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1. Epipaleolítico microlaminar
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tal como sugirió el prehistoriador J.Fortea en 1973.
Los niveles que poseen industrias del tipo Epipaleolítico
microlaminar aparecieron de modo generalizado por toda la vertiente
mediterránea a partir del 11.000 BP. Las dataciones de C14
disponibles por ahora revelan que el milenio 11.000-10.000 BP.
(Alleröd-Dryas III) representó la etapa culminante del Epipaleolítico
microlaminar, cuando se generalizó por toda la cuenca mediterránea,
desde Cataluña hasta Andalucía. Entre los yacimientos catalanes hay
que recordar Balma de Gai, Balma Margineda y Font Voltada; entre los
yacimientos del Levante debemos citar a Mallaetes, ya en un
momento tardío del período; y entre los yacimientos andaluces
debemos recordar la cueva de Nerja.
Hacia el 10.000 BP. (Preboreal) las industrias del Epipaleolítico
microlaminar comenzaron a ceder paso a otro horizonte industrial que
Fortea denominó «Epipaleolítico geométrico». Tampoco ahora se
produjo una sustitución drástica o brusca, sino un reemplazo
progresivo y paulatino. De hecho, todavía podemos hallar niveles
microlaminares mediterráneos en el período 10.000/9.500 BP. (por
ejemplo en Guineu y Cingle Vermell), incluso en momentos
posteriores. El caso más sorprendente de supervivencia del
Epipaleolítico microlaminar se documenta en la cueva de Mallaetes,
yacimiento de referencia indiscutible para el Epipaleolítico levantino.
En este lugar, el horizonte Microlaminar perduró nada más y nada
menos que hasta la aparición de las primeras aportaciones
tecnológicas relacionadas con el Neolítico, representadas por la
aparición de la cerámica cardial.
<Figura 13.1.tif>
<Figura 13.1. Yacimientos del Epipaleolítico microlaminar citados en
el texto.
Listado. 1. Cingle Vermell; 2. Picamoixons; 3. Sant Gregori; 4. L´Areny:
5. Cova Matutano; 6. Volcán del Faro; 7. Mallaetes; 8. Maravelles; 9.
Rates Penaes; 10. Empardó; 11. Barranc Blanc; 12. Font Major; 13.
Pinar de Tarruella; 14. Cueva Ambrosio; 15. La Palica; 16. Nerja.>
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Aziliense cantábrico. Por esta razón, muchos trabajos describen el
Epipaleolítico microlaminar mediterráneo bajo el calificativo aziloide,
lo que responde a un intento de emparentar esta industria con la
cultura Aziliense que por entonces se propagaba por la Cornisa
cantábrica y el Perigord francés, e incluso con otros contextos
industriales de la misma familia como el llamado Romanelliense de la
Península Itálica.
En los yacimientos mediterráneos del Epipaleolítico
microlaminar hallamos una serie de rasgos comunes. Los
instrumentos más numerosos son los raspadores, que por término
medio representan un 40% de los útiles, dominando los realizados en
lascas o láminas de medianas dimensiones. El instrumental
microlaminar representa la tercera parte del utillaje: abundan las
simples laminillas de borde abatido rectilíneo, pero existen también
laminillas más sofisticadas, con un extremo apuntado y un borde
abatido (en algunos casos rectilíneo, en otros levemente curvado al
modo de las microgravettes). Hay además numerosos instrumentos
de sustrato: muescas, denticulados y raederas, que en buena medida
se realizaron en hojas y lascas de ciertas dimensiones. La proporción
de buriles es muy baja, en ocasiones prácticamente ínfima, lo que
contrasta tremendamente con su abundancia en el Magdaleniense.
También son pocos los instrumentos realizados en hueso y asta, casi
todos ellos punzones, básicamente simples cañas o diáfisis de huesos
largos, aguzadas por un extremo de manera tosca. Estos dos últimos
aspectos, la mínima presencia de buriles y de industria ósea,
constituyen de facto dos criterios absolutamente fundamentales para
trazar la evolución desde el Magdaleniense hasta el Epipaleolítico.
El repertorio instrumental se completa con otros componentes
singulares como, por ejemplo, ciertas piezas bastante pesadas,
talladas sobre cantos de esquisto y caliza marmórea, interpretadas
como instrumentos para desprender las lapas y mejillones de las
rocas. Dentro de esta misma esfera de aprovechamiento de recursos
acuáticos, algunos yacimientos han proporcionado unos peculiares
instrumentos realizados en hueso: unas piezas biapuntadas
interpretadas como anzuelos planos, aunque probablemente ya en
estos tiempos se dispusieran de instrumentos alternativos como
redes o nasas, posiblemente realizadas con fibras vegetales.
De todo lo expuesto parece desprenderse un panorama
industrial muy homogéneo para la práctica totalidad de los
yacimientos mediterráneos. No obstante, todos los manuales
distinguen dos facies o modalidades industriales en el Epipaleolítico
microlaminar. Esta división fue ideada por J.Fortea en su tesis
doctoral, publicada hace más de treinta años pero todavía hoy marco
de referencia ineludible para todo lo relacionado con el Epipaleolítico
mediterráneo. Fortea distinguió esas dos facies a partir de los rasgos
de la industria lítica, utilizando en ocasiones matices tan peculiares
como la proporción de buriles. Dado que las investigaciones
realizadas en los últimos treinta años todavía no han permitido crear
una alternativa sólida al modelo de Fortea, conviene tener en cuenta
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tal división.
La facies Sant Gregori es así conocida por una cueva del mismo
nombre situada cerca de la desembocadura del Ebro (Tarragona). Esta
facies está presentada en muy pocos yacimientos. Los más conocidos
son la cueva de Sant Gregori de Falset y el abrigo de L´Areny, ambos
en la región del Bajo Priorato, no muy lejos de la desembocadura del
río Ebro. Fortea incorporó a este grupo el yacimiento de Pinar de
Tarruella, depósito superficial oculto en los fondos arenosos de una
amplia laguna alicantina (a 400 km. de los primeros). La cueva de
Sant Gregori suministró la imagen típica de la facies. Los raspadores
representan la mitad de las piezas, la mayoría sobre láminas de
tamaño notable. Las piezas microlaminares representan la cuarta
parte del utillaje: hay tanto simples laminillas con borde abatido de
herencia magdaleniense, como microgravettes con impronta aziloide,
resultando mínima la representación de microlitos geométricos (algún
que otro triángulo y segmento). El utillaje de sustrato, compuesto por
raederas, muescas y denticulados, tiene una proporción notoria (20%)
y dimensiones importantes. La presencia de buriles resulta tan solo
testimonial (2%), al igual que los restos de industria ósea, que
consiste en unos pocos huesos largos apuntados con señales de uso,
hallados en el yacimiento de Sant Gregori.
La facies Mallaetes se identifica con una cueva homónima
situada en el litoral valenciano, muy cerca de la desembocadura del
río Júcar. Los principales yacimientos de esta facies se concentran
entre las provincias de Valencia y Alicante: Mallaetes, Volcán del Faro,
Maravelles, Rates Penaes, Barranc Blanc, Empardo y Font Major. Los
límites periféricos de la facies Mallaetes están representados por
Cova Matutano al norte (Castellón), y por Cueva Ambrosio y La Palica
al sur (Murcia y Almería respectivamente). La composición industrial
es muy similar a la reconocida en la facies Sant Gregori, pero con una
menor proporción de raspadores y mayor presencia de buriles. Los
raspadores representan un tercio de los útiles y aparecen sobre
láminas cortas (ya que la naturaleza del sílex local no permitía
obtener láminas grandes). Las piezas microlaminares no son muy
abundantes: predominan las laminillas de borde abatido, siguen
apareciendo microgravettes, pero no hay piezas geométricas. Los
útiles de sustrato mantienen proporciones relevantes (20%) y los
buriles son muy pocos pero no ínfimos como en Sant Gregori: apenas
el 10%, pero se ha utilizado como un criterio particular para la
definición de la facies y para su relación con el sustrato
magdaleniense local. La diferencia más notable con Sant Gregori
reside en el estilo y los rasgos técnicos de la industria, que presenta
mayor simplicidad tecnológica y una apariencia mucho menos
elaborada.
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apuntadas; 12. Laminilla de dorso; 13. Escotadura; 14. Lasca
denticulada; 15-16. Láminas truncadas; 17-18. Láminas denticuladas;
19-20. Microlitos; 21. Raspador.>
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Matutano. En aquellos otros situados en los entornos montuosos
propios de las sierras litorales, las cacerías se centraron en la cabra:
por ejemplo, Santa Maira en Alicante y Nerja en Málaga.
No menos relevante tuvo que ser el papel de la caza menor a
juzgar por las intensas concentraciones de restos de lagomorfos que
presentan muchos yacimientos. La recuperación de miles de huesos
de conejo en Cova Matutano y de liebre en Santa Maira prueban la
práctica recurrente de la caza menor, incluso en mayor medida que
en el Magdaleniense. En realidad, tan pequeños animales aparecen
por doquier en los yacimientos de toda la región mediterránea, desde
Cataluña (Blaus y Tossal) hasta Andalucía (Nerja). La acumulación de
restos resulta en ocasiones tan intensa que ciertos especialistas
llegaron a dudar de su relación con actividades de caza, proponiendo
en su lugar la posibilidad de que representasen tan solo la muerte
natural de tan pequeños animales en madrigueras ocultas en los
yacimientos. Pero los estudios realizados sobre las marcas y fracturas
presentes en los huesos de conejo de lugares como Santa Maira han
asegurado que son cortes propios de las tareas de carnicería para
consumo humano. En cualquier caso debemos matizar la aportación
de tan pequeños animales a la dieta por su poco volumen alimenticio:
pensemos que un ciervo aporta, por lo menos, treinta veces más
carne que un conejo. Tal vez la importancia de los lagomorfos no
residiera tanto en su volumen alimenticio, sino en la posibilidad de
contar con alimento seguro en períodos difíciles, debido a su
abundancia y a las facilidades de captura.
Mucho más problemático resulta reconstruir la contribución de
la segunda fuente de alimentación habitual en los primeros tiempos
postglaciares: los recursos acuáticos. Para empezar, la presencia de
actividades de recogida de moluscos litorales no es similar en todos
los yacimientos: ciertas cuevas solo cuentan con un puñado pequeño
de conchas; otras poseen acumulaciones enormes, perfectamente
representativas de auténticos concheros. La cueva malagueña de
Nerja constituye un ejemplo perfecto de está circunstancia ya que
presenta hasta once mil restos de conchas: la inmensa mayoría
mejillones (90%), recogidos en lo que fueron intensas tareas de
marisqueo por los acantilados situados justamente frente a la cueva.
El yacimiento valenciano de El Collado constituye otro ejemplo de
conchero, pero esta vez al aire libre.
Menos datos hay para determinar la contribución del pescado
en la dieta, aunque en ocasiones tenemos datos inequívocos de la
importancia de las prácticas de pesca para el aprovisionamiento de
alimento. Las informaciones proceden nuevamente de Nerja, donde
los recuentos de vértebras han corroborado el aumento de las
prácticas pesqueras en la transición hacia el Epipaleolítico
microlaminar. El mismo yacimiento ha proporcionado una imagen de
lo que pudieron ser las prácticas de caza de aves, concentradas en
este caso en las especies de paisajes abiertos y rocosos, con
presencia de especies de hábitat acuático (como anátidas) e incluso
de ambientes más forestales. La presencia de caza de aves se ha
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registrado en otros lugares como Tossal de la Roca o Cova Matutano.
En esta última se confirmó el consumo abundante de perdiz común, y
en menor medida de avutarda y paloma bravía, todas ellas especies
sedentarias y de captura predecible a lo largo de todo el año.
1.5. La sociedad
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áreas mediterráneas más septentrionales, la cuenca del Ebro e
incluso la Cornisa cantábrica.
Las representaciones artísticas mediterráneas de este período
son muy escasas y muestran la tendencia figurativa hacia el
esquematismo. Del yacimiento de Sant Gregori se han extraído dos
plaquetas decoradas con animales. La primera presenta el grabado
de una cierva muy estilizada, con un cuello muy alargado y cuerpo
cubierto de pequeños trazos, un tipo de convención habitual en el
“Magdaloaziliense” o Aziliense antiguo de las plaquetas del
yacimiento francés de Pont-d´Ambon. La segunda plaqueta contiene
la representación de un bóvido, una posible cabeza de caballo y una
cierva, junto a un trazo en zig-zag que recuerda también al período
antes citado. Los dos ejemplos corresponden a un estilo figurativo
esquematizante. En Sant Gregori se han hallado además alguna
plaquita de pizarra con series de estrías simétricas, que redunda más
en esta tendencia hacia la abstracción.
Disponemos además de otras representaciones abstractas en
algunos yacimientos catalanes: una loseta pintada con trazos rectos
rojos en el abrigo de Picamoixons y un típico canto pintado con seis
líneas rojas paralelas en el abrigo de El Filador. Estas
representaciones parecen encajar bien con el ambiente aziloide y
podrán reflejar relaciones con la vertiente pirenaica francesa. El límite
meridional de esta área de influencia aziliense se halla en la
desembocadura del Ebro pues al sur del mismo hay un vacío evidente
de manifestaciones gráficas. Tan solo en la cueva de Nerja se han
constatado ciertos cantos coloreados de complicada interpretación y
que en cualquier caso no guardan relación alguna con los cantos
hallados en yacimientos catalanes.
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aparición de este microlitismo geométrico no fue un acontecimiento
único del mediterráneo ibérico: hemos de interpretarlo en un marco
mucho más amplio que implicaba a buena parte del continente
europeo. De ahí justamente las semejanzas entre el Epipaleolítico
geométrico mediterráneo y ciertas industrias contemporáneas
transpirenaicas, de manera particular con las industrias de tierras
francesas como el Sauveterriense y Tardenoisiense.
<Figura 13.4.tif>
<Figura 13.4. Yacimientos del Epipaleolítico geométrico y de
denticulados citados en el texto.
Listado. 1. Mendandia; 2. Fuente Hoz; 3. Atxoste; 4. Kanpanoste; 5.
Kanpanoste Goika; 6. Kukuma; 7. Aizpeia; 8. Zatoya; 9. La Peña; 10.
Forcas; 11. Balma Margineda; 12. Sota Palou; 13. Roc de Migdia; 14.
Balma de Guilanyá; 16. Balma del Gai; 17. Filador; 18. Costalena; 19.
El Pontet; 20. Botiquería dels Moros; 21. El Secans; 22. Baños; 23.
Ángel 1; 24. Ángel 2; 25. Cova Fosca; 26. Cocina; 27. El Collado; 28.
Santa Maira; 29. Tossal de la Roca; 30. Barranc de les Calderes; 31.
Font Major; 32. Cueva del Nacimiento.>
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resultaban muy cortantes, sin duda letales como puntas o dientes
armados sobre instrumentos arrojadizos de caza, aunque no hemos
de desestimar que ciertos elementos contasen con funciones
alternativas.
<Figura 13.5.tif>
<Figura 13.5. Instrumental lítico del Epipaleolítico geométrico de la
cueva de Filador.
Descripción de las piezas. 1-6. Raspador; 7-9. Laminillas de dorso; 10-
15. Laminillas de dorso apuntadas; 16-19 y 27-29. Segmentos; 20-26
y 30-37. Triángulos; 38-40. Microburiles; 41-42. Láminas truncadas;
43. Raedera; 44-46. Denticulados.>
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formas nos sitúa ante una notable diversidad y heterogeneidad. Esta
variabilidad fue inicialmente advertida por J.Fortea, que en su trabajo
de síntesis registró dos modalidades industriales o facies en el
Epipaleolítico geométrico mediterráneo. Los estudios realizados desde
entonces no han sido todavía capaces de articular propuestas
alternativas sólidas a pesar de los treinta años transcurridos.
La facies Filador debe su nombre a la cueva del mismo nombre
(en plena Sierra de Montsant, Tarragona) y aparece representada
además en otros yacimientos catalanes como Balma de Gai y Balma
Margineda. Los niveles del yacimiento de Filador que representan esta
facies poseen un alto componente geométrico compuesto sobre todo
por microburiles y triángulos. Los rasgos tienen un cierto parecido con
la industria llamada Sauveterriense, un complejo industrial
desarrollado en Francia hacia el 9.500-7.500 BP.
La facies Cocina recibe su nombre por la cueva homónima
(emplazada en la Sierra de Martés, Valencia). En la actualidad
constituye una referencia inevitable del Epipaleolítico mediterráneo
peninsular, debido a la presencia de una secuencia industrial
representativa de cómo se produjo la evolución del Epipaleolítico
geométrico durante varios milenios. Los dos niveles epipaleolíticos se
caracterizan por la abundancia de trapecios (Cocina I), pero también
de microburiles y de unos triángulos peculiares por sus lados
cóncavos (Cocina II). Los horizontes superiores del yacimiento fueron
considerados por Fortea como ejemplo de la neolitización de las
últimas sociedades cazadoras-recolectoras de la región.
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las antípodas de los conocidos para el Epipaleolítico geométrico.
Primero, porque las piezas microlíticas son minoritarias o
prácticamente inexistentes. Segundo, porque aparecen una serie de
instrumentos muy peculiares de carácter macrolítico: es decir,
tallados a partir de lascas de dimensiones medianas/grandes y de
aspecto macizo, recurriendo a una cadena operativa oportunista e
inmediata, a técnicas simples de percusión dura y al
aprovechamiento de materias primas locales. Esas lascas macizas y
grandes fueron el soporte ideal para confeccionar el típico
instrumental de sustrato: raederas de retoques escamosos amplios;
muescas y denticulados espesos; raspadores gruesos; y puntas
robustas de perforadores. Nada más distante de las sofisticadas y
delicadas piezas geométricas, que tal tipo de instrumentos
rudimentarios y pesados, probablemente relacionados con
actividades de mantenimiento y de aprovechamiento vegetal. En
realidad, esta facies de denticulados no se halla muy lejos de otros
horizontes macrolíticos del Epipaleolítico europeo -como el
Campiñoide francés o el Asturiense cantábrico-, donde las piezas de
gran peso y tamaño resultan dominantes.
Los primeros niveles de la facies de denticulados aparecieron
hacia el año 9.000 BP., por tanto coincidiendo con el período
culminante del Geometrismo. Los yacimientos catalanes más
representativos durante el milenio 9.000-8.000 BP. son Sota Palou,
Balma de Guilanyà, Font del Ros y Roc del Migdia, que vienen a
representar una facies pura pues contienen solo instrumental pesado
de grandes dimensiones, tal como sucede en ciertos yacimientos de
la vertiente pirenaica francesa. En el País Valenciano no contamos con
niveles denticulados puros sino con situaciones más híbridas, lo que
revela la complejidad del fenómeno. Buena prueba de esta situación
la tenemos en los yacimientos de la comarca de Alcoy/Villena, como
por ejemplo, Tossal de la Roca: aquí no existe un nivel exclusivo de
denticulados pero este tipo de piezas macrolíticas representan buena
parte del instrumental, como por ejemplo la mitad de las piezas en los
niveles datados en 8.500-7.500 BP. Dentro de este panorama
podemos situar también a otros yacimientos muy próximos, como
Santa Maira y Barranc de les Calderes.
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que representa el 80% del material identificado en Filador, Cocina y
Santa Maira. Pero esta imagen demasiado favorable para la cabra
podría ser en cierto modo equívoca y corresponder tan solo a una
parte del sistema de subsistencia: los cazaderos de montaña. Faltaría
por conocer el registro de los yacimientos costeros, más propicios
para la caza de ciervo, a la sazón principal pilar económico de las
poblaciones mediterráneas desde muchos milenios atrás. Por otra
parte, no hemos de olvidar la contribución de la caza menor de
lagomorfos: los restos de conejo superan el millar en Cova Fosca,
aunque son mucho menores en Cocina, Santa Maira y Tossal de la
Roca.
Mucho más problemático resulta discernir la contribución
precisa de los restantes recursos. Hay muy pocos datos sobre
moluscos, aves, peces y vegetales. La presencia de aves en Cova
Fosca y Tossal de la Roca es mínima. Los restos de peces no son más
numerosos: trucha en Balma de Margineda; trucha y ciprínidos
(barbos/carpas/tencas) en Cingle Vermell; ciprínidos y anguila en Roc
del Migdia. En estas condiciones no resulta posible establecer el
modelo básico de alimentación de estas gentes, ni siquiera las trazas
más elementales. Hemos de tener en cuenta la posibilidad de
contribuciones importantes de vegetales a la dieta: aunque se trata
de un período posterior, podemos tomar como referencia de esta
circunstancia los restos humanos del Neolítico antiguo de la Cova de l
´Avellaner (Gerona), que prueban de manera inequívoca hacia una
dieta eminentemente vegetal y hacia una contribución bastante
reducida de la carne en la dieta.
2.5. La sociedad
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flexibilidad socio-territorial. De este período conocemos catorce
enterramientos en el conchero valenciano al aire libre de El Collado,
datados en un momento ya muy avanzado próximo a los primeros
momentos de la neolitización (7.500-6.500 BP.). Los inhumados
aparecieron en fosas subcirculares de escasa profundidad, en posición
decúbito dorsal, la mayoría sobre el costal derecho, con los brazos
alargados, las piernas totalmente replegadas y los pies ya cruzados,
ya juntos (una posición que apunta a un cuerpo con la extremidades
aseguradas con ligaduras). Junto a los cuerpos aparecían abundantes
ofrendas de conchas (caracoles de agua dulce), situadas a los pies y
en torno al cráneo.
Las representaciones artísticas del Epipaleolítico pleno son muy
escasas, tan solo 35 plaquetas grabadas que se recuperaron en el
horizonte Cocina II, constituidas por motivos decorativos abstractos
bautizados como arte lineal-geométrico. Nos hallamos con pequeños
trazos diseñados como tramas abigarradas, bandas y armazones
densos surcados por otros trazos radiales, que ocupan la totalidad de
la superficie de las plaquetas con el sentido artístico del horror vacui.
En ciertos casos se conservan restos de pintura roja, al parecer
aplicada con anterioridad a las tareas de grabado. Este tipo de
grabados abstractos culminan en cierto modo la tendencia hacia el
esquematismo registrado durante el período microlaminar.
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desde la desembocadura del Ebro; las serranías orientales de Álava,
zona a medio camino entre el Ebro y las comarcas vascas
cantábricas. Pero además, hemos observado ocupaciones
epipaleolíticas dispersas por todo el arco pirenaico, aprovechando las
cuencas de los ríos tributarios que descienden desde las montañas
hacia el Ebro. He aquí una descripción de las zonas de estudio.
La comarca Matarraña/Algás (justamente en el vértice
interprovincial Zaragoza-Tarragona-Teruel) representó una zona de
intenso poblamiento a juzgar por la elevada concentración de
yacimientos. Entre los más importantes recordemos Los Baños, Ángel
1, Ángel 2, Costalena, Botiquería dels Moros, El Pontet y El Secans. La
proximidad de la comarca a la costa (en paralelo con la
desembocadura del Ebro) parece asegurar su vinculación con las
poblaciones litorales que poblaban el entorno mediterráneo, lo que
parece más seguro al contemplar en muchos de esos yacimientos
industrias geométricas de tipo Cocina.
Las comarcas de valles y serranías orientales de la provincia de
Álava han proporcionado en los últimos años numerosos yacimientos,
reveladores de un poblamiento intenso aprovechando abrigos y
oquedades pequeñas. Entre los yacimientos estudiados durante los
últimos años recordemos Atxoste, Fuente Hoz, Kanpanoste,
Kanpanoste Goika (Álava) y Mendandia (Treviño).La cercanía a la
vertiente cantábrica vasca y a los montes pirenaicos orientales
convierte tal región en una zona intermediaria entre las tradiciones
culturales mediterráneas (procedentes del Ebro) y aquellas otras
originarias del País Vasco y de Francia. Los estudios sobre el origen de
las materias primas líticas realizados en ciertos abrigos alaveses
revelan esta dualidad, bastante comprensible teniendo en cuenta la
impronta de corredor estratégico de la región.
Hay ocupaciones epipaleolíticas tardías en ciertos yacimientos
ubicados en las cuencas de los afluentes pirenaicos del Ebro, que en
ocasiones se ubican entre las zonas montañosas más próximas a la
propia divisoria, bajo condiciones de alta montaña que solo
permitirían albergar ocupaciones restringidas durante las épocas más
templadas del año. La relación de yacimientos recorre todo el
corredor pirenaico, pero los yacimientos más importantes son los
siguientes: Balma Margineda (Andorra), Forcas (Huesca), La Peña
(Zaragoza), Aizpeia y Zatoya (Navarra).
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claves funcionales y de subsistencia. He aquí los rasgos generales
que marcan la evolución:
• Fase A. Las primeras poblaciones epipaleolíticas tardías que se
instalaron hacia el 8.500-7.750 BP. nos muestran unas industrias
macrolíticas: la mayoría de los instrumentos conservados para el
período son muescas, denticulados y raederas, tallados sobre las
típicas lascas de grandes dimensiones. La dispersión de este tipo de
industrias se generaliza por todas las áreas antes señaladas: Atxoste,
Mendandia, Kanpanoste Goika y Peña para la comarca alavesa; Los
Baños, Ángel, Costalena y El Pontet para la comarca del Bajo Aragón;
Zatoya, Forcas y Balma Margineda para la cadena pirenaica.
• Fase B. Las ocupaciones datadas durante el período 7.750-7.000 BP.
presentan industrias microlíticas con la impronta típicamente
geométrica. Hay una particular abundancia de trapecios de retoque
abrupto realizados mediante la técnica ya conocida del microburil,
modalidad habitual en los rasgos industriales del horizonte Cocina I. La
presencia de geométricos es generalizada en todos los yacimiento de
la zona del Bajo Aragón (Botiquería dels Moros, Costalena, El Pontet,
Ángel y Los Baños), tal como es previsible por su proximidad al litoral
mediterráneo. Pero también en los yacimientos alaveses (Kanpanoste
Goika, Atxoste, Mendandia y Fuente Hoz) y en las estaciones pirenaicas
(Zatoya y Aizpeia, Peña y Forcas, Balma Margineda), lo que demuestra
la rápida expansión de este tipo de instrumental.
Los rasgos de las industrias líticas en todos estos yacimientos
no difieren de las características conocidas para los repertorios líticos
conservados en las cuevas y abrigos del litoral mediterráneo. Pero no
sucede así en el caso de la industria ósea: ciertamente no resulta
muy abundante, pero no por ello inexistente. De hecho, algunos
yacimientos presentan una gama interesante de instrumentos
elaborados en huesos, por ejemplo en el yacimiento navarro de
Aizpeia: allí se han encontrado los típicos punzones realizados de
manera somera sobre meras cañas de hueso; junto a azagayas,
puntas, espátulas y unos peculiares objetos óseos biapuntados,
concentrados en el período geométrico e interpretados como
anzuelos rectos, previos a los anzuelos de gancho.
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integral de una amplia gama de recursos y de distintos entornos.
Resultado de este modelo fue la diversificación de las prácticas de
caza, una estrategia registrada perfectamente en los yacimientos de
la cuenca alta del Ebro, cuyos cazadores explotaron una amplia gama
de animales y muy particularmente de las especies de bosque. El
abrigo de Mendandia suministra un buen ejemplo de esto último, es
decir, del patrón diversificado dominado por especies de ambiente
forestal: ciervo y corzo (junto a los capturas ocasionales de cabra,
jabalí, caballo, rebeco y zorro). El pequeño abrigo de Kanpanoste
constituye otro buen ejemplo del patrón diversificado boscoso, en
esta ocasión vinculado al jabalí y corzo. La importancia de los
animales forestales no resulta casual: los resultados polínicos
atestiguan la importancia de las espesuras forestales en esta región,
que servirían de refugio a una variada gama de animales. En otros
casos, como Kukuma y Aizpeia, los restos nos revelan un patrón más
diversificado, motivado por la propia diversidad de su entorno
ambiental: hay numerosos huesos de ciervos, prueba de las cacerías
por los valles bajos y el bosque, pero también de cabra, reflejo de
partidas frecuentes por las montañas circundantes.
Pero hemos de pensar también en prácticas de caza menor. La
presencia de restos de animales carnívoros de media talla, como
zorro y comadreja, parece revelar prácticas de tal tipo realizadas
probablemente mediante trampas. En ciertos casos, como en Aizpeia,
tenemos una variada representación de restos de aves: muchos de
ellas podrían haber sido consumidos por carnívoros o rapaces, pero
no resulta desatinado pensar en un consumo humano de aquellas
aves de mayor tamaño (como perdiz, paloma, ánade real o serreta
grande). Más polémica resulta la contribución de otros recursos
alimentarios menores, en relación con prácticas de recolección
animal. Muchos abrigos cuentan con numerosos restos de caracoles
de tierra, cuya presencia podría resultar producto de su consumo por
seres humanos pero también simplemente resultado de la muerte
natural de tan pequeños animales entre oquedades y huecos.
Tenemos además algunos datos acerca de la adquisición de
recursos alimentarios obtenidos a partir de la pesca. En el abrigo de
Aizpeia se recuperaron numerosas vértebras de peces de aguas
dulces: la mayoría (tres cuartas partes) pertenecían a barbos aunque
también había de salmónidos y con toda probabilidad truchas. Los
pescadores se centraron de modo particular en los ejemplares de
tamaño medio/grande. Los estudios en el lugar han propuesto que la
captura de los salmones se pudo realizar en los cauces de la vertiente
atlántica de los Pirineos, situados a unos 15 km. al norte del abrigo, lo
que demostraría las relaciones de esta área con las tierras
septentrionales. Los mismos estudios han especulado con una relativa
concentración de la pesca de salmones en la temporada estival,
teniendo en cuenta las costumbres migratorias del animal. En
cualquier caso, no todos los yacimientos cuentan con restos de peces;
hay incluso yacimientos con buenas condiciones para la pesca que
carecen de restos de pescado (Fuente Hoz, Kanpanoste Goika y
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Atxoste, Mendandia, La Peña, Costalena, Botiquería dels Moros).
No son muchos los datos directos para reconstruir las pautas de
recolección de vegetales si bien tenemos informaciones indirectas
muy interesantes. El análisis de las marcas registradas en los dientes
humanos del abrigo de Aizpeia revelan las huellas inequívocas de una
dieta compuesta por carbohidratos: es decir, un consumo masivo de
productos vegetales, muy alejada de la imagen tradicional de unas
poblaciones mesolíticas que vivían de la carne. La presencia de una
variada gama de restos de vegetales aptos para la alimentación
humana en el mismo lugar podría ser prueba de tal alimentación: hay
muchos restos de avellanas, y de arbustos espinosos como el acerolo,
serval de cazadores, mostajos y manzanas silvestres. Partes de estos
restos han aparecido carbonizados, acaso como resultado de un
procesamiento con técnicas de secado para facilitar el almacenaje en
invierno. Podríamos contemplar además el consumo de otros recursos
como bellotas, cerezas, endrinas, e incluso verduras y brotes tiernos,
imposibles de detectar en los yacimientos arqueológicos, pero
bastante habituales para consumo humano.
18
reocupados de manera recurrente en un modelo de notable movilidad
residencial. Este modelo ha sido trazado a partir de abrigos como
Aizpeia y Mendandia, donde los datos arqueológicos reproducen
campamentos temporales ocupados durante la mitad más templada
del año.
19
A.Alday ha llamado la atención sobre el origen mediterráneo de
ciertos caracolillos marinos extraídos en algunos yacimientos de la
zona, lo que nos sitúa ante un escenario socio-territorial
extremadamente complejo, ante la imagen de conexiones culturales
capaces de cubrir los 300 kilómetros que distan entre el Alto Ebro y el
litoral mediterráneo.
4. Bibliografía
Bibliografía general
Bibliografía específica
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perspectivas, Anejo de la revista Lucentum, Alicante, pp. 31-52.
JUAN-CAVANILLES, Joaquim (1985) «El complejo epipaleolítico geométrico
(facies Cocina) y sus relaciones con el Neolítico antiguo».
Saguntum-Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia,
19, pp. 9-30.
MARTÍ, Bernat y JUAN-CAVANILLES, Joaquim (1997) «Epipaleolíticos y
neolíticos: población y territorio en el proceso de neolitización
de la Península Ibérica». Espacio, Tiempo y Forma: Serie I:
Prehistoria y Arqueología, 10, pp. 215-264.
MUÑIZ, Marta (1997) «El Epipaleolítico en la vertiente mediterránea de
la Península Ibérica: Investigaciones recientes». Espacio,
Tiempo y Forma: Serie I: Prehistoria y Arqueología, 10, pp. 175-
213.
UTRILLA, Pilar (2002) «Epipaleolíticos y neolíticos en el valle del Ebro».
Saguntum. Papeles del Laboratorio de Arqueología de Valencia,
extra 5: El Paisaje en el Neolítico mediterráneo. Jornadas
Internacionales, Valencia, pp. 179-208.
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