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Debate:

“Nuevos Ciudadanos y Privatización de la Política”


Estadio Banco Central
29/08/2002

Discusión General

- Axel Christensen, Gerente de inversiones de Cuprum.


Tengo dudas sobre la eficacia de la inscripción automática y parte de ellas tienen
que ver con la interpretación de la gente que hoy se inscribe. ¿Cuál es la razón de
la inscripción? ¿Es un acto político en sí, falta de interés de parte de quienes no lo
hacen? Yo creo que así como hay muchas personas que dejan pasar un montón de
trámites, el de la inscripción es otro más. Porque si fuera un acto intencional,
podría darse perfectamente el caso de gente inscrita que anulara su voto. Y, de
alguna manera, aquí se llega al mismo caso. No veo necesariamente la solución per
se con que la inscripción sea automática (en el entendido de no poder identificar
previamente si ya hay una intención en la no-inscripción, o solamente es un tema
de falta de interés o de tiempo).

- Daniel Fernández, Gerente General de ENAP.


Primero, me gustaría saber si hay encuestas representativas y estructuradas sobre
aquellas personas que no votan o no se inscriben. Así, podríamos saber las razones
específicas de por qué no lo hacen. ¿Antipatía? ¿Antisistema?

Segundo. El moderador nos ha provocado a que manifestemos nuestra preferencia


respecto de la obligatoriedad o voluntariedad del voto, y de si la inscripción debe
ser automática. Mi preferencia es obligatoria-obligatorio. Esto es, inscripción
obligatoria, voto obligatorio.

- Andrea Repetto, investigadora del Centro de Economía Aplicada, Departamento de


Ingeniería Industrial de la Universidad de Chile.
Siguiendo la línea del comentario -pregunta de Axel, si uno mira las otras opciones
que tienen los jóvenes de participar, por ejemplo, en las federaciones estudiantiles
en las que hay inscripción automática y votación voluntaria, uno observa, desde
hace muchísimo tiempo, que las tasas de participación son bajas. O sea, los
estudiantes no concurren a votar, a excepción de alguna circunstancia muy
particular (como cuando dejó de haber algún voto ponderado y pasó a ser una cosa
un poco más democrática).

Pese a lo anterior, sí se ve participar a los jóvenes en las cosas que tienen sentido
político para ellos, digámoslo así. Uno los ve protestar en la calle por los pase s
escolares, sí les importa el crédito fiscal y también protestan cuando sube el precio
de la micro. De alguna manera, entonces, me da la sensación de que no es que
ellos no estén interesados en participar per se, sino que no estamos siendo capaces
de capturar sus necesidades. En este mismo sentido, si es que existe una gran
masa de potenciales votantes, no me explico por qué no ha aparecido nadie que
tenga un discurso hacia ellos. Puesto en términos económicos, aquí habría rentas
en acercarse a estos grupos, conseguir que estos se inscriban y voten por ellos. En
primera instancia se me ocurren algunas posibles respuestas para explicar este
fenómeno. La primera, que nadie se ha dado cuenta de esto. La segunda, que este
grupo es tan "duro", que simplemente no hay un discurso posible que los haga
subirse al carro. La tercera, por último, va en la línea de lo que preguntaba Daniel,
y es que tal vez estos grupos son muy heterogéneos, divididos en pequeños
grupitos, respecto de los cuales no habría tales rentas.

- Pablo Halpern, Decano de Comunicaciones de la Universidad del Desarrollo.


Tengo la siguiente pregunta. ¿Cuánto atribuyen ustedes a la falta de interés en la
inscripción electoral y en la participación política de los jóvenes fenómenos como,
por ejemplo, la repetición de los elencos de la política chilena? No conozco estudios,
pero creo que si se hiciera un análisis de presencia de rostros políticos en los
medios de comunicación, se me ocurre que Chile debe tener la más baja rotación
de repertorios del mundo. No puedo afirmarlo científicamente, pero no sé por qué
tengo la sensación de que todos los fines de semana estamos viendo a una rotación
de 15 personas que son las que siempre dan las mismas entrevistas, a quienes
siempre se les hace el mismo tipo de preguntas, y las cuales siempre dan las
mismas respuestas. Esto por una parte.

Lo anterior tiene que ver también con la tremenda concentración del poder que
existe en Chile y que, creo, es un factor bastante desmoralizante, no sé si para los
jóvenes, pero por lo menos para mí sí. Aquí ocurren cosas que en democracias más
desarrolladas probablemente serían objeto de una crítica bastante fuerte. Una de
ellas es la reunión realizada en el CEP entre el Presidente de la República, tres
connotados economistas, uno de los cuales está aquí presente, y un grupo de
"ricachones". Y existe la sensación de que todo lo relevante que va a pasar en el
país en el próximo tiempo pasó por ahí. Por cierto que no tengo nada en contra de
este centro, no es una crítica hacia éste, mucho menos en contra de los
economistas que estuvieron ahí, pero me pregunto si en una democracia más
desarrollada esto no sería objeto de una crítica bastante ácida de parte de la
sociedad civil o de la propia prensa.

Finalmente, otro aspecto vinculado a lo anterior. Obviamente como los elencos son
los mismos, las ofertas programáticas y de respuesta a los problemas que el país
tiene también se reiteran con la misma falta de creatividad con que se repiten los
rostros. Entonces, yo siento que el panorama, en general, no es uno muy
convocante a participar en los asuntos públicos en Chile. Y aunque esto no está
tocado en las exposiciones como un factor explicativo, me gustaría que los
presentadores pudieran referirse a alguno de estos elementos.

- Tomás Chuaqui, Subdirector del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad


Católica.
Creo que con las presentaciones hemos avanzado bastante en la dirección de tratar
de entender exactamente de qué estamos hablando cuando hablamos de
participación política. Sin embargo, creo que hay un elemento que es muy
importante cuando tratamos de distinguir qué constituye participación política. Uno
de los elementos más clásicos que se reitera cuando se habla de política es que
ésta tiene que ver con el poder. Para que la participación sea política, ésta tiene
que estar, de alguna manera, ligada al poder. Es por esto que una preocupación
por los asuntos públicos, que probablemente existe generalizadamente en nuestra
sociedad, no es suficiente como para ser considerada como participación política, ya
que ésta está desligada del poder. El debilitamiento de los partidos políticos
justamente, creo, tiene que ver con este problema. Es decir, una de las funciones
de los partidos políticos era justamente canalizar las preocupaciones de los
ciudadanos al poder, con el fin de que ese interés tuviera algún tipo de efecto y se
transformara, de hecho, en participación política. El debilitamiento de los partidos
políticos, sin embargo, significa que hoy por hoy los intereses de las personas no
están siendo llevados hacia el poder.

Por otro lado, creo que también tenemos que considerar que la participación
política trata sobre cosas que nos atañen a todos, es decir, se refiere a lo común.
Por lo general, sin embargo, como ha dicho Alfredo Rehren, lo que se ve en
participación actualmente en nuestra comunidad se remite a intereses de grupos
particulares. Y en la medida en que estos intereses no se traduzcan en la intención
de generar reglas comunes para todos, es difícil caracterizarlos como participación
política propiamente tal.

Ahora, ¿hasta qué punto tendríamos que preocuparnos por el panorama que han
presentado Patricio Navia y Alfredo Rehren? En realidad creo que quizá esto no es
tan terriblemente preocupante. Tal vez, no por las razones que se daban en los
años '60, que decían que la apatía era buena para la estabilidad de un sistema
político, y posición que es bastante complicada de defender. Pero sí, porque creo
que el tipo de participación que vemos, esporádica, episódica, intermitente, referida
a "single issues", etc, es lo que es característico de una sociedad democrática e
individualista. Ambas cosas a la vez. Las sociedades democráticas e individualistas,
creo, se caracterizan justamente por este tipo de participación noligada a
movimientos de largo plazo, a convicciones comunes de grupos grandes y
numerosos, sino que más bien unida a asociaciones particulares, como digo
episódicas y esporádicas, que tiene un efecto parcial sobre la política general. Este
tipo de participación, creo, generalmente se remite a lo que los individuos, a veces
agrupados, consideran grandes injusticias que los movilizan. Y esto no es
necesariamente malo. Esto es, que las personas participen de vez en cuando
respecto de lo que consideran grandes injusticias. Esto significa que están
dispuestos a movilizarse cuando quieren corregir un sistema que consideran
básicamente ilegítimo. Nuevamente, creo que ese tipo de participación propia, de
un sistema individualista democrático, no es algo tan terriblemente preocupante.
Eso, a pesar de que soy partidario de un sistema de inscripción automática y de
voto obligatorio, básicamente porque creo que la infracción a la libertad es ínfima y,
porque los beneficios hacia la mantención de un sistema de libertad compartida son
mucho mayores que las posibles infracciones a la libertad individual que resultan de
un sistema obligatorio-obligatorio.

- Andrés Velasco, economista.


Quiero decir dos cosas. La primera, nada más que reiterar lo que dijo Andrea
Repetto y que es algo que me he preguntado muchas veces y que alguna vez,
trabajando marginalmente en alguna campaña en los últimos años, se lo expuse a
uno de los peces gordos de la campaña sin ser escuchado, cosa que me llevó a
pensar que mi tesis era equivocada. Pero Andrea la ha puesto nuevamente sobre la
mesa. Remontándome a alguna clase o a algún curso de ciencias políticas en mi
infancia, recuerdo el concepto de los "political entrepreneurs" (políticos-
empresarios). Y el punto aquí es que parece seguir usándose la metáfora
empresarial, parece haber una renta que no se está llevando nadie para la casa,
que alcanza a un pedazo potencialmente muy grande del electorado, cuya
preferencia uno querría pensar es más bien de centro-izquierda o concertacionistas
-insisto en el 'querría pensar', porque las cifras en las últimas elecciones, al menos
entre los jóvenes, no sugieren para nada eso- y respecto de los cuales, en general,
los esfuerzos por hacer vote y se movilice han sido bastante pobres. El único que
recuerdo y que fue más bien deliberado, es la campaña que buscó la inscripción pro
Lavín entre la primera y la segunda vuelta en el año '99.

El segundo asunto que quería poner sobre la mesa y que Tomás lo mencionó, es
respecto de la vieja preocupación sobre la supuesta crisis de los partidos políticos. Y
aquí quiero que alguien me ayude, porque lo que puedo recordar cuando estudiaba
estas cosas, y que revisé con algunos de los aquí presentes, es que las teorías
acerca de lo que los partidos políticos hacen son bastante escasas. Al parecer no
hay un modelo sobre qué hacen en una sociedad moderna. Entonces, cuando se
habla de la decadencia de los partidos en una sociedad moderna, uno muchas
veces dice 'claro, por supuesto, ésta tiene partidos y si éstos no están, debo
preocuparme'. Pero, al mismo tiempo, como a uno no le queda claro de qué debe
preocuparse, queda confundido. ¿Es esto algo que realmente uno deba lamentar o
no? Porque me puedo imaginar situaciones en las cuales los partidos pasan a ser,
como decía Halpern, sencillamente otro grupo de presión o interés y hacer un
bypass, sin pasar por los partidos para ir directamente al electorado, puede ser
bueno. No quiero entrar a precisar qué significa bueno, porque hay gente que está
en desacuerdo. Genaro Arriagada ha escrito ad infinitum acerca de la crisis que
significa para Chile que, a lo mejor, los partidos políticos se vayan al 'tacho'. Me
gustaría saber qué debería uno pensar al respecto. Yo me manifiesto perdido.

- Jorge Insunza, cientista político y consultor.


Tomando algunas de las últimas palabras de Andrés, en primera instancia creo que
efectivamente estamos asistiendo a una crisis de los partidos políticos, como los
hemos entendido en la última década, y cuestión que, a mi juicio, no es
necesariamente malo como que tampoco debamos sostener por qué ocurre y
sorprendernos de una manera tan brutal. En primer lugar, creo que es importante
hacer una precisión histórica. Los partidos, tal como hoy están configurados, junto
a las misiones que se les ha encargado en el sistema político, son un invento en la
historia de los últimos 150 años. No más que eso, frente a historias políticas de, por
lo menos, de 5 mil años o un poco menos. Por eso, lo que creo es que estamos
asistiendo a desplazamientos de poder, es decir, si lo que tenemos es una
disminución del poder del Estado, en muchos niveles, es natural también que haya
una disminución del poder y de la participación asociada a ese Estado que se está
achicando en sus distintas funciones. Y un dato de los últimos años que, creo yo,
complementa la información electoral que entregaba Navia y que es bien
sintomática. Antes del '73, la mayor abstención se producía en las elecciones
municipales, con alrededor de un 35%. Le seguían las elecciones parlamentarias,
con un 26% de abstención, mientras que en las presidenciales ésta bajaba a un
18%. Lo singular es que desde el '93 en adelante, o sea, una evolución de los
últimos nueve años que aún no puede configurar tendencias, las elecciones
municipales del '96 y del '2000 tienen menos abstención que las elecciones
parlamentarias del '97 y del 2001. Es decir, hoy la gente está sintiendo que la
elección municipal tiene más importancia para ellos la parlamentaria,
manteniéndose la elección presidencial donde se mantiene una mayor
participación. Incluso, la elección presidencial entre Lavín y Lagos registró un
altísimo nivel de participación que incluso quebró las tendencias que se tenían. Y
esto refleja, en cierta medida, lo que quiero señalar. Es decir, lo que tenemos son
desplazamientos en los que la participación ciudadana se desplaza a otros espacios.
O sea, desde ese punto de vista, creo que tiene una importante validez la tesis de
que el consumo es una expresión de participación mientras que la expansión del
consumo en sus distintas formas, hoy más deteriorada que antes, es una manera
en la que la gente participa. Los cambios que permite la vida laboral también
reflejan formas de participación distinta. Cuando sólo se tenía la opción de entrar a
una empresa para proyectar su vida en ella, ya fuera estatal o en las grandes
empresas industriales de principios del siglo XX, era muy natural que la
participación se estructurara en torno a los sindicatos y hubiera más porcentajes de
huelga como mecanismos de presión. Hoy, en que eso no es lo dominante, ésta se
desplaza y se manifiesta ya sea en un cambio de trabajo o en inventarse uno propio
en algunos casos. Frente a estos nuevos espacios, las formas de participación
también cambian. Y creo que hoy día, particularmente, en el caso de las reformas a
la salud, o la reforma al transporte público en Santiago, los medios de
comunicación y la participación directa de la opinión pública como factor de presión,
es casi el único elemento de contención frente a los intereses corporativos que
ejercen sus presiones con la misma fuerza como lo hacían antes, mientras que hoy
tienen ahí un equilibrio de poder que no es orgánico y que al final, en algunos
casos, se canaliza a través de los parlamentarios o de los partidos. O sea, la
encuesta también es hoy una forma de participación y, al final, de decisión por la
vía de los medios de comunicación.

Al final de esta reflexión, sólo quiero agregar un dato que me sorprendió mucho. En
una de las últimas encuestas del CEP, y que creo también se reflejaba en las que
hizo Feedback, éstas arrojaban una gran diferencia en la intención de voto de Lagos
y Lavín entre el grupo etáreo entre los 25 y 34 años. Esto es, los que al '88 tenían
18-19 años y, por tanto, una participación importante a esa fecha. Así, la diferencia
entre Lagos y Lavín era de alrededor de 13 puntos porcentuales, mientras que en el
margen 18-24 años, Lavín ganaba por medio punto produciendo un quiebre en la
tendencia. A partir de eso, por lo menos, uno puede establecer la hipótesis de que
si en ese caso hubiéramos tenido inscripción automática y voto voluntario, la suerte
de la elección podría haber sido distinta. Creo que eso también ronda las
conversaciones respecto a la reforma.

Unido a lo anterior, a partir de los mismos datos que presentaba Patricio, lo que
hoy tenemos es que la masa electoral que está decidiendo los votos es, en un 80%,
la misma del año '88-'89. Por lo tanto, lo que tenemos como nuevos inscritos desde
el '89 hasta el 2001, son alrededor de 1 millón 500 mil personas. Eso es lo que da
la estabilidad de la cifra, ya que lo demás corresponde a defunciones o a gente que
de distinta forma se ha salido del padrón electoral. De los ocho millones de inscritos
registrados, por tanto, sólo un millón y medio son nuevos. Y esto, al final, por
distintos cálculos, nos señala que tenemos una masa que ha estado o que tiene
mayor flexibilidad de opción y que se estima en alrededor de 400-500 mil votos
("voto volátil"). Así, en un momento están por un candidato y al siguiente, por otro
lo que, al final, en los márgenes actuales, puede decidir una elección. Puede hacerlo
en una presidencial, lo está haciendo en algunos casos en las parlamentarias, y de
seguro van a decidir las municipales, porque ahí vamos a tener una votación mucho
más estrecha. Esa estabilidad, con ese margen, obviamente que se alteraría muy
fuertemente con un cambio. Por eso, personalmente, no me gusta mucho el cambio
a un sistema de inscripción automático, con votación más bien voluntaria -jamás
había pensado siquiera la proposición de Daniel, de hacerlo también obligatoria -,
porque creo que al final generaría un terremoto importante a nivel de la clase
política. Aunque, por otro lado, eso forzaría mucho más a los liderazgos y a generar
campañas más potentes, y significaría una posibilidad de producir una renovación
de las dirigencias que, a la larga, es lo que yo creo nos está faltando.

- Mario Navarro, Jefe de la División de Política Habitacional del Ministerio de


Vivienda.
Me gustaría aportar con un par de cosas. La primera, referida a lo que terminó
hablando Jorge sobre la obligación del voto. No creo para nada en eso. La persona
que no vota puede ser tan democrática como la que vota, y mucho más incluso,
porque decide apoyar al candidato que escoja la mayoría. No votar, en cierta
medida, también es emitir un voto. 'Para qué voy a ir si quiero pasar ese día con mi
familia y la verdad es que me interesa que me represente el que elija la mayoría'.
No veo el por qué la obligación.

Mi segundo comentario va referido a la baja inscripción de los jóvenes que, creo,


tiene mucho que ver con el desencanto de La Concertación. No sé si habrá datos
diferenciados de los jóvenes de derecha o de centro derecha y los que se identifican
con la centro-izquierda o la izquierda, pero creo que esto se evidenció en cierta
medida en la elección de Frei con el voto hacia Max-Neef. Este demostró que había
una cantidad importante de jóvenes que no estaba 'ni ahí' con votar por el
candidato de La Concertación. Es más, creo que una gran parte de los jóvenes que
no están inscritos son de La Concertación, mientras que los de la centro-derecha
han mantenido sus niveles de inscripción y de voto. No sé si me equivoco, pero
tengo la impresión de que ellos son más disciplinados. Me gustaría saber si alguien
sabe algo sobre esto.

- Jorge Marshall, Vicepresidente del Banco Central.


Quisiera hacer tres comentarios, el primero de los cuales se refiere a los partidos
políticos. Creo que aquí hay dos aspectos que se debieran separar. Los partidos
siempre van a existir cuando hayan elecciones, ya que es imposible que dejen de
hacerlo si éstas se producen. Los partidos políticos nacen con las elecciones y van a
permanecer mientras éstas existan. En la realidad actual, a mi juicio, el aspecto
más importante de estas colectividades es lo que, de alguna manera, manifestó
Pablo Halpern. Uno puede discutir la representación, o sea, si los partidos están
jugando un rol en la representación de la ciudadanía y que es lo mismo que
planteaba Andrea. Pero hay otro aspecto de los partidos políticos que es la norma.
Hoy vivimos un sistema en el cual los partidos están protegidos. O sea, éstos
pueden tener una pérdida en la representación y pueden haber innovado poco en
ello, pero ¿por qué están protegidos? Lo están en relación al número de votos que
sacaron en la última elección. De acuerdo al sistema vigente, cada partido nombra
cupos en función de los candidatos que sacan. Si partimos de la base de lo que
decía Navia, de que la probabilidad de doblar es muy baja, y suponemos que nadie
dobla, entonces la votación se hace persistente. O sea, tengo tantos cupos, llevo
tantos candidatos y éstos van a resultar electos, con lo cual el grado de
competencia que existe a nivel electoral, a mi juicio, es muy inferior al grado de
competencia que hay en otros ámbitos (medios de comunicación, ideas, personas,
estrellas de televisión, etc.).

La baja participación de la juventud, por su parte, está concentrada en su baja


inscripción, situación que no creo esté extendida a todos los estratos de la
población. O sea, no es que todos tengan una apatía con el sistema electoral. No. El
fenómeno está en que la juventud no se ha inscrito. Entonces no le podemos dar
una explicación global a un hecho que está circunscrito a un estrato de la población
muy específico: los jóvenes que cumplieron 18 años después del '88. Obviamente,
cuando el profesor nos preguntaba por qué no hicimos la tarea, nadie contestaba la
verdad (porque le dio lata, por ejemplo). Todos decían que no habían tenido tiempo
o que habían tenido mucho que hacer. Lo que quiero decir con esto es que la
encuesta ex post, a mi juicio, tiene poca validez para explicar este fenómeno. Creo
que éste también se explica por una norma legal en la que la inscripción no es
automática. Entonces, el fenómeno específico de la baja participación de la
juventud, en mi opinión, se debe a una norma legal rara, porque tampoco es claro
que no sea obligatorio inscribirse. Aquí se ha inventado que la inscripción es
voluntaria, pero la verdad de las cosas es que en el espíritu legal de este país la
inscripción electoral siempre ha sido obligatoria. Antes, en cualquier trámite (para
sacar el carné de manejar, por ejemplo), se exigía la inscripción electoral. En el
sector público también era así. Entonces, ahí quedó una anomalía curiosa que se
resuelve haciendo la inscripción electoral obligatoria.

Respecto de si la votación es voluntaria u obligatoria, simplemente manifiesto que


ésta debiera ser obligatoria. Es como poner la bandera el 18 de septiembre. O sea,
el costo es mínimo. Ir a votar no quita más de 20 minutos en un sistema eficiente,
por tanto uno no puede anteponer un costo familiar a eso. Ni un costo de ningún
tipo. Este es de los pocos ritos que uno tiene como ciudadanía, por tanto, el que
sea obligatorio impone un costo muy bajo y yo soy partidario de éste.
Por último, aparece el puzzle de la representación de los ciudadanos y cómo ésta se
ha modificado en la sociedad actual. Aquí creo que hay factores de demanda y
oferta con lo cual cambia su modalidad. Por el lado de la oferta, creo que la
tecnología ha hecho que exista la posibilidad de una representación directa. O sea,
hoy es posible que un sitio en internet, un diario, un "algo" represente a un grupo a
un bajo costo. Entonces, la estructura de partidos políticos es menos indispensable
en el aspecto de representación. Por el lado de la demanda, en tanto, la gente y
sus intereses se han hecho más heterogéneos. Los grupos son mucho más diversos
y, como tal, cuesta más construir una plataforma única que represente a un grupo
demasiado amplio. Por esas dos razones vivimos una sociedad en la cual hay una
crisis de representación en donde no se sabe exactamente quién representa a
quién, porque, por una parte, es muy fácil representar, pero, por la otra, la
heterogeneidad hace que ésta sea muy difícil. En este esquema aparecen de
repente los líderes estudiantiles, tienen tres-cuatro semanas de gran movimiento,
para luego desaparecer por dos años, y volver luego a emerger dos años más tarde
con otro líder. Entonces creo que hay una falencia en la representación de mayor
fluidez.

En ese sentido y en síntesis, pienso que por el lado de los partidos hay una
distorsión en el sistema electoral. Más que en el sistema binominal mismo, existe
una distorsión en el poder monopólico que tienen los partidos hoy día y que hace
reducir la competencia a nivel de las personas y potenciales candidatos.

- Pablo Jordán, arquitecto.


No soy cientista político y en este debate actúo en calidad de ciudadano. En una
conversación con mis compañeros de mesa estábamos apelando más a
experiencias personales que a un dato científicamente logrado o a una encuesta. Si
la pregunta que yo entiendo es la que estamos debatiendo hoy día sobre si hay o
no una crisis de participación política en nuestro país, personalmente diría que creo
que no, a la luz de las cifras que se han entregado y que dan cuenta de que
seguimos siendo un país con un buen nivel de participación política electoral. Aquí,
tal vez, el déficit que uno siente como ciudadano tiene mucho más que ver con la
participación política en áreas distintas de votar, que es un poco lo que planteaba
Alfredo, y que conversado con Enrique Barros pensamos puede tener que ver con
una construcción de modelo de ciudadano distinto. A mi juicio, lo que tiene que ver
con participación política está referido con ser ciudadano de una forma diferente.
Hoy la ciudadanía en Chile es básicamente entendida como ir a votar y elegir a un
representante político que supuestamente va a hacer un conjunto de cosascomo,
por ejemplo, promulgar leyes que van a satisfacer aspiraciones personales,
comunitarias o colectivas. Y si uno le pregunta a todos los jóvenes menores de 32
años que trabajan en mi oficina por qué no están inscritos (casi todos), las
respuestas tienen que ver con eso: con el distanciamiento de los agentes políticos,
con que no se sienten representados, con que la agenda que se está discutiendo
tiene poco peso y en la cual no hay temas que, en particular, le parezca
determinante a los jóvenes de su condición personal. A diferencia de esto, les
parece que se discute más el modelo económico, que una ideología social. No hay,
en ese sentido, en la presentación de los partidos políticos o de los agentes
políticos, una propuesta con respecto a una organización social, a una sociedad que
los haga moverse para inscribir y votar. Ven bajos retornos en la actividad política y
mala conducta de los agentes, los actores y representantes políticos. Los ven
permanentemente criticados en los medios y expuestos en conductas que son poco
sanas desde el punto de vista de una democracia ideal.

El otro aspecto que me gustaría señalar, y ésta es más bien una hipótesis,
corresponde al fenómeno de la inmediatez, en cuanto al logro de resultados, que se
transformó en una cuestión cultural. Y la actividad política y participativa tiene que
ver con tareas, con procesos de mediano o largo plazo, con jugársela en un cierto
sentido. Hoy día, sin embargo, la sociedad es más bien prender y apagar
monitores, entrar y salir, para sumergirse en una cosa más inmediata y rápida, con
lo cual parte importante de la validación de ciertos actores políticos tiene que ver
con dar respuesta en corto plazo a situaciones muy coyunturales y no, de nuevo -
insisto- en debatir los problemas de fondo.

En lo personal, si tuviera que pensar en una hipótesis que a lo menos aquí no se ha


levantado y que explica por qué hay poca participación de los jóvenes, ésta se
encuentra en que en este país se acabó la educación cívica. Yo creo que todos los
que estamos aquí presentes tuvimos alguna vez un curso en que nos explicó en qué
consistía la república, la democracia, y los poderes del Estado. Esto no existe hoy.
A los alumnos no se les enseña el civismo y este es un tema en el cual con un poco
de ejercicio político se podría alcanzar una mayor participación.

Finalmente, está el tema de la estabilidad y el alto grado de acuerdos como


desincentivos a la participación política. Lo veíamos en las cifras. Si uno toma el
caso de Estados Unidos, con una participación efectiva del 50% del electorado,
puede tener más que ver con que ese país se gobierna solo (decía un tercer
comensal de este grupo). En el fondo, si ya estamos más o menos de acuerdo en
las grandes cosas, si no hay grandes cambios que hacer, si no están en juego "big
issues", para qué votar. Y eso puede ser parte de la explicación de por qué, a
medida que avanzamos en la tesis del desarrollo y crecimiento económico, nos
encontramos con que, a lo mejor, va a decrecer naturalmente la participación
política tradicional, debiendo, a mi juicio -insisto-, aumentar la otra: la de los
grupos intermedios, la representación ciudadana, la del desarrollo local, la del
proyecto de desarrollo comunitario y la de los grupos de interés.

- Enrique Barros, abogado.


Estamos hablando de participación política y me acordaba de dos hechos que me
han impresionado del siglo XIX. Una es la interpretación verdadera de qué significa
el peso de la noche de Portales. Esencialmente es la del pueblo que no se mueve, el
pueblo que está lacio, obediente, y que, de alguna manera, hace posible la
persistencia del orden en razón de la inacción. Hay una segunda interpretación, que
es un poco posterior, que se desprende de una carta muy interesante que escribe
Andrés Bello a un amigo de Caracas, cuando recién llega a Chile. Y en esa primera
carta dice de este país algo así como que es ordenado, muy poco imaginativo, que
las noches de Santiago naturalmente no se pueden comparar con las de Caracas,
pero que tiene un pueblo sumiso y disciplinado . Y ocurre que ellos, tanto Portales
como Bello, que eran de profunda sensibilidad conservadora, de alguna manera
veían en esto una virtud del país, y probablemente buena parte de nuestro siglo
XIX es explicable a través de esas anécdotas. Hoy se nos plantea la situación de
una manera radicalmente diferente y se nos presenta a la participación como un
valor y un bien que proviene de la valoración relativa que hacemos de la
democracia y la libertad. En ese ámbito, a mí me parece que el mercado político
chileno tiene una curiosísima característica que podría encontrar su simil en una
tienda de departamentos, en la que hubiera que ir a la calle Matucana para sacar
un carné antes de ir a comprar a la tienda de departamentos. Sería la más
horrorosa y absurda de las técnicas de marketing. Pero aquí la política las tiene:
hay que ir 120 días antes a hacer la inscripción electoral para poder tener derecho
a participar en una cosa que no produce beneficios o respecto de la cual no existe
una motivación excesivamente fuerte. Y cuando la hubo, en el año '88, se produjo
una inscripción masiva. O sea, yo no puedo estar más de acuerdo con el tema de
que se tiene que simplificar la inscripción, como también creo que el voto tiene que
ser voluntario, porque me parece -por lo menos en el origen del constitucionalismo-
que la ciudadanía fue considerada como derecho. Transformarla en deber sería
invertir un poco las cosas.

Respecto de los partidos, hay un curioso fenómeno en torno a ellos en la época


contemporánea y que tal vez podría haber avanzado con lo que ocurrió en la última
elección presidencial francesa. En el fondo, creo que si uno analiza lo que ocurrió en
Francia en esta última elección, yo diría que responde a una segmentación brutal
de los intereses y de los sentimientos. De alguna manera, precisamente, a la
pérdida de lo general y en la que cada tipo de interés/sentimiento tuvo una
representación política. Es cierto que a la izquierda le fue mal, pero no tanto como
para no pasar a la segunda vuelta. Si Jospin no pasó fue porque hubo una decena
o, por lo menos, seis grupos de izquierda que representaban diversas sensibilidades
desde el extremo troskismo hasta el comunismo clásico que produjeron una
segmentación que trajo como consecuencia que Lepen sacará la segunda mayoría y
lo condujera a la segunda vuelta. Ahora, la reacción de ésta también es
sintomática. Cuando la gente se siente amenazada, de alguna manera, tiende a
revalorar aquello que frente a la ausencia de peligro lo considera como algo con lo
cual se puede jugar.

Una última reflexión sobre los partidos. Nunca he militado en uno, pero siempre he
tenido una gran vocación pública. Hace algunas semanas, leyendo un libro de Stone
que se titula "La muerte de Sócrates", ésta hacía alusión a un comentario que le
hace el filósofo a un amigo que tenía algún talento para la cosa pública y que
aparece en uno de los diálogos de Platón. Le preguntó por qué no participaba en la
cosa pública y el amigo le responde: 'porque le tengo pudor a la masa'. Sócrates
toma el argumento y lo hace suyo, pero un sentido completamente
antidemocrático, como diciendo, en definitiva, la decadencia de Atenas se debe,
precisamente, a que la masa es la que ha tomado el control de los asuntos
públicos. Yo creo que ese es un riesgoso efecto: cuando la democracia no
solamente es deseable, sino que completamente inevitable. Los partidos en Chile
están sufriendo una tremenda crisis oligárquica. Que se repitan los mismos
nombres tiene que ver con oligarquías que no se regeneran. Es curioso lo que
ocurre con los partidos, y con esto concluyo mi intervención. Estos corresponden a
agrupaciones que, de alguna manera, crean relaciones muy intensas de grupos-
subgrupos que, al final, siguen contratos entre ellos. Los candidatos a la
representación política, entonces, surgen, en gran medida, de estos contratos que
se producen al interior de las agrupaciones relevantes. Serán 50-100, seguramente
no más y por eso son los mismos nombres que andan dando vuelta. Y son
contratos: a uno le toca aquí, al otro allá y así sucesivamente. Y esto usualmente
hace que estos contratos, que se realizan entre los grupos y a espaldas del
electorado, que quienes resultan elegidos son malos candidatos. En este sentido,
creo que una de las crisis fundamentales que ha tenido la Democracia Cristiana es
que tiene pésimos candidatos, precisamente porque surgen de este tipo de
contratos. La otra forma de elegir líderes se produce precisamente en el sentido
inverso de la participación. Yo creo que el partido más exitoso para elegir líderes es
con gran distancia la UDI. ¿Por qué? Porque tiene un grupo de poder de control. Si
dijéramos que se trata de una sociedad anónima, diríamos que es un grupo de
control. Y éste decide quiénes son los mejores candidatos sobre la base de criterios
estrictamente electorales. Porque, además, tiene el poder para hacerlo. En otras
palabras, se trata de un partido que tiene una estructura de poder concentrado
donde hay poder. Y a la larga, esta estructura de poder, curiosamente, demuestra
ser completamente venturosa desde el punto de vista de la competencia electoral.
Por lo tanto, si no se quiere o puede llegar a ese modelo, la única posibilidad
pareciera ser abrir los partidos. Pero la pregunta que uno se hace, incluso en la
universidad -llevo casi 40 años entre alumnos y académicos en la Universidad de
Chile- es qué cosa tienen que hacer los partidos para hacerse más atractivos a la
juventud. En mi generación, participar en el centro de alumnos o ser dirigente
estudiantil en la Facultad de Derecho era algo socialmente muy relevante. Hoy,
esto es académica y socialmente insignificante. A pesar de que las estructuras
formales de representación política siguen siendo las mismas. La gente tiene su
propia vida. Entonces la pregunta está en cómo encantar por lo público e
interrogante que creo ha estado ausente en toda nuestra discusión pública.

- Martín Rodríguez, Director Ejecutivo de Feedback, Consultora Comunicaciones


Estratégicas.
Dos cosas. La primera, yo creo que la participación no siempre ha sido el papel de
la política. Lo que quiero decir es que, de hecho, en la década de los '90, en Chile al
menos, el rol de la política tuvo que ver mucho más con cosas como acceso a los
derechos democráticos, a los temas de la individualidad, a los tópicos que tenían
que ver con la libertad de las personas. Yo creo que el esfuerzo político estuvo
básicamente ahí. O sea, en la recuperación de los sindicatos, el Parlamento, etc.
Evidentemente eso también generó un tipo de ciudadanía distinta que tiene que ver
con valores como la "meritocracia", la tolerancia, y eso, evidentemente, construye
un mundo que reivindica prácticas que finalmente esa misma política que las
genera no empieza a dar cuenta. Y, en ese sentido, y ya parte del segundo punto,
es que la declinación en la participación política no necesariamente está asociada a
tener menos interés en la política. En las encuestas está claramente demostrado
que la gente sigue interesada en los temas políticos, aún cuando puede votar
menos. O sea, las personas conversan igualmente de política, vote menos o más.
En ese sentido, lo que nosotros hemos visualizado en las encuestas es algo obvio:
el gap entre la política y la ciudadanía y que hemos entendido un poco como la
dificultad de la política para dar cuenta de estas nuevas prácticas que han emergido
en el país. Y hay tres experiencias concretas donde se rompe eso: una, lo
visualizamos en el caso Bachelet con las colas; otra fue probablemente Lavín
mismo y un tercero se dio con los microbuseros, donde lo que ocurre no se trata
solamente de un esfuerzo de lenguaje, de dar cuenta de estas prioridades y nuevos
valores que están en las personas, sino más bien de un esfuerzo de conectar
organizaciones políticas concretas con estas prioridades y valores que tienen un
efecto concreto en su vida cotidiana. O sea, la pregunta de las personas es cómo la
política le afecta en su vida cotidiana. A ella, que ha cambiado, que tiene nuevos
intereses y prioridades. Desde esa perspectiva, lo que se visualizó con el caso
Bachelet fue muy concreto. La gente vio que aquí había una voluntad política de
una señora que se hacía cargo de los consultorios con el fin de que allí pasara algo
concreto. El caso de Lavín también es muy claro. Este se concreta cuando lleva a la
municipalidad, como organización pol ítica, a las personas y éstas tienen una
sensación de que algo está pasando en sus vidas y que efectivamente, cuando se
les pregunta en las encuestas y éstas dan sus preferencias, luego la verán
concretadas en las obras que eligieron. En ese sentido, creo que el esfuerzo de la
política en términos de participación está en lograr conectar su mundo con los
temas y prioridades de las personas.

- Andrés Velasco
Una cosa puramente empírica que se me ocurre y que la lanzo para que nos
alumbren... Comparto con Barros esta idea de que el peso de la noche aún pesa,
pero ¿es efectivo que Chile tiene baja rotación de líderes? Yo pienso en los posibles
presidenciables para el 2005 y muchos de ellos son relativamente nuevas
apariciones, por lo tanto, ahí hay un matiz que quizá es interesante abordar.

- Patricio Navia, cientista político.


Admiro mucho a los economistas, porque tienen la capacidad de discutir sobre
temas que son concretos y cuando hablan de inflación hablan sobre ella, y no de si
la gente es feliz o no cuando suben los precios, o si les gusta ver seis u ocho ceros.
Este comentario va a que aquí me parece que caímos un poco en tratar de meter
todo en lo político y creo que esto tiene algo que ver con el problema de definir
participación política. O sea, Spencer Tunick ¿era participación política o no? Estar
en Expansiva hoy, ¿es participación política? Porque, aquí nadie cobra por venir.
Entonces, me parece que tratar de definir qué es participación política es un tema
muy complicado de hacer, porque es muy amplio. Porque, al final, cualquier cosa
puede ser participación política. Hasta si uno se pone una camiseta que dice algo, a
lo mejor era la única que tenía, pero el resto de la gente no va a saber eso. De ahí
que me importa mucho restringirme al tema de la participación electoral, que me
parece mucho más fácil y objetiva de medir. Respecto a ella, me sorprendieron
algunos de los comentarios sobre la inscripción automática. Esto me parece tan
obvio como que cuando el Banco Central baja sus tasas en 0,5%, los márgenes de
las ganancias no deberían ser tales que incentiven tanto la economía. Pero el Banco
Central nos explica, y nosotros creemos, que cuando baja la tasa 0,25%, la
economía se reactiva.

Bajemos los costos de la inscripción. Y después, a lo mejor, la gente no va a votar,


pero en el margen debería haber mayor participación. O sea, si funciona para los
préstamos, debería hacerlo también para la participación. Entonces, el tema de si la
gente está o no feliz, si a la gente le gusta o no la política, primero me parece que
las encuestas nos dicen que no son tema, ya que la gente sí habla de política; y
segundo, no creo que el tema sea tan relevante. Lo importante aquí es tratar de
optimizar nuestras instituciones de forma de facilitar la participación de la gente y
ahí ella tendrá las opciones de votar o no votar, de votar en blanco, si decidimos
que tiene que i a votar... Por lo demás, hay una serie de cosas que hacemos que
atentan contra las libertades individuales y, en general, las terminamos por
aceptar. Por ejemplo, el no fumar en lugares públicos o aceptar el humo del cigarro
en los lugares en los que sí se puede.

En el tema de la crisis de los partidos, es difícil, a menos que uno evalúe cómo
funcionaban antes y me parece que esta lógica de camarillas políticas y ese tipo de
cosas sí existían antes. Todos los estudios que se hicieron nos dan la evidencia
suficiente de que así ocurría. Entonces, no me parece que ahí haya un gran cambio
respecto de lo que hay ahora. Sí hay mecanismos para tratar de reducir ciertos
males. O sea, si queremos cambiar caras podemos poner "term limits". Eso genera
otros problemas, pero soluciona ciertas complicaciones. Si, en cambio, queremos
darle más poder a los partidos para que efectivamente tengan este poderoso
liderazgo central, semejante al de la UDI, cuyo poder emana de que le pagan las
campañas a sus candidatos, entonces financiemos los partidos. Démosle más
capacidad central para que no sean los líderes de las comunas del distrito específico
los que determinan los candidatos, sino que se haga desde el partido que recibe
financiamiento y que, por lo tanto, puede financiar las campañas. Eso es lo que
eché de menos en esta discusión: identificar cuáles son los problemas y una vez
que lo hubiéramos hecho, ver qué posibles soluciones existen para ellos y cuáles
serían como "off sets" o problemas nuevos que crearían estas soluciones. Yo creo
que esta es la visión para ir avanzando.

- Alfredo Rehren, Director del Instituto de Ciencias Políticas de la Universidad


Católica.
Primero, me gustaría reaccionar a lo que dijo Tomás Chuaqui acerca del poder
político. La verdad es que si uno mira hoy a Chile hay cambios estructurales en lo
que a andamiaje de poder en nuestra sociedad se refiere. Es evidente que el
Estado-empresario desapareció, que tenemos un Estado regulador y que hoy los
recursos se asignan a través de la ley de la oferta y la demanda en el mercado, a
través del proceso político que antes monopolizaba la clase política. El presupuesto,
las señales económicas y la inversión, entre otros, las da el mercado. El gobierno
interviene, evidentemente, pero la asignación de recursos es parte de un proceso
que se da a través del mercado. También hay cambios en la administración
pública. Y esto queda en evidencia cuando uno piensa que el tamaño del Estado era
de 300 mil funcionarios al año '73, ci fra que hoy llega a 100 mil aproximadamente.
Esto quiere decir que hay una drástica reducción del tamaño del Estado y, cuando
uno analiza el tema de la participación política, claro, antes participación política
era apoderarse del poder del Estado para, a veces, entregar en forma clientelista o
semi-clientelista favores. Así, partidos de máquina política podían movilizar grandes
masas para satisfacer necesidades materiales inmediatas. Hoy día, en cambio, esa
posibilidad no está. Sabemos que el Ejecutivo es muy limitado en su ámbito de
desplazamiento en este sentido. Por el otro lado, la descentralización del poder
local es otra realidad. No hay duda de eso. Siempre el poder político local fue
manejado centralizadamente y si hay competencia, y hoy día hay bastante
participación a nivel local, evidentemente que hay una descentralización del poder y
competencia en ese nivel. Quizá los temas que surgen ahí no son propiamente
políticos. Están muy ligados a la realidad inmediata de la gente que no trasciende
más allá de ese nivel.

Sobre el punto que hacía Pablo Halpern, quisiera mencionar un estudio muy antiguo
que publicó John Reimer en la revista Latinoamericana de Ciencia Política a
comienzos de los '70. El hizo cortes de 10 años a contar del año '17 y estudió la
rotación de las elites en Chile: eclesiástica, universitaria, militar, empresarial y los
cuadros dirigentes de los partidos políticos. Evidentemente, los cálculos de índice de
rotación indicaban que una de las elites más estables en Chile era la de la dirigencia
de los partidos políticos, incluso más que las empresariales que rotaban a nivel de
las cúpulas con mayor velocidad. Si uno lo ve hoy, claro que sí, es cierto que se
repiten los elencos y hay poca circulación y, por lo tanto, son las mismas caras las
que evidencian una pobre democracia interna. La reelección de los incumbentes es
algo que hoy, por diversas razones, entre ellas el sistema electoral, está claramente
establecido a nivel de representantes. Creo que esto sigue siendo una tendencia
estable en la política chilena, situación que algunos estudiosos dijeron que era la
base de nuestra estabilidad política basada en la transacción y el compromiso. Una
política bastante elitista, pero que quizá hoy día debe ser superada a través de
mecanismos más veloces o ágiles en la generación o regeneración de liderazgos, y
que obedece a un problema interno de los partidos políticos.

Respecto al problema de los "political entrepreneurs", como planteaba Andrés


Velasco, parece no venir desde dentro de los partidos, si bien también es peligroso
que vengan desde afuera. Las experiencias en América Latina con el fenómeno
neopopulista, a raíz de la crisis de los partidos políticos que han gobernado algunos
países como Argentina, Perú y Venezuela evidentemente apuntan a una luz roja
cuando los partidos no son capaces de revertir los efectos que ellos tienen.

Finalmente, en relación a lo que decía Pablo Jordán con respecto a la educación


cívica. Recuerdo en el colegio haber tomado cursos de educación cívica con el Padre
Monckeberg, quien nos enseñaba según el manual de Gandarillas. Por él
aprendimos sobre qué era ser un buen ciudadano, La Constitución, el proceso
político chileno y evid entemente que esto se extraña bastante hoy en día.

- Francisco Argote, economista.


Uno de los aspectos más interesantes de la exposición del profesor Rehren fue la
que dice relación con la democracia del público y todo el tema de los medios de
comunicación. Me gustaría que él se pronunciara sobre cuál será el futuro de los
partidos políticos en Chile en este escenario en que vemos que la política es una
apelación directa de las principales figuras públicas. El Presidente de la República
que, por ejemplo, aparece todos los días a las 9:15 en la televisión en una fábrica o
en un consultorio hablando directamente y todo se hace a través de los medios de
comunicación. Preguntar, entonces, qué futuro tienen los partidos políticos chilenos
en este nuevo esquema.

- Alfredo Rehren
Difícil pregunta. La verdad es que yo creo que en esta perspectiva, los partidos
aparecen un poco en la encrucijada y en un callejón sin salida debiendo adoptar, a
su vez, incluso medidas de marketing político. Quienes han seguido las campañas
electorales en el último tiempo han visto cómo los candidatos a presidente, muchas
veces, trataron de arrancarse de ser vistos con las dirigencias políticas o sus elites
para vincularse directamente con el público, el electorado, tratando de representar
en forma directa esa confianza sin que ésta estuviera mediada por estas
estructuras. Esto es lo que quizá uno ve como bastante dañino para la democracia
por cuanto ya existe un deterioro de las instituciones políticas en Chile. Creo que
todas las encuestas arrojan que hay una gran preferencia y aceptación de la
democracia. Los apoyos generales así lo demuestran. Sin embargo, los apoyos
específicos, en términos de sus instituciones, son bastante bajos. Y en la medida en
que esta tendencia contribuya a deteriorar aún más esa imagen de los partidos
políticos, la verdad es que uno podría pensar en grandes líderes que va a subyugar
y a mantener a estas máquinas de dirigentes, que poco se renuevan a sí mismos,
en una posición secundaria. Pero lo paradójico de todo es que los liderazgos
emergen desde dentro de los partidos políticos y, como recién se decía, muchas
veces son acuerdos de facciones internas. De modo que ahí hay una especie de
dilema, diría yo, de prácticamente carácter insoluble. Al menos, aquí
conversándolo, no veo cómo escapar. Los medios sí les ofrecen una gran ventaja a
los líderes. Hoy día vemos que la personalización de la política es algo vigente,
normal incluso en países de Europa. Si recordamos el ejemplo de Margaret
Thatcher, éste es el clásico caso de la personalización del poder político en un
gobierno de gabinete que es colectivo, donde se produce ese tipo de magnetismo
(llamémoslo así). El caso del Presidente Bush hoy día, también por otras razones,
adquiere una relevancia y una centralidad por otro tema que lo lleva a esa posición
ante la opinión pública.

El actual esquema entonces es el que lleva a que los gobiernos de La Concertación


hayan creado departamentos de comunicación internos que escudriñen cuál es el
estado de la opinión pública para que entregue datos o antecedentes sobre cómo
guiar la acción política del gobierno, del Presidente y de quiénes tienen que dar la
cara al público. Eso es así y es algo nuevo. Si uno quiere ir hacia atrás y estudiar la
historia, don Jorge Alessandri apenas tuvo una oficina que se llamaba de difusión o
radiodifusión de la república. Hoy día, en cambio, la presidencia tiene un staff
completo destinado al tema de la imagen y a la vinculación directa de quién ejerce
el poder con la opinión pública, a veces general, a veces especializada. Y esa es una
tendencia, diría, natural y normal.

Esa sería mi reacción a la pregunta. Pero sí creo que los partidos, de seguir una
tendencia en esta dirección, van a deteriorarse un tanto más con el peligro de la
personalización aún mayor de la política en un país que ya es presidencialista. No
quiero augurar ni decir nada con respecto a fenómenos neopopulistas, porque eso
es impensable en Chile por la fortaleza histórica de los partidos propiamente tal,
pero por qué no.

- Tomás Chuaqui
Quizá convendría cerrar tratando de hacer una defensa, a pesar de las críticas de
Patricio Navia, de la dirección que tomó la discusión. Tratar de decir por qué es
importante, tratar de distinguir en qué consiste la participación política de la no
participación política. Por supuesto que puede parecer una discusión bastante
bizantina, pero, sin embargo, creo que tiene que ver con algo que, de alguna
manera, casi todos los que participamos hoy aquí convenimos: lo movediza que es
en el presente la separación entre lo público y lo privado. Si es cierto que los focos
de poder se han trasladado desde el ámbito de lo público a múltiples focos de poder
en el ámbito de lo privado, estamos hablando de una transformación bastante
importante de lo que significa la política en la actualidad. Una de las características
de lo público en un sistema democrático es que es pretendida, o al menos,
formalmente igualitario. El ámbito privado no lo es y, por lo tanto, quizá estamos
hablando de nuevas formas de participación política, pero que tal vez no responden
a las lógicas de un sistema democrático. El grupo de 'ricachones', como decía
Halpern, que se juntó en el CEP con el Presidente Lagos no representa
precisamente a organizaciones democráticas. Por lo tanto, quizá tendríamos que
empezar a repensar la forma en la que se reorganizan estos nuevos focos de poder
que se han ido generando en lo que tradicionalmente era el ámbito privado libre de
la intervención de los requisitos o exigencias igualitarias del ámbito de lo público, lo
cual puede significar repensar algo bastante profundo de cómo funciona nuestra
sociedad.

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