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INTRODUCCIÓN
COLOMBIA
9. Asimismo, la CIDH nota con beneplácito que durante el 2005 Colombia tomó un
paso importante hacia la universalización del sistema interamericano de protección de los
derechos humanos mediante la ratificación de la Convención Interamericana sobre
Desaparición Forzada de Personas el 12 de abril de 2005. Ello constituye un avance
fundamental hacia la protección de los habitantes de Colombia, y el hemisferio.
10. A fin de abordar la cuestión del conflicto armado y su impacto en el goce de los
derechos humanos durante el año 2005, se hará referencia en primer lugar a la
desmovilización de los grupos armados al margen de la ley y la adopción de la llamada Ley de
Justicia y Paz. En segundo término, se abordarán las consecuencias de la violencia generada
por el conflicto sobre la población civil y en particular sobre los pueblos indígenas y
comunidades afro descendientes; los líderes sociales y sindicales, los defensores de derechos
humanos y operadores de justicia y los periodistas. Las consideraciones formuladas por la
CIDH se basan en su observación in loco conducida en junio de 2005, en informaciones
recibidas en audiencias y en el curso de trámites de casos y medidas cautelares, así como en
informes de organizaciones intergubernamentales, no gubernamentales y de fuentes oficiales.
11. Tras la elección y asunción del mando del Presidente Álvaro Uribe Vélez en
agosto de 2002 algunos líderes de la organización paramilitar conocida como Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC)[4] hicieron pública su intención de negociar términos para la
desmovilización de sus fuerzas y el 1° de diciembre de 2002, declararon un cese unilateral de
hostilidades. En los meses que siguieron, representantes del Gobierno iniciaron contactos con
miembros de las AUC[5] y el 15 de julio de 2003 se llegó a un acuerdo preliminar mediante el
cual se fijaron metas de desmovilización para el 31 de diciembre de 2005. El proceso de diálogo
entre el llamado “estado mayor negociador” de las AUC y el gobierno avanzó
considerablemente durante el año 2005 en términos de la desmovilización de varios bloques
que operan en distintas regiones del país.
15. La CIDH hizo pública sus observaciones generales sobre el contenido de la Ley
de Justicia y Paz en un comunicado de prensa emitido el 15 de julio de 2005[13]. Observó
que entre los objetivos de la norma no se cuenta el establecimiento de la verdad histórica
sobre lo sucedido durante las últimas décadas del conflicto ni sobre el fomento del
paramilitarismo y el grado de involucramiento de los diversos actores en la comisión de
crímenes contra la población civil, ya sea por acción, omisión, colaboración o aquiescencia.
17. Asimismo, la CIDH observa que los mecanismos institucionales creados por la
Ley de Justicia y Paz no poseen suficiente fortaleza para afrontar con efectividad la tarea de
esclarecer judicialmente las miles de masacres, ejecuciones selectivas, desapariciones
forzadas, secuestros, torturas y graves daños a la integridad personal, desplazamientos
forzados y usurpación de tierras, entre otros crímenes, cometidos por varios miles de
desmovilizados durante los largos años en que las estructuras paramilitares han mantenido su
vigencia en Colombia. Sumado a lo anterior, la CIDH nota con preocupación que a más de
seis meses de la entrada en vigencia de la ley la Fiscalía General de la Nación no ha nombrado
la totalidad de los fiscales delegados que harán parte de la Unidad de Justicia y Paz, división
de la Fiscalía General encargada de aplicar esta norma. Sin embargo, el Gobierno ha señalado
que los fiscales delegados estarán apoyados por un equipo de trabajo constituido por
investigadores, asistentes de fiscal, auxiliares de fiscal y auxiliares de investigadores en
criminalística en el esfuerzo de fortalecer las estructuras judiciales[15]. Frente a este
panorama de obstáculos en la implementación de la Ley de Justicia y Paz y su Decreto
Reglamentario 4760 de diciembre del 2005, preocupan las dificultades de las víctimas del
conflicto en acceder al derecho a la verdad y la reparación.
18. En términos de la reparación del daño causado por quienes han perpetrado
crímenes atroces, la CIDH destaca que la norma pone más énfasis en la restitución de bienes
adquiridos en forma ilícita que en los mecanismos que faciliten la reparación integral de las
víctimas. Particularmente, no se hace referencia específica a los mecanismos de reparación
del daño al tejido comunitario de los pueblos indígenas, las comunidades afro descendientes, o
a las mujeres desplazadas, cabezas de familia, quienes se destacan entre los grupos más
vulnerables al accionar de los grupos armados. La norma tampoco prevé como parte de la
reparación debida a las víctimas el establecimiento de mecanismos de no repetición tales
como la inhabilitación o separación del cargo de agentes del Estado que hayan participado por
acción u omisión en la comisión de crímenes.
19. La CIDH nota que la Ley de Justicia y Paz sólo ofrece incentivos para que
miembros de grupos armados al margen de la ley respecto de los cuales ya se han abierto
procesos judiciales colaboren con la justicia respecto del esclarecimiento de los crímenes
cometidos. Sin embargo, un gran número de los crímenes perpetrados durante el conflicto se
encuentra en etapa de investigación previa, sin miembros de las Autodefensas Unidas de
Colombia (AUC) vinculados al proceso[16].
21. Más allá del compromiso de cese de hostilidades por partes del llamado
“Comando mayor negociador” de las AUC, continúan los actos de violencia e intimidación
contra la población civil por parte de todos los actores en el conflicto: paramilitares plegados o
no a las negociaciones en Santafé de Ralito, grupos guerrilleros –en particular las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) — y agentes del estado. Las acciones de
violencia cometidas en el curso del conflicto armado interno continúan traduciéndose en
graves violaciones a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario en contra
de la población civil y, en particular, de los sectores más vulnerables: los pueblos indígenas,
las comunidades afro descendientes y los desplazados. Durante el año 2005 continuaron
además los homicidios selectivos y desapariciones forzadas contra defensores de derechos
humanos, sindicalistas, líderes sociales, periodistas y candidatos a cargos de elección popular
–incluyendo a miembros de la Unión Patriótica— entre otros.
23. Por su parte, el Banco de Datos del Centro de Investigación y Educación Popular
(CINEP) indica que sólo en el semestre de enero a junio de 2005 se habrían cometido 297
ejecuciones selectivas, 53 de las cuales serían atribuibles al Ejército colombiano y 234 a los
paramilitares[20]. Asimismo se registra la comisión de 35 desapariciones forzadas, 9 de las
cuales son atribuidas al Ejército y 30 a los paramilitares[21]. En cuanto a los crímenes
perpetrados por los grupos guerrilleros, se atribuye la comisión de 113 infracciones del
derecho internacional humanitario a las FARC –entre las que se cuentan 65 homicidios
selectivos[22].
25. Asimismo, en agosto de 2005 la Corte Constitucional declaró que las acciones
realizadas por el gobierno para cumplir y avanzar hacia la protección de los derechos de la
población desplazada han sido lentos e irregulares[26]. Esto llevó a la Alta Corte, a finales de
agosto de 2005, a dictar tres autos ordenando a las entidades estatales garantizar[27]: (1) el
esfuerzo presupuestal necesario para la atención al desplazamiento forzado[28]; (2) un mayor
compromiso tanto presupuestal como administrativo de las entidades territoriales para la
atención a la población desplazada y una mejor coordinación de éstas con las entidades
nacionales[29]; y (3) la adopción de los correctivos a las falencias institucionales y el goce
efectivo de los mínimos de protección de los derechos de la población desplazada[30].
27. Durante el año 2005 continuó agravándose la situación de violencia que aqueja
a los pueblos indígenas en Colombia[32], los cuales continúan siendo víctimas de masacres,
ejecuciones selectivas, desapariciones forzadas, desplazamiento forzado de sus territorios
ancestrales, reclutamiento forzado, pérdida o contaminación de sus fuentes de alimentación,
bloqueos alimentarios, señalamientos y amenazas a su autonomía. Esta situación fue
verificada por la CIDH durante una visita conducida en junio de 2005.
35. La Comisión reitera que los funcionarios públicos deben abstenerse de hacer
declaraciones que estigmaticen a las defensoras y defensores o que sugieran que las
organizaciones de derechos humanos actúan de manera indebida o ilegal, sólo por el hecho de
realizar sus labores de promoción o protección de derechos humanos. El gobierno debe dar
claras instrucciones a sus funcionarios a este respecto y debe, cuando sea el caso, sancionar
disciplinariamente a quienes no cumplan con dichas instrucciones. Al respecto, el Estado ha
indicado que se encuentra realizando un análisis sobre “el alcance e inconvenientes de la
adecuación típica” de una norma del Código Único Disciplinario que señala como falta
gravísima “desacatar las órdenes e instrucciones contenidas en las Directrices Presidenciales
cuyo objeto sea la promoción de los derechos Humanos y la aplicación del Derecho
Internacional Humanitario”[39].
41. Durante el año 2005 continuaron los ataques y amenazas contra la vida y la
integridad personal de líderes sindicales y sociales. La Comisión ha recibido denuncias de
ejecuciones extrajudiciales y atentados presuntamente cometidos por grupos paramilitares.
Las cifras oficiales registran 13 víctimas fatales durante el período entre enero y septiembre
del 2005[43]. Por su parte, la Escuela Nacional Sindical reporta que entre el período
comprendido entre el 1 de enero y el 20 de abril de 2005 han sido asesinados 16 trabajadores
sindicalizados, 123 han sido víctimas de amenazas de muerte, 2 han recibido atentados contra
su vida, 23 han sido hostigados por su actividad sindical, 4 han sido secuestrados, 40 han sido
detenidos arbitrariamente, y 6 han tenido que desplazarse forzadamente de sus lugares de
residencia y trabajo por amenazas de muerte[44].
43. El 14 de octubre de 2005 fue asesinado el señor Eislen Escalante Pérez, líder
desplazado, Presidente de la “Asociación de Desplazados Víctimas del sistema por una
Colombia Nueva”, en la ciudad de Barranquilla, departamento del Atlántico. Según la
información disponible, el atentado fue cometido por dos sicarios que se movilizaban en una
motocicleta, quienes le propinaron dos disparos de arma de fuego en la cabeza. Al momento
del atentado, el señor Escalante se encontraba con Amilkar Martinez Arias, líder indígena del
pueblo Kankuamo, quien alegadamente ha recibido diversas amenazas posteriores. Los
señores Escalante Pérez y Martínez Arias trabajaban conjuntamente en proyectos a favor de
personas desplazadas y realizaban denuncias por el mal manejo que se le venía dando a los
dineros de la población desplazada en esa región. Debido a amenazas anteriores, el señor
Escalante Pérez había solicitado protección al Ministerio del Interior, el cual le otorgó un radio
de comunicaciones[45]. Según lo denunciado ante la CIDH, varias valoraciones de riesgo
hechas por las autoridades concluyeron que su situación de seguridad no ameritaba otro tipo
de protección[46].
4. Periodistas
50. La investigación subraya asimismo que los últimos años han mostrado una
notable disminución de los actos de violencia contra periodistas en Colombia. La
implementación de programas gubernamentales de protección para periodistas ha colaborado
decisivamente en la consolidación de esta tendencia decreciente. No obstante ello, la
Relatoría ha verificado que la disminución en estas cifras también se origina en la autocensura
de los propios periodistas. De acuerdo al Informe, el clima de persistente violencia y
agresiones que se vive en Colombia viene contribuyendo decisivamente al silenciamiento de
los comunicadores sociales. Durante la visita se comprobó también que existen regiones del
país donde los periodistas son presionados por los grupos armados ilegales e incluso por
representantes del gobierno para divulgar o silenciar cierto tipo de información.
51. De la misma forma, el informe advierte sobre las denuncias recibidas sobre
ciertas declaraciones de altos funcionarios del gobierno, los que se han manifestado
públicamente en contra de la labor de las organizaciones no gubernamentales de derechos
humanos, tanto nacionales como internacionales, lo cual, sin duda, ha provocado un aumento
en las tensiones entre el Gobierno y la sociedad civil.
III. CONCLUSIONES
56. La Comisión reconoce los esfuerzos realizados por el Estado en aras a combatir a
los actores armados y terminar con la violencia en la República de Colombia. Asimismo, la
CIDH observa en el 2005 con beneplácito el importante paso que el Estado tomó mediante la
ratificación de la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas.
58. La Comisión continúa preocupada por el impacto de la violencia generada por los
actores del conflicto armado interno en el respeto de los derechos fundamentales de la
población civil en Colombia y, en particular, de los sectores más vulnerables: las comunidades
indígenas y afro-descendientes y los desplazados. Asimismo, continúan registrándose ataques
contra defensores de derechos humanos, líderes sociales y sindicales, y periodistas. A pesar
del diálogo entre el Estado y el comando mayor negociador de las AUC, el compromiso de cese
de hostilidades y las desmovilizaciones efectuadas en varias regiones del país, prosiguen las
acciones de grupos paramilitares contra la población civil.
59. La CIDH reconoce que una situación tan compleja, dolorosa y prolongada como
la colombiana requiere desactivar a los actores armados mediante mecanismos de
negociación. Por ello, para asegurar la perdurabilidad de la paz, se debe garantizar la no
repetición de crímenes de derecho internacional, de violaciones a los derechos humanos e
infracciones graves al derecho internacional humanitario. Ello requiere el esclarecimiento y la
reparación de las consecuencias de la violencia a través de mecanismos aptos para establecer
la verdad de lo sucedido, administrar justicia y reparar en forma integral a las víctimas a la luz
de sus obligaciones internacionales conforme a la Convención Americana sobre Derechos
Humanos y la Carta de la OEA. La CIDH continuará ejerciendo su mandato de promover y
proteger los derechos humanos en Colombia en el marco del proceso de desmovilización y la
interpretación y aplicación de su marco jurídico, tanto a través de la elaboración de informes
generales y especiales como del estudio y decisión de casos individuales.
60. Sólo resta reiterar el llamado de la CIDH a las partes en el conflicto armado para
que a través de su estructura de mando y control, respeten, ejecuten y hagan cumplir las
normas que rigen las hostilidades, consagradas en el derecho internacional humanitario, con
especial énfasis en las normas que brindan protección a los civiles.
continúa...