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Estaba en clase de historia, pero parecía que estaba en mi propio mundo.

No comprendía, que rayos le sucedió a Matías, se comportó como yo


sospechaba que era pero todavía había una parte mía que no quería
aceptar esa realidad.

Todavía sentía mi corazón en los oídos y el temblor de mis manos de la


furia que reprimía, si hubiera podido le hubiera dado un puñetazo a Matías
para que nunca más me hablara de esa manera. Al final él tenía un poco
de razón, me di cuenta de que así como él parecía testarudo yo lo era aún
más. Además él no tenía la culpa de lo mucho que me molesto su
comentario ya que él no sabía lo que esa mariposa significaba para mí.

-Lu…-susurró Edu.

-¿Qué?-dije también susurrando.

-Te pasa algo- afirmó

Eduardo era mi mejor amigo, la persona que siempre estuvo conmigo,


desde que éramos niños. Todos esperaban que él y yo fuéramos algo más
que sólo amigos, pero yo sabía que él no me amaba y yo tampoco a él…al
menos no de la manera en que cualquiera se pudiera imaginar y no era
como si él fuera demasiado feo, era alto de ojos pardos y cabello negro
ondulado, pero entre nosotros sólo existía la más sincera de las
amistades. Él había estado ahí cuando me rompieron el corazón por
primera vez y yo cuando se lo rompieron a él, cuando murió mi primer
perro y yo cuando murió su conejo. Pero sobre todo él estuvo cuando mi
abuela murió, que fue cuando más lo necesite en esta vida. Él mejor que
nadie sabía lo que me sucedía así que una afirmación a una pregunta no
era algo sorprendente, pero siempre si era mejor actuar como si no
pasara nada.

-¿Qué te hace pensar eso?-dije haciéndome la tonta.

-No soy idiota Lu-dijo y la profesora de historia carraspeó la garganta. Se


suponía que todos debíamos estar escribiendo un ensayo acerca de la
Revolución Comunera, y el silencio sólo estaba siendo roto por nosotros
dos.

-De acuerdo hablamos luego Edu…tal vez en un momento cuando la


maestra no trate de asesinarnos-dije sonriendo

-Está bien, pero que no se te olvide Lucia…que tenemos una conversación


pendiente-dijo apuntándome con su dedo índice, tratando de lucir
amenazante.

La clase terminó por fin y pudimos salir para dirigirnos a nuestros


hogares, y teníamos una tarde libre lo que era por mucho lo mejor del
mundo luego de tanto estrés y preocupación por parte de mi vida de
estudiante y de otras cosas

-Lu…-gritó Edu y corrió para alcanzarme ya que yo estaba camino a mi


casa.

-Si-sonreí.
-Ah…ahora vamos a jugar a hacernos los desentendidos-dijo con la ironía
en cada frase.

-Tal vez-

-Ya en serio, sé que te pasa algo y ya tengo una idea de qué puede ser
pero sería mejor que tú me lo dijeras antes de que yo acepte mis
conjeturas como verdad-

-De acuerdo. ¿Vas a comer en casa?-

-Si…además sabes que vives como a seis cuadras del colegio, no sé


porqué te apresuras tanto-

Nos reímos todo el camino. Era lo que hacíamos, Edu era la persona que
me alegraba sin importar mi estado de ánimo, una palabra de él o incluso
un gesto era suficiente para hacerme feliz.

Luego de comer lo que había dejado mi mamá, nos recluimos en mi


habitación. Estábamos solos como siempre mis padres trabajaban hasta
altas horas de la noche y cuando llegaban casi siempre yo estaba
dormida. Y en las mañanas los veía cinco minutos antes de salir y de
nuevo estaba sola.

Luego de que mi perro murió mis padres no quisieron comprar otro por lo
que yo me encontraba aún más sola, ya que no tenía hermanos, ni nada.
Mi casa se sentía como un apartamento, como mi propio apartamento de
soltera.

Edu se sentó en el suelo como solía hacer y yo me acomodé en la cama


con una almohada en el regazo.

-Bueno…pues habla-dijo Edu. Me quedé en silencio, de verdad no quería


hablarlo con nadie porque desde el momento en que se supiera todo se
volvería más real e inevitable.

-Somos amigos desde Jardín de Infantes. ¿No crees qué merezco saber
qué te pasa? El porqué de tu tristeza

No lo estaba mirando sino que instintivamente estaba jugando con el dije


de oro de la mariposa que colgaba en el collar que mi abuela me había
regalado antes de morir, y mi abuelo se lo había dado a ella el día de su
compromiso.

-Tiene que ver con ese collar ¿Verdad?-dijo. No sabía como lo hacía,
siempre terminaba descubriendo todo con sus “conjeturas”.

-Si-dije

-¡Muy Bien!...ya pasamos a monosílabos. Algo es algo, siempre lo he


dicho-

Me hizo reír y decidí contarlo, no podía ser tan malo, sólo era Edu y Matías
tampoco era un monstruo o al menos no uno tan horrible.
Suspiré -Tiene que ver con Matías. Nuestro instructor en las clases de
práctica-dije un poco avergonzada.

-Me lo imaginaba, estaba algo extraño la primera vez que estuvo con
nosotros, como si le molestaras o algo así-

-Si a mí también me pareció, pero no era sólo eso, al parecer tiene una
fascinación con hacerme sentir mal. Pero no es nada más eso, es cómo si
cambiara de personalidad constantemente cómo si no supiera qué lado
suyo mostrar, como si estuviera dudando de sí mismo.-

-A mí me parece que si te hace así de infeliz e insegura como estoy


viendo no te conviene-dijo Edu poniéndose serio, algo que no ocurría a
menudo pero cuando lo hacía era sólo para hacerme entender la
gravedad de la situación.

-Tú sabes que siempre tienes razón, pero hoy me intrigó mucho a pesar
de haberme ofendido sin saberlo, lo que me dijo era verdad, no del todo,
pero verdad. Nunca nadie antes me había hecho ver las cosas de la
manera que él lo hizo, me enseñó algo y no es tan malo como creo. Sólo
tengo que trabajar en eso, ayudarlo a cambiar, lo que le hace falta es
amor y eso uno se da cuenta con sólo mirarlo-dije con la mirada perdida
en algún punto de la habitación, ya que no podía abrirme ante Edu
mirándolo a los ojos y eso es algo que él sabía bien.

-Creo que tú también tienes algo de razón, pero tienes que esperar que al
menos se disculpe. Tienes que aceptar que lo que sea que te dijo acerca
de ese collar, que por supuesto no me vas a contar, estuvo mal-

-Tengo miedo, no te voy a mentir-dije-Me va a lastimar lo sé, pero creo


que estoy lista para volverlo a intentar-

-Estoy muy feliz de escucharte hablar así-dijo con una sonrisa-A pesar de
todo siempre has tenido la fuerza de continuar de veras te admiro Lu-

-Ahora…él me llamó de una manera en que sólo mi abuela solía hacerlo-

-¿Te llamó Lucy?-dijo Edu sorprendido- Y ¿Qué le dijiste?-

-No tuve el valor de decirle nada pero cuando me llamó de esa manera
sentí un escalofrío por todo el cuerpo-dije

-Me suena muy extraño, pero no creo que sea muy importante. Digo
cualquiera que no te conozca te puede llamar como quiera, que todos te
llamen Lucía o Lu no quiere decir que no te puedan llamar Lucy…-

-Sin embargo nunca lo han hecho-dije completando su frase.

-Bueno que te parece si vemos una película y cambiamos un poco el


ambiente de suspenso-dijo tratando de levantarme el ánimo.

-Si, todo es mejor que lamentarse-dije riendo, pero sabiendo que la intriga
de esa conversación no terminaría allí y se quedaría en mi cabeza hasta
en mis sueños.
A la mañana siguiente me levanté de la cama, tomé un baño largo debido
a que todavía era temprano, me vestí y salí de mi habitación para
dirigirme al comedor.

Mi mamá estaba sirviendo el desayuno apurada como hacía todas las


mañanas y explicándome que debía de calentar o cocinar luego de llegar
del colegio. Mi papá me dedicó un beso y una sonrisa cuando fui a
saludarlo, estaba leyendo el periódico y comiendo su desayuno como
hacía también todas las mañanas.

Me senté a beber mi taza de café con leche que acompañe con unas
tostadas y miré el reloj colgado en la pared del comedor. Eran
exactamente las seis con un minuto, era muy temprano y yo ya estaba
lista para salir de mi casa, eso era porque mis padres salían los dos juntos
a las seis y cuarto y yo me levantaba temprano para poder hablar con
ellos o simplemente verlos.

Pronto llegó la hora de su partida ambos me besaron en la frente y


salieron para su trabajo, dándose un beso de despedida.

Mis padres se amaban y me amaban, yo lo sabía, aunque no estuvieran


todo el tiempo yo sabía que importaba, debido a esto yo me esforzaba
aún más para no darles preocupaciones.

Todavía era muy temprano y yo vivía cerca del colegio, pero siempre me
gustaba sentir el aire frío de la mañana en el rostro, siempre al amanecer
soplaba una brisa suave que me devolvía la vida. Por lo que luego de
cerrar debidamente mi hogar, caminé cuesta abajo hacía mi colegio, que
considerando la posición de mi casa se encontraba hacía el sur de la
misma.

Me encantaba ese silencio y el sol que se colaba entre los árboles altos y
frondosos de la avenida, se podían ver flores en los lugares menos
esperados y todo brillaba y se movía con la brisa que venía y hacía danzar
a las hojas y las convertía en imágenes representativas de la vida.

Respiré profundo de ese aire reconfortarte, pensando que hoy sería un


buen día a pesar de todo lo malo que pudiera suceder. Le vería un lado
bueno a todo y si me sintiese triste en un momento en vez de una lágrima
mostraría una sonrisa, intentaría por todos los medios de cumplir las
promesas que me estaba haciendo a mí misma en ese momento.

Luego de caminar un rato por fin me encontraba a una cuadra del colegio,
iba despacio tratando de detener el tiempo, considerando que tal vez
fuera posible evitar la pena que Matías me pudiera causar hoy. No era
como si lo esperara, pero si me prepara mentalmente podría ser más
sencillo sobrellevarlo en caso de que sucediera.

Como si fuera predecible mi temor, Matías apareció del sentido contrario


encaminándose también al colegio. Estaba más hermoso en las mañanas,
aunque un tanto adormilado. Notó mi presencia de inmediato ya que
clavó sus ojos en mí al momento en que se dio cuenta que estaba allí casi
frente a él; nos separaban pocos metros de distancia.
Me latió el corazón más rápido de lo que recordaba que podía hacer, me
dolieron las piernas, sentía que me congelaba allí. Mi cerebro dejó de
funcionar un momento y se hundió en sus ojos, parecía que él también
estaba pensando en qué podría hacer, si debía o no actuar, o tal vez
estaba diciendo que parte de su persona mostrar, lo tomé desprevenido
era evidente.

Cuando no sucedió nada y todavía tenía la distancia como ventaja,


apresuré el paso, en el peor de los casos sólo corría el riesgo de tropezar.
No me siguió, creo que incluso se detuvo a esperar a que estuviera a una
distancia grande para volver a caminar.

No sabía qué me molestaba más haberme librado de él tan fácilmente o


que él provocara sentimientos y pensamientos tan contradictorios en mi
persona, me volvía histérica en mi interior, y eso pronto se reflejaría en mi
exterior, ahora yo estaba enojada conmigo por ser así. Por un lado había
deseado que se fuera y me dejará sola pero por otro deseé que me
hubiera seguido y molestado como estaba acostumbrada a que hiciera.
Tal vez si era cierto eso de que nadie entiende a las mujeres ni nosotras
mismas, sabía que sería una larga mañana y esto era sólo el comienzo.

Continué mi camino hasta llegar a mi primera clase que no me agradaba


demasiado ya que tener antropología a primera hora de la mañana no me
satisfacía en lo más mínimo.

Luego de esa clase tan agotadora sólo me quedaba esperar por el bendito
receso para poder relajarme un poco.

-Lu, ¿qué te sucede de nuevo?-dijo Edu cuando salíamos de clase de


antropología.

-Nada-mentí.

-Parece como si fueras a desmayarte, estás roja y te cuesta respirar. ¿Qué


te pasa? De veras no me asustes por favor.-dijo preocupándose más por
mi salud que por mi estado de ánimo.

No me había dado cuenta de que tenía razón parecía que me iba a dar un
colapso nervioso, tenía rojas las mejillas y estaba sudando frio, no
entendía qué pasaba.

-Vamos a la enfermería-dijo Edu, pasándome el brazo por su hombro para


que me apoyara en él.

-No no te preocupes-dije soltándome-No me pasa nada, sólo necesito un


poco de aire.-

-Está bien, pero entonces no vas a entrar a la próxima clase-dijo de nuevo


como siempre hacía afirmando lo que sucedería no preguntando.

-No, voy a sentarme en el banco a esperar la próxima clase-dije con una


sonrisa débil, ya que me estaba dando cuenta que mi cuerpo trataba de
decirme algo con la forma en que me sentía.
-Bueno-dijo Edu con un tono que me decía que no estaba de acuerdo pero
era mejor que luchar conmigo para lograr que yo haga algo que no quería.

Se dirigió a la próxima clase, él siempre sabía que dejarme sola cuando lo


necesitaba era lo mejor que podía hacer por mi si yo no pedía ayuda. Lo
quería mucho era la única persona en este mundo que me entendía, y no
era entrometido, si Edu hacía algo siempre sería para mi bienestar.

Me recosté en lo que yo llamaba el banco de la reflexión, se me habían


ocurrido un millón de ideas debajo de ese árbol de flores violetas, y
siempre pensaba en las cosas cuando estaba debajo de él. De ahí el
nombre, me sentí un poco mejor, yo no tenía ningún espejo, nunca traía
uno conmigo, por lo que no pude ver si mi aspecto era mejor pero ya me
sentía algo mejor.

Cerré los ojos e inevitablemente me llegaron las imágenes de esta


mañana, muchas interrogantes se acumulaban en mi cerebro, no sabía
qué pasaría primero si me volvería loca o me enamoraría de él. Aunque
cualquiera de las dos opciones sonaba igual; de repente sentí un
cosquilleo en la nariz como si algo caminará sobre ella. Pasé mi mano
sobre mi nariz tratando de sacar a lo que fuera que me estuviera
molestando, pero pasó de mi nariz a mi cuello, así que teniendo miedo de
que fuera algo más grande y persistente que una hormiga abrí los ojos
precipitadamente y me sacudí para echar lo que fuera que me estaba
molestando.

Una risa se escuchó a mi lado, cuando me precipité a verificar quién era


aunque ya lo sospechaba simplemente por ese sonido.

-Hola Lucy-dijo Matías con una flor en la mano y una sonrisa que me quitó
el aliento, estaba feliz. Tenía un girasol amarillo, grande y lleno de vida lo
que me causó el cosquilleo.

-¿Cómo estás?-dije era lo único que se me ocurrió para no quedarme en


silencio, todavía estaba procesando su comportamiento.

-Bien, ¿Te gusta la flor?, es para ti, es tu favorita tengo entendido-dijo


completamente seguro de lo que decía, cómo si yo lo hubiera mencionado
anteriormente. Decidí seguirle el juego.

-Gracias es muy bonita, pero ¿cómo estás tan seguro de que es mi


favorita?-pregunté con una pizca de ironía en la voz.

-Tengo mis fuentes-dijo con una sonrisa que me gustaba muchísimo, era
tierna, especial.

Cuando dijo esto supe al instante de quién se trataba o al menos tenía


una leve idea de quién era y esa persona iba a sufrir una reprimenda
muy severa.

-Deberías corroborar tu información-dije, no pretendía ser desagradable


pero estaba enojada con alguien más.

Mi comportamiento dio como resultado algo que no esperaba.


-Lo siento, no pretendía ofenderte parece que eso es todo lo que hago
últimamente, he estado pensando en lo que dijiste la última vez…de no
mostrarme tal cual soy y estaba tratando de cambiar eso de esforzarme
por agradarte, por mostrarte quien soy en verdad-dijo todo esto tan
rápido que arrastro un poco las palabras, incluso sólo pude entender la
mitad de las cosas que dijo, pero lo suficiente como para entender el
mensaje general, además que su expresión hablaba por sí sola.

-Te ves más tierno cuando te pones nervioso ¿sabías?-dije, y yo no solía


ser así con alguien pero no quería verlo sufrir por algo de lo cual él no
tenía exactamente toda la culpa

Sólo se quedo en silencio, sonriendo, pero sin dar señal de enojo o nada,
no estaba mostrando ninguna emoción evidente a mis ojos.

-¿Tienes algún trastorno de personalidad o algo así?-pregunté en broma.

-No me conoces lo suficiente para afirmar eso-dijo y ahora él estaba


siendo brusco.

-Pues dime-

-Si quieres saber la verdad, no tengo porque darte una explicación, pero
lo quiero hacer, quiero que me conozcas, necesito que lo hagas. A mí me
lastimaron hace mucho tiempo, todos tienen un pasado, que los ha dejado
marcados…-

Yo sabía mejor que nadie a lo que se refería, si alguien sabía sobre errores
del pasado esa era yo.

-Y no es sólo eso-continúo-yo soy bueno no sé de donde sacas que soy un


patán, tal vez me comporte de una manera extraña y directa por lo que la
gente lo toma a mal-dijo.

-No eres un patán, es sólo que a veces no puedes pretender entablar


cierto tipo de conversaciones-dije titubeando ya que me estaba dando un
poco de miedo.

-Creo que no lo entiendes, el que te diga la verdad no quiere decir que


sea malo, nosotros los seres humanos dividimos el mal y el bien a nuestra
conveniencia-

-Yo creo lo mismo muchas de las cosas son subjetivas y marcadas por la
creencia de unos, es decir, lo malo para unos puede ser bueno para otros.
Por eso siempre digo que nada en el mundo es negro o blanco, todo es
gris-dije con una sonrisa.

-Tienes mucha razón, me gusta como piensas tienes claro lo que quieres y
en lo que crees-

Me sonrojé un poco era un cumplido que no tomaría a la ligera.

-Pero no crees que eso se podría llamar testarudez-

-No lo creo, aunque sólo un poco-dijo mirándome a los ojos.


-Entonces tú también eres testarudo y un poco brusco ¿no crees?,
también tienes ideas claras y vas por lo que quieres-

-Pues nos parecemos más de lo que creíamos-dijo con esa sonrisa a la


cual me estaba empezando a acostumbrar.-En cuanto a la flor…-titubeó.-
¿La quieres?-

-Por supuesto una flor es una flor no importa ni si es un cardo-sonreí-Si


querías saber qué flor me gustaba debías de habérmelo preguntado a mí.

-Fue mi error y para enmendarlo ¿qué flor te gusta?-dijo

-Me gustan todas las flores pero mis favoritas son los claveles blancos me
recuerdan a…a alguien muy especial.-

-Claveles blancos-dijo como si lo estuviera grabando en la memoria.

Sonó el timbre que daba comienzo a una nueva hora de clases, el tiempo
se había escapado de mis manos como el agua.

-Yo…-comencé

-Tienes que irte-terminó por mí-

-Lo siento-

-No hay necesidad de disculpas ni de pedir perdón.-dijo y me dio un


puñetazo en el hombro.

Reí, no entendía qué clase de despedida era esa pero aparentemente era
su despedida amistosa ya que era la primera vez que ninguno se iba
enojado.

-Ya tendremos tiempo luego-dijo y sonaba muy seguro de ello.

Por mi parte me sentía mucho mejor, Matías era diferente a cualquiera,


especial, y todos esos cambios eran parte de quien era y me gustase o no
yo también tenía mis fallas y él las suyas lo importante era aceptarlas y
aprender a sobrellevarlas con amor.

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