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Tema 13

El Epipaleolítico/Mesolítico: Región Mediterránea

José Manuel Quesada López

1. Epipaleolítico microlaminar

1.1. Dispersión y cronología

Durante los primeros momentos del Holoceno no se produjeron


modificaciones sustanciales en los modos tradicionales de
subsistencia de los pueblos que habitaban el amplio corredor
mediterráneo. Podríamos decir que los cazadores-recolectores
mediterráneos de los tiempos del Alleröd tenían unos rasgos
culturales muy enraizados en las costumbres magdalenienses:
aprovecharon las mismas fuentes de alimentación, practicaron
sistemas de movilidad residencial y logísticas muy parecidos,
recurrieron a similares pautas de selección de materias primas y
mantuvieron muchas de los componentes industriales tradicionales.
En suma, no se produjeron cambios drásticos o súbitos de los modos
de vida del Tardiglaciar aunque sí una paulatina y progresiva
transformación, posiblemente imperceptible a corto plazo para sus
protagonistas.
Esta “continuidad cultural” podría interpretarse como una
prueba de la versatilidad y capacidad adaptativa que poseían los
antiguos modos de vida paleolíticos en los nuevos tiempos
postglaciares posteriores al 11.800 BP. ¿Pero qué favoreció esta
continuidad? ¿Acaso las modificaciones ambientales en el litoral
mediterráneo no tuvieron la magnitud suficiente para provocar la
crisis de los antiguos modos de subsistencia? ¿En qué medida
afectaron a los grupos humanos los cambios relacionados con el
incremento de las temperaturas y de la humedad, con la densidad y
abundancia de los recursos alimentarios y, sobre todo, con el
incremento del nivel de las aguas del mar, la inundación de buena
parte de la antigua plataforma costera y la restricción de los
territorios de explotación?. Hasta ahora no hay una clara respuesta a
tales preguntas, pues no tenemos datos arqueológicos suficientes,
aunque todo sugiere que los cambios ambientales no comprometieron
gravemente las bases de subsistencia de las comunidades
mediterráneas.
En cualquier caso, debemos rechazar una imagen inmovilista
para aquellos primeros tiempos del Alleröd pues se perciben en el
registro arqueológico de ciertos yacimientos algunas tímidas
modificaciones, utilizadas por los prehistoriadores para reconstruir la
evolución Paleolítico-Epipaleolítico. Los cambios más aparentes se
perciben en las industrias, con la incorporación de ciertos elementos
considerados como propiamente epipaleolíticos y sintetizados bajo
una peculiar denominación industrial: «Epipaleolítico microlaminar»,

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tal como sugirió el prehistoriador J.Fortea en 1973.
Los niveles que poseen industrias del tipo Epipaleolítico
microlaminar aparecieron de modo generalizado por toda la vertiente
mediterránea a partir del 11.000 BP. Las dataciones de C14
disponibles por ahora revelan que el milenio 11.000-10.000 BP.
(Alleröd-Dryas III) representó la etapa culminante del Epipaleolítico
microlaminar, cuando se generalizó por toda la cuenca mediterránea,
desde Cataluña hasta Andalucía. Entre los yacimientos catalanes hay
que recordar Balma de Gai, Balma Margineda y Font Voltada; entre los
yacimientos del Levante debemos citar a Mallaetes, ya en un
momento tardío del período; y entre los yacimientos andaluces
debemos recordar la cueva de Nerja.
Hacia el 10.000 BP. (Preboreal) las industrias del Epipaleolítico
microlaminar comenzaron a ceder paso a otro horizonte industrial que
Fortea denominó «Epipaleolítico geométrico». Tampoco ahora se
produjo una sustitución drástica o brusca, sino un reemplazo
progresivo y paulatino. De hecho, todavía podemos hallar niveles
microlaminares mediterráneos en el período 10.000/9.500 BP. (por
ejemplo en Guineu y Cingle Vermell), incluso en momentos
posteriores. El caso más sorprendente de supervivencia del
Epipaleolítico microlaminar se documenta en la cueva de Mallaetes,
yacimiento de referencia indiscutible para el Epipaleolítico levantino.
En este lugar, el horizonte Microlaminar perduró nada más y nada
menos que hasta la aparición de las primeras aportaciones
tecnológicas relacionadas con el Neolítico, representadas por la
aparición de la cerámica cardial.

<Figura 13.1.tif>
<Figura 13.1. Yacimientos del Epipaleolítico microlaminar citados en
el texto.
Listado. 1. Cingle Vermell; 2. Picamoixons; 3. Sant Gregori; 4. L´Areny:
5. Cova Matutano; 6. Volcán del Faro; 7. Mallaetes; 8. Maravelles; 9.
Rates Penaes; 10. Empardó; 11. Barranc Blanc; 12. Font Major; 13.
Pinar de Tarruella; 14. Cueva Ambrosio; 15. La Palica; 16. Nerja.>

1.2. Las facies industriales

La utilización del término Epipaleolítico microlaminar no es


circunstancial, pues muchas de las primeras industrias epipaleolíticas
que surgieron en el continente europeo a principios del Postglaciar
tenían entre sus rasgos peculiares la abundancia de microlitos. Pero
en nuestro mediterráneo esta denominación resulta algo exagerada,
porque realmente no hay cantidades muy numerosas de piezas
microlíticas: en el mejor de los casos los microlitos representan la
tercera parte del utillaje en los yacimientos. Pero entonces... ¿por qué
recurrir a este término? Probablemente no tanto por la abundancia de
tan peculiares piezas, sino por la aparición de ciertos componentes
microlíticos muy parecidos a los instrumentos llamados
microgravettes, que, como ya sabemos, resultaban característicos del

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Aziliense cantábrico. Por esta razón, muchos trabajos describen el
Epipaleolítico microlaminar mediterráneo bajo el calificativo aziloide,
lo que responde a un intento de emparentar esta industria con la
cultura Aziliense que por entonces se propagaba por la Cornisa
cantábrica y el Perigord francés, e incluso con otros contextos
industriales de la misma familia como el llamado Romanelliense de la
Península Itálica.
En los yacimientos mediterráneos del Epipaleolítico
microlaminar hallamos una serie de rasgos comunes. Los
instrumentos más numerosos son los raspadores, que por término
medio representan un 40% de los útiles, dominando los realizados en
lascas o láminas de medianas dimensiones. El instrumental
microlaminar representa la tercera parte del utillaje: abundan las
simples laminillas de borde abatido rectilíneo, pero existen también
laminillas más sofisticadas, con un extremo apuntado y un borde
abatido (en algunos casos rectilíneo, en otros levemente curvado al
modo de las microgravettes). Hay además numerosos instrumentos
de sustrato: muescas, denticulados y raederas, que en buena medida
se realizaron en hojas y lascas de ciertas dimensiones. La proporción
de buriles es muy baja, en ocasiones prácticamente ínfima, lo que
contrasta tremendamente con su abundancia en el Magdaleniense.
También son pocos los instrumentos realizados en hueso y asta, casi
todos ellos punzones, básicamente simples cañas o diáfisis de huesos
largos, aguzadas por un extremo de manera tosca. Estos dos últimos
aspectos, la mínima presencia de buriles y de industria ósea,
constituyen de facto dos criterios absolutamente fundamentales para
trazar la evolución desde el Magdaleniense hasta el Epipaleolítico.
El repertorio instrumental se completa con otros componentes
singulares como, por ejemplo, ciertas piezas bastante pesadas,
talladas sobre cantos de esquisto y caliza marmórea, interpretadas
como instrumentos para desprender las lapas y mejillones de las
rocas. Dentro de esta misma esfera de aprovechamiento de recursos
acuáticos, algunos yacimientos han proporcionado unos peculiares
instrumentos realizados en hueso: unas piezas biapuntadas
interpretadas como anzuelos planos, aunque probablemente ya en
estos tiempos se dispusieran de instrumentos alternativos como
redes o nasas, posiblemente realizadas con fibras vegetales.
De todo lo expuesto parece desprenderse un panorama
industrial muy homogéneo para la práctica totalidad de los
yacimientos mediterráneos. No obstante, todos los manuales
distinguen dos facies o modalidades industriales en el Epipaleolítico
microlaminar. Esta división fue ideada por J.Fortea en su tesis
doctoral, publicada hace más de treinta años pero todavía hoy marco
de referencia ineludible para todo lo relacionado con el Epipaleolítico
mediterráneo. Fortea distinguió esas dos facies a partir de los rasgos
de la industria lítica, utilizando en ocasiones matices tan peculiares
como la proporción de buriles. Dado que las investigaciones
realizadas en los últimos treinta años todavía no han permitido crear
una alternativa sólida al modelo de Fortea, conviene tener en cuenta

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tal división.
La facies Sant Gregori es así conocida por una cueva del mismo
nombre situada cerca de la desembocadura del Ebro (Tarragona). Esta
facies está presentada en muy pocos yacimientos. Los más conocidos
son la cueva de Sant Gregori de Falset y el abrigo de L´Areny, ambos
en la región del Bajo Priorato, no muy lejos de la desembocadura del
río Ebro. Fortea incorporó a este grupo el yacimiento de Pinar de
Tarruella, depósito superficial oculto en los fondos arenosos de una
amplia laguna alicantina (a 400 km. de los primeros). La cueva de
Sant Gregori suministró la imagen típica de la facies. Los raspadores
representan la mitad de las piezas, la mayoría sobre láminas de
tamaño notable. Las piezas microlaminares representan la cuarta
parte del utillaje: hay tanto simples laminillas con borde abatido de
herencia magdaleniense, como microgravettes con impronta aziloide,
resultando mínima la representación de microlitos geométricos (algún
que otro triángulo y segmento). El utillaje de sustrato, compuesto por
raederas, muescas y denticulados, tiene una proporción notoria (20%)
y dimensiones importantes. La presencia de buriles resulta tan solo
testimonial (2%), al igual que los restos de industria ósea, que
consiste en unos pocos huesos largos apuntados con señales de uso,
hallados en el yacimiento de Sant Gregori.
La facies Mallaetes se identifica con una cueva homónima
situada en el litoral valenciano, muy cerca de la desembocadura del
río Júcar. Los principales yacimientos de esta facies se concentran
entre las provincias de Valencia y Alicante: Mallaetes, Volcán del Faro,
Maravelles, Rates Penaes, Barranc Blanc, Empardo y Font Major. Los
límites periféricos de la facies Mallaetes están representados por
Cova Matutano al norte (Castellón), y por Cueva Ambrosio y La Palica
al sur (Murcia y Almería respectivamente). La composición industrial
es muy similar a la reconocida en la facies Sant Gregori, pero con una
menor proporción de raspadores y mayor presencia de buriles. Los
raspadores representan un tercio de los útiles y aparecen sobre
láminas cortas (ya que la naturaleza del sílex local no permitía
obtener láminas grandes). Las piezas microlaminares no son muy
abundantes: predominan las laminillas de borde abatido, siguen
apareciendo microgravettes, pero no hay piezas geométricas. Los
útiles de sustrato mantienen proporciones relevantes (20%) y los
buriles son muy pocos pero no ínfimos como en Sant Gregori: apenas
el 10%, pero se ha utilizado como un criterio particular para la
definición de la facies y para su relación con el sustrato
magdaleniense local. La diferencia más notable con Sant Gregori
reside en el estilo y los rasgos técnicos de la industria, que presenta
mayor simplicidad tecnológica y una apariencia mucho menos
elaborada.

<aquí Figura 13.2.tif>


<Figura 13.2. Instrumental lítico del Epipaleolítico microlaminar de la
cueva de Sant Gregori (Fortea, 1973).
Descripción de las piezas. 1-4. Raspadores; 5-11. Laminillas de dorso

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apuntadas; 12. Laminilla de dorso; 13. Escotadura; 14. Lasca
denticulada; 15-16. Láminas truncadas; 17-18. Láminas denticuladas;
19-20. Microlitos; 21. Raspador.>

<aquí Figura 13.3.tif>


<Figura 13.3. Instrumental lítico del Epipaleolítico microlaminar de la
cueva de Mallaetes (Fortea, 1973).
Descripción de las piezas. 1-9. Raspadores; 10-14. Buriles; 14.
Raspador-buril; 16-23. Laminillas apuntadas con dorso; 24-25.
Laminillas de dorso; 26. Denticulado; 27-28. Escotaduras; 29-30.
Lascas retocadas.>

En realidad la distinción entre ambas facies resulta a veces una


mera cuestión de matices, por lo demás no siempre muy
representativos. Y en ocasiones, la interpretación precisa del
Epipaleolítico microlaminar se complica aún más al comprobar que,
exceptuando la pobreza extrema de buriles y de industria ósea,
muchos de sus rasgos industriales recuerdan a los registrados en el
Magdaleniense final. Los niveles postglaciares de la cueva malagueña
de Nerja (principal secuencia para el Epipaleolítico antiguo andaluz)
proporcionan un ejemplo inmejorable de esta situación. El
equipamiento de estos niveles se caracteriza por una notable
diversidad, probablemente un reflejo de las múltiples actividades de
subsistencia realizadas en lo que pudo ser un lugar residencial. Las
láminas retocadas y piezas microlíticas dominan por igual (la mayoría
de estas últimas son laminillas de borde abatido con una pequeña
proporción de geométricos), resultando discreta la presencia de
raspadores, buriles y útiles de sustrato (10-15%). La industria ósea se
reduce a unos pocos punzones, de muy pequeñas dimensiones,
apuntados en sus dos extremos. La mayor proporción de buriles y
menor proporción de raspadores se ha interpretado como rasgo
arcaizante de clara herencia magdaleniense y ha sido utilizada por
sus excavadores para rechazar la atribución Epipaleolítica y usar en
su lugar la denominación Postmagdaleniense. Pero otros autores no
dudan en incorporar Nerja al corpus de yacimientos del Epipaleolítico
Microlaminar.

1.3. Los medios de subsistencia

Durante los primeros tiempos postglaciares los modos de


subsistencia no parece que cambiaran sustancialmente respecto del
Magdaleniense. No hay duda de que la carne suministrada por la caza
de grandes animales herbívoros representó la cuota principal de la
dieta. En los niveles microlaminares han aparecido huesos de los
animales convencionales: ciervo y cabra dominan de manera
mayoritaria, pero además hay restos de corzo, rebeco, jabalí, caballo
y bóvido. En los yacimientos ubicados en las llanuras litorales las
cacerías se centraron de manera mayoritaria en torno al ciervo: así
sucede en el sitio catalán de Blaus y en el castellonense de Cova

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Matutano. En aquellos otros situados en los entornos montuosos
propios de las sierras litorales, las cacerías se centraron en la cabra:
por ejemplo, Santa Maira en Alicante y Nerja en Málaga.
No menos relevante tuvo que ser el papel de la caza menor a
juzgar por las intensas concentraciones de restos de lagomorfos que
presentan muchos yacimientos. La recuperación de miles de huesos
de conejo en Cova Matutano y de liebre en Santa Maira prueban la
práctica recurrente de la caza menor, incluso en mayor medida que
en el Magdaleniense. En realidad, tan pequeños animales aparecen
por doquier en los yacimientos de toda la región mediterránea, desde
Cataluña (Blaus y Tossal) hasta Andalucía (Nerja). La acumulación de
restos resulta en ocasiones tan intensa que ciertos especialistas
llegaron a dudar de su relación con actividades de caza, proponiendo
en su lugar la posibilidad de que representasen tan solo la muerte
natural de tan pequeños animales en madrigueras ocultas en los
yacimientos. Pero los estudios realizados sobre las marcas y fracturas
presentes en los huesos de conejo de lugares como Santa Maira han
asegurado que son cortes propios de las tareas de carnicería para
consumo humano. En cualquier caso debemos matizar la aportación
de tan pequeños animales a la dieta por su poco volumen alimenticio:
pensemos que un ciervo aporta, por lo menos, treinta veces más
carne que un conejo. Tal vez la importancia de los lagomorfos no
residiera tanto en su volumen alimenticio, sino en la posibilidad de
contar con alimento seguro en períodos difíciles, debido a su
abundancia y a las facilidades de captura.
Mucho más problemático resulta reconstruir la contribución de
la segunda fuente de alimentación habitual en los primeros tiempos
postglaciares: los recursos acuáticos. Para empezar, la presencia de
actividades de recogida de moluscos litorales no es similar en todos
los yacimientos: ciertas cuevas solo cuentan con un puñado pequeño
de conchas; otras poseen acumulaciones enormes, perfectamente
representativas de auténticos concheros. La cueva malagueña de
Nerja constituye un ejemplo perfecto de está circunstancia ya que
presenta hasta once mil restos de conchas: la inmensa mayoría
mejillones (90%), recogidos en lo que fueron intensas tareas de
marisqueo por los acantilados situados justamente frente a la cueva.
El yacimiento valenciano de El Collado constituye otro ejemplo de
conchero, pero esta vez al aire libre.
Menos datos hay para determinar la contribución del pescado
en la dieta, aunque en ocasiones tenemos datos inequívocos de la
importancia de las prácticas de pesca para el aprovisionamiento de
alimento. Las informaciones proceden nuevamente de Nerja, donde
los recuentos de vértebras han corroborado el aumento de las
prácticas pesqueras en la transición hacia el Epipaleolítico
microlaminar. El mismo yacimiento ha proporcionado una imagen de
lo que pudieron ser las prácticas de caza de aves, concentradas en
este caso en las especies de paisajes abiertos y rocosos, con
presencia de especies de hábitat acuático (como anátidas) e incluso
de ambientes más forestales. La presencia de caza de aves se ha

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registrado en otros lugares como Tossal de la Roca o Cova Matutano.
En esta última se confirmó el consumo abundante de perdiz común, y
en menor medida de avutarda y paloma bravía, todas ellas especies
sedentarias y de captura predecible a lo largo de todo el año.

1.5. La sociedad

No hay muchos datos para reconstruir los sistemas de movilidad


territorial de estas primeras poblaciones postglaciares mediterráneas,
y los disponibles no parecen justificar cambios importantes respecto
del Magdaleniense. Los yacimientos situados en la plataforma costera
resultarían ideales como campamentos residenciales por su
envidiable situación estratégica para la explotación integral de los
recursos de llano y de bosque (si bien la inundación de buena parte
de la plataforma complica la correcta reconstrucción de los hechos).
Los yacimientos ubicados en los entornos montañosos próximos a la
costa habrían resultado útiles como campamentos logísticos,
ocupados temporalmente por partidas de cazadores para la caza de
especies montañosas como las cabras. Las comarcas levantinas
proporcionan una excelente imagen de esta complementariedad
territorial entre costa y montaña: el yacimiento de Santa Maira
representó un campamento de caza de cabras habitado durante
períodos limitados del año, sobre todo verano; mientras que Cova
Matutano se convirtió con toda probabilidad en un lugar residencial
durante buena parte del año, pero sobre todo durante los fríos
invernales. La adopción de una estrategia de movilidad estacional
entre costa y montaña permitiría a las comunidades que poblaban
este territorio conjugar de modo equilibrado las diversas posibilidades
ambientales, equilibrar sus necesidades productivas y reducir en
cierto modo riesgos de sobreexplotación de recursos capaces de
desestabilizar a la postre sus condiciones de vida.
Pero no debemos olvidar la posibilidad de ciertas
transformaciones en el modelo de explotación territorial respecto del
Magdaleniense final. E.Aura y M.Pérez han planteado varios una
posible disminución de la movilidad residencial en el Epipaleolítico –lo
que implicaría una mayor territorialidad- y una expansión de las áreas
de aprovechamiento de recursos mediante la puesta en explotación
de nuevas tierras (estrategias ideales para aumentar el plantel de
recursos). En todo caso la verdadera dimensión de estos posibles
cambios resulta muy difícil de precisar, pues los cambios en el nivel
del mar provocaron en estos tiempos la inundación de muchos de los
yacimientos de la plataforma litoral.
Los datos proporcionados por las prácticas funerarias tampoco
resultan muy clarividentes. El único enterramiento conocido ha sido
exhumado en la cueva de Nerja: una sencilla inhumación en fosa con
el cadáver de una mujer en una posición decúbito lateral derecho,
que presenta las piernas y brazos flexionados. El cadáver apareció
rodeado de piedras y con restos de ocre junto al cráneo. Un tipo de
ritual muy sencillo en perfecta consonancia con los hallados en las

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áreas mediterráneas más septentrionales, la cuenca del Ebro e
incluso la Cornisa cantábrica.
Las representaciones artísticas mediterráneas de este período
son muy escasas y muestran la tendencia figurativa hacia el
esquematismo. Del yacimiento de Sant Gregori se han extraído dos
plaquetas decoradas con animales. La primera presenta el grabado
de una cierva muy estilizada, con un cuello muy alargado y cuerpo
cubierto de pequeños trazos, un tipo de convención habitual en el
“Magdaloaziliense” o Aziliense antiguo de las plaquetas del
yacimiento francés de Pont-d´Ambon. La segunda plaqueta contiene
la representación de un bóvido, una posible cabeza de caballo y una
cierva, junto a un trazo en zig-zag que recuerda también al período
antes citado. Los dos ejemplos corresponden a un estilo figurativo
esquematizante. En Sant Gregori se han hallado además alguna
plaquita de pizarra con series de estrías simétricas, que redunda más
en esta tendencia hacia la abstracción.
Disponemos además de otras representaciones abstractas en
algunos yacimientos catalanes: una loseta pintada con trazos rectos
rojos en el abrigo de Picamoixons y un típico canto pintado con seis
líneas rojas paralelas en el abrigo de El Filador. Estas
representaciones parecen encajar bien con el ambiente aziloide y
podrán reflejar relaciones con la vertiente pirenaica francesa. El límite
meridional de esta área de influencia aziliense se halla en la
desembocadura del Ebro pues al sur del mismo hay un vacío evidente
de manifestaciones gráficas. Tan solo en la cueva de Nerja se han
constatado ciertos cantos coloreados de complicada interpretación y
que en cualquier caso no guardan relación alguna con los cantos
hallados en yacimientos catalanes.

2. Epipaleolítico Pleno: El Mediterráneo

2.1. Dispersión y cronología

Hacia el 10.000 BP. comenzamos a apreciar ciertos primeros


síntomas de un cambio en las costumbres y modos de vida,
representados por la aparición de nuevas tradiciones industriales
alternativas al horizonte microlaminar. El Epipaleolítico microlaminar
aún perduró durante un milenio pero en este tiempo tuvo que convivir
con una nueva tradición industrial que conocemos como Epipaleolítico
geométrico, y que acabará por convertirse en la industria dominante
a partir del 9.000 BP. Tampoco ahora podemos hablar de un
reemplazo brusco o radical sino más bien de una sustitución
progresiva, paulatina, que de paso complica establecer una
cronología precisa del cambio: en líneas generales podríamos trazar
hacia el 10.000/9.000 la tenue línea divisoria que marcó la tendencia
hacia la nueva etapa del Epipaleolítico geométrico.
Los prehistoriadores consideran como factor más genuino del
Epipaleolítico geométrico, la presencia de unos instrumentos
microlíticos muy característicos por su diseño geométrico. La

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aparición de este microlitismo geométrico no fue un acontecimiento
único del mediterráneo ibérico: hemos de interpretarlo en un marco
mucho más amplio que implicaba a buena parte del continente
europeo. De ahí justamente las semejanzas entre el Epipaleolítico
geométrico mediterráneo y ciertas industrias contemporáneas
transpirenaicas, de manera particular con las industrias de tierras
francesas como el Sauveterriense y Tardenoisiense.

<Figura 13.4.tif>
<Figura 13.4. Yacimientos del Epipaleolítico geométrico y de
denticulados citados en el texto.
Listado. 1. Mendandia; 2. Fuente Hoz; 3. Atxoste; 4. Kanpanoste; 5.
Kanpanoste Goika; 6. Kukuma; 7. Aizpeia; 8. Zatoya; 9. La Peña; 10.
Forcas; 11. Balma Margineda; 12. Sota Palou; 13. Roc de Migdia; 14.
Balma de Guilanyá; 16. Balma del Gai; 17. Filador; 18. Costalena; 19.
El Pontet; 20. Botiquería dels Moros; 21. El Secans; 22. Baños; 23.
Ángel 1; 24. Ángel 2; 25. Cova Fosca; 26. Cocina; 27. El Collado; 28.
Santa Maira; 29. Tossal de la Roca; 30. Barranc de les Calderes; 31.
Font Major; 32. Cueva del Nacimiento.>

Los primeros niveles mediterráneos que presentan industrias


geométricas en el Mediterráneo ibérico se remontan hasta el 10.000
BP., a tenor de las dataciones obtenidas en yacimientos catalanes
como Balma de Gai (nivel I) y Filador (nivel 7). Desde entonces las
industrias geométricas se extienden por doquier por toda la cuenca
mediterránea, desde Cataluña hasta Andalucía: en tierras catalanas
tenemos que recordar junto a los yacimientos anteriores a Balma
Margineda; en tierras valencianas Tossal de la Roca y El Collado; y en
territorio andaluz la cueva del Nacimiento. La mejor prueba de la
versatilidad de este tipo de instrumental se halla en su larga
perduración temporal: un simple repaso a la batería de dataciones de
C14 demuestra que el Epipaleolítico geométrico subsistió hasta el
7.500 BP.

2.2. El Epipaleolítico geométrico

La principal característica del Epipaleolítico geométrico es la


presencia de los microlitos geométricos: son pequeños componentes
líticos realizados a partir de técnicas de trabajo cuidadosas y
sofisticadas, por lo común recurriendo a laminillas, y ocasionalmente
a pequeñas lascas. Los geométricos son el producto de una cadena
operativa de trabajo establecida de antemano, con la idea de producir
piezas de dimensiones y formas estándares, ajustadas a patrones
concretos, lo que provocó piezas de una silueta geométrica muy
clara: triángulos, rectángulos, trapecios, segmentos de círculo... Todas
estas piezas contaban con uno o dos bordes trabajados mediante
retoque abrupto, que actuaron como pequeños dorsos, necesarios
para enmangar tan pequeñas piezas en vástagos (pues su pequeño
tamaño imposibilitaría cualquier uso individual). Los filos naturales

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resultaban muy cortantes, sin duda letales como puntas o dientes
armados sobre instrumentos arrojadizos de caza, aunque no hemos
de desestimar que ciertos elementos contasen con funciones
alternativas.

<Figura 13.5.tif>
<Figura 13.5. Instrumental lítico del Epipaleolítico geométrico de la
cueva de Filador.
Descripción de las piezas. 1-6. Raspador; 7-9. Laminillas de dorso; 10-
15. Laminillas de dorso apuntadas; 16-19 y 27-29. Segmentos; 20-26
y 30-37. Triángulos; 38-40. Microburiles; 41-42. Láminas truncadas;
43. Raedera; 44-46. Denticulados.>

En algunos yacimientos resultan particularmente abundantes


las piezas llamadas microburiles, como por ejemplo en Cocina II. Se
trata de pequeñas piezas cuya forma recuerda a los buriles (aunque
no tienen nada que ver con ellos), obtenidas mediante la fractura
intencionada y cuidadosamente trazada de una laminilla, a partir de
la realización de una pequeña escotadura en un punto determinado.
Para unos autores los microburiles son auténticos útiles; para otros no
son más que los deshechos de talla resultantes de la manufactura de
los geométricos. Sea como fuere, su presencia es signo de una
técnica especial de manufactura antes comentada, conocida como
“técnica del microburil”.
La proporción de microlitos geométricos difiere notablemente
entre los yacimientos mediterráneos, como podemos observar en
Cocina y Filador, dos yacimientos emblemáticos del período. Los
geométricos representan en torno al 40-45% del utillaje lítico en el
horizonte I de la cueva valenciana de la Cocina y del nivel V del
abrigo catalán de Filador. Pero llegan hasta un 68% en el nivel III de
este último e incluso alcanzan proporciones más elevadas, próximas
al 75%, en el horizonte II de Cocina. No solo hay discrepancias en las
proporciones, sino también en el tipo de pieza geométrica dominante:
los trapecios dominan en ciertos yacimientos, los triángulos en otros e
incluso los microburiles en ciertos casos. Más generalizada es la
reducida presencia de rectángulos y segmentos de círculo. Estas
diferencias revelan con toda probabilidad una notable variabilidad de
carácter funcional, todavía por esclarecer.
El repertorio industrial del Epipaleolítico geométrico incorpora
además otras piezas: hay numerosas hojas y hojitas de lo más
variado, instrumentos microlíticos no geométricos (como sencillas
laminillas de dorso), raspadores y los convencionales útiles de
sustrato (raederas, muescas y denticulados). Tal como viene siendo
habitual en las industrias epipaleolíticas, hay muy pocos buriles y
muy pocos instrumentos óseos, en su mayoría simples punzones y
astillas aguzadas. Nuevamente debemos de pensar en las
posibilidades de un instrumental en madera y fibras vegetales que no
se ha conservado.
Las dispares proporciones de geométricos y sus diferentes

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formas nos sitúa ante una notable diversidad y heterogeneidad. Esta
variabilidad fue inicialmente advertida por J.Fortea, que en su trabajo
de síntesis registró dos modalidades industriales o facies en el
Epipaleolítico geométrico mediterráneo. Los estudios realizados desde
entonces no han sido todavía capaces de articular propuestas
alternativas sólidas a pesar de los treinta años transcurridos.
La facies Filador debe su nombre a la cueva del mismo nombre
(en plena Sierra de Montsant, Tarragona) y aparece representada
además en otros yacimientos catalanes como Balma de Gai y Balma
Margineda. Los niveles del yacimiento de Filador que representan esta
facies poseen un alto componente geométrico compuesto sobre todo
por microburiles y triángulos. Los rasgos tienen un cierto parecido con
la industria llamada Sauveterriense, un complejo industrial
desarrollado en Francia hacia el 9.500-7.500 BP.
La facies Cocina recibe su nombre por la cueva homónima
(emplazada en la Sierra de Martés, Valencia). En la actualidad
constituye una referencia inevitable del Epipaleolítico mediterráneo
peninsular, debido a la presencia de una secuencia industrial
representativa de cómo se produjo la evolución del Epipaleolítico
geométrico durante varios milenios. Los dos niveles epipaleolíticos se
caracterizan por la abundancia de trapecios (Cocina I), pero también
de microburiles y de unos triángulos peculiares por sus lados
cóncavos (Cocina II). Los horizontes superiores del yacimiento fueron
considerados por Fortea como ejemplo de la neolitización de las
últimas sociedades cazadoras-recolectoras de la región.

<aquí Cuadro de texto 13.1.rtf>

<aquí Figura 13.6.tif>


<Figura 13.6. Evolución técnica-tipológica de las piezas geométricas
de la facies Cocina según J. Fortea, 1973.>

2.3. El Epipaleolítico de denticulados

Hasta no hace mucho el Epipaleolítico pleno aparecía


representado exclusivamente por el Epipaleolítico geométrico. Pero en
los últimos años las excavaciones de nuevos yacimientos y la revisión
de antiguas colecciones industriales han mostrado una realidad
mucho más compleja, por la presencia de una nueva modalidad
industrial reconocida como facies de denticulados debido a la
abundancia de tal tipo de piezas. Esta facies se ha reconocido con
otros nombres: Epipaleolítico genérico, Epipaleolítico macrolítico,
Epipaleolítico no geométrico o Campiñoide. Diversidad de
denominaciones que no es más que el trasfondo de un estado de la
investigación aún vacilante y lleno de incertidumbres. Pero en todo
caso, ya parece claro que los yacimientos que componen la facies de
denticulados surgieron en torno al 9.000 BP. como una alternativa
industrial al Microlitismo geométrico.
Los rasgos industriales de la facies de denticulados se hallan en

11
las antípodas de los conocidos para el Epipaleolítico geométrico.
Primero, porque las piezas microlíticas son minoritarias o
prácticamente inexistentes. Segundo, porque aparecen una serie de
instrumentos muy peculiares de carácter macrolítico: es decir,
tallados a partir de lascas de dimensiones medianas/grandes y de
aspecto macizo, recurriendo a una cadena operativa oportunista e
inmediata, a técnicas simples de percusión dura y al
aprovechamiento de materias primas locales. Esas lascas macizas y
grandes fueron el soporte ideal para confeccionar el típico
instrumental de sustrato: raederas de retoques escamosos amplios;
muescas y denticulados espesos; raspadores gruesos; y puntas
robustas de perforadores. Nada más distante de las sofisticadas y
delicadas piezas geométricas, que tal tipo de instrumentos
rudimentarios y pesados, probablemente relacionados con
actividades de mantenimiento y de aprovechamiento vegetal. En
realidad, esta facies de denticulados no se halla muy lejos de otros
horizontes macrolíticos del Epipaleolítico europeo -como el
Campiñoide francés o el Asturiense cantábrico-, donde las piezas de
gran peso y tamaño resultan dominantes.
Los primeros niveles de la facies de denticulados aparecieron
hacia el año 9.000 BP., por tanto coincidiendo con el período
culminante del Geometrismo. Los yacimientos catalanes más
representativos durante el milenio 9.000-8.000 BP. son Sota Palou,
Balma de Guilanyà, Font del Ros y Roc del Migdia, que vienen a
representar una facies pura pues contienen solo instrumental pesado
de grandes dimensiones, tal como sucede en ciertos yacimientos de
la vertiente pirenaica francesa. En el País Valenciano no contamos con
niveles denticulados puros sino con situaciones más híbridas, lo que
revela la complejidad del fenómeno. Buena prueba de esta situación
la tenemos en los yacimientos de la comarca de Alcoy/Villena, como
por ejemplo, Tossal de la Roca: aquí no existe un nivel exclusivo de
denticulados pero este tipo de piezas macrolíticas representan buena
parte del instrumental, como por ejemplo la mitad de las piezas en los
niveles datados en 8.500-7.500 BP. Dentro de este panorama
podemos situar también a otros yacimientos muy próximos, como
Santa Maira y Barranc de les Calderes.

2.4. Los medios de subsistencia

No contamos con muchos datos para precisar los modos de


subsistencia de estas comunidades del Epipaleolítico pleno. De los
distintos período epipaleolíticos de la Península Ibérica nos hallamos
posiblemente ahora con las lagunas más notables, difíciles de
solventar hasta contar con datos de excavaciones recientes. La
mayoría de los huesos pertenecen a herbívoros y revelan por tanto
unas actividades prioritarias de caza mayor. Las principales especies
representadas son ciervo y cabra, si bien contamos con proporciones
notorias de jabalí y la presencia esporádica de corzo y caballo. En
todos los yacimientos levantinos sorprende la relevancia de la cabra,

12
que representa el 80% del material identificado en Filador, Cocina y
Santa Maira. Pero esta imagen demasiado favorable para la cabra
podría ser en cierto modo equívoca y corresponder tan solo a una
parte del sistema de subsistencia: los cazaderos de montaña. Faltaría
por conocer el registro de los yacimientos costeros, más propicios
para la caza de ciervo, a la sazón principal pilar económico de las
poblaciones mediterráneas desde muchos milenios atrás. Por otra
parte, no hemos de olvidar la contribución de la caza menor de
lagomorfos: los restos de conejo superan el millar en Cova Fosca,
aunque son mucho menores en Cocina, Santa Maira y Tossal de la
Roca.
Mucho más problemático resulta discernir la contribución
precisa de los restantes recursos. Hay muy pocos datos sobre
moluscos, aves, peces y vegetales. La presencia de aves en Cova
Fosca y Tossal de la Roca es mínima. Los restos de peces no son más
numerosos: trucha en Balma de Margineda; trucha y ciprínidos
(barbos/carpas/tencas) en Cingle Vermell; ciprínidos y anguila en Roc
del Migdia. En estas condiciones no resulta posible establecer el
modelo básico de alimentación de estas gentes, ni siquiera las trazas
más elementales. Hemos de tener en cuenta la posibilidad de
contribuciones importantes de vegetales a la dieta: aunque se trata
de un período posterior, podemos tomar como referencia de esta
circunstancia los restos humanos del Neolítico antiguo de la Cova de l
´Avellaner (Gerona), que prueban de manera inequívoca hacia una
dieta eminentemente vegetal y hacia una contribución bastante
reducida de la carne en la dieta.

2.5. La sociedad

Los datos disponibles no proporcionan la información necesaria


para abordar un intento de reconstrucción solvente de los sistemas
territoriales de estas gentes. J.E.Aura y M.Pérez han planteado la
posibilidad de que ciertos yacimientos relacionados con un modelo de
aprovechamiento diversificado de recursos y con una secuencia larga
de ocupación pudieran representar campamentos residenciales
durante buena parte del año, si bien la mayoría de yacimientos
mediterráneos carecen de estructuras de habitación consistentes (tan
solo unos pocos hogares, cubetas y fosas). La hipótesis de la
alternancia estacional entre costa y montaña constituye una idea
imposible de contrastar por ahora. Lo más interesante a este respecto
es la posibilidad de una variabilidad funcional entre asentamientos a
partir de la industria: la contemporaneidad entre los yacimientos de
las facies geométrica y denticulada representa para algunos
prehistoriadores la existencia de campamentos con actividades muy
distintas y posiblemente complementarias, los unos con una
dedicación hacia la caza y los otros hacia las actividades de
manipulación y recolección.
La carencia de enterramientos parece reflejar la ausencia de
una territorialidad estricta entre estas gentes y tal vez una relativa

13
flexibilidad socio-territorial. De este período conocemos catorce
enterramientos en el conchero valenciano al aire libre de El Collado,
datados en un momento ya muy avanzado próximo a los primeros
momentos de la neolitización (7.500-6.500 BP.). Los inhumados
aparecieron en fosas subcirculares de escasa profundidad, en posición
decúbito dorsal, la mayoría sobre el costal derecho, con los brazos
alargados, las piernas totalmente replegadas y los pies ya cruzados,
ya juntos (una posición que apunta a un cuerpo con la extremidades
aseguradas con ligaduras). Junto a los cuerpos aparecían abundantes
ofrendas de conchas (caracoles de agua dulce), situadas a los pies y
en torno al cráneo.
Las representaciones artísticas del Epipaleolítico pleno son muy
escasas, tan solo 35 plaquetas grabadas que se recuperaron en el
horizonte Cocina II, constituidas por motivos decorativos abstractos
bautizados como arte lineal-geométrico. Nos hallamos con pequeños
trazos diseñados como tramas abigarradas, bandas y armazones
densos surcados por otros trazos radiales, que ocupan la totalidad de
la superficie de las plaquetas con el sentido artístico del horror vacui.
En ciertos casos se conservan restos de pintura roja, al parecer
aplicada con anterioridad a las tareas de grabado. Este tipo de
grabados abstractos culminan en cierto modo la tendencia hacia el
esquematismo registrado durante el período microlaminar.

<aquí Figura 13.7>


<Figura 13.8. Representaciones artísticas mobiliares del Epipaleolítico
mediterráneo.
Descripción de las piezas. 1-7: Plaquetas de estilo lineal geométrico
de La Cocina. 8: Plaqueta con cierva grabada de Sant Gregori. 9:
Plaqueta con uro de cuerpo listado y pequeña cierva de Sant
Gregori.>

3. Epipaleolítico Pleno: La cuenca del Ebro

3.1. Dispersión y cronología

En momentos avanzados del Epipaleolítico pleno se produjo un


desplazamiento de comunidades hacia territorios interiores de la
cuenca del Ebro. En realidad, estas regiones interiores ya acogieron
bandas de cazadores-recolectores durante el Paleolítico, pero con una
densidad de poblamiento muy limitada por el reducido número de
yacimientos documentados. Hay que esperar hasta el Epipaleolítico
tardío para hallar un poblamiento afianzado en ciertas regiones, a
juzgar por el aumento notorio del número de yacimientos y por la
concentración de los mismos en territorios muy concretos. De
acuerdo con las dataciones de C14 disponibles hemos de situar esta
“colonización” en torno al 8.500/8.000 BP. El poblamiento parece que
se concentró en dos áreas periféricas: la comarca de los ríos
Matarraña/Algás (Bajo Aragón), a la sazón una prolongación natural

14
desde la desembocadura del Ebro; las serranías orientales de Álava,
zona a medio camino entre el Ebro y las comarcas vascas
cantábricas. Pero además, hemos observado ocupaciones
epipaleolíticas dispersas por todo el arco pirenaico, aprovechando las
cuencas de los ríos tributarios que descienden desde las montañas
hacia el Ebro. He aquí una descripción de las zonas de estudio.
La comarca Matarraña/Algás (justamente en el vértice
interprovincial Zaragoza-Tarragona-Teruel) representó una zona de
intenso poblamiento a juzgar por la elevada concentración de
yacimientos. Entre los más importantes recordemos Los Baños, Ángel
1, Ángel 2, Costalena, Botiquería dels Moros, El Pontet y El Secans. La
proximidad de la comarca a la costa (en paralelo con la
desembocadura del Ebro) parece asegurar su vinculación con las
poblaciones litorales que poblaban el entorno mediterráneo, lo que
parece más seguro al contemplar en muchos de esos yacimientos
industrias geométricas de tipo Cocina.
Las comarcas de valles y serranías orientales de la provincia de
Álava han proporcionado en los últimos años numerosos yacimientos,
reveladores de un poblamiento intenso aprovechando abrigos y
oquedades pequeñas. Entre los yacimientos estudiados durante los
últimos años recordemos Atxoste, Fuente Hoz, Kanpanoste,
Kanpanoste Goika (Álava) y Mendandia (Treviño).La cercanía a la
vertiente cantábrica vasca y a los montes pirenaicos orientales
convierte tal región en una zona intermediaria entre las tradiciones
culturales mediterráneas (procedentes del Ebro) y aquellas otras
originarias del País Vasco y de Francia. Los estudios sobre el origen de
las materias primas líticas realizados en ciertos abrigos alaveses
revelan esta dualidad, bastante comprensible teniendo en cuenta la
impronta de corredor estratégico de la región.
Hay ocupaciones epipaleolíticas tardías en ciertos yacimientos
ubicados en las cuencas de los afluentes pirenaicos del Ebro, que en
ocasiones se ubican entre las zonas montañosas más próximas a la
propia divisoria, bajo condiciones de alta montaña que solo
permitirían albergar ocupaciones restringidas durante las épocas más
templadas del año. La relación de yacimientos recorre todo el
corredor pirenaico, pero los yacimientos más importantes son los
siguientes: Balma Margineda (Andorra), Forcas (Huesca), La Peña
(Zaragoza), Aizpeia y Zatoya (Navarra).

3.2. Las industrias

Los equipamientos industriales registrados en estos yacimientos


responden a las dos grandes tradiciones conocidas del Epipaleolítico
pleno mediterráneo: Microlitismo geométrico y Macrolitismo de
denticulados. Pero los estudios recientes realizados por P.Utrilla y
A.Cava en diversos yacimientos bajoaragoneses han demostrado que
estas dos modalidades no fueron contemporáneas, sino sucesivas en
el tiempo. Todavía nos hallamos en un estadio provisional de la
investigación y resulta complicado interpretar esta evolución en

15
claves funcionales y de subsistencia. He aquí los rasgos generales
que marcan la evolución:
• Fase A. Las primeras poblaciones epipaleolíticas tardías que se
instalaron hacia el 8.500-7.750 BP. nos muestran unas industrias
macrolíticas: la mayoría de los instrumentos conservados para el
período son muescas, denticulados y raederas, tallados sobre las
típicas lascas de grandes dimensiones. La dispersión de este tipo de
industrias se generaliza por todas las áreas antes señaladas: Atxoste,
Mendandia, Kanpanoste Goika y Peña para la comarca alavesa; Los
Baños, Ángel, Costalena y El Pontet para la comarca del Bajo Aragón;
Zatoya, Forcas y Balma Margineda para la cadena pirenaica.
• Fase B. Las ocupaciones datadas durante el período 7.750-7.000 BP.
presentan industrias microlíticas con la impronta típicamente
geométrica. Hay una particular abundancia de trapecios de retoque
abrupto realizados mediante la técnica ya conocida del microburil,
modalidad habitual en los rasgos industriales del horizonte Cocina I. La
presencia de geométricos es generalizada en todos los yacimiento de
la zona del Bajo Aragón (Botiquería dels Moros, Costalena, El Pontet,
Ángel y Los Baños), tal como es previsible por su proximidad al litoral
mediterráneo. Pero también en los yacimientos alaveses (Kanpanoste
Goika, Atxoste, Mendandia y Fuente Hoz) y en las estaciones pirenaicas
(Zatoya y Aizpeia, Peña y Forcas, Balma Margineda), lo que demuestra
la rápida expansión de este tipo de instrumental.
Los rasgos de las industrias líticas en todos estos yacimientos
no difieren de las características conocidas para los repertorios líticos
conservados en las cuevas y abrigos del litoral mediterráneo. Pero no
sucede así en el caso de la industria ósea: ciertamente no resulta
muy abundante, pero no por ello inexistente. De hecho, algunos
yacimientos presentan una gama interesante de instrumentos
elaborados en huesos, por ejemplo en el yacimiento navarro de
Aizpeia: allí se han encontrado los típicos punzones realizados de
manera somera sobre meras cañas de hueso; junto a azagayas,
puntas, espátulas y unos peculiares objetos óseos biapuntados,
concentrados en el período geométrico e interpretados como
anzuelos rectos, previos a los anzuelos de gancho.

<aquí Figura 13.8>


<Figura 13.8. Instrumental lítico del Epipaleolítico geométrico de
Aizpeia (horizonte I).
Descripción de las piezas. 1-3. Raspadores; 4-5. Buriles; 6. Dorso; 7.
Raedera; 8-9. Denticulados; 10-13. Escotaduras; 14-20. Laminillas y
puntas de dorso microlíticas; 21-42. Microlitos geométricos; 39-43.
Microburiles.>

3.3. Los medios de subsistencia

Las comunidades epipaleolíticas tardías de la cuenca alta del


valle del Ebro han facilitado la imagen más representativa del modelo
cazador-recolector de amplio espectro, dirigido al aprovechamiento

16
integral de una amplia gama de recursos y de distintos entornos.
Resultado de este modelo fue la diversificación de las prácticas de
caza, una estrategia registrada perfectamente en los yacimientos de
la cuenca alta del Ebro, cuyos cazadores explotaron una amplia gama
de animales y muy particularmente de las especies de bosque. El
abrigo de Mendandia suministra un buen ejemplo de esto último, es
decir, del patrón diversificado dominado por especies de ambiente
forestal: ciervo y corzo (junto a los capturas ocasionales de cabra,
jabalí, caballo, rebeco y zorro). El pequeño abrigo de Kanpanoste
constituye otro buen ejemplo del patrón diversificado boscoso, en
esta ocasión vinculado al jabalí y corzo. La importancia de los
animales forestales no resulta casual: los resultados polínicos
atestiguan la importancia de las espesuras forestales en esta región,
que servirían de refugio a una variada gama de animales. En otros
casos, como Kukuma y Aizpeia, los restos nos revelan un patrón más
diversificado, motivado por la propia diversidad de su entorno
ambiental: hay numerosos huesos de ciervos, prueba de las cacerías
por los valles bajos y el bosque, pero también de cabra, reflejo de
partidas frecuentes por las montañas circundantes.
Pero hemos de pensar también en prácticas de caza menor. La
presencia de restos de animales carnívoros de media talla, como
zorro y comadreja, parece revelar prácticas de tal tipo realizadas
probablemente mediante trampas. En ciertos casos, como en Aizpeia,
tenemos una variada representación de restos de aves: muchos de
ellas podrían haber sido consumidos por carnívoros o rapaces, pero
no resulta desatinado pensar en un consumo humano de aquellas
aves de mayor tamaño (como perdiz, paloma, ánade real o serreta
grande). Más polémica resulta la contribución de otros recursos
alimentarios menores, en relación con prácticas de recolección
animal. Muchos abrigos cuentan con numerosos restos de caracoles
de tierra, cuya presencia podría resultar producto de su consumo por
seres humanos pero también simplemente resultado de la muerte
natural de tan pequeños animales entre oquedades y huecos.
Tenemos además algunos datos acerca de la adquisición de
recursos alimentarios obtenidos a partir de la pesca. En el abrigo de
Aizpeia se recuperaron numerosas vértebras de peces de aguas
dulces: la mayoría (tres cuartas partes) pertenecían a barbos aunque
también había de salmónidos y con toda probabilidad truchas. Los
pescadores se centraron de modo particular en los ejemplares de
tamaño medio/grande. Los estudios en el lugar han propuesto que la
captura de los salmones se pudo realizar en los cauces de la vertiente
atlántica de los Pirineos, situados a unos 15 km. al norte del abrigo, lo
que demostraría las relaciones de esta área con las tierras
septentrionales. Los mismos estudios han especulado con una relativa
concentración de la pesca de salmones en la temporada estival,
teniendo en cuenta las costumbres migratorias del animal. En
cualquier caso, no todos los yacimientos cuentan con restos de peces;
hay incluso yacimientos con buenas condiciones para la pesca que
carecen de restos de pescado (Fuente Hoz, Kanpanoste Goika y

17
Atxoste, Mendandia, La Peña, Costalena, Botiquería dels Moros).
No son muchos los datos directos para reconstruir las pautas de
recolección de vegetales si bien tenemos informaciones indirectas
muy interesantes. El análisis de las marcas registradas en los dientes
humanos del abrigo de Aizpeia revelan las huellas inequívocas de una
dieta compuesta por carbohidratos: es decir, un consumo masivo de
productos vegetales, muy alejada de la imagen tradicional de unas
poblaciones mesolíticas que vivían de la carne. La presencia de una
variada gama de restos de vegetales aptos para la alimentación
humana en el mismo lugar podría ser prueba de tal alimentación: hay
muchos restos de avellanas, y de arbustos espinosos como el acerolo,
serval de cazadores, mostajos y manzanas silvestres. Partes de estos
restos han aparecido carbonizados, acaso como resultado de un
procesamiento con técnicas de secado para facilitar el almacenaje en
invierno. Podríamos contemplar además el consumo de otros recursos
como bellotas, cerezas, endrinas, e incluso verduras y brotes tiernos,
imposibles de detectar en los yacimientos arqueológicos, pero
bastante habituales para consumo humano.

3.4. Territorialidad y movilidad

La elevada concentración de yacimientos en las tierras del Bajo


Aragón y de Álava constituye una cuestión sumamente interesante
por cuanto se suele interpretar como un proceso de expansión de
poblamiento hacia comarcas hasta entonces periféricas. La búsqueda
de nuevas tierras constituye la respuesta más inmediata a las
necesidades generadas por los incrementos de población, tal como
sugirió N.C.Cohen, y también una solución para superar las épocas de
crisis o carencias de recursos alimenticios en los territorios de origen.
¿Cuál de estas dos hipótesis parece más adecuada para el caso de la
cuenca del Ebro? Probablemente la primera, así pues un proceso de
expansión relacionado con el incremento demográfico, que exigió el
desplazamiento de algunas bandas a nuevos territorios y su
instalación definitiva en estas nuevas tierras. De ahí la necesidad de
seleccionar aquellas áreas capaces de proporcionar amplias
posibilidades de subsistencia por la riqueza y variedad de recursos.
El patrón de poblamiento en estas regiones respondió
probablemente a una estrategia intencionada para explotar de
manera intensiva e inmediata un amplio plantel de recursos. La alta
densidad de yacimientos las regiones citadas es buena prueba de una
alta intensidad de ocupación de los territorios de cara a una
explotación sistemática de sus recursos. Por otro lado, la estratégica
situación de los yacimientos es clara muestra de la utilización de
aquellos abrigos que ofrecían mejores posibilidades para el control
territorial de múltiples ecosistemas. En tal sentido, I. Barandiarán y A.
Cava plantean la posibilidad de un nomadismo cíclico para las
comunidades epipaleolíticas de la cuenca alta del Ebro, un patrón de
movilidad residencial consistente en acampadas regulares durante
temporadas limitadas: los abrigos eran ocupados, abandonados y

18
reocupados de manera recurrente en un modelo de notable movilidad
residencial. Este modelo ha sido trazado a partir de abrigos como
Aizpeia y Mendandia, donde los datos arqueológicos reproducen
campamentos temporales ocupados durante la mitad más templada
del año.

<aquí Cuadro de texto 13.2.rtf>

Dentro de los patrones de movilidad de estos grupos humanos


podemos pensar además en desplazamientos hacia territorios más
alejados, como por ejemplo hacia los entornos pirenaicos para cazar
animales montañosos durante las temporadas más cálidas del año.
De hecho, hay pruebas de desplazamientos hasta el otro lado de los
Pirineos: en este sentido, I. Barandiarán y A. Cava han propuesto
recientemente conexiones entre ciertos yacimientos epipaleolíticos
navarros (Berrobería, Padre Areso, Aizpeia y Zatoya) y algunos
yacimientos de la vertiente pirenaica francesa, teniendo en cuenta
que las alturas de las montañas pirenaicas occidentales son bastante
accesibles y no representan en modo alguno una barrera
infranqueable. Los autores citados plantean incluso una propuesta
más arriesgada: en su opinión algunos yacimientos navarros y
alaveses pudieron representar campamentos temporales de verano,
ocupados de manera breve por comunidades que tenían instalados
sus campamentos residenciales en la costa atlántica francesa. Las
similitudes tipológicas en el equipamiento lítico y la presencia de
materias primas francesas en algunos yacimientos navarros y vascos
podrían avalar tal hipótesis.
Los estudios de distribución de las materias primas líticas han
sido especialmente reveladoras de la trama territorial de las gentes
epipaleolíticas de la cuenca alta del Ebro. La mayoría de las
variedades del sílex recuperadas en el yacimiento de Kanpanoste son
producciones locales de las sierras próximas, pero hay variedades
originarias de tierras vascas y más ocasionalmente del valle del Ebro.
El abrigo de Aizpeia es mucho más contundente: la mayoría del sílex
procede de canteras pirenaicas locales próximas, pero hay tipos
originarios del litoral guipuzcoano e incluso del territorio francés,
corroborando sin dudas las relaciones con la vertiente norte de los
Pirineos.
La distribución de ciertos objetos de adorno personal, como las
conchas perforadas usadas de colgantes, nos aportan más pruebas
sobre la territorialidad de estas comunidades. Hemos de tener en
cuenta que este tipo de objetos poseían un valor simbólico más allá
de la mera utilidad, de ahí su intercambio entre las comunidades de
cazadores-recolectores y de la implantación de redes incluyendo
grandes distancias. La presencia de caparazones de caracolillos
marinos (como nassas y sobre todo columbellas) en niveles típicos de
la facies de denticulados podría ser significativo del desplazamiento
hasta el litoral de al menos parte de la población, pero también de
transacciones con comunidades vecinas costeras. En tal sentido,

19
A.Alday ha llamado la atención sobre el origen mediterráneo de
ciertos caracolillos marinos extraídos en algunos yacimientos de la
zona, lo que nos sitúa ante un escenario socio-territorial
extremadamente complejo, ante la imagen de conexiones culturales
capaces de cubrir los 300 kilómetros que distan entre el Alto Ebro y el
litoral mediterráneo.

4. Bibliografía

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