
innovación litúrgica se destacaron los austriacos abad Stadler y Simón Sechter, que fue profesor de
Bruckner, y los alemanes Lachner y Ett. Schubert, por su parte, compuso muchas misas al estilo de
Haydn: cuatro breves y dos solemnes. Luego, Berlioz transformó la Iglesia en una sala de conciertos, con
obras de la magnitud de su Réquiem y su Te Deum, unas sinfonías dramáticas para orquesta y voces que
recordaban más a los festivales musicales de la Revolución Francesa que a la tradición musical sacra.
Después fue Liszt quien invadió el templo del catolicismo con misas como la de la coronación del rey de
Hungría y la Misa de Gran. Por su parte, Bruckner compuso misas de inspiración y carácter sinfónicos, un
Te Deum que unió la tradición y el fervor romántico.

Primeras óperas románticas

El medio sinfónico y el piano opacaron la continuidad operística. Se dio un vacío teatral entre los últimos
clásicos y los primeros románticos. Algunas excepciones fueron el Fidelio de Beethoven, y la casi total
ausencia de obras de este tipo en los catálogos de Schubert, Mendelssohn y Brahms. Sin embargo, esto no
significó la decadencia del género, sino que fue practicado por compositores especializados en la
musicalización de dramas. Esta profesionalización se debió a la necesidad de unir el talento musical y la
sensibilidad en la puesta en escena, además de contar con el aval de los empresarios de las grandes casas
de ópera. Las óperas románticas fueron más elaboradas que sus antecesoras y se esperaba que
permanecieran en cartel más tiempo. El romanticismo operístico comenzó con Cherubini y Spontini
(discípulos de Gluck), iniciando el camino que arribó al corpus dramático wagneriano.

El drama escénico en Italia

Jommelli fue uno de los protagonistas de la renovación de la ópera en Italia. Lo siguió Johann Simón
Mayr. El más destacado fue Gioacchino Rossini, prolífico compositor para el medio escénico además de
ser autor de muchas cantatas, sinfonías y otras obras instrumentales. Su estilo combinó la melodicidad
con un ritmo marcado en frases nítidas, con orquestaciones en las que se pueden reconocer los
instrumentos. Entre sus mejores óperas serias están Tancredo y Otello, aunque fue más conocido por sus
óperas cómicas La italiana en Argel, La Cenicienta y El Barbero de Sevilla. Otros compositores de
renombre fueron el discípulo de Mayr, Gaetano Donizetti (que compuso 70 óperas, 100 canciones,
sinfonías, música de cámara y obras religiosas), autor de las óperas serias Lucía de Lamermoor y Linda
de Chamounix, y de las cómicas La hija del regimiento, El elixir de amor y Don Pascual; y Vincenzo
Bellini (que compuso 10 óperas serias, entre ellas La sonámbula y Norma).

La Ópera francesa

En el siglo XIX, París se convirtió en capital de la actividad operística, con numerosos espectáculos
heroicos como La Vestal de Spontini o El Aguador de Cherubini. La escueta burguesía que triunfó en la
Revolución fue suplantándose por espectáculos más populares como los del libretista Scribe con música
de Meyerbeer, por ejemplo, Roberto el diablo o Los hugonotes. La Gran Opera se caracterizaba por sus
grandes montajes escenográficos y su profusión de ballets, coros y escenas multitudinarias. Entre los
autores más famosos del género están Auber (La muda de Portici o Masaniello) y Jacques Fromental
Halévy (La Judía). También perduró una tradición de óperas cómicas como La dama blanca de Boieldieu,
Zampa de Hérold, que se remozó con las óperas bufas de Offenbach, como La bella Helena y Orfeo en
los Infiernos.

Ópera romántica alemana

La ópera se vió muy influida por los poetas y literatos en Alemania. Intensificó los rasgos nacionales
distintivos del singspiel. A comienzos de siglo triunfaron las óperas Undine de E.T.A. Hoffmann y Fausto
de Spohr, pero la obra característica del género por excelencia fue Der Freischütz de Weber, autor
también de Euryanthe y Oberon. Schubert no logró el éxito con este género, su mejor intento fue
Fierabrás. Otros autores alemanes de óperas del período fueron Marschner (Hans Heiling), Lortzing
(autor de Zar y carpintero), Cornelius (El barbero de Bagdad) y Schumann (su Genoveva recibió elogios
de la crítica, pero no contó con público). Hasta Wagner, la ópera nacional alemana compartió la
popularidad con las óperas cómicas de estilo francés y la ópera seria de Meyerbeer.

Nuevas fronteras

La música del romanticismo buscó nuevos horizontes y descubrió la universalidad de lo local.

La gran historia de la música fue reconquistada por los pueblos y naciones, dando lugar a un principio de
expresión a través de los sonidos y los cantos.

Más allá de la música italiana, francesa y alemana surgieron aportes fundamentales para la historia de este
arte provenientes del Centro y Este de Europa, de las heladas tierras escandinavas y también de lugares
lejanos de Oriente o del Sur. Chopin explotó su pasión romántica para exaltar el patriotismo polaco,
mientras Smetana universalizó el amor a Chequia o Grieg su Noruega. Incluso hubo quien rindió culto a
naciones imaginarias y culturas soñadas. La música inició un viaje sin regreso en busca de los genes
melódicos y rítmicos de las identidades sociales.

Músicos del Norte

La figura más importante del romanticismo escandinavo fue Edward Grieg, al que el crítico Hans von
Bülow consideró el "Chopin del Norte". En su obra se destacó la suite orquestal Peer Gynt (basada en una
obra teatral de Ibsen) en la que se encontraron elementos del folclore noruego, como las sagas y una
inspiración en el paisaje de los solitarios fiordos. En su catálogo hubo danzas rústicas y canciones
campesinas, músicas de carnaval y de bodas. Su amistad con Rikard Nordkraak le permitió conoce el
folclore noruego tras lo cual abandonó el estilo romántico germanizante en pos de uno nacionalista,
fundando una sociedad musical, Euterpe, para divulgar estas ideas. Además de Grieg, se destacaron otros
creadores escandinavos, como los daneses Niels Gade y Cari Nielsen, y luego el finlandés Jan Sibelius.

Exotismo
Los destinos desconocidos y lejanos siempre despertaron la imaginación de los músicos, pero muchas
veces su referencia era simbólica o argumental, como en la ópera-ballet Las Indias Galantes de Rameau.
El conocimiento de otras culturas y de sus músicas era casi nulo en el siglo XIX, cuando comienzaron las
expediciones musicológicas fuera de Europa. Esta época de viajeros aportó curiosidades étnicas, como la
corta permanencia del compositor Félicien David en Siria cuando era joven, dando por resultado obras
como El Desierto y Lalla Ronkh, que iniciaron la moda de "turquerías" musicales. El mismo Beethoven
ingresó una marcha turca en el momento más álgido de su Novena sinfonía. También Mozart compuso
obras de este carácter. El exotismo animó la visión estereotipada de lo español, que se tradujo en la
Sinfonía española de Lalo (autor también de una Fantasía noruega y un Concierto ruso), en la obra
España de Chabrier, en El Cid de Massenet o en la ópera Carmen de Bizet.

Música para piano

El piano, tanto en lo musical como en lo conceptual y mecánico, fue representativo del romanticismo, de
una revolución industrial en lo laboral que llevó a otra conformación de las sociedades. Al igual que el
capitalismo estructuró diferentes jerarquías en la cadena de producción, el piano sirvió de herramienta
para lograr la expresión musical a través de variados artilugios. Se convirtió en latiguillo de la creación,
en experimento de nuevos estilos y (en términos actuales) en interfaz entre el artista y su creación. El
piano generó una literatura propia, que se fue diferenciando sin pausa de los teclados precedentes (el
clave o el órgano) con nuevas sonoridades y posibilidades. Los compositores románticos compusieron su
obra para este instrumento, símbolo de la sensibilida de la época.

Literatura para piano

El piano ocupó la categoría de instrumento de expresividad particular, parecida a la voz humana. Por eso
las formas vocales solistas fueron pasando de uno a otro repertorio. De esta manera, del lied derivaron las
piezas líricas para piano. Su máximo exponente fue Schubert con sus impromptus y momentos musicales.
Mendelssohn también consiguió un alto grado de expresión en sus romanzas sin palabras, mientras
Schumann creó sus propios géneros de novelitas, fantasías y divertimentos. Se desarrolló una abundante
literatura de música para el salón o el hogar y triunfaron las piezas para tocar a cuatro manos. Con su
original y trascendente obra pianística, Chopin canalizó el fervor patriótico y nacionalista por medio de
polcas palaciegas, mazurcas campestres y valses elegantes, aunque también cultivó géneros más
universales como las baladas, los nocturnos, las canciones de cuna (barceuses) y los impromptus.
Mientras, Liszt convirtió el piano en escenario de su destreza instrumental en forma de estudios y
rapsodias.

Sonatas para piano

Las 32 sonatas de Beethoven marcaron un hito artístico insuperable. Sin embargo, no opaca la obra de
otros creadores como Schubert, autor de 10 sonatas en las que se destaca el especial lirismo de sus
movimientos lentos. A su vez, Schumann compuso tres sonatas de tinte beethoveniano más que de los
artificios y virtuosismos de los clásicos vieneses. También Liszt compuso una sonata que careció de
movimientos y alternaba momentos lentos y vivaces sin pausa. Otros autores de este género y época
fueron Hummel, autor de cinco sonatas de gran alarde técnico; Moscheles con sus sonatas Melancólica y
Característica; Antón Rubinstein con cuatro sonatas; y otras cuatro de Weber. Asimismo se destacaron la
Gran Sonata de Thalberg, las tres sonatas de Mendelssohn, los dos ejemplos de Chopin, uno de los cuales
contiene su famosa Marcha Fúnebre.

Dos escuelas para un instrumento

A partir del siglo XIX la interpretación del piano tuvo dos posturas técnicas que la condicionaron: la
escuela de Johann Nepomuk Hummel que persiguió la claridad de la textura y la fluidez de la técnica. Y
la que buscaba ampliar su dinamismo para conseguir semejantes orquestales de gran dramatismo y vigor,
tendencia propia de la obra de Beethoven para piano por ejemplo. Ante esta contraposición de pareceres
técnicos, Muzio Clementi intentó adoctrinar al músico para cualquier ocasión. Luego, el pianismo
encuentró sus representantes más destacados en John Field (discípulo de Clementi) y von Henselt
(alumno de Hummel), además de Chopin, seguidor de la escuela de Hummel.

Música de cámara

El romanticismo se caracterizo por la expresión intimista de la música de cámara. Sin embargo, varios de
sus compositores trabajaron este género influenciados por modelos clásicos, aunque llenos de
sentimientos y pasiones. Los muchos y buenos ejemplos de la escuela vienesa, como la obra de
Beethoven, frenaron el acercamiento a las formas consagradas en obras maestras. Lo virtuosista
reemplazó a la belleza de la estructura y la armonía del conjunto. De este modo, surgieron en aquel
entonces intérpretes magistrales que impulsaron la composición para el lucimiento del solista, en sonatas
a dúo con el piano acompañando, en formaciones tradicionales como el cuarteto de cuerdas, o en
pequeños conjuntos de instrumentistas, en los que se conjugan el arco y los vientos. Intérpretes y
compositores con un gran talento técnico, como Niccoló Paganini, conquistaron la escena musical de
Europa.

Románticos camerísticos

Los primeros cuartetos de cuerda de Schubert siguieron las pautas formales de la escuela vienesa de
Haydn y Mozart. La composición más conocida del período fue la obra para piano y cuerdas La Trucha.
Luego, sus cuartetos se vieron influidos por su concepto del lied. Además de cuartetos, compuso un
Octeto, a la manera de la suite, y un Quinteto para cuerda, con un violoncello añadido. Las principales
obras de cámara de Schumann son de 1842, son cuartetos de cuerda con y sin piano. En cambio, la
música de cámara de Mendelssohn abarcó una sonata para violín y piano, dos para piano y violoncello,
dos tríos con piano, seis cuartetos de cuerda, dos quintetos, un sexteto para piano y cuerda, y un octeto
además de otras obras menores. Pero la figura más relevante por su creación camerística fue Brahms,
autor de 24 obras de este género: tríos con piano, cuartetos con piano, quintetos con piano, sextetos, un
Trío para piano, violín y trompa sin válvulas o el Quinteto con clarinete, además de varias sonatas para
solista y piano.

El violín

Así como el piano representó la potencia del progreso industrial, el violín fue la máxima expresión de lo
artesanal. Su práctica aumentó merced a los nuevos conceptos orquestales organizados en torno a las
familias de instrumentos y su voz principal en el medio sinfónico. El misterioso y romántico Paganini
superó a importantes violinistas de la época como Rovelli, Sivori, Milanollo o Tua, a la vez que en
Francia triunfaron los sucesores de Baillot como Mazas y Habeneck, además de Kreutzer al que
Beethoven dedicó su Sonata op. 47 y otros posteriores como Alard, Beriot, Leonard, Massart y el belga
Vieuxtemps. Mientras, en Alemania se destacó Spohr, profesor de Ferdinand David y destinatario de la
dedicatoria del Concierto de Mendelssohn. Otros violinistas reconocidos fueron el checo Mildner, el
austríaco Wranitzky y el alemán Joachim.

Instrumentos de viento

La música de cámara de las maderas provino de la música al aire libre del clasicismo. Las maderas solían
agruparse en varios tipos de conjunto, desde el dúo a los nonetos. De esta manera, hubo ejemplos de dúos
para instrumentos iguales (dos flautas, dos oboes, etc.) o en combinación con el piano en las sonatas a
dúo. Así sucedió con los tríos con o sin piano, desde los destinados a tres trompas de Reicha, al Trio para
flauta, violín y viola op. 87 de Beethoven. Los cuartetos de maderas se constituían en dos formaciones
con clarinete, trompa y fagot. En ellos, la voz cantante la lleva la flauta o el oboe. El quinteto de vientos
conjunta a la flauta, el oboe, el clarinete, la trompa y el fagot. Las agrupaciones mayores, como sextetos,
septetos (o septiminos), octetos y nonetos no tienen una formación específica, pero suelen sumarse el
contrabajo o contrafagot.

La canción romántica
En el siglo XIX la canción de cámara o lied alcanzó su cúspide creativa. En principio las distintas estrofas
se entonaban con melodías parecidas o iguales y luego, se buscó traducir a música los sentimientos
explícitos a través de las palabras. El piano acompañaba y comentaba con armonías y figuraciones
melódicas la trama poética, creando atmósferas para el desarrollo de la acción del texto. Los compositores
alemanes románticos trabajaron el género de la canción de hogar, uniendo el texto y la música que eran
elaborados, pero cercanos al espíritu popular (característico del romanticismo). La canción representaba
las nacionalidades, y muchos de estos lieder se convirtieron en himnos. A diferencia de otro tipo de
canción artística como las arias, los lieder se interpretaban en las casas, acompañados de piano o guitarra,
era una práctica íntima y lejana de los escenarios.

Canción para coro

En el siglo XIX era habitual encontrar coros mixtos que interpretaban un repertorio religioso
(especialmente oratorios) y además poseían una literatura propia. Entre los creadores de canciones corales
más conocidos están Schubert, Schumann, Mendelssohn, Hauptmann, Brahms, Franz y Bruch. El
repertorio se especializó en distintas: masculinas, femeninas, con o sin acompañamiento, y las canciones
podían utilizar textos religiosos, patrióticos o sentimentales. Asimismo, se compusieron cantatas como las
de Johannes Brahms, autor de varias obras para coros de distintos tipos, desde la Rapsodia para contralto
solista y coro masculino, al Canto de las Parcas para coro mixto a seis voces.

Lieder alemanes

A fines del siglo XVIII comenzaron a notarse algunas características del romanticismo en los lieder
alemanes, en especial en las baladas de Zumsteeg, que intentaron imitar a las baladas populares
escocesas. Pero el verdadero cambio del género llegó con Franz Schubert, su primer lied data de 1814,
sobre un poema de Goethe. Compuso 600 lieder, entre ellos varios ciclos de canciones, como La bella
molinera, con textos de Müller. Su elemento esencial es una melodía de simple y efectiva
emocionalmente. El acompañamiento ya no es de apoyo como en el clasicismo, sino que renueva sus
texturas de fondo. Tras Schubert, otro gran creador de lieder románticos fue Robert Schumann, que
compuso cientos (sólo en 1840 fueron 138 obras). Como Schubert, cuenta con varios ciclos de canciones
en su catálogo, como Amor de poeta. En su obra, el papel del piano es relevante con largos preludios y
posludios.

Compositores Romanticos I

Felix Mendelsshon (1809-1847)

Destacada figura del prerrománticismo, de formación e inspiración clásica e incluso barroca. Sus
principales maestros fueron Palestrina, Haendel y J. S. Bach. A pesar de su academicismo, encontró su
inspiración en la naturaleza y la fantasía. Defendió las formas pequeñas (como la romanza sin palabras)
pero trabajó todos los géneros, desde la música de cámara a la sinfonía, las oberturas y los oratorios.
Dirigió orquestas y enseñó piano y composición. Conoció a von Weber y Spohr, y fue amigo de
Schumann. Su estilo tiene el sentimentalismo de un romántico y el gusto y equilibrio de un clásico. Sus
obras más conocidas son entre otras las Sinfonías Escocesa e Italiana, la suite de El sueño de una noche
de verano y el oratorio Elias.

Frédéríc Chopin (1810-1849)

Apasionado y lírico, fue una de las figuras más representativas del espíritu romántico. El piano fue el
medio para comunicar su visión interna. Nació en Polonia y fue reconocido en los salones franceses.
Vivió poco y de manera escandalosa. Se enamoró de una escritora que firmaba con el seudónimo George
Sand y de su país. Fue un patriota empedernido, cualidad que mostró en su música popular polaca,
adelantándose al ingreso de los nuevos pueblos a la historia de la música. Entre sus principales
composiciones (que son 169 obras en las que participa el piano) se destacan dos conciertos para piano y
orquesta, varias sonatas para dicho instrumento, así como 19 nocturnos, 24 estudios, 26 preludios, 13
valses, 4 baladas, 4 fantasías, 11 polonesas, y 54 mazurcas, además de otras piezas menores, un Trío y
una Sonata para. violoncello y piano.

Franz Liszt (1811-1886)

Importante renovador de las formas que definió a la rapsodia y creó el poema sinfónico. De origen
húngaro. Su padre, músico aficionado en la residencia de los Esterházy, le enseñó a tocar el piano. Su
talento fue estimulado por el patrón, quien financió sus estudios en Viena, perfeccionando su técnica
pianística con Czerny y trabajando la composición con Salieri. No consiguió entrar en el Conservatorio de
París dirigido por Cherubini (por ser extranjero) y estudió con profesores particulares. Su vida privada
estuvo signada por su fama de Casanova y un espíritu religioso, político y artístico. Dio luz al moderno
virtuoso del piano, romántico y efusivo. Su composición se ve influenciada por el intérprete, por lo que su
catálogo denota una carencia de unidad estilística.

Robert Schumann (1810-1856)

De origen alemán. Fue compositor y pianista, admirador de la poesía y las canciones de Schubert. En
1829 decidió dedicarse al mundo de la música y apoyó la creación de la sociedad musical Davidsbündler
y la Nueva Revista Musical, en la que proclamaba la genialidad de Chopin o Brahms. Se concentró en
distintos géneros cada vez; por ejemplo, hasta 1840 se consagró a la música para piano, en 1841 al medio
orquestal y al año siguiente a la música de cámara con varios cuartetos y un quinteto para piano. Sus
obras más reconocidas son los Estudios sinfónicos, Piezas de fantasía, Escenas infantiles, Álbum para la
juventud, la ópera Genoveva, 4 sinfonías, algunos conciertos, música de cámara y ciclos de canciones.

Compositores Romanticos II

Lo pasional y sentimental traducido en una impronta personal muy marcada en la obra de algunos
creadores caracteriza al romanticismo. La siguiente es una primera aproximación a los compositores que
abrieron el camino a esta nuevo modo de comprender y vivenciar la música. Todos les deben su
inspiración a los maestros del pasado, aunque les confieren una nueva personalidad, desde el J. S. Bach
recuperado de Mendelssohn, al Haydn modélico de Schubert o la opulenta tradición operística que
concluye en Rossini. Simultáneamente, su obra fue objeto de culto y admiración de la joven generación
de creadores que nacía sin complejos, como el imaginativo y exuberante Berlioz, el virtuoso y bonvivant
Liszt, el atormentado Schumann que encontró en las canciones de Schubert la pasión eterna de la música,
o la vena patriótica y ensoñadora de Chopin. Son algunos de los ejemplos de un estilo que mira con
respeto a las obras de madurez de Beethoven.

Franz Schubert (1797-1828)

Nació en Viena. Aunque comenzó a estudiar con su padre, pronto éste vio su potencial y lo envió a tomar
clases con el director del coro de la parroquia, y luego acudió a la escuela de la capilla de la corte
imperial. Desde entonces empiezó a componer un deslumbrante catálogo de obras e inició un movimiento
romántico que abarcó toda Europa. Es el paradigma del compositor que escribe por placer, que alcanza la
felicidad en la creación. Sus obras más reconocidas son la Sinfonía inacabada, el quinteto La Trucha y el
cuarteto La muerte y la Doncella, aunque su aporte principal lo hizo renovando el repertorio de los lieder
con unas 600 canciones, algunas englobadas en ciclos como El viaje de invierno, La bella molinera o El
canto del cisne. Asimismo, compuso obras para piano entre las que se destacan los Momentos musicales y
los Impromptus.

Héctor Berlioz (1803-1869)

Nació en pleno período napoleónico. Fue un destacado renovador del género sinfónico que confrontó con
la intransigencia del resto de los músicos en casi todos los temas, desde el uso del saxofón hasta su
soporte a la nueva visión dramática de Wagner. Tuvo una vida excéntrica y apasionada. Ganó el Prix de
Roma, el más importante de Francia entonces, pero no por su singular Sinfonía fantástica, sino por una
cantata hoy casi olvidada. Además de compositor, defendió sus postulados de música programática como
columnista. Tuvo éxito en las principales capitales europeas donde estrenó su obra, pero no en su propio
país, Francia. Escribió un Tratado de Instrumentación que reeditó y corrigió Richard Strauss.

Gioacchino Rossini (1792-1868)

A los 37 años, el italiano había compuesto 38 óperas. Desde entonces no volvió a componer otro drama,
lo que perdura como un misterio en la historia de la música. A los 12 años comienzó a componer
canciones, ya sabía tocar el clave, la trompa y la viola. En 1804 la familia se radicó en Bolonia y allí
recibió estudios formales de violoncello y contrapunto, y conoció las obras de Haydn y Mozart. A los 18
le encargaron componer una ópera y surgió El contrato matrimonial y otras, hasta que logró el éxito con
La piedra de toque y sobre todo con Tancredo y La italiana en Argel en 1813. Luego viajó a Nápoles,
donde compuso Ótelo y La Cenicienta, entre otros dramas. Sin embargo, su mayor éxito fue El barbero de
Sevilla y su mayor desilusión, el fracaso ante el público de Guillermo Tell. Más óperas destacadas son La
urraca ladrona y Semirámide, además de un Stabat Mater.

Edvard Grieg (1843-1907)

Compositor noruego. Fue el más importante de su país durante el siglo XIX. Nació en Bergen el 15 de
junio de 1843. Estudió piano con su madre, pianista profesional, y más tarde en el conservatorio de
Leipzig. Fue el compositor danés Niels Gade quien le animó en la labor de componer. El noruego Rikard
Nordraak despertó su interés por la música folclórica noruega. Con él, dijo, "aprendí a conocer los cantos
del norte y mi propia naturaleza". Entre 1866 y 1876 Grieg vivió en Cristianía (hoy día Oslo), donde fue
profesor de música y director de la Sociedad Filarmónica. En 1867 contrajo matrimonio con su prima, la
soprano Nina Hagerup. Su defensa de la escuela basada en la música folclórica noruega originó el
enfrentamiento con músicos conservadores y críticos, por lo que sus propias obras tardaron en ser
apreciadas.

El primer músico de talla internacional que alabó su trabajo fue el compositor húngaro Franz Liszt. En
1874 el gobierno noruego le concedió un salario anual que le permitió dedicarse por entero a la
composición. Se hizo famoso por su música incidental para el drama poético Peer Gynt (1875), de Henrik
Ibsen. En 1885 se aisló en un estudio de Lofthus y en 1885 mandó construir la villa Troldhaugen, cerca de
Bergen, donde vivió el resto de sus días. Murió el 4 de septiembre de 1907.

Aunque su música está influida por la de los compositores románticos, especialmente Robert Schumann y
Frédéric Chopin, Grieg adaptó sus propias melodías basándose en el estilo del folclore noruego y fue el
maestro de los fundamentos armónicos que evocan la atmósfera de su tierra. De su producción musical
destacan Heridas de corazón, La última primavera (inspiradas en un poema noruego), y la suite En
tiempos de Holberg, para orquesta de cuerda; El retorno al país y Olav Trygvason, para coro y orquesta,
un cuarteto de cuerda y numerosas obras para piano, entre ellas una balada en sol menor y el famoso
Concierto para piano y orquesta en la menor. Sus canciones han tenido una especial difusión.

El músico romántico

El paradigma del compositor del siglo XIX fue Beethoven. Atormentado por una infancia infeliz,
encontró en la música un medio de expresión para el alma. Surgió un nuevo tipo de músico: el consagrado
a la composición y no a la interpretación. Así, el papel del artista romántico mostró orgullo por ser un
genio incomprendido. Por primera vez en la historia de la música, los artistas compusieron obras que no
fueron encargadas y las destinaron a un público futuro... música para la eternidad. Aunque las palabras
que siguen eran para Víctor Hugo, podrían aplicarse a los músicos de la época: "Es regocijante
contemplar la diligencia con que los románticos aplican la tea a todo lo divino y lo humano, echándolo
todo abajo, y acarrean grandes carretadas repletas de normas, y los Clásicos desaparecen del escenario del
conflicto".

Compositores

Los compositores anteriores al romanticismo descendían de familias de músicos. En el siglo XIX en


cambio, aparecieron artistas de una clase media ilustrada, hecho que afectó a su visión del mundo, las
artes y particularmente la música. En 1798 Novalis escribe: "El mundo debe ser romantizado. Así volverá
a encontrar el sentido originario. Al otorgar a lo general un sentido elevado, a lo habitual una apariencia
enigmática, a lo conocido la dignidad de lo ignorado y a lo finito un aspecto infinito, lo estoy
romantizando". Y Weber añade: "Corresponde al verdadero maestro el dominio de la propia sensibilidad,
de la ajena, así como la reproducción del sentimiento que él ha creado mediante aquellos colores y
modulaciones, capaces de componer de inmediato un cuadro consumado en el alma del oyente".

La unión de las artes

Los románticos fusionaron todas las artes en una. Esta sinergia de artistas de diferentes campos demostró
un marcado interés por unir a todas las expresiones, como lo demuestran las puestas en música de obras
teatrales consagradas de Shakespeare o del propio Goethe. Poetas como él o Schiller envidiaron el
dinamismo y la pluralidad de niveles artísticos de la ópera. Mientras, la poesía se vio influenciada por las
formas y ritmos musicales, y se escribieron tratados sobre la concordancia de sonidos y colores. Esta
tendencia a la unión artística llevó a la aparición de artistas versados en varios terrenos expresivos como
el cultivado Liszt y el teatral Wagner. La música romántica se llenó de contenidos extramusicales, de
sentimientos, ideas y programas expresivos.

Nacionalismo músical

Es interesante comprobar que el subjetivismo e individualidad del romanticismo dio lugar a una idea
nacionalista aplicada al arte y música locales. Acabó con un período de cosmopolitismo en la que un
compositor alemán podía triunfar en París haciendo óperas en italiano. Esta actitud llevó a varios
compositores no italianos a plantearse un lenguaje propio, nacional y distintivo de su pueblo. Esta idea se
desarrolló a lo largo del siglo, primero en los centros creativos de Italia, Alemania y Francia. Luego,
serían otras las naciones cuya música local irrumpiría con fuerza en la escena, desde la Polonia de
Chopin, a la Chequia de Smetana, la Rusia de Chaikovski y la España que va de Pedrell a Falla, pasando
por Albéniz, Granados y otros tantos. El movimiento se extendió hasta entrado el siglo XX y acabó en un
provincialismo que creó un nuevo lenguaje, como la interpretación que Bartók realizó sobre el folclore
balcánico.

El medio sinfónico

En el siglo XIX comenzó una decantación de la creación hacia el medio sinfónico. La orquesta asimiló las
cualidades de la nueva sociedad industrial y los ideales democráticos. Su base está conformada por las
masas sonoras de las cuerdas (bloques de primeros y segundos violines, de violas y de violoncellos),
apoyadas por otros subconjuntos especializados, como los vientos y la percusión. Y sobre todos, el
director como figura central, a cuyos movimientos de manos y brazos corresponden el tempo y la
expresión general. Las orquestas se hicieron profesionales y trabajaron en ensayos. Aumentaron las
exigencias de interpretación y los pasajes solistas en los que expresarse individualmente. El lenguaje
orquestal se enriqueció y complejizó, con un despliegue inédito de timbres y matices sonoros, de efectos
de conjunto y de un enorme potencial dinámico. El fenómeno implicó una democratización del concierto
público, ya que el medio orquestal se prestó a audiciones masivas.

Poema sinfónico

Poema sinfónico. Obra orquestal de un solo movimiento en el que se desarrolla musicalmente un


argumento, narracion. Es la gran forma romántica, que establece una unión entre la poesía y la música.

Denominación de una forma dramática con base en el medio orquestal, que expresó con la música una
narración o programa extramusical. En primera instancia fue definida por Berlioz a partir de su Sinfonía
fantástica y perfeccionada luego en obras como Harold en Italia o Romeo y Julieta, para terminar
enriqueciéndose con los posteriores aportes de Liszt. La paternidad del Poema Sinfónico se le atribuye al
compositor húngaro Franz Liszt. Liszt se inspiró en argumentos poéticos para la composición de sus
poemas sinfónicos Lo que se escucha en la montaña, Tasso, Los preludios, Orfeo, Prometeo, Mazeppa,
Ruidos de fiesta, Heroide fúnebre, Hungría, Hamlet, La batalla de los hunos y El ideal, aunque también
impregnan sus sinfonías Dante y Fausto.

La finalidad del Poema Sinfónico es describir con música la trama de una historia escrita; algo que
vendría a ser en la actualidad como la música de fondo de una película.

Sinfonía romántica

Aunque este género nació en el clasicismo del siglo XIX, experimentó un gran avance en varios puntos:
en la cantidad de obras, en las dimensiones propias y en los medios puestos a disposición de las mismas.
Esta abundancia no fue sólo una cuestión de cantidad (el catálogo de Haydn supera las cien sinfonías),
sino de su difusión entre casi todos los creadores. Schubert, por ejemplo, compuso diez sinfonías de las
que se conservan todas menos Gastein y entre las que se destacan la Cuarta (Trágica), la Octava (llamada
Inacabada por componerse sólo de dos movimientos) y la Novena (o Grande). Por su parte, Schumann
compuso cuatro sinfonías y Mendelssohn sus sinfonías Escocesa, Italiana y de la Reforma. Mientras,
Berlioz abrió las posibilidades tímbricas y efectistas a partir de su Sinfonía fantástica y otros ejemplos
que lo llevaron a la creación del nuevo género del poema sinfónico.

Romanticismo

El Romanticismo musical se extiende, aproximadamente, entre los años 1815 y 1880, continuando en
algunos lugares hasta avanzado el siglo XX.

El Romanticismo fue una reacción contra el espíritu racional e hipercrítico de la Ilustración y el


Neoclasicismo, y favorecía ante todo la supremacía del sentimiento frente a la razón, del liberalismo
frente al despotismo ilustrado, de la originalidad frente a la tradición grecolatina, de la creatividad frente a
la imitación neoclásica y de la obra imperfecta, inacabada y abierta frente a la obra perfecta, concluida y
cerrada. Los autores despreciaban el materialismo burgués y preconizaban el liberalismo en política y el
amor libre.

1.- El espíritu romántico

Un efecto tardío de la evolución artística en las letras y en otras manifestaciones derivó en el


romanticismo en la música. Como movimiento se remonta a Shakespeare y extiende su filosofía al resto
del continente europeo en la obra del francés Jean-Jacques Rousseau (romántico escritor y clásico
compositor) y en especial en la del poeta alemán Wolfgang Goethe. El romanticismo nació como reacción
contra el formalismo y los refinamientos palaciegos del siglo XVIII. Se intentaba volver a las fuentes de
la civilización cristiana occidental desde las oscuras y mágicas de la Edad Media, con su mitología de
santos y mártires, sus leyendas y tradiciones populares. Se asocia a este cambio una valoración religiosa
de la naturaleza, el poder del individualismo y sus sentimientos, además del espíritu colectivo marcado
por la búsqueda de raíces nacionales.

Época de contrastes

Entre los creadores del siglo XIX, se dan contrastes de estilo muy evidentes. Cada uno se opuso al
clasicismo desde un punto de vista distinto. El romanticismo es un movimiento subjetivo, en el que
participa el alma, las pasiones, los instintos básicos, el miedo o el éxtasis. Es por ello que la producción
musical es un abanico de sentimientos contrapuestos, desde la explosión de colores sinfónicos, a la
máxima intimidad de un instrumento (el piano) que adquirió varias veces la categoría de diario íntimo.
Esta reserva, pese a lo que parece, no renuncia al virtuosismo: el público es masivo, una nación de
oyentes, un mundo al que subyugar.

Romanticismo musical
Sobre el final del siglo XVIII, el mundo presentó por primera vez una real agitación basada en ideales
sociales como la democracia y la libertad.

En la historia de la música también se vio un nuevo lenguaje en los argumentos románticos de las óperas
de Hamburgo, en las ramificaciones ligeras del género (ópera bufa en Italia, cómica en Francia y singspiel
en Alemania) que culminó en obras determinadas, como el oratorio Las Estaciones de Haydn o las
composiciones tardías de Mozart y Beethoven. El siglo XIX nació desplazando el arte de sociedad del
siglo anterior y cediendo el lugar a una expresión social, nacional y humana.

Ello se tradujo en la incorporación de las melodías y ritmos de los pueblos y regiones. No se trató de
componer música para agradar al público, sino para emocionarlo.

El arte y la música se convirtieron en el alma de la nación y quien conspirara en su contra, traicionaría sus
raíces.

Etapas del romanticismo

A este primer período (de 1800 a 1830, en la Europa sacudida por las revoluciones) pertenecieron gran
parte de los lieder de Schubert, varias obras maduras de Beethoven y algunas óperas de Rossini. El
segundo período romántico abarcó desde 1830 hasta la mitad del siglo, cuando las revueltas sociales
ocupaban Europa en 1848. El ojo del huracán renovador de la música pasó de Viena a París, que se
inspiró en el romanticismo literario de Victor Hugo y Alejandro Dumas, y que puede ejemplificarse con
la obra de Berlioz, en el virtuosismo de Paganini y Liszt, en la poesía sonora de Chopin y Schumann, o en
la nueva ópera de Wagner. El período desde mediados hasta el final del siglo fue la era del
postromanticismo.

Estudio. Obra breve de restringido material temático, en donde un motivo va adquiriendo cada vez mayor
dificultad. Obra musical de carácter pedagógico, centrada en algún aspecto técnico de la interpretación
del instrumento. Pequeña pieza musical destinada a la mejora de aspectos de la técnica del instrumentista.
Generalmente se agrupan en colecciones. En el caso de los compuestos por los grandes compositores
(como Chopin, Liszt o Debussy) se trata de verdaderas obras de concierto. Y a veces muestran verdaderos
alardes de virtuosismo.

Aunque muchos manuscritos y libros impresos de los siglos XVI, XVII y XVIII incluían obras para la
mejora de la técnica, el concepto de conjunto sistematizado de estudios apareció por primera vez a
comienzos del siglo XIX con las colecciones de J.B.Cramer , Carl Czerny y el Gradus ad Parnassum
(1817) de Clementi.

Impromptu. Obra no sujeta a ninguna norma y en la que el ejecutante tiene libertad de improvisación.
IMPROMPTU: El término impromptu, palabra francesa de raíz latina y de origen relativamente moderno,
designa una pequeña obra instrumental, preferentemente pianística, de carácter medio improvisado, cuya
estructura sin ser fija, adopta frecuentemente el esquema ABA o de lied desarrollado.

Mazurca es una danza tradicional de Polonia. La mazurca era originalmente un baile de salón que se
convirtió con el tiempo en una danza para la clase popular. Danza de origen polaco en compás ternario y
con acento desplazado al último tiempo de cada compás.

La mazurca es una danza típica polaca. Se divide en 3 tipos regionales que son: masur, obertas y
kujawiak. Está escrita en compás de 3/4, con destacados acentos en el segundo y tercer tiempo. Su
movimiento es algo más lento que el del vals, al que se asemeja. Es una danza de carácter viril, gallardo y
animado. Su estructura formal es prácticamente igual a la del minué. El maestro indiscutible de la
mazurca de concierto fue Chopin, que escribió 31 mazurcas.

La fantasía es una forma musical libre que se distingue por su carácter improvisatorio e imaginativo, más
que por una estructuración rígida de los temas. Así, permite al compositor una mayor expresividad
musical relajando las restricciones inherentes a otras formas tradicionales más rígidas, como la sonata o la
fuga.
Es una pieza instrumental en la que la improvisación y la imaginación del compositor se antepone a
estilos y formas convencionales. En los S.XVI y XVII, se llamaba Fantasía a piezas instrumentales donde
un tema se desarrollaba en estilo imitativo y contrapuntístico. Para los románticos, la fantasía
proporcionaba los medios para una expansión formal sin las restricciones de la forma sonata. Aunque la
Fantasía tenga un carácter eminentemente improvisatorio, no quiere decir esto que carezca de estructura
formal. Es más, contempla los principios básicos de cualquier forma musical.

El término fantasía lo utilizó Liszt y otros compositores aplicado a piezas virtuosistas basadas en temas
procedentes de una ópera u otra obra. La primera forma es la llamada Fantasía de Ópera

La Polonesa:Es una forma musical consistente en un movimiento de marcha moderada y ritmo ternario
(3/4). Es la danza nacional de Polonia. Algunas de las polonesas más destacables y famosas son las de
Frederic Chopin. Las melodías de la polonesa suelen ser de una estructura simple, a base de frases breves.

La balada: Que antiguamente se llamaba Canzone a ballo, ya que se combinaba con la danza. Como
forma artística no popular, se cultivó en Alemania en el S.XIX por medio de obras para voz y piano sobre
poemas narrativos. Uno de los primeros compositores de baladas fue J.R.Zumsteeg, que sirvió de modelo
a compositores como Schubert, Schumann y Wolf.

Además de la balada vocal, existe la balada instrumental, nombre este de balada utilizado por primera vez
por Chopin para nombrar una pieza pianística de estilo narrativo. En tiempos posteriores, esta acepción
fue aplicada a piezas de música programática escrita para orquesta. Citaremos como ejemplo de baladas
pianísticas las 4 que compuso Chopin: op.23, 38, 47 y 52.

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