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Discusión General
Pese a lo anterior, sí se ve participar a los jóvenes en las cosas que tienen sentido
político para ellos, digámoslo así. Uno los ve protestar en la calle por los pase s
escolares, sí les importa el crédito fiscal y también protestan cuando sube el precio
de la micro. De alguna manera, entonces, me da la sensación de que no es que
ellos no estén interesados en participar per se, sino que no estamos siendo capaces
de capturar sus necesidades. En este mismo sentido, si es que existe una gran
masa de potenciales votantes, no me explico por qué no ha aparecido nadie que
tenga un discurso hacia ellos. Puesto en términos económicos, aquí habría rentas
en acercarse a estos grupos, conseguir que estos se inscriban y voten por ellos. En
primera instancia se me ocurren algunas posibles respuestas para explicar este
fenómeno. La primera, que nadie se ha dado cuenta de esto. La segunda, que este
grupo es tan "duro", que simplemente no hay un discurso posible que los haga
subirse al carro. La tercera, por último, va en la línea de lo que preguntaba Daniel,
y es que tal vez estos grupos son muy heterogéneos, divididos en pequeños
grupitos, respecto de los cuales no habría tales rentas.
Lo anterior tiene que ver también con la tremenda concentración del poder que
existe en Chile y que, creo, es un factor bastante desmoralizante, no sé si para los
jóvenes, pero por lo menos para mí sí. Aquí ocurren cosas que en democracias más
desarrolladas probablemente serían objeto de una crítica bastante fuerte. Una de
ellas es la reunión realizada en el CEP entre el Presidente de la República, tres
connotados economistas, uno de los cuales está aquí presente, y un grupo de
"ricachones". Y existe la sensación de que todo lo relevante que va a pasar en el
país en el próximo tiempo pasó por ahí. Por cierto que no tengo nada en contra de
este centro, no es una crítica hacia éste, mucho menos en contra de los
economistas que estuvieron ahí, pero me pregunto si en una democracia más
desarrollada esto no sería objeto de una crítica bastante ácida de parte de la
sociedad civil o de la propia prensa.
Finalmente, otro aspecto vinculado a lo anterior. Obviamente como los elencos son
los mismos, las ofertas programáticas y de respuesta a los problemas que el país
tiene también se reiteran con la misma falta de creatividad con que se repiten los
rostros. Entonces, yo siento que el panorama, en general, no es uno muy
convocante a participar en los asuntos públicos en Chile. Y aunque esto no está
tocado en las exposiciones como un factor explicativo, me gustaría que los
presentadores pudieran referirse a alguno de estos elementos.
Por otro lado, creo que también tenemos que considerar que la participación
política trata sobre cosas que nos atañen a todos, es decir, se refiere a lo común.
Por lo general, sin embargo, como ha dicho Alfredo Rehren, lo que se ve en
participación actualmente en nuestra comunidad se remite a intereses de grupos
particulares. Y en la medida en que estos intereses no se traduzcan en la intención
de generar reglas comunes para todos, es difícil caracterizarlos como participación
política propiamente tal.
Ahora, ¿hasta qué punto tendríamos que preocuparnos por el panorama que han
presentado Patricio Navia y Alfredo Rehren? En realidad creo que quizá esto no es
tan terriblemente preocupante. Tal vez, no por las razones que se daban en los
años '60, que decían que la apatía era buena para la estabilidad de un sistema
político, y posición que es bastante complicada de defender. Pero sí, porque creo
que el tipo de participación que vemos, esporádica, episódica, intermitente, referida
a "single issues", etc, es lo que es característico de una sociedad democrática e
individualista. Ambas cosas a la vez. Las sociedades democráticas e individualistas,
creo, se caracterizan justamente por este tipo de participación noligada a
movimientos de largo plazo, a convicciones comunes de grupos grandes y
numerosos, sino que más bien unida a asociaciones particulares, como digo
episódicas y esporádicas, que tiene un efecto parcial sobre la política general. Este
tipo de participación, creo, generalmente se remite a lo que los individuos, a veces
agrupados, consideran grandes injusticias que los movilizan. Y esto no es
necesariamente malo. Esto es, que las personas participen de vez en cuando
respecto de lo que consideran grandes injusticias. Esto significa que están
dispuestos a movilizarse cuando quieren corregir un sistema que consideran
básicamente ilegítimo. Nuevamente, creo que ese tipo de participación propia, de
un sistema individualista democrático, no es algo tan terriblemente preocupante.
Eso, a pesar de que soy partidario de un sistema de inscripción automática y de
voto obligatorio, básicamente porque creo que la infracción a la libertad es ínfima y,
porque los beneficios hacia la mantención de un sistema de libertad compartida son
mucho mayores que las posibles infracciones a la libertad individual que resultan de
un sistema obligatorio-obligatorio.
El segundo asunto que quería poner sobre la mesa y que Tomás lo mencionó, es
respecto de la vieja preocupación sobre la supuesta crisis de los partidos políticos. Y
aquí quiero que alguien me ayude, porque lo que puedo recordar cuando estudiaba
estas cosas, y que revisé con algunos de los aquí presentes, es que las teorías
acerca de lo que los partidos políticos hacen son bastante escasas. Al parecer no
hay un modelo sobre qué hacen en una sociedad moderna. Entonces, cuando se
habla de la decadencia de los partidos en una sociedad moderna, uno muchas
veces dice 'claro, por supuesto, ésta tiene partidos y si éstos no están, debo
preocuparme'. Pero, al mismo tiempo, como a uno no le queda claro de qué debe
preocuparse, queda confundido. ¿Es esto algo que realmente uno deba lamentar o
no? Porque me puedo imaginar situaciones en las cuales los partidos pasan a ser,
como decía Halpern, sencillamente otro grupo de presión o interés y hacer un
bypass, sin pasar por los partidos para ir directamente al electorado, puede ser
bueno. No quiero entrar a precisar qué significa bueno, porque hay gente que está
en desacuerdo. Genaro Arriagada ha escrito ad infinitum acerca de la crisis que
significa para Chile que, a lo mejor, los partidos políticos se vayan al 'tacho'. Me
gustaría saber qué debería uno pensar al respecto. Yo me manifiesto perdido.
Al final de esta reflexión, sólo quiero agregar un dato que me sorprendió mucho. En
una de las últimas encuestas del CEP, y que creo también se reflejaba en las que
hizo Feedback, éstas arrojaban una gran diferencia en la intención de voto de Lagos
y Lavín entre el grupo etáreo entre los 25 y 34 años. Esto es, los que al '88 tenían
18-19 años y, por tanto, una participación importante a esa fecha. Así, la diferencia
entre Lagos y Lavín era de alrededor de 13 puntos porcentuales, mientras que en el
margen 18-24 años, Lavín ganaba por medio punto produciendo un quiebre en la
tendencia. A partir de eso, por lo menos, uno puede establecer la hipótesis de que
si en ese caso hubiéramos tenido inscripción automática y voto voluntario, la suerte
de la elección podría haber sido distinta. Creo que eso también ronda las
conversaciones respecto a la reforma.
Unido a lo anterior, a partir de los mismos datos que presentaba Patricio, lo que
hoy tenemos es que la masa electoral que está decidiendo los votos es, en un 80%,
la misma del año '88-'89. Por lo tanto, lo que tenemos como nuevos inscritos desde
el '89 hasta el 2001, son alrededor de 1 millón 500 mil personas. Eso es lo que da
la estabilidad de la cifra, ya que lo demás corresponde a defunciones o a gente que
de distinta forma se ha salido del padrón electoral. De los ocho millones de inscritos
registrados, por tanto, sólo un millón y medio son nuevos. Y esto, al final, por
distintos cálculos, nos señala que tenemos una masa que ha estado o que tiene
mayor flexibilidad de opción y que se estima en alrededor de 400-500 mil votos
("voto volátil"). Así, en un momento están por un candidato y al siguiente, por otro
lo que, al final, en los márgenes actuales, puede decidir una elección. Puede hacerlo
en una presidencial, lo está haciendo en algunos casos en las parlamentarias, y de
seguro van a decidir las municipales, porque ahí vamos a tener una votación mucho
más estrecha. Esa estabilidad, con ese margen, obviamente que se alteraría muy
fuertemente con un cambio. Por eso, personalmente, no me gusta mucho el cambio
a un sistema de inscripción automático, con votación más bien voluntaria -jamás
había pensado siquiera la proposición de Daniel, de hacerlo también obligatoria -,
porque creo que al final generaría un terremoto importante a nivel de la clase
política. Aunque, por otro lado, eso forzaría mucho más a los liderazgos y a generar
campañas más potentes, y significaría una posibilidad de producir una renovación
de las dirigencias que, a la larga, es lo que yo creo nos está faltando.
En ese sentido y en síntesis, pienso que por el lado de los partidos hay una
distorsión en el sistema electoral. Más que en el sistema binominal mismo, existe
una distorsión en el poder monopólico que tienen los partidos hoy día y que hace
reducir la competencia a nivel de las personas y potenciales candidatos.
El otro aspecto que me gustaría señalar, y ésta es más bien una hipótesis,
corresponde al fenómeno de la inmediatez, en cuanto al logro de resultados, que se
transformó en una cuestión cultural. Y la actividad política y participativa tiene que
ver con tareas, con procesos de mediano o largo plazo, con jugársela en un cierto
sentido. Hoy día, sin embargo, la sociedad es más bien prender y apagar
monitores, entrar y salir, para sumergirse en una cosa más inmediata y rápida, con
lo cual parte importante de la validación de ciertos actores políticos tiene que ver
con dar respuesta en corto plazo a situaciones muy coyunturales y no, de nuevo -
insisto- en debatir los problemas de fondo.
Una última reflexión sobre los partidos. Nunca he militado en uno, pero siempre he
tenido una gran vocación pública. Hace algunas semanas, leyendo un libro de Stone
que se titula "La muerte de Sócrates", ésta hacía alusión a un comentario que le
hace el filósofo a un amigo que tenía algún talento para la cosa pública y que
aparece en uno de los diálogos de Platón. Le preguntó por qué no participaba en la
cosa pública y el amigo le responde: 'porque le tengo pudor a la masa'. Sócrates
toma el argumento y lo hace suyo, pero un sentido completamente
antidemocrático, como diciendo, en definitiva, la decadencia de Atenas se debe,
precisamente, a que la masa es la que ha tomado el control de los asuntos
públicos. Yo creo que ese es un riesgoso efecto: cuando la democracia no
solamente es deseable, sino que completamente inevitable. Los partidos en Chile
están sufriendo una tremenda crisis oligárquica. Que se repitan los mismos
nombres tiene que ver con oligarquías que no se regeneran. Es curioso lo que
ocurre con los partidos, y con esto concluyo mi intervención. Estos corresponden a
agrupaciones que, de alguna manera, crean relaciones muy intensas de grupos-
subgrupos que, al final, siguen contratos entre ellos. Los candidatos a la
representación política, entonces, surgen, en gran medida, de estos contratos que
se producen al interior de las agrupaciones relevantes. Serán 50-100, seguramente
no más y por eso son los mismos nombres que andan dando vuelta. Y son
contratos: a uno le toca aquí, al otro allá y así sucesivamente. Y esto usualmente
hace que estos contratos, que se realizan entre los grupos y a espaldas del
electorado, que quienes resultan elegidos son malos candidatos. En este sentido,
creo que una de las crisis fundamentales que ha tenido la Democracia Cristiana es
que tiene pésimos candidatos, precisamente porque surgen de este tipo de
contratos. La otra forma de elegir líderes se produce precisamente en el sentido
inverso de la participación. Yo creo que el partido más exitoso para elegir líderes es
con gran distancia la UDI. ¿Por qué? Porque tiene un grupo de poder de control. Si
dijéramos que se trata de una sociedad anónima, diríamos que es un grupo de
control. Y éste decide quiénes son los mejores candidatos sobre la base de criterios
estrictamente electorales. Porque, además, tiene el poder para hacerlo. En otras
palabras, se trata de un partido que tiene una estructura de poder concentrado
donde hay poder. Y a la larga, esta estructura de poder, curiosamente, demuestra
ser completamente venturosa desde el punto de vista de la competencia electoral.
Por lo tanto, si no se quiere o puede llegar a ese modelo, la única posibilidad
pareciera ser abrir los partidos. Pero la pregunta que uno se hace, incluso en la
universidad -llevo casi 40 años entre alumnos y académicos en la Universidad de
Chile- es qué cosa tienen que hacer los partidos para hacerse más atractivos a la
juventud. En mi generación, participar en el centro de alumnos o ser dirigente
estudiantil en la Facultad de Derecho era algo socialmente muy relevante. Hoy,
esto es académica y socialmente insignificante. A pesar de que las estructuras
formales de representación política siguen siendo las mismas. La gente tiene su
propia vida. Entonces la pregunta está en cómo encantar por lo público e
interrogante que creo ha estado ausente en toda nuestra discusión pública.
- Andrés Velasco
Una cosa puramente empírica que se me ocurre y que la lanzo para que nos
alumbren... Comparto con Barros esta idea de que el peso de la noche aún pesa,
pero ¿es efectivo que Chile tiene baja rotación de líderes? Yo pienso en los posibles
presidenciables para el 2005 y muchos de ellos son relativamente nuevas
apariciones, por lo tanto, ahí hay un matiz que quizá es interesante abordar.
En el tema de la crisis de los partidos, es difícil, a menos que uno evalúe cómo
funcionaban antes y me parece que esta lógica de camarillas políticas y ese tipo de
cosas sí existían antes. Todos los estudios que se hicieron nos dan la evidencia
suficiente de que así ocurría. Entonces, no me parece que ahí haya un gran cambio
respecto de lo que hay ahora. Sí hay mecanismos para tratar de reducir ciertos
males. O sea, si queremos cambiar caras podemos poner "term limits". Eso genera
otros problemas, pero soluciona ciertas complicaciones. Si, en cambio, queremos
darle más poder a los partidos para que efectivamente tengan este poderoso
liderazgo central, semejante al de la UDI, cuyo poder emana de que le pagan las
campañas a sus candidatos, entonces financiemos los partidos. Démosle más
capacidad central para que no sean los líderes de las comunas del distrito específico
los que determinan los candidatos, sino que se haga desde el partido que recibe
financiamiento y que, por lo tanto, puede financiar las campañas. Eso es lo que
eché de menos en esta discusión: identificar cuáles son los problemas y una vez
que lo hubiéramos hecho, ver qué posibles soluciones existen para ellos y cuáles
serían como "off sets" o problemas nuevos que crearían estas soluciones. Yo creo
que esta es la visión para ir avanzando.
Sobre el punto que hacía Pablo Halpern, quisiera mencionar un estudio muy antiguo
que publicó John Reimer en la revista Latinoamericana de Ciencia Política a
comienzos de los '70. El hizo cortes de 10 años a contar del año '17 y estudió la
rotación de las elites en Chile: eclesiástica, universitaria, militar, empresarial y los
cuadros dirigentes de los partidos políticos. Evidentemente, los cálculos de índice de
rotación indicaban que una de las elites más estables en Chile era la de la dirigencia
de los partidos políticos, incluso más que las empresariales que rotaban a nivel de
las cúpulas con mayor velocidad. Si uno lo ve hoy, claro que sí, es cierto que se
repiten los elencos y hay poca circulación y, por lo tanto, son las mismas caras las
que evidencian una pobre democracia interna. La reelección de los incumbentes es
algo que hoy, por diversas razones, entre ellas el sistema electoral, está claramente
establecido a nivel de representantes. Creo que esto sigue siendo una tendencia
estable en la política chilena, situación que algunos estudiosos dijeron que era la
base de nuestra estabilidad política basada en la transacción y el compromiso. Una
política bastante elitista, pero que quizá hoy día debe ser superada a través de
mecanismos más veloces o ágiles en la generación o regeneración de liderazgos, y
que obedece a un problema interno de los partidos políticos.
- Alfredo Rehren
Difícil pregunta. La verdad es que yo creo que en esta perspectiva, los partidos
aparecen un poco en la encrucijada y en un callejón sin salida debiendo adoptar, a
su vez, incluso medidas de marketing político. Quienes han seguido las campañas
electorales en el último tiempo han visto cómo los candidatos a presidente, muchas
veces, trataron de arrancarse de ser vistos con las dirigencias políticas o sus elites
para vincularse directamente con el público, el electorado, tratando de representar
en forma directa esa confianza sin que ésta estuviera mediada por estas
estructuras. Esto es lo que quizá uno ve como bastante dañino para la democracia
por cuanto ya existe un deterioro de las instituciones políticas en Chile. Creo que
todas las encuestas arrojan que hay una gran preferencia y aceptación de la
democracia. Los apoyos generales así lo demuestran. Sin embargo, los apoyos
específicos, en términos de sus instituciones, son bastante bajos. Y en la medida en
que esta tendencia contribuya a deteriorar aún más esa imagen de los partidos
políticos, la verdad es que uno podría pensar en grandes líderes que va a subyugar
y a mantener a estas máquinas de dirigentes, que poco se renuevan a sí mismos,
en una posición secundaria. Pero lo paradójico de todo es que los liderazgos
emergen desde dentro de los partidos políticos y, como recién se decía, muchas
veces son acuerdos de facciones internas. De modo que ahí hay una especie de
dilema, diría yo, de prácticamente carácter insoluble. Al menos, aquí
conversándolo, no veo cómo escapar. Los medios sí les ofrecen una gran ventaja a
los líderes. Hoy día vemos que la personalización de la política es algo vigente,
normal incluso en países de Europa. Si recordamos el ejemplo de Margaret
Thatcher, éste es el clásico caso de la personalización del poder político en un
gobierno de gabinete que es colectivo, donde se produce ese tipo de magnetismo
(llamémoslo así). El caso del Presidente Bush hoy día, también por otras razones,
adquiere una relevancia y una centralidad por otro tema que lo lleva a esa posición
ante la opinión pública.
Esa sería mi reacción a la pregunta. Pero sí creo que los partidos, de seguir una
tendencia en esta dirección, van a deteriorarse un tanto más con el peligro de la
personalización aún mayor de la política en un país que ya es presidencialista. No
quiero augurar ni decir nada con respecto a fenómenos neopopulistas, porque eso
es impensable en Chile por la fortaleza histórica de los partidos propiamente tal,
pero por qué no.
- Tomás Chuaqui
Quizá convendría cerrar tratando de hacer una defensa, a pesar de las críticas de
Patricio Navia, de la dirección que tomó la discusión. Tratar de decir por qué es
importante, tratar de distinguir en qué consiste la participación política de la no
participación política. Por supuesto que puede parecer una discusión bastante
bizantina, pero, sin embargo, creo que tiene que ver con algo que, de alguna
manera, casi todos los que participamos hoy aquí convenimos: lo movediza que es
en el presente la separación entre lo público y lo privado. Si es cierto que los focos
de poder se han trasladado desde el ámbito de lo público a múltiples focos de poder
en el ámbito de lo privado, estamos hablando de una transformación bastante
importante de lo que significa la política en la actualidad. Una de las características
de lo público en un sistema democrático es que es pretendida, o al menos,
formalmente igualitario. El ámbito privado no lo es y, por lo tanto, quizá estamos
hablando de nuevas formas de participación política, pero que tal vez no responden
a las lógicas de un sistema democrático. El grupo de 'ricachones', como decía
Halpern, que se juntó en el CEP con el Presidente Lagos no representa
precisamente a organizaciones democráticas. Por lo tanto, quizá tendríamos que
empezar a repensar la forma en la que se reorganizan estos nuevos focos de poder
que se han ido generando en lo que tradicionalmente era el ámbito privado libre de
la intervención de los requisitos o exigencias igualitarias del ámbito de lo público, lo
cual puede significar repensar algo bastante profundo de cómo funciona nuestra
sociedad.