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VIOLENCIAS SEXUALES: ARMAS SUCIAS DE LA GUERRA

Publicado Mayo 11 de 2001


Por: Olga Gayón *
Corresponsal en Madrid

Una niña chechena de 14 años fue a visitar en el campo de Chernokosovo (Chechenia) a su


madre, que estaba presa. Tras pagar 5.000 rublos para que la dejaran pasar cinco minutos,
fue llevada a una celda donde los guardias de la prisión la torturaron y la violaron repetidas
veces.
Este es apenas un ejemplo de cómo vejan a las mujeres en los conflictos. Abusos cometidos
tanto por soldados como por miembros de fuerzas rebeldes en todo el mundo.
En Bosnia, durante la guerra, los militares serbios emplearon como arma de guerra la
violación; centenares de mujeres musulmanas sufrieron los vejámenes practicados por los
soldados; hubo algunas que fueron violadas hasta por 30 militares. Los serbios emplearon el
método de la violación como limpieza étnica, en algunos casos para que los musulmanes
huyeran del territorio y en otros para que los niños que nacieran fueran serbios.
El pasado 22 de febrero el Tribunal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPI) condenó
a tres militares serbios por el delito de violación en la población bosnia de Foca durante la
pasada guerra. En su fallo, el TPI equiparó la violación y la esclavitud sexual al rango de
crimen contra la humanidad, creando un precedente relevante para que los criminales de
guerra sean juzgados por este delito, que hasta la fecha no había sido fallado en tribunales
internacionales.
La violación de mujeres ha sido empleada durante la historia como arma contra el enemigo,
porque asesta un tremendo golpe a la comunidad y con el deshonor a la mujer causa muchos
problemas internos: el más grave de ellos, el repudio a la víctima por haber “permitido” que
su cuerpo fuera vehículo de placer para el enemigo. Expertos aseguran que la violación no es
un simple accidente de guerra: es un arma, y de las más criminales.
En el mapa de conflictos actuales, el de Sierra Leona parece reunir en su interior todas las
atrocidades que se puedan cometer. La violación es uno de los actos más usuales que
ejecutan tanto soldados como integrantes de las fuerzas rebeldes. Mariatu, una niña de 14
años, fue secuestrada en un pueblo a 40 kms de la capital. Varios rebeldes la violaron tras
asesinar en su presencia a sus padres. Luego se la llevaron como esclava sexual para la
tropa; al quedar embarazada la abandonaron.
La violación y la guerra
Según datos de Unicef, casi todas las mujeres y niñas secuestradas por los rebeldes de
Sierra Leona han sido violadas y en muchos casos heridas en sus partes genitales. La
degradación del conflicto ha llegado a tal punto que ha habido centenares de casos en que
obligaron a los civiles a violar a mujeres y niñas de su propia comunidad, incluidas familiares.
Durante el genocidio de Ruanda, miles de mujeres tutsis fueron violadas antes de ser
asesinadas. En Guatemala, durante la guerra civil, las matanzas de campesinos estuvieron
precedidas de violaciones a mujeres y niñas. En Argelia han secuestrado a centenares de
mujeres que son sometidas a tortura, violaciones y vejámenes. En Colombia, las mujeres de
Ruta Pacífica, recientemente distinguidas por el premio Paz del Milenio de la ONU,
denunciaron que los grupos armados se empeñan en convertir al género femenino en el botín
de su victoria mediante la violación.
En los conflictos de África, aparte de ser vejadas, muchas de ellas han adquirido el sida.
Respecto a las consecuencias de las violaciones, no existen cifras sobre cuántos embarazos
y nacimientos son producto de los vejámenes sexuales. Pero en países musulmanes y en
culturas profundamente religiosas, el aborto es condenado en algunos casos con la misma
muerte. Por tanto, miles de mujeres que quedan embarazadas tras una violación, tienen sus
hijos. Centenares han optado por el suicidio antes que ser excluidas de su comunidad.
También las refugiadas
En Etiopía, las refugiadas también son víctimas de violaciones. “Yo estaba embarazada de
cinco meses y huía con mis dos hijos pequeños. En el camino se nos acercaron unos hombres.
Me obligaron a desnudarme y me violaron delante de mis hijos. Sabían que estaba
embarazada, pero les daba igual. Era lo que tenía que pagar para que me dejaran llegar al
campo de refugiados”, relata una víctima etíope.
Mujeres que huían de Sierra Leona y Liberia a los campos de refugiados de Guinea no
corrieron mejor suerte. Una madre que escapó de Liberia narra así su experiencia en
Guinea: “Llegó la policía a donde vivíamos, tomaron a mi hija de 14 años y tres de ellos la
violaron. Traté de defenderla, pero me golpearon. Cuando se marcharon, después de llevarse
las pocas cosas que teníamos, nos dijeron que su presidente quería que nos largásemos a
nuestro país”.
Según expertos de Human Rights Watch, las mujeres al quedar solas con sus hijos y
personas mayores, están expuestas en un conflicto a toda clase de atropellos. Por tanto,
huyen en búsqueda de refugio, pero en los países limítrofes no están dispuestos a asumir a
los refugiados.
Las prisioneras tampoco escapan de la violación y otra clase de torturas.
En Turquía, las presas kurdas han denunciado violaciones y malos tratos por parte de la
policía turca. Dos adolescentes que fueron detenidas por asistir a una manifestación a favor
de los derechos de los kurdos, fueron violadas en la prisión repetidas veces. Los médicos
han certificado innumerables víctimas.
Las mujeres detenidas en la República Democrática del Congo, continuamente son víctimas
de violaciones realizadas por soldados y policías. En Chechenia las mujeres están totalmente
desprotegidas. Se dice que el 90% de las que están presas por el conflicto han sido violadas.
En Birmania, donde se violan las mujeres de distinta etnia sin ningún tipo de contemplación,
una mujer de 20 años redacta así su denuncia ante un organismo internacional: “Cuando me
tomaron presa fui violada por siete soldados. Cuando estaba en prisión nuevamente me
violaron diferentes guardias”.
Amnistía Internacional ha comenzado una campaña mundial para proteger a las mujeres que
son víctimas en los conflictos mundiales. Esta organización concluye que “los actos de
tortura se producen en un contexto caracterizado por la quiebra del sistema judicial, en el
que han desaparecido las restricciones que pesan habitualmente sobre los actos de violencia
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contra la mujer”.
Esta y otras ONG de carácter internacional aseguran que el objetivo de las violaciones está
centrado en sembrar el terror, quebrar la resistencia de una sociedad, recompensar a los
soldados –de ambos bandos– y obtener información.
Un problema crucial para determinar los alcances de un conflicto está en la casi ausencia de
denuncias sobre violaciones a las mujeres. La mayoría se lo calla por distintas razones:
evitar las venganzas, eludir el repudio de la comunidad, miedo a ser estigmatizadas, temor
al rechazo de sus compañeros o que no puedan casarse. “Estuvo llorando mucho tiempo. Nos
preguntó por qué mentíamos, dijo que sabía que también nos había pasado a nosotras”. Así
se expresa una mujer kosovar violada por los soldados serbios en 1999. Este silencio en
nada contribuye a la recuperación de las víctimas.
Callar estas atrocidades hace que la mujer no se recupere nunca y que en su interior se
anide el miedo y tenga pesadillas recurrentes con lo que le ha ocurrido.
*Con información de AI, Human Rights Watch, UNICEF, ONU, ACNUR y otros organismos y
ONG.
La justicia internacional
Kofi Annan, secretario General de la ONU, al hablar sobre la violación como crimen de
guerra ha dicho: “El Artículo 8 del CPI dispone que la violación, esclavitud sexual,
prostitución forzada, embarazo forzado, pueden ser causa de enjuiciamiento como crímenes
de guerra si se cometen en conflictos armados internacionales o internos”. Es decir, que
comandantes de ejércitos legales o ilegales que hayan permitidos a sus tropas violar
mujeres, podrán ser requeridos por esta Corte como criminales de guerra.
Según el derecho consuetudinario, la violencia cometida contra la mujer en los conflictos
constituye tortura. De igual manera, la violación y la violación en grupo.
La violación que cometen los combatientes está reconocida como crimen de guerra. Cuando
la violación sexual se comete de forma sistemática, o a gran escala, constituye un crimen
contra la humanidad.
“Un enemigo conocido”
Las investigadoras sociales Constanza Ardila Galvis y Olga Lucía Valencia, en su libro Un
enemigo conocido, abuso sexual en el hogar y como arma de guerra, expresan que es
“sorprendente ver cómo los hombres, hijos de mujeres colombianas, son entrenados para
degradar y torturar a la mujer, perpetuando esta guerra y utilizando el abuso como un arma
más del conflicto armado”.
Citan varios testimonios: “Me quitaron toda la ropa, lanzaron un lazo a la viga del techo y me
amarraron las manos. Ese hombre le dijo a Leonel que tuviera relaciones conmigo, pero como
se negó, se bajó la cremallera y con otro de ellos abusaron de mí al tiempo. Yo sentía que se
me desprendía todo por dentro (...) Cuando terminaron, le preguntaron a Leonel información
sobre los guerrilleros. Él les dijo: yo no sé nada de ellos. Pasaron con veinte hombres a
abusar de mí”.

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