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Robert Friedman, Los Refugiados Palestinos. Debats, n°33, septiembre 1990.


EL ORIGEN
La oficina de las Naciones Unidas en Ammán que se ocupa de atender las necesidades de
mas de un millón de refugiados palestinos esta situada en un barrio de clase media alta de casas
d.c piedra, cuyos tejados están salpicados de antenas de televisión imitando a la Torre Eiffel. El
barrio es uno de los diversos complejos residenciales construidos en Ammán mán duratité los
anos del «boom» del petróleo a finales de los años setenta y principios de los ochenta. Muchos de
los residentes de esos barrios son refugiados palestinos que huyeron de sus casas o fueron
obligados a abandonarlas por las fuerzas judías durante la Guerra de Independencia Israelí de
1948. Entre los Estados árabes, sólo Jordania Ófreció a los refugiados palestinos la ciudadanía y
les animó a que se integraran en la sociedad jordana Los palestinos hoy en dia constituyen más
del 60 por ciento de la población y han contribuido a transformar Jordania de un erial en un
estado— nación moderno.
No todos los palestinos de Jordania se encuentran en una situación próspera. Unos
cuarenta años después del éxodo masivo más de 214.000, o aproximadamente el 25 por ciento de
los palestinos en Jordania, siguen viviendo en los diez campos de refugiados existentes en este
país, en los que la Agencia de Socorro, y Trabajo de. las Naciones Unidas (United Nations Relief
and Works Agency; UNRWA) proporciona servicios básicos tales como vivienda, atención
sanitaria y educacion. El centro de trabajo de la UNRWA en Ammán es una habitación estrecha y
mohosa llená de hileras de archivos de aluminio que contienen el historial y el estado actual de
cada una de las familias refugiadas en Jordania. Las llamadas «hojas de investigación de datos»
de la UNRWA detallan el nombre edad y ocupación del cabeza de familia; los nombres de su
esposa e hijos, sí los hay, y las circunstancias de su salida de Palestina. Los archivos se actualizan
rutinariamente para incluir nacimientos defunciones y matrimonios asi como la situación
económica de la familia.
A los hijos de padres refugiados la UNRWA también les considera refugiados. Como
consecuencia, la población de refugiados palestinos ha crecido enormemente, ascendiendo en la
actualidad a unos 2,3 millones de personas en las regiones que lindan con Israel. Más de 800.000
o cerca del 35 por ciento de los palestinos registrados como refugiados en la UNRWA, viven en
sesenta y un campamentos en Jordania, Egipio, Líbano y los territorios ocupados por Israel de la
Orilla Occidental del Jordán y la Franja dc Gaza. Aunque construidos a finales de los cuarenta y
principios de los cincuenta como viviendas provisionales los campamentos se han convertido en
barrios de chabolas permanentes en los que la atmósfera reinante es de un nacionalismo palestino
intenso. Las familias de refugiados palestinos relativamente acomodadas pueden continuar
viviendo en los campos si así lo desean, pero no tienen. derecho a, recibir muchos subsidios de la
UNRWA.
El pasado mes de noviembre se me permitió entrar en la habitación donde se guardan los
documentos de la UNRWA en Ammán y leer los historiales de algunos refugiados al azar. Un
caso que se parecía a muchos otros era el de Khamis Kassas, mecánico de Jaffa que tenía
cuarenta años en 1948, cuando huyó de su piso de tres habitaciones junto con su esposa y sus dos
hijos, Khalil, de trece años, y Mohamed de once. A Khalil le acompañaba su esposa de doceaños
Kamieh.
Jaffa, por aquel entonces la mayor ciudad árabe de Palestina con una población de unos
70.000 habitantes, había sido designada por las Naciones Unidas para que formara parte del
propuesto Estado árabe-palestino. Sin embargo, los líderes palestinos rechazaron a resolución de
Partición propuesta por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 29 de noviembre de 1947
que habría dividido Palestína en dos paises, uno judío, y otro árabe. Así comenzó una amarga
guerra entre comunidades con los sionistas, que sí habían aceptado el plan.
Al comienzo de la guerra el Haganah, el brazo militar del mayoritario Partido Laborista
Sionista, dirigido por David Ben Gurion, no creía que fuera necesario ni posible ocupar Jaffa;
pero el lrgun y el «Stern Gang», los dos pequeños grupos clandestinos de derecha encabezados
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por Menachem Begin y Yitzhak Shamir, lanzaron una ofensiva terrorista contra la ciudad. El 4 de
enero de 1948, tras semanas de lucha entre fuerzas ju días y palestinas, el «Stern Gang» hizo
estallar un enorme coche-bomba en el centro de Jaffá, destruyendo el edificio municipal y
creando el caos, causando decenas de heridos y provocando la huida de un pequeño número de
familias palestinas de clase media.
El 25 de abril de 1948 el lrgun lanzó una gran ofensiva contra los barrios de la zona norte
de Jaffá. «Debido al fuerte bombardeo de Jaffa [con morteros]», apunta la hoja de datos de la
UNRWA, la familia Kassas huyó a Ramla, donde permaneció por espacio de quince días antes de
trasladarse a Salt, una pequeña localidad de Jordania. Se instalaron en una tienda de campaña
detrás de la bomba de agua de la casa de Salem El Yacoub. El alquiler consistía en un dinar
jordano al mes. «Los documentos presentados por la familia demuestran que son realmente
refugiados palestinos procedentes de Jaffa... que se encuentra ahora bajo control judío», según
indica el historial de la UNRWA.. que se abrió el 3 de enero de 1951. «Se vieron forzados
aabandonar Jaffa —su lugar de residencia y su medio de vida y todas sus pertenencias. Son muy
pobres y los recomendamos para que reciban ayuda y apoyo» —como de hecho recibieron en
forma de alimentos, vivienda, educación y gastos de mantenimiento. En la actualidad Khalil es
propietario de un puesto de bocadillos cerca de la Universidad de Jordania en Ammán y
Mohammed es pintor de brocha gorda. Ninguno de ellos vive en un campo de refugiados,, pero
ambos están registrados en la UNRWA cono refugiados. Khamis, que preparaba bocadillos y
servía té en el puesto dc su hijo, murió en 1988.
Hacia mediados de mayo dc 1948 todos los habitantes árabes de Jaffa excepto 4.000 eran
refugiados. Cuando Ben Gtuión visitó Jaffa ese mes dijo: «No puedo entenderlo: ¿por qué se
fueron los habitantes?. Sin embargo como Benny Morris, el antiguo corresponsal diplomático de
The Jerusalem Post, document a en su notable libro The Built of the Palestinian Pefugge Problem,
]948-!949 (Cambridge University Press, 1987), hacia la mitad de la guerra Ben Gurion trató
ansiosamente de reducir el número de palestinos que vivían en áreas conquistadas por las fuerzas
judías y tomó las medidas oportunas para llevarlo a cabo, las cuales incluían ordenar la expulsión
de toda la población de dos ciudades conquistadas, Ramla y Lydda, y la de muchos pueblos.
Según Morris, quien ha estudiado archivos del gobieno británco e israelí, que recientemente han
dejado de ser material reservado, para documentar con todo lujo de detalles la huida de los
refugiados palestinos paso a paso, la idea de «traslado», el eufemismo utilizado en Israel para
referirse a la expulsión masiva, estuvo «en el ánimo» y «en las mentes» de los líderes sionistas al
menos desde mediados de los años treinta. «Todos los proyectos para establecer un Estado judío
en Palestina», escribe Morris:
incluyendo las recomendaciones de la Comisión Peel de julio de 1937, se enfrentaron con
el gran problema de la existencia de una amplia minoría árabe: de cualquier modo en que pudiera
dividirse el territorio siempre habría una considerable minoría árabe en el area del Estado Judío.
Y aunque el Yishuv [la comunidad judía en Palestina anterior a 1948] contaba con la masiva
inmigración judía para llenar el Estado, era evidente que si una gran minoría árabe se quedaba in
situ, su muy superior tasa de natalidad supondría que aquellos constituirían uina amenaza
perpetua para la mayoría judía y, dada su hostilidad activa o en potencia, para la propia entidad
política. La idea de trasladar a los árabes del área del Estado judío al área del Estado arabe o a
otros estados árabes se consideró la clave para asegurar la estabilidad y la «judeidad» del pro-
puesto Estado Judío.
Aunque Ben Gurion escribió durante la primera guerra mundial que «no pretendemos
dejar a un lado a los árabes, quitarles su tierra, ni desheredarlos». Morris señala que hacia finales
de los años treinta aquél abogaba en privado por un programa de traslado. «Debemos expulsar a
los árabes y ocupar su lugar.., y si tenemos que usar la fuerza —no para desposeer a los árabes del
Negev y la Transjordania, sino para garantizar nuestro derecho a asentarnos en esas tierras— en
ese caso tenemos la fuerza necesaria para hacerlo», escribó a su hijo Amos en 1937.
Durante los primeros años del experimento sionista los líderes judíos pensaban que la
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comunidad árabe estaría agradecida a los judíos por proporcionarles la moderna ciencia y
tecnología. Por el contrario, los pioneros sionistas se vieron enfrentados a una comunidad árabe
indígena que en su inmensa mayoría se aferraba a la tierra con tenacidad, enfrentándose
constantemente e a los colonos judíos y acabando con decenas de vidas humanas. Tras la Rebe-
lión Árabe en Palestina, entre 1936 y 1939, contra el dominio británico y la colonización sionista,
Ben Guiron y otros líderes judíos concluyeron que, en vista de la continua enemistad con los
árabes, los palestinos no aceptarían pacíficamente un Estado judío y no se convertirían de buen
grado en ciudadanos del mismo.
Los líderes sionistas barajaron varias fórmulas para resolver el «problema árabe».
Muchos sionistas, teniendo en cuenta los traslados de población en Europa tras la primera guerra
mundial, esperaban que los incentivos económicos tentaran a los palestinos a marcharse. En
noviembre de 1939 Zev Jabotinsky, el fundador del movimiento Revisionista Sionista, quien
aseveraba que las dos orillas del río Jordán pertenecían al pueblo judío por derecho propio,
escribió a un partidario:
Deberíamos dar instrucciones a la comunidad judía americana para que reúna 500
millones de dólares para que Irak y Arabia Saudí puedan absorber a los árabes palestinos. No hay
alternativa: los árabes deben dejar sitio a los judíos de Eretz lsrael. Si fue posible trasladar a los
pueblos dcl Báltico, también es posible trasladar a los árabes palestinos.
En junio de 1938, durante una reunión ejecutiva de todo un día de la Agencia Judía —el
organismo de gobierno de la comunidad judía en Palestina—, los líderes presentes apoyaron de
manera abrumadora, en principio, la idea del traslado de los árabes palestinos de las áreas judías
propuestas de un futuro Estado judío. «Es lo más moral que se puede hacen», dijo Avraham Me-
nahem Ussishkin, quien apoyaba el traslado de 60.000 familias árabes a países árabes. «No
podremos comenzar nuestra vida política en un estado en el que los árabes constituyan el 45 por
Ciento [de la población].»
El 15 de mayo de 1948, al día siguiente de la proclamación del Estado de Israel, Cinco
ejércitos árabes invadieron Palestina con la intención declarada de liquidar al Estado judío.
Cuando la guerra estalló, Ben Gurion, según Morris, «claramente quería que permaneciera en el
Estado judío el menor número posible de árabes». Morris proporciona una gran evidencia acerca
de la intransigente postura de Ben Gurion. El 21 de octubre de 1948, cuando un oficial judío
discutía con Ben Gurion la creación de un «estado títere» árabe en la Orilla Occidental, Ben
Gurion dijo: «A los árabes de la tierra de Israel sólo les resta una posibilidad, la de huir». Aunque
Ben Gurion nunca diseñó un plan formal o una política para expulsar a los árabes, Morris señala
que, a medida que la guerra se prolongaba, aquél prefería que sus generales «entendieran» lo que
quería que se hiciera.
En Haifa el alcalde judío suplicó a los árabes de la localidad que se quedaran. Pero con
muy pocas excepciones los responsables sionistas no hicieron lo mismo en sus zonas respectivas.
Cuando las fuerzas judías, mejor armadas y más disciplinadas, aplastaron a las -fuerzas
irregulares palestinas y luego a los ejércitos árabes., la sociedad palestina se desintegró, cundió el
pánico y el impulso de huir se contagió. Cientos de miles de palestinos, encabezados por las
clases media y alta, se marcharon repentinamente. A algunos de ellos les movió información
acerca de masacres como la llevada a cabo por el lrgun en Deir Yassin, donde unos cien pa-
lestinos, en su mayoría no combatientes, fueron asesinados, una cifra que se exageró
enormemente en su momento en las noticias de la radio árabe.
Indudablemente muchos palestinos huyeron a países árabes vecinos esperando que
acabara la guerra y poder regresar victoriosos. Los judíos no tenían dónde huir. Hacia el final de
la guerra de 1948, a medida que las tropas judías triunfaban sobre los ejércitos árabes
combinados, Ben Gurion intentó reforzar la posición estratégica de Israel y expandir y asegurar
sus altamente vulnerables fronteras apoderándose de más territorio y expulsando a los palestinos
de los pueblos —especialmente en zonas cercanas a las fronteras— antes de que un armisticio
logrado con la intervención de las Naciones Unidas acabara con el conflicto. Decenas de pueblos,
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como muestra Mornis, fueron evacuados, a menudo de forma brutal, por tropas judías. En julio de
1948 Ben Gurion accedió a que se realizara la mayor expulsión de toda la guerra de las vecinas
ciudades de Ramla y Lydda. Las tropas judías masacraron a 250 civiles palestinos tras tomar
Lydda. Ambas ciudades habían sido utilizadas por la Legión Árabe jordana, la fuerza de combate
árabe más poderosa como guarniciones ligeramente armadas y el comando israelí temía que las
guarniciones supusieran una amenaza para Tel-Aviv y para la autopista Jerusalén-Tel -Aviv. Tras
la matanza de Lydda, los habitantes que quedaban allí y en Ramla, unos 50.000 ó 60.000, fueron
obligados a salir por la fuerza. El ejército israelí llevó camiones y autobuses desde Tel-Aviv para
evacuar a los árabes de Ramla. En Lydda, los palestinos abandonaron la ciudad en autobuses,
camiones y coches árabes, y a pie, llevando consigo todo lo que podían. Un informe que según
Morris fue escrito probablemente por el comandante de las fuerzas Palmach, Yigal Allon, de-
claraba que la huida de decenas de miles [de Ramle y Lydda] provocará, sin duda la
desmoralización en todas las zonas árabes [a las que los refugiados] lleguen... Esta victoria tendrá
sin embargo grandes efectos en otros sectores.
Según el informe de investigación de la UNRWA, uno de los expulsados era Abdul
Foudeh, de setenta años de edad, jornalero de Rambla y su esposa Zeinah, de ochenta años,
quienes caminaron todo el trayecto hasta Ramalah, una ciudad palestina muy frecuentada en
la Orilla Occidental a unos treinta kilómetros al este, y después llegaron a Gaza donde
permanecieron por espacio de dos años antes de trasladarse a un campo de refugiados en Amman.
“La familia no pudo presentar ningún documento pero estábamos convencidos de que esta familia
era, una verdadera [familia] palestina refugiada de Ramle.. que perdió su residencia permanente»,
dice el informe « La familia recibía asiduamente víveres [de la UNRWA] en Gaza y solicitaron
que se les permitiera seguir haciéndolo en Ammán... Son muy pobres y están muy necesitados...
Recomendamos que esta familia reciba ayuda y apoyo.»
Lydda y Ramla al igual que otras áreas evacuadas, fueron repobladas con inmigrantes
judíos, quienes se instalaron en las casas atabes vacías. Ben Gurion, que al principio de la guerra
había dicho que estaba sorprendido por la huida de los árabes de Jaffa, en julio de 1948 se dirigió
a uno de sus oficiales mientras visitaba la reconquistada ciudad de Nazaret, de amplia población
cristiano—árabe, y le dijo: «¿ Por qué hay tantos árabes, por qué no los expulsasteis?
Hacia finales de la guerra de 1949 entre 600.000 y 760.000 refugiados palestinos habían
huido o habían sido expulsados de Israel. Como los refugiados de otras guerras, la mayoría de los
palestinos que abandonaron sus hogares lo hicieron para alejarse del campo de batalla. Pero fuera
cual fuera el motivo de la huída de los palestinos, los líderes sionistas acogieron su éxodo como
una buena noticia o, en palabras de Chaim Weizmann, como «una milagrosa simplificación del
ptoblama”. Unos 100.000 palestinos permanecieron en el estado, judío y unos 60.000 volvieron
clandestinamente a Israel durante los meses posteriores a la guerra. Como apunta Morris, junto
con elestablecimiento del Estado de Israel, el problema de los refugiados palestinos fue la mayor
consecuencia política de la guerra de 1948. Contrariamente a la propaganda del gobierno israelí,
Morris no encontró evidencia alguna de que los líderes árabes dieran instrucciones generales a los
palestinos de huir; y proporciona evidencia suficiente como para sugerir que algunos líderes
árabes ordenaron a los palestinos que se quedaran, amenazando incluso a aquellos que huían con
represalias o castigos.
Contrariamente a la propaganda árabe. Morris cree que el éxodo palestino no fue el
resultado de un plan judío siniestro y premeditado, sino la consecuencia de muchos factores
complejos, siendo uno de los más importantes el abandono de Palestina por parte de muchos
líderes políticos y militares palestinos durante los primeros meses de la guerra de 1948. Después
de junio de 1948, la política del gobierno israelí fue la de impedir el retorno de los refugiados
palestinos, no sólo por el miedo de que pudieran crear una quinta columna sino porque una
amplia minoría árabe podría llegar a diluir el carácter judío del Estado. Las conversaciones de paz
de Lausana en 1949 entre Israel y los Estados árabes fracasaron a causa de este tema. Sólo tras
una fuerte presión norteamericana Israel se ofreció a repatriar a 100.000 refugiados como parte de
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un tratado de paz, una proposición que, según Morris, Ben Guríon creía que seria inaceptable
para los árabes. Israel finalmente repatrió tan sólo a 2.000 palestinos sobre la base de la
reunificación familiar. En consecuencia; el problema de los refugiados palestinos se convirtió en
uno de los componentes más insolubles dentro del conflicto árabe-israelí.
El difícil retorno
La UNRWA fue creada como una agencia provisional en 1949 por la Asamblea General
de las naciones Unidas para asistir a los refugiados palestinos hasta que fueran repatriados o
recibieran una compensación. «Sería una ofensa contra los principios de justicia elemental», dijo
el mediador en las Naciones Unidas, el conde Folke Bernadotte, a la Asamblea General poco
antes de ser asesinado en Jerusalén por el «Stern Gang», «si a esas victimas inocentes del
conflicto.., que han estado arraigadas a la tierra durante siglos... se les negara el derecho a volver
a sus hogares mientras que inmigrantes judíos inundan Palestina>>.
Con los años, la UNRWA, cuya sede central se encuentra en Viena, en un edificio de
varias plantas a orillas del Danubio que el gobierno austriaco presta gratuitamente a la agencia, se
ha convertido en una extensa burocracia. Más de 250 emplea dos trabajan allí y hay 18.000
empleados más, prácticamente todos palestinos, en los diferentes campos de operaciones de la
UNRW A. Todos los puestos más altos de responsabilidad los ocupan personas no palestinas. El
presupuesto de la UNRWA para 1989 ascendía a más de 227 millones de dólares. Un presupuesto
extra de 21 millones de dólares se aprobó como ayuda de emergencia para paliar las
consecuencias de la intifada y del continuo conflicto en el Líbano, donde la UNRWA mantiene
trece campamentos y atiende las necesidades de casi 300.000 refugiados. El presupuesto
aprobado para la UNRWA para 1990 supera los 236 millones de dólares. Los Estados Unidos, la
nación que más donaciones realiza, aportó más de 61 millones de dólares en 1989 y ha dado más
de 1.400 millones de dólares desde 1949, casi la mitad del dinero recibido en total por la agencia.
La Organización para la Liberación de Palestina contribuyó con casi 11 millones de dólares el
año pasado, mientras que Kuwait y Arabia Saudí donaron tan sólo un millón cada uno.
El comisario general de la UNRWA es nombrado por el secretario general de las Naciones
Unidas de común acuerdo con los miembros de la Comisión Asesora de la UNRWA, un
organismo permanente nombrado por la Asamblea General. Los miembros de la Comisión
proceden de los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Japón, Bélgica, Turquía, Egipto, Siria,
Libano y Jordania, y trabajan en estrecha colaboración con la agencia, ayudándola a formular los
presupuestos y la política a seguir. El actual comisario general de la UNRWA, Giorgio
Giacomelli, miembro del cuerpo diplomático italiano y antiguo embajador en Siria, fue nombrado
en octubre de 1985. Antes de entrar a formar parte de la UNRWA, estuvo al frente del programa
italiano de ayuda al exterior.
Los campos de refugiados de la UNRWA pronto se convirtieron en centros de
nacionalismo palestino. Más tarde estos campos pasaron a ser bases de reclutamiento para la
Organización. para la Liberación de Palestina, que alentaba la idea de al-awda—o retorno— así
como de al-kifah a musallah, la lucha armada. Del mismo modo que las conversaciones de
Lausana fracasaron en el tema de la repatriación de los refugiados, también lo hicieron las futuras
conversaciones de paz entre Israel y los representantes antes de los palestinos. El derecho al
retorno está contemplado en la Carta Nacional Palestina y con frecuencia es evocado por los
líderes palestinos así como por los propios refugiados. Hasta ahora, los refugiados han rechazado
incluso la ayuda de las Naciones Unidas para los proyectos de desarrollo económico a largo plazo
en Jordania, Siria, Libano y los territorios ocupados, porque supone un asentamiento permanente,
minando así el concepto de retorno. En Israel, sin embargo, el «retorno» es rechazado por los
líderes de todo el espectro político. El profesor Yehoshafat Harkabi, destacado moderado israelí,
antiguo director de la inteligencia militar de Israel y experto en temas palestinos, declara que para
Israel el al-awda es equivalente al suicidio político y ningún grupo judío importante en Israel
discreparía con él.
Cuando, en 1988, el presidente de la OLP Yasser Arafat reconoció el derecho de Israel a
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existir y declaró la voluntad de su organización de aceptar una solución de dos estados que
acabara con el conflicto entre Israel y los palestinos, evitó mencionar el derecho al retorno. Arafat
es, sin duda, consciente de que Israel no cederá por lo que respecta a esta cuestión. Si bien Arafat
cuenta con el apoyo general de su pueblo, ni muchos palestinos se aferran a la noción de justicia
absoluta —acabar con el Estado de Israel y recuperar su territorio. Estos palestinos no permitirán
que Arafat renuncie fácilmente a su viejo sueño de volver a sus ciudades y pueblos de origen.
Visité varios campos de refugiados palestinos en Siria, Jordania y los territorios ocupados
en noviembre de 1989 como invitado te la UNRWA, para saber lo que pensaban los refugiados
sobre la propuesta de Arafat de una solución de dos estados. Me preguntaba qué -beneficio,
material o de otro tipo, podría obtener un refugiado que estuviera viviendo en Ammán y que
procediera originariamente de Haifa, de un Estado palestino formado por la Orilla Occidental del
Jordán y la Franja de Gaza. ¿Satisfaría esto sus aspiraciones políticas? ¿O seria la base para un
futuro irredentismo? Y estos refugiados que están viviendo en la actualidad en los territorios
ocupados, ¿querrían permanecer en sus campamentos tras ese acuerdo?
No resulta sorprendente el hecho de que los oficiales israelíes con los que hablé tuvieran
una opinión poco favorable de la UNRWA; es un instrumento de la OLP y de los Estados árabes,
decían, quienes han explotado cruelmente el problema de los refugiados para conseguir puntos en
la propaganda y mantener el conflicto árabe-israelí en un lugar destacado de la actualidad
mundial. Por su mera existencia, dicen los oficiales israelíes, la UNRWA perpetúa el conflicto y
mantiene vivas las fantasías de repatriación de los refugiados. Los oficiales con los que hablé
insisten (como lo han hecho los oficiales israelíes durante los últimos cuarenta años) en que los
refugiados deben ser absorbidos por los Estados. árabes y en que las exigencias palestinas contra
Israel para conseguir una compensación deberían contrapesarse con las exigencias de los judíos
de países islámicos que abandonaron sus hogares y propiedades cuando se trasladaron a Israel.
«Los países árabes son el principal agente responsable de la tragedia de los refugiados judíos y
árabes», escribió Mordechai Ben Porat, antiguo ministro sin cartera en el gabinete israelí, quien
en 1982 encabezó un comité que examinó el problema de los refugiados para el gobierno Begin.
Más recientemente, Israel ha acusado a la UNRWA de colaborar con el levantamiento
palestino. El 13 de noviembre de 1989, el gobierno israelí se quejó en una carta privada dirigida
al comisario general de la UNRWA en Viena de que la agencia se había excedido en sus
atribuciones proporcionando apoyo a los palestinos que abogaban por la intifada. Los israelíes
están especialmente preocupados por un programa iniciado por la UNRWA en febrero de 1988
consistente en reunir un grupo de observadores, en su mayor parte europeos y americanos, para
controlar la violación israelí de los derechos h u manos en los campamentos de la Franja de Gaza
y la Orilla Occidental. Un total de dos decenas de funcionarios conocidos como Oficiales para los
asuntos de los Refugiados [Refugee Affairs Officers, RAOs] recorre los territorios en Volkswagen
Passat con matrículas azules de la ONU y adhesivos negros con las siglas de la UNRWA en los
flancos. Mantienen contacto constante con sus bases mediante las radios de onda corta, de sus
vehículos. Se dice que los RAOs, o Rombos, como les han apodado los palestinos de la zona,
intentan interferir en la labor de los soldados israelíes para acabar con los malos tratos y las
detenciones. La UNRWA está tan preocupada por el hecho de que la publicidad sobre los RAOs
pueda causar problemas con Israel que un oficial de la UNRWA en Jerusalén amenazó a varios
RAOs con ha pérdida de su empleo si me concedían una entrevista no autorizada.
En su carta a la UNRWA, el gobierne israelí acusaba a los RAOs de interferir en las
operaciones de seguridad israelíes en los territorios ocupados y de controlar los movimientos de
tropas. La carta fue escrita casi un mes después de que las tropas israelíes asaltaran cuatro
oficinas locales de la UNRWA en la Orilla Occidental y Gaza, reteniendo durante un corto
periodo de tiempo a varios empleados de la UNRWA para interrogarlos y, según la carta al
comisario general, confiscando «propagando y material de instigación”. El pasado noviembre,
Nadav Avner, ayudante del jefe de gabinete del primer ministro, me dijo durante una entrevista en
Jerusalén que si la UNRWA no dejaba de apoyar a la intifada, habría que pedirle que suspendiera
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sus actividades en los territorios ocupados.
Palestinos en Siria: estrechamente controlados
Unas 78.000 personas, alrededor de un tercio, de los 269.000 palestinos registrados como
refugiados en Siria, viven en diez campamentos una inhóspita colección de casuchas de una o dos
habitaciones, construidas de cualquier manera con ladrillos y cemento, que se apelotonan a lo
largo de caminos sin asfaltar, normalmente en las afueras de las ciudades. Se exige a la UNRWA
que mantenga los campos de refugiados, aunque estén bajo soberanía siria. Los palestinos en
Siria no tienen ningún derecho político: no se les concede pasaporte sirio, y se les prohíbe tener
propiedades, excepto una casa por familia
La mayor concentración de palestinos en Siria se encuentra en un barrio de Damasco
conocido como Yarmouk, que se construyó como suburbio en 1957 para acomodar a los
refugiados sin techo que habían estado viviendo en parques o en mezquitas. Yarmouk que es un
abigarrado conjunto de ruidosos mercados de alimentación al aire libre, tiendas, restaurantes y
talleres de coches, no se distingue ya de otros polvorientos barrios obreros de esta ciudad
relativamente mísera de 1,8 millones de habitantes que recuerda zonas de Sofía o de Bucarest. La
mayoría de los residentes en Yarmouk trabajan como obreros en fábricas dentro o cerca de Da-
masco, o en granjas fuera de la ciudad. Muchas de las tiendas de Yarmouk están en manos de
sirios, quienes poseen más capital para establecer negocios que los desplazados palestinos.
Aunque la mayor parte de los refugiados vive en campamentos por necesidades
económicas, algunos lo hacen como declaración política, por inercia, o sencillamente porque
gracias a la caridad de las Naciones Unidas la vida allí es barata y fácil. La UNRWA, propietaria
de los edilicios de los campamentos que albergan a los refugiados no cobra alquileres y propor-
ciona Servicios sociales gratuitos, incluyendo atención médica y escuelas primarias y secundarias
que son mucho mejores que las del sistema sirio de titularidad estatal. En 1989, por ejemplo, el
77 por ciento de los estudiantes de noveno grado de la UNRWA aprobaron los exámenes dele
ingreso al instituto, lo que contrasta con el promedio nacional del 42 por ciento. «Los campos de
refugiados no son en modo alguno una experiencia negativa», dice Muhammad Nashashibi, jefe
del departamento de planificación económica de la OLP y miembro del comité ejecutivo de la
OLP desde 1972, quien ha vivido en Damasco desde finales de los años cuarenta. «Dado que
viven juntos, pueden recordar su historia. Los campos de -refugiados crean un sentido de soli-
daridad y permiten a los palestinos vivir como una comunidad.»
A Nashashibi, leal a Arafat y miembro de una de las familias palestinas más importantes
de Jerusalén, se le prohibió salir de Damasco cuando el presidente sirio Assad rompió sus
relaciones con Arafat en 1983 y los grupos palestinos disidentes, respaldados por el ejército sirio,
expulsaron a éste de su base de Trípoli, entre los campos de refugiados del Libano. Según el
biógrafo de Assad, Patrick Seale (Patrick Seale, Assad: The Strugge for the Middle East,
University of California Press, 1989], Arafat, quien fue encarcelado durante un tiempo en 1966
por orden de Assad por presionar a Siria para que entrase en guerra con Israel, provocó la ira de
este último como consecuencia de la guerra del Libano de 1982, cuando Arafat pareció pensar en
la posibilidad de apoyar plan de paz de Reagan. Desde entonces, Assad ha encarcelado sin
proceso alguno a más de 300 palestinos partidarios de Arafat. En 1983 el ejército reprimió una
manifestación pro-Arafat y mató a tiros a más de cuarenta manifestantes palestinos.
Siria es un estado policial y el mukhabarat —los temidos servicios de seguridad interna
de Siria—tiene muchos informadores en los campos de refugiados, que hacen que para los
palestinos resulte peligroso incluso expresar su apoyo a Arafat o a su política conciliadora. Para
los palestinos la mejor forma de no tener problemas es mantenerse alejados de la política.
Mientras tanto, Assad, quien no sólo denuncio la linea moderada de Arafat, sino que lo detesta
personalmente, permite que la media docena aproximadamente de facciones palestinas disidentes
no integradas en lo OLP y opuestas a ésta —que se autodenominan Frente de Salvación—
mantengan oficinas en los campos de refugiados, donde reclutan sus milicias. El Frente Popular
de Liberación de Palestina de George Habash el Frente Popular Democrático de Liberación de
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Palestina de Nayef Hawatmeh, grupos marxistas que critican muchas de has iniciativas políticas
de Arafat, aunque siguen formando parte de la OLP, también están presentes en los campos de
refugiados, aunque las autoridades sirias controlan estrechamente sus actividades.
Los funcionarios sirios prohiben que los palestinos porten armas en los campamentos,
recordando sin duda que la OLP casi derrocó al rey Hussein de Jordania en 1970, y más tarde
sojuzgó brutalmente grandes zonas del Libano, donde la OLP prácticamente convirtió los campos
de refugiados en bases militares, introduciendo armas pesadas y construyendo una red de en-
claves fortificados. «Ni tan siquiera se puede llevar un Kahaslinikov [en los campos de
refugiados de Siria]», dice Khialed Fahrom, anterior dirigente del Consejo Nacional Palestino, el
órgano supremo de tomaa de decisiones de la OLP, y que rompió con Arafat en 1983. «Los sirios
te arrestarían inmediatamente.» Fahrum está actualmente aliado con el Frente de Salvación, cuyo
grupo mas conocido está encabezado por Ahmed Jalil, el hombre acusado por los servicios de
inteligencia occidentales de provocar el desastre del Vuelo 103 de la Pan Am. Según Fahrum,
grupos palestinos radicales miel Frente de Salvación mantienen al menos diez pequeños campos
de entrenamiento de fedayin en suelo sirio. Los cursos de entrenamiento, que según él duran
aproximadamente tres meses, instruyen a los futuros guerrilleros en el uso de armas ligeras, así
como en técnicas de infiltración y sabotaje. El noventa y nueve por ciento de los reclutas pagados
proceden de los campes de refugiados, declara Fahrum, añadiendo que los palestinos que viven
en pueblos y ciudades sirias están demasiado bien como para convertirse en guerrilleros. Los
sirios recaudan impuestos especiales de los palestinos, utilizando ese dinero para apoyar al Frente
de Salvación y para financiar el contingente palestino del Ejército sirio, conocido como Ejército
de Liberación de Palestina. Todos los hombres palestinos han de servir en el ELA a menos que
puedan mover los resortes que les permiten comprar una exención . Un contingente está
desplegado normalmente en el Norte del Líbano.
En mis charlas con palestinos que viven en Siria se puso en claro que el Frente de
Salvación es muy impopular entre la mayoría de los palestinos que viven en los campos de
refugiados, que ven a sus líderes como colaboradores de los sirios. Abu Musa, un disidente de la
OLP respaldado por los sirios, cuyas fuerzas bombardearon los campos de refugiados en Trípoli,
Libano, en 1983 en una tentativa, coronada por el éxito, de desalojar a Arafat y a sus seguidores,
es tan despreciado que no puede andar por un campo de refugiados en Siria sin guardias armados.
«Le odiamos», dije un licenciado por una universidad de EEUU, que vive en Siria. «El apoyo al
Frente de Salvación es realmente ínfimo.»
Vivir en Siria supone también estar expuesto a una inmensa propaganda anti-israelí. El
día que llegué a Damasco, una crónica especial de «noticias» publicada en el periódico
gubernamental en lengua inglesa The Syiriam Times, que se distribuye gratuitamente en algunos
de los hoteles de turistas occidentales, pretendía descubrir un complot secreto entre Israel y
Suráfrica para exterminar a sus poblaciones nativas. Según el articulo, que no explicaba
claramente cómo se suponía que iba a funcionar el diabólico plan, Israel transferiría 100.000
árabes a Suráfrica y a cambio recibiría 100.000 negros de Soweto, que se convertirían en
esclavos de los judíos. «Los dos regímenes racistas intentan exterminar a los dos pueblos, el
africano y el árabe», decía el artículo.
En esta situación nc es sorprendente el hecho de que las 110 escuelas de la UNRWA con
53.000 estudiantes en Siria sean centros de un fuerte sentimiento anti-israelí. El día que visité una
clase de árabe en un instituto masculino en el campo de refugiados de Jeramana, a unos ocho
kilómetros aproximadamente de Damasco, unos cincuenta estudiantes con el pelo cortado al cero
y vistiendo uniformes de color marrón parduzco al estilo militar sirio —la ropa obligatoria para
todos los estudiantes varones en Siria— estaban recitando versículos del Corán. Las paredes del
aula, así como las que flanqueaban el patio interior, estaban cubiertas de trabajos de la clase de
dibujo de los estudiantes que representaban temas nacionalistas: jóvenes palestinos fedayin
vestidos al estilo kefiyah ante la cópula de la Mezquita de la Roca de Jerusalén arrojando piedras
a los soldados israelíes con cara de patanes, niños con sonrisas heroicas blandiendo
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ametralladoras. Los eslóganes de las paredes, escritos con fluida caligrafía árabe, pedían la
liberación de Palestina. «Tenemos la obligación de enseñar a los niños la historia de Palestina,
que se remonta a los tiempos anteriores a Cristo, así como su folklore, tradiciones y cultura», dice
Per Olof Hallqvist, quien en 1988 fue nombrado director de la UNRWA en Damasco. «Tenemos
la obligación de tratar de no politizar la educación, pero se podrán imaginar que estamos
luchando en vano. Todos los profesores y estudiantes son palestinos.»
Existe una especie de irrealidad en la declaración de Hallqvist que es típica de lo que
escuché de otros serios burócratas de la UNRWA de origen occidental quienes insisten en que
están trabajando para una agencia neutral de asistencia internacional. La UNRWA está de hecho
altamente politizada y su simpatía hacia la causa palestina es obvia en cualquier aspecto de su
funcionamiento, especialmente por lo que respecta a la educación, que supone dos tercios del
presupuesto anual de la UNRWA. En las escuelas de la UNRWA, que proporcionan enseñanza
hasta el noveno curso, no se hacen muchos esfuerzos por contener el simbolismo o el
adoctrinamiento nacionalista militante, incluyendo la equiparación del sionisnio con el racismo.
Del mismo modo que la UNRWA produce algunos de los mejores estudiantes del mundo árabe,
no es sorprendente que también produzca algunos de los nacionalistas palestinos más destacados
que, aunque puedan apoyar a una u otra facción palestina, participan como mínimo del concepto
de independencia nacional y autodeterminación de Palestina.
Aunque en Siria la UNRWA tiene que utilizar el programa de estudios sirio prescrito, los
libres de texto y el material de lectura de clase se envía a París para que sea revisado por expertos
en educación de la UNESCO, quienes se supone eliminan has publicaciones ofensivas o el
lenguaje que se considera abiertamente anti-israelí o que incita al antisemitismo. La propia
UNESCO, sin embargo. ha sido denunciada en repetidas ocasiones por Israel y los Estados
Unidos por su supuesta tendencia anti—israelí, anti—occidental, pro OLP- cargos que, entre
otros, provocaron que América se alejara de esta organización durante largos años a partir de la
década de los ochenta. Según un portavoz de la UNRWA en Viena, los funcionarios israelíes fre-
cuentemente han prohibido materiales de las escuelas de la UNRWA por considerar que falseaban
el relato de los acontecimientos que llevaron al establecimiento de Israel y los que lo siguieron, o
bien por considerar que provocarían el odio hacia Israel.
La UNRWA también pasa por un tamiz a los futuros profesores de sus escuelas en Siria,
como lo hace en otros lugares, en un esfuerzo por no contratar a nadie que pudiera utilizar las
aulas como centros de propaganda. Sin embargo, según Hallqvist. el gobierno sirio ejerce una
gran presión sobre la UNRWA para que contrate a palestinos «políticamente aceptables». Los
palestinos de los campos de refugiados me contaron que a les profesores con ideas más
independientes que se cuestionan la política siria a menudo los arresta la policía secreta por
preguntar. «Aquí nos tragarnos mucho orgullo», dice Hallqvist, quien se queja de que a causa de
la obsesión de Assad por la seguridad, los sirios ni siquiera permiten a los asistentes sociales de la
UNRWA que visiten a los refugiados en sus hogares, temiendo que la agencia pueda estar
fomentando a los disidentes. Sin embargo, Hallqvist me dijo que la UNRWA cree que se le
permitirá quedarse en Siria —aunque sólo sea por su capacidad de aportar unos 25 millones de
dólares al año en moneda fuerte a la vez que realiza servicios que, de no ser así, deberían ser
proporcionados por el gobierno.
Por lo que respecta a la política educativa, dice Hallqvist, «aunque intento impedir que
imágenes de niños de la intifada arrojando piedras adornen las paredes de las aulas, ello
constituye su alimente diario». El intenso sentimiento anti-Israel «está en sus hogares, en la
televisión. Las escuelas son un terreno abonado para eh nacionalismo palestino». Fahum cree que
las escuelas de la UNRWA están haciendo un «buen trabajo» al preservar la historia y cultura
palestinas a la vez que evitan ha asimilación. «Mis hijos han ido a escuelas sirias y se sienten
sirios, no palestinos», me dijo. «En las escuelas de la UNRWA, la educación es buena y se sienten
palestinos. Les enseñan que el sionismo es una maldición caída sobre la historia palestina.»
Aunque fue una figura destacada en la OLP, Fahum dice que sus cinco hijos sin duda preferirían
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quedarse en Siria si se creara un Estado palestino, aun que dice que se sentirían orgullosos de
tener pasaporte palestino.
Pero para Nashashibi, quien, al igual que Fahum vive en un apartamento bien amueblado
en el centro de la ciudad con las comodidades que disfruta la clase media alta en el resto del
Tercer Mundo, la esperanza de volver a Palestina no se ha desvanecido aún. «Los judíos, que no
han vivido cii Palestina desde hace tres mil años, deberían ser los últimos en decir que los pales-
tinos no tienen derecho al retorno. Los palestinos quieren volver y considero que unos 500.000
querrían volver a Israel [el Israel anterior a 1967]. Los israelíes no tienen derecho a seguir
viviendo en Israel a costa de los habitantes palestinos nativos.»
Una provisionalidad deseada
En Jordania, los refugiados palestinos han tenido derecho a la ciudadanía jordana
desde 1952, y destacan en la administración y los negocios, pero nunca se han “integrado
psicológicamente” , declara Ele Saaf, el genial director holandésde la ingente operación de ha
UNRWA en Jordania, país en el que se hallan registrados cerca de 900.000 refugiados, el 38 por
ciento del total de refugiados palestinos registrados en la UNRWA. «En su fuero interno se
sienten despojados y defraudados», dice Saaf.
Saaf está dispuesto a reconocer que la UNRWA no sólo ha retrasado el proceso de
integración en los países árabes, simio que también «Ha contribuido materialmente a mantener
vivó el nacionalismo palestino». «Todas las aulas tienen un mapa que muestra con gran detalle
dónde estaba situada cada ciudad y pueblo de Palestina», me dijo.
Si se le pregunta a un niño en clase «¿de dónde eres? Mirará el mapa y señalará su
pueblo. Describirá la casa de sus padres, la higuera, el pozo —imágenes que nunca ha visto, En
la clase hablan constantemente de sus raíces. Puede no formar parte del programa de estudios del
gobierno. Pero se les educa como refugiados. En la escuela es donde aprenden su folklore, sus
tradiciones y sus canciones. Y por ello, cuando se pregunta a un miño refugiado nacido en
Ammán de dónde es, dirá de Belén, Lydda o Jaffa.
La mayoría de los campos de refugiados de Jordania, en los que viven más de 215.000
personas, se asemeja a otros pueblos superpoblados y venidos a menos del Oriente Medio. Visité
el campamento de Baqa’a al norte de Jordania durante la estación de las lluvias el mes de
noviembre de 1989, cuando las amplias calles sin asfaltar del campamento estaban salpicadas de
charcos donde se mezclaban las aguas superficiales con las residuales sin depurar que manaban
de las alcantarillas, inundando las principales calles del campamento. Los cobertizos de los
refugiados, que, según la ley de Jordania, no pueden exceder los lOO metros cuadrados y no
pueden tener más de dos pisos de altura, albergan a menudo a amplias familias de quince o veinte
miembros.
Un guía de la UNRWA me condujo a un cobertizo que, según el registro, pertenecía a un
jornalero de setenta años que Varios años antes se había trasladado a Arabia Saudí, abandonando
a sus dos esposas y seis hijos. Cuando fui a verlos estaban acabando de comer un guisado de col,
arroz y pan árabe, redondo y aplastado. La familia, sin su cabeza de familia varón, es lo que la
UNRWA denomino un caso de extrema dificultad, por lo que tiene derecho a raciones de comida
y un pequeño estipendio. El cobertizo para la familia de ocho miembros consistía en dos
pequeñas habitaciones húmedas y sombrías, caldeadas por medio de un calentador de queroseno
que despedía un oler fétido, una cocina que parecía una cueva con un hornillo también de
queroseno y un lavabo fuera de ha casa, situado en un patio abierto —de hecho, se trataba de un
bloque de cemento con un agujero en el centro. La mayoría de los cobertizos de Baqa’a tienen
pozos negros que ha UNRWA se encarga de vaciar. La fina techumbre del cobertizo, hecha con
etales de tela, se protegía con láminas de amianto que habían tomado de una construcción aban-
donada de las proximidades.
Con todo, a pesar de las aparentes dificultades, como sucede en Siria, muy pocos
refugiados abandonan voluntariamente los campamentos, debido a les diversos subsidios,
asistencia médica y clínicas dentales gratuitas, escolaridad, programas suplementarios de
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alimentación para niños y madres lactantes y la vivienda exenta de alquiler que les proporciona la
UNRWA. De hecho, casi todos los campos de refugiados de Siria y Jordania tienen una lista de
espera de familias que quieren trasladarse allí.
Mientras caminábamos por e barro para visitar la clínica médica de Baqa’a en la que
cinco médicos palestinos y veinte enfermeras se ocupan de una población de casi setenta mil
personas, un burócrata occidental de la UNRWA que me acompañaba por el campamento me
señaló un tanto acalorado que los palestinos ricos han donado poco dinero a la UNRWA para
mejorar has condiciones de los campos de refugiados, aunque, dijo, siempre parecía haber algún
palestino rice dispuesto a dar dinero paro construir una nueva mezquita.
Una de las razones por las que algunos de los campos de refugiados de Jordania y Siria
son tan miserables es que los mismos refugiados han vetado muchos proyectos de importantes
mejoras, tales como la creación de complejos de viviendas permanentes. A principios de los años
cincuenta, las Naciones Unidas invirtieron millones de dólares en proyectos destinados a sacar a
los refugiados de los campamentos y a integrarlos económicamente en los países que los
acogieron. Milton Viorst señala en Reaching for the Olive Branch, un estudiode ha UNRWA
publicado por el Middle East lnstitute de Washington, que la UNRWA tenía previsto crear
100.000 puestos de trabajo hacia mediados de 1951 en repoblación forestal y construcción dc
carreteras, lo que habría eliminado a 400.000 personas de las listas de asistencia. Además, la
Asamblea General estableció un Fondo de Reintegro, de 30 millones de dólares para proyectos de
desarrollo que habrían liberado a decenas de miles de refugiados de su dependencia de la
UNRWA. Se gastaron unos 7 millones de dólares. « Pero dijeron, ‘‘eh, esto parece que sea
permanente, y se paralizaron los proyectos», dice Saasf. «Incluso después de la Guerra de 1967,
los refugiados no entendían lo que significaba Ismael —que los judíos también ten han raíces [en
Israel], que el sionismo era un movimiento político exclusivista y que había pocas posibilidades
de que alguna vez pudieran cruzar el río Jordán y dedicarse a cuidar sus cabras y sus tierras.»
El deseo de volver a Palestina parece especialmente agudo entre los 5.500 palestinos del
staff de la UNRWA en Jordania, el 80 por ciento delos cuales son profesores. «Ni tansiquiera las
personas [palestinas] más mayores de la UNRWA parecen haberse dado cuenta de que no van a
volver», dice Dennis L. Brown, el subdirector de la UNRWA en Jordania, nacido en Nueva York.
«Es una mentalidad extraña. Te encuentras con gentes que se aferran a un sueño sustentado por la
fantasía.»
Los jóvenes palestinos con los que hablé en Jordania parecían algo más realistas que sus
mayores sobre la posibilidad de reclamar Palestina algún día, aunque muchos confesaron que
ellos también mantenían vivo ese sueño. A la vez que encontré algún apoyo a la propuesta de
solución basada en dos estados formulada por Arafat entre los estudiantes que conocí durante una
visita a dos escuelas secundarias para refugiados dirigidas por la UNRWA en Amman, la mayoría
de los estudiantes con los que hablé me dijo que creía que el sionismo era tan hostil y amenazador
para su pueblo que la única forma de llevar la paz a la región sería extirpándolo.
Por supuesto, tienen motives para pensar que Israel es hostil. La dieta diaria de televisión
y artículos periodísticos sobre la represión israelí de la intifada, se ve complementada por
informes de testigos presenciales acerca de la brutalidad sufrida por amigos y familiares de los
territorios. Pero lo que nne sorprendió fue su rechazo de Arafat considerándolo simplemente
como otro líder árabe más de poca categoría, cuya búsqueda de una solución pacífica es una
traición a los derechos nacionales de Palestina. «Palestina es un país y allí debe haber un Estado»,
dijo un estudiante de dieciséis años del Cenentro de Entrenamiento Wadi Seer, una escuela de
formación profesional situada en las afueras de Ammán y dirigida por la UNRWA.
Duran te la visita a la escuela se me permitió recorrer las aulas y hablar con los
estudiantes sobre sus puntos de vista políticos. Iba acompañado por Ishmail Saleh funcionario
auxiliar de información pública, cuyos padres habían huido de su pueble natal, que quedaba
situado a ambos lados de la autopista principal cercana a Jerusalén, escenario de duros
enfrentamientos durante la guerra de 1948. Como sucede en Siria, los periodistas que visitan las
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instalaciones de la UNRWA se supone que van a ir acompañados por un oficial del gobierno, que
controla las conversaciones para la policía secreta, Pero pudimos visitar las escuelas secundarias
sin informar a las autoridades. Exactamente un año antes, según me contaron, se descubrió que
un estudiante de diecinueve años de Wadi Seer era un informador del ,mulhabarat de Jordania.
Evitando las preguntas sobre la política en Jordania o sobre el rey Hussein, quien mantiene una
estrecha vigilancia sobre los palestinos de su reino, observé que los estudiantes podían ser francos
e incluso provocativos, aunque ninguno de ellos quiso que apareciera su nombre en ninguna
publicación norteamericana.
Había alrededor de unos veinte estudiamiles con edades comprendidas entre los dieciséis
y les diecinueve años en la clase de árabe de Wadi Seer el día de mi visita. Nueve de las diez
mujeres llevaban ha cabeza cubierta y los vestidos largos tradicionales propugnados por los
musulmanes conservadores, estilo que se hizo popular en Oriente Medio con ha llegada de
Jomeini. Los varones iban pulcramente vestidos con pantalones al estilo occidental y camisas de
vestir. Eran educados y hablaban con voz suave y sus puntos de vista eran inflexibles. «Palestina
ha sido tierra palestina a lo largo de toda la historia y la única forma de recuperarla es utilizando
medies militares», me dijo una estudiante que llevaba un pañuelo en la cabeza de color morado
con pequeñísimas estrellas plateadas y una blusa larga al estilo tradicional que le cubría los
brazos y piernas. «Arafat es libre de tener el punte de vista que desee», dijo otra mujer, «pero
todos los palestinos creemos que tenemos el derecho de volver a Palestina. No aceptaremos la
mitad de Palestina». Un joven dijo: «No reconocemos a Israel eh derecho de existir. No tiene
derecho a quedarse». Sólo uno de los estudiantes se mostró a favor ce un acuerde de dos estados.
En la conversación se entremezclaban acusaciones de que Norteamérica estaba ayudando a librar
una guerra genocida contra el pueblo palestino. ¿Acaso les gases lacrimógenos y los proyectiles
utilizados por los soldados israelíes no estaban fabricados y fueron proporcionados por el gobier-
no de los EEUU?, preguntaban. Durantete ha conversación sobre has atrocidades de Israel, la
profesora de árabe —una cristiana palestina con traje estampado, bastante maquillaje y tacones
altos— recordaba a la clase que el Corán dice que los musulmanes deben respetar al « Pueblo del
Libre», cristianes y judíos. Tuve la sensación de que lo dije más por su propia tranquilidad de
espíritu que por la mía. El fundamentalismo islámico se ha difundido rápidamente por los
territorios ocupados durante la intifada. En Jordania les fundamentalistas islámicos ganaron
treinta y cuatro de los ochenta escaños en las elecciones al Parlamento de noviembre de 1989.
Algunos fundamentalistas islámicos, entre los palestinos de los territorios ocupados han criticado
lo que consideran una falta de fervor nacionalista profundo entre los cristianos palestinos —
fenómeno que preocupa a los líderes de la OLP, muchos dc los cuales son cristianos y quieren que
la OLP siga siendo una organización secular.
Ese mismo día había hablado con unos doce jóvenes reunidos alrededor de un motor
diesel en una clase de máquinas. Pedí a cada uno de ellos que eligiera a su líder palestino
preferido. Sólo uno eligió a Arafat. Varios eligieron a Abu Jihad, el oficial de la OLP encargado
de financiar la intifada, a quien mataron en 1988 comandos israelíes en un barrio de las afueras de
Túnez. Enormemente admirado por su inteligencia y honradez, a Abu Jihad, cuya familia vive
ahora en Jordania, se le considera un gran mártir.
La mayoría de les estudiantes me dijeron que no les gustaba nadie de ha OLP. Sus héroes,
decían eran los niños que lanzaban piedras de la intifada. Los estudiantes decían que estaban
esperando que una nueva generación, más militante de líderes se hiciera cargo de la organización.
La diplomacia, decían, no estaba llevando a la OLP a ninguna parte. Durante la semana en que
visité las instalaciones de la UNRWA en Jordania, escuché repetidamente comentarios similares a
los de los estudiantes de Wadi Seer.

Traducción de Yolanda y Elvira Montañés.

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