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Radioactividad en la pareja (6)

29/07/2005

—No quiero seguir hablando

—Entonces no sigas

—Yo hago lo que se me antoja

—Pues hazlo

—No te estoy pidiendo permiso

—No dije eso

—Tú sabes que sí lo hiciste

—¿Hacer qué?

—Tú crees que debes otorgar permiso

—No, nada más tú dijiste que podías hacer lo que querías y yo te dije: “Bueno hazlo”

—Por supuesto que lo voy a hacer

—Bueno, hazlo y punto

—No quiero seguir hablando.

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Radioactividad en la pareja (5)


28/07/2005

—¿Puedo hacer algo por ti?

—No, ya no puedes hacer nada

—Déjame intentarlo

—¿Para qué? Ya nada me satisface.

—Bueno.

—¿Ya ves? Tú nunca insistes

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Radioactividad en la pareja (4)


27/07/2005

—Tú nunca aceptas una crítica.

—No es cierto.

—¿Ves?

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Radioactividad en la pareja (3)


26/07/2005

—Eres un amargado.

—No, soy una persona normal.

—No es cierto, eres un amargado.

—Deja de decirme eso.

—Yo puedo decirte lo que se me antoja.

—No, porque me cansarías.

—Te cansas porque eres un amargado.

—¡Ya basta, por favor!

—¿Ves?

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Radioactiovidad en la pareja (2)


25/07/2005

—¿A qué hora paso por ti?

—Dime a qué hora te conviene

—A la que tú quieras.

—A la cuatro entonces…

—No, a esa hora no puedo.

—¿A las doce?

—No, tampoco.
—¿En la mañana?

—Imposible

—Entonces dime cuándo puedes

—Ya te dije que no hay problema.

Radioactividad en la pareja (1)


21/07/2005

—¿Por qué no me llamaste?

—Porque en casa no hay teléfono

—¿Ahora me vas a reclamar eso también?

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Pequeña guía de autocontrol en el amor (4)


21/10/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

Excelencia en el autocontrol

Pero como de lo que se trata es que uno logre el


autocontrol de uno mismo y no el autocontrol del otro,
queremos comentar que en una prestigiosa revista
internacional, cuyo nombre ignoramos porque la
encontramos en el baño, en casa de un amigo y le
faltaba la tapa, hallamos un artículo que nos llamó la
atención por su original título: ¡TÚ PUEDES! El autor recomendaba leerlo al amanecer
mientras se oía el Himno a la Alegría de la Novena Sinfonía del genial hipoacúsico. Era
un artículo muy breve, pues las fotos en maravillosos colores ocupaban casi toda la
página, pero muy bien documentado y que iba directamente al grano. En este momento
acuden a nuestra mente algunas de sus frases directas y específicas:

• Encara tus dudas con contradicciones.


• Para vencer tu inseguridad debes ser más fuerte que ella.

Y aquella otra:

• Enfrenta tus problemas con una sonrisa y si son muy graves: con dos sonrisas.
Nos encantaría reproducir el artículo en su totalidad (prácticamente lo hemos hecho)
pero tomaremos solamente lo relacionado con nuestro tema. El autor, una eminencia
científica, nos explica que si leemos algo repetidas veces, poco a poco va penetrando
hasta llegar a las profundas capas de nuestro inconsciente y que, entonces, ya no
necesitamos seguir repitiéndolo (y además me imagino que una sobredosis de
repeticiones puede llegar a depositarnos el mensaje en las rodillas). La cosa es que
cuando el mensaje se asimila en nuestro inconsciente se convierte en una
parte nuestra. Tan así que seríamos incapaces de diferenciarlo de otras
partes nuestras e incluso de partes nuestras que no son nuestras, y
entonces el mensaje empieza a trabajar solito, ya uno puede estar
pensando en lo que quiera que el mensaje estará pensando en el mensaje,
por decirlo así, como cuando mantenemos el equilibrio al caminar o al
beber.

Según el autor, debemos copiar estas reglas en un papel, que incluso


podemos plastificar para que no se nos ponga pringoso, y cada mañana al
levantarnos leerlo en voz alta una vez y en voz muy bajita otra vez más.
Antes de pasar a las diez promesas del autocontrol, nuestra propia
experiencia personal en el trabajo con este método, nos permite hacerles
una sugerencia: al copiar las promesas conviene hacerlo en un papel
rayado porque sino uno escribe y se le tuerce la línea.

Helas aquí:

Las diez promesas del autocontrol

1. Cuando conozca a alguien primero le preguntaré el nombre y luego el teléfono,


en ese orden.
2. Si la llamo y no la encuentro dejaré pasar quince minutos antes de volver a
llamarla.
3. Si no la encuentro no seré agresivo con la persona que me atienda.
4. No bloquearé su línea con mis llamadas.
5. Cuando la encuentre hablaré sin gritar.
6. Haré una cita para otro día, nada de: ¿quéstáshaciendohívoy!!!
7. No haré más de cuatro llamadas diarias para confirmar si irá a la cita.
8. El día de la cita me acercaré caminando y no corriendo.
9. Le sonreiré sin hilitos de baba.
10. Tendré mis ojos con las dos pupilas dilatadas del mismo tamaño.

Pequeña guía de autocontrol en el amor (3)


05/10/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

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Pero supongamos el caso de que no es que ustedes tengan que controlar sus ataques de
ansiedad y abandono, mezclados con demandas de afecto de hace tres reencarnaciones a
esta parte. Imaginemos que es a su amada a la que deben decirle: ¡Detente animal feroz!

Ante la afirmación
—Vos ya no me querés como antes.

Nunca respondan así


—Sí, te quiero igual.

Porque lo que sigue es que el otro diga que no es cierto y uno insistirá en que sí es cierto
y otro que no y uno que sí (pero ya sintiendo que un poco menos)
y el otro que no y uno que sí (y uno ya empezando a sentir que
tiene razón, que ni un poquito) y el otro insiste que no y uno ya lo
siente como el mejor amigo. Esto es tan así que a mediados del
siglo XV una fundación holandesa instauró un premio para
cualquiera que logre que una de esas conversaciones dure menos
de cuatro horas y es el día de hoy que nadie lo ganó.

Sugerencia de respuesta para evitar el rollo

—Vos ya no me querés como antes.


—Adivinaste.

—Vos ya no me querés como antes.


—Menos de lo que siempre te quise: imposible.

—Vos ya no me querés como antes.


—¡No es cierto! ¡Siempre te quise poco de manera constante!

—Vos ya no me querés como antes.


—¿Como antes de quién?

La influencia de la familia (5)


14/09/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

Cómo zafar

Por todo lo anterior, es importante la siguiente pregunta: ¿Qué hacer cuando nos
ponen contra las cuerdas muchachos? Si ella nos dice: te quiero y vemos a un
Escribano Público esperando nuestra respuesta, ¿qué respondemos? Hay que pensar en
eso porque las vacilaciones cuestan la vida. Cualquier cosa que no sea una respuesta
inmediata y que no suene espontánea nos pondrá en una situación muy difícil de
reparar. Es como si tu mujer llegara a la casa y te encontrara besando a un colectivero y,
con voz bajita, de secreto, le dijeras: Después te explico, después te explico… ¿Qué hay
que explicar? Acá ocurre algo parecido: los milisegundos de demora son pruebas
irrefutables, un parpadeo, una mueca de la boca, son datos científicos. Podemos escribir
la enciclopedia del yo no fui, pero nada nos va a salvar.

Para que no se vean envueltos en una situación embarazosa, les recomendamos entrenar
(al menos dos tardes por semana) con estas respuestas que nos proporcionaron en el
Instituto Nacional de Antropología.

Grado 1
(Bloqueo de respuesta con exculpación externa)

Yo también te quiero, lo que pasa es que:

• Mi padre está sufriendo una depresión muy grave y mi madre está sola frente a
esta situación.
• ¿Tenemos derecho a ser felices con los problemas que hay en el mundo?
• Hice una promesa.
• Estoy pasando por un momento difícil.
• Estoy pasando por dos momentos difíciles.

Grado 2
(Respuestas de corte psicoanalítico)

Yo también te quiero, lo que pasa es que:

• No soy tan expresivo como vos.


• Vengo de una experiencia traumática.
• No tengo experiencia.
• Llevaba demasiado tiempo sin estar en pareja.
• Estoy elaborando el duelo de una pareja muy reciente.
• Nunca estuve con una mujer como vos, esto es algo nuevo.
• Me cuesta porque me hacés acordar a…

Grado 3
(Psicodelia emocional sofisticada)

Yo también te quiero, lo que pasa es que:

• La palabra querer no me alcanza para esto que siento.


• Mido el tiempo de acuerdo al calendario hindú.
• Tengo miedo de hacerte daño.
• Tengo miedo de que seamos demasiado felices.
• ¿Qué haría si me faltaras?
• Yo creo que el matrimonio afecta a la estabilidad de una relación.
• Yo estoy a favor de que formemos una pareja bien madura.
• La palabra querer está demasiado gastada, yo prefiero darte un abrazo.

Pequeña guía de autocontrol en el amor (2)


08/09/2005
(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

Gracias por ser como sos y eres

¿Hay que ser dulce en el amor?¿A las mujeres les gustan los tipos dulces? O bien la
pregunta es: a las mujeres que a mí me gustan, ¿les gustan los tipos dulces? ¿Cuál es el
punto intermedio, por Dios? ¿Conviene ser recio? ¿Es cierto que las mujeres estén
hartas de los tipos recios? Las mujeres que a mí me gustan no gustan de tipos recios.
Por lo tanto, ¿Clint saldría con las mujeres que a mí me gustan? En caso de que fuera
así, ¿qué debería hacer yo? ¿Le debería decir: ¡Ey Clint te estás metiendo con mi
chica!? O tal vez debería sentarme en la mesa de enfrente, dejarlo actuar y fijarme cómo
lo hace.

Imaginemos el caso de un tipo de mujer como a mí me gusta que no gusta de los


hombres recios y no se da cuenta de que Clint no es de los tipos dulces y se mete con él.
No sé qué conviene hacer en ese caso. Quizás esperar a que se dé cuenta que está con la
persona equivocada o tal vez buscarme otra mujer, ahora del tipo de las que le gustan a
Clint y llevarla a comer a los restaurantes donde va Clint con el tipo de chica de las que
a mí me gustan, para que le den celos, se acerque a hablarle y entonces yo aproveche y
me vaya a la mesa en la que están ellos y le diga al tipo de mujer de las que a mí me
gustan: Oye ¿No te das cuanta que estás con un patán? Tú eres muy dulce y muy linda y
él filma películas horribles y taquilleras y es millonario… no, quiero decir, míralo cómo
está besando al tipo de mujer que a él le gustan que es la que vino conmigo. Y bueno, a
lo mejor la convenzo y me voy con ella.

Otro punto: eso de ser como uno es, es un consejo muy recurrido pero muy inespecífico,
especialmente en el caso de los inseguros. ¿A qué se refieren cuando dicen: ser como
uno es? O mejor dicho: ¿a quién se refieren? Hay gente que nos demoraríamos años en
encontrar algo así como nuestra personalidad, es como pretender sacarle una foto a un
espejo cuando no está reflejando nada. ¿Cómo sería un espejo si no reflejara
nada?¿Cómo se supone que encontremos nuestra propia personalidad?¿Va a gritar
nuestro nombre cuando oiga que nos acercamos?¿Y si hay una personalidad que no es la
nuestra y grita nuestro nombre? Supongamos que después de mucho despejar llegamos
a tres personalidades finalistas, una de esas es. ¿Cómo la reconoceremos?¿Por el color
de los ojos?¿La ropa que use?¿La que sienta vergüenza de que la identifiquemos? Y
además, una vez que eso ocurra, que encontremos nuestra propia personalidad, ¿se
supone que la imitemos o que seamos espontáneos y no le hagamos caso?¿Vendrá con
alguna especie de manual del usuario (especificaciones técnicas, consejos: no someta su
personalidad a…)? Lo que sí me temo es que no tengo nada parecido a una garantía.
Nada de: La compañía se compromete durante el transcurso de un año…

Metáfora del correo


Si uno es como es llegarán pocas cartas. Si uno es como no es llegarán muchas cartas
pero a direcciones equivocadas.

Ley de Martinelli
Ser como uno es no implica encontrar lo que uno busca.
Corolarios

• Las cosas que deseamos se sienten poderosamente atraídas por otras personas
que buscan otras cosas.
• Buscando lo que buscamos encontraremos lo que otros buscan.

Principios de competencia
Hay otros que también buscan lo que nosotros buscamos.

Corolario
Nosotros llegaremos cinco minutos tarde.

De todas maneras debemos admitir que el autocontrol es muy importante, pero no


menos lo es relajarse y ser como es (como quiera que esto se entienda). Si estás
continuamente tenso tratando de dar una imagen, ella va a sentir que salió a cenar con
una agencia de publicidad. Le va a parecer que está enfrente de los comerciales de su
programa favorito (ese momento que uno aprovecha para buscar un refresco, ir al baño,
o ver qué están pasando en otro canal). Yo tampoco puedo con eso. Constantemente
estoy tratando de adivinar qué es lo que a ella le guste, para ser eso y así gustarle a ella.
Es más, creo que lo que soy hoy en día es la suma de las cosas que le han ido gustando a
distintas mujeres que conocí.

Pequeña guía de autocontrol en el amor (1)


27/08/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

La necesidad de afecto nos hace sentir como si estuviéramos en un desierto, por eso es
que al encontrarla sentimos que llegamos a un verdadero oasis…
La pregunta es: ¿Qué hacemos con los camellos?

Ansiedad y absorbencia

Me dijeron: “No gana nada con desesperarse” y yo respondí: “¿Y quién dijo que lo
hacía para competir”.
Testimonio: Diego, de Coyoacán

Con la desesperación no se resuelve nada. Para resolver las cosas hay que enfrentar el
problema, dedicarle tiempo y mucho esfuerzo… yo prefiero la desesperación.
Testimonio: Alicia, de Rosario

Si uno es muy ansioso hay que saber controlarse. Si la persona siente que nos
abalanzamos sobre ella con una enorme demanda amorosa se va a asustar y se va a
mostrar retraída porque va a sentir que nos la tragamos, que ella nos ofreció un ratito de
su tiempo y nosotros le estamos agarrando el calendario. Eso si uno es muy ansioso,
ahora bien, si uno es como yo… es inútil intentar nada, de todas maneras se va a asustar.

Cuando uno es muy absorbente es capaz de perseguirse con cualquier cosa que haga el
otro, interpretándola, inmediatamente, como que ya nos está queriendo menos. Bastará
con que el otro se quede un ratito callado para que el demandante pregunte:

—¿En qué pensás?

—En nada.

—Dale decime.

—No, en nada, de verdad.

—¿Por qué no me querés decir?

—No es que no te quiera decir, no estaba pensando en nada.

—En algo estarías pensando ¿o me vas a decir que estabas con la cabeza en blanco?

—No, no estaba pensando nada importante.

—¿Y cómo sabés que no era importante? A lo mejor no era importante para vos pero
para mí sí, dale contame…

—Era una taradez, ni me acuerdo.

—¿No te acordás de qué era, pero te acordás que era una taradez? Eso está medio
raro…

Y así un millón de veces etcétera, porque, en la pareja el único caso en el que es lindo
estar encima del otro es en la cama (e incluso ahí no siempre, ¿no?).

Si a los absorbentes no nos dan toda la bolilla que queremos… nos sentimos
abandonados. A lo mejor la otra, pobre, está con un rollo en la cabeza o cansada o
distraída y entonces, como no sentimos que está fulgurante por nosotros, nos sentimos
abandonados. ¿Y qué hacemos cuando nos sentimos abandonados? Nos alejamos para
castigarla. La otra (el otro, seamos ecuánimes y de paso disipemos un poco) que ni nos
abandonó ni se dio cuenta de todas esas extrañas elucubraciones que estuvimos
haciendo no sabe, no entiende, por qué nos mostramos más fríos o ponemos esa cara de
ahorcado de ópera.

Si, en el peor de los casos, el otro es parecido a nosotros (muy en el peor de los casos)
se sentirá abandonado y nos castigará alejándose y poniendo cara de ahorcado de ópera.

Síndrome de Wall Street


La suma de medidas que tratan de evitar lo peor equivalen a lo peor.

Y si uno se siente abandonado y está poniendo su mejor cara de ópera y ve que el otro
también se aleja herido (mientras ensaya unas expresiones que vio en una película
japonesa) es muy frustrante, porque no hay nada peor que sentirse víctima de alguien
que en vez de sentir que fue injusto con nosotros siente que es nuestra víctima. Eso es
fatal, terrible (recuerden que para una víctima no hay nada peor que otra víctima),
porque una buena víctima necesita un mínimo de audiencia, de compasión ajena. Nadie
es víctima para sí solito. Nadie es víctima sin un miligramo de público aunque más no
sea. No sé… un chofer, el panadero, alguien a quien despeinar con un suspiro, alguien a
quien brindarle una cara compungida de las buenas. Pero víctima así al pedo, para
nadie, no, es una locura.

Pero no nos distraigamos, volvamos a la ansiedad en el amor o, caso contrario, en el


matrimonio. En el amor hay que tener la cabeza fría (por decir una parte del cuerpo). No
tan fría que el otro sienta que salió a comer con Walt Disney, pero sí un poco fría. Pero
eso no es fácil. Vamos a un ejemplo. Conocés a alguien y, si más o menos calculás que
puede llegar a gustarte, le decís: Hola me llamo Luis ¿Me darías tu teléfono por las
dudas? ¿O bien es conveniente esperar el fin de la reunión? Una vez que te dio su
teléfono, ¿le hablás enseguida o por lo menos esperás que llegue a su casa?

Yo soy de los del primer grupo, no me aguanto. Mi capacidad de autocontrol es nula, un


coche cayéndose a un precipicio tiene más domino de sí mismo que yo. Hay gente que
tiene una sangre fría impresionante, como Clint Eatswood, esperan que pasen un par de
días y luego hablan, tranquilos sin andar revelando tanto el juego, en cambio yo juego
con las cartas dadas vueltas: el contrario las ve y yo no. De puro ansioso soy capaz de
llamarla antes de que ella alcance a salir de la fiesta.

Hay que aprender a no ser tan evidente con las propias intenciones, a saber ocultar un
poco nuestros deseos… (claro, siempre tratándonos de acordar de qué es lo que
queríamos hacer con ella). Saber controlarse en el juego amoroso parece que es algo
básico. Yo la única manera que encontré para saber si estoy haciendo las cosas bien o
mal es imaginarme a Clint. Pienso qué haría él en mi lugar y trato de imitarlo. Con el
único inconveniente de que mi guía-espiritual-de-comó-hay-que-ser-en-el-amor no es el
Clint Eatswood de la realidad sino el que pasa por el filtro de mi cabeza, lo que yo
fantaseo. ¿Se dan cuanta de lo ilógico de esa esperanza? Es como aparecer sentado en
los comando de Boeing y pensar: Veamos ¿qué haría un piloto en mi lugar?

¿Se pueden imaginar qué sale de lo que vi en las películas, más lo que yo recuerdo que
vi, más lo que quisiera hacer (besarla, saltarle encima), más lo que me gustaría que
ocurra (que ella me bese, que me salte encima), más lo que yo me imagino que haría ese
personaje imaginario en mi lugar real para lograr que suceda lo que deseo? El resultado
se podría describir en algo así como: todo lo contrario.

Coeficiente de fuga del objeto deseado


Lo que uno quisiera hacer, sumado a lo que le gustaría que pasara dividido por las
posibilidades reales de que eso suceda, multiplicado por uno mismo, es un número
destinado al fracaso.

La influencia de la familia (4)


24/08/2005
(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

Estudios avanzados

Fórmula de Kern para saber el apuro casamentero de una mujer que


acabamos de conocer
La ansiedad por casarse es igual a la suma de las bromas familiares más la cantidad de
amigas casadas.

Ejemplificación:

Caso 1

Bromas familiares . . . . . . .0

Amigas casadas . . . . . . . . .1

_________________________________

Ansiedad por casarse (a.p.c.). .1

O sea que, según la Organización Mundial de la Salud, esta mujer apenas está en el
grado 1 de las ganas. A lo que, nosotros, agregaremos que es una situación ideal,
perfecta. Avancen con tranquilidad, no hace falta ninguna clase de precauciones, es
más, pueden sentarse con toda confianza a tomar cerveza con el padre, invitar al
hermano a ir a ver un partidito, porque esa chica ni sueña con irse de su hogar.

Caso 2

Bromas familiares . . . . . . .5 (por día)

Amigas casadas . . . . . . . . .6
(contando a dos que no eran tan amigas pero pesan igual)

_________________________________

Ansiedad por casarse (a.p.c.). 11

Según la OMS, esta mujer está en el borde del apuro, quizás en esa zona límite que hay
entre las ganas y el apuro. Teniendo muy pocas precauciones (como cierto cuidado al
pasarla a buscar por su casa, no entrar a saludar a los padres y cosas así) podemos
avanzar con toda tranquilidad.

Hasta ahí llega este valioso estudio. Creo que estamos de acuerdo en que es un
importantísimo primer paso que se da en un tema tan carente de información seria.
Antes nos manejábamos por comentarios de café, suposiciones, pero ni un gramo de una
base científica que avalara un presentimiento o diera pie a un dato fehaciente. El
brillante estudio de la OMS queda en ese punto y, nos enteramos después, que los
principales del equipo se casaron y que uno ya tuvo un hijo. Esas circunstancias,
obviamente, pusieron en dificultad el avance de los estudios. Hubo inclusive, por qué
ocultarlo, cierta presión por parte de sus esposas en el sentido de abocarse a otros
trabajos (uno de los doctores abandonó la ciencia y puso un negocio de
aeromodelismo).

Nosotros no quisimos que las cosas quedaran en ese punto y sucesivos estudios nos
llevaron a sumar unas extensiones a la fórmula (cedí a la tentación que significó el
pedido de mi grupo de trabajo y le puse mi nombre a los agregados).

Agregado de Pescetti, Nº 1
El tiempo invertido en la búsqueda del hombre en cuestión es un factor imposible de
dejar aparte. Nuestro grupo de trabajo llegó a la conclusión de que al número de a.p.c.
que obteníamos normalmente con el estudio de la OMS, debemos sumarle 1 por cada
semestre invertido en encontrar pareja (o cosas que se le parezcan).

Ejemplificación:
Si la mujer del ejemplo anterior lleva dos años buscando, arroja estas
cifras:

210.000 x 5 = 1.050.000 de a.p.c.

Huelgan los comentarios ya que esa es una cifra difícil de concebir.


aparentemente es un terreno en el que se producen poderosos campos
gravitacionales y radiaciones electromagnéticas de baja frecuencia. En
estos casos es peligroso hasta seguir viviendo en la misma ciudad.

a influencia de la familia (3)


13/08/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

El A.P.C. (un estudio secreto)

Para poder seguir es necesario que citemos los valores normales y anormales de apuro
casamentero (el nombre técnico es: ansiedad por casarse o a.p.c.) para lo cual
revelaremos por la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Una mujer normal (acá es donde la OMS falla, porque no aclara qué entiende por eso o
cómo llegó a ese concepto) entre los 15 y los 21 años no tiene apuro ninguno, a eso lo
denomina Valor 0. De los 21 años a los 23 tiene ganas que no es lo mismo que apuro.
Las ganas son normales, tener ganas de conocer a alguien con quien, con el tiempo y
gracias a un mutuo conocimiento, pensar en la posibilidad de formar un hogar, es más
que sano (perdón por la palabra). A esas ganas le asigna un Valor 1. A partir de eso
realizan una tabla progresiva que nosotros recomendamos fotocopiar y llevar en el
bolsillo.

Tabla de valores de A.P.C.

1 a 10: Ganas. Diremos, por lo tanto, que 1 son pocas ganas, 4 y 5 son ganas normales
y que 9 o 10 son muchas ganas.
Objetivo de la mujer: conocer al hombre ideal.
Sintomatología básica:: alegría vital, despreocupación por asistir o no a una reunión o
por si una relación no llega a nada.

11 a 20: Apuro. El apuro está formado por las ganas más cierta cuota de ansiedad. La
mujer, a partir de los 23 años empieza a experimentar cierta urgencia leve por conocer a
alguien con quien hacer planes hogareños.
Objetivo de la mujer: conocer al mejor de los hombres.
Sintomatología básica: entusiasmo, se anota en todas las reuniones, le pide a los novios
de sus amigas que le presenten a alguien, desarrolla cierta capacidad para ver, de un
solo vistazo, los hombres interesantes de una reunión (descarta a los casados).

21 a 30: Premura. En la mujer que ha pasado los 25 años. Está en plenitud de su


belleza pero no le gustaría ser la quedada o soltera de la familia.
Objetivo de la mujer: conocer a un tipo respetable, que valga la pena.
Sintomatología básica: leve estado de exaltación, asiste a todas las reuniones y
además organiza ella reuniones (“traigan a alguien no importa si no lo conozco”),
conmina a todos los conocidos a que le presenten a alguien, en una reunión mira
atentamente a todos los hombres (no descarta a los casados). Se come las uñas.

31 a 50: Urgencia. Es la mujer que pasa los 30 o 35 años. Entra en un área


francamente preocupante. Sigue siendo bella en todo el sentido de la palabra, pero
eso es lo de menos (es como tener una excelente arma pero con la cual no se
acierta ni un tiro).
Objetivo de la mujer: lo-que-sea.
Sintomatología básica: sonrisa nerviosa, mirada inflamada, en una reunión las
mujeres casadas se sientes incómodas por cómo ella les habla a sus maridos.
Temblor ocular, verborragia, castañeteo de dientes fuera de todo control.

De 51 en adelante: Es una zona muy poco explorada por los especialistas debido
a los riesgos que conlleva. Se supone que existe un estado de grave alteración y
más allá de eso nadie quiso aventurarse a investigar más.

La influencia de la familia (2)


07/08/2005

(Del libro ¡Qué fácil es estar en pareja!)

La ansiedad familiar

Exactamente todo ese conjunto de cosas que explicábamos antes, sumado a gente
amiga que ya se casó o juntó y que ya anda con panza, con divorcios, con panza y
divorcio al mismo tiempo, hace que a alguna gente le entre el afán de formar una
familia. Se sienten desfasados con la edad, con lo que se imaginaron o les convencieron
que se esperaban de ellos a los… (si es mujer les empieza a agarrar pasaditos los 25 y si
es tipo después de los 30 o 30 y algo). Pero como sea, como dé lugar, quieren formar
un hogar y eso se nota a la legua porque a cada persona que les presenta la miran con
cara de Darwin. Hacen su cálculo de ¿Qué tal me saldrían los hijos con él/ella? Y
cualquiera que siente que le están mirando los genes se espanta. Imaginate, si recién
conocés a alguien y descubrís que lleva la ropa de boda en el baúl de su coche: ya te
hace sentir limpiando la caca de tus nietos, te asusta, y es una reacción más que normal.

Esa es la única situación en la que yo, Medalla de Oro 1978 a la ansiedad, me he


encontrado con personas aún más precipitadas. Cuando uno conoce una dama, mi
experiencia recomienda que le preguntemos si hay muchos graciosos en la familia. Esta
interrogación en sí es tan inocente, tan alejada de los cálculos que ella puede hacer, que
la responderá. Si ella nos asegura que hay muchos (o pocos, pero que son muy muy
chistosos) uno puede avanzar con otro comentario muy inocente: ¡Qué bueno! En mi
familia también y yo me la paso haciéndoles bromas porque todos se casaron más
jóvenes que yo. Cuidado con lo que ella responda: si cae en la trampa y nos confiesa
que a ella le hacen bromas respecto de su soltería ¡Alerta camaradas!

Ley de Varela
La ansiedad por casarse es directamente proporcional a las bromas familiares
recibidas.

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