“Antologías e identidades en la poesía chilena hasta mediados del siglo XX”. Estudios Filológicos 42: 81-94.
La selección de un corpus de autores dentro de una
antología poética suele ir precedida por la definición identitaria de aquellos rasgos que se supone comunes a los antologados, ya en la forma y composición, ya en el contenido u expresión poética. Sin embargo, en ciertas antologías de carácter totalizante, como aquellas en que se quiere incluir una selección de autores representativos de un país, la selección está mayormente determinada por las voces predominantes definidas por la actividad propia de los autores, por sus planteamientos estéticos en el marco de la tradición, -o contra ella-, y por el interés que generan en el público especializado consumidor de tales obras.
Desde que en 1842 Lastarria en su famoso discurso
inaugural de la sociedad de escritores chilenos hiciera el llamado a la toma de conciencia de las letras chilenas, estableciendo el sentido y la utilidad de las mismas, -y de paso legitimizando la función del poeta-, el derrotero de la literatura chilena quedó establecido, en un primer momento, en base a la filiación de la misma a motivos nacionales, en su carácter inaugurador de una forma definida de presentar la realidad. Más tarde, en los primeros decenios del siglo XX, al ocurrir una apertura hacia otros horizontes literarios debido a los procesos modernizadores vivenciados por las naciones latinoamericanas, existió un segundo momento en que, si bien es cierto siguió efectuándose la definición identitaria en el marco de lo propio, se consideraron elementos foráneos, tendencias ajenas que fueron adaptándose a la realidad inmediata en un marco de transdiscursividad y reflexión estética. En tal sentido el trabajo hecho por antologadores y escritores supone, tal como señala Galindo en su artículo, una manera de asentar y validar la creación de un corpus que permite advertir las relaciones, interferencias, e influencias de nuestra literatura con otras, en sus procesos de mestizaje, hibridismo y heterogeneidad, y que ayudarían a definir el recorrido posterior de la poesía en tanto que se establecería un campo de continuación y ruptura en los términos que han descrito entre otros Goic y Promis en relación a las generaciones literarias chilenas. Por lo mismo es que el artículo del profesor Galindo propone una revisión de los preceptos estéticos, metatextuales y discursivos, presentes en las antologías poéticas de la primera mitad del siglo XX, como forma de adentrarse en la constitución y afianzamiento de un canon antológico, y por añadidura, su influencia en la definición identitaria nacional. En tal sentido, la publicación en 1917 de Selva Lírica. Estudio sobre los poetas chilenos por Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya es, según el autor, de suma importancia en la definición moderna de poesía chilena en al menos tres puntos claves, a saber: el establecimiento de un intento de independencia poética; el establecimiento de un canon poético chileno fundado en razones de calidad estética de acorde a la condición moderna de producción; y last but not least, la consideración del rol que juegan en la producción poética otras manifestaciones como las literaturas populares e indígenas. En tal dirección la antología en cuestión sirve para una afirmación literaria que da cuenta del orgullo nacional y de la independencia cultural por la cual se moverá la poesía chilena durante los próximos 30 años, pero también para conocer y difundir los diferentes desarrollos que coexisten y convergen en el sistema lírico nacional, en la medida que da cuenta de la diversidad y complejidad del fenómeno literario en el país. Otras antologías posteriores son revisadas en el artículo como forma de encauzar un seguimiento a aquellos textos definitorios en el campo literario de las épocas que representan. De esta manera resulta pertinente la revisión entre variados textos, el de la antología conducida por Anguita y Teiltelboim en 1935 bajo el auspicioso titulo de Antología de poesía chilena nueva, en cuanto define muy marcadamente el panorama,-y los autores-, que tendrían vital importancia en la escena poética de la primera mitad del siglo XX, y que además sirve para establecer los intentos de una nueva definición identitaria de la poesía chilena. La de su imbricación y dialogo con la poesía europea, sobre todo con las vanguardias. Lo que llevará a los autores a confrontar su propia creación con la de sus pares, tanto en el contexto nacional, como en el internacional con la adaptación de corrientes poéticas novedosas al campo literario chileno. Se efectuará un sincretismo entre la tradición europea, especialmente francesa, con la tradición nacional, dando lugar a propuestas que suponen un quiebre con lo realizado hasta entonces en el ámbito de las letras. De este modo se producirá una doble articulación de la lírica nacional, por un lado algunos autores continuarán inmersos en la tradición, mientras que otros buscarán nuevas formas de volcar sus inquietudes estéticas tomando prestado de las vanguardias el espíritu inquieto y rupturista. Tal como destaca Galindo en su texto, algunas antologías, como las dos preparadas por Tomás Lago, 8 nuevos poetas chilenos (1939) y Tres poetas chilenos (1942), se mueven en otros derroteros poéticos, rescatando las voces que están en mayor consonancia con la tradición opacada por las nuevas corrientes asimiladas (surrealismo, ultraísmo, creacionismo), propugnando una recuperación de modelos propios de la poesía popular hispánica, sobre todo aquella de corte García lorquiano. Otras antologías por el contrario siguen dando cuenta de la diversidad y complejidad de la poesía chilena, como lo hace por ejemplo la de Pablo de Rokha Cuarenta y un poeta joven de Chile. 1910-1942 publicada en 1942, y que ahonda aún más en la pluralidad del espectro poético nacional con la inclusión de otras voces, algunas de las cuales tendrán años después cierto protagonismo, y otras que se apagarán con el paso del tiempo.
La poesía que se estila a mediados del siglo XX, y que
es antologada a esas alturas por un sinnúmero de recopilaciones, entre ellas la de Hugo Zambelli, Jorge Elliott, -quien rescata las voces femeninas en la poesía chilena, generalmente veladas-, da cuenta según Galindo de una continuidad que supone la entrada en la tradición de aquellas propuestas que en la fase inicial de las vanguardias en Chile rompían con ella. La alteración en la forma, los nuevos registros, la inclusión de elementos que hasta antes de la transformación poética propugnada por las vanguardias no eran consideradas en la expresión poética, transformó profundamente la lírica nacional, dando espacio para el desarrollo de un nuevo grupo de autores, que afianzaron sus propuestas a partir de mediados de siglo. Tal establecimiento sirve para hablar por un lado, de una tradición propia que tal como señala el autor, reclama un lugar en el canon occidental, y por otra parte, es clave en la formación de una identidad discursiva en Chile, en donde las antologías son fundamentales para entender e interpretar tales procesos.
Clifford, James - 1996. "Sobre La Autoridad Etnográfica". En: Carlos Reynoso (Comp.), El Surgimiento de La Antropología Postmoderna. Barcelona: Gedisa Editorial. Pp. 39-77